Selvas

Parque los Katíos, Chocó. 

Río Atrato, Chocó. 

Serranía del Darién, Chocó. 

Río Caquetá, Caquetá. 

Río León, Antioquia.  

Río León, Chocó. 

Río Yarí, Caquetá. 

Río Mirití-Paraná, Amazonas. 

Puerto Nariño, Amazonas. 

Río Atrato, Chocó. 

Río Acandí, Chocó. 

Río Truandó, Chocó. 

Texto de: Alberto Mendoza Morales

Selvas son la diversidad botánica en su prístina expresión. Es el ecosistema de dos regiones, Amazonia y Andén Pacífico. Forma el corazón verde de la América del Sur. Son parte de las selvas mundiales que sobreviven precariamente en el planeta. Las constituyen la repetición infinita del árbol, su unidad básica, su expresión fundamental. Son, en el reino vegetal, universos de la heterogeneidad, regiones del sol, del agua, del oxígeno. Selvas, “pulmones del planeta”.

La selva amazónica es la mayor del mundo. No encuentra rival. La naturaleza se empeñó en mantener allí la flora desbordada del período Carbonífero. Formó la manigua. Aporta al mundo la quinta parte del agua dulce corriente y la tercera parte del oxígeno disponible.

Sus árboles se elevan al cielo en rectos troncos a 40 metros de altura. Semejan columnas. Forman una “catedral gótica de la naturaleza, espacio umbroso donde se agita la vida” (José Eustasio Rivera). Emergen de un piso blando. Ramas, ramazones, bejucos, lianas se enlazan, forman tramas complejas, dejan caer al piso hojas y hongos. Entre todas tejen una alfombra húmeda y fragante que cubre suelos lateríticos, ácidos, sensibles a la erosión.

Selva verde, frondosa, tupida, húmeda, cálida. Selva misteriosa. Enamora, enmanigua. Vista desde el aire, las copas de los árboles simulan un océano vegetal donde el viento forma oleaje. Esa cúpula, gigantesca sombrilla, ampara el suelo de la lluvia, del viento, del sol, de las altas temperaturas. Bajo ese palio protector está la penumbra, el misterio, la humedad, la neblina, la soledad. “Selva, esposa del silencio”, virgen impenetrable, cárcel umbrosa, hábitat de fauna y flora, cuna donde todo muere y todo resucita.

La selva del Andén Pacífico es rica en maderas, guandal, cativo, cuángare y las palmas quitasol y táparo, nombre que se da en los campos a caballos frágiles y acabados como Rocinante. En la parte norte, la selva ocupa la segunda área más lluviosa del mundo, 11.000 milímetros al año. Se mantiene visiblemente talada. En ella se da el espacio donde el hombre pasó por primera vez navegando, en 1778, de un océano a otro. Usó el “canal del Cura”. En esa selva residen una minoría indígena de larga tradición, una población “blanca” y mestiza, en parte pasajera, y una mayoría afrocolombiana heredera de esclavos excavadores de minas, llevados desde del Cauca.