Plaza Botero

Texto de: Carolina Jaramillo Seligmann

Mujer, Gato, Eva, Adán, Caballo, Mujer con fruta, Mujer con espejo, Mujer reclinada, Mujer sentada, Perro, Hombre vestido, Mujer vestida, Maternidad, Esfinge, Rapto de Europa, Mujer, Hombre a caballo, Mujer reclinada, Hombre caminante, Caballo con bridas, Soldado romano, Cabeza, Pensamiento… son los nombres de las 23 esculturas monumentales en bronce de Fernando Botero que, luego de haber sido exhibidas en ciudades como París, Madrid, Florencia y Nueva York, se quedaron entre guayacanes, cipreses y ceibas en la imponente Plaza Botero —una de las más bellas de América Latina—, bautizada en honor de este hijo dilecto de la ciudad.

La Plaza Botero está ubicada en lo que fuera el núcleo fundacional de la ciudad, donde se trazaron sus primeras calles: la avenida La Playa, la carrera Tenerife, la calle Ayacucho, la carrera Bolívar, la calle Maturín y la carrera Junín.

No se trata sólo de un parque de esculturas. Es el corazón mismo del conjunto cultural más importante de Medellín, integrado por el Museo de Antioquia, el Palacio de la Cultura, la iglesia de la Veracruz —única joya colonial que sobrevive en la ciudad— y la calle Carabobo. Se conecta además con la estación de metro Parque de Berrío, que cobija murales del artista Pedro Nel Gómez, el Centro Cultural Banco de la República, el Hotel Nutibara y la plazuela del mismo nombre.

La compra y demolición de inmuebles vecinos, así como del gran aparcadero que allí poseían las Empresas Públicas de Medellín, produjeron los 7?000 metros cuadrados de su superficie.

El proyecto se inició con un grupo de esculturas donadas por el artista. La entonces directora del museo, Pilar Velilla Moreno, recibió una llamada de Fernando Botero en la que le expresó su satisfacción por la labor del Museo y su interés en hacer una donación, tanto en obras como en dinero, destinada a crear un espacio con condiciones museográficas óptimas para la ciudad. Le habló de iniciar la donación con una sala de dibujos y le prometió la suma de 800?000 dólares para su realización.

Botero estuvo al tanto de todos los detalles, incluso envió un boceto pintado por él de lo que quería que fuera la Plaza, para que no se convirtiera en un simple muestrario. De la misma forma, la participación de la ciudadanía fue muy importante. Un ejemplo de ello fue la donación de las palmas fénix para el paisaje, buscadas en diversos vecindarios y cedidas por personas y entidades de barrios como La Castellana, Belén Granada, Laureles, La América, la Universidad de Medellín y la avenida de Los Industriales.

La intervención urbana de la zona de Veracruz y la reubicación del Museo de Antioquia incluyeron tanto la transformación del antiguo Palacio Municipal en museo, como la construcción de la plaza. El proyecto fue liderado por la Alcaldía de Juan Gómez Martínez, el arquitecto Tulio Gómez Tapias y la Promotora Inmobiliaria de Medellín, con apoyo de las Empresas Públicas de Medellín.

En la historia de la ciudad éste es tal vez el más ambicioso plan de reordenamiento urbano. Por décadas el desgaste de la zona había ido en aumento debido a la reubicación de negocios y oficinas y a la pauperización de sus deterioradas edificaciones. Incluso la antigua gobernación había sido “tugurizada” para dar cabida a diferentes dependencias.

La inauguración de la primera etapa se llevó a cabo en octubre de 2000, con una gran toma infantil del museo y una visita guiada por el propio artista. Tres días más tarde se llevó a cabo el Festival de la calle Carabobo, que en su segunda versión recibió el nombre de Festival de la Plaza Botero.