Museo el Castillo

Texto de: Carolina Jaramillo Seligmann

Un castillo de estilo gótico medieval, que más parece sacado de un cuento de hadas, es sede del Museo El Castillo de Medellín y uno de sus patrimonios arquitectónicos. Ubicado en el sector de El Poblado, fue construido en los años treinta del pasado siglo, a semejanza —guardadas las proporciones— de los castillos franceses del Loira. Entre senderos, jardines y fuentes, las siete manzanas del conjunto se encuentran emplazadas en uno de los sectores más exclusivos de Medellín, en un espacio que conjuga el arte, la cultura, la arquitectura y, desde luego, la fantasía.

El edificio fue construido por Nel Rodríguez, uno de los primeros arquitectos antioqueños en estudiar fuera del país e integrante del grupo que impulsó el desarrollo arquitectónico de la ciudad después de los años veinte, cuando una especie de boom por la arquitectura y la cultura europeas se propagó por la ciudad.

En sus acabados cabe resaltar los vitrales y el trabajo de hierro forjado de sus puertas y ventanas. Hasta 1943 El Castillo estuvo habitado por José Tobón Uribe. En aquella época se hablaba de los exquisitos frutales de su huerta, de las hermosas flores de sus jardines y de los espectaculares juegos pirotécnicos que él —farmaceuta y conocedor del manejo de la pólvora— orquestaba a menudo.

Poco después, El Castillo fue adquirido para residencia por el industrial Diego Echavarría Misas, precursor de la divulgación cultural y educativa en Antioquia —fundador, entre otras, de la Biblioteca de Itagüí—, quien, tras vivir varios años en París, decidió regresar con su esposa Benedikta “Dita” Zur Nieden para establecerse en aquel lugar. La pareja decoró el inmueble con obras de arte traídas de sus múltiples viajes por Europa y lo adecuó con extraordinario gusto.

Esta familia vivió allí hasta 1971, cuando don Diego, cuyo busto en bronce se puede apreciar en el Museo, decidió donarlo, con toda su decoración y sus accesorios, como un espacio cultural donde se preservaran las tradiciones y las artes en la ciudad. Un año más tarde se abrió al público como museo.

Las exposiciones permanentes que allí se realizan incluyen valiosos objetos de porcelana y cristal, gobelinos, vitrales, lámparas, vajillas y alfombras persas, así como una selección de pinturas y esculturas de artistas nacionales e internacionales. El edificio cuenta además con bibliotecas, un salón de recepciones, salas de exposición, galerías de arte, auditorios para música y teatro, aulas de ballet, música, pintura, escultura, cerámica y joyería. En los espacios para ferias y festivales se desarrolla el programa El Poblado unido por el arte, se hacen bazares y se presenta una muestra de pesebres cada año durante la época de Navidad.

Las exposiciones permanentes están distribuidas en nueve salas que recorren el interior de este singular castillo. Allí están el vestíbulo de entrada, la sala Luis xv, la sala de música, la sala colonial, la sala de los gobelinos, la habitación de don Diego, la habitación de Isolda —hija de don Diego y Dita, que murió en plena juventud—, la habitación de doña Dita y la alcoba de los recuerdos.

Su directora Marta Ligia Jaramillo resalta la labor del Museo en promover el arte en la ciudad: “El Castillo ha tenido una oportunidad enorme que es haber descifrado su misión para poder trabajar y hacer programas que gozan de mucha acogida entre el público y que llegan a los sentimientos de la gente, porque son elaboraciones que a todo el mundo le gustan. Eso es definitivo, lograr descifrar qué es lo que el público quiere”. En 1986, el museo fue declarado Patrimonio Cultural de Medellín.