- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
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- Señor Ladrillo (1988)
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- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
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- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
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- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
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- Enrique Grau. Homenaje (2003)
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- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
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- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
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- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
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- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Introducción
Texto de: Carolina Jaramillo Seligmann
Como muchas de las grandes ciudades, Medellín se encuentra atravesada por un río. Corre el agua por sus entrañas, y por sus riberas desfilan los silleteros durante la tradicional Feria de las Flores; se iluminan sus alrededores y la superficie de sus aguas con la magia que trae consigo la Navidad; caminan sus hermosas y pujantes mujeres; se construyen grandes industrias que jalonan la economía nacional; se instalan las pasarelas de las principales ferias de la moda continental; leen, escriben y se educan sus niños y jóvenes; se oye la música de Juanes, que construye país y transmite mensajes de paz; se admira la inmensidad de la transformadora obra de Botero. En definitiva, por el río, transita una ciudad bella, pujante, cordial.Desde luego, la importancia del río no termina ahí. Además de su ubicación estratégica —la construcción del metro se llevó a cabo bordeando sus orillas, alejándose únicamente para adentrarse en el centro—, el río también ha influido en ciertas tradiciones vernáculas. Incluso, se podría decir que tuvo una especial relevancia en la fundación de la ciudad.
En 1541 los españoles vieron por primera vez el Valle de Aburrá. Aquella expedición de 32 hombres, cuyo propósito fundamental era descubrir tierras y riquezas, fue comandada por Jerónimo Luis Tejelo, quien a su vez obedecía órdenes del mariscal Jorge Robledo. En aquel momento, los españoles le dieron el nombre de Valle de san Bartolomé. Por supuesto, los indígenas —dueños legítimos del territorio descubierto por los españoles— ofrecieron una resistencia estoica, armados con dardos, macanas y tiraderas. En ese paréntesis sangriento, muchos se suicidaron para evitar ser dominados por los nuevos colonizadores.
Algunos años más tarde, hacia principios de 1616, el valle resultaría propicio a otro grupo de colonizadores encabezados por el visitador Francisco Herrera y Campuzano, quien en 1615 fundó cuatro pueblos. Entre ellos, San Lorenzo de Aburrá —donde actualmente se encuentra el parque El Poblado—, al que un año después, según Roberto Luis Jaramillo, le dio como límites “la quebrada del Aguasal y el mogote de la mitad del valle” —actual calle 30 y cerro del Nutibara, respectivamente—, hasta los nacimientos del río, “y de allí revolviendo por las cabezadas del dicho valle y lomas y cumbres altas hasta caer otra vez al primer lindero”. Así mismo, entre 1630 y 1650 empezó la consolidación de la población —esencialmente mestiza—, compuesta por descendientes de los primeros españoles, nuevos inmigrantes, indios y negros.
Veinte años después, el lugar comenzó a ser conocido como la quebrada Santa Elena. Por ese entonces contaba con pequeños núcleos urbanos, distanciados entre sí por algunos kilómetros, y divididos a lado y lado del río. Con el surgimiento de esta villa —producto de la agrupación de pequeños núcleos—, fundada el 20 de marzo de 1671 por el gobernador Francisco de Montoya, se ponían en marcha las iniciativas trazadas por la Corona Española para crear ciudades. Estas nuevas políticas de desarrollo coincidieron a su vez con los intereses de sus habitantes, quienes indudablemente querían alcanzar una serie de beneficios, como autonomía para dirigir sus vidas y decidir sobre la complejidad del rumbo ciudadano. Quizás por esta razón, el Cabildo de Santa Fe de Antioquia —capital de la provincia-—, se mostró inicialmente en desacuerdo con el espíritu independentista de la nueva ciudad.
Más adelante se llevó a cabo la fundación de la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín, una vez el gobernador y capitán general de la provincia de Antioquia, Miguel de Aguinaga y Mendigoitia, dictó el auto de erección. Ejecutó así la cedula de fundación dada por doña Mariana de Austria, regente de la monarquía española, el 22 de noviembre de 1674 en Madrid. Este caballero, de origen vasco, le impuso el nombre de Medellín, derivado de Metello, fundador de la ciudad de Metellium (Medellín), en Extremadura. El origen del nombre se debió a un protector suyo, don Pedro de Portocarrero y Luna, conde de Medellín y presidente del Consejo de Indias, quien siempre se había mostrado partidario de la creación de esta nueva villa.
En esa época, el señorío del departamento lo ostentarían Santa Fe de Antioquia, en el occidente; Rionegro, en el oriente, y los pueblos mineros de la zona del Bajo Cauca. La fundación de nuevos asentamientos en el Valle de Aburrá obedeció a la necesidad de intercambio de la capital provincial de Santa Fe de Antioquia con otras regiones del país y del exterior. Posteriormente, el valle, y en especial Medellín, pasó de ser una simple estación en las rutas comerciales que provenían de la capital, para convertirse en el nuevo centro político y económico de la región, en el que habitaban alrededor de 3 000 personas
Luego, en el marco de la declaración de independencia, en 1813, el mandatario Juan del Corral declaró a Medellín ciudad, motivado por la importancia comercial que había adquirido. En 1826, fue declarada capital de la provincia en reemplazo de Santa Fe de Antioquia. Aunque fue sólo 50 años después cuando se inició en la comunidad un gran auge económico. Como consecuencia de este proceso, se produjeron la consolidación de una arquitectura y un espacio urbano representativos, así como la creación de entidades artísticas.
La ciudad empezaría a tener una cierta importancia económica y política con figuras como Pedro Justo Berrío, quien iniciaría una era de progreso tras la construcción de carreteras y del tranvía. En 1874, ocurrió un hecho trascendental cuando Recaredo de Villa hace el contrato con Cisneros, para la construcción del ferrocarril Puerto Berrío-Medellín. El ferrocarril produjo una sin igual transformación del transporte en la región y sus dinámicas, pues redujo el tiempo de los desplazamientos y los costos de transporte de pasajeros; impulsó el turismo y el comercio, y aceleró el intercambio con otras regiones del país.
Por esa misma época, Medellín comenzó a consolidar su gran potencial artístico y cultural. En 1888 abrió sus aulas la escuela Santa Cecilia, especializada en la enseñanza de música. Más adelante, en 1910 , gracias a la iniciativa de Francisco Antonio Cano y la Sociedad de Mejoras Públicas, se inauguró el Instituto de Bellas Artes. Las posturas religiosas, políticas y económicas de la clase aristocrática, los lineamientos sociales y espaciales que se impusieron durante las distintas décadas llegarían a configurar en su momento una cultura fundamentalmente oficial. Por lo que la diversidad étnica y social, y las vivencias populares, se dieron como manifestaciones de la tradición antioqueña, dando surgimiento a eventos tan propios como la Feria de las Flores, que data de 1957.
Para la primera mitad del siglo xx, comenzaron a llevarse a cabo notables procesos de industrialización y desarrollo urbano. Las políticas de presidentes como Enrique Olaya Herrera (1880-1937) o Alfonso López Pumarejo (1886-1956) abrieron las puertas al crecimiento económico del país, que sin ninguna duda beneficiaría a poblaciones como Medellín. A la par con el desarrollo cultural y social, el territorio se preparaba para el despegue industrial que ya asomaba tras la abrumadora presencia del oro y el café. De este modo, los primeros cincuenta años del siglo xx de la historia de Colombia pasaron en definitiva por Medellín, que se convirtió en un centro de poder político y económico. Fue entonces cuando se expresó a plenitud el gran espíritu empresarial del pueblo antioqueño, espíritu de una sociedad económica sin parangón en el territorio nacional. Allí nacieron muchas de las empresas más poderosas del país: comercializadoras bananeras como Uniban, Proban, Banacol o Banadex; compañías aéreas como Sam, Aces o Tampa; fabricantes de bebidas y gaseosas como Postobón o Cervunión; productores de alimentos como la Nacional de Chocolates y Noel; una de las principales cementeras nacionales como la Compañía de Cemento Argos; o fabricantes de alimentos concentrados para animales como Solla, Finca y Contegral. En otros sectores de la industria se destacan empresas como Peldar, Pintuco, Sofasa, Holasa, Landers, Imusa, Industrias Haceb e Industrias Estra.
Además, la capital de Antioquia como punto de referencia de la industria textil y de la moda nacional —y continental— ha visto el nacimiento de grandes confeccionistas como Leonisa, Industrias El Cid, Everfit, y las textileras Coltejer, Fabricato, Tejicóndor, Enka de Colombia, Paños Vicuña, Satexco e Industrias Colibrí. Este ímpetu se ha traducido en ser la anfitriona de las principales ferias y eventos alrededor de esta actividad, como lo son Colombiamoda y Colombiatex.
En definitiva, Medellín ha sido uno de los principales centros industriales del país. En buena parte, impulsado por el veloz proceso de crecimiento que aumentó el número de habitantes y urbanizó terrenos que no eran tenidos como posibles zonas de construcción, especialmente hacia el norte, transcurrida la primera mitad del siglo xx. Entonces vendrían los grandes proyectos de infraestructura, que se consolidarían propiamente en la década de los noventa con la construcción de megaproyectos urbanos, entre los que vale la pena mencionar el Edificio EPM, sede de una de las principales organizaciones de Colombia y Latinoamérica.
Cosmopolita y moderna, con más de seis canales locales de televisión; con una ejemplar red de Parques Bibliotecas, conformada por Belén, La Quintana, La Ladera, España y San Javier; con instituciones de educación superior de primer nivel como las universidades Bolivariana, EAFIT, Antioquia o la Nacional Seccional Medellín; con certámenes tan significativos en el desarrollo cultural como el Festival de Poesía de Medellín, y personalidades tan sobresalientes en diversas áreas artísticas como los pintores Fernando Botero y Débora Arango, el escritor Héctor Abad Faciolince, el muralista Pedro Nel Gómez o el cantante Juanes; con innovadores sistemas de transporte como el Metro y el Metrocable, que evidencian la recuperación social. En resumen, con estas y muchas otras realidades tan alentadoras como palpables, Medellín se enfrenta ahora al siglo xxi con su carácter emprendedor e infatigable.
En sus calles —bañadas por un agradable clima durante todo el año— se respira fuerza, empuje, creatividad y belleza. El espíritu antioqueño vibra en el barrio Guayaquil y en la Plaza de Envigado; en el hombre que recorre sus calles con carriel y sombrero; en el distintivo y sonoro acento de su gente; en los goles del Deportivo Independiente Medellín y el Atlético Nacional; en cada bandeja paisa y cada trago de aguardiente antioqueño. Con todo esto, mezcla de tradición y desarrollo, Medellín —irresistible y tenaz—, ha escrito y sigue escribiendo su valiente historia a través de las aguas del río.
#AmorPorColombia
Introducción
Texto de: Carolina Jaramillo Seligmann
Como muchas de las grandes ciudades, Medellín se encuentra atravesada por un río. Corre el agua por sus entrañas, y por sus riberas desfilan los silleteros durante la tradicional Feria de las Flores; se iluminan sus alrededores y la superficie de sus aguas con la magia que trae consigo la Navidad; caminan sus hermosas y pujantes mujeres; se construyen grandes industrias que jalonan la economía nacional; se instalan las pasarelas de las principales ferias de la moda continental; leen, escriben y se educan sus niños y jóvenes; se oye la música de Juanes, que construye país y transmite mensajes de paz; se admira la inmensidad de la transformadora obra de Botero. En definitiva, por el río, transita una ciudad bella, pujante, cordial.Desde luego, la importancia del río no termina ahí. Además de su ubicación estratégica —la construcción del metro se llevó a cabo bordeando sus orillas, alejándose únicamente para adentrarse en el centro—, el río también ha influido en ciertas tradiciones vernáculas. Incluso, se podría decir que tuvo una especial relevancia en la fundación de la ciudad.
En 1541 los españoles vieron por primera vez el Valle de Aburrá. Aquella expedición de 32 hombres, cuyo propósito fundamental era descubrir tierras y riquezas, fue comandada por Jerónimo Luis Tejelo, quien a su vez obedecía órdenes del mariscal Jorge Robledo. En aquel momento, los españoles le dieron el nombre de Valle de san Bartolomé. Por supuesto, los indígenas —dueños legítimos del territorio descubierto por los españoles— ofrecieron una resistencia estoica, armados con dardos, macanas y tiraderas. En ese paréntesis sangriento, muchos se suicidaron para evitar ser dominados por los nuevos colonizadores.
Algunos años más tarde, hacia principios de 1616, el valle resultaría propicio a otro grupo de colonizadores encabezados por el visitador Francisco Herrera y Campuzano, quien en 1615 fundó cuatro pueblos. Entre ellos, San Lorenzo de Aburrá —donde actualmente se encuentra el parque El Poblado—, al que un año después, según Roberto Luis Jaramillo, le dio como límites “la quebrada del Aguasal y el mogote de la mitad del valle” —actual calle 30 y cerro del Nutibara, respectivamente—, hasta los nacimientos del río, “y de allí revolviendo por las cabezadas del dicho valle y lomas y cumbres altas hasta caer otra vez al primer lindero”. Así mismo, entre 1630 y 1650 empezó la consolidación de la población —esencialmente mestiza—, compuesta por descendientes de los primeros españoles, nuevos inmigrantes, indios y negros.
Veinte años después, el lugar comenzó a ser conocido como la quebrada Santa Elena. Por ese entonces contaba con pequeños núcleos urbanos, distanciados entre sí por algunos kilómetros, y divididos a lado y lado del río. Con el surgimiento de esta villa —producto de la agrupación de pequeños núcleos—, fundada el 20 de marzo de 1671 por el gobernador Francisco de Montoya, se ponían en marcha las iniciativas trazadas por la Corona Española para crear ciudades. Estas nuevas políticas de desarrollo coincidieron a su vez con los intereses de sus habitantes, quienes indudablemente querían alcanzar una serie de beneficios, como autonomía para dirigir sus vidas y decidir sobre la complejidad del rumbo ciudadano. Quizás por esta razón, el Cabildo de Santa Fe de Antioquia —capital de la provincia-—, se mostró inicialmente en desacuerdo con el espíritu independentista de la nueva ciudad.
Más adelante se llevó a cabo la fundación de la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín, una vez el gobernador y capitán general de la provincia de Antioquia, Miguel de Aguinaga y Mendigoitia, dictó el auto de erección. Ejecutó así la cedula de fundación dada por doña Mariana de Austria, regente de la monarquía española, el 22 de noviembre de 1674 en Madrid. Este caballero, de origen vasco, le impuso el nombre de Medellín, derivado de Metello, fundador de la ciudad de Metellium (Medellín), en Extremadura. El origen del nombre se debió a un protector suyo, don Pedro de Portocarrero y Luna, conde de Medellín y presidente del Consejo de Indias, quien siempre se había mostrado partidario de la creación de esta nueva villa.
En esa época, el señorío del departamento lo ostentarían Santa Fe de Antioquia, en el occidente; Rionegro, en el oriente, y los pueblos mineros de la zona del Bajo Cauca. La fundación de nuevos asentamientos en el Valle de Aburrá obedeció a la necesidad de intercambio de la capital provincial de Santa Fe de Antioquia con otras regiones del país y del exterior. Posteriormente, el valle, y en especial Medellín, pasó de ser una simple estación en las rutas comerciales que provenían de la capital, para convertirse en el nuevo centro político y económico de la región, en el que habitaban alrededor de 3 000 personas
Luego, en el marco de la declaración de independencia, en 1813, el mandatario Juan del Corral declaró a Medellín ciudad, motivado por la importancia comercial que había adquirido. En 1826, fue declarada capital de la provincia en reemplazo de Santa Fe de Antioquia. Aunque fue sólo 50 años después cuando se inició en la comunidad un gran auge económico. Como consecuencia de este proceso, se produjeron la consolidación de una arquitectura y un espacio urbano representativos, así como la creación de entidades artísticas.
La ciudad empezaría a tener una cierta importancia económica y política con figuras como Pedro Justo Berrío, quien iniciaría una era de progreso tras la construcción de carreteras y del tranvía. En 1874, ocurrió un hecho trascendental cuando Recaredo de Villa hace el contrato con Cisneros, para la construcción del ferrocarril Puerto Berrío-Medellín. El ferrocarril produjo una sin igual transformación del transporte en la región y sus dinámicas, pues redujo el tiempo de los desplazamientos y los costos de transporte de pasajeros; impulsó el turismo y el comercio, y aceleró el intercambio con otras regiones del país.
Por esa misma época, Medellín comenzó a consolidar su gran potencial artístico y cultural. En 1888 abrió sus aulas la escuela Santa Cecilia, especializada en la enseñanza de música. Más adelante, en 1910 , gracias a la iniciativa de Francisco Antonio Cano y la Sociedad de Mejoras Públicas, se inauguró el Instituto de Bellas Artes. Las posturas religiosas, políticas y económicas de la clase aristocrática, los lineamientos sociales y espaciales que se impusieron durante las distintas décadas llegarían a configurar en su momento una cultura fundamentalmente oficial. Por lo que la diversidad étnica y social, y las vivencias populares, se dieron como manifestaciones de la tradición antioqueña, dando surgimiento a eventos tan propios como la Feria de las Flores, que data de 1957.
Para la primera mitad del siglo xx, comenzaron a llevarse a cabo notables procesos de industrialización y desarrollo urbano. Las políticas de presidentes como Enrique Olaya Herrera (1880-1937) o Alfonso López Pumarejo (1886-1956) abrieron las puertas al crecimiento económico del país, que sin ninguna duda beneficiaría a poblaciones como Medellín. A la par con el desarrollo cultural y social, el territorio se preparaba para el despegue industrial que ya asomaba tras la abrumadora presencia del oro y el café. De este modo, los primeros cincuenta años del siglo xx de la historia de Colombia pasaron en definitiva por Medellín, que se convirtió en un centro de poder político y económico. Fue entonces cuando se expresó a plenitud el gran espíritu empresarial del pueblo antioqueño, espíritu de una sociedad económica sin parangón en el territorio nacional. Allí nacieron muchas de las empresas más poderosas del país: comercializadoras bananeras como Uniban, Proban, Banacol o Banadex; compañías aéreas como Sam, Aces o Tampa; fabricantes de bebidas y gaseosas como Postobón o Cervunión; productores de alimentos como la Nacional de Chocolates y Noel; una de las principales cementeras nacionales como la Compañía de Cemento Argos; o fabricantes de alimentos concentrados para animales como Solla, Finca y Contegral. En otros sectores de la industria se destacan empresas como Peldar, Pintuco, Sofasa, Holasa, Landers, Imusa, Industrias Haceb e Industrias Estra.
Además, la capital de Antioquia como punto de referencia de la industria textil y de la moda nacional —y continental— ha visto el nacimiento de grandes confeccionistas como Leonisa, Industrias El Cid, Everfit, y las textileras Coltejer, Fabricato, Tejicóndor, Enka de Colombia, Paños Vicuña, Satexco e Industrias Colibrí. Este ímpetu se ha traducido en ser la anfitriona de las principales ferias y eventos alrededor de esta actividad, como lo son Colombiamoda y Colombiatex.
En definitiva, Medellín ha sido uno de los principales centros industriales del país. En buena parte, impulsado por el veloz proceso de crecimiento que aumentó el número de habitantes y urbanizó terrenos que no eran tenidos como posibles zonas de construcción, especialmente hacia el norte, transcurrida la primera mitad del siglo xx. Entonces vendrían los grandes proyectos de infraestructura, que se consolidarían propiamente en la década de los noventa con la construcción de megaproyectos urbanos, entre los que vale la pena mencionar el Edificio EPM, sede de una de las principales organizaciones de Colombia y Latinoamérica.
Cosmopolita y moderna, con más de seis canales locales de televisión; con una ejemplar red de Parques Bibliotecas, conformada por Belén, La Quintana, La Ladera, España y San Javier; con instituciones de educación superior de primer nivel como las universidades Bolivariana, EAFIT, Antioquia o la Nacional Seccional Medellín; con certámenes tan significativos en el desarrollo cultural como el Festival de Poesía de Medellín, y personalidades tan sobresalientes en diversas áreas artísticas como los pintores Fernando Botero y Débora Arango, el escritor Héctor Abad Faciolince, el muralista Pedro Nel Gómez o el cantante Juanes; con innovadores sistemas de transporte como el Metro y el Metrocable, que evidencian la recuperación social. En resumen, con estas y muchas otras realidades tan alentadoras como palpables, Medellín se enfrenta ahora al siglo xxi con su carácter emprendedor e infatigable.
En sus calles —bañadas por un agradable clima durante todo el año— se respira fuerza, empuje, creatividad y belleza. El espíritu antioqueño vibra en el barrio Guayaquil y en la Plaza de Envigado; en el hombre que recorre sus calles con carriel y sombrero; en el distintivo y sonoro acento de su gente; en los goles del Deportivo Independiente Medellín y el Atlético Nacional; en cada bandeja paisa y cada trago de aguardiente antioqueño. Con todo esto, mezcla de tradición y desarrollo, Medellín —irresistible y tenaz—, ha escrito y sigue escribiendo su valiente historia a través de las aguas del río.