Edificio Suramericana

Texto de: Carolina Jaramillo Seligmann

Los imponentes rascacielos, concebidos como símbolos de grandeza y poder, han sido edificados para servir de sede de las grandes empresas, instituciones y multinacionales en las principales capitales del mundo.

El proyecto de Otrabanda, sede de Suramericana de Seguros en Medellín, surgió en los años sesenta como una edificación que rompió los esquemas de diseño del momento, al plantear un edificio de bajas dimensiones, donde el arte, los jardines y los espacios primaban sobre el aglutinamiento y el reduccionismo de muchas otras construcciones del momento.

En 1964 —después de la venta de su sede en Carabobo— la compañía Suramericana decidió comprar un inmenso lote en el occidente de la ciudad, en el sector de Otrabanda, nombre dado desde la Colonia a esta zona ubicada al otro lado del río Medellín. La idea era desarrollar un proyecto urbanístico en el que se fundiera la vivienda, el comercio y la industria. De ahí que se pusiera en marcha la iniciativa de los arquitectos Augusto González, Raúl Fajardo y Jaime Greiffenstein, para construir en esta zona la nueva sede central de la tradicional empresa antioqueña.

Para la compañía aseguradora era muy importante proceder bajo los lineamientos y la filosofía de la empresa. Sus sedes debían superar los simples problemas espaciales y arquitectónicos y trascender hacia una dimensión más social. Fue así como, buscando el bienestar de los usuarios y de todos los visitantes, se inauguró en 1974 el edificio de su nueva sede. El diseño —claramente geométrico y vanguardista— estuvo a cargo, nuevamente, de Augusto González junto con Raúl Fajardo.

La nueva edificación —y lo que trajo consigo— trasladó la mirada de la ciudad hacia un sector que hasta entonces no revestía mayor importancia, pero que hoy en día constituye un referente obligado y un activo polo de crecimiento económico e industrial.

En su área de influencia convergen la Universidad Nacional, el Museo de Arte Moderno y la Biblioteca Pública Piloto. Hacia el norte se encuentra el cerro El Volador y su Parque Arqueológico, la Universidad de Antioquia, el Planetario, el Jardín Botánico y la Casa Museo Pedro Nel Gómez. Si la ruta es en dirección oriente-occidente, se perfila un trazado cultural, de educación y desarrollo que va desde el Teatro Pablo Tobón Uribe, pasa por el viejo centro histórico de la ciudad, hasta la avenida La Playa, la Plazuela Nutibara, el Palacio de la Cultura, el Museo de Antioquia, el Parque Berrío, la avenida Colombia, y el barrio San Benito.

El edificio no sólo reviste un carácter preferente en la ciudad por su ubicación y significado en el desarrollo urbano, sino porque se ha convertido en un motor de respaldo y difusión cultural. En su exterior, La vida —una gigantesca escultura de 1974 del maestro Arenas Betancourt— da la bienvenida a la edificación.

A la entrada, en el hall de recibo y en los jardines circundante, tres grandes esculturas en bronce de Salvador Arango prosiguen el transitar artístico. El amor, La vida y Tradición, adquiridas también en 1974 hacen parte de la colección de arte de Suramericana, que por esos años comenzó a consolidarse. En 1987, Suramericana entregó a Medellín la obra Estelas del escultor Hugo Zapata, un ensamblaje de mármol y vidrio, de tres metros de base y dos metros y medio de altura, que fue instalado en los jardines de la sede central.

Pero, sin duda, la prueba más contundente de la indisoluble unión entre Suramericana, el arte y los ciudadanos, es la extraordinaria Sala de Arte que se encuentra en su sede central.