Águila Descalza / Museo Teatro Prado

Texto de: Carolina Jaramillo Seligmann

Decires populares como Mañana le pago, Trapitos al sol o Llevando del bulto; temas tan antioqueños como País paisa o San Gardel, e incluso el siempre cordial Ambiente familiar con cantaleta, son los nombres que, por más de veinte años, han caracterizado los montajes de la Compañía de Teatro Águila Descalza, de Carlos Mario Aguirre y Cristina Toro. Cargadas de humor e irreverencia, sus obras evocan la realidad nacional, los personajes populares, la vida del barrio, la pareja o la familia, y explican el lugar que, con razón, ocupa el grupo en la escena nacional.

El crecimiento de la compañía ha corrido paralelo a la evolución de sus sedes. En 1984 inauguró su primer centro, una pequeña habitación de apartamento en el barrio Laureles. Un año después se mudó a una casa más amplia, con capacidad para 25 espectadores. La acogida de País paisa en 1986, obligó a reformar la casa, aumentando su aforo a 100 espectadores. Luego de más de 180 funciones agotadas en su sede, el grupo se presentó en otras salas de Medellín. En 1987 País paisa estuvo en cartelera en Bogotá por ocho meses. Luego recorrió otras ciudades del país y se paseó por escenarios de Miami y Nueva York. A esta obra siguieron otros montajes que, poco a poco, se convirtieron en símbolos de un estilo teatral propio, arraigado en la cultura popular.

La historia del Teatro Prado, actual sede del Águila Descalza, arranca en 1988 cuando la compañía adquiere una bella edificación de 1916, conocida como el antiguo palacio de los Medina o de los Rodríguez, obra de Tulio Medina, uno de los primeros arquitectos de la ciudad. La adquisición —muestra del profundo interés del grupo en las dinámicas y tradiciones de la cultura local y nacional— funcionó como sede de las oficinas y estudio de grabación para los programas de televisión hasta 1997, cuando se inició la adecuación de los espacios del solar, la servidumbre y las caballerizas para una nueva sala.

A finales del año 2000, con auspicio del Ministerio de Cultura, se inauguró el Teatro Prado, con cupo para 500 espectadores. El diseño fue donado por el arquitecto Laureano Forero, con la asesoría de Rodrigo Saldarriaga. Además de ser la sede permanente del Águila Descalza y acoger a otros grupos de teatro, música y danza, el edificio cuenta con espacios para diversas actividades culturales.

Admirable en este centro es su perfecta armonía con la estructura y el estilo de la vieja edificación. Su imponente fachada evoca las construcciones italianas de estilo palladiano, y en todo su recorrido se destacan los artesonados en yeso, los decorados en laminilla de oro y los zócalos y pisos de madera.

En 1991 la Alcaldía de la ciudad declaró el edificio como un bien cultural de valor arquitectónico, histórico y urbanístico.

En su intención de promover y difundir la cultura popular antioqueña, el Águila Descalza ha trascendido los escenarios para encaminarse también hacia el mundo editorial, con lo que se ha llamado La pluma del águila. El Vuelo de prueba —periódico que registra la actividad dramatúrgica del grupo y su actualidad— comenzó su recorrido dos años después de la inauguración de su primer teatro, registrando la variada programación que allí se cumple: foros, talleres, conciertos, tertulias, presentaciones, videos, etc. En 1994 inicia la publicación de libros de poesía de Cristina Toro con Cosas de mujeres, a la que le seguirían Telón de fondo (1999), Apuntes de errancia (2000), La humedad del fuego (2001) y Obsesiones nocturnas en (2005).