Residencia Turken Manhattan, Nueva York

Montoya diseñó la banqueta en satén y las poltronas tapizadas en felpilla oscura de la sala. El cuarto tiene una calidad pragmática que comunica una sensación de comodidad y austeridad al mismo tiempo. Un vigilante busto y un tapiz del siglo XIX son los únicos elementos que adornan las paredes. 

El romántico dormitorio principal exhibe chintz de begonias en la cama, hecha por encargo, y las cortinas, un espejo veneciano sobre las paredes tapizadas, así como la combinación de una mesa de tocador estilo George III con una silla arpa estilo Charles X. 

La biblioteca representa la atmósfera más masculina de la casa, con un ambiente tranquilo y sobrio para la lectura y la relajación.  

Texto de: Margaret Cottom Winslow

En la remodelación de esta casa de cuatro pisos, ubicada en un sector histórico de Manhattan, los clientes pretendían lograr un espacio que les permitiera escapar del siglo XX, razón por la cual llamaron a Montoya para que lograra este objetivo con frescura y originalidad. Esta hermosa casa de piedra rojiza, construida en 1871 y lastimosamente descuidada a lo largo de los años, se había salvado al menos de la deshonra de ser subdividida en pequeños apartamentos. Cuando la propietaria actual la vio por primera vez, se enamoró inmediatamente del garboso árbol del atrio, abandonó rápidamente los temores inherentes a cualquier remodelación y comprendió que el espacio era demasiado bello para perderlo.

Aparte de añadirles algunas comodidades de la era moderna a los baños y de renovar la cocina, Montoya dejó prácticamente intacta la arquitectura original de la casa. Prefirió resaltar su elegancia a través del mobiliario elegido y de otros tratamientos de diseño de interiores. A la entrada un grupo de antigüedades conduce hacia el comedor, en el cual una pared forrada en moiré verde oscuro retoma el color de las sillas de la sala. Las sillas victorianas del comedor, tapizadas en satén rosado, contribuyen a definir el dramático escenario. La sala ostenta un enorme tapiz que plasma una escena mitológica y aporta al cuarto historia, textura y vida. Una banqueta diseñada por Montoya se extiende suntuosa bajo el tapiz, acompañada de filas de mullidos cojines en satén brillante.

La cocina es otro tour de force de la habilidad de Montoya para armonizar el pasado y el presente. En el centro se adaptó un antiguo mueble de pastelería en madera de pino y se convirtió en una isla de cocina con tapa en granito y rodeado de taburetes de bar de origen inglés. Lo último en accesorios de cocina se funde en el ambiente victoriano, haciendo realidad el sueño de la clienta de tener una cocina a la antigua, equipada con las comodidades del mundo moderno.

El dormitorio revela una elegante y alegre feminidad con su cama tapizada y sus cortinajes con festones y encajes en un colorido chintz de flores. Una chaise longue forrada en paño escocés mitiga las atrevidas flores e incorpora al espacio el diseño a cuadros del estudio. La sencilla mesa de tocador es un toque elegante que contrasta con el ornamentado espejo que decora la chimenea.

Aunque los clientes querían darle un toque de antigüedad a su casa, contrataron a Montoya por su conocida habilidad para crear una atmósfera vívida y dinámica en vez de rendir un pomposo homenaje a un tiempo ya pasado. “Tratar de capturar una época histórica debería ser oficio de los museos”, dice él. Su ojo para valorar las líneas esculturales de una mesa, un biombo, una silla, una urna e imaginar la dinámica que estos crean al actuar entre sí, hace que sus diseños adquieran vida propia.