- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Los pioneros: las primeras plantaciones de Café
Texto de: Regina Wagner
En una época en que la producción de la cochinilla significaba excelentes ganancias con relativamente bajos costos, la grana continuó siendo el principal artículo de exportación de Guatemala. Su cultivo se limitó a una pequeña parte de la zona templada, cuyo núcleo central lo constituían principalmente Amatitlán, Villanueva, La Antigua y Baja Verapaz.
En realidad, el café no desplazó a la cochinilla, sino más bien fue un complemento que contribuyó a incrementar el valor de las exportaciones de Guatemala hasta que la demanda de la grana decayó. Desde siempre había existido un vivo interés por el café, y para que el país no dependiera de un solo producto; las autoridades gubernamentales promovieron su cultivo en la década de 1850.
Se distribuyeron diversos manuales prácticos y los medios de comunicación publicaron instrucciones para su cultivo. No obstante, había ignorancia acerca de la selección correcta del suelo, el clima y las técnicas de su cultivo. Pero, además, su beneficio requería un capital considerable, en especial si el finquero deseaba adoptar tecnología moderna, que debía importar del extranjero.
A mediados del siglo XIX, el cultivo del café se difundió poco a poco, desde el área de La Antigua-Guatemala-Petapa hacia la bocacosta occidental y oriental del país, a la vez que se desarrolló también en la región de Cobán. A principios de la década de 1860 ya se había formado un considerable número de fincas cafetaleras, siendo los departamentos con el mayor número de cafetos sembrados de varias edades: Suchitepéquez, Escuintla, Amatitlán y Verapaz, siguiéndoles con distancia y en orden descendente Guatemala, Santa Rosa, Jutiapa y Sacatepéquez.
Formación de las primeras plantaciones cafetaleras de Guatemala
En la formación de las primeras plantaciones de café en Guatemala hubo muchos éxitos y, también, algunos fracasos, a pesar de las experiencias adquiridas en países como Costa Rica y Colombia, no siempre aplicables a Guatemala. Incluso experimentados agricultores colombianos y costarricenses no estaban exentos de sufrir decepciones en el cultivo de plantíos de café. Algunas veces fueron las inclemencias del tiempo, otras lo arcilloso del suelo o el clima cálido y húmedo de las tierras bajas de la costa del Pacífico lo que aniquiló los ensayos del nuevo ramo de agricultura comercial en boga.
Durante la transición de la cochinilla al café, en la región de La Antigua y Baja Verapaz –donde las nopaleras constituyeron por varias décadas el cultivo de primer orden–, los agricultores sembraron los almácigos de café entre los surcos de nopal, pues la cochinilla rendía ingresos y cosechas en tres a cuatro meses, mientras que el café requería cuatro a seis años para dar cosechas rentables. Después se arrancaron los nopales y en su lugar se sembraron cafetales. En 1862 ya había en Sacatepéquez 17 fincas con 70 mil cafetos fructificando y 50 mil almácigos listos para su trasplante.
En la Costa Sur, por Escuintla, escribe Julio Rossignon en 1869, se hallaban los cafetales más importantes, en los que se cifraba gran esperanza. Allí, muchos terrenos eran propios para ese cultivo y las variedades que se daban en las regiones templadas eran “verdaderamente exquisitas”. Efectivamente, allí se habían formado varias plantaciones de café en la década de 1850, entre las que se encontraban la finca “Modelo” de Cipriano Alvarado, la hacienda “Concepción” de los hermanos Óscar y Javier du Teil, las fincas de Rafael Tejada, Facundo Garnica y Manuel Larrave. La proximidad de las vías de comunicación hacia el Pacífico y la gratificación del gobierno por cada mil árboles en estado de cosecha, contribuyeron en gran parte a su desarrollo.
Amatitlán –departamento independiente hasta 1935, que incluía las jurisdicciones de Villanueva, Petapa, Santa Inés y Palín– tenía 92 fincas en 1862, la mayor parte en Petapa, con 238 mil árboles fructificando, 252 mil trasplantados y 219 mil en almácigo, para un total de 709 mil. En 1870 el médico suizo Gustav Bernouilli viajó por el país y divisó grandes plantaciones de café en Ciudad Vieja (en ese entonces en las afueras de la capital) y en Petapa, en donde “una plantación de café le sigue inmediatamente a la otra”.
En Santa Rosa, Bernouilli visitó las haciendas “La Vega” y “Cerro Redondo”, que también cultivaban café. La historia de “Cerro Redondo” se remonta al año 1577, cuando Francisco de la Cueva, hermano de doña Beatriz, compró dos sitios de vacas en el lugar llamado “Cerro Redondo”, en el actual departamento de Santa Rosa. En 1623 la finca pasó a manos de la Orden de la Merced y en 1711 fue comprada por la Orden de Santo Domingo. Cuando en 1829 Francisco Morazán decretó la extinción de las órdenes religiosas, “Cerro Redondo” fue adquirida en pública subasta por Serapia Rivas, de la finca vecina “San Ramón de la Vega”. En tiempos de Rafael Carrera, el gobierno restituyó “Cerro Redondo” a la Orden de Santo Domingo, que la vendió en 1866 al arrendatario de la finca, Saturnino Tinoco, por 15,000 pesos.
Saturnino Tinoco era un acaudalado empresario, oriundo de León, Nicaragua, que tuvo que salir al exilio y vino a radicar a Guatemala. Su larga experiencia en el cultivo del café la había adquirido en Costa Rica, de donde trajo y aplicó el método que le había dado resultados satisfactorios. Sin embargo, en una segunda siembra en la misma finca tuvo malas experiencias.
En Cuajiniquilapa (hoy Cuilapa) y Los Esclavos, donde los exiliados políticos colombianos Julián Vásquez y su cuñado Mariano Ospina Rodríguez (ex presidente de Colombia, con estudios en agronomía) y los guatemaltecos Jáuregui, Ramón Aguirre y otros intentaron cultivar café, también hubo grandes fracasos, lo mismo en Gualán y Amatitlán –dice Bernouilli–, en donde el terreno arenoso resultó ser inadecuado para el café.
En la región de Cobán –continúa Bernouilli–, en donde la facilidad de obtener mano de obra en el vecino San Pedro Carchá atraía a empresarios agricultores, se talaron muchas colinas que no sólo las dejó expuestas a los vientos nortes destructivos durante la época de florescencia, sino también se produjo un cambio en el clima. Un caso específico de la Verapaz es el de Julio Rossignon, quien a pesar de la fertilidad de los terrenos de su finca “Las Victorias”, la frondosidad de los árboles y las grandes inversiones de capital en instalaciones y edificios, obtuvo sólo escasos resultados por el exceso de humedad que causaban las lloviznas diarias durante todo el año. Esto no evitó que, en décadas posteriores, muchos extranjeros arribaran a la Verapaz en busca de tierras para cultivar café.
Pues tal y como refutó en 1861 Julio Rossignon, un amante de la Verapaz, en El Noticioso, las objeciones que ponían algunos por la falta de planicies como las de Petapa y Escuintla y por lo monstruoso y accidentado de los terrenos de Cobán y San Pedro Carchá, demostraban ignorancia acerca de “que no hay una pulgada de tierra que no se preste a la siembra de café”, de que en lugares donde llueve tan a menudo y los terrenos planos son la excepción, hay menos peligro de inundaciones, formación de pantanos y “chagüites” (porción de tierra con aguas estancadas).
Rossignon agrega que “en Cobán el café de las laderas es el mejor, el más robusto, el que da mejor fruto, que en ese lugar toda clase de terreno es propio para el desarrollo del cafeto, sea arcilloso o pedregoso o profundamente liviano; que en las laderas el frío es menos fuerte que en los lugares bajos, lo que a primera vista parece ser un disparate, que en las laderas no se necesitan tantas limpias como en los bajos, en fin, que la cosecha es más fácil en los puntos inclinados que en las llanuras y que no hay necesidad de podar los árboles”. Otro argumento, esgrime Rossignon, es que en dicha región se tienen “más brazos que en toda la República, baratos y dóciles”, que “el indio de Alta Verapaz es sobrio, dócil e inteligente”. Desde hace tres años emplean allí mozos de Cobán, Tactic, Carchá y Santa Cruz y que no se hurtan ni un sólo lazo. “Su jornal lo reciben al fin de semana. Se les paga con medallones y aceptan gustosos”.
Otro dato importante sobre los avances de la caficultura en Alta Verapaz se encuentra en las Memorias de Franz Sarg, quien cuenta que Chico Planas, un español, “hombre eficiente y trabajador y del todo honesto… ya hacía negocios más importantes, sobre todo en las exportaciones de café, compraba y juntaba toda la cosecha de los pequeños productores y poquiteros, la recibía en pergamino y la limpiaba en una retrilla instalada cerca de su casa y luego la exportaba vía Izabal y Belice”.
En la región de San Marcos –narra Solís–, el café se desarrolló lentamente por lo aislado y la carencia de comunicaciones. El primero en iniciar una plantación fue Escolástico Ortega, hombre visionario que se asentó entre México y Guatemala, en donde emprendió el cultivo de café con semillas de unas plantas de café en una labor en la Loma de Sanzur, jurisdicción de San Pablo, que le otorgaron Gerónimo Mancinelli y la señora Borrayos. Ortega destruyó sus cañaverales por la falta de consumidores de panela y se dedicó sólo al cultivo de café. Esto fue a finales de la década de 1850. Un día lo visitó Ignacio Barrios, padre del posterior presidente de Guatemala, Justo Rufino Barrios, quien le dijo que no creía en los resultados del cultivo del café. Pero Ortega, con mucha perseverancia, levantó unas de las fincas cafetaleras más importantes de la zona en la jurisdicción de San Pablo, “Santa Teresa” y “Palmira”, y vendió su primera cosecha de 800 arrobas de café en pergamino en Quetzaltenango, a un peso plata (ocho reales) la arroba, con un costo de 2.5 reales el flete. Años más tarde, cuando Ortega se encontró de nuevo con Ignacio Barrios, éste felicitó a Ortega por su plantación y reconoció que había tenido razón en que el café sería una de las riquezas de Guatemala, que le traerían civilización y progreso.
Todavía en 1870, Bernouilli, propietario de la finca cafetalera “Chojojé”, cerca de Mazatenango en la Costa Grande, vio una serie de cacaotales en el camino de Sololá paralelo a la cadena de los volcanes por los pueblos de San Bernardino y San Antonio Suchitepéquez. La región en torno al pueblo y la hacienda de Panán, al pie del volcán de Atitlán, era extraordinariamente fértil, pero inaccesible, por lo que su valor era escaso antes de la introducción del cultivo del café. No obstante, en 1855 los hermanos franceses Georges y Henri Brammá compraron a Jorge Ponce el terreno baldío de San Agustín, de 352 caballerías, en Sololá, en donde emprendieron la producción de café en grande. Según Solís, en tales terrenos crecieron cafetos de abundante rendimiento y larga duración.
En la región de Retalhuleu había varios pueblos indígenas, como San Felipe, San Francisco Zapotitlán, El Palmar y San Sebastián, que veían con malestar cómo empresarios ladinos invadían sus ejidos para cultivar café. El ejido era –desde la época colonial– una tierra que circundaba a las municipalidades y les pertenecía por derecho para uso común de los vecinos: para recoger leña y ocote, pasturas temporales para sus animales y esparcimiento. En muchos casos, estas tierras pertenecían a las parcialidades o familias indígenas de los pueblos, que las tenían como reserva. En otros casos, estas tierras fueron otorgadas “a censo” a un ladino. Tener tierras “a censo” significaba la concesión del derecho de usufructo de una tierra a cambio del pago anual de una renta a la municipalidad respectiva.
En sus investigaciones en el Archivo General de Centro América, el historiador David McCreery? encontró que en 1862 había en la región de San Felipe 63 personas que cultivaban café, tres cuartos de las cuales eran ladinos de la ciudad y el resto ladinos de Quetzaltenango; juntos poseían más de 4,500 cuerdas, pero sólo 511 pagaban censo. A su vez, 48 ladinos de Quetzaltenango solicitaron 6,740 cuerdas adicionales de tierras ejidales.
Este proceso de demanda e invasión de tierras provocó un levantamiento indígena en 1864, que fue reprimido por medio de milicias que movilizó el Corregidor de Retalhuleu. Las comunidades indígenas perdieron, algunas autoridades indígenas se convirtieron en cultivadores de café y los ladinos ganaron el derecho a obtener tierras “acensuadas” en San Felipe para cultivar café.
En la región de la Verapaz se dio una situación diferente. Los indígenas en torno a Cobán, San Cristóbal y San Pedro Carchá fueron más proclives al nuevo cultivo, que plantaron en sus tierras comunales. Hacia 1860, indica McCreery?, los conflictos entre las plantaciones comunales y las demandas de los caficultores individuales se hicieron palpables, de manera evidente, por la atracción del capital privado a causa de la disponibilidad de tierras y la abundancia de mano de obra en la región. A esto se sumó que la tala de bosques y los consecuentes cambios ecológicos y climáticos provocaron una serie de heladas a principios de la década de 1860, que arruinó los plantíos.
Cuando en 1869 una enfermedad (la roya) atacó la hoja del cafeto en Ceilán, ya se habían formado varias fincas cafetaleras en la región que rodea el municipio de San Felipe, en la Costa Grande, Retalhuleu. Una de las principales era “Chocolá”, cerca de Santo Tomás Perdido (hoy Santo Tomás la Unión), de José Guardiola, español de nacimiento que fue educado en Inglaterra. La hacienda poseía un suelo y clima excelentes y producía caña de azúcar y café. Guardiola, con su energía y dinamismo hizo rápidamente una fortuna, al inventar una máquina secadora de café. Guardiola fue el primer exportador de café a San Francisco, California.
En la costa de Suchitepéquez surgieron otras fincas de café, como la de José Tomás Larraondo, llamada “Trapiche Grande”, cerca de Mazatenango, en la que trasplantó de 80,000 a 100,000 plantas de café en 1857 y otras cien mil al año siguiente, para obtener, conforme al decreto de 4 de mayo de 1853, el premio de 25 pesos por cada mil árboles en estado de cosecha. Aparentemente, los resultados no fueron satisfactorios, pues a finales de siglo esta finca de 1,200 caballerías, que llegaba hasta la costa del Pacífico, fue vendida a un consorcio de Hamburgo, que la encontró poco cultivada, excepto en las partes altas donde había cacaotales, caña de azúcar, hule, bosques y pastos.
La finca “Las Mercedes”
William Everall, en un artículo de 1912, afirma que la Costa Grande, en las inmediaciones del pueblo de San Felipe, Retalhuleu, “estaba tachonada de plantaciones de café grandes y pequeñas”. Sin embargo, la mayor parte de los terrenos en la Costa Cuca pertenecía a la comunidad indígena de San Martín Chile Verde, que no los podía vender por tratarse de tierras comunales. Aun así, antes de la Revolución de 1871, se estableció cerca de Cuyotenango la finca cafetalera más grande de la Costa Cuca, “Las Mercedes”. Everall remonta sus orígenes a José Gertrudis Robles, de Quetzaltenango, quien logró adquirir 50 caballerías por 150 pesos, compra que fue reconocida por las autoridades. Robles empezó a sembrar café y obtuvo excelentes resultados. Después de que los colombianos Julián Vásquez, León Ospina Rodríguez y Antonio Jaramillo fracasaron en Cuajiniquilapa, se dirigieron a la Costa Cuca y visitaron a Robles en su finca, donde encontraron matas de café en pleno desarrollo. Entraron en negocios y le compraron 20 caballerías de tierra no cultivada a 500 pesos oro, y como el terreno era quebrado, Robles les otorgó gratuitamente una caballería más.
Cinco años después, Robles vendió un lote contiguo en 6,000 pesos, el resto lo dividió entre sus hijas Jesús, casada con Mauricio Rodríguez; Victoria, casada con Máximo Stahl, y Encarnación, casada con Manuel Lisandro Barillas. La hija de Encarnación y Barillas se llamaba Colomba, de donde resulta el nombre que se le dio a una villa en la Costa Cuca. Con el tiempo surgieron valiosas fincas, entre ellas “El Pensamiento” y “La Libertad”, del General Manuel Lisandro Barillas, quien fue presidente de Guatemala de 1885 a 1891.
La empresa de Vásquez, Ospina y Jaramillo fue la primera plantación que se dedicó a la producción de café en gran escala bajo la dirección del Doctor León Ospina Rodríguez. La finca quedaba a 37 kilómetros de distancia de San Martín Zapotitlán, a 46 de Retalhuleu y a 65 de Quezaltenango. La dificultad de obtener mozos para la agricultura era enorme, pues los indios de San Martín Chile Verde rehusaban trabajar para “Las Mercedes”. No obstante, los empresarios lograron conseguir mozos en aldeas de tierras altas más allá de Quetzaltenango. Al cabo de un año se habían limpiado casi seis caballerías de tierra, construido residencias temporales y ranchos para los mozos y se tenían listos 250,000 almácigos para ser sembrados en la próxima estación de lluvias.
La maquinaria para beneficiar el café se pidió a Inglaterra. Su transporte hasta “Las Mercedes” no fue nada fácil, y aunque la distancia de Champerico a la finca apenas abarcaba la misma que hasta Quetzaltenango, no había vías de comunicación. En vista de que los plantadores habían dedicado toda su atención a la siembra y cultivo del café, descuidaron la preparación de los caminos necesarios para traer la maquinaria y comprar carretas y yuntas de bueyes. Sólo existían senderos y todo se debía llevar a espaldas de los indígenas.
La maquinaria llegó al puerto de San José, en donde fue desembarcada a los lanchones, llevada a tierra y transportada en carretas de bueyes a la capital (139 kilómetros), luego del mismo modo hasta Quetzaltenango (222 kilómetros), y de allí a “Las Mercedes” (65 kilómetros) sobre las espaldas de los indios. El transporte de la maquinaria llevó casi dos meses, habiéndose ocupado más de 200 hombres en ello. Algunas piezas pesaban casi una tonelada, y por desventura una de ellas cayó durante el viaje y no fue posible repararla, de manera que hubo que traer otra igual de Inglaterra, lo cual causó un atraso de un año.
Como todavía no había patios para secar el grano, éste se extendía diariamente sobre petates y se recogía de noche. La madera para construir los edificios para el beneficio de café aún no había llegado; en consecuencia, la primera cosecha de café de 2,000 quintales tuvo que ser preparada con morteros de mano. Después, cuando se niveló una colina lateral, se construyeron allí patios extensos para secar. Lentamente se formó también un pueblo en la finca, en donde se obtenían ciertas provisiones y abastos de toda clase.
Cuando al segundo año la producción arrojó unos 4,000 quintales de café, la preocupación de los finqueros fue cómo transportarlos al puerto más cercano. Esta fue otra odisea. A lomo de mula se llevaron los sacos de café a Retalhuleu y de allí en carretas de bueyes a Champerico. En línea recta la distancia hubiera sido de apenas 13 leguas, pero con el desvío por Retalhuleu sumaban 22. Para la segunda cosecha, los propietarios de “Las Mercedes” solicitaron al gobierno el permiso para abrir un camino por cuenta propia, y lo obtuvieron; únicamente debían pagar el peaje o impuesto de caminos a los propietarios de los terrenos por donde pasaban. Este camino hubiera beneficiado a muchos caficultores de la Costa Cuca, pero la mayoría se opuso al proyecto de “Las Mercedes”, obligando a sus dueños a trazar caminos costosos e innecesarios en torno a sus propiedades.
Otra dificultad consistió en que los dueños de carretas de Retalhuleu se negaron a ir a cargar café a “Las Mercedes”, pues deseaban que toda la cosecha de la Costa Cuca siguiera la ruta acostumbrada y pasara por el pueblo de Retalhuleu. Vásquez, Ospina y Jaramillo compraron entonces unos 200 bueyes y un número suficiente de carretas en Chiantla, ante lo cual los carreteros retaltecos entraron en arreglos con ellos.
Al tercer año, cuando estaban construidos los edificios y se había instalado la costosa maquinaria traída de Inglaterra, se produjo un incendio que destruyó la instalación completa y 600 quintales de café listos y preparados en el almacén. Por fortuna se salvaron los pulperos, pero la pérdida fue de 50,000 pesos. Inmediatamente se pidió el envío de nueva maquinaria de Inglaterra y madera de construcción, todo lo cual llegó más rápido por la considerable mejora de las comunicaciones.
Las cosechas continuaron aumentando y, en 1875, alcanzaron la cantidad de 10,600 quintales, la mayor cantidad de café que se había producido hasta entonces en una sola propiedad en Guatemala. Con ello, “Las Mercedes” se convirtió en el modelo de finca del país. Cuando los colombianos decidieron retornar a su país de origen en 1881, vendieron la propiedad de contado a un costarricense por la suma de 150,000 pesos, situación que no se había dado nunca antes en Guatemala.
La Costa Cuca se caracteriza por su extraordinaria fertilidad, debida a la ceniza volcánica que ha caído sobre sus suelos y por las ondulaciones del terreno a una altura moderada de 3,000 a 4,000 pies sobre el nivel del mar, que impiden los cambios bruscos de temperatura y la acumulación de humedad, nociva para las raíces de la planta de café. También se caracteriza por la protección contra los vientos fuertes que le proporcionan las montañas adyacentes.
En 1883 el costarricense enfermó y vendió “Las Mercedes” al ciudadano alemán Georg I. Hockmeyer, de Hamburgo, por la suma de 200,000 pesos. Hockmeyer había arribado al país con Ernst Rittscher, a mediados de siglo y ambos se habían dedicado al negocio de importaciones y exportaciones. A fines de la década de 1860 iniciaron la compra de café a través de agentes en la Costa Cuca para su exportación, y en 1882 Hockmeyer fundó una sucursal de mercaderías en general en Quetzaltenango.
En opinión del empresario y cafetalero alemán Roderich Schlubach, con la adquisición de la finca “Las Mercedes” comenzó el verdadero desarrollo de las actividades agrícolas alemanas en Guatemala. “Las Mercedes”, considerada una de las plantaciones de café más bellas y mejores del país por sus buenas y constantes cosechas, producía en promedio 2.8 libras por cafeto, de manera que en 1896 la ganancia neta de dicha finca ascendía a unos 400,000 marcos o 100,000 dólares.
“Las Nubes” y “San Isidro”
“Las Nubes” y “San Isidro” fueron fincas cafetaleras creadas por William Nelson (1816-1878), estadounidense de origen escocés, que se estableció en Guatemala en 1872. Nelson había llegado a Guatemala por primera vez en 1857 como agente comercial de la Panama Railroad Company para celebrar un contrato con el gobierno, a fin de establecer un servicio regular de vapores entre Panamá, Puerto de San José y San Francisco. Por esos años, Guatemala empezaba a exportar café, principalmente a California, región que atraía mucha población por la fiebre del oro que se había descubierto en 1848.
Aunque no se sabe exactamente cuándo adquirió Nelson sus fincas en las afueras de Mazatenango, a juzgar por la madurez de los cafetos y la infraestructura instalada que se ven en las magníficas fotografías de Muybridge de 1875, se puede suponer que las fincas se iniciaron alrededor de 1865. En 1872 Nelson decidió retirarse del servicio de la línea de vapores y se estableció en Guatemala para administrar sus fincas de café.
En 1875 llegó a Guatemala el “fotógrafo de paisajes” Eadweard Muybridge, inglés que se había establecido en San Francisco, California. En 1874 Muybridge se vio envuelto en un crimen pasional –había dado muerte al amante de su esposa Flora–, y cuando el jurado lo absolvió, se embarcó de inmediato en un vapor de la Pacific Mail Steamship Company, que subvencionó su viaje a Centroamérica. La línea naviera había visto declinar sus ingresos desde que se inauguró la línea del ferrocarril transcontinental en 1869, y mediante las fotografías de Muybridge esperaba despertar el interés de los turistas y capitalistas en el istmo centroamericano y revivir así el negocio de la compañía.
Muybridge partió de California a Panamá y a su regreso arribó a Guatemala, el 1o de mayo de 1875, en donde permaneció seis meses. El gobierno se interesó en su trabajo y le brindó su apoyo. Como huésped de la Pacific Mail, Muybridge entró en contacto con William Nelson, quien lo invitó a conocer sus fincas cafetaleras “Las Nubes” y “San Isidro”.
Por esos años Guatemala experimentaba grandes cambios, tanto en lo político como en lo económico. Muybridge reconoció la importancia del cultivo del café para la economía del país y se concentró en fotografiar el ciclo entero de la producción de café, desde la limpia o desmonte y tala de los terrenos, hasta su embarque en el puerto del Pacífico.
El resultado fueron 260 fotografías de alta calidad y de valor histórico incalculable, pues no sólo captó una época importante de transición –de la época conservadora a la liberal–, sino también legó a la posteridad el registro fotográfico más grande y antiguo que existe sobre la producción de café en Latinoamérica.
#AmorPorColombia
Los pioneros: las primeras plantaciones de Café
Texto de: Regina Wagner
En una época en que la producción de la cochinilla significaba excelentes ganancias con relativamente bajos costos, la grana continuó siendo el principal artículo de exportación de Guatemala. Su cultivo se limitó a una pequeña parte de la zona templada, cuyo núcleo central lo constituían principalmente Amatitlán, Villanueva, La Antigua y Baja Verapaz.
En realidad, el café no desplazó a la cochinilla, sino más bien fue un complemento que contribuyó a incrementar el valor de las exportaciones de Guatemala hasta que la demanda de la grana decayó. Desde siempre había existido un vivo interés por el café, y para que el país no dependiera de un solo producto; las autoridades gubernamentales promovieron su cultivo en la década de 1850.
Se distribuyeron diversos manuales prácticos y los medios de comunicación publicaron instrucciones para su cultivo. No obstante, había ignorancia acerca de la selección correcta del suelo, el clima y las técnicas de su cultivo. Pero, además, su beneficio requería un capital considerable, en especial si el finquero deseaba adoptar tecnología moderna, que debía importar del extranjero.
A mediados del siglo XIX, el cultivo del café se difundió poco a poco, desde el área de La Antigua-Guatemala-Petapa hacia la bocacosta occidental y oriental del país, a la vez que se desarrolló también en la región de Cobán. A principios de la década de 1860 ya se había formado un considerable número de fincas cafetaleras, siendo los departamentos con el mayor número de cafetos sembrados de varias edades: Suchitepéquez, Escuintla, Amatitlán y Verapaz, siguiéndoles con distancia y en orden descendente Guatemala, Santa Rosa, Jutiapa y Sacatepéquez.
Formación de las primeras plantaciones cafetaleras de Guatemala
En la formación de las primeras plantaciones de café en Guatemala hubo muchos éxitos y, también, algunos fracasos, a pesar de las experiencias adquiridas en países como Costa Rica y Colombia, no siempre aplicables a Guatemala. Incluso experimentados agricultores colombianos y costarricenses no estaban exentos de sufrir decepciones en el cultivo de plantíos de café. Algunas veces fueron las inclemencias del tiempo, otras lo arcilloso del suelo o el clima cálido y húmedo de las tierras bajas de la costa del Pacífico lo que aniquiló los ensayos del nuevo ramo de agricultura comercial en boga.
Durante la transición de la cochinilla al café, en la región de La Antigua y Baja Verapaz –donde las nopaleras constituyeron por varias décadas el cultivo de primer orden–, los agricultores sembraron los almácigos de café entre los surcos de nopal, pues la cochinilla rendía ingresos y cosechas en tres a cuatro meses, mientras que el café requería cuatro a seis años para dar cosechas rentables. Después se arrancaron los nopales y en su lugar se sembraron cafetales. En 1862 ya había en Sacatepéquez 17 fincas con 70 mil cafetos fructificando y 50 mil almácigos listos para su trasplante.
En la Costa Sur, por Escuintla, escribe Julio Rossignon en 1869, se hallaban los cafetales más importantes, en los que se cifraba gran esperanza. Allí, muchos terrenos eran propios para ese cultivo y las variedades que se daban en las regiones templadas eran “verdaderamente exquisitas”. Efectivamente, allí se habían formado varias plantaciones de café en la década de 1850, entre las que se encontraban la finca “Modelo” de Cipriano Alvarado, la hacienda “Concepción” de los hermanos Óscar y Javier du Teil, las fincas de Rafael Tejada, Facundo Garnica y Manuel Larrave. La proximidad de las vías de comunicación hacia el Pacífico y la gratificación del gobierno por cada mil árboles en estado de cosecha, contribuyeron en gran parte a su desarrollo.
Amatitlán –departamento independiente hasta 1935, que incluía las jurisdicciones de Villanueva, Petapa, Santa Inés y Palín– tenía 92 fincas en 1862, la mayor parte en Petapa, con 238 mil árboles fructificando, 252 mil trasplantados y 219 mil en almácigo, para un total de 709 mil. En 1870 el médico suizo Gustav Bernouilli viajó por el país y divisó grandes plantaciones de café en Ciudad Vieja (en ese entonces en las afueras de la capital) y en Petapa, en donde “una plantación de café le sigue inmediatamente a la otra”.
En Santa Rosa, Bernouilli visitó las haciendas “La Vega” y “Cerro Redondo”, que también cultivaban café. La historia de “Cerro Redondo” se remonta al año 1577, cuando Francisco de la Cueva, hermano de doña Beatriz, compró dos sitios de vacas en el lugar llamado “Cerro Redondo”, en el actual departamento de Santa Rosa. En 1623 la finca pasó a manos de la Orden de la Merced y en 1711 fue comprada por la Orden de Santo Domingo. Cuando en 1829 Francisco Morazán decretó la extinción de las órdenes religiosas, “Cerro Redondo” fue adquirida en pública subasta por Serapia Rivas, de la finca vecina “San Ramón de la Vega”. En tiempos de Rafael Carrera, el gobierno restituyó “Cerro Redondo” a la Orden de Santo Domingo, que la vendió en 1866 al arrendatario de la finca, Saturnino Tinoco, por 15,000 pesos.
Saturnino Tinoco era un acaudalado empresario, oriundo de León, Nicaragua, que tuvo que salir al exilio y vino a radicar a Guatemala. Su larga experiencia en el cultivo del café la había adquirido en Costa Rica, de donde trajo y aplicó el método que le había dado resultados satisfactorios. Sin embargo, en una segunda siembra en la misma finca tuvo malas experiencias.
En Cuajiniquilapa (hoy Cuilapa) y Los Esclavos, donde los exiliados políticos colombianos Julián Vásquez y su cuñado Mariano Ospina Rodríguez (ex presidente de Colombia, con estudios en agronomía) y los guatemaltecos Jáuregui, Ramón Aguirre y otros intentaron cultivar café, también hubo grandes fracasos, lo mismo en Gualán y Amatitlán –dice Bernouilli–, en donde el terreno arenoso resultó ser inadecuado para el café.
En la región de Cobán –continúa Bernouilli–, en donde la facilidad de obtener mano de obra en el vecino San Pedro Carchá atraía a empresarios agricultores, se talaron muchas colinas que no sólo las dejó expuestas a los vientos nortes destructivos durante la época de florescencia, sino también se produjo un cambio en el clima. Un caso específico de la Verapaz es el de Julio Rossignon, quien a pesar de la fertilidad de los terrenos de su finca “Las Victorias”, la frondosidad de los árboles y las grandes inversiones de capital en instalaciones y edificios, obtuvo sólo escasos resultados por el exceso de humedad que causaban las lloviznas diarias durante todo el año. Esto no evitó que, en décadas posteriores, muchos extranjeros arribaran a la Verapaz en busca de tierras para cultivar café.
Pues tal y como refutó en 1861 Julio Rossignon, un amante de la Verapaz, en El Noticioso, las objeciones que ponían algunos por la falta de planicies como las de Petapa y Escuintla y por lo monstruoso y accidentado de los terrenos de Cobán y San Pedro Carchá, demostraban ignorancia acerca de “que no hay una pulgada de tierra que no se preste a la siembra de café”, de que en lugares donde llueve tan a menudo y los terrenos planos son la excepción, hay menos peligro de inundaciones, formación de pantanos y “chagüites” (porción de tierra con aguas estancadas).
Rossignon agrega que “en Cobán el café de las laderas es el mejor, el más robusto, el que da mejor fruto, que en ese lugar toda clase de terreno es propio para el desarrollo del cafeto, sea arcilloso o pedregoso o profundamente liviano; que en las laderas el frío es menos fuerte que en los lugares bajos, lo que a primera vista parece ser un disparate, que en las laderas no se necesitan tantas limpias como en los bajos, en fin, que la cosecha es más fácil en los puntos inclinados que en las llanuras y que no hay necesidad de podar los árboles”. Otro argumento, esgrime Rossignon, es que en dicha región se tienen “más brazos que en toda la República, baratos y dóciles”, que “el indio de Alta Verapaz es sobrio, dócil e inteligente”. Desde hace tres años emplean allí mozos de Cobán, Tactic, Carchá y Santa Cruz y que no se hurtan ni un sólo lazo. “Su jornal lo reciben al fin de semana. Se les paga con medallones y aceptan gustosos”.
Otro dato importante sobre los avances de la caficultura en Alta Verapaz se encuentra en las Memorias de Franz Sarg, quien cuenta que Chico Planas, un español, “hombre eficiente y trabajador y del todo honesto… ya hacía negocios más importantes, sobre todo en las exportaciones de café, compraba y juntaba toda la cosecha de los pequeños productores y poquiteros, la recibía en pergamino y la limpiaba en una retrilla instalada cerca de su casa y luego la exportaba vía Izabal y Belice”.
En la región de San Marcos –narra Solís–, el café se desarrolló lentamente por lo aislado y la carencia de comunicaciones. El primero en iniciar una plantación fue Escolástico Ortega, hombre visionario que se asentó entre México y Guatemala, en donde emprendió el cultivo de café con semillas de unas plantas de café en una labor en la Loma de Sanzur, jurisdicción de San Pablo, que le otorgaron Gerónimo Mancinelli y la señora Borrayos. Ortega destruyó sus cañaverales por la falta de consumidores de panela y se dedicó sólo al cultivo de café. Esto fue a finales de la década de 1850. Un día lo visitó Ignacio Barrios, padre del posterior presidente de Guatemala, Justo Rufino Barrios, quien le dijo que no creía en los resultados del cultivo del café. Pero Ortega, con mucha perseverancia, levantó unas de las fincas cafetaleras más importantes de la zona en la jurisdicción de San Pablo, “Santa Teresa” y “Palmira”, y vendió su primera cosecha de 800 arrobas de café en pergamino en Quetzaltenango, a un peso plata (ocho reales) la arroba, con un costo de 2.5 reales el flete. Años más tarde, cuando Ortega se encontró de nuevo con Ignacio Barrios, éste felicitó a Ortega por su plantación y reconoció que había tenido razón en que el café sería una de las riquezas de Guatemala, que le traerían civilización y progreso.
Todavía en 1870, Bernouilli, propietario de la finca cafetalera “Chojojé”, cerca de Mazatenango en la Costa Grande, vio una serie de cacaotales en el camino de Sololá paralelo a la cadena de los volcanes por los pueblos de San Bernardino y San Antonio Suchitepéquez. La región en torno al pueblo y la hacienda de Panán, al pie del volcán de Atitlán, era extraordinariamente fértil, pero inaccesible, por lo que su valor era escaso antes de la introducción del cultivo del café. No obstante, en 1855 los hermanos franceses Georges y Henri Brammá compraron a Jorge Ponce el terreno baldío de San Agustín, de 352 caballerías, en Sololá, en donde emprendieron la producción de café en grande. Según Solís, en tales terrenos crecieron cafetos de abundante rendimiento y larga duración.
En la región de Retalhuleu había varios pueblos indígenas, como San Felipe, San Francisco Zapotitlán, El Palmar y San Sebastián, que veían con malestar cómo empresarios ladinos invadían sus ejidos para cultivar café. El ejido era –desde la época colonial– una tierra que circundaba a las municipalidades y les pertenecía por derecho para uso común de los vecinos: para recoger leña y ocote, pasturas temporales para sus animales y esparcimiento. En muchos casos, estas tierras pertenecían a las parcialidades o familias indígenas de los pueblos, que las tenían como reserva. En otros casos, estas tierras fueron otorgadas “a censo” a un ladino. Tener tierras “a censo” significaba la concesión del derecho de usufructo de una tierra a cambio del pago anual de una renta a la municipalidad respectiva.
En sus investigaciones en el Archivo General de Centro América, el historiador David McCreery? encontró que en 1862 había en la región de San Felipe 63 personas que cultivaban café, tres cuartos de las cuales eran ladinos de la ciudad y el resto ladinos de Quetzaltenango; juntos poseían más de 4,500 cuerdas, pero sólo 511 pagaban censo. A su vez, 48 ladinos de Quetzaltenango solicitaron 6,740 cuerdas adicionales de tierras ejidales.
Este proceso de demanda e invasión de tierras provocó un levantamiento indígena en 1864, que fue reprimido por medio de milicias que movilizó el Corregidor de Retalhuleu. Las comunidades indígenas perdieron, algunas autoridades indígenas se convirtieron en cultivadores de café y los ladinos ganaron el derecho a obtener tierras “acensuadas” en San Felipe para cultivar café.
En la región de la Verapaz se dio una situación diferente. Los indígenas en torno a Cobán, San Cristóbal y San Pedro Carchá fueron más proclives al nuevo cultivo, que plantaron en sus tierras comunales. Hacia 1860, indica McCreery?, los conflictos entre las plantaciones comunales y las demandas de los caficultores individuales se hicieron palpables, de manera evidente, por la atracción del capital privado a causa de la disponibilidad de tierras y la abundancia de mano de obra en la región. A esto se sumó que la tala de bosques y los consecuentes cambios ecológicos y climáticos provocaron una serie de heladas a principios de la década de 1860, que arruinó los plantíos.
Cuando en 1869 una enfermedad (la roya) atacó la hoja del cafeto en Ceilán, ya se habían formado varias fincas cafetaleras en la región que rodea el municipio de San Felipe, en la Costa Grande, Retalhuleu. Una de las principales era “Chocolá”, cerca de Santo Tomás Perdido (hoy Santo Tomás la Unión), de José Guardiola, español de nacimiento que fue educado en Inglaterra. La hacienda poseía un suelo y clima excelentes y producía caña de azúcar y café. Guardiola, con su energía y dinamismo hizo rápidamente una fortuna, al inventar una máquina secadora de café. Guardiola fue el primer exportador de café a San Francisco, California.
En la costa de Suchitepéquez surgieron otras fincas de café, como la de José Tomás Larraondo, llamada “Trapiche Grande”, cerca de Mazatenango, en la que trasplantó de 80,000 a 100,000 plantas de café en 1857 y otras cien mil al año siguiente, para obtener, conforme al decreto de 4 de mayo de 1853, el premio de 25 pesos por cada mil árboles en estado de cosecha. Aparentemente, los resultados no fueron satisfactorios, pues a finales de siglo esta finca de 1,200 caballerías, que llegaba hasta la costa del Pacífico, fue vendida a un consorcio de Hamburgo, que la encontró poco cultivada, excepto en las partes altas donde había cacaotales, caña de azúcar, hule, bosques y pastos.
La finca “Las Mercedes”
William Everall, en un artículo de 1912, afirma que la Costa Grande, en las inmediaciones del pueblo de San Felipe, Retalhuleu, “estaba tachonada de plantaciones de café grandes y pequeñas”. Sin embargo, la mayor parte de los terrenos en la Costa Cuca pertenecía a la comunidad indígena de San Martín Chile Verde, que no los podía vender por tratarse de tierras comunales. Aun así, antes de la Revolución de 1871, se estableció cerca de Cuyotenango la finca cafetalera más grande de la Costa Cuca, “Las Mercedes”. Everall remonta sus orígenes a José Gertrudis Robles, de Quetzaltenango, quien logró adquirir 50 caballerías por 150 pesos, compra que fue reconocida por las autoridades. Robles empezó a sembrar café y obtuvo excelentes resultados. Después de que los colombianos Julián Vásquez, León Ospina Rodríguez y Antonio Jaramillo fracasaron en Cuajiniquilapa, se dirigieron a la Costa Cuca y visitaron a Robles en su finca, donde encontraron matas de café en pleno desarrollo. Entraron en negocios y le compraron 20 caballerías de tierra no cultivada a 500 pesos oro, y como el terreno era quebrado, Robles les otorgó gratuitamente una caballería más.
Cinco años después, Robles vendió un lote contiguo en 6,000 pesos, el resto lo dividió entre sus hijas Jesús, casada con Mauricio Rodríguez; Victoria, casada con Máximo Stahl, y Encarnación, casada con Manuel Lisandro Barillas. La hija de Encarnación y Barillas se llamaba Colomba, de donde resulta el nombre que se le dio a una villa en la Costa Cuca. Con el tiempo surgieron valiosas fincas, entre ellas “El Pensamiento” y “La Libertad”, del General Manuel Lisandro Barillas, quien fue presidente de Guatemala de 1885 a 1891.
La empresa de Vásquez, Ospina y Jaramillo fue la primera plantación que se dedicó a la producción de café en gran escala bajo la dirección del Doctor León Ospina Rodríguez. La finca quedaba a 37 kilómetros de distancia de San Martín Zapotitlán, a 46 de Retalhuleu y a 65 de Quezaltenango. La dificultad de obtener mozos para la agricultura era enorme, pues los indios de San Martín Chile Verde rehusaban trabajar para “Las Mercedes”. No obstante, los empresarios lograron conseguir mozos en aldeas de tierras altas más allá de Quetzaltenango. Al cabo de un año se habían limpiado casi seis caballerías de tierra, construido residencias temporales y ranchos para los mozos y se tenían listos 250,000 almácigos para ser sembrados en la próxima estación de lluvias.
La maquinaria para beneficiar el café se pidió a Inglaterra. Su transporte hasta “Las Mercedes” no fue nada fácil, y aunque la distancia de Champerico a la finca apenas abarcaba la misma que hasta Quetzaltenango, no había vías de comunicación. En vista de que los plantadores habían dedicado toda su atención a la siembra y cultivo del café, descuidaron la preparación de los caminos necesarios para traer la maquinaria y comprar carretas y yuntas de bueyes. Sólo existían senderos y todo se debía llevar a espaldas de los indígenas.
La maquinaria llegó al puerto de San José, en donde fue desembarcada a los lanchones, llevada a tierra y transportada en carretas de bueyes a la capital (139 kilómetros), luego del mismo modo hasta Quetzaltenango (222 kilómetros), y de allí a “Las Mercedes” (65 kilómetros) sobre las espaldas de los indios. El transporte de la maquinaria llevó casi dos meses, habiéndose ocupado más de 200 hombres en ello. Algunas piezas pesaban casi una tonelada, y por desventura una de ellas cayó durante el viaje y no fue posible repararla, de manera que hubo que traer otra igual de Inglaterra, lo cual causó un atraso de un año.
Como todavía no había patios para secar el grano, éste se extendía diariamente sobre petates y se recogía de noche. La madera para construir los edificios para el beneficio de café aún no había llegado; en consecuencia, la primera cosecha de café de 2,000 quintales tuvo que ser preparada con morteros de mano. Después, cuando se niveló una colina lateral, se construyeron allí patios extensos para secar. Lentamente se formó también un pueblo en la finca, en donde se obtenían ciertas provisiones y abastos de toda clase.
Cuando al segundo año la producción arrojó unos 4,000 quintales de café, la preocupación de los finqueros fue cómo transportarlos al puerto más cercano. Esta fue otra odisea. A lomo de mula se llevaron los sacos de café a Retalhuleu y de allí en carretas de bueyes a Champerico. En línea recta la distancia hubiera sido de apenas 13 leguas, pero con el desvío por Retalhuleu sumaban 22. Para la segunda cosecha, los propietarios de “Las Mercedes” solicitaron al gobierno el permiso para abrir un camino por cuenta propia, y lo obtuvieron; únicamente debían pagar el peaje o impuesto de caminos a los propietarios de los terrenos por donde pasaban. Este camino hubiera beneficiado a muchos caficultores de la Costa Cuca, pero la mayoría se opuso al proyecto de “Las Mercedes”, obligando a sus dueños a trazar caminos costosos e innecesarios en torno a sus propiedades.
Otra dificultad consistió en que los dueños de carretas de Retalhuleu se negaron a ir a cargar café a “Las Mercedes”, pues deseaban que toda la cosecha de la Costa Cuca siguiera la ruta acostumbrada y pasara por el pueblo de Retalhuleu. Vásquez, Ospina y Jaramillo compraron entonces unos 200 bueyes y un número suficiente de carretas en Chiantla, ante lo cual los carreteros retaltecos entraron en arreglos con ellos.
Al tercer año, cuando estaban construidos los edificios y se había instalado la costosa maquinaria traída de Inglaterra, se produjo un incendio que destruyó la instalación completa y 600 quintales de café listos y preparados en el almacén. Por fortuna se salvaron los pulperos, pero la pérdida fue de 50,000 pesos. Inmediatamente se pidió el envío de nueva maquinaria de Inglaterra y madera de construcción, todo lo cual llegó más rápido por la considerable mejora de las comunicaciones.
Las cosechas continuaron aumentando y, en 1875, alcanzaron la cantidad de 10,600 quintales, la mayor cantidad de café que se había producido hasta entonces en una sola propiedad en Guatemala. Con ello, “Las Mercedes” se convirtió en el modelo de finca del país. Cuando los colombianos decidieron retornar a su país de origen en 1881, vendieron la propiedad de contado a un costarricense por la suma de 150,000 pesos, situación que no se había dado nunca antes en Guatemala.
La Costa Cuca se caracteriza por su extraordinaria fertilidad, debida a la ceniza volcánica que ha caído sobre sus suelos y por las ondulaciones del terreno a una altura moderada de 3,000 a 4,000 pies sobre el nivel del mar, que impiden los cambios bruscos de temperatura y la acumulación de humedad, nociva para las raíces de la planta de café. También se caracteriza por la protección contra los vientos fuertes que le proporcionan las montañas adyacentes.
En 1883 el costarricense enfermó y vendió “Las Mercedes” al ciudadano alemán Georg I. Hockmeyer, de Hamburgo, por la suma de 200,000 pesos. Hockmeyer había arribado al país con Ernst Rittscher, a mediados de siglo y ambos se habían dedicado al negocio de importaciones y exportaciones. A fines de la década de 1860 iniciaron la compra de café a través de agentes en la Costa Cuca para su exportación, y en 1882 Hockmeyer fundó una sucursal de mercaderías en general en Quetzaltenango.
En opinión del empresario y cafetalero alemán Roderich Schlubach, con la adquisición de la finca “Las Mercedes” comenzó el verdadero desarrollo de las actividades agrícolas alemanas en Guatemala. “Las Mercedes”, considerada una de las plantaciones de café más bellas y mejores del país por sus buenas y constantes cosechas, producía en promedio 2.8 libras por cafeto, de manera que en 1896 la ganancia neta de dicha finca ascendía a unos 400,000 marcos o 100,000 dólares.
“Las Nubes” y “San Isidro”
“Las Nubes” y “San Isidro” fueron fincas cafetaleras creadas por William Nelson (1816-1878), estadounidense de origen escocés, que se estableció en Guatemala en 1872. Nelson había llegado a Guatemala por primera vez en 1857 como agente comercial de la Panama Railroad Company para celebrar un contrato con el gobierno, a fin de establecer un servicio regular de vapores entre Panamá, Puerto de San José y San Francisco. Por esos años, Guatemala empezaba a exportar café, principalmente a California, región que atraía mucha población por la fiebre del oro que se había descubierto en 1848.
Aunque no se sabe exactamente cuándo adquirió Nelson sus fincas en las afueras de Mazatenango, a juzgar por la madurez de los cafetos y la infraestructura instalada que se ven en las magníficas fotografías de Muybridge de 1875, se puede suponer que las fincas se iniciaron alrededor de 1865. En 1872 Nelson decidió retirarse del servicio de la línea de vapores y se estableció en Guatemala para administrar sus fincas de café.
En 1875 llegó a Guatemala el “fotógrafo de paisajes” Eadweard Muybridge, inglés que se había establecido en San Francisco, California. En 1874 Muybridge se vio envuelto en un crimen pasional –había dado muerte al amante de su esposa Flora–, y cuando el jurado lo absolvió, se embarcó de inmediato en un vapor de la Pacific Mail Steamship Company, que subvencionó su viaje a Centroamérica. La línea naviera había visto declinar sus ingresos desde que se inauguró la línea del ferrocarril transcontinental en 1869, y mediante las fotografías de Muybridge esperaba despertar el interés de los turistas y capitalistas en el istmo centroamericano y revivir así el negocio de la compañía.
Muybridge partió de California a Panamá y a su regreso arribó a Guatemala, el 1o de mayo de 1875, en donde permaneció seis meses. El gobierno se interesó en su trabajo y le brindó su apoyo. Como huésped de la Pacific Mail, Muybridge entró en contacto con William Nelson, quien lo invitó a conocer sus fincas cafetaleras “Las Nubes” y “San Isidro”.
Por esos años Guatemala experimentaba grandes cambios, tanto en lo político como en lo económico. Muybridge reconoció la importancia del cultivo del café para la economía del país y se concentró en fotografiar el ciclo entero de la producción de café, desde la limpia o desmonte y tala de los terrenos, hasta su embarque en el puerto del Pacífico.
El resultado fueron 260 fotografías de alta calidad y de valor histórico incalculable, pues no sólo captó una época importante de transición –de la época conservadora a la liberal–, sino también legó a la posteridad el registro fotográfico más grande y antiguo que existe sobre la producción de café en Latinoamérica.