- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
La Caficultura y los empresarios en Guatemala
Limpia de cafetales, finca Los Diamantes, Escuintla, de la Compañía Hanseática de Plantaciones Guatemala-Hamburgo.
Finca La Libertad, Costa Cuca, Quetzaltenango. Fotografía de Joaquín Alcain, ca. 1886.
Heinrich Rudolf Dieseldorff (en medio), con otros alemanes, jugando una partida de tenis en el patio de secado de la finca Santa Margarita, Cobán.
Gustav Helmrich y señora, en su finca Sachamach, Cobán, Alta Verapaz. Helmrich publicó en 1913 un artículo sobre sus ensayos relativos al empleo de abonos artificiales en el cultivo del café.
Tienda de Sarg Hnos. en Cobán, con sus carretones para transportar café de Cobán a Panzós y, viceversa, mercadería proveniente de Europa y Estados Unidos.
Erwin Paul Dieseldorff con su hijo Wilhelm Erwin, en la finca Santa Margarita, Cobán. Fuera de la caficultura, sus intereses se extendieron a la arqueología y la religión mayas, y las plantas medicinales.
Los hermanos Carl y Richard Sapper, en la finca Chimax, Cobán, fines del siglo XIX. El Dr. Carl Sapper, que era geógrafo, hizo las mediciones de las fincas de su hermano y también dibujó mapas de Centroamérica desde el istmo de Tehuantepec hasta Panamá.
Emil Sterkel, de la finca Esperanza, Tucurú, Alta Verapaz, llegó a Guatemala en 1899, un año después que su hermano Julius. Con la herencia de sus padres compraron juntos las fincas Esperanza y Pachilhá.
Acción del Ferrocarril Verapaz de 1,000 marcos.
Locomotora del Ferrocarril Verapaz.
Finca El Porvenir, San Marcos. Comprada por la Compañía Hamburguesa de Plantaciones a la viuda de Justo Rufino Barrios, Francisca Aparicio, en 1889. Fotografía de Joaquín Alcain, ca. 1886.
Finca Las Viñas, en Santa Rosa. Miguel Urruela la vendió a la Compañía Hanseática de Hamburgo, en 1889. Fotografía de Joaquín Alcain, ca. 1886.
Patio de secado con beneficio y casa patronal (der.), de la finca Cerro Redondo, Santa Rosa. Fotografía de Joaquín Alcain, ca. 1886.
Federico Keller, primer administrador de San Andrés Osuna en 1895, con su esposa Elsa Witzell de Keller. En 1899 adquirió la finca Santa Isabel, en Pueblo Nuevo Viñas, Santa Rosa, que aún está en manos de la familia.
Robert Kleinschmidt, propietario de la finca Cerro Redondo, que fue administrada por Otto Hartleben, ca. 1910.
Heinrich A. Schlubach , co-propietario de la Compañía de Plantaciones en Centroamérica S.A.
Otto Thiemer, co-propietario de la Compañía de Plantaciones en Centroamérica S.A.
Finca El Perú, en San Marcos, de Nottebohm Hermanos.
John Hawley, quien en 1890 compró la finca Oná, en El Quetzal, San Marcos.
Walter Lind (centro) y Gordon Smith (der.), de la finca Mocá, en Suchitepéquez.
Vapor “Porvenir”, de bajo calado, con su rueda de popa en acción en el lago de Izabal.
Felipe Yurrita, de fincas Santa Elena, Nueva América, Nueva Australia y El Ferrol, en San Marcos.
Kensett Champney, de finca Sepacuité, Senahú, Alta Verapaz.
Enrique Boppel, administrador de las fincas Las Nubes, San Isidro, Zambo, Altamira, Chinán y Milán, en Suchitepéquez, de Glade & Temme, las cuales adquirió en 1921.
Isidro Pivaral Batres, hombre de trabajo e iniciativa que compró la finca La Concha, en Santa Rosa, a fines del siglo XIX.
Manuel Díaz Barrios de finca Pampojilá, Sololá.
Manuel Matheu Sinibaldi (1828-1922), de la finca La Felicidad, Antigua, autor de memorias que ilustran sus experiencias como cultivador de cochinilla y luego de café en el Valle de Panchoy, Antigua Guatemala.
Juan Francisco Aguirre Valdés, de la finca San Sebastián,
Salvador Falla, en 1886 compró la finca San Sebastián a Juan Francisco Aguirre junto con Adolfo Stahl, quien vendió su parte en 1900.
Rafael Valdés Quiroa, de la finca San Rafael Urías, Antigua.
Finca El Portal, de la familia Herrera, en La Antigua Guatemala. Al fondo se observan los árboles de sombra que protegen el café del sol y las heladas. Fotografía de Juan José de Jesús Yas, ca. 1920.
Texto de: Regina Wagner
Durante los últimos doce años del siglo XIX, la expansión y el éxito comercial de la caficultura despertó entre los extranjeros un creciente interés por esa actividad agrícola; tanto por los buenos precios del grano en el mercado internacional como por sus bajos costos de producción, que garantizaban una ganancia segura.
El arribo de inmigrantes europeos a lo largo del siglo XIX y la penetración de capital foráneo fueron una respuesta a los incentivos de desarrollo económico que ofrecía el Estado liberal. Su legislación fomentó la inmigración extranjera, la cual arribó en forma espontánea, ya fuera por invitación de parientes y amigos ya establecidos en el país, o por negocios o contratación para administrar empresas, trabajar en casas comerciales o fincas cafetaleras, o para construir vías de comunicación más modernas.
A Guatemala llegaron personas de diversas nacionalidades: ingleses, belgas, alemanes, franceses, españoles, italianos, suizos, estadounidenses y sudamericanos. Entre éstos había empresarios, comerciantes, hombres de negocios, administradores, ingenieros, agrónomos, técnicos, mecánicos, médicos, geógrafos, artesanos, maestros y trabajadores para la construcción.
Los empresarios que provenían de países con un desarrollo y movimiento comercial y marítimo más dinámico, como Gran Bretaña, Alemania, Francia y Estados Unidos, estaban relacionados con las técnicas mercantiles más avanzadas del mundo capitalista. Además, tenían contactos con casas bancarias y comerciales del exterior, en donde obtenían financiamiento para sus empresas y cosechas.
Todo aquel que deseaba emprender la formación de una hacienda cafetalera necesitaba capital inicial para adquirir una finca en producción o tierras baldías para iniciar una plantación. Para ser exitoso, debía tener ciertos atributos y cualidades que, en las palabras de Erwin Paul Dieseldorff, eran: saber calcular costos, planificar en forma racional, prever adversidades o circunstancias favorables, tomar decisiones, tener talento organizativo, energía y ciertos conocimientos prácticos y técnicos de la producción y la comercialización del producto.
Según explica Erwin Paul Dieseldorff, el empresario agrícola moderno es aquel que cuida y atiende su hacienda con circunspección, posee una preparación teórica y práctica de las actividades comerciales y agrícolas, invierte con visión a largo plazo, reinvierte en el proceso de producción para mejorar la calidad y la cantidad del producto y busca aumentar su riqueza con base en el crecimiento gradual de la empresa, la cual controla, supervisa y administra. Cuando la extensión de sus propiedades es demasiado amplia, hace bien en contratar a subadministradores y expertos en agronomía, en quienes puede delegar tareas, tanto de la plantación y la oficina de contabilidad como del beneficio.
Muchos de estos extranjeros fueron verdaderos pioneros, que durante largos años vivieron apartados de la civilización occidental, trabajando desde temprano a la par de sus capataces y peones. En la región de Alta Verapaz, la mayor parte aprendió la lengua kekchí para comunicarse bien con los mozos y darles órdenes correctas a los mozos indígenas, pues del buen trato con los trabajadores dependía en mucho el desenvolvimiento y el éxito de la empresa.
Bajo el Estado liberal, los empresarios cafetaleros extranjeros estaban en igualdad de condiciones para adquirir tierras, denunciar baldíos, así como en la obtención de mano de obra agrícola, ya fuera por medio de los jefes políticos o los habilitadores.
Los buenos precios permitían hacer buenas ganancias, que muchos inversionistas trasladaron al extranjero, en donde se repartieron los dividendos entre los accionistas después de deducir costos y salarios. Pero a la vez reinvertían en maquinaria, mejoras en el equipo o las instalaciones, utensilios, sacos, enseres y, en todo caso, en los costos de producción de la próxima cosecha. A diferencia, muchos nacionales invertían su dinero en el país, y también gastaban mucho en artículos suntuarios, consumían bienes importados de Europa, vestían a la moda parisina y hacían viajes al exterior, sobre todo a la Ciudad Luz.
De toda la inmigración extranjera a Guatemala, la alemana fue la más influyente económicamente, sobre todo por su fuerte participación en la caficultura, los negocios relacionados con las exportaciones de café, de comisión y financiamiento de las cosechas, así como el beneficio del café.
La inmigración alemana y su relación con el café
La inmigración alemana a Guatemala se inició con Carl Rudolph Klée en 1828, comerciante hanoveriano que se asoció con el británico George Ure Skinner en la década de 1830. Más adelante compró la hacienda Izpanguazate, en Escuintla, y se dedicó a la producción y exportación de cochinilla en gran escala. Klée fue nombrado Cónsul General de las ciudades hanseáticas de Bremen, Hamburgo, Lubeca y de los reinos de Prusia y de Hanóver a mediados de la década de 1840. Falleció en 1853 a la edad de 50 años; de haber vivido más, seguramente se hubiera involucrado en el cultivo y negocio del café en grande.
Después de 1843 comenzaron a arribar inmigrantes belgas y alemanes de la Compañía Belga de Colonización de Santo Tomás a la capital, en búsqueda de un mejor clima y medio económico para vivir. Entre éstos había principalmente artesanos y gente de oficios mecánicos, como Julius Smout y Diego Vassaux, quienes posteriormente inventaron máquinas para beneficiar café. El pastelero y cervecero Hermann Bendfeldt prosperó en su negocio. Al fallecer, tenía entre sus haberes un cafetal de 27 manzanas llamado “El Sauce”, frente al muro de la Recolección, en la ciudad de Guatemala, con 13 manzanas cultivadas con 12,000 cafetos e igual número de almácigos, estanques y pilas para fermentar el café, un patio para asolear, despulpador, retrilla, ventilador y cinco galeras de habitación para los mozos.
A mediados del siglo XIX llegaron también algunos comerciantes por cuenta propia, como Georg I. Hockmeyer y Ernst Rittscher, oriudos de Hamburgo, quienes fundaron en Guatemala un negocio de importaciones y exportaciones en 1854. Con el tiempo expandieron sus operaciones a la costa suroccidental, en donde sus agentes viajeros vendían mercancías y compraban café a los caficultores de la zona de Suchitepéquez, lo almacenaban en la plaza de Retalhuleu y luego lo exportaban vía Champerico a Hamburgo. Hacia 1860 también se estableció en la capital la casa Rieper, Augener & Co., de Bremen, que al igual que Hockmeyer & Cía. fue una de las más grandes exportadoras de café en la década de los setentas.
Hacia 1868 la colonia alemana residente en Guatemala contaba ya con unas 100 personas, incluyendo a mujeres y niños; en 1897 el número ascendía a mil, distribuidos en todos los departamentos de la Costa Sur, Alta Verapaz y en la capital. Por la importancia que adquirieron Cobán, Retalhuleu y Quetzaltenango como centros comerciales y cafetaleros, se establecieron allí casas alemanas de comercio y sucursales que importaban manufacturas, artículos de ferretería, mercería, etc., y exportaban productos agrícolas, como el café, de manera que después de 1879 el cónsul general alemán Werner von Bergen erigió viceconsulados en esas plazas, así como en El Tumbador y en el puerto de Lívingston.
Tales cargos consulares fueron ocupados por comerciantes de conocida honorabilidad y relevancia comercial, como Franz Sarg en Cobán y más tarde en la capital, otros fueron también importantes cafetaleros, como Richard Sapper en Alta Verapaz y Gustav Boy, administrador de la finca “Las Mercedes” de Hockmeyer en la Costa Cuca, quien fue nombrado vicecónsul de Retalhuleu y luego de Quetzaltenango.
Parte del éxito de los alemanes es que sus inversiones en el país se vieron garantizadas por la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación que celebró el Cónsul General y Encargado de Negocios del Imperio Alemán, Werner von Bergen, con la República de Guatemala, el 20 de septiembre de 1887. Dicho tratado estuvo vigente tras varias prórrogas hasta 1915. La importancia del Tratado Montúfar-von Bergen, como se le conoce comúnmente, radica en que otorgaba completa libertad de comerciar, comprar y poseer terrenos, almacenes y tiendas en ambos territorios, y de nombrar apoderados; completa y constante protección para sus personas y propiedades; exoneración del servicio militar y de todas las contribuciones extraordinarias de guerra y préstamos forzosos. Además, consideraba como alemanes a los hijos legítimos de quienes tenían esa nacionalidad y habían nacido en Guatemala, en tanto no optaran por la ciudadanía guatemalteca al llegar a la mayoría de edad.
Al mismo tiempo que se desarrollaba la economía agrícola de Guatemala, se expandieron los intereses comerciales y agrícolas de los alemanes residentes en el país y aumentó la inmigración alemana, particularmente en la década de auge entre 1888 y 1897. Esta fue una época de apogeo en la economía cafetalera del país, en la que capitalistas alemanes compraron fincas y formaron compañías de plantaciones de café en Hamburgo, con inversiones en Guatemala. A esto se suman los créditos otorgados a la caficultura con la consiguiente compra de dichas cosechas para la exportación, lo cual explica por qué la participación de Alemania ascendió en el total de las exportaciones del café guatemalteco del 40% en 1880 al 50% en 1889 y al 64% en 1896.
Hacia 1897 un registro de las propiedades rurales de los alemanes por el Secretario de la Legación Alemana dio como resultado un total de 170 fincas, 68 ubicadas principalmente en los distritos de la Costa Grande (Escuintla), Pochuta y Yepocapa (Chimaltenango), Patulul, Santa Bárbara, Chicacao y San Francisco Zapotitlán (Suchitepéquez); en la Costa Cuca, Colomba y Xolhuitz (Quetzaltenango), en la Costa Cucho, La Reforma, Malacatán y El Tumbador (San Marcos). Las restantes 102 estaban ubicadas en Alta Verapaz.
Las fincas de la bocacosta sur abarcaban 2,445 caballerías, las de Alta Verapaz más de 3,528 caballerías; en total sumaban casi 6,000 caballerías, cultivadas en su mayoría con café, algunas también con caña de azúcar y ganado. Sólo dos o tres tenían cacaotales. La mayoría poseían pastos para el mantenimiento de las monturas, bestias de carga y reses para el consumo propio. Tenían, además, tierras para el cultivo de maíz, frijol y banano, el principal alimento de la población indígena.
De una producción promedio nacional de 700,000 quintales de café en el quinquenio de 1895 a 1899, las cosechas de las fincas de alemanes arrojaban de 200,000 a 250,000 quintales, lo que significaba una tercera parte del total de la producción de café del país. A esto se suma que los exportadores de café enviaban cerca de dos tercios del café guatemalteco a Alemania.
Fincas de alemanes en Alta Verapaz
Muchos inmigrantes involucrados en los negocios de importaciones y exportaciones hicieron dinero o, al recibir herencias, invirtieron en fincas cafetaleras.
Heinrich Rudolf Dieseldorff, quien más adelante compró la finca “Chipoc”, en las inmediaciones de Cobán, fue el primer comerciante alemán que llegó a Cobán en 1865. El segundo fue el ingeniero Franz Sarg, quien en 1868 fundó la empresa F. C. Sarg & Co. en San Cristóbal. Como el trabajo de la explotación de las minas de plomo que hacía para George Skinner no resultó rentable, adquirió el cafetal “Pancorral” con una buena retrilla a orillas de la laguna de dicho lugar. La única competencia digna de mención era la del español Chico Planas, que compraba y juntaba toda la cosecha de los pequeños productores de Alta Verapaz. La recibía en pergamino y la limpiaba en una retrilla instalada cerca de su casa y luego la exportaba vía Izabal y Belice.
En 1870 arribó a Guatemala el hermano de Franz, James Frederick Sarg, quien compró poco después la finca “Sachamach” del chileno Camilo Borja, en donde inventó el despulpador que lleva su nombre. Los hermanos Sarg abrieron en Cobán la casa comercial Sarg Hnos. En 1873, que vendieron diez años después a su socio Moritz Thomae, a la vez propietario de la finca “Cubilgüitz”. Entre otras cosas, Sarg Hnos. seleccionaba y empacaba café en sacos para la exportación proveniente de la finca “Sachamach” y otras, e importaba ruedas para construir carretones de Estados Unidos para transportar los sacos de café de Cobán a Panzós y viceversa, la mercancía que arribaba vía Lívingston y Panzós.
El transporte terrestre entre Cobán y Panzós se vio favorecido después que el ingeniero Franz Sarg terminara la construcción de dicha carretera, primero por mandato del Presidente Cerna y después del Presidente Barrios, concluyendo la vía en 1879. Esto coincidió con la habilitación del puerto de Lívingston y aseguró el porvenir de la Verapaz en lo comercial y agrícola, tal como lo había previsto Julio Rossignon dos décadas atrás.
Mientras tanto, otros inmigrantes alemanes llegaron a la Verapaz, como Hermann Helmrich, quien compró la finca “Santa Margarita” a orillas del río Cobán. Sus hermanos August y Gustav adquirieron las fincas “Samac” y “Champoc”; Hans von Türckheim la finca “Chicoyoito”, Ernst Fetzer la finca “Saxoc” y Oskar von Nostitz la finca “Sasís”; “Chiacam” perteneció a von Nostitz y a Willie Anton Dieseldorff, sobrino de Heinrich Rudolf.
En 1884 arribó a Cobán Richard Sapper, quien trabajó primero como administrador de la finca “Chiacam”, luego entró en sociedad con Nostitz y Dieseldorff en la misma. Después adquirió la finca “Chimax”, en Cobán, en donde puso un negocio de compra, beneficio completo y exportación de café y ofrecía adelantos de dinero para levantar las cosechas. Cuando se fue incrementando el capital de su empresa adquirió otras fincas: “Chinamá”, “Campur”, “Chirixquiché”, “Chajmayic”, “Samox”, “Chajchucub”, “Tres Cruces”, “Sexux” y otras. Sapper supervisaba desde “Chimax” el conjunto de fincas y contrataba a colaboradores alemanes para trabajar en la administración local de cada una.
Su hermano, el geógrafo Doctor Carl Sapper, hizo la medición de sus fincas y en la época lluviosa administró “Campur”, de 157 caballerías. En la temporada seca hacía sus caminatas por toda Centroamérica para hacer mediciones geográficas con el fin de elaborar mapas científicos. Entre otros administradores de sus fincas llegó a Guatemala su primo David Sapper, quien después administró “Campur” y “Chiacam”. Richard Sapper también fue agente del Banco de Guatemala en Cobán y vicecónsul alemán de Cobán de 1897 hasta su muerte en 1912.
Erwin Paul Dieseldorff, sobrino de Heinrich Rudolf y primo de Willie, fue otro cafetalero alemán importante de Alta Verapaz. Arribó a Cobán en 1888, a la edad de 20 años, y tras conocer las posibilidades del departamento, los negocios alemanes en la capital y hacer una breve pasantía de voluntario durante la cosecha de café en la finca “San Francisco Miramar” de Koch Hagmann & Co., decidió invertir el dinero de su herencia en fincas que compró por etapas, llegando a ser a la par de Richard Sapper uno de los más grandes exportadores de café en Alta Verapaz. En 1897 tenía las propiedades “Chajcar”, “Secac”, “Olpán”, “Chiachal” y “Seacté”, un total de 125 caballerías.
Otras fincas de alemanes dignas de mención, ubicadas en Alta Verapaz, eran “Esperanza” y “Pachilhá”, de los hermanos Emil y Julius Sterkel; “Pancús”, de Otto Hussmann y “Westfalia” y “Monteblanco”, de sus herederos; “Chitoc”, de Günter Feucht; “San Vicente”, de Hugo Droege; “Panzamalá”, de los hermanos Appenzauser; “Coyocté”, de Max y Matilde Quirin; “Secansín”, de Max Wohlers; “Chirrepec” y “China-Sayub”, de Georg Boehm, y otros más.
El comerciante de importaciones y exportaciones Federico Gerlach era propietario de varias fincas en Alta Verapaz: “Actelá”, “Samilhá”, “Seritquiché”, “Chijolom”, “Sillap” y “Tzalamilá”; asimismo “Olas de Mocá”, en Suchitepéquez. Juntas sumaban unas 800 caballerías, cultivadas con 300,000 cafetos. En la capital tenía un negocio que otorgaba adelantos de dinero para las cosechas de café, compraba café en cereza y lo beneficiaba en sus modernas y completas instalaciones “La Moderna”, beneficio ubicado en donde se encuentra actualmente el Ministerio de Finanzas, al cual llegaba una línea de ferrocarril con vagones de café desde la cercana Estación Central.
Fincas de alemanes en la Bocacosta Sur
En la región suroccidental del país también se establecieron muchos alemanes. La primera empresa cafetalera importante fue la del suizo-alemán Otto Bleuler & Cía., quien después de vender la gran finca de café “Seritquiché” en Alta Verapaz a los hermanos franceses Donnadieu, adquirió en 1876 la antigua y bella finca “San Francisco Miramar”, de 26 caballerías, en Colomba, Costa Cuca, cuya producción de café se consideraba la primera de la región. Pronto agregó a ésta la finca “El Reposo”, de 21 caballerías. Cuando Bleuler retornó a Europa, sus administradores continuaron dicha empresa con el nombre de Koch Hagmann & Cía. Sophus Koch, quien en opinión de Franz Sarg fue el alemán que más rápidamente progresó en Guatemala, se hizo cargo del negocio en la capital, y su socio Rudolf Hagmann de la administración de “San Francisco Miramar”, a la que agregaron las fincas “El Reposo”, en la Costa Cuca; “Morelia”, de 26 caballerías, en Escuintla; “Rosario-Bola de Oro”, en Colomba y “Santa Sofía”, en San Pedro Yepocapa, Chimaltenango. En total, las fincas sumaban 161 caballerías.
El comerciante hamburgués Johannes Lüttmann, quien tenía estrechas relaciones comerciales y familiares con Ernst Rittscher en Guatemala, fue otro inversionista en fincas de café. A fines de la década de 1880 Lüttmann compró las fincas “Germania”, “Lubeca y Brema” y “Hamburgo” en Soconusco y, a inicios de la del 90, las fincas “La Arabia”, “El Naranjo” y “Nahuatancillo” en San Marcos y las fincas “Santa Anita” y “El Rodeo” en Pochuta, Chimaltenango. Lüttmann mismo nunca vino a Guatemala, pero envió a sus sobrinos y a sus hijos para que las administraran.
Otros comerciantes suizo-alemanes fueron Juan Maegli y Hugo Gaegauf, quienes además de tener una casa comercial en Guatemala y una sucursal en Quetzaltenango, compraron las fincas “Hamburgo” y “San Nicolás” en San Vicente Pacaya, Amatitlán, “El Arco” en Chicacao y “Chitalón” en Mazatenango, Suchitepéquez.
En 1895 los socios Glade & Temme, de Hamburgo, compraron de los descendientes de William Nelson las fincas “Las Nubes”, “San Isidro”, “Zambo” y “Altamira” en Mazatenango, y “Chinán” y “Milán” en Chicacao, Sololá, que en total sumaban 50 caballerías. Cuando los socios Glade & Temme se retiraron de Guatemala, su administrador Enrique Boppel adquirió las mismas en 1921. Asimismo, los socios Andersen & Höpfner poseían cuatro fincas en Sololá: “San Rafael”, “Potosí”, “El Guatalón” y “La Chorrera”.
Entre 1888 y 1897 el negocio del café se había vuelto tan floreciente, dinámico y lucrativo, que al amparo del Tratado Montúfar-von Bergen, varios inversionistas en Hamburgo, relacionados con el comercio de exportaciones e importaciones, fundaron y registraron en Hamburgo sociedades anónimas de plantaciones. Compraron grandes fincas cafetaleras en Guatemala, cuya administración encargaron a peritos agrónomos, que se dedicaron al cultivo del café de manera científica y sistemática y participaron de los dividendos que arrojaba la producción. Tales inversionistas y administradores contribuyeron en mucho al desarrollo general de la industria del café en Guatemala. Muchos accionistas figuraban en varias o casi todas las compañías.
La Compañía Hamburguesa de Plantaciones en Guatemala “El Porvenir”
La primera sociedad fue la Compañía Hamburguesa de Plantaciones en Guatemala “El Porvenir”, que en 1889 compró a Francisca Aparicio, la viuda de Justo Rufino Barrios, la finca “El Porvenir”, de 153 caballerías, ubicada en las laderas del volcán Tajumulco en San Marcos, por dos millones de marcos (500,000 pesos). Esta finca tenía cafetales, ganado y una vía de ferrocarril que atravesaba el campo. La primera cosecha fue de 8,000 quintales de café, siete años después ésta casi se duplicó, con 1.2 millones de cafetos.
La Compañía Hanseática de Plantaciones Guatemala-Hamburgo
En 1889 la Compañía Hanseática de Plantaciones Guatemala-Hamburgo adquirió por tres millones de marcos (750,000 pesos) las fincas “Las Viñas” y “Los Diamantes”, y en 1897 “El Zapote”, de 60, 20 y 73 caballerías, respectivamente, en total 153, ubicadas en Santa Rosa la primera y en Escuintla las restantes. Su producción anual de café arábigo y borbón era de unos 13,000 quintales de café con un total de 1.750,000 cafetos; y de unas 2,000 cargas de azúcar, que fueron aumentando con los años.
“Las Viñas” se remonta a 1834, cuando el español Jorge Ponce adquirió la finca “La Vega”, cerca de Barberena. Esta hacienda se dividió en las fincas “La Pastoría” (que primero compraron los hermanos Santos Herrarte y después Chalmer’s Guthrie & Cía.), “Salitrillo” y “Las Viñas”, que luego pasó a manos de Miguel Urruela, quien sembró los primeros cafetales en 1864. Por problemas con Justo Rufino Barrios, Urruela tuvo que emigrar y, años más tarde, vendió “Las Viñas” a la Compañía Hanseática en Hamburgo, por 200,000 dólares.
“Los Diamantes” fue fundada a mediados del siglo XIX. En 1889 fue adquirida por la Compañía Hanseática y después perteneció a la firma Herrera & Compañía. La finca producía café y caña. El café se beneficiaba con maquinaria movida por fuerza hidráulica; la caña se molía a 12 kilómetros de distancia en el gran ingenio “Pantaleón”, de la Compañía. “El Zapote” estaba cultivada de café y caña y fue administrada por Enrique Peper, cuando era de la Compañía Hanseática. Llegó a producir 3,000 cargas de panela. Después pasó a formar parte de la Compañía Agrícola “Viñas-Zapote” y en 1928 fue adquirida por Overseas Estates Limited, que ya sólo produjo café, hasta 8,000 quintales de café oro.
La Compañía de Plantaciones “Chocolá”
En 1891 se constituyó en Hamburgo la Compañía de Plantaciones “Chocolá”, que compró la finca del mismo nombre a José Guardiola por 2.6 millones de marcos (650 mil pesos). En 1900 la Compañía adquirió las pasturas adyacentes de “Madre Mía” en el distrito de Santo Tomás Perdido, municipio de Cuyotenango en la Costa Grande, Suchitepéquez, abarcando un total de 56 caballerías.
Con una plantación de 560,000 cafetos producía entre 7,000 y 13,000 quintales de café según la fluctuación de las cosechas, y llegó a producir hasta 17,000 en 1894/95. Rendía, además, 11,000 a 20,000 quintales de azúcar, que ascendieron a la cantidad de 30,000 en 1913/14. Esta finca sufrió mucho por la erupción del volcán Santa María en 1902 y los terremotos que le siguieron.
La Compañía de Plantaciones “Osuna-Rochela”
En 1895 se fundó la Compañía de Plantaciones “Osuna-Rochela”, que por tres millones de marcos compró las fincas “San Andrés Osuna” y “La Rochela”, en Escuintla, a 2,600 pies de altura, en clima templado, al amparo de la cordillera. Juntas abarcaban 100 caballerías, ubicadas al sur entre los volcanes de Fuego y de Agua. El primer administrador de la finca en 1895 fue Federico Keller padre, quien mejoró el beneficio en “San Andrés”, cuyos cafetales producían café arábigo-borbón y maragogype. “La Rochela” era un anexo ganadero. Desde el anexo “Ceylán” pasaba el café por encima de un barranco hondo en un chifle (tubo de lámina de hierro), recorriendo cinco kilómetros de distancia, que con la fuerza del agua arrastraba el grano hasta el beneficio en San Andrés. Otro anexo importante era “Chuchú”, a cuatro kilómetros, cuyo café llegaba en funicular movido por fuerza hidráulica, una gran novedad entonces. Esta vía de transporte aéreo, de unos seis kilómetros de largo, recogía el café en cereza en tres estaciones y lo llevaba al beneficio en carritos colgados de cables. Allí se volcaba el café maduro que bajaba al beneficio húmedo por medio de un chifle de hierro con corriente de agua. Después del beneficio húmedo, se hacía el trabajo de escogido del café, empleándose hasta cien escogedoras que trabajaban en mesitas automáticas, donde el café pasaba por una banda. Los sacos de la finca indicaban, por un lado: Product of Guatemala, y al reverso: Osuna. Las cosechas de “San Andrés-Osuna” alcanzaron en algunos años hasta 30,000 quintales.
La Finca “Cerro Redondo”
A fines del siglo XIX se formaron otros consorcios alemanes. En Barberena, Santa Rosa, los inversionistas alemanes Robert Kleinschmidt, Gustav Müller y Carlo Thomsen adquirieron la finca “Cerro Redondo” de los descendientes del costarricense Saturnino Tinoco, Julio y Dolores Tinoco de Vásquez. La finca fue remedida por Ernesto Marroquín en 1890 –medía 86 caballerías–, y vendida a la sociedad Kleinschmidt & Cía., que se disolvió en 1891. Robert Valentin Kleinschmidt continuó siendo su dueño. En 1895 vendió la mitad ideal de la finca a los señores Gustav Müller y Carlo Thomsen, de Hamburgo, reservándose la administración y el manejo de la misma. En 1898 volvió a ser de su propiedad, la cual, más adelante, fue administrada por Otto Hartleben.
La Compañía de Plantaciones “Concepción”
En 1897 se formó otro consorcio en Hamburgo que compró a Javier du Teil y a su copropietario, el Ministro alemán Werner von Bergen, las nueve fincas conocidas como “El Val du Teil”, que comprendían 92 caballerías de extensión en Escuintla. Con dicha adquisición el consorcio fundó la Compañía de Plantaciones “Concepción”, cuyo valor ascendía a dos millones de marcos. Sin embargo, ese año los precios del café bajaron drásticamente, por lo que la compañía se vio obligada a contraer no sólo un empréstito, sino también a concentrar su cultivo y producción en caña de azúcar, que alcanzó hasta 30,000 quintales de azúcar y 10,000 de café. Adjunto al ingenio estableció una fábrica de aguardiente, que destiló 150,000 botellas en 1898/99.
La “Compañía de Plantaciones en Centroamérica, s.a”.
Alrededor de 1900 los socios Heinrich Schlubach y Otto Thiemer, con centro de operaciones en Hamburgo, adquirieron un complejo de pequeñas fincas en Guatemala que administraron sus hijos Herbert, Roderich y Edgar Schlubach, así como J. Landahl y Walter Dauch. Estas fincas eran “San Ignacio”, “Santa Clara”, “Esperanza”, “El Chile”, “Camelias”, “Carmen”, “Peña-Blanca-Ajalón”, “Rincón de Belén” y “Bolívar”, más el beneficio de café “El Ciprés” en Villa Canales, Guatemala. En 1902 construyeron un gran beneficio de café en Escuintla y compraron las fincas “San Luis”, “Concepción”, “Candelaria”, “Santa Amalia” y “El Pensamiento”; esta última había pertenecido al presidente Manuel Lisandro Barillas. Todas estaban ubicadas en San Marcos y Quetzaltenango.
Cuando acaecieron las erupciones del volcán Santa María en 1902, “El Pensamiento” y “Bolívar” sufrieron mucho daño, pues quedaron cubiertas hasta por dos metros de ceniza. Los socios decidieron vender entonces todas las fincas pequeñas, excepto “Bolívar”, y se quedaron sólo con las grandes. A partir de 1904, las fincas de Schlubach Hnos. & Cía. en la bocacosta sur fueron supervisadas y administradas por el experto David Sapper, quien había aprendido el oficio de caficultor durante largos años en las fincas de su primo Richard en Alta Verapaz. Bajo la nueva administración, estas fincas produjeron 5,000 quintales de café en 1901/02, en 1908/09 arrojaron una cosecha de 20,000 quintales, con un promedio anual de entre 13,000 y 15,000 quintales de café pergamino hasta 1914. En 1910 dichas fincas fueron integradas en la “Compañía Centroamericana de Plantaciones”, con sede en Hamburgo. Su capital social ascendía a dos millones de marcos, divididos entre las familias Schlubach y Thiemer.
En 1911 la empresa de Koch Hagmann & Cía. incorporó sus fincas “San Francisco Miramar”, “Morelia”, “El Reposo”, etc., en una compañía llamada “Sociedad Anónima de Plantaciones en Centro-América”, cuyo promedio anual de producción llegaba a unos 17,000 quintales de café. Al fallecer el señor Sophus Koch en 1914, todos los bienes y propiedades de Koch Hagmann & Cía. se fusionaron con los de Schlubach, Dauch & Cía. Tras la fusión, todo el complejo de fincas continuó operando bajo el nombre de “Compañía de Plantaciones en Centroamérica, S.A.”, con sede en Hamburgo, con una producción de hasta 32,000 quintales de café en pergamino.
Nottebohm Hermanos
Otra empresa que inició relaciones agrocomerciales con Guatemala a fines del siglo XIX fue Nottebohm & Co. de Hamburgo, que primero financió y compró cosechas de café durante varios años, hasta que por la crisis de 1897 muchos créditos asegurados con hipotecas entraron en morosidad. Nottebohm convino en administrar primero tales fincas, pero al término de cinco años varias plantaciones pasaron a manos de sus acreedores alemanes.
Así, en 1904, Nottebohm adquirió varias propiedades de la familia de Juan Aparicio, con las cuales formó la Compañía de Plantaciones “Cecilia” Limitada, de 57 caballerías, en Santo Tomás Perdido, Suchitepéquez. Esta empresa fue administrada por Nottebohm Hnos., que entre 1902 y 1915 adquirió las fincas cafetaleras “La Florida” en Pochuta, Chimaltenango; “Asturias” en Pueblo Nuevo, Suchitepéquez; “Las Carolinas” en San Martín Zapotitlán, Retalhuleu; “Santa Sofía”, “Chile”, “Elena”, “Plata”, “Nueva Unión” y “Argentina” en San Francisco Zapotitlán; “Los Castaños” en Chicacao; “Mediodía”, “Bola de Oro”, “El Perú”, “Las Delicias” y “Montecristo” en El Tumbador, San Marcos, y “Las Sabanetas” en Barberena, Santa Rosa. Dicho complejo de fincas comprendía un total de 150 caballerías.
Fincas cafetaleras de otras nacionalidades
En Guatemala hay una serie de grandes fincas, que fueron creadas tanto por guatemaltecos como por extranjeros, en algunos casos cambiaron de propietario; en otras, aún siguen en manos de la misma familia por varias generaciones. Estas fincas tienen la reputación de producir un excelente café, cuya demanda en el exterior ha sido muy buena. A continuación se darán a conocer los datos de algunas grandes plantaciones, tanto de nacionales como extranjeros, de las cuales se ha conservado documentación y se ha obtenido información oral fidedigna.
Finca “Oná”
La finca “Oná”, ubicada en el municipio de El Quetzal, San Marcos, fue adquirida en 1890 por los hermanos John y James Hawley, y un francés de apellido Sosbielle. Los hermanos Hawley eran hijos del matrimonio de Gideon Hawley, de Nueva York, y Adelaida Domínguez MacKenney?, de Chiapas, México. A una altura de 3,000 pies sobre el nivel del mar, “Oná” comprendía un área de 30 caballerías, un tercio plantado con café (a 3 x 3 varas) y una sexta parte resguardada para pasturas y el resto se limpiaba para sembrar más café. Los más de 400,000 cafetos producían por árbol un promedio de 2.5 libras de café, o sea unos 10,000 quintales, incluyendo 50,000 plantas que estaban por dar cosecha. Se fertilizaba con abono natural (mezcla de pulpa de café con estiércol) y químicos. El beneficio de café húmedo estaba equipado con maquinaria moderna, desde los tanques de agua proveniente de manantiales de la finca, hasta la maquinaria separadora. El agua que movía la rueda Pelton era traída a través de un conducto de 4 km de largo. El café se enviaba a Hamburgo, Nueva York o San Francisco. Se transportaba en mulas a la estación de Vado Ancho, de allí en ferrocarril hasta el puerto de Ocós.
Finca “Mocá”
En el año de 1910, los ingleses Gordon P. Smith y Walter Lind (de ascendencia noruega) compraron la finca de café “Mocá”, propiedad de Georges y Henri Brammá, la cual deslindaron de la finca “San Agustín” en Sololá. Gordon Smith adquirió su experiencia cafetalera como administrador en la finca “La Pastoría”, en Barberena, de Chalmer’s Guthrie & Co. Walter Lind era agente de Rosing Brothers & Co., uno de los importadores más grandes de café en Londres. En 1919 Lind y Smith recibieron el apoyo financiero de dos noruegos: John Poulsson y Harold Stange, para administrar las fincas “Helvetia”, “Tambor”, “Dolores” y Palmira”, de la companía Gordon Smith & Co. En 1927 Poulsson y Stange se retiraron del negocio y Gordon Smith vendió la participación de Poulsson y Stange a Christian Sonne, quien había adquirido la conocida casa de exportación G. Amsinck & Co., de Nueva York. En 1932-33, las siete fincas de la companía producían 21,000 quintales de café, con lo cual Gordon Smith & Co. Ltda. llegó a figurar como la tercera empresa cafetalera más importante del país.
Finca “Magdalena”
“Magdalena” está, al igual que “Chimax” y “Santa Margarita”, en la periferia de la ciudad de Cobán. Originalmente era de la familia Noriega, una de las más conocidas en Cobán a fines del siglo XIX. En esa época la compró el anglosajón Henry S. Scott, quien construyó una hermosa casa de tipo antiguo de dos pisos en la finca. Scott la vendió al alemán José Christ. Cuando este quedó endeudado con la firma compradora de café Rosing Brothers, Miguel Torrebiarte Sahanin, guatemalteco de nacimiento pero de ascendencia española y francesa, adquirió la finca. La producción de “Magdalena” era de unos 400 quintales. El café era famoso por haber sido registrado con la marca “ESS” (Enrique S. Scott) en el mercado londinense por un Mr. Smith, que acreditó la procedencia del café que enviaba a su país; luego cambió a “Magdalena”. Además de un beneficio húmedo y seco, la finca poseía una gran bodega, donde almacenaba varios millares de quintales de café para enviarlos a Estados Unidos. Torrebiarte era comprador y exportador nacional de café de Alta Verapaz y adelantaba fondos para futuras entregas de cosechas.
Finca “Sepacuité”
Los jóvenes norteamericanos Jesse Bird y Kensett Champney, de Boston Massachussetts, llegaron a Guatemala en 1877. Fueron pioneros en el cultivo de caña de azúcar y de café en Alta Verapaz, en donde compraron terrenos cerca de Senahú y formaron la finca llamada “Sepacuité” (nombre de una planta que da florecitas rojas). Trabajaron arduamente y paulatinamente extendieron sus cultivos en gran escala. Produjeron rones mediante la destilación de fermentos de la caña de azúcar y cosecharon hasta 10,000 quintales de café, que exportaban vía el puerto fluvial de Panzós y Lívingston. En 1906 la sociedad Owen & Champney obtuvo un diploma de reconocimiento por la calidad de café en la feria internacional de San Francisco. Poco después Bird se separó y formó su propia finca cerca del río Cahabón, mientras que Champney continuó trabajando en “Sepacuité”, en donde además de café cultivó henequén y fabricó sacos de yute, cordelería y cepillos de fibra de corozo para hacer la limpieza. Champney falleció en la finca en 1939, a la edad de 85 años.
Finca “La Concha”
Esta finca de café queda a 16 kilómeros de Villa Canales. Para llegar de la finca a la estación Morán se pasaba por la finca “La Vega”. A fines del siglo XIX “La Concha” pertenecía a Antonio Asturias, quien la vendió a Isidro Pivaral, hombre de trabajo e iniciativa. Pivaral heredó más adelante la finca por mitades a sus hijos Ovidio e Isidro. Cada parte tuvo su propio beneficio, la de Ovidio producía hasta 7,000 quintales de café pergamino y la de Isidro de 3,000 a 4,000.
Finca “Pampojilá”
Esta finca, aunque pequeña, en el municipio de San Lucas Tolimán, fue fundada en la segunda mitad del siglo XIX por Manuel Díaz, originario de San Andrés Semetabaj. Muy pronto tuvo 14 caballerías de extensión, aunque sólo una parte era cultivable. Producía más de mil quintales de café pergamino, de calidad extraordinaria por estar situados los cafetales a más de 5,000 pies de altura. Después de la crisis del café de 1897, la familia Díaz perdió la finca, la que tuvo que entregar a la firma E. Peper & Cía, pero mediante un arreglo dejaron a Eduardo Díaz administrando la propiedad. En 1912 Eduardo pagó la deuda y recuperó la finca, que sigue perteneciendo a la cuarta y quinta generación de la familia Díaz.
Fincas en La Antigua Guatemala
En La Antigua Guatemala, el cultivo de la cochinilla existió hasta 1870. Todavía en 1868 se obtenían 100 pesos por un tercio o seis arrobas de grana, pero luego la demanda decayó, relata en sus memorias Manuel Matheu Sinibaldi (1828-1922), quien desde joven se dedicó al cultivo de la cochinilla en el valle de La Antigua en varias fincas que arrendaba, un total de 188 manzanas cultivadas con nopal, de las cuales sólo 20 eran propias en “San Agustín”. En la época de asemillación ocupaba unos 700 trabajadores de ambos sexos.
En 1870 Matheu reconoció la necesidad de convertir toda la finca en cafetal, pero tuvo malas experiencias por no seguir los instructivos que antes se habían dado a conocer. Finalmente sembró un almácigo de 25,000 matas que trasplantó al año siguiente. Como había muchas fincas de café en los alrededores, Matheu concibió la idea de montar un beneficio, con la ayuda de un carpintero y un herrero. Despulpaba con la fuerza de una sola mula. Su primera cosecha extraída de 10,000 árboles y la compra de 11,500 quintales en fruta a un peso el quintal, le produjeron 500 quintales de café oro, que vendió en Londres a 10.00 pesos, sacando una utilidad de 5,000 pesos. A base de esfuerzos logró un hermoso cafetal de 50,000 matas.
Tras un baile que ofrecieron al recién casado Justo Rufino Barrios, en la Municipalidad de La Antigua, en 1874, el Ministro de Fomento, Manuel María Herrera, dispuso que se sembrara en la Antigua un gran almácigo de café para repartir gratis entre los agricultores pobres. El Jefe Político Martín Barrundia comisionó a Matheu para que llevara a cabo esa benéfica disposición en su finca “La Felicidad”, en donde cultivó un millón de matas. De ese almácigo extrajo para sembrar entre sus surcos, pero no guardó la distancia de 3 x 4 varas y disminuyó la cantidad y calidad del fruto. Ese año, una plaga de chinche roja invadió su plantación, que se desarrolló al año siguiente y llegó a su apogeo en 1877 y 1878. La finca no se recuperó, sino hasta en 1879, cuando los árboles retoñaron de nuevo y produjeron 700 quintales de café oro. Mientras tanto, Matheu había mejorado el beneficio con fuerza de vapor y procesaba mil quintales en oro bien beneficiados.
Una terrible helada quemó por completo los cafetales con el fruto, el 10 de febrero de 1881. El golpe sumió a muchos caficultores en la desesperación. Matheu decidió serruchar los 5,000 cafetos a un pie del suelo y se dedicó a la siembra de tabaco, que no se dio por la humedad del terreno. En 1883 se recuperó “La Felicidad” y los retoños prometían buena cosecha. Sin embargo, una helada en diciembre de 1885 destruyó de nuevo la totalidad de los cafetales de “La Felicidad” y de todo el valle. Finalmente, Matheu puso la finca en manos de su yerno Juan Francisco Aguirre, propietario de la finca “El Recuerdo”. La propiedad se ha mantenido por más de un siglo en manos de la familia.
Hacia 1880 ya existían importantes plantaciones de café en el valle de Sacatepéquez. El Padre José María Navarro relata en su Memoria de San Miguel Milpas Dueñas (1874), que por esos años el café se daba bien en la región. Cerca de Dueñas estaba la valiosa finca del señor Wyld y otros cafetales más. Entre éstos estaba la finca “Urías”, que compró Manuel Francisco Nájera en 1815. En 1868 sus herederos dividieron la propiedad en el Potrero de Urías y La Estancia. En 1874 Norberto Zinza compró la finca llamada “La Estancia”, que llamó “San Sebastián”, por ser oriundo de esa ciudad española, e introdujo la siembra de café en la misma.
En 1882 “San Sebastián” pasó por medio de remate a manos de Juan Francisco Aguirre, quien dos años después la vendió a su hermano Guillermo Aguirre. Este tramitó la adquisición de varias caballerías de terrenos baldíos, con lo cual “San Sebastián” llegó a tener 53 caballerías de extensión. En 1890 Aguirre vendió la finca a Miguel Portilla, administrador de los Aguirre, quien desde 1886 ya era propietario de la finca “Santo Domingo”, de caballería y media de extensión. Sin embargo, al mismo tiempo se hizo un contrato de compraventa que acreditaba a Salvador Falla y a Adolfo Stahl como copropietarios. En 1900 Stahl vendió su parte a Falla, quien sembró un bosque de ciprés y decidió instalar un aserradero, que empezó a funcionar en 1902. Al igual que otras fincas, “San Sebastián” sufrió plagas, heladas e inundaciones, la erupción del volcán Acatenango el 30 de marzo de 1927. En la época de Árbenz, la finca fue expropiada en su totalidad, lo cual contradecía el Decreto 900. Mediante un recurso de amparo y, luego, con el cambio de gobierno, “San Sebastián” fue restituida a sus propietarios.
“Capetillo”, es otra finca importante, que surgió en el siglo XVIII como propiedad del tesorero real Juan Antonio Capetillo. Hacia 1820 ese terreno fue desmembrado de una parcela del pueblo de Alotenango y la finca la formó Mariano Romá, de diferentes pedazos, hasta tener siete caballerías. Esta finca era sólo de caña de azúcar cuando la adquirió José Mariano Rodríguez en 1875, quien la sembró de café. Su producción se estimaba en 1875 en 2,800 pesos, cifra que aumentó a 12,000 pesos en 1878 y a 25,000 pesos en 1880. Un inventario de ese año indica que la finca poseía 200,000 árboles y un completo beneficio de café. Su hijo Juan José Rodríguez viajó en 1867 a la Exposición Nacional de París, con Julio Rossignon, en donde obtuvo un premio. En 1915, Juan José Rodríguez Luna ganó el único Gran Premio al Mejor Café del mundo en la Exposición en San Francisco. Entre 1939 y 1945, la finca producía 3,000 quintales de café en oro y tenía 180 colonos fijos. Actualmente “Capetillo” es una sociedad anónima.
De Manuel María Herrera, Ministro de Fomento de Justo Rufino Barrios, hay varias fincas que pasaron a sus descendientes, bajo la razón social de Herrera & Cía., como “El Potrero” y “Pastores”. “El Portal”, de 12 caballerías de extensión, la vendió Francisco Gregorio Yela a Emilio Luna y Francisco Herrera, que hacia 1860 pasó a manos de Manuel María Herrera y, desde entonces, ha estado en la misma familia. Esta era una finca de caña de azúcar y nopal, hasta la crisis de la cochinilla. Luego se cultivó en ella café, al igual que en la finca vecina “Retana” y “La Azotea”. Según el censo de 1880, Manuel María Herrera tenía 7 caballerías sembradas de café y trigo, así como un beneficio de café con sus pulperos y patios, y un molino de trigo. En la helada de 1883 sólo “El Rosario” y “El Desengaño” se salvaron, porque tenían árboles de sombra. Hoy día, “El Portal” pertenece a los herederos de Carlos Herrera Dorión.
La finca “Pastores” lleva ese nombre por el municipio en donde está situada. Desde que se estableció en la década de los 1870s fue propiedad de la familia Herrera, hasta 1964. Su beneficio de café y su casa patronal datan de 1890. Estos se construyeron en un área donde anteriormente estuvo instalado un molino de trigo. La extensión de la finca es de 110 hectáreas, cultivadas con café, en su mayor extensión. En 1964 la adquirieron Rudy Weissenberg y Carlos Dorión. A partir de 1972 perteneció exclusivamente a Weissenberg, a la vez propietario de una casa exportadora de café.
La finca “La Azotea” fue del padre Navarrete y en 1874 la adquirió Marcelo Orive, quien había llegado de España. Orive se estableció inicialmente en Huehuetenango, en donde se casó con Dominga Montt. La finca en La Antigua había sido originalmente de cochinilla, pero al caer su demanda, Orive empezó a plantar café. La extensión se amplió con la compra de varios anexos. En el siglo XX pasó a manos de Alberto Orive y posteriormente a su hija Lily de Pokorny. La finca posee un beneficio completo y, actualmente, tiene caballos, flores, verduras y un museo de café, en donde se exhibe y explica el proceso del beneficiado.
En La Antigua Guatemala no hay muchos beneficios de café, por cuanto la mayoría de las fincas son pequeñas, generalmente de una caballería o menos. Sin embargo, es muy conocido y afamado el beneficio de café San Lázaro, que hacia 1915 tenía la capacidad de 15,000 quintales. Su propietario, el francés Luis Furminieux, también tenía plantaciones conocidas con el mismo nombre en Sacatepéquez.
Otras fincas importantes en el valle de Antigua son: “Pavón”, “El Pintado”, “Medina”, “El Potrero”, “Las Victorias”, “Cabrejo”, “San Ignacio”, “Belencito”, “Retana”, “Carmona”, “Bella Vista”, “La Soledad”, “La Chacra”, “San Rafael Urías”, “El Rosario”, “Filadelfia” y “Tegucigalpa”. Algunas aún están en manos de los descendientes de sus antiguos propietarios. El café de Antigua se clasifica como una clase especial, que tiene gran demanda en el mercado exterior por su excelente calidad, y que los guatemaltecos califican como uno de los mejores del mundo.
#AmorPorColombia
La Caficultura y los empresarios en Guatemala
Limpia de cafetales, finca Los Diamantes, Escuintla, de la Compañía Hanseática de Plantaciones Guatemala-Hamburgo.
Finca La Libertad, Costa Cuca, Quetzaltenango. Fotografía de Joaquín Alcain, ca. 1886.
Heinrich Rudolf Dieseldorff (en medio), con otros alemanes, jugando una partida de tenis en el patio de secado de la finca Santa Margarita, Cobán.
Gustav Helmrich y señora, en su finca Sachamach, Cobán, Alta Verapaz. Helmrich publicó en 1913 un artículo sobre sus ensayos relativos al empleo de abonos artificiales en el cultivo del café.
Tienda de Sarg Hnos. en Cobán, con sus carretones para transportar café de Cobán a Panzós y, viceversa, mercadería proveniente de Europa y Estados Unidos.
Erwin Paul Dieseldorff con su hijo Wilhelm Erwin, en la finca Santa Margarita, Cobán. Fuera de la caficultura, sus intereses se extendieron a la arqueología y la religión mayas, y las plantas medicinales.
Los hermanos Carl y Richard Sapper, en la finca Chimax, Cobán, fines del siglo XIX. El Dr. Carl Sapper, que era geógrafo, hizo las mediciones de las fincas de su hermano y también dibujó mapas de Centroamérica desde el istmo de Tehuantepec hasta Panamá.
Emil Sterkel, de la finca Esperanza, Tucurú, Alta Verapaz, llegó a Guatemala en 1899, un año después que su hermano Julius. Con la herencia de sus padres compraron juntos las fincas Esperanza y Pachilhá.
Acción del Ferrocarril Verapaz de 1,000 marcos.
Locomotora del Ferrocarril Verapaz.
Finca El Porvenir, San Marcos. Comprada por la Compañía Hamburguesa de Plantaciones a la viuda de Justo Rufino Barrios, Francisca Aparicio, en 1889. Fotografía de Joaquín Alcain, ca. 1886.
Finca Las Viñas, en Santa Rosa. Miguel Urruela la vendió a la Compañía Hanseática de Hamburgo, en 1889. Fotografía de Joaquín Alcain, ca. 1886.
Patio de secado con beneficio y casa patronal (der.), de la finca Cerro Redondo, Santa Rosa. Fotografía de Joaquín Alcain, ca. 1886.
Federico Keller, primer administrador de San Andrés Osuna en 1895, con su esposa Elsa Witzell de Keller. En 1899 adquirió la finca Santa Isabel, en Pueblo Nuevo Viñas, Santa Rosa, que aún está en manos de la familia.
Robert Kleinschmidt, propietario de la finca Cerro Redondo, que fue administrada por Otto Hartleben, ca. 1910.
Heinrich A. Schlubach , co-propietario de la Compañía de Plantaciones en Centroamérica S.A.
Otto Thiemer, co-propietario de la Compañía de Plantaciones en Centroamérica S.A.
Finca El Perú, en San Marcos, de Nottebohm Hermanos.
John Hawley, quien en 1890 compró la finca Oná, en El Quetzal, San Marcos.
Walter Lind (centro) y Gordon Smith (der.), de la finca Mocá, en Suchitepéquez.
Vapor “Porvenir”, de bajo calado, con su rueda de popa en acción en el lago de Izabal.
Felipe Yurrita, de fincas Santa Elena, Nueva América, Nueva Australia y El Ferrol, en San Marcos.
Kensett Champney, de finca Sepacuité, Senahú, Alta Verapaz.
Enrique Boppel, administrador de las fincas Las Nubes, San Isidro, Zambo, Altamira, Chinán y Milán, en Suchitepéquez, de Glade & Temme, las cuales adquirió en 1921.
Isidro Pivaral Batres, hombre de trabajo e iniciativa que compró la finca La Concha, en Santa Rosa, a fines del siglo XIX.
Manuel Díaz Barrios de finca Pampojilá, Sololá.
Manuel Matheu Sinibaldi (1828-1922), de la finca La Felicidad, Antigua, autor de memorias que ilustran sus experiencias como cultivador de cochinilla y luego de café en el Valle de Panchoy, Antigua Guatemala.
Juan Francisco Aguirre Valdés, de la finca San Sebastián,
Salvador Falla, en 1886 compró la finca San Sebastián a Juan Francisco Aguirre junto con Adolfo Stahl, quien vendió su parte en 1900.
Rafael Valdés Quiroa, de la finca San Rafael Urías, Antigua.
Finca El Portal, de la familia Herrera, en La Antigua Guatemala. Al fondo se observan los árboles de sombra que protegen el café del sol y las heladas. Fotografía de Juan José de Jesús Yas, ca. 1920.
Texto de: Regina Wagner
Durante los últimos doce años del siglo XIX, la expansión y el éxito comercial de la caficultura despertó entre los extranjeros un creciente interés por esa actividad agrícola; tanto por los buenos precios del grano en el mercado internacional como por sus bajos costos de producción, que garantizaban una ganancia segura.
El arribo de inmigrantes europeos a lo largo del siglo XIX y la penetración de capital foráneo fueron una respuesta a los incentivos de desarrollo económico que ofrecía el Estado liberal. Su legislación fomentó la inmigración extranjera, la cual arribó en forma espontánea, ya fuera por invitación de parientes y amigos ya establecidos en el país, o por negocios o contratación para administrar empresas, trabajar en casas comerciales o fincas cafetaleras, o para construir vías de comunicación más modernas.
A Guatemala llegaron personas de diversas nacionalidades: ingleses, belgas, alemanes, franceses, españoles, italianos, suizos, estadounidenses y sudamericanos. Entre éstos había empresarios, comerciantes, hombres de negocios, administradores, ingenieros, agrónomos, técnicos, mecánicos, médicos, geógrafos, artesanos, maestros y trabajadores para la construcción.
Los empresarios que provenían de países con un desarrollo y movimiento comercial y marítimo más dinámico, como Gran Bretaña, Alemania, Francia y Estados Unidos, estaban relacionados con las técnicas mercantiles más avanzadas del mundo capitalista. Además, tenían contactos con casas bancarias y comerciales del exterior, en donde obtenían financiamiento para sus empresas y cosechas.
Todo aquel que deseaba emprender la formación de una hacienda cafetalera necesitaba capital inicial para adquirir una finca en producción o tierras baldías para iniciar una plantación. Para ser exitoso, debía tener ciertos atributos y cualidades que, en las palabras de Erwin Paul Dieseldorff, eran: saber calcular costos, planificar en forma racional, prever adversidades o circunstancias favorables, tomar decisiones, tener talento organizativo, energía y ciertos conocimientos prácticos y técnicos de la producción y la comercialización del producto.
Según explica Erwin Paul Dieseldorff, el empresario agrícola moderno es aquel que cuida y atiende su hacienda con circunspección, posee una preparación teórica y práctica de las actividades comerciales y agrícolas, invierte con visión a largo plazo, reinvierte en el proceso de producción para mejorar la calidad y la cantidad del producto y busca aumentar su riqueza con base en el crecimiento gradual de la empresa, la cual controla, supervisa y administra. Cuando la extensión de sus propiedades es demasiado amplia, hace bien en contratar a subadministradores y expertos en agronomía, en quienes puede delegar tareas, tanto de la plantación y la oficina de contabilidad como del beneficio.
Muchos de estos extranjeros fueron verdaderos pioneros, que durante largos años vivieron apartados de la civilización occidental, trabajando desde temprano a la par de sus capataces y peones. En la región de Alta Verapaz, la mayor parte aprendió la lengua kekchí para comunicarse bien con los mozos y darles órdenes correctas a los mozos indígenas, pues del buen trato con los trabajadores dependía en mucho el desenvolvimiento y el éxito de la empresa.
Bajo el Estado liberal, los empresarios cafetaleros extranjeros estaban en igualdad de condiciones para adquirir tierras, denunciar baldíos, así como en la obtención de mano de obra agrícola, ya fuera por medio de los jefes políticos o los habilitadores.
Los buenos precios permitían hacer buenas ganancias, que muchos inversionistas trasladaron al extranjero, en donde se repartieron los dividendos entre los accionistas después de deducir costos y salarios. Pero a la vez reinvertían en maquinaria, mejoras en el equipo o las instalaciones, utensilios, sacos, enseres y, en todo caso, en los costos de producción de la próxima cosecha. A diferencia, muchos nacionales invertían su dinero en el país, y también gastaban mucho en artículos suntuarios, consumían bienes importados de Europa, vestían a la moda parisina y hacían viajes al exterior, sobre todo a la Ciudad Luz.
De toda la inmigración extranjera a Guatemala, la alemana fue la más influyente económicamente, sobre todo por su fuerte participación en la caficultura, los negocios relacionados con las exportaciones de café, de comisión y financiamiento de las cosechas, así como el beneficio del café.
La inmigración alemana y su relación con el café
La inmigración alemana a Guatemala se inició con Carl Rudolph Klée en 1828, comerciante hanoveriano que se asoció con el británico George Ure Skinner en la década de 1830. Más adelante compró la hacienda Izpanguazate, en Escuintla, y se dedicó a la producción y exportación de cochinilla en gran escala. Klée fue nombrado Cónsul General de las ciudades hanseáticas de Bremen, Hamburgo, Lubeca y de los reinos de Prusia y de Hanóver a mediados de la década de 1840. Falleció en 1853 a la edad de 50 años; de haber vivido más, seguramente se hubiera involucrado en el cultivo y negocio del café en grande.
Después de 1843 comenzaron a arribar inmigrantes belgas y alemanes de la Compañía Belga de Colonización de Santo Tomás a la capital, en búsqueda de un mejor clima y medio económico para vivir. Entre éstos había principalmente artesanos y gente de oficios mecánicos, como Julius Smout y Diego Vassaux, quienes posteriormente inventaron máquinas para beneficiar café. El pastelero y cervecero Hermann Bendfeldt prosperó en su negocio. Al fallecer, tenía entre sus haberes un cafetal de 27 manzanas llamado “El Sauce”, frente al muro de la Recolección, en la ciudad de Guatemala, con 13 manzanas cultivadas con 12,000 cafetos e igual número de almácigos, estanques y pilas para fermentar el café, un patio para asolear, despulpador, retrilla, ventilador y cinco galeras de habitación para los mozos.
A mediados del siglo XIX llegaron también algunos comerciantes por cuenta propia, como Georg I. Hockmeyer y Ernst Rittscher, oriudos de Hamburgo, quienes fundaron en Guatemala un negocio de importaciones y exportaciones en 1854. Con el tiempo expandieron sus operaciones a la costa suroccidental, en donde sus agentes viajeros vendían mercancías y compraban café a los caficultores de la zona de Suchitepéquez, lo almacenaban en la plaza de Retalhuleu y luego lo exportaban vía Champerico a Hamburgo. Hacia 1860 también se estableció en la capital la casa Rieper, Augener & Co., de Bremen, que al igual que Hockmeyer & Cía. fue una de las más grandes exportadoras de café en la década de los setentas.
Hacia 1868 la colonia alemana residente en Guatemala contaba ya con unas 100 personas, incluyendo a mujeres y niños; en 1897 el número ascendía a mil, distribuidos en todos los departamentos de la Costa Sur, Alta Verapaz y en la capital. Por la importancia que adquirieron Cobán, Retalhuleu y Quetzaltenango como centros comerciales y cafetaleros, se establecieron allí casas alemanas de comercio y sucursales que importaban manufacturas, artículos de ferretería, mercería, etc., y exportaban productos agrícolas, como el café, de manera que después de 1879 el cónsul general alemán Werner von Bergen erigió viceconsulados en esas plazas, así como en El Tumbador y en el puerto de Lívingston.
Tales cargos consulares fueron ocupados por comerciantes de conocida honorabilidad y relevancia comercial, como Franz Sarg en Cobán y más tarde en la capital, otros fueron también importantes cafetaleros, como Richard Sapper en Alta Verapaz y Gustav Boy, administrador de la finca “Las Mercedes” de Hockmeyer en la Costa Cuca, quien fue nombrado vicecónsul de Retalhuleu y luego de Quetzaltenango.
Parte del éxito de los alemanes es que sus inversiones en el país se vieron garantizadas por la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación que celebró el Cónsul General y Encargado de Negocios del Imperio Alemán, Werner von Bergen, con la República de Guatemala, el 20 de septiembre de 1887. Dicho tratado estuvo vigente tras varias prórrogas hasta 1915. La importancia del Tratado Montúfar-von Bergen, como se le conoce comúnmente, radica en que otorgaba completa libertad de comerciar, comprar y poseer terrenos, almacenes y tiendas en ambos territorios, y de nombrar apoderados; completa y constante protección para sus personas y propiedades; exoneración del servicio militar y de todas las contribuciones extraordinarias de guerra y préstamos forzosos. Además, consideraba como alemanes a los hijos legítimos de quienes tenían esa nacionalidad y habían nacido en Guatemala, en tanto no optaran por la ciudadanía guatemalteca al llegar a la mayoría de edad.
Al mismo tiempo que se desarrollaba la economía agrícola de Guatemala, se expandieron los intereses comerciales y agrícolas de los alemanes residentes en el país y aumentó la inmigración alemana, particularmente en la década de auge entre 1888 y 1897. Esta fue una época de apogeo en la economía cafetalera del país, en la que capitalistas alemanes compraron fincas y formaron compañías de plantaciones de café en Hamburgo, con inversiones en Guatemala. A esto se suman los créditos otorgados a la caficultura con la consiguiente compra de dichas cosechas para la exportación, lo cual explica por qué la participación de Alemania ascendió en el total de las exportaciones del café guatemalteco del 40% en 1880 al 50% en 1889 y al 64% en 1896.
Hacia 1897 un registro de las propiedades rurales de los alemanes por el Secretario de la Legación Alemana dio como resultado un total de 170 fincas, 68 ubicadas principalmente en los distritos de la Costa Grande (Escuintla), Pochuta y Yepocapa (Chimaltenango), Patulul, Santa Bárbara, Chicacao y San Francisco Zapotitlán (Suchitepéquez); en la Costa Cuca, Colomba y Xolhuitz (Quetzaltenango), en la Costa Cucho, La Reforma, Malacatán y El Tumbador (San Marcos). Las restantes 102 estaban ubicadas en Alta Verapaz.
Las fincas de la bocacosta sur abarcaban 2,445 caballerías, las de Alta Verapaz más de 3,528 caballerías; en total sumaban casi 6,000 caballerías, cultivadas en su mayoría con café, algunas también con caña de azúcar y ganado. Sólo dos o tres tenían cacaotales. La mayoría poseían pastos para el mantenimiento de las monturas, bestias de carga y reses para el consumo propio. Tenían, además, tierras para el cultivo de maíz, frijol y banano, el principal alimento de la población indígena.
De una producción promedio nacional de 700,000 quintales de café en el quinquenio de 1895 a 1899, las cosechas de las fincas de alemanes arrojaban de 200,000 a 250,000 quintales, lo que significaba una tercera parte del total de la producción de café del país. A esto se suma que los exportadores de café enviaban cerca de dos tercios del café guatemalteco a Alemania.
Fincas de alemanes en Alta Verapaz
Muchos inmigrantes involucrados en los negocios de importaciones y exportaciones hicieron dinero o, al recibir herencias, invirtieron en fincas cafetaleras.
Heinrich Rudolf Dieseldorff, quien más adelante compró la finca “Chipoc”, en las inmediaciones de Cobán, fue el primer comerciante alemán que llegó a Cobán en 1865. El segundo fue el ingeniero Franz Sarg, quien en 1868 fundó la empresa F. C. Sarg & Co. en San Cristóbal. Como el trabajo de la explotación de las minas de plomo que hacía para George Skinner no resultó rentable, adquirió el cafetal “Pancorral” con una buena retrilla a orillas de la laguna de dicho lugar. La única competencia digna de mención era la del español Chico Planas, que compraba y juntaba toda la cosecha de los pequeños productores de Alta Verapaz. La recibía en pergamino y la limpiaba en una retrilla instalada cerca de su casa y luego la exportaba vía Izabal y Belice.
En 1870 arribó a Guatemala el hermano de Franz, James Frederick Sarg, quien compró poco después la finca “Sachamach” del chileno Camilo Borja, en donde inventó el despulpador que lleva su nombre. Los hermanos Sarg abrieron en Cobán la casa comercial Sarg Hnos. En 1873, que vendieron diez años después a su socio Moritz Thomae, a la vez propietario de la finca “Cubilgüitz”. Entre otras cosas, Sarg Hnos. seleccionaba y empacaba café en sacos para la exportación proveniente de la finca “Sachamach” y otras, e importaba ruedas para construir carretones de Estados Unidos para transportar los sacos de café de Cobán a Panzós y viceversa, la mercancía que arribaba vía Lívingston y Panzós.
El transporte terrestre entre Cobán y Panzós se vio favorecido después que el ingeniero Franz Sarg terminara la construcción de dicha carretera, primero por mandato del Presidente Cerna y después del Presidente Barrios, concluyendo la vía en 1879. Esto coincidió con la habilitación del puerto de Lívingston y aseguró el porvenir de la Verapaz en lo comercial y agrícola, tal como lo había previsto Julio Rossignon dos décadas atrás.
Mientras tanto, otros inmigrantes alemanes llegaron a la Verapaz, como Hermann Helmrich, quien compró la finca “Santa Margarita” a orillas del río Cobán. Sus hermanos August y Gustav adquirieron las fincas “Samac” y “Champoc”; Hans von Türckheim la finca “Chicoyoito”, Ernst Fetzer la finca “Saxoc” y Oskar von Nostitz la finca “Sasís”; “Chiacam” perteneció a von Nostitz y a Willie Anton Dieseldorff, sobrino de Heinrich Rudolf.
En 1884 arribó a Cobán Richard Sapper, quien trabajó primero como administrador de la finca “Chiacam”, luego entró en sociedad con Nostitz y Dieseldorff en la misma. Después adquirió la finca “Chimax”, en Cobán, en donde puso un negocio de compra, beneficio completo y exportación de café y ofrecía adelantos de dinero para levantar las cosechas. Cuando se fue incrementando el capital de su empresa adquirió otras fincas: “Chinamá”, “Campur”, “Chirixquiché”, “Chajmayic”, “Samox”, “Chajchucub”, “Tres Cruces”, “Sexux” y otras. Sapper supervisaba desde “Chimax” el conjunto de fincas y contrataba a colaboradores alemanes para trabajar en la administración local de cada una.
Su hermano, el geógrafo Doctor Carl Sapper, hizo la medición de sus fincas y en la época lluviosa administró “Campur”, de 157 caballerías. En la temporada seca hacía sus caminatas por toda Centroamérica para hacer mediciones geográficas con el fin de elaborar mapas científicos. Entre otros administradores de sus fincas llegó a Guatemala su primo David Sapper, quien después administró “Campur” y “Chiacam”. Richard Sapper también fue agente del Banco de Guatemala en Cobán y vicecónsul alemán de Cobán de 1897 hasta su muerte en 1912.
Erwin Paul Dieseldorff, sobrino de Heinrich Rudolf y primo de Willie, fue otro cafetalero alemán importante de Alta Verapaz. Arribó a Cobán en 1888, a la edad de 20 años, y tras conocer las posibilidades del departamento, los negocios alemanes en la capital y hacer una breve pasantía de voluntario durante la cosecha de café en la finca “San Francisco Miramar” de Koch Hagmann & Co., decidió invertir el dinero de su herencia en fincas que compró por etapas, llegando a ser a la par de Richard Sapper uno de los más grandes exportadores de café en Alta Verapaz. En 1897 tenía las propiedades “Chajcar”, “Secac”, “Olpán”, “Chiachal” y “Seacté”, un total de 125 caballerías.
Otras fincas de alemanes dignas de mención, ubicadas en Alta Verapaz, eran “Esperanza” y “Pachilhá”, de los hermanos Emil y Julius Sterkel; “Pancús”, de Otto Hussmann y “Westfalia” y “Monteblanco”, de sus herederos; “Chitoc”, de Günter Feucht; “San Vicente”, de Hugo Droege; “Panzamalá”, de los hermanos Appenzauser; “Coyocté”, de Max y Matilde Quirin; “Secansín”, de Max Wohlers; “Chirrepec” y “China-Sayub”, de Georg Boehm, y otros más.
El comerciante de importaciones y exportaciones Federico Gerlach era propietario de varias fincas en Alta Verapaz: “Actelá”, “Samilhá”, “Seritquiché”, “Chijolom”, “Sillap” y “Tzalamilá”; asimismo “Olas de Mocá”, en Suchitepéquez. Juntas sumaban unas 800 caballerías, cultivadas con 300,000 cafetos. En la capital tenía un negocio que otorgaba adelantos de dinero para las cosechas de café, compraba café en cereza y lo beneficiaba en sus modernas y completas instalaciones “La Moderna”, beneficio ubicado en donde se encuentra actualmente el Ministerio de Finanzas, al cual llegaba una línea de ferrocarril con vagones de café desde la cercana Estación Central.
Fincas de alemanes en la Bocacosta Sur
En la región suroccidental del país también se establecieron muchos alemanes. La primera empresa cafetalera importante fue la del suizo-alemán Otto Bleuler & Cía., quien después de vender la gran finca de café “Seritquiché” en Alta Verapaz a los hermanos franceses Donnadieu, adquirió en 1876 la antigua y bella finca “San Francisco Miramar”, de 26 caballerías, en Colomba, Costa Cuca, cuya producción de café se consideraba la primera de la región. Pronto agregó a ésta la finca “El Reposo”, de 21 caballerías. Cuando Bleuler retornó a Europa, sus administradores continuaron dicha empresa con el nombre de Koch Hagmann & Cía. Sophus Koch, quien en opinión de Franz Sarg fue el alemán que más rápidamente progresó en Guatemala, se hizo cargo del negocio en la capital, y su socio Rudolf Hagmann de la administración de “San Francisco Miramar”, a la que agregaron las fincas “El Reposo”, en la Costa Cuca; “Morelia”, de 26 caballerías, en Escuintla; “Rosario-Bola de Oro”, en Colomba y “Santa Sofía”, en San Pedro Yepocapa, Chimaltenango. En total, las fincas sumaban 161 caballerías.
El comerciante hamburgués Johannes Lüttmann, quien tenía estrechas relaciones comerciales y familiares con Ernst Rittscher en Guatemala, fue otro inversionista en fincas de café. A fines de la década de 1880 Lüttmann compró las fincas “Germania”, “Lubeca y Brema” y “Hamburgo” en Soconusco y, a inicios de la del 90, las fincas “La Arabia”, “El Naranjo” y “Nahuatancillo” en San Marcos y las fincas “Santa Anita” y “El Rodeo” en Pochuta, Chimaltenango. Lüttmann mismo nunca vino a Guatemala, pero envió a sus sobrinos y a sus hijos para que las administraran.
Otros comerciantes suizo-alemanes fueron Juan Maegli y Hugo Gaegauf, quienes además de tener una casa comercial en Guatemala y una sucursal en Quetzaltenango, compraron las fincas “Hamburgo” y “San Nicolás” en San Vicente Pacaya, Amatitlán, “El Arco” en Chicacao y “Chitalón” en Mazatenango, Suchitepéquez.
En 1895 los socios Glade & Temme, de Hamburgo, compraron de los descendientes de William Nelson las fincas “Las Nubes”, “San Isidro”, “Zambo” y “Altamira” en Mazatenango, y “Chinán” y “Milán” en Chicacao, Sololá, que en total sumaban 50 caballerías. Cuando los socios Glade & Temme se retiraron de Guatemala, su administrador Enrique Boppel adquirió las mismas en 1921. Asimismo, los socios Andersen & Höpfner poseían cuatro fincas en Sololá: “San Rafael”, “Potosí”, “El Guatalón” y “La Chorrera”.
Entre 1888 y 1897 el negocio del café se había vuelto tan floreciente, dinámico y lucrativo, que al amparo del Tratado Montúfar-von Bergen, varios inversionistas en Hamburgo, relacionados con el comercio de exportaciones e importaciones, fundaron y registraron en Hamburgo sociedades anónimas de plantaciones. Compraron grandes fincas cafetaleras en Guatemala, cuya administración encargaron a peritos agrónomos, que se dedicaron al cultivo del café de manera científica y sistemática y participaron de los dividendos que arrojaba la producción. Tales inversionistas y administradores contribuyeron en mucho al desarrollo general de la industria del café en Guatemala. Muchos accionistas figuraban en varias o casi todas las compañías.
La Compañía Hamburguesa de Plantaciones en Guatemala “El Porvenir”
La primera sociedad fue la Compañía Hamburguesa de Plantaciones en Guatemala “El Porvenir”, que en 1889 compró a Francisca Aparicio, la viuda de Justo Rufino Barrios, la finca “El Porvenir”, de 153 caballerías, ubicada en las laderas del volcán Tajumulco en San Marcos, por dos millones de marcos (500,000 pesos). Esta finca tenía cafetales, ganado y una vía de ferrocarril que atravesaba el campo. La primera cosecha fue de 8,000 quintales de café, siete años después ésta casi se duplicó, con 1.2 millones de cafetos.
La Compañía Hanseática de Plantaciones Guatemala-Hamburgo
En 1889 la Compañía Hanseática de Plantaciones Guatemala-Hamburgo adquirió por tres millones de marcos (750,000 pesos) las fincas “Las Viñas” y “Los Diamantes”, y en 1897 “El Zapote”, de 60, 20 y 73 caballerías, respectivamente, en total 153, ubicadas en Santa Rosa la primera y en Escuintla las restantes. Su producción anual de café arábigo y borbón era de unos 13,000 quintales de café con un total de 1.750,000 cafetos; y de unas 2,000 cargas de azúcar, que fueron aumentando con los años.
“Las Viñas” se remonta a 1834, cuando el español Jorge Ponce adquirió la finca “La Vega”, cerca de Barberena. Esta hacienda se dividió en las fincas “La Pastoría” (que primero compraron los hermanos Santos Herrarte y después Chalmer’s Guthrie & Cía.), “Salitrillo” y “Las Viñas”, que luego pasó a manos de Miguel Urruela, quien sembró los primeros cafetales en 1864. Por problemas con Justo Rufino Barrios, Urruela tuvo que emigrar y, años más tarde, vendió “Las Viñas” a la Compañía Hanseática en Hamburgo, por 200,000 dólares.
“Los Diamantes” fue fundada a mediados del siglo XIX. En 1889 fue adquirida por la Compañía Hanseática y después perteneció a la firma Herrera & Compañía. La finca producía café y caña. El café se beneficiaba con maquinaria movida por fuerza hidráulica; la caña se molía a 12 kilómetros de distancia en el gran ingenio “Pantaleón”, de la Compañía. “El Zapote” estaba cultivada de café y caña y fue administrada por Enrique Peper, cuando era de la Compañía Hanseática. Llegó a producir 3,000 cargas de panela. Después pasó a formar parte de la Compañía Agrícola “Viñas-Zapote” y en 1928 fue adquirida por Overseas Estates Limited, que ya sólo produjo café, hasta 8,000 quintales de café oro.
La Compañía de Plantaciones “Chocolá”
En 1891 se constituyó en Hamburgo la Compañía de Plantaciones “Chocolá”, que compró la finca del mismo nombre a José Guardiola por 2.6 millones de marcos (650 mil pesos). En 1900 la Compañía adquirió las pasturas adyacentes de “Madre Mía” en el distrito de Santo Tomás Perdido, municipio de Cuyotenango en la Costa Grande, Suchitepéquez, abarcando un total de 56 caballerías.
Con una plantación de 560,000 cafetos producía entre 7,000 y 13,000 quintales de café según la fluctuación de las cosechas, y llegó a producir hasta 17,000 en 1894/95. Rendía, además, 11,000 a 20,000 quintales de azúcar, que ascendieron a la cantidad de 30,000 en 1913/14. Esta finca sufrió mucho por la erupción del volcán Santa María en 1902 y los terremotos que le siguieron.
La Compañía de Plantaciones “Osuna-Rochela”
En 1895 se fundó la Compañía de Plantaciones “Osuna-Rochela”, que por tres millones de marcos compró las fincas “San Andrés Osuna” y “La Rochela”, en Escuintla, a 2,600 pies de altura, en clima templado, al amparo de la cordillera. Juntas abarcaban 100 caballerías, ubicadas al sur entre los volcanes de Fuego y de Agua. El primer administrador de la finca en 1895 fue Federico Keller padre, quien mejoró el beneficio en “San Andrés”, cuyos cafetales producían café arábigo-borbón y maragogype. “La Rochela” era un anexo ganadero. Desde el anexo “Ceylán” pasaba el café por encima de un barranco hondo en un chifle (tubo de lámina de hierro), recorriendo cinco kilómetros de distancia, que con la fuerza del agua arrastraba el grano hasta el beneficio en San Andrés. Otro anexo importante era “Chuchú”, a cuatro kilómetros, cuyo café llegaba en funicular movido por fuerza hidráulica, una gran novedad entonces. Esta vía de transporte aéreo, de unos seis kilómetros de largo, recogía el café en cereza en tres estaciones y lo llevaba al beneficio en carritos colgados de cables. Allí se volcaba el café maduro que bajaba al beneficio húmedo por medio de un chifle de hierro con corriente de agua. Después del beneficio húmedo, se hacía el trabajo de escogido del café, empleándose hasta cien escogedoras que trabajaban en mesitas automáticas, donde el café pasaba por una banda. Los sacos de la finca indicaban, por un lado: Product of Guatemala, y al reverso: Osuna. Las cosechas de “San Andrés-Osuna” alcanzaron en algunos años hasta 30,000 quintales.
La Finca “Cerro Redondo”
A fines del siglo XIX se formaron otros consorcios alemanes. En Barberena, Santa Rosa, los inversionistas alemanes Robert Kleinschmidt, Gustav Müller y Carlo Thomsen adquirieron la finca “Cerro Redondo” de los descendientes del costarricense Saturnino Tinoco, Julio y Dolores Tinoco de Vásquez. La finca fue remedida por Ernesto Marroquín en 1890 –medía 86 caballerías–, y vendida a la sociedad Kleinschmidt & Cía., que se disolvió en 1891. Robert Valentin Kleinschmidt continuó siendo su dueño. En 1895 vendió la mitad ideal de la finca a los señores Gustav Müller y Carlo Thomsen, de Hamburgo, reservándose la administración y el manejo de la misma. En 1898 volvió a ser de su propiedad, la cual, más adelante, fue administrada por Otto Hartleben.
La Compañía de Plantaciones “Concepción”
En 1897 se formó otro consorcio en Hamburgo que compró a Javier du Teil y a su copropietario, el Ministro alemán Werner von Bergen, las nueve fincas conocidas como “El Val du Teil”, que comprendían 92 caballerías de extensión en Escuintla. Con dicha adquisición el consorcio fundó la Compañía de Plantaciones “Concepción”, cuyo valor ascendía a dos millones de marcos. Sin embargo, ese año los precios del café bajaron drásticamente, por lo que la compañía se vio obligada a contraer no sólo un empréstito, sino también a concentrar su cultivo y producción en caña de azúcar, que alcanzó hasta 30,000 quintales de azúcar y 10,000 de café. Adjunto al ingenio estableció una fábrica de aguardiente, que destiló 150,000 botellas en 1898/99.
La “Compañía de Plantaciones en Centroamérica, s.a”.
Alrededor de 1900 los socios Heinrich Schlubach y Otto Thiemer, con centro de operaciones en Hamburgo, adquirieron un complejo de pequeñas fincas en Guatemala que administraron sus hijos Herbert, Roderich y Edgar Schlubach, así como J. Landahl y Walter Dauch. Estas fincas eran “San Ignacio”, “Santa Clara”, “Esperanza”, “El Chile”, “Camelias”, “Carmen”, “Peña-Blanca-Ajalón”, “Rincón de Belén” y “Bolívar”, más el beneficio de café “El Ciprés” en Villa Canales, Guatemala. En 1902 construyeron un gran beneficio de café en Escuintla y compraron las fincas “San Luis”, “Concepción”, “Candelaria”, “Santa Amalia” y “El Pensamiento”; esta última había pertenecido al presidente Manuel Lisandro Barillas. Todas estaban ubicadas en San Marcos y Quetzaltenango.
Cuando acaecieron las erupciones del volcán Santa María en 1902, “El Pensamiento” y “Bolívar” sufrieron mucho daño, pues quedaron cubiertas hasta por dos metros de ceniza. Los socios decidieron vender entonces todas las fincas pequeñas, excepto “Bolívar”, y se quedaron sólo con las grandes. A partir de 1904, las fincas de Schlubach Hnos. & Cía. en la bocacosta sur fueron supervisadas y administradas por el experto David Sapper, quien había aprendido el oficio de caficultor durante largos años en las fincas de su primo Richard en Alta Verapaz. Bajo la nueva administración, estas fincas produjeron 5,000 quintales de café en 1901/02, en 1908/09 arrojaron una cosecha de 20,000 quintales, con un promedio anual de entre 13,000 y 15,000 quintales de café pergamino hasta 1914. En 1910 dichas fincas fueron integradas en la “Compañía Centroamericana de Plantaciones”, con sede en Hamburgo. Su capital social ascendía a dos millones de marcos, divididos entre las familias Schlubach y Thiemer.
En 1911 la empresa de Koch Hagmann & Cía. incorporó sus fincas “San Francisco Miramar”, “Morelia”, “El Reposo”, etc., en una compañía llamada “Sociedad Anónima de Plantaciones en Centro-América”, cuyo promedio anual de producción llegaba a unos 17,000 quintales de café. Al fallecer el señor Sophus Koch en 1914, todos los bienes y propiedades de Koch Hagmann & Cía. se fusionaron con los de Schlubach, Dauch & Cía. Tras la fusión, todo el complejo de fincas continuó operando bajo el nombre de “Compañía de Plantaciones en Centroamérica, S.A.”, con sede en Hamburgo, con una producción de hasta 32,000 quintales de café en pergamino.
Nottebohm Hermanos
Otra empresa que inició relaciones agrocomerciales con Guatemala a fines del siglo XIX fue Nottebohm & Co. de Hamburgo, que primero financió y compró cosechas de café durante varios años, hasta que por la crisis de 1897 muchos créditos asegurados con hipotecas entraron en morosidad. Nottebohm convino en administrar primero tales fincas, pero al término de cinco años varias plantaciones pasaron a manos de sus acreedores alemanes.
Así, en 1904, Nottebohm adquirió varias propiedades de la familia de Juan Aparicio, con las cuales formó la Compañía de Plantaciones “Cecilia” Limitada, de 57 caballerías, en Santo Tomás Perdido, Suchitepéquez. Esta empresa fue administrada por Nottebohm Hnos., que entre 1902 y 1915 adquirió las fincas cafetaleras “La Florida” en Pochuta, Chimaltenango; “Asturias” en Pueblo Nuevo, Suchitepéquez; “Las Carolinas” en San Martín Zapotitlán, Retalhuleu; “Santa Sofía”, “Chile”, “Elena”, “Plata”, “Nueva Unión” y “Argentina” en San Francisco Zapotitlán; “Los Castaños” en Chicacao; “Mediodía”, “Bola de Oro”, “El Perú”, “Las Delicias” y “Montecristo” en El Tumbador, San Marcos, y “Las Sabanetas” en Barberena, Santa Rosa. Dicho complejo de fincas comprendía un total de 150 caballerías.
Fincas cafetaleras de otras nacionalidades
En Guatemala hay una serie de grandes fincas, que fueron creadas tanto por guatemaltecos como por extranjeros, en algunos casos cambiaron de propietario; en otras, aún siguen en manos de la misma familia por varias generaciones. Estas fincas tienen la reputación de producir un excelente café, cuya demanda en el exterior ha sido muy buena. A continuación se darán a conocer los datos de algunas grandes plantaciones, tanto de nacionales como extranjeros, de las cuales se ha conservado documentación y se ha obtenido información oral fidedigna.
Finca “Oná”
La finca “Oná”, ubicada en el municipio de El Quetzal, San Marcos, fue adquirida en 1890 por los hermanos John y James Hawley, y un francés de apellido Sosbielle. Los hermanos Hawley eran hijos del matrimonio de Gideon Hawley, de Nueva York, y Adelaida Domínguez MacKenney?, de Chiapas, México. A una altura de 3,000 pies sobre el nivel del mar, “Oná” comprendía un área de 30 caballerías, un tercio plantado con café (a 3 x 3 varas) y una sexta parte resguardada para pasturas y el resto se limpiaba para sembrar más café. Los más de 400,000 cafetos producían por árbol un promedio de 2.5 libras de café, o sea unos 10,000 quintales, incluyendo 50,000 plantas que estaban por dar cosecha. Se fertilizaba con abono natural (mezcla de pulpa de café con estiércol) y químicos. El beneficio de café húmedo estaba equipado con maquinaria moderna, desde los tanques de agua proveniente de manantiales de la finca, hasta la maquinaria separadora. El agua que movía la rueda Pelton era traída a través de un conducto de 4 km de largo. El café se enviaba a Hamburgo, Nueva York o San Francisco. Se transportaba en mulas a la estación de Vado Ancho, de allí en ferrocarril hasta el puerto de Ocós.
Finca “Mocá”
En el año de 1910, los ingleses Gordon P. Smith y Walter Lind (de ascendencia noruega) compraron la finca de café “Mocá”, propiedad de Georges y Henri Brammá, la cual deslindaron de la finca “San Agustín” en Sololá. Gordon Smith adquirió su experiencia cafetalera como administrador en la finca “La Pastoría”, en Barberena, de Chalmer’s Guthrie & Co. Walter Lind era agente de Rosing Brothers & Co., uno de los importadores más grandes de café en Londres. En 1919 Lind y Smith recibieron el apoyo financiero de dos noruegos: John Poulsson y Harold Stange, para administrar las fincas “Helvetia”, “Tambor”, “Dolores” y Palmira”, de la companía Gordon Smith & Co. En 1927 Poulsson y Stange se retiraron del negocio y Gordon Smith vendió la participación de Poulsson y Stange a Christian Sonne, quien había adquirido la conocida casa de exportación G. Amsinck & Co., de Nueva York. En 1932-33, las siete fincas de la companía producían 21,000 quintales de café, con lo cual Gordon Smith & Co. Ltda. llegó a figurar como la tercera empresa cafetalera más importante del país.
Finca “Magdalena”
“Magdalena” está, al igual que “Chimax” y “Santa Margarita”, en la periferia de la ciudad de Cobán. Originalmente era de la familia Noriega, una de las más conocidas en Cobán a fines del siglo XIX. En esa época la compró el anglosajón Henry S. Scott, quien construyó una hermosa casa de tipo antiguo de dos pisos en la finca. Scott la vendió al alemán José Christ. Cuando este quedó endeudado con la firma compradora de café Rosing Brothers, Miguel Torrebiarte Sahanin, guatemalteco de nacimiento pero de ascendencia española y francesa, adquirió la finca. La producción de “Magdalena” era de unos 400 quintales. El café era famoso por haber sido registrado con la marca “ESS” (Enrique S. Scott) en el mercado londinense por un Mr. Smith, que acreditó la procedencia del café que enviaba a su país; luego cambió a “Magdalena”. Además de un beneficio húmedo y seco, la finca poseía una gran bodega, donde almacenaba varios millares de quintales de café para enviarlos a Estados Unidos. Torrebiarte era comprador y exportador nacional de café de Alta Verapaz y adelantaba fondos para futuras entregas de cosechas.
Finca “Sepacuité”
Los jóvenes norteamericanos Jesse Bird y Kensett Champney, de Boston Massachussetts, llegaron a Guatemala en 1877. Fueron pioneros en el cultivo de caña de azúcar y de café en Alta Verapaz, en donde compraron terrenos cerca de Senahú y formaron la finca llamada “Sepacuité” (nombre de una planta que da florecitas rojas). Trabajaron arduamente y paulatinamente extendieron sus cultivos en gran escala. Produjeron rones mediante la destilación de fermentos de la caña de azúcar y cosecharon hasta 10,000 quintales de café, que exportaban vía el puerto fluvial de Panzós y Lívingston. En 1906 la sociedad Owen & Champney obtuvo un diploma de reconocimiento por la calidad de café en la feria internacional de San Francisco. Poco después Bird se separó y formó su propia finca cerca del río Cahabón, mientras que Champney continuó trabajando en “Sepacuité”, en donde además de café cultivó henequén y fabricó sacos de yute, cordelería y cepillos de fibra de corozo para hacer la limpieza. Champney falleció en la finca en 1939, a la edad de 85 años.
Finca “La Concha”
Esta finca de café queda a 16 kilómeros de Villa Canales. Para llegar de la finca a la estación Morán se pasaba por la finca “La Vega”. A fines del siglo XIX “La Concha” pertenecía a Antonio Asturias, quien la vendió a Isidro Pivaral, hombre de trabajo e iniciativa. Pivaral heredó más adelante la finca por mitades a sus hijos Ovidio e Isidro. Cada parte tuvo su propio beneficio, la de Ovidio producía hasta 7,000 quintales de café pergamino y la de Isidro de 3,000 a 4,000.
Finca “Pampojilá”
Esta finca, aunque pequeña, en el municipio de San Lucas Tolimán, fue fundada en la segunda mitad del siglo XIX por Manuel Díaz, originario de San Andrés Semetabaj. Muy pronto tuvo 14 caballerías de extensión, aunque sólo una parte era cultivable. Producía más de mil quintales de café pergamino, de calidad extraordinaria por estar situados los cafetales a más de 5,000 pies de altura. Después de la crisis del café de 1897, la familia Díaz perdió la finca, la que tuvo que entregar a la firma E. Peper & Cía, pero mediante un arreglo dejaron a Eduardo Díaz administrando la propiedad. En 1912 Eduardo pagó la deuda y recuperó la finca, que sigue perteneciendo a la cuarta y quinta generación de la familia Díaz.
Fincas en La Antigua Guatemala
En La Antigua Guatemala, el cultivo de la cochinilla existió hasta 1870. Todavía en 1868 se obtenían 100 pesos por un tercio o seis arrobas de grana, pero luego la demanda decayó, relata en sus memorias Manuel Matheu Sinibaldi (1828-1922), quien desde joven se dedicó al cultivo de la cochinilla en el valle de La Antigua en varias fincas que arrendaba, un total de 188 manzanas cultivadas con nopal, de las cuales sólo 20 eran propias en “San Agustín”. En la época de asemillación ocupaba unos 700 trabajadores de ambos sexos.
En 1870 Matheu reconoció la necesidad de convertir toda la finca en cafetal, pero tuvo malas experiencias por no seguir los instructivos que antes se habían dado a conocer. Finalmente sembró un almácigo de 25,000 matas que trasplantó al año siguiente. Como había muchas fincas de café en los alrededores, Matheu concibió la idea de montar un beneficio, con la ayuda de un carpintero y un herrero. Despulpaba con la fuerza de una sola mula. Su primera cosecha extraída de 10,000 árboles y la compra de 11,500 quintales en fruta a un peso el quintal, le produjeron 500 quintales de café oro, que vendió en Londres a 10.00 pesos, sacando una utilidad de 5,000 pesos. A base de esfuerzos logró un hermoso cafetal de 50,000 matas.
Tras un baile que ofrecieron al recién casado Justo Rufino Barrios, en la Municipalidad de La Antigua, en 1874, el Ministro de Fomento, Manuel María Herrera, dispuso que se sembrara en la Antigua un gran almácigo de café para repartir gratis entre los agricultores pobres. El Jefe Político Martín Barrundia comisionó a Matheu para que llevara a cabo esa benéfica disposición en su finca “La Felicidad”, en donde cultivó un millón de matas. De ese almácigo extrajo para sembrar entre sus surcos, pero no guardó la distancia de 3 x 4 varas y disminuyó la cantidad y calidad del fruto. Ese año, una plaga de chinche roja invadió su plantación, que se desarrolló al año siguiente y llegó a su apogeo en 1877 y 1878. La finca no se recuperó, sino hasta en 1879, cuando los árboles retoñaron de nuevo y produjeron 700 quintales de café oro. Mientras tanto, Matheu había mejorado el beneficio con fuerza de vapor y procesaba mil quintales en oro bien beneficiados.
Una terrible helada quemó por completo los cafetales con el fruto, el 10 de febrero de 1881. El golpe sumió a muchos caficultores en la desesperación. Matheu decidió serruchar los 5,000 cafetos a un pie del suelo y se dedicó a la siembra de tabaco, que no se dio por la humedad del terreno. En 1883 se recuperó “La Felicidad” y los retoños prometían buena cosecha. Sin embargo, una helada en diciembre de 1885 destruyó de nuevo la totalidad de los cafetales de “La Felicidad” y de todo el valle. Finalmente, Matheu puso la finca en manos de su yerno Juan Francisco Aguirre, propietario de la finca “El Recuerdo”. La propiedad se ha mantenido por más de un siglo en manos de la familia.
Hacia 1880 ya existían importantes plantaciones de café en el valle de Sacatepéquez. El Padre José María Navarro relata en su Memoria de San Miguel Milpas Dueñas (1874), que por esos años el café se daba bien en la región. Cerca de Dueñas estaba la valiosa finca del señor Wyld y otros cafetales más. Entre éstos estaba la finca “Urías”, que compró Manuel Francisco Nájera en 1815. En 1868 sus herederos dividieron la propiedad en el Potrero de Urías y La Estancia. En 1874 Norberto Zinza compró la finca llamada “La Estancia”, que llamó “San Sebastián”, por ser oriundo de esa ciudad española, e introdujo la siembra de café en la misma.
En 1882 “San Sebastián” pasó por medio de remate a manos de Juan Francisco Aguirre, quien dos años después la vendió a su hermano Guillermo Aguirre. Este tramitó la adquisición de varias caballerías de terrenos baldíos, con lo cual “San Sebastián” llegó a tener 53 caballerías de extensión. En 1890 Aguirre vendió la finca a Miguel Portilla, administrador de los Aguirre, quien desde 1886 ya era propietario de la finca “Santo Domingo”, de caballería y media de extensión. Sin embargo, al mismo tiempo se hizo un contrato de compraventa que acreditaba a Salvador Falla y a Adolfo Stahl como copropietarios. En 1900 Stahl vendió su parte a Falla, quien sembró un bosque de ciprés y decidió instalar un aserradero, que empezó a funcionar en 1902. Al igual que otras fincas, “San Sebastián” sufrió plagas, heladas e inundaciones, la erupción del volcán Acatenango el 30 de marzo de 1927. En la época de Árbenz, la finca fue expropiada en su totalidad, lo cual contradecía el Decreto 900. Mediante un recurso de amparo y, luego, con el cambio de gobierno, “San Sebastián” fue restituida a sus propietarios.
“Capetillo”, es otra finca importante, que surgió en el siglo XVIII como propiedad del tesorero real Juan Antonio Capetillo. Hacia 1820 ese terreno fue desmembrado de una parcela del pueblo de Alotenango y la finca la formó Mariano Romá, de diferentes pedazos, hasta tener siete caballerías. Esta finca era sólo de caña de azúcar cuando la adquirió José Mariano Rodríguez en 1875, quien la sembró de café. Su producción se estimaba en 1875 en 2,800 pesos, cifra que aumentó a 12,000 pesos en 1878 y a 25,000 pesos en 1880. Un inventario de ese año indica que la finca poseía 200,000 árboles y un completo beneficio de café. Su hijo Juan José Rodríguez viajó en 1867 a la Exposición Nacional de París, con Julio Rossignon, en donde obtuvo un premio. En 1915, Juan José Rodríguez Luna ganó el único Gran Premio al Mejor Café del mundo en la Exposición en San Francisco. Entre 1939 y 1945, la finca producía 3,000 quintales de café en oro y tenía 180 colonos fijos. Actualmente “Capetillo” es una sociedad anónima.
De Manuel María Herrera, Ministro de Fomento de Justo Rufino Barrios, hay varias fincas que pasaron a sus descendientes, bajo la razón social de Herrera & Cía., como “El Potrero” y “Pastores”. “El Portal”, de 12 caballerías de extensión, la vendió Francisco Gregorio Yela a Emilio Luna y Francisco Herrera, que hacia 1860 pasó a manos de Manuel María Herrera y, desde entonces, ha estado en la misma familia. Esta era una finca de caña de azúcar y nopal, hasta la crisis de la cochinilla. Luego se cultivó en ella café, al igual que en la finca vecina “Retana” y “La Azotea”. Según el censo de 1880, Manuel María Herrera tenía 7 caballerías sembradas de café y trigo, así como un beneficio de café con sus pulperos y patios, y un molino de trigo. En la helada de 1883 sólo “El Rosario” y “El Desengaño” se salvaron, porque tenían árboles de sombra. Hoy día, “El Portal” pertenece a los herederos de Carlos Herrera Dorión.
La finca “Pastores” lleva ese nombre por el municipio en donde está situada. Desde que se estableció en la década de los 1870s fue propiedad de la familia Herrera, hasta 1964. Su beneficio de café y su casa patronal datan de 1890. Estos se construyeron en un área donde anteriormente estuvo instalado un molino de trigo. La extensión de la finca es de 110 hectáreas, cultivadas con café, en su mayor extensión. En 1964 la adquirieron Rudy Weissenberg y Carlos Dorión. A partir de 1972 perteneció exclusivamente a Weissenberg, a la vez propietario de una casa exportadora de café.
La finca “La Azotea” fue del padre Navarrete y en 1874 la adquirió Marcelo Orive, quien había llegado de España. Orive se estableció inicialmente en Huehuetenango, en donde se casó con Dominga Montt. La finca en La Antigua había sido originalmente de cochinilla, pero al caer su demanda, Orive empezó a plantar café. La extensión se amplió con la compra de varios anexos. En el siglo XX pasó a manos de Alberto Orive y posteriormente a su hija Lily de Pokorny. La finca posee un beneficio completo y, actualmente, tiene caballos, flores, verduras y un museo de café, en donde se exhibe y explica el proceso del beneficiado.
En La Antigua Guatemala no hay muchos beneficios de café, por cuanto la mayoría de las fincas son pequeñas, generalmente de una caballería o menos. Sin embargo, es muy conocido y afamado el beneficio de café San Lázaro, que hacia 1915 tenía la capacidad de 15,000 quintales. Su propietario, el francés Luis Furminieux, también tenía plantaciones conocidas con el mismo nombre en Sacatepéquez.
Otras fincas importantes en el valle de Antigua son: “Pavón”, “El Pintado”, “Medina”, “El Potrero”, “Las Victorias”, “Cabrejo”, “San Ignacio”, “Belencito”, “Retana”, “Carmona”, “Bella Vista”, “La Soledad”, “La Chacra”, “San Rafael Urías”, “El Rosario”, “Filadelfia” y “Tegucigalpa”. Algunas aún están en manos de los descendientes de sus antiguos propietarios. El café de Antigua se clasifica como una clase especial, que tiene gran demanda en el mercado exterior por su excelente calidad, y que los guatemaltecos califican como uno de los mejores del mundo.