- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
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- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
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- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
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- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
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- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
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- Omar Rayo. Homenaje (2006)
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- Luis Restrepo. construcciones (2007)
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- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
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- Artistas por la paz (1986)
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- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
La Caficultura Guatemalteca en la década de 1920
Café estibado en el Puerto de Lívingston, listo para ser embarcado.
Mercado Central de la ciudad de Guatemala.
Antonio Bouscayrol, primer Ministro de Agricultura. Desde la creación de dicha cartera los asuntos de la caficultura estuvieron a su cargo, hasta 1960, cuando fue fundada ANACAFÉ.
Trabajadores recibiendo el pago del jornal en las oficinas de la finca El Perú.
Cosechadores de café con sus canastos.
Trabajadores cargando almácigos de café para su siembra.
Lavado de café en el correteo, finca Helvetia, Quetzaltenango, ca. 1920.
Beneficio de café, sección de pulperos.
Selección a mano de café defectuoso, que se separa del café bueno para garantizar la calidad.
Robert W. Hempstead, norteamericano que compró las fincas Moccá y Los Alpes en el valle del Polochic en 1919.
Exportaciones de café, en sacos cubiertos con lona, llevados en remolque de bajo calado al barco, en el puerto de Lívingston.
Caficultores en Panzós (1925): Dr. Hans Goebel (CAPCO), Lorenz Merckle (CAPCO), Konstantin Zeller (CAPCO), Edgar Schlubach (CAPCO), Robert Hempstead (fincas Moccá y Los Alpes), Pablo Doescher (Compañía de Agencias) David Sapper (CAPCO) y Mr. Parson.
Interior del Banco Schlubach, Sapper & Cía., 1925.
Libreto del vals “La Flor del Café”, composición del guatemalteco Germán Alcántara, (1863-1910).
Exterior del Banco Schlubach, Sapper & Cía., 1925.
General Lázaro Chacón, Presidente de Guatemala de 1926-1930.
Finca Moccá, La Tinta, Alta Verapaz, ca. 1920.
Texto de: Regina Wagner
Durante la Gran Guerra se cerraron los mercados europeos y los cafés suaves de Colombia y Centroamérica encontraron mercado en Estados Unidos. Pasada la guerra y normalizada la situación económica, los cafés “suaves” de Guatemala adquirieron mayor demanda en dicho país, sobre todo por la “prohibición de bebidas alcohólicas”, y gozaron de un fuerte auge y buenos precios entre 1924 y 1928.
Derrocada la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, en la década de 1920 se crearon en Guatemala instituciones económicas que en mayor o menor medida tuvieron que ver con el fomento de la caficultura: el Ministerio de Agricultura, la Asociación General de Agricultores (AGA), el Banco Central de Guatemala en relación con la reforma monetaria y la Oficina Central del Café. Este crecimiento institucional explica por sí mismo la necesidad de ampliación del Estado y el fortalecimiento del empresariado agrario.
Normalización de la situación cafetalera mundial en la postguerra
Si Brasil había proveído en 1914 tres cuartas partes de las importaciones de café de Estados Unidos; en 1919 ya sólo abasteció la mitad, en vista de que los consumidores preferían los cafés suaves y de mejor calidad, colombianos y centroamericanos, a los que se habían acostumbrado durante los años de la guerra.
En efecto, el consumo de café se incrementó favorablemente en Estados Unidos en los años de la postguerra, no sólo porque los soldados enviados al frente en ultramar se habían acostumbrado a recibir tres tazas diarias de café, sino también el Congreso de Estados Unidos aprobó en 1920 una ley que prohibía el consumo de toda bebida alcohólica producida de granos.
Fue así como en la década de 1920 –época dorada que se caracterizó por el negocio, la propaganda y el consumo–, se popularizó la bebida negra en Estados Unidos. Se consumía en reuniones sociales, cafeterías y comedores, en donde el cambio de hábitos de comida con un almuerzo liviano –sandwich– y una taza de café contribuyeron al incremento de su consumo, que aumentó de 10 a 13 libras per cápita al año. Al expandirse el comercio y las carreteras, los camioneros también apreciaron los beneficios de la taza de café, en sus paradas de descanso. En esa década, los norteamericanos llegaron a consumir la mitad del abastecimiento mundial de café.
La modalidad del financiamiento en el negocio del café cambió después de la Primera Guerra. En vez de las letras de cambio a 90 días vista, en el sistema financiero de Alemania se impusieron los créditos de reembolso en US-dólares, que beneficiaban a Nueva York. Sólo quienes contaban con el financiamiento de grandes bancos privados, como los importadores de Hamburgo, Londres y Holanda, podían pagar la cosecha de café contra entrega del recibo de ferrocarril a los productores que dependían de los adelantos de dinero. Los bancos se aseguraban tales créditos pignorando la cosecha y la plantación; es decir, otorgaban créditos temporales a cambio de la obligación de que se les consignara la cosecha, un negocio seguro si el comprador vendía antes de la entrega las marcas conocidas de las buenas fincas cafetaleras.
A principios de la década de 1920, Brasil producía el 60% de las exportaciones mundiales de café y para reducir su exportación, reintrodujo el esquema de valorización. Para el efecto compró su producción interna y acumuló inventarios. El resultado fue un alza en los precios, después de una breve depresión en 1920 y 1921. A esto se suma que, en esos años, Venezuela comenzó a exportar petróleo en vez de café.
Tales políticas beneficiaron a las repúblicas centroamericanas, las cuales estimularon la formación de nuevas plantaciones e incrementaron sus exportaciones de café. En volumen, su participación aumentó de un 6%, antes de la Primera Guerra Mundial, a casi 10% a fines de los años veintes. Guatemala producía más que otro estado centroamericano y llegó a convertirse, a mediados de los veintes, en el tercer país productor más grande de café en el mundo, con Brasil y Colombia a la cabeza.
En Guatemala, la economía empezó a recuperarse durante el gobierno del General José María Orellana, y los finqueros se regocijaron de la rentabilidad del café. Sin embargo, hubo poca visión de futuro y gran desconocimiento del mercado internacional. Toda la atención y esfuerzo se centró en el café. El Estado liberal se encargó de asegurar el suministro de mano de obra a los caficultores y adaptó los períodos escolares a las necesidades de la cosecha de café.
De tal suerte, Guatemala continuó con el esquema del monocultivismo y se descuidaron los cultivos de productos para el consumo interno, que tuvieron que ser importados. En la medida en que aumentaron las exportaciones de café, se duplicaron las importaciones de 13.5 millones de quetzales en 1921 a 26 millones en 1927.
El Ministerio de Agricultura y la Asociación General de Agricultores
A principios de la década de 1920, la situación económica de Guatemala no era nada satisfactoria, pues la capital aún no se había recuperado de los destrozos causados por los terremotos de 1917-18 y también se sentían los efectos de la crisis económica de la postguerra.
La caída de Estrada Cabrera propició la creación del Ministerio de Agricultura, el 2 de octubre de 1920, pues “el progreso de nuestra Patria y el bienestar del pueblo dependen por entero del desarrollo que se dé a la Agricultura”, la cual debía fomentarse en toda su amplitud. El primer Ministro de dicha cartera fue Antonio Bouscayrol.
El Ministerio incorporó la Dirección General de Agricultura, que fungió como centro técnico y consultivo y sirvió para organizar las instituciones agrícolas y buscar soluciones apropiadas a los problemas agrarios del país. Su objetivo era difundir ampliamente y con toda liberalidad la mayor cantidad posible de conocimientos agrícolas en toda la República. Para tal fin, el Ministerio editó el Boletín Popular de Agricultura, que se repartía gratis, y la Revista de Agricultura, Industria y Comercio, para divulgar los problemas de la ciencia agrícola, así como para establecer canjes con las principales revistas de agricultura que se publicaban en el mundo, que se encontraban a disposición en un salón de lectura en el Ministerio.
Entre los servicios que prestó la Oficina de Consultas de la Dirección General de Agricultura a los finqueros estaba la visita de un empleado de la Sección de Entomología del Departamento de Agricultura de Washington. Él venía a estudiar los insectos perjudiciales al cultivo del café como las cochinillas (Pseudococcus citri), en la zona occidental del país, en donde se dieron instrucciones útiles a los agricultores damnificados sobre cómo disminuir los daños causados por esos insectos.
Otra plaga que afectaba la caficultura en Huehuetenango y Alta Verapaz era el chapulín, que también se combatió. Asimismo, para prevenir plagas en los cultivos, el Ministerio de Agricultura prohibió, en abril de 1923, la importación de sacos usados, porque los que habían contenido café extranjero introducían al país gérmenes del Araecerus Fasciculatus, gorgojo que pica el grano de café cosechado, y se aconsejó una enérgica fumigación de los almacenes infestados.
También había gran preocupación por el problema social relacionado con la reglamentación del trabajo agrícola, tema que se discutió en una conferencia mundial en Washington en 1919. En Guatemala, la dificultad radicaba en dictar las reformas pertinentes sin ocasionar “grandes sacudidas” o “afectar intereses creados”. El Ministerio puso un decidido empeño en la solución de tales problemas y escuchaba las opiniones de los agricultores más capacitados por medio de sus asociaciones para tomar medidas.
La insuficiencia de jornaleros se acentuaba año con año, por lo que el Ministerio ordenó a los Jefes Políticos que velaran por el fiel cumplimiento de las obligaciones contraídas por los jornaleros habilitados; pero también amparó a los trabajadores por los abusos que se daban, reservándose con exclusividad la revisión de las sentencias dictadas por las autoridades en los litigios entre patronos y mozos. Otra disposición gubernativa, del 10 de junio de 1923, fijaba el jornal del trabajador agrícola en ocho pesos.
A su vez, el Ministerio ordenó la supresión de los “ministriles” (empleo solicitado para tener un pretexto de no laborar en el campo) y se reintegraron más de 15,000 trabajadores a las fincas. Ante “la natural propensión a la indolencia […] en nuestra clase trabajadora”, el Ministerio también propuso un proyecto de ley en el que se recalcaba que “el trabajo es obligatorio” y que “la libertad reside en la elección de la clase de trabajo que se quiera hacer”, pues por “trabajo libre” se había querido interpretar la facultad para no trabajar, “y todo pueblo progresista debe perseguir la vagancia”.
Importante fue también la medida que reglamentaba el enganche o reclutamiento de trabajadores para que no salieran del territorio de la República. Para asegurar la permanencia de los jornaleros en el país o su retorno fácil a la Patria, se garantizaba los derechos de los mismos, poniéndolos a salvo de los engaños de que eran víctimas. También se ponía coto a los abusos de los contratistas, que por falta de reglamentación adecuada se venían registrando con demasiada frecuencia.
Por su parte, los agricultores y caficultores se unieron y decidieron organizarse formalmente en defensa de sus intereses. El 17 de agosto de 1920 fueron aprobados los estatutos de la Asociación General de Agricultores (AGA), cuya primera Junta Directiva estuvo integrada por los señores Julio Samayoa, presidente; Guillermo Rodríguez, vicepresidente; José Rodríguez Benito, secretario, y como vocales: José Ernesto Zelaya, Ignacio Saravia, Salvador Falla, Daniel Rodríguez, Jorge Morales Urruela, José Goubaud, Juan Arrivillaga, Carlos J. Perret y Ramón Murga. En enero de 1924 se nombraron varios comités, entre ellos el Comité Ejecutivo de la Sección Cafetaleros, para el cual fueron electos los señores Salvador Falla, como presidente; José Ernesto Zelaya, vicepresidente, y José Goubaud, secretario.
Los objetivos de la AGA eran: promover el desarrollo y progreso agrícola y pecuario, defender los intereses de los agricultores y ganaderos, fomentar la investigación y la divulgación científica y práctica de los conocimientos agrícolas mediante cátedras y exposiciones ambientales para el mejoramiento de la agricultura y la ganadería, la publicación de la Revista Agrícola y la representación de la AGA ante el gobierno en asuntos de interés general para la Asociación.
Guatemala en los años del auge del café, 1924 a 1928
En lo económico, Guatemala sufrió en 1920 las secuelas de los bajos precios del café en el mercado mundial, por lo que el gobierno decretó, el 24 de noviembre de 1920, la reducción a un peso oro americano el derecho de exportación sobre cada quintal de café en oro o su equivalente en pergamino que se embarcaba.
Sin embargo, esto cambió pronto, pues a partir de 1922 Guatemala se vio beneficiada por la creciente demanda de cafés suaves en Europa, pero aún más de Estados Unidos. La evolución de los precios fue bastante favorable. En promedio, un quintal de café puesto en la estación del ferrocarril valía 13.70 dólares en 1922-23, 24.50 dólares en 1924-25 y 22.80 dólares en 1926-27.
Un cuadro comparativo de las exportaciones de café de los años de la pre y postguerra muestra los siguientes cambios en el volumen de los embarques y su destino.
Es evidente el incremento de las exportaciones de café al mercado de Estados Unidos que, en 10 años (de 1913 a 1923), aumentó de 27 a 77%. En cambio el de Alemania bajó a cero por ciento durante la guerra por el bloqueo y subió sólo a un 14% en los primeros años de la postguerra; el de Gran Bretaña cayó de un 11 a un 1% y no volvió a subir significativamente.
En 1922 Guatemala comenzó a restablecer sus relaciones diplomáticas y comerciales con Alemania. Los agricultores y el gobierno de José María Orellana esperaban incrementar las exportaciones de café a esos países, lo cual efectivamente sucedió.
En 1924 Estados Unidos y Alemania se repartieron en forma casi equitativa la mayor parte de las exportaciones de café de Guatemala. De un total de 888,005 quintales de café oro, 384,638 (43.3%) fueron para Estados Unidos y 361,582 (40.7%) para Alemania. Guatemala encontró nuevos mercados, como Holanda, con 58,000 quintales (6.5%) y Suecia con 24,000 quintales (2.7%). Mercados antiguos, como Inglaterra y Francia, absorbieron sólo el 6.8% restante.
Fincas de nacionales y extranjeros
El informe del año 1922 indica que se produjo un descenso en el número de productores principales de café, tanto nacionales como extranjeros; aún así, más de la mitad del área total de plantaciones cafetaleras estaba en manos de extranjeros, cuyas fincas, en promedio, eran tres veces más grandes que la propiedad guatemalteca promedio. No obstante, las estadísticas acusan un número aproximado de 1,002 propietarios nacionales, que cultivaban 7,109 caballerías de café, mientras que el número de propietarios extranjeros sumaba 392, con una extensión de 9,075 caballerías cultivadas.
Un cambio sustancial se verificó en las sociedades de plantaciones fundadas en Hamburgo, cuyas fincas fueron intervenidas en 1918, por ausencia de sus accionistas. Después que fueron liberadas de la intervención estatal, en junio de 1921, y temiendo que se repitiera esa situación, los accionistas de las sociedades anónimas de plantaciones hamburguesas decidieron unificar sus fincas y administrarlas bajo una nueva razón social, que se llamó Central American Plantations Corporation (CAPCO), con sede en Nueva York, en donde se fundó la casa de importaciones Ultramares Corporation. Esto se vio favorecido, porque gran parte del comercio centro y sudamericano se había trasladado a Estados Unidos durante la postguerra.
Detrás de este proceso estaba la casa Schlubach, Thiemer & Co. de Hamburgo, que en 1922 comenzó a absorber, mediante compra y fusión, las acciones de las compañías de plantaciones “El Porvenir”, “Osuna-Rochela” y “Chocolá”, más la adquisición de “Palo Gordo”. Por supuesto, a la CAPCO también pertenecían todas las fincas de la Compañía de Plantaciones en Centro América, S.A. más las fincas de la Compañía Centroamericana de Plantaciones de Koch, Hagmann & Cía. incorporadas en 1914, que eran: San Francisco Miramar, Santa Sofía, Morelia, Rosario-Bola de Oro, San Luis, Santa Amalia, El Pensamiento y Concepción-Candelaria, más la finca Palmira que obtuvo de la Compañía “Cecilia”, Limitada, cuyo café ocupaba un lugar preferencial en Nueva York; asimismo, las acciones del Ferrocarril Verapaz y Agencias del Norte, Limitada.
De esta cuenta, la CAPCO era un consorcio alemán, con domicilio en Nueva York, que en las décadas de los 1920s y 1930s administró el complejo de fincas más grande que había en Guatemala, en total 734 caballerías. La casa Schlubach, Sapper & Cía. no sólo adquirió un lugar preponderante en la vida económica de Guatemala como casa de importaciones y exportaciones, sino también como banco inauguró un nuevo edificio en la 10ª Calle Oriente, Nº 9, en 1925.
La excelente situación de los precios del café entre 1924 y 1928 significó para los cafetaleros guatemaltecos una época de bonanza y de saneamiento de las fincas que habían sufrido en los años anteriores, así como una mejora sustancial de las condiciones económicas de la población, en general.
Entre la población rural trabajadora, además de los colonos y los jornaleros temporales que migraban del altiplano a la costa, surgió un pequeño grupo de trabajadores, llamados ganadores, que por su condición de hombres libres podían ganar mejores salarios al ofrecer su fuerza de trabajo sin necesidad de endeudarse. Eran mucho más eficientes que los rancheros y cuadrilleros y, por lo tanto, preferidos por los finqueros.
En general, se reconocía la máxima de que “la agricultura es en nueve décimas partes el arte de saber tratar a los trabajadores”. Pioneros alemanes en Alta Verapaz, como Carl y David Sapper y Erwin Paul Dieseldorff, también se expresaban en este sentido. Decían que había que conocer primero al indígena guatemalteco, escuchar sus quejas y deseos, ya que como cualquier ser humano quería ser tratado como persona. Por la idiosincrasia del campesino guatemalteco y las estructuras establecidas durante la época colonial, resucitadas bajo los regímenes liberales, continuó la costumbre de dar adelantos de dinero como aliciente para levantar la cosecha de café.
La reforma monetaria y bancaria
A causa de la millonaria emisión de papel moneda que estaba en circulación desde principios de siglo hasta inicios de 1924, más el hecho de que las concesiones de cinco de los seis bancos existentes habían expirado, excepto la del Banco de Occidente, muchos manifestaban el deseo de una reforma monetaria y bancaria desde hacía varios años.
Ante la presión ejercida por Estados Unidos, en 1919 el gobierno de Guatemala invitó al Profesor Edwin W. Kemmerer, de la Universidad de Princeton, para estudiar la situación financiera y hacer recomendaciones para una reforma. El profesor Kemmerer recomendó la adopción del patrón oro y la paridad con el dólar estadounidense, la creación de una moneda divisible en 100 céntimos y de un Banco Nacional. Pero, desafortunadamente, durante los años que se mantuvo la dictadura de Manuel Estrada Cabrera no fue posible realizar dicha reforma, en vista de que el sistema de emisión de billetes resultaba lucrativo para él y sus amigos. Al no adoptarse tales medidas, Guatemala estuvo expuesta a serias dificultades monetarias y cambiaras en los años de depresión de 1920 y 1921.
Tampoco el gobierno de Carlos Herrera logró realizar la reforma, ya que fue derrocado al año y medio por el General José María Orellana, en diciembre de 1921. Al llegar Orellana a la presidencia, presentó a la Asamblea Nacional los proyectos de Ley Monetaria y de Ley sobre Instituciones de Crédito, que fueron atacados duramente por la Asociación de Agricultores y los bancos, que preveían una serie de calamidades nacionales.
El presidente Orellana sostuvo su compromiso y ambas leyes entraron en vigor. En noviembre de 1924 se adoptó el patrón oro y se creó el quetzal como unidad monetaria de paridad con el dólar estadounidense. En junio de 1926 se creó el Banco Central de Guatemala, el cual tuvo a su cargo la emisión y acuñación de moneda y fungió como agente fiscal del gobierno. Se fijó el plazo de 14 años para el retiro de los billetes en circulación. Con ello se creó un sistema de banca central y de banca privada acorde con la época, lo cual, sin duda, fue un paso importante para que Guatemala entrara en una economía moderna.
La Oficina Central del Café (OCC)
Otra medida importante para la defensa de los intereses del país ante la caída de los precios del café, durante el gobierno de Lázaro Chacón, fue la creación de la Oficina Central del Café, por acuerdo presidencial del 6 de diciembre de 1928. Estaba adscrita al Ministerio de Agricultura y tenía la participación de la Confederación de Asociaciones Agrícolas, que representaba a los productores, y de la Cámara de Comercio, que representaba a los compradores. La Junta Directiva de la Oficina Central del Café se integraba en forma tripartita por el gobierno y ambas entidades interesadas, las cuales proveían los fondos para su sostenimiento.
La idea surgió de un informe del Ministro Plenipotenciario guatemalteco en Berlín, Doctor Federico Mora, a quien el Comité para la Defensa del Café en Alemania solicitó invitar al gobierno de su país, como uno de los directamente interesados, para que colaborara activamente en desvirtuar el movimiento que difundía que el consumo de café era dañino para la salud, y actuar contra la propaganda brasileña que buscaba colocar su café, de inferior calidad, en el mercado alemán. La razón era que, durante los años de la guerra y en el período de inflación de la postguerra, en Alemania había descendido considerablemente el consumo de café y, ante las circunstancias difíciles, los alemanes bebieron sustitutos hechos a base de achicoria. Al perderse el hábito de beber café, había que influir de nuevo en su consumo a través de la propaganda.
Una comisión compuesta por representantes de las asociaciones de importadores, corredores, comerciantes y tostadores de Bremen, Hamburgo y Colonia y la Asociación Nacional de Comerciantes de Productos Alimenticios se había reunido en Berlín para tratar sobre la propaganda colectiva del “café puro”. Para el efecto creó la Comisión para la Propaganda del Café en Alemania, la que invitó a los representantes diplomáticos de los países productores de café centro y sudamericanos, a los que sólo pidió una contribución y el envío de muestras de café para dar a conocer su producto en una exposición itinerante en las ferias que visitaba la Comisión.
Para contrarrestar la disminución del consumo en Alemania, la Confederación de Asociaciones Agrícolas de Guatemala hizo sugerencias para asegurar su posición como país productor y exportador de café y competir en el mercado mundial contra los grandes productores: Brasil y Colombia.
El objetivo fundamental de la Oficina Central del Café era activar la promoción y justa valorización del café guatemalteco, y auxiliar a los caficultores en la venta de sus productos, haciendo la propaganda adecuada en el exterior. Tanto el gobierno como los caficultores podían dar ideas, consejos y sugerencias. La Oficina llevaría una estadística completa respecto a las fincas de café, con su nombre y el del propietario, jurisdicción y municipio, caminos próximos, vías férreas, volumen de producción, compromisos de venta, muestras de café y estado de los cafetales.
Según su reglamento, la Oficina haría una clasificación de los cafés, con las clases específicas de Verapaz, Antigua, Villa Canales y Barberena, el maragogype superior y el corriente. También velaría por superar deficiencias como el empaque. La Oficina estaba autorizada para enviar muestras de café al exterior, buscar compradores y hacer propaganda. Estaba prohibido hacer ventas de café al crédito; era imprescindible tener un depósito o cartas de crédito irrevocables en el Banco de Guatemala, el agente fiscal del gobierno.
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La Caficultura Guatemalteca en la década de 1920
Café estibado en el Puerto de Lívingston, listo para ser embarcado.
Mercado Central de la ciudad de Guatemala.
Antonio Bouscayrol, primer Ministro de Agricultura. Desde la creación de dicha cartera los asuntos de la caficultura estuvieron a su cargo, hasta 1960, cuando fue fundada ANACAFÉ.
Trabajadores recibiendo el pago del jornal en las oficinas de la finca El Perú.
Cosechadores de café con sus canastos.
Trabajadores cargando almácigos de café para su siembra.
Lavado de café en el correteo, finca Helvetia, Quetzaltenango, ca. 1920.
Beneficio de café, sección de pulperos.
Selección a mano de café defectuoso, que se separa del café bueno para garantizar la calidad.
Robert W. Hempstead, norteamericano que compró las fincas Moccá y Los Alpes en el valle del Polochic en 1919.
Exportaciones de café, en sacos cubiertos con lona, llevados en remolque de bajo calado al barco, en el puerto de Lívingston.
Caficultores en Panzós (1925): Dr. Hans Goebel (CAPCO), Lorenz Merckle (CAPCO), Konstantin Zeller (CAPCO), Edgar Schlubach (CAPCO), Robert Hempstead (fincas Moccá y Los Alpes), Pablo Doescher (Compañía de Agencias) David Sapper (CAPCO) y Mr. Parson.
Interior del Banco Schlubach, Sapper & Cía., 1925.
Libreto del vals “La Flor del Café”, composición del guatemalteco Germán Alcántara, (1863-1910).
Exterior del Banco Schlubach, Sapper & Cía., 1925.
General Lázaro Chacón, Presidente de Guatemala de 1926-1930.
Finca Moccá, La Tinta, Alta Verapaz, ca. 1920.
Texto de: Regina Wagner
Durante la Gran Guerra se cerraron los mercados europeos y los cafés suaves de Colombia y Centroamérica encontraron mercado en Estados Unidos. Pasada la guerra y normalizada la situación económica, los cafés “suaves” de Guatemala adquirieron mayor demanda en dicho país, sobre todo por la “prohibición de bebidas alcohólicas”, y gozaron de un fuerte auge y buenos precios entre 1924 y 1928.
Derrocada la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, en la década de 1920 se crearon en Guatemala instituciones económicas que en mayor o menor medida tuvieron que ver con el fomento de la caficultura: el Ministerio de Agricultura, la Asociación General de Agricultores (AGA), el Banco Central de Guatemala en relación con la reforma monetaria y la Oficina Central del Café. Este crecimiento institucional explica por sí mismo la necesidad de ampliación del Estado y el fortalecimiento del empresariado agrario.
Normalización de la situación cafetalera mundial en la postguerra
Si Brasil había proveído en 1914 tres cuartas partes de las importaciones de café de Estados Unidos; en 1919 ya sólo abasteció la mitad, en vista de que los consumidores preferían los cafés suaves y de mejor calidad, colombianos y centroamericanos, a los que se habían acostumbrado durante los años de la guerra.
En efecto, el consumo de café se incrementó favorablemente en Estados Unidos en los años de la postguerra, no sólo porque los soldados enviados al frente en ultramar se habían acostumbrado a recibir tres tazas diarias de café, sino también el Congreso de Estados Unidos aprobó en 1920 una ley que prohibía el consumo de toda bebida alcohólica producida de granos.
Fue así como en la década de 1920 –época dorada que se caracterizó por el negocio, la propaganda y el consumo–, se popularizó la bebida negra en Estados Unidos. Se consumía en reuniones sociales, cafeterías y comedores, en donde el cambio de hábitos de comida con un almuerzo liviano –sandwich– y una taza de café contribuyeron al incremento de su consumo, que aumentó de 10 a 13 libras per cápita al año. Al expandirse el comercio y las carreteras, los camioneros también apreciaron los beneficios de la taza de café, en sus paradas de descanso. En esa década, los norteamericanos llegaron a consumir la mitad del abastecimiento mundial de café.
La modalidad del financiamiento en el negocio del café cambió después de la Primera Guerra. En vez de las letras de cambio a 90 días vista, en el sistema financiero de Alemania se impusieron los créditos de reembolso en US-dólares, que beneficiaban a Nueva York. Sólo quienes contaban con el financiamiento de grandes bancos privados, como los importadores de Hamburgo, Londres y Holanda, podían pagar la cosecha de café contra entrega del recibo de ferrocarril a los productores que dependían de los adelantos de dinero. Los bancos se aseguraban tales créditos pignorando la cosecha y la plantación; es decir, otorgaban créditos temporales a cambio de la obligación de que se les consignara la cosecha, un negocio seguro si el comprador vendía antes de la entrega las marcas conocidas de las buenas fincas cafetaleras.
A principios de la década de 1920, Brasil producía el 60% de las exportaciones mundiales de café y para reducir su exportación, reintrodujo el esquema de valorización. Para el efecto compró su producción interna y acumuló inventarios. El resultado fue un alza en los precios, después de una breve depresión en 1920 y 1921. A esto se suma que, en esos años, Venezuela comenzó a exportar petróleo en vez de café.
Tales políticas beneficiaron a las repúblicas centroamericanas, las cuales estimularon la formación de nuevas plantaciones e incrementaron sus exportaciones de café. En volumen, su participación aumentó de un 6%, antes de la Primera Guerra Mundial, a casi 10% a fines de los años veintes. Guatemala producía más que otro estado centroamericano y llegó a convertirse, a mediados de los veintes, en el tercer país productor más grande de café en el mundo, con Brasil y Colombia a la cabeza.
En Guatemala, la economía empezó a recuperarse durante el gobierno del General José María Orellana, y los finqueros se regocijaron de la rentabilidad del café. Sin embargo, hubo poca visión de futuro y gran desconocimiento del mercado internacional. Toda la atención y esfuerzo se centró en el café. El Estado liberal se encargó de asegurar el suministro de mano de obra a los caficultores y adaptó los períodos escolares a las necesidades de la cosecha de café.
De tal suerte, Guatemala continuó con el esquema del monocultivismo y se descuidaron los cultivos de productos para el consumo interno, que tuvieron que ser importados. En la medida en que aumentaron las exportaciones de café, se duplicaron las importaciones de 13.5 millones de quetzales en 1921 a 26 millones en 1927.
El Ministerio de Agricultura y la Asociación General de Agricultores
A principios de la década de 1920, la situación económica de Guatemala no era nada satisfactoria, pues la capital aún no se había recuperado de los destrozos causados por los terremotos de 1917-18 y también se sentían los efectos de la crisis económica de la postguerra.
La caída de Estrada Cabrera propició la creación del Ministerio de Agricultura, el 2 de octubre de 1920, pues “el progreso de nuestra Patria y el bienestar del pueblo dependen por entero del desarrollo que se dé a la Agricultura”, la cual debía fomentarse en toda su amplitud. El primer Ministro de dicha cartera fue Antonio Bouscayrol.
El Ministerio incorporó la Dirección General de Agricultura, que fungió como centro técnico y consultivo y sirvió para organizar las instituciones agrícolas y buscar soluciones apropiadas a los problemas agrarios del país. Su objetivo era difundir ampliamente y con toda liberalidad la mayor cantidad posible de conocimientos agrícolas en toda la República. Para tal fin, el Ministerio editó el Boletín Popular de Agricultura, que se repartía gratis, y la Revista de Agricultura, Industria y Comercio, para divulgar los problemas de la ciencia agrícola, así como para establecer canjes con las principales revistas de agricultura que se publicaban en el mundo, que se encontraban a disposición en un salón de lectura en el Ministerio.
Entre los servicios que prestó la Oficina de Consultas de la Dirección General de Agricultura a los finqueros estaba la visita de un empleado de la Sección de Entomología del Departamento de Agricultura de Washington. Él venía a estudiar los insectos perjudiciales al cultivo del café como las cochinillas (Pseudococcus citri), en la zona occidental del país, en donde se dieron instrucciones útiles a los agricultores damnificados sobre cómo disminuir los daños causados por esos insectos.
Otra plaga que afectaba la caficultura en Huehuetenango y Alta Verapaz era el chapulín, que también se combatió. Asimismo, para prevenir plagas en los cultivos, el Ministerio de Agricultura prohibió, en abril de 1923, la importación de sacos usados, porque los que habían contenido café extranjero introducían al país gérmenes del Araecerus Fasciculatus, gorgojo que pica el grano de café cosechado, y se aconsejó una enérgica fumigación de los almacenes infestados.
También había gran preocupación por el problema social relacionado con la reglamentación del trabajo agrícola, tema que se discutió en una conferencia mundial en Washington en 1919. En Guatemala, la dificultad radicaba en dictar las reformas pertinentes sin ocasionar “grandes sacudidas” o “afectar intereses creados”. El Ministerio puso un decidido empeño en la solución de tales problemas y escuchaba las opiniones de los agricultores más capacitados por medio de sus asociaciones para tomar medidas.
La insuficiencia de jornaleros se acentuaba año con año, por lo que el Ministerio ordenó a los Jefes Políticos que velaran por el fiel cumplimiento de las obligaciones contraídas por los jornaleros habilitados; pero también amparó a los trabajadores por los abusos que se daban, reservándose con exclusividad la revisión de las sentencias dictadas por las autoridades en los litigios entre patronos y mozos. Otra disposición gubernativa, del 10 de junio de 1923, fijaba el jornal del trabajador agrícola en ocho pesos.
A su vez, el Ministerio ordenó la supresión de los “ministriles” (empleo solicitado para tener un pretexto de no laborar en el campo) y se reintegraron más de 15,000 trabajadores a las fincas. Ante “la natural propensión a la indolencia […] en nuestra clase trabajadora”, el Ministerio también propuso un proyecto de ley en el que se recalcaba que “el trabajo es obligatorio” y que “la libertad reside en la elección de la clase de trabajo que se quiera hacer”, pues por “trabajo libre” se había querido interpretar la facultad para no trabajar, “y todo pueblo progresista debe perseguir la vagancia”.
Importante fue también la medida que reglamentaba el enganche o reclutamiento de trabajadores para que no salieran del territorio de la República. Para asegurar la permanencia de los jornaleros en el país o su retorno fácil a la Patria, se garantizaba los derechos de los mismos, poniéndolos a salvo de los engaños de que eran víctimas. También se ponía coto a los abusos de los contratistas, que por falta de reglamentación adecuada se venían registrando con demasiada frecuencia.
Por su parte, los agricultores y caficultores se unieron y decidieron organizarse formalmente en defensa de sus intereses. El 17 de agosto de 1920 fueron aprobados los estatutos de la Asociación General de Agricultores (AGA), cuya primera Junta Directiva estuvo integrada por los señores Julio Samayoa, presidente; Guillermo Rodríguez, vicepresidente; José Rodríguez Benito, secretario, y como vocales: José Ernesto Zelaya, Ignacio Saravia, Salvador Falla, Daniel Rodríguez, Jorge Morales Urruela, José Goubaud, Juan Arrivillaga, Carlos J. Perret y Ramón Murga. En enero de 1924 se nombraron varios comités, entre ellos el Comité Ejecutivo de la Sección Cafetaleros, para el cual fueron electos los señores Salvador Falla, como presidente; José Ernesto Zelaya, vicepresidente, y José Goubaud, secretario.
Los objetivos de la AGA eran: promover el desarrollo y progreso agrícola y pecuario, defender los intereses de los agricultores y ganaderos, fomentar la investigación y la divulgación científica y práctica de los conocimientos agrícolas mediante cátedras y exposiciones ambientales para el mejoramiento de la agricultura y la ganadería, la publicación de la Revista Agrícola y la representación de la AGA ante el gobierno en asuntos de interés general para la Asociación.
Guatemala en los años del auge del café, 1924 a 1928
En lo económico, Guatemala sufrió en 1920 las secuelas de los bajos precios del café en el mercado mundial, por lo que el gobierno decretó, el 24 de noviembre de 1920, la reducción a un peso oro americano el derecho de exportación sobre cada quintal de café en oro o su equivalente en pergamino que se embarcaba.
Sin embargo, esto cambió pronto, pues a partir de 1922 Guatemala se vio beneficiada por la creciente demanda de cafés suaves en Europa, pero aún más de Estados Unidos. La evolución de los precios fue bastante favorable. En promedio, un quintal de café puesto en la estación del ferrocarril valía 13.70 dólares en 1922-23, 24.50 dólares en 1924-25 y 22.80 dólares en 1926-27.
Un cuadro comparativo de las exportaciones de café de los años de la pre y postguerra muestra los siguientes cambios en el volumen de los embarques y su destino.
Es evidente el incremento de las exportaciones de café al mercado de Estados Unidos que, en 10 años (de 1913 a 1923), aumentó de 27 a 77%. En cambio el de Alemania bajó a cero por ciento durante la guerra por el bloqueo y subió sólo a un 14% en los primeros años de la postguerra; el de Gran Bretaña cayó de un 11 a un 1% y no volvió a subir significativamente.
En 1922 Guatemala comenzó a restablecer sus relaciones diplomáticas y comerciales con Alemania. Los agricultores y el gobierno de José María Orellana esperaban incrementar las exportaciones de café a esos países, lo cual efectivamente sucedió.
En 1924 Estados Unidos y Alemania se repartieron en forma casi equitativa la mayor parte de las exportaciones de café de Guatemala. De un total de 888,005 quintales de café oro, 384,638 (43.3%) fueron para Estados Unidos y 361,582 (40.7%) para Alemania. Guatemala encontró nuevos mercados, como Holanda, con 58,000 quintales (6.5%) y Suecia con 24,000 quintales (2.7%). Mercados antiguos, como Inglaterra y Francia, absorbieron sólo el 6.8% restante.
Fincas de nacionales y extranjeros
El informe del año 1922 indica que se produjo un descenso en el número de productores principales de café, tanto nacionales como extranjeros; aún así, más de la mitad del área total de plantaciones cafetaleras estaba en manos de extranjeros, cuyas fincas, en promedio, eran tres veces más grandes que la propiedad guatemalteca promedio. No obstante, las estadísticas acusan un número aproximado de 1,002 propietarios nacionales, que cultivaban 7,109 caballerías de café, mientras que el número de propietarios extranjeros sumaba 392, con una extensión de 9,075 caballerías cultivadas.
Un cambio sustancial se verificó en las sociedades de plantaciones fundadas en Hamburgo, cuyas fincas fueron intervenidas en 1918, por ausencia de sus accionistas. Después que fueron liberadas de la intervención estatal, en junio de 1921, y temiendo que se repitiera esa situación, los accionistas de las sociedades anónimas de plantaciones hamburguesas decidieron unificar sus fincas y administrarlas bajo una nueva razón social, que se llamó Central American Plantations Corporation (CAPCO), con sede en Nueva York, en donde se fundó la casa de importaciones Ultramares Corporation. Esto se vio favorecido, porque gran parte del comercio centro y sudamericano se había trasladado a Estados Unidos durante la postguerra.
Detrás de este proceso estaba la casa Schlubach, Thiemer & Co. de Hamburgo, que en 1922 comenzó a absorber, mediante compra y fusión, las acciones de las compañías de plantaciones “El Porvenir”, “Osuna-Rochela” y “Chocolá”, más la adquisición de “Palo Gordo”. Por supuesto, a la CAPCO también pertenecían todas las fincas de la Compañía de Plantaciones en Centro América, S.A. más las fincas de la Compañía Centroamericana de Plantaciones de Koch, Hagmann & Cía. incorporadas en 1914, que eran: San Francisco Miramar, Santa Sofía, Morelia, Rosario-Bola de Oro, San Luis, Santa Amalia, El Pensamiento y Concepción-Candelaria, más la finca Palmira que obtuvo de la Compañía “Cecilia”, Limitada, cuyo café ocupaba un lugar preferencial en Nueva York; asimismo, las acciones del Ferrocarril Verapaz y Agencias del Norte, Limitada.
De esta cuenta, la CAPCO era un consorcio alemán, con domicilio en Nueva York, que en las décadas de los 1920s y 1930s administró el complejo de fincas más grande que había en Guatemala, en total 734 caballerías. La casa Schlubach, Sapper & Cía. no sólo adquirió un lugar preponderante en la vida económica de Guatemala como casa de importaciones y exportaciones, sino también como banco inauguró un nuevo edificio en la 10ª Calle Oriente, Nº 9, en 1925.
La excelente situación de los precios del café entre 1924 y 1928 significó para los cafetaleros guatemaltecos una época de bonanza y de saneamiento de las fincas que habían sufrido en los años anteriores, así como una mejora sustancial de las condiciones económicas de la población, en general.
Entre la población rural trabajadora, además de los colonos y los jornaleros temporales que migraban del altiplano a la costa, surgió un pequeño grupo de trabajadores, llamados ganadores, que por su condición de hombres libres podían ganar mejores salarios al ofrecer su fuerza de trabajo sin necesidad de endeudarse. Eran mucho más eficientes que los rancheros y cuadrilleros y, por lo tanto, preferidos por los finqueros.
En general, se reconocía la máxima de que “la agricultura es en nueve décimas partes el arte de saber tratar a los trabajadores”. Pioneros alemanes en Alta Verapaz, como Carl y David Sapper y Erwin Paul Dieseldorff, también se expresaban en este sentido. Decían que había que conocer primero al indígena guatemalteco, escuchar sus quejas y deseos, ya que como cualquier ser humano quería ser tratado como persona. Por la idiosincrasia del campesino guatemalteco y las estructuras establecidas durante la época colonial, resucitadas bajo los regímenes liberales, continuó la costumbre de dar adelantos de dinero como aliciente para levantar la cosecha de café.
La reforma monetaria y bancaria
A causa de la millonaria emisión de papel moneda que estaba en circulación desde principios de siglo hasta inicios de 1924, más el hecho de que las concesiones de cinco de los seis bancos existentes habían expirado, excepto la del Banco de Occidente, muchos manifestaban el deseo de una reforma monetaria y bancaria desde hacía varios años.
Ante la presión ejercida por Estados Unidos, en 1919 el gobierno de Guatemala invitó al Profesor Edwin W. Kemmerer, de la Universidad de Princeton, para estudiar la situación financiera y hacer recomendaciones para una reforma. El profesor Kemmerer recomendó la adopción del patrón oro y la paridad con el dólar estadounidense, la creación de una moneda divisible en 100 céntimos y de un Banco Nacional. Pero, desafortunadamente, durante los años que se mantuvo la dictadura de Manuel Estrada Cabrera no fue posible realizar dicha reforma, en vista de que el sistema de emisión de billetes resultaba lucrativo para él y sus amigos. Al no adoptarse tales medidas, Guatemala estuvo expuesta a serias dificultades monetarias y cambiaras en los años de depresión de 1920 y 1921.
Tampoco el gobierno de Carlos Herrera logró realizar la reforma, ya que fue derrocado al año y medio por el General José María Orellana, en diciembre de 1921. Al llegar Orellana a la presidencia, presentó a la Asamblea Nacional los proyectos de Ley Monetaria y de Ley sobre Instituciones de Crédito, que fueron atacados duramente por la Asociación de Agricultores y los bancos, que preveían una serie de calamidades nacionales.
El presidente Orellana sostuvo su compromiso y ambas leyes entraron en vigor. En noviembre de 1924 se adoptó el patrón oro y se creó el quetzal como unidad monetaria de paridad con el dólar estadounidense. En junio de 1926 se creó el Banco Central de Guatemala, el cual tuvo a su cargo la emisión y acuñación de moneda y fungió como agente fiscal del gobierno. Se fijó el plazo de 14 años para el retiro de los billetes en circulación. Con ello se creó un sistema de banca central y de banca privada acorde con la época, lo cual, sin duda, fue un paso importante para que Guatemala entrara en una economía moderna.
La Oficina Central del Café (OCC)
Otra medida importante para la defensa de los intereses del país ante la caída de los precios del café, durante el gobierno de Lázaro Chacón, fue la creación de la Oficina Central del Café, por acuerdo presidencial del 6 de diciembre de 1928. Estaba adscrita al Ministerio de Agricultura y tenía la participación de la Confederación de Asociaciones Agrícolas, que representaba a los productores, y de la Cámara de Comercio, que representaba a los compradores. La Junta Directiva de la Oficina Central del Café se integraba en forma tripartita por el gobierno y ambas entidades interesadas, las cuales proveían los fondos para su sostenimiento.
La idea surgió de un informe del Ministro Plenipotenciario guatemalteco en Berlín, Doctor Federico Mora, a quien el Comité para la Defensa del Café en Alemania solicitó invitar al gobierno de su país, como uno de los directamente interesados, para que colaborara activamente en desvirtuar el movimiento que difundía que el consumo de café era dañino para la salud, y actuar contra la propaganda brasileña que buscaba colocar su café, de inferior calidad, en el mercado alemán. La razón era que, durante los años de la guerra y en el período de inflación de la postguerra, en Alemania había descendido considerablemente el consumo de café y, ante las circunstancias difíciles, los alemanes bebieron sustitutos hechos a base de achicoria. Al perderse el hábito de beber café, había que influir de nuevo en su consumo a través de la propaganda.
Una comisión compuesta por representantes de las asociaciones de importadores, corredores, comerciantes y tostadores de Bremen, Hamburgo y Colonia y la Asociación Nacional de Comerciantes de Productos Alimenticios se había reunido en Berlín para tratar sobre la propaganda colectiva del “café puro”. Para el efecto creó la Comisión para la Propaganda del Café en Alemania, la que invitó a los representantes diplomáticos de los países productores de café centro y sudamericanos, a los que sólo pidió una contribución y el envío de muestras de café para dar a conocer su producto en una exposición itinerante en las ferias que visitaba la Comisión.
Para contrarrestar la disminución del consumo en Alemania, la Confederación de Asociaciones Agrícolas de Guatemala hizo sugerencias para asegurar su posición como país productor y exportador de café y competir en el mercado mundial contra los grandes productores: Brasil y Colombia.
El objetivo fundamental de la Oficina Central del Café era activar la promoción y justa valorización del café guatemalteco, y auxiliar a los caficultores en la venta de sus productos, haciendo la propaganda adecuada en el exterior. Tanto el gobierno como los caficultores podían dar ideas, consejos y sugerencias. La Oficina llevaría una estadística completa respecto a las fincas de café, con su nombre y el del propietario, jurisdicción y municipio, caminos próximos, vías férreas, volumen de producción, compromisos de venta, muestras de café y estado de los cafetales.
Según su reglamento, la Oficina haría una clasificación de los cafés, con las clases específicas de Verapaz, Antigua, Villa Canales y Barberena, el maragogype superior y el corriente. También velaría por superar deficiencias como el empaque. La Oficina estaba autorizada para enviar muestras de café al exterior, buscar compradores y hacer propaganda. Estaba prohibido hacer ventas de café al crédito; era imprescindible tener un depósito o cartas de crédito irrevocables en el Banco de Guatemala, el agente fiscal del gobierno.