- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
La cultura urbana en el espacio público
La Constitución de 1991 privilegió la protección del espacio público y su uso por la ciudadanía para eventos que contribuyeran a la creación de una nueva cultura urbana. En desarrollo del mandato constitucional, las administraciones han establecido políticas que se encaminan a hacer del espacio público un auténtico medio de recreación, solidaridad y convivencia ciudadanas. Eventos como Rock al Parque (foto) le han dado a los habitantes una oportunidad de apropiación del espacio público.
Los diferentes planes de desarrollo de la ciudad que se han aplicado desde finales de los años cincuenta han permitido que se vayan borrando las profundas diferencias que existían —y que subsisten, pero en franco retroceso— entre la ciudad del norte, pujante, opulenta y progresista, y la del sur, marginada, pobre e inculta. La marginalidad urbana, que conlleva la marginalidad social, ha sido enfrentada con programas que han permitido, en muchos casos, la plena incorporación a las actividades que antes eran exclusivas de un segmento urbano privilegiado. En la segunda mitad del siglo xx, y en los primeros años del xxi, tanto el sur, como otros sectores marginados al occidente, al norte y al nororiente, entraron en un proceso transformador de recuperación que ha ido ganando espacio con la construcción de enormes parques de recreación y deporte, bibliotecas públicas de alto nivel, colegios de primer orden y grandes centros comerciales. En la foto, barrio Los Laches, 2004.
Los escasos recursos ya no son excusa para no mantener bien presentadas y limpias las fachadas de las casas y las calles, como en el barrio Venecia.
Los escasos recursos ya no son excusa para no mantener bien presentadas y limpias las fachadas de las casas y las calles, como en este barrio de Bosa.
Hacia los años treinta el ciclismo era un ejercicio en el que las mujeres tenían una participación muy activa. Los fines de semana, grupos femeninos, que ostentaban su elegancia y su belleza, se desplazaban en bicicleta entre Bogotá y Chapinero, por la carrera 7.ª, y algunas más audaces avanzaban hasta la calle 87.
Gracias a la experiencia adquirida en los juegos deportivos nacionales que desde 1933 se venían realizando en distintas capitales de los departamentos, Bogotá cumplió con lujo de detalles su papel como anfitriona de los Juegos Deportivos Bolivarianos que se efectuaron en la capital en homenaje a los 400 años de su fundación. Participaron en estos juegos Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Chile y Colombia, del 6 al 22 de agosto de 1938, y se estrenó el estadio de fútbol Nemesio Camacho El Campín. Afiche de Sergio Trujillo Magnenat, 1938.
Inauguración de los campos de fútbol, barrio Olaya Herrera, por el presidente Carlos Lleras Restrepo, el 19 de febrero 1968.
El estímulo al deporte ha sido una constante de los gobiernos nacionales y capitalinos. Arriba, canchas de tenis del Parque Nacional.
El Parque Nacional fue durante muchos años el principal respiradero de aire puro dentro del perímetro urbano. Se construyó en el tiempo récord de dos años. Iniciado en 1932, fue inaugurado por el presidente Olaya Herrera el 6 de agosto de 1934, a un día de concluir su mandato. El ministro de Hacienda, Esteban Jaramillo, hizo las gestiones para financiar la compra de los terrenos del primer gran parque que tendría la ciudad. Fueron adquiridas al norte, entre las calles 34 y 38, las fincas El Tejar de Alcalá, parte de la hacienda La Merced, propiedad de los jesuitas, y los terrenos pertenecientes a la familia del abogado Francisco Montaña. El parque, uno de los primeros hitos urbanísticos de Bogotá, fue bautizado en 1938 Parque Nacional Enrique Olaya Herrera, en homenaje a la memoria del mandatario que lo hizo posible, fallecido en 1937. En su discurso inaugural Olaya Herrera expresó que con los años los bogotanos, y los colombianos, verían en el Parque Nacional la obra más importante jamás realizada en la ciudad. El Parque Nacional incorporó nuevos elementos recreativos, como las canchas de tenis, el gimnasio infantil y pistas para atletismo. Durante la administración de López Pumarejo se construyó el Teatro Infantil. Fotografía de 1994.
El Jardín Botánico José Celestino Mutis es un homenaje al gran sabio gaditano que realizó la Expedición Botánica, y además una prolongación de esa obra epónima. En el Jardín Botánico de Bogotá tenemos un centro de estudios científicos de incalculable importancia para la conservación ecológica y la protección de la naturaleza, así como de la avifauna. Se encuentra al occidente de los parques de El Salitre y Simón Bolívar. Fotografía de 1994.
Parque ecológico y humedal Santa María del Lago, en Engativá. En 1911 el humedal era mucho más extenso. El terreno fue adquirido en 1918 por la familia Archila Montejo, que en 1938 le vendió al ex presidente López Pumarejo 43 hectáreas, incluyendo un espejo de agua de más de cuatro hectáreas. En 1938, cuando fue adquirido por la compañía urbanizadora Santa María del Lago, el humedal tenía dos cuerpos de agua intactos y libres de vegetación. En 1955 la incipiente urbanización lo afectó y disminuyó su extensión. La construcción de la avenida 80 y el relleno de una parte del humedal para adecuar un taller de reparación de los trolebuses del Distrito pusieron al humedal y al lago en trance de desaparecer. En 1991 la forma del lago no había variado con respecto a 1981, pero el aumento de la vegetación flotante sí era considerable. La acción mancomunada de instituciones privadas y oficiales consiguió que desde 1997 la ronda del humedal no volviera a sufrir cambio adverso alguno. En 1998 estudiantes y vecinos del sector conformaron la Fundación La Tingua con el fin de promover proyectos y acciones para su rescate. El ecosistema se ha venido recuperando gracias a los trabajos de descontaminación adelantados por el Acueducto de Bogotá y el DAMA. Foto de 1994.
Una de las expresiones y de las herramientas de recuperación del espacio público en Bogotá ha sido la creación de zonas verdes, con características de parque, en sitios que carecían de ellas por completo. Tal es el caso destacado del Parque del Renacimiento, proyectado e inaugurado en la administración de Jaime Castro, ubicado en la calle 26 con carrera 22, al occidente del Cementerio Central. Allí los habitantes de la ciudad, y en especial aquellos de las localidades de Teusaquillo, Santafé, Los Mártires y Puente Aranda pueden disfrutar de actividades recreativas, musicales y culturales de diversa índole. El Parque del Renacimiento consta de un centro cultural cubierto; de un espejo y una pila de agua; de un parque infantil con rodaderos, columpios y pasamanos; de zonas verdes, arborización y especies nativas; además de servicios sanitarios, cafetería y profusa iluminación. Una de las atracciones adicionales de este parque, y no la menos importante, es la escultura en bronce del artista colombiano Fernando Botero, que se admira a la entrada del parque sobre la calle 26, titulada Hombre a caballo, donada por el maestro a la ciudad de Bogotá e instalada en este sitio en el año 2000. Foto de 1994.
Uno de los ejemplos protuberantes de lo eficaz que puede ser la cooperación entre los ciudadanos y las autoridades, la denominada acción cívica, es el Parque de la 93. A principios de los noventa era poco menos que un botadero de basuras en un sector residencial. En el año 94 los vecinos y la Alcaldía de la localidad de Chapinero, con el apoyo de la Alcaldía Mayor, emprendieron la recuperación del parque. El resultado fue, en 1995, el parque más famoso de Bogotá, no sólo por la belleza de sus jardines, la arborización y el diseño, sino porque sus alrededores se convirtieron en una de las zonas de bares, restaurantes y sitios de reunión más exclusivos y costosos de la ciudad. El Parque de la 93, entre las calles 93 y 94 y las carreras 12 y 13, es además lugar de conciertos, festivales, recitales y otros eventos que atraen una enorme cantidad de espectadores. Su iluminación navideña es ya una tradición bogotana.
Posiblemente el precursor de los parques lineales en Bogotá es el Park Way del barrio La Soledad, un amplio separador arborizado, con amplios prados y jardines, que divide las dos vías de la avenida carrera 22 entre calles 36 y 45; pero el verdadero concepto de parque lineal fue plasmado por la administración de Enrique Peñalosa con el Parque Lineal El Virrey (fotografía de 2002), inaugurado en 1999, sobre el separador de las calles 88 y 86, que se extiende de occidente a oriente desde la paralela oriental de la Autopista Norte hasta la carrera 11. Es uno de los paseos peatonales más agradables que brinda la ciudad.
La iniciativa de convertir las calles más importantes de la ciudad en ciclovías durante los domingos y días festivos fue del alcalde Augusto Ramírez Ocampo, en 1983, con tal éxito que ha perdurado hasta hoy.
Las administraciones Peñalosa, Mockus y Garzón han construido en Bogotá la más amplia red de ciclorrutas de América Latina.
El 4 de julio de 2007 anocheció sobre una Plaza de Bolívar iluminada por 25 000 velones, puestos allí como homenaje a los 13 diputados que, secuestrados por las FARC desde hacía cinco años, fueron asesinados en cautiverio. La escultora colombiana Doris Salcedo convocó y organizó esta acción de duelo. “Un país como Colombia que lleva más de 40 años soportando un conflicto armado necesita una extraña mezcla de recuerdo y olvido. Por esa razón el tipo de memoria que más me interesa es memoria olvidadiza, con lo que quiero decir una memoria que puede ser medida, que puede evolucionar, que es capaz de establecer distancia y no sumirse en un círculo vicioso de venganza inútil”, declaró la artista a la revista Crimes of War.
El Festival de Verano de Bogotá es una tradición que ha cumplido 10 años. Lo inauguró en 1997 la cantante Laura Pausini y desde esa fecha ha sido organizado por la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y patrocinado por la Casa Editorial El Tiempo. El escenario principal del Festival de Verano a lo largo de esos 10 años ha sido el Parque Metropolitano Simón Bolívar, pero en otros sitios de la ciudad se realizan eventos culturales, actividades de lectura, recitales, conciertos y otras actividades. Una de las mejores expresiones del festival es la capacidad creativa de los ciudadanos, la elaboración de originales atuendos, disfraces y comparsas. Los deportes acuáticos, de una rica variedad, que se practican en el lago del Parque Simón Bolívar, constituyen siempre una de las actividades que atraen más público.
La música ha encontrado en los parques bogotanos el escenario propicio para expresarse y convocar a un público deseoso de presenciar, en vivo, la acción de los distintos conjuntos e intérpretes. En los parques del Renacimiento, de la 93, Nacional, Simón Bolívar, El Salitre, El Lago y El Tunal, entre otros, son frecuentes los conciertos denominados “al parque”, por ejemplo, Jazz al Parque.
La música ha encontrado en los parques bogotanos el escenario propicio para expresarse y convocar a un público deseoso de presenciar, en vivo, la acción de los distintos conjuntos e intérpretes. En los parques del Renacimiento, de la 93, Nacional, Simón Bolívar, El Salitre, El Lago y El Tunal, entre otros, son frecuentes los conciertos denominados “al parque”, por ejemplo, Rock al Parque.
Hip Hop al Parque, en el escenario del teatro al aire libre de la Media Torta.
Ópera al Parque, 2005.
En su primera administración (1995-1996) el alcalde Antanas Mockus inició la campaña pedagógica que se denominó “Cultura Ciudadana” y que obtuvo extraordinarios resultados en la meta de perfeccionar la calidad de vida de la ciudad a partir del mejoramiento de los propios ciudadanos en cuanto a su relación con la urbe. La “Cultura Ciudadana”, que se profundizó en la segunda administración Mockus (2001-2004), encontró en los bogotanos “una percepción altamente positiva”. La utilización del espacio público por los ciudadanos para toda clase de eventos culturales y recreativos —Festival de Verano, Día de la bicicleta, Serenata a Bogotá, Bogotá Coqueta, Festival de Cometas, etc.— entró a formar parte esencial de la nueva cultura urbana, que la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte (creada en la administración Garzón), dirigida por Martha Senn, ha fomentado con Libro al Viento, Rock al Parque, lunadas, el septimazo y muchas otras iniciativas. El Festival de Rock al Parque en el Simón Bolívar (foto) es el más importante de su género en Latinoamérica.
En la última década del siglo xx, la iluminación navideña de las urbes se tornó en un reto entre las grandes capitales colombianas, pero sobre todo entre Bogotá y Medellín. Independientemente de quién lo haga mejor, lo cierto es que en Navidad las ciudades se llenan de luces, que no se encienden el resto del año. Luces que están en los postes, en las ventanas y fachadas de las casas, en los grandes edificios, e inclusive en las estatuas de carne que son actores y testigos mudos del trajín urbano. A la competencia se sumaron desde 2004 los pueblos de Boyacá que alumbran, no ya una ciudad, sino todo un departamento.
La designación de Bogotá como capital mundial del libro en 2007 ha llevado a su clímax las distintas actividades culturales y recreativas que se realizan en la capital: danza, teatro, música, en una serie de eventos llenos de colorido, animación y alegría. Carnaval de Bogotá, Salsa al Parque, Festival de Verano, Festival Jazz al Parque, Festival de Danza Contemporánea, Rock al Parque, Carnaval de Niños y Niñas, Bogotá Distrito Teatral, Festival de Ópera y Zarzuela al Parque, que han hecho del mercado cultural de Bogotá uno de los más atractivos de Latinoamérica. Esplendentes juegos pirotécnicos como los realizados en el Parque Metropolitano Simón Bolívar, en el entorno de la Biblioteca Virgilio Barco, les dan a las festividades un toque de magia.
En agosto de 2007, el Parque Simón Bolívar fue la sede del Festival Internacional de Cometas, un evento “de alto vuelo” que hizo parte del Festival de Verano y en el que participaron clubes de cometas de varios países.
Aspecto de la VIII Media Maratón de Bogotá que se corrió el 29 de julio de 2007. La MMB es un multitudinario evento deportivo que comenzó en el año 2000 con el propósito de “posicionar un evento que hiciera más competitiva a Bogotá, que genere ingresos para la ciudad, oportunidades de trabajo para sus habitantes y calidad de vida para todos”. En la MMB participan más de 40 000 atletas, que han hecho entrenamientos previos y carreras preparatorias.
A la promoción de la media maratón se han vinculado la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte y empresas como Carrefour y Porvenir. Tanto los patrocinadores como los atletas participantes han logrado “realizar para nuestra capital una carrera como se hace en las grandes capitales del mundo”.
Texto de: Fabio Zambrano Pantoja
Uno de los errores más comunes al estudiar a Bogotá es considerar que antes era un pueblo o una aldea y hoy una ciudad o una metrópoli. La base del error está en considerar que como en 1800 tenía 20 000 habitantes, en 1900 tenía 100 000, y hoy siete millones, entonces la pequeña escala en el pasado la hacía un pueblo. Crasa equivocación, puesto que desde que recibe el título de ciudad, a los pocos años de fundada, Bogotá es una ciudad y su cultura ha sido y es de una ciudad. Porque la ciudad es un hecho político, no demográfico, económico o de cualquier otra consideración. Por tanto, lo que hay que discernir es la evolución de la cultura urbana que la ciudad presenta en sus distintos momentos históricos.
Este es el caso del caracterizado clientelismo que presenta su cultura política1. Para algunos, este comportamiento político se deriva de la presencia de rasgos pueblerinos en la metrópoli, reflexión que asume que todos los habitantes de la ciudad fuesen inmigrantes campesinos: “… Esa mentalidad de orden pueblerino comporta mucho del sentido regional de los ciudadanos que fueron migrantes y quienes, a pesar de llevar varios años de vida en la ciudad, conservan todavía sus apegos lugareños y forman dentro del tejido metropolitano conjuntos de ‘aldeas’ culturales diversas”2. En realidad, la ciudad colonial es por definición una comunidad política profundamente clientelista, donde las relaciones se rigen por el principio de favores y deudas. Pero, no siempre, la ciudad moderna presenta culturas modernas, como en el caso de la Bogotá contemporánea. Por ello hay razón cuando se afirma que: “Esta diversidad en la construcción cultural de la ciudad, constituye uno de los valores que enriquecen actualmente la vida urbana. Sobre ellos se superponen rasgos de corte modernizador que no conforman una estructura total de mentalidades y acciones pensadas y operadas dentro de los parámetros de la racionalidad moderna”3.
La cultura que presenta la ciudad a finales del siglo xx tiene que ver, como es de lógica, con el tipo de ciudad que se ha construido: “En Bogotá se pueden diferenciar por lo menos dos tipos de aglomeraciones urbanas. Se podría concluir que la ciudad al estilo norteamericano, al norte, ha sido una de las prioridades de la mayoría de las administraciones. La inversión realizada en esta área ha beneficiado especialmente, pero no exclusivamente, a una pequeña parte de los habitantes (de 15 a 20 por ciento). Esto puede explicarse, en parte, por los lazos existentes entre los constructores del imaginario urbano general ‘población influyente, el poder y los medios de comunicación’. Por ejemplo, los medios de comunicación influencian el imaginario colectivo y además pertenecen al poder y a las clases dominantes, motorizadas en casi su totalidad”4. La otra ciudad, del Tercer Mundo, con menor inversión del Estado, ocupa la mayor parte de la ciudad; esta ciudad recibe un imaginario urbano construido para la otra ciudad. De nuevo nos encontramos con la diferenciación social del espacio, tema al cual hemos hecho varias referencias.
“Lo último que cambian son las mentalidades”, afirman los historiadores que se especializan en estos temas. Nada más cierto que esta afirmación cuando analizamos la cultura en Bogotá. Como hemos venido afirmando, la historia de Bogotá en el siglo xx es la de una progresiva y exitosa modernización y una modernidad que más bien ha sido una resultante de lo primero y no de un proyecto. La socialización de los aparatos que portan esta modernización, como la radio, la televisión, las grabadoras y equipos de sonido, fueron en un principio privilegio de la burguesía que tenía acceso a ellos, gracias a sus contactos con el exterior, y luego, la gran mayoría accedió a éstos por medio del contrabando que ofrecían los llamados Sanandresitos. Hasta que, ya en los años noventa, dejan de ser símbolo de distinción social para convertirse en objetos que llegan a todos los estratos sociales.
La propuesta de modernización, desarticulada en el espacio urbano como si fuera un cuerpo; la ciudad con dos velocidades, la ciudad del norte y la del sur, produce comportamientos urbanos donde muchos pobladores se encuentran inmersos en el funcionamiento cotidiano de la ciudad, con todas sus máquinas y objetos, pero “ignoran que todo eso hace parte de una red de racionalidades que posee sus propias condiciones para el funcionamiento eficiente o adecuado. El encuentro entre esa red implícita de reglas y las costumbres del ciudadano que la desconoce, produce toda suerte de desajustes, desde el entorpecimiento del funcionamiento de los sistemas, hasta los accidentes causados por el desconocimiento sistemático de las normas de tránsito”5.
Por lo tanto, para que la ciudad moderna se socialice y adquiera mayor grado de universalidad en toda la ciudad, se ha necesitado un intenso proceso de difusión de una idea de progreso, en la que una punta de lanza han sido los diferentes planes de desarrollo urbano aplicados desde los años cincuenta, en los que ha sido evidente la preocupación por la construcción de una escenificación de la ciudad moderna. Sin embargo, como vimos al describir la historia del agua en la localidad de Usme, la inclusión de un barrio pirata a la formalidad urbana puede durar dos y hasta tres décadas, tiempo en el cual estas comunidades viven inmersas en la marginalidad urbana, que produce otra marginalidad, la social, que impide que los pobladores participen plenamente de las ofertas que tienen las instituciones del Distrito.
La vía mayoritaria de construcción de la ciudad, que para algunos llega a las dos terceras partes de la ciudad actual, ha sido la ilegalidad, mal llamada pirata. Como se mostró, en estos asentamientos, levantados al margen de la presencia del Estado, se construye el espacio público desde la comunidad, definiendo ellos mismos los límites entre lo público y lo privado. Las necesidades de convivencia que estos asentamientos demandan, exigen la construcción de fuertes tejidos sociales, diversos sistemas de clientelismo, consolidados por el compadrazgo y la vecindad. Ésta es una de las razones para encontrar en Bogotá una fuerte cultura de intermediación política.
En la construcción de la cultura bogotana, los medios de comunicación y entretenimiento se han constituido en los vehículos más importantes en la formación de una versión de la modernidad urbana que se impone en esta ciudad y en su inserción cada vez mayor en la globalización cultural. “La cultura cotidiana de las mayorías, no sólo en las ciudades sino en el campo, en un país tan urbanizado como Colombia, está cada día más moldeada por las propuestas, los modelos y las ofertas culturales de los medios masivos. Por escandaloso que suene, las mayorías latinoamericanas están accediendo a la modernidad no de la mano del libro, no siguiendo el proyecto ilustrado, sino desde los formatos y los géneros de las industrias culturales del audiovisual”6.
Si en la primera mitad del siglo xx los manuales de urbanidad se constituyeron en los instrumentos para moldear al ciudadano que necesitaba una ciudad que entraba en la modernidad, desde mediados de este siglo la prensa, la radio y, en especial, la televisión, son los encargados de transmitir los valores y construir los modelos de comportamiento, tanto públicos como privados. Los medios masivos de comunicación se han constituido en los agentes socializadores de nuevas pautas de lectura y comportamiento de los urbanitas en el espacio público. Los medios de comunicación se convirtieron en los transmisores de nuevos comportamientos y el espacio público en el lugar donde se escenifican estos nuevos valores.
El espacio público es el lugar donde se escenifica la democracia. Por ello se afirma que se constituye en el teatro donde se representa la política. Así, el momento histórico en que se construye, la cantidad, la calidad y lo que este espacio representa, son indicadores de múltiples significados de la vida urbana, por ejemplo de su cultura urbana, es decir, de la calidad que como ciudadanos tienen las personas que habitan en Bogotá. Para lograr la amplia oferta de espacios públicos con los que está dotada la ciudad en la actualidad, se requirió una evolución relativamente reciente.
Para comprender mejor esto, hay que recordar que los primeros espacios públicos que se crearon en la ciudad en el siglo xix fueron los espacios de sociabilidad política, tales como los clubes, la masonería, las sociedades patrióticas y las tertulias. Estos lugares de encuentro fueron fundamentales en la construcción de un sistema de representación del ciudadano, inicialmente simbólica. Este camino que toma la evolución de la modernidad política subraya la importancia de la ciudad como espacio de representación del poder, y también gracias a los nuevos códigos que regulan las relaciones entre sus habitantes, introduce un nuevo significado a lo urbano. ?
Si bien la ciudad no cambia en su forma, que continúa siendo el damero heredado del siglo xvi, sí cambia el significado de su contenido, puesto que ahora se pasa de la verticalidad social que se representaba, a la búsqueda de la horizontalidad que el discurso de la igualdad procura instaurar. Se trata de un complejo y profundo proceso de resignificación del espacio urbano, para el cual se requirió la construcción de diversas metáforas del espacio público, como son los parques y las plazas, materialidades de lo público.
Posteriormente, se empieza a transformar el uso del espacio urbano y con ello la representación que de él se hace, es decir, la producción de una nueva cultura urbana. En el siglo xx ya no es necesario que la centralidad política coincida con la centralidad habitacional. Durante la Colonia, y por extensión durante el siglo xix, los habitantes de mayor jerarquía social vivían en los alrededores de la Plaza Mayor. Pero en el siglo xx, al tiempo con la formación de barrios populares en la periferia, las elites adineradas empezaron a abandonar el centro, al tiempo que las nuevas funciones urbanas y las transformaciones en los modelos de vida introdujeron cambios notables en los equipamientos urbanos.
Con ello la ciudad se vuelve multicéntrica y cambia el sentido de la representación del poder, que ahora se basa en los medios de comunicación, puesto que, por sus dimensiones, la ciudad se convierte en el centro de la “comunidad imaginada”, cuya existencia virtual depende de su capacidad de comunicación y representación. Es entonces cuando surge la necesidad de construir una cultura urbana, y para ello se realiza un gran esfuerzo por universalizar los valores que esta cultura debe portar. La ciudad moderna pretende construir una cultura homogénea, única para todos sus habitantes, y en buena parte lo va a lograr, gracias a la socialización de las nuevas costumbres en los espacios públicos que se construyen.
Como ya lo señalamos, la modernización de la ciudad exigió la introducción de nuevos saberes, así como de un gran esfuerzo educativo por parte de las elites en la introducción de comportamientos y costumbres acordes con las exigencias modernas. Este proceso de educación masiva fue el mecanismo que permitió que las gentes aprendieran a habitar la nueva ciudad, con espacios, máquinas y aparatos que exigían comportamientos diferentes a aquellos que se utilizaban en el siglo xix7.
Por ello el espacio público y el uso del tiempo libre se convierten en temas centrales de las políticas públicas del Distrito. En efecto, a comienzos del siglo xx la modernización que tímidamente comenzaba a experimentar la ciudad fue introduciendo la práctica de los deportes y con ello la necesidad de nuevos espacios de sociabilidad distintos a las plazas y parques. Así, desde 1890 se inició la práctica del polo, tenis y fútbol, inicialmente limitados a las elites capitalinas que los habían aprendido en sus viajes a Europa. Entonces, los clubes fundados en la ciudad fueron, en sus inicios, lugares exclusivos de hombres. Posteriormente, en la década de los veinte, se evidencia un incremento de las prácticas deportivas, todavía asociadas a los clubes, que se constituían en reflejo de las jerarquías sociales. A partir de 1929 los periódicos El Espectador y El Tiempo promueven pruebas de ciclismo. Luego, rápidamente, la práctica de los deportes se convierte en elemento sustancial de la cultura urbana8.
Los primeros esfuerzos de socialización del deporte se inician con la ley 80 de 1925, mediante la cual se creó la Comisión Nacional de Educación Física en el Ministerio de Instrucción Pública. Este organismo tenía el encargo de organizar concursos de atletismo, promover la construcción de plazas deportivas, crear asociaciones de cultura física, preparar publicaciones y conferencias sobre la importancia del deporte para la salud, la inteligencia y la moral, y elaborar un plan racional de educación física para la enseñanza y la lucha contra las causas del deterioro físico de la infancia y la juventud. En 1927 se realizaron los primeros Juegos Deportivos Nacionales en Bogotá con el patrocinio del Ministerio de Instrucción Pública y Salubridad Pública. Si bien llegaron pocas delegaciones y se limitaron a unos cuantos partidos de fútbol y algunas pruebas atléticas celebrados en el estadio del Instituto de La Salle, debe registrarse el hecho como el primer esfuerzo por emplear el deporte como instrumento de integración nacional y el escenario bogotano como el espacio simbólico de la nación.
El aparato educativo cumplió un papel de gran importancia en la popularización de las prácticas deportivas. Por otra parte, la inversión pública en infraestructura permite generar espacios donde la gente puede hacer deporte. Con la creación del Parque Nacional en 1934, se construyen allí canchas de tenis, baloncesto, patinaje, pistas, gimnasios, guardarropas y servicios sanitarios a fin de promover la recreación. En 1935 se crea el Comité Municipal de Deportes de Bogotá con la misión de desarrollar el deporte, en especial el fútbol. Para celebrar el IV Centenario de fundación de la ciudad, el Concejo dispone por acuerdo 12 de 1935 construir un estadio en la ciudad. Luis Camacho Matiz cedió para ello 43 fanegadas de los terrenos de su antigua hacienda El Campín, en el entonces barrio San Luis. Este estadio sería el primero de la ciudad para realizar torneos de fútbol. Su construcción comienza en 1936 y se inaugura en 1938. En 1937 se construye, en la moderna sede de la Universidad Nacional, el Estadio Alfonso López.
El primer deporte que se populariza es el fútbol, en los años treinta. Con la construcción de escenarios deportivos públicos y la introducción de la práctica de deportes en la enseñanza, se consolida este proceso, que se refuerza con la dotación de canchas deportivas en los barrios obreros. En Bogotá, por ejemplo, se inauguró una cancha en el barrio Tejada en 1934 y en 1942 se construyeron dos gimnasios obreros, con el propósito de fomentar el espíritu deportivo y mejorar la condición física de los trabajadores.
Pero la falta de espacio público en la ciudad era dramática y sólo un parque, el Parque Nacional, contaba con instalaciones adecuadas para las necesidades de los usuarios; otros dos tenían instalaciones insuficientes, dos más se encontraban en mal estado y los 27 restantes eran en realidad terrenos destinados como parque pero sin ningún tipo de infraestructura o intervención.
Ante la insuficiencia de sitios adecuados para la recreación popular, la alcaldía de Virgilio Barco emprendió, por intermedio del Fondo de Desarrollo Popular Deportivo y de Cultura, un programa de mejora de la infraestructura recreativa existente, así como la construcción de canchas deportivas en los parques o zonas verdes de los barrios periféricos más populares de la ciudad. El propósito de esta dotación era evitar que los terrenos de recreación fueran destinados a otro uso9.
Adicionalmente, uno de los objetivos principales de la alcaldía de Barco Vargas era limitar el crecimiento de la ciudad más allá de los límites de prestación económica de los servicios públicos, mediante la creación de parques y zonas verdes, así como de un cinturón verde alrededor del perímetro urbano. Con este fin, mediante el acuerdo n.o 45 de 1968, se creó el Fondo Rotatorio de Zonas Verdes y Comunales, con el propósito de “proveer de parques y zonas verdes, escuelas y reservas de áreas para usos comunales a todos los barrios de la ciudad, especialmente a aquellos de desarrollo incompleto o de escasos recursos comunales”10. Mediante este acuerdo se pretendía crear un instrumento que permitiera concentrar las zonas verdes que debían ceder los urbanizadores, evitando la cesión “dispersa e indiscriminada sin un planeamiento dirigido dentro del marco general del desarrollo de la ciudad”. Este Fondo Rotatorio de Zonas Verdes y Comunales debía adquirir los terrenos para un ambicioso programa de zonas verdes recreativas y campos deportivos populares, un total de 1 050 hectáreas.
Además, se proyectan y realizan grandes áreas recreativas para sectores de nivel socio-económico medio y bajo. Aparecen los parques metropolitanos El Tunal, Timiza, Kennedy, Ciudad Montes, La Florida, El Salitre, El Lago (1975), Arqueológico de Suba y el Jardín Botánico José Celestino Mutis11. Los parques Olaya Herrera y Gaitán tienen gran oferta deportiva; El Tunal, Timiza y Kennedy se deterioran con el tiempo por falta de mantenimiento. Hacia la zona norte, las grandes áreas verdes las constituyen los clubes privados. El desarrollo del estudio Bogotá Fase II crea el concepto de cesiones tipo A, las franjas de control ambiental al plan vial y la peatonalización de ciertas vías.
Un cambio interesante que se produce en el uso del espacio público es la escenificación de la solidaridad ciudadana. En 1961 el sacerdote Rafael García Herreros, que realiza una labor social a través del programa televisado El minuto de Dios, realiza el primer Banquete del Millón, convocando a personajes públicos pudientes para que hagan donaciones, mediante el pago de una costosa entrada a una frugal cena. El recaudo se destinaba a obras de caridad.
Una década después, esto cambia radicalmente. En febrero de 1973, siguiendo el ejemplo de acciones similares realizadas en otros países, Andrés Pastrana, hijo del entonces presidente Misael Pastrana, convoca en Bogotá una jornada de solidaridad con los niños quemados que necesitaban ayuda en el Hospital Infantil Lorencita Villegas de Santos. Este acontecimiento introdujo un cambio radical en el uso del espacio público. Hasta entonces la calle y la plaza eran los escenarios de las manifestaciones políticas; ahora servían para escenificar la solidaridad ciudadana. Pocos años más tarde, en 1982, la señora Nydia Quintero, ex primera dama de la nación, organizó una caminata denominada Solidaridad por Colombia, que desde entonces se realiza anualmente el último domingo de agosto, decretado desde 1989 como “día nacional de la solidaridad”. Otros eventos que contribuyeron a este cambio fueron las acciones en búsqueda de la paz, como la Primera Marcha Nacional por la Paz, importante manifestación ciudadana de protesta contra el secuestro, convocada en octubre de 1999 por Francisco Santos, hoy vicepresidente de Colombia, que reunió a cientos de miles de ciudadanos. Estas son algunas de las múltiples marchas y caminatas que en las últimas décadas han transformado el uso del espacio público y han buscado forjar una personalidad colectiva de la ciudadanía, mediante la escenificación de la solidaridad.
En los años ochenta surgen iniciativas para revitalizar el espacio público. Se proyecta el Plan Centro, que logra una primera experiencia de planificación zonal, pero se concreta con obras puntuales a corto plazo. ?
Se implanta el sistema de ciclovías en días feriados, promoviendo el uso de la bicicleta dentro de la ciudad. El éxito de este programa refleja la carencia de espacios abiertos recreativos. La idea venía de antes. En efecto, a partir de la década de los setenta empieza a tomar forma la propuesta de transformar las principales vías de la ciudad en espacios de recreación deportiva durante los domingos y días festivos. Esta iniciativa, del alcalde Augusto Ramírez Ocampo, es acogida con entusiasmo por gran cantidad de usuarios que obligan a ampliar el número de kilómetros de vías disponibles para este fin. Actualmente, el programa de ciclovías abarca las principales calles y avenidas de la ciudad, formando circuitos de más de 80 kilómetros. Ésta es, a grandes rasgos, su evolución:
1974: primer ensayo de la ciclovía durante los domingos.
1976: se expide el decreto 566 que crea las ciclovías.
1982: se inicia el programa de recreación mediante ciclovías, con 24 kilómetros de trazado.
1996: se aumenta el número de kilómetros a 85.
1997: se proponen dos ciclovías permanentes. Una en torno al Parque Simón Bolívar, y otra que una el Parque Nacional con la Universidad Nacional12.
A finales de los ochenta se iniciaron proyectos urbanos como Ciudad Salitre, Parque Central Bavaria, Ciudadela Colsubsidio y Ciudad Bolívar. La ley 9 de 1989, también conocida como Ley de Reforma Urbana, consagró disposiciones generales en materia de espacio público. Como objetivo estableció la utilización del espacio urbano no sólo en términos cuantitativos sino de mejoramiento de la calidad de vida. Definió el espacio público como “el conjunto de inmuebles públicos y elementos urbanos y naturales del dominio privado, destinados por su naturaleza, por su uso o afectación a la satisfacción de necesidades urbanas colectivas y trascienden los límites de los intereses privados de los habitantes”13. Dentro de esta clasificación se encuentra también el decreto 1504 de 1998, que reglamentó el espacio público dentro de los planes de ordenamiento territorial, y el acuerdo 16 de 1998 de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca, CAR, que estableció las determinantes en el aspecto ambiental para la expedición de los planes de ordenamiento territorial.
En los años noventa, se destacan acciones como el acuerdo 6 de 1990 o Estatuto para el Ordenamiento Físico de Bogotá, que se constituyó en el eje fundamental alrededor del cual se determina el establecimiento, manejo y protección de las áreas verdes y los parques urbanos en el Distrito Capital. La concepción del plan de desarrollo físico del Distrito buscó satisfacer las necesidades urbanas colectivas, organizado por niveles de zonificación, de la siguiente manera:
Primer nivel: Da prioridad al espacio público y a los bienes de uso público.
Segundo nivel: Regula la disponibilidad del suelo.
Tercer nivel: Comprende la división de las áreas urbanas en áreas de actividad múltiple y áreas de actividad especializada (residencial —general y especializada—, comercial, industrial e institucional), y consagra la asignación de tratamientos de actualización y desarrollo.
Estos tres niveles de zonificación tienen gran incidencia en las áreas verdes y los parques urbanos, entre otras por estas razones14:
Los elementos naturales de la ciudad (sistema hídrico y sistema orográfico) y los espacios destinados a su preservación (rondas hidráulicas y zonas de protección ambiental) son parte del espacio público y, por consiguiente, tienen prioridad sobre todas las demás zonas de la jurisdicción.
En la determinación de usos del suelo se clasifican las áreas urbanas, suburbanas y rurales del Distrito, se consagran zonas recreativas de uso publico, dentro de las que se encuentran parques y zonas de reserva de los cerros, ríos, embalses, lagunas, quebradas y canales, y se establecen áreas de control ambiental o aislamiento a lo largo de las vías, con objeto de proteger el entorno del impacto urbano o mejorarlas paisajística y ambientalmente.
A partir del acuerdo 6 de 1990, se desprenden la totalidad de las normas que identifican las zonas verdes, los parques y las zonas de protección y manejo, y se determinan reglas sobre su administración. La normatividad especial sobre el tema de las áreas verdes se encamina, en gran medida, a identificar los parques y zonas verdes de la ciudad y a establecer condiciones y parámetros para su construcción, cuando se requieren, a consecuencia de nuevas construcciones urbanísticas. Las normativas vigentes recopiladas sobre el tema de las áreas verdes urbanas se encuentran, están estructuradas de la siguiente manera:
- Zonas de protección del sistema orográfico.
- Zonas de protección del sistema hídrico.
- Zonas recreativas de uso público.
- Áreas verdes en zonas viales.
- Elementos naturales de los bienes inmuebles privados que forman parte del espacio público.
En 1992 se conforma el Taller Profesional del Espacio Público, equipo adscrito al Departamento Administrativo de Planeación Distrital y revisor de los planes y programas que incidan sobre los espacios abiertos.
En 1996 se inició el gobierno de Antanas Mockus, que introduce el tema de “construir una nueva cultura ciudadana” mediante la racionalización del espacio público y el establecimiento de una estrategia para crear una nueva imagen colectiva sobre la funcionalidad de los espacios comunes. Se trabaja prioritariamente sobre la cultura ciudadana, el espacio público y la calidad ambiental15. El espacio público es reconocido como “la materialización de las relaciones ambientales, socioeconómicas y político institucionales”16 en el crecimiento de la ciudad. Es decir, que a partir de la alcaldía de Mockus se empieza a discutir el tema del espacio público en su dimensión total, involucrando el sentido de pertenencia del ciudadano y la construcción de una imagen pública de la ciudad. El espacio público debe construirse relacionado con el proceso de formar una cultura ciudadana, donde el ciudadano pueda identificarse y adoptar conductas apropiadas.
En los avances por la regulación de los espacios urbanos reviste gran importancia lo que la ley 388 de 1997, conocida como de desarrollo territorial, le aporta al manejo del medio ambiente y el espacio público. Entre sus objetivos se encuentran, expresamente, velar por la creación y la defensa del espacio público y proteger el medio ambiente. También consagra la función ecológica de la propiedad como principio del ordenamiento ambiental del territorio. El ordenamiento territorial propende por la optimización en el uso de los recursos naturales.
Dentro de los componentes del espacio público la ley consagró, expresamente, los parques, plazas, zonas verdes, áreas similares y, en general, todas aquellas áreas necesarias para la conservación y preservación del paisaje y los elementos naturales del entorno de la ciudad, en las que el interés colectivo es manifiesto y conveniente. Según la legislación vigente, las áreas de interés para el mantenimiento de las zonas verdes y la arborización urbana, son: los parques, las plazas, las zonas verdes y los antejardines.
Los tres primeros como bienes de uso público y el último como elemento natural dentro de los inmuebles privados, pero todos son integrantes del concepto de espacio público.
El plan de desarrollo del alcalde Enrique Peñalosa llamado “Por la Bogotá que queremos”, adoptado por el acuerdo 6 de 1998, está estructurado en siete prioridades que se constituyen en programa de gobierno. Dentro de los cinco proyectos prioritarios se encuentra el Sistema Distrital de Parques17 y dentro de este programa se define a los parques como espacios que propician la convivencia ciudadana y escenarios para la construcción de comunidad (artículo 35), y les confiere una prioridad para la ciudad como la de los servicios públicos. El plan busca recuperar y construir alrededor de 350 parques de barrio, adecuar las zonas alrededor de los parques, conformar el Parque de los Cerros y recuperar áreas como la ronda del río Tunjuelo y los humedales de Juan Amarillo y Córdoba, entre otros. Con un presupuesto que asciende a 271 785 millones de pesos (1998), el plan está inscrito en la prioridad denominada Ciudad a Escala Humana y su ejecución es competencia del Instituto Distrital de Recreación y Deportes, IDRD, el Departamento Administrativo del Medio Ambiente, DAMA, y la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, EAAB. El decreto 984 de 1998 determina las competencias institucionales sobre el manejo de las áreas verdes recreativas al IDRD, las rondas hídricas, canales y humedales a la EAAB, los cerros orientales y áreas rurales al DAMA, la arborización al Jardín Botánico José Celestino Mutis, los andenes y plazas y la red verde vial al IDU18. Como ente coordinador entre las instituciones se conformó el Comité Distrital de Parques.
Como última intervención urbanística, el Plan de Ordenamiento Territorial, POT, para Santafé de Bogotá, adoptado por el Concejo Distrital dentro de las facultades contenidas en la ley 388 de 1997, incluye la definición de la estructura ecológica principal como “una porción de territorio que se selecciona y delimita para su protección y apropiación sostenible dado que contiene los principales elementos naturales y construidos que determinan la oferta ambiental del territorio, conformando un elemento estructurante a partir del cual se organizan los espacios urbano y rural”19. Dentro de la estructura se identifican tres componentes en que están los parques urbanos, el área de manejo especial de la ronda del río Bogotá y el Sistema de Áreas Protegidas Distritales, SAP.
Dentro del SAP se encuentran los espacios de valor para el patrimonio natural y paisajístico, los parques urbanos como aquellos elementos del espacio público destinados a la recreación pública, y el área de manejo especial de la ronda del río Bogotá como el eje integrador de la estructura ecológica principal (a la cual se conectan todos los corredores ecológicos urbanos: humedales y parques lineales de ronda de ríos y canales). El Parque Nacional Enrique Olaya Herrera (excluyendo el sector de la Reserva Forestal Protectora Bosque Oriental de Bogotá), junto con el Parque El Tunal y el Parque Simón Bolívar, quedan clasificados como Parques Urbanos de Recreación Activa (Artículo 35).
El POT define el espacio público como un “Sistema de espacio público construido, integrado por parques regionales, urbanos, zonales y locales y por las plazas y los espacios públicos para el desplazamiento de los ciudadanos en toda la ciudad”20, y el sistema de parques como el “conformado por los espacios verdes de uso colectivo que actúan como reguladores del equilibrio ambiental, que son elementos representativos del patrimonio natural y garantizan el espacio libre destinado a la recreación, contemplación y ocio para todos los habitantes de la ciudad”. Después del acuerdo 6 de 1990, el POT busca integrar el tema ecológico y ambiental como concepto de soporte al manejo de una ciudad estructurada en sistemas interconectados, sostenedores y sostenibles con su medio natural y geográfico. Es el primero que busca dentro de sus objetivos garantizar la consecución de un promedio de 15 metros cuadrados de parque por habitante (Artículo 202).
Todas estas transformaciones estuvieron acompañadas de cambios en las formas como se utilizan estos espacios. La década de los noventa se caracterizó, en lo que a recreación deportiva se refiere, por la promoción generalizada de las prácticas deportivas. Si hasta el momento la recreación deportiva había sido fomentada exclusivamente para la juventud, a partir de ahora será extendida a una población más amplia que abarcará ancianos y minusválidos, mediante la creación de programas especiales. En 1995 el Departamento Nacional de Planeación realizó un diagnóstico sobre la situación de la práctica deportiva en el país, en el que se evidenciaba la limitada acción de los programas de deporte recreativo puestos en marcha hasta ese momento, así como la insuficiencia de espacios libres para la recreación y el deporte, en particular en los barrios pobres de las principales ciudades del país. Por estas razones, el estudio estimaba que sólo un 10 por ciento de la población colombiana practicaba eventualmente algún deporte y que únicamente el 0,7 por ciento lo hacía con regularidad y vinculación a alguna organización deportiva21.
Si hasta la primera mitad de los años noventa la prioridad de las acciones estatales había sido el deporte competitivo y asociado frente al casi total abandono del deporte formativo, a partir de la segunda mitad de la década, desde el Estado se propone equilibrar esta relación mediante: el fomento de una amplia participación de la población en actividades deportivas y recreativas; la promoción de la participación de la población estudiantil de todos los niveles en los programas de deporte escolar y universitario y el mejoramiento de su calidad; el mejoramiento de los mecanismos de coordinación entre el Estado y las organizaciones de deporte asociado; la promoción de la organización deportiva y recreativa en el ámbito municipal, y la modernización administrativa y financiera del sector y su adecuación a las exigencias de la descentralización y de la eficiencia en el uso de los recursos públicos.
Para la realización de estos objetivos se proponían varios mecanismos, entre los cuales vale la pena destacar los convenios entre las entidades territoriales, las cajas de compensación familiar y las organizaciones no gubernamentales para que éstas administraran escenarios deportivos y recreativos, fomentaran y pusieran en marcha escuelas de deporte formativo y comunitario que beneficiaran a la comunidad en general y siguieran las líneas de política consignadas en el Plan Nacional de Recreación y Deporte22. En los últimos años las autoridades distritales han programado una serie de eventos recreativos especiales que se celebran a lo largo del año en distintos escenarios al aire libre, con la intención de involucrar a gran parte de la población. Mencionamos algunos ejemplos:
- Festival de Verano
- Carrera Atlética Internacional
- Día de la bicicleta
- Serenata a Bogotá
- Festival de Cometas
Las distintas administraciones se preocuparon por proporcionar estos espacios a una ciudad que comenzaba a transformarse no sólo en su aspecto físico, sino también en la manera de ser utilizada por sus habitantes. El tiempo de descanso y los espacios destinados para ello pasaron de lo espontáneo a lo organizado, y de las actividades y espacios para pequeños grupos a aquellos de carácter masivo.
De esta manera, al comenzar el siglo xxi, la cultura ciudadana que se consolida en la ciudad se diseña con el propósito de servir de vehículo para el reconocimiento de aquellas expresiones colectivas de relación social que practican los urbanitas bogotanos. Este nuevo uso de estos nuevos espacios públicos permite la consolidación de relaciones de solidaridad, confianza, tolerancia, respeto mutuo y participación, impulsadas por las asociaciones voluntarias para el encuentro y la solidaridad23.
En la ciudad colonial la fiesta constituía un mecanismo donde lo menos importante era que la gente se divirtiera; era un mecanismo discursivo de la fidelidad al rey y de consolidación de la sumisión que se debía tener, tanto a esta persona como a la aristocracia local. Hoy, las expresiones ciudadanas en estos espacios públicos fortalecen las nuevas costumbres urbanas y los sentimientos de igualdad, valoración del medio ambiente, valoración y apropiación del espacio público, valoración y conservación del patrimonio histórico y cultural de la ciudad, lectura simbólica de la ciudad, es decir, entendimiento de los significados de los lugares urbanos. En fin, la construcción de una identidad ciudadana24.
Cabe señalar que la cultura ciudadana, que desde la administración distrital se ha propuesto para Bogotá, ha tenido como propósito producir una autorregulación social, es decir la capacidad para cumplir las normas por voluntad propia, para ayudar a otros a cumplirlas, para resolver pacíficamente los conflictos25.
Pero, sobre todo, regulación y reconocimiento de las normas diseñadas por el Estado. De nuevo, la fiesta pública tiene como propósito reconocer el poder y continúa siendo una estrategia discursiva del mismo. El éxito de las campañas de cultura ciudadana de los últimos gobiernos distritales ha radicado en la capacidad de utilizar la ciudad como un escenario de representación del poder. Campañas como la de la hora zanahoria, los mimos, las cebras, la resistencia civil, los pulgares arriba y abajo, los eventos en el parque, las lunadas, así como los bolardos y Bogotá 2 600 metros más cerca de las estrellas, por ejemplo, se lograron convertir en símbolos, cuya socialización ha permitido que los urbanitas bogotanos se reconozcan como miembros de una comunidad urbana, como lo exige la ciudad moderna.
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Notas
- 1. Al menos hasta hace unos pocos años, puesto que esto ha cambiado sustancialmente en la ciudad en las últimas dos décadas.
- 2. Misión Siglo XXI, Cultura urbana, Bogotá, 1993, pág. 9.
- 3. Ibíd.
- 4. Montezuma, Ricardo, op. cit., pág. 69. Este autor afirma que: “Existe, en definitiva, una ciudad para mostrar al norte y una para esconder al sur”, pág. 61.
- 5. Misión Siglo XXI, op. cit., pág. 11.
- 6. Martín-Barbero, Jesús, “Medios de comunicación y procesos de cultura”, en: Colcultura, foro sobre cultura y Constituyente, Colcultura, Bogotá, 1990.
- 7. Ver: Noguera, Carlos Ernesto, et al., op. cit.
- 8. Zambrano, Fabio, Tres parques de Bogotá: Nacional, Simón Bolívar, El Tunal, Bogotá, IDCT, IDRD, 2003.
- 9. Estudios e informes de una ciudad en marcha, 1967-1969, tomo VII: Tres años de administración distrital, Bogotá, 1968.
- 10. Estudios e informes de una ciudad en marcha, 1967-1969, tomo IV: Nuevas normas de urbanismo para Bogotá D. E., pág. 50.
- 11. Cartilla del espacio público. Evolución histórica del espacio público en Bogotá.
- 12. Recreación y deporte. Serie Guía Práctica de Bogotá, fasc. 1, Bogotá, El Tiempo, 1997.
- 13. Artículo 8. Noriega, Mario, documento de conceptualización sobre el espacio público, plan de desarrollo económico y social y de obras públicas del Distrito Capital de Santafé de Bogotá, 1995-1998. Sin publicar.
- 14. CIFA-Jardín Botánico José Celestino Mutis, diseño preliminar para el Manual Verde de Santafé de Bogotá, inédito, Bogotá, julio de 1999.
- 15. Mockus, Antanas, Plan de gobierno 1995-1997, Bogotá, editado por la campaña electoral, 1995.
- 16. Ibíd.
- 17. Alcaldía Mayor de Bogotá, “Plan de desarrollo económico, social y de obras públicas para Santafé de Bogotá D. C., 1998-2001”, Por la Bogotá que queremos, acuerdo 6 de mayo de 1998.
- 18. Artículos 3 al 12. Decreto 984 de 1998.
- 19. Alcaldía Mayor de Bogotá, DAPD, Plan de Ordenamiento Territorial, POT, proyecto de acuerdo, Bogotá, septiembre de 1999.
- 20. Alcaldía Mayor de Bogotá, DAPD, op. cit., artículo 201, págs. 99 y 100.
- 21. Departamento Nacional de Planeación, Deporte y Recreación, Bogotá, 1995.
- 22. Ibíd.
- 23. Misión Siglo XXI, op. cit., pág. 24.
- 24. Ibíd., pág. 25. Para ello se dispone de la amplia difusión de los medios de comunicación, que convierten en noticia lo que acontece en el espacio público.
- 25. Arturo, Julián y Muñoz, Jairo, “¿Qué tanto de cultura y de ciudadanía hay en el programa de cultura ciudadana?”, en: Reflexiones sobre cultura ciudadana en Bogotá, Bogotá, Observatorio de Cultura Urbana, 2003, pág. 118. No sobra señalar que se está comentando la política cultural de la alcaldía de Antanas Mockus.
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La cultura urbana en el espacio público
La Constitución de 1991 privilegió la protección del espacio público y su uso por la ciudadanía para eventos que contribuyeran a la creación de una nueva cultura urbana. En desarrollo del mandato constitucional, las administraciones han establecido políticas que se encaminan a hacer del espacio público un auténtico medio de recreación, solidaridad y convivencia ciudadanas. Eventos como Rock al Parque (foto) le han dado a los habitantes una oportunidad de apropiación del espacio público.
Los diferentes planes de desarrollo de la ciudad que se han aplicado desde finales de los años cincuenta han permitido que se vayan borrando las profundas diferencias que existían —y que subsisten, pero en franco retroceso— entre la ciudad del norte, pujante, opulenta y progresista, y la del sur, marginada, pobre e inculta. La marginalidad urbana, que conlleva la marginalidad social, ha sido enfrentada con programas que han permitido, en muchos casos, la plena incorporación a las actividades que antes eran exclusivas de un segmento urbano privilegiado. En la segunda mitad del siglo xx, y en los primeros años del xxi, tanto el sur, como otros sectores marginados al occidente, al norte y al nororiente, entraron en un proceso transformador de recuperación que ha ido ganando espacio con la construcción de enormes parques de recreación y deporte, bibliotecas públicas de alto nivel, colegios de primer orden y grandes centros comerciales. En la foto, barrio Los Laches, 2004.
Los escasos recursos ya no son excusa para no mantener bien presentadas y limpias las fachadas de las casas y las calles, como en el barrio Venecia.
Los escasos recursos ya no son excusa para no mantener bien presentadas y limpias las fachadas de las casas y las calles, como en este barrio de Bosa.
Hacia los años treinta el ciclismo era un ejercicio en el que las mujeres tenían una participación muy activa. Los fines de semana, grupos femeninos, que ostentaban su elegancia y su belleza, se desplazaban en bicicleta entre Bogotá y Chapinero, por la carrera 7.ª, y algunas más audaces avanzaban hasta la calle 87.
Gracias a la experiencia adquirida en los juegos deportivos nacionales que desde 1933 se venían realizando en distintas capitales de los departamentos, Bogotá cumplió con lujo de detalles su papel como anfitriona de los Juegos Deportivos Bolivarianos que se efectuaron en la capital en homenaje a los 400 años de su fundación. Participaron en estos juegos Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Chile y Colombia, del 6 al 22 de agosto de 1938, y se estrenó el estadio de fútbol Nemesio Camacho El Campín. Afiche de Sergio Trujillo Magnenat, 1938.
Inauguración de los campos de fútbol, barrio Olaya Herrera, por el presidente Carlos Lleras Restrepo, el 19 de febrero 1968.
El estímulo al deporte ha sido una constante de los gobiernos nacionales y capitalinos. Arriba, canchas de tenis del Parque Nacional.
El Parque Nacional fue durante muchos años el principal respiradero de aire puro dentro del perímetro urbano. Se construyó en el tiempo récord de dos años. Iniciado en 1932, fue inaugurado por el presidente Olaya Herrera el 6 de agosto de 1934, a un día de concluir su mandato. El ministro de Hacienda, Esteban Jaramillo, hizo las gestiones para financiar la compra de los terrenos del primer gran parque que tendría la ciudad. Fueron adquiridas al norte, entre las calles 34 y 38, las fincas El Tejar de Alcalá, parte de la hacienda La Merced, propiedad de los jesuitas, y los terrenos pertenecientes a la familia del abogado Francisco Montaña. El parque, uno de los primeros hitos urbanísticos de Bogotá, fue bautizado en 1938 Parque Nacional Enrique Olaya Herrera, en homenaje a la memoria del mandatario que lo hizo posible, fallecido en 1937. En su discurso inaugural Olaya Herrera expresó que con los años los bogotanos, y los colombianos, verían en el Parque Nacional la obra más importante jamás realizada en la ciudad. El Parque Nacional incorporó nuevos elementos recreativos, como las canchas de tenis, el gimnasio infantil y pistas para atletismo. Durante la administración de López Pumarejo se construyó el Teatro Infantil. Fotografía de 1994.
El Jardín Botánico José Celestino Mutis es un homenaje al gran sabio gaditano que realizó la Expedición Botánica, y además una prolongación de esa obra epónima. En el Jardín Botánico de Bogotá tenemos un centro de estudios científicos de incalculable importancia para la conservación ecológica y la protección de la naturaleza, así como de la avifauna. Se encuentra al occidente de los parques de El Salitre y Simón Bolívar. Fotografía de 1994.
Parque ecológico y humedal Santa María del Lago, en Engativá. En 1911 el humedal era mucho más extenso. El terreno fue adquirido en 1918 por la familia Archila Montejo, que en 1938 le vendió al ex presidente López Pumarejo 43 hectáreas, incluyendo un espejo de agua de más de cuatro hectáreas. En 1938, cuando fue adquirido por la compañía urbanizadora Santa María del Lago, el humedal tenía dos cuerpos de agua intactos y libres de vegetación. En 1955 la incipiente urbanización lo afectó y disminuyó su extensión. La construcción de la avenida 80 y el relleno de una parte del humedal para adecuar un taller de reparación de los trolebuses del Distrito pusieron al humedal y al lago en trance de desaparecer. En 1991 la forma del lago no había variado con respecto a 1981, pero el aumento de la vegetación flotante sí era considerable. La acción mancomunada de instituciones privadas y oficiales consiguió que desde 1997 la ronda del humedal no volviera a sufrir cambio adverso alguno. En 1998 estudiantes y vecinos del sector conformaron la Fundación La Tingua con el fin de promover proyectos y acciones para su rescate. El ecosistema se ha venido recuperando gracias a los trabajos de descontaminación adelantados por el Acueducto de Bogotá y el DAMA. Foto de 1994.
Una de las expresiones y de las herramientas de recuperación del espacio público en Bogotá ha sido la creación de zonas verdes, con características de parque, en sitios que carecían de ellas por completo. Tal es el caso destacado del Parque del Renacimiento, proyectado e inaugurado en la administración de Jaime Castro, ubicado en la calle 26 con carrera 22, al occidente del Cementerio Central. Allí los habitantes de la ciudad, y en especial aquellos de las localidades de Teusaquillo, Santafé, Los Mártires y Puente Aranda pueden disfrutar de actividades recreativas, musicales y culturales de diversa índole. El Parque del Renacimiento consta de un centro cultural cubierto; de un espejo y una pila de agua; de un parque infantil con rodaderos, columpios y pasamanos; de zonas verdes, arborización y especies nativas; además de servicios sanitarios, cafetería y profusa iluminación. Una de las atracciones adicionales de este parque, y no la menos importante, es la escultura en bronce del artista colombiano Fernando Botero, que se admira a la entrada del parque sobre la calle 26, titulada Hombre a caballo, donada por el maestro a la ciudad de Bogotá e instalada en este sitio en el año 2000. Foto de 1994.
Uno de los ejemplos protuberantes de lo eficaz que puede ser la cooperación entre los ciudadanos y las autoridades, la denominada acción cívica, es el Parque de la 93. A principios de los noventa era poco menos que un botadero de basuras en un sector residencial. En el año 94 los vecinos y la Alcaldía de la localidad de Chapinero, con el apoyo de la Alcaldía Mayor, emprendieron la recuperación del parque. El resultado fue, en 1995, el parque más famoso de Bogotá, no sólo por la belleza de sus jardines, la arborización y el diseño, sino porque sus alrededores se convirtieron en una de las zonas de bares, restaurantes y sitios de reunión más exclusivos y costosos de la ciudad. El Parque de la 93, entre las calles 93 y 94 y las carreras 12 y 13, es además lugar de conciertos, festivales, recitales y otros eventos que atraen una enorme cantidad de espectadores. Su iluminación navideña es ya una tradición bogotana.
Posiblemente el precursor de los parques lineales en Bogotá es el Park Way del barrio La Soledad, un amplio separador arborizado, con amplios prados y jardines, que divide las dos vías de la avenida carrera 22 entre calles 36 y 45; pero el verdadero concepto de parque lineal fue plasmado por la administración de Enrique Peñalosa con el Parque Lineal El Virrey (fotografía de 2002), inaugurado en 1999, sobre el separador de las calles 88 y 86, que se extiende de occidente a oriente desde la paralela oriental de la Autopista Norte hasta la carrera 11. Es uno de los paseos peatonales más agradables que brinda la ciudad.
La iniciativa de convertir las calles más importantes de la ciudad en ciclovías durante los domingos y días festivos fue del alcalde Augusto Ramírez Ocampo, en 1983, con tal éxito que ha perdurado hasta hoy.
Las administraciones Peñalosa, Mockus y Garzón han construido en Bogotá la más amplia red de ciclorrutas de América Latina.
El 4 de julio de 2007 anocheció sobre una Plaza de Bolívar iluminada por 25 000 velones, puestos allí como homenaje a los 13 diputados que, secuestrados por las FARC desde hacía cinco años, fueron asesinados en cautiverio. La escultora colombiana Doris Salcedo convocó y organizó esta acción de duelo. “Un país como Colombia que lleva más de 40 años soportando un conflicto armado necesita una extraña mezcla de recuerdo y olvido. Por esa razón el tipo de memoria que más me interesa es memoria olvidadiza, con lo que quiero decir una memoria que puede ser medida, que puede evolucionar, que es capaz de establecer distancia y no sumirse en un círculo vicioso de venganza inútil”, declaró la artista a la revista Crimes of War.
El Festival de Verano de Bogotá es una tradición que ha cumplido 10 años. Lo inauguró en 1997 la cantante Laura Pausini y desde esa fecha ha sido organizado por la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y patrocinado por la Casa Editorial El Tiempo. El escenario principal del Festival de Verano a lo largo de esos 10 años ha sido el Parque Metropolitano Simón Bolívar, pero en otros sitios de la ciudad se realizan eventos culturales, actividades de lectura, recitales, conciertos y otras actividades. Una de las mejores expresiones del festival es la capacidad creativa de los ciudadanos, la elaboración de originales atuendos, disfraces y comparsas. Los deportes acuáticos, de una rica variedad, que se practican en el lago del Parque Simón Bolívar, constituyen siempre una de las actividades que atraen más público.
La música ha encontrado en los parques bogotanos el escenario propicio para expresarse y convocar a un público deseoso de presenciar, en vivo, la acción de los distintos conjuntos e intérpretes. En los parques del Renacimiento, de la 93, Nacional, Simón Bolívar, El Salitre, El Lago y El Tunal, entre otros, son frecuentes los conciertos denominados “al parque”, por ejemplo, Jazz al Parque.
La música ha encontrado en los parques bogotanos el escenario propicio para expresarse y convocar a un público deseoso de presenciar, en vivo, la acción de los distintos conjuntos e intérpretes. En los parques del Renacimiento, de la 93, Nacional, Simón Bolívar, El Salitre, El Lago y El Tunal, entre otros, son frecuentes los conciertos denominados “al parque”, por ejemplo, Rock al Parque.
Hip Hop al Parque, en el escenario del teatro al aire libre de la Media Torta.
Ópera al Parque, 2005.
En su primera administración (1995-1996) el alcalde Antanas Mockus inició la campaña pedagógica que se denominó “Cultura Ciudadana” y que obtuvo extraordinarios resultados en la meta de perfeccionar la calidad de vida de la ciudad a partir del mejoramiento de los propios ciudadanos en cuanto a su relación con la urbe. La “Cultura Ciudadana”, que se profundizó en la segunda administración Mockus (2001-2004), encontró en los bogotanos “una percepción altamente positiva”. La utilización del espacio público por los ciudadanos para toda clase de eventos culturales y recreativos —Festival de Verano, Día de la bicicleta, Serenata a Bogotá, Bogotá Coqueta, Festival de Cometas, etc.— entró a formar parte esencial de la nueva cultura urbana, que la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte (creada en la administración Garzón), dirigida por Martha Senn, ha fomentado con Libro al Viento, Rock al Parque, lunadas, el septimazo y muchas otras iniciativas. El Festival de Rock al Parque en el Simón Bolívar (foto) es el más importante de su género en Latinoamérica.
En la última década del siglo xx, la iluminación navideña de las urbes se tornó en un reto entre las grandes capitales colombianas, pero sobre todo entre Bogotá y Medellín. Independientemente de quién lo haga mejor, lo cierto es que en Navidad las ciudades se llenan de luces, que no se encienden el resto del año. Luces que están en los postes, en las ventanas y fachadas de las casas, en los grandes edificios, e inclusive en las estatuas de carne que son actores y testigos mudos del trajín urbano. A la competencia se sumaron desde 2004 los pueblos de Boyacá que alumbran, no ya una ciudad, sino todo un departamento.
La designación de Bogotá como capital mundial del libro en 2007 ha llevado a su clímax las distintas actividades culturales y recreativas que se realizan en la capital: danza, teatro, música, en una serie de eventos llenos de colorido, animación y alegría. Carnaval de Bogotá, Salsa al Parque, Festival de Verano, Festival Jazz al Parque, Festival de Danza Contemporánea, Rock al Parque, Carnaval de Niños y Niñas, Bogotá Distrito Teatral, Festival de Ópera y Zarzuela al Parque, que han hecho del mercado cultural de Bogotá uno de los más atractivos de Latinoamérica. Esplendentes juegos pirotécnicos como los realizados en el Parque Metropolitano Simón Bolívar, en el entorno de la Biblioteca Virgilio Barco, les dan a las festividades un toque de magia.
En agosto de 2007, el Parque Simón Bolívar fue la sede del Festival Internacional de Cometas, un evento “de alto vuelo” que hizo parte del Festival de Verano y en el que participaron clubes de cometas de varios países.
Aspecto de la VIII Media Maratón de Bogotá que se corrió el 29 de julio de 2007. La MMB es un multitudinario evento deportivo que comenzó en el año 2000 con el propósito de “posicionar un evento que hiciera más competitiva a Bogotá, que genere ingresos para la ciudad, oportunidades de trabajo para sus habitantes y calidad de vida para todos”. En la MMB participan más de 40 000 atletas, que han hecho entrenamientos previos y carreras preparatorias.
A la promoción de la media maratón se han vinculado la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte y empresas como Carrefour y Porvenir. Tanto los patrocinadores como los atletas participantes han logrado “realizar para nuestra capital una carrera como se hace en las grandes capitales del mundo”.
Texto de: Fabio Zambrano Pantoja
Uno de los errores más comunes al estudiar a Bogotá es considerar que antes era un pueblo o una aldea y hoy una ciudad o una metrópoli. La base del error está en considerar que como en 1800 tenía 20 000 habitantes, en 1900 tenía 100 000, y hoy siete millones, entonces la pequeña escala en el pasado la hacía un pueblo. Crasa equivocación, puesto que desde que recibe el título de ciudad, a los pocos años de fundada, Bogotá es una ciudad y su cultura ha sido y es de una ciudad. Porque la ciudad es un hecho político, no demográfico, económico o de cualquier otra consideración. Por tanto, lo que hay que discernir es la evolución de la cultura urbana que la ciudad presenta en sus distintos momentos históricos.
Este es el caso del caracterizado clientelismo que presenta su cultura política1. Para algunos, este comportamiento político se deriva de la presencia de rasgos pueblerinos en la metrópoli, reflexión que asume que todos los habitantes de la ciudad fuesen inmigrantes campesinos: “… Esa mentalidad de orden pueblerino comporta mucho del sentido regional de los ciudadanos que fueron migrantes y quienes, a pesar de llevar varios años de vida en la ciudad, conservan todavía sus apegos lugareños y forman dentro del tejido metropolitano conjuntos de ‘aldeas’ culturales diversas”2. En realidad, la ciudad colonial es por definición una comunidad política profundamente clientelista, donde las relaciones se rigen por el principio de favores y deudas. Pero, no siempre, la ciudad moderna presenta culturas modernas, como en el caso de la Bogotá contemporánea. Por ello hay razón cuando se afirma que: “Esta diversidad en la construcción cultural de la ciudad, constituye uno de los valores que enriquecen actualmente la vida urbana. Sobre ellos se superponen rasgos de corte modernizador que no conforman una estructura total de mentalidades y acciones pensadas y operadas dentro de los parámetros de la racionalidad moderna”3.
La cultura que presenta la ciudad a finales del siglo xx tiene que ver, como es de lógica, con el tipo de ciudad que se ha construido: “En Bogotá se pueden diferenciar por lo menos dos tipos de aglomeraciones urbanas. Se podría concluir que la ciudad al estilo norteamericano, al norte, ha sido una de las prioridades de la mayoría de las administraciones. La inversión realizada en esta área ha beneficiado especialmente, pero no exclusivamente, a una pequeña parte de los habitantes (de 15 a 20 por ciento). Esto puede explicarse, en parte, por los lazos existentes entre los constructores del imaginario urbano general ‘población influyente, el poder y los medios de comunicación’. Por ejemplo, los medios de comunicación influencian el imaginario colectivo y además pertenecen al poder y a las clases dominantes, motorizadas en casi su totalidad”4. La otra ciudad, del Tercer Mundo, con menor inversión del Estado, ocupa la mayor parte de la ciudad; esta ciudad recibe un imaginario urbano construido para la otra ciudad. De nuevo nos encontramos con la diferenciación social del espacio, tema al cual hemos hecho varias referencias.
“Lo último que cambian son las mentalidades”, afirman los historiadores que se especializan en estos temas. Nada más cierto que esta afirmación cuando analizamos la cultura en Bogotá. Como hemos venido afirmando, la historia de Bogotá en el siglo xx es la de una progresiva y exitosa modernización y una modernidad que más bien ha sido una resultante de lo primero y no de un proyecto. La socialización de los aparatos que portan esta modernización, como la radio, la televisión, las grabadoras y equipos de sonido, fueron en un principio privilegio de la burguesía que tenía acceso a ellos, gracias a sus contactos con el exterior, y luego, la gran mayoría accedió a éstos por medio del contrabando que ofrecían los llamados Sanandresitos. Hasta que, ya en los años noventa, dejan de ser símbolo de distinción social para convertirse en objetos que llegan a todos los estratos sociales.
La propuesta de modernización, desarticulada en el espacio urbano como si fuera un cuerpo; la ciudad con dos velocidades, la ciudad del norte y la del sur, produce comportamientos urbanos donde muchos pobladores se encuentran inmersos en el funcionamiento cotidiano de la ciudad, con todas sus máquinas y objetos, pero “ignoran que todo eso hace parte de una red de racionalidades que posee sus propias condiciones para el funcionamiento eficiente o adecuado. El encuentro entre esa red implícita de reglas y las costumbres del ciudadano que la desconoce, produce toda suerte de desajustes, desde el entorpecimiento del funcionamiento de los sistemas, hasta los accidentes causados por el desconocimiento sistemático de las normas de tránsito”5.
Por lo tanto, para que la ciudad moderna se socialice y adquiera mayor grado de universalidad en toda la ciudad, se ha necesitado un intenso proceso de difusión de una idea de progreso, en la que una punta de lanza han sido los diferentes planes de desarrollo urbano aplicados desde los años cincuenta, en los que ha sido evidente la preocupación por la construcción de una escenificación de la ciudad moderna. Sin embargo, como vimos al describir la historia del agua en la localidad de Usme, la inclusión de un barrio pirata a la formalidad urbana puede durar dos y hasta tres décadas, tiempo en el cual estas comunidades viven inmersas en la marginalidad urbana, que produce otra marginalidad, la social, que impide que los pobladores participen plenamente de las ofertas que tienen las instituciones del Distrito.
La vía mayoritaria de construcción de la ciudad, que para algunos llega a las dos terceras partes de la ciudad actual, ha sido la ilegalidad, mal llamada pirata. Como se mostró, en estos asentamientos, levantados al margen de la presencia del Estado, se construye el espacio público desde la comunidad, definiendo ellos mismos los límites entre lo público y lo privado. Las necesidades de convivencia que estos asentamientos demandan, exigen la construcción de fuertes tejidos sociales, diversos sistemas de clientelismo, consolidados por el compadrazgo y la vecindad. Ésta es una de las razones para encontrar en Bogotá una fuerte cultura de intermediación política.
En la construcción de la cultura bogotana, los medios de comunicación y entretenimiento se han constituido en los vehículos más importantes en la formación de una versión de la modernidad urbana que se impone en esta ciudad y en su inserción cada vez mayor en la globalización cultural. “La cultura cotidiana de las mayorías, no sólo en las ciudades sino en el campo, en un país tan urbanizado como Colombia, está cada día más moldeada por las propuestas, los modelos y las ofertas culturales de los medios masivos. Por escandaloso que suene, las mayorías latinoamericanas están accediendo a la modernidad no de la mano del libro, no siguiendo el proyecto ilustrado, sino desde los formatos y los géneros de las industrias culturales del audiovisual”6.
Si en la primera mitad del siglo xx los manuales de urbanidad se constituyeron en los instrumentos para moldear al ciudadano que necesitaba una ciudad que entraba en la modernidad, desde mediados de este siglo la prensa, la radio y, en especial, la televisión, son los encargados de transmitir los valores y construir los modelos de comportamiento, tanto públicos como privados. Los medios masivos de comunicación se han constituido en los agentes socializadores de nuevas pautas de lectura y comportamiento de los urbanitas en el espacio público. Los medios de comunicación se convirtieron en los transmisores de nuevos comportamientos y el espacio público en el lugar donde se escenifican estos nuevos valores.
El espacio público es el lugar donde se escenifica la democracia. Por ello se afirma que se constituye en el teatro donde se representa la política. Así, el momento histórico en que se construye, la cantidad, la calidad y lo que este espacio representa, son indicadores de múltiples significados de la vida urbana, por ejemplo de su cultura urbana, es decir, de la calidad que como ciudadanos tienen las personas que habitan en Bogotá. Para lograr la amplia oferta de espacios públicos con los que está dotada la ciudad en la actualidad, se requirió una evolución relativamente reciente.
Para comprender mejor esto, hay que recordar que los primeros espacios públicos que se crearon en la ciudad en el siglo xix fueron los espacios de sociabilidad política, tales como los clubes, la masonería, las sociedades patrióticas y las tertulias. Estos lugares de encuentro fueron fundamentales en la construcción de un sistema de representación del ciudadano, inicialmente simbólica. Este camino que toma la evolución de la modernidad política subraya la importancia de la ciudad como espacio de representación del poder, y también gracias a los nuevos códigos que regulan las relaciones entre sus habitantes, introduce un nuevo significado a lo urbano. ?
Si bien la ciudad no cambia en su forma, que continúa siendo el damero heredado del siglo xvi, sí cambia el significado de su contenido, puesto que ahora se pasa de la verticalidad social que se representaba, a la búsqueda de la horizontalidad que el discurso de la igualdad procura instaurar. Se trata de un complejo y profundo proceso de resignificación del espacio urbano, para el cual se requirió la construcción de diversas metáforas del espacio público, como son los parques y las plazas, materialidades de lo público.
Posteriormente, se empieza a transformar el uso del espacio urbano y con ello la representación que de él se hace, es decir, la producción de una nueva cultura urbana. En el siglo xx ya no es necesario que la centralidad política coincida con la centralidad habitacional. Durante la Colonia, y por extensión durante el siglo xix, los habitantes de mayor jerarquía social vivían en los alrededores de la Plaza Mayor. Pero en el siglo xx, al tiempo con la formación de barrios populares en la periferia, las elites adineradas empezaron a abandonar el centro, al tiempo que las nuevas funciones urbanas y las transformaciones en los modelos de vida introdujeron cambios notables en los equipamientos urbanos.
Con ello la ciudad se vuelve multicéntrica y cambia el sentido de la representación del poder, que ahora se basa en los medios de comunicación, puesto que, por sus dimensiones, la ciudad se convierte en el centro de la “comunidad imaginada”, cuya existencia virtual depende de su capacidad de comunicación y representación. Es entonces cuando surge la necesidad de construir una cultura urbana, y para ello se realiza un gran esfuerzo por universalizar los valores que esta cultura debe portar. La ciudad moderna pretende construir una cultura homogénea, única para todos sus habitantes, y en buena parte lo va a lograr, gracias a la socialización de las nuevas costumbres en los espacios públicos que se construyen.
Como ya lo señalamos, la modernización de la ciudad exigió la introducción de nuevos saberes, así como de un gran esfuerzo educativo por parte de las elites en la introducción de comportamientos y costumbres acordes con las exigencias modernas. Este proceso de educación masiva fue el mecanismo que permitió que las gentes aprendieran a habitar la nueva ciudad, con espacios, máquinas y aparatos que exigían comportamientos diferentes a aquellos que se utilizaban en el siglo xix7.
Por ello el espacio público y el uso del tiempo libre se convierten en temas centrales de las políticas públicas del Distrito. En efecto, a comienzos del siglo xx la modernización que tímidamente comenzaba a experimentar la ciudad fue introduciendo la práctica de los deportes y con ello la necesidad de nuevos espacios de sociabilidad distintos a las plazas y parques. Así, desde 1890 se inició la práctica del polo, tenis y fútbol, inicialmente limitados a las elites capitalinas que los habían aprendido en sus viajes a Europa. Entonces, los clubes fundados en la ciudad fueron, en sus inicios, lugares exclusivos de hombres. Posteriormente, en la década de los veinte, se evidencia un incremento de las prácticas deportivas, todavía asociadas a los clubes, que se constituían en reflejo de las jerarquías sociales. A partir de 1929 los periódicos El Espectador y El Tiempo promueven pruebas de ciclismo. Luego, rápidamente, la práctica de los deportes se convierte en elemento sustancial de la cultura urbana8.
Los primeros esfuerzos de socialización del deporte se inician con la ley 80 de 1925, mediante la cual se creó la Comisión Nacional de Educación Física en el Ministerio de Instrucción Pública. Este organismo tenía el encargo de organizar concursos de atletismo, promover la construcción de plazas deportivas, crear asociaciones de cultura física, preparar publicaciones y conferencias sobre la importancia del deporte para la salud, la inteligencia y la moral, y elaborar un plan racional de educación física para la enseñanza y la lucha contra las causas del deterioro físico de la infancia y la juventud. En 1927 se realizaron los primeros Juegos Deportivos Nacionales en Bogotá con el patrocinio del Ministerio de Instrucción Pública y Salubridad Pública. Si bien llegaron pocas delegaciones y se limitaron a unos cuantos partidos de fútbol y algunas pruebas atléticas celebrados en el estadio del Instituto de La Salle, debe registrarse el hecho como el primer esfuerzo por emplear el deporte como instrumento de integración nacional y el escenario bogotano como el espacio simbólico de la nación.
El aparato educativo cumplió un papel de gran importancia en la popularización de las prácticas deportivas. Por otra parte, la inversión pública en infraestructura permite generar espacios donde la gente puede hacer deporte. Con la creación del Parque Nacional en 1934, se construyen allí canchas de tenis, baloncesto, patinaje, pistas, gimnasios, guardarropas y servicios sanitarios a fin de promover la recreación. En 1935 se crea el Comité Municipal de Deportes de Bogotá con la misión de desarrollar el deporte, en especial el fútbol. Para celebrar el IV Centenario de fundación de la ciudad, el Concejo dispone por acuerdo 12 de 1935 construir un estadio en la ciudad. Luis Camacho Matiz cedió para ello 43 fanegadas de los terrenos de su antigua hacienda El Campín, en el entonces barrio San Luis. Este estadio sería el primero de la ciudad para realizar torneos de fútbol. Su construcción comienza en 1936 y se inaugura en 1938. En 1937 se construye, en la moderna sede de la Universidad Nacional, el Estadio Alfonso López.
El primer deporte que se populariza es el fútbol, en los años treinta. Con la construcción de escenarios deportivos públicos y la introducción de la práctica de deportes en la enseñanza, se consolida este proceso, que se refuerza con la dotación de canchas deportivas en los barrios obreros. En Bogotá, por ejemplo, se inauguró una cancha en el barrio Tejada en 1934 y en 1942 se construyeron dos gimnasios obreros, con el propósito de fomentar el espíritu deportivo y mejorar la condición física de los trabajadores.
Pero la falta de espacio público en la ciudad era dramática y sólo un parque, el Parque Nacional, contaba con instalaciones adecuadas para las necesidades de los usuarios; otros dos tenían instalaciones insuficientes, dos más se encontraban en mal estado y los 27 restantes eran en realidad terrenos destinados como parque pero sin ningún tipo de infraestructura o intervención.
Ante la insuficiencia de sitios adecuados para la recreación popular, la alcaldía de Virgilio Barco emprendió, por intermedio del Fondo de Desarrollo Popular Deportivo y de Cultura, un programa de mejora de la infraestructura recreativa existente, así como la construcción de canchas deportivas en los parques o zonas verdes de los barrios periféricos más populares de la ciudad. El propósito de esta dotación era evitar que los terrenos de recreación fueran destinados a otro uso9.
Adicionalmente, uno de los objetivos principales de la alcaldía de Barco Vargas era limitar el crecimiento de la ciudad más allá de los límites de prestación económica de los servicios públicos, mediante la creación de parques y zonas verdes, así como de un cinturón verde alrededor del perímetro urbano. Con este fin, mediante el acuerdo n.o 45 de 1968, se creó el Fondo Rotatorio de Zonas Verdes y Comunales, con el propósito de “proveer de parques y zonas verdes, escuelas y reservas de áreas para usos comunales a todos los barrios de la ciudad, especialmente a aquellos de desarrollo incompleto o de escasos recursos comunales”10. Mediante este acuerdo se pretendía crear un instrumento que permitiera concentrar las zonas verdes que debían ceder los urbanizadores, evitando la cesión “dispersa e indiscriminada sin un planeamiento dirigido dentro del marco general del desarrollo de la ciudad”. Este Fondo Rotatorio de Zonas Verdes y Comunales debía adquirir los terrenos para un ambicioso programa de zonas verdes recreativas y campos deportivos populares, un total de 1 050 hectáreas.
Además, se proyectan y realizan grandes áreas recreativas para sectores de nivel socio-económico medio y bajo. Aparecen los parques metropolitanos El Tunal, Timiza, Kennedy, Ciudad Montes, La Florida, El Salitre, El Lago (1975), Arqueológico de Suba y el Jardín Botánico José Celestino Mutis11. Los parques Olaya Herrera y Gaitán tienen gran oferta deportiva; El Tunal, Timiza y Kennedy se deterioran con el tiempo por falta de mantenimiento. Hacia la zona norte, las grandes áreas verdes las constituyen los clubes privados. El desarrollo del estudio Bogotá Fase II crea el concepto de cesiones tipo A, las franjas de control ambiental al plan vial y la peatonalización de ciertas vías.
Un cambio interesante que se produce en el uso del espacio público es la escenificación de la solidaridad ciudadana. En 1961 el sacerdote Rafael García Herreros, que realiza una labor social a través del programa televisado El minuto de Dios, realiza el primer Banquete del Millón, convocando a personajes públicos pudientes para que hagan donaciones, mediante el pago de una costosa entrada a una frugal cena. El recaudo se destinaba a obras de caridad.
Una década después, esto cambia radicalmente. En febrero de 1973, siguiendo el ejemplo de acciones similares realizadas en otros países, Andrés Pastrana, hijo del entonces presidente Misael Pastrana, convoca en Bogotá una jornada de solidaridad con los niños quemados que necesitaban ayuda en el Hospital Infantil Lorencita Villegas de Santos. Este acontecimiento introdujo un cambio radical en el uso del espacio público. Hasta entonces la calle y la plaza eran los escenarios de las manifestaciones políticas; ahora servían para escenificar la solidaridad ciudadana. Pocos años más tarde, en 1982, la señora Nydia Quintero, ex primera dama de la nación, organizó una caminata denominada Solidaridad por Colombia, que desde entonces se realiza anualmente el último domingo de agosto, decretado desde 1989 como “día nacional de la solidaridad”. Otros eventos que contribuyeron a este cambio fueron las acciones en búsqueda de la paz, como la Primera Marcha Nacional por la Paz, importante manifestación ciudadana de protesta contra el secuestro, convocada en octubre de 1999 por Francisco Santos, hoy vicepresidente de Colombia, que reunió a cientos de miles de ciudadanos. Estas son algunas de las múltiples marchas y caminatas que en las últimas décadas han transformado el uso del espacio público y han buscado forjar una personalidad colectiva de la ciudadanía, mediante la escenificación de la solidaridad.
En los años ochenta surgen iniciativas para revitalizar el espacio público. Se proyecta el Plan Centro, que logra una primera experiencia de planificación zonal, pero se concreta con obras puntuales a corto plazo. ?
Se implanta el sistema de ciclovías en días feriados, promoviendo el uso de la bicicleta dentro de la ciudad. El éxito de este programa refleja la carencia de espacios abiertos recreativos. La idea venía de antes. En efecto, a partir de la década de los setenta empieza a tomar forma la propuesta de transformar las principales vías de la ciudad en espacios de recreación deportiva durante los domingos y días festivos. Esta iniciativa, del alcalde Augusto Ramírez Ocampo, es acogida con entusiasmo por gran cantidad de usuarios que obligan a ampliar el número de kilómetros de vías disponibles para este fin. Actualmente, el programa de ciclovías abarca las principales calles y avenidas de la ciudad, formando circuitos de más de 80 kilómetros. Ésta es, a grandes rasgos, su evolución:
1974: primer ensayo de la ciclovía durante los domingos.
1976: se expide el decreto 566 que crea las ciclovías.
1982: se inicia el programa de recreación mediante ciclovías, con 24 kilómetros de trazado.
1996: se aumenta el número de kilómetros a 85.
1997: se proponen dos ciclovías permanentes. Una en torno al Parque Simón Bolívar, y otra que una el Parque Nacional con la Universidad Nacional12.
A finales de los ochenta se iniciaron proyectos urbanos como Ciudad Salitre, Parque Central Bavaria, Ciudadela Colsubsidio y Ciudad Bolívar. La ley 9 de 1989, también conocida como Ley de Reforma Urbana, consagró disposiciones generales en materia de espacio público. Como objetivo estableció la utilización del espacio urbano no sólo en términos cuantitativos sino de mejoramiento de la calidad de vida. Definió el espacio público como “el conjunto de inmuebles públicos y elementos urbanos y naturales del dominio privado, destinados por su naturaleza, por su uso o afectación a la satisfacción de necesidades urbanas colectivas y trascienden los límites de los intereses privados de los habitantes”13. Dentro de esta clasificación se encuentra también el decreto 1504 de 1998, que reglamentó el espacio público dentro de los planes de ordenamiento territorial, y el acuerdo 16 de 1998 de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca, CAR, que estableció las determinantes en el aspecto ambiental para la expedición de los planes de ordenamiento territorial.
En los años noventa, se destacan acciones como el acuerdo 6 de 1990 o Estatuto para el Ordenamiento Físico de Bogotá, que se constituyó en el eje fundamental alrededor del cual se determina el establecimiento, manejo y protección de las áreas verdes y los parques urbanos en el Distrito Capital. La concepción del plan de desarrollo físico del Distrito buscó satisfacer las necesidades urbanas colectivas, organizado por niveles de zonificación, de la siguiente manera:
Primer nivel: Da prioridad al espacio público y a los bienes de uso público.
Segundo nivel: Regula la disponibilidad del suelo.
Tercer nivel: Comprende la división de las áreas urbanas en áreas de actividad múltiple y áreas de actividad especializada (residencial —general y especializada—, comercial, industrial e institucional), y consagra la asignación de tratamientos de actualización y desarrollo.
Estos tres niveles de zonificación tienen gran incidencia en las áreas verdes y los parques urbanos, entre otras por estas razones14:
Los elementos naturales de la ciudad (sistema hídrico y sistema orográfico) y los espacios destinados a su preservación (rondas hidráulicas y zonas de protección ambiental) son parte del espacio público y, por consiguiente, tienen prioridad sobre todas las demás zonas de la jurisdicción.
En la determinación de usos del suelo se clasifican las áreas urbanas, suburbanas y rurales del Distrito, se consagran zonas recreativas de uso publico, dentro de las que se encuentran parques y zonas de reserva de los cerros, ríos, embalses, lagunas, quebradas y canales, y se establecen áreas de control ambiental o aislamiento a lo largo de las vías, con objeto de proteger el entorno del impacto urbano o mejorarlas paisajística y ambientalmente.
A partir del acuerdo 6 de 1990, se desprenden la totalidad de las normas que identifican las zonas verdes, los parques y las zonas de protección y manejo, y se determinan reglas sobre su administración. La normatividad especial sobre el tema de las áreas verdes se encamina, en gran medida, a identificar los parques y zonas verdes de la ciudad y a establecer condiciones y parámetros para su construcción, cuando se requieren, a consecuencia de nuevas construcciones urbanísticas. Las normativas vigentes recopiladas sobre el tema de las áreas verdes urbanas se encuentran, están estructuradas de la siguiente manera:
- Zonas de protección del sistema orográfico.
- Zonas de protección del sistema hídrico.
- Zonas recreativas de uso público.
- Áreas verdes en zonas viales.
- Elementos naturales de los bienes inmuebles privados que forman parte del espacio público.
En 1992 se conforma el Taller Profesional del Espacio Público, equipo adscrito al Departamento Administrativo de Planeación Distrital y revisor de los planes y programas que incidan sobre los espacios abiertos.
En 1996 se inició el gobierno de Antanas Mockus, que introduce el tema de “construir una nueva cultura ciudadana” mediante la racionalización del espacio público y el establecimiento de una estrategia para crear una nueva imagen colectiva sobre la funcionalidad de los espacios comunes. Se trabaja prioritariamente sobre la cultura ciudadana, el espacio público y la calidad ambiental15. El espacio público es reconocido como “la materialización de las relaciones ambientales, socioeconómicas y político institucionales”16 en el crecimiento de la ciudad. Es decir, que a partir de la alcaldía de Mockus se empieza a discutir el tema del espacio público en su dimensión total, involucrando el sentido de pertenencia del ciudadano y la construcción de una imagen pública de la ciudad. El espacio público debe construirse relacionado con el proceso de formar una cultura ciudadana, donde el ciudadano pueda identificarse y adoptar conductas apropiadas.
En los avances por la regulación de los espacios urbanos reviste gran importancia lo que la ley 388 de 1997, conocida como de desarrollo territorial, le aporta al manejo del medio ambiente y el espacio público. Entre sus objetivos se encuentran, expresamente, velar por la creación y la defensa del espacio público y proteger el medio ambiente. También consagra la función ecológica de la propiedad como principio del ordenamiento ambiental del territorio. El ordenamiento territorial propende por la optimización en el uso de los recursos naturales.
Dentro de los componentes del espacio público la ley consagró, expresamente, los parques, plazas, zonas verdes, áreas similares y, en general, todas aquellas áreas necesarias para la conservación y preservación del paisaje y los elementos naturales del entorno de la ciudad, en las que el interés colectivo es manifiesto y conveniente. Según la legislación vigente, las áreas de interés para el mantenimiento de las zonas verdes y la arborización urbana, son: los parques, las plazas, las zonas verdes y los antejardines.
Los tres primeros como bienes de uso público y el último como elemento natural dentro de los inmuebles privados, pero todos son integrantes del concepto de espacio público.
El plan de desarrollo del alcalde Enrique Peñalosa llamado “Por la Bogotá que queremos”, adoptado por el acuerdo 6 de 1998, está estructurado en siete prioridades que se constituyen en programa de gobierno. Dentro de los cinco proyectos prioritarios se encuentra el Sistema Distrital de Parques17 y dentro de este programa se define a los parques como espacios que propician la convivencia ciudadana y escenarios para la construcción de comunidad (artículo 35), y les confiere una prioridad para la ciudad como la de los servicios públicos. El plan busca recuperar y construir alrededor de 350 parques de barrio, adecuar las zonas alrededor de los parques, conformar el Parque de los Cerros y recuperar áreas como la ronda del río Tunjuelo y los humedales de Juan Amarillo y Córdoba, entre otros. Con un presupuesto que asciende a 271 785 millones de pesos (1998), el plan está inscrito en la prioridad denominada Ciudad a Escala Humana y su ejecución es competencia del Instituto Distrital de Recreación y Deportes, IDRD, el Departamento Administrativo del Medio Ambiente, DAMA, y la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, EAAB. El decreto 984 de 1998 determina las competencias institucionales sobre el manejo de las áreas verdes recreativas al IDRD, las rondas hídricas, canales y humedales a la EAAB, los cerros orientales y áreas rurales al DAMA, la arborización al Jardín Botánico José Celestino Mutis, los andenes y plazas y la red verde vial al IDU18. Como ente coordinador entre las instituciones se conformó el Comité Distrital de Parques.
Como última intervención urbanística, el Plan de Ordenamiento Territorial, POT, para Santafé de Bogotá, adoptado por el Concejo Distrital dentro de las facultades contenidas en la ley 388 de 1997, incluye la definición de la estructura ecológica principal como “una porción de territorio que se selecciona y delimita para su protección y apropiación sostenible dado que contiene los principales elementos naturales y construidos que determinan la oferta ambiental del territorio, conformando un elemento estructurante a partir del cual se organizan los espacios urbano y rural”19. Dentro de la estructura se identifican tres componentes en que están los parques urbanos, el área de manejo especial de la ronda del río Bogotá y el Sistema de Áreas Protegidas Distritales, SAP.
Dentro del SAP se encuentran los espacios de valor para el patrimonio natural y paisajístico, los parques urbanos como aquellos elementos del espacio público destinados a la recreación pública, y el área de manejo especial de la ronda del río Bogotá como el eje integrador de la estructura ecológica principal (a la cual se conectan todos los corredores ecológicos urbanos: humedales y parques lineales de ronda de ríos y canales). El Parque Nacional Enrique Olaya Herrera (excluyendo el sector de la Reserva Forestal Protectora Bosque Oriental de Bogotá), junto con el Parque El Tunal y el Parque Simón Bolívar, quedan clasificados como Parques Urbanos de Recreación Activa (Artículo 35).
El POT define el espacio público como un “Sistema de espacio público construido, integrado por parques regionales, urbanos, zonales y locales y por las plazas y los espacios públicos para el desplazamiento de los ciudadanos en toda la ciudad”20, y el sistema de parques como el “conformado por los espacios verdes de uso colectivo que actúan como reguladores del equilibrio ambiental, que son elementos representativos del patrimonio natural y garantizan el espacio libre destinado a la recreación, contemplación y ocio para todos los habitantes de la ciudad”. Después del acuerdo 6 de 1990, el POT busca integrar el tema ecológico y ambiental como concepto de soporte al manejo de una ciudad estructurada en sistemas interconectados, sostenedores y sostenibles con su medio natural y geográfico. Es el primero que busca dentro de sus objetivos garantizar la consecución de un promedio de 15 metros cuadrados de parque por habitante (Artículo 202).
Todas estas transformaciones estuvieron acompañadas de cambios en las formas como se utilizan estos espacios. La década de los noventa se caracterizó, en lo que a recreación deportiva se refiere, por la promoción generalizada de las prácticas deportivas. Si hasta el momento la recreación deportiva había sido fomentada exclusivamente para la juventud, a partir de ahora será extendida a una población más amplia que abarcará ancianos y minusválidos, mediante la creación de programas especiales. En 1995 el Departamento Nacional de Planeación realizó un diagnóstico sobre la situación de la práctica deportiva en el país, en el que se evidenciaba la limitada acción de los programas de deporte recreativo puestos en marcha hasta ese momento, así como la insuficiencia de espacios libres para la recreación y el deporte, en particular en los barrios pobres de las principales ciudades del país. Por estas razones, el estudio estimaba que sólo un 10 por ciento de la población colombiana practicaba eventualmente algún deporte y que únicamente el 0,7 por ciento lo hacía con regularidad y vinculación a alguna organización deportiva21.
Si hasta la primera mitad de los años noventa la prioridad de las acciones estatales había sido el deporte competitivo y asociado frente al casi total abandono del deporte formativo, a partir de la segunda mitad de la década, desde el Estado se propone equilibrar esta relación mediante: el fomento de una amplia participación de la población en actividades deportivas y recreativas; la promoción de la participación de la población estudiantil de todos los niveles en los programas de deporte escolar y universitario y el mejoramiento de su calidad; el mejoramiento de los mecanismos de coordinación entre el Estado y las organizaciones de deporte asociado; la promoción de la organización deportiva y recreativa en el ámbito municipal, y la modernización administrativa y financiera del sector y su adecuación a las exigencias de la descentralización y de la eficiencia en el uso de los recursos públicos.
Para la realización de estos objetivos se proponían varios mecanismos, entre los cuales vale la pena destacar los convenios entre las entidades territoriales, las cajas de compensación familiar y las organizaciones no gubernamentales para que éstas administraran escenarios deportivos y recreativos, fomentaran y pusieran en marcha escuelas de deporte formativo y comunitario que beneficiaran a la comunidad en general y siguieran las líneas de política consignadas en el Plan Nacional de Recreación y Deporte22. En los últimos años las autoridades distritales han programado una serie de eventos recreativos especiales que se celebran a lo largo del año en distintos escenarios al aire libre, con la intención de involucrar a gran parte de la población. Mencionamos algunos ejemplos:
- Festival de Verano
- Carrera Atlética Internacional
- Día de la bicicleta
- Serenata a Bogotá
- Festival de Cometas
Las distintas administraciones se preocuparon por proporcionar estos espacios a una ciudad que comenzaba a transformarse no sólo en su aspecto físico, sino también en la manera de ser utilizada por sus habitantes. El tiempo de descanso y los espacios destinados para ello pasaron de lo espontáneo a lo organizado, y de las actividades y espacios para pequeños grupos a aquellos de carácter masivo.
De esta manera, al comenzar el siglo xxi, la cultura ciudadana que se consolida en la ciudad se diseña con el propósito de servir de vehículo para el reconocimiento de aquellas expresiones colectivas de relación social que practican los urbanitas bogotanos. Este nuevo uso de estos nuevos espacios públicos permite la consolidación de relaciones de solidaridad, confianza, tolerancia, respeto mutuo y participación, impulsadas por las asociaciones voluntarias para el encuentro y la solidaridad23.
En la ciudad colonial la fiesta constituía un mecanismo donde lo menos importante era que la gente se divirtiera; era un mecanismo discursivo de la fidelidad al rey y de consolidación de la sumisión que se debía tener, tanto a esta persona como a la aristocracia local. Hoy, las expresiones ciudadanas en estos espacios públicos fortalecen las nuevas costumbres urbanas y los sentimientos de igualdad, valoración del medio ambiente, valoración y apropiación del espacio público, valoración y conservación del patrimonio histórico y cultural de la ciudad, lectura simbólica de la ciudad, es decir, entendimiento de los significados de los lugares urbanos. En fin, la construcción de una identidad ciudadana24.
Cabe señalar que la cultura ciudadana, que desde la administración distrital se ha propuesto para Bogotá, ha tenido como propósito producir una autorregulación social, es decir la capacidad para cumplir las normas por voluntad propia, para ayudar a otros a cumplirlas, para resolver pacíficamente los conflictos25.
Pero, sobre todo, regulación y reconocimiento de las normas diseñadas por el Estado. De nuevo, la fiesta pública tiene como propósito reconocer el poder y continúa siendo una estrategia discursiva del mismo. El éxito de las campañas de cultura ciudadana de los últimos gobiernos distritales ha radicado en la capacidad de utilizar la ciudad como un escenario de representación del poder. Campañas como la de la hora zanahoria, los mimos, las cebras, la resistencia civil, los pulgares arriba y abajo, los eventos en el parque, las lunadas, así como los bolardos y Bogotá 2 600 metros más cerca de las estrellas, por ejemplo, se lograron convertir en símbolos, cuya socialización ha permitido que los urbanitas bogotanos se reconozcan como miembros de una comunidad urbana, como lo exige la ciudad moderna.
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Notas
- 1. Al menos hasta hace unos pocos años, puesto que esto ha cambiado sustancialmente en la ciudad en las últimas dos décadas.
- 2. Misión Siglo XXI, Cultura urbana, Bogotá, 1993, pág. 9.
- 3. Ibíd.
- 4. Montezuma, Ricardo, op. cit., pág. 69. Este autor afirma que: “Existe, en definitiva, una ciudad para mostrar al norte y una para esconder al sur”, pág. 61.
- 5. Misión Siglo XXI, op. cit., pág. 11.
- 6. Martín-Barbero, Jesús, “Medios de comunicación y procesos de cultura”, en: Colcultura, foro sobre cultura y Constituyente, Colcultura, Bogotá, 1990.
- 7. Ver: Noguera, Carlos Ernesto, et al., op. cit.
- 8. Zambrano, Fabio, Tres parques de Bogotá: Nacional, Simón Bolívar, El Tunal, Bogotá, IDCT, IDRD, 2003.
- 9. Estudios e informes de una ciudad en marcha, 1967-1969, tomo VII: Tres años de administración distrital, Bogotá, 1968.
- 10. Estudios e informes de una ciudad en marcha, 1967-1969, tomo IV: Nuevas normas de urbanismo para Bogotá D. E., pág. 50.
- 11. Cartilla del espacio público. Evolución histórica del espacio público en Bogotá.
- 12. Recreación y deporte. Serie Guía Práctica de Bogotá, fasc. 1, Bogotá, El Tiempo, 1997.
- 13. Artículo 8. Noriega, Mario, documento de conceptualización sobre el espacio público, plan de desarrollo económico y social y de obras públicas del Distrito Capital de Santafé de Bogotá, 1995-1998. Sin publicar.
- 14. CIFA-Jardín Botánico José Celestino Mutis, diseño preliminar para el Manual Verde de Santafé de Bogotá, inédito, Bogotá, julio de 1999.
- 15. Mockus, Antanas, Plan de gobierno 1995-1997, Bogotá, editado por la campaña electoral, 1995.
- 16. Ibíd.
- 17. Alcaldía Mayor de Bogotá, “Plan de desarrollo económico, social y de obras públicas para Santafé de Bogotá D. C., 1998-2001”, Por la Bogotá que queremos, acuerdo 6 de mayo de 1998.
- 18. Artículos 3 al 12. Decreto 984 de 1998.
- 19. Alcaldía Mayor de Bogotá, DAPD, Plan de Ordenamiento Territorial, POT, proyecto de acuerdo, Bogotá, septiembre de 1999.
- 20. Alcaldía Mayor de Bogotá, DAPD, op. cit., artículo 201, págs. 99 y 100.
- 21. Departamento Nacional de Planeación, Deporte y Recreación, Bogotá, 1995.
- 22. Ibíd.
- 23. Misión Siglo XXI, op. cit., pág. 24.
- 24. Ibíd., pág. 25. Para ello se dispone de la amplia difusión de los medios de comunicación, que convierten en noticia lo que acontece en el espacio público.
- 25. Arturo, Julián y Muñoz, Jairo, “¿Qué tanto de cultura y de ciudadanía hay en el programa de cultura ciudadana?”, en: Reflexiones sobre cultura ciudadana en Bogotá, Bogotá, Observatorio de Cultura Urbana, 2003, pág. 118. No sobra señalar que se está comentando la política cultural de la alcaldía de Antanas Mockus.