- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Bogotá siglo XXI
La Plaza de Bolívar ha tenido distintas formas y nombres. Hasta 1847 se llamó Plaza Mayor. De 1847 a 1850 se le dio el nombre de Plaza de Bolívar y se erigió en ella el monumento al Libertador, esculpido por Tenerani y colocado inicialmente con vista al sur. De 1850 a 1863 se le cambió el nombre por el de plaza de la Constitución. En 1863 el presidente Mosquera le puso de nuevo el nombre de Plaza de Bolívar, que ha conservado hasta hoy. Conformado de norte a sur por la Casa del Florero, la Catedral, la casa de tres pisos conocida como de Las Cancino y la capilla del Sagrario, el costado oriental, sobre la carrera 7.ª, es el sitio arquitectónico ancestral de la ciudad, con algo más de 200 años de existencia, excepto por la esquina sur, donde está el Palacio Arzobispal desde 1950. Allí estuvo, entre 1750 y 1948, la casa de dos pisos conocida como Casa Consistorial, en la que se reunió el Concejo hasta principios del siglo xx, y cuyos portales eran una pequeña joya de arquitectura colonial. Al oriente el tradicional sector de La Candelaria. Fotografía de 1994.
Dos de los mejores alcaldes que ha tenido Bogotá. Julio César Sánchez (1986-1988), último burgomaestre antes de la elección popular, visita en 1987 las obras de instalación de servicios públicos que su administración adelantó en los barrios marginales.
Jorge Gaitán Cortés (1961-1966) inaugura el servicio de trolebuses al barrio Quiroga, 1964, ruta que cubría un importante tramo del sur de la ciudad. Mucha gente se ha preguntado ¿por qué desaparecieron los troles?
Originada en la biblioteca particular del Banco de la República, por sugerencia de su bibliotecario Jaime Duarte French, se abrió al servicio del público en 1958 la Biblioteca Luis Ángel Arango, que es hoy una de las bibliotecas públicas más modernas y concurridas de Latinoamérica.
Carretera al municipio de La Calera, después de la calle 85, sobre los cerros orientales. Tras la terminación de las obras de la avenida Circunvalar en 1984, el sector ha quedado densamente poblado por edificios de más de 15 pisos. La vía Bogotá-La Calera tiene hoy un tráfico vehicular intenso.
Los velódromos Luis Carlos Galán y Primero de Mayo son los dos grandes escenarios para práctica y competencias de ciclismo con que cuenta la capital. El velódromo Luis Carlos Galán, localizado en la calle 63 con avenida 68, cuenta con una pista de 400 metros para competencias de alto rendimiento y para entrenamiento de ciclistas de elite y forma parte de la unidad deportiva de El Salitre.
Panorámica parcial del Parque Simón Bolívar, escenario de grandes acontecimientos culturales y deportivos.
Los centros comerciales han modificado el panorama urbano y las costumbres ciudadanas. Plaza de las Américas, al sur.
Metrópolis, al occidente.
Bulevar Niza y alrededores.
La colección de arte del Banco de la República, conformada por obras de arte colombiano, latinoamericano y universal, cuenta con cerca de 4 500 obras, de las cuales 500 se mantienen en exposición permanente. Iniciada en 1957 con una donación realizada por la V Reunión de Bancos Centrales de América Latina, la colección se abrió al público en 1996. Las obras más representativas de la colección están expuestas en la parte posterior de la Casa de la Moneda en 15 salas ordenadas cronológicamente.
Las universidades bogotanas han hecho grandes esfuerzos e inversiones para mejorar, modernizar y ampliar sus servicios de investigación y consulta, y para dotar espacios universitarios extracurriculares. Por ejemplo la Biblioteca y el Auditorio Fabio Lozano de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, formidable concepción arquitectónica, diseñada por Daniel Bermúdez Samper, planeada desde 1992 e inaugurada en 2004, al cumplirse los 50 años de la universidad. El auditorio (foto) con capacidad para 600 personas, queda en el primero de los cinco pisos que tiene la biblioteca, y su distribución envolvente permite que las sillas rodeen el escenario. Tanto la biblioteca como el auditorio forman parte del complejo cultural de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Foto de 2005.
Los espacios públicos son también aprovechados para la realización de eventos que combinan la promoción del arte con la solidaridad. Así, por ejemplo, la fundación Corazón Verde, que presta auxilio económico y moral a las familias de los policías caídos en acción, recibe la colaboración de artistas para proyectos como Animarte y Arborizarte, expone en las calles de la ciudad las obras de los donantes y después las envía a Nueva York, donde son subastadas por la casa Christie’s.
Un niño saluda al mártir Rafael Uribe Uribe en su monumento del Parque Nacional.
Las políticas de la administración capitalina han creado espacios cada vez mayores para la recreación y el deporte. Las familias bogotanas encuentran hoy en su ciudad muchos y variados lugares de esparcimiento. Toboganes para los niños. No es difícil entretenerse en la Bogotá del siglo xxi, donde la sana diversión está al acance de todos.
Las políticas de la administración capitalina han creado espacios cada vez mayores para la recreación y el deporte. Las familias bogotanas encuentran hoy en su ciudad muchos y variados lugares de esparcimiento. Ciclorrutas para el ejercicio y la movilización diaria. No es difícil entretenerse en la Bogotá del siglo xxi, donde la sana diversión está al acance de todos.
El Jardín Botánico de Bogotá cumplió 50 años de fundado en 2005. Siguiendo las enseñanzas y el legado del gran sabio José Celestino Mutis, creador de la Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, el padre Enrique Pérez Arbeláez, botánico, escritor y científico brillante, pudo en 1955 materializar el sueño que había acariciado por más de 10 años: dotar a Bogotá de un Jardín Botánico como los mejores del mundo. El jardín bogotano fue bautizado con el nombre de José Celestino Mutis y el padre Pérez Arbeláez lo dirigió entre 1955 y 1972.
El Archivo Distrital fue inaugurado en 2005 y designado como centro de documentación e información urbana, rector del Sistema Distrital de Administración de Archivo de Bogotá. Es también el depositario de los archivos generales e históricos de la ciudad, que están a disposición del público. Tiene, como el Archivo General de la Nación, una sede de admirable diseño arquitectónico trazado específicamente para las funciones archivísticas y las actividades culturales que de ellas se deriven. El Archivo Distrital está situado en la calle 5.ª con carrera 5.ª. En la foto, vestíbulo y exposición permanente de un carro del tranvía de mulas que prestó el servicio de transporte entre 1884 y 1910.
Dar de comer al hambriento no sólo es un precepto sagrado, sino un imperioso deber social que a veces olvidan quienes tienen a su cargo los destinos de la comunidad. Con un amplio criterio de inclusión social, y no meramente de caridad pasajera, la administración de Bogotá, en el periodo del alcalde Luis Eduardo Garzón, implementó el programa Bogotá Sin Hambre, para proporcionar en condiciones dignas, alimentos adecuados a los miles de ciudadanos que, por circunstancias económicas adversas, carecen de los medios para proveer su manutención. Los comedores comunitarios de Bogotá, que son un modelo para cualquier país, han superado en 27 000 cupos la meta de 625 000 apoyos nutricionales diarios que se fijó la administración al establecer el mencionado plan dentro del programa “Un compromiso social contra la pobreza y la exclusión”. En la foto de 2006, el comedor escolar del Colegio Eduardo Umaña Mendoza, en el barrio Villa Alemania, de la localidad de Usme..
La Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte puso en marcha un plan de promoción de la lectura tan ambicioso como original, que en buena parte le valió a la ciudad para ser escogida Capital Mundial del Libro 2007. Se trata de Libro al Viento y consiste en que esta Secretaría, con el apoyo de la Secretaría de Educación Distrital, edita una serie de títulos de grandes autores de la literatura universal, incluidas por supuesto la colombiana y la latinoamericana, y los entrega al público, por el curioso procedimiento de ubicarlos en lugares públicos como TransMilenio Super Cades y las plazas de mercado, de modo que, quien los encuentra, los lee y los devuelve a estos mismos sitios para que otros tengan oportunidad de leerlos. También se distribuyen en los colegios del Distrito. El propósito de Libro al Viento es “recuperar la literatura como una forma privilegiada del diálogo”. El programa comenzó en 2004 con una tirada de 70 000 ejemplares por título. Como parte de los eventos de Bogotá Capital Mundial del Libro 2007, se efectuó la jornada Libro al Fútbol el 3 de mayo de 2007, durante el clásico Santa Fe-Millonarios, en que se entregaron 30 000 libros.
La actividad deportiva en sus distintas expresiones tiene en Bogotá cada día más escenarios adecuados y más activistas entre los estudiantes de ambos sexos, desde los cuatro años hasta los 18. Niñas del Club Ondinas de Nado Sincronizado, afiliado a la Liga de Natación de Bogotá, entrenan en el Complejo Acuático Simón Bolívar de la Unidad Deportiva El Salitre, inaugurado en 2004 para la práctica de natación y clavados.
La actividad deportiva en sus distintas expresiones tiene en Bogotá cada día más escenarios adecuados y más activistas entre los estudiantes de ambos sexos, desde los cuatro años hasta los 18. Niños y niñas de la Escuela de Formación de la Liga de Patinaje de Bogotá entrenan en la Unidad Deportiva El Salitre. El deporte del patinaje es uno de los que encuentra más adeptos en Bogotá. Fotografías de 2007.
Una exhibición del Grupo de Artes Marciales de la Universidad Nacional. Fotografías de 2007.
Aficionados al skateboard en una de sus escalofriantes demostraciones en el Parque Nacional. El skateboard es un deporte que surgió en el mundo a principios de los sesenta y que en Bogotá tiene a los más audaces y avezados practicantes. Fotografía de 2007.
Fiel discípulo de Le Corbusier, en cuyo taller de París estudió durante luengos años, Rogelio Salmona, el más influyente de los arquitectos colombianos de todos los tiempos, ejecutó en la megabiblioteca Virgilio Barco la concepción humanista de que la arquitectura es una de las artes que tienen más incidencia en el comportamiento ciudadano. Los interiores de la Biblioteca Virgilio Barco, ubicada en el entorno ideal del Parque Metropolitano Simón Bolívar, son espacios que invitan al estudio, a la meditación, a la reflexión, a la recreación, al ejercicio permanente de la creatividad, a una grandiosa concepción de lo que han de ser los humanos del siglo xxi. Inaugurada en el año 2001, la Biblioteca Virgilio Barco Vargas es ya uno de los íconos de la ciudad.
Fanny Mickey y Ramiro Osorio crearon en 1988 el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, que debería celebrarse cada dos años. La tozudez y el talento de Fanny Mickey ha logrado sostener el festival por casi 20 años, que se cumplen en 2008, y que se inició como “un acto de fe en Colombia”, según rezaba su lema inaugural, pero cuyo propósito fundamental era conseguir la integración artística de los países latinoamericanos. En los 10 festivales que lleva realizados ha convocado en Bogotá a grupos de arte dramático de todos los países del mundo. El festival comprende diferentes géneros de obras teatrales en distintos escenarios de la capital: teatro callejero, teatro de sala, conciertos internacionales, teatro infantil y juvenil, y danza clásica. En la foto, desfile inaugural del X Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, frente a la Casa del Florero, Plaza de Bolívar, 2006. A este festival, que tuvo a Rusia como invitado de honor, acudieron cerca de tres millones de espectadores.
La Biblioteca El Tintal, al occidente de Bogotá, se construyó sobre un área de 6 650 metros cuadrados, con capacidad para albergar y procesar 150 000 volúmenes. La sala de lectura para jóvenes y adultos tiene cupo para 500 usuarios y se compone de una sala de referencia, una hemeroteca, sala de multimedia, salas para trabajo en grupo y sala de computadores. Cuenta además con una sala especial infantil, con capacidad para 100 niños que tienen a su disposición sala de lectura, talleres, ludoteca y multimedia. También hay un moderno auditorio para 160 personas, sala de exposiciones, tres salones múltiples y una sala de información sobre el Distrito Capital.
La carrera 7.a es la vía mágica de Bogotá. Por ella ha transcurrido la historia de la ciudad y del país en los últimos 200 años. Desfiles de la victoria, desfiles de la derrota, enfrentamientos políticos, motines, marchas de la más variada índole y toda suerte de celebraciones. Miembros de la comunidad LGBT —lesbianas, gays, bisexuales y transexuales— desfilan por la 7.a, a la altura de la calle 21, en celebración del día del Orgullo Gay.
Animadores del septimazo de los viernes, establecido por la administración desde 2006. Al fondo, edificio Colpatria, carrera 7.a con calle 25, con su tradicional iluminación. Fotografías de 2007.
De la ciudad oscura y fantasmagórica de que se quejaban, con razón, los bogotanos del siglo xix y primera mitad del xx, la capital pasó a ser una de las urbes mejor iluminadas del mundo. En la foto, vista de Bogotá desde el oriente, vía a La Calera. Fotografía de 2007.
Bellísimo efecto de luz en el ocaso sobre edificios de ladrillo, contra los cerros nororientales. Foto tomada desde el barrio El Retiro.
Vista nocturna del Palacio Liévano, sede de la Alcaldía Mayor de Bogotá, costado occidental de la Plaza de Bolívar. El Palacio Liévano fue restaurado durante la administración de Luis Eduardo Garzón. Fotografía de 2007.
Texto de: Fabio Zambrano Pantoja
LO SAGRADO Y LO PROFANO EN LA CIUDAD
Desde la perspectiva de la historia urbana, se consideran ciudades exitosas aquellas que combinan, simultáneamente, tres características: constituirse como espacio sagrado, ofrecer seguridad a sus habitantes y acoger un centro económico. Las que decaen o desaparecen son las que, en algún punto de su evolución, carecen de una o más de ellas1.
Estos factores se dan en distintas proporciones y pueden agruparse en dos categorías: lo sagrado y lo profano. La condición de lugar sagrado se transforma, según cambien las representaciones cosmogónicas de cada sociedad. En estos casos se redefinen los lugares o se les cambian sus funciones simbólicas. Cuando el poder proviene de Dios, se elevan templos. Cuando el poder proviene del pueblo, se construyen metáforas de lo público —parques, plazas. Antes, se trataba de llegar al cielo construyendo templos de torres elevadas; hoy edificios paradigmáticos —bibliotecas, museos, construcciones culturales, que evocan la condición sagrada de lo público. En el pasado se buscaba hacer visible el poder centralizado con el templo, hoy con el espacio público, el poder descentralizado. Antes, cuando existía una sola verdad, la ciudad debía representar la centralidad —fuese el templo o la plaza—, una idea de orden y concierto. Hoy, cuando existen las múltiples verdades, la ciudad se torna multicéntrica.
La seguridad que la ciudad debía ofrecer estaba representada en la muralla y en su capacidad de depredar otras ciudades. Hoy, los indicadores de criminalidad o la percepción de seguridad se convierten en una guía de gestión pública de primer orden. Cuando la oferta de seguridad decae, los habitantes emigran, como en la Roma del siglo V; o el capital se muda a una ciudad segura, como sucedió en Nueva York y Londres en los ochenta. Cuando las ciudades recuperan su seguridad, se revalúan, el capital retorna y se atraen nuevos pobladores.
Estos tres elementos constitutivos de la ciudad pueden servir de guía para estudiar el desarrollo y la transformación de la Bogotá contemporánea. Los indicadores positivos que alcanza la ciudad en las últimas décadas son el resultado de la exitosa combinación de las características mencionadas, resumidas en la adecuada combinación de lo sagrado y lo profano.
El triunfo de lo profano: una economía de mercado
Es la economía exportadora, concretamente el café, la que impulsa, de manera indirecta, la modernización de la ciudad. No obstante, esto va acompañado de una paradoja: a la consolidación de la ciudad como lugar de mercado, factor que induce la modernización, le corresponde el periodo llamado de la República conservadora (1880-1930), que impone una clara política de contención de la modernidad. Como se ha venido insistiendo, lo que caracteriza a la ciudad en las primeras décadas del siglo xx es una modernización acelerada, con poca modernidad. Aunque se estableció una economía de mercado, ésta no llevó a la construcción de una nueva sacralidad de lo público, dado que se conservó la concepción teocrática del origen del poder, elemento de la sociedad tradicional. La consolidación del capitalismo se hizo con déficit en la sacralidad moderna: aunque aparece con claridad una base de acumulación de capital, la elite no corre el riesgo de introducir nuevas pautas reguladoras de lo público. Entre otras razones, porque se descubre que un Estado débil es un buen negocio.
El proceso de modernización es lento y no está libre de dificultades. La modernización del equipamiento urbano no produjo, de inmediato, un mejoramiento en las condiciones de vida de los bogotanos. A finales del siglo xix y en las dos primeras décadas del xx, continuó el proceso de subdivisión de viviendas y construcción de inquilinatos, con el consiguiente incremento de la insalubridad. Desde los primeros años del siglo, los profesionales de la salud claman por medidas que eleven las condiciones sanitarias de la capital: mejora de la vivienda, construcción de un verdadero acueducto, oferta de parques. Además, la ciudad presenta altos índices de criminalidad y robo, a tal punto que sus habitantes construyen un imaginario en torno a la ponderación de los ladrones, como registra la crónica roja que la prensa publica desde principios de siglo hasta los años setenta2.
Así pues, Bogotá inicia su consolidación como centro económico, pero no construye una nueva simbología sagrada ni resuelve el tema de la seguridad. Estos desencuentros frenan el desarrollo de la ciudad. La coincidencia, como se verá, se producirá más adelante.
El esfuerzo por una nueva sacralidad: nuevos espacios públicos
En 1957, al terminar la dictadura, un nuevo grupo de profesionales entra a participar en la administración distrital. Desde entonces y hasta 1966, la figura de Jorge Gaitán Cortés, primero como concejal y luego como alcalde (1961-1966), se erigió como la del planificador por excelencia, y en esos años se logró mantener una continuidad tanto en la planeación como en la instrumentación. La estabilidad política que aporta el Frente Nacional (1958-1974) permitió una continuidad administrativa entre 1958 y 1969, hasta entonces inédita. “El crecimiento económico sostenido del país y la excelencia de mandatarios distritales durante los años sesenta hicieron del periodo del Frente Nacional, el primer periodo de gestión admirable de la ciudad, no obstante los enormes desafíos que ésta afrontaba; en particular, en términos de su crecimiento demográfico radical”3.
En las décadas de los cincuenta y los sesenta la ciudad vivió una profunda transformación social que, de manera silenciosa y radical, transformó su paisaje social urbano. En efecto, la modernización de la infraestructura de servicios públicos, como ya se ha señalado, permitió el creciente acceso de la mayoría de la población a éstos y generó una serie de cambios y mejoras en la cultura material de los hogares. La ampliación del servicio domiciliario de agua en los barrios marginales y el avance progresivo del servicio de energía eléctrica liberaron mucho del tiempo dedicado a los oficios domésticos y estimularon la educación y el trabajo fuera de casa. Todo esto será un elemento muy importante en el uso del espacio público por esta nueva ciudadanía.
La tendencia a dejar lo público a la deriva se enfrenta ahora con un cambio importante en la construcción del espacio público. Como ciudad moderna, Bogotá es escenario de múltiples tensiones y conflictos, como los que se producen entre lo público y lo privado, entre la movilidad y la sociabilidad, entre lo sagrado y lo profano. Estas y otras tensiones se expresan en el espacio público, el espacio positivo de la ciudad. Uno de los logros más significativos de la Bogotá moderna es la construcción del espacio público y su conversión en indicador de la vida urbana y en un concepto que empieza a utilizarse como un nuevo derecho ciudadano.
Hay que recordar que la plaza ha sido la concreción magnífica del espacio público. Nuestra Plaza Mayor —hoy de Bolívar— ha sido la metáfora de nuestra concepción de lo público. La Plaza Mayor, como espacio abierto, ha sido escenario de actos de fe coloniales, del mercado semanal, de las declaraciones de fidelidad al rey, de la siembra de árboles de la libertad y del paredón de los fusilados; un viernes se llena de tenderetes donde se expenden papas y legumbres, y al día siguiente desfilan por ella las autoridades reales, presididas por el pendón imperial. La plaza ha sido por excelencia escenario de la representación del poder. En 1846, durante la República, se convierte en Plaza de Bolívar, abandonando el bello nombre republicano de Plaza de la Constitución, y volviéndose teatro de nuevas escenificaciones. Al hacer el tránsito hacia el espacio público moderno, adquiere una nueva sacralidad, la de ser recipiente por excelencia de lo público. Asume, entonces, su condición metafórica de la democracia.
De manera simbólica, la Plaza de Bolívar recobra esta condición desde 1961, cuando es remodelada y retorna a su condición de espacio abierto, sin árboles, bancas o fuentes, sin estaciones de tranvía u otros objetos que impidan la reunión del pueblo en el espacio público. Desde 1846, cuando se erige la estatua de Bolívar, hasta esta intervención de 1961, la Plaza Mayor pasó de ser plaza de mercado, parque y estacionamiento de vehículos, a adquirir una única función: la de espacio simbólico del poder en la nación, al inicio del Frente Nacional4.
Es en razón de la redefinición de este símbolo que aquí se ha escogido el año de 1961 para marcar el comienzo del proceso de cambio que se expresará de manera clara y contundente en las dos últimas décadas. Es factible afirmar que los bogotanos que participan activamente en el ejercicio de la ciudadanía, de la década de los noventa al presente, están conformados en buena parte por la generación nacida durante el Frente Nacional (1958-1978).
Estos urbanitas encuentran una ciudad en modernización acelerada. En 1957 se funda la Biblioteca Luis Ángel Arango, en 1958 se inaugura el aeropuerto El Dorado y en 1961 se da al servicio el Ferrocarril del Atlántico5 y empieza a construirse Ciudad Techo. Bogotá se consolida como primer centro de educación superior, pues en 1960 el 41 por ciento de los estudiantes inscritos en universidades públicas y el 82 por ciento de los inscritos en las privadas estudian en Bogotá. Entre 1960 y 1970, más de la mitad de los estudiantes de educación superior estudian en la capital6.
Además de estas transformaciones, el 15 de septiembre de 1965 se funda Profamilia, abriendo con ello las puertas a uno de los procesos más revolucionarios en la sociedad colombiana: la planificación familiar. Colombia es el país de América Latina donde más éxito han tenido las políticas de planificación familiar. Mientras en 1965, cada pareja tenía en promedio siete hijos, en 2002 la cifra era de 2,6. Profamilia no se limita sólo a programas de planificación o, como dicen sus críticos, a repartir píldoras y condones. Sus estrategias se han orientado a generar un cambio de valores en la sociedad, para que tanto hombres como mujeres tengan conciencia de que son ellos quienes deben decidir sobre el número de hijos a tener7. Un resultado ha sido que la sociedad ha delegado en la mujer las decisiones sobre su propio cuerpo.
Este tema es de la mayor importancia para comprender las dinámicas que se van a desarrollar en la capital en las décadas siguientes. El traslado a las mujeres de las decisiones sobre su cuerpo constituye un cambio radical en la mentalidad de esta sociedad urbana, presidido sin duda por la extensión del voto a la mujer en 1958, momento en que se extiende la ciudadanía, tanto política como cultural, a toda la sociedad. No es casual que en 1964 la prensa registre que las mujeres comienzan a usar minifalda, descomplicando el concepto de la moda, que se hace más espontánea y menos tradicional.
El incremento de la contracepción está asociado con el aumento de la población adulta y la reducción de la población infantil y juvenil, como se aprecia de manera notoria desde el censo de 1985 y más pronunciada desde el de 2005. Esta dinámica demográfica es indicada como principal causa del descenso de la criminalidad en las grandes ciudades, más que el desarrollo económico, el incremento de la policía, el endurecimiento de las penas o el aumento del cupo en las cárceles8. Para los autores citados existe una relación causal entre envejecimiento de la población y descenso de la criminalidad.
PORCENTAJE DE POBLACIÓN SEGÚN
EDAD EN BOGOTÁ, 1938-2005
1951
1964
1973
1985
1993
2005
0-14
31
34
42
38
33
31
26,5
15-29
35
34
29
33
34
31
27,5
30-49
25
22
20
20
22
27
30
más de 50
99
8
9
10
11
16
Fuentes: 1938-1993 tomados de: Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 77, 2005: DANE, censo de población. Los años se corresponden con las fechas de realización de los censos.
La información de este cuadro permite ver al año de 1964 como un año de cambio en las dinámicas sociales de la ciudad, pues a partir de allí el censo registra un pronunciado descenso de 16 por ciento en la población infantil y juvenil entre 0 y 14 años, mientras la población mayor de 30 años incrementa su participación en el mismo lapso de tiempo. Bogotá deja de ser una ciudad de gente joven para convertirse en una ciudad de población adulta, condición que se acentúa en las proyecciones para los próximos años.
TASA DE CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN DE BOGOTÁ SEGÚN LA EDAD, 1938-2002
1938-1951
1951-1964
1964-1973
1973-1985
1985-1993
1993-2002
0-14
6,9
8,6
4,9
2,3
1,7
1,5
15-29
5,9
5,6
7,4
3,7
1,4
1,3
30-49
5,3
6,0
5,8
4,4
5,4
3,7
más de 50
6,3
6,2
6,4
4,9
4,0
5,2
Total
6,1
6,9
6,0
3,5
2,8
2,5
Fuente: Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 78.
Volvemos a encontrar el año 1964 como el punto de inflexión de la historia demográfica contemporánea de Bogotá, y precisamente en el periodo censal de 1951 a 1964 el grupo de 0 a 14 años creció a una tasa del 8,6 por ciento, momento considerado como el baby boom bogotano. Los nacidos en esos años son hoy ciudadanos mayores de cincuenta años. Son urbanitas que crecieron con la televisión; con la expansión de la educación básica, media y superior; que recibieron la influencia de las parabólicas9; que comenzaron a recibir los beneficios del turismo social que ofrecen las cajas de compensación familiar. Muchos tuvieron acceso, gracias a la segunda etapa de industrialización, a electrodomésticos que antes no estaban a su alcance; algunos, gracias a los créditos del Icetex, se educaron en el exterior y adquirieron un vehículo, y más tarde accedieron al computador y a Internet. Y, no menos importante, son ellos quienes, al iniciar su vida sexual, encontraron una amplia oferta de métodos de control natal. La mayoría de ellos fueron hijos de inmigrantes, pero sus hijos ya son bogotanos. En fin, son las personas que cuando se inicia la elección popular de alcaldes, en 1988, tienen 37 años si nacieron en 1951 y 24 si nacieron en 1964. Son ellos los que primero transformaron la política en la ciudad.
En el censo de 1985, por primera vez en su historia demográfica, hay más nacidos en Bogotá que inmigrantes. Desde esta fecha en adelante, la proporción de bogotanos se incrementa de manera constante. Esta transformación es sustancial en razón a que, a partir de los años noventa en especial, ha permitido construir sentimientos de identidad y pertenencia a la ciudad.
Esta evolución es clave para comprender los fenómenos sociales y políticos que ocurren desde finales del siglo xx, puesto que al cambiar la pirámide poblacional, cambian los comportamientos sociales, dado el elemental principio de que los jóvenes ven la vida de manera diferente. El meollo del asunto está en qué tanto la administración de la ciudad percibe, entiende o interpreta acertadamente estos cambios.
En efecto, del llamado periodo admirable, años sesenta, se pasa al de la politiquería, al triunfo de la corrupción y la desintegración social en Bogotá, al finalizar el Frente Nacional, años setenta y ochenta10. La competencia política por el control de la ciudad produjo una total falta de continuidad en la gestión pública y una alta rotación de alcaldes que privilegian las obras con propósitos electorales inmediatos en contra de las intervenciones estructurales. Se establece una verdadera manguala entre el Concejo y la administración de la ciudad. Las Juntas de Acción Comunal, por ejemplo, terminan convirtiéndose en una secretaría de obras públicas que adelanta intervenciones según los intereses de algunos concejales11.
DURACIÓN PROMEDIO DE PERIODOS DE LOS ALCALDES DE BOGOTÁ, 1958-1986
Periodo 1958-1973
Periodo 1973-1982
Periodo 1982-1986
1958
1961
Juan Pablo Llinás
1973
1974
Aníbal Fernández
1982
1984
Augusto Ramírez
1961
1966
Jorge Gaitán C.
1974
1975
Alfonso Palacio
1984
1985
Hisnardo Ardila
1966
1969
Virgilio Barco V.
1975
1976
Luis Prieto O.
1985
1986
Diego Pardo K.
1969
1970
Emilio Urrea
1976
1978
Bernardo Gaitán
1986
1986
Rafael de Zubiría
1970
1973
Carlos Albán H.
1978
1982
Hernando Durán
Promedio: 3 años
Promedio: 2 años
Promedio: 1 año
Fuente: Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 62.
Si bien el deterioro de lo público es profundo, la modernización de la ciudad, entre tanto, es imparable. “La ciudad continuó su crecimiento en todas las direcciones: carreteras, parques, museos, edificios públicos, ministerios, restaurantes, universidades, oficinas, industrias, servicios, cinemas, teatros, discotecas, prostíbulos, la Avenida Circunvalar y la calle 72 —corazón del sector financiero nuevo en el norte (años ochenta)—, el estadio de fútbol El Campín, el Palacio de los Deportes, el Velódromo, centros comerciales en el Norte, como Unicentro (inaugurado el 25 de abril de 1976), Bulevar Niza, Granahorrar, Hacienda Santa Bárbara; en el Occidente con Salitre Plaza, y el Sur, con Sao y El Tunal (estos últimos, construidos en los años noventa). También se dio un notorio desarrollo del comercio, en particular, a través del establecimiento de los grandes supermercados”12.
Esta profunda transformación del escenario urbano y del comportamiento de sus habitantes, en razón de los nuevos equipamientos de servicios comerciales, así como una mayor internacionalización, relacionada con los avances en las comunicaciones, contrastaba con la marcha a la deriva de lo público, por el incremento de la corrupción y por la ausencia de acuerdo entre los dirigentes y la ciudadanía. Como si esto fuera poco, coincide con ello un profundo deterioro de los servicios públicos, en especial de la recolección de las basuras; el menoscabo de los espacios públicos por acumulación de las mismas; la invasión de los andenes por los automóviles y por los vendedores ambulantes, expresión visible de la creciente economía informal; la proliferación de los conjuntos cerrados en el norte, que privatizan calles y parques. No era gratuita la expresión de algún periodista extranjero que calificó a Bogotá como una ciudad en proceso de calcutización.
Este grave deterioro de la ciudad en los ochenta y principios de los noventa se expresaba en varios aspectos13:
- Profundo deterioro del transporte público, debido a la falta de regulación y a la “guerra del centavo”.
- Incremento de la contaminación, sonora y ambiental.
- Privatización de vías públicas y deterioro de las mismas.
- Éxodo de las elites de barrios tradicionales y su ocupación por habitantes de menores recursos.
- Degradación del centro histórico y surgimiento de El Cartucho, como centro de reciclaje, droga, prostitución y diversas formas de violencia. Asociado con esto, se populariza el término “desechable” para denominar a los pobladores de este lugar y se presentan campañas de “limpieza social”, que implican el exterminio de habitantes de la calle.
A causa de estos estropicios nace la imagen de Bogotá como ciudad profundamente insegura, reforzada por la actitud de sus pobladores de “blindarse” contra la ciudad violenta, mediante el incremento de medidas de seguridad, que explican la proliferación de cerramientos en los espacios públicos14.
LA CONQUISTA DE LA ELUSIVA SEGURIDAD
Ser un lugar seguro es la segunda condición para que una ciudad eleve sus niveles de vida y tome la senda del desarrollo. Desde 1991 la tendencia de los homicidios en Colombia ha disminuido. De 66 muertes violentas por cada 100 000 habitantes (25 398) en 1995, baja a 50 (22 199) en 2003. En Bogotá pasó de 60 (3 363) en 1991, a 23 (1 610) en 2003. Según la argumentación expuesta, los cambios demográficos que se suceden en Bogotá desde la década de los sesenta, así como las transformaciones culturales, se convirtieron en el sustrato fundamental para que las políticas de reducción de la criminalidad tuvieran éxito. Además, el caso de Bogotá muestra cómo una política de seguridad nacional se fortaleció e hizo más sostenible gracias a políticas locales de seguridad ciudadana15.
De 1994 a 2003 la tasa de homicidios de Bogotá disminuyó más rápidamente que la tasa nacional y que la de otras ciudades grandes. Indicadores de delitos como lesiones no fatales, hurto a personas, vehículos, residencias y bancos, también disminuyeron sustancialmente en el periodo16. Se afirma que los esfuerzos nacionales sumados a los realizados por las administraciones Mockus y Peñalosa, que aplicaron de manera integral diversas medidas, han logrado hacer de la ciudad un lugar más seguro. Estos logros han sido consistentes por más de una década y es de esperar que se establezcan de forma permanente.
Una de las razones que explican la consistencia de estas políticas ha sido la continuidad en los planes de desarrollo. Para entender mejor el tema hay que recordar los cambios que aportó la Constitución de 1991. Su importancia es tal, que podemos dividir las administraciones en anteriores y posteriores a ellos. Ésta es la sucesión de alcaldes a partir de la elección popular:
Alcaldes de Bogotá, 1988-2007
1988-1990: Andrés Pastrana
1990-1992: Juan Martín Caicedo
1992-1995: Jaime Castro
1995-1996: Antanas Mockus
1996-1997: Paul Bromberg
1998-2000: Enrique Peñalosa
2001-2003: Antanas Mockus
2004-2007: Luis Eduardo Garzón
Las dos primeras administraciones están más asociadas con la cultura política que traía la ciudad. Las posteriores a 1991, que cuentan con una nueva carta magna, introdujeron cambios mayores en la administración de la ciudad. En este sentido, la alcaldía de Jaime Castro marca la transición a una nueva forma de gobierno. Durante su mandato se inicia una de las reformas más importantes de la ciudad, la reforma tributaria, cuyo elemento más conocido es el autoavalúo. Ésta es, quizás, la primera política pública que arroja un saldo pedagógico básico en la construcción de lo público. También durante esta administración inicia labores el Taller del Espacio Público, de enorme incidencia en las intervenciones en el espacio físico de la ciudad.
La nueva Constitución exige que los alcaldes elaboren un plan de desarrollo para gobernar la ciudad que los eligió. La particularidad que presenta Bogotá es que desde 1995 estos planes tienen una continuidad conceptual, así presenten diferencias particulares en algunos temas.
Estos son los planes de desarrollo para ser ejecutados durante 13 años, a saber:
1995-1997: Antanas Mockus-Paul Bromberg: Formar ciudad.
1998-2000: Enrique Peñalosa: Por la Bogotá que queremos.
2001-2003: Antanas Mockus: Para vivir todos del mismo lado.
2004-2007: Luis Eduardo Garzón: Bogotá sin indiferencia.
Es gracias a la continuidad en temas como cultura ciudadana, progreso social, urbanismo y legitimidad institucional, que se refuerzan entre sí y consolidan el tema de la seguridad y la convivencia ciudadana; así Bogotá se convierte, progresivamente, en un lugar seguro.
Antanas Mockus parte de la idea de la interacción en la reconstrucción de la legalidad y la moralidad. La cultura ciudadana es pues la política que puede lograr la regulación propia del comportamiento de las personas, y se convierte en el eje del plan de desarrollo Formar Ciudad. Desde el inicio de esta administración, el Instituto Distrital de Cultura y Turismo, IDCT, con la dirección de Paul Bromberg, inicia la creación de una política cultural para la ciudad, usando para ello la promoción de eventos artísticos dirigidos a toda la ciudadanía y que fomentan el encuentro y la expresión de las diferentes culturas existentes en la ciudad. La creación del programa Cultura Ciudadana permite introducir el tema de la cultura como componente esencial de la convivencia de los ciudadanos y de la planeación de la ciudad17.
De los aspectos positivos que tuvo esta política, hay que destacar un elemento de gran importancia, resultante del mencionado programa: la introducción de una nueva simbología en la ciudad. A partir de 1995 se consolidan los símbolos definitivos para que una ciudad sea considerada moderna, como la cultura de los ciudadanos, la necesidad de la convivencia y la seguridad, y la valoración del espacio público. Para ello se realizan eventos culturales en los espacios públicos, entre ellos el Rock al Parque, el Festival de Verano, la Ópera al Parque, el programa de los mimos para cruzar la calle por la esquina y la cebra, la hora zanahoria, la prohibición de la pólvora, el plan de desarme, las jornadas de vacunación contra la violencia.
Se rescata así una de las funciones históricas de la ciudad: la de ser un enorme dispositivo pedagógico. El gran aporte de la administración Mockus ha sido rescatar el sentido fundamental de la ciudad. Rousseau decía que si las casas hacen un caserío, son los ciudadanos los que hacen la ciudad. Algo similar decía Ortega y Gasset: “lo propio de la ciudad no son las casas, sino salir de ellas al encuentro con otros”. A esto regresa Bogotá como resultado de los cambios sociales que viene experimentando desde 1994 y que atinadamente interpretan las citadas administraciones.
La administración de Enrique Peñalosa presenta como eje articulador el desarrollo pragmático de un modelo igualitario de ciudad, que basa sus políticas y programas en la búsqueda de una mejor calidad de vida, y propone mayor énfasis en las condiciones que favorezcan los ciudadanos, mediante programas como el rescate del espacio público, el apoyo a la recreación, nuevas acciones frente a la movilidad urbana, el programa de inclusión. Se pasa de la redefinición de la ciudadanía con énfasis en la cultura, de Mockus, a la de la redefinición de la ciudad18.
A esta administración le corresponde cumplir con el mandato legal de elaborar un Plan de Ordenamiento Territorial, POT, que se constituye en la carta de vuelo para el desarrollo de la ciudad en 10 años, de 2000 a 2010. Sus estrategias básicas son: articular la ciudad con los ámbitos metropolitano, regional y nacional; consolidar el proceso de urbanización; definir programas y proyectos desde una perspectiva integral que incluya la movilidad, el ambiente, la sociedad, la economía y las instituciones; ordenar adecuadamente la localización de actividades económicas que estimulen tanto la generación de empleos como la reducción de la pobreza; impulsar la competitividad de la ciudad; regular el proceso de expansión urbana y densificar amplios sectores de la ciudad mediante programas de renovación urbana; construir una cultura de respeto a lo público y promover el cumplimiento de las normas; fortalecer la participación comunitaria como eje central de las decisiones relacionadas con programas, planes y proyectos19.
La segunda administración de Antanas Mockus retoma la cultura ciudadana como eje temático de su plan de desarrollo. Su énfasis está en buscar el cumplimiento y respeto de la ley, y para ello la cultura ciudadana busca aumentar el cumplimiento voluntario de las normas, la capacidad de celebrar y cumplir acuerdos y la solidaridad para actuar según la propia conciencia y en armonía con la ley20.
Estas administraciones introdujeron el concepto de seguridad ciudadana como política de la Alcaldía Mayor de la ciudad. Seguridad concebida como resultado de diversas acciones, no limitadas a las intervenciones policiales, y asociada con la convivencia.
NUEVO ESCENARIO URBANO PARA NUEVOS CIUDADANOS
La construcción de nuevos símbolos ha sido definitiva para marcar el cambio y el proceso de transformación de la ciudad. Bogotá, como el escenario de representación del poder, se ha beneficiado de intervenciones urbanísticas de singular importancia, algunas de las cuales simbolizan la nueva concepción de la ciudad. Veamos el desarrollo de este tema21.
Las diversas intervenciones urbanísticas que se han realizado en estas últimas décadas han logrado transformar el imaginario creado en los años ochenta de que la ciudad se encontraba a la deriva, y construir una nueva representación de Bogotá, estimulando una idea de seguridad en su suerte como comunidad urbana22. Las intervenciones urbanísticas han sido monumentales, como indican la construcción de dos millones de metros cuadrados de espacio público entre 1998 y 2002; la recuperación y creación de centenares de parques; la construcción de 270 kilómetros de ciclorrutas; la instalación de más de 10 000 elementos de mobiliario urbano público; la siembra de más de 135 000 árboles y la inauguración de un nuevo sistema de transporte público, el TransMilenio?.
Se levantaron nuevos edificios públicos, de renovada estética y con aportes arquitectónicos significativos, como las bibliotecas El Tunal, Tintal y Virgilio Barco; los nuevos colegios distritales; la nueva cárcel distrital y el Archivo Distrital, diseñado como un gran recipiente de la memoria de la ciudad.
Toda esta nueva escenificación urbana ha contribuido, en grados distintos según el observador, a la reducción de la inseguridad, al mejoramiento de la percepción de seguridad, al incremento de la identidad y a la construcción de sentimientos de pertenencia entre los habitantes de Bogotá. Además, se ha convertido en un ejemplo internacional, factor que ha aumentado la autoestima de la ciudadanía, acostumbrada a habitar una ciudad provinciana, sin roce internacional. Bogotá está repitiendo lo que había experimentado en los años sesenta, cuando también hubo un proyecto de ciudad, planeada y pensada, simbolizada y construida23. Esto se puede confirmar con la intervención en los parques de la ciudad, que retoma los grandes avances iniciados en los años sesenta, en especial en la administración Barco. Hoy, la intervención en los cerca de 5 000 parques que adelanta el Instituto Distrital de Recreación y Deporte, IDRD, es una de las más visibles y positivas que se ejecutan en la ciudad.
En el tema de la movilidad ha habido dos intervenciones de gran importancia. Una simbólica, pedagógica si se quiere, como es la introducción del Día sin carro, institucionalizado a través de una consulta popular en octubre de 2000, que busca enseñar a la gente que se puede vivir sin este aparato. El alcalde Peñalosa propuso varias alternativas de transporte masivo, ciclorrutas, andenes y espacio público, como estrategias para lograr también una ciudad más equitativa, aprovechando los beneficios ambientales y la mayor seguridad que esto logra para peatones y ciclistas.
La otra novedad ha sido TransMilenio?. Si hay un símbolo del caos en la ciudad, éste ha sido el transporte público, que ha funcionado con un paradigma totalmente perverso como es el de la “guerra del centavo”. Para superar las recurrentes dificultades enfrentadas por la ciudad en la solución de este tema, Peñalosa abandona su propuesta inicial de construir una línea de metro y adopta la alternativa empleada en la ciudad brasileña de Curitiba, consistente en buses articulados que circulan sobre carriles especialmente construidos y exclusivamente reservados para este sistema. Acertadamente bautizado como TransMilenio?, el sistema se inaugura al comenzar el nuevo milenio24.
Otras intervenciones urbanísticas de gran impacto han sido el proyecto Tercer Milenio, conjunto de tres iniciativas en el centro de la ciudad, que busca la creación de una zona comercial, de vivienda y de un parque en el sector de San Victorino. La renovación del sector de El Cartucho, ejemplo de la degradación urbana y humana de los años setenta y ochenta, y símbolo del mundo de lo ilícito de la ciudad. Gracias a una efectiva coordinación institucional la obra ha dado los resultados esperados con las obras iniciadas en 2000, que aún continúan.
Otra importante acción urbanística ha sido la recuperación de la plaza de San Victorino, en el centro histórico. También se ha realizado una intervención total en la plaza España. Por último, destacamos la recuperación del humedal Juan Amarillo, que si bien ha sido menos visible, simboliza el nuevo discurso ambiental de la ciudad y una reconciliación con su entorno.
LA ACCIÓN DEL ESTADO LOCAL 2004-2007: BOGOTÁ SIN INDIFERENCIA
Una parte fundamental en el logro de los indicadores que presenta Bogotá ha sido la gestión de la administración central del Distrito Capital. Bogotá es una ciudad que ha venido sumando acciones gubernamentales positivas desde que la Constitución de 1991 introdujo cambios en su manejo. Las sucesivas administraciones distritales de Jaime Castro, Mockus-Bromberg, Peñalosa, Mockus y Luis Eduardo Garzón, han logrado establecer continuidades de gran alcance en la gestión pública y en las políticas implementadas en la ciudad. De esta manera encontramos más de dos décadas de gobiernos transformadores que han logrado interpretar y construir una nueva cultura de lo público en la ciudad.
La continuidad de los programas ha estado acompañada por el énfasis que cada administración pone en la construcción de lo público. Al tiempo que mantiene la continuidad de los programas heredados, la administración de Luis Eduardo Garzón ha centrado sus esfuerzos en la inversión social. Bogotá sin indiferencia, nombre del actual plan de desarrollo, está logrando una transformación social y económica de la ciudad. Los indicadores reflejan que la pobreza extrema se ha reducido de manera notable en estos años, y que el mejoramiento de la equidad social está acompañado de crecimiento económico, aumento del empleo y equilibrio fiscal.
La estrategia educativa ha generado 180 000 nuevos cupos escolares, para un total de 1 010 602 en el año 2007. Bogotá, una gran escuela, nombre del programa, ha introducido la gratuidad en la educación primaria y ha reducido la deserción escolar de 7 por ciento en 2004 a 4 por ciento en 2007. La oferta de nuevos cupos ha crecido a 381 364, entre 1998 y 2007, lo que representa un incremento de 60 por ciento. Estas nuevas ofertas se producen al mismo tiempo que la población juvenil se reduce en Bogotá. El esfuerzo ha estado acompañado por planes de alimentación, transporte y subsidios escolares, así como por la construcción de 10 nuevos colegios y la reposición de cinco, todos de alta calidad arquitectónica y locativa. En las últimas pruebas del ICFES, los colegios distritales mostraron un mejoramiento significativo en los resultados. Mayor cobertura y mejor calidad son dos logros a destacar.
La designación de Bogotá como Capital Mundial del Libro 2007, por parte de la UNESCO, ha generado actividades como el programa Libro al Viento, que busca incrementar la lectura entre los usuarios del transporte público, mediante un ingenioso sistema de tomar un libro en una estación de TransMilenio? y, una vez leído, devolverlo para que siga circulando. Este año, además, la capital recibió el premio León de Oro en la Bienal de Arquitectura y Ciudad, de Venecia.
La salud es otra prioridad. El programa Salud a su Hogar, con buenos indicadores de gestión, ha logrado ampliar la red hospitalaria de la ciudad al recuperar las clínicas Materno Infantil y Fray Bartolomé de las Casas, que se hallaban clausuradas. El programa Bogotá sin Hambre, iniciado en 2004, es un acierto social que ha logrado reducciones de la desnutrición crónica y aguda.
El progreso de la infraestructura de servicios públicos se refleja en su cubrimiento. El del acueducto, por ejemplo, ha llegado a 99,4 por ciento en los barrios legalizados, y a 97 por ciento en alcantarillado sanitario. El proceso de legalización de barrios ha aumentado. Igualmente, la administración ha puesto en funcionamiento los centros de servicios administrativos, SuperCades? y RapiCades?, que descentralizan la atención a los usuarios de los servicios distritales y facilitan su acceso. Entre 2004 y 2006 la ciudad ha recuperado 566 775 metros cuadrados de espacio público, una buena parte cedida de manera voluntaria.
De gran importancia para la ciudad ha sido la aprobación del acuerdo 257, con las normas básicas para la estructura, organización y funcionamiento de los organismos distritales, que permitió agrupar 64 entidades en 12 sectores.
El riguroso manejo financiero y administrativo de la ciudad retuvo la calificación AAA en las calificadoras de riesgo y superó la meta del recaudo tributario, confirmando una cultura tributaria que venía creciendo desde 1992. Aunque las cifras del desempleo y el subempleo continúan siendo elevadas, su reducción representa un avance frente al panorama del año 2000. En cuanto al presupuesto de la ciudad, los porcentajes de inversión para 2007 alcanzan el 75 por ciento, frente al 15 por ciento de los gastos de funcionamiento y el 10 por ciento del servicio de la deuda.
Las dificultades que atraviesa la ciudad en el tema de la movilidad exigen una mirada más amplia. En efecto, desde mediados del siglo xx, los transportadores lograron un gran poder político y económico en la capital. La relación que se estableció entre el urbanizador ilegal, el transportador y algunos políticos, permitió que el sector del transporte incidiera en la definición de la legislación que regula la movilidad. En medio de esta perturbación de lo público, donde los intereses del Estado se pusieron al servicio de los privados, se fue construyendo el sistema de transporte de la ciudad, que creó una situación de difícil manejo para las diferentes administraciones distritales. Cualquier esfuerzo de regulación por parte de las autoridades distritales se enfrenta a fuertes reacciones de los transportadores que, mediante paros o artimañas legales, logran evadir los mecanismos de control.
Precisamente, la mencionada reforma administrativa ha creado la Secretaría de Movilidad, que centraliza los instrumentos de intervención diseminados antes en distintas instancias administrativas. Es de esperar que este esfuerzo dé resultados pronto. Al cabo la movilidad es, tal vez, el reto más importante que enfrenta la ciudad. Para superarlo, se cuenta con un Plan Maestro de Movilidad, que propone crear el Sistema Integrado de Transporte Público que articule tanto a TransMilenio? como a otros sistemas de transporte colectivo. Sumado a esto, hay el tema de crear otros sistemas de transporte colectivo. Al respecto, la ciudad tiene propuestas innovadoras: metros de superficie, metros de cercanías, uso de corredores férreos y otras, todas las cuales minimizan el papel del automóvil como medio de transporte. En cuanto a la calidad del aire, la administración distrital le ha solicitado al gobierno nacional un compromiso para mejorar la oferta del combustible diésel, producido por Ecopetrol, que presenta serios índices de contaminación.
Los programas de inclusión social de la actual administración se han ocupado de garantizar seguridad y trato digno a los miembros de la comunidad LGBT25, a los habitantes de la calle, a las personas que ejercen la prostitución y a los desplazados por la violencia. Las diferencias en el interior de la ciudad son un tema para solucionar en esta administración.
Así, la administración continúa con los programas que recibió y que la ciudad ha definido como prioritarios, aportando además su interés por la inclusión social y la superación de las diferencias.
ENTRE TANTO, LA CIUDAD CONTINÚA CAMBIANDO
El siglo xxi encuentra una ciudad muy dinámica, hecho que se plasma en los cambios sociales experimentados por su población. El cambiante panorama demográfico sugerido por las cifras parciales del censo de población de 2005 es interesante y vale la pena analizarse.
El crecimiento nativo es mayor que el inmigratorio. En los últimos cinco años, 54,5 por ciento del crecimiento poblacional es de bogotanos y 45,5 por ciento de inmigrantes. El censo de 1973 daba una proporción inversa, lo cual revela una paradoja: a medida que Bogotá mejora sus indicadores urbanos, se hace menos atractiva para el inmigrante. Esto plantea el tema poco explorado de las exigencias que la ciudad hace a los inmigrantes, puesto que cada vez se requieren mayores competencias para lograr puesto en ella.
Sin embargo, lo que realmente está sucediendo es que en el área metropolitana sí se dan fuertes procesos migratorios. Es probable que los mecanismos de regulación disuadan la urbanización informal, cosa que no ocurre en municipios vecinos. Igualmente, podemos sospechar que si la ciudad es muy exigente con los inmigrantes, los municipios vecinos no tanto. Esto significa que las desigualdades en el área metropolitana pueden crecer en el futuro.
Encontramos también un marcado proceso de envejecimiento de la población. En el censo de 1993 los mayores de 65 años eran el 3,8 por ciento del total poblacional; en el 2005 suben al 6,7 por ciento. En general se registra un aumento de la población mayor de 40 años, tendencia que se incrementará en los próximos años. Este cambio, que se da demasiado rápido, va a generar transformaciones profundas en la ciudad: reducción de la demanda de bienes, como vivienda, y de servicios, como educación; incremento de servicios para la tercera edad y reducción de la criminalidad.
Crecen las diferencias en el interior de la ciudad: localidades de adultos mayores en zonas como Teusaquillo y Chapinero, y otras, en los bordes, de mayoría de jóvenes, donde las densidades se incrementan. Esto debe llevar a la definición de nuevos mapas de conflictos e inseguridad.
Bogotá reduce su participación en el total de la población nacional. La razón no está clara, aunque es posible que se asocie a una menor inmigración y a una reducción de la tasa de natalidad, lo que provocaría cambios en el tipo de familia. A la larga, esta reducción relativa de la población bogotana puede ser afortunada, pues facilitará la gestión urbana.
Este tema plantea como desafío comprender mejor los ritmos demográficos. En efecto, se ha despreciado la demografía, que hace poco era tema central en la gestión pública. Un mayor conocimiento de la demografía de la ciudad permite comprender mejor los cambios en los comportamientos políticos de las dos últimas décadas. Por ejemplo, cambios en la sexualidad y en las estructuras familiares, entre otras variables, definitivas en la conformación de la ciudad.
Otro cambio en la ciudad se refiere a los nuevos instrumentos de la planeación urbana. Nos referimos a los principios de las plusvalías urbanas y al de cargas y beneficios. La expansión de las periferias se ha hecho depredando el suelo urbanizado. La aplicación de estos principios permitirá hacer un urbanismo integral. Sencillamente, si comparamos dos centros comerciales, inaugurados con un año de diferencia, Santa Fe y Gran Estación, podemos comprender cómo si en el segundo se aplicaron estos nuevos principios, generando grandes ganancias para la ciudad, en el primero la iniciativa privada utilizó los resquicios que deja la legislación urbanística.
Por último, se ha señalado que una fortaleza de la economía bogotana es la de tener un mercado interno fuerte, con bajos índices de integración a la economía internacional. La suerte de haber estado relativamente aislada, de controlar una economía provincial protegida de los avatares de la competencia externa, gracias a las distancias de los puertos y al proteccionismo geográfico, han defendido a Bogotá de la competencia de economías externas más fuertes y de una mayor competitividad. Así, el éxito de Bogotá ha estado asociado al control de una región económica que se ha ido ampliando en virtud de las sucesivas mejoras en las vías regionales.
La aceleración de la apertura económica causa grandes incertidumbres. No porque la internacionalización sea de por sí una amenaza, sino porque una fortaleza de la ciudad es ser una ciudad de servicios. Sin embargo, su capacidad para soportar la competencia que acarreará el TLC todavía no está clara. Los nuevos vientos globales traen consigo nuevos desafíos y cambios que ya se dejan sentir en la ciudad.
CAMBIOS EN EL CONCEPTO DE LA CIUDADANÍA
El concepto nació amarrado, asociado, a la ciudad. “El aire de la ciudad nos hace libres”, rezaba el paradigma medieval. El ciudadano era el habitante de “derecho”. Luego, la modernidad se apropia del concepto y lo amarra a la nación. Desde las revoluciones burguesas, el ciudadano es el sujeto político. Desde el siglo xix se es ciudadano porque se posee una nacionalidad. Hoy este concepto se vuelve insuficiente debido a las dinámicas derivadas de las tendencias de la globalización, que están provocando una rápida integración económica y un debilitamiento democrático. El fortalecimiento de los escenarios supranacionales y paraestatales produce un debilitamiento de la democracia; la ciudadanía adquiere nuevas dimensiones, no siempre con resultados positivos. Los centros de decisión se trasladan de la nación a la ciudad global y con ello aparece una tendencia a diluir el sentimiento de ciudadanía asociada a una nación.
Si la ciudadanía está vinculada a la suerte del Estado, el debilitamiento de éste produce cambios en aquella. Los territorios, como la nación, no son inmutables, se transforman, al igual que las sociedades que los producen. Los contratos sociales que regulan las relaciones de estas sociedades también cambian. Las naciones, de una morfología reciente, no son eternas ni inmutables. Diseñadas en el siglo xviii, experimentan hoy una transformación profunda, en razón de la revalorización de las ciudades. Todo esto incide en los derechos de los ciudadanos.
Al tiempo que enfrentamos estas dinámicas internacionales, en Colombia nos hallamos en una profunda paradoja. Los cambios de Bogotá, que apuntan a la conformación de una sociedad cosmopolita y una ciudadanía fortalecida, inevitablemente van a entrar en choque con las concepciones de un país rural, que expone el Estado central, y una nacionalidad diluida. Para algunos, “la ciudad es un estado mental, un corpus de costumbres, y de actitudes y sentimientos…”. En nuestro caso, vemos a una Bogotá intentando ser cosmopolita en un país que quieren representar con símbolos rurales.
Los límites entre las dos competencias, de por sí difusas, se acrecientan con las dos versiones asintóticas de la idea de identidad, pero también se vuelven una discusión real con temas como el de la competencia para instalar peajes en las entradas a la ciudad o para la regulación de la urbanización en los cerros orientales, además del ya señalado de la calidad de los combustibles que produce la empresa nacional Ecopetrol.
DESAFÍOS PRÓXIMOS
En Bogotá existe una torre de Babel territorial. La ciudad se habita hoy con una lógica tributaria: los estratos, que están contenidos a su vez en recipientes electorales; las localidades, donde campea un discurso de participación que no se vuelve realidad. Así las cosas, el desafío es múltiple y apunta a la descentralización. No electoral o administrativa, sino respecto a las decisiones y atributos territoriales.
El otro desafío territorial es la definición de la llamada región, un recipiente territorial más, una morfología más, que tampoco ha sido eterna y menos obligatoria. Ante la ausencia de claridad conceptual, se ha asimilado con departamento, es decir, con un recipiente electoral diseñado en el siglo xix. Este inadecuado anacronismo se esgrime en una argumentación economicista, la búsqueda de la competitividad.
Para algunos, como ya dijimos, la suerte de Bogotá es haber estado aislada, pudiendo controlar una economía provincial libre de los avatares de la competencia. El éxito de la ciudad ha estado asociado al control de una región económica que se ha ido ampliando constantemente. De ahí que la aceleración de la apertura aparezca como amenaza.
La ciudad nace como un lugar sagrado y, gracias a la centralización de lo sagrado, logra el dominio sobre el campo. Esta condición nunca la abandona. Lo que cambia es el significado de lo sagrado. En las últimas administraciones observamos un énfasis diferente sobre el tema de los imaginarios urbanos, sobre la cultura urbana. Lo que para unos es una política pública central, para otros es algo residual. El reto que encontramos en este tema es la paradoja de cómo la ciudad logra acuerdos sobre la infraestructura, la movilidad, lo visible, pero tiene dificultades enormes cuando se trata de definir lo invisible. Sin cultura urbana no hay identidad, sin identidad no hay pertenencia. Sin identidad ni pertenencia sobreviene el caos.
BOGOTÁ EN EL SIGLO XXI: LA SUPERACIÓN DE LAS DIFERENCIAS
Colombia no presenta indicadores de concentración urbana, como la mayoría de países de Latinoamérica, pero en las últimas décadas Bogotá se ha fortalecido como metrópoli multifuncional. La indiscutible primacía urbana nacional de la ciudad al comenzar el siglo xxi se refleja en el aumento de sus funciones como centro urbano de importancia en Suramérica, condición que le era extraña pocas décadas atrás.
Hoy, Bogotá concentra gran parte de los servicios de telecomunicaciones y de tránsito aéreo del país, es el destino de una buena porción de la inversión extranjera, su participación en el PIB nacional es superior a su población —21 por ciento—, y es sede de una buena parte del sistema financiero y bursátil del país, al concentrar 50 por ciento del PIB financiero nacional.
Al ser la menos pobre y la más urbanizada, Bogotá es centro de una economía regional destacada, con casi la tercera parte de la población nacional y 296 municipios, cuyas economías giran a su alrededor. A esto se suma un área metropolitana de 19 municipios —centros residenciales e industriales— que hacen de Bogotá un núcleo diversificado de industrias y servicios de distinto orden.
Contar con un mercado regional tan fuerte le permite a la economía bogotana disponer de un dinámico mercado interno, destino de casi 80 por ciento de la demanda final; casi todo lo que produce Bogotá se consume en la región económica que controla. Estos datos contrastan con las débiles relaciones económicas de la ciudad con el resto del mundo. Al finalizar el siglo pasado, sólo 4,5 por ciento de su producción se vendía en el exterior.
Al comenzar el siglo xxi, la estructura productiva de la ciudad muestra, una clara tendencia a fortalecer el sector terciario, en el que encontramos tres actividades clave: el sector financiero con un 15,7 por ciento del PIB bogotano; el inmobiliario con el 13,4 por ciento y la administración pública con el 13 por ciento. A esto se suma la actividad industrial con un 18,5 por ciento. Todos estos indicadores muestran una evolución positiva, que se corrobora con el aumento general de la productividad en Bogotá. No obstante, un signo de alarma es que todo esto no se debe a inversiones importantes o cambios tecnológicos, sino a la reducción de los costos laborales y el empleo. Se señala que la remuneración al trabajo ha disminuido en más del 50 por ciento en la última década. Relacionado con este tema, el desempleo es el problema económico y social más grave de la ciudad, pues el siglo xxi se inició con la tasa de desempleo más alta de toda su historia, 20,3 por ciento. Aunque luego ha iniciado su descenso, sigue estando por encima de la tasa promedio nacional.
Sin embargo, Bogotá sigue siendo la ciudad más competitiva en el ámbito nacional, gracias a sus inversiones en ciencia y tecnología, a sus servicios financieros, a su condición de ser el mayor mercado nacional, a contar con la población de mayores ingresos del país, a disponer de la mejor infraestructura física, por tener la mejor cobertura de servicios y los recursos humanos con los indicadores más altos de educación. Además, la ciudad muestra indicadores elevados de internacionalización y de gobierno e instituciones. No obstante, los costos ambientales de esta situación están generando un detrimento en la calidad de vida.
Los guarismos económicos están acompañados de condiciones sociales positivas. En Bogotá se encuentra la sociedad colombiana con el índice más bajo de exclusión social, muy por debajo de los índices nacionales. Sin embargo, los contrastes son fuertes, pues la ciudad comenzó el siglo con unos indicadores de pobreza que no se corresponden con su condición de ser la ciudad más rica del país. En la ciudad se encuentran diferencias notorias entre las localidades: las más pobladas, como Suba, Engativá, Kennedy, Ciudad Bolívar, Usme, San Cristóbal, Santa Fe y Rafael Uribe, muestran una gran concentración de pobres. Este mapa de desigualdad naturalmente plantea grandes retos para la administración.
Otro problema es el de la movilidad. A partir de la implantación del sistema TransMilenio? en el año 2000, acompañado de medidas de restricción vehicular, como el llamado pico y placa, el tiempo de desplazamiento de los bogotanos se redujo de 58,4 minutos en 2000 a 42,6 minutos al finalizar 2002. Pero, esta mejora en la movilidad estuvo acompañada del deterioro de la malla vial. Excluyendo las troncales utilizadas por TransMilenio?, que sólo alcanzan al 6 por ciento del total de la malla, apenas un 23 por ciento se encuentra en buen estado, un 28 por ciento en estado regular y un 49 por ciento en mal estado. En la geografía de la ciudad, esto se repite en las localidades más pobres y más densas, donde la malla está en peores condiciones, incrementando la desigualdad. Esta situación, consecuencia de haber priorizado la construcción de las troncales en detrimento del mantenimiento de las existentes, ha generado un desafío para el financiamiento del sistema.
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Notas
- 1. Kotkin, Joel, La ciudad. Una historia global, Madrid, Debate, 2006, pág. 21.
- 2. Ver: Ramírez Tobón, William, “La crónica roja en Bogotá”, en: Revista Historia Crítica, Universidad de los Andes, Departamento de Historia, n.o 21, enero-junio de 2001.
- 3. Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, Bogotá: anatomía de una transformación. Políticas de seguridad ciudadana, 1995-2003, Bogotá, Alcaldía Mayor, USAID, 2004, pág. 56.
- 4. Hay una excelente historia de la Plaza de Bolívar en el libro de Martínez, Carlos, Santafé, capital del Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Banco Popular, 1987, págs. 276 y ss. Para comprender la historia de las plazas, ver: Pérgolis, Juan Carlos, La plaza. El centro de la ciudad, Bogotá, Universidad Católica de Colombia, Universidad Nacional de Colombia, 2002.
- 5. Al año siguiente se inauguró el Expreso del Sol, que comunicaba a Bogotá con Santa Marta y que permitía a muchos bogotanos conocer el mar.
- 6. Museo de Desarrollo Urbano, op. cit., pág. 107.
- 7. Revista Semana, “Los cincuenta días que cambiaron la historia de Colombia”, edición especial, n.o 1152, 31 de mayo de 2004.
- 8. Levitt, Steven, y Dubner, Stephen, Freakonomics, Barcelona, Ediciones B, 2006, pág. 141. Estos autores desvirtúan la argumentación de que la causa de la reducción de la criminalidad en New York haya sido el incremento de la policía, y enfatizan en las dinámicas demográficas que se suceden en esta ciudad como la razón clave para comprender la evolución de la seguridad urbana. Esto contraría lo que afirman los políticos en sus discursos, tanto allá como acá.
- 9. Así haya sido televisión por cable pirata, ésta permitió a muchos televidentes la recepción de canales internacionales, y de paso comparar las condiciones de vida en otros países y enterarse a través de los comerciales de la cultura material de otros países. Coloquialmente apodadas perubólicas, marcaron una época en muchos barrios de la capital.
- 10. Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 61.
- 11. De los 91 alcaldes de la ciudad en 100 años, sólo dos han sido presidentes: Virgilio Barco y Andrés Pastrana.
- 12. Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 64.
- 13. Ibíd., pág. 65. Esto a pesar de los esfuerzos de la administración de Julio César Sánchez por aumentar la seguridad con el establecimiento de los Centros de Atención Inmediata, CAI.
- 14. Es, además, el inicio de la lucha del Estado contra el narcotráfico y su terrorismo urbano.
- 15. Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 109.
- 16. Ibíd., página 111.
- 17. Museo de Desarrollo Urbano, op. cit., pág. 144.
- 18. Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 154.
- 19. Museo de Desarrollo Urbano, op. cit., pág. 151.
- 20. Ibíd.
- 21. Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., capítulo 7; Saldarriaga, Alberto, Bogotá siglo xx. Urbanismo, arquitectura y vida urbana, capítulo 5.
- 22. Un buen ejemplo de ello es el haber convertido la condición de su difícil emplazamiento en una imagen de fortaleza, como es la de encontrarse 2 600 metros más cerca de las estrellas.
- 23. No sobra recordar que el Plan Vial de 1961 se ha vuelto a remozar por los actuales candidatos que se presentan a las elecciones de octubre de 2007. De nuevo encontramos que se está proponiendo un tren de cercanías, la primera línea del metro y la articulación de éstos con un sistema de buses, que ya había propuesto Gaitán Cortés. Prueba de lo que falta por hacer en la ciudad y de que la continuidad en la gestión distrital no ha sido suficiente.
- 24. Rápidamente se convirtió en motivo de orgullo para los bogotanos. Sin embargo, también rápidamente ha mostrado sus limitaciones.
- 25. Sigla que significa: lesbianas, gays, bisexuales y transexuales.
#AmorPorColombia
Bogotá siglo XXI
La Plaza de Bolívar ha tenido distintas formas y nombres. Hasta 1847 se llamó Plaza Mayor. De 1847 a 1850 se le dio el nombre de Plaza de Bolívar y se erigió en ella el monumento al Libertador, esculpido por Tenerani y colocado inicialmente con vista al sur. De 1850 a 1863 se le cambió el nombre por el de plaza de la Constitución. En 1863 el presidente Mosquera le puso de nuevo el nombre de Plaza de Bolívar, que ha conservado hasta hoy. Conformado de norte a sur por la Casa del Florero, la Catedral, la casa de tres pisos conocida como de Las Cancino y la capilla del Sagrario, el costado oriental, sobre la carrera 7.ª, es el sitio arquitectónico ancestral de la ciudad, con algo más de 200 años de existencia, excepto por la esquina sur, donde está el Palacio Arzobispal desde 1950. Allí estuvo, entre 1750 y 1948, la casa de dos pisos conocida como Casa Consistorial, en la que se reunió el Concejo hasta principios del siglo xx, y cuyos portales eran una pequeña joya de arquitectura colonial. Al oriente el tradicional sector de La Candelaria. Fotografía de 1994.
Dos de los mejores alcaldes que ha tenido Bogotá. Julio César Sánchez (1986-1988), último burgomaestre antes de la elección popular, visita en 1987 las obras de instalación de servicios públicos que su administración adelantó en los barrios marginales.
Jorge Gaitán Cortés (1961-1966) inaugura el servicio de trolebuses al barrio Quiroga, 1964, ruta que cubría un importante tramo del sur de la ciudad. Mucha gente se ha preguntado ¿por qué desaparecieron los troles?
Originada en la biblioteca particular del Banco de la República, por sugerencia de su bibliotecario Jaime Duarte French, se abrió al servicio del público en 1958 la Biblioteca Luis Ángel Arango, que es hoy una de las bibliotecas públicas más modernas y concurridas de Latinoamérica.
Carretera al municipio de La Calera, después de la calle 85, sobre los cerros orientales. Tras la terminación de las obras de la avenida Circunvalar en 1984, el sector ha quedado densamente poblado por edificios de más de 15 pisos. La vía Bogotá-La Calera tiene hoy un tráfico vehicular intenso.
Los velódromos Luis Carlos Galán y Primero de Mayo son los dos grandes escenarios para práctica y competencias de ciclismo con que cuenta la capital. El velódromo Luis Carlos Galán, localizado en la calle 63 con avenida 68, cuenta con una pista de 400 metros para competencias de alto rendimiento y para entrenamiento de ciclistas de elite y forma parte de la unidad deportiva de El Salitre.
Panorámica parcial del Parque Simón Bolívar, escenario de grandes acontecimientos culturales y deportivos.
Los centros comerciales han modificado el panorama urbano y las costumbres ciudadanas. Plaza de las Américas, al sur.
Metrópolis, al occidente.
Bulevar Niza y alrededores.
La colección de arte del Banco de la República, conformada por obras de arte colombiano, latinoamericano y universal, cuenta con cerca de 4 500 obras, de las cuales 500 se mantienen en exposición permanente. Iniciada en 1957 con una donación realizada por la V Reunión de Bancos Centrales de América Latina, la colección se abrió al público en 1996. Las obras más representativas de la colección están expuestas en la parte posterior de la Casa de la Moneda en 15 salas ordenadas cronológicamente.
Las universidades bogotanas han hecho grandes esfuerzos e inversiones para mejorar, modernizar y ampliar sus servicios de investigación y consulta, y para dotar espacios universitarios extracurriculares. Por ejemplo la Biblioteca y el Auditorio Fabio Lozano de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, formidable concepción arquitectónica, diseñada por Daniel Bermúdez Samper, planeada desde 1992 e inaugurada en 2004, al cumplirse los 50 años de la universidad. El auditorio (foto) con capacidad para 600 personas, queda en el primero de los cinco pisos que tiene la biblioteca, y su distribución envolvente permite que las sillas rodeen el escenario. Tanto la biblioteca como el auditorio forman parte del complejo cultural de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Foto de 2005.
Los espacios públicos son también aprovechados para la realización de eventos que combinan la promoción del arte con la solidaridad. Así, por ejemplo, la fundación Corazón Verde, que presta auxilio económico y moral a las familias de los policías caídos en acción, recibe la colaboración de artistas para proyectos como Animarte y Arborizarte, expone en las calles de la ciudad las obras de los donantes y después las envía a Nueva York, donde son subastadas por la casa Christie’s.
Un niño saluda al mártir Rafael Uribe Uribe en su monumento del Parque Nacional.
Las políticas de la administración capitalina han creado espacios cada vez mayores para la recreación y el deporte. Las familias bogotanas encuentran hoy en su ciudad muchos y variados lugares de esparcimiento. Toboganes para los niños. No es difícil entretenerse en la Bogotá del siglo xxi, donde la sana diversión está al acance de todos.
Las políticas de la administración capitalina han creado espacios cada vez mayores para la recreación y el deporte. Las familias bogotanas encuentran hoy en su ciudad muchos y variados lugares de esparcimiento. Ciclorrutas para el ejercicio y la movilización diaria. No es difícil entretenerse en la Bogotá del siglo xxi, donde la sana diversión está al acance de todos.
El Jardín Botánico de Bogotá cumplió 50 años de fundado en 2005. Siguiendo las enseñanzas y el legado del gran sabio José Celestino Mutis, creador de la Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, el padre Enrique Pérez Arbeláez, botánico, escritor y científico brillante, pudo en 1955 materializar el sueño que había acariciado por más de 10 años: dotar a Bogotá de un Jardín Botánico como los mejores del mundo. El jardín bogotano fue bautizado con el nombre de José Celestino Mutis y el padre Pérez Arbeláez lo dirigió entre 1955 y 1972.
El Archivo Distrital fue inaugurado en 2005 y designado como centro de documentación e información urbana, rector del Sistema Distrital de Administración de Archivo de Bogotá. Es también el depositario de los archivos generales e históricos de la ciudad, que están a disposición del público. Tiene, como el Archivo General de la Nación, una sede de admirable diseño arquitectónico trazado específicamente para las funciones archivísticas y las actividades culturales que de ellas se deriven. El Archivo Distrital está situado en la calle 5.ª con carrera 5.ª. En la foto, vestíbulo y exposición permanente de un carro del tranvía de mulas que prestó el servicio de transporte entre 1884 y 1910.
Dar de comer al hambriento no sólo es un precepto sagrado, sino un imperioso deber social que a veces olvidan quienes tienen a su cargo los destinos de la comunidad. Con un amplio criterio de inclusión social, y no meramente de caridad pasajera, la administración de Bogotá, en el periodo del alcalde Luis Eduardo Garzón, implementó el programa Bogotá Sin Hambre, para proporcionar en condiciones dignas, alimentos adecuados a los miles de ciudadanos que, por circunstancias económicas adversas, carecen de los medios para proveer su manutención. Los comedores comunitarios de Bogotá, que son un modelo para cualquier país, han superado en 27 000 cupos la meta de 625 000 apoyos nutricionales diarios que se fijó la administración al establecer el mencionado plan dentro del programa “Un compromiso social contra la pobreza y la exclusión”. En la foto de 2006, el comedor escolar del Colegio Eduardo Umaña Mendoza, en el barrio Villa Alemania, de la localidad de Usme..
La Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte puso en marcha un plan de promoción de la lectura tan ambicioso como original, que en buena parte le valió a la ciudad para ser escogida Capital Mundial del Libro 2007. Se trata de Libro al Viento y consiste en que esta Secretaría, con el apoyo de la Secretaría de Educación Distrital, edita una serie de títulos de grandes autores de la literatura universal, incluidas por supuesto la colombiana y la latinoamericana, y los entrega al público, por el curioso procedimiento de ubicarlos en lugares públicos como TransMilenio Super Cades y las plazas de mercado, de modo que, quien los encuentra, los lee y los devuelve a estos mismos sitios para que otros tengan oportunidad de leerlos. También se distribuyen en los colegios del Distrito. El propósito de Libro al Viento es “recuperar la literatura como una forma privilegiada del diálogo”. El programa comenzó en 2004 con una tirada de 70 000 ejemplares por título. Como parte de los eventos de Bogotá Capital Mundial del Libro 2007, se efectuó la jornada Libro al Fútbol el 3 de mayo de 2007, durante el clásico Santa Fe-Millonarios, en que se entregaron 30 000 libros.
La actividad deportiva en sus distintas expresiones tiene en Bogotá cada día más escenarios adecuados y más activistas entre los estudiantes de ambos sexos, desde los cuatro años hasta los 18. Niñas del Club Ondinas de Nado Sincronizado, afiliado a la Liga de Natación de Bogotá, entrenan en el Complejo Acuático Simón Bolívar de la Unidad Deportiva El Salitre, inaugurado en 2004 para la práctica de natación y clavados.
La actividad deportiva en sus distintas expresiones tiene en Bogotá cada día más escenarios adecuados y más activistas entre los estudiantes de ambos sexos, desde los cuatro años hasta los 18. Niños y niñas de la Escuela de Formación de la Liga de Patinaje de Bogotá entrenan en la Unidad Deportiva El Salitre. El deporte del patinaje es uno de los que encuentra más adeptos en Bogotá. Fotografías de 2007.
Una exhibición del Grupo de Artes Marciales de la Universidad Nacional. Fotografías de 2007.
Aficionados al skateboard en una de sus escalofriantes demostraciones en el Parque Nacional. El skateboard es un deporte que surgió en el mundo a principios de los sesenta y que en Bogotá tiene a los más audaces y avezados practicantes. Fotografía de 2007.
Fiel discípulo de Le Corbusier, en cuyo taller de París estudió durante luengos años, Rogelio Salmona, el más influyente de los arquitectos colombianos de todos los tiempos, ejecutó en la megabiblioteca Virgilio Barco la concepción humanista de que la arquitectura es una de las artes que tienen más incidencia en el comportamiento ciudadano. Los interiores de la Biblioteca Virgilio Barco, ubicada en el entorno ideal del Parque Metropolitano Simón Bolívar, son espacios que invitan al estudio, a la meditación, a la reflexión, a la recreación, al ejercicio permanente de la creatividad, a una grandiosa concepción de lo que han de ser los humanos del siglo xxi. Inaugurada en el año 2001, la Biblioteca Virgilio Barco Vargas es ya uno de los íconos de la ciudad.
Fanny Mickey y Ramiro Osorio crearon en 1988 el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, que debería celebrarse cada dos años. La tozudez y el talento de Fanny Mickey ha logrado sostener el festival por casi 20 años, que se cumplen en 2008, y que se inició como “un acto de fe en Colombia”, según rezaba su lema inaugural, pero cuyo propósito fundamental era conseguir la integración artística de los países latinoamericanos. En los 10 festivales que lleva realizados ha convocado en Bogotá a grupos de arte dramático de todos los países del mundo. El festival comprende diferentes géneros de obras teatrales en distintos escenarios de la capital: teatro callejero, teatro de sala, conciertos internacionales, teatro infantil y juvenil, y danza clásica. En la foto, desfile inaugural del X Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, frente a la Casa del Florero, Plaza de Bolívar, 2006. A este festival, que tuvo a Rusia como invitado de honor, acudieron cerca de tres millones de espectadores.
La Biblioteca El Tintal, al occidente de Bogotá, se construyó sobre un área de 6 650 metros cuadrados, con capacidad para albergar y procesar 150 000 volúmenes. La sala de lectura para jóvenes y adultos tiene cupo para 500 usuarios y se compone de una sala de referencia, una hemeroteca, sala de multimedia, salas para trabajo en grupo y sala de computadores. Cuenta además con una sala especial infantil, con capacidad para 100 niños que tienen a su disposición sala de lectura, talleres, ludoteca y multimedia. También hay un moderno auditorio para 160 personas, sala de exposiciones, tres salones múltiples y una sala de información sobre el Distrito Capital.
La carrera 7.a es la vía mágica de Bogotá. Por ella ha transcurrido la historia de la ciudad y del país en los últimos 200 años. Desfiles de la victoria, desfiles de la derrota, enfrentamientos políticos, motines, marchas de la más variada índole y toda suerte de celebraciones. Miembros de la comunidad LGBT —lesbianas, gays, bisexuales y transexuales— desfilan por la 7.a, a la altura de la calle 21, en celebración del día del Orgullo Gay.
Animadores del septimazo de los viernes, establecido por la administración desde 2006. Al fondo, edificio Colpatria, carrera 7.a con calle 25, con su tradicional iluminación. Fotografías de 2007.
De la ciudad oscura y fantasmagórica de que se quejaban, con razón, los bogotanos del siglo xix y primera mitad del xx, la capital pasó a ser una de las urbes mejor iluminadas del mundo. En la foto, vista de Bogotá desde el oriente, vía a La Calera. Fotografía de 2007.
Bellísimo efecto de luz en el ocaso sobre edificios de ladrillo, contra los cerros nororientales. Foto tomada desde el barrio El Retiro.
Vista nocturna del Palacio Liévano, sede de la Alcaldía Mayor de Bogotá, costado occidental de la Plaza de Bolívar. El Palacio Liévano fue restaurado durante la administración de Luis Eduardo Garzón. Fotografía de 2007.
Texto de: Fabio Zambrano Pantoja
LO SAGRADO Y LO PROFANO EN LA CIUDAD
Desde la perspectiva de la historia urbana, se consideran ciudades exitosas aquellas que combinan, simultáneamente, tres características: constituirse como espacio sagrado, ofrecer seguridad a sus habitantes y acoger un centro económico. Las que decaen o desaparecen son las que, en algún punto de su evolución, carecen de una o más de ellas1.
Estos factores se dan en distintas proporciones y pueden agruparse en dos categorías: lo sagrado y lo profano. La condición de lugar sagrado se transforma, según cambien las representaciones cosmogónicas de cada sociedad. En estos casos se redefinen los lugares o se les cambian sus funciones simbólicas. Cuando el poder proviene de Dios, se elevan templos. Cuando el poder proviene del pueblo, se construyen metáforas de lo público —parques, plazas. Antes, se trataba de llegar al cielo construyendo templos de torres elevadas; hoy edificios paradigmáticos —bibliotecas, museos, construcciones culturales, que evocan la condición sagrada de lo público. En el pasado se buscaba hacer visible el poder centralizado con el templo, hoy con el espacio público, el poder descentralizado. Antes, cuando existía una sola verdad, la ciudad debía representar la centralidad —fuese el templo o la plaza—, una idea de orden y concierto. Hoy, cuando existen las múltiples verdades, la ciudad se torna multicéntrica.
La seguridad que la ciudad debía ofrecer estaba representada en la muralla y en su capacidad de depredar otras ciudades. Hoy, los indicadores de criminalidad o la percepción de seguridad se convierten en una guía de gestión pública de primer orden. Cuando la oferta de seguridad decae, los habitantes emigran, como en la Roma del siglo V; o el capital se muda a una ciudad segura, como sucedió en Nueva York y Londres en los ochenta. Cuando las ciudades recuperan su seguridad, se revalúan, el capital retorna y se atraen nuevos pobladores.
Estos tres elementos constitutivos de la ciudad pueden servir de guía para estudiar el desarrollo y la transformación de la Bogotá contemporánea. Los indicadores positivos que alcanza la ciudad en las últimas décadas son el resultado de la exitosa combinación de las características mencionadas, resumidas en la adecuada combinación de lo sagrado y lo profano.
El triunfo de lo profano: una economía de mercado
Es la economía exportadora, concretamente el café, la que impulsa, de manera indirecta, la modernización de la ciudad. No obstante, esto va acompañado de una paradoja: a la consolidación de la ciudad como lugar de mercado, factor que induce la modernización, le corresponde el periodo llamado de la República conservadora (1880-1930), que impone una clara política de contención de la modernidad. Como se ha venido insistiendo, lo que caracteriza a la ciudad en las primeras décadas del siglo xx es una modernización acelerada, con poca modernidad. Aunque se estableció una economía de mercado, ésta no llevó a la construcción de una nueva sacralidad de lo público, dado que se conservó la concepción teocrática del origen del poder, elemento de la sociedad tradicional. La consolidación del capitalismo se hizo con déficit en la sacralidad moderna: aunque aparece con claridad una base de acumulación de capital, la elite no corre el riesgo de introducir nuevas pautas reguladoras de lo público. Entre otras razones, porque se descubre que un Estado débil es un buen negocio.
El proceso de modernización es lento y no está libre de dificultades. La modernización del equipamiento urbano no produjo, de inmediato, un mejoramiento en las condiciones de vida de los bogotanos. A finales del siglo xix y en las dos primeras décadas del xx, continuó el proceso de subdivisión de viviendas y construcción de inquilinatos, con el consiguiente incremento de la insalubridad. Desde los primeros años del siglo, los profesionales de la salud claman por medidas que eleven las condiciones sanitarias de la capital: mejora de la vivienda, construcción de un verdadero acueducto, oferta de parques. Además, la ciudad presenta altos índices de criminalidad y robo, a tal punto que sus habitantes construyen un imaginario en torno a la ponderación de los ladrones, como registra la crónica roja que la prensa publica desde principios de siglo hasta los años setenta2.
Así pues, Bogotá inicia su consolidación como centro económico, pero no construye una nueva simbología sagrada ni resuelve el tema de la seguridad. Estos desencuentros frenan el desarrollo de la ciudad. La coincidencia, como se verá, se producirá más adelante.
El esfuerzo por una nueva sacralidad: nuevos espacios públicos
En 1957, al terminar la dictadura, un nuevo grupo de profesionales entra a participar en la administración distrital. Desde entonces y hasta 1966, la figura de Jorge Gaitán Cortés, primero como concejal y luego como alcalde (1961-1966), se erigió como la del planificador por excelencia, y en esos años se logró mantener una continuidad tanto en la planeación como en la instrumentación. La estabilidad política que aporta el Frente Nacional (1958-1974) permitió una continuidad administrativa entre 1958 y 1969, hasta entonces inédita. “El crecimiento económico sostenido del país y la excelencia de mandatarios distritales durante los años sesenta hicieron del periodo del Frente Nacional, el primer periodo de gestión admirable de la ciudad, no obstante los enormes desafíos que ésta afrontaba; en particular, en términos de su crecimiento demográfico radical”3.
En las décadas de los cincuenta y los sesenta la ciudad vivió una profunda transformación social que, de manera silenciosa y radical, transformó su paisaje social urbano. En efecto, la modernización de la infraestructura de servicios públicos, como ya se ha señalado, permitió el creciente acceso de la mayoría de la población a éstos y generó una serie de cambios y mejoras en la cultura material de los hogares. La ampliación del servicio domiciliario de agua en los barrios marginales y el avance progresivo del servicio de energía eléctrica liberaron mucho del tiempo dedicado a los oficios domésticos y estimularon la educación y el trabajo fuera de casa. Todo esto será un elemento muy importante en el uso del espacio público por esta nueva ciudadanía.
La tendencia a dejar lo público a la deriva se enfrenta ahora con un cambio importante en la construcción del espacio público. Como ciudad moderna, Bogotá es escenario de múltiples tensiones y conflictos, como los que se producen entre lo público y lo privado, entre la movilidad y la sociabilidad, entre lo sagrado y lo profano. Estas y otras tensiones se expresan en el espacio público, el espacio positivo de la ciudad. Uno de los logros más significativos de la Bogotá moderna es la construcción del espacio público y su conversión en indicador de la vida urbana y en un concepto que empieza a utilizarse como un nuevo derecho ciudadano.
Hay que recordar que la plaza ha sido la concreción magnífica del espacio público. Nuestra Plaza Mayor —hoy de Bolívar— ha sido la metáfora de nuestra concepción de lo público. La Plaza Mayor, como espacio abierto, ha sido escenario de actos de fe coloniales, del mercado semanal, de las declaraciones de fidelidad al rey, de la siembra de árboles de la libertad y del paredón de los fusilados; un viernes se llena de tenderetes donde se expenden papas y legumbres, y al día siguiente desfilan por ella las autoridades reales, presididas por el pendón imperial. La plaza ha sido por excelencia escenario de la representación del poder. En 1846, durante la República, se convierte en Plaza de Bolívar, abandonando el bello nombre republicano de Plaza de la Constitución, y volviéndose teatro de nuevas escenificaciones. Al hacer el tránsito hacia el espacio público moderno, adquiere una nueva sacralidad, la de ser recipiente por excelencia de lo público. Asume, entonces, su condición metafórica de la democracia.
De manera simbólica, la Plaza de Bolívar recobra esta condición desde 1961, cuando es remodelada y retorna a su condición de espacio abierto, sin árboles, bancas o fuentes, sin estaciones de tranvía u otros objetos que impidan la reunión del pueblo en el espacio público. Desde 1846, cuando se erige la estatua de Bolívar, hasta esta intervención de 1961, la Plaza Mayor pasó de ser plaza de mercado, parque y estacionamiento de vehículos, a adquirir una única función: la de espacio simbólico del poder en la nación, al inicio del Frente Nacional4.
Es en razón de la redefinición de este símbolo que aquí se ha escogido el año de 1961 para marcar el comienzo del proceso de cambio que se expresará de manera clara y contundente en las dos últimas décadas. Es factible afirmar que los bogotanos que participan activamente en el ejercicio de la ciudadanía, de la década de los noventa al presente, están conformados en buena parte por la generación nacida durante el Frente Nacional (1958-1978).
Estos urbanitas encuentran una ciudad en modernización acelerada. En 1957 se funda la Biblioteca Luis Ángel Arango, en 1958 se inaugura el aeropuerto El Dorado y en 1961 se da al servicio el Ferrocarril del Atlántico5 y empieza a construirse Ciudad Techo. Bogotá se consolida como primer centro de educación superior, pues en 1960 el 41 por ciento de los estudiantes inscritos en universidades públicas y el 82 por ciento de los inscritos en las privadas estudian en Bogotá. Entre 1960 y 1970, más de la mitad de los estudiantes de educación superior estudian en la capital6.
Además de estas transformaciones, el 15 de septiembre de 1965 se funda Profamilia, abriendo con ello las puertas a uno de los procesos más revolucionarios en la sociedad colombiana: la planificación familiar. Colombia es el país de América Latina donde más éxito han tenido las políticas de planificación familiar. Mientras en 1965, cada pareja tenía en promedio siete hijos, en 2002 la cifra era de 2,6. Profamilia no se limita sólo a programas de planificación o, como dicen sus críticos, a repartir píldoras y condones. Sus estrategias se han orientado a generar un cambio de valores en la sociedad, para que tanto hombres como mujeres tengan conciencia de que son ellos quienes deben decidir sobre el número de hijos a tener7. Un resultado ha sido que la sociedad ha delegado en la mujer las decisiones sobre su propio cuerpo.
Este tema es de la mayor importancia para comprender las dinámicas que se van a desarrollar en la capital en las décadas siguientes. El traslado a las mujeres de las decisiones sobre su cuerpo constituye un cambio radical en la mentalidad de esta sociedad urbana, presidido sin duda por la extensión del voto a la mujer en 1958, momento en que se extiende la ciudadanía, tanto política como cultural, a toda la sociedad. No es casual que en 1964 la prensa registre que las mujeres comienzan a usar minifalda, descomplicando el concepto de la moda, que se hace más espontánea y menos tradicional.
El incremento de la contracepción está asociado con el aumento de la población adulta y la reducción de la población infantil y juvenil, como se aprecia de manera notoria desde el censo de 1985 y más pronunciada desde el de 2005. Esta dinámica demográfica es indicada como principal causa del descenso de la criminalidad en las grandes ciudades, más que el desarrollo económico, el incremento de la policía, el endurecimiento de las penas o el aumento del cupo en las cárceles8. Para los autores citados existe una relación causal entre envejecimiento de la población y descenso de la criminalidad.
PORCENTAJE DE POBLACIÓN SEGÚN
EDAD EN BOGOTÁ, 1938-2005
1951
1964
1973
1985
1993
2005
0-14
31
34
42
38
33
31
26,5
15-29
35
34
29
33
34
31
27,5
30-49
25
22
20
20
22
27
30
más de 50
99
8
9
10
11
16
Fuentes: 1938-1993 tomados de: Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 77, 2005: DANE, censo de población. Los años se corresponden con las fechas de realización de los censos.
La información de este cuadro permite ver al año de 1964 como un año de cambio en las dinámicas sociales de la ciudad, pues a partir de allí el censo registra un pronunciado descenso de 16 por ciento en la población infantil y juvenil entre 0 y 14 años, mientras la población mayor de 30 años incrementa su participación en el mismo lapso de tiempo. Bogotá deja de ser una ciudad de gente joven para convertirse en una ciudad de población adulta, condición que se acentúa en las proyecciones para los próximos años.
TASA DE CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN DE BOGOTÁ SEGÚN LA EDAD, 1938-2002
1938-1951
1951-1964
1964-1973
1973-1985
1985-1993
1993-2002
0-14
6,9
8,6
4,9
2,3
1,7
1,5
15-29
5,9
5,6
7,4
3,7
1,4
1,3
30-49
5,3
6,0
5,8
4,4
5,4
3,7
más de 50
6,3
6,2
6,4
4,9
4,0
5,2
Total
6,1
6,9
6,0
3,5
2,8
2,5
Fuente: Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 78.
Volvemos a encontrar el año 1964 como el punto de inflexión de la historia demográfica contemporánea de Bogotá, y precisamente en el periodo censal de 1951 a 1964 el grupo de 0 a 14 años creció a una tasa del 8,6 por ciento, momento considerado como el baby boom bogotano. Los nacidos en esos años son hoy ciudadanos mayores de cincuenta años. Son urbanitas que crecieron con la televisión; con la expansión de la educación básica, media y superior; que recibieron la influencia de las parabólicas9; que comenzaron a recibir los beneficios del turismo social que ofrecen las cajas de compensación familiar. Muchos tuvieron acceso, gracias a la segunda etapa de industrialización, a electrodomésticos que antes no estaban a su alcance; algunos, gracias a los créditos del Icetex, se educaron en el exterior y adquirieron un vehículo, y más tarde accedieron al computador y a Internet. Y, no menos importante, son ellos quienes, al iniciar su vida sexual, encontraron una amplia oferta de métodos de control natal. La mayoría de ellos fueron hijos de inmigrantes, pero sus hijos ya son bogotanos. En fin, son las personas que cuando se inicia la elección popular de alcaldes, en 1988, tienen 37 años si nacieron en 1951 y 24 si nacieron en 1964. Son ellos los que primero transformaron la política en la ciudad.
En el censo de 1985, por primera vez en su historia demográfica, hay más nacidos en Bogotá que inmigrantes. Desde esta fecha en adelante, la proporción de bogotanos se incrementa de manera constante. Esta transformación es sustancial en razón a que, a partir de los años noventa en especial, ha permitido construir sentimientos de identidad y pertenencia a la ciudad.
Esta evolución es clave para comprender los fenómenos sociales y políticos que ocurren desde finales del siglo xx, puesto que al cambiar la pirámide poblacional, cambian los comportamientos sociales, dado el elemental principio de que los jóvenes ven la vida de manera diferente. El meollo del asunto está en qué tanto la administración de la ciudad percibe, entiende o interpreta acertadamente estos cambios.
En efecto, del llamado periodo admirable, años sesenta, se pasa al de la politiquería, al triunfo de la corrupción y la desintegración social en Bogotá, al finalizar el Frente Nacional, años setenta y ochenta10. La competencia política por el control de la ciudad produjo una total falta de continuidad en la gestión pública y una alta rotación de alcaldes que privilegian las obras con propósitos electorales inmediatos en contra de las intervenciones estructurales. Se establece una verdadera manguala entre el Concejo y la administración de la ciudad. Las Juntas de Acción Comunal, por ejemplo, terminan convirtiéndose en una secretaría de obras públicas que adelanta intervenciones según los intereses de algunos concejales11.
DURACIÓN PROMEDIO DE PERIODOS DE LOS ALCALDES DE BOGOTÁ, 1958-1986
Periodo 1958-1973
Periodo 1973-1982
Periodo 1982-1986
1958
1961
Juan Pablo Llinás
1973
1974
Aníbal Fernández
1982
1984
Augusto Ramírez
1961
1966
Jorge Gaitán C.
1974
1975
Alfonso Palacio
1984
1985
Hisnardo Ardila
1966
1969
Virgilio Barco V.
1975
1976
Luis Prieto O.
1985
1986
Diego Pardo K.
1969
1970
Emilio Urrea
1976
1978
Bernardo Gaitán
1986
1986
Rafael de Zubiría
1970
1973
Carlos Albán H.
1978
1982
Hernando Durán
Promedio: 3 años
Promedio: 2 años
Promedio: 1 año
Fuente: Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 62.
Si bien el deterioro de lo público es profundo, la modernización de la ciudad, entre tanto, es imparable. “La ciudad continuó su crecimiento en todas las direcciones: carreteras, parques, museos, edificios públicos, ministerios, restaurantes, universidades, oficinas, industrias, servicios, cinemas, teatros, discotecas, prostíbulos, la Avenida Circunvalar y la calle 72 —corazón del sector financiero nuevo en el norte (años ochenta)—, el estadio de fútbol El Campín, el Palacio de los Deportes, el Velódromo, centros comerciales en el Norte, como Unicentro (inaugurado el 25 de abril de 1976), Bulevar Niza, Granahorrar, Hacienda Santa Bárbara; en el Occidente con Salitre Plaza, y el Sur, con Sao y El Tunal (estos últimos, construidos en los años noventa). También se dio un notorio desarrollo del comercio, en particular, a través del establecimiento de los grandes supermercados”12.
Esta profunda transformación del escenario urbano y del comportamiento de sus habitantes, en razón de los nuevos equipamientos de servicios comerciales, así como una mayor internacionalización, relacionada con los avances en las comunicaciones, contrastaba con la marcha a la deriva de lo público, por el incremento de la corrupción y por la ausencia de acuerdo entre los dirigentes y la ciudadanía. Como si esto fuera poco, coincide con ello un profundo deterioro de los servicios públicos, en especial de la recolección de las basuras; el menoscabo de los espacios públicos por acumulación de las mismas; la invasión de los andenes por los automóviles y por los vendedores ambulantes, expresión visible de la creciente economía informal; la proliferación de los conjuntos cerrados en el norte, que privatizan calles y parques. No era gratuita la expresión de algún periodista extranjero que calificó a Bogotá como una ciudad en proceso de calcutización.
Este grave deterioro de la ciudad en los ochenta y principios de los noventa se expresaba en varios aspectos13:
- Profundo deterioro del transporte público, debido a la falta de regulación y a la “guerra del centavo”.
- Incremento de la contaminación, sonora y ambiental.
- Privatización de vías públicas y deterioro de las mismas.
- Éxodo de las elites de barrios tradicionales y su ocupación por habitantes de menores recursos.
- Degradación del centro histórico y surgimiento de El Cartucho, como centro de reciclaje, droga, prostitución y diversas formas de violencia. Asociado con esto, se populariza el término “desechable” para denominar a los pobladores de este lugar y se presentan campañas de “limpieza social”, que implican el exterminio de habitantes de la calle.
A causa de estos estropicios nace la imagen de Bogotá como ciudad profundamente insegura, reforzada por la actitud de sus pobladores de “blindarse” contra la ciudad violenta, mediante el incremento de medidas de seguridad, que explican la proliferación de cerramientos en los espacios públicos14.
LA CONQUISTA DE LA ELUSIVA SEGURIDAD
Ser un lugar seguro es la segunda condición para que una ciudad eleve sus niveles de vida y tome la senda del desarrollo. Desde 1991 la tendencia de los homicidios en Colombia ha disminuido. De 66 muertes violentas por cada 100 000 habitantes (25 398) en 1995, baja a 50 (22 199) en 2003. En Bogotá pasó de 60 (3 363) en 1991, a 23 (1 610) en 2003. Según la argumentación expuesta, los cambios demográficos que se suceden en Bogotá desde la década de los sesenta, así como las transformaciones culturales, se convirtieron en el sustrato fundamental para que las políticas de reducción de la criminalidad tuvieran éxito. Además, el caso de Bogotá muestra cómo una política de seguridad nacional se fortaleció e hizo más sostenible gracias a políticas locales de seguridad ciudadana15.
De 1994 a 2003 la tasa de homicidios de Bogotá disminuyó más rápidamente que la tasa nacional y que la de otras ciudades grandes. Indicadores de delitos como lesiones no fatales, hurto a personas, vehículos, residencias y bancos, también disminuyeron sustancialmente en el periodo16. Se afirma que los esfuerzos nacionales sumados a los realizados por las administraciones Mockus y Peñalosa, que aplicaron de manera integral diversas medidas, han logrado hacer de la ciudad un lugar más seguro. Estos logros han sido consistentes por más de una década y es de esperar que se establezcan de forma permanente.
Una de las razones que explican la consistencia de estas políticas ha sido la continuidad en los planes de desarrollo. Para entender mejor el tema hay que recordar los cambios que aportó la Constitución de 1991. Su importancia es tal, que podemos dividir las administraciones en anteriores y posteriores a ellos. Ésta es la sucesión de alcaldes a partir de la elección popular:
Alcaldes de Bogotá, 1988-2007
1988-1990: Andrés Pastrana
1990-1992: Juan Martín Caicedo
1992-1995: Jaime Castro
1995-1996: Antanas Mockus
1996-1997: Paul Bromberg
1998-2000: Enrique Peñalosa
2001-2003: Antanas Mockus
2004-2007: Luis Eduardo Garzón
Las dos primeras administraciones están más asociadas con la cultura política que traía la ciudad. Las posteriores a 1991, que cuentan con una nueva carta magna, introdujeron cambios mayores en la administración de la ciudad. En este sentido, la alcaldía de Jaime Castro marca la transición a una nueva forma de gobierno. Durante su mandato se inicia una de las reformas más importantes de la ciudad, la reforma tributaria, cuyo elemento más conocido es el autoavalúo. Ésta es, quizás, la primera política pública que arroja un saldo pedagógico básico en la construcción de lo público. También durante esta administración inicia labores el Taller del Espacio Público, de enorme incidencia en las intervenciones en el espacio físico de la ciudad.
La nueva Constitución exige que los alcaldes elaboren un plan de desarrollo para gobernar la ciudad que los eligió. La particularidad que presenta Bogotá es que desde 1995 estos planes tienen una continuidad conceptual, así presenten diferencias particulares en algunos temas.
Estos son los planes de desarrollo para ser ejecutados durante 13 años, a saber:
1995-1997: Antanas Mockus-Paul Bromberg: Formar ciudad.
1998-2000: Enrique Peñalosa: Por la Bogotá que queremos.
2001-2003: Antanas Mockus: Para vivir todos del mismo lado.
2004-2007: Luis Eduardo Garzón: Bogotá sin indiferencia.
Es gracias a la continuidad en temas como cultura ciudadana, progreso social, urbanismo y legitimidad institucional, que se refuerzan entre sí y consolidan el tema de la seguridad y la convivencia ciudadana; así Bogotá se convierte, progresivamente, en un lugar seguro.
Antanas Mockus parte de la idea de la interacción en la reconstrucción de la legalidad y la moralidad. La cultura ciudadana es pues la política que puede lograr la regulación propia del comportamiento de las personas, y se convierte en el eje del plan de desarrollo Formar Ciudad. Desde el inicio de esta administración, el Instituto Distrital de Cultura y Turismo, IDCT, con la dirección de Paul Bromberg, inicia la creación de una política cultural para la ciudad, usando para ello la promoción de eventos artísticos dirigidos a toda la ciudadanía y que fomentan el encuentro y la expresión de las diferentes culturas existentes en la ciudad. La creación del programa Cultura Ciudadana permite introducir el tema de la cultura como componente esencial de la convivencia de los ciudadanos y de la planeación de la ciudad17.
De los aspectos positivos que tuvo esta política, hay que destacar un elemento de gran importancia, resultante del mencionado programa: la introducción de una nueva simbología en la ciudad. A partir de 1995 se consolidan los símbolos definitivos para que una ciudad sea considerada moderna, como la cultura de los ciudadanos, la necesidad de la convivencia y la seguridad, y la valoración del espacio público. Para ello se realizan eventos culturales en los espacios públicos, entre ellos el Rock al Parque, el Festival de Verano, la Ópera al Parque, el programa de los mimos para cruzar la calle por la esquina y la cebra, la hora zanahoria, la prohibición de la pólvora, el plan de desarme, las jornadas de vacunación contra la violencia.
Se rescata así una de las funciones históricas de la ciudad: la de ser un enorme dispositivo pedagógico. El gran aporte de la administración Mockus ha sido rescatar el sentido fundamental de la ciudad. Rousseau decía que si las casas hacen un caserío, son los ciudadanos los que hacen la ciudad. Algo similar decía Ortega y Gasset: “lo propio de la ciudad no son las casas, sino salir de ellas al encuentro con otros”. A esto regresa Bogotá como resultado de los cambios sociales que viene experimentando desde 1994 y que atinadamente interpretan las citadas administraciones.
La administración de Enrique Peñalosa presenta como eje articulador el desarrollo pragmático de un modelo igualitario de ciudad, que basa sus políticas y programas en la búsqueda de una mejor calidad de vida, y propone mayor énfasis en las condiciones que favorezcan los ciudadanos, mediante programas como el rescate del espacio público, el apoyo a la recreación, nuevas acciones frente a la movilidad urbana, el programa de inclusión. Se pasa de la redefinición de la ciudadanía con énfasis en la cultura, de Mockus, a la de la redefinición de la ciudad18.
A esta administración le corresponde cumplir con el mandato legal de elaborar un Plan de Ordenamiento Territorial, POT, que se constituye en la carta de vuelo para el desarrollo de la ciudad en 10 años, de 2000 a 2010. Sus estrategias básicas son: articular la ciudad con los ámbitos metropolitano, regional y nacional; consolidar el proceso de urbanización; definir programas y proyectos desde una perspectiva integral que incluya la movilidad, el ambiente, la sociedad, la economía y las instituciones; ordenar adecuadamente la localización de actividades económicas que estimulen tanto la generación de empleos como la reducción de la pobreza; impulsar la competitividad de la ciudad; regular el proceso de expansión urbana y densificar amplios sectores de la ciudad mediante programas de renovación urbana; construir una cultura de respeto a lo público y promover el cumplimiento de las normas; fortalecer la participación comunitaria como eje central de las decisiones relacionadas con programas, planes y proyectos19.
La segunda administración de Antanas Mockus retoma la cultura ciudadana como eje temático de su plan de desarrollo. Su énfasis está en buscar el cumplimiento y respeto de la ley, y para ello la cultura ciudadana busca aumentar el cumplimiento voluntario de las normas, la capacidad de celebrar y cumplir acuerdos y la solidaridad para actuar según la propia conciencia y en armonía con la ley20.
Estas administraciones introdujeron el concepto de seguridad ciudadana como política de la Alcaldía Mayor de la ciudad. Seguridad concebida como resultado de diversas acciones, no limitadas a las intervenciones policiales, y asociada con la convivencia.
NUEVO ESCENARIO URBANO PARA NUEVOS CIUDADANOS
La construcción de nuevos símbolos ha sido definitiva para marcar el cambio y el proceso de transformación de la ciudad. Bogotá, como el escenario de representación del poder, se ha beneficiado de intervenciones urbanísticas de singular importancia, algunas de las cuales simbolizan la nueva concepción de la ciudad. Veamos el desarrollo de este tema21.
Las diversas intervenciones urbanísticas que se han realizado en estas últimas décadas han logrado transformar el imaginario creado en los años ochenta de que la ciudad se encontraba a la deriva, y construir una nueva representación de Bogotá, estimulando una idea de seguridad en su suerte como comunidad urbana22. Las intervenciones urbanísticas han sido monumentales, como indican la construcción de dos millones de metros cuadrados de espacio público entre 1998 y 2002; la recuperación y creación de centenares de parques; la construcción de 270 kilómetros de ciclorrutas; la instalación de más de 10 000 elementos de mobiliario urbano público; la siembra de más de 135 000 árboles y la inauguración de un nuevo sistema de transporte público, el TransMilenio?.
Se levantaron nuevos edificios públicos, de renovada estética y con aportes arquitectónicos significativos, como las bibliotecas El Tunal, Tintal y Virgilio Barco; los nuevos colegios distritales; la nueva cárcel distrital y el Archivo Distrital, diseñado como un gran recipiente de la memoria de la ciudad.
Toda esta nueva escenificación urbana ha contribuido, en grados distintos según el observador, a la reducción de la inseguridad, al mejoramiento de la percepción de seguridad, al incremento de la identidad y a la construcción de sentimientos de pertenencia entre los habitantes de Bogotá. Además, se ha convertido en un ejemplo internacional, factor que ha aumentado la autoestima de la ciudadanía, acostumbrada a habitar una ciudad provinciana, sin roce internacional. Bogotá está repitiendo lo que había experimentado en los años sesenta, cuando también hubo un proyecto de ciudad, planeada y pensada, simbolizada y construida23. Esto se puede confirmar con la intervención en los parques de la ciudad, que retoma los grandes avances iniciados en los años sesenta, en especial en la administración Barco. Hoy, la intervención en los cerca de 5 000 parques que adelanta el Instituto Distrital de Recreación y Deporte, IDRD, es una de las más visibles y positivas que se ejecutan en la ciudad.
En el tema de la movilidad ha habido dos intervenciones de gran importancia. Una simbólica, pedagógica si se quiere, como es la introducción del Día sin carro, institucionalizado a través de una consulta popular en octubre de 2000, que busca enseñar a la gente que se puede vivir sin este aparato. El alcalde Peñalosa propuso varias alternativas de transporte masivo, ciclorrutas, andenes y espacio público, como estrategias para lograr también una ciudad más equitativa, aprovechando los beneficios ambientales y la mayor seguridad que esto logra para peatones y ciclistas.
La otra novedad ha sido TransMilenio?. Si hay un símbolo del caos en la ciudad, éste ha sido el transporte público, que ha funcionado con un paradigma totalmente perverso como es el de la “guerra del centavo”. Para superar las recurrentes dificultades enfrentadas por la ciudad en la solución de este tema, Peñalosa abandona su propuesta inicial de construir una línea de metro y adopta la alternativa empleada en la ciudad brasileña de Curitiba, consistente en buses articulados que circulan sobre carriles especialmente construidos y exclusivamente reservados para este sistema. Acertadamente bautizado como TransMilenio?, el sistema se inaugura al comenzar el nuevo milenio24.
Otras intervenciones urbanísticas de gran impacto han sido el proyecto Tercer Milenio, conjunto de tres iniciativas en el centro de la ciudad, que busca la creación de una zona comercial, de vivienda y de un parque en el sector de San Victorino. La renovación del sector de El Cartucho, ejemplo de la degradación urbana y humana de los años setenta y ochenta, y símbolo del mundo de lo ilícito de la ciudad. Gracias a una efectiva coordinación institucional la obra ha dado los resultados esperados con las obras iniciadas en 2000, que aún continúan.
Otra importante acción urbanística ha sido la recuperación de la plaza de San Victorino, en el centro histórico. También se ha realizado una intervención total en la plaza España. Por último, destacamos la recuperación del humedal Juan Amarillo, que si bien ha sido menos visible, simboliza el nuevo discurso ambiental de la ciudad y una reconciliación con su entorno.
LA ACCIÓN DEL ESTADO LOCAL 2004-2007: BOGOTÁ SIN INDIFERENCIA
Una parte fundamental en el logro de los indicadores que presenta Bogotá ha sido la gestión de la administración central del Distrito Capital. Bogotá es una ciudad que ha venido sumando acciones gubernamentales positivas desde que la Constitución de 1991 introdujo cambios en su manejo. Las sucesivas administraciones distritales de Jaime Castro, Mockus-Bromberg, Peñalosa, Mockus y Luis Eduardo Garzón, han logrado establecer continuidades de gran alcance en la gestión pública y en las políticas implementadas en la ciudad. De esta manera encontramos más de dos décadas de gobiernos transformadores que han logrado interpretar y construir una nueva cultura de lo público en la ciudad.
La continuidad de los programas ha estado acompañada por el énfasis que cada administración pone en la construcción de lo público. Al tiempo que mantiene la continuidad de los programas heredados, la administración de Luis Eduardo Garzón ha centrado sus esfuerzos en la inversión social. Bogotá sin indiferencia, nombre del actual plan de desarrollo, está logrando una transformación social y económica de la ciudad. Los indicadores reflejan que la pobreza extrema se ha reducido de manera notable en estos años, y que el mejoramiento de la equidad social está acompañado de crecimiento económico, aumento del empleo y equilibrio fiscal.
La estrategia educativa ha generado 180 000 nuevos cupos escolares, para un total de 1 010 602 en el año 2007. Bogotá, una gran escuela, nombre del programa, ha introducido la gratuidad en la educación primaria y ha reducido la deserción escolar de 7 por ciento en 2004 a 4 por ciento en 2007. La oferta de nuevos cupos ha crecido a 381 364, entre 1998 y 2007, lo que representa un incremento de 60 por ciento. Estas nuevas ofertas se producen al mismo tiempo que la población juvenil se reduce en Bogotá. El esfuerzo ha estado acompañado por planes de alimentación, transporte y subsidios escolares, así como por la construcción de 10 nuevos colegios y la reposición de cinco, todos de alta calidad arquitectónica y locativa. En las últimas pruebas del ICFES, los colegios distritales mostraron un mejoramiento significativo en los resultados. Mayor cobertura y mejor calidad son dos logros a destacar.
La designación de Bogotá como Capital Mundial del Libro 2007, por parte de la UNESCO, ha generado actividades como el programa Libro al Viento, que busca incrementar la lectura entre los usuarios del transporte público, mediante un ingenioso sistema de tomar un libro en una estación de TransMilenio? y, una vez leído, devolverlo para que siga circulando. Este año, además, la capital recibió el premio León de Oro en la Bienal de Arquitectura y Ciudad, de Venecia.
La salud es otra prioridad. El programa Salud a su Hogar, con buenos indicadores de gestión, ha logrado ampliar la red hospitalaria de la ciudad al recuperar las clínicas Materno Infantil y Fray Bartolomé de las Casas, que se hallaban clausuradas. El programa Bogotá sin Hambre, iniciado en 2004, es un acierto social que ha logrado reducciones de la desnutrición crónica y aguda.
El progreso de la infraestructura de servicios públicos se refleja en su cubrimiento. El del acueducto, por ejemplo, ha llegado a 99,4 por ciento en los barrios legalizados, y a 97 por ciento en alcantarillado sanitario. El proceso de legalización de barrios ha aumentado. Igualmente, la administración ha puesto en funcionamiento los centros de servicios administrativos, SuperCades? y RapiCades?, que descentralizan la atención a los usuarios de los servicios distritales y facilitan su acceso. Entre 2004 y 2006 la ciudad ha recuperado 566 775 metros cuadrados de espacio público, una buena parte cedida de manera voluntaria.
De gran importancia para la ciudad ha sido la aprobación del acuerdo 257, con las normas básicas para la estructura, organización y funcionamiento de los organismos distritales, que permitió agrupar 64 entidades en 12 sectores.
El riguroso manejo financiero y administrativo de la ciudad retuvo la calificación AAA en las calificadoras de riesgo y superó la meta del recaudo tributario, confirmando una cultura tributaria que venía creciendo desde 1992. Aunque las cifras del desempleo y el subempleo continúan siendo elevadas, su reducción representa un avance frente al panorama del año 2000. En cuanto al presupuesto de la ciudad, los porcentajes de inversión para 2007 alcanzan el 75 por ciento, frente al 15 por ciento de los gastos de funcionamiento y el 10 por ciento del servicio de la deuda.
Las dificultades que atraviesa la ciudad en el tema de la movilidad exigen una mirada más amplia. En efecto, desde mediados del siglo xx, los transportadores lograron un gran poder político y económico en la capital. La relación que se estableció entre el urbanizador ilegal, el transportador y algunos políticos, permitió que el sector del transporte incidiera en la definición de la legislación que regula la movilidad. En medio de esta perturbación de lo público, donde los intereses del Estado se pusieron al servicio de los privados, se fue construyendo el sistema de transporte de la ciudad, que creó una situación de difícil manejo para las diferentes administraciones distritales. Cualquier esfuerzo de regulación por parte de las autoridades distritales se enfrenta a fuertes reacciones de los transportadores que, mediante paros o artimañas legales, logran evadir los mecanismos de control.
Precisamente, la mencionada reforma administrativa ha creado la Secretaría de Movilidad, que centraliza los instrumentos de intervención diseminados antes en distintas instancias administrativas. Es de esperar que este esfuerzo dé resultados pronto. Al cabo la movilidad es, tal vez, el reto más importante que enfrenta la ciudad. Para superarlo, se cuenta con un Plan Maestro de Movilidad, que propone crear el Sistema Integrado de Transporte Público que articule tanto a TransMilenio? como a otros sistemas de transporte colectivo. Sumado a esto, hay el tema de crear otros sistemas de transporte colectivo. Al respecto, la ciudad tiene propuestas innovadoras: metros de superficie, metros de cercanías, uso de corredores férreos y otras, todas las cuales minimizan el papel del automóvil como medio de transporte. En cuanto a la calidad del aire, la administración distrital le ha solicitado al gobierno nacional un compromiso para mejorar la oferta del combustible diésel, producido por Ecopetrol, que presenta serios índices de contaminación.
Los programas de inclusión social de la actual administración se han ocupado de garantizar seguridad y trato digno a los miembros de la comunidad LGBT25, a los habitantes de la calle, a las personas que ejercen la prostitución y a los desplazados por la violencia. Las diferencias en el interior de la ciudad son un tema para solucionar en esta administración.
Así, la administración continúa con los programas que recibió y que la ciudad ha definido como prioritarios, aportando además su interés por la inclusión social y la superación de las diferencias.
ENTRE TANTO, LA CIUDAD CONTINÚA CAMBIANDO
El siglo xxi encuentra una ciudad muy dinámica, hecho que se plasma en los cambios sociales experimentados por su población. El cambiante panorama demográfico sugerido por las cifras parciales del censo de población de 2005 es interesante y vale la pena analizarse.
El crecimiento nativo es mayor que el inmigratorio. En los últimos cinco años, 54,5 por ciento del crecimiento poblacional es de bogotanos y 45,5 por ciento de inmigrantes. El censo de 1973 daba una proporción inversa, lo cual revela una paradoja: a medida que Bogotá mejora sus indicadores urbanos, se hace menos atractiva para el inmigrante. Esto plantea el tema poco explorado de las exigencias que la ciudad hace a los inmigrantes, puesto que cada vez se requieren mayores competencias para lograr puesto en ella.
Sin embargo, lo que realmente está sucediendo es que en el área metropolitana sí se dan fuertes procesos migratorios. Es probable que los mecanismos de regulación disuadan la urbanización informal, cosa que no ocurre en municipios vecinos. Igualmente, podemos sospechar que si la ciudad es muy exigente con los inmigrantes, los municipios vecinos no tanto. Esto significa que las desigualdades en el área metropolitana pueden crecer en el futuro.
Encontramos también un marcado proceso de envejecimiento de la población. En el censo de 1993 los mayores de 65 años eran el 3,8 por ciento del total poblacional; en el 2005 suben al 6,7 por ciento. En general se registra un aumento de la población mayor de 40 años, tendencia que se incrementará en los próximos años. Este cambio, que se da demasiado rápido, va a generar transformaciones profundas en la ciudad: reducción de la demanda de bienes, como vivienda, y de servicios, como educación; incremento de servicios para la tercera edad y reducción de la criminalidad.
Crecen las diferencias en el interior de la ciudad: localidades de adultos mayores en zonas como Teusaquillo y Chapinero, y otras, en los bordes, de mayoría de jóvenes, donde las densidades se incrementan. Esto debe llevar a la definición de nuevos mapas de conflictos e inseguridad.
Bogotá reduce su participación en el total de la población nacional. La razón no está clara, aunque es posible que se asocie a una menor inmigración y a una reducción de la tasa de natalidad, lo que provocaría cambios en el tipo de familia. A la larga, esta reducción relativa de la población bogotana puede ser afortunada, pues facilitará la gestión urbana.
Este tema plantea como desafío comprender mejor los ritmos demográficos. En efecto, se ha despreciado la demografía, que hace poco era tema central en la gestión pública. Un mayor conocimiento de la demografía de la ciudad permite comprender mejor los cambios en los comportamientos políticos de las dos últimas décadas. Por ejemplo, cambios en la sexualidad y en las estructuras familiares, entre otras variables, definitivas en la conformación de la ciudad.
Otro cambio en la ciudad se refiere a los nuevos instrumentos de la planeación urbana. Nos referimos a los principios de las plusvalías urbanas y al de cargas y beneficios. La expansión de las periferias se ha hecho depredando el suelo urbanizado. La aplicación de estos principios permitirá hacer un urbanismo integral. Sencillamente, si comparamos dos centros comerciales, inaugurados con un año de diferencia, Santa Fe y Gran Estación, podemos comprender cómo si en el segundo se aplicaron estos nuevos principios, generando grandes ganancias para la ciudad, en el primero la iniciativa privada utilizó los resquicios que deja la legislación urbanística.
Por último, se ha señalado que una fortaleza de la economía bogotana es la de tener un mercado interno fuerte, con bajos índices de integración a la economía internacional. La suerte de haber estado relativamente aislada, de controlar una economía provincial protegida de los avatares de la competencia externa, gracias a las distancias de los puertos y al proteccionismo geográfico, han defendido a Bogotá de la competencia de economías externas más fuertes y de una mayor competitividad. Así, el éxito de Bogotá ha estado asociado al control de una región económica que se ha ido ampliando en virtud de las sucesivas mejoras en las vías regionales.
La aceleración de la apertura económica causa grandes incertidumbres. No porque la internacionalización sea de por sí una amenaza, sino porque una fortaleza de la ciudad es ser una ciudad de servicios. Sin embargo, su capacidad para soportar la competencia que acarreará el TLC todavía no está clara. Los nuevos vientos globales traen consigo nuevos desafíos y cambios que ya se dejan sentir en la ciudad.
CAMBIOS EN EL CONCEPTO DE LA CIUDADANÍA
El concepto nació amarrado, asociado, a la ciudad. “El aire de la ciudad nos hace libres”, rezaba el paradigma medieval. El ciudadano era el habitante de “derecho”. Luego, la modernidad se apropia del concepto y lo amarra a la nación. Desde las revoluciones burguesas, el ciudadano es el sujeto político. Desde el siglo xix se es ciudadano porque se posee una nacionalidad. Hoy este concepto se vuelve insuficiente debido a las dinámicas derivadas de las tendencias de la globalización, que están provocando una rápida integración económica y un debilitamiento democrático. El fortalecimiento de los escenarios supranacionales y paraestatales produce un debilitamiento de la democracia; la ciudadanía adquiere nuevas dimensiones, no siempre con resultados positivos. Los centros de decisión se trasladan de la nación a la ciudad global y con ello aparece una tendencia a diluir el sentimiento de ciudadanía asociada a una nación.
Si la ciudadanía está vinculada a la suerte del Estado, el debilitamiento de éste produce cambios en aquella. Los territorios, como la nación, no son inmutables, se transforman, al igual que las sociedades que los producen. Los contratos sociales que regulan las relaciones de estas sociedades también cambian. Las naciones, de una morfología reciente, no son eternas ni inmutables. Diseñadas en el siglo xviii, experimentan hoy una transformación profunda, en razón de la revalorización de las ciudades. Todo esto incide en los derechos de los ciudadanos.
Al tiempo que enfrentamos estas dinámicas internacionales, en Colombia nos hallamos en una profunda paradoja. Los cambios de Bogotá, que apuntan a la conformación de una sociedad cosmopolita y una ciudadanía fortalecida, inevitablemente van a entrar en choque con las concepciones de un país rural, que expone el Estado central, y una nacionalidad diluida. Para algunos, “la ciudad es un estado mental, un corpus de costumbres, y de actitudes y sentimientos…”. En nuestro caso, vemos a una Bogotá intentando ser cosmopolita en un país que quieren representar con símbolos rurales.
Los límites entre las dos competencias, de por sí difusas, se acrecientan con las dos versiones asintóticas de la idea de identidad, pero también se vuelven una discusión real con temas como el de la competencia para instalar peajes en las entradas a la ciudad o para la regulación de la urbanización en los cerros orientales, además del ya señalado de la calidad de los combustibles que produce la empresa nacional Ecopetrol.
DESAFÍOS PRÓXIMOS
En Bogotá existe una torre de Babel territorial. La ciudad se habita hoy con una lógica tributaria: los estratos, que están contenidos a su vez en recipientes electorales; las localidades, donde campea un discurso de participación que no se vuelve realidad. Así las cosas, el desafío es múltiple y apunta a la descentralización. No electoral o administrativa, sino respecto a las decisiones y atributos territoriales.
El otro desafío territorial es la definición de la llamada región, un recipiente territorial más, una morfología más, que tampoco ha sido eterna y menos obligatoria. Ante la ausencia de claridad conceptual, se ha asimilado con departamento, es decir, con un recipiente electoral diseñado en el siglo xix. Este inadecuado anacronismo se esgrime en una argumentación economicista, la búsqueda de la competitividad.
Para algunos, como ya dijimos, la suerte de Bogotá es haber estado aislada, pudiendo controlar una economía provincial libre de los avatares de la competencia. El éxito de la ciudad ha estado asociado al control de una región económica que se ha ido ampliando constantemente. De ahí que la aceleración de la apertura aparezca como amenaza.
La ciudad nace como un lugar sagrado y, gracias a la centralización de lo sagrado, logra el dominio sobre el campo. Esta condición nunca la abandona. Lo que cambia es el significado de lo sagrado. En las últimas administraciones observamos un énfasis diferente sobre el tema de los imaginarios urbanos, sobre la cultura urbana. Lo que para unos es una política pública central, para otros es algo residual. El reto que encontramos en este tema es la paradoja de cómo la ciudad logra acuerdos sobre la infraestructura, la movilidad, lo visible, pero tiene dificultades enormes cuando se trata de definir lo invisible. Sin cultura urbana no hay identidad, sin identidad no hay pertenencia. Sin identidad ni pertenencia sobreviene el caos.
BOGOTÁ EN EL SIGLO XXI: LA SUPERACIÓN DE LAS DIFERENCIAS
Colombia no presenta indicadores de concentración urbana, como la mayoría de países de Latinoamérica, pero en las últimas décadas Bogotá se ha fortalecido como metrópoli multifuncional. La indiscutible primacía urbana nacional de la ciudad al comenzar el siglo xxi se refleja en el aumento de sus funciones como centro urbano de importancia en Suramérica, condición que le era extraña pocas décadas atrás.
Hoy, Bogotá concentra gran parte de los servicios de telecomunicaciones y de tránsito aéreo del país, es el destino de una buena porción de la inversión extranjera, su participación en el PIB nacional es superior a su población —21 por ciento—, y es sede de una buena parte del sistema financiero y bursátil del país, al concentrar 50 por ciento del PIB financiero nacional.
Al ser la menos pobre y la más urbanizada, Bogotá es centro de una economía regional destacada, con casi la tercera parte de la población nacional y 296 municipios, cuyas economías giran a su alrededor. A esto se suma un área metropolitana de 19 municipios —centros residenciales e industriales— que hacen de Bogotá un núcleo diversificado de industrias y servicios de distinto orden.
Contar con un mercado regional tan fuerte le permite a la economía bogotana disponer de un dinámico mercado interno, destino de casi 80 por ciento de la demanda final; casi todo lo que produce Bogotá se consume en la región económica que controla. Estos datos contrastan con las débiles relaciones económicas de la ciudad con el resto del mundo. Al finalizar el siglo pasado, sólo 4,5 por ciento de su producción se vendía en el exterior.
Al comenzar el siglo xxi, la estructura productiva de la ciudad muestra, una clara tendencia a fortalecer el sector terciario, en el que encontramos tres actividades clave: el sector financiero con un 15,7 por ciento del PIB bogotano; el inmobiliario con el 13,4 por ciento y la administración pública con el 13 por ciento. A esto se suma la actividad industrial con un 18,5 por ciento. Todos estos indicadores muestran una evolución positiva, que se corrobora con el aumento general de la productividad en Bogotá. No obstante, un signo de alarma es que todo esto no se debe a inversiones importantes o cambios tecnológicos, sino a la reducción de los costos laborales y el empleo. Se señala que la remuneración al trabajo ha disminuido en más del 50 por ciento en la última década. Relacionado con este tema, el desempleo es el problema económico y social más grave de la ciudad, pues el siglo xxi se inició con la tasa de desempleo más alta de toda su historia, 20,3 por ciento. Aunque luego ha iniciado su descenso, sigue estando por encima de la tasa promedio nacional.
Sin embargo, Bogotá sigue siendo la ciudad más competitiva en el ámbito nacional, gracias a sus inversiones en ciencia y tecnología, a sus servicios financieros, a su condición de ser el mayor mercado nacional, a contar con la población de mayores ingresos del país, a disponer de la mejor infraestructura física, por tener la mejor cobertura de servicios y los recursos humanos con los indicadores más altos de educación. Además, la ciudad muestra indicadores elevados de internacionalización y de gobierno e instituciones. No obstante, los costos ambientales de esta situación están generando un detrimento en la calidad de vida.
Los guarismos económicos están acompañados de condiciones sociales positivas. En Bogotá se encuentra la sociedad colombiana con el índice más bajo de exclusión social, muy por debajo de los índices nacionales. Sin embargo, los contrastes son fuertes, pues la ciudad comenzó el siglo con unos indicadores de pobreza que no se corresponden con su condición de ser la ciudad más rica del país. En la ciudad se encuentran diferencias notorias entre las localidades: las más pobladas, como Suba, Engativá, Kennedy, Ciudad Bolívar, Usme, San Cristóbal, Santa Fe y Rafael Uribe, muestran una gran concentración de pobres. Este mapa de desigualdad naturalmente plantea grandes retos para la administración.
Otro problema es el de la movilidad. A partir de la implantación del sistema TransMilenio? en el año 2000, acompañado de medidas de restricción vehicular, como el llamado pico y placa, el tiempo de desplazamiento de los bogotanos se redujo de 58,4 minutos en 2000 a 42,6 minutos al finalizar 2002. Pero, esta mejora en la movilidad estuvo acompañada del deterioro de la malla vial. Excluyendo las troncales utilizadas por TransMilenio?, que sólo alcanzan al 6 por ciento del total de la malla, apenas un 23 por ciento se encuentra en buen estado, un 28 por ciento en estado regular y un 49 por ciento en mal estado. En la geografía de la ciudad, esto se repite en las localidades más pobres y más densas, donde la malla está en peores condiciones, incrementando la desigualdad. Esta situación, consecuencia de haber priorizado la construcción de las troncales en detrimento del mantenimiento de las existentes, ha generado un desafío para el financiamiento del sistema.
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Notas
- 1. Kotkin, Joel, La ciudad. Una historia global, Madrid, Debate, 2006, pág. 21.
- 2. Ver: Ramírez Tobón, William, “La crónica roja en Bogotá”, en: Revista Historia Crítica, Universidad de los Andes, Departamento de Historia, n.o 21, enero-junio de 2001.
- 3. Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, Bogotá: anatomía de una transformación. Políticas de seguridad ciudadana, 1995-2003, Bogotá, Alcaldía Mayor, USAID, 2004, pág. 56.
- 4. Hay una excelente historia de la Plaza de Bolívar en el libro de Martínez, Carlos, Santafé, capital del Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Banco Popular, 1987, págs. 276 y ss. Para comprender la historia de las plazas, ver: Pérgolis, Juan Carlos, La plaza. El centro de la ciudad, Bogotá, Universidad Católica de Colombia, Universidad Nacional de Colombia, 2002.
- 5. Al año siguiente se inauguró el Expreso del Sol, que comunicaba a Bogotá con Santa Marta y que permitía a muchos bogotanos conocer el mar.
- 6. Museo de Desarrollo Urbano, op. cit., pág. 107.
- 7. Revista Semana, “Los cincuenta días que cambiaron la historia de Colombia”, edición especial, n.o 1152, 31 de mayo de 2004.
- 8. Levitt, Steven, y Dubner, Stephen, Freakonomics, Barcelona, Ediciones B, 2006, pág. 141. Estos autores desvirtúan la argumentación de que la causa de la reducción de la criminalidad en New York haya sido el incremento de la policía, y enfatizan en las dinámicas demográficas que se suceden en esta ciudad como la razón clave para comprender la evolución de la seguridad urbana. Esto contraría lo que afirman los políticos en sus discursos, tanto allá como acá.
- 9. Así haya sido televisión por cable pirata, ésta permitió a muchos televidentes la recepción de canales internacionales, y de paso comparar las condiciones de vida en otros países y enterarse a través de los comerciales de la cultura material de otros países. Coloquialmente apodadas perubólicas, marcaron una época en muchos barrios de la capital.
- 10. Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 61.
- 11. De los 91 alcaldes de la ciudad en 100 años, sólo dos han sido presidentes: Virgilio Barco y Andrés Pastrana.
- 12. Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 64.
- 13. Ibíd., pág. 65. Esto a pesar de los esfuerzos de la administración de Julio César Sánchez por aumentar la seguridad con el establecimiento de los Centros de Atención Inmediata, CAI.
- 14. Es, además, el inicio de la lucha del Estado contra el narcotráfico y su terrorismo urbano.
- 15. Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 109.
- 16. Ibíd., página 111.
- 17. Museo de Desarrollo Urbano, op. cit., pág. 144.
- 18. Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., pág. 154.
- 19. Museo de Desarrollo Urbano, op. cit., pág. 151.
- 20. Ibíd.
- 21. Martin, Gerard y Ceballos, Miguel, op. cit., capítulo 7; Saldarriaga, Alberto, Bogotá siglo xx. Urbanismo, arquitectura y vida urbana, capítulo 5.
- 22. Un buen ejemplo de ello es el haber convertido la condición de su difícil emplazamiento en una imagen de fortaleza, como es la de encontrarse 2 600 metros más cerca de las estrellas.
- 23. No sobra recordar que el Plan Vial de 1961 se ha vuelto a remozar por los actuales candidatos que se presentan a las elecciones de octubre de 2007. De nuevo encontramos que se está proponiendo un tren de cercanías, la primera línea del metro y la articulación de éstos con un sistema de buses, que ya había propuesto Gaitán Cortés. Prueba de lo que falta por hacer en la ciudad y de que la continuidad en la gestión distrital no ha sido suficiente.
- 24. Rápidamente se convirtió en motivo de orgullo para los bogotanos. Sin embargo, también rápidamente ha mostrado sus limitaciones.
- 25. Sigla que significa: lesbianas, gays, bisexuales y transexuales.