- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
La ciudad se expande al sur
En el sur de Bogotá se reflejan los contrastes de un crecimiento desordenado, en las peores condiciones, con una urbanización planificada para mejorar la calidad de vida. El esfuerzo de las últimas administraciones ha estado encaminado a borrar la diferencia que ha existido entre la ciudad del norte y la ciudad del sur y es indudable que al respecto se han hecho avances extraordinarios. Hoy los contrastes se han reducido y es posible predecir que en una o dos décadas las diferencias habrán desaparecido, no sólo gracias al mejoramiento de las finanzas distritales, que ha permitido aumentar la inversión en el desarrollo de las comunidades más afectadas por la pobreza, sino a una nueva conciencia de los habitantes que los ha convertido en sujetos activos de su progreso como individuos y como comunidad. El sector de Las Malvinas.
En el sur de Bogotá se reflejan los contrastes de un crecimiento desordenado, en las peores condiciones, con una urbanización planificada para mejorar la calidad de vida. El esfuerzo de las últimas administraciones ha estado encaminado a borrar la diferencia que ha existido entre la ciudad del norte y la ciudad del sur y es indudable que al respecto se han hecho avances extraordinarios. Hoy los contrastes se han reducido y es posible predecir que en una o dos décadas las diferencias habrán desaparecido, no sólo gracias al mejoramiento de las finanzas distritales, que ha permitido aumentar la inversión en el desarrollo de las comunidades más afectadas por la pobreza, sino a una nueva conciencia de los habitantes que los ha convertido en sujetos activos de su progreso como individuos y como comunidad. El barrio BCH, foto de noviembre de 1955.
Hospital de San José. ca. 1935.
Hospital de San Juan de Dios. ca. 1935.
Jardín del Asilo de Locas, situado en la antigua fábrica de municiones de El Aserrío, en la carrera 6.ª con la calle 7.ª, donde funcionó entre 1908 y 1938, año en que fue trasladado a Sibaté.
Patio central del Asilo de Locas, situado en la antigua fábrica de municiones de El Aserrío, en la carrera 6.ª con la calle 7.ª, donde funcionó entre 1908 y 1938, año en que fue trasladado a Sibaté.
Plano de Bogotá en 1933, elaborado para promocionar la venta de lotes en el nuevo barrio residencial de Teusaquillo. El plano muestra asimismo la forma considerable en que la ciudad se había extendido hacia el sur y el rápido avance hacia el norte.
El gran arquitecto urbanista suizo, Charles-Édouard Jeanneret, llamado Le Corbusier, vino a Bogotá en 1947 con ocasión de las obras que se adelantaban para adecuar la ciudad a la realización de la IX Conferencia Panamericana. Durante su estadía en la capital, el célebre arquitecto dijo que aparte de los cerros, La Candelaria y el Capitolio Nacional, el resto de la ciudad carecía de personalidad. En la foto Le Corbusier; el arquitecto bogotano Fernando Martínez Sanabria y Augusto Tobito, arquitecto venezolano colaborador de Le Corbusier.
Chircales Rafael Uribe Uribe en la localidad de Usme, al extremo suroriental de Bogotá.
La Regadera, abierta en 1938, abastecía el acueducto de Vitelma, con aguas de los ríos San Cristóbal, Tunjuelo y Bogotá.
Puente de Bosa sobre el río Tunjuelo, construido a principios de siglo. En este punto de Bosa el río Tunjuelo desemboca en el río Bogotá, tras recorrer una cuenca de 53 kilómetros que parte de la laguna de Chisacá, en el extremo suroriental de la ciudad.
Hasta 1940, La Picota era un campo agrícola experimental. En 1943 se le destinó para penitenciaría nacional y en 1946 se trasladaron allí los presos del Panóptico de Bogotá.
Los edificios de la Escuela de Policía General Santander, en Muzú, fueron inaugurados por el presidente Alfonso López en 1938.
El paradisíaco valle del Tunjuelo en 1930.
El río Tunjuelo a comienzos de los cincuenta.
Sector de las gravilleras en la vía a Usme.
Barrio Los Laches, uno de los más abigarrados del sur.
Panorámica de una zona de Ciudad Bolívar, la localidad más grande y poblada de la ciudad, y la de mayor complejidad social.
La localidad 19, Ciudad Bolívar, ha sido objeto de los mayores esfuerzos de la administración del Distrito Capital para dotar a ese conglomerado con la infraestructura y el marco legal adecuados, que en los últimos años han transformado el modo de vida de las comunidades que la conforman, entre ellas la de Patio Bonito, que aparece en esta foto. Los ediles de Ciudad Bolívar, con el apoyo de los habitantes, que pasan del millón, han reglamentado y determinado los espacios públicos locales para dar prevalencia a la realización de actos culturales, deportivos, recreacionales o de mercados temporales; con el enunciado de “Una localidad al alcance de la niñez”, se acordó el Plan de Desarrollo Económico, Social y de Obras Públicas para la localidad; se creó el Consejo Local de Deportes y Recreación, el Consejo Local de Educación y la Veeduría Ciudadana de la Educación en la localidad.
Desde mediados de los cincuenta los desbordamientos del río Tunjuelo, o Tunjuelito, fueron el mayor dolor de cabeza que el invierno traía para los residentes de la localidad. Las casas y las calles quedaban anegadas. El problema de las crecientes del río Tunjuelo se ha solucionado con la construcción de la presa de Cantarrana, que entró en operación el 30 de abril de 2007 y que beneficia a más de un millón de residentes de la localidad.
Matadero de Tunjuelito, años cincuenta.
Casas del barrio La Fragua, al sur de Bogotá, primeras que se hicieron por el sistema de autoconstrucción
Panorámica del sur entre la calle 1.ª sur y la calle 30 sur y las carreras 1.ª a 18. En la zona verde, Hospital San Carlos. Foto de 2002.
En términos generales, el sur de Bogotá se ha expandido sin una debida planificación y con escasez de zonas verdes. Sin embargo, es un sector de intensa actividad comercial e industrial, que en las últimas décadas ha recibido notables mejoras en la calidad urbanística. Seis de los grandes parques de la ciudad están en el sur oriental y occidental de Bogotá: San Cristóbal, Primero de Mayo, Ciudad Montes, El Tunal, Timiza y Mundo Aventura. Foto de 2001.
El barrio San Carlos fue uno de los más beneficiados por las obras públicas a mediados de los cincuenta. En la foto de 1969, obras de ampliación de la avenida 13.
La inundación de las calles en muchos barrios del sur y del centro occidente, como El Carmen, en épocas de invierno, era producto de la insuficiencia o la inexistencia de alcantarillado. Foto de 1968.
En muchos barrios del sur, en los años cincuenta, no llegaba el acueducto y los vecinos tenían que salir con ollas a esperar los tanques cisterna, que no siempre llegaban. Hoy el servicio de acueducto cubre el 98 por ciento de la ciudad.
El desordenado crecimiento del sur se ha reflejado también en la variada gama arquitectónica y ornamental de sus viviendas. La iniciativa individual de los nuevos poseedores de vivienda ha dado a los barrios de este sector capitalino una identidad, basada en la diversidad de gustos, la preferencia por los colores, los adornos, los simbolismos, expresados según la procedencia de los habitantes, y coincidentes en una alegre variedad creativa.
El desordenado crecimiento del sur se ha reflejado también en la variada gama arquitectónica y ornamental de sus viviendas. La iniciativa individual de los nuevos poseedores de vivienda ha dado a los barrios de este sector capitalino una identidad, basada en la diversidad de gustos, la preferencia por los colores, los adornos, los simbolismos, expresados según la procedencia de los habitantes, y coincidentes en una alegre variedad creativa.
El desordenado crecimiento del sur se ha reflejado también en la variada gama arquitectónica y ornamental de sus viviendas. La iniciativa individual de los nuevos poseedores de vivienda ha dado a los barrios de este sector capitalino una identidad, basada en la diversidad de gustos, la preferencia por los colores, los adornos, los simbolismos, expresados según la procedencia de los habitantes, y coincidentes en una alegre variedad creativa.
El desordenado crecimiento del sur se ha reflejado también en la variada gama arquitectónica y ornamental de sus viviendas. La iniciativa individual de los nuevos poseedores de vivienda ha dado a los barrios de este sector capitalino una identidad, basada en la diversidad de gustos, la preferencia por los colores, los adornos, los simbolismos, expresados según la procedencia de los habitantes, y coincidentes en una alegre variedad creativa.
El desordenado crecimiento del sur se ha reflejado también en la variada gama arquitectónica y ornamental de sus viviendas. La iniciativa individual de los nuevos poseedores de vivienda ha dado a los barrios de este sector capitalino una identidad, basada en la diversidad de gustos, la preferencia por los colores, los adornos, los simbolismos, expresados según la procedencia de los habitantes, y coincidentes en una alegre variedad creativa.
El desordenado crecimiento del sur se ha reflejado también en la variada gama arquitectónica y ornamental de sus viviendas. La iniciativa individual de los nuevos poseedores de vivienda ha dado a los barrios de este sector capitalino una identidad, basada en la diversidad de gustos, la preferencia por los colores, los adornos, los simbolismos, expresados según la procedencia de los habitantes, y coincidentes en una alegre variedad creativa.
Inaugurada a finales de 1953, la Autopista Norte, que comenzaba en la calle 80, tenía por objeto agilizar el tránsito entre Bogotá y los municipios del norte de la sabana —Chía, Cajicá, Tenjo, Tabio, Zipaquirá, etc.— y conectar con la Carretera Central del Norte. Los sectores urbanizados entonces sobre la autopista no alcanzaban a llegar a la calle 80. Hoy pasan de la calle 200.
Autopista Norte con la calle 116, vista al oriente. Al fondo, Usaquén, ca 1969.
Las haciendas La Cabrera y El Nogal se urbanizaron a finales de la década de los treinta y dieron lugar a dos de los barrios residenciales más elegantes y atractivos de Bogotá, en el que entonces era el límite norte de la capital, la calle 87. Foto ca. 1964.
Los asentamientos clandestinos, o urbanizaciones piratas, no fueron un fenómeno exclusivo del sur. Aparecieron en todos los puntos de la ciudad. En el norte, barrios como San Cristóbal Norte, situados entre las calles 161 y 170 abajo de la carrera 7.ª, fueron el producto de urbanizadores inescrupulosos que vendían lotes sin servicios, y sin autorización legal del distrito, a gentes que trataban desesperadamente de conseguir un techo. Con los años la acción del distrito ha venido transformando las agrupaciones tuguriales en comunidades florecientes. Se han legalizado los lotes y las urbanizaciones, se les ha provisto de los servicios básicos como energía y acueducto, y se ha mejorado notoriamente la calidad de las viviendas.
Los asentamientos clandestinos, o urbanizaciones piratas, no fueron un fenómeno exclusivo del sur. Aparecieron en todos los puntos de la ciudad. En el norte, barrios como La Cita, situados entre las calles 148 a 151 arriba de la carrera 7.a, fueron el producto de urbanizadores inescrupulosos que vendían lotes sin servicios, y sin autorización legal del distrito, a gentes que trataban desesperadamente de conseguir un techo. Con los años la acción del distrito ha venido transformando las agrupaciones tuguriales en comunidades florecientes. Se han legalizado los lotes y las urbanizaciones, se les ha provisto de los servicios básicos como energía y acueducto, y se ha mejorado notoriamente la calidad de las viviendas.
Las actividades deportivas han tenido gran incremento en los colegios de Bogotá, tanto públicos como privados. Desfile inaugural de las olimpiadas estudiantiles en el barrio Venecia, al suroccidente de la capital, el 7 de agosto de 1972.
Avenida General Santander, en el barrio Venecia, localidad de Tunjuelito. La vía arteria fue construida en la década de los setenta con el esfuerzo de los vecinos mediante el sistema de acción comunal, con el aporte de empresarios que tenían sus industrias en el sector, y del gobierno distrital. Foto de diciembre de 1975.
Embalse seco de Cantarrana, pensado desde 1965 y construido, después de numerosos y sucesivos proyectos, entre 2002 y 2006. Se inauguró el 30 de abril de 2007. Soluciona los graves problemas ocasionados por los desbordes del río Tunjuelo, que afectaban a una comunidad de más de medio millón de habitantes. La presa de Cantarrana tiene también el propósito de servir como parque recreativo del sector. Fue realizada por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, EAAB.
El barrio San Benito, situado entre las carreras 17 y 19 y las calles 57 a 59 sur, en la margen norte del río Tunjuelo, ha sido una de las víctimas constantes de las inundaciones causadas por los desbordes de dicho río en las temporadas de invierno. Fotografía de 1987.
Desde su asentamiento en los terrenos del barrio, en 1960, los vecinos de San Benito han tenido que organizar anualmente brigadas para despejar las calles del lodo y la basura que deja el río Tunjuelo después de cada desbordamiento. Con la presa seca Cantarrana, inaugurada en abril de 2007, que controlará los desbordes del Tunjuelo, se pondrá fin a este drama. Fotografía de 1992.
Ciudad Tunal, adelantada en 1977 por el Instituto de Crédito Territorial, en la localidad de Tunjuelito, es uno de los proyectos residenciales y urbanísticos más ambiciosos en el sur de la ciudad. Ha transformado por completo el sector. Hoy cuenta con uno de los grandes parques de la ciudad, el Parque de El Tunal, donde se llevan a cabo toda clase de actividades deportivas y culturales; una biblioteca pública de admirable arquitectura, que forma parte de la red de Bibliotecas Públicas de Bogotá, y un excelente centro comercial.
En diciembre de 1986 se inauguró el Centro Comercial Ciudad Tunal, en el corazón del gran complejo urbanístico. Fue el primero que operó en el sur de la ciudad y se constituyó no sólo en un hito arquitectónico, sino en el motor del desarrollo de esa parte de la capital.
Canchas de tenis y basquetbol en el complejo deportivo del Parque Ciudad Tunal.
Lavadero público en Ciudad Bolívar, 1992. En 15 años, un notorio progreso ha hecho que estas escenas desaparezcan de la localidad. Si bien son muchos los problemas sociales que aún subsisten, Ciudad Bolívar es hoy una comunidad que avanza por el camino del desarrollo económico, social y cultural.
La acción comunal, coordinada por las autoridades, tenía como eje y motor a los vecinos de los barrios, y gracias a este sistema no sólo se solucionaron numerosos problemas, que de otro modo habrían persistido, sino que se creó un fuerte hábito de conciencia social y de solidaridad ciudadana. Los vecinos del barrio El Consuelo, en las faldas de los cerros orientales, construyen una vía de acceso por medio de la acción comunal, 1979.
La acción comunal, coordinada por las autoridades, tenía como eje y motor a los vecinos de los barrios, y gracias a este sistema no sólo se solucionaron numerosos problemas, que de otro modo habrían persistido, sino que se creó un fuerte hábito de conciencia social y de solidaridad ciudadana. Por el mismo sistema, los habitantes del barrio Versalles, de Fontibón, se dedican a arreglar las vías para permitir el acceso de los buses, que no llegaban allí debido al pésimo estado de las calles. Foto de 1968.
Texto de: Fabio Zambrano Pantoja
Las dinámicas que presenta la expansión hacia el sur resumen el proceso de urbanización que se lleva a cabo en buena parte de la ciudad en la segunda mitad del siglo xx. Desde el barrio informal, o pirata, la invasión, lo mismo que la intervención del Estado mediante urbanizaciones formales construidas por el Instituto de Crédito Territorial (ICT) o el BCH, hasta la venta de lotes por grandes urbanizadoras, por ejemplo Ospinas y Cía. Todas tienen en común un proceso generalizado de urbanización de las haciendas. Aunque en algunos casos se cumplen las normas urbanísticas, en la mayoría estas observancias son extrañas. Barrios como San Carlos, Tunjuelo o Venecia, se constituyen en una especie de laboratorio de la urbanización de Bogotá al finalizar el siglo xx.
Como ya lo señalamos, el siglo xix no significó para Bogotá un período de grandes transformaciones, a diferencia de lo que ya comenzaba a suceder, de una u otra forma, en diversas capitales latinoamericanas. Hay que esperar las exportaciones cafeteras para contar con una tímida modernización de Bogotá al inicio del siglo xx. Este retardo exportador posterga la modernización de la capital por un buen tiempo e incide en el tipo de urbanización que presenta, en el cual estuvo ausente la industria como elemento estructural del espacio urbano.
Además, el modelo liberal de desarrollo resultante de esta vía capitalista va a tener efectos decisivos sobre el tipo de urbanización que se desarrolla en el sur de Bogotá. Durante el periodo de la República conservadora (1880-1930) se impone un fuerte anti-intervencionismo del Estado, que lleva a una debilidad del mismo. Esta política de debilitamiento de lo público afecta al Estado central, y también se deja sentir, con mucha fuerza, en el proceso de urbanización de Bogotá, como se verá más adelante.
Por ello el modelo liberal de desarrollo que se impuso estuvo marcado por un vigoroso predominio del interés privado sobre el público. Desde finales del siglo xix se desarrolló un fuerte proceso de privatización de funciones propias del Estado, ya sea porque éste delega funciones públicas en actores privados, ya sea porque subordina la acción estatal a intereses particulares. Se consolida así un modelo caracterizado por un acentuado conservadurismo social, donde se buscaba una modernización, pero sin profundizar en la modernidad. Ésta es una de las razones para entender por qué el Estado no escogió a la capital como símbolo del proceso de modernización, impidiendo con ello transformaciones importantes en su desarrollo urbano, cosa que sí sucedió en otros países de la región. En Bogotá estuvo ausente la acción del Estado que convirtiera el espacio urbano capitalino en el escenario triunfal del nuevo modelo, representado en grandes obras. En Bogotá la urbanización recorrió otros caminos; allí la presencia del Estado no fue definitiva ni la industrialización fue el motor que impulsara el tren del crecimiento urbano. De este modelo surge una sociedad que mantiene elementos del mundo tradicional, con estructuras de la modernización capitalista, lo cual se deja sentir en el desarrollo urbano1.
Por razones ya mencionadas, la ciudad comienza a extenderse en sentido norte y sur. En la periferia sur, la ciudad de comienzos del siglo xx terminaba en el barrio Las Cruces. Más al sur, las laderas del sureste, ricas en gredas, materia prima para la fabricación de ladrillo y teja, dieron origen a la formación de barrios que nacieron asociados al trabajo del barro. La periferia norte, donde las tierras ofrecían condiciones propicias para la ganadería, en razón de la mala calidad de sus suelos, estaba poco poblada. La periferia occidental estaba despoblada, su urbanización será un proceso de la segunda mitad del siglo xx2.
Como ya lo señalamos, el año de 1910 va a constituirse en un hito de la historia urbana de la ciudad. Por ejemplo, el tranvía contribuyó a generar un gran impacto urbanístico, primero hacia el norte y Chapinero, y luego hacia el sur con el tranvía que llegaba hasta el naciente barrio de San Cristóbal. Todas estas novedades modifican la morfología de la ciudad y permiten iniciar el crecimiento represado durante el siglo xix.
Hacia el sur, Bogotá terminaba en la llamada quebrada de La Galera, ubicada aproximadamente en la calle 1.ª. Pasando esta quebrada, se hallaban el molino de la Hortúa, el sitio de Tres Esquinas y los caminos a los municipios de Bosa, Soacha y Usme. En estos extramuros se encontraban los primeros asilos para indigentes, que más tarde dieron origen a los hospitales de la Hortúa, San Juan de Dios y La Misericordia.
Al comenzar la segunda década se empiezan a notar los cambios que se estaban produciendo en los límites del sur, así como las diferencias con la urbanización que se llevaba a cabo en el norte:
“… el área urbana iba más allá de Las Cruces hasta Las Brisas de San Cristóbal (calle 2.ª sur), se habían formado barrios indeseables en la parte oriental y en Bavaria, y sólo hacia el occidente se habían abierto algunas calles en condiciones aceptables; Chapinero se desarrollaba con mayor rapidez hacia el norte (entre calles 64 y 67 y carreras 7.ª y 13), y ya aparecían los barrios de Quesada, Marly y Sucre, iniciados unos diez años antes…”3.
En el mapa de Bogotá de 1913 ya aparecían hacia el sur el asilo de San José, el asilo de indigentes varones, el asilo de ancianos, el asilo de las locas y el orfanato Jesús, María y José. Un poco más hacia el sur se encontraban el colegio San Antonio, el barrio obrero San Francisco Javier, las granjas agrícolas y los comedores escolares de las obras impulsadas por el padre Campoamor. Al sureste, en las laderas, ya se mostraban los chircales que estaban dando origen a urbanizaciones asociadas a ellos.
La ciudad que empieza a surgir con el siglo xx va adoptando la forma de una urbanización tentacular, que se extiende sobre su entorno rural siguiendo los caminos de cercanías, donde la construcción de barrios se da por iniciativa privada y sin la presencia del Estado para regular este crecimiento. Hacia el sur se sigue el camino a San Cristóbal y hacia el norte el camino a Usaquén. Los barrios residenciales que van surgiendo fueron ocupando las fincas aledañas a estos caminos.
JERARQUIZACIÓN SOCIAL Y ESPACIO URBANO
Para Bogotá las cuatro primeras décadas del siglo xx fueron el momento inicial de crecimiento acelerado; la ciudad rompe con sus límites coloniales. Al mismo tiempo, va jerarquizando su espacio urbano y definiendo con ello una diferencia, una polarización entre norte y sur.
En los años veinte el proceso de urbanización en el sur de la ciudad se concentró en los terrenos localizados en los bordes del camino a Usme (cuyo trazado servirá luego para la construcción de la avenida Caracas) y el camino a Bosa y Soacha, o carretera al sur. Por el camino a Usme, y completamente apartado de la ciudad, se inicia la parcelación del barrio Santa Lucía, y al lado del barrio 20 de Julio surge el barrio Suramérica.
Esta urbanización no contó con elementos estructurales que influyeran en el crecimiento, tales como establecimientos industriales, comerciales, recreativos o institucionales, que continuaron concentrados en el centro histórico de la ciudad. El crecimiento no se dio desde el núcleo de la ciudad, que se expande en anillos sucesivos, sino que fue el crecimiento de una ciudad dislocada, que va dejando espacios vacíos en su proceso expansivo y cuya articulación estuvo determinada por el eje norte-sur, con la resultante tendencia lineal que se ha descrito.
En la tercera década del siglo xx el uso del suelo urbano estaba viviendo cambios debido a la movilidad socio-espacial. Por una parte, las elites que habitaban el centro histórico de la ciudad empezaban a abandonarlo para ir a vivir en el norte. Nuevas preferencias habitacionales, la carencia de zonas verdes en el centro de la ciudad y su existencia en el norte, junto con mejores vías de comunicación, explican en parte el éxodo de estas elites. No menos importante fue la intervención del Estado, que fue ubicando de manera preferente en el sur la oferta de asilos y hospitales, así como construyendo las primeras viviendas de obreros, impulsadas por el municipio de Bogotá4. La ciudad no sólo estaba fragmentada sino que, de cierta manera, la legislación municipal impulsaba esa fragmentación, como sucedió en la reglamentación urbanística aprobada para el barrio Primero de Mayo, iniciado en 1923, que formaba parte de una política municipal que se prolongó varias décadas más5.
En 1944, Alfredo Bateman, secretario de Obras Públicas, preparó el primer plan de zonificación de la ciudad, en que dispuso la diferencia de “zonas estrictamente residenciales” de “zonas obreras”. El sur sólo se definía como zona destinada para la construcción de vivienda obrera:
“Zona obrera del sur. Por el occidente y el sur y el oriente el mismo límite de la zona urbanizable desde el puente de Quiroga, en la carretera del sur, hasta un punto situado 30 metros al norte del paramento norte de la calle 14 sur en su cruce con la avenida 13; por el nordeste, desde este último punto se sigue por una recta imaginaria, paralela a la calle 14 sur, hasta encontrar una línea imaginaria paralela a la calle 14; (se sigue por aquí) hasta encontrar la carrera 21, de donde se sigue a lo largo de la avenida 12 sur hasta la carretera del sur o carrera 27, por la cual se sigue hacia el nordeste hasta encontrar el punto de partida”6.
Este crecimiento y la expansión de la ciudad hacia el sur tuvieron efectos legales en cuanto a la modificación de sus límites. Durante el siglo xix la legislación que determinaba el ordenamiento territorial en términos político-administrativos había sufrido varios cambios, por lo cual el valle del Tunjuelo cambió varias veces de jurisdicción.
En cuanto a los límites del municipio de Bogotá en 1883, la Asamblea Legislativa del estado soberano de Cundinamarca determinó como límites al sur los siguientes:
“… Por el límite occidental de la hacienda de Franco con el potrero de Las Flores, hasta encontrar el camellón de Occidente en el punto que se encuentra el río Fucha. Desde este punto para el sur, en el Distrito de Bosa, río Fucha aguas arriba, hasta el punto llamado la puerta de Joaquín…; por el sur, con Usme, pasando este camino por el límite de las haciendas de Llano de Mesa y San Vicente, con la hacienda de los molinos de Chicuasa. Por el Oriente, por esta misma línea hasta el alto llamado de Cruz Verde, en cuyo punto deslinda con Ubaque”7.
Medio siglo después, la ordenanza 31 de 1935 definió otros límites, con elementos nuevos que consignan los cambios que se estaban sucediendo en estas primeras décadas:
“… hacia el Suroeste, hasta encontrar el camino que conduce a… la prolongación de la calle 68; de la intersección del vallado con el camino mencionado, hacia el Suroeste, hasta encontrar el Ferrocarril de Cundinamarca; desde este punto hasta encontrar la carretera nacional de Occidente (y de aquí) hasta encontrar el camino que conduce a Techo; por este camino hasta la intersección con el río Fucha y, aguas arriba, hasta el cruce con el Ferrocarril del Sur…; (desde este lugar) hasta su intersección con el sitio denominado Cuartillo de Queso… y de allí hasta el punto que constituye el lindero de las haciendas de Llano de Mesa y los Molinos de Chicuasa; (por éste mismo) en dirección oriental hasta el cerro de Cruz Verde…”8.
En el acuerdo n.o 15 de 1940, el Concejo del municipio de Bogotá definió nuevos límites para la ciudad, siendo los del sur los siguientes:
“Lindero Sur. Parte del punto anterior sobre la carretera de Oriente, hasta la quebrada de San Cristóbal y por ésta hasta su confluencia con la quebrada de San Blas. De este punto hasta hallar el cruce de la carrera 1.ª Este, con el río San Cristóbal. Por aquí, hasta encontrar la calle 4.ª. De aquí, hacia el Sur, hasta el barrio Primero de Mayo. Por este zanjón hasta un punto situado a 50 metros de la carrera 6.ª, para seguir paralelamente hasta encontrar una línea a 50 metros al sur de la calle 26 Sur, línea que sigue hasta el lindero occidental del barrio 20 de Julio. Desde este punto hasta encontrar el cruce de la carrera 8.ª con el río San Cristóbal. Luego sigue hasta encontrar la Avenida, la cual sigue hasta la calle 27 Sur. De aquí baja hasta la carrera 25 y lindero Sur del barrio Libertador, lindero que sigue hasta la carretera del Sur”9.
Mientras que los límites definidos en 1935 por la Asamblea del departamento de Cundinamarca muestran un paisaje de haciendas y zonas despobladas, los límites definidos por el municipio muestran que la urbanización ha llegado a los bordes del espacio que le corresponde a la ciudad. Este crecimiento de la ciudad, junto con la aparición de urbanizaciones en los municipios vecinos, conlleva a la constitución del Distrito Especial y a la anexión de los municipios vecinos.
LA CREACIÓN DEL DISTRITO ESPECIAL Y LA ANEXIÓN DE USME Y BOSA
Desde el siglo xix se había propuesto el establecimiento de un estatuto especial para la capital. Varias propuestas habían sido discutidas, hasta que en 1905, durante el gobierno de Rafael Reyes, por medio de la ley 17 del 11 de abril de ese año, se aprobó el cambio de su condición de municipio, pero conservando los límites que tenía en ese momento:
“Erígese en Distrito Capital que será administrado por el Gobierno Nacional, el municipio de Bogotá, por los límites que señala la Ley 26 de 1883 del Estado de Cundinamarca”10.
Esta independencia administrativa de Bogotá duró poco. Al concluir el gobierno de Reyes, la ciudad volvió a su condición de municipio, quedando de nuevo bajo el control del departamento de Cundinamarca. Ahora, para mediados del siglo xx, ya era evidente que la ciudad no cabía en sus límites y que su densidad poblacional se acercaba a la que tenía a comienzos del siglo, como se aprecia en el cuadro.
DENSIDADES POBLACIONALES EN BOGOTÁ DURANTE EL SIGLO XXAÑO | POBLACIÓN | ÁREA URBANA, hectáreas | DENSIDAD, hab./hectárea |
1910 | 145 000 | 570 | 254,4 |
1938 | 335 512 | 2 514 | 133,5 |
1951 | 715 362 | 2 700 | 264,9 |
1958 | 1 139 058 | 8 040 | 141,7 |
1964 | 1 697 311 | 14 615 | 116,1 |
1973 | 2 861 913 | 22 299 | 128,3 |
1985 | 4 441 470 | 23 424 | 189,6 |
1993 | 5 484 244 | 26 654 | 205,8 |
Fuente: Cortés Díaz, Marco, op. cit., pág. 15.
Es claro lo que significó para Bogotá la anexión de miles de hectáreas a su área urbana. Sin embargo, el proceso no fue tan transparente como puede parecer. Los intereses de los urbanizadores privados se impusieron sobre los públicos, como se verá más adelante.
Desde 1945 se venía proponiendo la organización de Bogotá en Distrito Especial, con la anexión de municipios cercanos. El Plan Regulador de 1953, presentado por los urbanistas Le Corbusier, Wiener y Sert, partía del análisis de la existencia de varios proyectos urbanos que se desarrollaban por fuera de los límites municipales, como eran los casos del acueducto, cuyas aguas se represaban en el municipio de Usme, y el aeropuerto de Techo, ubicado en Bosa, además de 40 barrios localizados por fuera de los límites de la ciudad11. En este Plan Regulador se propuso la modificación del perímetro de la ciudad y el establecimiento de un plan regional para la sabana, uno de cuyos propósitos era regular la urbanización que se hacía por fuera de las normas urbanísticas existentes. Este plan, que permitiría controlar las áreas de los municipios vecinos, contemplaba también la posibilidad de anexarlos cuando se requiriera12.
Lo que resultó de esto, como se sabe, fue la anexión de los municipios vecinos y el abandono de un plan regulador de la sabana, al igual que del Plan Piloto, que no se convirtió en norma para regular el crecimiento de la ciudad. Estas condiciones permiten entender por qué la gran expansión de Bogotá se produjo sin el correspondiente establecimiento de mecanismos públicos de control del crecimiento urbano. Hay que recordar que el Plan Piloto proponía definir un perímetro urbano para el control de la expansión, comprendido entre la avenida Cundinamarca, hoy carrera 30, y la avenida Primero de Mayo. Pero, la intención del plan de densificar la ciudad para limitar su expansión, fracasó totalmente, en parte debido a la construcción de una serie de obras, como las autopistas del Norte y del Sur, el Centro Administrativo Oficial y el aeropuerto de El Dorado. El gobierno militar de Rojas Pinilla, en especial, con criterio propagandístico, decidió la construcción de obras que dieran una imagen de progreso13.
Con la expedición del decreto n.o 3640 del 17 de diciembre de 1954, se dio inicio, a partir del 1.º de enero de 1955, a la conformación del Distrito Especial de Bogotá y a la anexión de los municipios vecinos. Se expandió así la superficie de la ciudad y quedó demostrado que la reflexión de los urbanistas iba en contravía de los intereses de los urbanizadores. La primera en anunciar su apoyo a la medida fue la recién creada Asociación de Urbanizadores y Parceladores, que contaba con el apoyo de Fenalco, pues les permitía urbanizar sus tierras sin mayores regulaciones, aunque con la obligación de prestarles servicios públicos. La declaración de estos urbanizadores no ocultaba el ambiente favorable que creaba a sus intereses la nueva reglamentación:
“En la reunión fue aprobado un saludo al Alcalde mayor del Distrito y de cooperación con las altas autoridades distritales en la realización de los programas de desarrollo urbano y de mejoramiento y dotación de servicios básicos a las diferentes zonas habitadas de la ciudad. También se plantea, el interés de los urbanizadores y parceladores en coordinar tan importante servicio, especialmente en los actuales momentos en que la ciudad capital ha sido elevada a la categoría de Distrito Especial y requiere una técnica y activa acción de los urbanizadores y parceladores para su ensanchamiento hacia los municipios incorporados.
”Asistieron representantes de las siguientes urbanizadoras: Tunjuelito S. A., Urbanizaciones del Norte S. A., la Urbana S. A., López & Cía., Salazar & Cía., … y muchas otras de especial importancia en el ramo de la urbanización y la parcelación”14.
Paradójicamente, la presencia del prestigioso urbanista Le Corbusier, que formuló uno de los planes de desarrollo urbano más importantes que tuvo la capital en el siglo xx, coincidió con un gobierno militar que decidió dejar de lado esta propuesta de regulación del crecimiento de la ciudad, aprobar la creación del Distrito Especial y la anexión de los municipios y no aplicar los principios propuestos en el plan regulador.
La anexión de Usme, Bosa, Fontibón, Engativá, Suba y Usaquén, significó la inclusión de miles de hectáreas a la urbanización de Bogotá, así como el establecimiento de un plan que regulara el crecimiento urbano en esas nuevas tierras. Los urbanizadores tuvieron el campo libre para parcelar y lotear sin mayores controles del Estado. ?Esta coyuntura va a repercutir en la urbanización del sur de Bogotá.
La carretera a La Regadera
Para los años treinta el crecimiento urbano ha desbordado por mucho la Bogotá del siglo xix. Tanto al norte como al sur, siguiendo los caminos coloniales, la vieja periferia rural comienza a saturarse de barrios que surgen por la actividad urbanizadora privada, sin regulación estatal y en completo desorden. Si bien el Estado no regula este crecimiento, sí incide en él por su escogencia del sur como el lugar de los barrios obreros.
Esta expansión va acompañada del agotamiento de la infraestructura urbana, en especial del servicio de acueducto. En el censo poblacional de 1938, la ciudad llega a 335 000 habitantes, y ya está creciendo a una tasa del 5,5 por ciento anual, la segunda más alta que ha tenido Bogotá en toda su historia. Esta presión demográfica demanda nuevas medidas. Hay que recordar que desde 1930 se inicia la llamada República liberal, cuyos gobiernos van a hacer un esfuerzo por refundar la nación. Esto se reflejó en la simbolización de Bogotá como capital de esa nación y, con ello, en una mayor intervención del Estado central en su desarrollo15.
Como se ha señalado, la coyuntura aprovechada fueron las efemérides del IV Centenario de Bogotá en 1938, para lo cual se formuló un ambicioso plan y se creó una Comisión de Programa, encargada de formular los planes sectoriales y los programas específicos de cada tema, y una Comisión de Fomento Municipal, encargada de su ejecución. En 1933 se creó el Departamento de Urbanismo, primera entidad encargada del planeamiento de la ciudad. Se nombró como primer director al urbanista Karl Brunner, quien inició el primer plan de ordenamiento sistemático y coherente que ha tenido Bogotá16. Los gobiernos nacional, departamental y municipal unieron esfuerzos en la ejecución de los planes, pues todos eran conscientes del atraso urbanístico de la ciudad.
Una obra de enorme trascendencia fue la construcción del primer acueducto moderno, que también influyó en la urbanización del sur. A finales de los veinte no se contaba con una solución satisfactoria para el abastecimiento de agua en la ciudad. Era claro que ésta no podía seguir dependiendo de sus ríos tradicionales y se procedió entonces a buscar otras posibilidades. Los estudios fueron contundentes: había que recurrir a las aguas del río Tunjuelo. Para ello se inició en 1934 la construcción de una represa de 34 metros de alto y 360 de longitud que almacenara cuatro millones de metros cúbicos de agua, un sistema de conducción de 24 kilómetros hasta el alto de Vitelma y una planta de tratamiento17. El 25 de septiembre de 1938 el acueducto de Vitelma empezó a enviar agua tratada al sistema de conducción domiciliaria de la ciudad.
La construcción del embalse de La Regadera, nombre de la vereda donde se levantó la presa y primera obra de ingeniería civil de su tipo en Colombia, exigió el desplazamiento de maquinaria pesada y, para ello, la construcción de una carretera hasta el lugar. Usme quedó así conectada a Bogotá por una vía moderna que seguía el camino colonial. Tiempo después esta carretera sirvió para prolongar la avenida Caracas. A los pocos años de su construcción, empezaron a surgir a lo largo de esta vía urbanizaciones y barrios como Santa Lucía, San Jorge, San Carlos y Tunjuelo.
La carretera a Usme, que consolidó nuevas relaciones con la periferia sur, es contemporánea de la avenida Cundinamarca, hoy carrera 30, trazada dentro de las obras del Plan Brunner de 1937, que se conectaba con el camino a Bosa y Soacha. La avenida Cundinamarca (base para la posterior Autopista al Sur) fue mejorada para comunicar la Escuela de Policía General Santander, ubicada en Muzú, y de allí seguía, como carretera a Bosa, con menores dimensiones. Desde su salida de Bogotá, en inmediaciones de la Ciudad Universitaria, a sus costados se fueron construyendo urbanizaciones, al tiempo que se dejaban vacíos.
A estas vías se sumaban una serie de equipamientos urbanos ubicados al sur de Bogotá que jalonaron la urbanización en ese sentido. Allí se encontraba el antiguo Hospital Militar, el tranvía a San Cristóbal y la urbanización Primero de Mayo, donde se construyó el velódromo que lleva su nombre. Luego se encuentra el Hospital San Carlos, construido en 1948, y más al sur la Escuela de Artillería y La Picota. En dirección a Bosa encontramos el ferrocarril.
Los equipamientos urbanos
Tres equipamientos institucionales presionaron la proyección de la ciudad hacia el sur. El primero, la represa de La Regadera, cuya carretera precipitó la urbanización del Valle del Tunjuelo. El segundo, la Escuela de Policía General Santander, cuya construcción provocó el mejoramiento de una parte del camino a Bosa. El tercero, el Batallón Antiaéreo de La Picota, donde también funcionaba la Escuela de Artillería, construida sobre la vía a Usme18.
En los terrenos de La Picota funcionaba también una granja experimental, donde se realizaban cursos, estudios y ensayos con nuevas especies vegetales y animales, y toda clase de experimentos para mejorar la agricultura de la sabana de Bogotá. Como dependía del gobierno nacional, también se capacitaban allí técnicos agropecuarios de distintos lugares del país, asistidos por asesores extranjeros19. Esta granja fue una de las pioneras de la investigación y la experimentación científicas con fines productivos en Colombia20. Su importancia se refleja en sus continuas participaciones en diferentes escenarios de la vida científica y social del país.
Además de esta granja, La Picota tenía otras instalaciones, como la Escuela Femenina Rural, anexa a la granja experimental, donde las jóvenes, además de las asignaturas académicas, aprendían oficios y artes que las preparaban para los retos de la sociedad moderna21.
Para 1938, como se anotó, al extremo noroeste del Tunjuelo, sobre el camino que comunicaba a Bogotá con Bosa, se construía una institución militar: la Escuela de Policía General Santander, otra obra nacional del gobierno liberal22. Para 1941 los edificios ya se habían terminado y comenzaba una nueva etapa en la historia de la policía nacional, al tiempo que se creaba un equipamiento institucional de gran influencia en el desarrollo urbano de esta parte de la ciudad23.
Aunque ya había en los terrenos de La Picota un espacio educativo, se construye un centro para albergar y educar a niños y jóvenes desamparados, que abundaban en Bogotá. Esta institución se conoce hoy como el reformatorio para menores El Redentor24.
LA URBANIZACIÓN DEL VALLE DEL TUNJUELO
Pero no sólo eran las instituciones del Estado, con presencia en estos lugares, las que jalonaban el desarrollo, también encontramos que las tierras aledañas al río Tunjuelo ejercían atracción sobre los habitantes de la ciudad. Este río, que nace en el páramo de Sumapaz, en cuyas claras aguas se criaba el pez capitán, atravesaba el valle, permitiendo la comunicación fluvial entre el oriente y el occidente. En invierno, el río era navegable en pequeñas balsas entre La Picota y Soacha, donde desembocaba en el río Bogotá. Contaba con algunos puertos, el más conocido cerca a la desembocadura de la quebrada de Chiguaza.
Además de la atracción del río, el valle ofrecía un paisaje variado. Su extremo oriental estaba poblado de alisos, matorrales y plantas nativas, y animales como el venadillo, el conejo y algunas aves. Era un lugar idílico que durante la primera mitad del siglo xx ejercía cierta atracción turística para los bogotanos25. Hacia las estribaciones de la cordillera, el paisaje cambiaba; producto de la extracción de arenas y arcillas, además de la erosión causada por la lluvia y el viento, había una zona árida.
Arena, arcilla, gravilla y calizas para la ciudad
La construcción de la represa de La Regadera permitió el manejo del caudal del río y controló, en las partes medias y bajas, las continuas inundaciones estacionales que afectaban el valle del Tunjuelo. Desde la construcción de La Regadera, la hacienda La Laguna y el valle medio del Tunjuelo empiezan a mostrar un proceso de desecamiento, condición que va a coincidir con la reducción de los humedales, pantanos y lagunas que se presentan en toda la sabana de Bogotá en el siglo xx26. Además, durante la década del cuarenta, hubo un aumento del fenómeno del Niño, produciendo un periodo particularmente seco, con días calurosos y noches extremadamente frías, acompañadas de heladas y una fuerte disminución o ausencia de lluvias27.
Este cambio en las condiciones hídricas del valle del Tunjuelo permitió que buena parte de sus riberas, que hasta entonces eran poco utilizables por las inundaciones y los humedales y lagunas, fueran ahora aprovechadas para la extracción de materiales de construcción, así como para la urbanización. Con la temporada seca que azotó a la sabana en los años cuarenta, la construcción de La Regadera no significó más que una solución parcial a las necesidades de agua de la capital28.
Esta situación climática, junto con el acelerado crecimiento de Bogotá, llevó a las autoridades municipales a iniciar otra obra complementaria al sistema de aprovisionamiento Regadera-Vitelma. En el alto Tunjuelito, en la hacienda El Hato, se construye entonces la represa de Chisacá29, que permite incrementar el control sobre las inundaciones del valle del Tunjuelo.
La construcción de esta represa rápidamente se convierte en polo de desarrollo del sector, pues obliga a adecuar las vías para la entrada de materiales, maquinaria y personal. Al mismo tiempo, sobre la carretera surgen algunas chicherías y tiendas de abastecimiento para los conductores y el personal que por allí se transportaba30.
La demanda de materiales de construcción —como gravilla, gredas y arena— se había incrementado desde los años treinta. En los años cuarenta se instalan la fábrica Alemana de Ladrillos, cerca al barrio Meissen; la fábrica de ladrillos San Marcos, en Ontario; además de empresas dedicadas a la extracción de gravilla en La Fiscala y Yomasa. En los alrededores del barrio Santa Lucía se abren varios chircales31.
El crecimiento del mercado de materiales de construcción llevó a la creación de empresas dedicadas a ello. En 1945 se encontraron valiosos yacimientos de grava en la hacienda La María, los más importantes en las cercanías a Bogotá, cuyos costos de explotación muy pronto demostraron ser los más bajos de todos32. Para hacerlo se fundó la Central de Mezclas, empresa que compró La María e inició la explotación de los yacimientos de gravillas. La importancia de los yacimientos de greda demandó la fundación de la empresa Ladrillera Santa Fe. Estas dos empresas, relacionadas con importantes compañías constructoras, iniciaron la explotación de los materiales. Tales actividades abrieron gigantescas cárcavas en los terrenos de donde se extrajo la materia prima para fabricar el concreto y los ladrillos destinados a la construcción de obras importantes como la Autopista del Norte, la avenida El Dorado y numerosos edificios de la ciudad. El costo ambiental para el valle del Tunjuelo ha sido incalculable, así como el beneficio que recibió la ciudad. Las huellas de este proceso, representadas en las cárcavas profundas que dejó la extracción de los materiales, han quedado inscritas en el paisaje del sur.
Además de la producción de calizas, arena y ladrillo, también eran importantes los hortelanos de San Benito, que surtían los mercados cercanos. En los años cuarenta se construyeron dos fábricas de cola, un pegante utilizado en la industria maderera. Estas nacientes industrias demandaban la presencia de una población trabajadora en sus terrenos.
A la par con las fábricas, aparecen en los caminos, tiendas y chicherías, lugares de socialización de los nacientes barrios, que se van a convertir en una especie de paradores del camino. Entre los más famosos se recuerdan la Chichería de doña Rosa, en San Carlos, y la de El Cuartillo de Queso, en Venecia, en el camino a Bosa. En estos lugares los pobladores empiezan a integrarse, a intercambiar noticias, a difundir información sobre ventas de lotes, a consolidar amistades.
La urbanización informal
Como se ha señalado, la inclusión de este espacio rural dentro de la urbanización no fue producto de ninguna organización, ni se debió a la acción del Estado o a la de urbanizadores que cumplieran con las normas reguladoras de estos procesos. La urbanización del valle del Tunjuelo fue el resultado de las dinámicas propias del crecimiento de Bogotá. El subsuelo de las antiguas haciendas, en cuya superficie se cultivaba trigo y cebada, se valoriza por su riqueza en gravas y arcillas, dando paso a otro tipo de uso de la tierra. Otras haciendas participan en la dinámica urbana, mediante la parcelación y, luego, el loteo. Como muestran los siguientes testimonios, la constante expansión hacia el sur se dio por medio de diversas formas de urbanización:
En 1946 se puso en venta la hacienda La Vuelta del Alto, de 122 fanegadas, que fue comprada para construir allí un nuevo barrio obrero33. En 1947 se pone en venta la hacienda La Fragua, propiedad de Emilio Pardo Umaña, ubicada sobre la carretera al sur, frente a los terrenos de Muzú, y lindante con los terrenos de la fábrica de ladrillos Sin, de Giovanni Roberto Croce, quien la compró34.
“Urbanización Quiroga. En un terreno de 47 fanegadas se construirá nuevo barrio en Bogotá. El alcalde Mazuera anunciará la construcción en la hacienda del mismo nombre que ya ha sido comprada. En el moderno barrio obrero vivirán 7 000 personas proyectados por el municipio en Quiroga”35.
“Urbanizaciones Muzú. Últimas transacciones de Finca Raíz. La firma de arquitectos Urbanizaciones Samper S. A. compró diez fanegadas de tierra situada al sur de Bogotá, en la carretera de occidente, sobre el costado norte y aledaño a la Escuela General Santander, en Muzú. Por las diez fanegadas se dieron cien mil pesos de contado, resultando la vara cuadrada vendida a peso”36.
También hubo intentos de realizar compra de terrenos dentro de los límites de la localidad. Es el caso de los hermanos Bernal que trataron de parcelar los terrenos de lo que hoy son los barrios San Vicente Ferrer, Carmen y Fátima, permiso que les fue denegado37.
Este rápido y desordenado crecimiento de la urbanización en el valle del Tunjuelo y sus cercanías, demandó el mejoramiento de los servicios de transporte público. En 1947 se aprobó la extensión del tranvía hacia el sur38. Con la ampliación de la flota de buses, también se crearon nuevas rutas hacia el sur39.
Así, al finalizar la década del cuarenta, nos encontramos con una urbanización discontinua y desordenada, donde la parcelación y el loteo obedecen a diferentes dinámicas e intereses. La inclusión del sur profundo al espacio urbano bogotano se dio de manera gradual y lenta, resultado de las necesidades de los pobladores por conseguir un lote o una parcela donde edificar su vivienda, y por los intereses de los urbanizadores, ya fueran propietarios de las haciendas o negociantes de tierras, que vieron la oportunidad de hacer grandes ganancias con las necesidades de los demás.
Por otra parte, lo que antaño había sido un impedimento para que los asentamientos humanos prosperaran en este valle de Tunjuelo, ahora los facilitan. Con el crecimiento de la ciudad, su subsuelo, rico en arcillas y gredas —que dificultaron las parcelas de subsistencia, pero beneficiaron el cultivo de los granos en las haciendas trigueras—, es utilizado para la obtención de materias primas para la construcción en la gran ciudad.
La inserción de este valle a la dinámica urbana no fue homogénea. Entre los distintos barrios hubo diferencias, así como amplios intersticios. Algunos de los primeros pobladores utilizaron el terreno para la agricultura y la cría de animales domésticos. Por ello, la primera urbanización mantuvo parte del paisaje rural y las costumbres campesinas. Las siguientes décadas serán de saturación, lenta pero constante, de esos espacios urbanizables, primero bajo la forma de parcelaciones y luego de loteo.
Desde la década del treinta el crecimiento demográfico de Bogotá ha presentado tasas particularmente elevadas. Durante el periodo intercensal 1928-1938 la tasa de crecimiento fue del 3,4 por ciento anual, ya bastante alta; para el periodo 1938-1951 la ciudad creció a una tasa del 5,5 por ciento; luego, durante el periodo 1951-1964, creció al 6,8 por ciento, la más alta tasa de crecimiento poblacional en toda su historia. Durante las dos últimas décadas del pasado siglo, la ciudad redujo de manera constante sus tasas de crecimiento, que hoy se encuentran un poco por encima del 2 por ciento anual.
En 1928 Bogotá tenía 235 421 habitantes; en 1938, cuando la ciudad llegó al IV Centenario de fundada, la cifra era 330 312; en 1951 saltó a 715 250 y en 1964 a 1 697 31140. En otras palabras, en los 13 años que van de 1938 a 1951, la ciudad creció 2,1 veces, y en los siguientes 13 años, 2,4 veces41. Este crecimiento poblacional significó una transformación radical del área ocupada por la ciudad, en un periodo muy corto de tiempo.
La relación entre crecimiento poblacional y área ocupada tiene ritmos distintos. Entre 1900 y 1930 la población se multiplicó por tres, mientras el área urbanizada creció ocho veces. En cambio, entre 1938 y 1999 la población se multiplicó por 19, mientras que el área creció 12 veces42.
Las causas del crecimiento poblacional de la capital son varias. Una es la reducción de la mortalidad, especialmente infantil, debido a la mejora del servicio del agua, que comenzó a ser tratada en la segunda década del siglo xx y desde 1938, cuando se contó con un acueducto moderno. Influye también la mejor calidad de los servicios hospitalarios. Estas mejoras permiten cambios demográficos y, poco a poco, hay más bogotanos que inmigrantes. Otra causa son las migraciones, unas originadas en la atracción que ejercía Bogotá, y otras en el éxodo que se produce en ciudades, pueblos y veredas a raíz de la violencia que azota al país en los años cuarenta y cincuenta. Por último, pero no menos importante, los incidentes del 9 de abril de 1948 que generaron cambios en la percepción de la ciudad, y con ellos un incremento de las migraciones internas. Mucha gente empezó a percibir como peligroso el centro de la ciudad y a buscar nuevos zonas para residir. Por ello no debemos esperar que todos los habitantes de las nuevas urbanizaciones sean campesinos expulsados por la violencia partidista de los años cuarenta y cincuenta. Muchos de los nuevos pobladores que urbanizaron el sur de Bogotá provenían de otros barrios de la capital.
Es en este contexto que, a partir de los años cuarenta, se da la urbanización del valle del río Tunjuelo. Se trata de una expansión que se corresponde con las dinámicas propias del crecimiento específico de la ciudad y un poco con la historia de la violencia.
Pobladores urbanos en busca de tierras
El encuentro de Bogotá con el valle del río Tunjuelo en la década del cuarenta se inicia con los barrios San Carlos, Tunjuelito, El Carmen, San Vicente y Fátima. Luego seguirá con otros.
Una razón fundamental para comprender el tipo de urbanización que se presenta en estos barrios es el tema del déficit de vivienda que padecía Bogotá. Hay que recordar que la ciudad había sido bastante densa y que al comenzar el siglo xx concentra en su centro histórico la oferta de servicios urbanos fundamentales, como comercio, banca, industria y educación. Debido a su densidad, se dio la subdivisión de viviendas y un déficit histórico de habitaciones:
“El desequilibrio histórico entre el crecimiento industrial y el poblacional, sumado al monopolio del suelo urbano, llevó a que los sectores de bajos ingresos capitalinos padecieran la carencia absoluta o relativa de vivienda. En ambos censos la mitad del déficit cuantitativo de vivienda nacional se concentró en Bogotá. De las 320 072 familias bogotanas en 1964, 134 218 carecían de vivienda o de los servicios básicos, es decir unos 711 355 bogotanos, equivalentes al 41,9 por ciento de la población total capitalina… A los nueve años, en 1973, las cantidades absolutas se incrementan: 181 601 familias de las 521 522 acusan déficit cuantitativo o cualitativo de vivienda. Multiplicando esta cifra por 5,2, que es el promedio de personas por familia, tenemos que 994 326 se encuentran en esta condición”43.
Ante la incapacidad del Estado para resolver el déficit habitacional, la solución que encuentran los pobladores es conseguir un lote en la frontera urbana de la ciudad, prácticamente en el umbral de la condición legal de la urbanización, para iniciar por sí mismos la construcción de su vivienda. Es el caso de los barrios de la localidad de Tunjuelito, aunque no exclusivamente, pues ésta fue la manera más generalizada que encontraron los habitantes de Bogotá para acceder a vivienda. Para 1972, el área desarrollada por fuera de las normas oficiales, llamada urbanización clandestina, llegaba al 38,4 por ciento del total de la ciudad, y allí vivía, aproximadamente, el 59 por ciento de la población bogotana44.
La condición de clandestinidad hace referencia a la condición legal de la urbanización, es decir, se trataba de una urbanización que no obedecía las normas del Estado para el control del crecimiento urbano, bien por no cumplir con los requisitos legales, bien por no solicitarlos. Pero se trataba de procesos de ocupación del suelo que se publicaban en la prensa y la radio. Toda la ciudad conocía de que en tal o cual lugar se estaba parcelando una hacienda y de que había venta de terrenos.
Hasta el 1.o de enero de 1955 la urbanización que se adelanta en el valle del Tunjuelo se realiza dentro de la jurisdicción de los municipios de Usme y Bosa. A partir de esta fecha, cuando se crea el Distrito Especial y se anexan estos municipios, la urbanización se hará como parte de Bogotá, al menos en términos jurídicos.
Las primeras inclusiones de tierra rural en la urbanización del valle del Tunjuelo se realizaron en 1947 bajo la forma de parcelaciones, el esquema más recurrente para la fragmentación de la propiedad rural en ese momento —años cuarenta y cincuenta. Las fincas y haciendas se dividieron en parcelas, fracciones un poco mayores que los lotes, lo cual hace pensar que esos terrenos, que estaban por fuera de la jurisdicción municipal de Bogotá, tenían todavía un valor bajo.
Una de las primeras parcelaciones en el valle del Tunjuelo fue la de la hacienda Ontario, cuya oferta se hizo en Bogotá, pues era allí donde se encontraba el mercado de compradores. La oferta fue declarada ilegal, por encontrarse por fuera del perímetro urbanizable, y catalogada como urbanización clandestina; la Secretaría de Obras Públicas de Bogotá prohibió la venta de estas parcelas45. Pero, como se encontraba por fuera de la jurisdicción de Bogotá, la parcelación se llevó a cabo y posteriormente fue incluida en el Distrito Especial. En una situación similar se encontró la empresa Parcelaciones Tunjuelo, por lo cual tuvo que publicar una nota aclaratoria sobre la venta de parcelas sin servicios públicos, en particular acueducto y alcantarillado46.
Los primeros pobladores, compradores de estas parcelas, eran parte de la migración interna bogotana, ante la escasez de vivienda en la ciudad.
APARICIÓN DE BARRIOS EN EL VALLE
Barrio Tunjuelito
Es el primer barrio que se formó en el valle del río Tunjuelo, condición que le permitió ser un puntal importante en la urbanización de las tierras al sureste del río, como va a ser Ciudad Bolívar en los ochenta. Los pobladores de este barrio procedían de barrios como Las Cruces, Cundinamarca, Santander y San Isidro, que constituían la frontera sur de la ciudad. El barrio fue inaugurado en 1947 al comprarse el primer lote. El costo de la vara cuadrada era de 1,50 pesos, los lotes tenían en promedio 300 varas y la urbanización pertenecía a Usme.
Tunjuelito era el nombre de la hacienda de Jorge Zamora Pulido, quien, al igual que sus vecinos hacendados, decidió parcelar sus tierras y urbanizarlas, cosa que le representaba mayores ganancias que el cultivo de trigo o la cría de vacas y ovejas. De nuevo se encuentra el caso de un prominente propietario de tierras de la sabana de Bogotá que inicia una actividad económica ubicada en el umbral de la ilegalidad, pero cuya oferta es tan atractiva como para que el comprador, un destechado, haga caso omiso de la condición de “pirata” del urbanizador y, por el contrario, vea en ella su única posibilidad de acceder a la propiedad y sustraerse al pago del arriendo. Además, el vendedor ofrece facilidades para el pago de la tierra, y precios por debajo de los de la urbanización formal. Estos precios pueden ser más bajos porque el urbanizador no tiene que invertir en vías ni servicios, aprovecha hasta el mínimo espacio de su hacienda y, si acaso, sólo deja un pequeño lote para el templo. Son estas condiciones económicas las que llevan al poblador urbano destechado a aceptar las condiciones ilegales del urbanizador, quien, por su parte, no se siente “pirata” sino protagonista de una gestión filantrópica, en favor de los desposeídos. Es paradójico que los pobladores recuerden, sin embargo, a estos hacendados como benefactores, por haber donado un pequeño lote para el templo, cuando al mismo tiempo estaban incumpliendo con lo ofrecido: instalación de servicios públicos y cesión de espacios públicos.
El 17 de octubre de 1948, según escritura n.º 093 de la Notaría Tercera de Bogotá, se formalizó la empresa urbanizadora Sociedad Parcelaciones Tunjuelito, en cabeza del propietario de la hacienda, Jorge Zamora Pulido, descrito como persona amable y de muy buenas cualidades humanas. Las primeras parcelas fueron amplias, de 10 a 12 metros de frente por 35 a 40 de fondo, tamaño que les permitía a los nuevos propietarios desarrollar una pequeña huerta, con árboles frutales y algunos animales domésticos47. Además, si la compra se hacía en Bogotá y allí se protocolizaban las escrituras, los impuestos se pagaban en Usme, el municipio donde se ubicaba la urbanización.
El comienzo de la urbanización, proceso que va a durar varios años, no fue fácil, pues la ausencia de servicios públicos, aquellos anunciados en la promoción de las parcelas, hacía difícil la cotidianidad.
Cuando se inicia esta urbanización, el altiplano pasaba por un fuerte verano. Esto, junto a los efectos de regulación de las inundaciones por la represa de La Regadera, hizo que en un comienzo las crecientes del río no afectaran mucho a los pobladores, quienes utilizaban las aguas del río por su pureza, aparte de que de allí extraían materiales para la construcción de las casas y en sus orillas se reunían a jugar o pasear.
La relativa cercanía al municipio de Usme, que era un pequeño pueblo, les permitía también el acceso a los bosques y potreros, que sustituían así la carencia de zonas verdes en las urbanizaciones, y tenían abundante vegetación y frutos silvestres: uvillo del monte, mora, morones, curuba de indios, deliciosas gulupas, uchuvas; árboles como cedros, sauces, sietecueros, quiches, helechos. Estos campos fueron escenario de piquetes y paseos familiares, en los que la pesca del capitán y los cangrejos era un atractivo, que permitía además solventar las carencias y penurias de las precarias viviendas48.
Pero una cosa eran las aguas limpias del río y otra el servicio de acueducto domiciliario, que no existía49. En la pila de agua, ubicada cerca al río, se producían conflictos por el abastecimiento de agua. Cuando se hacían barrenos para alimentar nuevas pilas, las colas empezaban a las 2 de la mañana. En razón a la escasez de agua, los habitantes de Tunjuelo decidieron perforar el tubo conductor de la represa de La Regadera hacia Vitelma, produciendo enfrentamientos con la policía. Esto, casi 10 años después de haberse iniciado la urbanización de la hacienda.
Mientras el acceso al agua exigió la organización de la comunidad, la consecución de la energía eléctrica se hizo más de modo individual, pues no demandaba ninguna organización. La pavimentación de las calles fue más lenta. Comenzó por la calle 52 sur, y los vecinos tuvieron que organizarse en comités para responder por el trabajo. A pesar de los esfuerzos recientes, aún quedan calles sin pavimentar.
Uno de los atractivos anunciados por los urbanizadores era que la urbanización sólo quedaba a 20 minutos, y a veces a 15, del centro de Bogotá. Realmente, este servicio, que no dependía del urbanizador, sí acompañó a los pobladores de estas urbanizaciones. Las empresas de transporte, de propiedad privada, aprovecharon la existencia de nuevos barrios para extender sus líneas de transporte. Para Tunjuelito los buses salían del Parque de los Mártires, en la avenida Caracas con calle 10.ª, y en sus tablas de ruta anunciaban los barrios por donde pasaban: La Picota, El Tablón, El Carmen, San Vicente, Tunjuelito. En esa época operaban los buses amarillos, después llegó la empresa Depetrans y luego la Panamericana.
Es curioso encontrar registrado en la memoria de los pobladores algo que nunca existió: el tranvía y el tren. Para algunos el tranvía llegaba hasta la vereda de El Hato, utilizando la línea del tren. Para otros apenas llegaba hasta La Picota. En realidad, el tranvía sólo se extendió hasta el barrio Santander, la estación más al sur de la ciudad, y el tren fue un proyecto que nunca se construyó, aunque sí se trazó y se levantaron dos estaciones.
Barrio San Carlos
La parcelación de las haciendas se divulga en toda la ciudad, para atraer posibles compradores. Hay diversos testimonios de las ofertas de lotes. Éste puede ser el de cualquier poblador del sur de Bogotá:
“[Soy] el primer habitante que hubo aquí en San Carlos. Me vine porque ya tenía como seis o siete hijos y ya no me arrendaban en el centro o tenía que sacar en arriendo una casa, afortunadamente tenía la facilidad de ir a conseguir una casa, en ese tiempo no exigían fiador sino un mes de depósito, o sea que yo conseguía una casita que me iba a arrendar en 150 y yo tenía los 300 pesos para irme a sacar la casa en arriendo. Cuando me estaba yo desayunando para desplazarme allá a la gestión de la casa, oí por radio una propaganda: se está abriendo la urbanización San Carlos enseguida de Santa Lucía, los que quieran construir en ladrillo lo pueden hacer en el frente y si lo quieren hacer provisionalmente en madera, lo hacen en el fondo. Me llamó la atención, le puse cuidado, la dirección de la agencia quedaba en el edificio Estela, en la carrera 6.ª con calles 11 y 12. Llegué allá a preguntar cómo era el método de los lotes, me dijeron mire el sistema es, sí es a dos con cincuenta la vara, entonces le dije bueno yo necesito, me mostraron el plano que tenían allá y miré y ya estaba media urbanización vendida, o sea que me tocó aquí en el centro del barrio, de la urbanización. Le hablé al señor, como se dice con toda la franqueza, le dije, vea yo tengo trescientos pesos”50.
En la prensa capitalina avisos como éstos aparecían todo el tiempo:
“Lotes en venta desde un peso por vara. Vendemos lotes sobre carretera de La Picota contiguos a Santa Lucía a contado y a plazos”51.
“Luz, agua y facilidades de pago. Oficina de parcelaciones y urbanizaciones, calle 13 n.o 9-33”52.
“$2.00 V2 (dos pesos vara cuadrada), 10 minutos en buses al sur, a tres cuadras del retén de Tunjuelo. Vende Segura Herrera. Calle 13 n.o 9-33 Of. 513. Segura Herrera”.
En el caso del barrio San Carlos, el dueño de la hacienda no adelantó directamente la parcelación de su propiedad. Lo que se acostumbraba a hacer, tanto en el sur como en el norte, era encaminar el negocio a través de una firma urbanizadora, ya fuera intermediaria o compradora. El hacendado, miembro de la elite bogotana, no aparecía como urbanizador ilegal, pero sí usufructuaba la plusvalía urbana que estaba valorizando sus tierras.
El origen de la propiedad de esta hacienda se remonta a 1919, cuando al morir el propietario, sus herederos dividen las propiedades y a Carlos Prieto le corresponde la hacienda San Carlos, de 75 fanegadas, valorada en 15 650 pesos, incluyendo la casa de habitación53. Ubicada en el municipio de Usme, la propiedad colindaba así: por el norte con los predios de la hacienda El Tunal, propiedad de José María Sierra; al sur, con el camino de los Pascas; al oriente con el camino de Bogotá a Usme; al occidente con los terrenos de Andrés Pardo. Por el occidente la casa lindaba con los terrenos de La Picota, teniendo de por medio la quebrada Chiguasa54.
Veintinueve años después de esta repartición, al crecer la ciudad hacia el sur, Carlos Prieto contactó a López Ujueta Urbanizadores para proceder a vender en parcelas la propiedad. No se incluyó lo que hoy es el barrio San Benito55. En marzo de 1948 comenzaron a publicarse los avisos de promoción de los lotes en la prensa bogotana:
“López Ujueta Urbanizadores. Urbanización San Carlos. Frente al retén de policía sobre carretera pavimentada con servicio de buses urbanos. Lotes a plazos desde $3,50 vara cuadrada. Todos los servicios. Acueducto propio. A 15 minutos del centro de la Ciudad”56.
Por supuesto que no tenía todos los servicios, como se verá más adelante, ni el urbanizador loteó las manzanas que colindaban con la carretera de Bogotá a Usme. Esta porción de la hacienda salió a la venta meses después, con la vara cuadrada a 4 pesos. La diferencia es que esta vez los avisos promocionaban el barrio con calles afirmadas57. Hay que recordar que, al ubicarse por fuera de la jurisdicción de Bogotá, se podía jugar con la ambigüedad de promocionar la venta en esta ciudad y desarrollar la urbanización en otro municipio.
Es evidente que las condiciones de vida de los primeros pobladores del barrio San Carlos eran bastante difíciles. Con frecuencia quienes vivían en Bogotá lo hacían en piezas o inquilinatos, razón por la cual las dificultades de estas urbanizaciones eran soslayadas ante la posibilidad de volverse propietarios de un lote y construir su propia vivienda. Por ello poco caso se le hacía a los incumplimientos de los urbanizadores, especuladores de las necesidades. Denuncias como las publicadas en la primera página de la prensa capitalina: “Aviso de prevención de la sociedad Parcelaciones Tunjuelito S. A.”58, por su incumplimiento en cuanto a los servicios urbanos ofrecidos, hablan de la situación. Pero estas advertencias no detenían la avalancha de compradores deseosos de volverse propietarios.
Barrio El Carmen
Los pobladores del barrio El Carmen tienen muy claro que se trataba de una urbanización ilegal, y que el loteo se inició entre 1946 y 1948 de manera clandestina por parte de los propietarios de la hacienda Ontario, Bernal y Hermanos, quienes aprovecharon el desecamiento de la laguna para poner en venta también esas tierras. El lote, que se vendía en dos contados, tenía 11 metros de frente por 15 de fondo, para un total de 180 varas cuadradas; el primer pago se efectuaba al apartar el lote y el segundo a la firma de las escrituras. Uno de los propietarios, Luis Bernal, abrió oficina en la hacienda Ontario, donde recibía el adelanto sobre el lote; en las oficinas de la calle 13 en Bogotá, previo el segundo pago, se procedía al trámite de las escrituras correspondientes.
Los primeros compradores preferían seleccionar los lotes cercanos al vecino barrio Claret, que contaba ya con servicio de buses. Después del 9 de abril de 1948 se aceleró la ocupación de los lotes pues muchos habitantes de los barrios del centro de la ciudad, como La Perseverancia, Las Cruces y El Guavio, se fueron a poblar El Carmen o empezaron a comprar en Fátima y San Vicente.
Aunque la proximidad de la ladrillera en el barrio San Vicente favorecía la construcción de las viviendas, el asunto no era fácil. Si se tenía dinero para comprar el lote, no se tenía para construir la casa. Había gente que a altas horas de la noche recogía las piedras de los caminos, “parecían Cristo cargando piedras”.
Lo primero que se construía era las enramadas, con el propósito de cubrir el lote y tomar posesión del mismo; luego se instalaban las cercas de alambre, ?que más que protección buscaban afirmar la propiedad. Posteriormente se iniciaba la consecución de los ladrillos, del cemento, del compadre que supiera de albañilería, y trabajando los días domingos, poco a poco se iba levantando la construcción.
En los primeros años la venta de lotes no alcanzó a cubrir toda la hacienda. Debido a esta reducida presencia de los pobladores, se alternaban la parcelación y el loteo con los sembrados de trigo, maíz, cebada, cebolla y papa, lo que no dejaba de producir roces y conflictos.
También hubo intentos de cambiarle el nombre. En 1949 los habitantes liberales de El Carmen piden cambiar el nombre por Darío Echandía59, pero no fue posible porque apareció otro barrio con derechos sobre ese nombre. “Por los Barrios: Por la propiedad de un nombre. Los vecinos del barrio Darío Echandía, antigua La Cañada, aclaran que ellos tienen la autorización firmada por Darío Echandía para que hagan uso de su nombre, por el cual el barrio el Carmen no puede hacer el cambio de nombre que quería”60.
La laguna colindaba con las cuadras urbanizadas y mientras terminaba de desecarse, los habitantes la aprovechaban para la recreación. Hacían lanchas y las alquilaban a los visitantes dominicales. La laguna abarcaba el espacio comprendido entre las carreras 31 y 32 con las diagonales 49 A y B, hoy ocupado por viviendas. Desde luego, la presencia de la laguna y el río provocaban inundaciones, como las de 1949:
“El Carmen. Completamente inundado se encuentra el barrio El Carmen; las autoridades de Bogotá le niegan auxilios, alegando que le corresponde a Bosa y en Bosa les dicen que es a Bogotá”61.
Al igual que con muchos otros barrios, El Carmen no es una excepción a las urbanizaciones vendidas sin servicios. El primer abasto de agua se hacía mediante una toma que recogía agua de la quebrada La Pichosa. En verano había que recurrir al sector de Matatigres y, si allí escaseaba, a las pilas de la Escuela de Policía General Santander o al río Tunjuelo. Luego, por intervención del urbanizador, se hicieron barrenos para extraer agua del subsuelo que se distribuía a través de pilas ubicadas en diversos sitios. Uno de los barrenos quedaba en el lugar que hoy ocupa la escuela, otro donde hoy está el hospital y el tercero frente a la iglesia.
Cuando el barrio se pobló más, estas fuentes ya no dieron abasto. Así que en 1955, aprovechando la anexión a Bogotá, se comenzó a solicitar el servicio de acueducto domiciliario. Pero, habría que esperar varios años para que esto fuera realidad.
Sin embargo el problema más sentido era el de las aguas residuales. Para ello en la mitad de la calle se cavaron zanjones que iban a dar a la laguna. Hubo que esperar casi 20 años para que se iniciara la construcción del alcantarillado. Las obras comenzaron en 1961 y concluyeron en 1967, cuando se inaugura el canal de San Vicente62.
El acceso a la energía eléctrica fue más rápido, sólo tomó 10 años. Entre tanto, como en el resto de urbanizaciones, “era como telarañas, eso era cable por toda parte, uno se acuerda, que se paraba un palo y todos se agarraban con alambres y se llevaba la luz a la casa. Lógico, el contrabando, eso eran cables como telarañas”. El propietario del cine del barrio, don Rosendo Orozco, tenía una planta eléctrica, y el que tuviera con qué le compraba a él la luz, compraba su cable y la llevaba a la casa63.
El transporte público también fue difícil. Del Parque de los Mártires, sobre la avenida Caracas, salía el bus de la Flota Santa Lucía, que llegaba hasta la glorieta del barrio del mismo nombre. Desde allí los habitantes de El Carmen tenían que irse a pie por toda la 24 hasta el cementerio del sur, a donde llegaba el tranvía, que costaba 2 centavos; era el llamado tranvía de obreros. Otra ruta de buses llegaba hasta el barrio Claret.
La carencia de buenas vías era una necesidad sentida. Sólo en 1965 llegan los buses al barrio; hoy son los buses Panamericanos. El mal estado de las calles del barrio era noticia64.
Un punto importante de socialización era el cine, que empezó hacia 1956, a 5 centavos la entrada. Como no tenía silletería, los asistentes tenían que llevar un ladrillo. En los intermedios se vendía comida típica: papa criolla, rellena, longaniza, vasitos de chicha, panela melcochada.
Otro lugar de encuentro y socialización era la precaria y descubierta plaza de mercado. La edificación actual se construyó hace apenas unos 13 años. La primera plaza comenzó con el barrio, frente de la iglesia. Luego, a medida que éste crecía, fue rotando hasta llegar a su ubicación de hoy. Primero se surtía de la plaza Central, luego de la plaza España y ahora de Corabastos. Junto a las frutas y verduras, también se vendía carne de cordero, chanfaina y chicha. Al mismo tiempo, sin demora, aparecieron los mataderos clandestinos65.
LA URBANIZACIÓN DEL SUR EN LA DÉCADA DE LOS SESENTA
Luego de esta rápida expansión de la ciudad hacia el sur, donde a finales de la década del cuarenta se inició la urbanización de cerca de 400 hectáreas de varias haciendas para dar origen a cinco barrios, son diversos los cambios que se suceden en Bogotá, en las décadas de los cincuenta y sesenta, y que van a influir en la segunda oleada de urbanización que ocurre en Tunjuelo en la década del sesenta.
Para entonces, la expansión de la ciudad es ya un fenómeno impresionante. El surgimiento de barrios como Tunjuelito y San Carlos, en el extremo sur, se sucedió al mismo tiempo que en el extremo norte se estaban formando numerosos barrios, con lo cual la ciudad consolidó la forma de arco extendido en sentido norte-sur.
La expansión de la ciudad continuaba su avance incontrolable. Así, por ejemplo, en 1951 se constituyó una sociedad entre el propietario de la hacienda El Chicó y la empresa urbanizadora Ospinas y Cía., con el fin de diseñar y llevar a cabo una moderna urbanización en las 150 fanegadas que comprendía el terreno. De manera simultánea se inició la construcción del Centro Urbano Antonio Nariño, el primer multifamiliar destinado a la clase media que se ofreció en Bogotá.
En 1952, el Ministerio de Obras Públicas dio comienzo a la construcción de una de las obras de mayor impacto en la historia de la urbanización de la segunda mitad del siglo xx: la Autopista del Norte, suceso que coincidió con la parcelación de las haciendas de El Contador y El Cedro, entre las calles 134 y 147 y la Carretera Central del Norte y esta nueva autopista. Al mismo tiempo, en los alrededores de las canteras de los cerros nororientales se estaban formando barrios como San Cristóbal Norte, La Estrella, San Antonio y La Cita, entre otros, llegando más al norte de la calle 170. Con estas urbanizaciones se comienza a armar la malla urbana en el norte de la ciudad.
La incipiente independencia administrativa de la ciudad frente al departamento de Cundinamarca que significó el Distrito Especial, no logró conseguir que las decisiones políticas atinentes a su destino se supeditaran a los planes de desarrollo que ésta requería para controlar su crecimiento. Las intervenciones que se suceden en la ciudad de los cincuenta iban en contravía de lo que los urbanistas recomendaban, como queda en evidencia con la no aprobación del Plan Piloto, con el cual se pretendía dotar a la ciudad de una carta de navegación urbanística para las décadas siguientes, como ya lo señalamos. La construcción de la Autopista al Norte, la Autopista al Sur, el CAN y el aeropuerto El Dorado, liquidan definitivamente la propuesta del Plan Piloto de controlar el crecimiento de la ciudad. Los principios reguladores del urbanismo fueron sustituidos por el criterio propagandístico. Estos principios de intervención en la ciudad permitieron que los intereses especulativos de los dueños de las haciendas que se encontraban dentro del perímetro de la ciudad, se impusieran por encima de la organización planificada del crecimiento urbano.
Las tasas de crecimiento poblacional produjeron una respuesta de la administración distrital representada en una visión modernizadora de la ciudad, que se concretó con la construcción de algunas avenidas, como la avenida Caracas, iniciada en los años cuarenta, y la avenida 10.o, en los cincuenta.
De nuevo encontramos que fueron varios los cambios que explican este aumento poblacional. Los cambios en las dinámicas demográficas propias de la ciudad están mejorando, poco a poco, las condiciones de vida de sus habitantes, y se reflejan en la reducción de la mortalidad infantil; en el incremento, lento pero constante, de la prestación de servicios públicos; en un incipiente proceso de industrialización por sustitución de importaciones y en el incremento en el sector servicios, que genera mayores posibilidades de empleo. También se manifiesta en factores externos a la ciudad, como las transformaciones en el sector agropecuario, tanto tecnológicas como en la concentración de la propiedad de la tierra. Otro de los factores externos a la ciudad más importante como causal de migraciones ha sido la violencia partidista que se inicia en los años cuarenta y dura hasta bien entrada la década de los sesenta.
Para la década del sesenta ya se deja sentir que, si bien las migraciones siguen siendo importantes para comprender mejor este crecimiento demográfico de Bogotá, también hay que tener en cuenta la necesidad de vivienda de los hijos de los migrantes que llegaron a la ciudad en las décadas anteriores. Así, encontramos que en 1964 la población nacida en Bogotá llegaba al 48,61 por ciento del total, y la nacida fuera de la ciudad era el 51,39 por ciento. Estas proporciones variaron para el censo siguiente, de 1973, cuando la población nacida en Bogotá subió al 49,03 por ciento y la nacida fuera de Bogotá bajó al 50,97 por ciento66. Como ha sido la tendencia histórica, la proporción más alta de estos migrantes provenía de la región cundiboyacense.
Así, de nuevo, factores internos que atraen, como externos que expulsan, se suman para cambiar radicalmente las proporciones de la ciudad, tanto espaciales como demográficas. De los 500 000 habitantes que tenía en 1946, pasó a 1 000 000 en 1956, a 2 000 000 en 1966, a 3 000 000 en 1974, y a más de 5 000 000 en 1993. Este comportamiento demográfico estuvo acompañado de un aumento en la proporción de los jóvenes y las mujeres. Encontramos especialmente que hay registros de una mayoría femenina en la población bogotana desde el siglo xix hasta el presente, lo cual influye decisivamente en el tipo de sociedad barrial que encontramos en una localidad como la de Tunjuelito.
La distribución por sexos de la población bogotana muestra la siguiente evolución:
BOGOTÁ. DISTRIBUCIÓN POR SEXOS DE LA POBLACIÓN. SIGLO XXAÑO | % HOMBRES | % MUJERES |
1918 | 41,41 | 58,60 |
1928 | 44,12 | 55,87 |
1964 | 46,66 | 53,34 |
1973 | 46,77 | 53,23 |
1985 | 47,52 | 52,48 |
1993 | 47,35 | 52,65 |
Fuente: Saldarriaga, Alberto, Bogotá siglo xx. Urbanismo, arquitectura y vida urbana, Bogotá, Alcaldía Mayor de Bogotá, 2000, op. cit., pág. 83.
Además, los cambios en la pirámide poblacional que presenta Bogotá durante el siglo xx muestran que en las primeras décadas hay una proporción elevada de población joven y un porcentaje bajo de población adulta, índices que van variando a medida que transcurre la centuria. Esto es resultante de los cambios en las condiciones de vida, en la estructura de la familia y en la participación de sus miembros en el mercado laboral. Estas proporciones las podemos observar en el siguiente cuadro:
BOGOTÁ. DISTRIBUCIÓN POR EDADES DE LA POBLACIÓN. SIGLO XX1938 | 1951 | 1964 | 1973 | 1985 | 1993 | |
% | % | % | % | % | % | |
Menores de 14 años | 42 | 42,5 | 42 | 38 | 31 | 30 |
Entre 15 y 49 años | 48 | 47,5 | 50 | 53 | 58 | 58 |
Mayores de 50 años | 10 | 10 | 8 | 9 | 11 | 12 |
Fuente: Saldarriaga, Alberto, op. cit., pág. 84.
Estos escenarios sociales crearon nuevos desafíos. En la ciudad las respuestas estuvieron canalizadas en los esfuerzos por aplicar principios de planeación urbana con el propósito de definir un estatuto de ordenamiento. Pero, por una parte el crecimiento era demasiado alto, y por otra, estaba presente la inercia de una política de poca intervención del Estado, lo cual era de gran conveniencia para los propietarios de las haciendas67. Con una baja regulación estatal, los propietarios de las tierras —que se vuelven urbanizadores— pudieron urbanizar sus propiedades sin grandes esfuerzos económicos para parcelar y lotear, pues no instalaron servicios públicos y no realizaron las cesiones de espacio público sino en mínimas proporciones.
Si observamos las condiciones jurídicas de la ocupación del suelo urbano en Bogotá, podemos observar que en las cuatro primeras décadas del siglo xx ha sido mayoritaria la participación de los llamados barrios obreros en el crecimiento de la ciudad, pues hasta 1938 más del 50 por ciento del crecimiento urbano se hizo a través de éstos, mientras que la urbanización residencial aportaba una tercera parte68.
A partir de 1938 hasta 1946 la urbanización residencial concentró la mayor participación en el incremento del área, llegando al 69 por ciento de la misma, frente a un 31 por ciento de los barrios obreros. Para el período comprendido entre 1946 y 1960, la urbanización residencial aunque disminuye frente al período anterior, conserva el porcentaje más alto, el 52 por ciento, contra el 35 por ciento de los barrios obreros y un incremento importante de la urbanización estatal con un 13 por ciento. Luego, en el período siguiente, entre 1960 y 1966, a pesar de la proporción de área urbanizada por el Estado, el 14 por ciento, son las urbanizaciones que cumplen con las normas las que aportan el área más importante, el 67,7 por ciento, mientras que las urbanizaciones clandestinas llegaron al 18,3 por ciento. Para los años comprendidos entre 1966 y 1972 la urbanización que cumplía con las normas concentró el 53 por ciento contra el 27 por ciento de los desarrollos clandestinos y el 20 por ciento de la urbanización estatal.
Para los años de 1972-1977 empiezan a regir las Normas Mínimas de Urbanización y de Servicio, expedidas en 1974, una propuesta del Estado que busca contrarrestar la urbanización clandestina, reglamentando la oferta de lotes con servicios que concentran el 9 por ciento del área. En ese momento, la urbanización que cumple con las normas cubre el 47 por ciento y la urbanización clandestina el 31 por ciento, frente a un 12 por ciento de la urbanización estatal.
Para la segunda mitad del siglo xx la urbanización clandestina muestra que su participación en el crecimiento de Bogotá tiene una proporción no despreciable en la formación de la ciudad contemporánea:
BOGOTÁ. URBANIZACIÓN CLANDESTINA, 1960-1991Periodo | Crecimiento ilegal hectáreas/año | Participación en crecimiento total de la ciudad |
1960-1966 | 84 | 18,10% |
1966-1972 | 90 | 26,90% |
1972-1977 | 97 | 31,80% |
1984-1986 | 121 | 34,60% |
1986-1991 | 127 | 41,70% |
Fuente: Jiménez, Luis Carlos, citado por Saldarriaga, Alberto, op. cit., pág. 158.
Otra fuente nos proporciona una información que nos permite aproximarnos a una mejor comprensión de los aportes realizados por la urbanización que se adelanta al margen de las normas estatales.
ESTIMATIVO DEL NÚMERO DE HABITANTES Y DE LA SUPERFICIE DE LOS ASENTAMIENTOS URBANOS ESPONTÁNEOS, COMPARADOS CON LA CIUDAD EN SU CONJUNTO1970 | 1972 | ||
Población de los barrios piratas y barrios de invasión | 1 268 050 | 1 682 203 | |
Población total de Bogotá | 2 585 300 | 2 850 170 | |
Población en asentamiento urbanos sobre el total | 49% | 59% | |
Superficie de los barrios piratas y de invasión en hectáreas | 14 161 | 14 161 | |
Superficie de asentamientos espontáneos sobre el total | 35% | 38% |
Fuente: Torres, Alfonso, op. cit., pág. 36. La información para 1970 proviene del Departamento Nacional de Planeación y para 1972 del Departamento Administrativo de Planeación Distrital.
Esta información nos muestra que los asentamientos populares ocuparon un poco más de la tercera parte de la superficie urbana de Bogotá, pero debido a la alta densidad de estos barrios, donde las zonas verdes y demás espacio público eran mínimos, en 1972 se encontró que cerca del 70 por ciento de la población de la ciudad ocupaba el 27,48 por ciento del área destinada a vivienda, y el 30 por ciento vivía en el 72,6 por ciento de esa área69.
Estos datos proporcionan un panorama amplio de la participación de los barrios populares en la construcción de la ciudad contemporánea, y muestran que la historia del sur de Bogotá no es una historia aislada sino que forma parte de la construcción de la ciudad de hoy; además permite ilustrar que lo que allí ha sucedido ha sido una vía de formación urbana más general que particular. En términos generales, más de la mitad de la ciudad ha tenido un origen de urbanización espontánea, informal o “pirata”. Se trata de una ocupación por fuera del control del Estado, en lo que respecta a la observancia de las normas urbanísticas, así como a la regulación de la vida social. Para ello, los habitantes de estos barrios tuvieron que crear sus propias reglas de convivencia, como lo fue en la urbanización del valle del Tunjuelo. En esta historia de formación urbana de Bogotá la carencia de normas no ha sido el problema. Las dificultades han estado en la falta de voluntad para aplicarlas, pues normas ha habido, pero la falta de regulación estatal tiene que ver con el buen negocio que ha sido el loteo sin observancia de las mismas.
Barrio Venecia
La historia del barrio Venecia presenta diferencias sustanciales con el origen y desarrollo de los barrios que se formaron a finales de la década del cuarenta. La urbanización se inició al occidente del valle del Tunjuelo, con lo que el poblamiento del mismo se diferenció de los barrios que la precedieron, que tendían a estar sobre el camino a Usme o en sus cercanías. Otro elemento diferenciador es que fue urbanizado con la forma de loteo, por parte de Ospinas y Cía., empresa que observó la legislación que el Distrito tenía para este tipo de barrio.
A diferencia de lo que encontramos en los barrios vecinos, para el desarrollo de esta urbanización hay que tener presente que un equipamiento institucional, como es la Escuela de Policía General Santander, se convirtió en un elemento que favoreció el desarrollo urbano de esta zona de la ciudad. Igualmente, la carretera a Bosa, sobre la cual se trazó la Autopista al Sur, facilitó este desarrollo. Otro factor que influyó en esta urbanización fue la fábrica de automotores Colmotores, como lo recuerda un poblador:
“Debemos ser concientes que también lo que exaltó mucho al barrio fue la ensambladora Colmotores… Ya en ese tiempo tenía 1 300 trabajadores y como siempre estaba un poquito distanciado, porque estaba muy poco construido, entonces los trabajadores llegaban aquí y tenían que traer la familia a llevarles el almuerzo por que había épocas en que no les daban almuerzo… Lo digo yo que trabajé en Chrysler Colmotores 20 años; eso era una romería, eso era llegar una visita a la fábrica porque eso era un trigal ahí, pero Colmotores ya empezó a aportar”70.
La hacienda La Laguna era una propiedad que comprendía los humedales y parte de la laguna formada por las aguas del Tunjuelo. Por lo tanto en temporada de lluvias, las partes bajas de esta hacienda se inundaban, y con ello la laguna se extendía por los potreros. Las tierras secas eran utilizadas para el cultivo del trigo y la cebada.
La urbanización de la hacienda comenzó en 1958 cuando el propietario realizó el negocio con la urbanizadora Ospinas y Cía., empresa que creó la Urbanización Muzú S. A., y ésta inició la venta de lotes de 160 metros cuadrados. La transacción entre el propietario de la tierra y la compañía urbanizadora se realizó por medio de la escritura 3163 del 7 de septiembre de 1953, de la Notaría Primera de Bogotá, con la cual se constituyó la sociedad denominada Urbanización Muzú S. A.. A ella aportó el señor Pedro Navas el potrero denominado Muzú de la hacienda La Laguna, con una extensión de 102 fanegadas —más 4 803 varas cuadradas—, en ese momento en el municipio de Bosa. En un principio el barrio heredó el nombre de la hacienda, La Laguna71. La urbanización se fue desarrollando en forma gradual; a medida que se iba llevando a cabo este proceso fueron creándose los sectores, tres en total. Uno comprendía los terrenos que limitan con la Escuela de Policía General Santander, hasta la carrera 51, hoy la avenida de mayor importancia del barrio72.
Algunos de los primeros pobladores de este barrio procedían de distintos barrios de la ciudad y otros de municipios cercanos a la capital. Hay que tener presente que la firma Ospinas y Cía., ha sido una de las empresas urbanizadoras más importantes que ha tenido Bogotá. Barrios como La Soledad, Palermo, El Chicó, Belmira, entre otros, han sido desarrollados por esta empresa, la cual inició sus actividades en los años cuarenta.
La urbanizadora adelantó la subdivisión de la hacienda y puso en venta a crédito los lotes, para facilitar el acceso a ellos. Los compradores recibían el lote y tenían que encargarse de la construcción de las viviendas. Muchos de ellos eran albañiles, oficio que facilitó la rápida construcción de las primeras casas:
“Yo compré un lotecito a Ospina y Cía., en ese tiempo, en 1958, como mi profesión en albañil era… yo mismo empecé a construir mi casita”73.
Si la urbanización fue diferente a la de los barrios que se iniciaron en la localidad de Tunjuelito en la década anterior, también lo fue el hecho de que al tratarse de una empresa urbanizadora formal y con un gran prestigio, y de que los lotes se vendían a plazos de dos años, se requería que los compradores tuviesen un ingreso fijo. Por esto encontramos que estos primeros pobladores se desempeñaban como empleados en diferentes empresas y organismos del Estado, o al menos tenían ingresos demostrables. Pero si se compraba el lote, la construcción de la vivienda requería de un esfuerzo adicional bastante exigente. La urbanizadora había construido una casa modelo.
“Compré un lotecito aquí, empecé a hacer la casa con una pica y una pala que compré en la Caja Agraria y 100 pesos, y estoy con mi familia. Cuando ya hice la primera pieza, me pasé el 11 de noviembre de 1958”74. “En esa época cuando nosotros llegamos a mirar el sitio para poder comprar, la verdad es que esto era una laguna, y el vendedor de Ospina y Cía. era el señor Carrillo, el cual nos ofrecía muchas garantías. A mi señora le gustó demasiado el sitio por lo plano, vivíamos en el 20 de julio un poquito más arriba, entonces en esa época yo trabajaba en la Industria Militar, yo soy militar desde el 53”75.
La urbanización La Laguna se entregó con las calles trazadas, recebadas, sin luz ni agua; en un principio fue un barrio obrero, y todos los lotes eran uniformes, de 8 metros de frente por 20 de fondo. El agua se transportaba desde una pila que había en Fátima y una llave ubicada frente a la Escuela General Santander —lugar de aprovisionamiento de varios barrios de la localidad. Cuando ya había más habitantes, la primera Junta de Acción Comunal solicitó el agua y la luz76.
Los nuevos habitantes del barrio, en un gesto de apropiación simbólica del lugar que estaban habitando, comenzaron a buscar un nuevo nombre para el lugar. Este ejercicio de toponimia no ha sido otra cosa sino la búsqueda de elementos de identidad barrial, de apropiación del espacio a través de un significado propio para establecer diferencias con el pasado rural y su toponimia ancestral. En esta semántica del territorio por parte de los pobladores, es importante la escogencia del nombre, pues es el ejercicio de bautizar, de crear una nueva historia por medio de un nombre por ellos escogido.
Con este propósito, algunos propietarios de las primeras casas que se construyeron en esta urbanización se reunieron en el depósito del señor Celis, ubicado en la diagonal 45 entre 49 y 50, y se propuso cambiar el nombre. Ese día se plantearon varios nombres, pero el que más gustó fue el de Venecia, porque se conservaba la tradición del agua. Años antes, cuando se inundaron los otros barrios de la localidad, la prensa los había descrito como una Venecia.
Al ser acogido por la mayoría el nombre del barrio Venecia, también se aprobó que dicho nombre fuera en honor al papa Juan XXIII, quien fuera pastor de la ciudad de Venecia, en Italia. Para comunicarle al papa dicha decisión, le fue enviada una carta en que se le saludaba e informaba que en su honor se le pondría el nombre de Venecia a un barrio de Bogotá, Colombia. Pasados dos meses se recibió la respuesta a dicha carta, en la que se mostraba el santo padre muy agradecido porque el barrio se llamara así y enviaba su bendición para el mismo77.
La parroquia de Santa Cecilia fue entregada por la empresa urbanizadora, aunque la iglesia estaba sin terminar. Los sacerdotes Plácido y Alberto de Cartagena —misioneros de origen español— oficiaban en esta iglesia; la primera misa campal fue celebrada el día que se colocó la última teja, estando aún en obra negra; fue un regalo generoso de los urbanizadores. Esta primera misa fue oficiada por monseñor Bernardo Sánchez, párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Paz, del barrio Santander. La organización de la parroquia estuvo a cargo de la comunidad de los capuchinos, con los padres fray Alberto de Cartagena y fray Plácido de Barcelona a la cabeza. La primera casa cural se localizó en la diagonal 44 n.o 49-51. Para la conclusión del templo se realizaron varios eventos: el primer bazar protemplo, en donde cada diagonal tenía su mesa con variedad de comidas y bebidas, dejó una utilidad de 3 200 pesos78.
Todo esto cambió de significado cuando se decidió que este barrio y en particular esta parroquia serían visitados por el papa. Colombia fue el primer país del continente en recibir la visita de un papa, y Venecia fue el barrio escogido para que el papa Pablo VI celebrase una misa, en la parroquia de Santa Cecilia, el 24 de agosto de 1968 a las 8 de la mañana79.
La noticia se divulgó por todos los medios de comunicación, una vez se hizo oficial que el santo padre oficiaría una misa en el barrio Venecia. Muchas familias querían conocer el barrio para saber cuáles eran las vías para llegar. Para los venecianos este acontecimiento fue visto como una bendición de Dios, pues trajo muchos beneficios: la pavimentación de las principales calles del barrio, la adjudicación de 120 teléfonos, y además, dio a conocer mundialmente el barrio. La Junta de Acción Comunal procedió a dividir el barrio en tres sectores, y en cada sector se formó un comité de trabajo que debía preparar a la comunidad para el recibimiento del papa. La solicitud de la junta era que todas las calles debían estar muy limpias, que las viviendas se pintaran y que para ese día se debían colocar tres banderas: la de Colombia, la eucarística, y la del barrio con sus tres colores: blanco por la pureza de la visita del santo padre, verde por la hacienda de La Laguna y azul por el agua que fue donada por los fundadores del barrio. Venecia fue escogido como el barrio para la visita del papa por sus buenas vías de comunicación, como la Autopista del Sur y la avenida 68 que comunicaba con el templete en el Parque El Salitre —actualmente Simón Bolívar—, además de ser representativo de un tipo de urbanización popular80.
Desde un principio la urbanización contaba con la aprobación del Distrito y cumplía con las normas urbanísticas vigentes en ese entonces. En razón de ello, cada uno de los compradores de lotes fue solucionando el acceso a los servicios públicos. No hubo necesidad de realizar conexiones ilegales, pues Ospinas dejó instaladas las redes, con lo que para acceder al servicio domiciliario bastaba con ir a las oficinas correspondientes de la Empresa de Acueducto y solicitar la acometida del servicio81. Algo similar sucedió con la energía eléctrica: “Cuando tuvimos la luz fue para todos, aquí no hubo contrabando de luz, sino que de una vez se solicitaba y se bajaba la luz”82.
El acceso a los servicios públicos no demandó la organización de los vecinos para establecer cómo resolver estas necesidades. Cada cual, según sus posibilidades económicas, pagaba la conexión a las redes de servicios. El primero que llegó fue el acueducto; la casa que lograba su conexión facilitaba el agua al vecino que aún no la tenía, para lo cual se fijaba entre los vecinos una tarifa por el agua consumida83.
Al igual que las redes de servicios, la compañía urbanizadora hizo la cesión correspondiente de los lotes destinados a los equipamientos institucionales. Ospinas y Cía. dejó una amplia zona verde donde luego se construyó la iglesia, la sede de Acción Comunal y el Colegio Cooperativo. Al parecer, el centro de salud se construyó en dos lotes que eran propiedad de la Lotería de Bogotá y que ésta donó al barrio84. Estas construcciones se consolidaron 10 años después de iniciada la urbanización:
“Gran centro vecinal se construirá en Venecia: se construirá en un lote continuo a la iglesia y propiedad del distrito, tendrá como nombre Pablo de Tarso, será una construcción de un piso, donde se adelantarán asistencia y orientación familiar”85.
La presión por el mejoramiento de la malla vial fue liderada por los industriales. En cercanías al barrio Venecia se hallaban las sedes de grandes industrias, muchas de las cuales ya estaban desde antes del proceso de crecimiento urbano de esta parte de la ciudad, otras se encontraban en expansión. Son ellos los que presionan por el mejoramiento de la Autopista del Sur:
“Amplio plan de vías para el sur de Bogotá. Los industriales, le hicieron llegar al alcalde Barco una carta, en donde con estudios técnicos y censos de tránsito de carros hacen ver la necesidad de la ampliación de la Autopista Sur, en especial entre la Sultana y Muzú y el retén del sur en donde por ahora existe un flujo de 1 500 vehículos y cuya capacidad es tan sólo de 800”86.
El acceso a los servicios educativos también presenta una historia un tanto diferente a la que vivieron los otros barrios. En ella se evidencia que el hecho de formar parte del Distrito Especial y no encontrarse por fuera de la jurisdicción de la ciudad —como sucedió con los otros barrios conformados antes de 1955— fue una gran ventaja para Venecia, al igual que su condición de legalidad, que le permitía obtener rápida atención por parte de las autoridades distritales.
A los cuatro años de iniciada la urbanización, el barrio ya contaba con un gran número de habitantes y una población infantil sin acceso a la escuela. Viendo la necesidad de que los niños pudiesen estudiar y de no tener que ir hasta el barrio Muzú donde ya existía el colegio Santo Ángel, la comunidad veneciana pidió la colaboración del Distrito para crear una institución educativa en el barrio. Para ello se solicitó al Ministerio de Educación que se asignara una escuela para el barrio. La respuesta fue positiva, y se le solicitó a la comunidad que consiguiera una sede para instalar la primera escuela; esta casa estaba situada en la diagonal 47 con 4987.
Además, Ospinas y Cía. tenía dos galpones utilizados para el depósito de materiales de construcción donde funcionaba el campamento de la obra, que una vez concluida la urbanización, y al quedar sin uso, fueron cedidos para instalar allí la escuela primaria88.
El acceso al transporte público también se facilitó por la existencia de una aceptable malla vial que comunicaba al barrio con Bogotá, aunque las calles estaban sin pavimentar. Una vez el barrio fue creciendo y el número de usuarios del transporte justificó la extensión de las rutas de buses, sencillamente los transportadores comenzaron a hacerlo.
La proximidad a los equipamientos industriales e institucionales facilitó a la comunidad veneciana el acceso a varios servicios. Además, el encontrarse el barrio en el cruce de los caminos que conducen al sur y el que de allí comunica con el suroriente, fue definiendo una vocación comercial del mismo, que le produjo cambios radicales y transformó por completo su destino inicial de ser un barrio residencial. Su mayor comunicación con la ciudad se deja notar con el acceso a los bancos: el primero que comenzó a prestar servicios al barrio fue el Banco Popular, ubicado frente a la Escuela General Santander. La primera sucursal bancaria instalada dentro del barrio fue la Caja Agraria89. Esto empezó a evidenciar la importancia económica que comenzaba a tener la zona.
Pero no fue sino hasta los ochenta que se inició uno de los mayores dolores de cabeza para la comunidad. Con el auge del comercio llegaron las llamadas residencias, que nacieron de una modesta casa de dos pisos destinada al alquiler de habitaciones por horas. Su dueño, aprovechando que sus vecinos sólo tenían para ese entonces dos opciones: vender o aguantar la mala vecindad, logró hacerse a la tercera parte de la cuadra. Para ese entonces, todas estas casas, aproximadamente unas 12, quedaron interconectadas y la mayoría se utilizaron para el mismo fin. La sorpresa más grande la tuvieron los habitantes del sector, cuando se observó que sobre la carrera 50 y en menos de un año se construyó un impresionante edificio de siete pisos que comenzó a funcionar como motel90.
Adicionalmente con el auge del comercio comenzó la invasión del espacio público por los vendedores ambulantes.
Barrio San Benito
El territorio que hoy ocupa el barrio de San Benito formó parte de la hacienda que comenzó a parcelarse a finales de la década del cuarenta, como ya lo anotamos en el capítulo anterior. Este lugar comenzó a ser habitado por agricultores que cultivaban legumbres y algunas frutas. A esto se agregaba la cancha de tejo, que a su vez servía de tienda, piqueteadero y panadería, regentada por don Eliseo Álvarez y su esposa, Adelaida91.
En un comienzo los hortelanos, que todavía están organizados alrededor de la actividad, y que se dedicaron y se dedican a cultivar hortalizas y a comercializarlas, salían en sus zorras a vender sus productos a la plaza España92. También, desde principios de los años cincuenta empezaron a llegar los primeros curtidores, que se instalaron en la esquina de la actual carrera 18 con calle 59 B sur, en la margen derecha del río Tunjuelito93.
En 1960 se inició la urbanización de este lugar por parte de la familia Santamaría Dávila, propietarios de la tierra. El urbanizador fue Joaquín Dávila, quien en 1957 hizo los planos del trazado hasta la calle 57. Este terreno se dividía en la 57: para el norte era de los Santamaría Dávila y para los otros lados pertenecía a los hortelanos, habitantes de parcelas. En la etapa de formación del barrio los servicios urbanos los prestaba el barrio San Carlos, que para ese año ya estaba consolidado. Allí iban a misa, acudían a la plaza de mercado —ubicada donde se encuentra el Rombo— y a los asaderos de cordero.
Los hortelanos eran propietarios de parcelas, y a medida que iban llegando más familias o les llegaban familiares, subdividían las parcelas. No era pirata, en el sentido legal, porque la tierra era de ellos. Así fueron vendiendo pedazos de tierra hasta que se terminó de poblar el barrio. Esta urbanización duró alrededor de cinco años y sólo hasta 1987 se logró legalizar.
Debido a este origen —en el que no hubo una empresa urbanizadora como tal—, la traza de San Benito difiere completamente de las que encontramos en los otros barrios de la localidad, donde se nota que cada traza corresponde con una estrategia de venta de las parcelas y los lotes por parte de un urbanizador. En este caso, los hortelanos fueron subdividiendo sus parcelas, en algunas continuó el cultivo de hortalizas, en otras se fueron estableciendo curtiembres y en algunas se construyeron viviendas. Posteriormente, desde 1975, comenzó el auge de San Benito, y es entonces cuando se produjo el trazado definitivo y se conformaron tres sectores en la parte baja del barrio: “después de la iglesia eran los Manzanos; en la parte de la Avenida era la Luna y aquí los Olivos”94.
Para 1963 el barrio aún carecía de servicios95. Al principio la urbanización dejó unas pilas de agua y de ahí se sacaba para los alimentos. Como no había tanta contaminación, la ropa se lavaba en el río. El agua limpia se cogía de las pilas y del zanjón.
Como ya lo hemos descrito para los barrios vecinos, San Benito también carecía de alcantarillado, y por ello las aguas servidas se desviaban hacia los trigales de El Tunal, donde se encontraban los humedales. La construcción de las redes de alcantarillado se inició luego de una protesta organizada en 1967 por el párroco de San Carlos, como presión al alcalde Jorge Gaitán Cortés. Gracias a esto se satisface finalmente la necesidad del barrio. Las redes de alcantarillado de San Carlos y San Benito se instalan al mismo tiempo, al igual que las del acueducto96.
No obstante, estas obras no solucionaron el problema de las inundaciones estacionales del río Tunjuelo.
Las primeras curtiembres que se instalaron en San Benito no pasaban de ser actividades totalmente artesanales. Pasarán varios años para que esta actividad se industrialice. El hecho de contar con parcelas ubicadas en el umbral de la ciudad y el campo, y la cercanía al río Tunjuelo, fueron condiciones que atrajeron a los primeros curtidores a este lugar.
A los primeros curtidores la carencia de servicios también los afectaba. El agua se llevaba a las curtiembres desde la orilla del río en canecas metálicas de 55 galones. Tampoco había electricidad, las labores se realizaban totalmente en forma manual, de la carnaza desprendida se producía la cola. El trabajo de cocción, corte y secado de la cola fue, al igual que sus olores, característico de San Benito97.
En 1959 llegó el primer curtidor de cueros de Villapinzón. Quienes iniciaron la industria del cuero fueron los coleros: en San Benito no se procesaba cuero sino pegantes, muy utilizados en la carpintería. Las primeras curtiembres fueron llegando paulatinamente a partir del cierre de todas las fábricas del barrio Santander, donde había más de 100 establecimientos de industrias de cuero98. En este barrio se formó y funcionó por muchos años el primer grupo de curtidores de Bogotá. Algunos de los curtidores de San Benito aprendieron el oficio como obreros de los teneros del barrio Santander. Con esto se creó el intercambio de actividades de diverso tipo entre los dos barrios. Una de las razones para que los curtidores del Santander se trasladaran a San Benito fue el cambio del uso del suelo, actualmente residencial y comercial99.
Los primeros tambores giratorios de madera, donde se introducen las pieles para proceder a la curtiembre, eran movidos con motores de gasolina. Poco a poco se fueron introduciendo nuevos tambores, lo cual exigió la instalación de motobombas de gasolina para extraer el agua del río100. Con el establecimiento de los servicios de acueducto y energía, la industria del cuero comienza a crecer rápidamente.
El lote donde se construyó la iglesia, concluida en 1989, fue donado por un hortelano, y el primer párroco fue un sacerdote español, Carlos Wispun, recordado por su trabajo con las comunidades.
El centro de salud fue gestión comunitaria, al igual que el colegio, el jardín infantil y la “sala cuna”. Con la coordinación del párroco, quien se puso al frente, se hizo la construcción del salón comunal, gracias a los aportes de la comunidad que traía ladrillos y otros materiales. El lote fue donado por el propietario de la tierra, así como el lugar donde se instaló el mercado. No queda claro si fue una donación o correspondió a una cesión obligatoria como parte de la urbanización de sus tierras.
Ciudad Tunal
“¿Necesita usted casa? Así la obtiene: Bogotá, la capital de la república, tendrá una nueva ciudad dentro de su extensiva área. En el Tunal, el ICT adelanta actualmente la construcción de 450 apartamentos con características similares en construcción y costos al adjudicatario y los anunciados en Pablo VI”101.
De esta manera se promovió la iniciación de esta urbanización, producto de los programas de vivienda del Instituto de Crédito Territorial, ICT, con la que se rompe la tendencia de la construcción de barrios obreros en el sur de Bogotá, como hemos visto hasta ahora.
El Tunal era una gran hacienda, que había sido propiedad de José María Sierra —Pepe Sierra—, gran propietario de tierras en cercanías de Bogotá a comienzos del siglo xx. Sus tierras eran propicias para el cultivo de los cereales y la ganadería. Por ello, los recuerdos de los primeros habitantes de este lugar se remiten a los extensos potreros sembrados con trigo y cebada y a los hatos ganaderos. De aquí se sacaba el trigo y la cebada para vender en la plaza España, así como en los mercados de Tunjuelito y de San Carlos; también se vendía algo de leche a los vecinos de la hacienda102.
La Beneficencia de Cundinamarca era la propietaria de estas tierras, que fueron vendidas a la Corporación Autónoma Regional y al Instituto de Crédito Territorial, según escritura pública número 10 330 de 1968 de la Notaría Sexta de Bogotá. La señora Zoraida Cadavid de Sierra, heredera de Pepe Sierra, era la propietaria original103.
Luego, la car y el ict procedieron a la partición de estos terrenos, según la escritura pública número 3 478 de noviembre 15 de 1978 de la Notaría 18 de Bogotá, por lo que fue el Instituto de Crédito Territorial el encargado de la construcción de lo que se llamó Ciudad Tunal104.
Con ello se dio inicio a la idea de Ciudad dentro de la ciudad, programa que cambió el esquema que hasta ahora había predominado en la urbanización del sur, como era la venta indiscriminada de parcelas y lotes sin el cumplimiento de las normas mínimas de urbanización, por una oferta de vivienda —casas y propiedad horizontal— que contaba con todos los servicios públicos.
Los habitantes que llegaron a esta urbanización ya habitaban la ciudad y, además, varios de ellos eran residentes de la localidad de Tunjuelito, donde se encuentra El Tunal105, por lo que su relación con este espacio se remonta a varios años antes.
La percepción que estos habitantes tenían de estos potreros que se encontraban en los extramuros de la ciudad era todavía la de una vida rural asociada al cultivo de los cereales y a la cría del ganado; las tapias que cercaban la hacienda y dividían los potreros reafirmaban este paisaje rural en medio de un entorno que ya estaba urbanizado, además de ser sede de industria pesada.
Esto comienza a cambiar en los años sesenta, durante la administración de Virgilio Barco Vargas, cuando se adquiere la hacienda de El Tunal, y sus terrenos se incluyen dentro del programa de obras de preparación de la ciudad para el Congreso Eucarístico. Además, como parte del nuevo mobiliario urbano que introduce el alcalde, se incluye la construcción del Parque El Tunal, uno de los de mayor extensión que tiene la ciudad.
Cuando en 1968 se inicia la construcción del parque, los vecinos presenciaron el derrumbamiento de las tapias de la hacienda como un acto simbólico de integración de este espacio a la ciudad, pues las tapias dividían los barrios entre sí, impidiendo la circulación entre ellos. Así, por ejemplo, Santa Lucía estaba separada por una de las tapias que impedía la continuidad de las calles hacia el sur. Si bien el de El Tunal no fue uno de los parques que mayor atención recibió por parte de la administración distrital y permaneció mucho tiempo medio abandonado, la construcción del inem Santiago Pérez a comienzos de la década del setenta, así como la primera etapa de Ciudad Tunal I —casas en la modalidad de vivienda bifamiliares—, sí generó una integración de los antiguos potreros de la hacienda con el resto de los barrios106.
Sin embargo, la inclusión efectiva de estos terrenos a la ciudad fue muy lenta, pues aun cuando se construyeron las otras etapas de Ciudad Tunal, el paisaje de ese espacio era el de potreros abandonados.
La construcción inicial de los conjuntos residenciales no estuvo acompañada del establecimiento de un equipamiento urbano que supliera las necesidades de los nuevos habitantes. Por ello, para el abasto de alimentos tenían que recurrir a las plazas de mercado de los barrios San Carlos, Inglés y Santa Lucía, preferidas por hallarse a corta distancia y porque brindaban productos a precios más asequibles que respondían a sus necesidades107. Además, las plazas no servían solamente para el abasto de alimentos, sino también para crear vínculos y consolidar las relaciones entre los vecinos.
Sector I. La agrupación Tunal I fue construida sobre un terreno adquirido por el Instituto de Crédito Territorial en el año de 1974, en una extensión de 14 096 metros cuadrados. El ict procedió a levantar los apartamentos de dos, tres y hasta cuatro habitaciones. Una parte de ellos fue vendida al Fondo Nacional del Ahorro, entidad que se encargó de asignarlos a empleados oficiales mediante la modalidad de crédito hipotecario; los apartamentos tenían valores entre 150 000 y 180 000 pesos, y los plazos de pago iban desde los 10 a los 15 años108. El primer sector estaba conformado por 29 bloques, con un total de 408 apartamentos.
“En términos arquitectónicos, El Tunal correspondió a un esfuerzo por buscar nuevas alternativas arquitectónicas luego de la construcción de Ciudad Kennedy, urbanización que generó muchas críticas. Para superar las deficiencias que mostraba el gran proyecto Ciudad Kennedy, en El Tunal las viviendas multifamiliares se proyectaron sobre un sistema espacial integral, basado en mallas modulares tridimensionales que integran los espacios públicos y privados, para lo cual el bloque de viviendas se compuso de unidades superpuestas con el fin de que cada una tuviese un espacio abierto propio. Debido al corte súbito del programa, el proyecto quedó inconcluso y hubo que esperar una década para su continuación”109.
Sector II. El ict, dueño de los terrenos circundantes a El Tunal primer sector, proyectó el segundo sector con el que se complementó la urbanización en su proyecto inicial, y cuya conclusión convirtió a Ciudad Tunal en un centro de vivienda y de servicios de gran importancia para el sur de Bogotá.
Esta segunda etapa se realizó de manera diferente. Estuvo a cargo del Banco Central Hipotecario, bch, entidad que elaboró el proyecto y lo ofreció a las constructoras para que se encargaran de la ejecución de las propuestas, con el fin de fortalecer sus funciones como banco hipotecario. Por medio de esta fórmula se procedió a la construcción de 32 unidades adicionales110.
El nuevo diseño arquitectónico empleado en esta segunda etapa escogió la fórmula de unidades familiares de cinco pisos, con amplios parqueaderos, rodeadas de zonas verdes y dotadas de salones comunales, lugares de juegos para niños, locales comerciales, vías peatonales, y como exclusividad se empezó a utilizar la luz solar para los calentadores de agua, con el fin de economizarles a los propietarios parte del consumo de energía111.
Si se habla de manzanas, el proyecto inicial era de 33, aunque sólo se concluyeron 32, de las cuales 28 están edificadas y el resto del espacio se destinó para zonas verdes y parques. El bch empezó a bautizar las manzanas con los nombres de los departamentos del país; cuando se llegó a Risaralda y a Quindío no se continuó con el nombre de los departamentos sino que se les dieron denominaciones de otro tipo112.
Una vez se concluyó la construcción de las unidades multifamiliares, en el centro del complejo se construyó el Centro Comercial Ciudad Tunal, que vino a convertirse en un hito arquitectónico y de servicios para todo el sur de la ciudad. Los proyectos que se construyeron después, como El Condado de Santa Lucía, tienen un tipo de construcción y estética diferentes, pues se modificaron las fachadas113.
Es importante reseñar que el sistema de crédito hipotecario estaba basado en la modalidad de financiación de la UPAC, que amarraba los intereses a los cambios en el costo de vida. Esto generó un alza en las cuotas de amortización de los préstamos que los compradores de los apartamentos de El Tunal estaban pagando. Por ello, cerca de 2 000 apartamentos fueron intervenidos y muchos propietarios terminaron perdiendo sus viviendas. Esto desató un fuerte movimiento social de deudores hipotecarios114. Lo que sucedió en El Tunal anunciaba lo que luego sucedería en la ciudad de manera generalizada con la crisis de los deudores de upac a finales de los años noventa.
Por otra parte, la condición legal de propiedad horizontal y los derechos que cada propiedad tiene sobre los bienes comunales, han generado en algunos casos, dificultades en el manejo de los mismos. En buena parte, los enredos por los manejos de estos bienes fueron causados por el bch, pues este banco no legalizó la titulación de esos espacios ni protocolizó las escrituras correspondientes, de tal manera que su manejo y adjudicación quedó en el aire, lo que permitió que algunas personas sacaran provecho del limbo jurídico en que se encontraban estos bienes. Para solucionar esto se creó la Junta Central de Condominios, paralela a la existente Junta de Acción Comunal115.
En Ciudad Tunal II se tenía planeado construir 7 000 apartamentos en tres etapas. La primera se construyó entre 1984 y 1987 y la segunda a partir de 1988, para un total de 6 800 apartamentos. Cuando estalló la crisis de los deudores, se detuvo la construcción de la tercera etapa, cuya construcción la realizaron otras urbanizadoras y la bautizaron con otros nombres, como El Condado de Santa Lucía y El Tunal Reservado. Para muchos, Ciudad Tunal II era el “Chicó del sur”. Vivir allí era sinónimo de distinción y expresión de buena posición económica116.
Gran parte de los compradores de los apartamentos de este conjunto residencial fueron profesionales y comerciantes, pero también había otras personas que no tenían ingresos fijos y que no estaban preparados para las exigencias —tanto económicas como sociales— que implicaba el comprar y habitar este tipo de vivienda. Lo que para muchos parecía como un sueño de cambio de vida, para otros se convirtió en una pesadilla, debido al atraso en las cuotas en razón de la crisis económica que se vivía entonces. Así, entre 1986 y 1994 se desató un fuerte conflicto social derivado del incremento de las deudas hipotecarias, que así como produjo para muchos la pérdida de sus apartamentos, para otros produjo la dura refinanciación, y desencadenó la intervención de la policía para proceder con los desalojos, la rapiña de los abogados, el liderazgo de varios residentes y la intervención de numerosos políticos, desde candidatos presidenciales, hasta ministros, pasando por concejales y ediles de la ciudad.
Cuando el conflicto se agudiza, y ante la negativa del bch de una negociación diferente a la jurídica, los vecinos se organizan y participan a través de la Junta Central de Condominios —ente creado por el mismo banco. Esta organización coordina las acciones durante todo el proceso con el bch. Es interesante encontrar que en ella hicieron presencia militantes políticos de toda índole: liberales, conservadores, comunistas, “emes”, socialdemócratas y socialistas, amén de los vecinos que no militaban en ningún partido; todos ellos buscando hacer proselitismo político con los afectados por la crisis117.
Además, de las 1 800 familias que perdieron sus apartamentos, fueron muchas más las que tuvieron que vender para no entrar en cesación de pagos. Algunas, al producirse el acto de lanzamiento de sus viviendas, optaron por ocupar el Centro Integral Uno, conocido con el nombre de Unisur, local que estaba destinado a servir de sede de las actividades comunales de la ciudadela. Veintisiete familias convirtieron en sus viviendas esta parte del área común, aunque 9 de ellas luego fueron desalojadas de allí en razón de que no cumplieron con las reglas que los ocupantes habían establecido118.
TEJIDO SOCIAL Y TEJIDO URBANO
En el sur de Bogotá, el Estado termina haciéndose responsable de la construcción de la infraestructura; las tierras rurales se urbanizan sin mayores responsabilidades por parte del propietario y los pobladores urbanos inician el proceso de conformación del barrio. Todo esto se hace con una pobre presencia del Estado, que no ejerce autoridad para imponer unas mínimas condiciones de espacios públicos.
Es entonces el comprador del lote el encargado de integrar el pedazo de tierra que adquirió al tejido urbano. A partir de este momento encontramos la construcción del tejido social, que se da en ausencia del Estado y del urbanizador.
Antes de construir su casa, la gente construye tejido social. Éste se crea a partir de las iniciativas de los primeros vecinos que comienzan a asentarse. En la década del cuarenta y parte del cincuenta empiezan a aparecer las llamadas Juntas de Mejoras, organizadas por los primeros pobladores urbanos, probablemente siguiendo la experiencia de la Sociedad de Mejoras y Ornato —organización de acción social de la elite bogotana. Estas Juntas de Mejoras, que aparecen en estos barrios, personifican la primera forma de organización barrial.
La segunda es la parroquia, ya que va generando otro tipo de organización social gracias al trabajo comunitario que implica construir el templo, a través de bazares, rifas, concursos, reinados, etc. Además, de las labores sociales que se adelantan alrededor del mismo.
El tercer espacio de construcción de tejido social se encuentra conformado por la Junta de Acción Comunal, jac, que es la organización fundamental en la historia de Bogotá, sin la cual no se puede entender la ciudad del siglo xx. Fundadas en 1958, al inicio del Frente Nacional y hasta la alcaldía de Peñalosa, se va a encontrar que las jac van a significar una gran red social —aproximadamente 1 700 juntas—, que llega a tener a finales del siglo xx más de 200 000 afiliados, lo que las convierte en una de las redes sociales más importantes que tiene la ciudad.
La construcción de este denso tejido social que se construye en Bogotá en buena parte es facilitado por el tipo de poblamiento que tiene Bogotá, que es fundamentalmente cundiboyacense. Bogotá es una ciudad de cultura andina, más del 80 por ciento de sus orígenes son cundiboyacenses, más boyacenses que cundinamarqueses, y esto genera una forma de cohabitación, una forma de ritos, fiestas, comidas, culturas, imaginarios, comportamientos, que se ponen en común con cierta naturalidad, con relativa facilidad en el momento de conformación de las comunidades barriales.
LA CONSTRUCCIÓN DE LO PÚBLICO DESDE LO COMUNITARIO
Si bien hubo muy poca presencia del Estado en la formación de Bogotá, se encontraron diversas manifestaciones de organización comunitaria. La gente construye comunidad, antes de construir barrios. Esto surge de la necesidad y ante la ausencia del Estado; así el espacio público, en buena parte de la ciudad, se forma desde lo comunitario y no desde lo estatal.
Otro espacio de construcción de tejido social se da a partir de la politización que ocurre con el Frente Nacional. A partir de 1958 aparece la politización de estas organizaciones, y con ello se consolida otra forma de regulación social: el clientelismo.
El clientelismo es una forma de regulación social, de control. Las redes de clientelas las montan sobre las redes comunitarias o las convierten en redes de clientela, como sucede con algunas Juntas de Acción Comunal o con algunas organizaciones comunitarias, e inclusive con algunas parroquias. Este sistema de clientela va a generar una privatización de lo público y otra forma de regulación social, porque la presencia del Estado va a llegar a los barrios a través de un intermediario político que negocia esta presencia por los votos que cobra por la construcción de una infraestructura de servicios públicos.
Así, pese a una histórica ausencia del Estado en la construcción de lo público, encontramos una ciudad cuyos índices de violencia en el acceso al suelo urbano fueron mínimos comparados con los de otras ciudades. En Bogotá, además, el tipo de población de la ciudad y el origen de los fundadores de los barrios, van a generar una formación de tejidos sociales alrededor de lo comunitario. Estas organizaciones comunitarias sustituyeron a algunos agentes del Estado ante la necesidad de construir lo público a través de sistemas de regulación.
Finalizando, los cuchos, como le llaman en los barrios a los fundadores, tejieron redes sociales muy fuertes con el fin de resolver esa ausencia de entidades estatales. Son ellos los encargados de negociar con los que tienen poder político ante los entes del Estado, para conseguir los servicios de teléfono, acueducto, alcantarillado, luz, etc.
Pero este esfuerzo por construir tejido social no se hereda. Por supuesto, las generaciones siguientes encuentran que las principales necesidades urbanas están resueltas: las casas construidas, los principales servicios públicos funcionando, los problemas de infraestructura resueltos, etc. Sin embargo, hay otro tipo de tensiones, derivadas de problemas en la educación, el empleo, entre otras adversidades que generan otra clase de violencia urbana. Entonces, existe un bache generacional muy fuerte entre las organizaciones sociales. La socialización de los fundadores —de los hacedores de barrios—, es muy distinta a la de las siguientes generaciones, donde la socialización y la consolidación de comunidad son concebidas de forma diferente. Este esquema se puede, en cierta medida, aplicar hasta los años setenta. De ahí en adelante encontramos una ciudad que genera nuevas tensiones, que se han manifestado a través de diversas formas de violencia en las décadas de los ochenta y los noventa.
——
Notas
- 1. Esto es particularmente agudo durante la República conservadora (1880-1930), cuando el Estado delegó en la Iglesia católica algunas de sus funciones, como fue el manejo de la educación y la administración de buena parte del territorio nacional, a través de las misiones apostólicas. Luego, en los años veinte, con el auge cafetero, se delegaron en el gremio cafetero funciones como el cobro de impuestos, por ejemplo.
- 2. Zambrano, Fabio, Historia de la localidad de Tunjuelito. El poblamiento del valle medio del río Tunjuelo, Bogotá, Universidad Nacional, 2004, págs. 64 y ss.
- 3. Suárez, Adriana María, La ciudad de los elegidos. Crecimiento urbano, jerarquización social y poder político. Bogotá, 1910-1950, tesis de grado de Historia, Universidad Nacional, 2001, pág. 58.
- 4. Suárez, Adriana María, op. cit., pág. 67.
- 5. Ibíd., pág. 75.
- 6. Ibíd., pág. 81.
- 7. Zamora, Gabriel, “Los límites de Bogotá”, Registro Municipal, n.o 109-110, Bogotá, julio de 1937, citado por Suárez, Adriana María, op. cit., pág. 56.
- 8. Citado por Mejía, Germán y Zambrano, Fabio, Bogotá. La zonificación decimonónica, inédito, págs. 72-73.
- 9. Ibíd., págs. 74-75.
- 10. Citado por Cortés Díaz, Marco, La anexión de los 6 municipios vecinos a Bogotá en 1954, Bogotá, Universidad Nacional, 2006, pág. 37.
- 11. Ibíd., pág. 59.
- 12. Ibíd., pág. 65.
- 13. Museo de Desarrollo Urbano, op. cit., pág. 84.
- 14. El Tiempo, 25 de enero de 1955. Citado por Cortés Díaz, Marco, op. cit., pág. 67.
- 15. Son varios los edificios nacionales que se construyen en este periodo. Por ejemplo, la Universidad Nacional, la Biblioteca Nacional, los edificios de los ministerios, el Parque Nacional, entre otros.
- 16. Hofer, Andreas, Karl Brunner y el urbanismo europeo en América Latina, Bogotá, El Áncora Editores, Corporación La Candelaria, 2003.
- 17. Zambrano, Fabio, op. cit., pág. 58.
- 18. Cromos, n.o 771, 18 de junio de 1931.
- 19. El Espectador, 12 de agosto de 1946.
- 20. El Tiempo, 12 de septiembre de 1947.
- 21. El Tiempo, 30 de noviembre de 1947.
- 22. Cromos, 4 de junio de 1938.
- 23. Cromos, 30 de diciembre de 1940.
- 24. El Espectador, 30 de diciembre de 1946.
- 25. Paper Chase, El Gráfico, 23 de mayo de 1936.
- 26. Rojas, Rodrigo, Humedales en la sabana de Bogotá. Una mirada histórica durante los siglos xv a xix, Bogotá, IDCT, 2000.
- 27. Osorio, Julián Alejandro, El río Tunjuelo en la historia de Bogotá. 1900-1990, tesis de grado de Historia, Universidad Nacional, 2003, pág. 54.
- 28. El Tiempo, 11 de marzo de 1947.
- 29. El Tiempo, 26 de febrero de 1947.
- 30. El Tiempo, 16 de octubre de 1947.
- 31. El Espectador, 2 de marzo de 1945.
- 32. Pardo, Restrepo y Santamaría Ltda., Edición conmemorativa de los 50 años de su fundación, Bogotá, OP Gráficas, 1988, págs. 18 y 19.
- 33. El Espectador, 1.o de agosto de 1946.
- 34. El Espectador, 30 de abril de 1947.
- 35. El Tiempo, 21 de octubre de 1947.
- 36. El Tiempo, 29 de febrero de 1948.
- 37. El Tiempo, 15 de julio de 1947.
- 38. El Tiempo, 10 de enero de 1947.
- 39. El Tiempo, 17 de enero de 1947.
- 40. Mejía, Germán y Zambrano, Fabio, La zonificación decimonónica, inédito, pág. 60.
- 41. En el siglo xx la ciudad creció 63 veces, al pasar de 100 000 almas en 1905 a 6 322 700 en 1999. Es importante tener presente que la ciudad venía creciendo aceleradamente más de una década antes del 9 de abril de 1948. Subrayamos esto para comprender mejor que la violencia no ha sido el único factor explicativo de esta historia.
- 42. Saldarriaga, Alberto, Bogotá siglo xx. Urbanismo, arquitectura y vida urbana, Bogotá, Alcaldía Mayor de Bogotá, 2000, pág. 87.
- 43. Torres, Alfonso, La ciudad en la sombra. Barrios y luchas populares en Bogotá. 1950-1970, Bogotá, Cinep, 1993, pág. 27.
- 44. Ibíd., op. cit., pág. 29.
- 45. El Tiempo, 15 de julio de 1947, pág. 7.
- 46. El Tiempo, 18 de enero de 1950, pág.10.
- 47. Moreno, Carmen Helena, y Durán, María de Jesús, Historia del barrio Tunjuelito. Localidad 6, Bogotá, Concurso de Historias Barriales y Veredales, DAACD, 1999, pág. 1.
- 48. Ibíd., pág. 6.
- 49. El Tiempo, 17 de noviembre de 1958.
- 50. Entrevista al señor Armando Cabrera, barrio San Carlos, 15 de agosto de 2003.
- 51. El Espectador, 29 de junio de 1949, pág. 6.
- 52. El Espectador, 21 de julio de 1949, pág. 3.
- 53. Jiménez de Quesada, Gonzalo (seudónimo), El pensador de mi barrio o historia del barrio San Carlos, Bogotá, Concurso de Historias Barriales y Veredales, DAACD, 1999, pág. 11.
- 54. Ibíd.
- 55. Ibíd., pág. 14.
- 56. Los avisos están reproducidos en la historia barrial que estamos citando. Op. cit., pág. 19.
- 57. Ibíd., pág. 20.
- 58. El Espectador, 14 de enero de 1950, pág. 1.
- 59. El Tiempo, 1.o de agosto de 1949, pág. 2.
- 60. El Tiempo, 15 de agosto de 1949, pág. 2.
- 61. El Tiempo, 5 de septiembre de 1949, pág. 11.
- 62. El Espectador, 25 de septiembre de 1967, pág. 9A.
- 63. El Tiempo, 2 de diciembre de 1958, pág. 14.
- 64. El Espectador, 20 de enero de 1961, pág. 5.
- 65. El Espectador, 22 de marzo de 1959, pág. 3A.
- 66. Saldarriaga, Alberto, Bogotá siglo xx. Urbanismo, arquitectura y vida urbana, Bogotá, Alcaldía Mayor de Bogotá, 2000, pág. 86.
- 67. Para comprender mejor esta idea sugerimos mirar el trabajo de Suárez, Adriana María, La ciudad de los elegidos, op. cit. En esta investigación histórica se puede ver la estrecha relación que ha existido en Bogotá entre la pertenencia a la elite y la participación en los espacios decisorios sobre la ciudad.
- 68. Información facilitada por el urbanista Luis Carlos Jiménez, a quien agradecemos. Los datos que siguen a continuación provienen de dicha fuente.
- 69. Torres, Alfonso, op. cit., pág. 36.
- 70. Testimonio recogido en el barrio Venecia. Salón Comunal, junio de 2003.
- 71. Testimonio presentado por el señor Jorge M. Garcés, barrio Venecia, junio de 2003.
- 72. Corazón de Esperanza, Juanito (Seudónimo), Historia fragmentada de una comunidad, Concurso de Historias Barriales y Veredales, DAACD, 1998, pág. 18.
- 73. Rodríguez, César, barrio Venecia, junio de 2003.
- 74. Garcés, Jorge M., barrio Venecia, junio de 2003.
- 75. Solano, Adolfo, barrio Venecia, junio de 2003.
- 76. Garcés, Jorge M., barrio Venecia, junio de 2003.
- 77. Ibíd.
- 78. Garcés, Jorge M., barrio Venecia, junio de 2003.
- 79. El Tiempo, 20 de julio de 1968.
- 80. Garcés, Jorge M., barrio Venecia, junio de 2003.
- 81. Ibíd.
- 82. Ibíd.
- 83. Ibíd.
- 84. Ibíd.
- 85. El Tiempo, 5 de septiembre de 1968.
- 86. El Tiempo, 16 de febrero de 1968.
- 87. Garcés, Jorge M., barrio Venecia, junio de 2003.
- 88. Ibíd.
- 89. Ibíd.
- 90. Corazón de Esperanza, Juanito (seudónimo), op. cit., pág. 66.
- 91. Ladino, Froilán, Entre hortalizas, cueros y balones, Concurso de Historias Barriales y Veredales, DAACD, Bogotá, 1997, sin paginación.
- 92. Testimonios de Nepomuceno Bernal, Vicente Rodríguez y doña Herlinda, 24 de julio de 2003.
- 93. Ladino, Froilán, op. cit.
- 94. Ibíd.
- 95. El Espectador, 12 de marzo de 1963, pág. 13A.
- 96. El Tiempo, 22 de marzo de 1968, pág. 6.
- 97. Ladino, Froilán, op. cit.
- 98. Taller barrio San Benito.
- 99. Ladino, Froilán, op. cit.
- 100. Ibíd.
- 101. El Bogotano, 2 de agosto de 1967, pág. 2.
- 102. Entrevistas realizadas con habitantes de este barrio el día 14 de julio de 2003.
- 103. Quincar (seudónimo), Historia barrio Tunal, Bogotá, IV Concurso de Historias Barriales y Veredales, DAACD, 2000, pág. 5.
- 104. Ibíd., pág. 6.
- 105. Ibíd.
- 106. Ibíd.
- 107. Ibíd., pág. 13.
- 108. Quincar, op. cit., pág. 39.
- 109. Saldarriaga, Alberto, op. cit., pág. 216.
- 110. Entrevista realizada el 14 de julio de 2003.
- 111. Quincar, op. cit., pág. 29.
- 112. Entrevista realizada el 14 de julio de 2003.
- 113. Ibíd.
- 114. Ibíd.
- 115. Ibíd.
- 116. Barragán, José Bernardo, Tunal II. Sueños y realidades, Bogotá, Concurso de Historias Barriales y Veredales, DAACD, 1999, pág. 7.
- 117. Ibíd., pág. 29.
- 118. Ibíd., pág. 57.
#AmorPorColombia
La ciudad se expande al sur
En el sur de Bogotá se reflejan los contrastes de un crecimiento desordenado, en las peores condiciones, con una urbanización planificada para mejorar la calidad de vida. El esfuerzo de las últimas administraciones ha estado encaminado a borrar la diferencia que ha existido entre la ciudad del norte y la ciudad del sur y es indudable que al respecto se han hecho avances extraordinarios. Hoy los contrastes se han reducido y es posible predecir que en una o dos décadas las diferencias habrán desaparecido, no sólo gracias al mejoramiento de las finanzas distritales, que ha permitido aumentar la inversión en el desarrollo de las comunidades más afectadas por la pobreza, sino a una nueva conciencia de los habitantes que los ha convertido en sujetos activos de su progreso como individuos y como comunidad. El sector de Las Malvinas.
En el sur de Bogotá se reflejan los contrastes de un crecimiento desordenado, en las peores condiciones, con una urbanización planificada para mejorar la calidad de vida. El esfuerzo de las últimas administraciones ha estado encaminado a borrar la diferencia que ha existido entre la ciudad del norte y la ciudad del sur y es indudable que al respecto se han hecho avances extraordinarios. Hoy los contrastes se han reducido y es posible predecir que en una o dos décadas las diferencias habrán desaparecido, no sólo gracias al mejoramiento de las finanzas distritales, que ha permitido aumentar la inversión en el desarrollo de las comunidades más afectadas por la pobreza, sino a una nueva conciencia de los habitantes que los ha convertido en sujetos activos de su progreso como individuos y como comunidad. El barrio BCH, foto de noviembre de 1955.
Hospital de San José. ca. 1935.
Hospital de San Juan de Dios. ca. 1935.
Jardín del Asilo de Locas, situado en la antigua fábrica de municiones de El Aserrío, en la carrera 6.ª con la calle 7.ª, donde funcionó entre 1908 y 1938, año en que fue trasladado a Sibaté.
Patio central del Asilo de Locas, situado en la antigua fábrica de municiones de El Aserrío, en la carrera 6.ª con la calle 7.ª, donde funcionó entre 1908 y 1938, año en que fue trasladado a Sibaté.
Plano de Bogotá en 1933, elaborado para promocionar la venta de lotes en el nuevo barrio residencial de Teusaquillo. El plano muestra asimismo la forma considerable en que la ciudad se había extendido hacia el sur y el rápido avance hacia el norte.
El gran arquitecto urbanista suizo, Charles-Édouard Jeanneret, llamado Le Corbusier, vino a Bogotá en 1947 con ocasión de las obras que se adelantaban para adecuar la ciudad a la realización de la IX Conferencia Panamericana. Durante su estadía en la capital, el célebre arquitecto dijo que aparte de los cerros, La Candelaria y el Capitolio Nacional, el resto de la ciudad carecía de personalidad. En la foto Le Corbusier; el arquitecto bogotano Fernando Martínez Sanabria y Augusto Tobito, arquitecto venezolano colaborador de Le Corbusier.
Chircales Rafael Uribe Uribe en la localidad de Usme, al extremo suroriental de Bogotá.
La Regadera, abierta en 1938, abastecía el acueducto de Vitelma, con aguas de los ríos San Cristóbal, Tunjuelo y Bogotá.
Puente de Bosa sobre el río Tunjuelo, construido a principios de siglo. En este punto de Bosa el río Tunjuelo desemboca en el río Bogotá, tras recorrer una cuenca de 53 kilómetros que parte de la laguna de Chisacá, en el extremo suroriental de la ciudad.
Hasta 1940, La Picota era un campo agrícola experimental. En 1943 se le destinó para penitenciaría nacional y en 1946 se trasladaron allí los presos del Panóptico de Bogotá.
Los edificios de la Escuela de Policía General Santander, en Muzú, fueron inaugurados por el presidente Alfonso López en 1938.
El paradisíaco valle del Tunjuelo en 1930.
El río Tunjuelo a comienzos de los cincuenta.
Sector de las gravilleras en la vía a Usme.
Barrio Los Laches, uno de los más abigarrados del sur.
Panorámica de una zona de Ciudad Bolívar, la localidad más grande y poblada de la ciudad, y la de mayor complejidad social.
La localidad 19, Ciudad Bolívar, ha sido objeto de los mayores esfuerzos de la administración del Distrito Capital para dotar a ese conglomerado con la infraestructura y el marco legal adecuados, que en los últimos años han transformado el modo de vida de las comunidades que la conforman, entre ellas la de Patio Bonito, que aparece en esta foto. Los ediles de Ciudad Bolívar, con el apoyo de los habitantes, que pasan del millón, han reglamentado y determinado los espacios públicos locales para dar prevalencia a la realización de actos culturales, deportivos, recreacionales o de mercados temporales; con el enunciado de “Una localidad al alcance de la niñez”, se acordó el Plan de Desarrollo Económico, Social y de Obras Públicas para la localidad; se creó el Consejo Local de Deportes y Recreación, el Consejo Local de Educación y la Veeduría Ciudadana de la Educación en la localidad.
Desde mediados de los cincuenta los desbordamientos del río Tunjuelo, o Tunjuelito, fueron el mayor dolor de cabeza que el invierno traía para los residentes de la localidad. Las casas y las calles quedaban anegadas. El problema de las crecientes del río Tunjuelo se ha solucionado con la construcción de la presa de Cantarrana, que entró en operación el 30 de abril de 2007 y que beneficia a más de un millón de residentes de la localidad.
Matadero de Tunjuelito, años cincuenta.
Casas del barrio La Fragua, al sur de Bogotá, primeras que se hicieron por el sistema de autoconstrucción
Panorámica del sur entre la calle 1.ª sur y la calle 30 sur y las carreras 1.ª a 18. En la zona verde, Hospital San Carlos. Foto de 2002.
En términos generales, el sur de Bogotá se ha expandido sin una debida planificación y con escasez de zonas verdes. Sin embargo, es un sector de intensa actividad comercial e industrial, que en las últimas décadas ha recibido notables mejoras en la calidad urbanística. Seis de los grandes parques de la ciudad están en el sur oriental y occidental de Bogotá: San Cristóbal, Primero de Mayo, Ciudad Montes, El Tunal, Timiza y Mundo Aventura. Foto de 2001.
El barrio San Carlos fue uno de los más beneficiados por las obras públicas a mediados de los cincuenta. En la foto de 1969, obras de ampliación de la avenida 13.
La inundación de las calles en muchos barrios del sur y del centro occidente, como El Carmen, en épocas de invierno, era producto de la insuficiencia o la inexistencia de alcantarillado. Foto de 1968.
En muchos barrios del sur, en los años cincuenta, no llegaba el acueducto y los vecinos tenían que salir con ollas a esperar los tanques cisterna, que no siempre llegaban. Hoy el servicio de acueducto cubre el 98 por ciento de la ciudad.
El desordenado crecimiento del sur se ha reflejado también en la variada gama arquitectónica y ornamental de sus viviendas. La iniciativa individual de los nuevos poseedores de vivienda ha dado a los barrios de este sector capitalino una identidad, basada en la diversidad de gustos, la preferencia por los colores, los adornos, los simbolismos, expresados según la procedencia de los habitantes, y coincidentes en una alegre variedad creativa.
El desordenado crecimiento del sur se ha reflejado también en la variada gama arquitectónica y ornamental de sus viviendas. La iniciativa individual de los nuevos poseedores de vivienda ha dado a los barrios de este sector capitalino una identidad, basada en la diversidad de gustos, la preferencia por los colores, los adornos, los simbolismos, expresados según la procedencia de los habitantes, y coincidentes en una alegre variedad creativa.
El desordenado crecimiento del sur se ha reflejado también en la variada gama arquitectónica y ornamental de sus viviendas. La iniciativa individual de los nuevos poseedores de vivienda ha dado a los barrios de este sector capitalino una identidad, basada en la diversidad de gustos, la preferencia por los colores, los adornos, los simbolismos, expresados según la procedencia de los habitantes, y coincidentes en una alegre variedad creativa.
El desordenado crecimiento del sur se ha reflejado también en la variada gama arquitectónica y ornamental de sus viviendas. La iniciativa individual de los nuevos poseedores de vivienda ha dado a los barrios de este sector capitalino una identidad, basada en la diversidad de gustos, la preferencia por los colores, los adornos, los simbolismos, expresados según la procedencia de los habitantes, y coincidentes en una alegre variedad creativa.
El desordenado crecimiento del sur se ha reflejado también en la variada gama arquitectónica y ornamental de sus viviendas. La iniciativa individual de los nuevos poseedores de vivienda ha dado a los barrios de este sector capitalino una identidad, basada en la diversidad de gustos, la preferencia por los colores, los adornos, los simbolismos, expresados según la procedencia de los habitantes, y coincidentes en una alegre variedad creativa.
El desordenado crecimiento del sur se ha reflejado también en la variada gama arquitectónica y ornamental de sus viviendas. La iniciativa individual de los nuevos poseedores de vivienda ha dado a los barrios de este sector capitalino una identidad, basada en la diversidad de gustos, la preferencia por los colores, los adornos, los simbolismos, expresados según la procedencia de los habitantes, y coincidentes en una alegre variedad creativa.
Inaugurada a finales de 1953, la Autopista Norte, que comenzaba en la calle 80, tenía por objeto agilizar el tránsito entre Bogotá y los municipios del norte de la sabana —Chía, Cajicá, Tenjo, Tabio, Zipaquirá, etc.— y conectar con la Carretera Central del Norte. Los sectores urbanizados entonces sobre la autopista no alcanzaban a llegar a la calle 80. Hoy pasan de la calle 200.
Autopista Norte con la calle 116, vista al oriente. Al fondo, Usaquén, ca 1969.
Las haciendas La Cabrera y El Nogal se urbanizaron a finales de la década de los treinta y dieron lugar a dos de los barrios residenciales más elegantes y atractivos de Bogotá, en el que entonces era el límite norte de la capital, la calle 87. Foto ca. 1964.
Los asentamientos clandestinos, o urbanizaciones piratas, no fueron un fenómeno exclusivo del sur. Aparecieron en todos los puntos de la ciudad. En el norte, barrios como San Cristóbal Norte, situados entre las calles 161 y 170 abajo de la carrera 7.ª, fueron el producto de urbanizadores inescrupulosos que vendían lotes sin servicios, y sin autorización legal del distrito, a gentes que trataban desesperadamente de conseguir un techo. Con los años la acción del distrito ha venido transformando las agrupaciones tuguriales en comunidades florecientes. Se han legalizado los lotes y las urbanizaciones, se les ha provisto de los servicios básicos como energía y acueducto, y se ha mejorado notoriamente la calidad de las viviendas.
Los asentamientos clandestinos, o urbanizaciones piratas, no fueron un fenómeno exclusivo del sur. Aparecieron en todos los puntos de la ciudad. En el norte, barrios como La Cita, situados entre las calles 148 a 151 arriba de la carrera 7.a, fueron el producto de urbanizadores inescrupulosos que vendían lotes sin servicios, y sin autorización legal del distrito, a gentes que trataban desesperadamente de conseguir un techo. Con los años la acción del distrito ha venido transformando las agrupaciones tuguriales en comunidades florecientes. Se han legalizado los lotes y las urbanizaciones, se les ha provisto de los servicios básicos como energía y acueducto, y se ha mejorado notoriamente la calidad de las viviendas.
Las actividades deportivas han tenido gran incremento en los colegios de Bogotá, tanto públicos como privados. Desfile inaugural de las olimpiadas estudiantiles en el barrio Venecia, al suroccidente de la capital, el 7 de agosto de 1972.
Avenida General Santander, en el barrio Venecia, localidad de Tunjuelito. La vía arteria fue construida en la década de los setenta con el esfuerzo de los vecinos mediante el sistema de acción comunal, con el aporte de empresarios que tenían sus industrias en el sector, y del gobierno distrital. Foto de diciembre de 1975.
Embalse seco de Cantarrana, pensado desde 1965 y construido, después de numerosos y sucesivos proyectos, entre 2002 y 2006. Se inauguró el 30 de abril de 2007. Soluciona los graves problemas ocasionados por los desbordes del río Tunjuelo, que afectaban a una comunidad de más de medio millón de habitantes. La presa de Cantarrana tiene también el propósito de servir como parque recreativo del sector. Fue realizada por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, EAAB.
El barrio San Benito, situado entre las carreras 17 y 19 y las calles 57 a 59 sur, en la margen norte del río Tunjuelo, ha sido una de las víctimas constantes de las inundaciones causadas por los desbordes de dicho río en las temporadas de invierno. Fotografía de 1987.
Desde su asentamiento en los terrenos del barrio, en 1960, los vecinos de San Benito han tenido que organizar anualmente brigadas para despejar las calles del lodo y la basura que deja el río Tunjuelo después de cada desbordamiento. Con la presa seca Cantarrana, inaugurada en abril de 2007, que controlará los desbordes del Tunjuelo, se pondrá fin a este drama. Fotografía de 1992.
Ciudad Tunal, adelantada en 1977 por el Instituto de Crédito Territorial, en la localidad de Tunjuelito, es uno de los proyectos residenciales y urbanísticos más ambiciosos en el sur de la ciudad. Ha transformado por completo el sector. Hoy cuenta con uno de los grandes parques de la ciudad, el Parque de El Tunal, donde se llevan a cabo toda clase de actividades deportivas y culturales; una biblioteca pública de admirable arquitectura, que forma parte de la red de Bibliotecas Públicas de Bogotá, y un excelente centro comercial.
En diciembre de 1986 se inauguró el Centro Comercial Ciudad Tunal, en el corazón del gran complejo urbanístico. Fue el primero que operó en el sur de la ciudad y se constituyó no sólo en un hito arquitectónico, sino en el motor del desarrollo de esa parte de la capital.
Canchas de tenis y basquetbol en el complejo deportivo del Parque Ciudad Tunal.
Lavadero público en Ciudad Bolívar, 1992. En 15 años, un notorio progreso ha hecho que estas escenas desaparezcan de la localidad. Si bien son muchos los problemas sociales que aún subsisten, Ciudad Bolívar es hoy una comunidad que avanza por el camino del desarrollo económico, social y cultural.
La acción comunal, coordinada por las autoridades, tenía como eje y motor a los vecinos de los barrios, y gracias a este sistema no sólo se solucionaron numerosos problemas, que de otro modo habrían persistido, sino que se creó un fuerte hábito de conciencia social y de solidaridad ciudadana. Los vecinos del barrio El Consuelo, en las faldas de los cerros orientales, construyen una vía de acceso por medio de la acción comunal, 1979.
La acción comunal, coordinada por las autoridades, tenía como eje y motor a los vecinos de los barrios, y gracias a este sistema no sólo se solucionaron numerosos problemas, que de otro modo habrían persistido, sino que se creó un fuerte hábito de conciencia social y de solidaridad ciudadana. Por el mismo sistema, los habitantes del barrio Versalles, de Fontibón, se dedican a arreglar las vías para permitir el acceso de los buses, que no llegaban allí debido al pésimo estado de las calles. Foto de 1968.
Texto de: Fabio Zambrano Pantoja
Las dinámicas que presenta la expansión hacia el sur resumen el proceso de urbanización que se lleva a cabo en buena parte de la ciudad en la segunda mitad del siglo xx. Desde el barrio informal, o pirata, la invasión, lo mismo que la intervención del Estado mediante urbanizaciones formales construidas por el Instituto de Crédito Territorial (ICT) o el BCH, hasta la venta de lotes por grandes urbanizadoras, por ejemplo Ospinas y Cía. Todas tienen en común un proceso generalizado de urbanización de las haciendas. Aunque en algunos casos se cumplen las normas urbanísticas, en la mayoría estas observancias son extrañas. Barrios como San Carlos, Tunjuelo o Venecia, se constituyen en una especie de laboratorio de la urbanización de Bogotá al finalizar el siglo xx.
Como ya lo señalamos, el siglo xix no significó para Bogotá un período de grandes transformaciones, a diferencia de lo que ya comenzaba a suceder, de una u otra forma, en diversas capitales latinoamericanas. Hay que esperar las exportaciones cafeteras para contar con una tímida modernización de Bogotá al inicio del siglo xx. Este retardo exportador posterga la modernización de la capital por un buen tiempo e incide en el tipo de urbanización que presenta, en el cual estuvo ausente la industria como elemento estructural del espacio urbano.
Además, el modelo liberal de desarrollo resultante de esta vía capitalista va a tener efectos decisivos sobre el tipo de urbanización que se desarrolla en el sur de Bogotá. Durante el periodo de la República conservadora (1880-1930) se impone un fuerte anti-intervencionismo del Estado, que lleva a una debilidad del mismo. Esta política de debilitamiento de lo público afecta al Estado central, y también se deja sentir, con mucha fuerza, en el proceso de urbanización de Bogotá, como se verá más adelante.
Por ello el modelo liberal de desarrollo que se impuso estuvo marcado por un vigoroso predominio del interés privado sobre el público. Desde finales del siglo xix se desarrolló un fuerte proceso de privatización de funciones propias del Estado, ya sea porque éste delega funciones públicas en actores privados, ya sea porque subordina la acción estatal a intereses particulares. Se consolida así un modelo caracterizado por un acentuado conservadurismo social, donde se buscaba una modernización, pero sin profundizar en la modernidad. Ésta es una de las razones para entender por qué el Estado no escogió a la capital como símbolo del proceso de modernización, impidiendo con ello transformaciones importantes en su desarrollo urbano, cosa que sí sucedió en otros países de la región. En Bogotá estuvo ausente la acción del Estado que convirtiera el espacio urbano capitalino en el escenario triunfal del nuevo modelo, representado en grandes obras. En Bogotá la urbanización recorrió otros caminos; allí la presencia del Estado no fue definitiva ni la industrialización fue el motor que impulsara el tren del crecimiento urbano. De este modelo surge una sociedad que mantiene elementos del mundo tradicional, con estructuras de la modernización capitalista, lo cual se deja sentir en el desarrollo urbano1.
Por razones ya mencionadas, la ciudad comienza a extenderse en sentido norte y sur. En la periferia sur, la ciudad de comienzos del siglo xx terminaba en el barrio Las Cruces. Más al sur, las laderas del sureste, ricas en gredas, materia prima para la fabricación de ladrillo y teja, dieron origen a la formación de barrios que nacieron asociados al trabajo del barro. La periferia norte, donde las tierras ofrecían condiciones propicias para la ganadería, en razón de la mala calidad de sus suelos, estaba poco poblada. La periferia occidental estaba despoblada, su urbanización será un proceso de la segunda mitad del siglo xx2.
Como ya lo señalamos, el año de 1910 va a constituirse en un hito de la historia urbana de la ciudad. Por ejemplo, el tranvía contribuyó a generar un gran impacto urbanístico, primero hacia el norte y Chapinero, y luego hacia el sur con el tranvía que llegaba hasta el naciente barrio de San Cristóbal. Todas estas novedades modifican la morfología de la ciudad y permiten iniciar el crecimiento represado durante el siglo xix.
Hacia el sur, Bogotá terminaba en la llamada quebrada de La Galera, ubicada aproximadamente en la calle 1.ª. Pasando esta quebrada, se hallaban el molino de la Hortúa, el sitio de Tres Esquinas y los caminos a los municipios de Bosa, Soacha y Usme. En estos extramuros se encontraban los primeros asilos para indigentes, que más tarde dieron origen a los hospitales de la Hortúa, San Juan de Dios y La Misericordia.
Al comenzar la segunda década se empiezan a notar los cambios que se estaban produciendo en los límites del sur, así como las diferencias con la urbanización que se llevaba a cabo en el norte:
“… el área urbana iba más allá de Las Cruces hasta Las Brisas de San Cristóbal (calle 2.ª sur), se habían formado barrios indeseables en la parte oriental y en Bavaria, y sólo hacia el occidente se habían abierto algunas calles en condiciones aceptables; Chapinero se desarrollaba con mayor rapidez hacia el norte (entre calles 64 y 67 y carreras 7.ª y 13), y ya aparecían los barrios de Quesada, Marly y Sucre, iniciados unos diez años antes…”3.
En el mapa de Bogotá de 1913 ya aparecían hacia el sur el asilo de San José, el asilo de indigentes varones, el asilo de ancianos, el asilo de las locas y el orfanato Jesús, María y José. Un poco más hacia el sur se encontraban el colegio San Antonio, el barrio obrero San Francisco Javier, las granjas agrícolas y los comedores escolares de las obras impulsadas por el padre Campoamor. Al sureste, en las laderas, ya se mostraban los chircales que estaban dando origen a urbanizaciones asociadas a ellos.
La ciudad que empieza a surgir con el siglo xx va adoptando la forma de una urbanización tentacular, que se extiende sobre su entorno rural siguiendo los caminos de cercanías, donde la construcción de barrios se da por iniciativa privada y sin la presencia del Estado para regular este crecimiento. Hacia el sur se sigue el camino a San Cristóbal y hacia el norte el camino a Usaquén. Los barrios residenciales que van surgiendo fueron ocupando las fincas aledañas a estos caminos.
JERARQUIZACIÓN SOCIAL Y ESPACIO URBANO
Para Bogotá las cuatro primeras décadas del siglo xx fueron el momento inicial de crecimiento acelerado; la ciudad rompe con sus límites coloniales. Al mismo tiempo, va jerarquizando su espacio urbano y definiendo con ello una diferencia, una polarización entre norte y sur.
En los años veinte el proceso de urbanización en el sur de la ciudad se concentró en los terrenos localizados en los bordes del camino a Usme (cuyo trazado servirá luego para la construcción de la avenida Caracas) y el camino a Bosa y Soacha, o carretera al sur. Por el camino a Usme, y completamente apartado de la ciudad, se inicia la parcelación del barrio Santa Lucía, y al lado del barrio 20 de Julio surge el barrio Suramérica.
Esta urbanización no contó con elementos estructurales que influyeran en el crecimiento, tales como establecimientos industriales, comerciales, recreativos o institucionales, que continuaron concentrados en el centro histórico de la ciudad. El crecimiento no se dio desde el núcleo de la ciudad, que se expande en anillos sucesivos, sino que fue el crecimiento de una ciudad dislocada, que va dejando espacios vacíos en su proceso expansivo y cuya articulación estuvo determinada por el eje norte-sur, con la resultante tendencia lineal que se ha descrito.
En la tercera década del siglo xx el uso del suelo urbano estaba viviendo cambios debido a la movilidad socio-espacial. Por una parte, las elites que habitaban el centro histórico de la ciudad empezaban a abandonarlo para ir a vivir en el norte. Nuevas preferencias habitacionales, la carencia de zonas verdes en el centro de la ciudad y su existencia en el norte, junto con mejores vías de comunicación, explican en parte el éxodo de estas elites. No menos importante fue la intervención del Estado, que fue ubicando de manera preferente en el sur la oferta de asilos y hospitales, así como construyendo las primeras viviendas de obreros, impulsadas por el municipio de Bogotá4. La ciudad no sólo estaba fragmentada sino que, de cierta manera, la legislación municipal impulsaba esa fragmentación, como sucedió en la reglamentación urbanística aprobada para el barrio Primero de Mayo, iniciado en 1923, que formaba parte de una política municipal que se prolongó varias décadas más5.
En 1944, Alfredo Bateman, secretario de Obras Públicas, preparó el primer plan de zonificación de la ciudad, en que dispuso la diferencia de “zonas estrictamente residenciales” de “zonas obreras”. El sur sólo se definía como zona destinada para la construcción de vivienda obrera:
“Zona obrera del sur. Por el occidente y el sur y el oriente el mismo límite de la zona urbanizable desde el puente de Quiroga, en la carretera del sur, hasta un punto situado 30 metros al norte del paramento norte de la calle 14 sur en su cruce con la avenida 13; por el nordeste, desde este último punto se sigue por una recta imaginaria, paralela a la calle 14 sur, hasta encontrar una línea imaginaria paralela a la calle 14; (se sigue por aquí) hasta encontrar la carrera 21, de donde se sigue a lo largo de la avenida 12 sur hasta la carretera del sur o carrera 27, por la cual se sigue hacia el nordeste hasta encontrar el punto de partida”6.
Este crecimiento y la expansión de la ciudad hacia el sur tuvieron efectos legales en cuanto a la modificación de sus límites. Durante el siglo xix la legislación que determinaba el ordenamiento territorial en términos político-administrativos había sufrido varios cambios, por lo cual el valle del Tunjuelo cambió varias veces de jurisdicción.
En cuanto a los límites del municipio de Bogotá en 1883, la Asamblea Legislativa del estado soberano de Cundinamarca determinó como límites al sur los siguientes:
“… Por el límite occidental de la hacienda de Franco con el potrero de Las Flores, hasta encontrar el camellón de Occidente en el punto que se encuentra el río Fucha. Desde este punto para el sur, en el Distrito de Bosa, río Fucha aguas arriba, hasta el punto llamado la puerta de Joaquín…; por el sur, con Usme, pasando este camino por el límite de las haciendas de Llano de Mesa y San Vicente, con la hacienda de los molinos de Chicuasa. Por el Oriente, por esta misma línea hasta el alto llamado de Cruz Verde, en cuyo punto deslinda con Ubaque”7.
Medio siglo después, la ordenanza 31 de 1935 definió otros límites, con elementos nuevos que consignan los cambios que se estaban sucediendo en estas primeras décadas:
“… hacia el Suroeste, hasta encontrar el camino que conduce a… la prolongación de la calle 68; de la intersección del vallado con el camino mencionado, hacia el Suroeste, hasta encontrar el Ferrocarril de Cundinamarca; desde este punto hasta encontrar la carretera nacional de Occidente (y de aquí) hasta encontrar el camino que conduce a Techo; por este camino hasta la intersección con el río Fucha y, aguas arriba, hasta el cruce con el Ferrocarril del Sur…; (desde este lugar) hasta su intersección con el sitio denominado Cuartillo de Queso… y de allí hasta el punto que constituye el lindero de las haciendas de Llano de Mesa y los Molinos de Chicuasa; (por éste mismo) en dirección oriental hasta el cerro de Cruz Verde…”8.
En el acuerdo n.o 15 de 1940, el Concejo del municipio de Bogotá definió nuevos límites para la ciudad, siendo los del sur los siguientes:
“Lindero Sur. Parte del punto anterior sobre la carretera de Oriente, hasta la quebrada de San Cristóbal y por ésta hasta su confluencia con la quebrada de San Blas. De este punto hasta hallar el cruce de la carrera 1.ª Este, con el río San Cristóbal. Por aquí, hasta encontrar la calle 4.ª. De aquí, hacia el Sur, hasta el barrio Primero de Mayo. Por este zanjón hasta un punto situado a 50 metros de la carrera 6.ª, para seguir paralelamente hasta encontrar una línea a 50 metros al sur de la calle 26 Sur, línea que sigue hasta el lindero occidental del barrio 20 de Julio. Desde este punto hasta encontrar el cruce de la carrera 8.ª con el río San Cristóbal. Luego sigue hasta encontrar la Avenida, la cual sigue hasta la calle 27 Sur. De aquí baja hasta la carrera 25 y lindero Sur del barrio Libertador, lindero que sigue hasta la carretera del Sur”9.
Mientras que los límites definidos en 1935 por la Asamblea del departamento de Cundinamarca muestran un paisaje de haciendas y zonas despobladas, los límites definidos por el municipio muestran que la urbanización ha llegado a los bordes del espacio que le corresponde a la ciudad. Este crecimiento de la ciudad, junto con la aparición de urbanizaciones en los municipios vecinos, conlleva a la constitución del Distrito Especial y a la anexión de los municipios vecinos.
LA CREACIÓN DEL DISTRITO ESPECIAL Y LA ANEXIÓN DE USME Y BOSA
Desde el siglo xix se había propuesto el establecimiento de un estatuto especial para la capital. Varias propuestas habían sido discutidas, hasta que en 1905, durante el gobierno de Rafael Reyes, por medio de la ley 17 del 11 de abril de ese año, se aprobó el cambio de su condición de municipio, pero conservando los límites que tenía en ese momento:
“Erígese en Distrito Capital que será administrado por el Gobierno Nacional, el municipio de Bogotá, por los límites que señala la Ley 26 de 1883 del Estado de Cundinamarca”10.
Esta independencia administrativa de Bogotá duró poco. Al concluir el gobierno de Reyes, la ciudad volvió a su condición de municipio, quedando de nuevo bajo el control del departamento de Cundinamarca. Ahora, para mediados del siglo xx, ya era evidente que la ciudad no cabía en sus límites y que su densidad poblacional se acercaba a la que tenía a comienzos del siglo, como se aprecia en el cuadro.
DENSIDADES POBLACIONALES EN BOGOTÁ DURANTE EL SIGLO XXAÑO | POBLACIÓN | ÁREA URBANA, hectáreas | DENSIDAD, hab./hectárea |
1910 | 145 000 | 570 | 254,4 |
1938 | 335 512 | 2 514 | 133,5 |
1951 | 715 362 | 2 700 | 264,9 |
1958 | 1 139 058 | 8 040 | 141,7 |
1964 | 1 697 311 | 14 615 | 116,1 |
1973 | 2 861 913 | 22 299 | 128,3 |
1985 | 4 441 470 | 23 424 | 189,6 |
1993 | 5 484 244 | 26 654 | 205,8 |
Fuente: Cortés Díaz, Marco, op. cit., pág. 15.
Es claro lo que significó para Bogotá la anexión de miles de hectáreas a su área urbana. Sin embargo, el proceso no fue tan transparente como puede parecer. Los intereses de los urbanizadores privados se impusieron sobre los públicos, como se verá más adelante.
Desde 1945 se venía proponiendo la organización de Bogotá en Distrito Especial, con la anexión de municipios cercanos. El Plan Regulador de 1953, presentado por los urbanistas Le Corbusier, Wiener y Sert, partía del análisis de la existencia de varios proyectos urbanos que se desarrollaban por fuera de los límites municipales, como eran los casos del acueducto, cuyas aguas se represaban en el municipio de Usme, y el aeropuerto de Techo, ubicado en Bosa, además de 40 barrios localizados por fuera de los límites de la ciudad11. En este Plan Regulador se propuso la modificación del perímetro de la ciudad y el establecimiento de un plan regional para la sabana, uno de cuyos propósitos era regular la urbanización que se hacía por fuera de las normas urbanísticas existentes. Este plan, que permitiría controlar las áreas de los municipios vecinos, contemplaba también la posibilidad de anexarlos cuando se requiriera12.
Lo que resultó de esto, como se sabe, fue la anexión de los municipios vecinos y el abandono de un plan regulador de la sabana, al igual que del Plan Piloto, que no se convirtió en norma para regular el crecimiento de la ciudad. Estas condiciones permiten entender por qué la gran expansión de Bogotá se produjo sin el correspondiente establecimiento de mecanismos públicos de control del crecimiento urbano. Hay que recordar que el Plan Piloto proponía definir un perímetro urbano para el control de la expansión, comprendido entre la avenida Cundinamarca, hoy carrera 30, y la avenida Primero de Mayo. Pero, la intención del plan de densificar la ciudad para limitar su expansión, fracasó totalmente, en parte debido a la construcción de una serie de obras, como las autopistas del Norte y del Sur, el Centro Administrativo Oficial y el aeropuerto de El Dorado. El gobierno militar de Rojas Pinilla, en especial, con criterio propagandístico, decidió la construcción de obras que dieran una imagen de progreso13.
Con la expedición del decreto n.o 3640 del 17 de diciembre de 1954, se dio inicio, a partir del 1.º de enero de 1955, a la conformación del Distrito Especial de Bogotá y a la anexión de los municipios vecinos. Se expandió así la superficie de la ciudad y quedó demostrado que la reflexión de los urbanistas iba en contravía de los intereses de los urbanizadores. La primera en anunciar su apoyo a la medida fue la recién creada Asociación de Urbanizadores y Parceladores, que contaba con el apoyo de Fenalco, pues les permitía urbanizar sus tierras sin mayores regulaciones, aunque con la obligación de prestarles servicios públicos. La declaración de estos urbanizadores no ocultaba el ambiente favorable que creaba a sus intereses la nueva reglamentación:
“En la reunión fue aprobado un saludo al Alcalde mayor del Distrito y de cooperación con las altas autoridades distritales en la realización de los programas de desarrollo urbano y de mejoramiento y dotación de servicios básicos a las diferentes zonas habitadas de la ciudad. También se plantea, el interés de los urbanizadores y parceladores en coordinar tan importante servicio, especialmente en los actuales momentos en que la ciudad capital ha sido elevada a la categoría de Distrito Especial y requiere una técnica y activa acción de los urbanizadores y parceladores para su ensanchamiento hacia los municipios incorporados.
”Asistieron representantes de las siguientes urbanizadoras: Tunjuelito S. A., Urbanizaciones del Norte S. A., la Urbana S. A., López & Cía., Salazar & Cía., … y muchas otras de especial importancia en el ramo de la urbanización y la parcelación”14.
Paradójicamente, la presencia del prestigioso urbanista Le Corbusier, que formuló uno de los planes de desarrollo urbano más importantes que tuvo la capital en el siglo xx, coincidió con un gobierno militar que decidió dejar de lado esta propuesta de regulación del crecimiento de la ciudad, aprobar la creación del Distrito Especial y la anexión de los municipios y no aplicar los principios propuestos en el plan regulador.
La anexión de Usme, Bosa, Fontibón, Engativá, Suba y Usaquén, significó la inclusión de miles de hectáreas a la urbanización de Bogotá, así como el establecimiento de un plan que regulara el crecimiento urbano en esas nuevas tierras. Los urbanizadores tuvieron el campo libre para parcelar y lotear sin mayores controles del Estado. ?Esta coyuntura va a repercutir en la urbanización del sur de Bogotá.
La carretera a La Regadera
Para los años treinta el crecimiento urbano ha desbordado por mucho la Bogotá del siglo xix. Tanto al norte como al sur, siguiendo los caminos coloniales, la vieja periferia rural comienza a saturarse de barrios que surgen por la actividad urbanizadora privada, sin regulación estatal y en completo desorden. Si bien el Estado no regula este crecimiento, sí incide en él por su escogencia del sur como el lugar de los barrios obreros.
Esta expansión va acompañada del agotamiento de la infraestructura urbana, en especial del servicio de acueducto. En el censo poblacional de 1938, la ciudad llega a 335 000 habitantes, y ya está creciendo a una tasa del 5,5 por ciento anual, la segunda más alta que ha tenido Bogotá en toda su historia. Esta presión demográfica demanda nuevas medidas. Hay que recordar que desde 1930 se inicia la llamada República liberal, cuyos gobiernos van a hacer un esfuerzo por refundar la nación. Esto se reflejó en la simbolización de Bogotá como capital de esa nación y, con ello, en una mayor intervención del Estado central en su desarrollo15.
Como se ha señalado, la coyuntura aprovechada fueron las efemérides del IV Centenario de Bogotá en 1938, para lo cual se formuló un ambicioso plan y se creó una Comisión de Programa, encargada de formular los planes sectoriales y los programas específicos de cada tema, y una Comisión de Fomento Municipal, encargada de su ejecución. En 1933 se creó el Departamento de Urbanismo, primera entidad encargada del planeamiento de la ciudad. Se nombró como primer director al urbanista Karl Brunner, quien inició el primer plan de ordenamiento sistemático y coherente que ha tenido Bogotá16. Los gobiernos nacional, departamental y municipal unieron esfuerzos en la ejecución de los planes, pues todos eran conscientes del atraso urbanístico de la ciudad.
Una obra de enorme trascendencia fue la construcción del primer acueducto moderno, que también influyó en la urbanización del sur. A finales de los veinte no se contaba con una solución satisfactoria para el abastecimiento de agua en la ciudad. Era claro que ésta no podía seguir dependiendo de sus ríos tradicionales y se procedió entonces a buscar otras posibilidades. Los estudios fueron contundentes: había que recurrir a las aguas del río Tunjuelo. Para ello se inició en 1934 la construcción de una represa de 34 metros de alto y 360 de longitud que almacenara cuatro millones de metros cúbicos de agua, un sistema de conducción de 24 kilómetros hasta el alto de Vitelma y una planta de tratamiento17. El 25 de septiembre de 1938 el acueducto de Vitelma empezó a enviar agua tratada al sistema de conducción domiciliaria de la ciudad.
La construcción del embalse de La Regadera, nombre de la vereda donde se levantó la presa y primera obra de ingeniería civil de su tipo en Colombia, exigió el desplazamiento de maquinaria pesada y, para ello, la construcción de una carretera hasta el lugar. Usme quedó así conectada a Bogotá por una vía moderna que seguía el camino colonial. Tiempo después esta carretera sirvió para prolongar la avenida Caracas. A los pocos años de su construcción, empezaron a surgir a lo largo de esta vía urbanizaciones y barrios como Santa Lucía, San Jorge, San Carlos y Tunjuelo.
La carretera a Usme, que consolidó nuevas relaciones con la periferia sur, es contemporánea de la avenida Cundinamarca, hoy carrera 30, trazada dentro de las obras del Plan Brunner de 1937, que se conectaba con el camino a Bosa y Soacha. La avenida Cundinamarca (base para la posterior Autopista al Sur) fue mejorada para comunicar la Escuela de Policía General Santander, ubicada en Muzú, y de allí seguía, como carretera a Bosa, con menores dimensiones. Desde su salida de Bogotá, en inmediaciones de la Ciudad Universitaria, a sus costados se fueron construyendo urbanizaciones, al tiempo que se dejaban vacíos.
A estas vías se sumaban una serie de equipamientos urbanos ubicados al sur de Bogotá que jalonaron la urbanización en ese sentido. Allí se encontraba el antiguo Hospital Militar, el tranvía a San Cristóbal y la urbanización Primero de Mayo, donde se construyó el velódromo que lleva su nombre. Luego se encuentra el Hospital San Carlos, construido en 1948, y más al sur la Escuela de Artillería y La Picota. En dirección a Bosa encontramos el ferrocarril.
Los equipamientos urbanos
Tres equipamientos institucionales presionaron la proyección de la ciudad hacia el sur. El primero, la represa de La Regadera, cuya carretera precipitó la urbanización del Valle del Tunjuelo. El segundo, la Escuela de Policía General Santander, cuya construcción provocó el mejoramiento de una parte del camino a Bosa. El tercero, el Batallón Antiaéreo de La Picota, donde también funcionaba la Escuela de Artillería, construida sobre la vía a Usme18.
En los terrenos de La Picota funcionaba también una granja experimental, donde se realizaban cursos, estudios y ensayos con nuevas especies vegetales y animales, y toda clase de experimentos para mejorar la agricultura de la sabana de Bogotá. Como dependía del gobierno nacional, también se capacitaban allí técnicos agropecuarios de distintos lugares del país, asistidos por asesores extranjeros19. Esta granja fue una de las pioneras de la investigación y la experimentación científicas con fines productivos en Colombia20. Su importancia se refleja en sus continuas participaciones en diferentes escenarios de la vida científica y social del país.
Además de esta granja, La Picota tenía otras instalaciones, como la Escuela Femenina Rural, anexa a la granja experimental, donde las jóvenes, además de las asignaturas académicas, aprendían oficios y artes que las preparaban para los retos de la sociedad moderna21.
Para 1938, como se anotó, al extremo noroeste del Tunjuelo, sobre el camino que comunicaba a Bogotá con Bosa, se construía una institución militar: la Escuela de Policía General Santander, otra obra nacional del gobierno liberal22. Para 1941 los edificios ya se habían terminado y comenzaba una nueva etapa en la historia de la policía nacional, al tiempo que se creaba un equipamiento institucional de gran influencia en el desarrollo urbano de esta parte de la ciudad23.
Aunque ya había en los terrenos de La Picota un espacio educativo, se construye un centro para albergar y educar a niños y jóvenes desamparados, que abundaban en Bogotá. Esta institución se conoce hoy como el reformatorio para menores El Redentor24.
LA URBANIZACIÓN DEL VALLE DEL TUNJUELO
Pero no sólo eran las instituciones del Estado, con presencia en estos lugares, las que jalonaban el desarrollo, también encontramos que las tierras aledañas al río Tunjuelo ejercían atracción sobre los habitantes de la ciudad. Este río, que nace en el páramo de Sumapaz, en cuyas claras aguas se criaba el pez capitán, atravesaba el valle, permitiendo la comunicación fluvial entre el oriente y el occidente. En invierno, el río era navegable en pequeñas balsas entre La Picota y Soacha, donde desembocaba en el río Bogotá. Contaba con algunos puertos, el más conocido cerca a la desembocadura de la quebrada de Chiguaza.
Además de la atracción del río, el valle ofrecía un paisaje variado. Su extremo oriental estaba poblado de alisos, matorrales y plantas nativas, y animales como el venadillo, el conejo y algunas aves. Era un lugar idílico que durante la primera mitad del siglo xx ejercía cierta atracción turística para los bogotanos25. Hacia las estribaciones de la cordillera, el paisaje cambiaba; producto de la extracción de arenas y arcillas, además de la erosión causada por la lluvia y el viento, había una zona árida.
Arena, arcilla, gravilla y calizas para la ciudad
La construcción de la represa de La Regadera permitió el manejo del caudal del río y controló, en las partes medias y bajas, las continuas inundaciones estacionales que afectaban el valle del Tunjuelo. Desde la construcción de La Regadera, la hacienda La Laguna y el valle medio del Tunjuelo empiezan a mostrar un proceso de desecamiento, condición que va a coincidir con la reducción de los humedales, pantanos y lagunas que se presentan en toda la sabana de Bogotá en el siglo xx26. Además, durante la década del cuarenta, hubo un aumento del fenómeno del Niño, produciendo un periodo particularmente seco, con días calurosos y noches extremadamente frías, acompañadas de heladas y una fuerte disminución o ausencia de lluvias27.
Este cambio en las condiciones hídricas del valle del Tunjuelo permitió que buena parte de sus riberas, que hasta entonces eran poco utilizables por las inundaciones y los humedales y lagunas, fueran ahora aprovechadas para la extracción de materiales de construcción, así como para la urbanización. Con la temporada seca que azotó a la sabana en los años cuarenta, la construcción de La Regadera no significó más que una solución parcial a las necesidades de agua de la capital28.
Esta situación climática, junto con el acelerado crecimiento de Bogotá, llevó a las autoridades municipales a iniciar otra obra complementaria al sistema de aprovisionamiento Regadera-Vitelma. En el alto Tunjuelito, en la hacienda El Hato, se construye entonces la represa de Chisacá29, que permite incrementar el control sobre las inundaciones del valle del Tunjuelo.
La construcción de esta represa rápidamente se convierte en polo de desarrollo del sector, pues obliga a adecuar las vías para la entrada de materiales, maquinaria y personal. Al mismo tiempo, sobre la carretera surgen algunas chicherías y tiendas de abastecimiento para los conductores y el personal que por allí se transportaba30.
La demanda de materiales de construcción —como gravilla, gredas y arena— se había incrementado desde los años treinta. En los años cuarenta se instalan la fábrica Alemana de Ladrillos, cerca al barrio Meissen; la fábrica de ladrillos San Marcos, en Ontario; además de empresas dedicadas a la extracción de gravilla en La Fiscala y Yomasa. En los alrededores del barrio Santa Lucía se abren varios chircales31.
El crecimiento del mercado de materiales de construcción llevó a la creación de empresas dedicadas a ello. En 1945 se encontraron valiosos yacimientos de grava en la hacienda La María, los más importantes en las cercanías a Bogotá, cuyos costos de explotación muy pronto demostraron ser los más bajos de todos32. Para hacerlo se fundó la Central de Mezclas, empresa que compró La María e inició la explotación de los yacimientos de gravillas. La importancia de los yacimientos de greda demandó la fundación de la empresa Ladrillera Santa Fe. Estas dos empresas, relacionadas con importantes compañías constructoras, iniciaron la explotación de los materiales. Tales actividades abrieron gigantescas cárcavas en los terrenos de donde se extrajo la materia prima para fabricar el concreto y los ladrillos destinados a la construcción de obras importantes como la Autopista del Norte, la avenida El Dorado y numerosos edificios de la ciudad. El costo ambiental para el valle del Tunjuelo ha sido incalculable, así como el beneficio que recibió la ciudad. Las huellas de este proceso, representadas en las cárcavas profundas que dejó la extracción de los materiales, han quedado inscritas en el paisaje del sur.
Además de la producción de calizas, arena y ladrillo, también eran importantes los hortelanos de San Benito, que surtían los mercados cercanos. En los años cuarenta se construyeron dos fábricas de cola, un pegante utilizado en la industria maderera. Estas nacientes industrias demandaban la presencia de una población trabajadora en sus terrenos.
A la par con las fábricas, aparecen en los caminos, tiendas y chicherías, lugares de socialización de los nacientes barrios, que se van a convertir en una especie de paradores del camino. Entre los más famosos se recuerdan la Chichería de doña Rosa, en San Carlos, y la de El Cuartillo de Queso, en Venecia, en el camino a Bosa. En estos lugares los pobladores empiezan a integrarse, a intercambiar noticias, a difundir información sobre ventas de lotes, a consolidar amistades.
La urbanización informal
Como se ha señalado, la inclusión de este espacio rural dentro de la urbanización no fue producto de ninguna organización, ni se debió a la acción del Estado o a la de urbanizadores que cumplieran con las normas reguladoras de estos procesos. La urbanización del valle del Tunjuelo fue el resultado de las dinámicas propias del crecimiento de Bogotá. El subsuelo de las antiguas haciendas, en cuya superficie se cultivaba trigo y cebada, se valoriza por su riqueza en gravas y arcillas, dando paso a otro tipo de uso de la tierra. Otras haciendas participan en la dinámica urbana, mediante la parcelación y, luego, el loteo. Como muestran los siguientes testimonios, la constante expansión hacia el sur se dio por medio de diversas formas de urbanización:
En 1946 se puso en venta la hacienda La Vuelta del Alto, de 122 fanegadas, que fue comprada para construir allí un nuevo barrio obrero33. En 1947 se pone en venta la hacienda La Fragua, propiedad de Emilio Pardo Umaña, ubicada sobre la carretera al sur, frente a los terrenos de Muzú, y lindante con los terrenos de la fábrica de ladrillos Sin, de Giovanni Roberto Croce, quien la compró34.
“Urbanización Quiroga. En un terreno de 47 fanegadas se construirá nuevo barrio en Bogotá. El alcalde Mazuera anunciará la construcción en la hacienda del mismo nombre que ya ha sido comprada. En el moderno barrio obrero vivirán 7 000 personas proyectados por el municipio en Quiroga”35.
“Urbanizaciones Muzú. Últimas transacciones de Finca Raíz. La firma de arquitectos Urbanizaciones Samper S. A. compró diez fanegadas de tierra situada al sur de Bogotá, en la carretera de occidente, sobre el costado norte y aledaño a la Escuela General Santander, en Muzú. Por las diez fanegadas se dieron cien mil pesos de contado, resultando la vara cuadrada vendida a peso”36.
También hubo intentos de realizar compra de terrenos dentro de los límites de la localidad. Es el caso de los hermanos Bernal que trataron de parcelar los terrenos de lo que hoy son los barrios San Vicente Ferrer, Carmen y Fátima, permiso que les fue denegado37.
Este rápido y desordenado crecimiento de la urbanización en el valle del Tunjuelo y sus cercanías, demandó el mejoramiento de los servicios de transporte público. En 1947 se aprobó la extensión del tranvía hacia el sur38. Con la ampliación de la flota de buses, también se crearon nuevas rutas hacia el sur39.
Así, al finalizar la década del cuarenta, nos encontramos con una urbanización discontinua y desordenada, donde la parcelación y el loteo obedecen a diferentes dinámicas e intereses. La inclusión del sur profundo al espacio urbano bogotano se dio de manera gradual y lenta, resultado de las necesidades de los pobladores por conseguir un lote o una parcela donde edificar su vivienda, y por los intereses de los urbanizadores, ya fueran propietarios de las haciendas o negociantes de tierras, que vieron la oportunidad de hacer grandes ganancias con las necesidades de los demás.
Por otra parte, lo que antaño había sido un impedimento para que los asentamientos humanos prosperaran en este valle de Tunjuelo, ahora los facilitan. Con el crecimiento de la ciudad, su subsuelo, rico en arcillas y gredas —que dificultaron las parcelas de subsistencia, pero beneficiaron el cultivo de los granos en las haciendas trigueras—, es utilizado para la obtención de materias primas para la construcción en la gran ciudad.
La inserción de este valle a la dinámica urbana no fue homogénea. Entre los distintos barrios hubo diferencias, así como amplios intersticios. Algunos de los primeros pobladores utilizaron el terreno para la agricultura y la cría de animales domésticos. Por ello, la primera urbanización mantuvo parte del paisaje rural y las costumbres campesinas. Las siguientes décadas serán de saturación, lenta pero constante, de esos espacios urbanizables, primero bajo la forma de parcelaciones y luego de loteo.
Desde la década del treinta el crecimiento demográfico de Bogotá ha presentado tasas particularmente elevadas. Durante el periodo intercensal 1928-1938 la tasa de crecimiento fue del 3,4 por ciento anual, ya bastante alta; para el periodo 1938-1951 la ciudad creció a una tasa del 5,5 por ciento; luego, durante el periodo 1951-1964, creció al 6,8 por ciento, la más alta tasa de crecimiento poblacional en toda su historia. Durante las dos últimas décadas del pasado siglo, la ciudad redujo de manera constante sus tasas de crecimiento, que hoy se encuentran un poco por encima del 2 por ciento anual.
En 1928 Bogotá tenía 235 421 habitantes; en 1938, cuando la ciudad llegó al IV Centenario de fundada, la cifra era 330 312; en 1951 saltó a 715 250 y en 1964 a 1 697 31140. En otras palabras, en los 13 años que van de 1938 a 1951, la ciudad creció 2,1 veces, y en los siguientes 13 años, 2,4 veces41. Este crecimiento poblacional significó una transformación radical del área ocupada por la ciudad, en un periodo muy corto de tiempo.
La relación entre crecimiento poblacional y área ocupada tiene ritmos distintos. Entre 1900 y 1930 la población se multiplicó por tres, mientras el área urbanizada creció ocho veces. En cambio, entre 1938 y 1999 la población se multiplicó por 19, mientras que el área creció 12 veces42.
Las causas del crecimiento poblacional de la capital son varias. Una es la reducción de la mortalidad, especialmente infantil, debido a la mejora del servicio del agua, que comenzó a ser tratada en la segunda década del siglo xx y desde 1938, cuando se contó con un acueducto moderno. Influye también la mejor calidad de los servicios hospitalarios. Estas mejoras permiten cambios demográficos y, poco a poco, hay más bogotanos que inmigrantes. Otra causa son las migraciones, unas originadas en la atracción que ejercía Bogotá, y otras en el éxodo que se produce en ciudades, pueblos y veredas a raíz de la violencia que azota al país en los años cuarenta y cincuenta. Por último, pero no menos importante, los incidentes del 9 de abril de 1948 que generaron cambios en la percepción de la ciudad, y con ellos un incremento de las migraciones internas. Mucha gente empezó a percibir como peligroso el centro de la ciudad y a buscar nuevos zonas para residir. Por ello no debemos esperar que todos los habitantes de las nuevas urbanizaciones sean campesinos expulsados por la violencia partidista de los años cuarenta y cincuenta. Muchos de los nuevos pobladores que urbanizaron el sur de Bogotá provenían de otros barrios de la capital.
Es en este contexto que, a partir de los años cuarenta, se da la urbanización del valle del río Tunjuelo. Se trata de una expansión que se corresponde con las dinámicas propias del crecimiento específico de la ciudad y un poco con la historia de la violencia.
Pobladores urbanos en busca de tierras
El encuentro de Bogotá con el valle del río Tunjuelo en la década del cuarenta se inicia con los barrios San Carlos, Tunjuelito, El Carmen, San Vicente y Fátima. Luego seguirá con otros.
Una razón fundamental para comprender el tipo de urbanización que se presenta en estos barrios es el tema del déficit de vivienda que padecía Bogotá. Hay que recordar que la ciudad había sido bastante densa y que al comenzar el siglo xx concentra en su centro histórico la oferta de servicios urbanos fundamentales, como comercio, banca, industria y educación. Debido a su densidad, se dio la subdivisión de viviendas y un déficit histórico de habitaciones:
“El desequilibrio histórico entre el crecimiento industrial y el poblacional, sumado al monopolio del suelo urbano, llevó a que los sectores de bajos ingresos capitalinos padecieran la carencia absoluta o relativa de vivienda. En ambos censos la mitad del déficit cuantitativo de vivienda nacional se concentró en Bogotá. De las 320 072 familias bogotanas en 1964, 134 218 carecían de vivienda o de los servicios básicos, es decir unos 711 355 bogotanos, equivalentes al 41,9 por ciento de la población total capitalina… A los nueve años, en 1973, las cantidades absolutas se incrementan: 181 601 familias de las 521 522 acusan déficit cuantitativo o cualitativo de vivienda. Multiplicando esta cifra por 5,2, que es el promedio de personas por familia, tenemos que 994 326 se encuentran en esta condición”43.
Ante la incapacidad del Estado para resolver el déficit habitacional, la solución que encuentran los pobladores es conseguir un lote en la frontera urbana de la ciudad, prácticamente en el umbral de la condición legal de la urbanización, para iniciar por sí mismos la construcción de su vivienda. Es el caso de los barrios de la localidad de Tunjuelito, aunque no exclusivamente, pues ésta fue la manera más generalizada que encontraron los habitantes de Bogotá para acceder a vivienda. Para 1972, el área desarrollada por fuera de las normas oficiales, llamada urbanización clandestina, llegaba al 38,4 por ciento del total de la ciudad, y allí vivía, aproximadamente, el 59 por ciento de la población bogotana44.
La condición de clandestinidad hace referencia a la condición legal de la urbanización, es decir, se trataba de una urbanización que no obedecía las normas del Estado para el control del crecimiento urbano, bien por no cumplir con los requisitos legales, bien por no solicitarlos. Pero se trataba de procesos de ocupación del suelo que se publicaban en la prensa y la radio. Toda la ciudad conocía de que en tal o cual lugar se estaba parcelando una hacienda y de que había venta de terrenos.
Hasta el 1.o de enero de 1955 la urbanización que se adelanta en el valle del Tunjuelo se realiza dentro de la jurisdicción de los municipios de Usme y Bosa. A partir de esta fecha, cuando se crea el Distrito Especial y se anexan estos municipios, la urbanización se hará como parte de Bogotá, al menos en términos jurídicos.
Las primeras inclusiones de tierra rural en la urbanización del valle del Tunjuelo se realizaron en 1947 bajo la forma de parcelaciones, el esquema más recurrente para la fragmentación de la propiedad rural en ese momento —años cuarenta y cincuenta. Las fincas y haciendas se dividieron en parcelas, fracciones un poco mayores que los lotes, lo cual hace pensar que esos terrenos, que estaban por fuera de la jurisdicción municipal de Bogotá, tenían todavía un valor bajo.
Una de las primeras parcelaciones en el valle del Tunjuelo fue la de la hacienda Ontario, cuya oferta se hizo en Bogotá, pues era allí donde se encontraba el mercado de compradores. La oferta fue declarada ilegal, por encontrarse por fuera del perímetro urbanizable, y catalogada como urbanización clandestina; la Secretaría de Obras Públicas de Bogotá prohibió la venta de estas parcelas45. Pero, como se encontraba por fuera de la jurisdicción de Bogotá, la parcelación se llevó a cabo y posteriormente fue incluida en el Distrito Especial. En una situación similar se encontró la empresa Parcelaciones Tunjuelo, por lo cual tuvo que publicar una nota aclaratoria sobre la venta de parcelas sin servicios públicos, en particular acueducto y alcantarillado46.
Los primeros pobladores, compradores de estas parcelas, eran parte de la migración interna bogotana, ante la escasez de vivienda en la ciudad.
APARICIÓN DE BARRIOS EN EL VALLE
Barrio Tunjuelito
Es el primer barrio que se formó en el valle del río Tunjuelo, condición que le permitió ser un puntal importante en la urbanización de las tierras al sureste del río, como va a ser Ciudad Bolívar en los ochenta. Los pobladores de este barrio procedían de barrios como Las Cruces, Cundinamarca, Santander y San Isidro, que constituían la frontera sur de la ciudad. El barrio fue inaugurado en 1947 al comprarse el primer lote. El costo de la vara cuadrada era de 1,50 pesos, los lotes tenían en promedio 300 varas y la urbanización pertenecía a Usme.
Tunjuelito era el nombre de la hacienda de Jorge Zamora Pulido, quien, al igual que sus vecinos hacendados, decidió parcelar sus tierras y urbanizarlas, cosa que le representaba mayores ganancias que el cultivo de trigo o la cría de vacas y ovejas. De nuevo se encuentra el caso de un prominente propietario de tierras de la sabana de Bogotá que inicia una actividad económica ubicada en el umbral de la ilegalidad, pero cuya oferta es tan atractiva como para que el comprador, un destechado, haga caso omiso de la condición de “pirata” del urbanizador y, por el contrario, vea en ella su única posibilidad de acceder a la propiedad y sustraerse al pago del arriendo. Además, el vendedor ofrece facilidades para el pago de la tierra, y precios por debajo de los de la urbanización formal. Estos precios pueden ser más bajos porque el urbanizador no tiene que invertir en vías ni servicios, aprovecha hasta el mínimo espacio de su hacienda y, si acaso, sólo deja un pequeño lote para el templo. Son estas condiciones económicas las que llevan al poblador urbano destechado a aceptar las condiciones ilegales del urbanizador, quien, por su parte, no se siente “pirata” sino protagonista de una gestión filantrópica, en favor de los desposeídos. Es paradójico que los pobladores recuerden, sin embargo, a estos hacendados como benefactores, por haber donado un pequeño lote para el templo, cuando al mismo tiempo estaban incumpliendo con lo ofrecido: instalación de servicios públicos y cesión de espacios públicos.
El 17 de octubre de 1948, según escritura n.º 093 de la Notaría Tercera de Bogotá, se formalizó la empresa urbanizadora Sociedad Parcelaciones Tunjuelito, en cabeza del propietario de la hacienda, Jorge Zamora Pulido, descrito como persona amable y de muy buenas cualidades humanas. Las primeras parcelas fueron amplias, de 10 a 12 metros de frente por 35 a 40 de fondo, tamaño que les permitía a los nuevos propietarios desarrollar una pequeña huerta, con árboles frutales y algunos animales domésticos47. Además, si la compra se hacía en Bogotá y allí se protocolizaban las escrituras, los impuestos se pagaban en Usme, el municipio donde se ubicaba la urbanización.
El comienzo de la urbanización, proceso que va a durar varios años, no fue fácil, pues la ausencia de servicios públicos, aquellos anunciados en la promoción de las parcelas, hacía difícil la cotidianidad.
Cuando se inicia esta urbanización, el altiplano pasaba por un fuerte verano. Esto, junto a los efectos de regulación de las inundaciones por la represa de La Regadera, hizo que en un comienzo las crecientes del río no afectaran mucho a los pobladores, quienes utilizaban las aguas del río por su pureza, aparte de que de allí extraían materiales para la construcción de las casas y en sus orillas se reunían a jugar o pasear.
La relativa cercanía al municipio de Usme, que era un pequeño pueblo, les permitía también el acceso a los bosques y potreros, que sustituían así la carencia de zonas verdes en las urbanizaciones, y tenían abundante vegetación y frutos silvestres: uvillo del monte, mora, morones, curuba de indios, deliciosas gulupas, uchuvas; árboles como cedros, sauces, sietecueros, quiches, helechos. Estos campos fueron escenario de piquetes y paseos familiares, en los que la pesca del capitán y los cangrejos era un atractivo, que permitía además solventar las carencias y penurias de las precarias viviendas48.
Pero una cosa eran las aguas limpias del río y otra el servicio de acueducto domiciliario, que no existía49. En la pila de agua, ubicada cerca al río, se producían conflictos por el abastecimiento de agua. Cuando se hacían barrenos para alimentar nuevas pilas, las colas empezaban a las 2 de la mañana. En razón a la escasez de agua, los habitantes de Tunjuelo decidieron perforar el tubo conductor de la represa de La Regadera hacia Vitelma, produciendo enfrentamientos con la policía. Esto, casi 10 años después de haberse iniciado la urbanización de la hacienda.
Mientras el acceso al agua exigió la organización de la comunidad, la consecución de la energía eléctrica se hizo más de modo individual, pues no demandaba ninguna organización. La pavimentación de las calles fue más lenta. Comenzó por la calle 52 sur, y los vecinos tuvieron que organizarse en comités para responder por el trabajo. A pesar de los esfuerzos recientes, aún quedan calles sin pavimentar.
Uno de los atractivos anunciados por los urbanizadores era que la urbanización sólo quedaba a 20 minutos, y a veces a 15, del centro de Bogotá. Realmente, este servicio, que no dependía del urbanizador, sí acompañó a los pobladores de estas urbanizaciones. Las empresas de transporte, de propiedad privada, aprovecharon la existencia de nuevos barrios para extender sus líneas de transporte. Para Tunjuelito los buses salían del Parque de los Mártires, en la avenida Caracas con calle 10.ª, y en sus tablas de ruta anunciaban los barrios por donde pasaban: La Picota, El Tablón, El Carmen, San Vicente, Tunjuelito. En esa época operaban los buses amarillos, después llegó la empresa Depetrans y luego la Panamericana.
Es curioso encontrar registrado en la memoria de los pobladores algo que nunca existió: el tranvía y el tren. Para algunos el tranvía llegaba hasta la vereda de El Hato, utilizando la línea del tren. Para otros apenas llegaba hasta La Picota. En realidad, el tranvía sólo se extendió hasta el barrio Santander, la estación más al sur de la ciudad, y el tren fue un proyecto que nunca se construyó, aunque sí se trazó y se levantaron dos estaciones.
Barrio San Carlos
La parcelación de las haciendas se divulga en toda la ciudad, para atraer posibles compradores. Hay diversos testimonios de las ofertas de lotes. Éste puede ser el de cualquier poblador del sur de Bogotá:
“[Soy] el primer habitante que hubo aquí en San Carlos. Me vine porque ya tenía como seis o siete hijos y ya no me arrendaban en el centro o tenía que sacar en arriendo una casa, afortunadamente tenía la facilidad de ir a conseguir una casa, en ese tiempo no exigían fiador sino un mes de depósito, o sea que yo conseguía una casita que me iba a arrendar en 150 y yo tenía los 300 pesos para irme a sacar la casa en arriendo. Cuando me estaba yo desayunando para desplazarme allá a la gestión de la casa, oí por radio una propaganda: se está abriendo la urbanización San Carlos enseguida de Santa Lucía, los que quieran construir en ladrillo lo pueden hacer en el frente y si lo quieren hacer provisionalmente en madera, lo hacen en el fondo. Me llamó la atención, le puse cuidado, la dirección de la agencia quedaba en el edificio Estela, en la carrera 6.ª con calles 11 y 12. Llegué allá a preguntar cómo era el método de los lotes, me dijeron mire el sistema es, sí es a dos con cincuenta la vara, entonces le dije bueno yo necesito, me mostraron el plano que tenían allá y miré y ya estaba media urbanización vendida, o sea que me tocó aquí en el centro del barrio, de la urbanización. Le hablé al señor, como se dice con toda la franqueza, le dije, vea yo tengo trescientos pesos”50.
En la prensa capitalina avisos como éstos aparecían todo el tiempo:
“Lotes en venta desde un peso por vara. Vendemos lotes sobre carretera de La Picota contiguos a Santa Lucía a contado y a plazos”51.
“Luz, agua y facilidades de pago. Oficina de parcelaciones y urbanizaciones, calle 13 n.o 9-33”52.
“$2.00 V2 (dos pesos vara cuadrada), 10 minutos en buses al sur, a tres cuadras del retén de Tunjuelo. Vende Segura Herrera. Calle 13 n.o 9-33 Of. 513. Segura Herrera”.
En el caso del barrio San Carlos, el dueño de la hacienda no adelantó directamente la parcelación de su propiedad. Lo que se acostumbraba a hacer, tanto en el sur como en el norte, era encaminar el negocio a través de una firma urbanizadora, ya fuera intermediaria o compradora. El hacendado, miembro de la elite bogotana, no aparecía como urbanizador ilegal, pero sí usufructuaba la plusvalía urbana que estaba valorizando sus tierras.
El origen de la propiedad de esta hacienda se remonta a 1919, cuando al morir el propietario, sus herederos dividen las propiedades y a Carlos Prieto le corresponde la hacienda San Carlos, de 75 fanegadas, valorada en 15 650 pesos, incluyendo la casa de habitación53. Ubicada en el municipio de Usme, la propiedad colindaba así: por el norte con los predios de la hacienda El Tunal, propiedad de José María Sierra; al sur, con el camino de los Pascas; al oriente con el camino de Bogotá a Usme; al occidente con los terrenos de Andrés Pardo. Por el occidente la casa lindaba con los terrenos de La Picota, teniendo de por medio la quebrada Chiguasa54.
Veintinueve años después de esta repartición, al crecer la ciudad hacia el sur, Carlos Prieto contactó a López Ujueta Urbanizadores para proceder a vender en parcelas la propiedad. No se incluyó lo que hoy es el barrio San Benito55. En marzo de 1948 comenzaron a publicarse los avisos de promoción de los lotes en la prensa bogotana:
“López Ujueta Urbanizadores. Urbanización San Carlos. Frente al retén de policía sobre carretera pavimentada con servicio de buses urbanos. Lotes a plazos desde $3,50 vara cuadrada. Todos los servicios. Acueducto propio. A 15 minutos del centro de la Ciudad”56.
Por supuesto que no tenía todos los servicios, como se verá más adelante, ni el urbanizador loteó las manzanas que colindaban con la carretera de Bogotá a Usme. Esta porción de la hacienda salió a la venta meses después, con la vara cuadrada a 4 pesos. La diferencia es que esta vez los avisos promocionaban el barrio con calles afirmadas57. Hay que recordar que, al ubicarse por fuera de la jurisdicción de Bogotá, se podía jugar con la ambigüedad de promocionar la venta en esta ciudad y desarrollar la urbanización en otro municipio.
Es evidente que las condiciones de vida de los primeros pobladores del barrio San Carlos eran bastante difíciles. Con frecuencia quienes vivían en Bogotá lo hacían en piezas o inquilinatos, razón por la cual las dificultades de estas urbanizaciones eran soslayadas ante la posibilidad de volverse propietarios de un lote y construir su propia vivienda. Por ello poco caso se le hacía a los incumplimientos de los urbanizadores, especuladores de las necesidades. Denuncias como las publicadas en la primera página de la prensa capitalina: “Aviso de prevención de la sociedad Parcelaciones Tunjuelito S. A.”58, por su incumplimiento en cuanto a los servicios urbanos ofrecidos, hablan de la situación. Pero estas advertencias no detenían la avalancha de compradores deseosos de volverse propietarios.
Barrio El Carmen
Los pobladores del barrio El Carmen tienen muy claro que se trataba de una urbanización ilegal, y que el loteo se inició entre 1946 y 1948 de manera clandestina por parte de los propietarios de la hacienda Ontario, Bernal y Hermanos, quienes aprovecharon el desecamiento de la laguna para poner en venta también esas tierras. El lote, que se vendía en dos contados, tenía 11 metros de frente por 15 de fondo, para un total de 180 varas cuadradas; el primer pago se efectuaba al apartar el lote y el segundo a la firma de las escrituras. Uno de los propietarios, Luis Bernal, abrió oficina en la hacienda Ontario, donde recibía el adelanto sobre el lote; en las oficinas de la calle 13 en Bogotá, previo el segundo pago, se procedía al trámite de las escrituras correspondientes.
Los primeros compradores preferían seleccionar los lotes cercanos al vecino barrio Claret, que contaba ya con servicio de buses. Después del 9 de abril de 1948 se aceleró la ocupación de los lotes pues muchos habitantes de los barrios del centro de la ciudad, como La Perseverancia, Las Cruces y El Guavio, se fueron a poblar El Carmen o empezaron a comprar en Fátima y San Vicente.
Aunque la proximidad de la ladrillera en el barrio San Vicente favorecía la construcción de las viviendas, el asunto no era fácil. Si se tenía dinero para comprar el lote, no se tenía para construir la casa. Había gente que a altas horas de la noche recogía las piedras de los caminos, “parecían Cristo cargando piedras”.
Lo primero que se construía era las enramadas, con el propósito de cubrir el lote y tomar posesión del mismo; luego se instalaban las cercas de alambre, ?que más que protección buscaban afirmar la propiedad. Posteriormente se iniciaba la consecución de los ladrillos, del cemento, del compadre que supiera de albañilería, y trabajando los días domingos, poco a poco se iba levantando la construcción.
En los primeros años la venta de lotes no alcanzó a cubrir toda la hacienda. Debido a esta reducida presencia de los pobladores, se alternaban la parcelación y el loteo con los sembrados de trigo, maíz, cebada, cebolla y papa, lo que no dejaba de producir roces y conflictos.
También hubo intentos de cambiarle el nombre. En 1949 los habitantes liberales de El Carmen piden cambiar el nombre por Darío Echandía59, pero no fue posible porque apareció otro barrio con derechos sobre ese nombre. “Por los Barrios: Por la propiedad de un nombre. Los vecinos del barrio Darío Echandía, antigua La Cañada, aclaran que ellos tienen la autorización firmada por Darío Echandía para que hagan uso de su nombre, por el cual el barrio el Carmen no puede hacer el cambio de nombre que quería”60.
La laguna colindaba con las cuadras urbanizadas y mientras terminaba de desecarse, los habitantes la aprovechaban para la recreación. Hacían lanchas y las alquilaban a los visitantes dominicales. La laguna abarcaba el espacio comprendido entre las carreras 31 y 32 con las diagonales 49 A y B, hoy ocupado por viviendas. Desde luego, la presencia de la laguna y el río provocaban inundaciones, como las de 1949:
“El Carmen. Completamente inundado se encuentra el barrio El Carmen; las autoridades de Bogotá le niegan auxilios, alegando que le corresponde a Bosa y en Bosa les dicen que es a Bogotá”61.
Al igual que con muchos otros barrios, El Carmen no es una excepción a las urbanizaciones vendidas sin servicios. El primer abasto de agua se hacía mediante una toma que recogía agua de la quebrada La Pichosa. En verano había que recurrir al sector de Matatigres y, si allí escaseaba, a las pilas de la Escuela de Policía General Santander o al río Tunjuelo. Luego, por intervención del urbanizador, se hicieron barrenos para extraer agua del subsuelo que se distribuía a través de pilas ubicadas en diversos sitios. Uno de los barrenos quedaba en el lugar que hoy ocupa la escuela, otro donde hoy está el hospital y el tercero frente a la iglesia.
Cuando el barrio se pobló más, estas fuentes ya no dieron abasto. Así que en 1955, aprovechando la anexión a Bogotá, se comenzó a solicitar el servicio de acueducto domiciliario. Pero, habría que esperar varios años para que esto fuera realidad.
Sin embargo el problema más sentido era el de las aguas residuales. Para ello en la mitad de la calle se cavaron zanjones que iban a dar a la laguna. Hubo que esperar casi 20 años para que se iniciara la construcción del alcantarillado. Las obras comenzaron en 1961 y concluyeron en 1967, cuando se inaugura el canal de San Vicente62.
El acceso a la energía eléctrica fue más rápido, sólo tomó 10 años. Entre tanto, como en el resto de urbanizaciones, “era como telarañas, eso era cable por toda parte, uno se acuerda, que se paraba un palo y todos se agarraban con alambres y se llevaba la luz a la casa. Lógico, el contrabando, eso eran cables como telarañas”. El propietario del cine del barrio, don Rosendo Orozco, tenía una planta eléctrica, y el que tuviera con qué le compraba a él la luz, compraba su cable y la llevaba a la casa63.
El transporte público también fue difícil. Del Parque de los Mártires, sobre la avenida Caracas, salía el bus de la Flota Santa Lucía, que llegaba hasta la glorieta del barrio del mismo nombre. Desde allí los habitantes de El Carmen tenían que irse a pie por toda la 24 hasta el cementerio del sur, a donde llegaba el tranvía, que costaba 2 centavos; era el llamado tranvía de obreros. Otra ruta de buses llegaba hasta el barrio Claret.
La carencia de buenas vías era una necesidad sentida. Sólo en 1965 llegan los buses al barrio; hoy son los buses Panamericanos. El mal estado de las calles del barrio era noticia64.
Un punto importante de socialización era el cine, que empezó hacia 1956, a 5 centavos la entrada. Como no tenía silletería, los asistentes tenían que llevar un ladrillo. En los intermedios se vendía comida típica: papa criolla, rellena, longaniza, vasitos de chicha, panela melcochada.
Otro lugar de encuentro y socialización era la precaria y descubierta plaza de mercado. La edificación actual se construyó hace apenas unos 13 años. La primera plaza comenzó con el barrio, frente de la iglesia. Luego, a medida que éste crecía, fue rotando hasta llegar a su ubicación de hoy. Primero se surtía de la plaza Central, luego de la plaza España y ahora de Corabastos. Junto a las frutas y verduras, también se vendía carne de cordero, chanfaina y chicha. Al mismo tiempo, sin demora, aparecieron los mataderos clandestinos65.
LA URBANIZACIÓN DEL SUR EN LA DÉCADA DE LOS SESENTA
Luego de esta rápida expansión de la ciudad hacia el sur, donde a finales de la década del cuarenta se inició la urbanización de cerca de 400 hectáreas de varias haciendas para dar origen a cinco barrios, son diversos los cambios que se suceden en Bogotá, en las décadas de los cincuenta y sesenta, y que van a influir en la segunda oleada de urbanización que ocurre en Tunjuelo en la década del sesenta.
Para entonces, la expansión de la ciudad es ya un fenómeno impresionante. El surgimiento de barrios como Tunjuelito y San Carlos, en el extremo sur, se sucedió al mismo tiempo que en el extremo norte se estaban formando numerosos barrios, con lo cual la ciudad consolidó la forma de arco extendido en sentido norte-sur.
La expansión de la ciudad continuaba su avance incontrolable. Así, por ejemplo, en 1951 se constituyó una sociedad entre el propietario de la hacienda El Chicó y la empresa urbanizadora Ospinas y Cía., con el fin de diseñar y llevar a cabo una moderna urbanización en las 150 fanegadas que comprendía el terreno. De manera simultánea se inició la construcción del Centro Urbano Antonio Nariño, el primer multifamiliar destinado a la clase media que se ofreció en Bogotá.
En 1952, el Ministerio de Obras Públicas dio comienzo a la construcción de una de las obras de mayor impacto en la historia de la urbanización de la segunda mitad del siglo xx: la Autopista del Norte, suceso que coincidió con la parcelación de las haciendas de El Contador y El Cedro, entre las calles 134 y 147 y la Carretera Central del Norte y esta nueva autopista. Al mismo tiempo, en los alrededores de las canteras de los cerros nororientales se estaban formando barrios como San Cristóbal Norte, La Estrella, San Antonio y La Cita, entre otros, llegando más al norte de la calle 170. Con estas urbanizaciones se comienza a armar la malla urbana en el norte de la ciudad.
La incipiente independencia administrativa de la ciudad frente al departamento de Cundinamarca que significó el Distrito Especial, no logró conseguir que las decisiones políticas atinentes a su destino se supeditaran a los planes de desarrollo que ésta requería para controlar su crecimiento. Las intervenciones que se suceden en la ciudad de los cincuenta iban en contravía de lo que los urbanistas recomendaban, como queda en evidencia con la no aprobación del Plan Piloto, con el cual se pretendía dotar a la ciudad de una carta de navegación urbanística para las décadas siguientes, como ya lo señalamos. La construcción de la Autopista al Norte, la Autopista al Sur, el CAN y el aeropuerto El Dorado, liquidan definitivamente la propuesta del Plan Piloto de controlar el crecimiento de la ciudad. Los principios reguladores del urbanismo fueron sustituidos por el criterio propagandístico. Estos principios de intervención en la ciudad permitieron que los intereses especulativos de los dueños de las haciendas que se encontraban dentro del perímetro de la ciudad, se impusieran por encima de la organización planificada del crecimiento urbano.
Las tasas de crecimiento poblacional produjeron una respuesta de la administración distrital representada en una visión modernizadora de la ciudad, que se concretó con la construcción de algunas avenidas, como la avenida Caracas, iniciada en los años cuarenta, y la avenida 10.o, en los cincuenta.
De nuevo encontramos que fueron varios los cambios que explican este aumento poblacional. Los cambios en las dinámicas demográficas propias de la ciudad están mejorando, poco a poco, las condiciones de vida de sus habitantes, y se reflejan en la reducción de la mortalidad infantil; en el incremento, lento pero constante, de la prestación de servicios públicos; en un incipiente proceso de industrialización por sustitución de importaciones y en el incremento en el sector servicios, que genera mayores posibilidades de empleo. También se manifiesta en factores externos a la ciudad, como las transformaciones en el sector agropecuario, tanto tecnológicas como en la concentración de la propiedad de la tierra. Otro de los factores externos a la ciudad más importante como causal de migraciones ha sido la violencia partidista que se inicia en los años cuarenta y dura hasta bien entrada la década de los sesenta.
Para la década del sesenta ya se deja sentir que, si bien las migraciones siguen siendo importantes para comprender mejor este crecimiento demográfico de Bogotá, también hay que tener en cuenta la necesidad de vivienda de los hijos de los migrantes que llegaron a la ciudad en las décadas anteriores. Así, encontramos que en 1964 la población nacida en Bogotá llegaba al 48,61 por ciento del total, y la nacida fuera de la ciudad era el 51,39 por ciento. Estas proporciones variaron para el censo siguiente, de 1973, cuando la población nacida en Bogotá subió al 49,03 por ciento y la nacida fuera de Bogotá bajó al 50,97 por ciento66. Como ha sido la tendencia histórica, la proporción más alta de estos migrantes provenía de la región cundiboyacense.
Así, de nuevo, factores internos que atraen, como externos que expulsan, se suman para cambiar radicalmente las proporciones de la ciudad, tanto espaciales como demográficas. De los 500 000 habitantes que tenía en 1946, pasó a 1 000 000 en 1956, a 2 000 000 en 1966, a 3 000 000 en 1974, y a más de 5 000 000 en 1993. Este comportamiento demográfico estuvo acompañado de un aumento en la proporción de los jóvenes y las mujeres. Encontramos especialmente que hay registros de una mayoría femenina en la población bogotana desde el siglo xix hasta el presente, lo cual influye decisivamente en el tipo de sociedad barrial que encontramos en una localidad como la de Tunjuelito.
La distribución por sexos de la población bogotana muestra la siguiente evolución:
BOGOTÁ. DISTRIBUCIÓN POR SEXOS DE LA POBLACIÓN. SIGLO XXAÑO | % HOMBRES | % MUJERES |
1918 | 41,41 | 58,60 |
1928 | 44,12 | 55,87 |
1964 | 46,66 | 53,34 |
1973 | 46,77 | 53,23 |
1985 | 47,52 | 52,48 |
1993 | 47,35 | 52,65 |
Fuente: Saldarriaga, Alberto, Bogotá siglo xx. Urbanismo, arquitectura y vida urbana, Bogotá, Alcaldía Mayor de Bogotá, 2000, op. cit., pág. 83.
Además, los cambios en la pirámide poblacional que presenta Bogotá durante el siglo xx muestran que en las primeras décadas hay una proporción elevada de población joven y un porcentaje bajo de población adulta, índices que van variando a medida que transcurre la centuria. Esto es resultante de los cambios en las condiciones de vida, en la estructura de la familia y en la participación de sus miembros en el mercado laboral. Estas proporciones las podemos observar en el siguiente cuadro:
BOGOTÁ. DISTRIBUCIÓN POR EDADES DE LA POBLACIÓN. SIGLO XX1938 | 1951 | 1964 | 1973 | 1985 | 1993 | |
% | % | % | % | % | % | |
Menores de 14 años | 42 | 42,5 | 42 | 38 | 31 | 30 |
Entre 15 y 49 años | 48 | 47,5 | 50 | 53 | 58 | 58 |
Mayores de 50 años | 10 | 10 | 8 | 9 | 11 | 12 |
Fuente: Saldarriaga, Alberto, op. cit., pág. 84.
Estos escenarios sociales crearon nuevos desafíos. En la ciudad las respuestas estuvieron canalizadas en los esfuerzos por aplicar principios de planeación urbana con el propósito de definir un estatuto de ordenamiento. Pero, por una parte el crecimiento era demasiado alto, y por otra, estaba presente la inercia de una política de poca intervención del Estado, lo cual era de gran conveniencia para los propietarios de las haciendas67. Con una baja regulación estatal, los propietarios de las tierras —que se vuelven urbanizadores— pudieron urbanizar sus propiedades sin grandes esfuerzos económicos para parcelar y lotear, pues no instalaron servicios públicos y no realizaron las cesiones de espacio público sino en mínimas proporciones.
Si observamos las condiciones jurídicas de la ocupación del suelo urbano en Bogotá, podemos observar que en las cuatro primeras décadas del siglo xx ha sido mayoritaria la participación de los llamados barrios obreros en el crecimiento de la ciudad, pues hasta 1938 más del 50 por ciento del crecimiento urbano se hizo a través de éstos, mientras que la urbanización residencial aportaba una tercera parte68.
A partir de 1938 hasta 1946 la urbanización residencial concentró la mayor participación en el incremento del área, llegando al 69 por ciento de la misma, frente a un 31 por ciento de los barrios obreros. Para el período comprendido entre 1946 y 1960, la urbanización residencial aunque disminuye frente al período anterior, conserva el porcentaje más alto, el 52 por ciento, contra el 35 por ciento de los barrios obreros y un incremento importante de la urbanización estatal con un 13 por ciento. Luego, en el período siguiente, entre 1960 y 1966, a pesar de la proporción de área urbanizada por el Estado, el 14 por ciento, son las urbanizaciones que cumplen con las normas las que aportan el área más importante, el 67,7 por ciento, mientras que las urbanizaciones clandestinas llegaron al 18,3 por ciento. Para los años comprendidos entre 1966 y 1972 la urbanización que cumplía con las normas concentró el 53 por ciento contra el 27 por ciento de los desarrollos clandestinos y el 20 por ciento de la urbanización estatal.
Para los años de 1972-1977 empiezan a regir las Normas Mínimas de Urbanización y de Servicio, expedidas en 1974, una propuesta del Estado que busca contrarrestar la urbanización clandestina, reglamentando la oferta de lotes con servicios que concentran el 9 por ciento del área. En ese momento, la urbanización que cumple con las normas cubre el 47 por ciento y la urbanización clandestina el 31 por ciento, frente a un 12 por ciento de la urbanización estatal.
Para la segunda mitad del siglo xx la urbanización clandestina muestra que su participación en el crecimiento de Bogotá tiene una proporción no despreciable en la formación de la ciudad contemporánea:
BOGOTÁ. URBANIZACIÓN CLANDESTINA, 1960-1991Periodo | Crecimiento ilegal hectáreas/año | Participación en crecimiento total de la ciudad |
1960-1966 | 84 | 18,10% |
1966-1972 | 90 | 26,90% |
1972-1977 | 97 | 31,80% |
1984-1986 | 121 | 34,60% |
1986-1991 | 127 | 41,70% |
Fuente: Jiménez, Luis Carlos, citado por Saldarriaga, Alberto, op. cit., pág. 158.
Otra fuente nos proporciona una información que nos permite aproximarnos a una mejor comprensión de los aportes realizados por la urbanización que se adelanta al margen de las normas estatales.
ESTIMATIVO DEL NÚMERO DE HABITANTES Y DE LA SUPERFICIE DE LOS ASENTAMIENTOS URBANOS ESPONTÁNEOS, COMPARADOS CON LA CIUDAD EN SU CONJUNTO1970 | 1972 | ||
Población de los barrios piratas y barrios de invasión | 1 268 050 | 1 682 203 | |
Población total de Bogotá | 2 585 300 | 2 850 170 | |
Población en asentamiento urbanos sobre el total | 49% | 59% | |
Superficie de los barrios piratas y de invasión en hectáreas | 14 161 | 14 161 | |
Superficie de asentamientos espontáneos sobre el total | 35% | 38% |
Fuente: Torres, Alfonso, op. cit., pág. 36. La información para 1970 proviene del Departamento Nacional de Planeación y para 1972 del Departamento Administrativo de Planeación Distrital.
Esta información nos muestra que los asentamientos populares ocuparon un poco más de la tercera parte de la superficie urbana de Bogotá, pero debido a la alta densidad de estos barrios, donde las zonas verdes y demás espacio público eran mínimos, en 1972 se encontró que cerca del 70 por ciento de la población de la ciudad ocupaba el 27,48 por ciento del área destinada a vivienda, y el 30 por ciento vivía en el 72,6 por ciento de esa área69.
Estos datos proporcionan un panorama amplio de la participación de los barrios populares en la construcción de la ciudad contemporánea, y muestran que la historia del sur de Bogotá no es una historia aislada sino que forma parte de la construcción de la ciudad de hoy; además permite ilustrar que lo que allí ha sucedido ha sido una vía de formación urbana más general que particular. En términos generales, más de la mitad de la ciudad ha tenido un origen de urbanización espontánea, informal o “pirata”. Se trata de una ocupación por fuera del control del Estado, en lo que respecta a la observancia de las normas urbanísticas, así como a la regulación de la vida social. Para ello, los habitantes de estos barrios tuvieron que crear sus propias reglas de convivencia, como lo fue en la urbanización del valle del Tunjuelo. En esta historia de formación urbana de Bogotá la carencia de normas no ha sido el problema. Las dificultades han estado en la falta de voluntad para aplicarlas, pues normas ha habido, pero la falta de regulación estatal tiene que ver con el buen negocio que ha sido el loteo sin observancia de las mismas.
Barrio Venecia
La historia del barrio Venecia presenta diferencias sustanciales con el origen y desarrollo de los barrios que se formaron a finales de la década del cuarenta. La urbanización se inició al occidente del valle del Tunjuelo, con lo que el poblamiento del mismo se diferenció de los barrios que la precedieron, que tendían a estar sobre el camino a Usme o en sus cercanías. Otro elemento diferenciador es que fue urbanizado con la forma de loteo, por parte de Ospinas y Cía., empresa que observó la legislación que el Distrito tenía para este tipo de barrio.
A diferencia de lo que encontramos en los barrios vecinos, para el desarrollo de esta urbanización hay que tener presente que un equipamiento institucional, como es la Escuela de Policía General Santander, se convirtió en un elemento que favoreció el desarrollo urbano de esta zona de la ciudad. Igualmente, la carretera a Bosa, sobre la cual se trazó la Autopista al Sur, facilitó este desarrollo. Otro factor que influyó en esta urbanización fue la fábrica de automotores Colmotores, como lo recuerda un poblador:
“Debemos ser concientes que también lo que exaltó mucho al barrio fue la ensambladora Colmotores… Ya en ese tiempo tenía 1 300 trabajadores y como siempre estaba un poquito distanciado, porque estaba muy poco construido, entonces los trabajadores llegaban aquí y tenían que traer la familia a llevarles el almuerzo por que había épocas en que no les daban almuerzo… Lo digo yo que trabajé en Chrysler Colmotores 20 años; eso era una romería, eso era llegar una visita a la fábrica porque eso era un trigal ahí, pero Colmotores ya empezó a aportar”70.
La hacienda La Laguna era una propiedad que comprendía los humedales y parte de la laguna formada por las aguas del Tunjuelo. Por lo tanto en temporada de lluvias, las partes bajas de esta hacienda se inundaban, y con ello la laguna se extendía por los potreros. Las tierras secas eran utilizadas para el cultivo del trigo y la cebada.
La urbanización de la hacienda comenzó en 1958 cuando el propietario realizó el negocio con la urbanizadora Ospinas y Cía., empresa que creó la Urbanización Muzú S. A., y ésta inició la venta de lotes de 160 metros cuadrados. La transacción entre el propietario de la tierra y la compañía urbanizadora se realizó por medio de la escritura 3163 del 7 de septiembre de 1953, de la Notaría Primera de Bogotá, con la cual se constituyó la sociedad denominada Urbanización Muzú S. A.. A ella aportó el señor Pedro Navas el potrero denominado Muzú de la hacienda La Laguna, con una extensión de 102 fanegadas —más 4 803 varas cuadradas—, en ese momento en el municipio de Bosa. En un principio el barrio heredó el nombre de la hacienda, La Laguna71. La urbanización se fue desarrollando en forma gradual; a medida que se iba llevando a cabo este proceso fueron creándose los sectores, tres en total. Uno comprendía los terrenos que limitan con la Escuela de Policía General Santander, hasta la carrera 51, hoy la avenida de mayor importancia del barrio72.
Algunos de los primeros pobladores de este barrio procedían de distintos barrios de la ciudad y otros de municipios cercanos a la capital. Hay que tener presente que la firma Ospinas y Cía., ha sido una de las empresas urbanizadoras más importantes que ha tenido Bogotá. Barrios como La Soledad, Palermo, El Chicó, Belmira, entre otros, han sido desarrollados por esta empresa, la cual inició sus actividades en los años cuarenta.
La urbanizadora adelantó la subdivisión de la hacienda y puso en venta a crédito los lotes, para facilitar el acceso a ellos. Los compradores recibían el lote y tenían que encargarse de la construcción de las viviendas. Muchos de ellos eran albañiles, oficio que facilitó la rápida construcción de las primeras casas:
“Yo compré un lotecito a Ospina y Cía., en ese tiempo, en 1958, como mi profesión en albañil era… yo mismo empecé a construir mi casita”73.
Si la urbanización fue diferente a la de los barrios que se iniciaron en la localidad de Tunjuelito en la década anterior, también lo fue el hecho de que al tratarse de una empresa urbanizadora formal y con un gran prestigio, y de que los lotes se vendían a plazos de dos años, se requería que los compradores tuviesen un ingreso fijo. Por esto encontramos que estos primeros pobladores se desempeñaban como empleados en diferentes empresas y organismos del Estado, o al menos tenían ingresos demostrables. Pero si se compraba el lote, la construcción de la vivienda requería de un esfuerzo adicional bastante exigente. La urbanizadora había construido una casa modelo.
“Compré un lotecito aquí, empecé a hacer la casa con una pica y una pala que compré en la Caja Agraria y 100 pesos, y estoy con mi familia. Cuando ya hice la primera pieza, me pasé el 11 de noviembre de 1958”74. “En esa época cuando nosotros llegamos a mirar el sitio para poder comprar, la verdad es que esto era una laguna, y el vendedor de Ospina y Cía. era el señor Carrillo, el cual nos ofrecía muchas garantías. A mi señora le gustó demasiado el sitio por lo plano, vivíamos en el 20 de julio un poquito más arriba, entonces en esa época yo trabajaba en la Industria Militar, yo soy militar desde el 53”75.
La urbanización La Laguna se entregó con las calles trazadas, recebadas, sin luz ni agua; en un principio fue un barrio obrero, y todos los lotes eran uniformes, de 8 metros de frente por 20 de fondo. El agua se transportaba desde una pila que había en Fátima y una llave ubicada frente a la Escuela General Santander —lugar de aprovisionamiento de varios barrios de la localidad. Cuando ya había más habitantes, la primera Junta de Acción Comunal solicitó el agua y la luz76.
Los nuevos habitantes del barrio, en un gesto de apropiación simbólica del lugar que estaban habitando, comenzaron a buscar un nuevo nombre para el lugar. Este ejercicio de toponimia no ha sido otra cosa sino la búsqueda de elementos de identidad barrial, de apropiación del espacio a través de un significado propio para establecer diferencias con el pasado rural y su toponimia ancestral. En esta semántica del territorio por parte de los pobladores, es importante la escogencia del nombre, pues es el ejercicio de bautizar, de crear una nueva historia por medio de un nombre por ellos escogido.
Con este propósito, algunos propietarios de las primeras casas que se construyeron en esta urbanización se reunieron en el depósito del señor Celis, ubicado en la diagonal 45 entre 49 y 50, y se propuso cambiar el nombre. Ese día se plantearon varios nombres, pero el que más gustó fue el de Venecia, porque se conservaba la tradición del agua. Años antes, cuando se inundaron los otros barrios de la localidad, la prensa los había descrito como una Venecia.
Al ser acogido por la mayoría el nombre del barrio Venecia, también se aprobó que dicho nombre fuera en honor al papa Juan XXIII, quien fuera pastor de la ciudad de Venecia, en Italia. Para comunicarle al papa dicha decisión, le fue enviada una carta en que se le saludaba e informaba que en su honor se le pondría el nombre de Venecia a un barrio de Bogotá, Colombia. Pasados dos meses se recibió la respuesta a dicha carta, en la que se mostraba el santo padre muy agradecido porque el barrio se llamara así y enviaba su bendición para el mismo77.
La parroquia de Santa Cecilia fue entregada por la empresa urbanizadora, aunque la iglesia estaba sin terminar. Los sacerdotes Plácido y Alberto de Cartagena —misioneros de origen español— oficiaban en esta iglesia; la primera misa campal fue celebrada el día que se colocó la última teja, estando aún en obra negra; fue un regalo generoso de los urbanizadores. Esta primera misa fue oficiada por monseñor Bernardo Sánchez, párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Paz, del barrio Santander. La organización de la parroquia estuvo a cargo de la comunidad de los capuchinos, con los padres fray Alberto de Cartagena y fray Plácido de Barcelona a la cabeza. La primera casa cural se localizó en la diagonal 44 n.o 49-51. Para la conclusión del templo se realizaron varios eventos: el primer bazar protemplo, en donde cada diagonal tenía su mesa con variedad de comidas y bebidas, dejó una utilidad de 3 200 pesos78.
Todo esto cambió de significado cuando se decidió que este barrio y en particular esta parroquia serían visitados por el papa. Colombia fue el primer país del continente en recibir la visita de un papa, y Venecia fue el barrio escogido para que el papa Pablo VI celebrase una misa, en la parroquia de Santa Cecilia, el 24 de agosto de 1968 a las 8 de la mañana79.
La noticia se divulgó por todos los medios de comunicación, una vez se hizo oficial que el santo padre oficiaría una misa en el barrio Venecia. Muchas familias querían conocer el barrio para saber cuáles eran las vías para llegar. Para los venecianos este acontecimiento fue visto como una bendición de Dios, pues trajo muchos beneficios: la pavimentación de las principales calles del barrio, la adjudicación de 120 teléfonos, y además, dio a conocer mundialmente el barrio. La Junta de Acción Comunal procedió a dividir el barrio en tres sectores, y en cada sector se formó un comité de trabajo que debía preparar a la comunidad para el recibimiento del papa. La solicitud de la junta era que todas las calles debían estar muy limpias, que las viviendas se pintaran y que para ese día se debían colocar tres banderas: la de Colombia, la eucarística, y la del barrio con sus tres colores: blanco por la pureza de la visita del santo padre, verde por la hacienda de La Laguna y azul por el agua que fue donada por los fundadores del barrio. Venecia fue escogido como el barrio para la visita del papa por sus buenas vías de comunicación, como la Autopista del Sur y la avenida 68 que comunicaba con el templete en el Parque El Salitre —actualmente Simón Bolívar—, además de ser representativo de un tipo de urbanización popular80.
Desde un principio la urbanización contaba con la aprobación del Distrito y cumplía con las normas urbanísticas vigentes en ese entonces. En razón de ello, cada uno de los compradores de lotes fue solucionando el acceso a los servicios públicos. No hubo necesidad de realizar conexiones ilegales, pues Ospinas dejó instaladas las redes, con lo que para acceder al servicio domiciliario bastaba con ir a las oficinas correspondientes de la Empresa de Acueducto y solicitar la acometida del servicio81. Algo similar sucedió con la energía eléctrica: “Cuando tuvimos la luz fue para todos, aquí no hubo contrabando de luz, sino que de una vez se solicitaba y se bajaba la luz”82.
El acceso a los servicios públicos no demandó la organización de los vecinos para establecer cómo resolver estas necesidades. Cada cual, según sus posibilidades económicas, pagaba la conexión a las redes de servicios. El primero que llegó fue el acueducto; la casa que lograba su conexión facilitaba el agua al vecino que aún no la tenía, para lo cual se fijaba entre los vecinos una tarifa por el agua consumida83.
Al igual que las redes de servicios, la compañía urbanizadora hizo la cesión correspondiente de los lotes destinados a los equipamientos institucionales. Ospinas y Cía. dejó una amplia zona verde donde luego se construyó la iglesia, la sede de Acción Comunal y el Colegio Cooperativo. Al parecer, el centro de salud se construyó en dos lotes que eran propiedad de la Lotería de Bogotá y que ésta donó al barrio84. Estas construcciones se consolidaron 10 años después de iniciada la urbanización:
“Gran centro vecinal se construirá en Venecia: se construirá en un lote continuo a la iglesia y propiedad del distrito, tendrá como nombre Pablo de Tarso, será una construcción de un piso, donde se adelantarán asistencia y orientación familiar”85.
La presión por el mejoramiento de la malla vial fue liderada por los industriales. En cercanías al barrio Venecia se hallaban las sedes de grandes industrias, muchas de las cuales ya estaban desde antes del proceso de crecimiento urbano de esta parte de la ciudad, otras se encontraban en expansión. Son ellos los que presionan por el mejoramiento de la Autopista del Sur:
“Amplio plan de vías para el sur de Bogotá. Los industriales, le hicieron llegar al alcalde Barco una carta, en donde con estudios técnicos y censos de tránsito de carros hacen ver la necesidad de la ampliación de la Autopista Sur, en especial entre la Sultana y Muzú y el retén del sur en donde por ahora existe un flujo de 1 500 vehículos y cuya capacidad es tan sólo de 800”86.
El acceso a los servicios educativos también presenta una historia un tanto diferente a la que vivieron los otros barrios. En ella se evidencia que el hecho de formar parte del Distrito Especial y no encontrarse por fuera de la jurisdicción de la ciudad —como sucedió con los otros barrios conformados antes de 1955— fue una gran ventaja para Venecia, al igual que su condición de legalidad, que le permitía obtener rápida atención por parte de las autoridades distritales.
A los cuatro años de iniciada la urbanización, el barrio ya contaba con un gran número de habitantes y una población infantil sin acceso a la escuela. Viendo la necesidad de que los niños pudiesen estudiar y de no tener que ir hasta el barrio Muzú donde ya existía el colegio Santo Ángel, la comunidad veneciana pidió la colaboración del Distrito para crear una institución educativa en el barrio. Para ello se solicitó al Ministerio de Educación que se asignara una escuela para el barrio. La respuesta fue positiva, y se le solicitó a la comunidad que consiguiera una sede para instalar la primera escuela; esta casa estaba situada en la diagonal 47 con 4987.
Además, Ospinas y Cía. tenía dos galpones utilizados para el depósito de materiales de construcción donde funcionaba el campamento de la obra, que una vez concluida la urbanización, y al quedar sin uso, fueron cedidos para instalar allí la escuela primaria88.
El acceso al transporte público también se facilitó por la existencia de una aceptable malla vial que comunicaba al barrio con Bogotá, aunque las calles estaban sin pavimentar. Una vez el barrio fue creciendo y el número de usuarios del transporte justificó la extensión de las rutas de buses, sencillamente los transportadores comenzaron a hacerlo.
La proximidad a los equipamientos industriales e institucionales facilitó a la comunidad veneciana el acceso a varios servicios. Además, el encontrarse el barrio en el cruce de los caminos que conducen al sur y el que de allí comunica con el suroriente, fue definiendo una vocación comercial del mismo, que le produjo cambios radicales y transformó por completo su destino inicial de ser un barrio residencial. Su mayor comunicación con la ciudad se deja notar con el acceso a los bancos: el primero que comenzó a prestar servicios al barrio fue el Banco Popular, ubicado frente a la Escuela General Santander. La primera sucursal bancaria instalada dentro del barrio fue la Caja Agraria89. Esto empezó a evidenciar la importancia económica que comenzaba a tener la zona.
Pero no fue sino hasta los ochenta que se inició uno de los mayores dolores de cabeza para la comunidad. Con el auge del comercio llegaron las llamadas residencias, que nacieron de una modesta casa de dos pisos destinada al alquiler de habitaciones por horas. Su dueño, aprovechando que sus vecinos sólo tenían para ese entonces dos opciones: vender o aguantar la mala vecindad, logró hacerse a la tercera parte de la cuadra. Para ese entonces, todas estas casas, aproximadamente unas 12, quedaron interconectadas y la mayoría se utilizaron para el mismo fin. La sorpresa más grande la tuvieron los habitantes del sector, cuando se observó que sobre la carrera 50 y en menos de un año se construyó un impresionante edificio de siete pisos que comenzó a funcionar como motel90.
Adicionalmente con el auge del comercio comenzó la invasión del espacio público por los vendedores ambulantes.
Barrio San Benito
El territorio que hoy ocupa el barrio de San Benito formó parte de la hacienda que comenzó a parcelarse a finales de la década del cuarenta, como ya lo anotamos en el capítulo anterior. Este lugar comenzó a ser habitado por agricultores que cultivaban legumbres y algunas frutas. A esto se agregaba la cancha de tejo, que a su vez servía de tienda, piqueteadero y panadería, regentada por don Eliseo Álvarez y su esposa, Adelaida91.
En un comienzo los hortelanos, que todavía están organizados alrededor de la actividad, y que se dedicaron y se dedican a cultivar hortalizas y a comercializarlas, salían en sus zorras a vender sus productos a la plaza España92. También, desde principios de los años cincuenta empezaron a llegar los primeros curtidores, que se instalaron en la esquina de la actual carrera 18 con calle 59 B sur, en la margen derecha del río Tunjuelito93.
En 1960 se inició la urbanización de este lugar por parte de la familia Santamaría Dávila, propietarios de la tierra. El urbanizador fue Joaquín Dávila, quien en 1957 hizo los planos del trazado hasta la calle 57. Este terreno se dividía en la 57: para el norte era de los Santamaría Dávila y para los otros lados pertenecía a los hortelanos, habitantes de parcelas. En la etapa de formación del barrio los servicios urbanos los prestaba el barrio San Carlos, que para ese año ya estaba consolidado. Allí iban a misa, acudían a la plaza de mercado —ubicada donde se encuentra el Rombo— y a los asaderos de cordero.
Los hortelanos eran propietarios de parcelas, y a medida que iban llegando más familias o les llegaban familiares, subdividían las parcelas. No era pirata, en el sentido legal, porque la tierra era de ellos. Así fueron vendiendo pedazos de tierra hasta que se terminó de poblar el barrio. Esta urbanización duró alrededor de cinco años y sólo hasta 1987 se logró legalizar.
Debido a este origen —en el que no hubo una empresa urbanizadora como tal—, la traza de San Benito difiere completamente de las que encontramos en los otros barrios de la localidad, donde se nota que cada traza corresponde con una estrategia de venta de las parcelas y los lotes por parte de un urbanizador. En este caso, los hortelanos fueron subdividiendo sus parcelas, en algunas continuó el cultivo de hortalizas, en otras se fueron estableciendo curtiembres y en algunas se construyeron viviendas. Posteriormente, desde 1975, comenzó el auge de San Benito, y es entonces cuando se produjo el trazado definitivo y se conformaron tres sectores en la parte baja del barrio: “después de la iglesia eran los Manzanos; en la parte de la Avenida era la Luna y aquí los Olivos”94.
Para 1963 el barrio aún carecía de servicios95. Al principio la urbanización dejó unas pilas de agua y de ahí se sacaba para los alimentos. Como no había tanta contaminación, la ropa se lavaba en el río. El agua limpia se cogía de las pilas y del zanjón.
Como ya lo hemos descrito para los barrios vecinos, San Benito también carecía de alcantarillado, y por ello las aguas servidas se desviaban hacia los trigales de El Tunal, donde se encontraban los humedales. La construcción de las redes de alcantarillado se inició luego de una protesta organizada en 1967 por el párroco de San Carlos, como presión al alcalde Jorge Gaitán Cortés. Gracias a esto se satisface finalmente la necesidad del barrio. Las redes de alcantarillado de San Carlos y San Benito se instalan al mismo tiempo, al igual que las del acueducto96.
No obstante, estas obras no solucionaron el problema de las inundaciones estacionales del río Tunjuelo.
Las primeras curtiembres que se instalaron en San Benito no pasaban de ser actividades totalmente artesanales. Pasarán varios años para que esta actividad se industrialice. El hecho de contar con parcelas ubicadas en el umbral de la ciudad y el campo, y la cercanía al río Tunjuelo, fueron condiciones que atrajeron a los primeros curtidores a este lugar.
A los primeros curtidores la carencia de servicios también los afectaba. El agua se llevaba a las curtiembres desde la orilla del río en canecas metálicas de 55 galones. Tampoco había electricidad, las labores se realizaban totalmente en forma manual, de la carnaza desprendida se producía la cola. El trabajo de cocción, corte y secado de la cola fue, al igual que sus olores, característico de San Benito97.
En 1959 llegó el primer curtidor de cueros de Villapinzón. Quienes iniciaron la industria del cuero fueron los coleros: en San Benito no se procesaba cuero sino pegantes, muy utilizados en la carpintería. Las primeras curtiembres fueron llegando paulatinamente a partir del cierre de todas las fábricas del barrio Santander, donde había más de 100 establecimientos de industrias de cuero98. En este barrio se formó y funcionó por muchos años el primer grupo de curtidores de Bogotá. Algunos de los curtidores de San Benito aprendieron el oficio como obreros de los teneros del barrio Santander. Con esto se creó el intercambio de actividades de diverso tipo entre los dos barrios. Una de las razones para que los curtidores del Santander se trasladaran a San Benito fue el cambio del uso del suelo, actualmente residencial y comercial99.
Los primeros tambores giratorios de madera, donde se introducen las pieles para proceder a la curtiembre, eran movidos con motores de gasolina. Poco a poco se fueron introduciendo nuevos tambores, lo cual exigió la instalación de motobombas de gasolina para extraer el agua del río100. Con el establecimiento de los servicios de acueducto y energía, la industria del cuero comienza a crecer rápidamente.
El lote donde se construyó la iglesia, concluida en 1989, fue donado por un hortelano, y el primer párroco fue un sacerdote español, Carlos Wispun, recordado por su trabajo con las comunidades.
El centro de salud fue gestión comunitaria, al igual que el colegio, el jardín infantil y la “sala cuna”. Con la coordinación del párroco, quien se puso al frente, se hizo la construcción del salón comunal, gracias a los aportes de la comunidad que traía ladrillos y otros materiales. El lote fue donado por el propietario de la tierra, así como el lugar donde se instaló el mercado. No queda claro si fue una donación o correspondió a una cesión obligatoria como parte de la urbanización de sus tierras.
Ciudad Tunal
“¿Necesita usted casa? Así la obtiene: Bogotá, la capital de la república, tendrá una nueva ciudad dentro de su extensiva área. En el Tunal, el ICT adelanta actualmente la construcción de 450 apartamentos con características similares en construcción y costos al adjudicatario y los anunciados en Pablo VI”101.
De esta manera se promovió la iniciación de esta urbanización, producto de los programas de vivienda del Instituto de Crédito Territorial, ICT, con la que se rompe la tendencia de la construcción de barrios obreros en el sur de Bogotá, como hemos visto hasta ahora.
El Tunal era una gran hacienda, que había sido propiedad de José María Sierra —Pepe Sierra—, gran propietario de tierras en cercanías de Bogotá a comienzos del siglo xx. Sus tierras eran propicias para el cultivo de los cereales y la ganadería. Por ello, los recuerdos de los primeros habitantes de este lugar se remiten a los extensos potreros sembrados con trigo y cebada y a los hatos ganaderos. De aquí se sacaba el trigo y la cebada para vender en la plaza España, así como en los mercados de Tunjuelito y de San Carlos; también se vendía algo de leche a los vecinos de la hacienda102.
La Beneficencia de Cundinamarca era la propietaria de estas tierras, que fueron vendidas a la Corporación Autónoma Regional y al Instituto de Crédito Territorial, según escritura pública número 10 330 de 1968 de la Notaría Sexta de Bogotá. La señora Zoraida Cadavid de Sierra, heredera de Pepe Sierra, era la propietaria original103.
Luego, la car y el ict procedieron a la partición de estos terrenos, según la escritura pública número 3 478 de noviembre 15 de 1978 de la Notaría 18 de Bogotá, por lo que fue el Instituto de Crédito Territorial el encargado de la construcción de lo que se llamó Ciudad Tunal104.
Con ello se dio inicio a la idea de Ciudad dentro de la ciudad, programa que cambió el esquema que hasta ahora había predominado en la urbanización del sur, como era la venta indiscriminada de parcelas y lotes sin el cumplimiento de las normas mínimas de urbanización, por una oferta de vivienda —casas y propiedad horizontal— que contaba con todos los servicios públicos.
Los habitantes que llegaron a esta urbanización ya habitaban la ciudad y, además, varios de ellos eran residentes de la localidad de Tunjuelito, donde se encuentra El Tunal105, por lo que su relación con este espacio se remonta a varios años antes.
La percepción que estos habitantes tenían de estos potreros que se encontraban en los extramuros de la ciudad era todavía la de una vida rural asociada al cultivo de los cereales y a la cría del ganado; las tapias que cercaban la hacienda y dividían los potreros reafirmaban este paisaje rural en medio de un entorno que ya estaba urbanizado, además de ser sede de industria pesada.
Esto comienza a cambiar en los años sesenta, durante la administración de Virgilio Barco Vargas, cuando se adquiere la hacienda de El Tunal, y sus terrenos se incluyen dentro del programa de obras de preparación de la ciudad para el Congreso Eucarístico. Además, como parte del nuevo mobiliario urbano que introduce el alcalde, se incluye la construcción del Parque El Tunal, uno de los de mayor extensión que tiene la ciudad.
Cuando en 1968 se inicia la construcción del parque, los vecinos presenciaron el derrumbamiento de las tapias de la hacienda como un acto simbólico de integración de este espacio a la ciudad, pues las tapias dividían los barrios entre sí, impidiendo la circulación entre ellos. Así, por ejemplo, Santa Lucía estaba separada por una de las tapias que impedía la continuidad de las calles hacia el sur. Si bien el de El Tunal no fue uno de los parques que mayor atención recibió por parte de la administración distrital y permaneció mucho tiempo medio abandonado, la construcción del inem Santiago Pérez a comienzos de la década del setenta, así como la primera etapa de Ciudad Tunal I —casas en la modalidad de vivienda bifamiliares—, sí generó una integración de los antiguos potreros de la hacienda con el resto de los barrios106.
Sin embargo, la inclusión efectiva de estos terrenos a la ciudad fue muy lenta, pues aun cuando se construyeron las otras etapas de Ciudad Tunal, el paisaje de ese espacio era el de potreros abandonados.
La construcción inicial de los conjuntos residenciales no estuvo acompañada del establecimiento de un equipamiento urbano que supliera las necesidades de los nuevos habitantes. Por ello, para el abasto de alimentos tenían que recurrir a las plazas de mercado de los barrios San Carlos, Inglés y Santa Lucía, preferidas por hallarse a corta distancia y porque brindaban productos a precios más asequibles que respondían a sus necesidades107. Además, las plazas no servían solamente para el abasto de alimentos, sino también para crear vínculos y consolidar las relaciones entre los vecinos.
Sector I. La agrupación Tunal I fue construida sobre un terreno adquirido por el Instituto de Crédito Territorial en el año de 1974, en una extensión de 14 096 metros cuadrados. El ict procedió a levantar los apartamentos de dos, tres y hasta cuatro habitaciones. Una parte de ellos fue vendida al Fondo Nacional del Ahorro, entidad que se encargó de asignarlos a empleados oficiales mediante la modalidad de crédito hipotecario; los apartamentos tenían valores entre 150 000 y 180 000 pesos, y los plazos de pago iban desde los 10 a los 15 años108. El primer sector estaba conformado por 29 bloques, con un total de 408 apartamentos.
“En términos arquitectónicos, El Tunal correspondió a un esfuerzo por buscar nuevas alternativas arquitectónicas luego de la construcción de Ciudad Kennedy, urbanización que generó muchas críticas. Para superar las deficiencias que mostraba el gran proyecto Ciudad Kennedy, en El Tunal las viviendas multifamiliares se proyectaron sobre un sistema espacial integral, basado en mallas modulares tridimensionales que integran los espacios públicos y privados, para lo cual el bloque de viviendas se compuso de unidades superpuestas con el fin de que cada una tuviese un espacio abierto propio. Debido al corte súbito del programa, el proyecto quedó inconcluso y hubo que esperar una década para su continuación”109.
Sector II. El ict, dueño de los terrenos circundantes a El Tunal primer sector, proyectó el segundo sector con el que se complementó la urbanización en su proyecto inicial, y cuya conclusión convirtió a Ciudad Tunal en un centro de vivienda y de servicios de gran importancia para el sur de Bogotá.
Esta segunda etapa se realizó de manera diferente. Estuvo a cargo del Banco Central Hipotecario, bch, entidad que elaboró el proyecto y lo ofreció a las constructoras para que se encargaran de la ejecución de las propuestas, con el fin de fortalecer sus funciones como banco hipotecario. Por medio de esta fórmula se procedió a la construcción de 32 unidades adicionales110.
El nuevo diseño arquitectónico empleado en esta segunda etapa escogió la fórmula de unidades familiares de cinco pisos, con amplios parqueaderos, rodeadas de zonas verdes y dotadas de salones comunales, lugares de juegos para niños, locales comerciales, vías peatonales, y como exclusividad se empezó a utilizar la luz solar para los calentadores de agua, con el fin de economizarles a los propietarios parte del consumo de energía111.
Si se habla de manzanas, el proyecto inicial era de 33, aunque sólo se concluyeron 32, de las cuales 28 están edificadas y el resto del espacio se destinó para zonas verdes y parques. El bch empezó a bautizar las manzanas con los nombres de los departamentos del país; cuando se llegó a Risaralda y a Quindío no se continuó con el nombre de los departamentos sino que se les dieron denominaciones de otro tipo112.
Una vez se concluyó la construcción de las unidades multifamiliares, en el centro del complejo se construyó el Centro Comercial Ciudad Tunal, que vino a convertirse en un hito arquitectónico y de servicios para todo el sur de la ciudad. Los proyectos que se construyeron después, como El Condado de Santa Lucía, tienen un tipo de construcción y estética diferentes, pues se modificaron las fachadas113.
Es importante reseñar que el sistema de crédito hipotecario estaba basado en la modalidad de financiación de la UPAC, que amarraba los intereses a los cambios en el costo de vida. Esto generó un alza en las cuotas de amortización de los préstamos que los compradores de los apartamentos de El Tunal estaban pagando. Por ello, cerca de 2 000 apartamentos fueron intervenidos y muchos propietarios terminaron perdiendo sus viviendas. Esto desató un fuerte movimiento social de deudores hipotecarios114. Lo que sucedió en El Tunal anunciaba lo que luego sucedería en la ciudad de manera generalizada con la crisis de los deudores de upac a finales de los años noventa.
Por otra parte, la condición legal de propiedad horizontal y los derechos que cada propiedad tiene sobre los bienes comunales, han generado en algunos casos, dificultades en el manejo de los mismos. En buena parte, los enredos por los manejos de estos bienes fueron causados por el bch, pues este banco no legalizó la titulación de esos espacios ni protocolizó las escrituras correspondientes, de tal manera que su manejo y adjudicación quedó en el aire, lo que permitió que algunas personas sacaran provecho del limbo jurídico en que se encontraban estos bienes. Para solucionar esto se creó la Junta Central de Condominios, paralela a la existente Junta de Acción Comunal115.
En Ciudad Tunal II se tenía planeado construir 7 000 apartamentos en tres etapas. La primera se construyó entre 1984 y 1987 y la segunda a partir de 1988, para un total de 6 800 apartamentos. Cuando estalló la crisis de los deudores, se detuvo la construcción de la tercera etapa, cuya construcción la realizaron otras urbanizadoras y la bautizaron con otros nombres, como El Condado de Santa Lucía y El Tunal Reservado. Para muchos, Ciudad Tunal II era el “Chicó del sur”. Vivir allí era sinónimo de distinción y expresión de buena posición económica116.
Gran parte de los compradores de los apartamentos de este conjunto residencial fueron profesionales y comerciantes, pero también había otras personas que no tenían ingresos fijos y que no estaban preparados para las exigencias —tanto económicas como sociales— que implicaba el comprar y habitar este tipo de vivienda. Lo que para muchos parecía como un sueño de cambio de vida, para otros se convirtió en una pesadilla, debido al atraso en las cuotas en razón de la crisis económica que se vivía entonces. Así, entre 1986 y 1994 se desató un fuerte conflicto social derivado del incremento de las deudas hipotecarias, que así como produjo para muchos la pérdida de sus apartamentos, para otros produjo la dura refinanciación, y desencadenó la intervención de la policía para proceder con los desalojos, la rapiña de los abogados, el liderazgo de varios residentes y la intervención de numerosos políticos, desde candidatos presidenciales, hasta ministros, pasando por concejales y ediles de la ciudad.
Cuando el conflicto se agudiza, y ante la negativa del bch de una negociación diferente a la jurídica, los vecinos se organizan y participan a través de la Junta Central de Condominios —ente creado por el mismo banco. Esta organización coordina las acciones durante todo el proceso con el bch. Es interesante encontrar que en ella hicieron presencia militantes políticos de toda índole: liberales, conservadores, comunistas, “emes”, socialdemócratas y socialistas, amén de los vecinos que no militaban en ningún partido; todos ellos buscando hacer proselitismo político con los afectados por la crisis117.
Además, de las 1 800 familias que perdieron sus apartamentos, fueron muchas más las que tuvieron que vender para no entrar en cesación de pagos. Algunas, al producirse el acto de lanzamiento de sus viviendas, optaron por ocupar el Centro Integral Uno, conocido con el nombre de Unisur, local que estaba destinado a servir de sede de las actividades comunales de la ciudadela. Veintisiete familias convirtieron en sus viviendas esta parte del área común, aunque 9 de ellas luego fueron desalojadas de allí en razón de que no cumplieron con las reglas que los ocupantes habían establecido118.
TEJIDO SOCIAL Y TEJIDO URBANO
En el sur de Bogotá, el Estado termina haciéndose responsable de la construcción de la infraestructura; las tierras rurales se urbanizan sin mayores responsabilidades por parte del propietario y los pobladores urbanos inician el proceso de conformación del barrio. Todo esto se hace con una pobre presencia del Estado, que no ejerce autoridad para imponer unas mínimas condiciones de espacios públicos.
Es entonces el comprador del lote el encargado de integrar el pedazo de tierra que adquirió al tejido urbano. A partir de este momento encontramos la construcción del tejido social, que se da en ausencia del Estado y del urbanizador.
Antes de construir su casa, la gente construye tejido social. Éste se crea a partir de las iniciativas de los primeros vecinos que comienzan a asentarse. En la década del cuarenta y parte del cincuenta empiezan a aparecer las llamadas Juntas de Mejoras, organizadas por los primeros pobladores urbanos, probablemente siguiendo la experiencia de la Sociedad de Mejoras y Ornato —organización de acción social de la elite bogotana. Estas Juntas de Mejoras, que aparecen en estos barrios, personifican la primera forma de organización barrial.
La segunda es la parroquia, ya que va generando otro tipo de organización social gracias al trabajo comunitario que implica construir el templo, a través de bazares, rifas, concursos, reinados, etc. Además, de las labores sociales que se adelantan alrededor del mismo.
El tercer espacio de construcción de tejido social se encuentra conformado por la Junta de Acción Comunal, jac, que es la organización fundamental en la historia de Bogotá, sin la cual no se puede entender la ciudad del siglo xx. Fundadas en 1958, al inicio del Frente Nacional y hasta la alcaldía de Peñalosa, se va a encontrar que las jac van a significar una gran red social —aproximadamente 1 700 juntas—, que llega a tener a finales del siglo xx más de 200 000 afiliados, lo que las convierte en una de las redes sociales más importantes que tiene la ciudad.
La construcción de este denso tejido social que se construye en Bogotá en buena parte es facilitado por el tipo de poblamiento que tiene Bogotá, que es fundamentalmente cundiboyacense. Bogotá es una ciudad de cultura andina, más del 80 por ciento de sus orígenes son cundiboyacenses, más boyacenses que cundinamarqueses, y esto genera una forma de cohabitación, una forma de ritos, fiestas, comidas, culturas, imaginarios, comportamientos, que se ponen en común con cierta naturalidad, con relativa facilidad en el momento de conformación de las comunidades barriales.
LA CONSTRUCCIÓN DE LO PÚBLICO DESDE LO COMUNITARIO
Si bien hubo muy poca presencia del Estado en la formación de Bogotá, se encontraron diversas manifestaciones de organización comunitaria. La gente construye comunidad, antes de construir barrios. Esto surge de la necesidad y ante la ausencia del Estado; así el espacio público, en buena parte de la ciudad, se forma desde lo comunitario y no desde lo estatal.
Otro espacio de construcción de tejido social se da a partir de la politización que ocurre con el Frente Nacional. A partir de 1958 aparece la politización de estas organizaciones, y con ello se consolida otra forma de regulación social: el clientelismo.
El clientelismo es una forma de regulación social, de control. Las redes de clientelas las montan sobre las redes comunitarias o las convierten en redes de clientela, como sucede con algunas Juntas de Acción Comunal o con algunas organizaciones comunitarias, e inclusive con algunas parroquias. Este sistema de clientela va a generar una privatización de lo público y otra forma de regulación social, porque la presencia del Estado va a llegar a los barrios a través de un intermediario político que negocia esta presencia por los votos que cobra por la construcción de una infraestructura de servicios públicos.
Así, pese a una histórica ausencia del Estado en la construcción de lo público, encontramos una ciudad cuyos índices de violencia en el acceso al suelo urbano fueron mínimos comparados con los de otras ciudades. En Bogotá, además, el tipo de población de la ciudad y el origen de los fundadores de los barrios, van a generar una formación de tejidos sociales alrededor de lo comunitario. Estas organizaciones comunitarias sustituyeron a algunos agentes del Estado ante la necesidad de construir lo público a través de sistemas de regulación.
Finalizando, los cuchos, como le llaman en los barrios a los fundadores, tejieron redes sociales muy fuertes con el fin de resolver esa ausencia de entidades estatales. Son ellos los encargados de negociar con los que tienen poder político ante los entes del Estado, para conseguir los servicios de teléfono, acueducto, alcantarillado, luz, etc.
Pero este esfuerzo por construir tejido social no se hereda. Por supuesto, las generaciones siguientes encuentran que las principales necesidades urbanas están resueltas: las casas construidas, los principales servicios públicos funcionando, los problemas de infraestructura resueltos, etc. Sin embargo, hay otro tipo de tensiones, derivadas de problemas en la educación, el empleo, entre otras adversidades que generan otra clase de violencia urbana. Entonces, existe un bache generacional muy fuerte entre las organizaciones sociales. La socialización de los fundadores —de los hacedores de barrios—, es muy distinta a la de las siguientes generaciones, donde la socialización y la consolidación de comunidad son concebidas de forma diferente. Este esquema se puede, en cierta medida, aplicar hasta los años setenta. De ahí en adelante encontramos una ciudad que genera nuevas tensiones, que se han manifestado a través de diversas formas de violencia en las décadas de los ochenta y los noventa.
——
Notas
- 1. Esto es particularmente agudo durante la República conservadora (1880-1930), cuando el Estado delegó en la Iglesia católica algunas de sus funciones, como fue el manejo de la educación y la administración de buena parte del territorio nacional, a través de las misiones apostólicas. Luego, en los años veinte, con el auge cafetero, se delegaron en el gremio cafetero funciones como el cobro de impuestos, por ejemplo.
- 2. Zambrano, Fabio, Historia de la localidad de Tunjuelito. El poblamiento del valle medio del río Tunjuelo, Bogotá, Universidad Nacional, 2004, págs. 64 y ss.
- 3. Suárez, Adriana María, La ciudad de los elegidos. Crecimiento urbano, jerarquización social y poder político. Bogotá, 1910-1950, tesis de grado de Historia, Universidad Nacional, 2001, pág. 58.
- 4. Suárez, Adriana María, op. cit., pág. 67.
- 5. Ibíd., pág. 75.
- 6. Ibíd., pág. 81.
- 7. Zamora, Gabriel, “Los límites de Bogotá”, Registro Municipal, n.o 109-110, Bogotá, julio de 1937, citado por Suárez, Adriana María, op. cit., pág. 56.
- 8. Citado por Mejía, Germán y Zambrano, Fabio, Bogotá. La zonificación decimonónica, inédito, págs. 72-73.
- 9. Ibíd., págs. 74-75.
- 10. Citado por Cortés Díaz, Marco, La anexión de los 6 municipios vecinos a Bogotá en 1954, Bogotá, Universidad Nacional, 2006, pág. 37.
- 11. Ibíd., pág. 59.
- 12. Ibíd., pág. 65.
- 13. Museo de Desarrollo Urbano, op. cit., pág. 84.
- 14. El Tiempo, 25 de enero de 1955. Citado por Cortés Díaz, Marco, op. cit., pág. 67.
- 15. Son varios los edificios nacionales que se construyen en este periodo. Por ejemplo, la Universidad Nacional, la Biblioteca Nacional, los edificios de los ministerios, el Parque Nacional, entre otros.
- 16. Hofer, Andreas, Karl Brunner y el urbanismo europeo en América Latina, Bogotá, El Áncora Editores, Corporación La Candelaria, 2003.
- 17. Zambrano, Fabio, op. cit., pág. 58.
- 18. Cromos, n.o 771, 18 de junio de 1931.
- 19. El Espectador, 12 de agosto de 1946.
- 20. El Tiempo, 12 de septiembre de 1947.
- 21. El Tiempo, 30 de noviembre de 1947.
- 22. Cromos, 4 de junio de 1938.
- 23. Cromos, 30 de diciembre de 1940.
- 24. El Espectador, 30 de diciembre de 1946.
- 25. Paper Chase, El Gráfico, 23 de mayo de 1936.
- 26. Rojas, Rodrigo, Humedales en la sabana de Bogotá. Una mirada histórica durante los siglos xv a xix, Bogotá, IDCT, 2000.
- 27. Osorio, Julián Alejandro, El río Tunjuelo en la historia de Bogotá. 1900-1990, tesis de grado de Historia, Universidad Nacional, 2003, pág. 54.
- 28. El Tiempo, 11 de marzo de 1947.
- 29. El Tiempo, 26 de febrero de 1947.
- 30. El Tiempo, 16 de octubre de 1947.
- 31. El Espectador, 2 de marzo de 1945.
- 32. Pardo, Restrepo y Santamaría Ltda., Edición conmemorativa de los 50 años de su fundación, Bogotá, OP Gráficas, 1988, págs. 18 y 19.
- 33. El Espectador, 1.o de agosto de 1946.
- 34. El Espectador, 30 de abril de 1947.
- 35. El Tiempo, 21 de octubre de 1947.
- 36. El Tiempo, 29 de febrero de 1948.
- 37. El Tiempo, 15 de julio de 1947.
- 38. El Tiempo, 10 de enero de 1947.
- 39. El Tiempo, 17 de enero de 1947.
- 40. Mejía, Germán y Zambrano, Fabio, La zonificación decimonónica, inédito, pág. 60.
- 41. En el siglo xx la ciudad creció 63 veces, al pasar de 100 000 almas en 1905 a 6 322 700 en 1999. Es importante tener presente que la ciudad venía creciendo aceleradamente más de una década antes del 9 de abril de 1948. Subrayamos esto para comprender mejor que la violencia no ha sido el único factor explicativo de esta historia.
- 42. Saldarriaga, Alberto, Bogotá siglo xx. Urbanismo, arquitectura y vida urbana, Bogotá, Alcaldía Mayor de Bogotá, 2000, pág. 87.
- 43. Torres, Alfonso, La ciudad en la sombra. Barrios y luchas populares en Bogotá. 1950-1970, Bogotá, Cinep, 1993, pág. 27.
- 44. Ibíd., op. cit., pág. 29.
- 45. El Tiempo, 15 de julio de 1947, pág. 7.
- 46. El Tiempo, 18 de enero de 1950, pág.10.
- 47. Moreno, Carmen Helena, y Durán, María de Jesús, Historia del barrio Tunjuelito. Localidad 6, Bogotá, Concurso de Historias Barriales y Veredales, DAACD, 1999, pág. 1.
- 48. Ibíd., pág. 6.
- 49. El Tiempo, 17 de noviembre de 1958.
- 50. Entrevista al señor Armando Cabrera, barrio San Carlos, 15 de agosto de 2003.
- 51. El Espectador, 29 de junio de 1949, pág. 6.
- 52. El Espectador, 21 de julio de 1949, pág. 3.
- 53. Jiménez de Quesada, Gonzalo (seudónimo), El pensador de mi barrio o historia del barrio San Carlos, Bogotá, Concurso de Historias Barriales y Veredales, DAACD, 1999, pág. 11.
- 54. Ibíd.
- 55. Ibíd., pág. 14.
- 56. Los avisos están reproducidos en la historia barrial que estamos citando. Op. cit., pág. 19.
- 57. Ibíd., pág. 20.
- 58. El Espectador, 14 de enero de 1950, pág. 1.
- 59. El Tiempo, 1.o de agosto de 1949, pág. 2.
- 60. El Tiempo, 15 de agosto de 1949, pág. 2.
- 61. El Tiempo, 5 de septiembre de 1949, pág. 11.
- 62. El Espectador, 25 de septiembre de 1967, pág. 9A.
- 63. El Tiempo, 2 de diciembre de 1958, pág. 14.
- 64. El Espectador, 20 de enero de 1961, pág. 5.
- 65. El Espectador, 22 de marzo de 1959, pág. 3A.
- 66. Saldarriaga, Alberto, Bogotá siglo xx. Urbanismo, arquitectura y vida urbana, Bogotá, Alcaldía Mayor de Bogotá, 2000, pág. 86.
- 67. Para comprender mejor esta idea sugerimos mirar el trabajo de Suárez, Adriana María, La ciudad de los elegidos, op. cit. En esta investigación histórica se puede ver la estrecha relación que ha existido en Bogotá entre la pertenencia a la elite y la participación en los espacios decisorios sobre la ciudad.
- 68. Información facilitada por el urbanista Luis Carlos Jiménez, a quien agradecemos. Los datos que siguen a continuación provienen de dicha fuente.
- 69. Torres, Alfonso, op. cit., pág. 36.
- 70. Testimonio recogido en el barrio Venecia. Salón Comunal, junio de 2003.
- 71. Testimonio presentado por el señor Jorge M. Garcés, barrio Venecia, junio de 2003.
- 72. Corazón de Esperanza, Juanito (Seudónimo), Historia fragmentada de una comunidad, Concurso de Historias Barriales y Veredales, DAACD, 1998, pág. 18.
- 73. Rodríguez, César, barrio Venecia, junio de 2003.
- 74. Garcés, Jorge M., barrio Venecia, junio de 2003.
- 75. Solano, Adolfo, barrio Venecia, junio de 2003.
- 76. Garcés, Jorge M., barrio Venecia, junio de 2003.
- 77. Ibíd.
- 78. Garcés, Jorge M., barrio Venecia, junio de 2003.
- 79. El Tiempo, 20 de julio de 1968.
- 80. Garcés, Jorge M., barrio Venecia, junio de 2003.
- 81. Ibíd.
- 82. Ibíd.
- 83. Ibíd.
- 84. Ibíd.
- 85. El Tiempo, 5 de septiembre de 1968.
- 86. El Tiempo, 16 de febrero de 1968.
- 87. Garcés, Jorge M., barrio Venecia, junio de 2003.
- 88. Ibíd.
- 89. Ibíd.
- 90. Corazón de Esperanza, Juanito (seudónimo), op. cit., pág. 66.
- 91. Ladino, Froilán, Entre hortalizas, cueros y balones, Concurso de Historias Barriales y Veredales, DAACD, Bogotá, 1997, sin paginación.
- 92. Testimonios de Nepomuceno Bernal, Vicente Rodríguez y doña Herlinda, 24 de julio de 2003.
- 93. Ladino, Froilán, op. cit.
- 94. Ibíd.
- 95. El Espectador, 12 de marzo de 1963, pág. 13A.
- 96. El Tiempo, 22 de marzo de 1968, pág. 6.
- 97. Ladino, Froilán, op. cit.
- 98. Taller barrio San Benito.
- 99. Ladino, Froilán, op. cit.
- 100. Ibíd.
- 101. El Bogotano, 2 de agosto de 1967, pág. 2.
- 102. Entrevistas realizadas con habitantes de este barrio el día 14 de julio de 2003.
- 103. Quincar (seudónimo), Historia barrio Tunal, Bogotá, IV Concurso de Historias Barriales y Veredales, DAACD, 2000, pág. 5.
- 104. Ibíd., pág. 6.
- 105. Ibíd.
- 106. Ibíd.
- 107. Ibíd., pág. 13.
- 108. Quincar, op. cit., pág. 39.
- 109. Saldarriaga, Alberto, op. cit., pág. 216.
- 110. Entrevista realizada el 14 de julio de 2003.
- 111. Quincar, op. cit., pág. 29.
- 112. Entrevista realizada el 14 de julio de 2003.
- 113. Ibíd.
- 114. Ibíd.
- 115. Ibíd.
- 116. Barragán, José Bernardo, Tunal II. Sueños y realidades, Bogotá, Concurso de Historias Barriales y Veredales, DAACD, 1999, pág. 7.
- 117. Ibíd., pág. 29.
- 118. Ibíd., pág. 57.