- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Bogotá económica
De ser una de las avenidas residenciales más elegantes de la capital, rodeada de mansiones señoriales, la avenida Chile, o calle 72, se transformó, entre las décadas de los setenta y de los ochenta, en el corazón financiero de Bogotá. Las antiguas residencias que databan de la década de los veinte, fueron sustituidas por grandes edificios que van desde la avenida Caracas hasta la carrera 5.ª. Corporaciones financieras, bancos, compañías de seguros y hoteles son hoy los principales moradores de este importante sector de la ciudad, donde el último vestigio del pasado es el edificio de arquitectura románica del Colegio de La Enseñanza.
Desfile con el primer riel producido en La Pradera, herrería de don Julio Barriga, empresa que marcó en 1886 el proceso de industrialización.
Inauguración de la fábrica de galletas La Corona en 1923. Escuchan el discurso de don Antonio Gómez Restrepo, sentados, de derecha a izquierda, el presidente Pedro Nel Ospina y los ministros Jorge Vélez y José Joaquín Casas.
Lino Casas fue uno de los principales competidores de Bavaria y de Germania en la primera década del siglo xx, con su fábrica de cerveza La Camelia Blanca, que ocupaba los primeros lugares de venta en Bogotá y Cundinamarca, pero que carecía de distribución nacional. Sus anuncios publicitarios eran muy atractivos y un modelo de diseño artístico.
La fábrica de La Camelia Blanca quedaba en la avenida Colón, calle 13 n.o 319 a 349, entre las actuales carreras 15 y 16.
La fábrica de chocolates de Chaves y Equitativa, fundada en 1877 en Bogotá por don Enrique Chaves Lersundy, llegó a ser una de las empresas industriales más ricas y poderosas del país, cuyos anuncios aparecían, entre otros, en el periódico Fantoches de Manuel José Jiménez, a finales de la década de los veinte.
Planta y oficinas de la Cervecería Bavaria en San Diego, a principios de siglo; fábricas de vidrio y tapas de Fenicia y Tivoli, de propiedad de Bavaria, situadas en el sector centro oriental de la ciudad.
La fábrica de Fenicia fue reorganizada y modernizada por Leo S. Kopp en 1902.
En Bogotá abundaban en la primera mitad del siglo xx los pequeños talleres de confección y venta de ropas a precios módicos, combinados con una gran variedad de productos para distintos usos.
Estas empresas familiares solían ser una valiosa fuente de empleo. Impulsaron además las ventas a crédito de productos tanto importados como nacionales, y tuvieron su auge entre 1945 y 1970. En la década de los setenta comenzaron a ser desplazados por los grandes almacenes y los almacenes de cadena.
Sede principal del edificio del Banco de Bogotá, en la esquina de la calle 12 con la carrera 8.ª a mediados de los años cincuenta.
Sede del Banco de la República, edificio Pedro A. López, en su entrada lateral sobre la carrera 8.ª, entre avenida Jiménez y calle 14. A partir de 1920, con la apertura del Banco López, y después con el Banco de la República (en el mismo edificio), los Bancos de Bogotá y de Colombia, y la Superintendencia Bancaria, y siguiendo los derroteros trazados por la misión Kemmerer, el centro de Bogotá, entre las carreras 7.a y 9.a, y la avenida Jiménez hasta la calle 12, se convirtió en un importante sector de servicios financieros.
Imprenta de Billetes del Banco de la República, también denominada Central de Efectivo, localizada en Ciudad Salitre, esquina suroriental de la intersección de la avenida 68 con avenida El Dorado. El nuevo edificio de la Imprenta de Billetes, construido sobre un terreno de 62 400 metros cuadrados, se inauguró en el segundo semestre de 2005.
Sede principal de la Cámara de Comercio de Bogotá sobre la avenida El Dorado con carrera 68D costado sur.
A comienzos de los setenta el edificio de Seguros Fénix (carrera 7ª. con calle 32) pasó al de Seguros Tequendama, pero en 1978 fue despojado de su segundo lugar por el del Banco Cafetero.
Banco Cafetero (calle 28, con carrera 13).
El edificio de la Sociedad Colombiana de Arquitectos (carrera 6ª. con calle 26) nunca tuvo presiones de ser el más alto, pero sí uno de los de arquitectura más elaborada.
Edificio Seguros Tequendama (calle 26 con 7.ª), que ubicó al Tequendama en segundo lugar, pero luego fue desplazado por la Torre Avianca.
Otro edificio de gran significación arquitectónica y económica es el de la Multifinanciera (calle 72 con carrera 7.ª).
En 1979 se construyó la Torre Colpatria de 50 pisos (carrera 7.ª con calle 25) que hasta hoy es el edificio más alto del país, y quizá la principal referencia arquitectónica de Bogotá, uno de sus grandes íconos modernos. Tiene una altura de 196 metros, y en su cúspide funciona un mirador, abierto al público en los fines de semana, desde el cual se puede observar la ciudad de Bogotá al sur, al occidente y al norte, y contemplar la magnificencia de la sabana. La Torre Colpatria ofrece a todos los ciudadanos un espectáculo único, como es la iluminación total del edificio, todas las noches, entre 6 de la tarde y 1 de la mañana, con un juego de 36 luces de xenón, que cada determinado tiempo forman los colores de la bandera de Colombia. La Torre Colpatria es el sexto edificio más alto en América Latina.
Otro edificio de gran significación arquitectónica y económica es el del Banco de Occidente (carrera 13, calle 27).
La Torre Avianca (calle 16 con carrera 7.ª), construida a mediados de los sesenta, tiene 161 metros de altura y 41 pisos. En 1973 se incendiaron cinco pisos intermedios y milagrosamente no hubo víctimas.
La idea de conformar en Bogotá una zona denominada Centro Internacional nació con el Hotel Tequendama, inaugurado en 1953, pero no se concretó hasta una década después, cuando se presentó el proyecto para un Centro Internacional que abarcaba desde la calle 26 hasta la calle 28, entre las carreras 7.ª y 13. La primera fase del Centro Internacional de Bogotá se estrenó en 1967 con los edificios de Bavaria para residencias y oficinas, las residencias Tequendama, el Banco de Bogotá, este último sobre la carrera 13 con calle 26, Seguros Tequendama y la torre Colpatria. El Centro Internacional es hoy uno de los sectores más completos de la capital y con más definida personalidad urbanística.
Con creciente auge desde los años setenta, el renglón del cultivo y exportación de flores se ha convertido en uno de los más dinámicos de la economía nacional. En la sabana de Bogotá han proliferado los cultivos de flores, con la tecnología del caso, y los grandes galpones, que ofician de invernaderos y centros de procesamiento de las flores destinadas a la exportación, y que han variado en muchos sitios, de una manera no muy favorable, el aspecto del paisaje sabanero. Sin embargo, el próspero mercado de exportación de flores ha generado divisas y empleo que han sostenido el crecimiento económico de Bogotá.
Para que los niños tuvieran a su alcance los elementos básicos de una educación científica, la administración de Diego Pardo Koppel creó el Museo de los Niños, situado en El Salitre (carrera 48, calle 63), con colecciones de ciencia y tecnología, y 16 módulos de exposición. El Museo de los Niños, inaugurado el 16 de febrero de 1986, “nació de la necesidad de dotar al mundo infantil de un lugar adecuado y dinámico para propiciar el conocimiento y la experiencia frente a los elementos de la vida cotidiana… La función básica del Museo de los Niños está orientada a que los pequeños aprendan con su experiencia acerca de temas tan diversos como las comunicaciones, el arte, la informática, el cuerpo humano, y en general acerca del mundo que nos rodea”.
El Parque Salitre Mágico se inauguró en el año 2000 y marcó un hito por ser el primero de su clase en el mundo. Administrado por la Corporación Interamericana de Entretenimiento, el Salitre Mágico ofrece 32 atracciones diferentes, 16 infantiles y 16 familiares de alto impacto, entre otras la montaña rusa, el barco pirata, las mil y una noches, la rueda Millenium (foto), los monstruos marinos, el palacio de cristal, el mini-jet, las sillas voladoras, el avión 727, los carros chocones, el castillo del terror, el gusano loco, una pista de karts, etc. El Parque Salitre Mágico también ofrece instalaciones y coordinación para diversos eventos, para empresas y para grupos mayores de 20 personas. Está ubicado en la avenida 68 con calle 63, en un terreno de 32 hectáreas, con acceso vehicular y peatonal por ambas vías y parqueadero para 1 200 vehículos.
Gran obra con que Rogelio Salmona (1929-2007) enriqueció el patrimonio arquitectónico de Bogotá: Archivo General de la Nación. Con el apoyo decidido del presidente Virgilio Barco, Salmona diseñó años antes el edificio del Archivo General de la Nación, AGN, que se inauguró en 1992, construido con los más rigurosos cánones arquitectónicos en cuanto a la dirección del viento, el entorno urbano, las condiciones interiores en que debe funcionar un archivo, para formar un conjunto de extraordinaria armonía.
Nuevo Palacio de la Gobernación de Cundinamarca, sobre la avenida 26 con la carrera 47. Por más de 150 años la sede de la Gobernación estuvo en el histórico sector de San Francisco, primero en el edificio del antiguo convento de los franciscanos, demolido en 1917, y después en el Palacio de la Gobernación, que se edificó en el mismo lugar del convento, entre 1918 y 1933. En 1995 la sede de la Gobernación fue trasladada al nuevo edificio de la calle 26, por iniciativa de la gobernadora Leonor Serrano.
Gran obra con que Rogelio Salmona (1929-2007) enriqueció el patrimonio arquitectónico de Bogotá: Edificio de posgrados de la Universidad Nacional. El edificio de posgrados, cuya construcción se inició en 1995, fue inaugurado en el año 2000, como un formidable centro cultural y de convenciones a cargo de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional. El maestro Salmona, que entendía la arquitectura en su concepción clásica de arte, hizo del edificio de posgrados una obra de arte, capaz de suscitar en quienes la viven las emociones y los sentimientos que de ella deben esperarse.
Creada y construida en los años ochenta como un complejo habitacional de tipo campestre, en las afueras de Bogotá, la Ciudadela Colsubsidio ya pertenece hoy al perímetro urbano y está rodeada de urbanizaciones, conectada al sistema TransMilenio por rutas alimentadoras. Dotada con todos los servicios públicos y la infraestructura requerida para el buen funcionamiento de una comunidad que es, en sí misma, una pequeña ciudad, la ciudadela Colsubsidio marcó un hito urbanístico y arquitectónico en la historia de Bogotá.
Texto de: Fabio Zambrano Pantoja
UNA LENTA CONSOLIDACIÓN ECONÓMICA
Para comprender la historia económica de la ciudad hay que tener en cuenta las particularidades de su región económica. En efecto, Bogotá tiene la ventaja de su localización, al ser la ciudad de la Cordillera Oriental más cercana al río Magdalena. Este hecho le va a permitir beneficiarse de las dinámicas de la economía exportadora, representada primero en el auge del tabaco a mediados del siglo xix, y luego, a partir de 1870, en los efectos dinamizadores del café, cultivado en la vertiente cordillerana que se encuentra entre Bogotá y este río. Por su localización, Bogotá va a constituirse en una especie de puerto de montaña, por donde circulan las mercancías que se importan para el altiplano, así como las que salen hacia el Occidente, sea el río Magdalena o la Cordillera Central.
Bogotá se beneficia, entonces, de la condición de ser una ciudad que ofrece servicios comerciales para una región económica que poco a poco se va urbanizando. Este territorio ha sido, en toda la historia de la actual Colombia, el espacio más poblado. Además, gracias a la gran diversidad ambiental del mismo, es el que cuenta con mayor estabilidad y variedad en su oferta de alimentos. Gracias a la altitud de sus tierras ha tenido también una baja afectación de las enfermedades tropicales, que en otras latitudes mermaron el desarrollo demográfico.
Por ello, si bien a finales del siglo xix la ciudad presentaba un cuadro de pobreza urbana aguda, al mismo tiempo era el centro económico de la región más poblada y el que contaba con una gran riqueza agraria, representada tanto en la agricultura de exportación como en la destinada al mercado interno. Estas dos condiciones van a ser definitivas en la historia económica de Bogotá.
A pesar de estas notorias ventajas de su región económica y su localización, el estancamiento urbano se constituyó en una condición del lento despegue de la economía de la ciudad. Además, debido a su centenario aislamiento y a la alta oferta de mano de obra, la ciudad siguió siendo un lugar ideal para el desarrollo de actividades artesanales. Los artesanos constituyeron un grupo social numeroso y sus pequeños talleres, repartidos por el casco central, en los cuales muchas veces el artesano ubicaba su banco de trabajo en la calle, forjaron un elemento común del paisaje urbano de finales del siglo xix.
El aislamiento de la ciudad era una condición derivada de la geografía. A finales del siglo xix la mula era todavía el mejor medio de transporte de carga. Pero, en épocas de lluvias, en razón del mal estado y abandono de los caminos, estas rutas sólo podían ser transitadas por cargadores humanos. En 1889, por ejemplo, el camino de Bogotá a Honda, el más importante para conectarse con el río Magdalena y luego con la costa caribe, era un camino de mulas, de muy difícil tránsito, con pocos trechos empedrados y varios pasos difíciles que aumentaban las incomodidades del viaje, el tiempo y los costos del transporte.
En opinión de comerciantes y viajeros que frecuentaban esta ruta a finales del xix, el tiempo gastado en transportar mercancías entre Honda y Bogotá era superior al que se gastaba en hacerlo de Europa a Honda.
De hecho, dado el elevado costo del transporte terrestre y el relativo menor costo del transporte fluvial y marítimo, no sorprende que desde la Colonia se vendiera harina norteamericana en Honda a menor precio que la producida en la sabana de Bogotá. En un sentido económico, el valle del Magdalena se desenvolvió relativamente cerca del comercio internacional y lejos de los centros demográficos del interior como Bogotá. No fue accidental que el primer producto de exportación importante a nivel nacional fuera cultivado en el valle del Magdalena y los otros dos provinieran de las vertientes, como las quinas y el café.
Esta situación tuvo un cambio desde finales del siglo xix. Por una parte, la economía cafetera se va a convertir en motor del desarrollo económico y en causal de la modernización de los medios de transporte. Por otra parte, la centralización del Estado, a partir de la Constitución de 1886, va a fortalecer la capital de la república, gracias a la política centralista que aplica el Estado nacional. Poco a poco, Bogotá pasa de ser la capital simbólica a ser la capital efectiva del país.
La acción del Estado central y la economía exportadora, son entonces los dos factores que impulsan el crecimiento demográfico de la ciudad, desde las últimas décadas del siglo xix y las primeras del siglo xx. Gracias a ello, la ciudad siempre va a presentar un cuadro de crecimiento poblacional, habitantes urbanos que poco a poco van integrándose a la economía capitalina y acrecentando el mercado local. Son ellos, los inmigrantes, quienes se convierten en consumidores de la oferta de vivienda que desde principios del siglo xx se brinda en las urbanizaciones surgidas a la vera de los caminos coloniales. Esta constante y abundante oferta de mano de obra en el mercado laboral hace que los salarios sean bajos.
Pero el desarrollo industrial bogotano no fue fácil. A finales del siglo xix el panorama de su industria, como la del resto del país, era desalentador. Los intentos por establecer industrias tenían vida corta, pero los esfuerzos eran continuos, como fue el caso de la Ferrería de La Pradera, del empresario Julio Barriga, en 1886. Se trataba de la ferrería más desarrollada del país. Con alta capacidad de adaptación e inventiva, construyó no sólo parte de su propia maquinaria sino que diseñó y construyó una máquina de vapor, la primera hecha en Colombia.
Sin embargo, estos eran ante todo logros simbólicos. La ferrería no fue nunca una empresa rentable ni el objeto de una administración orientada racionalmente desde el punto de vista empresarial. La falta de capitales fue subsanada siempre con la venta de propiedades del dueño y su familia; éste se empeñó siempre en mantener la empresa a título individual y no como sociedad de acciones. El Estado, que era su principal cliente, se encontraba en profunda crisis, subsanando sus incumplimientos con prórrogas y negociaciones de los contratos, y conformando un entorno institucional poco favorable a la racionalización formal de la gestión económica de la empresa. A partir de 1895 la empresa entró en crisis permanente. Luego de la muerte de Julio Barriga en 1905, continuó funcionando con irregularidad hasta 1908.
La importancia de esta experiencia industrial bogotana radica en ser un intento de desarrollo de una industria de bienes de capital. Julio Barriga ejemplifica un nuevo tipo de empresario que asume el quehacer industrial pese a sus riesgos, acercándose al empresario industrial moderno. Su empeño contrasta con el modelo típico del negociante bogotano de los años 1880 a 1930, que prefiere una intensa movilidad intersectorial coyuntural y la especulación en el comercio interior y exterior.
En este periodo de arranque de la industrialización no se puede hablar de ramas industriales sino de empresas destacadas. Y es precisamente alrededor de las empresas Bavaria y Chocolates Chaves que se entiende la formación de la fábrica moderna en la capital. Cabe destacar que esta industrialización se inició por el sector de alimentos y bebidas, rama poco exigente en tecnología y capital1.
Es claro en estas dos empresas el inicio de un funcionamiento continuo y estable con una historia exitosa —como es el caso de Bavaria— y con esfuerzos innovadores, tanto en lo técnico como en lo organizativo, que logran desarrollar establecimientos industriales con estructura técnica y empresarial de fábrica, de acuerdo con parámetros capitalistas.
Un aspecto significativo para Bogotá del surgimiento de estas dos empresas consistió en que estas fábricas industrializaron bienes de consumo, los cuales se producían artesanalmente, tanto en la ciudad como en el campo, como era el caso del chocolate. Las cervezas, a su vez, compitieron directamente con la chicha, bebida fermentada de maíz, de fabricación artesanal. Podemos destacar que el éxito que acompañó a la industrialización de estos productos, y por tanto a las empresas, no sólo dependió de la eficiencia de su técnica y productividad, sino también de la mejora de los ingresos y del nivel de vida de la población, así como del cambio general de los hábitos de consumo hacia otros más próximos a la cultura urbana. Tal es el caso de la sustitución de la chicha por la cerveza, que no solamente tuvo que ver con las campañas de prohibición y persecución a la primera, vista como flagelo social por las autoridades sanitarias, sino por el cambio en los patrones de consumo y el triunfo de la urbanidad burguesa.
El surgimiento de la fábrica de Chocolates Chaves en 1877 se circunscribe al montaje de pequeñas fábricas que mecanizaron partes del proceso de la elaboración del cacao en las últimas décadas del xix. Lo particular de esta iniciativa es que despliega una dimensión fabril de su empresa, usando exitosamente la primera máquina de vapor en Bogotá y ejerciendo un tipo de gestión avanzada, con alta capacidad de invención y adaptación. Esto le permitió ofrecer su chocolate como un bien industrial ajustado a las condiciones de mercado y competencia del momento, utilizando, por ejemplo, artículos divulgativos en la prensa, que recomendaban la higiene, la uniformidad y el mejor aroma de sus productos, escritos por algún químico o profesor reconocido.
La empresa contaba en 1898 con 110 obreros, una concentración de mano de obra inusitada para la Bogotá finisecular. Para entonces, la demanda del producto era creciente, en razón al mercado en expansión asociado al cultivo del café. En 1889, la Fábrica de Chocolates la Equitativa, que empleaba 30 trabajadores, mujeres en su mayoría, le compite con éxito.
En concordancia con una concepción moderna de la producción fabril, y en busca de mayor inversión, estas empresas se transforman al sistema de propiedad accionario, abandonando la condición de fábricas de capital individual. En 1899 lo hace Chaves y en 1902, la Equitativa. El objetivo principal de la sociedad Chaves era establecer fábricas en Antioquia, que presentaba un mercado en fuerte expansión. Paradójicamente resultó lo contrario, pues el capital antioqueño terminó controlando a las chocolateras bogotanas. Esta conversión en sociedades anónimas facilitó la fusión de las dos empresas en 1905, con el nombre de Chocolates Chaves y Equitativa. Esta suma de recursos empresariales permitió la proyección de la nueva empresa al mercado nacional, creando la posibilidad de establecer fábricas o integrar las existentes en otras ciudades del país.
Sin embargo, la empresa empezó a tener una fuerte competencia local por parte de las chocolateras Tequendama, La Especial y Corona, así como Nacional y Cruz Roja de Antioquia, que posteriormente será la Compañía Nacional de Chocolates, además de la chocolatera santandereana Sociedad Industrial Franco-Belga. No obstante, la experiencia acumulada, la capacidad productiva y el grado de acreditación garantizaron su permanencia en el mercado bogotano.
La consolidación de esta empresa permitió un relativo mejoramiento de la calidad de vida de sus operarios, representado en la oferta de algunos servicios para los trabajadores, tales como una caja de ahorros, escuela nocturna, seguro de vida, salario durante enfermedad o accidente laboral, verdaderas novedades en el mundo laboral de comienzos del siglo xx en Bogotá. Esta oferta, relacionada con el éxito y la capacidad económica de la empresa, así como con cierto grado de paternalismo de los empresarios, se presenta en menor grado en otras empresas destacadas de la época.
La empresa de mayor éxito fue la Cervecería Bavaria, ícono de la industrialización en la capital. Si bien otras empresas tenían los elementos básicos de una empresa industrial moderna, es en Bavaria donde los paradigmas de la industrialización toman cuerpo. Desde la perspectiva técnica, Bavaria fue la primera empresa en Bogotá que construyó un edificio diseñado y construido especialmente para albergar una instalación fabril, donde concentró sus activos y sus medios de producción. Es decir, fue la primera empresa industrial con grandes inversiones destinadas a una mayor mecanización y racionalización del proceso, la escala de producción y las mejoras del producto.
Estos avances tendieron a configurar entre 1892 y 1897 un auténtico proceso continuo de fabricación de la bebida y su transporte mediante tuberías entre las salas de cocción, enfriamiento, fermentación y el área de embotellamiento. Este grado de especialización técnica, control y regularidad de la producción, evidentemente se reflejaba en la calidad del producto.
Esta continuidad y estabilidad, extrañas a su tiempo, son evidencias de las facilidades que les otorgaba a sus dueños la condición de extranjeros para acceder a capitales externos y a una cierta seguridad frente a los riesgos que corrían los propietarios nacionales en periodos de conflicto. Pero, sobre todo, son prueba de la eficiencia en la gestión y administración de la empresa, particularmente en cuanto al grado de formalización y racionalización de los controles, la especialización y diferenciación del manejo documental y las labores de oficina.
En realidad, Bavaria tuvo desde el principio el mayor nivel de producción del país, y fue la empresa más avanzada y grande del momento, teniendo incluso que estructurarse como unidad productiva autosuficiente. La venta de la empresa a la Sociedad Comercial Deutsch Kolumbianische Brauerei en 1897 le significó a Bavaria un importante incremento de capital y la continuidad en la dirección de Leo S. Kopp, su fundador.
La prosperidad de Bavaria generó importantes estímulos e inversiones efectivas de industrialización en actividades asociadas a la fabricación de cerveza. El caso de la vidriera Fenicia es significativo, no sólo abasteció directamente a Bavaria sino que entró en la producción de numerosas manufacturas de vidrio para uso doméstico, a precios cómodos, para una población que estaba por fuera del consumo de este producto.
También fue relevante para la economía bogotana el papel difusor de técnicas cerveceras por varios expertos de Bavaria, como Rudolf Khon, que fundó su propia empresa con el nombre de Germania. Además es probable que, con el aporte de los trabajadores extranjeros, se formara un sector de metalmecánicos y operarios, conocedores de los distintos talleres de reparación y fabricación de Bavaria, que resultaran difusores de estos conocimientos a otras ramas de la industria.
La estrategia de Bavaria para ampliar su producción buscó transformar su imagen inicial de cerveza clásica europea para clases altas, recomendable por sus efectos tónicos sobre la salud, por una de producto nacional para sectores amplios, y de bebida alcohólica. Este cambio significó la extinción de las pequeñas cervecerías, en una cruenta guerra publicitaria de higiene y precios.
Posteriormente, en la segunda década del siglo, la estandarización de la producción y el consumo en el mercado de las cervezas le dio a Bavaria la posibilidad de popularizar su producto y de declararle la guerra a la chicha, como sucedió en 1915. Comienza entonces el pleno afianzamiento de la producción industrial de cerveza, con base en la ampliación del mercado que permite la expansión demográfica y urbana que presenta la ciudad de los años veinte en adelante.
Dentro del sector de alimentos y bebidas tuvo cierta importancia la industria harinera, que se vio beneficiada, junto con la del chocolate, por las políticas proteccionistas del Estado. Más tarde, algunas de estas industrias se beneficiaron también con la reducción del transporte marítimo internacional y el cierre de las importaciones, a causa de la primera guerra mundial.
La promoción que la empresa de energía hizo del consumo de energía, el establecimiento de una tarifa de “fuerza”, así como la venta a crédito de pequeños motores eléctricos para las actividades productivas de los artesanos, fue una de las razones para que la pequeña y mediana industria mantuvieran una apreciable vitalidad en el desarrollo industrial bogotano y no se vieran avasalladas por la industria. También evitó el desplazamiento de la producción artesanal, representada en talleres de carpintería, sastrería, tejedores, zapatería, herrerías, entre otros. De manera excepcional, en relación con el escenario latinoamericano, la producción artesanal y la industrial se complementaron, y en muchos casos convivieron. Por eso los observadores de comienzos de siglo identificaron al conjunto de los 3 000 artesanos como “clase media”, a los maestros artesanos propietarios cada vez más como “industriales”, y a los artesanos aprendices y/o asalariados como “obreros”.
En esto fue importante el estímulo proteccionista que tuvo la industria, con la Regeneración y luego con la administración Reyes (1904-1909). Habría que agregar también la consolidación de los servicios bancarios, representados en el Banco de Bogotá (1871), y en el Banco de Colombia (1875), a los que se suma en 1905 el Banco Central, que contribuyó a poner orden y madurez al criterio de manejo de las finanzas bogotanas y nacionales. En este periodo, las actividades financieras bogotanas experimentaron un auge importante como resultado del proceso de acumulación de capital en las dos primeras décadas. Gracias a ello, al comenzar la década de los veinte, los bancos de Bogotá y Colombia absorbieron varios establecimientos regionales, lo cual expandió notablemente la influencia económica bogotana hacia una región económica más grande.
Esta consolidación de Bogotá como un centro de servicios financieros está relacionada con la labor que la misión Kemmerer desplegó en modernizar el sistema financiero, siendo uno de sus resultados la fundación en 1923 del Banco de la República y la Superintendencia Bancaria. Este avance permitió una institucionalización definitiva del sistema financiero y abrió las puertas para que Bogotá se convirtiera en la capital financiera de Colombia. Está igualmente el auge de la sociedad anónima, que permitió a las grandes empresas recibir una inyección de capital por la vía accionaria. En 1928 la estructura financiera de la ciudad se consolidó con la entrada en operación de la Bolsa de Bogotá, con lo que se marcó definitivamente el paso a una madurez del sector financiero, que favoreció de manera notable tanto la consolidación de la industria bogotana como su concentración.
La intervención del Estado central fue definitiva en este proceso. La ciudad se benefició directamente de la “Danza de los millones”, resultante de la indemnización de Panamá y los empréstitos extranjeros, que le permitió financiar, entre otras, la construcción de ferrocarriles. Gracias a los ferrocarriles y a las carreteras construidas, la ciudad se convirtió en el puerto de montaña que conectaba a Venezuela con el puerto marítimo de Buenaventura en el Pacífico. Las distancias con ciudades como Tunja, Ibagué y Neiva, por ejemplo, se recortaron sustancialmente en tiempo y fletes, expandiendo el área de influencia de la ciudad. Entre 1922 —cuando tenía 137 kilómetros, apenas 23 más que en 1909— y 1934 las vías férreas de la región llegaron a los 920 kilómetros.
A partir de 1905, la intervención del Estado también se dejó sentir en la construcción de carreteras. Para 1925 el departamento de Cundinamarca contaba con el 48 por ciento de las carreteras del país, con Bogotá como centro de interconexión; en 1928 se había completado su comunicación por carretera con Cali, y se concluyó el tramo más importante de la Carretera Central del Norte. Esto fue definitivo en el desarrollo de la ciudad, pues le permitió recibir productos de los valles del Cauca y Magdalena, así como de los Santanderes, con fletes mucho más reducidos que los que hasta entonces castigaban el intercambio comercial.
Todos estos mejoramientos en la infraestructura de transporte y en los servicios financieros hacen que la ciudad consolide en esta época su industrialización y su posicionamiento como centro económico regional y nacional. Aunque Medellín seguía siendo el centro de mayor generación de empleo industrial y contaba con la mayoría de establecimientos industriales de gran magnitud, Bogotá tenía a principios de los treinta el mayor número de fábricas de todo el país (36 por ciento, frente al 21 por ciento de Medellín) y su participación en el PIB nacional iniciaba un incremento regular importante.
La superación del aislamiento regional de Bogotá se deja sentir también en el incremento demográfico, que comienza a constituirse en fenómeno destacado. Bogotá se consolida definitivamente como el destino más apetecido por los crecientes flujos migratorios regionales de pueblos y ciudades intermedias. Entre 1928 y 1951, la participación demográfica nacional de Bogotá se duplicó, pasando del 3 por ciento de la población colombiana al 6,2 por ciento del total. En cifras absolutas la ciudad triplicó el número de sus habitantes: en 1928 tenía 235 421, y en 1951 ya son 715 250, cifra que corresponde a la población metropolitana.
Estos datos reflejan un proceso de singular importancia en la historia económica de la ciudad, el de los negocios asociados a la urbanización. Bogotá empezó a crecer rápidamente por la adición de nuevos barrios suburbanos, de tipo residencial, vivienda de clase alta, vivienda popular e inclusive algunos de vivienda en serie para empleados. Un factor que facilitó este proceso de cambio en la configuración de Bogotá tuvo que ver con la decisión de los terratenientes tradicionales, que inician la urbanización de las haciendas próximas al casco urbano de Bogotá. Estas tierras, parceladas y subdivididas, se vendieron a personas que construyeron su vivienda por los mecanismos tradicionales: autoconstrucción en el caso de los barrios populares, construcción por encargo en el caso de los barrios residenciales. Como veremos en otro aparte, este proceso se consolida en los años cuarenta y se convierte en una fuente de gran importancia en la acumulación de capital.
Los sucesos del 9 de abril de 1948 coinciden con la aceleración de procesos socio-espaciales y económicos que se venían gestando en las décadas anteriores. A éstos se suman las transformaciones económicas mundiales (de posguerra), que influyeron en la aceleración del crecimiento demográfico de la ciudad, así como en la composición de su producción y en el vertiginoso proceso de urbanización que acompañó las transformaciones más significativas de su estructura. Bogotá se consolida en estos años como la capital económica del país y conoce, al igual que el resto del país, una profunda transformación económica, fundamentada en un acelerado proceso migratorio y en la expansión de la actividad industrial en las grandes ciudades.
A la par del crecimiento demográfico y la expansión de la región económica controlada por Bogotá, la industria mostraba también indicadores de crecimiento. Para 1966 Bogotá era, sin duda, la capital industrial del país, puesto que generaba el 30 por ciento del empleo industrial total y la quinta parte del PIB, superior a Medellín. Esta expansión de la industrialización consolidó la estructura urbana industrial que se venía configurando desde los treinta. El sector ubicado en cercanías de Puente Aranda, al occidente del centro histórico, se consolidó la zona industrial, en razón a que se ubicaba en la proximidad de los grandes ejes de transporte, carreteras y ferrocarriles, que se comunicaban con las troncales nacionales.
LA REGIÓN ECONÓMICA DE BOGOTÁ
El análisis de la estructura económica de Bogotá antes de los noventa mostraba signos preocupantes de estancamiento, pese a su primacía y a la de su región como principal centro económico del país. En efecto, el tan importante sector terciario estaba perdiendo vitalidad frente a la difusión de estas actividades a nivel nacional. Pese a su expansión, los sectores industriales bogotanos mejor posicionados estaban demasiado orientados hacia ramas de la producción de bienes de consumo ligero, que no tenían grandes efectos de arrastre sobre el resto de la actividad industrial.
A partir de 1958, ya se notan los cambios. Antioquia reduce su participación en el valor agregado bruto a 24,9 por ciento y Cundinamarca y Boyacá aumentan a 29,4 por ciento. También se notan cambios en el Caribe, que reduce en 5 puntos su participación en el valor agregado, mientras el occidente aumenta una proporción similar.
Para 1973 Bogotá ya aparece discriminada de su región y se puede conocer su peso específico que, en términos de valor agregado, es similar a Antioquia y superior al occidente. Para 1985 el crecimiento de Bogotá es notorio, del 24,1 por ciento de 1973 pasa al 28,1 por ciento en valor agregado bruto, frente a Antioquia que tuvo una reducción de 3 puntos. Para 1990, Antioquia y el occidente permanecen estables, Bogotá reduce su participación en el valor agregado nacional, pero la costa aumenta, evolución que está relacionada con los proyectos mineros de esta región y, probablemente, con el incremento de la economía informal en la capital. Otro indicador que permite conocer la evolución de la participación de las regiones en el proceso de industrialización es la participación departamental en el PIB real, entre 1960 y 1990. Aquí, mientras Antioquia aumenta un punto su participación en este indicador en los 30 años señalados, Bogotá aumenta cuatro, y Atlántico y el Valle del Cauca reducen menos de uno.
Estos cambios no significan que se haya perdido el equilibrio regional, puesto que la “cuadricefalia” urbana reposa sobre bases económicas regionales sólidas2. En efecto, cada una de las metrópolis domina una región de riquezas, grado de urbanización y dinamismo económico diferentes, de las que depende el crecimiento económico de las cuatro ciudades más importantes en Colombia. La región controlada por Bogotá contaba en 1985 con el 31 por ciento del total de la población nacional, la de Medellín con el 15 por ciento, la de Cali con el 17 por ciento y la de Barranquilla con el 14 por ciento. En total las cuatro regiones, con sus áreas metropolitanas, agrupaban el 78 por ciento de la población nacional. Las cuatro áreas metropolitanas sumaban la tercera parte del total de la población nacional, cifra que resalta el tamaño del mercado controlado por Bogotá, equivalente a la tercera parte del nacional.
Esto se refuerza al analizar las estadísticas de pobreza en las cuatro regiones. En 1985, en la región de Bogotá se considera como pobres al 38 por ciento de la población, en Medellín al 43 por ciento, en Cali al 44 por ciento y en Barranquilla al 58 por ciento. Estas cifras permiten ver de manera más clara el tamaño real del mercado controlado por la capital. Esta jerarquía se refleja en los indicadores económicos.
% | ||
REGIÓN | 1945 | 1987 |
Industria. Valor agregado | ||
Bogotá | 31 | 37 |
Medellín | 25 | 22 |
Cali | 14 | 21 |
Barranquilla | 17 | 11 |
Total cuatro regiones | 87 | 91 |
Producto interno bruto | ||
Bogotá | 34 | 37 |
Medellín | 14 | 16 |
Cali | 17 | 15 |
Barranquilla | 14 | 11 |
Total cuatro regiones | 79 | 79 |
Es evidente que la región de Bogotá agrupa un tercio de la producción económica del país, proporción que ha venido en crecimiento permanente desde tres décadas atrás; que se reduce la participación de Medellín, que es alcanzada por Cali; y que Barranquilla presenta un fuerte descenso. Bogotá es, sobre las otras regiones, la más poblada, la más urbanizada, la menos pobre y, económicamente, la más dinámica. La primacía que Bogotá conquistó en estas últimas décadas no sólo se debe al dinamismo de la ciudad, sino también de su región3. Este hecho contrasta con la progresiva marginalidad de la costa caribe. La región de Medellín presenta también cierto parecido con la costa. Cali muestra indicadores diferentes, se trata de una región grande, más rica y más poblada que la de Medellín.
“Las causas del marasmo que afecta a estas tres ciudades no son únicamente locales, y una parte se origina en Bogotá. El ejemplo de Cali, donde la economía se comporta aceptablemente, a pesar del reciente decaimiento, nos prueba que las dificultades más graves de Medellín y Barranquilla no son suficientes para explicar las pérdidas de las influencias relativas. Estas metrópolis regionales han perdido terreno porque ellas no podían resistir la poderosa inercia del centralismo bogotano. El mercado interno colombiano ha conocido una verdadera implosión… En ausencia de una intervención reguladora del Estado, las ciudades de provincia carecen, en la actualidad, de los medios para contrarrestar la irresistible atracción de Bogotá”4.
Esta primacía urbana de Bogotá ha venido creciendo desde el censo de 1964, con un retardo significativo frente a los países latinoamericanos. Aunque hay cierta descentralización poblacional, la tendencia de la industria es a concentrarse, y por ello se anuncia el desmonte del esquema de la “cuadricefalia” para ir hacia la “macrocefalia”. El cambio en la localización geográfica de la industria es bien notorio, y ello se comprueba con el afianzamiento de Bogotá como la capital industrial del país. Para 1990 Bogotá concentraba el 30,5 por ciento del total de establecimientos industriales del país, el 32,2 por ciento del personal ocupado, y generaba el 25,9 por ciento del valor agregado. Mientras tanto, Medellín presenta una tendencia descendente en estos guarismos.
Si bien Bogotá, para esta época, sigue teniendo sólo el 15 por ciento de la población nacional, su control sobre la economía, como ha venido sucediendo desde décadas anteriores, es mayor. La tendencia que se anuncia es la de contar con menos industria y más servicios especializados (algo similar a lo que acontecía en la Colonia). Es probable que aquellos factores históricos que han favorecido a la capitalidad bogotana, sumados a un mejoramiento de las comunicaciones, a mejores servicios financieros y de otro tipo, además del fortalecimiento del sector Estado central, permitan este panorama indeseable.
Esta fortaleza regional permite comprender la paradoja que se presenta en la década del noventa, cuando se profundiza la internacionalización de la economía colombiana. De manera sorprendente, la apertura económica iniciada a finales de los ochenta y profundizada desde 1991 favoreció a Bogotá más que a ninguna otra ciudad del país. Lo cual no deja de sorprender porque, precisamente, la internacionalización de la economía tiende a favorecer más a las ciudades costeras que a las mediterráneas. La globalización ha significado un reordenamiento espacial de las naciones, que han tenido que buscar las costas para lograr mayor competitividad.
Esto no ha sucedido en Colombia, donde la economía más competitiva es la capitalina, que, a su vez, es la más alejada de los puertos marítimos. La apertura económica significó una oportunidad para Bogotá. De una parte, la importación de bienes de capital y la reevaluación del peso produjeron una oleada de inversiones favorables a las grandes industrias, con el efecto secundario de activar el mercado de equipos usados en beneficio de la mediana y pequeña industria. A su vez, se activaron el mercado inmobiliario, en crisis después del 87, la construcción y ensamblaje de automóviles y otras industrias varias, lo cual favoreció la integración económica regional, la inversión multinacional y la capacidad exportadora de la ciudad. Las manufacturas, cuero, calzado, imprentas y editoriales, textiles y confecciones, así como la industria de las flores y el liderazgo de servicios financieros, técnicos, y de asesorías a las empresas, se vieron beneficiados por esta importante reanimación económica de la ciudad.
La clara preponderancia demográfica, económica y urbana que había adquirido la economía metropolitana de Bogotá frente a las otras tres grandes ciudades, en contra de una historia de mutuo equilibrio económico, es evidente en la primera mitad de los noventa cuando hay una clara concentración de poder económico en el centro del país. La región centro —Bogotá-Cundinamarca y su conexión con el Meta— representaba el 33 por ciento de la economía nacional, seguida por un suroccidente, dominado por el Valle del Cauca, con un 17 por ciento.
Los análisis evidencian que la reanimación del dinamismo económico de Bogotá, entre 1990 y 1995 tuvo grandes limitaciones pues no pudo impedir que su productividad industrial fuera decayendo. Los sectores industriales bogotanos dominantes en sus mercados, es decir, la industria farmacéutica, de imprenta, de productos lácteos, de construcción y ensamblaje de automóviles, de vidrios, de plásticos, de productos químicos y de tejidos de punto, hicieron un uso poco eficiente de sus recursos, en especial entre 1990 y 1996, lo que a mediano plazo significó el riesgo de perder el predominio en sus mercados e incluso el peligro de perder competitividad y verse obligados a cerrar.
En 1998 el crecimiento de la industria capitalina pasó de estar por encima del nivel nacional a ser negativo. En efecto, de las ramas tradicionalmente dominantes sólo la industria alimentaria tuvo algún crecimiento mayor este año que en los anteriores. El resto tuvo un crecimiento negativo o peor (químicos, bebidas, textiles, ensamblaje de automóviles, etc.) o crecieron a un ritmo muy inferior al de los años anteriores (cuero, imprentas, plásticos, etc.). Según el 66 por ciento de los empresarios, en 1997 el comercio bogotano se mantuvo igual al año anterior y empeoró en diciembre de 1998, comparado con la temporada navideña anterior. El sector de la construcción también conoció una disminución de la producción desde 1995, reflejada en la caída de la superficie construida y en la rebaja de un 20 por ciento en los créditos para vivienda nueva entre 1997 y 1998. Sin embargo, en éste como en muchos otros sectores, Bogotá sigue manteniendo la participación más alta del país.
Pese a estas amenazas, Bogotá presenta fortalezas, por ejemplo, la mejor plataforma social, económica, cultural e institucional de Colombia, que ha recibido cada vez mayores apoyos del gobierno local.
En términos de cobertura de servicios públicos domiciliarios, Bogotá presenta los mejores guarismos en todos los indicadores nacionales, excepto telefonía, en que Medellín tiene una leve ventaja. Incluso a nivel latinoamericano Bogotá tiene buenos resultados, siendo, por ejemplo, la tercera ciudad en cobertura telefónica después de São Paulo y Buenos Aires.
En los indicadores de calidad de vida, sistema de salud, sistema educativo, ofertas de recreación y calidad ambiental, diversos indicadores apuntan a que Bogotá se encuentra en ventaja frente al resto de ciudades colombianas.
Existe en Bogotá el Consejo Regional de Ciencia y Tecnología, que intenta dar pautas de comportamiento para que en la región realmente se articulen la universidad y la empresa, y para que los escasos recursos de innovación tecnológica con que se cuenta sean invertidos adecuadamente. Existen también siete centros de desarrollo tecnológico que aspiran a instaurar un sistema de asistencia técnica que supere a los sectores industriales bogotanos.
No obstante estas ventajas comparativas frente a las otras regiones colombianas, y al hecho de que la economía bogotana es más grande que las economías de Ecuador y Bolivia juntas, y que las de Uruguay y Paraguay juntas, Bogotá no tiene políticas económicas locales claras ni dispone de un consejo regional de planeación estratégica como Medellín o Cali.
La consolidación de la economía bogotana ha estado relacionada con la estabilidad y el mejoramiento de las finanzas distritales. Entre 1996 y 1998 la inversión distrital creció en 29 por ciento, mientras que los gastos de funcionamiento se redujeron en favor del desarrollo de proyectos de infraestructura vial y fortalecimiento del sector salud y educación. Por otra parte, las empresas de servicios públicos que pasaron a ser empresas industriales y comerciales del estado, con mayor autonomía en 1994, buscaron sanear su situación fiscal reduciendo gastos de funcionamiento.
BOGOTÁ SE CONSOLIDA COMO METRÓPOLI
En la década del sesenta se suceden dos administraciones municipales cuyos efectos se dejan sentir de manera positiva en la ciudad. Jorge Gaitán Cortés y Virgilio Barco Vargas fueron dos alcaldes cuyas gestiones permitieron consolidar una intervención en la ciudad, por medio de la cual se inició una etapa de solución de los serios problemas que la aquejaban en cuanto al acceso a los servicios públicos. Así, se emprende la construcción de un ambicioso plan vial, que incluye la construcción de la avenida 68 y la iniciación de la avenida Boyacá, ambas de profundos impactos en el occidente y el sur de la ciudad, además de la avenida 19 y la carrera tercera en el centro de la ciudad. Adicionalmente se crean grandes parque como El Salitre, El Tunal y La Florida.
En la década del setenta continúa el mejoramiento de la malla vial con la elaboración del programa vial de 1973-1976, con base en el plan vial de 1961 y en nuevos estudios. A nivel administrativo, en 1972, se crean las Alcaldías Menores, entre las cuales se encuentra la de Tunjuelito. Además, la consolidación de Bogotá como capital nacional en diversos aspectos, demandó la intervención de una planeación macroeconómica desde el Estado central. Este es el caso del Plan de Desarrollo de las Cuatro Estrategias, con el cual se incentiva la urbanización, y se escoge la construcción como motor para generar empleo. Con ello nace el UPAC, sistema de financiación de vivienda que transforma radicalmente la construcción en todas las ciudades.
Todos estos cambios van permitiendo una mayor inserción de los pobladores marginales en la ciudad formal, un mayor cubrimiento de los servicios públicos domiciliarios, un mayor cubrimiento de servicios educativos y hospitalarios, y una economía más sólida. Para esta década la ciudad ya ha iniciado la expansión hacia el occidente con la ocupación de los terrenos de la hacienda El Salitre, primero con el Parque Simón Bolívar, luego con la Terminal de Transportes y posteriormente con la urbanización Ciudad Salitre. El déficit de vivienda también mostraba mejorías. Mientras en 1951 el faltante era del 37,7 por ciento, en 1985 se reduce al 27 por ciento, y el faltante de viviendas llegaba a la cantidad de 247.000 unidades de vivienda. Se entiende que esta cifra incluye a las personas que se encuentran en condiciones de alojamiento que no son adecuadas.
Durante estos años la demanda de vivienda es satisfecha por la oferta oficial, por los urbanizadores privados mediante el sistema UPAC, y por la autoconstrucción. A comienzos de los setenta la política de vivienda estatal se ejecutaba mediante la construcción directa de vivienda, lo cual cambia hacia el subsidio directo al usuario o programa de vivienda de interés social (VIS). Pero la estrategia oficial más importante radicaba en la UPAC, sistema de crédito hipotecario con el cual se financia gran número de viviendas, pero que, por supuesto, no alcanza a cubrir el déficit. Además, este sistema cubre la demanda de los estratos medio y alto, lo cual hace que la autoconstrucción sea la solución más importante para soportar el crecimiento de la ciudad. Para remediar este crecimiento informal, el Estado recurre a la legalización de los barrios como mecanismo para poder extender las redes de servicios públicos o legalizar las que se han instalado clandestinamente .
Así, son muchas las cosas que han cambiado en el último medio siglo de historia de esta ciudad, pero también muchas las que continúan. Si bien la ciudad está mucho más integrada que a mediados del siglo xx, la segregación socio-espacial norte-sur quedó definitivamente inscrita en el espacio urbano, pues al norte de la ciudad se encuentra un equipamiento institucional mucho más variado que en el sur. Mientras que en el norte los ríos y quebradas dan origen a parques y rondas integradas como parte del paisaje, como el Parque el Virrey, al sur, los ríos, como el Tunjuelito, se han convertido en testimonios del costo ambiental que ocasionan las carencias de los que habitan en sus cercanías.
Volvemos a ejemplificar este proceso con las diversas formas de urbanización en el sur de Bogotá. Es en este contexto que se produce la última etapa de la urbanización del Valle medio del río Tunjuelo, la cual se sucede en la década del setenta y comienzos del ochenta.
——
Notas
- 1. Ver el trabajo de Valero, Édgar Augusto, Empresarios, tecnología y gestión en tres fábricas bogotanas. 1880-1920. Un estudio de historia empresarial, Bogotá, Escuela de Administración de Negocios, 1998.
- 2. Goueset, Vincent, op. cit., pág. 73.
- 3. Ibíd., pág. 97.
- 4. Ibíd., pág. 138.
#AmorPorColombia
Bogotá económica
De ser una de las avenidas residenciales más elegantes de la capital, rodeada de mansiones señoriales, la avenida Chile, o calle 72, se transformó, entre las décadas de los setenta y de los ochenta, en el corazón financiero de Bogotá. Las antiguas residencias que databan de la década de los veinte, fueron sustituidas por grandes edificios que van desde la avenida Caracas hasta la carrera 5.ª. Corporaciones financieras, bancos, compañías de seguros y hoteles son hoy los principales moradores de este importante sector de la ciudad, donde el último vestigio del pasado es el edificio de arquitectura románica del Colegio de La Enseñanza.
Desfile con el primer riel producido en La Pradera, herrería de don Julio Barriga, empresa que marcó en 1886 el proceso de industrialización.
Inauguración de la fábrica de galletas La Corona en 1923. Escuchan el discurso de don Antonio Gómez Restrepo, sentados, de derecha a izquierda, el presidente Pedro Nel Ospina y los ministros Jorge Vélez y José Joaquín Casas.
Lino Casas fue uno de los principales competidores de Bavaria y de Germania en la primera década del siglo xx, con su fábrica de cerveza La Camelia Blanca, que ocupaba los primeros lugares de venta en Bogotá y Cundinamarca, pero que carecía de distribución nacional. Sus anuncios publicitarios eran muy atractivos y un modelo de diseño artístico.
La fábrica de La Camelia Blanca quedaba en la avenida Colón, calle 13 n.o 319 a 349, entre las actuales carreras 15 y 16.
La fábrica de chocolates de Chaves y Equitativa, fundada en 1877 en Bogotá por don Enrique Chaves Lersundy, llegó a ser una de las empresas industriales más ricas y poderosas del país, cuyos anuncios aparecían, entre otros, en el periódico Fantoches de Manuel José Jiménez, a finales de la década de los veinte.
Planta y oficinas de la Cervecería Bavaria en San Diego, a principios de siglo; fábricas de vidrio y tapas de Fenicia y Tivoli, de propiedad de Bavaria, situadas en el sector centro oriental de la ciudad.
La fábrica de Fenicia fue reorganizada y modernizada por Leo S. Kopp en 1902.
En Bogotá abundaban en la primera mitad del siglo xx los pequeños talleres de confección y venta de ropas a precios módicos, combinados con una gran variedad de productos para distintos usos.
Estas empresas familiares solían ser una valiosa fuente de empleo. Impulsaron además las ventas a crédito de productos tanto importados como nacionales, y tuvieron su auge entre 1945 y 1970. En la década de los setenta comenzaron a ser desplazados por los grandes almacenes y los almacenes de cadena.
Sede principal del edificio del Banco de Bogotá, en la esquina de la calle 12 con la carrera 8.ª a mediados de los años cincuenta.
Sede del Banco de la República, edificio Pedro A. López, en su entrada lateral sobre la carrera 8.ª, entre avenida Jiménez y calle 14. A partir de 1920, con la apertura del Banco López, y después con el Banco de la República (en el mismo edificio), los Bancos de Bogotá y de Colombia, y la Superintendencia Bancaria, y siguiendo los derroteros trazados por la misión Kemmerer, el centro de Bogotá, entre las carreras 7.a y 9.a, y la avenida Jiménez hasta la calle 12, se convirtió en un importante sector de servicios financieros.
Imprenta de Billetes del Banco de la República, también denominada Central de Efectivo, localizada en Ciudad Salitre, esquina suroriental de la intersección de la avenida 68 con avenida El Dorado. El nuevo edificio de la Imprenta de Billetes, construido sobre un terreno de 62 400 metros cuadrados, se inauguró en el segundo semestre de 2005.
Sede principal de la Cámara de Comercio de Bogotá sobre la avenida El Dorado con carrera 68D costado sur.
A comienzos de los setenta el edificio de Seguros Fénix (carrera 7ª. con calle 32) pasó al de Seguros Tequendama, pero en 1978 fue despojado de su segundo lugar por el del Banco Cafetero.
Banco Cafetero (calle 28, con carrera 13).
El edificio de la Sociedad Colombiana de Arquitectos (carrera 6ª. con calle 26) nunca tuvo presiones de ser el más alto, pero sí uno de los de arquitectura más elaborada.
Edificio Seguros Tequendama (calle 26 con 7.ª), que ubicó al Tequendama en segundo lugar, pero luego fue desplazado por la Torre Avianca.
Otro edificio de gran significación arquitectónica y económica es el de la Multifinanciera (calle 72 con carrera 7.ª).
En 1979 se construyó la Torre Colpatria de 50 pisos (carrera 7.ª con calle 25) que hasta hoy es el edificio más alto del país, y quizá la principal referencia arquitectónica de Bogotá, uno de sus grandes íconos modernos. Tiene una altura de 196 metros, y en su cúspide funciona un mirador, abierto al público en los fines de semana, desde el cual se puede observar la ciudad de Bogotá al sur, al occidente y al norte, y contemplar la magnificencia de la sabana. La Torre Colpatria ofrece a todos los ciudadanos un espectáculo único, como es la iluminación total del edificio, todas las noches, entre 6 de la tarde y 1 de la mañana, con un juego de 36 luces de xenón, que cada determinado tiempo forman los colores de la bandera de Colombia. La Torre Colpatria es el sexto edificio más alto en América Latina.
Otro edificio de gran significación arquitectónica y económica es el del Banco de Occidente (carrera 13, calle 27).
La Torre Avianca (calle 16 con carrera 7.ª), construida a mediados de los sesenta, tiene 161 metros de altura y 41 pisos. En 1973 se incendiaron cinco pisos intermedios y milagrosamente no hubo víctimas.
La idea de conformar en Bogotá una zona denominada Centro Internacional nació con el Hotel Tequendama, inaugurado en 1953, pero no se concretó hasta una década después, cuando se presentó el proyecto para un Centro Internacional que abarcaba desde la calle 26 hasta la calle 28, entre las carreras 7.ª y 13. La primera fase del Centro Internacional de Bogotá se estrenó en 1967 con los edificios de Bavaria para residencias y oficinas, las residencias Tequendama, el Banco de Bogotá, este último sobre la carrera 13 con calle 26, Seguros Tequendama y la torre Colpatria. El Centro Internacional es hoy uno de los sectores más completos de la capital y con más definida personalidad urbanística.
Con creciente auge desde los años setenta, el renglón del cultivo y exportación de flores se ha convertido en uno de los más dinámicos de la economía nacional. En la sabana de Bogotá han proliferado los cultivos de flores, con la tecnología del caso, y los grandes galpones, que ofician de invernaderos y centros de procesamiento de las flores destinadas a la exportación, y que han variado en muchos sitios, de una manera no muy favorable, el aspecto del paisaje sabanero. Sin embargo, el próspero mercado de exportación de flores ha generado divisas y empleo que han sostenido el crecimiento económico de Bogotá.
Para que los niños tuvieran a su alcance los elementos básicos de una educación científica, la administración de Diego Pardo Koppel creó el Museo de los Niños, situado en El Salitre (carrera 48, calle 63), con colecciones de ciencia y tecnología, y 16 módulos de exposición. El Museo de los Niños, inaugurado el 16 de febrero de 1986, “nació de la necesidad de dotar al mundo infantil de un lugar adecuado y dinámico para propiciar el conocimiento y la experiencia frente a los elementos de la vida cotidiana… La función básica del Museo de los Niños está orientada a que los pequeños aprendan con su experiencia acerca de temas tan diversos como las comunicaciones, el arte, la informática, el cuerpo humano, y en general acerca del mundo que nos rodea”.
El Parque Salitre Mágico se inauguró en el año 2000 y marcó un hito por ser el primero de su clase en el mundo. Administrado por la Corporación Interamericana de Entretenimiento, el Salitre Mágico ofrece 32 atracciones diferentes, 16 infantiles y 16 familiares de alto impacto, entre otras la montaña rusa, el barco pirata, las mil y una noches, la rueda Millenium (foto), los monstruos marinos, el palacio de cristal, el mini-jet, las sillas voladoras, el avión 727, los carros chocones, el castillo del terror, el gusano loco, una pista de karts, etc. El Parque Salitre Mágico también ofrece instalaciones y coordinación para diversos eventos, para empresas y para grupos mayores de 20 personas. Está ubicado en la avenida 68 con calle 63, en un terreno de 32 hectáreas, con acceso vehicular y peatonal por ambas vías y parqueadero para 1 200 vehículos.
Gran obra con que Rogelio Salmona (1929-2007) enriqueció el patrimonio arquitectónico de Bogotá: Archivo General de la Nación. Con el apoyo decidido del presidente Virgilio Barco, Salmona diseñó años antes el edificio del Archivo General de la Nación, AGN, que se inauguró en 1992, construido con los más rigurosos cánones arquitectónicos en cuanto a la dirección del viento, el entorno urbano, las condiciones interiores en que debe funcionar un archivo, para formar un conjunto de extraordinaria armonía.
Nuevo Palacio de la Gobernación de Cundinamarca, sobre la avenida 26 con la carrera 47. Por más de 150 años la sede de la Gobernación estuvo en el histórico sector de San Francisco, primero en el edificio del antiguo convento de los franciscanos, demolido en 1917, y después en el Palacio de la Gobernación, que se edificó en el mismo lugar del convento, entre 1918 y 1933. En 1995 la sede de la Gobernación fue trasladada al nuevo edificio de la calle 26, por iniciativa de la gobernadora Leonor Serrano.
Gran obra con que Rogelio Salmona (1929-2007) enriqueció el patrimonio arquitectónico de Bogotá: Edificio de posgrados de la Universidad Nacional. El edificio de posgrados, cuya construcción se inició en 1995, fue inaugurado en el año 2000, como un formidable centro cultural y de convenciones a cargo de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional. El maestro Salmona, que entendía la arquitectura en su concepción clásica de arte, hizo del edificio de posgrados una obra de arte, capaz de suscitar en quienes la viven las emociones y los sentimientos que de ella deben esperarse.
Creada y construida en los años ochenta como un complejo habitacional de tipo campestre, en las afueras de Bogotá, la Ciudadela Colsubsidio ya pertenece hoy al perímetro urbano y está rodeada de urbanizaciones, conectada al sistema TransMilenio por rutas alimentadoras. Dotada con todos los servicios públicos y la infraestructura requerida para el buen funcionamiento de una comunidad que es, en sí misma, una pequeña ciudad, la ciudadela Colsubsidio marcó un hito urbanístico y arquitectónico en la historia de Bogotá.
Texto de: Fabio Zambrano Pantoja
UNA LENTA CONSOLIDACIÓN ECONÓMICA
Para comprender la historia económica de la ciudad hay que tener en cuenta las particularidades de su región económica. En efecto, Bogotá tiene la ventaja de su localización, al ser la ciudad de la Cordillera Oriental más cercana al río Magdalena. Este hecho le va a permitir beneficiarse de las dinámicas de la economía exportadora, representada primero en el auge del tabaco a mediados del siglo xix, y luego, a partir de 1870, en los efectos dinamizadores del café, cultivado en la vertiente cordillerana que se encuentra entre Bogotá y este río. Por su localización, Bogotá va a constituirse en una especie de puerto de montaña, por donde circulan las mercancías que se importan para el altiplano, así como las que salen hacia el Occidente, sea el río Magdalena o la Cordillera Central.
Bogotá se beneficia, entonces, de la condición de ser una ciudad que ofrece servicios comerciales para una región económica que poco a poco se va urbanizando. Este territorio ha sido, en toda la historia de la actual Colombia, el espacio más poblado. Además, gracias a la gran diversidad ambiental del mismo, es el que cuenta con mayor estabilidad y variedad en su oferta de alimentos. Gracias a la altitud de sus tierras ha tenido también una baja afectación de las enfermedades tropicales, que en otras latitudes mermaron el desarrollo demográfico.
Por ello, si bien a finales del siglo xix la ciudad presentaba un cuadro de pobreza urbana aguda, al mismo tiempo era el centro económico de la región más poblada y el que contaba con una gran riqueza agraria, representada tanto en la agricultura de exportación como en la destinada al mercado interno. Estas dos condiciones van a ser definitivas en la historia económica de Bogotá.
A pesar de estas notorias ventajas de su región económica y su localización, el estancamiento urbano se constituyó en una condición del lento despegue de la economía de la ciudad. Además, debido a su centenario aislamiento y a la alta oferta de mano de obra, la ciudad siguió siendo un lugar ideal para el desarrollo de actividades artesanales. Los artesanos constituyeron un grupo social numeroso y sus pequeños talleres, repartidos por el casco central, en los cuales muchas veces el artesano ubicaba su banco de trabajo en la calle, forjaron un elemento común del paisaje urbano de finales del siglo xix.
El aislamiento de la ciudad era una condición derivada de la geografía. A finales del siglo xix la mula era todavía el mejor medio de transporte de carga. Pero, en épocas de lluvias, en razón del mal estado y abandono de los caminos, estas rutas sólo podían ser transitadas por cargadores humanos. En 1889, por ejemplo, el camino de Bogotá a Honda, el más importante para conectarse con el río Magdalena y luego con la costa caribe, era un camino de mulas, de muy difícil tránsito, con pocos trechos empedrados y varios pasos difíciles que aumentaban las incomodidades del viaje, el tiempo y los costos del transporte.
En opinión de comerciantes y viajeros que frecuentaban esta ruta a finales del xix, el tiempo gastado en transportar mercancías entre Honda y Bogotá era superior al que se gastaba en hacerlo de Europa a Honda.
De hecho, dado el elevado costo del transporte terrestre y el relativo menor costo del transporte fluvial y marítimo, no sorprende que desde la Colonia se vendiera harina norteamericana en Honda a menor precio que la producida en la sabana de Bogotá. En un sentido económico, el valle del Magdalena se desenvolvió relativamente cerca del comercio internacional y lejos de los centros demográficos del interior como Bogotá. No fue accidental que el primer producto de exportación importante a nivel nacional fuera cultivado en el valle del Magdalena y los otros dos provinieran de las vertientes, como las quinas y el café.
Esta situación tuvo un cambio desde finales del siglo xix. Por una parte, la economía cafetera se va a convertir en motor del desarrollo económico y en causal de la modernización de los medios de transporte. Por otra parte, la centralización del Estado, a partir de la Constitución de 1886, va a fortalecer la capital de la república, gracias a la política centralista que aplica el Estado nacional. Poco a poco, Bogotá pasa de ser la capital simbólica a ser la capital efectiva del país.
La acción del Estado central y la economía exportadora, son entonces los dos factores que impulsan el crecimiento demográfico de la ciudad, desde las últimas décadas del siglo xix y las primeras del siglo xx. Gracias a ello, la ciudad siempre va a presentar un cuadro de crecimiento poblacional, habitantes urbanos que poco a poco van integrándose a la economía capitalina y acrecentando el mercado local. Son ellos, los inmigrantes, quienes se convierten en consumidores de la oferta de vivienda que desde principios del siglo xx se brinda en las urbanizaciones surgidas a la vera de los caminos coloniales. Esta constante y abundante oferta de mano de obra en el mercado laboral hace que los salarios sean bajos.
Pero el desarrollo industrial bogotano no fue fácil. A finales del siglo xix el panorama de su industria, como la del resto del país, era desalentador. Los intentos por establecer industrias tenían vida corta, pero los esfuerzos eran continuos, como fue el caso de la Ferrería de La Pradera, del empresario Julio Barriga, en 1886. Se trataba de la ferrería más desarrollada del país. Con alta capacidad de adaptación e inventiva, construyó no sólo parte de su propia maquinaria sino que diseñó y construyó una máquina de vapor, la primera hecha en Colombia.
Sin embargo, estos eran ante todo logros simbólicos. La ferrería no fue nunca una empresa rentable ni el objeto de una administración orientada racionalmente desde el punto de vista empresarial. La falta de capitales fue subsanada siempre con la venta de propiedades del dueño y su familia; éste se empeñó siempre en mantener la empresa a título individual y no como sociedad de acciones. El Estado, que era su principal cliente, se encontraba en profunda crisis, subsanando sus incumplimientos con prórrogas y negociaciones de los contratos, y conformando un entorno institucional poco favorable a la racionalización formal de la gestión económica de la empresa. A partir de 1895 la empresa entró en crisis permanente. Luego de la muerte de Julio Barriga en 1905, continuó funcionando con irregularidad hasta 1908.
La importancia de esta experiencia industrial bogotana radica en ser un intento de desarrollo de una industria de bienes de capital. Julio Barriga ejemplifica un nuevo tipo de empresario que asume el quehacer industrial pese a sus riesgos, acercándose al empresario industrial moderno. Su empeño contrasta con el modelo típico del negociante bogotano de los años 1880 a 1930, que prefiere una intensa movilidad intersectorial coyuntural y la especulación en el comercio interior y exterior.
En este periodo de arranque de la industrialización no se puede hablar de ramas industriales sino de empresas destacadas. Y es precisamente alrededor de las empresas Bavaria y Chocolates Chaves que se entiende la formación de la fábrica moderna en la capital. Cabe destacar que esta industrialización se inició por el sector de alimentos y bebidas, rama poco exigente en tecnología y capital1.
Es claro en estas dos empresas el inicio de un funcionamiento continuo y estable con una historia exitosa —como es el caso de Bavaria— y con esfuerzos innovadores, tanto en lo técnico como en lo organizativo, que logran desarrollar establecimientos industriales con estructura técnica y empresarial de fábrica, de acuerdo con parámetros capitalistas.
Un aspecto significativo para Bogotá del surgimiento de estas dos empresas consistió en que estas fábricas industrializaron bienes de consumo, los cuales se producían artesanalmente, tanto en la ciudad como en el campo, como era el caso del chocolate. Las cervezas, a su vez, compitieron directamente con la chicha, bebida fermentada de maíz, de fabricación artesanal. Podemos destacar que el éxito que acompañó a la industrialización de estos productos, y por tanto a las empresas, no sólo dependió de la eficiencia de su técnica y productividad, sino también de la mejora de los ingresos y del nivel de vida de la población, así como del cambio general de los hábitos de consumo hacia otros más próximos a la cultura urbana. Tal es el caso de la sustitución de la chicha por la cerveza, que no solamente tuvo que ver con las campañas de prohibición y persecución a la primera, vista como flagelo social por las autoridades sanitarias, sino por el cambio en los patrones de consumo y el triunfo de la urbanidad burguesa.
El surgimiento de la fábrica de Chocolates Chaves en 1877 se circunscribe al montaje de pequeñas fábricas que mecanizaron partes del proceso de la elaboración del cacao en las últimas décadas del xix. Lo particular de esta iniciativa es que despliega una dimensión fabril de su empresa, usando exitosamente la primera máquina de vapor en Bogotá y ejerciendo un tipo de gestión avanzada, con alta capacidad de invención y adaptación. Esto le permitió ofrecer su chocolate como un bien industrial ajustado a las condiciones de mercado y competencia del momento, utilizando, por ejemplo, artículos divulgativos en la prensa, que recomendaban la higiene, la uniformidad y el mejor aroma de sus productos, escritos por algún químico o profesor reconocido.
La empresa contaba en 1898 con 110 obreros, una concentración de mano de obra inusitada para la Bogotá finisecular. Para entonces, la demanda del producto era creciente, en razón al mercado en expansión asociado al cultivo del café. En 1889, la Fábrica de Chocolates la Equitativa, que empleaba 30 trabajadores, mujeres en su mayoría, le compite con éxito.
En concordancia con una concepción moderna de la producción fabril, y en busca de mayor inversión, estas empresas se transforman al sistema de propiedad accionario, abandonando la condición de fábricas de capital individual. En 1899 lo hace Chaves y en 1902, la Equitativa. El objetivo principal de la sociedad Chaves era establecer fábricas en Antioquia, que presentaba un mercado en fuerte expansión. Paradójicamente resultó lo contrario, pues el capital antioqueño terminó controlando a las chocolateras bogotanas. Esta conversión en sociedades anónimas facilitó la fusión de las dos empresas en 1905, con el nombre de Chocolates Chaves y Equitativa. Esta suma de recursos empresariales permitió la proyección de la nueva empresa al mercado nacional, creando la posibilidad de establecer fábricas o integrar las existentes en otras ciudades del país.
Sin embargo, la empresa empezó a tener una fuerte competencia local por parte de las chocolateras Tequendama, La Especial y Corona, así como Nacional y Cruz Roja de Antioquia, que posteriormente será la Compañía Nacional de Chocolates, además de la chocolatera santandereana Sociedad Industrial Franco-Belga. No obstante, la experiencia acumulada, la capacidad productiva y el grado de acreditación garantizaron su permanencia en el mercado bogotano.
La consolidación de esta empresa permitió un relativo mejoramiento de la calidad de vida de sus operarios, representado en la oferta de algunos servicios para los trabajadores, tales como una caja de ahorros, escuela nocturna, seguro de vida, salario durante enfermedad o accidente laboral, verdaderas novedades en el mundo laboral de comienzos del siglo xx en Bogotá. Esta oferta, relacionada con el éxito y la capacidad económica de la empresa, así como con cierto grado de paternalismo de los empresarios, se presenta en menor grado en otras empresas destacadas de la época.
La empresa de mayor éxito fue la Cervecería Bavaria, ícono de la industrialización en la capital. Si bien otras empresas tenían los elementos básicos de una empresa industrial moderna, es en Bavaria donde los paradigmas de la industrialización toman cuerpo. Desde la perspectiva técnica, Bavaria fue la primera empresa en Bogotá que construyó un edificio diseñado y construido especialmente para albergar una instalación fabril, donde concentró sus activos y sus medios de producción. Es decir, fue la primera empresa industrial con grandes inversiones destinadas a una mayor mecanización y racionalización del proceso, la escala de producción y las mejoras del producto.
Estos avances tendieron a configurar entre 1892 y 1897 un auténtico proceso continuo de fabricación de la bebida y su transporte mediante tuberías entre las salas de cocción, enfriamiento, fermentación y el área de embotellamiento. Este grado de especialización técnica, control y regularidad de la producción, evidentemente se reflejaba en la calidad del producto.
Esta continuidad y estabilidad, extrañas a su tiempo, son evidencias de las facilidades que les otorgaba a sus dueños la condición de extranjeros para acceder a capitales externos y a una cierta seguridad frente a los riesgos que corrían los propietarios nacionales en periodos de conflicto. Pero, sobre todo, son prueba de la eficiencia en la gestión y administración de la empresa, particularmente en cuanto al grado de formalización y racionalización de los controles, la especialización y diferenciación del manejo documental y las labores de oficina.
En realidad, Bavaria tuvo desde el principio el mayor nivel de producción del país, y fue la empresa más avanzada y grande del momento, teniendo incluso que estructurarse como unidad productiva autosuficiente. La venta de la empresa a la Sociedad Comercial Deutsch Kolumbianische Brauerei en 1897 le significó a Bavaria un importante incremento de capital y la continuidad en la dirección de Leo S. Kopp, su fundador.
La prosperidad de Bavaria generó importantes estímulos e inversiones efectivas de industrialización en actividades asociadas a la fabricación de cerveza. El caso de la vidriera Fenicia es significativo, no sólo abasteció directamente a Bavaria sino que entró en la producción de numerosas manufacturas de vidrio para uso doméstico, a precios cómodos, para una población que estaba por fuera del consumo de este producto.
También fue relevante para la economía bogotana el papel difusor de técnicas cerveceras por varios expertos de Bavaria, como Rudolf Khon, que fundó su propia empresa con el nombre de Germania. Además es probable que, con el aporte de los trabajadores extranjeros, se formara un sector de metalmecánicos y operarios, conocedores de los distintos talleres de reparación y fabricación de Bavaria, que resultaran difusores de estos conocimientos a otras ramas de la industria.
La estrategia de Bavaria para ampliar su producción buscó transformar su imagen inicial de cerveza clásica europea para clases altas, recomendable por sus efectos tónicos sobre la salud, por una de producto nacional para sectores amplios, y de bebida alcohólica. Este cambio significó la extinción de las pequeñas cervecerías, en una cruenta guerra publicitaria de higiene y precios.
Posteriormente, en la segunda década del siglo, la estandarización de la producción y el consumo en el mercado de las cervezas le dio a Bavaria la posibilidad de popularizar su producto y de declararle la guerra a la chicha, como sucedió en 1915. Comienza entonces el pleno afianzamiento de la producción industrial de cerveza, con base en la ampliación del mercado que permite la expansión demográfica y urbana que presenta la ciudad de los años veinte en adelante.
Dentro del sector de alimentos y bebidas tuvo cierta importancia la industria harinera, que se vio beneficiada, junto con la del chocolate, por las políticas proteccionistas del Estado. Más tarde, algunas de estas industrias se beneficiaron también con la reducción del transporte marítimo internacional y el cierre de las importaciones, a causa de la primera guerra mundial.
La promoción que la empresa de energía hizo del consumo de energía, el establecimiento de una tarifa de “fuerza”, así como la venta a crédito de pequeños motores eléctricos para las actividades productivas de los artesanos, fue una de las razones para que la pequeña y mediana industria mantuvieran una apreciable vitalidad en el desarrollo industrial bogotano y no se vieran avasalladas por la industria. También evitó el desplazamiento de la producción artesanal, representada en talleres de carpintería, sastrería, tejedores, zapatería, herrerías, entre otros. De manera excepcional, en relación con el escenario latinoamericano, la producción artesanal y la industrial se complementaron, y en muchos casos convivieron. Por eso los observadores de comienzos de siglo identificaron al conjunto de los 3 000 artesanos como “clase media”, a los maestros artesanos propietarios cada vez más como “industriales”, y a los artesanos aprendices y/o asalariados como “obreros”.
En esto fue importante el estímulo proteccionista que tuvo la industria, con la Regeneración y luego con la administración Reyes (1904-1909). Habría que agregar también la consolidación de los servicios bancarios, representados en el Banco de Bogotá (1871), y en el Banco de Colombia (1875), a los que se suma en 1905 el Banco Central, que contribuyó a poner orden y madurez al criterio de manejo de las finanzas bogotanas y nacionales. En este periodo, las actividades financieras bogotanas experimentaron un auge importante como resultado del proceso de acumulación de capital en las dos primeras décadas. Gracias a ello, al comenzar la década de los veinte, los bancos de Bogotá y Colombia absorbieron varios establecimientos regionales, lo cual expandió notablemente la influencia económica bogotana hacia una región económica más grande.
Esta consolidación de Bogotá como un centro de servicios financieros está relacionada con la labor que la misión Kemmerer desplegó en modernizar el sistema financiero, siendo uno de sus resultados la fundación en 1923 del Banco de la República y la Superintendencia Bancaria. Este avance permitió una institucionalización definitiva del sistema financiero y abrió las puertas para que Bogotá se convirtiera en la capital financiera de Colombia. Está igualmente el auge de la sociedad anónima, que permitió a las grandes empresas recibir una inyección de capital por la vía accionaria. En 1928 la estructura financiera de la ciudad se consolidó con la entrada en operación de la Bolsa de Bogotá, con lo que se marcó definitivamente el paso a una madurez del sector financiero, que favoreció de manera notable tanto la consolidación de la industria bogotana como su concentración.
La intervención del Estado central fue definitiva en este proceso. La ciudad se benefició directamente de la “Danza de los millones”, resultante de la indemnización de Panamá y los empréstitos extranjeros, que le permitió financiar, entre otras, la construcción de ferrocarriles. Gracias a los ferrocarriles y a las carreteras construidas, la ciudad se convirtió en el puerto de montaña que conectaba a Venezuela con el puerto marítimo de Buenaventura en el Pacífico. Las distancias con ciudades como Tunja, Ibagué y Neiva, por ejemplo, se recortaron sustancialmente en tiempo y fletes, expandiendo el área de influencia de la ciudad. Entre 1922 —cuando tenía 137 kilómetros, apenas 23 más que en 1909— y 1934 las vías férreas de la región llegaron a los 920 kilómetros.
A partir de 1905, la intervención del Estado también se dejó sentir en la construcción de carreteras. Para 1925 el departamento de Cundinamarca contaba con el 48 por ciento de las carreteras del país, con Bogotá como centro de interconexión; en 1928 se había completado su comunicación por carretera con Cali, y se concluyó el tramo más importante de la Carretera Central del Norte. Esto fue definitivo en el desarrollo de la ciudad, pues le permitió recibir productos de los valles del Cauca y Magdalena, así como de los Santanderes, con fletes mucho más reducidos que los que hasta entonces castigaban el intercambio comercial.
Todos estos mejoramientos en la infraestructura de transporte y en los servicios financieros hacen que la ciudad consolide en esta época su industrialización y su posicionamiento como centro económico regional y nacional. Aunque Medellín seguía siendo el centro de mayor generación de empleo industrial y contaba con la mayoría de establecimientos industriales de gran magnitud, Bogotá tenía a principios de los treinta el mayor número de fábricas de todo el país (36 por ciento, frente al 21 por ciento de Medellín) y su participación en el PIB nacional iniciaba un incremento regular importante.
La superación del aislamiento regional de Bogotá se deja sentir también en el incremento demográfico, que comienza a constituirse en fenómeno destacado. Bogotá se consolida definitivamente como el destino más apetecido por los crecientes flujos migratorios regionales de pueblos y ciudades intermedias. Entre 1928 y 1951, la participación demográfica nacional de Bogotá se duplicó, pasando del 3 por ciento de la población colombiana al 6,2 por ciento del total. En cifras absolutas la ciudad triplicó el número de sus habitantes: en 1928 tenía 235 421, y en 1951 ya son 715 250, cifra que corresponde a la población metropolitana.
Estos datos reflejan un proceso de singular importancia en la historia económica de la ciudad, el de los negocios asociados a la urbanización. Bogotá empezó a crecer rápidamente por la adición de nuevos barrios suburbanos, de tipo residencial, vivienda de clase alta, vivienda popular e inclusive algunos de vivienda en serie para empleados. Un factor que facilitó este proceso de cambio en la configuración de Bogotá tuvo que ver con la decisión de los terratenientes tradicionales, que inician la urbanización de las haciendas próximas al casco urbano de Bogotá. Estas tierras, parceladas y subdivididas, se vendieron a personas que construyeron su vivienda por los mecanismos tradicionales: autoconstrucción en el caso de los barrios populares, construcción por encargo en el caso de los barrios residenciales. Como veremos en otro aparte, este proceso se consolida en los años cuarenta y se convierte en una fuente de gran importancia en la acumulación de capital.
Los sucesos del 9 de abril de 1948 coinciden con la aceleración de procesos socio-espaciales y económicos que se venían gestando en las décadas anteriores. A éstos se suman las transformaciones económicas mundiales (de posguerra), que influyeron en la aceleración del crecimiento demográfico de la ciudad, así como en la composición de su producción y en el vertiginoso proceso de urbanización que acompañó las transformaciones más significativas de su estructura. Bogotá se consolida en estos años como la capital económica del país y conoce, al igual que el resto del país, una profunda transformación económica, fundamentada en un acelerado proceso migratorio y en la expansión de la actividad industrial en las grandes ciudades.
A la par del crecimiento demográfico y la expansión de la región económica controlada por Bogotá, la industria mostraba también indicadores de crecimiento. Para 1966 Bogotá era, sin duda, la capital industrial del país, puesto que generaba el 30 por ciento del empleo industrial total y la quinta parte del PIB, superior a Medellín. Esta expansión de la industrialización consolidó la estructura urbana industrial que se venía configurando desde los treinta. El sector ubicado en cercanías de Puente Aranda, al occidente del centro histórico, se consolidó la zona industrial, en razón a que se ubicaba en la proximidad de los grandes ejes de transporte, carreteras y ferrocarriles, que se comunicaban con las troncales nacionales.
LA REGIÓN ECONÓMICA DE BOGOTÁ
El análisis de la estructura económica de Bogotá antes de los noventa mostraba signos preocupantes de estancamiento, pese a su primacía y a la de su región como principal centro económico del país. En efecto, el tan importante sector terciario estaba perdiendo vitalidad frente a la difusión de estas actividades a nivel nacional. Pese a su expansión, los sectores industriales bogotanos mejor posicionados estaban demasiado orientados hacia ramas de la producción de bienes de consumo ligero, que no tenían grandes efectos de arrastre sobre el resto de la actividad industrial.
A partir de 1958, ya se notan los cambios. Antioquia reduce su participación en el valor agregado bruto a 24,9 por ciento y Cundinamarca y Boyacá aumentan a 29,4 por ciento. También se notan cambios en el Caribe, que reduce en 5 puntos su participación en el valor agregado, mientras el occidente aumenta una proporción similar.
Para 1973 Bogotá ya aparece discriminada de su región y se puede conocer su peso específico que, en términos de valor agregado, es similar a Antioquia y superior al occidente. Para 1985 el crecimiento de Bogotá es notorio, del 24,1 por ciento de 1973 pasa al 28,1 por ciento en valor agregado bruto, frente a Antioquia que tuvo una reducción de 3 puntos. Para 1990, Antioquia y el occidente permanecen estables, Bogotá reduce su participación en el valor agregado nacional, pero la costa aumenta, evolución que está relacionada con los proyectos mineros de esta región y, probablemente, con el incremento de la economía informal en la capital. Otro indicador que permite conocer la evolución de la participación de las regiones en el proceso de industrialización es la participación departamental en el PIB real, entre 1960 y 1990. Aquí, mientras Antioquia aumenta un punto su participación en este indicador en los 30 años señalados, Bogotá aumenta cuatro, y Atlántico y el Valle del Cauca reducen menos de uno.
Estos cambios no significan que se haya perdido el equilibrio regional, puesto que la “cuadricefalia” urbana reposa sobre bases económicas regionales sólidas2. En efecto, cada una de las metrópolis domina una región de riquezas, grado de urbanización y dinamismo económico diferentes, de las que depende el crecimiento económico de las cuatro ciudades más importantes en Colombia. La región controlada por Bogotá contaba en 1985 con el 31 por ciento del total de la población nacional, la de Medellín con el 15 por ciento, la de Cali con el 17 por ciento y la de Barranquilla con el 14 por ciento. En total las cuatro regiones, con sus áreas metropolitanas, agrupaban el 78 por ciento de la población nacional. Las cuatro áreas metropolitanas sumaban la tercera parte del total de la población nacional, cifra que resalta el tamaño del mercado controlado por Bogotá, equivalente a la tercera parte del nacional.
Esto se refuerza al analizar las estadísticas de pobreza en las cuatro regiones. En 1985, en la región de Bogotá se considera como pobres al 38 por ciento de la población, en Medellín al 43 por ciento, en Cali al 44 por ciento y en Barranquilla al 58 por ciento. Estas cifras permiten ver de manera más clara el tamaño real del mercado controlado por la capital. Esta jerarquía se refleja en los indicadores económicos.
% | ||
REGIÓN | 1945 | 1987 |
Industria. Valor agregado | ||
Bogotá | 31 | 37 |
Medellín | 25 | 22 |
Cali | 14 | 21 |
Barranquilla | 17 | 11 |
Total cuatro regiones | 87 | 91 |
Producto interno bruto | ||
Bogotá | 34 | 37 |
Medellín | 14 | 16 |
Cali | 17 | 15 |
Barranquilla | 14 | 11 |
Total cuatro regiones | 79 | 79 |
Es evidente que la región de Bogotá agrupa un tercio de la producción económica del país, proporción que ha venido en crecimiento permanente desde tres décadas atrás; que se reduce la participación de Medellín, que es alcanzada por Cali; y que Barranquilla presenta un fuerte descenso. Bogotá es, sobre las otras regiones, la más poblada, la más urbanizada, la menos pobre y, económicamente, la más dinámica. La primacía que Bogotá conquistó en estas últimas décadas no sólo se debe al dinamismo de la ciudad, sino también de su región3. Este hecho contrasta con la progresiva marginalidad de la costa caribe. La región de Medellín presenta también cierto parecido con la costa. Cali muestra indicadores diferentes, se trata de una región grande, más rica y más poblada que la de Medellín.
“Las causas del marasmo que afecta a estas tres ciudades no son únicamente locales, y una parte se origina en Bogotá. El ejemplo de Cali, donde la economía se comporta aceptablemente, a pesar del reciente decaimiento, nos prueba que las dificultades más graves de Medellín y Barranquilla no son suficientes para explicar las pérdidas de las influencias relativas. Estas metrópolis regionales han perdido terreno porque ellas no podían resistir la poderosa inercia del centralismo bogotano. El mercado interno colombiano ha conocido una verdadera implosión… En ausencia de una intervención reguladora del Estado, las ciudades de provincia carecen, en la actualidad, de los medios para contrarrestar la irresistible atracción de Bogotá”4.
Esta primacía urbana de Bogotá ha venido creciendo desde el censo de 1964, con un retardo significativo frente a los países latinoamericanos. Aunque hay cierta descentralización poblacional, la tendencia de la industria es a concentrarse, y por ello se anuncia el desmonte del esquema de la “cuadricefalia” para ir hacia la “macrocefalia”. El cambio en la localización geográfica de la industria es bien notorio, y ello se comprueba con el afianzamiento de Bogotá como la capital industrial del país. Para 1990 Bogotá concentraba el 30,5 por ciento del total de establecimientos industriales del país, el 32,2 por ciento del personal ocupado, y generaba el 25,9 por ciento del valor agregado. Mientras tanto, Medellín presenta una tendencia descendente en estos guarismos.
Si bien Bogotá, para esta época, sigue teniendo sólo el 15 por ciento de la población nacional, su control sobre la economía, como ha venido sucediendo desde décadas anteriores, es mayor. La tendencia que se anuncia es la de contar con menos industria y más servicios especializados (algo similar a lo que acontecía en la Colonia). Es probable que aquellos factores históricos que han favorecido a la capitalidad bogotana, sumados a un mejoramiento de las comunicaciones, a mejores servicios financieros y de otro tipo, además del fortalecimiento del sector Estado central, permitan este panorama indeseable.
Esta fortaleza regional permite comprender la paradoja que se presenta en la década del noventa, cuando se profundiza la internacionalización de la economía colombiana. De manera sorprendente, la apertura económica iniciada a finales de los ochenta y profundizada desde 1991 favoreció a Bogotá más que a ninguna otra ciudad del país. Lo cual no deja de sorprender porque, precisamente, la internacionalización de la economía tiende a favorecer más a las ciudades costeras que a las mediterráneas. La globalización ha significado un reordenamiento espacial de las naciones, que han tenido que buscar las costas para lograr mayor competitividad.
Esto no ha sucedido en Colombia, donde la economía más competitiva es la capitalina, que, a su vez, es la más alejada de los puertos marítimos. La apertura económica significó una oportunidad para Bogotá. De una parte, la importación de bienes de capital y la reevaluación del peso produjeron una oleada de inversiones favorables a las grandes industrias, con el efecto secundario de activar el mercado de equipos usados en beneficio de la mediana y pequeña industria. A su vez, se activaron el mercado inmobiliario, en crisis después del 87, la construcción y ensamblaje de automóviles y otras industrias varias, lo cual favoreció la integración económica regional, la inversión multinacional y la capacidad exportadora de la ciudad. Las manufacturas, cuero, calzado, imprentas y editoriales, textiles y confecciones, así como la industria de las flores y el liderazgo de servicios financieros, técnicos, y de asesorías a las empresas, se vieron beneficiados por esta importante reanimación económica de la ciudad.
La clara preponderancia demográfica, económica y urbana que había adquirido la economía metropolitana de Bogotá frente a las otras tres grandes ciudades, en contra de una historia de mutuo equilibrio económico, es evidente en la primera mitad de los noventa cuando hay una clara concentración de poder económico en el centro del país. La región centro —Bogotá-Cundinamarca y su conexión con el Meta— representaba el 33 por ciento de la economía nacional, seguida por un suroccidente, dominado por el Valle del Cauca, con un 17 por ciento.
Los análisis evidencian que la reanimación del dinamismo económico de Bogotá, entre 1990 y 1995 tuvo grandes limitaciones pues no pudo impedir que su productividad industrial fuera decayendo. Los sectores industriales bogotanos dominantes en sus mercados, es decir, la industria farmacéutica, de imprenta, de productos lácteos, de construcción y ensamblaje de automóviles, de vidrios, de plásticos, de productos químicos y de tejidos de punto, hicieron un uso poco eficiente de sus recursos, en especial entre 1990 y 1996, lo que a mediano plazo significó el riesgo de perder el predominio en sus mercados e incluso el peligro de perder competitividad y verse obligados a cerrar.
En 1998 el crecimiento de la industria capitalina pasó de estar por encima del nivel nacional a ser negativo. En efecto, de las ramas tradicionalmente dominantes sólo la industria alimentaria tuvo algún crecimiento mayor este año que en los anteriores. El resto tuvo un crecimiento negativo o peor (químicos, bebidas, textiles, ensamblaje de automóviles, etc.) o crecieron a un ritmo muy inferior al de los años anteriores (cuero, imprentas, plásticos, etc.). Según el 66 por ciento de los empresarios, en 1997 el comercio bogotano se mantuvo igual al año anterior y empeoró en diciembre de 1998, comparado con la temporada navideña anterior. El sector de la construcción también conoció una disminución de la producción desde 1995, reflejada en la caída de la superficie construida y en la rebaja de un 20 por ciento en los créditos para vivienda nueva entre 1997 y 1998. Sin embargo, en éste como en muchos otros sectores, Bogotá sigue manteniendo la participación más alta del país.
Pese a estas amenazas, Bogotá presenta fortalezas, por ejemplo, la mejor plataforma social, económica, cultural e institucional de Colombia, que ha recibido cada vez mayores apoyos del gobierno local.
En términos de cobertura de servicios públicos domiciliarios, Bogotá presenta los mejores guarismos en todos los indicadores nacionales, excepto telefonía, en que Medellín tiene una leve ventaja. Incluso a nivel latinoamericano Bogotá tiene buenos resultados, siendo, por ejemplo, la tercera ciudad en cobertura telefónica después de São Paulo y Buenos Aires.
En los indicadores de calidad de vida, sistema de salud, sistema educativo, ofertas de recreación y calidad ambiental, diversos indicadores apuntan a que Bogotá se encuentra en ventaja frente al resto de ciudades colombianas.
Existe en Bogotá el Consejo Regional de Ciencia y Tecnología, que intenta dar pautas de comportamiento para que en la región realmente se articulen la universidad y la empresa, y para que los escasos recursos de innovación tecnológica con que se cuenta sean invertidos adecuadamente. Existen también siete centros de desarrollo tecnológico que aspiran a instaurar un sistema de asistencia técnica que supere a los sectores industriales bogotanos.
No obstante estas ventajas comparativas frente a las otras regiones colombianas, y al hecho de que la economía bogotana es más grande que las economías de Ecuador y Bolivia juntas, y que las de Uruguay y Paraguay juntas, Bogotá no tiene políticas económicas locales claras ni dispone de un consejo regional de planeación estratégica como Medellín o Cali.
La consolidación de la economía bogotana ha estado relacionada con la estabilidad y el mejoramiento de las finanzas distritales. Entre 1996 y 1998 la inversión distrital creció en 29 por ciento, mientras que los gastos de funcionamiento se redujeron en favor del desarrollo de proyectos de infraestructura vial y fortalecimiento del sector salud y educación. Por otra parte, las empresas de servicios públicos que pasaron a ser empresas industriales y comerciales del estado, con mayor autonomía en 1994, buscaron sanear su situación fiscal reduciendo gastos de funcionamiento.
BOGOTÁ SE CONSOLIDA COMO METRÓPOLI
En la década del sesenta se suceden dos administraciones municipales cuyos efectos se dejan sentir de manera positiva en la ciudad. Jorge Gaitán Cortés y Virgilio Barco Vargas fueron dos alcaldes cuyas gestiones permitieron consolidar una intervención en la ciudad, por medio de la cual se inició una etapa de solución de los serios problemas que la aquejaban en cuanto al acceso a los servicios públicos. Así, se emprende la construcción de un ambicioso plan vial, que incluye la construcción de la avenida 68 y la iniciación de la avenida Boyacá, ambas de profundos impactos en el occidente y el sur de la ciudad, además de la avenida 19 y la carrera tercera en el centro de la ciudad. Adicionalmente se crean grandes parque como El Salitre, El Tunal y La Florida.
En la década del setenta continúa el mejoramiento de la malla vial con la elaboración del programa vial de 1973-1976, con base en el plan vial de 1961 y en nuevos estudios. A nivel administrativo, en 1972, se crean las Alcaldías Menores, entre las cuales se encuentra la de Tunjuelito. Además, la consolidación de Bogotá como capital nacional en diversos aspectos, demandó la intervención de una planeación macroeconómica desde el Estado central. Este es el caso del Plan de Desarrollo de las Cuatro Estrategias, con el cual se incentiva la urbanización, y se escoge la construcción como motor para generar empleo. Con ello nace el UPAC, sistema de financiación de vivienda que transforma radicalmente la construcción en todas las ciudades.
Todos estos cambios van permitiendo una mayor inserción de los pobladores marginales en la ciudad formal, un mayor cubrimiento de los servicios públicos domiciliarios, un mayor cubrimiento de servicios educativos y hospitalarios, y una economía más sólida. Para esta década la ciudad ya ha iniciado la expansión hacia el occidente con la ocupación de los terrenos de la hacienda El Salitre, primero con el Parque Simón Bolívar, luego con la Terminal de Transportes y posteriormente con la urbanización Ciudad Salitre. El déficit de vivienda también mostraba mejorías. Mientras en 1951 el faltante era del 37,7 por ciento, en 1985 se reduce al 27 por ciento, y el faltante de viviendas llegaba a la cantidad de 247.000 unidades de vivienda. Se entiende que esta cifra incluye a las personas que se encuentran en condiciones de alojamiento que no son adecuadas.
Durante estos años la demanda de vivienda es satisfecha por la oferta oficial, por los urbanizadores privados mediante el sistema UPAC, y por la autoconstrucción. A comienzos de los setenta la política de vivienda estatal se ejecutaba mediante la construcción directa de vivienda, lo cual cambia hacia el subsidio directo al usuario o programa de vivienda de interés social (VIS). Pero la estrategia oficial más importante radicaba en la UPAC, sistema de crédito hipotecario con el cual se financia gran número de viviendas, pero que, por supuesto, no alcanza a cubrir el déficit. Además, este sistema cubre la demanda de los estratos medio y alto, lo cual hace que la autoconstrucción sea la solución más importante para soportar el crecimiento de la ciudad. Para remediar este crecimiento informal, el Estado recurre a la legalización de los barrios como mecanismo para poder extender las redes de servicios públicos o legalizar las que se han instalado clandestinamente .
Así, son muchas las cosas que han cambiado en el último medio siglo de historia de esta ciudad, pero también muchas las que continúan. Si bien la ciudad está mucho más integrada que a mediados del siglo xx, la segregación socio-espacial norte-sur quedó definitivamente inscrita en el espacio urbano, pues al norte de la ciudad se encuentra un equipamiento institucional mucho más variado que en el sur. Mientras que en el norte los ríos y quebradas dan origen a parques y rondas integradas como parte del paisaje, como el Parque el Virrey, al sur, los ríos, como el Tunjuelito, se han convertido en testimonios del costo ambiental que ocasionan las carencias de los que habitan en sus cercanías.
Volvemos a ejemplificar este proceso con las diversas formas de urbanización en el sur de Bogotá. Es en este contexto que se produce la última etapa de la urbanización del Valle medio del río Tunjuelo, la cual se sucede en la década del setenta y comienzos del ochenta.
——
Notas
- 1. Ver el trabajo de Valero, Édgar Augusto, Empresarios, tecnología y gestión en tres fábricas bogotanas. 1880-1920. Un estudio de historia empresarial, Bogotá, Escuela de Administración de Negocios, 1998.
- 2. Goueset, Vincent, op. cit., pág. 73.
- 3. Ibíd., pág. 97.
- 4. Ibíd., pág. 138.