- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
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- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
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- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
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- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
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- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
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- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
La ciudad se expande al norte
La Autopista Norte, que arrancaba desde la calle 80, tenía las características y finalidades de circulación rápida de las autopistas estadounidenses y europeas. El propósito era abrir un canal eficaz de transporte por tierra entre Bogotá y el norte del país, especialmente con los departamentos de Boyacá, Santander y Norte de Santander. Pero la autopista disparó la urbanización de Bogotá hacia el norte y en menos de 20 años dejó de ser autopista para convertirse en una arteria más de la ciudad. La autopista en 1987 y 1997.
La Autopista Norte, que arrancaba desde la calle 80, tenía las características y finalidades de circulación rápida de las autopistas estadounidenses y europeas. El propósito era abrir un canal eficaz de transporte por tierra entre Bogotá y el norte del país, especialmente con los departamentos de Boyacá, Santander y Norte de Santander. Pero la autopista disparó la urbanización de Bogotá hacia el norte y en menos de 20 años dejó de ser autopista para convertirse en una arteria más de la ciudad. La autopista en 1987 y 1997.
La Autopista Norte, que arrancaba desde la calle 80, tenía las características y finalidades de circulación rápida de las autopistas estadounidenses y europeas. El propósito era abrir un canal eficaz de transporte por tierra entre Bogotá y el norte del país, especialmente con los departamentos de Boyacá, Santander y Norte de Santander. Pero la autopista disparó la urbanización de Bogotá hacia el norte y en menos de 20 años dejó de ser autopista para convertirse en una arteria más de la ciudad. El sitio de Torca, cerca a Chía, ca. 1962.
La Autopista Norte, y la ampliación de la carrera 7.ª hasta Usaquén, en la calle 116, y después hasta La Caro, jalaron la expansión de Bogotá hacia el norte y el noroccidente a un ritmo vertiginoso, y precipitaron la conurbación de varios municipios como Usaquén (calle 116 entre carreras 7.ª y 4.ª) y Suba (calles 150 a 160 de la carrera 86 hacia occidente), lo que rebasó de sobra los límites propuestos en el plan Le Corbusier de 1949 que ponía, al norte, la calle 100 y al occidente la carrera 30. A principios de los cincuenta, el Country Club trasladó su sede de la calle 85 a un sitio lejano en pleno campo, que hiciera honor al nombre del club. En poco menos de tres décadas, el Country (actual calle 129) estaba rodeado de nuevas urbanizaciones, como aparece en la fotografía (ca. 1970), donde asoma la esquina del exclusivo club hacia el sector noroccidente. Proveer de servicios públicos a sectores tan distantes del perímetro urbano establecido en los planes reguladores de 1937 y 1949, ha significado un esfuerzo mayúsculo para las autoridades del Distrito Capital.
Suba era hasta finales de los sesenta un municipio cundinamarqués. En pocos años, debido a la Autopista Norte, y a la expansión de la ciudad, Suba fue absorbido e incorporado al territorio del Distrito como municipio anexado. Más adelante se configuró como una de las 20 localidades que integran el Distrito Capital, la número 11; pero en los distintos ordenamientos del siglo xix, tanto Suba como Usaquén fueron considerados distritos que marcaban los límites de la capital por el norte y el occidente. En la fotografía, ca. 1970, calle 116 sobre la Autopista Norte. Al fondo, detrás de las colinas, y sobre los cerros de occidente, está el perímetro urbano de Suba, rodeado de fincas agrícolas y ganaderas, que han sido urbanizadas en su mayoría. Como Usaquén, Suba era un antiguo asentamiento indígena, anterior a la Conquista.
El barrio Usaquén es una de las joyas urbanísticas de la capital. Fue, en tiempos remotos, un poblado indígena importante porque mediaba entre las dos capitales que se disputaban el dominio de la nación muisca, Bacatá, al sur, y Hunza, al norte. Los españoles apreciaron su ubicación estratégica y construyeron allí un municipio de estilo europeo, con una amplia plaza alrededor de la cual se edificaron manzanas muy ordenadas, parámetros armónicos, calles extensas y casas de bellas fachadas con puertas y ventanales de artística elaboración, e interiores amplios y bien dispuestos, que en los siglos xix y xx se integraron con casas de arquitectura republicana. Alrededor de Usaquén se establecieron grandes haciendas con casonas señoriales e imponentes, como la de Santa Bárbara, que hoy sirve de portada al centro comercial que lleva su nombre. En Usaquén se encuentran los restaurantes más selectos de Bogotá, un mercado de las pulgas, varias salas de cine arte y un exclusivo sector residencial. En la fotografía, de 1992, la iglesia colonial de Usaquén, con torre y campanario de cuatro pisos.
El Country Club de Bogotá fue fundado en 1917 y fue también el primer club colombiano que tuvo cancha de golf y que realizó los primeros torneos internacionales. A la derecha, panorámica de la primera sede del Country Club en la calle 85, donde permaneció hasta 1954.
Cementos Samper, empresa industrial fundada por los hermanos Samper Brush, tenía la estación del cable aéreo en las proximidades de la casona de la hacienda Contador, carrera 7.ª con calle 134 (foto a la izquierda). Los terrenos de la hacienda abarcaban al occidente hasta la carrera 50, nomenclatura actual. Por ese cable aéreo se transportaba el cemento desde la fábrica, situada al oriente de La Calera, hacia los diferentes puntos de mercado. Con el auge de construcción en Bogotá a partir de los años treinta, la empresa Cementos Samper fue una de las industrias más prósperas del país.
Campos de golf del Country Club en su actual sede de la calle 129 con carrera 15. Allí se ha jugado en dos ocasiones (1958 y 2003) la copa de Los Andes, el Suramericano de Mayores, y en 2007 uno de los Masters válido para el Challenge Tour de Europa. Foto de 1994.
Estación de Usaquén del Ferrocarril del Norte, inaugurada en 1892. La construcción de este ferrocarril duró casi siete años, entre 1885 y 1892. Movía una gran cantidad diaria de pasajeros, de ida o vuelta, entre Bogotá, Chía, Cajicá, Nemocón y demás municipios del norte. Después se extendió hasta Boyacá y los Santanderes.
Mojón que fijaba en 1903 el límite entre Bogotá y Usaquén, según ordenanza n.o 19 de ese año. Estaba colocado en la carrera 7.ª con calle 82, donde concluía el territorio de Bogotá y comenzaba el de Usaquén. Hoy queda allí la sede del Goethe Institut.
Superado el límite de la calle 100 en 1960, la expansión de Bogotá hacia el norte de esa vía resultó incontenible. Numerosas urbanizaciones de estrato 6 se construyeron sobre la carrera 7.a hacia el oriente, como las de Santa Ana (foto) y Santa Bárbara, y hacia el occidente, como La Bella Suiza, Santa Ana Occidental y Country Club. Foto de 1994.
Perspectiva del barrio El Chicó entre la calle 90 y la avenida 92, y de la carrera 7.a a la Autopista Norte, año de 1960.
Avenida Chile entre carrera 7.ª y avenida Caracas, 1964.
A semejanza de Teusaquillo y La Magdalena, comenzaron a formarse desde 1938 al norte de la avenida Chile barrios residenciales de alto valor arquitectónico, entre las carreras 7.a y 11 y las calles 72 y 86: El Retiro, El Nogal y La Cabrera eran los más atractivos por la vistosidad y variedad de sus residencias, la amplitud de sus calzadas y andenes, y las comodidades de todo género que brindaban a sus residentes. En la foto, sector de El Nogal, carrera 9.ª con calle 79, en 1960.
Barrio Las Delicias del Carmen, localidad de Usaquén, 1964.
El 4 de noviembre de 1978 la alcaldesa menor de Usaquén, acompañada de inspectores de policía, verifica la ilegalidad de unos muros que han bloqueado las calles del barrio Contador, y cita a los autores de la infracción (obstaculizar las vías públicas) para responder por la falta, repararla, y notificarse de las sanciones correspondientes.
Barrio El Sagrado Corazón, localidad de Usaquén.
Santa Bárbara Central, 1973. Las rejas, que invadían el espacio público y comunitario, fueron retiradas por orden de la Alcaldía Menor en 1985.
Barrio Polo Club, financiado por el BCH a finales de los cincuenta y uno de los primeros al occidente de la Autopista Norte, calles 82 a 87.
Santa Bárbara Oriental, en Usaquén, 1961, calles 113 a 116.
Inaugurado en abril de 1976, el gran centro comercial Unicentro, el primero en su género que se hacía en Bogotá y en el país, está ubicado entre la calle 123 y la avenida 127 y las carreras 13 y 15. Unicentro fue una revolución, no sólo desde el punto de vista comercial, sino urbanístico, y como toda propuesta novedosa, generó al principio muchas dudas y recelos. Al fin el constructor Pedro Gómez Barrero venció los obstáculos y pudo sacar adelante su idea de hacer una ciudadela comercial que fuese, además, una contribución al desarrollo urbano al integrar vivienda, comercio, recreación, trabajo y servicios. Unicentro cumplió a cabalidad el propósito con el que fue concebido, y aunque 30 años después existen en Bogotá algo más de medio centenar de centros comerciales por el estilo, distribuidos en todos los puntos de la ciudad, Unicentro sigue recibiendo más de 90 000 visitantes en promedio cada día. Foto de 1994.
Unicentro fue un motor para el desarrollo urbano de un gran sector al norte de la calle 100. En torno de Unicentro crecieron numerosos barrios y se realizaron importantes proyectos de vivienda, uno de ellos Multicentro, obra del mismo constructor del centro comercial, que conjugó una interesante combinación de estilos bávaro, inglés y moderno, para un conjunto de edificios de 1 000 apartamentos, y casas estilo escandinavo rodeadas de parques y jardines. Multicentro, localizado en el costado oriental de Unicentro, está concebido como “ciudad dentro de la ciudad”, una modalidad urbanística que se puso de moda en los setenta. Por esa época se efectuó la urbanización de la hacienda Santa Bárbara de Usaquén (un lugar también cargado de historia), que se dividió en tres sectores residenciales: Santa Bárbara Oriental, Santa Bárbara Central y Santa Bárbara Occidental. En la fotografía, de 1994, edificios de apartamentos de Santa Bárbara Central, colindantes con Multicentro.
La expansión de Bogotá hacia el norte fue un fenómeno incontrolable. Cuando se creía que tardaría mucho tiempo en que se rebasaran los límites de la calle 127, en menos de 10 años la ciudad había llegado a la calle 152, urbanizados casi en su totalidad los terrenos entre las calles 127 y 152, y entre la carrera 7.ª y la Autopista Norte. Surgieron barrios como Cedritos, Santa Bibiana, La Uribe, Tibabita, Buenavista, La Bella Suiza, Los Cedros, Caobo Salazar, Las Orquídeas y Cedro Bolívar I y II. En la foto, casas y antejardines de Cedro Bolívar II, 1985.
Panorámica del norte de Bogotá después de la calle 72 en el año 2002. Siguiendo una tradición que data de los primeros días de la República, se combinan en un mismo sector unidades residenciales, con oficinas, comercio, grandes edificios y casas particulares.
Texto de: Fabio Zambrano Pantoja
La extensión de los límites de la ciudad en dirección al norte es un proceso que se inicia de manera lenta y pausada en el siglo xix, pero que se acelera en la segunda mitad del siglo siguiente.Comienza alrededor de 1860 con la urbanización de Chapinero y la construcción de las primeras vías modernas que tiene Bogotá; como son los ferrocarriles del Norte y del Nordeste, el tranvía y la Carretera Central del Norte —que se convierte luego en la carrera 7.ª. Posteriormente, a mediados del siglo xx esta oferta vial se verá complementada con la construcción de la Autopista al Norte y los tres puentes que la cruzaban.
Durante casi un siglo, la ciudad fue construyendo su infraestructura de movilidad con el fin de prepararse para la urbanización de las haciendas del norte. Por supuesto, que todo esto permitió una sustancial valorización de estas haciendas, que ya habían desalojado a los indios que las habitaban en la Colonia, como en efecto se hizo el 28 de septiembre de 1774, cuando se dispuso el traslado de los naturales del pueblo de Usaquén, y se convirtió en parroquia1.
Sin indios, con vías modernas y una parroquia que luego se convierte en municipio, se construye una territorialidad que no contaba con fronteras étnicas y que disponía de símbolos de progreso; esto explica la valorización del norte y la desvalorización del sur. Esta construcción social del espacio es definitiva para definir el tipo de urbanización que presenta la localidad de Usaquén, contenedora de la mayor parte de la expansión al norte de la ciudad.
DE PARROQUIA A MUNICIPIO
El poblado de Usaquén quedaba demasiado distante de la ciudad como para que fuera atractivo para ser urbanizado con anterioridad a 1955, fecha de su anexión a Bogotá. Su producción agropecuaria, cuyo destino era el mercado de Bogotá, determinaba los ritmos de la vida pueblerina. En razón de ello, en términos urbanísticos, esta parroquia era modesta si la comparamos con otras de la sabana de Bogotá, donde las mejores ofertas de tierras cultivables y la mayor disponibilidad de mano de obra, les permitían un mayor desarrollo agrícola que el que se encontraba en Usaquén.
Para comprender mejor esto, debemos dar una mirada a los antecedentes de la urbanización de estas tierras. Primero, Usaquén no era el pueblo más rico de los alrededores de la capital. En la Colonia, era una pequeña población cuyas rentas eclesiásticas la hacían clasificar entre las de menor tributación2.
La precariedad del pueblo fue confirmada algunas décadas más tarde, cuando en 1816 las tropas españolas de Pablo Morillo adelantaron una especie de inventario estratégico de los alrededores de Santafé y encontraron en Usaquén una población bastante pobre, que contrastaba con lo encontrado en pueblos como Guasca y Machetá, por ejemplo. El informe militar registró que:
“El pueblo de Usaquén está situado a la falda de varias lomas, en un llano, distando las casas unas de otras, de suerte que no forman calles, y además la población es bastante reducida y pobre su terreno; y, por consiguiente, llegado el caso de alojarse tropas en él o acantonarse, deberán estar con incomodidad respecto a los pocos recursos que presenta; tiene una iglesia y una ermita con 250 casas, viviendo solamente en ella unos 750 hombres”3.
Este pueblo, que se hallaba a dos horas y cuarto de Santafé, medido a 100 pasos por minuto, se conectaba con la capital por un camino en mal estado “… muy pantanoso por los muchos manantiales que le cortan y ser de mucho pedregal”4. El camino estaba escasamente poblado, pues entre Las Nieves y el puente del río Arzobispo había ocho casas, luego de pasar este puente se encontraba la venta de Chapinero: más adelante, a una legua de Santafé, dos casas; dos en la quebrada del molino, y luego se arribaba al pueblo de Usaquén. El otro camino, “llamado del Camellón, que con rumbo recto del norte está proyectado hasta el Puente del Común… Lo fangoso del terreno no ha permitido acabar esta obra que está trazada sobre el plano”5. En cuanto al poblado, es descrito con 250 casas, pero no todas se encontraban en el casco urbano. En efecto, de la siguiente descripción se constata el considerable atraso que presentaba:
“El pueblo de Usaquén será de 120 casas y de las cuales apenas 100 se hallan tal cual reunidas, las más son chozas de paja, la iglesia de la misma clase…”6.
Este pequeño número de casas, de precaria construcción, muestra un estado similar al que a mediados del siglo anterior había descrito Oviedo, quien dijo que Usaquén era un pueblo habitado por 100 vecinos. Una de las razones de esta precariedad se encuentra en el deficiente camino que unía a este pueblo con Santafé. Las dos descripciones que hemos citado coinciden en las dificultades de esta vía, a lo que se agrega una tierra caracterizada como pantanosa. Usaquén no se trataba de un lugar destacado, como lo podemos comprobar en el relato de viaje escrito por Manuel Ancízar —peregrinación de Alpha— que hacía parte de la Comisión Corográfica. Ancízar describe detalladamente lo que encuentra a su paso en el seguimiento del camino real del norte; en su tránsito entre Bogotá y el puente del Común, sólo le llaman la atención los arroyos que bajan de la montaña, ya en el límite norte de este lugar, pero no deja ningún testimonio de su paso por el pueblo de Usaquén, como se puede leer en el registro de lo que encuentra en estos lugares.
“A poco andar llegamos a un arroyuelo claro y purísimo que baja de la peñas de Fusca y atraviesa el camino en demanda del río de Funza para precipitarse con él hacia el abismo de Tequendama. La agreste belleza del sitio y el murmullo de las límpidas aguas que bajan en el camino por entre rocas sombreadas de floridos arbustos, nos obligan a detener el paso y beber en aquella fuente solitaria… Tal es la fuente de Torca… De la fuente de Torca a la venta Cuatro Esquinas hay un corto trecho del camino… cuatro ranchos de paja que no forman cuatro, no dos ni esquina alguna, constituyen la famosa e histórica ventana, tan antigua como el virreinato y tan estacionaria como los cerros adyacentes”7.
Así, una oferta ambiental que no favorecía la agricultura, unida a esta deficiente comunicación con Santafé y al despoblamiento del lugar, nos permite entender la precariedad urbana de Usaquén, cuyo paisaje pueblerino estaba conformado por algunas chozas de paja y una iglesia construida con el mismo material, como lo describe Oviedo.
Quizá este panorama facilitó la concentración de la propiedad privada en haciendas y el uso de las tierras para la ganadería extensiva, cuya producción no requería de buenos caminos. Este tipo de explotación facilitó la consolidación de la gran hacienda, forma de propiedad que predominó en esta parte de la sabana, y con ello se definió el tipo de oferta de tierras cuando se inició la urbanización.
La Independencia se inicia con una reforma política que introduce el municipio como la unidad política fundamental para administrar el territorio, y con éste, la aplicación del sistema francés de departamentos, cantones, provincias y distritos; lo que va a permitir la construcción de un régimen que reconoce cierta autonomía a las parroquias y que las asciende al rango de municipios.
Éste es el caso de Usaquén. Durante la segunda mitad del siglo xix, se da un largo proceso de definición de los límites de los municipios, que no fueron otra cosa que la redefinición constante de los límites de los circuitos electorales y circunscripciones judiciales, básicos para la consolidación de los grupos de poder local que se estaban formando en la capital. Con la creación de la provincia de Bogotá, el 6 de mayo de 1852, se erigió a Usaquén como municipio8.
Posteriormente, la ley del 3 de septiembre de 1864 suprimió la aldea de Chapinero y sus términos se agregaron a los distritos de Suba y Usaquén, “debiendo servir de límites de estos distritos por el lado sur, el Camellón del camino norte”, límites que fueron ratificados por la ley 13 del 21 de noviembre de 18789. Luego, por la ley del 2 de febrero de 1865, en su artículo 12, se definieron los límites de Bogotá por el lado del norte, que eran los que existían entre el antiguo distrito de Chapinero y los de Usaquén y Suba. Más tarde la ley 23 de 1883 del estado soberano de Cundinamarca fijó los siguientes límites para la capital: “Por el Norte con Usaquén, desde el nacimiento de la quebrada de la Cabrera, que divide las haciendas del Chicó y Rosales, hasta el Camellón del Norte…”10.
Más tarde, en 1885, Rafael Núñez introdujo una reforma sustancial que transformó el estado soberano de Cundinamarca en distrito federal; dividido en 11 departamentos, siendo el departamento de Bogotá el principal y quedando Usaquén, una vez más, adscrito a la capital. Este distrito tuvo corta duración en razón de que el 5 de agosto de 1886 se aprobó una nueva Constitución, que abolió el federalismo y convirtió a los estados federales en departamentos, que a su vez se dividieron en provincias. La provincia de Bogotá incluía a Usaquén11.
La reforma que introdujo Rafael Reyes en 1905 no transformó la adscripción de Usaquén a Bogotá. En 1918, cuando se volvió a crear la provincia de Bogotá, se conservó a Usaquén dentro de la misma, hasta 1945 cuando se abolieron las provincias. Esta división político-administrativa cambió al crearse el Distrito Especial de Bogotá, según el decreto nacional 3640 del 17 de diciembre de 1954. Por medio de este decreto, a partir del 1.º de enero de 1955 se segregó de Cundinamarca el municipio de Usaquén junto con Usme, Bosa, Fontibón, Engativá y Suba. Con esta anexión se concluyó la historia de Usaquén como parroquia, distrito parroquial y, por último, municipio.
Hay que añadir que durante el siglo xix, de constantes guerras civiles, Usaquén se va a convertir en la puerta norte de entrada a Bogotá.
Pero hay que esperar a que se inicie el siglo xx para que el crecimiento urbano de Bogotá deje sentir sus efectos en la urbanización de Usaquén. La tardía modernización de la ciudad, así como la tardanza en el mejoramiento de los medios de transporte, explican la lentitud con la que esta localidad se relaciona con la capital. Sólo hasta 1905 con la construcción de la Carretera Central del Norte, durante la presidencia de Rafael Reyes, Usaquén superará el problema de los pésimos caminos. Así llega el transporte moderno a Usaquén y con ello se introducen cambios sustanciales. Desde entonces, la historia de Usaquén se inscribe dentro de los ritmos de la historia de la ciudad.
El Country Club ha sido uno de los hitos en el desplazamiento de la ciudad hacia el norte. Fundado en 1917, se establece en el que por entonces era el límite norte de la ciudad, en las calles 49 y 51, al occidente de la actual avenida Caracas. En 1927 los socios adquirieron 50 fanegadas de la hacienda El Retiro, seis años después construyeron los campos de golf y en 1942 la de polo. Pero la expansión de la ciudad obligó a buscar tierras más al norte, por ello compraron 150 fanegadas de la hacienda Contador, a donde se trasladaron en 1950 y donde hoy se encuentra. Allí se construyó la primera piscina cubierta de la ciudad y se adecuaron amplios espacios para los deportes ecuestres.
Poco tiempo después, en los años setenta, el club quedó completamente rodeado de barrios y comenzó a causar dificultades en la construcción de la malla vial del norte. Esta situación, además de la carencia de parques en el norte de la ciudad y la densificación del mismo, ha llevado a diversas administraciones distritales a buscar la compra de los terrenos del club, como ya se ha iniciado con las instalaciones de polo en el costado de la calle 127.
UN MUNICIPIO QUE SE CONVIERTE EN BARRIOS
El ingenio bogotano llamaba al Ferrocarril del Norte, el ferrocarril liberal, pues la estación de La Uribe llevaba el nombre del general liberal Rafael Uribe; y al del Nordeste, el ferrocarril conservador, por haber nombrado sus estaciones de La Caro y de Briceño en honor del presidente conservador Miguel Antonio Caro y del general Manuel Briceño, respectivamente. Este ferrocarril, cuya estación quedaba a una cuadra larga del municipio de Usaquén, se comunicaba con la estación del Cable Aéreo, próxima a la casona de la hacienda Contador (hoy calle 134 con carrera 7.ª). Desde allí se transportaba el cemento de la fábrica de Cementos Samper —ubicada al oriente, en La Calera— hacia los diferentes mercados. A estas vías se le adicionaba la Carretera Central del Norte, que se construyó en 190512.
Con estas vías, Usaquén había mejorado sustancialmente su conexión con Bogotá, pero esto no le había asegurado un crecimiento notorio. Así para el censo de 1938, mientras Bogotá tenía 330 312 habitantes, Usaquén contaba con 4 617. De éstos, sólo 832 vivían en el casco urbano y el resto —3 785— habitaban en el área rural, lo que denota la baja urbanización que presentaba el municipio.
Esto se evidencia aún más si vemos que en el casco urbano había 131 edificaciones y en la zona rural 484, para un total de 615. Además, sólo contaba con 102 casas de habitación urbanas, y el resto llegaba a 436. En el casco urbano, el resto de las edificaciones se repartían de la siguiente manera: tres escuelas, dos colegios de internos, una pensión, tres conventos y cuarteles, y 20 más aún en construcción o destinadas para otros usos13. En total el municipio contaba con ocho escuelas, cinco colegios con internados, siete hoteles y pensiones, seis conventos y cuarteles y 49 viviendas en construcción o con otros usos.
Más de la mitad de las viviendas de Usaquén carecían de cualquier servicio. De 615 edificaciones, 329 no tenían ninguno, 247 disponían de electricidad, 138 de acueducto y 157 de alcantarillado. Estas cifras permiten observar que, fuera del casco urbano, eran pocas las viviendas que disponían de servicios domiciliarios, y que la mayoría de la población vivía en precarias condiciones higiénicas. Esta situación se refleja en la ocupación de la población, donde la mayoría económicamente activa estaba conformada por agricultores, seguidos por los que trabajaban en distintos servicios y los empleados de las canteras. Además, en esta población el analfabetismo era bastante elevado, pues del total de habitantes, 2 937 sabían leer y escribir y 1 680 eran analfabetas. Como una curiosidad, la población de extranjeros en Usaquén era notable: en ese entonces vivían 34 europeos, 17 suramericanos, cinco centroamericanos y un norteamericano; en una época en que la presencia de extranjeros en Bogotá no dejaba de ser una rareza.
Población económicamente activa en Usaquén, 1938Agricultores y ganaderos | 1 135 |
Industria extractiva | 236 |
Industrias varias | 127 |
Transporte | 34 |
Comercio y bancos | 51 |
Otros servicios | 985 |
Actividades liberales | 43 |
Otras actividades | 125 |
Fuente: Censo de población, 1938.
Esta precariedad urbanística contrasta con la fronda burocrática con la que contaba el municipio. En la nómina del municipio en 1940, se encontraban: cinco policías urbanos, cinco policías rurales, cuatro agentes de policía rural, tres agentes de policía urbanos, un comisario de policía, un médico, dos enfermeras, tres choferes de ambulancia, un fontanero, un dentista, un peluquero, ocho directoras de escuelas rurales, cinco directoras de escuelas urbanas, una directora de la Colonia Vacacional, además de un personero, un secretario del Concejo, un tesorero municipal, un juez municipal, dos secretarios del juzgado, un secretario del jurado electoral y el alcalde14.
Este paisaje urbano y rural que presentaba Usaquén en los años treinta comenzó a cambiar aceleradamente desde finales de los años cuarenta. De manera similar a lo que sucedió en toda la ciudad, Usaquén comenzó a experimentar el fenómeno del crecimiento acelerado de su población. Esto quedó consignado en el censo de 1951, cuando la población del municipio llegó a 11 207 habitantes, de los que 4 377 vivían en la cabecera municipal y 6 839 en su área rural. Esto equivale a un crecimiento de dos veces y media en el lapso de 13 años, con un elevado desarrollo de su población urbana. Este crecimiento demográfico estuvo acompañado de una adición menor de la oferta de vivienda, que subió al doble de lo que había aumentado en 1938, para llegar a 1 215 edificaciones, de las que 291 se encontraban en la cabecera municipal y 960 en el área rural15.
Este censo nos proporciona otra información de gran valor para conocer el municipio a mediados del siglo xx. De los 11 207 habitantes, sólo 2 469 (22 por ciento) habían nacido en Usaquén y el restante 78 por ciento eran inmigrantes. La procedencia de esta población era: 3 973 (35 por ciento) de Cundinamarca, 4 668 (41 por ciento) de otros departamentos y 97 extranjeros.
Este poblamiento era bastante disperso dentro del amplio espacio del municipio anexado a Bogotá. Antes de los años cincuenta, existían fuera del casco urbano de Usaquén algunos hitos como los cuarteles de Santa Ana, el Country Club, la Colonia Vacacional, dependencia del municipio, y la estación del Cable Aéreo de Cementos Samper. El resto eran areneras, cuyos trabajos de explotación iban generando un poblamiento en sus alrededores. Éste fue el origen del barrio La Cita —actual carrera 7.a con calle 170— donde funcionaba un restaurante. En la parte alta de la montaña operaba la Arenera La Roca, empresa que empezó a entregar pequeños lotes a sus trabajadores en la década de los cincuenta. Aunque es sólo después de los años sesenta que se empieza a conformar un barrio, casi 20 años más tarde de la llegada de los primeros pobladores. Una historia similar presenta el barrio San Cristóbal Norte.
Entre las calles 156 y 159 de la actual carrera 7.ª, se asentaron familias de inmigrantes. Se trataba de campesinos, mineros y trabajadores que participaron en la construcción del ferrocarril, y que empezaron a poblar la vereda de Barrancas en los años cuarenta. Posteriormente, se formó la Cooperativa Obrero Campesina con el propósito de adquirir un terreno para que sus asociados pudieran edificar viviendas. Muchos de ellos trabajaban en Cementos Samper, otros en las canteras cercanas, además de algunos transportadores, asalariados de las fábricas de tubos y cuidanderos de las fincas cercanas. Después, cuando estos barrios ya se estaban consolidando, fueron llegando otros pobladores, como los comerciantes.
Así se fue conformando el barrio Barrancas, que originalmente iba de la calle 153 a la calle 163 y desde el oriente de la carrera 7.a hasta el canal ubicado al occidente de la línea del ferrocarril. De este barrio se desmembraron los barrios Carulla, Alejandría, El Consuelo, El Dorado, El Millán, Sauces del Norte, San José de Barrancas, Cabañas del Norte, Villas del Mediterráneo, Cedro Norte, Barrancas 2.º Sector y Alta Blanca. Toda esta urbanización tomó cerca de tres décadas16.
De esta manera poco a poco las veredas se van convirtiendo en barrios, como acertadamente nos lo describe el testimonio anterior. Es así como ?en los primeros años se conformaron varios barrios.
Si descontamos el Country Club, que no es propiamente un barrio, encontramos que a comienzos de la década de los sesenta Usaquén contaba con 18 barrios, entendidos como urbanizaciones reconocidas como unidades barriales. Aún quedaban por convertirse en barrios varias veredas.
Estos cambios son registrados en el Censo Nacional de Población de 1964, en el que Usaquén triplicó su población registrada en el censo de 1951, alcanzando los 30 282 habitantes. Con marcada diferencia frente a lo sucedido en el censo de 1951, en el que la mayoría de la población vivía en el campo, ahora la población es mayoritariamente urbana; 27 984 viven en el casco urbano y sólo 2 298 son habitantes rurales. Una continuidad notoria con el censo anterior se encuentra en ser un lugar habitado por inmigrantes. Los nacidos en Usaquén son 10 036 (33 por ciento), un poco más que en el censo anterior. A su vez 4 635 habitantes (15 por ciento,) eran nacidos en Cundinamarca; 14 974 (49 por ciento) en otros departamentos, y 637 (2 por ciento) de origen extranjero.
Éste es el momento en que la urbanización comienza a dispararse de manera acelerada, en parte como resultado del efecto de atracción por la oferta de tierras relativamente baratas que se ofrecen para la urbanización. La subdivisión de las grandes propiedades realizadas por sus propietarios, a diferencia de lo que sucedía en el sur y el occidente de la ciudad, donde eran los empresarios de tierras quienes compraban las haciendas, las subdividían y las ponían en venta, en Usaquén fueron los mismos propietarios los que controlaron la oferta de la tierra. Aquí se evidencian los efectos de la concentración de la propiedad en algunas pocas manos que se produjo desde finales del siglo xviii.
Quienes llegan a Usaquén proceden de distintas clases sociales. Por una parte se encuentran los jóvenes profesionales que empiezan a llegar a la hacienda El Cedro, aproximadamente a partir de 1955, cuando sus propietarios estaban iniciando el loteo parcial de esta gran propiedad. Se trataba de un efecto reflejo de lo que estaba sucediendo en El Chicó, donde la firma Ospinas y Cía. adelantaba una urbanización de estilo norteamericano, con amplias casas rodeadas de grandes jardines. La consolidación de una clase media en Bogotá, resultante de las dinámicas modernizadoras de la ciudad, van a generar la necesidad de una oferta de vivienda específica para este grupo social. Al mismo tiempo, las numerosas canteras del sector fueron generando un poblamiento específico, relacionado con la necesidad de ofrecer vivienda para sus trabajadores. De manera simultánea, algunas haciendas fueron parceladas y sus lotes se ofrecieron para urbanizaciones de clase alta, como es el caso de Santa Ana, que siguió el modelo de El Chicó.
La historia de esta urbanización no hizo otra cosa que consolidar el fenómeno que se estaba dando en Bogotá de crecer sin la regulación del Estado. En efecto, se trata de una urbanización que no seguía los parámetros urbanísticos que la planeación estaba proponiendo, y donde los grandes propietarios, con contadas excepciones, no hacían la cesión de los espacios que correspondían al espacio público, así como tampoco trazaban calles ni dotaban de servicios públicos domiciliarios. Al igual que en las areneras, en El Cedro no se contaba con una previa legalización de la urbanización, razón por la cual la formación del barrio va a tener una gran semejanza con la que presentan los miles de barrios ilegales que ha visto crecer la ciudad.
Este barrio se inició sin calles trazadas ni alcantarillado. Sus primeros pobladores tienen que recurrir a los pozos sépticos, la energía eléctrica llega con mucho retraso y el agua es proveída por un acueducto comunitario que recoge aguas de las quebradas que bajan de las montañas cercanas. Las mismas vicisitudes que aquejan a los pobladores de La Cita para conseguir transporte, las sufren los habitantes de El Cedro, pues es notoria la escasez de transporte público. La dispersión de este poblamiento no generaba una demanda concentrada de pasajeros, que rentabilizaran las rutas de buses de la flota Usaquén. Además, a raíz de su condición histórica como centro de grandes haciendas dedicadas a la ganadería y donde la agricultura era escasa, Usaquén debe enfrentar el problema del abasto de alimentos, por lo que la gran mayoría tiene que hacer mercado en Bogotá17. Quizá la alta oferta ganadera es lo que explica la existencia de varias fábricas de textiles —actividad industrial que realizaban inmigrantes boyacenses—, como es el caso de la renombrada fábrica Guatay.
La acelerada urbanización de Usaquén desde la década de los cincuenta se refleja en el tipo de construcción que en ese momento se estaba levantando. Contaba con 4 401 edificaciones, de las cuales 4 120 estaban en la cabecera y 281 en el área rural. Para 1964 la mayoría de las viviendas, 3 110 (77 por ciento) del total, eran de un solo piso, característica que se presentaba en los barrios de las areneras, al igual que en El Cedro. En las canteras, se daba por dificultades económicas, y en El Cedro, por seguir un modelo de vivienda que se había introducido con el barrio El Chicó.
El paisaje urbano es muy distinto al que luego, dos décadas más tarde, va a mostrar esta localidad. En 1964, de 1 254 edificaciones, sólo 31 por ciento eran viviendas de dos pisos y los edificios eran muy escasos: de tres pisos había 26, de cuatro pisos cinco y de seis pisos sólo uno. En total se contaba con 614 apartamentos y 3 377 casas independientes. El censo también recogió el deplorable estado de la urbanización espontánea, pues registró la existencia de 337 chozas, 84 ranchos y otras 33 viviendas de diversas especificaciones18.
El acceso a los servicios públicos domiciliarios era deficiente. El servicio de agua llegaba a 3 003 viviendas, 240 viviendas recibían el agua fuera de ellas y 1 202 viviendas no tenían servicio de acueducto. Con baño había 2 993 y sin este servicio, 1452. El acceso a la energía eléctrica era similar: 2 983 viviendas contaban con este servicio y 1 492 no19. Estas deficiencias no eran distintas a las que en promedio mostraba toda Bogotá, en razón de su crecimiento acelerado.
En la segunda mitad de esta década el crecimiento de la localidad de Usaquén continuó acelerándose. El registro de nuevos barrios no es otra cosa sino el reconocimiento de la consolidación de ese poblamiento espontáneo, que poco a poco va formando una comunidad barrial.
Barrios formados en Usaquén (1962-1972)
- Buenavista
- Santa Bibiana
- San Juan Bosco
- Rincón del Chicó
- La Uribe
- Toberín
- Tibabitá
- El Recreo
- La Liberia
- Las Orquídeas
- La Pradera Norte
- Caobo Salazar
- San Gabriel Norte
- Cedritos
- Escuela de Caballería
- Los Cedros
- Lisboa
- Santa Bárbara Central
- Nuevo Country
- Santa Bárbara Occidental
- Acacias
- Santa Bárbara Oriental
- Cedro Salazar
- San Patricio
- La Calleja
- Escuela de Infantería
- Ginebra
- El Rocío
- Cedro Narváez
- La Granja
- Las Quintas
- La Bella Suiza
Fuente: Hoyos, Ana María, op. cit.
Con esta nueva oleada de urbanización, la localidad contaba ya con 51 barrios y comenzaba a densificarse, aunque aún se caracterizaba por la precariedad en sus servicios públicos. Además, la ausencia de vías internas era notoria y la mayoría de las existentes se encontraban sin pavimentar; los servicios de comercio y abasto de alimentos seguían dependiendo de Bogotá, y el transporte era irregular. Sus habitantes resentían la ausencia casi total de transporte público en horas nocturnas y de día la frecuencia de buses era regular, lo que ocasionaba serias molestias para la mayoría, que carecía de transporte privado. Aunque la Autopista del Norte aseguraba la conexión por el costado occidental de la localidad, hay que recordar que esta urbanización se encontraba adosada a los cerros orientales y tenía como eje precisamente la vía inicial de la Carretera Central. Los puentes que cruzaban la autopista por las calles 100, 134 y 170 —construidos al mismo tiempo que esta vía a comienzos de los años cincuenta— conectaban la localidad con el occidente; pero había una total carencia de vías que llevaran a estas tres calles, y por lo tanto el ordenamiento vial de Usaquén seguía siendo marcado por la carretera que luego se volvió carrera 7.ª.
Vale la pena recordar que en varios lugares de esta vía se encontraban restaurantes que atraían a los paseantes los domingos, como La Bella Suiza, La Españolita o La Cita. El club nocturno El Caracol Rojo —ubicado en la esquina la actual carrera 7.a con la calle 134— era el único local de esparcimiento nocturno que existía en la localidad.
Los problemas que generó esta urbanización acelerada trataron de ser solucionados por la administración central de la ciudad, pero el tamaño del crecimiento y la deficiencia de las herramientas legales que existían explican por qué la historia de la urbanización de Usaquén se desarrolla sin mayor intervención del Estado. Aunque hay que reconocer los esfuerzos realizados por las administraciones municipales en la década de los sesenta. En 1961 se aprueba el Plan Piloto vial, que buscaba compactar la ciudad y ordenar las vías en un sistema de tipo anillar. Este plan contempla la construcción de la avenida 100, la 116 o Pepe Sierra y la 127, que van a conectar la localidad con el occidente, cosa que hasta ese momento no se podía realizar fácilmente. Así mismo, se ejecuta el Programa de Integración Urbana que intenta legalizar las urbanizaciones clandestinas e integrarlas al desarrollo formal.
Con motivo de la visita del papa Pablo VI en 1968 se inaugura la avenida 68, que se interceptaba con la carrera 7.ª por la calle 100 —límite sur de la localidad— y que permite abrir un nuevo frente de urbanización en este sector.
USAQUÉN FINALES DE SIGLO
Son varias las transformaciones que se producen en 1972 y que nos permiten escoger esta fecha como frontera cronológica para abrir este período de la historia contemporánea de Usaquén. En ese año se crearon las alcaldías menores en Bogotá, con lo cual Usaquén comenzó a disfrutar de un mínimo de la autonomía administrativa que había perdido en 1955 con la anexión a Bogotá. Si bien en 1956 se subdividió la ciudad en zonas administrativas con el nombre de alcaldías menores, esta disposición apenas dio lugar a la creación de la Alcaldía Menor de Kennedy. Más tarde, en 1988, en procura de incrementar la descentralización, se estableció que cada una de las localidades de la ciudad contara con un alcalde local y una Junta Administradora Local, cuyos miembros —los ediles— serían elegidos por los habitantes de cada localidad. También en 1972 se aprueba la Unidad de Poder Adquisitivo Constante, UPAC, que era un sistema de financiación de vivienda que transforma de manera radical el proceso de urbanización en todo el país, y, por supuesto, el de Usaquén.
El crecimiento que muestra la ciudad no es otro que la consolidación de una forma tentacular, que le permite conformarse como una urbe policéntrica, siendo Usaquén uno de los ejes del desarrollo urbano de finales de siglo. Para entonces, el casco urbano del municipio de Usaquén continuaba siendo el centro proveedor de servicios para la localidad. Rápidamente esto cambió de manera radical.
La intervención del capital privado en la construcción, gracias a la UPAC, produjo nuevas dinámicas urbanas. Éste es el caso de Unicentro, construido por la constructora Pedro Gómez y Compañía, S. A. Esta empresa, además de este centro comercial, ha adelantado en Usaquén varios proyectos como Multicentro; la urbanización Antigua, realizada para el año de 1976 y que consta de 238 casas; Santa Coloma, con un total de 286 apartamentos, 130 casas y 13 locales; la urbanización Icatá, con un total de 770 apartamentos; y el conjunto cerrado La Pradera, proyecto desarrollado a partir de 1996.
De estas obras se destacan Unicentro y Multicentro, dos logros urbanísticos que determinaron el crecimiento de la compañía, de la localidad de Usaquén y de la ciudad en general. Esta constructora, junto con Ospinas y Cía., que construyó el barrio Belmira y Bosque Medina, han sido responsables de una buena parte de la oferta de vivienda para estratos medios y altos en Bogotá.
Con el desarrollo de Unicentro, empiezan a crearse en sus alrededores grandes espacios dedicados a vivienda unifamiliar, como La Carolina y Santa Bárbara Central. El Multicentro, o “ciudad dentro de la ciudad”, ubicado en el costado oriental de Unicentro entre la avenida 127 y la calle 124, fue un primer ensayo de desarrollo autosuficiente de Bogotá. Allí se reúne comercio, servicios, esparcimiento y 1 568 viviendas de diversos estilos —32 casas escandinavas y 1 194 apartamentos— además de diferentes áreas: un conjunto de 342 departamentos para la tercera y cuarta edad con plaza e iglesia en el centro de otras construcciones, con unidad médica, cafetería, club social, biblioteca, lavandería y el hotel Plenitud.
Este urbanismo planeado y ordenado contrasta completamente con el proceso que se desarrollaba, de manera simultánea a Unicentro, en la calle 140, vía principal de Cedritos, ejemplo de la violación de las normas urbanísticas y de la ausencia del Estado en la regulación del crecimiento de la ciudad. Como ya lo señalamos, desde los inicios de los años cincuenta se empezaron a ocupar los lotes sin servicios que los propietarios de la hacienda El Cedro estaban vendiendo, en las cercanías a la carrera 7.a. Las casas que allí se construyeron eran amplias y rodeadas de jardines. Luego comenzaron a desarrollarse los barrios Nueva Autopista y Contador, sobre la calle 140 hacia la autopista.
La calle 140 comenzó a ser el eje de la urbanización y a su alrededor se fueron organizando diferentes barrios residenciales. El único comercio existente en la zona eran las tiendas de víveres y un supermercado llamado Marión, que luego se transformó en la Olímpica. Pero el crecimiento desmesurado va a demandar una mayor oferta de servicios y por ello esta calle se llena de droguerías y misceláneas, y luego de bancos y corporaciones de ahorro. Desde mediados de la década de los ochenta se experimenta una explosión de pequeños y medianos comercios, que se extiende luego en los noventa. Los propietarios de las casas sobre la calle 140 procedieron a remodelar y otros a demoler sus viviendas con el fin de construir locales comerciales, para obtener un beneficio de la valorización de esta vía20. Al comenzar el siglo xxi esta vía sigue siendo el eje del sector de Cedritos, ahora con supermercados como Carulla, con servicio de 24 horas al día, y centros comerciales como Palatino, que ofrece cines y restaurantes.
Este notorio mejoramiento en las condiciones de vida se nota en las estadísticas de cubrimiento de servicios públicos. Sin embargo, el acceso a otros elementos urbanos, que permiten comprender de una manera más amplia la calidad de vida de la localidad, muestran deficiencias. Por ejemplo, en 1991 se consideraba que 26 por ciento de las viviendas se encontraba sin servicio de policía, 13 por ciento carecía de acceso a la escuela, 27 por ciento no tenía parques y 33 por ciento no contaba con parques infantiles. En general, se consideraba que 50 por ciento de los hogares en Usaquén presentaba algún grado de baja calidad de vida, es decir, que si bien contaba con servicios públicos domiciliarios, no tenía acceso a puestos de salud ni a parques infantiles ni deportivos; estaba sin teléfono público y sin acceso al transporte público. Al comenzar el siglo xxi, como resultado de las políticas de inclusión de barrios, este déficit se superó, aunque los contrastes entre los diferentes estratos son radicalmente notorios.
Los procesos de urbanización en esta localidad contrastan fuertemente. Desde urbanizaciones como las construidas por compañías como Pedro Gómez y Ospinas, para clase media alta y alta, hasta invasiones como Buena Vista21, organizada por Provivienda, de orientación comunista. Paralelamente se dan diferentes tipos de organización, como el que presenta un grupo de 100 familias que habitaban en barrios vecinos de Delicias del Carmen y que se organizaron en 1980 para resolver la carencia de vivienda. Así, los barrios Pañuelito y La Esperanza, ubicados en la parte alta de la calle 127 al oriente de la carrera 7.a se organizaron en el proyecto Unicerros, que alcanzó altos grados de autogestión y participación popular.
Durante ocho años trabajaron para consolidar el barrio conformado por 100 viviendas, en el que sus habitantes trabajaron permanentemente en la planeación, diseño, financiación y construcción22. Este proceso de autogestión logró la solución del problema habitacional, así como la consolidación de un tejido social gracias al espíritu participativo de sus habitantes.
En conclusión, la urbanización de esta localidad resume las dinámicas que se presentaron en toda la ciudad durante ese dramático proceso de crecimiento acelerado que se ha vivido en los últimos 50 años; cuando pasa de cerca de 5 000 habitantes a casi 450 000 en 2005, y de 1 000 edificaciones en 1951 a más de 100 000 en la actualidad.
Los avances que se han logrado en las últimas tres décadas son impresionantes. En la Encuesta de Calidad de Vida DANE, 2003, el número de hogares de la localidad, 137 095, presenta una amplia cobertura.
En esta Encuesta de Calidad de Vida se muestra que el total de hogares pertenecientes a la localidad de Usaquén (137 095), accede a los servicios de energía, acueducto, alcantarillado y recolección de basuras, mientras que sólo 53 por ciento (72 612) está conectado a la red pública de gas natural y 93 por ciento (127 466) cuenta con servicio telefónico; algunos sectores de la localidad no cuentan con conexión al acueducto y al alcantarillado, y hay unos casos de barrios todavía conectados a acueductos comunitarios. En conexión, el gas natural está muy por debajo del promedio, explicable porque este servicio va dirigido preferencialmente a estratos 1, 2 y 3 y en segundo lugar por estar constituida por viviendas multifamiliares que dificultan un poco la conexión a este servicio23.
UNICENTRO
Para la creación y formulación del proyecto de la Ciudadela Comercial Unicentro, esta compañía convocó a un grupo de inversionistas y profesionales que conformaron la junta directiva y empezaron su planeación. Se trataba de un proyecto de desarrollo urbano integrado de vivienda, comercio, recreación, trabajo y servicios.
Existieron varias propuestas para la ubicación de este proyecto: se buscó un lote que tuviera entre 10 y 15 hectáreas. Las opciones que más se acercaban a las necesidades e intereses eran: una, por la avenida Pepe Sierra al occidente de la Autopista Norte, sector de la Alhambra, y la otra, por la carrera 15 con calle 123, en un lote de 126 000 metros cuadrados, lugar que finalmente fue seleccionado. Con la selección del terreno se empezó a trabajar en el diseño, para lo cual los miembros de la junta directiva y de la compañía constructora viajaron a diferentes partes del mundo con el ánimo de traer ideas, al tiempo que se convocaban inversionistas y comerciantes para asegurar la financiación del proyecto.
La construcción comenzó en el año de 1974 y el 28 de abril de 1976 con el 70 por ciento de los locales ocupados se inauguró oficialmente. La concepción de este tipo de comercios trajo originalmente alguna desconfianza por parte de los comerciantes tradicionales, debido a que nunca se había tenido la experiencia de agruparse en un espacio cerrado; con esto se estaba transformando completamente la práctica del comercio en la ciudad.
Otra de las dificultades que tuvo el proyecto se dio por parte de Planeación Distrital, debido a que el sector estaba categorizado como residencial. Al conocer las características y dimensiones de la propuesta y siendo conscientes de la importancia y desarrollo urbanístico que éste daría a la ciudad, dieron su aprobación técnica y legal.
La visita de la gente se volvió asidua. En los primeros días, después de la inauguración, se contaba con una entrada diaria de 600 personas promedio; hoy Unicentro recibe 90 000 personas diarias en promedio y a su parqueadero entran 18 000 vehículos todos los días.
A partir de 1990, Unicentro es afectado por la competencia de nuevos centros comerciales que se abrieron en el norte, como Hacienda Santa Bárbara, y posteriormente Santafé. A pesar de ello, sigue siendo el referente de los centros comerciales de la ciudad.
CEDRITOS, UN BARRIO PARA LA CLASE MEDIA
La formación del barrio Cedritos, aparte de mostrarnos el proceso de urbanización de las grandes haciendas de la sabana, es la historia de una familia terrateniente que se convierte en urbanizadora, como muchas otras en la historia de la urbanización de Bogotá. Con la diferencia que en ésta los actores son pobladores con formación profesional —arquitectos, abogados, médicos—, que llegaron a poblar estos potreros, a formar barrios que posteriormente fueron legalizados, y a sufrir por lograr las conexiones a los servicios públicos.
Francisco Fernández compró la hacienda El Cedro por lotes a los 11 o 12 herederos; empezó a comprar alrededor de 1898 y terminó hacia 1902. Era una hacienda que iba hasta donde se ve la vertiente de la cordillera que aparece en la escrituras como un resguardo de Barrancas. Después compró la parte oriental de la vía a Tunja, y poco a poco se fue ampliando hasta tener todo lo que corresponde a la antigua encomienda de la hacienda original de El Cedro; de la parte oriental que iba de la calle 153 a la 183, y de la Autopista Norte hasta el cerro. En la parte occidental, iba hasta los límites con el caserío de Barrancas.
La hacienda tenía ganadería y sembrados de trigo, papa, maíz y cebada. Los productos se comercializaban en Bogotá, en los mercados del centro. Coincide la muerte del propietario con los inicios de la urbanización, en 1948. La hacienda recibió su nombre de los numerosos cedros que tenía.
Los descendientes iniciaron la urbanización, lo que fue el primer Cedritos. Vendieron lotes pequeños de 5 000 metros cuadrados a 1,86 pesos; lo urbanizó el señor Mario Salazar entre 1955 y 1960. Se pensaba que los lotes no necesitaban alcantarillado porque eran fincas. Se hizo una entrada para estos pequeños lotes que era la calle 140.
Posteriormente, hacia 1980, el dueño de la Hacienda Santa Bárbara de Usaquén se unió con uno de los herederos de El Cedro y urbanizaron la parte del Cedro Golf. La totalidad de la hacienda tenía como 320 fanegadas; en realidad el proceso de convertirla en ciudad fue muy lento, y todavía se está construyendo.
Con el proceso de urbanización llegaron nuevos habitantes que aportaron su visión de ciudad a lo que hoy conocemos como Cedritos. A pesar de la belleza del paisaje y el ambiente bucólico que aún rememoran con nostalgia, tenían necesidades inaplazables como habitantes de una ciudad en permanente configuración.
Las casas que construyen tenían jardines grandes, con cerezos, brevos y eucaliptos inmensos. Algunos vecinos tenían caballos. Los potreros eran grandísimos y había muchos lugares donde jugar.
Posteriormente la tierra sube de precio y se empiezan a construir conjuntos cerrados de casas. Luego se da un salto, entre 1980-1985, cuando se empiezan a construir edificios. Entonces la gente joven, recién casada, comienza a irse a vivir a Cedritos y la construcción de edificios aumenta.
“Yo recuerdo por ejemplo, que Usaquén tenía un punto importante, en donde ahora queda la bomba, muy crucial, esa es la 118 con 7.a al lado de la Fundación Santa Fe, eso era un lote inmenso y más abajo lo único que había era potrero, inclusive casi hasta la 100, y bajando por la 118 llegaba a la estación del tren, o sea la que hay ahora detrás de un lote en donde para el tren, esa era toda la finca de Pepe Sierra. También había una caseta en donde un señor dejaba la leche para que la transportaran para Bogotá. Al lado la Hacienda Santa Bárbara, ahí había una bomba que tenía un patio inmenso, era la primera bomba que hubo fuera de Bogotá, era un surtidor de esos de palanca, donde era el paradero de los buses de la flota Usaquén y era de los dueños de la flota Usaquén. Esa bomba era una locura porque era pequeñita, donde está el CADE ahí estaba el surtidor, y se lo enchufaban al carro y no vendía sino 5 galones con bomba manual.
“Nuestra infancia fue una aventura increíble porque teníamos vacas, hacíamos excursiones al monte, o sea nosotros llegamos hasta el parque de La Calera a pie, era una cosa fascinante. Hacia el sur era un potrero todo y había una fábrica de cemento”24.
Una de las principales preocupaciones de los residentes del sector eran las vías y el transporte, sus ocupaciones en su mayoría como profesionales les exigían un contacto permanente con el centro de la ciudad u otros lugares. Por esta razón, desde el momento en que se empezaron a trasladar, fue tan urgente la necesidad de vías y sistemas de acceso y de salida del sector, como también la de tener acueducto, energía eléctrica y alcantarillado.
El esparcimiento se percibe de manera diferente dependiendo de la generación a la que se pertenezca; los jóvenes encontraban en lo deshabitado del lugar —en sus inmensos potreros y bosques— la ocasión de divertirse de una forma en muchas ocasiones no aceptable para sus padres.
“En la 140 con 12 era el potrero donde nosotros jugábamos fútbol, para hacer los bazares, para todo; la carretera daba contra un lote, ese era el parqueadero nocturno de los que iban a enamorarse. También se hacían las carreras, las yeyes, que eran carreras de carros. Me acuerdo que mi papá era el que llamaba a la policía y mis amigos me regañaban porque mi papá era el que se tiraba la diversión. Todos andábamos pendientes de cuando llamaba mi papá para salir corriendo, porque llegaban camiones de policía y nos corrían a todos”.
Si desde un principio existieron las preocupaciones a causa de la ausencia de servicios, de vías y de transporte eficiente, la inseguridad se le sumó como una preocupación mayor. Formas comunitarias se establecieron para cuidar mutuamente las casas y propiedades.
Con los servicios públicos las cosas también se complicaron, la falta de planificación generó los primeros inconvenientes. Los de arriba y los de abajo, como en tantos otros lugares, empezaron a verse enfrentados a causa de estas dificultades.
“Yo recuerdo que cuando llegué aquí había tres barrios, Cedros, Cedritos y Caobos que quedaban dentro de la misma finca, yo vivía allá en la última calle hacía el norte de la 147. Alrededor de esto hay una historia genial porque si tú no cerrabas el agua no se represaba y no llegaba agua arriba, y si no se abría los de abajo no podían tener agua, entonces era la pelea entre los de arriba y los de abajo por el agua y su administración”25.
De manera sorprendente, las similitudes con las urbanizaciones del sur son muchas, pues el acceso a los servicios públicos es semejante y la formalización de los barrios surte un proceso parecido. La inserción en la ciudad, sin embargo, es totalmente diferente.
——
Notas
- 1. Zambrano, Fabio, et al., Comunidades y territorios. Reconstrucción histórica de Usaquén, Bogotá, Alcaldía Local de Usaquén, 2002, pág. 210.
- 2. Oviedo, Basilio Vicente de, Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, Bucaramanga, Gobernación de Santander, 1990, pág. 155.
- 3. “Itinerarios del Nuevo Reino de Granada”, Revista Archivos, vol. I, Bogotá, 1967, n.o 2, pág. 347.
- 4. Ibíd., pág. 344.
- 5. Ibíd., pág. 370.
- 6. Ibíd.
- 7. Ancízar, Manuel, Peregrinación de Alpha, tomo I, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, pág. 23.
- 8. Informe del alcalde de Usaquén, Bogotá, El Repertorio, n.o 73, 17 de mayo de 1854.
- 9. Velandia, Roberto, Historia geopolítica de Cundinamarca, Bogotá, Biblioteca de Autores Cundinamarqueses, 1971, pág. 587.
- 10. Ibíd., pág. 84.
- 11. Ibíd., pág. 56.
- 12. Robayo, Carlos, Historia de los terrenos de la calle 140 norte, Bogotá, Universidad de los Andes, Departamento de Antropología, 1999.
- 13. Censo de Población, 1938.
- 14. Nómina del Municipio de Usaquén, 1940, Archivo Alcaldía Local de Usaquén.
- 15. Censo de Población, 1951.
- 16. Sierra, Luz Alcira, “Alta Blanca, historias comunes, vivencias propias”, en: Bogotá historia común, Bogotá, DAACD, 1998, pág. 143.
- 17. Testimonio de Álvaro González, Bogotá, 2002.
- 18. Censo Nacional de Población, 1964.
- 19. Censo Nacional de Vivienda, 1964.
- 20. Robayo, Carlos, op., cit.
- 21. Leguizamón, Pablo Enrique y Ángel, Ligia María, “El ayer y hoy de Buenavista”, en: Bogotá historia común, Bogotá, DAACD, 1998, pág. 82.
- 22. Carvajalino, Hernando, Urbanismo, arquitectura y participación popular, Maestría en Urbanismo, Universidad Nacional, tesis, 1999, pág. 69.
- 23. Ver: www.segobdis.com
- 24. Testimonio de Álvaro González, Bogotá, 2002.
- 25. Ibíd.
#AmorPorColombia
La ciudad se expande al norte
La Autopista Norte, que arrancaba desde la calle 80, tenía las características y finalidades de circulación rápida de las autopistas estadounidenses y europeas. El propósito era abrir un canal eficaz de transporte por tierra entre Bogotá y el norte del país, especialmente con los departamentos de Boyacá, Santander y Norte de Santander. Pero la autopista disparó la urbanización de Bogotá hacia el norte y en menos de 20 años dejó de ser autopista para convertirse en una arteria más de la ciudad. La autopista en 1987 y 1997.
La Autopista Norte, que arrancaba desde la calle 80, tenía las características y finalidades de circulación rápida de las autopistas estadounidenses y europeas. El propósito era abrir un canal eficaz de transporte por tierra entre Bogotá y el norte del país, especialmente con los departamentos de Boyacá, Santander y Norte de Santander. Pero la autopista disparó la urbanización de Bogotá hacia el norte y en menos de 20 años dejó de ser autopista para convertirse en una arteria más de la ciudad. La autopista en 1987 y 1997.
La Autopista Norte, que arrancaba desde la calle 80, tenía las características y finalidades de circulación rápida de las autopistas estadounidenses y europeas. El propósito era abrir un canal eficaz de transporte por tierra entre Bogotá y el norte del país, especialmente con los departamentos de Boyacá, Santander y Norte de Santander. Pero la autopista disparó la urbanización de Bogotá hacia el norte y en menos de 20 años dejó de ser autopista para convertirse en una arteria más de la ciudad. El sitio de Torca, cerca a Chía, ca. 1962.
La Autopista Norte, y la ampliación de la carrera 7.ª hasta Usaquén, en la calle 116, y después hasta La Caro, jalaron la expansión de Bogotá hacia el norte y el noroccidente a un ritmo vertiginoso, y precipitaron la conurbación de varios municipios como Usaquén (calle 116 entre carreras 7.ª y 4.ª) y Suba (calles 150 a 160 de la carrera 86 hacia occidente), lo que rebasó de sobra los límites propuestos en el plan Le Corbusier de 1949 que ponía, al norte, la calle 100 y al occidente la carrera 30. A principios de los cincuenta, el Country Club trasladó su sede de la calle 85 a un sitio lejano en pleno campo, que hiciera honor al nombre del club. En poco menos de tres décadas, el Country (actual calle 129) estaba rodeado de nuevas urbanizaciones, como aparece en la fotografía (ca. 1970), donde asoma la esquina del exclusivo club hacia el sector noroccidente. Proveer de servicios públicos a sectores tan distantes del perímetro urbano establecido en los planes reguladores de 1937 y 1949, ha significado un esfuerzo mayúsculo para las autoridades del Distrito Capital.
Suba era hasta finales de los sesenta un municipio cundinamarqués. En pocos años, debido a la Autopista Norte, y a la expansión de la ciudad, Suba fue absorbido e incorporado al territorio del Distrito como municipio anexado. Más adelante se configuró como una de las 20 localidades que integran el Distrito Capital, la número 11; pero en los distintos ordenamientos del siglo xix, tanto Suba como Usaquén fueron considerados distritos que marcaban los límites de la capital por el norte y el occidente. En la fotografía, ca. 1970, calle 116 sobre la Autopista Norte. Al fondo, detrás de las colinas, y sobre los cerros de occidente, está el perímetro urbano de Suba, rodeado de fincas agrícolas y ganaderas, que han sido urbanizadas en su mayoría. Como Usaquén, Suba era un antiguo asentamiento indígena, anterior a la Conquista.
El barrio Usaquén es una de las joyas urbanísticas de la capital. Fue, en tiempos remotos, un poblado indígena importante porque mediaba entre las dos capitales que se disputaban el dominio de la nación muisca, Bacatá, al sur, y Hunza, al norte. Los españoles apreciaron su ubicación estratégica y construyeron allí un municipio de estilo europeo, con una amplia plaza alrededor de la cual se edificaron manzanas muy ordenadas, parámetros armónicos, calles extensas y casas de bellas fachadas con puertas y ventanales de artística elaboración, e interiores amplios y bien dispuestos, que en los siglos xix y xx se integraron con casas de arquitectura republicana. Alrededor de Usaquén se establecieron grandes haciendas con casonas señoriales e imponentes, como la de Santa Bárbara, que hoy sirve de portada al centro comercial que lleva su nombre. En Usaquén se encuentran los restaurantes más selectos de Bogotá, un mercado de las pulgas, varias salas de cine arte y un exclusivo sector residencial. En la fotografía, de 1992, la iglesia colonial de Usaquén, con torre y campanario de cuatro pisos.
El Country Club de Bogotá fue fundado en 1917 y fue también el primer club colombiano que tuvo cancha de golf y que realizó los primeros torneos internacionales. A la derecha, panorámica de la primera sede del Country Club en la calle 85, donde permaneció hasta 1954.
Cementos Samper, empresa industrial fundada por los hermanos Samper Brush, tenía la estación del cable aéreo en las proximidades de la casona de la hacienda Contador, carrera 7.ª con calle 134 (foto a la izquierda). Los terrenos de la hacienda abarcaban al occidente hasta la carrera 50, nomenclatura actual. Por ese cable aéreo se transportaba el cemento desde la fábrica, situada al oriente de La Calera, hacia los diferentes puntos de mercado. Con el auge de construcción en Bogotá a partir de los años treinta, la empresa Cementos Samper fue una de las industrias más prósperas del país.
Campos de golf del Country Club en su actual sede de la calle 129 con carrera 15. Allí se ha jugado en dos ocasiones (1958 y 2003) la copa de Los Andes, el Suramericano de Mayores, y en 2007 uno de los Masters válido para el Challenge Tour de Europa. Foto de 1994.
Estación de Usaquén del Ferrocarril del Norte, inaugurada en 1892. La construcción de este ferrocarril duró casi siete años, entre 1885 y 1892. Movía una gran cantidad diaria de pasajeros, de ida o vuelta, entre Bogotá, Chía, Cajicá, Nemocón y demás municipios del norte. Después se extendió hasta Boyacá y los Santanderes.
Mojón que fijaba en 1903 el límite entre Bogotá y Usaquén, según ordenanza n.o 19 de ese año. Estaba colocado en la carrera 7.ª con calle 82, donde concluía el territorio de Bogotá y comenzaba el de Usaquén. Hoy queda allí la sede del Goethe Institut.
Superado el límite de la calle 100 en 1960, la expansión de Bogotá hacia el norte de esa vía resultó incontenible. Numerosas urbanizaciones de estrato 6 se construyeron sobre la carrera 7.a hacia el oriente, como las de Santa Ana (foto) y Santa Bárbara, y hacia el occidente, como La Bella Suiza, Santa Ana Occidental y Country Club. Foto de 1994.
Perspectiva del barrio El Chicó entre la calle 90 y la avenida 92, y de la carrera 7.a a la Autopista Norte, año de 1960.
Avenida Chile entre carrera 7.ª y avenida Caracas, 1964.
A semejanza de Teusaquillo y La Magdalena, comenzaron a formarse desde 1938 al norte de la avenida Chile barrios residenciales de alto valor arquitectónico, entre las carreras 7.a y 11 y las calles 72 y 86: El Retiro, El Nogal y La Cabrera eran los más atractivos por la vistosidad y variedad de sus residencias, la amplitud de sus calzadas y andenes, y las comodidades de todo género que brindaban a sus residentes. En la foto, sector de El Nogal, carrera 9.ª con calle 79, en 1960.
Barrio Las Delicias del Carmen, localidad de Usaquén, 1964.
El 4 de noviembre de 1978 la alcaldesa menor de Usaquén, acompañada de inspectores de policía, verifica la ilegalidad de unos muros que han bloqueado las calles del barrio Contador, y cita a los autores de la infracción (obstaculizar las vías públicas) para responder por la falta, repararla, y notificarse de las sanciones correspondientes.
Barrio El Sagrado Corazón, localidad de Usaquén.
Santa Bárbara Central, 1973. Las rejas, que invadían el espacio público y comunitario, fueron retiradas por orden de la Alcaldía Menor en 1985.
Barrio Polo Club, financiado por el BCH a finales de los cincuenta y uno de los primeros al occidente de la Autopista Norte, calles 82 a 87.
Santa Bárbara Oriental, en Usaquén, 1961, calles 113 a 116.
Inaugurado en abril de 1976, el gran centro comercial Unicentro, el primero en su género que se hacía en Bogotá y en el país, está ubicado entre la calle 123 y la avenida 127 y las carreras 13 y 15. Unicentro fue una revolución, no sólo desde el punto de vista comercial, sino urbanístico, y como toda propuesta novedosa, generó al principio muchas dudas y recelos. Al fin el constructor Pedro Gómez Barrero venció los obstáculos y pudo sacar adelante su idea de hacer una ciudadela comercial que fuese, además, una contribución al desarrollo urbano al integrar vivienda, comercio, recreación, trabajo y servicios. Unicentro cumplió a cabalidad el propósito con el que fue concebido, y aunque 30 años después existen en Bogotá algo más de medio centenar de centros comerciales por el estilo, distribuidos en todos los puntos de la ciudad, Unicentro sigue recibiendo más de 90 000 visitantes en promedio cada día. Foto de 1994.
Unicentro fue un motor para el desarrollo urbano de un gran sector al norte de la calle 100. En torno de Unicentro crecieron numerosos barrios y se realizaron importantes proyectos de vivienda, uno de ellos Multicentro, obra del mismo constructor del centro comercial, que conjugó una interesante combinación de estilos bávaro, inglés y moderno, para un conjunto de edificios de 1 000 apartamentos, y casas estilo escandinavo rodeadas de parques y jardines. Multicentro, localizado en el costado oriental de Unicentro, está concebido como “ciudad dentro de la ciudad”, una modalidad urbanística que se puso de moda en los setenta. Por esa época se efectuó la urbanización de la hacienda Santa Bárbara de Usaquén (un lugar también cargado de historia), que se dividió en tres sectores residenciales: Santa Bárbara Oriental, Santa Bárbara Central y Santa Bárbara Occidental. En la fotografía, de 1994, edificios de apartamentos de Santa Bárbara Central, colindantes con Multicentro.
La expansión de Bogotá hacia el norte fue un fenómeno incontrolable. Cuando se creía que tardaría mucho tiempo en que se rebasaran los límites de la calle 127, en menos de 10 años la ciudad había llegado a la calle 152, urbanizados casi en su totalidad los terrenos entre las calles 127 y 152, y entre la carrera 7.ª y la Autopista Norte. Surgieron barrios como Cedritos, Santa Bibiana, La Uribe, Tibabita, Buenavista, La Bella Suiza, Los Cedros, Caobo Salazar, Las Orquídeas y Cedro Bolívar I y II. En la foto, casas y antejardines de Cedro Bolívar II, 1985.
Panorámica del norte de Bogotá después de la calle 72 en el año 2002. Siguiendo una tradición que data de los primeros días de la República, se combinan en un mismo sector unidades residenciales, con oficinas, comercio, grandes edificios y casas particulares.
Texto de: Fabio Zambrano Pantoja
La extensión de los límites de la ciudad en dirección al norte es un proceso que se inicia de manera lenta y pausada en el siglo xix, pero que se acelera en la segunda mitad del siglo siguiente.Comienza alrededor de 1860 con la urbanización de Chapinero y la construcción de las primeras vías modernas que tiene Bogotá; como son los ferrocarriles del Norte y del Nordeste, el tranvía y la Carretera Central del Norte —que se convierte luego en la carrera 7.ª. Posteriormente, a mediados del siglo xx esta oferta vial se verá complementada con la construcción de la Autopista al Norte y los tres puentes que la cruzaban.
Durante casi un siglo, la ciudad fue construyendo su infraestructura de movilidad con el fin de prepararse para la urbanización de las haciendas del norte. Por supuesto, que todo esto permitió una sustancial valorización de estas haciendas, que ya habían desalojado a los indios que las habitaban en la Colonia, como en efecto se hizo el 28 de septiembre de 1774, cuando se dispuso el traslado de los naturales del pueblo de Usaquén, y se convirtió en parroquia1.
Sin indios, con vías modernas y una parroquia que luego se convierte en municipio, se construye una territorialidad que no contaba con fronteras étnicas y que disponía de símbolos de progreso; esto explica la valorización del norte y la desvalorización del sur. Esta construcción social del espacio es definitiva para definir el tipo de urbanización que presenta la localidad de Usaquén, contenedora de la mayor parte de la expansión al norte de la ciudad.
DE PARROQUIA A MUNICIPIO
El poblado de Usaquén quedaba demasiado distante de la ciudad como para que fuera atractivo para ser urbanizado con anterioridad a 1955, fecha de su anexión a Bogotá. Su producción agropecuaria, cuyo destino era el mercado de Bogotá, determinaba los ritmos de la vida pueblerina. En razón de ello, en términos urbanísticos, esta parroquia era modesta si la comparamos con otras de la sabana de Bogotá, donde las mejores ofertas de tierras cultivables y la mayor disponibilidad de mano de obra, les permitían un mayor desarrollo agrícola que el que se encontraba en Usaquén.
Para comprender mejor esto, debemos dar una mirada a los antecedentes de la urbanización de estas tierras. Primero, Usaquén no era el pueblo más rico de los alrededores de la capital. En la Colonia, era una pequeña población cuyas rentas eclesiásticas la hacían clasificar entre las de menor tributación2.
La precariedad del pueblo fue confirmada algunas décadas más tarde, cuando en 1816 las tropas españolas de Pablo Morillo adelantaron una especie de inventario estratégico de los alrededores de Santafé y encontraron en Usaquén una población bastante pobre, que contrastaba con lo encontrado en pueblos como Guasca y Machetá, por ejemplo. El informe militar registró que:
“El pueblo de Usaquén está situado a la falda de varias lomas, en un llano, distando las casas unas de otras, de suerte que no forman calles, y además la población es bastante reducida y pobre su terreno; y, por consiguiente, llegado el caso de alojarse tropas en él o acantonarse, deberán estar con incomodidad respecto a los pocos recursos que presenta; tiene una iglesia y una ermita con 250 casas, viviendo solamente en ella unos 750 hombres”3.
Este pueblo, que se hallaba a dos horas y cuarto de Santafé, medido a 100 pasos por minuto, se conectaba con la capital por un camino en mal estado “… muy pantanoso por los muchos manantiales que le cortan y ser de mucho pedregal”4. El camino estaba escasamente poblado, pues entre Las Nieves y el puente del río Arzobispo había ocho casas, luego de pasar este puente se encontraba la venta de Chapinero: más adelante, a una legua de Santafé, dos casas; dos en la quebrada del molino, y luego se arribaba al pueblo de Usaquén. El otro camino, “llamado del Camellón, que con rumbo recto del norte está proyectado hasta el Puente del Común… Lo fangoso del terreno no ha permitido acabar esta obra que está trazada sobre el plano”5. En cuanto al poblado, es descrito con 250 casas, pero no todas se encontraban en el casco urbano. En efecto, de la siguiente descripción se constata el considerable atraso que presentaba:
“El pueblo de Usaquén será de 120 casas y de las cuales apenas 100 se hallan tal cual reunidas, las más son chozas de paja, la iglesia de la misma clase…”6.
Este pequeño número de casas, de precaria construcción, muestra un estado similar al que a mediados del siglo anterior había descrito Oviedo, quien dijo que Usaquén era un pueblo habitado por 100 vecinos. Una de las razones de esta precariedad se encuentra en el deficiente camino que unía a este pueblo con Santafé. Las dos descripciones que hemos citado coinciden en las dificultades de esta vía, a lo que se agrega una tierra caracterizada como pantanosa. Usaquén no se trataba de un lugar destacado, como lo podemos comprobar en el relato de viaje escrito por Manuel Ancízar —peregrinación de Alpha— que hacía parte de la Comisión Corográfica. Ancízar describe detalladamente lo que encuentra a su paso en el seguimiento del camino real del norte; en su tránsito entre Bogotá y el puente del Común, sólo le llaman la atención los arroyos que bajan de la montaña, ya en el límite norte de este lugar, pero no deja ningún testimonio de su paso por el pueblo de Usaquén, como se puede leer en el registro de lo que encuentra en estos lugares.
“A poco andar llegamos a un arroyuelo claro y purísimo que baja de la peñas de Fusca y atraviesa el camino en demanda del río de Funza para precipitarse con él hacia el abismo de Tequendama. La agreste belleza del sitio y el murmullo de las límpidas aguas que bajan en el camino por entre rocas sombreadas de floridos arbustos, nos obligan a detener el paso y beber en aquella fuente solitaria… Tal es la fuente de Torca… De la fuente de Torca a la venta Cuatro Esquinas hay un corto trecho del camino… cuatro ranchos de paja que no forman cuatro, no dos ni esquina alguna, constituyen la famosa e histórica ventana, tan antigua como el virreinato y tan estacionaria como los cerros adyacentes”7.
Así, una oferta ambiental que no favorecía la agricultura, unida a esta deficiente comunicación con Santafé y al despoblamiento del lugar, nos permite entender la precariedad urbana de Usaquén, cuyo paisaje pueblerino estaba conformado por algunas chozas de paja y una iglesia construida con el mismo material, como lo describe Oviedo.
Quizá este panorama facilitó la concentración de la propiedad privada en haciendas y el uso de las tierras para la ganadería extensiva, cuya producción no requería de buenos caminos. Este tipo de explotación facilitó la consolidación de la gran hacienda, forma de propiedad que predominó en esta parte de la sabana, y con ello se definió el tipo de oferta de tierras cuando se inició la urbanización.
La Independencia se inicia con una reforma política que introduce el municipio como la unidad política fundamental para administrar el territorio, y con éste, la aplicación del sistema francés de departamentos, cantones, provincias y distritos; lo que va a permitir la construcción de un régimen que reconoce cierta autonomía a las parroquias y que las asciende al rango de municipios.
Éste es el caso de Usaquén. Durante la segunda mitad del siglo xix, se da un largo proceso de definición de los límites de los municipios, que no fueron otra cosa que la redefinición constante de los límites de los circuitos electorales y circunscripciones judiciales, básicos para la consolidación de los grupos de poder local que se estaban formando en la capital. Con la creación de la provincia de Bogotá, el 6 de mayo de 1852, se erigió a Usaquén como municipio8.
Posteriormente, la ley del 3 de septiembre de 1864 suprimió la aldea de Chapinero y sus términos se agregaron a los distritos de Suba y Usaquén, “debiendo servir de límites de estos distritos por el lado sur, el Camellón del camino norte”, límites que fueron ratificados por la ley 13 del 21 de noviembre de 18789. Luego, por la ley del 2 de febrero de 1865, en su artículo 12, se definieron los límites de Bogotá por el lado del norte, que eran los que existían entre el antiguo distrito de Chapinero y los de Usaquén y Suba. Más tarde la ley 23 de 1883 del estado soberano de Cundinamarca fijó los siguientes límites para la capital: “Por el Norte con Usaquén, desde el nacimiento de la quebrada de la Cabrera, que divide las haciendas del Chicó y Rosales, hasta el Camellón del Norte…”10.
Más tarde, en 1885, Rafael Núñez introdujo una reforma sustancial que transformó el estado soberano de Cundinamarca en distrito federal; dividido en 11 departamentos, siendo el departamento de Bogotá el principal y quedando Usaquén, una vez más, adscrito a la capital. Este distrito tuvo corta duración en razón de que el 5 de agosto de 1886 se aprobó una nueva Constitución, que abolió el federalismo y convirtió a los estados federales en departamentos, que a su vez se dividieron en provincias. La provincia de Bogotá incluía a Usaquén11.
La reforma que introdujo Rafael Reyes en 1905 no transformó la adscripción de Usaquén a Bogotá. En 1918, cuando se volvió a crear la provincia de Bogotá, se conservó a Usaquén dentro de la misma, hasta 1945 cuando se abolieron las provincias. Esta división político-administrativa cambió al crearse el Distrito Especial de Bogotá, según el decreto nacional 3640 del 17 de diciembre de 1954. Por medio de este decreto, a partir del 1.º de enero de 1955 se segregó de Cundinamarca el municipio de Usaquén junto con Usme, Bosa, Fontibón, Engativá y Suba. Con esta anexión se concluyó la historia de Usaquén como parroquia, distrito parroquial y, por último, municipio.
Hay que añadir que durante el siglo xix, de constantes guerras civiles, Usaquén se va a convertir en la puerta norte de entrada a Bogotá.
Pero hay que esperar a que se inicie el siglo xx para que el crecimiento urbano de Bogotá deje sentir sus efectos en la urbanización de Usaquén. La tardía modernización de la ciudad, así como la tardanza en el mejoramiento de los medios de transporte, explican la lentitud con la que esta localidad se relaciona con la capital. Sólo hasta 1905 con la construcción de la Carretera Central del Norte, durante la presidencia de Rafael Reyes, Usaquén superará el problema de los pésimos caminos. Así llega el transporte moderno a Usaquén y con ello se introducen cambios sustanciales. Desde entonces, la historia de Usaquén se inscribe dentro de los ritmos de la historia de la ciudad.
El Country Club ha sido uno de los hitos en el desplazamiento de la ciudad hacia el norte. Fundado en 1917, se establece en el que por entonces era el límite norte de la ciudad, en las calles 49 y 51, al occidente de la actual avenida Caracas. En 1927 los socios adquirieron 50 fanegadas de la hacienda El Retiro, seis años después construyeron los campos de golf y en 1942 la de polo. Pero la expansión de la ciudad obligó a buscar tierras más al norte, por ello compraron 150 fanegadas de la hacienda Contador, a donde se trasladaron en 1950 y donde hoy se encuentra. Allí se construyó la primera piscina cubierta de la ciudad y se adecuaron amplios espacios para los deportes ecuestres.
Poco tiempo después, en los años setenta, el club quedó completamente rodeado de barrios y comenzó a causar dificultades en la construcción de la malla vial del norte. Esta situación, además de la carencia de parques en el norte de la ciudad y la densificación del mismo, ha llevado a diversas administraciones distritales a buscar la compra de los terrenos del club, como ya se ha iniciado con las instalaciones de polo en el costado de la calle 127.
UN MUNICIPIO QUE SE CONVIERTE EN BARRIOS
El ingenio bogotano llamaba al Ferrocarril del Norte, el ferrocarril liberal, pues la estación de La Uribe llevaba el nombre del general liberal Rafael Uribe; y al del Nordeste, el ferrocarril conservador, por haber nombrado sus estaciones de La Caro y de Briceño en honor del presidente conservador Miguel Antonio Caro y del general Manuel Briceño, respectivamente. Este ferrocarril, cuya estación quedaba a una cuadra larga del municipio de Usaquén, se comunicaba con la estación del Cable Aéreo, próxima a la casona de la hacienda Contador (hoy calle 134 con carrera 7.ª). Desde allí se transportaba el cemento de la fábrica de Cementos Samper —ubicada al oriente, en La Calera— hacia los diferentes mercados. A estas vías se le adicionaba la Carretera Central del Norte, que se construyó en 190512.
Con estas vías, Usaquén había mejorado sustancialmente su conexión con Bogotá, pero esto no le había asegurado un crecimiento notorio. Así para el censo de 1938, mientras Bogotá tenía 330 312 habitantes, Usaquén contaba con 4 617. De éstos, sólo 832 vivían en el casco urbano y el resto —3 785— habitaban en el área rural, lo que denota la baja urbanización que presentaba el municipio.
Esto se evidencia aún más si vemos que en el casco urbano había 131 edificaciones y en la zona rural 484, para un total de 615. Además, sólo contaba con 102 casas de habitación urbanas, y el resto llegaba a 436. En el casco urbano, el resto de las edificaciones se repartían de la siguiente manera: tres escuelas, dos colegios de internos, una pensión, tres conventos y cuarteles, y 20 más aún en construcción o destinadas para otros usos13. En total el municipio contaba con ocho escuelas, cinco colegios con internados, siete hoteles y pensiones, seis conventos y cuarteles y 49 viviendas en construcción o con otros usos.
Más de la mitad de las viviendas de Usaquén carecían de cualquier servicio. De 615 edificaciones, 329 no tenían ninguno, 247 disponían de electricidad, 138 de acueducto y 157 de alcantarillado. Estas cifras permiten observar que, fuera del casco urbano, eran pocas las viviendas que disponían de servicios domiciliarios, y que la mayoría de la población vivía en precarias condiciones higiénicas. Esta situación se refleja en la ocupación de la población, donde la mayoría económicamente activa estaba conformada por agricultores, seguidos por los que trabajaban en distintos servicios y los empleados de las canteras. Además, en esta población el analfabetismo era bastante elevado, pues del total de habitantes, 2 937 sabían leer y escribir y 1 680 eran analfabetas. Como una curiosidad, la población de extranjeros en Usaquén era notable: en ese entonces vivían 34 europeos, 17 suramericanos, cinco centroamericanos y un norteamericano; en una época en que la presencia de extranjeros en Bogotá no dejaba de ser una rareza.
Población económicamente activa en Usaquén, 1938Agricultores y ganaderos | 1 135 |
Industria extractiva | 236 |
Industrias varias | 127 |
Transporte | 34 |
Comercio y bancos | 51 |
Otros servicios | 985 |
Actividades liberales | 43 |
Otras actividades | 125 |
Fuente: Censo de población, 1938.
Esta precariedad urbanística contrasta con la fronda burocrática con la que contaba el municipio. En la nómina del municipio en 1940, se encontraban: cinco policías urbanos, cinco policías rurales, cuatro agentes de policía rural, tres agentes de policía urbanos, un comisario de policía, un médico, dos enfermeras, tres choferes de ambulancia, un fontanero, un dentista, un peluquero, ocho directoras de escuelas rurales, cinco directoras de escuelas urbanas, una directora de la Colonia Vacacional, además de un personero, un secretario del Concejo, un tesorero municipal, un juez municipal, dos secretarios del juzgado, un secretario del jurado electoral y el alcalde14.
Este paisaje urbano y rural que presentaba Usaquén en los años treinta comenzó a cambiar aceleradamente desde finales de los años cuarenta. De manera similar a lo que sucedió en toda la ciudad, Usaquén comenzó a experimentar el fenómeno del crecimiento acelerado de su población. Esto quedó consignado en el censo de 1951, cuando la población del municipio llegó a 11 207 habitantes, de los que 4 377 vivían en la cabecera municipal y 6 839 en su área rural. Esto equivale a un crecimiento de dos veces y media en el lapso de 13 años, con un elevado desarrollo de su población urbana. Este crecimiento demográfico estuvo acompañado de una adición menor de la oferta de vivienda, que subió al doble de lo que había aumentado en 1938, para llegar a 1 215 edificaciones, de las que 291 se encontraban en la cabecera municipal y 960 en el área rural15.
Este censo nos proporciona otra información de gran valor para conocer el municipio a mediados del siglo xx. De los 11 207 habitantes, sólo 2 469 (22 por ciento) habían nacido en Usaquén y el restante 78 por ciento eran inmigrantes. La procedencia de esta población era: 3 973 (35 por ciento) de Cundinamarca, 4 668 (41 por ciento) de otros departamentos y 97 extranjeros.
Este poblamiento era bastante disperso dentro del amplio espacio del municipio anexado a Bogotá. Antes de los años cincuenta, existían fuera del casco urbano de Usaquén algunos hitos como los cuarteles de Santa Ana, el Country Club, la Colonia Vacacional, dependencia del municipio, y la estación del Cable Aéreo de Cementos Samper. El resto eran areneras, cuyos trabajos de explotación iban generando un poblamiento en sus alrededores. Éste fue el origen del barrio La Cita —actual carrera 7.a con calle 170— donde funcionaba un restaurante. En la parte alta de la montaña operaba la Arenera La Roca, empresa que empezó a entregar pequeños lotes a sus trabajadores en la década de los cincuenta. Aunque es sólo después de los años sesenta que se empieza a conformar un barrio, casi 20 años más tarde de la llegada de los primeros pobladores. Una historia similar presenta el barrio San Cristóbal Norte.
Entre las calles 156 y 159 de la actual carrera 7.ª, se asentaron familias de inmigrantes. Se trataba de campesinos, mineros y trabajadores que participaron en la construcción del ferrocarril, y que empezaron a poblar la vereda de Barrancas en los años cuarenta. Posteriormente, se formó la Cooperativa Obrero Campesina con el propósito de adquirir un terreno para que sus asociados pudieran edificar viviendas. Muchos de ellos trabajaban en Cementos Samper, otros en las canteras cercanas, además de algunos transportadores, asalariados de las fábricas de tubos y cuidanderos de las fincas cercanas. Después, cuando estos barrios ya se estaban consolidando, fueron llegando otros pobladores, como los comerciantes.
Así se fue conformando el barrio Barrancas, que originalmente iba de la calle 153 a la calle 163 y desde el oriente de la carrera 7.a hasta el canal ubicado al occidente de la línea del ferrocarril. De este barrio se desmembraron los barrios Carulla, Alejandría, El Consuelo, El Dorado, El Millán, Sauces del Norte, San José de Barrancas, Cabañas del Norte, Villas del Mediterráneo, Cedro Norte, Barrancas 2.º Sector y Alta Blanca. Toda esta urbanización tomó cerca de tres décadas16.
De esta manera poco a poco las veredas se van convirtiendo en barrios, como acertadamente nos lo describe el testimonio anterior. Es así como ?en los primeros años se conformaron varios barrios.
Si descontamos el Country Club, que no es propiamente un barrio, encontramos que a comienzos de la década de los sesenta Usaquén contaba con 18 barrios, entendidos como urbanizaciones reconocidas como unidades barriales. Aún quedaban por convertirse en barrios varias veredas.
Estos cambios son registrados en el Censo Nacional de Población de 1964, en el que Usaquén triplicó su población registrada en el censo de 1951, alcanzando los 30 282 habitantes. Con marcada diferencia frente a lo sucedido en el censo de 1951, en el que la mayoría de la población vivía en el campo, ahora la población es mayoritariamente urbana; 27 984 viven en el casco urbano y sólo 2 298 son habitantes rurales. Una continuidad notoria con el censo anterior se encuentra en ser un lugar habitado por inmigrantes. Los nacidos en Usaquén son 10 036 (33 por ciento), un poco más que en el censo anterior. A su vez 4 635 habitantes (15 por ciento,) eran nacidos en Cundinamarca; 14 974 (49 por ciento) en otros departamentos, y 637 (2 por ciento) de origen extranjero.
Éste es el momento en que la urbanización comienza a dispararse de manera acelerada, en parte como resultado del efecto de atracción por la oferta de tierras relativamente baratas que se ofrecen para la urbanización. La subdivisión de las grandes propiedades realizadas por sus propietarios, a diferencia de lo que sucedía en el sur y el occidente de la ciudad, donde eran los empresarios de tierras quienes compraban las haciendas, las subdividían y las ponían en venta, en Usaquén fueron los mismos propietarios los que controlaron la oferta de la tierra. Aquí se evidencian los efectos de la concentración de la propiedad en algunas pocas manos que se produjo desde finales del siglo xviii.
Quienes llegan a Usaquén proceden de distintas clases sociales. Por una parte se encuentran los jóvenes profesionales que empiezan a llegar a la hacienda El Cedro, aproximadamente a partir de 1955, cuando sus propietarios estaban iniciando el loteo parcial de esta gran propiedad. Se trataba de un efecto reflejo de lo que estaba sucediendo en El Chicó, donde la firma Ospinas y Cía. adelantaba una urbanización de estilo norteamericano, con amplias casas rodeadas de grandes jardines. La consolidación de una clase media en Bogotá, resultante de las dinámicas modernizadoras de la ciudad, van a generar la necesidad de una oferta de vivienda específica para este grupo social. Al mismo tiempo, las numerosas canteras del sector fueron generando un poblamiento específico, relacionado con la necesidad de ofrecer vivienda para sus trabajadores. De manera simultánea, algunas haciendas fueron parceladas y sus lotes se ofrecieron para urbanizaciones de clase alta, como es el caso de Santa Ana, que siguió el modelo de El Chicó.
La historia de esta urbanización no hizo otra cosa que consolidar el fenómeno que se estaba dando en Bogotá de crecer sin la regulación del Estado. En efecto, se trata de una urbanización que no seguía los parámetros urbanísticos que la planeación estaba proponiendo, y donde los grandes propietarios, con contadas excepciones, no hacían la cesión de los espacios que correspondían al espacio público, así como tampoco trazaban calles ni dotaban de servicios públicos domiciliarios. Al igual que en las areneras, en El Cedro no se contaba con una previa legalización de la urbanización, razón por la cual la formación del barrio va a tener una gran semejanza con la que presentan los miles de barrios ilegales que ha visto crecer la ciudad.
Este barrio se inició sin calles trazadas ni alcantarillado. Sus primeros pobladores tienen que recurrir a los pozos sépticos, la energía eléctrica llega con mucho retraso y el agua es proveída por un acueducto comunitario que recoge aguas de las quebradas que bajan de las montañas cercanas. Las mismas vicisitudes que aquejan a los pobladores de La Cita para conseguir transporte, las sufren los habitantes de El Cedro, pues es notoria la escasez de transporte público. La dispersión de este poblamiento no generaba una demanda concentrada de pasajeros, que rentabilizaran las rutas de buses de la flota Usaquén. Además, a raíz de su condición histórica como centro de grandes haciendas dedicadas a la ganadería y donde la agricultura era escasa, Usaquén debe enfrentar el problema del abasto de alimentos, por lo que la gran mayoría tiene que hacer mercado en Bogotá17. Quizá la alta oferta ganadera es lo que explica la existencia de varias fábricas de textiles —actividad industrial que realizaban inmigrantes boyacenses—, como es el caso de la renombrada fábrica Guatay.
La acelerada urbanización de Usaquén desde la década de los cincuenta se refleja en el tipo de construcción que en ese momento se estaba levantando. Contaba con 4 401 edificaciones, de las cuales 4 120 estaban en la cabecera y 281 en el área rural. Para 1964 la mayoría de las viviendas, 3 110 (77 por ciento) del total, eran de un solo piso, característica que se presentaba en los barrios de las areneras, al igual que en El Cedro. En las canteras, se daba por dificultades económicas, y en El Cedro, por seguir un modelo de vivienda que se había introducido con el barrio El Chicó.
El paisaje urbano es muy distinto al que luego, dos décadas más tarde, va a mostrar esta localidad. En 1964, de 1 254 edificaciones, sólo 31 por ciento eran viviendas de dos pisos y los edificios eran muy escasos: de tres pisos había 26, de cuatro pisos cinco y de seis pisos sólo uno. En total se contaba con 614 apartamentos y 3 377 casas independientes. El censo también recogió el deplorable estado de la urbanización espontánea, pues registró la existencia de 337 chozas, 84 ranchos y otras 33 viviendas de diversas especificaciones18.
El acceso a los servicios públicos domiciliarios era deficiente. El servicio de agua llegaba a 3 003 viviendas, 240 viviendas recibían el agua fuera de ellas y 1 202 viviendas no tenían servicio de acueducto. Con baño había 2 993 y sin este servicio, 1452. El acceso a la energía eléctrica era similar: 2 983 viviendas contaban con este servicio y 1 492 no19. Estas deficiencias no eran distintas a las que en promedio mostraba toda Bogotá, en razón de su crecimiento acelerado.
En la segunda mitad de esta década el crecimiento de la localidad de Usaquén continuó acelerándose. El registro de nuevos barrios no es otra cosa sino el reconocimiento de la consolidación de ese poblamiento espontáneo, que poco a poco va formando una comunidad barrial.
Barrios formados en Usaquén (1962-1972)
- Buenavista
- Santa Bibiana
- San Juan Bosco
- Rincón del Chicó
- La Uribe
- Toberín
- Tibabitá
- El Recreo
- La Liberia
- Las Orquídeas
- La Pradera Norte
- Caobo Salazar
- San Gabriel Norte
- Cedritos
- Escuela de Caballería
- Los Cedros
- Lisboa
- Santa Bárbara Central
- Nuevo Country
- Santa Bárbara Occidental
- Acacias
- Santa Bárbara Oriental
- Cedro Salazar
- San Patricio
- La Calleja
- Escuela de Infantería
- Ginebra
- El Rocío
- Cedro Narváez
- La Granja
- Las Quintas
- La Bella Suiza
Fuente: Hoyos, Ana María, op. cit.
Con esta nueva oleada de urbanización, la localidad contaba ya con 51 barrios y comenzaba a densificarse, aunque aún se caracterizaba por la precariedad en sus servicios públicos. Además, la ausencia de vías internas era notoria y la mayoría de las existentes se encontraban sin pavimentar; los servicios de comercio y abasto de alimentos seguían dependiendo de Bogotá, y el transporte era irregular. Sus habitantes resentían la ausencia casi total de transporte público en horas nocturnas y de día la frecuencia de buses era regular, lo que ocasionaba serias molestias para la mayoría, que carecía de transporte privado. Aunque la Autopista del Norte aseguraba la conexión por el costado occidental de la localidad, hay que recordar que esta urbanización se encontraba adosada a los cerros orientales y tenía como eje precisamente la vía inicial de la Carretera Central. Los puentes que cruzaban la autopista por las calles 100, 134 y 170 —construidos al mismo tiempo que esta vía a comienzos de los años cincuenta— conectaban la localidad con el occidente; pero había una total carencia de vías que llevaran a estas tres calles, y por lo tanto el ordenamiento vial de Usaquén seguía siendo marcado por la carretera que luego se volvió carrera 7.ª.
Vale la pena recordar que en varios lugares de esta vía se encontraban restaurantes que atraían a los paseantes los domingos, como La Bella Suiza, La Españolita o La Cita. El club nocturno El Caracol Rojo —ubicado en la esquina la actual carrera 7.a con la calle 134— era el único local de esparcimiento nocturno que existía en la localidad.
Los problemas que generó esta urbanización acelerada trataron de ser solucionados por la administración central de la ciudad, pero el tamaño del crecimiento y la deficiencia de las herramientas legales que existían explican por qué la historia de la urbanización de Usaquén se desarrolla sin mayor intervención del Estado. Aunque hay que reconocer los esfuerzos realizados por las administraciones municipales en la década de los sesenta. En 1961 se aprueba el Plan Piloto vial, que buscaba compactar la ciudad y ordenar las vías en un sistema de tipo anillar. Este plan contempla la construcción de la avenida 100, la 116 o Pepe Sierra y la 127, que van a conectar la localidad con el occidente, cosa que hasta ese momento no se podía realizar fácilmente. Así mismo, se ejecuta el Programa de Integración Urbana que intenta legalizar las urbanizaciones clandestinas e integrarlas al desarrollo formal.
Con motivo de la visita del papa Pablo VI en 1968 se inaugura la avenida 68, que se interceptaba con la carrera 7.ª por la calle 100 —límite sur de la localidad— y que permite abrir un nuevo frente de urbanización en este sector.
USAQUÉN FINALES DE SIGLO
Son varias las transformaciones que se producen en 1972 y que nos permiten escoger esta fecha como frontera cronológica para abrir este período de la historia contemporánea de Usaquén. En ese año se crearon las alcaldías menores en Bogotá, con lo cual Usaquén comenzó a disfrutar de un mínimo de la autonomía administrativa que había perdido en 1955 con la anexión a Bogotá. Si bien en 1956 se subdividió la ciudad en zonas administrativas con el nombre de alcaldías menores, esta disposición apenas dio lugar a la creación de la Alcaldía Menor de Kennedy. Más tarde, en 1988, en procura de incrementar la descentralización, se estableció que cada una de las localidades de la ciudad contara con un alcalde local y una Junta Administradora Local, cuyos miembros —los ediles— serían elegidos por los habitantes de cada localidad. También en 1972 se aprueba la Unidad de Poder Adquisitivo Constante, UPAC, que era un sistema de financiación de vivienda que transforma de manera radical el proceso de urbanización en todo el país, y, por supuesto, el de Usaquén.
El crecimiento que muestra la ciudad no es otro que la consolidación de una forma tentacular, que le permite conformarse como una urbe policéntrica, siendo Usaquén uno de los ejes del desarrollo urbano de finales de siglo. Para entonces, el casco urbano del municipio de Usaquén continuaba siendo el centro proveedor de servicios para la localidad. Rápidamente esto cambió de manera radical.
La intervención del capital privado en la construcción, gracias a la UPAC, produjo nuevas dinámicas urbanas. Éste es el caso de Unicentro, construido por la constructora Pedro Gómez y Compañía, S. A. Esta empresa, además de este centro comercial, ha adelantado en Usaquén varios proyectos como Multicentro; la urbanización Antigua, realizada para el año de 1976 y que consta de 238 casas; Santa Coloma, con un total de 286 apartamentos, 130 casas y 13 locales; la urbanización Icatá, con un total de 770 apartamentos; y el conjunto cerrado La Pradera, proyecto desarrollado a partir de 1996.
De estas obras se destacan Unicentro y Multicentro, dos logros urbanísticos que determinaron el crecimiento de la compañía, de la localidad de Usaquén y de la ciudad en general. Esta constructora, junto con Ospinas y Cía., que construyó el barrio Belmira y Bosque Medina, han sido responsables de una buena parte de la oferta de vivienda para estratos medios y altos en Bogotá.
Con el desarrollo de Unicentro, empiezan a crearse en sus alrededores grandes espacios dedicados a vivienda unifamiliar, como La Carolina y Santa Bárbara Central. El Multicentro, o “ciudad dentro de la ciudad”, ubicado en el costado oriental de Unicentro entre la avenida 127 y la calle 124, fue un primer ensayo de desarrollo autosuficiente de Bogotá. Allí se reúne comercio, servicios, esparcimiento y 1 568 viviendas de diversos estilos —32 casas escandinavas y 1 194 apartamentos— además de diferentes áreas: un conjunto de 342 departamentos para la tercera y cuarta edad con plaza e iglesia en el centro de otras construcciones, con unidad médica, cafetería, club social, biblioteca, lavandería y el hotel Plenitud.
Este urbanismo planeado y ordenado contrasta completamente con el proceso que se desarrollaba, de manera simultánea a Unicentro, en la calle 140, vía principal de Cedritos, ejemplo de la violación de las normas urbanísticas y de la ausencia del Estado en la regulación del crecimiento de la ciudad. Como ya lo señalamos, desde los inicios de los años cincuenta se empezaron a ocupar los lotes sin servicios que los propietarios de la hacienda El Cedro estaban vendiendo, en las cercanías a la carrera 7.a. Las casas que allí se construyeron eran amplias y rodeadas de jardines. Luego comenzaron a desarrollarse los barrios Nueva Autopista y Contador, sobre la calle 140 hacia la autopista.
La calle 140 comenzó a ser el eje de la urbanización y a su alrededor se fueron organizando diferentes barrios residenciales. El único comercio existente en la zona eran las tiendas de víveres y un supermercado llamado Marión, que luego se transformó en la Olímpica. Pero el crecimiento desmesurado va a demandar una mayor oferta de servicios y por ello esta calle se llena de droguerías y misceláneas, y luego de bancos y corporaciones de ahorro. Desde mediados de la década de los ochenta se experimenta una explosión de pequeños y medianos comercios, que se extiende luego en los noventa. Los propietarios de las casas sobre la calle 140 procedieron a remodelar y otros a demoler sus viviendas con el fin de construir locales comerciales, para obtener un beneficio de la valorización de esta vía20. Al comenzar el siglo xxi esta vía sigue siendo el eje del sector de Cedritos, ahora con supermercados como Carulla, con servicio de 24 horas al día, y centros comerciales como Palatino, que ofrece cines y restaurantes.
Este notorio mejoramiento en las condiciones de vida se nota en las estadísticas de cubrimiento de servicios públicos. Sin embargo, el acceso a otros elementos urbanos, que permiten comprender de una manera más amplia la calidad de vida de la localidad, muestran deficiencias. Por ejemplo, en 1991 se consideraba que 26 por ciento de las viviendas se encontraba sin servicio de policía, 13 por ciento carecía de acceso a la escuela, 27 por ciento no tenía parques y 33 por ciento no contaba con parques infantiles. En general, se consideraba que 50 por ciento de los hogares en Usaquén presentaba algún grado de baja calidad de vida, es decir, que si bien contaba con servicios públicos domiciliarios, no tenía acceso a puestos de salud ni a parques infantiles ni deportivos; estaba sin teléfono público y sin acceso al transporte público. Al comenzar el siglo xxi, como resultado de las políticas de inclusión de barrios, este déficit se superó, aunque los contrastes entre los diferentes estratos son radicalmente notorios.
Los procesos de urbanización en esta localidad contrastan fuertemente. Desde urbanizaciones como las construidas por compañías como Pedro Gómez y Ospinas, para clase media alta y alta, hasta invasiones como Buena Vista21, organizada por Provivienda, de orientación comunista. Paralelamente se dan diferentes tipos de organización, como el que presenta un grupo de 100 familias que habitaban en barrios vecinos de Delicias del Carmen y que se organizaron en 1980 para resolver la carencia de vivienda. Así, los barrios Pañuelito y La Esperanza, ubicados en la parte alta de la calle 127 al oriente de la carrera 7.a se organizaron en el proyecto Unicerros, que alcanzó altos grados de autogestión y participación popular.
Durante ocho años trabajaron para consolidar el barrio conformado por 100 viviendas, en el que sus habitantes trabajaron permanentemente en la planeación, diseño, financiación y construcción22. Este proceso de autogestión logró la solución del problema habitacional, así como la consolidación de un tejido social gracias al espíritu participativo de sus habitantes.
En conclusión, la urbanización de esta localidad resume las dinámicas que se presentaron en toda la ciudad durante ese dramático proceso de crecimiento acelerado que se ha vivido en los últimos 50 años; cuando pasa de cerca de 5 000 habitantes a casi 450 000 en 2005, y de 1 000 edificaciones en 1951 a más de 100 000 en la actualidad.
Los avances que se han logrado en las últimas tres décadas son impresionantes. En la Encuesta de Calidad de Vida DANE, 2003, el número de hogares de la localidad, 137 095, presenta una amplia cobertura.
En esta Encuesta de Calidad de Vida se muestra que el total de hogares pertenecientes a la localidad de Usaquén (137 095), accede a los servicios de energía, acueducto, alcantarillado y recolección de basuras, mientras que sólo 53 por ciento (72 612) está conectado a la red pública de gas natural y 93 por ciento (127 466) cuenta con servicio telefónico; algunos sectores de la localidad no cuentan con conexión al acueducto y al alcantarillado, y hay unos casos de barrios todavía conectados a acueductos comunitarios. En conexión, el gas natural está muy por debajo del promedio, explicable porque este servicio va dirigido preferencialmente a estratos 1, 2 y 3 y en segundo lugar por estar constituida por viviendas multifamiliares que dificultan un poco la conexión a este servicio23.
UNICENTRO
Para la creación y formulación del proyecto de la Ciudadela Comercial Unicentro, esta compañía convocó a un grupo de inversionistas y profesionales que conformaron la junta directiva y empezaron su planeación. Se trataba de un proyecto de desarrollo urbano integrado de vivienda, comercio, recreación, trabajo y servicios.
Existieron varias propuestas para la ubicación de este proyecto: se buscó un lote que tuviera entre 10 y 15 hectáreas. Las opciones que más se acercaban a las necesidades e intereses eran: una, por la avenida Pepe Sierra al occidente de la Autopista Norte, sector de la Alhambra, y la otra, por la carrera 15 con calle 123, en un lote de 126 000 metros cuadrados, lugar que finalmente fue seleccionado. Con la selección del terreno se empezó a trabajar en el diseño, para lo cual los miembros de la junta directiva y de la compañía constructora viajaron a diferentes partes del mundo con el ánimo de traer ideas, al tiempo que se convocaban inversionistas y comerciantes para asegurar la financiación del proyecto.
La construcción comenzó en el año de 1974 y el 28 de abril de 1976 con el 70 por ciento de los locales ocupados se inauguró oficialmente. La concepción de este tipo de comercios trajo originalmente alguna desconfianza por parte de los comerciantes tradicionales, debido a que nunca se había tenido la experiencia de agruparse en un espacio cerrado; con esto se estaba transformando completamente la práctica del comercio en la ciudad.
Otra de las dificultades que tuvo el proyecto se dio por parte de Planeación Distrital, debido a que el sector estaba categorizado como residencial. Al conocer las características y dimensiones de la propuesta y siendo conscientes de la importancia y desarrollo urbanístico que éste daría a la ciudad, dieron su aprobación técnica y legal.
La visita de la gente se volvió asidua. En los primeros días, después de la inauguración, se contaba con una entrada diaria de 600 personas promedio; hoy Unicentro recibe 90 000 personas diarias en promedio y a su parqueadero entran 18 000 vehículos todos los días.
A partir de 1990, Unicentro es afectado por la competencia de nuevos centros comerciales que se abrieron en el norte, como Hacienda Santa Bárbara, y posteriormente Santafé. A pesar de ello, sigue siendo el referente de los centros comerciales de la ciudad.
CEDRITOS, UN BARRIO PARA LA CLASE MEDIA
La formación del barrio Cedritos, aparte de mostrarnos el proceso de urbanización de las grandes haciendas de la sabana, es la historia de una familia terrateniente que se convierte en urbanizadora, como muchas otras en la historia de la urbanización de Bogotá. Con la diferencia que en ésta los actores son pobladores con formación profesional —arquitectos, abogados, médicos—, que llegaron a poblar estos potreros, a formar barrios que posteriormente fueron legalizados, y a sufrir por lograr las conexiones a los servicios públicos.
Francisco Fernández compró la hacienda El Cedro por lotes a los 11 o 12 herederos; empezó a comprar alrededor de 1898 y terminó hacia 1902. Era una hacienda que iba hasta donde se ve la vertiente de la cordillera que aparece en la escrituras como un resguardo de Barrancas. Después compró la parte oriental de la vía a Tunja, y poco a poco se fue ampliando hasta tener todo lo que corresponde a la antigua encomienda de la hacienda original de El Cedro; de la parte oriental que iba de la calle 153 a la 183, y de la Autopista Norte hasta el cerro. En la parte occidental, iba hasta los límites con el caserío de Barrancas.
La hacienda tenía ganadería y sembrados de trigo, papa, maíz y cebada. Los productos se comercializaban en Bogotá, en los mercados del centro. Coincide la muerte del propietario con los inicios de la urbanización, en 1948. La hacienda recibió su nombre de los numerosos cedros que tenía.
Los descendientes iniciaron la urbanización, lo que fue el primer Cedritos. Vendieron lotes pequeños de 5 000 metros cuadrados a 1,86 pesos; lo urbanizó el señor Mario Salazar entre 1955 y 1960. Se pensaba que los lotes no necesitaban alcantarillado porque eran fincas. Se hizo una entrada para estos pequeños lotes que era la calle 140.
Posteriormente, hacia 1980, el dueño de la Hacienda Santa Bárbara de Usaquén se unió con uno de los herederos de El Cedro y urbanizaron la parte del Cedro Golf. La totalidad de la hacienda tenía como 320 fanegadas; en realidad el proceso de convertirla en ciudad fue muy lento, y todavía se está construyendo.
Con el proceso de urbanización llegaron nuevos habitantes que aportaron su visión de ciudad a lo que hoy conocemos como Cedritos. A pesar de la belleza del paisaje y el ambiente bucólico que aún rememoran con nostalgia, tenían necesidades inaplazables como habitantes de una ciudad en permanente configuración.
Las casas que construyen tenían jardines grandes, con cerezos, brevos y eucaliptos inmensos. Algunos vecinos tenían caballos. Los potreros eran grandísimos y había muchos lugares donde jugar.
Posteriormente la tierra sube de precio y se empiezan a construir conjuntos cerrados de casas. Luego se da un salto, entre 1980-1985, cuando se empiezan a construir edificios. Entonces la gente joven, recién casada, comienza a irse a vivir a Cedritos y la construcción de edificios aumenta.
“Yo recuerdo por ejemplo, que Usaquén tenía un punto importante, en donde ahora queda la bomba, muy crucial, esa es la 118 con 7.a al lado de la Fundación Santa Fe, eso era un lote inmenso y más abajo lo único que había era potrero, inclusive casi hasta la 100, y bajando por la 118 llegaba a la estación del tren, o sea la que hay ahora detrás de un lote en donde para el tren, esa era toda la finca de Pepe Sierra. También había una caseta en donde un señor dejaba la leche para que la transportaran para Bogotá. Al lado la Hacienda Santa Bárbara, ahí había una bomba que tenía un patio inmenso, era la primera bomba que hubo fuera de Bogotá, era un surtidor de esos de palanca, donde era el paradero de los buses de la flota Usaquén y era de los dueños de la flota Usaquén. Esa bomba era una locura porque era pequeñita, donde está el CADE ahí estaba el surtidor, y se lo enchufaban al carro y no vendía sino 5 galones con bomba manual.
“Nuestra infancia fue una aventura increíble porque teníamos vacas, hacíamos excursiones al monte, o sea nosotros llegamos hasta el parque de La Calera a pie, era una cosa fascinante. Hacia el sur era un potrero todo y había una fábrica de cemento”24.
Una de las principales preocupaciones de los residentes del sector eran las vías y el transporte, sus ocupaciones en su mayoría como profesionales les exigían un contacto permanente con el centro de la ciudad u otros lugares. Por esta razón, desde el momento en que se empezaron a trasladar, fue tan urgente la necesidad de vías y sistemas de acceso y de salida del sector, como también la de tener acueducto, energía eléctrica y alcantarillado.
El esparcimiento se percibe de manera diferente dependiendo de la generación a la que se pertenezca; los jóvenes encontraban en lo deshabitado del lugar —en sus inmensos potreros y bosques— la ocasión de divertirse de una forma en muchas ocasiones no aceptable para sus padres.
“En la 140 con 12 era el potrero donde nosotros jugábamos fútbol, para hacer los bazares, para todo; la carretera daba contra un lote, ese era el parqueadero nocturno de los que iban a enamorarse. También se hacían las carreras, las yeyes, que eran carreras de carros. Me acuerdo que mi papá era el que llamaba a la policía y mis amigos me regañaban porque mi papá era el que se tiraba la diversión. Todos andábamos pendientes de cuando llamaba mi papá para salir corriendo, porque llegaban camiones de policía y nos corrían a todos”.
Si desde un principio existieron las preocupaciones a causa de la ausencia de servicios, de vías y de transporte eficiente, la inseguridad se le sumó como una preocupación mayor. Formas comunitarias se establecieron para cuidar mutuamente las casas y propiedades.
Con los servicios públicos las cosas también se complicaron, la falta de planificación generó los primeros inconvenientes. Los de arriba y los de abajo, como en tantos otros lugares, empezaron a verse enfrentados a causa de estas dificultades.
“Yo recuerdo que cuando llegué aquí había tres barrios, Cedros, Cedritos y Caobos que quedaban dentro de la misma finca, yo vivía allá en la última calle hacía el norte de la 147. Alrededor de esto hay una historia genial porque si tú no cerrabas el agua no se represaba y no llegaba agua arriba, y si no se abría los de abajo no podían tener agua, entonces era la pelea entre los de arriba y los de abajo por el agua y su administración”25.
De manera sorprendente, las similitudes con las urbanizaciones del sur son muchas, pues el acceso a los servicios públicos es semejante y la formalización de los barrios surte un proceso parecido. La inserción en la ciudad, sin embargo, es totalmente diferente.
——
Notas
- 1. Zambrano, Fabio, et al., Comunidades y territorios. Reconstrucción histórica de Usaquén, Bogotá, Alcaldía Local de Usaquén, 2002, pág. 210.
- 2. Oviedo, Basilio Vicente de, Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, Bucaramanga, Gobernación de Santander, 1990, pág. 155.
- 3. “Itinerarios del Nuevo Reino de Granada”, Revista Archivos, vol. I, Bogotá, 1967, n.o 2, pág. 347.
- 4. Ibíd., pág. 344.
- 5. Ibíd., pág. 370.
- 6. Ibíd.
- 7. Ancízar, Manuel, Peregrinación de Alpha, tomo I, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, pág. 23.
- 8. Informe del alcalde de Usaquén, Bogotá, El Repertorio, n.o 73, 17 de mayo de 1854.
- 9. Velandia, Roberto, Historia geopolítica de Cundinamarca, Bogotá, Biblioteca de Autores Cundinamarqueses, 1971, pág. 587.
- 10. Ibíd., pág. 84.
- 11. Ibíd., pág. 56.
- 12. Robayo, Carlos, Historia de los terrenos de la calle 140 norte, Bogotá, Universidad de los Andes, Departamento de Antropología, 1999.
- 13. Censo de Población, 1938.
- 14. Nómina del Municipio de Usaquén, 1940, Archivo Alcaldía Local de Usaquén.
- 15. Censo de Población, 1951.
- 16. Sierra, Luz Alcira, “Alta Blanca, historias comunes, vivencias propias”, en: Bogotá historia común, Bogotá, DAACD, 1998, pág. 143.
- 17. Testimonio de Álvaro González, Bogotá, 2002.
- 18. Censo Nacional de Población, 1964.
- 19. Censo Nacional de Vivienda, 1964.
- 20. Robayo, Carlos, op., cit.
- 21. Leguizamón, Pablo Enrique y Ángel, Ligia María, “El ayer y hoy de Buenavista”, en: Bogotá historia común, Bogotá, DAACD, 1998, pág. 82.
- 22. Carvajalino, Hernando, Urbanismo, arquitectura y participación popular, Maestría en Urbanismo, Universidad Nacional, tesis, 1999, pág. 69.
- 23. Ver: www.segobdis.com
- 24. Testimonio de Álvaro González, Bogotá, 2002.
- 25. Ibíd.