- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Expansión al occidente
La revista El Gráfico circuló por primera vez el 20 de julio de 1910, hasta 1941, y provocó una revolución de las artes gráficas y del periodismo en Colombia. Tuvo gran influencia política, literaria y cultural.
El Teatro Faenza se inauguró en 1924. Fue la primera obra de arquitectura art nouveau que se hizo en el país y es de las pocas de ese estilo que hay en América del Sur. Por muchos años el Faenza fue el cine elegante de Bogotá, y servía también para obras de teatro, conferencias y actos políticos. Situado en la calle 22 entre carreras 5.a y 7.a, no obstante haber sido declarado monumento nacional y obra de conservación arquitectónica, permaneció muchos años en el abandono después de la década de los ochenta. Adquirido por la Universidad Central, ha sido objeto de una minuciosa recuperación que le devolverá su fastuoso aspecto original.
Aunque existían varias salas de cine desde 1903, entre ellas el Teatro Municipal, y en ocasiones el Teatro Colón, hasta 1912 no se había construido ninguna específicamente para la exhibición cinematográfica. La primera de ellas fue el Salón Olympia, de propiedad de los hermanos Di Domenico, que se inauguró en 1912 y estaba situado enfrente del Parque del Centenario. Sus empresarios pasaron allí las películas más célebres que se producían en Europa y en los Estados Unidos en la época del cine mudo. En ocasiones el Salón Olympia se utilizaba también como escenario de espectáculos deportivos, boxeo y patinaje.
Los carnavales estudiantiles de Bogotá, que han adquirido con el tiempo una connotación legendaria, fueron una de las manifestaciones más interesantes del espíritu bogotano en las décadas de los veinte, los treinta y parte de los cuarenta. Constituían un derroche de ingenio, de alegría y creatividad, sin excluir la parranda. La elección de la reina y su coronación constituían todo un acontecimiento.
El Teatro de la Media Torta, construido en 1938 en la administración de Eduardo Santos, ha sido uno de los escenarios de cultura popular más efectivos. En la foto, función de teatro al aire libre de la Media Torta, 1952.
Con la fusión de los apellidos de los hermanos Enrique y Oswaldo Duperly y Alberto y Leopoldo Crane se conformó la empresa Ducrane Films, importante gestora del cine nacional. Filmación en 1939 del cortometraje Sinfonía de Bogotá, producido por Ducrane Films.
Estudiantes de los años cuarenta en su habitual sitio de estudio, un café bogotano. “La letra con tinto y rockola entra”.
La primera emisión de la televisión colombiana la hizo el 13 de junio de 1955, en vivo y en directo desde el Palacio Presidencial de San Carlos, el general Rojas Pinilla.
La Sociedad Colombo Alemana de Transporte Aéreo, Scadta, construyó e inauguró en 1932 el aeródromo de Techo, al occidente de la ciudad. Durante la visita del presidente John Kennedy a Bogotá, en 1961, se inauguró en los terrenos del antiguo aeropuerto, y dentro de los planes de la Alianza para el Progreso, un complejo habitacional denominado Ciudad Techo, para familias de bajos recursos. Cuando Kennedy fue asesinado en 1963 el nombre de Ciudad Techo se cambió por el de Ciudad Kennedy. Vista del aeropuerto de Techo, 1955.
Panorámica de los jardines del aeropuerto El Dorado y de la avenida del mismo nombre, 1965.
Bogotá fue en 1968 la sede del Congreso Eucarístico Internacional, al que asistió el papa Pablo VI. Era la primera vez que un pontífice pisaba tierras de América; pero Pablo VI hizo más que pisarlas. En cuanto se bajó del avión, en el aeropuerto de El Dorado, se arrodilló y besó la tierra, gesto que llevó al delirio la devoción de los fieles. En la avenida 68, dentro de los terrenos del futuro Parque Simón Bolívar, se construyó un Templete Eucarístico en el que el santo padre celebró en la tarde del 22 de agosto su primera eucaristía en América, luego de la cual ordenó, en el mismo templete, a 41 diáconos y 161 presbíteros que provenían de los distintos países del continente.
El auge del fútbol en Bogotá, y en el país, movió a don Luis Camacho Matiz a ceder en 1936 un terreno de la hacienda El Campín para que el gobierno nacional y el municipio de Bogotá construyeran allí un estadio de fútbol, que fue inaugurado en 1938 con el nombre de Estadio Nemesio Camacho El Campín. Panorámica del estadio y sus alrededores en 1954, con la avenida calle ?57 y el barrio El Campín.
En la misma tónica de Teusaquillo, y con estilo inglés, fue construido el barrio de La Magdalena, limitados uno y otro al oriente por la moderna avenida Caracas, o carrera 14, que comenzó a construirse a mediados de los treinta. Trazada en sus orígenes desde la calle 26 al norte hasta la calle 63, propició, entre 1935 y 1945, el crecimiento de la ciudad en un amplio sector desde las mencionadas calles, y de la avenida Caracas hasta la carrera 24.
Uno de los barrios más elegantes de Bogotá, realizado de acuerdo con el plan urbanístico regulador, del profesor vienés Karl Brunner, fue el de La Merced, entre las carreras 5.ª y 7.ª y las calles 35 y 33, aledaño al Parque Nacional. El lujo y amplitud de sus casas, diseñadas en un riguroso estilo inglés, ha hecho de este sector residencial una zona de conservación arquitectónica.
El barrio se bautizó La Merced por estar situado en los terrenos del Colegio de La Merced (foto de abajo, ca. 1925), propiedad de los padres jesuitas, que estaba en el mismo lugar que hoy ocupa el Colegio de San Bartolomé La Merced (1941).
Foto panorámica de los barrios de La Magdalena y Teusaquillo, ca. 1945. El barrio de La Magdalena, edificado en la hacienda del mismo nombre, a continuación de Teusaquillo, había sido sede del primer hipódromo que tuvo Bogotá, a finales del siglo xix. La Magdalena es quizá hoy el único barrio tradicional bogotano que conserva intacta su arquitectura original en un 95 por ciento.
Construcción del Centro Administrativo Nacional, CAN, donde el gobierno del general Rojas Pinilla planeaba instalar todas las dependencias oficiales. Fue iniciado en 1956 y concluido en 1962.
En la página de arquitectura de El Liberal, al comentar en junio de 1947 la visita de Le Corbusier a Bogotá, se anota que para el famoso arquitecto “el mundo debería ser reducido a una simple expresión, que en sus manos estaría manifestada en gigantescas construcciones. Por eso, para él Nueva York posee rascacielos demasiado pequeños y Buenos Aires podría resumirse admirablemente en 10 rascacielos gigantes; lo demás serían jardines, avenidas, parques, sol y aire puro”. Éste sería el resumen de la ciudad verde planteada por Le Corbusier, y con ese concepto fue diseñado y construido en 1953 el Centro Urbano Antonio Nariño, CUAN, agrupación de grandes edificios con más de 960 apartamentos, ubicados en un gran lote lleno de espacios verdes, árboles y jardines. Foto del Centro Antonio Nariño en construcción, sobre la avenida de Las Américas.
Avenida El Dorado, vía al aeropuerto internacional, vista de occidente a oriente. Se inició su construcción en 1960, y parte de la avenida 30 hacia occidente. En la avenida 30 empalma ?con la calle 26 o avenida Jorge Eliécer Gaitán. El 80 por ciento de los terrenos a lado y lado de la avenida El Dorado están hoy urbanizados. A principios de los cincuenta, y de acuerdo con un proyecto presentado por Le Corbusier en 1949, se trazó un nuevo plan regulador según el cual los limites occidentales de la ciudad no deberían rebasar la Ciudad Universitaria. Sin embargo esos límites no tuvieron vigencia alguna, pues a mediados de los cincuenta el general Rojas Pinilla asignó un terreno al occidente de la UN para construir el Centro Administrativo, y otro todavía más abajo para el Aeropuerto de El Dorado, que rebasaron de lejos los límites establecidos en el plan de Le Corbusier. Foto de mediados de los años ochenta.
De acuerdo con el pensamiento que inspiraba la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo, y siguiendo el derrotero trazado por Rafael Uribe Uribe en el sentido de que la Universidad Nacional —esparcida por la ciudad— debería ser unificada en un solo espacio, como los campus en Estados Unidos y Europa, la Ciudad Universitaria de Bogotá, que dio albergue a la Universidad Nacional de Colombia, fue un elemento revolucionario del arte arquitectónico moderno. Su arquitecto fue el profesor alemán Leopoldo Rother, quien proyectó un estilo de cubismo con rasgos de la escuela Bauhaus, con el acabado de todos los edificios en pañete y pintura blanca, que le ganó el sobrenombre de Ciudad Blanca. Rother fue además autor de varios edificios de la primera etapa de la Ciudad Universitaria: el Estadio Alfonso López, las oficinas administrativas, las porterías de acceso de las calles 26 y 45, en 1937; las viviendas para profesores en 1939; el laboratorio de ensayo de materiales en 1940; el edificio de ingeniería, en asocio con Bruno Violi, en 1940, y la sede de la imprenta en 1945. Otros edificios iniciales fueron el de veterinaria, por Erik Lange; el de Arquitectura, por Ernesto Blumenthal, en 1938; el de Derecho, por Alberto Wills Ferro, en 1940, y las residencias estudiantiles, por Julio Bonilla Plata, en 1939 y 1940.
Panorámica de la inauguración de la Corporación de Ferias y Exposiciones de Bogotá, Corferias, el 29 de octubre de 1954, durante el gobierno del general Rojas Pinilla, que la había creado por decreto en junio del mismo año. Se efectuó entonces la I Feria Internacional de la Industria de Bogotá, y al 2007 se han realizado 26 ferias internacionales de la industria, además de otras muchas ferias internacionales del libro, agropecuarias, de ciencia y tecnología, etc. En 1989, Corferias fue privatizada y la Cámara de Comercio de Bogotá adquirió el 100 por ciento de las acciones, de las que luego transfirió el 10 por ciento a otros accionistas. En 2002 se construyó el gran salón de 6 000 metros cuadrados, con capacidad para 6 000 personas sentadas y 13 000 de pie. El 14 de octubre de 2004, Corferias celebró su cincuentenario. Con este motivo el presidente de la república, Álvaro Uribe Vélez, le otorgó la Cruz de Boyacá en el grado de Cruz de Plata.
Unidad residencial Colseguros, construida a mediados de los sesenta.
Barrio Minuto de Dios, diez años después de inaugurado.
Urbanización residencial Las Villas (1972), una de las primeras financiada por el sistema UPAC.
En 1955 el sacerdote eudista Rafael García Herreros comenzó el programa de televisión “El Minuto de Dios”, que mantendría por 37 años, y que antes había emitido por radio desde distintas ciudades. El programa abogaba por una conciencia de responsabilidad social encaminada hacia la provisión de vivienda con la finalidad de “dignificar a los hombres”. Así fue organizada la Corporación de Vivienda El Minuto de Dios, que en 1958 entregó las primeras casas del barrio, como se aprecia en la fotografía.
El barrio 12 de Octubre (1959), calles 74 a 77 y carreras 50 a 56.
Localidad Barrios Unidos, una de las más progresistas de la capital.
La expansión de la capital hacia el occidente a partir de los años sesenta ha sido vertiginosa. Uno de los factores de la urbanización del sector occidental es sin duda el Aeropuerto de El Dorado. En la fotografía, Ciudad Salitre, quizá el terreno de mayor densidad de construcción y de más alta valorización en los últimos 10 años, y alrededores de la Terminal de Transportes. Ciudad Salitre comenzó a formarse en 1987, cuando la beneficencia de Cundinamarca entregó al Banco Central Hipotecario 200 hectáreas de los terrenos que pertenecían a la antigua hacienda de El Salitre, para desarrollar un ambicioso proyecto de vivienda planificada, una ciudadela que serviría de modelo para el siglo xxi. En Ciudad Salitre se han construido más de 3 millones de metros cuadrados, 590 mil de ellos destinados a uso residencial, 233 mil para uso institucional y 333 mil para uso múltiple: centros educativos y culturales, gimnasios, hoteles, oficinas, centros comerciales, teatros, grandes zonas verdes, vías amplias y edificios inteligentes.
Como parte de las obras proyectadas para festejar la visita del papa Pablo VI a Bogotá —el primero que pisaba tierras de América— con ocasión del Congreso Eucarístico Internacional en agosto de 1968, se construyó una amplia urbanización residencial de edificios multifamiliares, dotada con avenidas internas, supermercados, almacenes, servicios de comunicaciones y plazoletas. Situada hacia occidente, por la avenida calle 53, Pablo VI fue una urbanización que sirvió de modelo para las que se construyeron en las dos décadas siguientes.
Maloka, museo interactivo inaugurado a finales del siglo xx (1998), y programa de investigación científica y de entretenimiento basado en la investigación, está localizado en Ciudad Salitre al occidente de la capital. Proviene su nombre del vocablo indígena maloca, que describe una casa grande utilizada como sitio de reunión comunitaria por indígenas del Amazonas. Hoy Maloka es sin duda uno de los sitios de referencia en Bogotá. Entre sus atracciones ofrece un cine-domo en el que se presentan documentales científicos, elaborados en forma didáctica y divertida, en formato gigante de domo, es decir, con visión en varias direcciones y desde diferentes perspectivas. En esta gran sala-domo se suceden cientos de experimentos, desde un salón con serpientes y ratones, una jaula de Faraday para experimentos eléctricos, hasta una casa colombiana promedio exhibida desde su parte interna. En Maloka funcionan cinco clubes de ciencia, así: Robótica, Química, Biología, Astronomía y Física.
Vista panorámica del Estadio Nemesio Camacho El Campín y del Coliseo Cubierto El Campín, tomada de sur a norte, sobre la carrera 30. Desde su inauguración en 1938, el Estadio El Campín ha tenido importantes remodelaciones y transformaciones. Su capacidad inicial para 28 000 espectadores, en 1938, es hoy de 60 000. Cuenta con iluminación día artificial para partidos nocturnos y gramilla artificial. Las tribunas occidental, preferencial y norte están cubiertas. En la actualidad se le programa una adaptación tecnológica que le permitirá contar con numerosas pantallas de video y televisión y todas las especificaciones electrónicas y científicas que se utilizan en los mejores estadios del mundo.
Texto de: Fabio Zambrano Pantoja
Como se ha señalado, Bogotá se demoró notoriamente en ocupar sus tierras occidentales. El desarrollo urbano consolidado en la primera mitad del siglo xx produjo una morfología particular, que se puede describir como la figura del arco extendido. La expansión fue, ante todo, lineal, en dirección norte y sur. Crecimiento que no se dio como agregación de piezas urbanas continuas, de acuerdo con un plan, sino en pequeños fragmentos de suelo urbanizado, adosados a las vías regionales y destinados a vivienda. La trama urbana resultante sigue el trazo tentacular de los caminos heredados de la Colonia y la franja alargada es consecuencia de que la ciudad se ciñe a los cerros. El crecimiento en dirección occidental estuvo asociado a la construcción de la Estación de la Sabana, ubicada a su vez sobre la vera de uno de los caminos coloniales1.
Para comprender mejor este fenómeno, hay que mirar el tipo de propiedad agraria que prima en el occidente bogotano. Según el estudio pionero de Juan Carrasquilla Botero2, la estructura predominante es la gran concentración de la propiedad rural, por lo cual el paisaje social de la sabana está coligado a la hacienda. Al iniciarse la parcelación para su urbanización, esta concentración de la propiedad va a incidir profundamente en la forma como se lleva a cabo. Estos son los casos de las haciendas El Salitre, Chapinero, La Soledad, La Merced y La Magdalena, entre otras.
La hacienda El Salitre era propiedad de la familia Vargas Escobar, que migra a París. Allí nace en 1868 José Joaquín Vargas Escobar, futuro dueño del predio3. Al morir éste en Bogotá en 1936, sin hijos ni herederos, deja prácticamente la totalidad de sus propiedades a la ciudad, a través de la Beneficencia de Cundinamarca. La hacienda El Salitre, donde hoy se encuentran, entre muchas otras entidades, la Universidad Nacional de Colombia, el Centro Administrativo Nacional, los parques Simón Bolívar y El Salitre —donde en 1968 se erigió el Templete Eucarístico para recibir al papa Pablo VI—, Ingeominas, IGAC, la Gobernación de Cundinamarca, la Fiscalía General de la Nación, numerosas entidades de investigación, así como diversas urbanizaciones, será una pieza urbana de singular importancia en la formación de la ciudad.
La hacienda, de 2 200 fanegadas, bordeaba la ciudad por el occidente y seguía el curso del río del Arzobispo hasta poco antes de convertirse en el río Salitre; por el sur comenzaba en el río San Francisco, con las haciendas de Aranda y Franco de por medio, y llegaba hasta el camino de Suba y la hacienda Chapinero en el norte, cerrando al occidente con el camino de Engativá y las fincas de La Esperanza, Santa Ana (hoy Normandía) y El Ejido4.
Hasta su muerte, José Joaquín Vargas conservó la hacienda básicamente íntegra, exceptuando los pequeños terrenos que había vendido: algunas zonas para el ferrocarril de la sabana; un potrero al señor Gustavo Zapata en 1924, donde desde los años treinta está el barrio San Fernando; un lote a María Virginia Uricoechea, que daría paso al barrio La Virginia; otro a Miguel Jiménez López, que dio origen al barrio San Miguel; y una fracción a don José María Gómez Campuzano, para redondear el lote que ocupó el hipódromo de la calle 54, todo lo cual sólo redujo la hacienda en 240 fanegadas.
En el momento en que la Beneficencia de Cundinamarca la recibe, la hacienda tenía entre sus linderos la finca El Campín o San Luis (que ya había sido cedida para la construcción del estadio) y la finca La Quinta de Demetrio Paredes, llamada en ese entonces El Recuerdo (hoy barrios Quinta Paredes y El Recuerdo)5. Los otros linderos son difíciles de identificar. Los terrenos de la hacienda no podían llegar en mejor momento. La ciudad vivía años de expansión; el antiguo núcleo urbano se estaba ampliando. Rápidamente se estaban creando barrios nuevos, “modernos e higiénicos”, como Santa Teresita, Teusaquillo, Palermo, La Magdalena, que atrajeron a la población rica a las antiguas quintas ubicadas en las inmediaciones de los potreros de El Salitre.
Para 1936, año de la donación, la ciudad ya se extendía como un arco. Desde el sur de El Salitre por la calle 13 hasta la carrera 31, donde estaba el Matadero Municipal en el sector de Paiba; y por el norte hasta la calle 68 con carrera 37 en el barrio San Fernando. El gran vacío que quedaba en medio se fue llenando rápidamente, en gran parte con lo que hoy es la localidad de Teusaquillo.
Precisamente, por estos años, el gobierno nacional, que planeaba la construcción de la Ciudad Universitaria, preparaba la negociación con el dueño de la hacienda e incluso la toma de medidas de expropiación. La muerte de José Joaquín Vargas vino a agilizar y a dar piso firme a este proyecto.
Luego de recibir la hacienda, la Beneficencia ha ido vendiendo algunas porciones a entidades oficiales distritales, departamentales y nacionales. Ha urbanizado algunos barrios, como Belalcázar sur y norte, Federmán y El Salitre. Ha establecido fiducias para tal fin, con el Banco Central Hipotecario, como es el caso del Salitre suroriental y el Salitre nororiental, que hacen parte del plan Ciudadela El Salitre, desarrollado dentro de los terrenos de la gran hacienda.
Antes de este desarrollo urbanístico, hacia 1910, el primer barrio que aparece al oriente de la línea del ferrocarril, que se corresponde con la actual avenida Caracas, fue el barrio Quesada, localizado entre esta avenida y la carrera 17, de la calle 48 a la 53. Poco conocido, el barrio fue desarrollado por la gestión de particulares que escogieron un terreno en la antigua hacienda Chapinero Carbonell para su parcelación y loteo. La dotación de servicios públicos domiciliarios y la edificación corre a cargo de los propietarios de los lotes; era pues una urbanización sin servicios públicos.
Aunque estaba muy cerca del creciente Chapinero, funcionó desde sus orígenes de manera más o menos autónoma, quizás porque, además de las diferencias sociales, lo separaba de Chapinero la vía del tren. Entre sus ventajas se contaba la cercanía tanto del tranvía como del Ferrocarril del Norte, que tenía una estación, la de Chapinero, a la altura de la actual calle 63.
En 1930, al tiempo con la aparición de barrios elegantes destinados a la elite bogotana, como Teusaquillo, se creó el barrio Acevedo Tejada, construido por el Instituto de Acción Social del municipio, entidad encargada del proceso —parcelación, loteo, urbanización y edificación— de las viviendas destinadas a sectores más populares de la población. Para su construcción se compró al señor José Joaquín Vargas un lote en el extremo oriental de la Hacienda El Salitre, frente a la Quinta de Demetrio Paredes, con el camino a Engativá, futura avenida El Dorado, de por medio. La forma urbana que se le dio es sencilla y coherente y, de acuerdo con los nuevos conceptos urbanísticos, tiene un generoso parque central.
El barrio Teusaquillo, construido al finalizar los años veinte, en parte de la hacienda Las Quintas, fue el primero destinado a la naciente burguesía y a la clase dirigente de la ciudad. Ofrecía lotes amplios y regulares, destinados a casa-quintas, con servicios públicos individuales, en los que se podía construir casas modernas, de estilos inglés, francés o español, con todas las comodidades de entonces: acueducto, alcantarillado y alumbrado eléctrico en casas de dos pisos con baños en su interior, cocinas con innovaciones tecnológicas y garajes.
En su diseño y urbanización se aplicaron nuevos conceptos arquitectónicos y en general un nuevo concepto de vida: unidad conceptual, espacios abiertos, avenidas amplias y arborizadas, casas con jardín al frente y en la parte posterior, es decir, ruptura total del esquema arquitectónico y urbanístico de la Colonia, que incluso tendía a conservarse en el barrio Chapinero.
El proceso de parcelación, loteo y urbanización se llevó a cabo por gestión de particulares y la edificación por iniciativa de los propietarios o encargo a los pocos arquitectos que existían en la época, destacándose la labor de los chilenos Julio Cassanova y Raúl Manhein, que dejaron, mediante placas, su firma en una buena cantidad de inmuebles que aún subsisten. No deja de ser curioso que este barrio, tan moderno y exclusivo, haya usado y rescatado un nombre indígena que estuvo en desuso por casi cuatro siglos.
Los terrenos donde se construyó el barrio Santa Teresita hacían parte de la hacienda La Merced, propiedad de la Compañía de Jesús. La hacienda se extendía hacia el oriente hasta donde hoy se encuentra el Parque Nacional Olaya Herrera, entre la Quinta de La Magdalena y la hacienda Chapinero Carbonell. En otras partes de estas tierras se construyó el barrio La Merced y el Colegio San Bartolomé La Merced. El nombre del barrio fue condición para la venta de la propiedad.
La sociedad urbanizadora Moderna fue la encargada de desarrollar este barrio. Dado el contraste con las condiciones de vida en el núcleo de la ciudad, los lotes se vendieron con el atractivo de ser una “urbanización sanitaria”. La edificación de las casas se llevó a cabo por iniciativa de los propietarios de los lotes, en algunos casos de forma individual con la simple contratación de albañiles, en otros por encargo a algún arquitecto. En todo caso se seguía la moda. Las primeras casas tipo republicano, pero más adelante primó el gusto por las casa-quintas. Hacia 1930 el barrio ya estaba habitado.
Al momento de la urbanización, el acueducto de Bogotá no estaba en condiciones de extender sus redes hasta allí, por lo cual se construyó un acueducto propio para el barrio. Más tarde, cuando el acueducto municipal amplió sus redes a esta zona, el acueducto del barrio entró en desuso. En 1946 se autorizó construir en él.
El actual barrio de La Magdalena, como la mayoría de los de la localidad, si no todos, tiene su origen en una quinta que le da el nombre. La Quinta de La Magdalena estaba ubicada al sur del río del Arzobispo y al occidente del camino a Tunja y ocupaba una extensión de tierra mucho mayor de la que hoy tiene el barrio. Por el norte llegaba hasta la Carretera Central del Norte, hoy carrera 7.ª, por el occidente hasta los terrenos del señor Malo O’Leary, y por el sur hasta el cauce de la quebrada Tequeneusa, aproximadamente la actual calle 36.
El barrio Palermo es otro de los barrios residenciales realizados mediante gestión de particulares. En la última parcela de la hacienda Chapinero Carbonell, comenzó en 1934 el proceso de loteo, urbanización e instalación de servicios por parte de la urbanizadora Ospinas y Cía., que en sus comienzos llevaba la razón social Tulio Ospina y Cía.
El diseño, del arquitecto austriaco Karl Brunner, rompe con el esquema tradicional cuadriculado para darle forma abanicada, con calles que se convierten en curvas y empatan con el trazado de los barrios Quesada y Santa Teresita, con los que limita por el norte y el sur, respectivamente. En 1938, sobre el barrio ya trazado, se realiza allí la exposición en conmemoración del IV Centenario de la fundación de la ciudad.
El desarrollo urbano del barrio se realiza a través del eje central, organizado a partir del Parque Palermo. Las edificaciones se construyen individualmente por encargo y cuentan con espacios de transición como antejardines y accesos laterales, además de jardines interiores, de moda en los años cuarenta. Hacia 1943 la mayoría de las magníficas casas ya se encuentran terminadas y habitadas.
El barrio La Soledad, originado en la quinta del mismo nombre, fue urbanizado en 1945 por la firma Ospinas y Cía., y se encuentra ubicado entre las carreras 19 y 28 de la calle 39 a la 33.
Otro barrio es el conformado por la urbanización Banco Central Hipotecario. A finales de los años treinta el Banco Central Hipotecario puso en marcha una política de provisión de vivienda dirigida a la clase media. Para tal fin, adquirió en el norte de la ciudad lotes próximos tanto al nuevo Estadio Nemesio Camacho, como al Hipódromo Alfonso López, ambos terminados entre 1935 y 1938. El predio de esta urbanización se encontraba entre las calles 51 y 55 y las carreras 17 y 21 y contaba con las recientes facilidades de transporte colectivo (tranvía eléctrico, líneas de buses). Todo el sector recibió el nombre genérico de Banco Central Hipotecario. El trazado de sus calles, así como el diseño de algunas de sus edificaciones, estuvo a cargo de la firma constructora Cuéllar, Serrano, Gómez. Las primeras viviendas se entregaron en 19396.
La construcción del conjunto multifamiliar Centro Urbano Antonio Nariño, CUAN, en 1953, es una novedad e implica nuevos conceptos urbanísticos. Se trata del primer conjunto residencial de carácter experimental construido en la ciudad, ante la vigencia de los movimientos modernos y los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM). La arquitectura del conjunto sigue los preceptos del arquitecto Le Corbussier, en que las construcciones ocupan el menor porcentaje del terreno en beneficio de zonas verdes, parqueaderos y servicios comunales, y el primer piso se conserva como área libre para la circulación de las personas.
Para su emplazamiento se escogió un lote de grandes dimensiones, propiedad de la Beneficencia de Cundinamarca, que era parte de la antigua hacienda El Salitre, y estaba localizado sobre la avenida de Las Américas, construida poco antes. Éste fue un proyecto de gestión estatal. El Ministerio de Obras Públicas que se encargó de la urbanización y la construcción de los 960 apartamentos, mientras la parcelación, el loteo y el diseño estuvieron a cargo de los arquitectos Rafael Esguerra, Néstor Gutiérrez, Juan Méndez y otros.
Numerosos barrios surgieron por esta época en el occidente. El Alfonso López, urbanizado en 1934, se ubica entre las carreras 19 y 27 y las calles 47 y 52. El Recuerdo, construido en terrenos de la quinta de Demetrio Paredes que llevaba ese nombre, fue urbanizado en 1936 y tenía como límites las carreras 36 y 38 y las calles 26 y 30. La urbanización Armenia, iniciada en 1937, va de las calles 26 a 30 y de la avenida Caracas a la carrera 17. El Campín, como el San Luis, fue urbanizado en predios que van de la diagonal 54 a la 63 y de la transversal 19 a la carrera 26. El Recuerdo II, urbanizado en 1948, va de la calle 25 a la 22 y de la carrera 36 a la 40. La urbanización Las Américas, desarrollada en 1954, limita con La Soledad y la avenida 26.
Además, la Universidad Nacional de Colombia se constituyó en un centro de servicios educativos que marca la urbanización del occidente. “Con la Ley 68 de 1935, la Universidad Nacional queda constituida como un organismo autónomo con personería jurídica, fuerza decisoria y plenos poderes para darse a sí misma una organización interna capaz de permitir su normal desarrollo…”7. Por esa misma época, el gobierno nacional del liberal Alfonso López Pumarejo, recién llegado al poder, busca quebrantar las estructuras tradicionales aún persistentes en el país, mediante leyes agrarias y laborales. La restitución de la universidad se enmarca dentro de ese espíritu de renovación, al anunciar la apertura de la educación a sectores más amplios de la sociedad. Cabe señalar que, en ese momento, la universidad, que había sido fundada en 1867, se encontraba dispersa en la ciudad y ocupaba viejas edificaciones que ya resultaban inadecuadas para las nuevas funciones que buscaba asignarle el Estado liberal reformador.
El asesor alemán Fritz Karsen realiza un estudio de los recursos con que cuenta la universidad y plantea los lineamientos para una concepción moderna, apoyada en una organización administrativa y un conjunto de servicios generales de carácter docente y estudiantil. Para que eso fuera posible había que dotarla de una unidad espacial que permitiera la interrelación entre los diferentes organismos constitutivos.
Como complemento al plan de reorganización de la universidad, era necesario un buen diseño de la planta física. Éste fue encargado al arquitecto Leopoldo Rother, quien contó con la colaboración del mismo Karsen. Se trataba de dar una localización radial a las cinco zonas de la estructura académica propuesta en el plan de Karsen: Ciencias Naturales, Ciencias Químicas, Ingenierías, Artes y Ciencias Aplicadas, Ciencias Sociales y Políticas. En un eje central van los servicios generales (administrativos, de bienestar estudiantil, zona deportiva y residencial); una vía circular liga el conjunto y permite el acceso vehicular, y una vía peatonal ramificada va a todas las edificaciones. El plano inicial, con algunas modificaciones del director de Edificios Nacionales, arquitecto Alberto Wills Ferro, dio como resultado el aspecto actual de la universidad, con dos anillos paralelos de circulación vehicular y los edificios orientados en forma diferente al plan de Rother. La zonificación por sectores no tuvo alteración.
Las obras comenzaron en junio de 1936, en un lote ubicado en la periferia occidental de la ciudad, sobre la carrilera del ferrocarril del nordeste, hoy carrera 30, a partir del lindero que compartían la hacienda El Salitre y el barrio Acevedo Tejada.
Con un frente de 1 000 metros y un fondo aproximado de 1 500, la gran área del lote permitía dar cabida a la cantidad de edificios docentes y los demás organismos que se pensaba construir, además de proveer reservas de terreno que le aseguraran en el futuro rentas propias, mediante la construcción de urbanizaciones o granjas.
Su ubicación, que aún hoy sigue siendo estratégica para la oferta de los servicios educativos, se veía favorecida por la facilidad de acceso, pues ya se contaba con la calle 26, que llegaba hasta un poco más abajo de la carrera 32, y se estaba terminando la calle 53 sobre “el antiguo” cauce del río Arzobispo. Adicionalmente, se proyectaba en ese momento la avenida 28, aprovechando el antiguo camino a El Salitre.
El estudio de la posible localización de la universidad se había iniciado el año anterior y entre las consideraciones que se tuvieron en cuenta estaba la valorización de los terrenos colindantes y la corrección del irregular desarrollo de la ciudad que tenía un gran terreno baldío en el centro8.
En los primeros años “sólo el Instituto Botánico, fundador del Campo Universitario, la Escuela de Veterinaria y las facultades de Derecho y Arquitectura, encuentran allí su nueva ubicación”9, además de los servicios complementarios como las residencias estudiantiles y de profesores, el Estadio Alfonso López, algunas canchas de tenis y la de baloncesto. Las facultades de Ingeniería y Medicina, las escuelas de Farmacia, Odontología y Bellas Artes, el Conservatorio de Música y otros organismos adscritos como el Instituto Nacional de Radium, el Museo Nacional y el Observatorio Astronómico, permanecerían aún un tiempo en diferentes lugares de la ciudad.
Recorrer la universidad hoy en día es transitar por diferentes épocas y tendencias de la arquitectura colombiana que, por mucho tiempo, antes de lograr características propias, se movió bajo el influjo de la que se hacía fuera del país, en especial en Europa. Algunas edificaciones de las primeras épocas denotan la influencia de una arquitectura con reminiscencias neoclásicas, en boga en la Alemania e Italia de esos tiempos, que pretendía ser imponente y grandiosa. Otras, con su blanca geometría, reflejan las tendencias de la Escuela Bauhaus, la mayoría de éstas, a pesar de las reformas y adiciones, conservan sus características. En 1973 el Premio Nacional de Arquitectura es otorgado al Auditorio León de Greiff, de la Universidad Nacional10.
Otro importante centro de servicios ubicado en esta zona es el Centro Administrativo Nacional, CAN. Durante mucho tiempo el gobierno central pensó en construir un gran centro que albergara todas las entidades oficiales, principalmente de gobierno. En el plan maestro para el centro de la ciudad Le Corbusier planteaba demoler prácticamente todas las edificaciones alrededor del Capitolio para construir allí el CAN.
Sólo hasta la administración del general Gustavo Rojas Pinilla se concreta este antiguo plan, pero ubicado en su actual emplazamiento. En el proyecto inicial se contemplaba trasladar allí el palacio de gobierno, el batallón Guardia Presidencial, los 11 ministerios de entonces, el Instituto Nacional de Radio y Televisión —Inravisión—, el Diario Oficial y un centro comercial.
Descartado el plan inicial de hacer el centro en la parte antigua de Bogotá se eligió un lote en la antigua hacienda El Salitre, que el gobierno nacional compró a la Beneficencia de Cundinamarca. Por el sur tendría la vía que uniría el centro con el nuevo aeropuerto internacional que se hallaba en construcción, o avenida 26, que durante mucho tiempo sólo llegó hasta la Ciudad Universitaria. Por el oriente sus límites serían los confines de la Universidad Nacional y por el occidente una prolongación de la carrera 5011.
El diseño original de la obra, muy distinto del que finalmente se construyó, fue encargado a la firma norteamericana de arquitectos Skidmore, Owings y Merril, y en él se preveía el acceso a todos los edificios por una carretera circunvalar, con el interior libre del tránsito de autos, embellecido con lagunas, fuentes y plantas. El Palacio Presidencial, que sería el punto focal, contaría con dos anchas plazas, al este y al oeste, y a su alrededor estarían agrupados los edificios de cuatro pisos que alojarían a los ministerios. Este diseño revivía los trazados monumentales de los centros cívicos europeos de los siglos xviii y xix. Se aseguraba que “la grandeza y dignidad que caracterizan los jardines de Versalles, el diseño de la parte central de París y de la ciudad de Washington, reaparecen en este nuevo Centro que constituirá un monumento a la antigua grandeza, a la industria actual, y al brillante porvenir de Colombia… El proyecto entero suministra jardines públicos de tal escala que rivalizan con los más hermosos de Europa”12. En fin, un sinnúmero de maravillosas obras que nunca se llevaron a cabo. El proyecto que finalmente fue construido se encuentra a medio camino entre lo proyectado y lo que se pudo hacer. En parte, su origen, como proyecto de un gobierno militar de facto, y las exigencias económicas que implicaba, llevaron a su ejecución parcial.
Más tarde, sobre un terreno triangular perteneciente a la administración distrital y enmarcado por tres importantes vías de la ciudad: la carrera 30, ?la calle 26 y la avenida de las Américas, se construyó el Centro Administrativo Distrital (CAD), según proyecto presentado por Cuéllar, Serrano & Gómez13, firma a la cual también se adjudicó la construcción.
Con esta obra, iniciada en 1968, se buscaba prestar un servicio más eficiente y cómodo tanto para los empleados como para los usuarios. El rápido crecimiento demográfico de la ciudad, así como la ampliación de las dependencias distritales, trajo de pronto grandes congestiones en las dispersas y mal acondicionadas oficinas, repletas de ciudadanos que demandaban más y mejores servicios.
La Alcaldía distrital necesitaba trasladar y centralizar allí las oficinas de la Tesorería, Catastro, Planeación Distrital, Valorización, Secretaría de Obras Públicas, Acueducto Municipal, Energía Eléctrica y Empresa de Teléfonos, entre otras. Las vías y el amplio estacionamiento permitirían un fácil y masivo acceso de los usuarios a estas oficinas.
Los dos bloques que conforman el centro fueron pensados según su función. El bloque bajo, que se terminó y entró a funcionar primero, cuenta con un amplio hall público de entrada y cajeros de los despachos que tienen mayor contacto con el público. El bloque alto, o torre, con sus 14 pisos, terminado en 1972, alberga las oficinas de menor afluencia. Actualmente, éste es uno de los edificios emblemáticos de la ciudad.
Por último, otro centro de servicios pionero en la expansión al occidente fue la Corporación de Ferias y Exposiciones (Corferias), creada el 8 de junio de 1954 y puesta al servicio en octubre del mismo año, cuando se inauguró la primera Feria Exposición Internacional, que más tarde se convertiría en la Feria Internacional de Bogotá. Ubicado en uno de los costados del Centro Urbano Antonio Nariño, recién construido, el lugar se abría como un espacio que integraba a la ciudad y ofrecía un servicio urbano hasta entonces desconocido, como era la convocatoria de 315 expositores y un área de exhibición de 25 000 metros cuadrados de espacio útil.
El Estadio Nemesio Camacho, El Campín, surgió de la necesidad de construir una sede para los Juegos Bolivarianos. Fue el alcalde Jorge Eliécer Gaitán quien impulsó el proyecto, como parte de las obras para celebrar el IV Centenario de la fundación de la ciudad. Para ello se escogió un terreno ubicado entre las actuales calles 53 y 63, propiedad de Luis Camacho Matiz, quien donó el lote bajo dos condiciones: que sólo se usara en la construcción de un estadio deportivo y que llevara el nombre de su padre, Nemesio Camacho. Por supuesto que también se daba la situación de que esta familia se encontraba adelantando la urbanización de sus terrenos, y que la inclusión en el área urbana de estas fincas exigía la entrega de terrenos para la construcción de espacios públicos, además de que la construcción del estadio valorizaba las tierras, por entonces en los límites de la ciudad.
Ya con las condiciones dadas, se inició la gran obra con que el alcalde pensaba celebrar los 400 años de la ciudad, el 6 de agosto de 1938, pese a las críticas de quienes la consideraban un despilfarro y a la oposición del propio presidente Alfonso López Pumarejo, quien afirmaba que era más barato construir el estadio en la Ciudad Universitaria. Al cabo del tiempo, se hicieron las dos obras.
La obra se inauguró el 15 de agosto de 1938, nueve días después de la fecha prevista. A las 10 de la mañana, con la presencia del presidente Eduardo Santos, posesionado ocho días antes, 17 000 personas asistieron al programa preparado para dar comienzo a los primeros Juegos Bolivarianos, en el que no faltaron los desfiles, los himnos, la izada de banderas, los discursos y la llama olímpica. Los juegos durarían siete días y su clausura, el 22 del mismo mes, trajo de nuevo honores y discursos y la apagada de la llama olímpica, arrojándole tierra traída de los seis países participantes. Desde su inauguración, el estadio ha tenido grandes transformaciones, en especial las realizadas en 1951 y 1965.
El aforo inicial del estadio era de 23 500 asistentes, repartidos en nueve tribunas en los cuatro costados. En la parte oriental había una sola tribuna de 90 metros de largo y con capacidad para 7 000 personas; en el costado occidental había dos tribunas, una alta y otra baja que recibían 12 000 espectadores; los costados norte y sur sumaban 4 500 plazas y tenían cada uno tres tribunas: norte y suroriental, norte y suroccidental y norte y sur. Las tribunas oriental y occidental se elevaban sobre bases, pero las norte y sur estaban al nivel del suelo y en la tribuna norte se ubicó, como era costumbre, la puerta de maratón, en forma de arco de triunfo.
La capacidad inicial de 23 500 asistentes, que era suficiente en el año de 1938, no lo fue ya a mediados del siglo; así que en 1951 se hizo la primera reforma. En esta ocasión las tribunas norte y sur fueron levantadas del nivel del piso, mediante el uso de estructuras de concreto, y se demolió el arco del triunfo para cerrar del todo el óvalo y elevar la capacidad del estadio a 45 000 espectadores. El estadio fue reinaugurado el 20 de julio de 1951 con dos partidos internacionales amistosos. Con el auge del fútbol tanto en el país como fuera de él y los cada vez más frecuentes compromisos internacionales en los años sesenta, se evidenció la necesidad de ampliar todavía más el estadio, que alcanzó el tamaño que hoy tiene con la segunda reforma.
——
Notas
- 1. Castillo, Juan Carlos del, op. cit., pág. 66.
- 2. Carrasquilla Botero, Juan, Quintas y estancias de Santafé de Bogotá, Bogotá, Fondo de Promoción de la Cultura, Banco Popular, 1989.
- 3. Revista Ilustrada, vol. 1, n.o 15, Bogotá, agosto de 1899, págs. 177-178.
- 4. Carrasquilla Botero, Juan, op. cit., págs. 202-203.
- 5. Expediente del juicio de sucesión del juzgado 6 civil del circuito.
- 6. Téllez, Germán, Cuéllar, Serrano & Gómez, arquitectura 1933-1983, Fondo Editorial Escala, Bogotá, 1988, págs. 56-57.
- 7. Amorocho, Luz, “Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. Evolución histórica de su planta física, 1934-1964”, en: Revista Proa, n.o 133.
- 8. “En la ciudad universitaria vivirán más de 10 000 personas”. El Tiempo, miércoles 13 de mayo de 1936, págs. 1 y 15. Citado en: Alfonso López Pumarejo y la Universidad Nacional de Colombia, Edit. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2000.
- 9. Amorocho, Luz, op. cit.
- 10. Revista Proa, n.o 247, abril de 1975, págs. 14-17.
- 11. Centro Administrativo Nacional para la República de Colombia, en: Revista Proa, n.o 110, julio de 1957.
- 12. Ibíd.
- 13. Revista Proa, n.o 193, abril de 1968.
#AmorPorColombia
Expansión al occidente
La revista El Gráfico circuló por primera vez el 20 de julio de 1910, hasta 1941, y provocó una revolución de las artes gráficas y del periodismo en Colombia. Tuvo gran influencia política, literaria y cultural.
El Teatro Faenza se inauguró en 1924. Fue la primera obra de arquitectura art nouveau que se hizo en el país y es de las pocas de ese estilo que hay en América del Sur. Por muchos años el Faenza fue el cine elegante de Bogotá, y servía también para obras de teatro, conferencias y actos políticos. Situado en la calle 22 entre carreras 5.a y 7.a, no obstante haber sido declarado monumento nacional y obra de conservación arquitectónica, permaneció muchos años en el abandono después de la década de los ochenta. Adquirido por la Universidad Central, ha sido objeto de una minuciosa recuperación que le devolverá su fastuoso aspecto original.
Aunque existían varias salas de cine desde 1903, entre ellas el Teatro Municipal, y en ocasiones el Teatro Colón, hasta 1912 no se había construido ninguna específicamente para la exhibición cinematográfica. La primera de ellas fue el Salón Olympia, de propiedad de los hermanos Di Domenico, que se inauguró en 1912 y estaba situado enfrente del Parque del Centenario. Sus empresarios pasaron allí las películas más célebres que se producían en Europa y en los Estados Unidos en la época del cine mudo. En ocasiones el Salón Olympia se utilizaba también como escenario de espectáculos deportivos, boxeo y patinaje.
Los carnavales estudiantiles de Bogotá, que han adquirido con el tiempo una connotación legendaria, fueron una de las manifestaciones más interesantes del espíritu bogotano en las décadas de los veinte, los treinta y parte de los cuarenta. Constituían un derroche de ingenio, de alegría y creatividad, sin excluir la parranda. La elección de la reina y su coronación constituían todo un acontecimiento.
El Teatro de la Media Torta, construido en 1938 en la administración de Eduardo Santos, ha sido uno de los escenarios de cultura popular más efectivos. En la foto, función de teatro al aire libre de la Media Torta, 1952.
Con la fusión de los apellidos de los hermanos Enrique y Oswaldo Duperly y Alberto y Leopoldo Crane se conformó la empresa Ducrane Films, importante gestora del cine nacional. Filmación en 1939 del cortometraje Sinfonía de Bogotá, producido por Ducrane Films.
Estudiantes de los años cuarenta en su habitual sitio de estudio, un café bogotano. “La letra con tinto y rockola entra”.
La primera emisión de la televisión colombiana la hizo el 13 de junio de 1955, en vivo y en directo desde el Palacio Presidencial de San Carlos, el general Rojas Pinilla.
La Sociedad Colombo Alemana de Transporte Aéreo, Scadta, construyó e inauguró en 1932 el aeródromo de Techo, al occidente de la ciudad. Durante la visita del presidente John Kennedy a Bogotá, en 1961, se inauguró en los terrenos del antiguo aeropuerto, y dentro de los planes de la Alianza para el Progreso, un complejo habitacional denominado Ciudad Techo, para familias de bajos recursos. Cuando Kennedy fue asesinado en 1963 el nombre de Ciudad Techo se cambió por el de Ciudad Kennedy. Vista del aeropuerto de Techo, 1955.
Panorámica de los jardines del aeropuerto El Dorado y de la avenida del mismo nombre, 1965.
Bogotá fue en 1968 la sede del Congreso Eucarístico Internacional, al que asistió el papa Pablo VI. Era la primera vez que un pontífice pisaba tierras de América; pero Pablo VI hizo más que pisarlas. En cuanto se bajó del avión, en el aeropuerto de El Dorado, se arrodilló y besó la tierra, gesto que llevó al delirio la devoción de los fieles. En la avenida 68, dentro de los terrenos del futuro Parque Simón Bolívar, se construyó un Templete Eucarístico en el que el santo padre celebró en la tarde del 22 de agosto su primera eucaristía en América, luego de la cual ordenó, en el mismo templete, a 41 diáconos y 161 presbíteros que provenían de los distintos países del continente.
El auge del fútbol en Bogotá, y en el país, movió a don Luis Camacho Matiz a ceder en 1936 un terreno de la hacienda El Campín para que el gobierno nacional y el municipio de Bogotá construyeran allí un estadio de fútbol, que fue inaugurado en 1938 con el nombre de Estadio Nemesio Camacho El Campín. Panorámica del estadio y sus alrededores en 1954, con la avenida calle ?57 y el barrio El Campín.
En la misma tónica de Teusaquillo, y con estilo inglés, fue construido el barrio de La Magdalena, limitados uno y otro al oriente por la moderna avenida Caracas, o carrera 14, que comenzó a construirse a mediados de los treinta. Trazada en sus orígenes desde la calle 26 al norte hasta la calle 63, propició, entre 1935 y 1945, el crecimiento de la ciudad en un amplio sector desde las mencionadas calles, y de la avenida Caracas hasta la carrera 24.
Uno de los barrios más elegantes de Bogotá, realizado de acuerdo con el plan urbanístico regulador, del profesor vienés Karl Brunner, fue el de La Merced, entre las carreras 5.ª y 7.ª y las calles 35 y 33, aledaño al Parque Nacional. El lujo y amplitud de sus casas, diseñadas en un riguroso estilo inglés, ha hecho de este sector residencial una zona de conservación arquitectónica.
El barrio se bautizó La Merced por estar situado en los terrenos del Colegio de La Merced (foto de abajo, ca. 1925), propiedad de los padres jesuitas, que estaba en el mismo lugar que hoy ocupa el Colegio de San Bartolomé La Merced (1941).
Foto panorámica de los barrios de La Magdalena y Teusaquillo, ca. 1945. El barrio de La Magdalena, edificado en la hacienda del mismo nombre, a continuación de Teusaquillo, había sido sede del primer hipódromo que tuvo Bogotá, a finales del siglo xix. La Magdalena es quizá hoy el único barrio tradicional bogotano que conserva intacta su arquitectura original en un 95 por ciento.
Construcción del Centro Administrativo Nacional, CAN, donde el gobierno del general Rojas Pinilla planeaba instalar todas las dependencias oficiales. Fue iniciado en 1956 y concluido en 1962.
En la página de arquitectura de El Liberal, al comentar en junio de 1947 la visita de Le Corbusier a Bogotá, se anota que para el famoso arquitecto “el mundo debería ser reducido a una simple expresión, que en sus manos estaría manifestada en gigantescas construcciones. Por eso, para él Nueva York posee rascacielos demasiado pequeños y Buenos Aires podría resumirse admirablemente en 10 rascacielos gigantes; lo demás serían jardines, avenidas, parques, sol y aire puro”. Éste sería el resumen de la ciudad verde planteada por Le Corbusier, y con ese concepto fue diseñado y construido en 1953 el Centro Urbano Antonio Nariño, CUAN, agrupación de grandes edificios con más de 960 apartamentos, ubicados en un gran lote lleno de espacios verdes, árboles y jardines. Foto del Centro Antonio Nariño en construcción, sobre la avenida de Las Américas.
Avenida El Dorado, vía al aeropuerto internacional, vista de occidente a oriente. Se inició su construcción en 1960, y parte de la avenida 30 hacia occidente. En la avenida 30 empalma ?con la calle 26 o avenida Jorge Eliécer Gaitán. El 80 por ciento de los terrenos a lado y lado de la avenida El Dorado están hoy urbanizados. A principios de los cincuenta, y de acuerdo con un proyecto presentado por Le Corbusier en 1949, se trazó un nuevo plan regulador según el cual los limites occidentales de la ciudad no deberían rebasar la Ciudad Universitaria. Sin embargo esos límites no tuvieron vigencia alguna, pues a mediados de los cincuenta el general Rojas Pinilla asignó un terreno al occidente de la UN para construir el Centro Administrativo, y otro todavía más abajo para el Aeropuerto de El Dorado, que rebasaron de lejos los límites establecidos en el plan de Le Corbusier. Foto de mediados de los años ochenta.
De acuerdo con el pensamiento que inspiraba la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo, y siguiendo el derrotero trazado por Rafael Uribe Uribe en el sentido de que la Universidad Nacional —esparcida por la ciudad— debería ser unificada en un solo espacio, como los campus en Estados Unidos y Europa, la Ciudad Universitaria de Bogotá, que dio albergue a la Universidad Nacional de Colombia, fue un elemento revolucionario del arte arquitectónico moderno. Su arquitecto fue el profesor alemán Leopoldo Rother, quien proyectó un estilo de cubismo con rasgos de la escuela Bauhaus, con el acabado de todos los edificios en pañete y pintura blanca, que le ganó el sobrenombre de Ciudad Blanca. Rother fue además autor de varios edificios de la primera etapa de la Ciudad Universitaria: el Estadio Alfonso López, las oficinas administrativas, las porterías de acceso de las calles 26 y 45, en 1937; las viviendas para profesores en 1939; el laboratorio de ensayo de materiales en 1940; el edificio de ingeniería, en asocio con Bruno Violi, en 1940, y la sede de la imprenta en 1945. Otros edificios iniciales fueron el de veterinaria, por Erik Lange; el de Arquitectura, por Ernesto Blumenthal, en 1938; el de Derecho, por Alberto Wills Ferro, en 1940, y las residencias estudiantiles, por Julio Bonilla Plata, en 1939 y 1940.
Panorámica de la inauguración de la Corporación de Ferias y Exposiciones de Bogotá, Corferias, el 29 de octubre de 1954, durante el gobierno del general Rojas Pinilla, que la había creado por decreto en junio del mismo año. Se efectuó entonces la I Feria Internacional de la Industria de Bogotá, y al 2007 se han realizado 26 ferias internacionales de la industria, además de otras muchas ferias internacionales del libro, agropecuarias, de ciencia y tecnología, etc. En 1989, Corferias fue privatizada y la Cámara de Comercio de Bogotá adquirió el 100 por ciento de las acciones, de las que luego transfirió el 10 por ciento a otros accionistas. En 2002 se construyó el gran salón de 6 000 metros cuadrados, con capacidad para 6 000 personas sentadas y 13 000 de pie. El 14 de octubre de 2004, Corferias celebró su cincuentenario. Con este motivo el presidente de la república, Álvaro Uribe Vélez, le otorgó la Cruz de Boyacá en el grado de Cruz de Plata.
Unidad residencial Colseguros, construida a mediados de los sesenta.
Barrio Minuto de Dios, diez años después de inaugurado.
Urbanización residencial Las Villas (1972), una de las primeras financiada por el sistema UPAC.
En 1955 el sacerdote eudista Rafael García Herreros comenzó el programa de televisión “El Minuto de Dios”, que mantendría por 37 años, y que antes había emitido por radio desde distintas ciudades. El programa abogaba por una conciencia de responsabilidad social encaminada hacia la provisión de vivienda con la finalidad de “dignificar a los hombres”. Así fue organizada la Corporación de Vivienda El Minuto de Dios, que en 1958 entregó las primeras casas del barrio, como se aprecia en la fotografía.
El barrio 12 de Octubre (1959), calles 74 a 77 y carreras 50 a 56.
Localidad Barrios Unidos, una de las más progresistas de la capital.
La expansión de la capital hacia el occidente a partir de los años sesenta ha sido vertiginosa. Uno de los factores de la urbanización del sector occidental es sin duda el Aeropuerto de El Dorado. En la fotografía, Ciudad Salitre, quizá el terreno de mayor densidad de construcción y de más alta valorización en los últimos 10 años, y alrededores de la Terminal de Transportes. Ciudad Salitre comenzó a formarse en 1987, cuando la beneficencia de Cundinamarca entregó al Banco Central Hipotecario 200 hectáreas de los terrenos que pertenecían a la antigua hacienda de El Salitre, para desarrollar un ambicioso proyecto de vivienda planificada, una ciudadela que serviría de modelo para el siglo xxi. En Ciudad Salitre se han construido más de 3 millones de metros cuadrados, 590 mil de ellos destinados a uso residencial, 233 mil para uso institucional y 333 mil para uso múltiple: centros educativos y culturales, gimnasios, hoteles, oficinas, centros comerciales, teatros, grandes zonas verdes, vías amplias y edificios inteligentes.
Como parte de las obras proyectadas para festejar la visita del papa Pablo VI a Bogotá —el primero que pisaba tierras de América— con ocasión del Congreso Eucarístico Internacional en agosto de 1968, se construyó una amplia urbanización residencial de edificios multifamiliares, dotada con avenidas internas, supermercados, almacenes, servicios de comunicaciones y plazoletas. Situada hacia occidente, por la avenida calle 53, Pablo VI fue una urbanización que sirvió de modelo para las que se construyeron en las dos décadas siguientes.
Maloka, museo interactivo inaugurado a finales del siglo xx (1998), y programa de investigación científica y de entretenimiento basado en la investigación, está localizado en Ciudad Salitre al occidente de la capital. Proviene su nombre del vocablo indígena maloca, que describe una casa grande utilizada como sitio de reunión comunitaria por indígenas del Amazonas. Hoy Maloka es sin duda uno de los sitios de referencia en Bogotá. Entre sus atracciones ofrece un cine-domo en el que se presentan documentales científicos, elaborados en forma didáctica y divertida, en formato gigante de domo, es decir, con visión en varias direcciones y desde diferentes perspectivas. En esta gran sala-domo se suceden cientos de experimentos, desde un salón con serpientes y ratones, una jaula de Faraday para experimentos eléctricos, hasta una casa colombiana promedio exhibida desde su parte interna. En Maloka funcionan cinco clubes de ciencia, así: Robótica, Química, Biología, Astronomía y Física.
Vista panorámica del Estadio Nemesio Camacho El Campín y del Coliseo Cubierto El Campín, tomada de sur a norte, sobre la carrera 30. Desde su inauguración en 1938, el Estadio El Campín ha tenido importantes remodelaciones y transformaciones. Su capacidad inicial para 28 000 espectadores, en 1938, es hoy de 60 000. Cuenta con iluminación día artificial para partidos nocturnos y gramilla artificial. Las tribunas occidental, preferencial y norte están cubiertas. En la actualidad se le programa una adaptación tecnológica que le permitirá contar con numerosas pantallas de video y televisión y todas las especificaciones electrónicas y científicas que se utilizan en los mejores estadios del mundo.
Texto de: Fabio Zambrano Pantoja
Como se ha señalado, Bogotá se demoró notoriamente en ocupar sus tierras occidentales. El desarrollo urbano consolidado en la primera mitad del siglo xx produjo una morfología particular, que se puede describir como la figura del arco extendido. La expansión fue, ante todo, lineal, en dirección norte y sur. Crecimiento que no se dio como agregación de piezas urbanas continuas, de acuerdo con un plan, sino en pequeños fragmentos de suelo urbanizado, adosados a las vías regionales y destinados a vivienda. La trama urbana resultante sigue el trazo tentacular de los caminos heredados de la Colonia y la franja alargada es consecuencia de que la ciudad se ciñe a los cerros. El crecimiento en dirección occidental estuvo asociado a la construcción de la Estación de la Sabana, ubicada a su vez sobre la vera de uno de los caminos coloniales1.
Para comprender mejor este fenómeno, hay que mirar el tipo de propiedad agraria que prima en el occidente bogotano. Según el estudio pionero de Juan Carrasquilla Botero2, la estructura predominante es la gran concentración de la propiedad rural, por lo cual el paisaje social de la sabana está coligado a la hacienda. Al iniciarse la parcelación para su urbanización, esta concentración de la propiedad va a incidir profundamente en la forma como se lleva a cabo. Estos son los casos de las haciendas El Salitre, Chapinero, La Soledad, La Merced y La Magdalena, entre otras.
La hacienda El Salitre era propiedad de la familia Vargas Escobar, que migra a París. Allí nace en 1868 José Joaquín Vargas Escobar, futuro dueño del predio3. Al morir éste en Bogotá en 1936, sin hijos ni herederos, deja prácticamente la totalidad de sus propiedades a la ciudad, a través de la Beneficencia de Cundinamarca. La hacienda El Salitre, donde hoy se encuentran, entre muchas otras entidades, la Universidad Nacional de Colombia, el Centro Administrativo Nacional, los parques Simón Bolívar y El Salitre —donde en 1968 se erigió el Templete Eucarístico para recibir al papa Pablo VI—, Ingeominas, IGAC, la Gobernación de Cundinamarca, la Fiscalía General de la Nación, numerosas entidades de investigación, así como diversas urbanizaciones, será una pieza urbana de singular importancia en la formación de la ciudad.
La hacienda, de 2 200 fanegadas, bordeaba la ciudad por el occidente y seguía el curso del río del Arzobispo hasta poco antes de convertirse en el río Salitre; por el sur comenzaba en el río San Francisco, con las haciendas de Aranda y Franco de por medio, y llegaba hasta el camino de Suba y la hacienda Chapinero en el norte, cerrando al occidente con el camino de Engativá y las fincas de La Esperanza, Santa Ana (hoy Normandía) y El Ejido4.
Hasta su muerte, José Joaquín Vargas conservó la hacienda básicamente íntegra, exceptuando los pequeños terrenos que había vendido: algunas zonas para el ferrocarril de la sabana; un potrero al señor Gustavo Zapata en 1924, donde desde los años treinta está el barrio San Fernando; un lote a María Virginia Uricoechea, que daría paso al barrio La Virginia; otro a Miguel Jiménez López, que dio origen al barrio San Miguel; y una fracción a don José María Gómez Campuzano, para redondear el lote que ocupó el hipódromo de la calle 54, todo lo cual sólo redujo la hacienda en 240 fanegadas.
En el momento en que la Beneficencia de Cundinamarca la recibe, la hacienda tenía entre sus linderos la finca El Campín o San Luis (que ya había sido cedida para la construcción del estadio) y la finca La Quinta de Demetrio Paredes, llamada en ese entonces El Recuerdo (hoy barrios Quinta Paredes y El Recuerdo)5. Los otros linderos son difíciles de identificar. Los terrenos de la hacienda no podían llegar en mejor momento. La ciudad vivía años de expansión; el antiguo núcleo urbano se estaba ampliando. Rápidamente se estaban creando barrios nuevos, “modernos e higiénicos”, como Santa Teresita, Teusaquillo, Palermo, La Magdalena, que atrajeron a la población rica a las antiguas quintas ubicadas en las inmediaciones de los potreros de El Salitre.
Para 1936, año de la donación, la ciudad ya se extendía como un arco. Desde el sur de El Salitre por la calle 13 hasta la carrera 31, donde estaba el Matadero Municipal en el sector de Paiba; y por el norte hasta la calle 68 con carrera 37 en el barrio San Fernando. El gran vacío que quedaba en medio se fue llenando rápidamente, en gran parte con lo que hoy es la localidad de Teusaquillo.
Precisamente, por estos años, el gobierno nacional, que planeaba la construcción de la Ciudad Universitaria, preparaba la negociación con el dueño de la hacienda e incluso la toma de medidas de expropiación. La muerte de José Joaquín Vargas vino a agilizar y a dar piso firme a este proyecto.
Luego de recibir la hacienda, la Beneficencia ha ido vendiendo algunas porciones a entidades oficiales distritales, departamentales y nacionales. Ha urbanizado algunos barrios, como Belalcázar sur y norte, Federmán y El Salitre. Ha establecido fiducias para tal fin, con el Banco Central Hipotecario, como es el caso del Salitre suroriental y el Salitre nororiental, que hacen parte del plan Ciudadela El Salitre, desarrollado dentro de los terrenos de la gran hacienda.
Antes de este desarrollo urbanístico, hacia 1910, el primer barrio que aparece al oriente de la línea del ferrocarril, que se corresponde con la actual avenida Caracas, fue el barrio Quesada, localizado entre esta avenida y la carrera 17, de la calle 48 a la 53. Poco conocido, el barrio fue desarrollado por la gestión de particulares que escogieron un terreno en la antigua hacienda Chapinero Carbonell para su parcelación y loteo. La dotación de servicios públicos domiciliarios y la edificación corre a cargo de los propietarios de los lotes; era pues una urbanización sin servicios públicos.
Aunque estaba muy cerca del creciente Chapinero, funcionó desde sus orígenes de manera más o menos autónoma, quizás porque, además de las diferencias sociales, lo separaba de Chapinero la vía del tren. Entre sus ventajas se contaba la cercanía tanto del tranvía como del Ferrocarril del Norte, que tenía una estación, la de Chapinero, a la altura de la actual calle 63.
En 1930, al tiempo con la aparición de barrios elegantes destinados a la elite bogotana, como Teusaquillo, se creó el barrio Acevedo Tejada, construido por el Instituto de Acción Social del municipio, entidad encargada del proceso —parcelación, loteo, urbanización y edificación— de las viviendas destinadas a sectores más populares de la población. Para su construcción se compró al señor José Joaquín Vargas un lote en el extremo oriental de la Hacienda El Salitre, frente a la Quinta de Demetrio Paredes, con el camino a Engativá, futura avenida El Dorado, de por medio. La forma urbana que se le dio es sencilla y coherente y, de acuerdo con los nuevos conceptos urbanísticos, tiene un generoso parque central.
El barrio Teusaquillo, construido al finalizar los años veinte, en parte de la hacienda Las Quintas, fue el primero destinado a la naciente burguesía y a la clase dirigente de la ciudad. Ofrecía lotes amplios y regulares, destinados a casa-quintas, con servicios públicos individuales, en los que se podía construir casas modernas, de estilos inglés, francés o español, con todas las comodidades de entonces: acueducto, alcantarillado y alumbrado eléctrico en casas de dos pisos con baños en su interior, cocinas con innovaciones tecnológicas y garajes.
En su diseño y urbanización se aplicaron nuevos conceptos arquitectónicos y en general un nuevo concepto de vida: unidad conceptual, espacios abiertos, avenidas amplias y arborizadas, casas con jardín al frente y en la parte posterior, es decir, ruptura total del esquema arquitectónico y urbanístico de la Colonia, que incluso tendía a conservarse en el barrio Chapinero.
El proceso de parcelación, loteo y urbanización se llevó a cabo por gestión de particulares y la edificación por iniciativa de los propietarios o encargo a los pocos arquitectos que existían en la época, destacándose la labor de los chilenos Julio Cassanova y Raúl Manhein, que dejaron, mediante placas, su firma en una buena cantidad de inmuebles que aún subsisten. No deja de ser curioso que este barrio, tan moderno y exclusivo, haya usado y rescatado un nombre indígena que estuvo en desuso por casi cuatro siglos.
Los terrenos donde se construyó el barrio Santa Teresita hacían parte de la hacienda La Merced, propiedad de la Compañía de Jesús. La hacienda se extendía hacia el oriente hasta donde hoy se encuentra el Parque Nacional Olaya Herrera, entre la Quinta de La Magdalena y la hacienda Chapinero Carbonell. En otras partes de estas tierras se construyó el barrio La Merced y el Colegio San Bartolomé La Merced. El nombre del barrio fue condición para la venta de la propiedad.
La sociedad urbanizadora Moderna fue la encargada de desarrollar este barrio. Dado el contraste con las condiciones de vida en el núcleo de la ciudad, los lotes se vendieron con el atractivo de ser una “urbanización sanitaria”. La edificación de las casas se llevó a cabo por iniciativa de los propietarios de los lotes, en algunos casos de forma individual con la simple contratación de albañiles, en otros por encargo a algún arquitecto. En todo caso se seguía la moda. Las primeras casas tipo republicano, pero más adelante primó el gusto por las casa-quintas. Hacia 1930 el barrio ya estaba habitado.
Al momento de la urbanización, el acueducto de Bogotá no estaba en condiciones de extender sus redes hasta allí, por lo cual se construyó un acueducto propio para el barrio. Más tarde, cuando el acueducto municipal amplió sus redes a esta zona, el acueducto del barrio entró en desuso. En 1946 se autorizó construir en él.
El actual barrio de La Magdalena, como la mayoría de los de la localidad, si no todos, tiene su origen en una quinta que le da el nombre. La Quinta de La Magdalena estaba ubicada al sur del río del Arzobispo y al occidente del camino a Tunja y ocupaba una extensión de tierra mucho mayor de la que hoy tiene el barrio. Por el norte llegaba hasta la Carretera Central del Norte, hoy carrera 7.ª, por el occidente hasta los terrenos del señor Malo O’Leary, y por el sur hasta el cauce de la quebrada Tequeneusa, aproximadamente la actual calle 36.
El barrio Palermo es otro de los barrios residenciales realizados mediante gestión de particulares. En la última parcela de la hacienda Chapinero Carbonell, comenzó en 1934 el proceso de loteo, urbanización e instalación de servicios por parte de la urbanizadora Ospinas y Cía., que en sus comienzos llevaba la razón social Tulio Ospina y Cía.
El diseño, del arquitecto austriaco Karl Brunner, rompe con el esquema tradicional cuadriculado para darle forma abanicada, con calles que se convierten en curvas y empatan con el trazado de los barrios Quesada y Santa Teresita, con los que limita por el norte y el sur, respectivamente. En 1938, sobre el barrio ya trazado, se realiza allí la exposición en conmemoración del IV Centenario de la fundación de la ciudad.
El desarrollo urbano del barrio se realiza a través del eje central, organizado a partir del Parque Palermo. Las edificaciones se construyen individualmente por encargo y cuentan con espacios de transición como antejardines y accesos laterales, además de jardines interiores, de moda en los años cuarenta. Hacia 1943 la mayoría de las magníficas casas ya se encuentran terminadas y habitadas.
El barrio La Soledad, originado en la quinta del mismo nombre, fue urbanizado en 1945 por la firma Ospinas y Cía., y se encuentra ubicado entre las carreras 19 y 28 de la calle 39 a la 33.
Otro barrio es el conformado por la urbanización Banco Central Hipotecario. A finales de los años treinta el Banco Central Hipotecario puso en marcha una política de provisión de vivienda dirigida a la clase media. Para tal fin, adquirió en el norte de la ciudad lotes próximos tanto al nuevo Estadio Nemesio Camacho, como al Hipódromo Alfonso López, ambos terminados entre 1935 y 1938. El predio de esta urbanización se encontraba entre las calles 51 y 55 y las carreras 17 y 21 y contaba con las recientes facilidades de transporte colectivo (tranvía eléctrico, líneas de buses). Todo el sector recibió el nombre genérico de Banco Central Hipotecario. El trazado de sus calles, así como el diseño de algunas de sus edificaciones, estuvo a cargo de la firma constructora Cuéllar, Serrano, Gómez. Las primeras viviendas se entregaron en 19396.
La construcción del conjunto multifamiliar Centro Urbano Antonio Nariño, CUAN, en 1953, es una novedad e implica nuevos conceptos urbanísticos. Se trata del primer conjunto residencial de carácter experimental construido en la ciudad, ante la vigencia de los movimientos modernos y los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM). La arquitectura del conjunto sigue los preceptos del arquitecto Le Corbussier, en que las construcciones ocupan el menor porcentaje del terreno en beneficio de zonas verdes, parqueaderos y servicios comunales, y el primer piso se conserva como área libre para la circulación de las personas.
Para su emplazamiento se escogió un lote de grandes dimensiones, propiedad de la Beneficencia de Cundinamarca, que era parte de la antigua hacienda El Salitre, y estaba localizado sobre la avenida de Las Américas, construida poco antes. Éste fue un proyecto de gestión estatal. El Ministerio de Obras Públicas que se encargó de la urbanización y la construcción de los 960 apartamentos, mientras la parcelación, el loteo y el diseño estuvieron a cargo de los arquitectos Rafael Esguerra, Néstor Gutiérrez, Juan Méndez y otros.
Numerosos barrios surgieron por esta época en el occidente. El Alfonso López, urbanizado en 1934, se ubica entre las carreras 19 y 27 y las calles 47 y 52. El Recuerdo, construido en terrenos de la quinta de Demetrio Paredes que llevaba ese nombre, fue urbanizado en 1936 y tenía como límites las carreras 36 y 38 y las calles 26 y 30. La urbanización Armenia, iniciada en 1937, va de las calles 26 a 30 y de la avenida Caracas a la carrera 17. El Campín, como el San Luis, fue urbanizado en predios que van de la diagonal 54 a la 63 y de la transversal 19 a la carrera 26. El Recuerdo II, urbanizado en 1948, va de la calle 25 a la 22 y de la carrera 36 a la 40. La urbanización Las Américas, desarrollada en 1954, limita con La Soledad y la avenida 26.
Además, la Universidad Nacional de Colombia se constituyó en un centro de servicios educativos que marca la urbanización del occidente. “Con la Ley 68 de 1935, la Universidad Nacional queda constituida como un organismo autónomo con personería jurídica, fuerza decisoria y plenos poderes para darse a sí misma una organización interna capaz de permitir su normal desarrollo…”7. Por esa misma época, el gobierno nacional del liberal Alfonso López Pumarejo, recién llegado al poder, busca quebrantar las estructuras tradicionales aún persistentes en el país, mediante leyes agrarias y laborales. La restitución de la universidad se enmarca dentro de ese espíritu de renovación, al anunciar la apertura de la educación a sectores más amplios de la sociedad. Cabe señalar que, en ese momento, la universidad, que había sido fundada en 1867, se encontraba dispersa en la ciudad y ocupaba viejas edificaciones que ya resultaban inadecuadas para las nuevas funciones que buscaba asignarle el Estado liberal reformador.
El asesor alemán Fritz Karsen realiza un estudio de los recursos con que cuenta la universidad y plantea los lineamientos para una concepción moderna, apoyada en una organización administrativa y un conjunto de servicios generales de carácter docente y estudiantil. Para que eso fuera posible había que dotarla de una unidad espacial que permitiera la interrelación entre los diferentes organismos constitutivos.
Como complemento al plan de reorganización de la universidad, era necesario un buen diseño de la planta física. Éste fue encargado al arquitecto Leopoldo Rother, quien contó con la colaboración del mismo Karsen. Se trataba de dar una localización radial a las cinco zonas de la estructura académica propuesta en el plan de Karsen: Ciencias Naturales, Ciencias Químicas, Ingenierías, Artes y Ciencias Aplicadas, Ciencias Sociales y Políticas. En un eje central van los servicios generales (administrativos, de bienestar estudiantil, zona deportiva y residencial); una vía circular liga el conjunto y permite el acceso vehicular, y una vía peatonal ramificada va a todas las edificaciones. El plano inicial, con algunas modificaciones del director de Edificios Nacionales, arquitecto Alberto Wills Ferro, dio como resultado el aspecto actual de la universidad, con dos anillos paralelos de circulación vehicular y los edificios orientados en forma diferente al plan de Rother. La zonificación por sectores no tuvo alteración.
Las obras comenzaron en junio de 1936, en un lote ubicado en la periferia occidental de la ciudad, sobre la carrilera del ferrocarril del nordeste, hoy carrera 30, a partir del lindero que compartían la hacienda El Salitre y el barrio Acevedo Tejada.
Con un frente de 1 000 metros y un fondo aproximado de 1 500, la gran área del lote permitía dar cabida a la cantidad de edificios docentes y los demás organismos que se pensaba construir, además de proveer reservas de terreno que le aseguraran en el futuro rentas propias, mediante la construcción de urbanizaciones o granjas.
Su ubicación, que aún hoy sigue siendo estratégica para la oferta de los servicios educativos, se veía favorecida por la facilidad de acceso, pues ya se contaba con la calle 26, que llegaba hasta un poco más abajo de la carrera 32, y se estaba terminando la calle 53 sobre “el antiguo” cauce del río Arzobispo. Adicionalmente, se proyectaba en ese momento la avenida 28, aprovechando el antiguo camino a El Salitre.
El estudio de la posible localización de la universidad se había iniciado el año anterior y entre las consideraciones que se tuvieron en cuenta estaba la valorización de los terrenos colindantes y la corrección del irregular desarrollo de la ciudad que tenía un gran terreno baldío en el centro8.
En los primeros años “sólo el Instituto Botánico, fundador del Campo Universitario, la Escuela de Veterinaria y las facultades de Derecho y Arquitectura, encuentran allí su nueva ubicación”9, además de los servicios complementarios como las residencias estudiantiles y de profesores, el Estadio Alfonso López, algunas canchas de tenis y la de baloncesto. Las facultades de Ingeniería y Medicina, las escuelas de Farmacia, Odontología y Bellas Artes, el Conservatorio de Música y otros organismos adscritos como el Instituto Nacional de Radium, el Museo Nacional y el Observatorio Astronómico, permanecerían aún un tiempo en diferentes lugares de la ciudad.
Recorrer la universidad hoy en día es transitar por diferentes épocas y tendencias de la arquitectura colombiana que, por mucho tiempo, antes de lograr características propias, se movió bajo el influjo de la que se hacía fuera del país, en especial en Europa. Algunas edificaciones de las primeras épocas denotan la influencia de una arquitectura con reminiscencias neoclásicas, en boga en la Alemania e Italia de esos tiempos, que pretendía ser imponente y grandiosa. Otras, con su blanca geometría, reflejan las tendencias de la Escuela Bauhaus, la mayoría de éstas, a pesar de las reformas y adiciones, conservan sus características. En 1973 el Premio Nacional de Arquitectura es otorgado al Auditorio León de Greiff, de la Universidad Nacional10.
Otro importante centro de servicios ubicado en esta zona es el Centro Administrativo Nacional, CAN. Durante mucho tiempo el gobierno central pensó en construir un gran centro que albergara todas las entidades oficiales, principalmente de gobierno. En el plan maestro para el centro de la ciudad Le Corbusier planteaba demoler prácticamente todas las edificaciones alrededor del Capitolio para construir allí el CAN.
Sólo hasta la administración del general Gustavo Rojas Pinilla se concreta este antiguo plan, pero ubicado en su actual emplazamiento. En el proyecto inicial se contemplaba trasladar allí el palacio de gobierno, el batallón Guardia Presidencial, los 11 ministerios de entonces, el Instituto Nacional de Radio y Televisión —Inravisión—, el Diario Oficial y un centro comercial.
Descartado el plan inicial de hacer el centro en la parte antigua de Bogotá se eligió un lote en la antigua hacienda El Salitre, que el gobierno nacional compró a la Beneficencia de Cundinamarca. Por el sur tendría la vía que uniría el centro con el nuevo aeropuerto internacional que se hallaba en construcción, o avenida 26, que durante mucho tiempo sólo llegó hasta la Ciudad Universitaria. Por el oriente sus límites serían los confines de la Universidad Nacional y por el occidente una prolongación de la carrera 5011.
El diseño original de la obra, muy distinto del que finalmente se construyó, fue encargado a la firma norteamericana de arquitectos Skidmore, Owings y Merril, y en él se preveía el acceso a todos los edificios por una carretera circunvalar, con el interior libre del tránsito de autos, embellecido con lagunas, fuentes y plantas. El Palacio Presidencial, que sería el punto focal, contaría con dos anchas plazas, al este y al oeste, y a su alrededor estarían agrupados los edificios de cuatro pisos que alojarían a los ministerios. Este diseño revivía los trazados monumentales de los centros cívicos europeos de los siglos xviii y xix. Se aseguraba que “la grandeza y dignidad que caracterizan los jardines de Versalles, el diseño de la parte central de París y de la ciudad de Washington, reaparecen en este nuevo Centro que constituirá un monumento a la antigua grandeza, a la industria actual, y al brillante porvenir de Colombia… El proyecto entero suministra jardines públicos de tal escala que rivalizan con los más hermosos de Europa”12. En fin, un sinnúmero de maravillosas obras que nunca se llevaron a cabo. El proyecto que finalmente fue construido se encuentra a medio camino entre lo proyectado y lo que se pudo hacer. En parte, su origen, como proyecto de un gobierno militar de facto, y las exigencias económicas que implicaba, llevaron a su ejecución parcial.
Más tarde, sobre un terreno triangular perteneciente a la administración distrital y enmarcado por tres importantes vías de la ciudad: la carrera 30, ?la calle 26 y la avenida de las Américas, se construyó el Centro Administrativo Distrital (CAD), según proyecto presentado por Cuéllar, Serrano & Gómez13, firma a la cual también se adjudicó la construcción.
Con esta obra, iniciada en 1968, se buscaba prestar un servicio más eficiente y cómodo tanto para los empleados como para los usuarios. El rápido crecimiento demográfico de la ciudad, así como la ampliación de las dependencias distritales, trajo de pronto grandes congestiones en las dispersas y mal acondicionadas oficinas, repletas de ciudadanos que demandaban más y mejores servicios.
La Alcaldía distrital necesitaba trasladar y centralizar allí las oficinas de la Tesorería, Catastro, Planeación Distrital, Valorización, Secretaría de Obras Públicas, Acueducto Municipal, Energía Eléctrica y Empresa de Teléfonos, entre otras. Las vías y el amplio estacionamiento permitirían un fácil y masivo acceso de los usuarios a estas oficinas.
Los dos bloques que conforman el centro fueron pensados según su función. El bloque bajo, que se terminó y entró a funcionar primero, cuenta con un amplio hall público de entrada y cajeros de los despachos que tienen mayor contacto con el público. El bloque alto, o torre, con sus 14 pisos, terminado en 1972, alberga las oficinas de menor afluencia. Actualmente, éste es uno de los edificios emblemáticos de la ciudad.
Por último, otro centro de servicios pionero en la expansión al occidente fue la Corporación de Ferias y Exposiciones (Corferias), creada el 8 de junio de 1954 y puesta al servicio en octubre del mismo año, cuando se inauguró la primera Feria Exposición Internacional, que más tarde se convertiría en la Feria Internacional de Bogotá. Ubicado en uno de los costados del Centro Urbano Antonio Nariño, recién construido, el lugar se abría como un espacio que integraba a la ciudad y ofrecía un servicio urbano hasta entonces desconocido, como era la convocatoria de 315 expositores y un área de exhibición de 25 000 metros cuadrados de espacio útil.
El Estadio Nemesio Camacho, El Campín, surgió de la necesidad de construir una sede para los Juegos Bolivarianos. Fue el alcalde Jorge Eliécer Gaitán quien impulsó el proyecto, como parte de las obras para celebrar el IV Centenario de la fundación de la ciudad. Para ello se escogió un terreno ubicado entre las actuales calles 53 y 63, propiedad de Luis Camacho Matiz, quien donó el lote bajo dos condiciones: que sólo se usara en la construcción de un estadio deportivo y que llevara el nombre de su padre, Nemesio Camacho. Por supuesto que también se daba la situación de que esta familia se encontraba adelantando la urbanización de sus terrenos, y que la inclusión en el área urbana de estas fincas exigía la entrega de terrenos para la construcción de espacios públicos, además de que la construcción del estadio valorizaba las tierras, por entonces en los límites de la ciudad.
Ya con las condiciones dadas, se inició la gran obra con que el alcalde pensaba celebrar los 400 años de la ciudad, el 6 de agosto de 1938, pese a las críticas de quienes la consideraban un despilfarro y a la oposición del propio presidente Alfonso López Pumarejo, quien afirmaba que era más barato construir el estadio en la Ciudad Universitaria. Al cabo del tiempo, se hicieron las dos obras.
La obra se inauguró el 15 de agosto de 1938, nueve días después de la fecha prevista. A las 10 de la mañana, con la presencia del presidente Eduardo Santos, posesionado ocho días antes, 17 000 personas asistieron al programa preparado para dar comienzo a los primeros Juegos Bolivarianos, en el que no faltaron los desfiles, los himnos, la izada de banderas, los discursos y la llama olímpica. Los juegos durarían siete días y su clausura, el 22 del mismo mes, trajo de nuevo honores y discursos y la apagada de la llama olímpica, arrojándole tierra traída de los seis países participantes. Desde su inauguración, el estadio ha tenido grandes transformaciones, en especial las realizadas en 1951 y 1965.
El aforo inicial del estadio era de 23 500 asistentes, repartidos en nueve tribunas en los cuatro costados. En la parte oriental había una sola tribuna de 90 metros de largo y con capacidad para 7 000 personas; en el costado occidental había dos tribunas, una alta y otra baja que recibían 12 000 espectadores; los costados norte y sur sumaban 4 500 plazas y tenían cada uno tres tribunas: norte y suroriental, norte y suroccidental y norte y sur. Las tribunas oriental y occidental se elevaban sobre bases, pero las norte y sur estaban al nivel del suelo y en la tribuna norte se ubicó, como era costumbre, la puerta de maratón, en forma de arco de triunfo.
La capacidad inicial de 23 500 asistentes, que era suficiente en el año de 1938, no lo fue ya a mediados del siglo; así que en 1951 se hizo la primera reforma. En esta ocasión las tribunas norte y sur fueron levantadas del nivel del piso, mediante el uso de estructuras de concreto, y se demolió el arco del triunfo para cerrar del todo el óvalo y elevar la capacidad del estadio a 45 000 espectadores. El estadio fue reinaugurado el 20 de julio de 1951 con dos partidos internacionales amistosos. Con el auge del fútbol tanto en el país como fuera de él y los cada vez más frecuentes compromisos internacionales en los años sesenta, se evidenció la necesidad de ampliar todavía más el estadio, que alcanzó el tamaño que hoy tiene con la segunda reforma.
——
Notas
- 1. Castillo, Juan Carlos del, op. cit., pág. 66.
- 2. Carrasquilla Botero, Juan, Quintas y estancias de Santafé de Bogotá, Bogotá, Fondo de Promoción de la Cultura, Banco Popular, 1989.
- 3. Revista Ilustrada, vol. 1, n.o 15, Bogotá, agosto de 1899, págs. 177-178.
- 4. Carrasquilla Botero, Juan, op. cit., págs. 202-203.
- 5. Expediente del juicio de sucesión del juzgado 6 civil del circuito.
- 6. Téllez, Germán, Cuéllar, Serrano & Gómez, arquitectura 1933-1983, Fondo Editorial Escala, Bogotá, 1988, págs. 56-57.
- 7. Amorocho, Luz, “Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. Evolución histórica de su planta física, 1934-1964”, en: Revista Proa, n.o 133.
- 8. “En la ciudad universitaria vivirán más de 10 000 personas”. El Tiempo, miércoles 13 de mayo de 1936, págs. 1 y 15. Citado en: Alfonso López Pumarejo y la Universidad Nacional de Colombia, Edit. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2000.
- 9. Amorocho, Luz, op. cit.
- 10. Revista Proa, n.o 247, abril de 1975, págs. 14-17.
- 11. Centro Administrativo Nacional para la República de Colombia, en: Revista Proa, n.o 110, julio de 1957.
- 12. Ibíd.
- 13. Revista Proa, n.o 193, abril de 1968.