Variedad de expresiones a través del volumen

Serie “Espacio simbólico” / Sin título / ca.1990 / Óleo sobre lienzo / 90 x 210 cm 

Blanch / Escultura, terracota / 1965-1966 / 41 x 15 x 14,5 cm aprox. 

Novio / Sin fecha / Escultura, ensamblaje / 65 x 41,5 x 22 cm 

La novia / Sin fecha / Escultura, ensamblaje / 43,5 x 60 x 22,5 cm 

Ilusión Colombia / 1973 / Escultura, ensamblaje / 44 x 26 x 44 cm 

Trabajo manual (1/4) / Domo, ensamblaje / 29 cm x 20 cm diámetro 

Trabajo manual (2/4) / Domo, ensamblaje / 29 cm x 20 cm diámetro 

Trabajo manual (3/4) / Domo, ensamblaje / 29 cm x 20 cm diámetro 

Trabajo manual (4/4) / Domo, ensamblaje / 29 cm x 20 cm diámetro 

Aurora / Escultura, bronce / 1965-1966 / 38,5 x 14 x 14,5 cm aprox. 

Texto de: Lylia Gallo

Aragón se inicia como escultor en Arizona, y es tal vez el primer artista colombiano que lleva su obra bidimensional a la escultura; sin embargo, no vuelve a practicarla como tal, interesándose más por los ready-mades, los assemblages o las instalaciones de los más variados materiales y orientaciones, convirtiendo objetos en desuso en obras de arte, a través de la ironía y el humor, como formas de distanciamiento e incluso de crítica.

A lo largo de su vida desarrolla los planteamientos y realizaciones de su tesis en Arizona, investigando en diferentes materiales como acuarelas, dibujo, grabado, arcilla, óleo y acrílico. Las figuras femeninas y el paisaje están presentes de manera indisoluble en este trabajo, integrándose e intercambiando su carácter sensual y cósmico, emotivo y natural en los dibujos, grabados y esculturas que lo componen.

La necesidad de sentir las formas del dibujo lo lleva a modelar las ampulosas mujeres que funde en esculturas pesadas, sólidas y macizas, con gran juego de luces y volumen. La mayoría en actitud de marcha, en movimiento, con perfecto poliedrismo, conservando íntegro desde cualquier ángulo su poder de expresión. Pese a inspirarse en personajes de la mitología desde épocas prehistóricas, que simbolizan el origen y la fecundidad, con evidentes referencias a las venus paleolíticas, especialmente a la Venus de Willendorf, por sus características adiposidades en el pecho, vientre y muslos, Aragón crea su propia mitología, muy latina, que pone en juego con la cercanía a la propia realidad de mujeres ampulosas, de caderas generosas y sobresalientes, con sólidos y robustos muslos, que de niño observa en su ciudad natal y la reacción que provocan en los hombres. Su gran tema de la figura femenina, enorme y grácil, enfocada como la gran madre, la madre Tierra, lo lleva a lo cotidiano con su típico humor, al ponerles el vestido de baño, un barquillo o una gran manzana en la mano. El artista la vuelve real, como cualquier mujer, con los pies desnudos, el vestido que no cubre realmente, como el que usan las mujeres en el Caribe, con cartera y sombrero. La mujer sentada en un banco de arcilla con el cabello recogido hacia arriba, las figuras yacentes y de pie con niños, como madres protectoras, evidencian los rasgos que caracterizarán siempre sus figuras femeninas.

“Trabajos manuales” es el título que Aragón da a los llamados “Domos”, obras ejecutadas en 1976, aunque en realidad son instalaciones mediante las cuales denuncia la devastación del medio ambiente, la ausencia de la naturaleza y la extinción de los animales por culpa del hombre. La crítica los relacionó con los primeros assemblages de Picasso en 1912 y con el mundo onírico del surrealismo. Sorprende con el empleo de nuevos materiales, reunidos pacientemente en una curiosa mezcla de elementos marinos –como trozos de coral, conchas, arena, muelas de cangrejo y pequeñas estrellas de mar– con mariposas, plumas de pavo real, insectos, hojas y ramas secas, y material inorgánico o fabricado artificialmente, como ojos de vidrio, para elaborar sus fantasías, que estructura en unos fanales alusivos a diversos estados de conciencia y conocimiento. El mismo artista expresa: “Los ojos son agresivos. Te miran, te responden. Tú los estás mirando y ellos tienen que reaccionar con fuerza igual y contraria, para que haya un equilibrio entre observador y observado”. Y añade: “Busqué hacer, de cosas tangibles, cosas intangibles y devolverles así un significado perdido”. Es una obra experimental en la que reúne objetos reales para organizar paisajes en miniatura y de impronta surrealista, que recubre con campanas de cristal. Estos fanales, populares en el siglo xix, eran una manera de comunicar y resguardar objetos especiales. Ellos ponen de manifiesto una rica imaginación que combina elementos variados para lograr un sugestivo mundo propio.

En 1973, Aragón realiza assemblages en los cuales, mediante el empleo de objetos de uso, llega a ingeniosas referencias y agudas críticas. Invitado por el Museo de Arte Contemporáneo del Minuto de Dios en Bogotá presenta El novio y La novia (páginas 40, 41), obra compuesta por un par de teléfonos verticales de magneto a los que adiciona manos de madera, seguramente pertenecientes a figuras de santos coloniales, y coloca en el frente, enmarcadas, tarjetas postales alusivas a los personajes, muy al estilo del siglo xix. Estos elementos distancian nostálgicamente el conjunto, pero el humor y la ironía se hacen presentes al mostrar, en una de las manos abiertas de la novia, el cable y el auricular, mientras el novio, con el auricular colgado, tiene una mano abierta y la otra vertical en la parte inferior del teléfono, con clara alusión erótica y sexual.

Ilusión Colombia (página 34) es el título de otra obra construida con un molino manual de café, con manos femeninas de madera, en el cual ingresa café en pepa y salen pequeños fragmentos de espejos, con evidente referencia a la conquista americana por parte de los europeos y que perfectamente se podría aplicar a la actualidad, cuando las riquezas del país se cambian por baratijas e ilusiones.