- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
La fauna danzante

El caimán, figura-metáfora del hombre anfibio del río Magdalena, juega y baila con la carga de un sinfín de leyendas y mitos. Carnaval de Barranquilla, Atlántico. Jeremy Horner.

Las mujeres satirizan a los hombres vestidos de mujeres en la danza de “las farotas”. El Banco, Magdalena. Jeremy Horner.

Danza del caimán. Carnaval, río Magdalena. Danza de hombres que asedian a las mujeres. El caimán se torna en símbolo fálico. Dice la copla: Ese maldito caimán / se ha comido a mijitica. Mijita linda ¿dónde está tu hermana? ¡El caimán se la comió! Jeremy Horner.

Danza del caimán. Carnaval, río Magdalena. Danza de hombres que asedian a las mujeres. El caimán se torna en símbolo fálico. Dice la copla: Ese maldito caimán / se ha comido a mijitica. Mijita linda ¿dónde está tu hermana? ¡El caimán se la comió! Jeremy Horner.

En el legendario reino africano de Ghana, la serpiente pitón Uagadu-Bida, dios de la fertilidad, fue antepasado totémico del emperador Tunka Menin, soberano en 1062. En las danzas de congos, los más aguerridos se enrollan en un brazo una serpiente viva. Barranquilla, Atlántico. Jeremy Horner.

Sombrero de los indios Zenúes, símbolo del hombre costeño del Caribe colombiano, parte del atuendo musical en la región. Jeremy Horner.

El carnaval tiene cuatro días de expresión intensa: empieza un sábado, sigue con la batalla de flores y termina con la muerte de Joselito Carnaval el martes, víspera del miércoles de ceniza, según el calendario del ritual católico. Pero el comienzo real de la fiesta es el 20 de enero, día de San Sebastián, cuando la lectura de un bando autoriza el jolgorio. Entonces hay verbenas en los barrios, selección de reinas locales, aparecen los primeros disfraces y cada fin de semana se baila en una euforia permanente de fiesta en toda la región. San Sebastián es un santo católico de gran devoción entre los negros. Fue en la colonia su protector contra la terrible viruela y parece representar a Omolú, deidad yoruba del occidente africano. Jeremy Horner.

Ensayo para fiestas en El Banco, Magdalena. Preparación de tambores. Santo Tomás, Atlántico. Jeremy Horner.

Ensayo para fiestas en El Banco, Magdalena. Confección del traje de cucamba. Jeremy Horner.

Santo Tomás, Atlántico. Jeremy Horner.

El disfraz de la marimonda en la zona carnestoléndica del Caribe colombiano, originalmente lució una máscara de tela burda de costal con enormes orejas, trompa, boca y ojos de rosquilla y cuerpo de hombre en harapos de trajes al revés. Era el vestido de quienes no tenían dinero para comprar un disfraz, dice el pintor barranquillero Angel Loochkartt. Jeremy Horner.

Carnaval de Barranquilla. Jeremy Horner.

En el carnaval, desfilan la marimonda y la muerte, otro de los disfraces antiguos. Jeremy Horner.

La oposición mujer/hombre parecería buscar momentos de neutralización ritual en el travestismo de carnaval. Barranquilla, Atlántico. Jeremy Horner.

Fantasía fálica: el disfraz casual. Barranquilla, Atlántico. Jeremy Horner.

El auge de Barranquilla como puerto de tráfico, comercio y asentamiento de europeos y otros extranjeros, posiblemente tenga que ver con la introducción del carnaval en esta ciudad. Aunque 1875 es la fecha en la cual se oficializó el carnaval en la ciudad, la fiesta como evento cultural representa un proceso social que arrancó desde el comienzo de la colonia, en amplios territorios del caribe colombiano. Barranquilla, Atlántico. Jeremy Horner.

El auge de Barranquilla como puerto de tráfico, comercio y asentamiento de europeos y otros extranjeros, posiblemente tenga que ver con la introducción del carnaval en esta ciudad. Aunque 1875 es la fecha en la cual se oficializó el carnaval en la ciudad, la fiesta como evento cultural representa un proceso social que arrancó desde el comienzo de la colonia, en amplios territorios del caribe colombiano. Barranquilla, Atlántico. Jeremy Horner.

En la zona de carnaval del río Magdalena, su gente ha sido dibujada poéticamente como los bogas vaqueros. El gran poeta de la cultura negra, Candelario Obeso, oriundo de Mompox, en su Canción del boga ausente, a finales del siglo XIX escribió a propósito: Qué triste está la noche / La noche qué triste está no hay en el cielo una estrella... / Remar, remar. La negra de mi alma mía / mientras yo remo en la mar bañado en sudor por ella, / ¿Qué hará?, ¿qué hará? Jeremy Horner.

En la gran parada. Carnaval de Barranquilla. Jeremy Horner.

Cantinflas, héroe mexicano popular, es disfraz individual que siempre aparece en interpretación de niños, jóvenes y viejos. Jeremy Horner.
Texto de: Nina S. de Friedemann
Con todo, hay tradiciones que aunque estén diseminadas, o en los últimos años tan sólo aparezcan en el carnaval de Barranquilla, son reclamadas por determinados pueblos como parte de su tradición local. Un par de ejemplos son el del hombre-caimán y el de las marimondas.
Plato sobre el río Magdalena y Ciénaga sobre el mar Caribe se disputan, entre otros, al hombre-caimán no sólo como protagonista del mito y de la danza, que están en la génesis de una de las celebraciones más emblemáticas del Caribe colombiano. San Martín de Loba, en vecindades de Mompox, también entra en la diatriba. Allí se dice que hay un enorme caimán que vive en el lecho del río en un palacio de oro. A algunos pescadores se los ha llevado al fondo del agua, pero cuando el río se crece ayuda a los ribereños subiendo a la superficie y su enorme espalda le sirve de puente a mucha gente. Conforme nos dijeron a Bob Friedemann, a Jaime Arocha y a mí, hace unos años en Plato, el caimán en sus mejores tiempos fue un pescador, alto, fornido y buen mozo llamado Saúl Montenegro, a quien le gustaba mostrar su diente de oro en tanto que les guiñaba el ojo a las mujeres. Le atraían todas y esa fue su perdición. Una vez soñó con mirar a las jovencitas que retozaban desnudas en el río y tuvo una idea. Buscó a un indio guajiro a quien le pidió el secreto para convertirse en caimán. El indio le dio una botellita con el líquido mágico. Al salir dichoso del agua, el resto de líquido que le devolvería su forma de hombre se derramó y con unas gotas apenas alcanzó a restituirse su cara y su diente dorado. Ahí comenzó el triste destino de Saúl con cuerpo de caimán, que empezó a deambular río Magdalena arriba y río abajo, llegando hasta el mismo carnaval de Barranquilla, pero que nunca perdió su gusto por las mujeres a quienes, si puede, las engulle. Y ahí debió comenzar otra parte del desacuerdo entre los poblados que no sólo debaten la cuna del caimán sino su actual sitio de vivienda.
En la fiesta que la gente de Ciénaga le ha celebrado al caimán durante la primera mitad de este siglo, el disfraz y la danza, que ha sido de hombres, incluía nada menos que verdaderas cabezas del reptil a las que se les colocaban canicas de cristal en la cavidad de los ojos, articulándose a cuerpos hechos de cañas y recubiertos de tela o papel en una gama que pasando por el azul iba del gris al verde. En el decenio de 1970 todavía en Ciénaga se veían pequeños caimanes vivos como mascotas de algunas danzas de caimán. En todo tiempo los danzantes, metidos en los cuerpos del reptil, corren en asedio de las mujeres. Son representaciones fálicas y su gesto sensual no deja lugar a dudas sobre sus intenciones.
En Barranquilla la marimonda, un disfraz de carnaval muy frecuente, es un personaje cuya cuna la reclama el poblado de Santa Ana sobre el río Magdalena. Se dice además que es uno de los más viejos junto con los matachines, las mojigangas y por supuesto los diablos.
La marimonda, originalmente lució una máscara de tela burda de costal con enormes orejas, trompa, boca y ojos de rosquilla y cuerpo de hombre en andrajos. Era el vestido de quien no tenía dinero para conseguir un disfraz. Su comportamiento es el de un intruso irreverente: entra y sale protegido por su desenfado y desprecio a cualquier norma de carnaval. Disipa, desordena, desconcierta, aturde y ofende con el ruido de su lengüeta, una especie de chiflido que por debajo de la trompa hace sonar cada vez que alguien lo increpa. Irrumpe e interrumpe, se befa de la alegría, de la belleza o de la música, y seguramente por esta conducta se le mira como un mico. Pero, cuándo apareció este personaje y cómo se creó la máscara singular que lo ha destacado desde siempre, es una pregunta aún sin respuesta.
Sin embargo, al hacer un cotejo iconográfico de las máscaras de elefante de Bagam, Bamum, Duala y Bamileke en las praderas del Camerún en el occidente africano, se observa un parentesco estético ancestral con las de las marimondas del Caribe colombiano. Y en la máscara marimonda la función de la lengüeta como arma de defensa y ofensa, productora de sonidos, órgano de comunicación, puede compararse con el papel primordial de la trompa en el elefante mismo.
En Africa, las máscaras son expresiones abstractas de elefantes que se lucen como atuendo en ceremonias fúnebres. Su aparición en lugares de Suramérica la registran tradiciones orales de descendientes de africanos; del mismo modo se encuentran leones y otros ejemplares de la fauna de ese continente. Así, en el marco del carnaval no es insólito hallar esta memoria, testimonio de un puente sólido entre Africa y América.
Dentro de la riqueza del evento hay una inversión del status de magnificencia y de protagonismo épico que históricamente y en los mitos ha tenido el elefante en algunas de las sociedades africanas. Su guasonería, su desempeño disoluto, individualista y necio ha sido el disfraz que en el carnaval del Caribe colombiano lo ha ocultado, aunque increíblemente sea aquí la máscara la que lo desenmascara.
#AmorPorColombia
La fauna danzante

El caimán, figura-metáfora del hombre anfibio del río Magdalena, juega y baila con la carga de un sinfín de leyendas y mitos. Carnaval de Barranquilla, Atlántico. Jeremy Horner.

Las mujeres satirizan a los hombres vestidos de mujeres en la danza de “las farotas”. El Banco, Magdalena. Jeremy Horner.

Danza del caimán. Carnaval, río Magdalena. Danza de hombres que asedian a las mujeres. El caimán se torna en símbolo fálico. Dice la copla: Ese maldito caimán / se ha comido a mijitica. Mijita linda ¿dónde está tu hermana? ¡El caimán se la comió! Jeremy Horner.

Danza del caimán. Carnaval, río Magdalena. Danza de hombres que asedian a las mujeres. El caimán se torna en símbolo fálico. Dice la copla: Ese maldito caimán / se ha comido a mijitica. Mijita linda ¿dónde está tu hermana? ¡El caimán se la comió! Jeremy Horner.

En el legendario reino africano de Ghana, la serpiente pitón Uagadu-Bida, dios de la fertilidad, fue antepasado totémico del emperador Tunka Menin, soberano en 1062. En las danzas de congos, los más aguerridos se enrollan en un brazo una serpiente viva. Barranquilla, Atlántico. Jeremy Horner.

Sombrero de los indios Zenúes, símbolo del hombre costeño del Caribe colombiano, parte del atuendo musical en la región. Jeremy Horner.

El carnaval tiene cuatro días de expresión intensa: empieza un sábado, sigue con la batalla de flores y termina con la muerte de Joselito Carnaval el martes, víspera del miércoles de ceniza, según el calendario del ritual católico. Pero el comienzo real de la fiesta es el 20 de enero, día de San Sebastián, cuando la lectura de un bando autoriza el jolgorio. Entonces hay verbenas en los barrios, selección de reinas locales, aparecen los primeros disfraces y cada fin de semana se baila en una euforia permanente de fiesta en toda la región. San Sebastián es un santo católico de gran devoción entre los negros. Fue en la colonia su protector contra la terrible viruela y parece representar a Omolú, deidad yoruba del occidente africano. Jeremy Horner.

Ensayo para fiestas en El Banco, Magdalena. Preparación de tambores. Santo Tomás, Atlántico. Jeremy Horner.

Ensayo para fiestas en El Banco, Magdalena. Confección del traje de cucamba. Jeremy Horner.

Santo Tomás, Atlántico. Jeremy Horner.

El disfraz de la marimonda en la zona carnestoléndica del Caribe colombiano, originalmente lució una máscara de tela burda de costal con enormes orejas, trompa, boca y ojos de rosquilla y cuerpo de hombre en harapos de trajes al revés. Era el vestido de quienes no tenían dinero para comprar un disfraz, dice el pintor barranquillero Angel Loochkartt. Jeremy Horner.

Carnaval de Barranquilla. Jeremy Horner.

En el carnaval, desfilan la marimonda y la muerte, otro de los disfraces antiguos. Jeremy Horner.

La oposición mujer/hombre parecería buscar momentos de neutralización ritual en el travestismo de carnaval. Barranquilla, Atlántico. Jeremy Horner.

Fantasía fálica: el disfraz casual. Barranquilla, Atlántico. Jeremy Horner.

El auge de Barranquilla como puerto de tráfico, comercio y asentamiento de europeos y otros extranjeros, posiblemente tenga que ver con la introducción del carnaval en esta ciudad. Aunque 1875 es la fecha en la cual se oficializó el carnaval en la ciudad, la fiesta como evento cultural representa un proceso social que arrancó desde el comienzo de la colonia, en amplios territorios del caribe colombiano. Barranquilla, Atlántico. Jeremy Horner.

El auge de Barranquilla como puerto de tráfico, comercio y asentamiento de europeos y otros extranjeros, posiblemente tenga que ver con la introducción del carnaval en esta ciudad. Aunque 1875 es la fecha en la cual se oficializó el carnaval en la ciudad, la fiesta como evento cultural representa un proceso social que arrancó desde el comienzo de la colonia, en amplios territorios del caribe colombiano. Barranquilla, Atlántico. Jeremy Horner.

En la zona de carnaval del río Magdalena, su gente ha sido dibujada poéticamente como los bogas vaqueros. El gran poeta de la cultura negra, Candelario Obeso, oriundo de Mompox, en su Canción del boga ausente, a finales del siglo XIX escribió a propósito: Qué triste está la noche / La noche qué triste está no hay en el cielo una estrella... / Remar, remar. La negra de mi alma mía / mientras yo remo en la mar bañado en sudor por ella, / ¿Qué hará?, ¿qué hará? Jeremy Horner.

En la gran parada. Carnaval de Barranquilla. Jeremy Horner.

Cantinflas, héroe mexicano popular, es disfraz individual que siempre aparece en interpretación de niños, jóvenes y viejos. Jeremy Horner.
Texto de: Nina S. de Friedemann
Con todo, hay tradiciones que aunque estén diseminadas, o en los últimos años tan sólo aparezcan en el carnaval de Barranquilla, son reclamadas por determinados pueblos como parte de su tradición local. Un par de ejemplos son el del hombre-caimán y el de las marimondas.
Plato sobre el río Magdalena y Ciénaga sobre el mar Caribe se disputan, entre otros, al hombre-caimán no sólo como protagonista del mito y de la danza, que están en la génesis de una de las celebraciones más emblemáticas del Caribe colombiano. San Martín de Loba, en vecindades de Mompox, también entra en la diatriba. Allí se dice que hay un enorme caimán que vive en el lecho del río en un palacio de oro. A algunos pescadores se los ha llevado al fondo del agua, pero cuando el río se crece ayuda a los ribereños subiendo a la superficie y su enorme espalda le sirve de puente a mucha gente. Conforme nos dijeron a Bob Friedemann, a Jaime Arocha y a mí, hace unos años en Plato, el caimán en sus mejores tiempos fue un pescador, alto, fornido y buen mozo llamado Saúl Montenegro, a quien le gustaba mostrar su diente de oro en tanto que les guiñaba el ojo a las mujeres. Le atraían todas y esa fue su perdición. Una vez soñó con mirar a las jovencitas que retozaban desnudas en el río y tuvo una idea. Buscó a un indio guajiro a quien le pidió el secreto para convertirse en caimán. El indio le dio una botellita con el líquido mágico. Al salir dichoso del agua, el resto de líquido que le devolvería su forma de hombre se derramó y con unas gotas apenas alcanzó a restituirse su cara y su diente dorado. Ahí comenzó el triste destino de Saúl con cuerpo de caimán, que empezó a deambular río Magdalena arriba y río abajo, llegando hasta el mismo carnaval de Barranquilla, pero que nunca perdió su gusto por las mujeres a quienes, si puede, las engulle. Y ahí debió comenzar otra parte del desacuerdo entre los poblados que no sólo debaten la cuna del caimán sino su actual sitio de vivienda.
En la fiesta que la gente de Ciénaga le ha celebrado al caimán durante la primera mitad de este siglo, el disfraz y la danza, que ha sido de hombres, incluía nada menos que verdaderas cabezas del reptil a las que se les colocaban canicas de cristal en la cavidad de los ojos, articulándose a cuerpos hechos de cañas y recubiertos de tela o papel en una gama que pasando por el azul iba del gris al verde. En el decenio de 1970 todavía en Ciénaga se veían pequeños caimanes vivos como mascotas de algunas danzas de caimán. En todo tiempo los danzantes, metidos en los cuerpos del reptil, corren en asedio de las mujeres. Son representaciones fálicas y su gesto sensual no deja lugar a dudas sobre sus intenciones.
En Barranquilla la marimonda, un disfraz de carnaval muy frecuente, es un personaje cuya cuna la reclama el poblado de Santa Ana sobre el río Magdalena. Se dice además que es uno de los más viejos junto con los matachines, las mojigangas y por supuesto los diablos.
La marimonda, originalmente lució una máscara de tela burda de costal con enormes orejas, trompa, boca y ojos de rosquilla y cuerpo de hombre en andrajos. Era el vestido de quien no tenía dinero para conseguir un disfraz. Su comportamiento es el de un intruso irreverente: entra y sale protegido por su desenfado y desprecio a cualquier norma de carnaval. Disipa, desordena, desconcierta, aturde y ofende con el ruido de su lengüeta, una especie de chiflido que por debajo de la trompa hace sonar cada vez que alguien lo increpa. Irrumpe e interrumpe, se befa de la alegría, de la belleza o de la música, y seguramente por esta conducta se le mira como un mico. Pero, cuándo apareció este personaje y cómo se creó la máscara singular que lo ha destacado desde siempre, es una pregunta aún sin respuesta.
Sin embargo, al hacer un cotejo iconográfico de las máscaras de elefante de Bagam, Bamum, Duala y Bamileke en las praderas del Camerún en el occidente africano, se observa un parentesco estético ancestral con las de las marimondas del Caribe colombiano. Y en la máscara marimonda la función de la lengüeta como arma de defensa y ofensa, productora de sonidos, órgano de comunicación, puede compararse con el papel primordial de la trompa en el elefante mismo.
En Africa, las máscaras son expresiones abstractas de elefantes que se lucen como atuendo en ceremonias fúnebres. Su aparición en lugares de Suramérica la registran tradiciones orales de descendientes de africanos; del mismo modo se encuentran leones y otros ejemplares de la fauna de ese continente. Así, en el marco del carnaval no es insólito hallar esta memoria, testimonio de un puente sólido entre Africa y América.
Dentro de la riqueza del evento hay una inversión del status de magnificencia y de protagonismo épico que históricamente y en los mitos ha tenido el elefante en algunas de las sociedades africanas. Su guasonería, su desempeño disoluto, individualista y necio ha sido el disfraz que en el carnaval del Caribe colombiano lo ha ocultado, aunque increíblemente sea aquí la máscara la que lo desenmascara.