- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
El paraíso en la tierra

Anolaima, en el idioma de los indios Panche, pobladores originarios de la región, significa “vuestra alegría”. Actualmente, en la fiesta del Corpus Christi se honra la exuberancia del trópico y también la culinaria regional de bizcochuelos, arepas, garullas, almojábanas y dulces de frutas. Jeremy Horner.

Anolaima, en el idioma de los indios Panche, pobladores originarios de la región, significa “vuestra alegría”. Actualmente, en la fiesta del Corpus Christi se honra la exuberancia del trópico y también la culinaria regional de bizcochuelos, arepas, garullas, almojábanas y dulces de frutas. Jeremy Horner.

Anolaima, en el idioma de los indios Panche, pobladores originarios de la región, significa “vuestra alegría”. Actualmente, en la fiesta del Corpus Christi se honra la exuberancia del trópico y también la culinaria regional de bizcochuelos, arepas, garullas, almojábanas y dulces de frutas. Jeremy Horner.

Anolaima, en el idioma de los indios Panche, pobladores originarios de la región, significa “vuestra alegría”. Actualmente, en la fiesta del Corpus Christi se honra la exuberancia del trópico y también la culinaria regional de bizcochuelos, arepas, garullas, almojábanas y dulces de frutas. Jeremy Horner.

La guadua, de la cual en Colombia el botánico José Celestino Mutis clasificó unas quince variedades, es la “madera-alma” de los arcos de frutas en la representación festiva campesina de un edén andino. Todos los miembros de la familia ayudan en la construcción y aderezo de los arcos en la fiesta de Corpus Christi. Anolaima, Cundinamarca. Jeremy Horner.

La guadua, de la cual en Colombia el botánico José Celestino Mutis clasificó unas quince variedades, es la “madera-alma” de los arcos de frutas en la representación festiva campesina de un edén andino. Todos los miembros de la familia ayudan en la construcción y aderezo de los arcos en la fiesta de Corpus Christi. Anolaima, Cundinamarca. Jeremy Horner.

La guadua, de la cual en Colombia el botánico José Celestino Mutis clasificó unas quince variedades, es la “madera-alma” de los arcos de frutas en la representación festiva campesina de un edén andino. Todos los miembros de la familia ayudan en la construcción y aderezo de los arcos en la fiesta de Corpus Christi. Anolaima, Cundinamarca. Jeremy Horner.

La guadua, de la cual en Colombia el botánico José Celestino Mutis clasificó unas quince variedades, es la “madera-alma” de los arcos de frutas en la representación festiva campesina de un edén andino. Todos los miembros de la familia ayudan en la construcción y aderezo de los arcos en la fiesta de Corpus Christi. Anolaima, Cundinamarca. Jeremy Horner.

Desfile de silleteros en Medellín, Antioquia, la ciudad de la eterna primavera. Tradicionalmente los silleteros habían sido solamente hombres que desfilaban con silletas, algunas de la cuales medían más de cinco metros de altura. Jeremy Horner.

Desfile de silleteros en Medellín, Antioquia, la ciudad de la eterna primavera. Tradicionalmente los silleteros habían sido solamente hombres que desfilaban con silletas, algunas de la cuales medían más de cinco metros de altura. Jeremy Horner.

Desfile de silleteros en Medellín, Antioquia, la ciudad de la eterna primavera. Tradicionalmente los silleteros habían sido solamente hombres que desfilaban con silletas, algunas de la cuales medían más de cinco metros de altura. Jeremy Horner.

Desfile de silleteros en Medellín, Antioquia, la ciudad de la eterna primavera. Tradicionalmente los silleteros habían sido solamente hombres que desfilaban con silletas, algunas de la cuales medían más de cinco metros de altura. Jeremy Horner.

En el silletero del desfile de Medellín ha quedado grabada la memoria del transporte colonial por riscos y cordilleras en la espalda de los silleros y de los cargueros. Los primeros transportaban gentes, los segundos fardos de mercancías. Era un recurso de habilidad y sabiduría, de fuerza y precisión. Jeremy Horner.

Azucenas, lirios, clavellinas, alvarinas, anturios, éxtasis, agapantos, pascuitas, gasas, tul de novia, margaritas, claveles, ilusiones, estefanotis, siemprevivas, estrellas de belén, crisantemos, pensamientos y chispas son algunas de las flores que llenan las silletas. Medellín, Antioquia. Jeremy Horner.

En la historia del transporte en Colombia la silleta, que fue el artefacto-recipiente para la movilización de personas y carga, se convirtió en una artesania ornamental y ceremonial evocada con fines de afirmación cultural de la región. El culto sagrado a María Virgen y Reina, y el profano a una primavera de flores, están en el trasfondo histórico y religioso del desfile de silleteros. Medellín, Antioquia. Jeremy Horner.

En la historia del transporte en Colombia la silleta, que fue el artefacto-recipiente para la movilización de personas y carga, se convirtió en una artesania ornamental y ceremonial evocada con fines de afirmación cultural de la región. El culto sagrado a María Virgen y Reina, y el profano a una primavera de flores, están en el trasfondo histórico y religioso del desfile de silleteros. Medellín, Antioquia. Jeremy Horner.

Cuando pasan las silletas con su carga de pétalos se oye un canto a la naturaleza y a la tradición que es orgullo del pueblo antioqueño. Silleteros y danzas tradicionales alternan en una magnífica revista de gracia y alegría. ¡Ahí pasa Antioquia! es la exclamación que define la fiesta. Jeremy Horner.

Cuando pasan las silletas con su carga de pétalos se oye un canto a la naturaleza y a la tradición que es orgullo del pueblo antioqueño. Silleteros y danzas tradicionales alternan en una magnífica revista de gracia y alegría. ¡Ahí pasa Antioquia! es la exclamación que define la fiesta. Jeremy Horner.

Villa de Leyva en Boyacá, uno de los preciados baluartes de arquitectura colonial en Colombia, cada año es escenario de juegos de fuego y viento. A 8 km. está la laguna de Iguaque, lugar sagrado de los indios Muisca, antiguos habitantes de la región. De sus aguas emergió Bachué, deidad femenina, madre del género humano. El niño con quien salió, al crecer se casó con ella y tuvieron los hijos que poblaron la tierra. Viejos ya, volvieron a la laguna, se sumergieron en sus aguas y se convirtieron en dos enormes serpientes. Jeremy Horner.

Villa de Leyva en Boyacá, uno de los preciados baluartes de arquitectura colonial en Colombia, cada año es escenario de juegos de fuego y viento. A 8 km. está la laguna de Iguaque, lugar sagrado de los indios Muisca, antiguos habitantes de la región. De sus aguas emergió Bachué, deidad femenina, madre del género humano. El niño con quien salió, al crecer se casó con ella y tuvieron los hijos que poblaron la tierra. Viejos ya, volvieron a la laguna, se sumergieron en sus aguas y se convirtieron en dos enormes serpientes. Jeremy Horner.

Villa de Leyva en Boyacá, uno de los preciados baluartes de arquitectura colonial en Colombia, cada año es escenario de juegos de fuego y viento. A 8 km. está la laguna de Iguaque, lugar sagrado de los indios Muisca, antiguos habitantes de la región. De sus aguas emergió Bachué, deidad femenina, madre del género humano. El niño con quien salió, al crecer se casó con ella y tuvieron los hijos que poblaron la tierra. Viejos ya, volvieron a la laguna, se sumergieron en sus aguas y se convirtieron en dos enormes serpientes. Jeremy Horner.

Villa de Leyva en Boyacá, uno de los preciados baluartes de arquitectura colonial en Colombia, cada año es escenario de juegos de fuego y viento. A 8 km. está la laguna de Iguaque, lugar sagrado de los indios Muisca, antiguos habitantes de la región. De sus aguas emergió Bachué, deidad femenina, madre del género humano. El niño con quien salió, al crecer se casó con ella y tuvieron los hijos que poblaron la tierra. Viejos ya, volvieron a la laguna, se sumergieron en sus aguas y se convirtieron en dos enormes serpientes. Jeremy Horner.
Texto de: Nina S. de Friedemann
Hasta hace pocos años a finales de junio, en Reventones, una vereda de Anolaima en Cundinamarca, la reconstrucción de un paraíso de frutas y legumbres sobre estandartes de guadua, empezaba a sentirse en las madrugadas húmedas. Campesinos arriaban sus yuntas de bueyes arrastrando cañas de guadua. Subían la ladera hasta el poblado días antes de la fiesta, descargaban, regresaban a su tierra y volvían a subir con los bultos de naranjas, piñas, mangos, maracuyá, plátanos, guatillas, auyamas, calabazas, mazorcas de maíz. Construían con la guadua troncos de árboles imaginarios de los que colgaban toda clase de frutas frescas. Un árbol detrás de otro a lo largo de la calle principal del pueblo dibujaba la huerta urbana, en medio de la cual desfilaría la procesión del Corpus Christi al compás de música de una banda de viento. Esta fiesta, que es propia de toda la región de Anolaima, es también reminiscente de otras como las de Natagaima y Guamo en el Tolima, o como la de Tibacuy en Cundinamarca, que según Josefa Acevedo de Gómez se celebraba en 1836. Sólo que allí levantaban arcos con raíces, legumbres y hortalizas, de los cuales también colgaban sus animales silvestres: conejos, armadillos, zorros, comadrejas.
Al fin y al cabo todos estos paraísos siguen reflejando las celebraciones aborígenes que en honor al sol tenían lugar en el mundo precolombino, el de los Andes o Amazonia, el del Caribe y el del manglar y selva en el litoral Pacífico. Las cuales, añadidas a las fiestas cristianas, les permitieron a indios y a sus descendientes con blancos y con negros preservar su homenaje a la tierra como madre.
Otro homenaje es el desfile de silleteros en Medellín, que de acuerdo con Edgar Bolívar, a partir de 1957 inicia el proceso de fundición de la vieja tradición de transporte por trochas, y el culto floral que desde los primeros años de la república empezó a consolidar en Antioquia un perfil de su región. A los silleteros en la colonia también se les conoció como faquines, silleros, peones de tercio, bestias de carga, cargueros, caballitos, estriberos, y al comienzo, simplemente como indios. Recorrieron muchas trochas, siendo las más importantes la de Santa Fe a Honda por Villeta; de La Plata por el páramo de Guanacas a Popayán; de Santa Fe por Tocaima y el páramo del Quindío al Valle del Cauca; por Nare y Rionegro a Antioquia; por Tunja, Socorro, Girón y Pamplona a Mérida en Venezuela; por Cali pasando por la cordillera al río Dagua que conducía a Buenaventura. Y como si fuera poco, de Barbacoas a Túquerres e Ipiales en Nariño y los selváticos pasos de Nóvita en el Chocó, o el de Sonsón a Santa Fe en Antioquia. De esta suerte, no se le puede adjudicar a Antioquia la exclusividad de la tradición, pero sí la evocación histórica que de ella hace en un desfile de fragancias y colores frescos de jardines campesinos y de invernaderos industriales de flores.
Cada silleta narra una pequeña o gran historia. En la representación de la silleta original dibujan la tradición de vender flores en ramilletes en las calles de Medellín, en la llamada emblemática el éxito de un deportista, en las conocidas como monumentales, la crítica a un funcionario corrupto. Algunas de éstas alcanzan a pesar setenta kilos. Su mayor momento poético lo alcanza cuando el viento zumba por entre las calles y el silletero luce como una cometa de pétalos.
Cada año la celebración intensifica el sentimiento regional del ser antioqueño. Los cuatrocientos silleteros o más, hombres y últimamente también mujeres, desfilan con sus fardos de color y aroma. Asumen la proyección simbólica de Medellín como una urbe de eterna primavera, orgullo de la región antioqueña. En medio de danzas, música de tunas y de chirimías, de bandas de guerra y de sirenas, construyen el espejo mágico de un paraíso atrapado en una silleta floral.
Villa de Leyva, la ciudad colonial fundada en 1572 por mandato de Andrés Díaz Venero de Leiva, primer presidente del Nuevo Reino de Granada, en su tiempo fue sitio de descanso de virreyes, arzobispos, oidores, cronistas, poetas y hasta próceres de la independencia. Actualmente, su plaza mayor, con catorce mil metros de superficie, es el escenario de una fiesta celestial movida por los vientos de agosto. En 1994, Carlitos Pisa, de doce años, oriundo de la región, echó al cielo su cometa hexagonal de palitos, cola de trapo y cuerda de cabuya. Quería volar. Tanto que a la cometa le puso un par de ojos. Con su mirada fija en ella la soltó, la vio subir en un baile en espiral y le alimentó cuerda hasta cuando ésta ya no dio más. Entonces permaneció estático, con su cara al cielo y al sol hasta cuando llegaron las cometas acrobáticas, de colores y formas sibaritas que allí en la plaza compiten por un premio.
El juego en Villa de Leyva es sobre el cielo. Es la ficción de llegar al firmamento durante el día o en la noche cuando las cometas nocturnas, con halos de fosforescencia como naves espaciales, nadan en la oscuridad profunda e intentan competir con las estrellas. Aunque abajo, en la plaza hay música y jueces que conceden un premio, solamente el cometista que regresa de ese viaje imaginario sabe qué tan cerca estuvo del cielo.
#AmorPorColombia
El paraíso en la tierra

Anolaima, en el idioma de los indios Panche, pobladores originarios de la región, significa “vuestra alegría”. Actualmente, en la fiesta del Corpus Christi se honra la exuberancia del trópico y también la culinaria regional de bizcochuelos, arepas, garullas, almojábanas y dulces de frutas. Jeremy Horner.

Anolaima, en el idioma de los indios Panche, pobladores originarios de la región, significa “vuestra alegría”. Actualmente, en la fiesta del Corpus Christi se honra la exuberancia del trópico y también la culinaria regional de bizcochuelos, arepas, garullas, almojábanas y dulces de frutas. Jeremy Horner.

Anolaima, en el idioma de los indios Panche, pobladores originarios de la región, significa “vuestra alegría”. Actualmente, en la fiesta del Corpus Christi se honra la exuberancia del trópico y también la culinaria regional de bizcochuelos, arepas, garullas, almojábanas y dulces de frutas. Jeremy Horner.

Anolaima, en el idioma de los indios Panche, pobladores originarios de la región, significa “vuestra alegría”. Actualmente, en la fiesta del Corpus Christi se honra la exuberancia del trópico y también la culinaria regional de bizcochuelos, arepas, garullas, almojábanas y dulces de frutas. Jeremy Horner.

La guadua, de la cual en Colombia el botánico José Celestino Mutis clasificó unas quince variedades, es la “madera-alma” de los arcos de frutas en la representación festiva campesina de un edén andino. Todos los miembros de la familia ayudan en la construcción y aderezo de los arcos en la fiesta de Corpus Christi. Anolaima, Cundinamarca. Jeremy Horner.

La guadua, de la cual en Colombia el botánico José Celestino Mutis clasificó unas quince variedades, es la “madera-alma” de los arcos de frutas en la representación festiva campesina de un edén andino. Todos los miembros de la familia ayudan en la construcción y aderezo de los arcos en la fiesta de Corpus Christi. Anolaima, Cundinamarca. Jeremy Horner.

La guadua, de la cual en Colombia el botánico José Celestino Mutis clasificó unas quince variedades, es la “madera-alma” de los arcos de frutas en la representación festiva campesina de un edén andino. Todos los miembros de la familia ayudan en la construcción y aderezo de los arcos en la fiesta de Corpus Christi. Anolaima, Cundinamarca. Jeremy Horner.

La guadua, de la cual en Colombia el botánico José Celestino Mutis clasificó unas quince variedades, es la “madera-alma” de los arcos de frutas en la representación festiva campesina de un edén andino. Todos los miembros de la familia ayudan en la construcción y aderezo de los arcos en la fiesta de Corpus Christi. Anolaima, Cundinamarca. Jeremy Horner.

Desfile de silleteros en Medellín, Antioquia, la ciudad de la eterna primavera. Tradicionalmente los silleteros habían sido solamente hombres que desfilaban con silletas, algunas de la cuales medían más de cinco metros de altura. Jeremy Horner.

Desfile de silleteros en Medellín, Antioquia, la ciudad de la eterna primavera. Tradicionalmente los silleteros habían sido solamente hombres que desfilaban con silletas, algunas de la cuales medían más de cinco metros de altura. Jeremy Horner.

Desfile de silleteros en Medellín, Antioquia, la ciudad de la eterna primavera. Tradicionalmente los silleteros habían sido solamente hombres que desfilaban con silletas, algunas de la cuales medían más de cinco metros de altura. Jeremy Horner.

Desfile de silleteros en Medellín, Antioquia, la ciudad de la eterna primavera. Tradicionalmente los silleteros habían sido solamente hombres que desfilaban con silletas, algunas de la cuales medían más de cinco metros de altura. Jeremy Horner.

En el silletero del desfile de Medellín ha quedado grabada la memoria del transporte colonial por riscos y cordilleras en la espalda de los silleros y de los cargueros. Los primeros transportaban gentes, los segundos fardos de mercancías. Era un recurso de habilidad y sabiduría, de fuerza y precisión. Jeremy Horner.

Azucenas, lirios, clavellinas, alvarinas, anturios, éxtasis, agapantos, pascuitas, gasas, tul de novia, margaritas, claveles, ilusiones, estefanotis, siemprevivas, estrellas de belén, crisantemos, pensamientos y chispas son algunas de las flores que llenan las silletas. Medellín, Antioquia. Jeremy Horner.

En la historia del transporte en Colombia la silleta, que fue el artefacto-recipiente para la movilización de personas y carga, se convirtió en una artesania ornamental y ceremonial evocada con fines de afirmación cultural de la región. El culto sagrado a María Virgen y Reina, y el profano a una primavera de flores, están en el trasfondo histórico y religioso del desfile de silleteros. Medellín, Antioquia. Jeremy Horner.

En la historia del transporte en Colombia la silleta, que fue el artefacto-recipiente para la movilización de personas y carga, se convirtió en una artesania ornamental y ceremonial evocada con fines de afirmación cultural de la región. El culto sagrado a María Virgen y Reina, y el profano a una primavera de flores, están en el trasfondo histórico y religioso del desfile de silleteros. Medellín, Antioquia. Jeremy Horner.

Cuando pasan las silletas con su carga de pétalos se oye un canto a la naturaleza y a la tradición que es orgullo del pueblo antioqueño. Silleteros y danzas tradicionales alternan en una magnífica revista de gracia y alegría. ¡Ahí pasa Antioquia! es la exclamación que define la fiesta. Jeremy Horner.

Cuando pasan las silletas con su carga de pétalos se oye un canto a la naturaleza y a la tradición que es orgullo del pueblo antioqueño. Silleteros y danzas tradicionales alternan en una magnífica revista de gracia y alegría. ¡Ahí pasa Antioquia! es la exclamación que define la fiesta. Jeremy Horner.

Villa de Leyva en Boyacá, uno de los preciados baluartes de arquitectura colonial en Colombia, cada año es escenario de juegos de fuego y viento. A 8 km. está la laguna de Iguaque, lugar sagrado de los indios Muisca, antiguos habitantes de la región. De sus aguas emergió Bachué, deidad femenina, madre del género humano. El niño con quien salió, al crecer se casó con ella y tuvieron los hijos que poblaron la tierra. Viejos ya, volvieron a la laguna, se sumergieron en sus aguas y se convirtieron en dos enormes serpientes. Jeremy Horner.

Villa de Leyva en Boyacá, uno de los preciados baluartes de arquitectura colonial en Colombia, cada año es escenario de juegos de fuego y viento. A 8 km. está la laguna de Iguaque, lugar sagrado de los indios Muisca, antiguos habitantes de la región. De sus aguas emergió Bachué, deidad femenina, madre del género humano. El niño con quien salió, al crecer se casó con ella y tuvieron los hijos que poblaron la tierra. Viejos ya, volvieron a la laguna, se sumergieron en sus aguas y se convirtieron en dos enormes serpientes. Jeremy Horner.

Villa de Leyva en Boyacá, uno de los preciados baluartes de arquitectura colonial en Colombia, cada año es escenario de juegos de fuego y viento. A 8 km. está la laguna de Iguaque, lugar sagrado de los indios Muisca, antiguos habitantes de la región. De sus aguas emergió Bachué, deidad femenina, madre del género humano. El niño con quien salió, al crecer se casó con ella y tuvieron los hijos que poblaron la tierra. Viejos ya, volvieron a la laguna, se sumergieron en sus aguas y se convirtieron en dos enormes serpientes. Jeremy Horner.

Villa de Leyva en Boyacá, uno de los preciados baluartes de arquitectura colonial en Colombia, cada año es escenario de juegos de fuego y viento. A 8 km. está la laguna de Iguaque, lugar sagrado de los indios Muisca, antiguos habitantes de la región. De sus aguas emergió Bachué, deidad femenina, madre del género humano. El niño con quien salió, al crecer se casó con ella y tuvieron los hijos que poblaron la tierra. Viejos ya, volvieron a la laguna, se sumergieron en sus aguas y se convirtieron en dos enormes serpientes. Jeremy Horner.
Texto de: Nina S. de Friedemann
Hasta hace pocos años a finales de junio, en Reventones, una vereda de Anolaima en Cundinamarca, la reconstrucción de un paraíso de frutas y legumbres sobre estandartes de guadua, empezaba a sentirse en las madrugadas húmedas. Campesinos arriaban sus yuntas de bueyes arrastrando cañas de guadua. Subían la ladera hasta el poblado días antes de la fiesta, descargaban, regresaban a su tierra y volvían a subir con los bultos de naranjas, piñas, mangos, maracuyá, plátanos, guatillas, auyamas, calabazas, mazorcas de maíz. Construían con la guadua troncos de árboles imaginarios de los que colgaban toda clase de frutas frescas. Un árbol detrás de otro a lo largo de la calle principal del pueblo dibujaba la huerta urbana, en medio de la cual desfilaría la procesión del Corpus Christi al compás de música de una banda de viento. Esta fiesta, que es propia de toda la región de Anolaima, es también reminiscente de otras como las de Natagaima y Guamo en el Tolima, o como la de Tibacuy en Cundinamarca, que según Josefa Acevedo de Gómez se celebraba en 1836. Sólo que allí levantaban arcos con raíces, legumbres y hortalizas, de los cuales también colgaban sus animales silvestres: conejos, armadillos, zorros, comadrejas.
Al fin y al cabo todos estos paraísos siguen reflejando las celebraciones aborígenes que en honor al sol tenían lugar en el mundo precolombino, el de los Andes o Amazonia, el del Caribe y el del manglar y selva en el litoral Pacífico. Las cuales, añadidas a las fiestas cristianas, les permitieron a indios y a sus descendientes con blancos y con negros preservar su homenaje a la tierra como madre.
Otro homenaje es el desfile de silleteros en Medellín, que de acuerdo con Edgar Bolívar, a partir de 1957 inicia el proceso de fundición de la vieja tradición de transporte por trochas, y el culto floral que desde los primeros años de la república empezó a consolidar en Antioquia un perfil de su región. A los silleteros en la colonia también se les conoció como faquines, silleros, peones de tercio, bestias de carga, cargueros, caballitos, estriberos, y al comienzo, simplemente como indios. Recorrieron muchas trochas, siendo las más importantes la de Santa Fe a Honda por Villeta; de La Plata por el páramo de Guanacas a Popayán; de Santa Fe por Tocaima y el páramo del Quindío al Valle del Cauca; por Nare y Rionegro a Antioquia; por Tunja, Socorro, Girón y Pamplona a Mérida en Venezuela; por Cali pasando por la cordillera al río Dagua que conducía a Buenaventura. Y como si fuera poco, de Barbacoas a Túquerres e Ipiales en Nariño y los selváticos pasos de Nóvita en el Chocó, o el de Sonsón a Santa Fe en Antioquia. De esta suerte, no se le puede adjudicar a Antioquia la exclusividad de la tradición, pero sí la evocación histórica que de ella hace en un desfile de fragancias y colores frescos de jardines campesinos y de invernaderos industriales de flores.
Cada silleta narra una pequeña o gran historia. En la representación de la silleta original dibujan la tradición de vender flores en ramilletes en las calles de Medellín, en la llamada emblemática el éxito de un deportista, en las conocidas como monumentales, la crítica a un funcionario corrupto. Algunas de éstas alcanzan a pesar setenta kilos. Su mayor momento poético lo alcanza cuando el viento zumba por entre las calles y el silletero luce como una cometa de pétalos.
Cada año la celebración intensifica el sentimiento regional del ser antioqueño. Los cuatrocientos silleteros o más, hombres y últimamente también mujeres, desfilan con sus fardos de color y aroma. Asumen la proyección simbólica de Medellín como una urbe de eterna primavera, orgullo de la región antioqueña. En medio de danzas, música de tunas y de chirimías, de bandas de guerra y de sirenas, construyen el espejo mágico de un paraíso atrapado en una silleta floral.
Villa de Leyva, la ciudad colonial fundada en 1572 por mandato de Andrés Díaz Venero de Leiva, primer presidente del Nuevo Reino de Granada, en su tiempo fue sitio de descanso de virreyes, arzobispos, oidores, cronistas, poetas y hasta próceres de la independencia. Actualmente, su plaza mayor, con catorce mil metros de superficie, es el escenario de una fiesta celestial movida por los vientos de agosto. En 1994, Carlitos Pisa, de doce años, oriundo de la región, echó al cielo su cometa hexagonal de palitos, cola de trapo y cuerda de cabuya. Quería volar. Tanto que a la cometa le puso un par de ojos. Con su mirada fija en ella la soltó, la vio subir en un baile en espiral y le alimentó cuerda hasta cuando ésta ya no dio más. Entonces permaneció estático, con su cara al cielo y al sol hasta cuando llegaron las cometas acrobáticas, de colores y formas sibaritas que allí en la plaza compiten por un premio.
El juego en Villa de Leyva es sobre el cielo. Es la ficción de llegar al firmamento durante el día o en la noche cuando las cometas nocturnas, con halos de fosforescencia como naves espaciales, nadan en la oscuridad profunda e intentan competir con las estrellas. Aunque abajo, en la plaza hay música y jueces que conceden un premio, solamente el cometista que regresa de ese viaje imaginario sabe qué tan cerca estuvo del cielo.