- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Introducción
El Alto de La Chaquira, a poca distancia del pueblo de San Agustín, es uno de los lugares más extraordinarios del Macizo Colombiano. Allí los escultores megalíticos labraron numerosas figuras en grandes rocas volcánicas al borde de un profundo abismo ornado por cascadas y por cuyo fondo corre el río Magdalena, con el Alto de los Ídolos a la vista.
Konrad Theodor Preuss, quien introdujo la ciencia moderna en el estudio de las estatuas con sus investigaciones de la segunda década del siglo xx, las describió como “un arte extraño y primitivo”, inaccesible para nosotros occidentales. El “Bosque de las Estatuas”, especie de museo al aire libre en el Parque Arqueológico de San Agustín, exhibe 35 esculturas, de las cuales se ilustran aquí algunos ejemplos.
La pregunta más elemental, y la más frecuente en torno a estas estatuas, suele ser a su vez la más difícil de responder: ¿Qué representan? Ante los misterios de la estatuaria, Preuss propuso estudiar primero la etnología para que nos dé luces sobre el “conocimiento espiritual” del pueblo, y después ocuparnos del arte en un sentido más amplio.
Sin embargo, existe otra alternativa: estudiar primero el arte para que nos ilumine sobre los modos de representación y los significados de las estatuas.
Ante todo, es indispensable tratar de descifrar el lenguaje del arte, descubriendo sus elementos fundamentales y procurando reconstruir los procesos intelectuales, operativos e imaginativos que dieron lugar a las estatuas. Al hacerlo comienzan a cobrar sentido aspectos que de otro modo serían ininteligibles.
Interior de la tumba principal del Montículo 2 del Alto de las Piedras, en San José de Isnos.
Texto de: Efrain Sánchez
Dispersos por valles y colinas del Macizo Colombiano, en la que se conoce como área arqueológica de San Agustín por el nombre del pueblo histórico más antiguo de la región, se encuentran los vestigios de sociedades extinguidas siglos antes de la conquista española. Montículos artificiales, explanadas, restos de caminos, campos de cultivo y lugares de habitación, tumbas, y cerca de 500 estatuas, relieves e incisiones en piedra que forman el mayor conjunto escultórico megalítico de Suramérica prehispánica.
El núcleo histórico del área de San Agustín es el Parque Arqueológico, establecido por el Ministerio de Educación Nacional en 1935 y situado a tres kilómetros del pueblo. Allí se encuentra cerca de la mitad de todas las estatuas megalíticas conocidas y el mayor número de tumbas abiertas por los arqueólogos. Sus sitios principales son las cuatro “mesitas”, explanadas con montículos artificiales separadas por densa vegetación y designadas sencillamente con las cuatro primeras letras del alfabeto, donde se hallaron y aún hoy se encuentran las estatuas más representativas; la Fuente de Lavapatas, extraordinaria obra artística e hidráulica labrada en una extensa playa rocosa de la quebrada del mismo nombre; y el Alto de Lavapatas, hasta donde se sabe, el sitio de ocupación más antiguo en todo el Macizo Colombiano, donde hoy se ven seis esculturas y varias tumbas. Complementan a estos sitios el Bosque de las Estatuas, especie de museo al aire libre con 35 esculturas de diversa procedencia, y el Museo propiamente dicho, donde, aparte de estatuas, se exhibe una considerable muestra de cerámica y otros objetos prehispánicos de la región. El segundo conjunto arqueológico en importancia es el Alto de los Ídolos, en el vecino municipio de San José de Isnos, gran explanada artificial en forma de herradura, hecha mediante la unión de dos colinas vecinas, donde se encuentran 12 montículos funerarios y 23 estatuas. En el mismo municipio se halla otro sitio de alta concentración de tumbas y esculturas, el Alto de las Piedras, donde se han identificado cuatro templetes funerarios y exhumado no menos de once estatuas, de las cuales pueden verse hoy allí cuatro de las más significativas de toda la región.
La estatuaria del Macizo Colombiano es un arte como ningún otro, monumental e imaginativo, y tan extraño que aún hoy predomina la incertidumbre en cuanto a sus contenidos y su lenguaje. Cada época y cada investigador han hecho su propia interpretación de las estatuas. En la descripción más antigua que conocemos, Fray Juan de Santa Gertrudis vio en ellas a mediados del siglo xviii imágenes de obispos y monjes franciscanos. Cien años después, el geógrafo Agustín Codazzi las describió como figuras de dioses, principios, fuerzas y personajes semejantes a los de la mitología y el arte de la antigüedad clásica: “Dios de la medicina”, “El día”, “La muerte”, “Dios del himeneo”. A principios del siglo xx el etnólogo alemán Konrad Theodor Preuss introdujo la ciencia moderna en el estudio de las estatuas, e inició un estilo de descripción más sencillo y mucho menos comprometedor: “Figura masculina que ostenta otra cara en la parte inferior”, “Figura con una serpiente”, “Rana”, “Mono”. Con su visión moderna, Preuss fue también muy crítico en cuanto al valor estético de las estatuas, encontrando en general “una habilidad artística muy limitada”, aunque aceptó que para nosotros podrían ser totalmente desconocidos “los momentos de estética que ellos vivieron en sus obras de arte”. Su conclusión fue que ese arte “extraño y primitivo” es inaccesible para nosotros los occidentales y que la única forma de aproximarnos a él es comenzar por estudiar la etnología para que nos dé luces sobre el “conocimiento espiritual” del pueblo, y después ocuparnos del arte en sentido más amplio.
Desde entonces la arqueología del Macizo Colombiano ha experimentado indudables avances. Se han excavado centenares de tumbas, se han reconstruido túmulos y “templetes” funerarios y dispuesto decenas de estatuas en lo que parece haber sido su posición original, se conocen mucho mejor las pautas de asentamiento y la dispersión territorial de las sociedades prehispánicas de la región, se han propuesto cronologías basadas en estudios estratigráficos, se ha recopilado un catálogo más o menos completo de las estatuas conocidas, se han publicado más de 60 libros y artículos importantes de interés arqueológico, llegan en promedio 8.000 visitantes cada mes atraídos por la fama de la región y sus estatuas, y tres de los sitios arqueológicos más importantes fueron declarados en 1995 por la unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Sin embargo, el arte del Macizo Colombiano continúa casi tan inaccesible como en la época de Preuss.
Pese a que en general se han rechazado los prejuicios “occidentales” del estilo de Preuss en la apreciación estética de las estatuas, no se ha desarrollado aún una visión alternativa que supere la barrera psicológica que supone su carácter “étnico” y “arqueológico”. Y aún está por aprovecharse el vasto acervo etnográfico y arqueológico en el estudio de las estatuas, en gran parte por la sencilla razón de que no tenemos claridad sobre qué objetos de la realidad son los que están representados. El arte de la estatuaria es tan peculiar que aún las descripciones iconográficas más básicas con frecuencia llaman a engaño. En un debate célebre, un arqueólogo demostró en 1972, “fuera de toda duda”, que aquello que la mayoría había descrito como un mono no era otra cosa que un jaguar, pero igualmente podría demostrarse hoy “fuera de toda duda” que la estatua sí representa un mono después de todo, y sobra decir que las deducciones que pueden hacerse en uno u otro caso sobre la religión o los mitos son totalmente disímiles. La interpretación de la estatuaria del Macizo Colombiano está sujeta a las mismas limitaciones que la del arte de cualquier otra sociedad extinguida, lejana en el tiempo y sin escritura. En una hipótesis pesimista, se supone que las sociedades en las que se esculpieron las estatuas habían desaparecido siete u ocho siglos antes de la llegada de los conquistadores españoles y sencillamente no contamos con testimonios cercanos a ellas que nos permitan reconstruir siquiera de manera aproximada el modo de percibir la realidad, los conocimientos y la experiencia y las habilidades visuales de las sociedades prehispánicas de la región.
Sin embargo, las claves para entender mejor el arte del Macizo Colombiano están en la propia estatuaria, y para hallarlas debe volverse a ellas y darles una nueva mirada, esta vez en sus propios términos, los del mundo del arte, esencialmente distinto a los mundos de la religión o el mito. Después de todo, el arte es una de las formas fundamentales de expresión del ser humano, tan potente como la palabra, y la herencia más sólida que poseemos de las sociedades prehispánicas de la región es el arte de la estatuaria. Esta ruta, esencialmente inversa a la sugerida por Preuss en 1914, es la que hemos seguido para este libro.
Nuestra expectativa de entender mejor a las sociedades por medio de su arte se basa en el presupuesto generalmente aceptado de que toda obra de arte es un depósito de valores visuales, conocimientos, habilidades, significaciones y experiencias expresados mediante un lenguaje específico. Es obvio que para aproximarnos a estos contenidos es indispensable tratar antes de descifrar el lenguaje, descubriendo sus elementos fundamentales, sus variaciones y combinaciones y procurando reconstruir los procesos intelectuales, operativos e imaginativos de los cuales resultaron las obras. Sin esto las esculturas son tan ininteligibles e inalcanzables como los valores que crean, expresan y comunican. Dicho lenguaje está, literalmente, escrito en piedra en la estatuaria y a él dedicamos el segundo capítulo del libro, “El oficio del artista”, guiados por la idea de que antes de representar o significar algo, el artista debe crear un objeto, y los principales elementos con que cuenta para hacerlo son los del lenguaje del arte. Sólo después de descifrar el lenguaje podremos introducirnos en el reino del significado y usufructuar plenamente el conocimiento etnográfico. Tal es el objeto del capítulo 3, “El mundo de la imagen”.
Al final emerge un contexto significativo para las formas y los estilos, se hacen visibles los temas subyacentes en el conjunto de la estatuaria, cobran sentido las imágenes y comienza a verse realmente qué hay en cada una de las estatuas. Sobre todo, se descubre un arte más extraordinario, único e imaginativo de lo que se había visto hasta hoy.
#AmorPorColombia
Introducción
El Alto de La Chaquira, a poca distancia del pueblo de San Agustín, es uno de los lugares más extraordinarios del Macizo Colombiano. Allí los escultores megalíticos labraron numerosas figuras en grandes rocas volcánicas al borde de un profundo abismo ornado por cascadas y por cuyo fondo corre el río Magdalena, con el Alto de los Ídolos a la vista.
Konrad Theodor Preuss, quien introdujo la ciencia moderna en el estudio de las estatuas con sus investigaciones de la segunda década del siglo xx, las describió como “un arte extraño y primitivo”, inaccesible para nosotros occidentales. El “Bosque de las Estatuas”, especie de museo al aire libre en el Parque Arqueológico de San Agustín, exhibe 35 esculturas, de las cuales se ilustran aquí algunos ejemplos.
La pregunta más elemental, y la más frecuente en torno a estas estatuas, suele ser a su vez la más difícil de responder: ¿Qué representan? Ante los misterios de la estatuaria, Preuss propuso estudiar primero la etnología para que nos dé luces sobre el “conocimiento espiritual” del pueblo, y después ocuparnos del arte en un sentido más amplio.
Sin embargo, existe otra alternativa: estudiar primero el arte para que nos ilumine sobre los modos de representación y los significados de las estatuas.
Ante todo, es indispensable tratar de descifrar el lenguaje del arte, descubriendo sus elementos fundamentales y procurando reconstruir los procesos intelectuales, operativos e imaginativos que dieron lugar a las estatuas. Al hacerlo comienzan a cobrar sentido aspectos que de otro modo serían ininteligibles.
Interior de la tumba principal del Montículo 2 del Alto de las Piedras, en San José de Isnos.
Texto de: Efrain Sánchez
Dispersos por valles y colinas del Macizo Colombiano, en la que se conoce como área arqueológica de San Agustín por el nombre del pueblo histórico más antiguo de la región, se encuentran los vestigios de sociedades extinguidas siglos antes de la conquista española. Montículos artificiales, explanadas, restos de caminos, campos de cultivo y lugares de habitación, tumbas, y cerca de 500 estatuas, relieves e incisiones en piedra que forman el mayor conjunto escultórico megalítico de Suramérica prehispánica.
El núcleo histórico del área de San Agustín es el Parque Arqueológico, establecido por el Ministerio de Educación Nacional en 1935 y situado a tres kilómetros del pueblo. Allí se encuentra cerca de la mitad de todas las estatuas megalíticas conocidas y el mayor número de tumbas abiertas por los arqueólogos. Sus sitios principales son las cuatro “mesitas”, explanadas con montículos artificiales separadas por densa vegetación y designadas sencillamente con las cuatro primeras letras del alfabeto, donde se hallaron y aún hoy se encuentran las estatuas más representativas; la Fuente de Lavapatas, extraordinaria obra artística e hidráulica labrada en una extensa playa rocosa de la quebrada del mismo nombre; y el Alto de Lavapatas, hasta donde se sabe, el sitio de ocupación más antiguo en todo el Macizo Colombiano, donde hoy se ven seis esculturas y varias tumbas. Complementan a estos sitios el Bosque de las Estatuas, especie de museo al aire libre con 35 esculturas de diversa procedencia, y el Museo propiamente dicho, donde, aparte de estatuas, se exhibe una considerable muestra de cerámica y otros objetos prehispánicos de la región. El segundo conjunto arqueológico en importancia es el Alto de los Ídolos, en el vecino municipio de San José de Isnos, gran explanada artificial en forma de herradura, hecha mediante la unión de dos colinas vecinas, donde se encuentran 12 montículos funerarios y 23 estatuas. En el mismo municipio se halla otro sitio de alta concentración de tumbas y esculturas, el Alto de las Piedras, donde se han identificado cuatro templetes funerarios y exhumado no menos de once estatuas, de las cuales pueden verse hoy allí cuatro de las más significativas de toda la región.
La estatuaria del Macizo Colombiano es un arte como ningún otro, monumental e imaginativo, y tan extraño que aún hoy predomina la incertidumbre en cuanto a sus contenidos y su lenguaje. Cada época y cada investigador han hecho su propia interpretación de las estatuas. En la descripción más antigua que conocemos, Fray Juan de Santa Gertrudis vio en ellas a mediados del siglo xviii imágenes de obispos y monjes franciscanos. Cien años después, el geógrafo Agustín Codazzi las describió como figuras de dioses, principios, fuerzas y personajes semejantes a los de la mitología y el arte de la antigüedad clásica: “Dios de la medicina”, “El día”, “La muerte”, “Dios del himeneo”. A principios del siglo xx el etnólogo alemán Konrad Theodor Preuss introdujo la ciencia moderna en el estudio de las estatuas, e inició un estilo de descripción más sencillo y mucho menos comprometedor: “Figura masculina que ostenta otra cara en la parte inferior”, “Figura con una serpiente”, “Rana”, “Mono”. Con su visión moderna, Preuss fue también muy crítico en cuanto al valor estético de las estatuas, encontrando en general “una habilidad artística muy limitada”, aunque aceptó que para nosotros podrían ser totalmente desconocidos “los momentos de estética que ellos vivieron en sus obras de arte”. Su conclusión fue que ese arte “extraño y primitivo” es inaccesible para nosotros los occidentales y que la única forma de aproximarnos a él es comenzar por estudiar la etnología para que nos dé luces sobre el “conocimiento espiritual” del pueblo, y después ocuparnos del arte en sentido más amplio.
Desde entonces la arqueología del Macizo Colombiano ha experimentado indudables avances. Se han excavado centenares de tumbas, se han reconstruido túmulos y “templetes” funerarios y dispuesto decenas de estatuas en lo que parece haber sido su posición original, se conocen mucho mejor las pautas de asentamiento y la dispersión territorial de las sociedades prehispánicas de la región, se han propuesto cronologías basadas en estudios estratigráficos, se ha recopilado un catálogo más o menos completo de las estatuas conocidas, se han publicado más de 60 libros y artículos importantes de interés arqueológico, llegan en promedio 8.000 visitantes cada mes atraídos por la fama de la región y sus estatuas, y tres de los sitios arqueológicos más importantes fueron declarados en 1995 por la unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Sin embargo, el arte del Macizo Colombiano continúa casi tan inaccesible como en la época de Preuss.
Pese a que en general se han rechazado los prejuicios “occidentales” del estilo de Preuss en la apreciación estética de las estatuas, no se ha desarrollado aún una visión alternativa que supere la barrera psicológica que supone su carácter “étnico” y “arqueológico”. Y aún está por aprovecharse el vasto acervo etnográfico y arqueológico en el estudio de las estatuas, en gran parte por la sencilla razón de que no tenemos claridad sobre qué objetos de la realidad son los que están representados. El arte de la estatuaria es tan peculiar que aún las descripciones iconográficas más básicas con frecuencia llaman a engaño. En un debate célebre, un arqueólogo demostró en 1972, “fuera de toda duda”, que aquello que la mayoría había descrito como un mono no era otra cosa que un jaguar, pero igualmente podría demostrarse hoy “fuera de toda duda” que la estatua sí representa un mono después de todo, y sobra decir que las deducciones que pueden hacerse en uno u otro caso sobre la religión o los mitos son totalmente disímiles. La interpretación de la estatuaria del Macizo Colombiano está sujeta a las mismas limitaciones que la del arte de cualquier otra sociedad extinguida, lejana en el tiempo y sin escritura. En una hipótesis pesimista, se supone que las sociedades en las que se esculpieron las estatuas habían desaparecido siete u ocho siglos antes de la llegada de los conquistadores españoles y sencillamente no contamos con testimonios cercanos a ellas que nos permitan reconstruir siquiera de manera aproximada el modo de percibir la realidad, los conocimientos y la experiencia y las habilidades visuales de las sociedades prehispánicas de la región.
Sin embargo, las claves para entender mejor el arte del Macizo Colombiano están en la propia estatuaria, y para hallarlas debe volverse a ellas y darles una nueva mirada, esta vez en sus propios términos, los del mundo del arte, esencialmente distinto a los mundos de la religión o el mito. Después de todo, el arte es una de las formas fundamentales de expresión del ser humano, tan potente como la palabra, y la herencia más sólida que poseemos de las sociedades prehispánicas de la región es el arte de la estatuaria. Esta ruta, esencialmente inversa a la sugerida por Preuss en 1914, es la que hemos seguido para este libro.
Nuestra expectativa de entender mejor a las sociedades por medio de su arte se basa en el presupuesto generalmente aceptado de que toda obra de arte es un depósito de valores visuales, conocimientos, habilidades, significaciones y experiencias expresados mediante un lenguaje específico. Es obvio que para aproximarnos a estos contenidos es indispensable tratar antes de descifrar el lenguaje, descubriendo sus elementos fundamentales, sus variaciones y combinaciones y procurando reconstruir los procesos intelectuales, operativos e imaginativos de los cuales resultaron las obras. Sin esto las esculturas son tan ininteligibles e inalcanzables como los valores que crean, expresan y comunican. Dicho lenguaje está, literalmente, escrito en piedra en la estatuaria y a él dedicamos el segundo capítulo del libro, “El oficio del artista”, guiados por la idea de que antes de representar o significar algo, el artista debe crear un objeto, y los principales elementos con que cuenta para hacerlo son los del lenguaje del arte. Sólo después de descifrar el lenguaje podremos introducirnos en el reino del significado y usufructuar plenamente el conocimiento etnográfico. Tal es el objeto del capítulo 3, “El mundo de la imagen”.
Al final emerge un contexto significativo para las formas y los estilos, se hacen visibles los temas subyacentes en el conjunto de la estatuaria, cobran sentido las imágenes y comienza a verse realmente qué hay en cada una de las estatuas. Sobre todo, se descubre un arte más extraordinario, único e imaginativo de lo que se había visto hasta hoy.