- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
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- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
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- Armando Villegas. Homenaje (2008)
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- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
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- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
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- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
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- Luis Caballero. Erótico (2010)
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- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
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- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
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El oficio del artista
La piedra fue el material elegido para la expresión artística durante cerca de mil años en el Macizo Colombiano, y aquella se concentró en la escultura. Salvo por las estructuras funerarias compuestas por grandes placas, la piedra no se utilizó para la arquitectura. Arriba, grupo de estatuas halladas en el sitio de Quebradillas, al suroeste del pueblo actual de San Agustín.
Tres de las cuatro caras planas talladas con figuras en relieve de una gran roca que constituye la pieza central de La Chaquira, extraordinario sitio localizado en cercanías del pueblo de San Agustín y posiblemente uno de los escenarios más antiguos del arte escultórico del Macizo Colombiano. Los artistas prehispánicos sin duda tuvieron en cuenta el impacto sensorial de las características físicas del lugar, de notable dramatismo, incluido un sobrecogedor abismo que se abre a sus pies, con el río Magdalena en su fondo y ornado con matorrales y elevadas cascadas formadas por las quebradas que corren por la parte opuesta. Trabajada quizá durante un período muy prolongado, La Chaquira reúne las técnicas, los motivos y los estilos que probablemente dieron origen a la estatuaria.
Las ventajas y desventajas de la piedra como material escultórico probablemente no fueron los únicos factores que tuvieron en cuenta los artistas para escogerla como su principal medio de expresión. La piedra debió asociarse con la eternidad, no sólo de la muerte, sino también de la vida; con la supervivencia de esta por encima del tiempo; con la persistencia del cosmos y su orden inmutable. Por otra parte, también pudo haber estado asociada con el cambio, la transformación y el caos producidos por las tormentas y los rayos y, sobre todo, por los volcanes. En San Agustín e Isnos solamente hay un volcán comprobado, el cerro de la Horqueta, aunque se han detectado cinco conos volcánicos y es muy posible que los indígenas hubieran sido testigos de erupciones en la Sierra Nevada de los Coconucos, o del Nevado del Huila.
El alto de La Chaquira es uno de los pocos sitios de los valles de San Agustín e Isnos donde afloran de manera natural sobre el terreno grandes acumulaciones de rocas. Aparte de tener a su disposición materiales en abundancia, para la escogencia del sitio sin duda fue decisiva su posición, en lo alto del profundo precipicio que cae sobre el río Magdalena y mirando hacia el cerro de La Horqueta, al otro lado del río.
Representación de una rana en la pendiente hacia la Fuente de Lavapatas, en el Parque Arqueológico de San Agustín. En esta pieza el artista supo utilizar la forma y la posición originales de las piedras para sus fines expresivos, incluida la referencia al agua de la cercana quebrada. Hallada inicialmente por Codazzi en 1857, permaneció desaparecida durante casi un siglo debido a un derrumbe.
El alto de La Chaquira es uno de los pocos sitios de los valles de San Agustín e Isnos donde afloran de manera natural sobre el terreno grandes acumulaciones de rocas. Aparte de tener a su disposición materiales en abundancia, para la escogencia del sitio sin duda fue decisiva su posición, en lo alto del profundo precipicio que cae sobre el río Magdalena y mirando hacia el cerro de La Horqueta, al otro lado del río.
Una excepcional piedra plana que sostiene la cubierta de una tumba en proximidades del conjunto escultórico de Quebradillas, muestra los pasos iniciales del proceso de elaboración de una estatua. En una de las superficies de la piedra el artista tallaba el contorno de la figura, dividiendo mediante líneas horizontales las tres partes principales del cuerpo: cabeza, tronco (con demarcación de los brazos) y piernas. Una línea vertical central divide los lados izquierdo y derecho de la estatua, que invariablemente son simétricos. Un corte profundo muestra la técnica utilizada para retirar las partes sobrantes de la piedra.
En algunas tumbas del Macizo Colombiano se han hallado acumulaciones de instrumentos que muestran rasgos inequívocos de haber sido utilizados en escultura. En la localidad de El Rosario los habitantes conservan colecciones de piedras que, según tradición, se hallaron en sepulturas de la región y habrían sido empleadas para este fin.
Algunas herramientas fueron utilizadas de manera primaria en labores domésticas, como las manos de moler, usadas para quebrar y convertir en polvo distintos tipos de cereales y semillas. Es muy probable que alternativamente se utilizaran también en la escultura.
En algunas tumbas del Macizo Colombiano se han hallado acumulaciones de instrumentos que muestran rasgos inequívocos de haber sido utilizados en escultura. En la localidad de El Rosario los habitantes conservan colecciones de piedras que, según tradición, se hallaron en sepulturas de la región y habrían sido empleadas para este fin.
Algunas herramientas fueron utilizadas de manera primaria en labores domésticas, como las manos de moler, usadas para quebrar y convertir en polvo distintos tipos de cereales y semillas. Es muy probable que alternativamente se utilizaran también en la escultura.
En algunas tumbas del Macizo Colombiano se han hallado acumulaciones de instrumentos que muestran rasgos inequívocos de haber sido utilizados en escultura. En la localidad de El Rosario los habitantes conservan colecciones de piedras que, según tradición, se hallaron en sepulturas de la región y habrían sido empleadas para este fin. Algunas herramientas fueron utilizadas de manera primaria en labores domésticas, como las manos de moler, usadas para quebrar y convertir en polvo distintos tipos de cereales y semillas. Es muy probable que alternativamente se utilizaran también en la escultura.
El primer rasgo estilístico de la estatuaria del Macizo Colombiano es la forma básica de la piedra. Todas las esculturas se tallaron en rocas de tres formas fundamentales: ? Columnas, orientadas verticalmente y caracterizadas por su gran longitud en comparación con su sección transversal. Sirve de ejemplo esta pieza procedente de El Purutal, que muestra una serpiente enroscada en lo que puede ser el tronco de un árbol.
El primer rasgo estilístico de la estatuaria del Macizo Colombiano es la forma básica de la piedra. Todas las esculturas se tallaron en rocas de tres formas fundamentales: Placas, caracterizadas por su poco espesor en relación con sus demás dimensiones, como en los casos de las estatuas de Quebradillas.
El primer rasgo estilístico de la estatuaria del Macizo Colombiano es la forma básica de la piedra. Todas las esculturas se tallaron en rocas de tres formas fundamentales: Bloques, que se distinguen por el mayor equilibrio entre sus dimensiones, como en esta estatua labrada en un bloque piramidal, hallada en Quinchana.
El primer rasgo estilístico de la estatuaria del Macizo Colombiano es la forma básica de la piedra. Todas las esculturas se tallaron en rocas de tres formas fundamentales: Placas, caracterizadas por su poco espesor en relación con sus demás dimensiones, como una estatua de la Mesita C del Parque Arqueológico de San Agustín.
Estatua de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín, conocida con el nombre de “El Obispo” y una de las imágenes más significativas del arte del Macizo Colombiano. Con casi cuatro metros de altura y más de un metro de anchura, es una de las dos estatuas más grandes de la región. Sin embargo, es una placa de apenas 27 cm de espesor, como corresponde a su carácter ultramundano.
La mayor estatua del Macizo Colombiano está localizada en medio del terraplén que une las dos mesetas del Alto de los Ídolos. Está labrada en una placa de más de cinco metros de altura, 1,75 m de anchura y sólo 23 cm de espesor. La rusticidad de los detalles y la falta de tridimensionalidad despojan a esta escultura de la fuerza expresiva de las demás estatuas, impresionando casi exclusivamente por su gran tamaño.
Cuatro personajes con distintos atributos en sus manos, tallados en bloque paralelepípedo. La estatua del extremo izquierdo procede de Uyumbe y las restantes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín, y hoy se encuentran en el Museo de dicho Parque. En estos ejemplos puede percibirse el poder evocador que por sí sola tiene la forma de las piedras en la estatuaria del Macizo Colombiano. Independientemente de su tamaño, el bloque lítico produce sensaciones de fuerza, masa, gravedad, peso, poder, rasgos sin duda asociados con la imagen de la categoría de los chamanes representados aquí. La simple forma guarda un contenido y contribuye a transformar una imagen mental socialmente compartida —la del chamán— en imagen visual y artística plenamente comprensible.
Estatua hallada en la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín, que ilustra el hecho fundamental del lenguaje artístico del Macizo Colombiano: en su gran mayoría las estatuas tienen forma fálica. Vistas de frente, repiten el mismo esquema: cabeza parabólica sobre un cuerpo cilíndrico macizo, con los brazos pegados al cuerpo, y un corte que simultáneamente distingue el glande y la cabeza del personaje.
La forma fálica se acentúa con un extraordinario detalle que ostentan muchas estatuas: su eje vertical no es recto sino elíptico, como en el falo, lo cual se aprecia mejor al mirar de perfil esta estatua de la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín. Aspecto intrigante en esta estatua en particular es que, con todo y su clara forma fálica, posiblemente representa un personaje femenino.
La forma fálica se acentúa con un extraordinario detalle que ostentan muchas estatuas: su eje vertical no es recto sino elíptico, como en el falo, lo cual se aprecia mejor al mirar de perfil esta estatua de la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín. Aspecto intrigante en esta estatua en particular es que, con todo y su clara forma fálica, posiblemente representa un personaje femenino.
Esta fotografía de las estatuas del Montículo Oriental de la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín permite apreciar uno de los aspectos formales más notables de la estatuaria. Como puede verse en la escultura central, antes de componer la imagen que se proponía representar, el escultor buscó dar a la piedra forma fálica haciendo elíptico su eje vertical y dando simultáneamente forma cóncava al plano frontal de la estatua al hacer coincidir el extremo del tocado con la punta de los pies. Creaba así un plano de referencia y un eje central con los cuales debía relacionar cada punto, cada línea y cada forma de la futura escultura. El efecto óptico es aún más notable si se tiene en cuenta que la figura está sentada. Algo similar, aunque menos acentuado, se observa en los guerreros que flanquean la estatua.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
La técnica básica de la estatuaria del Macizo Colombiano es la incisión, consistente en trazos finos o gruesos hechos sobre la piedra con instrumentos puntiagudos o filosos, o con cinceles anchos y probablemente de punta triangular o convexa. La incisión se halla en el origen de la técnica escultórica, tanto en términos evolutivos como de diseño. Toda escultura comienza con una incisión, y puede decirse que la estatuaria de San Agustín se inició con incisiones parietales. Su tipo más usual, de línea fina, se encuentra en gran abundancia en las placas que forman los muros y los techos de las sepulturas y las construcciones en forma de dolmen, y en algunas losas y bloques aislados. La incisión fina no es escritura, pero con ella están literalmente grabados en piedra algunos de los elementos fundamentales del lenguaje de la estatuaria.
La técnica básica de la estatuaria del Macizo Colombiano es la incisión, consistente en trazos finos o gruesos hechos sobre la piedra con instrumentos puntiagudos o filosos, o con cinceles anchos y probablemente de punta triangular o convexa. La incisión se halla en el origen de la técnica escultórica, tanto en términos evolutivos como de diseño. Toda escultura comienza con una incisión, y puede decirse que la estatuaria de San Agustín se inició con incisiones parietales. Su tipo más usual, de línea fina, se encuentra en gran abundancia en las placas que forman los muros y los techos de las sepulturas y las construcciones en forma de dolmen, y en algunas losas y bloques aislados. La incisión fina no es escritura, pero con ella están literalmente grabados en piedra algunos de los elementos fundamentales del lenguaje de la estatuaria.
La técnica básica de la estatuaria del Macizo Colombiano es la incisión, consistente en trazos finos o gruesos hechos sobre la piedra con instrumentos puntiagudos o filosos, o con cinceles anchos y probablemente de punta triangular o convexa. La incisión se halla en el origen de la técnica escultórica, tanto en términos evolutivos como de diseño. Toda escultura comienza con una incisión, y puede decirse que la estatuaria de San Agustín se inició con incisiones parietales. Su tipo más usual, de línea fina, se encuentra en gran abundancia en las placas que forman los muros y los techos de las sepulturas y las construcciones en forma de dolmen, y en algunas losas y bloques aislados. La incisión fina no es escritura, pero con ella están literalmente grabados en piedra algunos de los elementos fundamentales del lenguaje de la estatuaria.
El trabajo de incisión fina suele mostrar trazos aparentemente caprichosos, figuras geométricas, y cuerpos al parecer humanos muchas veces incompletos o en síntesis geométrica. Se les ha llamado graffiti, por analogía con los que se encuentran en muros y columnas del mundo antiguo europeo, y se ha sugerido que puede tratarse de borradores o bocetos de estatuas. Ambas descripciones parecen inadecuadas, pues al analizar estos trazos en su conjunto se encuentra que tienen sentido por sí mismos y contienen claves esenciales para entender los contenidos más profundos de la estatuaria.
El trabajo de incisión fina suele mostrar trazos aparentemente caprichosos, figuras geométricas, y cuerpos al parecer humanos muchas veces incompletos o en síntesis geométrica. Se les ha llamado graffiti, por analogía con los que se encuentran en muros y columnas del mundo antiguo europeo, y se ha sugerido que puede tratarse de borradores o bocetos de estatuas. Ambas descripciones parecen inadecuadas, pues al analizar estos trazos en su conjunto se encuentra que tienen sentido por sí mismos y contienen claves esenciales para entender los contenidos más profundos de la estatuaria.
El trabajo de incisión fina suele mostrar trazos aparentemente caprichosos, figuras geométricas, y cuerpos al parecer humanos muchas veces incompletos o en síntesis geométrica. Se les ha llamado graffiti, por analogía con los que se encuentran en muros y columnas del mundo antiguo europeo, y se ha sugerido que puede tratarse de borradores o bocetos de estatuas. Ambas descripciones parecen inadecuadas, pues al analizar estos trazos en su conjunto se encuentra que tienen sentido por sí mismos y contienen claves esenciales para entender los contenidos más profundos de la estatuaria.
Un signo frecuente inciso en las piedras es el que el español José Pérez de Barradas describió como “una gran cruz de brazos de anchura desigual”. Como muestra claramente una piedra hallada en la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín, y confirma el estudio del motivo en otras piedras, se trata de la representación esquemática del contorno de la figura humana en la posición ritual en que aparece en la mayoría de las estatuas. En la piedra que examinó Pérez, procedente de la Mesita A, se encuentran otros signos importantes del lenguaje de la estatuaria.
Un signo frecuente inciso en las piedras es el que el español José Pérez de Barradas describió como “una gran cruz de brazos de anchura desigual”. Un estudio del motivo de otras piedras confirma que se trata de la representación esquemática del contorno de la figura humana en la posición ritual en que aparece en la mayoría de las estatuas. En la piedra que examinó Pérez, procedente de la Mesita A, se encuentran otros signos importantes del lenguaje de la estatuaria.
Como indica el esquema trazado sobre una figura del Montículo Sur de la Mesita B, la mayoría de las estatuas combinan y sintetizan tres formas: la de la piedra, la forma fálica, y la de una cruz de anchos y cortos brazos.
Estatua femenina de 2,2 m de altura, tallada en placa y hallada por Preuss en El Tablón. Su rica ornamentación, compuesta por pectoral de placas rectangulares, collar de numerosas vueltas, orejeras triples, brazaletes y nariguera en forma de media luna, está en su mayor parte trabajada en incisión, y su forma exterior reúne las tres referencias visuales fundamentales de toda la estatuaria: piedra-falo-cruz.
Las obras más características en incisión gruesa del Macizo Colombiano son las que se encuentran labradas sobre grandes rocas en algunos sitios, de los cuales el más notable es El Estrecho, en el río Magdalena, y que representan espirales, figuras de simios y elementos geométricos y han sido catalogadas por los arqueólogos como “tardías”. Sin embargo, en el alto de La Chaquira se halla una obra trabajada en esta técnica que más bien parece remontarse a los orígenes de la estatuaria. Muestra a un hombre de cara redonda con una especie de corona o tocado de plumas o rayos que se reflejan en su collar. Con prominente y erecto falo, tiene los brazos extendidos y las manos abiertas, las piernas separadas y los pies orientados hacia fuera, y es la imagen mejor proporcionada y una de las más realistas de toda la estatuaria.
Esta figura, tallada en otra cara de la misma roca, está trabajada con la técnica del relieve biplano, frecuente entre las sociedades prehispánicas americanas. Es un tipo de bajorrelieve en el cual se evita deliberadamente la ilusión de tridimensionalidad para acentuar el carácter ultramundano de la imagen.
Relieve biplano sobre una estela hallada por Konrad Preuss en El Tablón, cerca de San Agustín. La forma de representación responde a ciertos principios de frontalidad por los cuales las partes del cuerpo se presentan por su plano más significativo. La cabeza y el tronco del personaje se muestran de frente, las piernas de perfil y los pies en su plano horizontal, o vistos desde arriba.
Figura en relieve biplano hallada en Uyumbe, notable porque el escultor solamente resaltó ciertos rasgos en el plano superficial de la piedra: una especie de tocado que enmarca la cara y que se proyecta en el centro para formar la nariz, un par de peculiares ojos en forma de bumerán, las fauces animales y los brazos. El resto lo crea el contemplador en su cerebro, sin que exista en la escultura.
Imagen de un ave rapaz con una serpiente atrapada con sus garras y su pico, en el cerro de La Pelota. Evidentemente es copia de la escultura con el mismo motivo que se encuentra en la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín y que se muestra en la siguiente ilustración. Esta es más pequeña y menos exitosa en su diseño, pero presenta interesantes detalles en la decoración de la serpiente.
Aunque parece una escultura de bulto redondo, el ave de presa con serpiente del Montículo Noroeste de la Mesita B es en realidad un relieve tridimensional —como su copia del cerro de La Pelota—, sin labrado en su cara posterior. Esta imagen ha dado lugar a especulaciones que la relacionan con la serpiente emplumada del antiguo México. Sin embargo, su sentido puede ser muy distinto (ver páginas 124-128).
Estatua monumental del Montículo Noroeste de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín, tallada en una gran placa triangular de cerca de dos metros de altura y 2,67 de anchura. Descrita tradicionalmente como cabeza, en realidad es un rostro en relieve tridimensional. Las protuberancias en las mejillas probablemente sugieren que el ser representado está mascando coca.
Imagen masculina con corona de plumas en el estanque principal de la fuente de Lavapatas, con la particularidad —única en el Macizo Colombiano— de que muestra los brazos levantados.
Figura infantil sostenida en su regazo por un adulto; combina las técnicas del relieve tridimensional (rostro) y el relieve biplano.
Tapa de sarcófago en el Montículo II de la Meseta A del Alto de los Ídolos, tallada en una técnica que combina el relieve tridimensional y el relieve biplano. La figura, representación masculina, no presenta las características fauces animales y sus ojos cerrados aluden sin duda a la muerte del personaje. La postura de las manos, un tanto rígida, responde al principio de frontalidad, frecuente en la estatuaria.
Estatua conocida popularmente como “el oso de La Chaquira”, descrita extensamente y con todo detalle por Pérez de Barradas como “una rana”, aunque quizá se trata de un felino o de un mono. En todo caso, un hecho interesante de esta escultura de bulto redondo, tallada aprovechando al máximo las formas de la piedra, es que tal vez es el único cuadrúpedo de la estatuaria representado sobre sus cuatro patas.
Otro ejemplo de escultura de bulto redondo es este grupo procedente de Uyumbe y que representa un coito entre un mono y una mujer. Bastante deteriorada, es similar a una estatua hallada en La Parada y muestra las patas del animal vistas en su plano horizontal. Los demás rasgos guardan semejanza con los naturales.
Escultura de bulto redondo del Alto de las Piedras que muestra a un hombre de fauces animales, brazos en ángulo recto y el falo asido por un cordón que rodea su cintura. Tiene la particularidad de presentar grandes ojos redondos, sin párpados, por lo cual, y por comprensible analogía, se les ha descrito como “ojos de pescado”. Sin embargo, es probable que representen más bien los ojos de un mono araña.
Curiosa estatua bifronte de la Mesita C del Parque Arqueológico de San Agustín. Muestra dos figuras simiescas unidas por la espalda que constituyen la expresión más acabada de escultura de bulto redondo en la estatuaria. Sus dos frentes principales no son absolutamente idénticos y podría pensarse que uno de ellos, o quedó inconcluso, o representa una faceta contraria de cierto mensaje, pues faltan las fauces animales.
Descrita por algunos como la escultura más extraordinaria del Macizo Colombiano, esta es sin duda una de las más significativas y complejas. En términos técnicos es una estatua de bulto redondo (está concebida para ser vista por todos sus lados), pero mientras que por sus caras frontal y posterior es una escultura tridimensional, sus caras laterales son relieves bidimensionales.
Descrita por algunos como la escultura más extraordinaria del Macizo Colombiano, esta es sin duda una de las más significativas y complejas. En términos técnicos es una estatua de bulto redondo (está concebida para ser vista por todos sus lados), pero mientras que por sus caras frontal y posterior es una escultura tridimensional, sus caras laterales son relieves bidimensionales.
Vista frontal y lateral de la estatua de la página opuesta, situada en el Alto de las Piedras en Isnos. Como la escultura del mismo tema del Alto de Lavapatas, presenta su plano frontal en el borde de la placa en que fue esculpida, mientras en sus planos laterales se desarrollan las formas de un ser que combina varios animales y en el que Konrad Preuss vio la imagen del “doble yo”.
Estatua tallada en una placa de más de dos metros de altura y situada en el Alto de Lavapatas. Muy similar a la que se encuentra en el Alto de las Piedras, entre las dos hay sin embargo importantes diferencias, como el falo del carguero, sustituido en la de Las Piedras por un taparrabo escalonado, y los rasgos del rostro de la figura que lleva sobre sus hombros.
Estas esculturas, descritas como cargueros con el “espíritu multiforme” a cuestas, son una demostración más de que en la estatuaria del Macizo Colombiano la técnica es parte del contenido simbólico. La combinación de la escultura tridimensional con el relieve biplano remite a la continuidad entre el mundo natural y el mundo ultraterreno, en un proceso incesante de transformación.
Estas esculturas, descritas como cargueros con el “espíritu multiforme” a cuestas, son una demostración más de que en la estatuaria del Macizo Colombiano la técnica es parte del contenido simbólico. La combinación de la escultura tridimensional con el relieve biplano remite a la continuidad entre el mundo natural y el mundo ultraterreno, en un proceso incesante de transformación.
El color fue, según toda evidencia, parte integral e importante del mundo funerario y artístico del Macizo Colombiano prehispánico. Esta estatua, hallada en la década de 1980 en el alto de El Purutal, es la que mejor conserva la pintura y muestra los colores más usuales de la estatuaria: rojo, blanco, amarillo y negro, que se hallan simultáneamente en la serpiente coral y en el “rey de los gallinazos”.
Detalles de la estatua del Montículo V de la Meseta A del Alto de los Ídolos, donde se observan rastros de la pintura que originalmente la cubrió en su totalidad. El tronco y las extremidades estaban pintados de amarillo y de rojo el rostro, el taparrabo con su detallado lazo, y las ligaduras de las piernas. De color castaño estaban pintados su tocado y las cintas que caen por la espalda del personaje.
Estatua de un personaje con un palillo y un niño en las manos, descubierta en el alto de El Purutal. La detallada pintura del rostro muestra los ojos rodeados de amarillo, con los párpados pintados de negro. Un campo rojo resalta el filo de la nariz, se extiende por los arcos superciliares rodeando el amarillo, y encierra la boca desde las comisuras hasta el mentón. El negro se reserva para los pómulos, los párpados y las pupilas, y el blanco para los dientes y el globo ocular.
Las tumbas del Macizo Colombiano también estaban decoradas con los cuatro colores básicos que se encuentran en las estatuas, predominando en aquellas cinco formas geométricas básicas: círculos, triángulos, rombos, cuadrados y cruces. Tumba del alto de las Piedras adornada con colores y un mono inciso.
Las tumbas del Macizo Colombiano también estaban decoradas con los cuatro colores básicos que se encuentran en las estatuas, predominando en aquellas cinco formas geométricas básicas: círculos, triángulos, rombos, cuadrados y cruces. La pintura de esta tumba de la Meseta A del Alto de los Ídolos recuerda la piel de la anaconda.
Los escultores del Macizo Colombiano desarrollaron un estilo original, fácilmente identificable y muy distinto a los de todas las demás sociedades de América prehispánica. El característico aspecto bestial que se aprecia en esta estatua del Montículo Oriental de la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín es solo uno de los rasgos que distinguen el arte de aquellos grupos tan remotos en el tiempo.
El primer elemento del estilo del Macizo Colombiano es la peculiar relación entre la masa y el espacio. Todas las estatuas están labradas en un solo bloque de piedra, sin que ningún elemento sobresalga de un cuerpo central o lo penetre. Dentro de esos límites, hubo soluciones tan originales como la posición de los brazos de esta estatua de El Rosario.
El primer elemento del estilo del Macizo Colombiano es la peculiar relación entre la masa y el espacio. Todas las estatuas están labradas en un solo bloque de piedra, sin que ningún elemento sobresalga de un cuerpo central o lo penetre, como en esta pequeña estatua procedente de la Mesita D.
La posición de una figura es, desde luego, definitiva al considerar las proporciones entre sus partes y la relación que establece el ojo entre sus volúmenes. Al contrario de lo que suele pensarse, la gran mayoría de las estatuas de figura humana del Macizo Colombiano no están de pie sino sentadas, y es esto lo que hace que, vistas de frente, como usualmente se las mira, las extremidades inferiores aparezcan excesivamente cortas y el vientre casi desaparezca. Como se ve en este ejemplo de Las Moyas, el plano frontal de las estatuas solo presenta las piernas desde la rodilla hasta el pie, y no aparecen los muslos. Es el mismo efecto que se obtiene al mirar de frente a una persona sentada, cuando no interviene el efecto de profundidad de la percepción tridimensional.
La estatuaria del Macizo Colombiano ofrece gran variedad de posiciones sedentes adoptadas indistintamente por hombres y mujeres. En el caso de esta estatua hallada en Naranjos, el personaje está en cuclillas, con las asentaderas cerca de los calcañares. Para mayor estabilidad y comodidad, apoya las manos entrelazadas sobre las rodillas, preservándose a toda costa la forma fálica.
El estatismo de la estatuaria, consistente no solo en la falta de movimiento sino en el predominio del eje vertical, se ve atenuado por los objetos que portan los personajes, como la varita que lleva en la derecha esta figura de chamán procedente del Alto de los Ídolos, orientada de forma oblicua sobre el pecho. Las enormes orejeras tubulares acentúan el extraño aspecto del personaje.
Uno de los dos guerreros que flanquean la estatua principal del Montículo Noroeste de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Al realismo del rostro se suma en esta figura el relativo movimiento de los miembros superiores. El garrote mitiga el predominio del eje vertical, y la posición de los brazos, especialmente el izquierdo, introduce una variación en la forma de cruz predominante en las estatuas.
Figura tallada en relieve bidimensional, hallada en El Cabuyal y que ejemplifica el principio de frontalidad pictórica en la estatuaria. En las estatuas talladas según este principio no interesaba tanto al escultor el realismo de la representación como el valor significativo de cada una de las partes del cuerpo (cabeza y tronco de frente, piernas de perfil y pies en su plano horizontal).
Una de las tres estatuas halladas en Quebradillas ilustra tanto el principio de frontalidad como el principio de simetría de la estatuaria, vinculado a la predominancia del eje vertical de las figuras. Dicho eje se trazaba al comienzo del labrado como una línea vertical que dividía la piedra en mitades. Los rasgos se tallaban siguiendo una correspondencia precisa, equilibrada y estática.
Estatua hallada Quebradillas. Sostiene con sus manos una gruesa vara que, antes que un instrumento agrícola, es probablemente el soporte de las máscaras que cubren el rostro de los personajes. No solo lleva una máscara distinta, sino que altera la simetría bilateral por la forma de tomar el soporte de aquella.
Como ejemplifica esta estatua, procedente del Montículo Occidental de la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín, las proporciones de la estatuaria no están determinadas por los cánones clásicos sino por las formas fundamentales del falo y la cruz. Estas imponen que la cabeza y la parte inferior del cuerpo tengan similar anchura.
Esta figura, originalmente en la Mesita C del Parque Arqueológico de San Agustín, sintetiza las características estilísticas del arte del Macizo Colombiano y exhibe con extraordinaria sencillez y claridad sus rasgos iconográficos centrales, en su mayor parte incomprendidos. Todo esto la convierte en una de las imágenes más representativas, y explica por qué es una de las más difundidas de la estatuaria.
Texto de: Efrain Sánchez
Materiales del arte?
El Macizo Colombiano es pródigo en materiales para el artista. Espesos bosques con multiplicidad de maderas preciosas para la escultura o la arquitectura, tierras y minerales de múltiples colores para la pintura, variedad de arcillas para la cerámica, e incluso oro en algunos ríos para la orfebrería. Pero fue la piedra el material elegido como medio principal para la expresión artística en tiempos prehispánicos. Es un hecho notable que hubiera sido la escultura el arte que floreciera en San Agustín sobre todos los demás durante un espacio de más de mil años, y que el uso de la piedra en arquitectura hubiera sido tan poco significativo. Varios autores han sugerido el uso de madera para la escultura, y han visto en ciertas figuras que clasifican como “arcaicas” —aquellas pequeñas estatuas en forma de poste o columna que se conocen como “guardianes de tumbas”— el paso de la talla en madera a la talla en piedra. Bien puede ser que, en efecto, en épocas muy antiguas, o en verdad en cualquier tiempo, los escultores hubieran utilizado madera, aunque no queda de ello vestigio alguno. Pero precisamente los efectos del tiempo y los elementos debieron haber sido uno de los primeros hechos físicos de que se percataron los artistas. La madera es frágil y, si se deja a la intemperie, se pudre en muy poco tiempo. Por eso se le prefiere para un ambiente interior y protegido —como un palacio o un templo, que no existieron en San Agustín—. Al parecer desde las épocas más remotas las estatuas estuvieron destinadas a dos tipos de ambientes: el subterráneo de las tumbas y el espacio abierto de los sitios ceremoniales. Para tales ambientes nada hay mejor que la piedra.
Los artistas de San Agustín debieron también percibir desde muy pronto las características mecánicas que convirtieron a la piedra en el principal material para la escultura desde la más remota antigüedad. La piedra es dura, pero resulta suave y adaptable al trabajo escultórico, pues no se fractura al recibir golpes fuertes, y es posible trabajarla con mucha precisión mediante percusión o fricción. Además, es muy resistente a la deformación bajo grandes presiones, aun tratándose de placas relativamente delgadas, y por ello se le prefirió desde muy pronto como material de construcción. La piedra, sin embargo, también tiene desventajas y presenta retos difíciles de superar para el artista. La zona de San Agustín no es área pedregosa o rocosa, y las piedras de gran tamaño, como las utilizadas en la estatuaria, están en su mayoría sepultadas en el subsuelo o son cantos rodados que transportan las aguas en lo profundo de los cañones de los ríos y su gran peso hace difícil su traslado. Además, no obstante sus ventajas, la piedra no es precisamente el material más fácil de trabajar para un escultor, y muchas de las que se utilizaron en San Agustín se encuentran entre las más duras. En su gran mayoría son rocas ígneas o volcánicas y, según los análisis efectuados en Alemania por el profesor M. Belowski con las muestras llevadas por Alphons Stübel luego de su viaje de 1869 y las que aportó luego Preuss, son principalmente dacitas micáceas, andesitas hornbléndicas, basaltos feldespáticos y andesitas augíticas. Sobre la primera clase de roca dice Belowsky que “es compacta pero no difícil de trabajar”, pero sobre la última, la andesita augítica, comenta que es “un material duro y que se desmorona fácilmente” y que por lo tanto “debió ser muy difícil labrarlo con los utensilios primitivos de que disponían aquellos pobladores del Huila”. Las rocas sedimentarias y metamórficas, aunque más escasas, no son inexistentes, pero parece claro que las de origen volcánico fueron las elegidas, quizá no solo por su mayor abundancia. Parece evidente que en la escogencia de la piedra como medio de expresión debió intervenir mucho más que el pragmatismo. La piedra era el material que se necesitaba para los fines expresivos en San Agustín.
Útiles del arte
El hecho de que los artistas del Macizo Colombiano no hubieran utilizado instrumentos metálicos para sus esculturas jamás ha dejado de asombrar, y el folclore ha creado pintorescas leyendas para explicarlo. Se dice por ejemplo que los escultores descubrieron cómo ablandar la piedra, y que por ello muchos rasgos parecen hechos como sobre arcilla húmeda. Esto, desde luego, recuerda que la escultura es un arte tanto táctil como visual (principalmente táctil, según Herbert Read), pero no desvirtúa el hecho real de que los artistas debieron limitarse al uso de instrumentos de piedra. Los arqueólogos distinguen una amplia variedad de tipos, entre ellos golpeadores, yunques, perforadores, raspadores, machacadores, cinceles y pulidores. En su mayor parte son de rocas volcánicas (toba, andesita, obsidiana, basalto, dacita y diorita), pero también los hay de rocas sedimentarias (chert, lodolita silícea) y metamórficas (cuarcita, filita, neiss), según los análisis efectuados sobre las industrias líticas de San Agustín.
Forma, técnica y representación: Los fundamentos del lenguaje artístico
Todas las esculturas del Macizo Colombiano fueron labradas en monolitos. Ninguna tiene más de una pieza y este hecho, sorprendente por el tamaño y peso de algunas, es su primer rasgo estilístico. El segundo es la forma de las piedras, y en ella se distinguen tres tipos básicos: columnas, placas y bloques. Las formas geométricas regulares del material imparten a toda la estatuaria un sentido de orden, equilibrio y estabilidad que sin duda constituyó importante valor visual, pero más importante aún, existe una relación directa entre la forma de la piedra y la imagen que representa. Casi todas las estatuas que figuran personajes de alta jerarquía son bloques y en su gran mayoría las esculturas columnarias representan “guardianes de tumbas”, no solo los pequeños ya mencionados, sino los guerreros que flanquean las estatuas mayores. Las esculturas labradas en placas conforman un mundo aparte. Es el mundo de la síntesis geométrica y los seres ultraterrenos.
De la forma de las piedras pasamos a la forma de las estatuas, y esta guarda una maravilla que causa asombro. La gran mayoría de estatuas tiene forma fálica, y esta es más inmediatamente evidente en los pequeños “guardianes de tumbas” a que se ha hecho referencia. ?
Son figuras cilíndricas, usualmente de menos de un metro de altura, que representan seres de ancha nariz, todos con los ojos cerrados. La cabeza redonda, el corte que la separa del tronco y este sin miembros inferiores y sin detalles, salvo por los brazos en discreto relieve, dan la forma exacta del falo. La forma fálica se extiende a varias figuras de la categoría de las placas. Una de ellas, de dos metros de altura y situada en la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín, muestra al personaje, supuestamente femenino, con el brazo izquierdo asido por la mano derecha, como los pequeños “guardianes de tumbas”. Corona su cabeza una especie de gorro de figura parabólica, como corresponde a la representación fálica. Lo más asombroso es que casi todas estas piedras tienen forma arqueada, es decir, su eje vertical es visiblemente curvo, como en el falo. Y hay algo más extraordinario aún. Muchas estatuas de bloque paralelepípedo, entre ellas una de las más grandes y pesadas (en el Montículo Oriental de la Mesita A), presentan esta misma superficie cóncava en su cara frontal. Gerardo Reichel observó atinadamente que “vistas desde el frente, la virtual ausencia de cuello da la impresión de que las estatuas tienen su eje vertical recto, pero la vista lateral muestra que la cabeza está ligeramente echada hacia delante”. Pero no es solo la cabeza la que está echada hacia adelante, sino también los pies, y por consiguiente el eje del cuerpo es en verdad una sucesión de ejes que forman ángulo entre sí, es decir, una elipse. Una observación adicional, de gran significación pues hace perder pertinencia a muchos análisis sobre las proporciones de la estatuaria, es que no solamente falta el cuello. Los hombros casi desaparecen en todas las esculturas, creándose así un contorno que, subiendo en líneas rectas por los dos costados de la figura, termina en la parte superior en forma parabólica, siguiendo la representación fálica. Las proporciones de la estatuaria no son las del cuerpo humano sino las del falo.
Una vez con la piedra debidamente preparada, el artista la trabajó de tres modos básicos: incisión, escultura o pintura, o una combinación de los tres. El trabajo de incisión es más propio del grabado o la decoración que de la escultura, y en el Macizo Colombiano se le encuentra en dos tipos principales. Uno de línea fina y otro de línea gruesa, y ambos son importantes para el análisis de los orígenes de la estatuaria y son característicos de modos de representación muy diferentes. La incisión fina es propia de las losas empleadas para formar las paredes y las tapas de las sepulturas. En muchas de ellas se ve lo que parecen ser trazos caprichosos, algunas figuras geométricas y caras o cuerpos humanos a veces incompletos o que parecen caricaturescos. Suele dárseles por ello el nombre de graffiti, término que parece inadecuado pues no se trata, como en los graffiti tan usuales en monumentos de piedra de Egipto y la antigua Roma, de signos o marcas casuales y burdas, sino de inscripciones hechas con propósitos deliberados. Tampoco es probable que se trate, como se ha sugerido, de ensayos o diseños previos para la escultura, pues como bien observó el primero que los examinó con detenimiento, José Pérez de Barradas, debieron tener asociaciones mágicas o religiosas. Son figuras humanas y animales sintetizadas geométricamente y contienen claves fundamentales para entender ciertos valores visuales y modos de representación.
Pérez de Barradas describe e incluye en su libro la ilustración de una piedra que halló en la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín. “El centro”, escribe Pérez, “está ocupado por una gran cruz de brazos de anchura desigual. Dentro tiene otra cruz, y en distintas partes de la piedra otros cuatro signos de esta clase”. Viendo que dichas cruces “se repiten mucho”, Pérez concluyó que “pudieran representar los cuatro puntos cardinales”. Sin embargo, el mismo motivo se presenta también inciso en otras piedras en las que se descubre su verdadero sentido. Son representaciones de la silueta de la figura humana, vista de frente. La parte superior de la cruz corresponde a la cabeza y la inferior a las piernas y el vientre, mientras que los brazos son los correspondientes del cuerpo humano. Si se toma la silueta de gran número de estatuas, entre ellas las mayores, y se eliminan ciertos elementos adventicios como orejeras exageradas y diademas, se llega precisamente a la figura del centro de la piedra descrita por Pérez. La síntesis visual y geométrica es entonces clara: el ser humano es una cruz. Tal configuración constituye un nuevo plano de referencia fundamental para todos los puntos y líneas de la estatua, que se suma a los ya señalados de la forma original de la piedra y el motivo fálico.
El trabajo de incisión de línea gruesa es característico de los petroglifos que se han catalogado como “tardíos”, que representan espirales, figuras humanas y simiescas esquematizadas, líneas terminadas en manos y otros motivos. También se presenta en una obra que, o bien es igualmente tardía, o bien está en el origen de la estatuaria de San Agustín. Se trata de una de las tres figuras humanas labradas en las caras de una gran roca en el Alto de la Chaquira. No hay nada igual en todo el Alto Magdalena. Es la única representación humana completa labrada en su totalidad por la técnica de incisión gruesa, y aunque es la más borrosa de las tres trabajadas en la mencionada piedra, sus rasgos son aún visibles. En contraste con el estatismo de las estatuas, esta parece danzar sobre su muro de piedra. Y a diferencia de la gran mayoría, los rasgos faciales reproducen directamente los del mundo físico, sin fauces animales, sin ojos geométricos.
Toda escultura existe ya sea en forma de relieve, o como figura de bulto redondo, o como una combinación de relieve y bulto redondo. Las esculturas de bulto redondo se erigen en un espacio independiente, mientras que los relieves son proyecciones de un plano que los contiene o les sirve de fondo. Los relieves suelen clasificarse en bajorrelieve, altorrelieve y medio relieve, según la cantidad de masa que emerja del plano de fondo. En San Agustín se distinguen dos tipos básicos de relieve: relieve biplano y relieve tridimensional. El primero, común a todas las sociedades prehispánicas de América, es un tipo de bajorrelieve en el cual la figura representada se proyecta en un solo plano sobre aquel que le sirve de fondo, sin protuberancias de volumen. El supuesto parentesco entre este tipo de relieve y la pintura figurativa se basa en la incomprensión de los principios de uno y otra. Mientras que en la pintura se trata de representar objetos tridimensionales en un plano de dos dimensiones y dar la ilusión tridimensional mediante recursos como la perspectiva, en el relieve biplano prehispánico la intención es reducir los objetos tridimensionales a dos dimensiones, sin crear ilusión de tridimensionalidad. En la estatuaria del Macizo Colombiano el relieve biplano tiene claras connotaciones mágicas y ultramundanas, en una nueva demostración de la estrecha relación entre la forma de la piedra, la técnica escultórica y los significados de la estatuaria. Está relacionado con los orígenes, con la síntesis geométrica y con el relato, probablemente de contenido mitológico, y sus ejemplos más notables se encuentran en La Chaquira, contiguos al ya mencionado de incisión gruesa —en verdad están en la misma piedra— y en El Tablón. Son en realidad variaciones sobre el tema de la figura de incisión gruesa ya descrita, y probablemente se labraron con posterioridad a ella. En todas se mantiene el motivo de los pies hacia fuera, y aunque las piernas no están tan separadas como en la figura incisa, son perfectamente discernibles como unidades de diseño autónomas.
El relieve tridimensional tiene importantes diferencias con el relieve biplano o bidimensional y la más obvia es que la figura no se proyecta en un solo plano sino en multiplicidad de ellos. En esta técnica el escultor sí está interesado en la percepción de tridimensionalidad, lo cual genera considerables retos técnicos pues la figura permanece anclada al plano de fondo sobre el cual se proyecta. Una solución a la cual recurrieron los escultores del Macizo Colombiano fue la de eliminar del todo el plano de fondo, haciendo aparecer la escultura como figura de bulto cuando en realidad es solamente un relieve, sin tipo alguno de talla en su cara posterior. Tal es el caso de la enorme cabeza y el ave rapaz con una serpiente aprisionada entre su pico y sus garras del Montículo Noroeste de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín.
La escultura de bulto redondo fue el modo de expresión predominante en el Macizo Colombiano. Más del 70 por ciento de todas las estatuas son de bulto y constituyen la síntesis y el desarrollo de todas las técnicas y estilos utilizados. Se labraron en las tres formas básicas de la piedra escultórica (columnaria, placa y bloque) e integran todas las variaciones de la incisión y el relieve, revelando facetas cruciales de los valores visuales entre las sociedades prehispánicas que habitaron la región.
Toda escultura de bulto es aquella concebida para erigirse como objeto independiente y separado, en contraste con el relieve. No solamente debe ser tridimensional sino, más importante aún, ser “redonda”, es decir, poder verse como objeto escultórico autónomo desde todos los puntos en torno a ella. Esta definición, así como la distinción con el relieve, pueden parecer triviales, pero en la estatuaria del Macizo Colombiano nada es obvio. Muchas esculturas ponen en duda no solamente la diferenciación con el relieve sino los conceptos mismos de escultura de bulto y tridimensionalidad. Se afirma que en el Macizo Colombiano predomina el relieve sobre el bulto redondo, con el argumento de que la mayoría de las esculturas, si no todas, fueron concebidas para mirarse de frente. El dominio de la frontalidad llegaría a tal punto que muchas estatuas que muestran labrado en todas sus caras no se habrían concebido como verdaderas esculturas de bulto sino como relieves de cuatro lados. La “bidimensionalidad” sería el rasgo más característico de la estatuaria. Sin embargo, aun aceptando que la frontalidad es un rasgo patente, la idea de la bidimensionalidad dominante parece malinterpretar, o por lo menos simplificar en exceso ciertos valores visuales de la escultura del Macizo Colombiano.
La tridimensionalidad y el carácter de escultura de bulto son inmediatamente evidentes en algunas estatuas, en torno a las cuales no cabe discusión. Cuéntanse entre ellas las figuras de mono en el acto de poseer a una mujer, de Uyumbe y La Parada, la estatua de un hombre con un raro animal con cabeza de mono en las manos, del Montículo I del Alto de los Ídolos, una figura sedente en el mismo sitio, y “el oso” de La Chaquira. Donde en verdad se ponen en juego los conceptos de escultura de bulto redondo y tridimensionalidad es en las esculturas sobre placa. Un caso extremo es el de la llamada “El Obispo”, del Montículo Noroeste de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín, con un espesor de apenas 27 centímetros para una altura de casi cuatro metros. Muestra una figura que sostiene entre sus manos un ser y termina en su parte inferior con un personaje en posición invertida. Esta estatua, para ser estrictos con nuestra tipología, es en verdad un relieve bidimensional, pero solo por una de sus caras. Parece evidente que el escultor no la concibió como obra tridimensional, ni quiso dar siquiera la ilusión de tridimensionalidad. Su ser sagrado y ultramundano quedó explícito en la bidimensionalidad. Pero vista por su cara posterior parece un ser humano más, una mujer si se ha de aceptar la idea de que los faldellines son distintivo femenino. Ciertamente se trata de un personaje de dos caras, o mejor, es la representación de una escena con tres protagonistas en la cara anterior y uno totalmente distinto en la posterior.
Aquí es pertinente examinar dos estatuas muy singulares desde el punto de vista formal y técnico. Son las que se conocen como imágenes del “doble yo” del Alto de Lavapatas y del Alto de las Piedras. Representan a un personaje que lleva a cuestas un extraño ser de formas animales, están labradas en placas de espesor casi igual (27 centímetros en promedio) y tienen la particularidad, única en la región, de que su plano frontal es uno de los cantos angostos de la piedra. Vistas de frente, parecerían estatuas columnarias tridimensionales y de bulto redondo, con ciertos toques realistas. Las caras laterales son muy distintas. Están concebidas de manera bastante estricta como relieves bidimensionales, ultraterrenos y fantásticos. Nuevamente, la técnica y el mensaje se conjugan en indisoluble unión. La tridimensionalidad es un concepto siempre presente y dominante en la estatuaria del Macizo Colombiano, con la excepción del relieve biplano, cuya esencia es la negación de aquella. En general, para sintetizar, el relieve biplano está emparentado con la síntesis geométrica, lo ultraterreno y lo abstracto, mientras que las formas tridimensionales guardan mayor relación con el mundo vital y orgánico.
El mundo del arte y el mundo funerario prehispánicos probablemente ofrecieron al contemplador un aspecto muy distinto al que hoy tienen, no solo porque algunas estatuas se han removido de sus sitios originales, sino porque al parecer eran mundos iluminados por vivos y contrastantes colores. En las losas de las tumbas y en las esculturas se han hallado cuatro colores: negro, rojo, amarillo y blanco, tanto de origen vegetal como mineral. ?El porqué de la dominancia de tales colores y la posible significación de cada uno de ellos es algo que permanece en el misterio. Sin embargo, César Augusto Velandia exploró en el mundo natural posibles paralelos, y encontró dos animales que presentan simultáneamente los cuatro colores, a saber, una serpiente coral (Micrurus wagler) y el “rey de los gallinazos” (Sarcorhamphus papa), un ave rapaz. Los motivos ornamentales de la pintura de las tumbas se restringen a cinco formas geométricas básicas: círculos, rombos, triángulos, cuadrados y cruces. La figura de la cruz es el motivo dominante del sepulcro en que mejor se conservó la pintura funeraria, la tumba principal del Montículo 2 del Alto de las Piedras en San José de Isnos. Con gruesos trazos negros se delinearon sobre fondo amarillo los motivos, pintándose su interior de rojo. El principal de ellos tiene en su centro un cuadrado con un círculo inscrito pintado de blanco, y de cada uno de sus lados se proyectan líneas curvas que arriba y abajo van a formar triángulos, y rombos a derecha e izquierda. El diseño que se forma, entonces, es el de cruces separadas por rombos. El motivo de la cruz se encuentra también en la tumba n.o 1 del Montículo IX del Alto de los Ídolos, abierta en 1970 por Luis Duque Gómez y Julio César Cubillos. En las cuatro piedras de los costados laterales se ven sobre fondo negro y trazadas con líneas rojas, formas de cruces con sus brazos laterales muy anchos y en su centro un círculo completamente pintado de negro. El rombo, inscrito en una cruz, lo halló Pérez de Barradas en una losa del Montículo Occidental de la Mesita A de San Agustín y, esta vez independiente, en el “templo” del Montículo Sur de la Mesita B. Los círculos son aún más frecuentes en la pintura sepulcral y se hallan, aparte de las tumbas mencionadas, en el Alto de los Ídolos, en las piedras que flanquean el sarcófago con tapa de forma humana, y en varias sepulturas del Alto de las Piedras.
Qué significan estas formas geométricas es algo sobre lo cual la investigación etnográfica tiene aún mucho por decir, pero en el propio contexto escultórico y funerario puede haber indicios seguros. La cruz, el rombo, el círculo y el triángulo los hemos encontrado ya en los dibujos incisos descritos con anterioridad. En ellos, la cruz es una síntesis geométrica del contorno de la figura humana, el rombo de la del mono, y el triángulo probablemente sugiera la serpiente y, en algunos casos, el mono. En cuanto al círculo, puede ser posible cualquier interpretación (el sol, la luna, el infinito), pero en la naturaleza se encuentran, precisamente con los mismos colores que se hallan en las piedras, en la decoración de la piel de la anaconda.
#AmorPorColombia
El oficio del artista
La piedra fue el material elegido para la expresión artística durante cerca de mil años en el Macizo Colombiano, y aquella se concentró en la escultura. Salvo por las estructuras funerarias compuestas por grandes placas, la piedra no se utilizó para la arquitectura. Arriba, grupo de estatuas halladas en el sitio de Quebradillas, al suroeste del pueblo actual de San Agustín.
Tres de las cuatro caras planas talladas con figuras en relieve de una gran roca que constituye la pieza central de La Chaquira, extraordinario sitio localizado en cercanías del pueblo de San Agustín y posiblemente uno de los escenarios más antiguos del arte escultórico del Macizo Colombiano. Los artistas prehispánicos sin duda tuvieron en cuenta el impacto sensorial de las características físicas del lugar, de notable dramatismo, incluido un sobrecogedor abismo que se abre a sus pies, con el río Magdalena en su fondo y ornado con matorrales y elevadas cascadas formadas por las quebradas que corren por la parte opuesta. Trabajada quizá durante un período muy prolongado, La Chaquira reúne las técnicas, los motivos y los estilos que probablemente dieron origen a la estatuaria.
Las ventajas y desventajas de la piedra como material escultórico probablemente no fueron los únicos factores que tuvieron en cuenta los artistas para escogerla como su principal medio de expresión. La piedra debió asociarse con la eternidad, no sólo de la muerte, sino también de la vida; con la supervivencia de esta por encima del tiempo; con la persistencia del cosmos y su orden inmutable. Por otra parte, también pudo haber estado asociada con el cambio, la transformación y el caos producidos por las tormentas y los rayos y, sobre todo, por los volcanes. En San Agustín e Isnos solamente hay un volcán comprobado, el cerro de la Horqueta, aunque se han detectado cinco conos volcánicos y es muy posible que los indígenas hubieran sido testigos de erupciones en la Sierra Nevada de los Coconucos, o del Nevado del Huila.
El alto de La Chaquira es uno de los pocos sitios de los valles de San Agustín e Isnos donde afloran de manera natural sobre el terreno grandes acumulaciones de rocas. Aparte de tener a su disposición materiales en abundancia, para la escogencia del sitio sin duda fue decisiva su posición, en lo alto del profundo precipicio que cae sobre el río Magdalena y mirando hacia el cerro de La Horqueta, al otro lado del río.
Representación de una rana en la pendiente hacia la Fuente de Lavapatas, en el Parque Arqueológico de San Agustín. En esta pieza el artista supo utilizar la forma y la posición originales de las piedras para sus fines expresivos, incluida la referencia al agua de la cercana quebrada. Hallada inicialmente por Codazzi en 1857, permaneció desaparecida durante casi un siglo debido a un derrumbe.
El alto de La Chaquira es uno de los pocos sitios de los valles de San Agustín e Isnos donde afloran de manera natural sobre el terreno grandes acumulaciones de rocas. Aparte de tener a su disposición materiales en abundancia, para la escogencia del sitio sin duda fue decisiva su posición, en lo alto del profundo precipicio que cae sobre el río Magdalena y mirando hacia el cerro de La Horqueta, al otro lado del río.
Una excepcional piedra plana que sostiene la cubierta de una tumba en proximidades del conjunto escultórico de Quebradillas, muestra los pasos iniciales del proceso de elaboración de una estatua. En una de las superficies de la piedra el artista tallaba el contorno de la figura, dividiendo mediante líneas horizontales las tres partes principales del cuerpo: cabeza, tronco (con demarcación de los brazos) y piernas. Una línea vertical central divide los lados izquierdo y derecho de la estatua, que invariablemente son simétricos. Un corte profundo muestra la técnica utilizada para retirar las partes sobrantes de la piedra.
En algunas tumbas del Macizo Colombiano se han hallado acumulaciones de instrumentos que muestran rasgos inequívocos de haber sido utilizados en escultura. En la localidad de El Rosario los habitantes conservan colecciones de piedras que, según tradición, se hallaron en sepulturas de la región y habrían sido empleadas para este fin.
Algunas herramientas fueron utilizadas de manera primaria en labores domésticas, como las manos de moler, usadas para quebrar y convertir en polvo distintos tipos de cereales y semillas. Es muy probable que alternativamente se utilizaran también en la escultura.
En algunas tumbas del Macizo Colombiano se han hallado acumulaciones de instrumentos que muestran rasgos inequívocos de haber sido utilizados en escultura. En la localidad de El Rosario los habitantes conservan colecciones de piedras que, según tradición, se hallaron en sepulturas de la región y habrían sido empleadas para este fin.
Algunas herramientas fueron utilizadas de manera primaria en labores domésticas, como las manos de moler, usadas para quebrar y convertir en polvo distintos tipos de cereales y semillas. Es muy probable que alternativamente se utilizaran también en la escultura.
En algunas tumbas del Macizo Colombiano se han hallado acumulaciones de instrumentos que muestran rasgos inequívocos de haber sido utilizados en escultura. En la localidad de El Rosario los habitantes conservan colecciones de piedras que, según tradición, se hallaron en sepulturas de la región y habrían sido empleadas para este fin. Algunas herramientas fueron utilizadas de manera primaria en labores domésticas, como las manos de moler, usadas para quebrar y convertir en polvo distintos tipos de cereales y semillas. Es muy probable que alternativamente se utilizaran también en la escultura.
El primer rasgo estilístico de la estatuaria del Macizo Colombiano es la forma básica de la piedra. Todas las esculturas se tallaron en rocas de tres formas fundamentales: ? Columnas, orientadas verticalmente y caracterizadas por su gran longitud en comparación con su sección transversal. Sirve de ejemplo esta pieza procedente de El Purutal, que muestra una serpiente enroscada en lo que puede ser el tronco de un árbol.
El primer rasgo estilístico de la estatuaria del Macizo Colombiano es la forma básica de la piedra. Todas las esculturas se tallaron en rocas de tres formas fundamentales: Placas, caracterizadas por su poco espesor en relación con sus demás dimensiones, como en los casos de las estatuas de Quebradillas.
El primer rasgo estilístico de la estatuaria del Macizo Colombiano es la forma básica de la piedra. Todas las esculturas se tallaron en rocas de tres formas fundamentales: Bloques, que se distinguen por el mayor equilibrio entre sus dimensiones, como en esta estatua labrada en un bloque piramidal, hallada en Quinchana.
El primer rasgo estilístico de la estatuaria del Macizo Colombiano es la forma básica de la piedra. Todas las esculturas se tallaron en rocas de tres formas fundamentales: Placas, caracterizadas por su poco espesor en relación con sus demás dimensiones, como una estatua de la Mesita C del Parque Arqueológico de San Agustín.
Estatua de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín, conocida con el nombre de “El Obispo” y una de las imágenes más significativas del arte del Macizo Colombiano. Con casi cuatro metros de altura y más de un metro de anchura, es una de las dos estatuas más grandes de la región. Sin embargo, es una placa de apenas 27 cm de espesor, como corresponde a su carácter ultramundano.
La mayor estatua del Macizo Colombiano está localizada en medio del terraplén que une las dos mesetas del Alto de los Ídolos. Está labrada en una placa de más de cinco metros de altura, 1,75 m de anchura y sólo 23 cm de espesor. La rusticidad de los detalles y la falta de tridimensionalidad despojan a esta escultura de la fuerza expresiva de las demás estatuas, impresionando casi exclusivamente por su gran tamaño.
Cuatro personajes con distintos atributos en sus manos, tallados en bloque paralelepípedo. La estatua del extremo izquierdo procede de Uyumbe y las restantes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín, y hoy se encuentran en el Museo de dicho Parque. En estos ejemplos puede percibirse el poder evocador que por sí sola tiene la forma de las piedras en la estatuaria del Macizo Colombiano. Independientemente de su tamaño, el bloque lítico produce sensaciones de fuerza, masa, gravedad, peso, poder, rasgos sin duda asociados con la imagen de la categoría de los chamanes representados aquí. La simple forma guarda un contenido y contribuye a transformar una imagen mental socialmente compartida —la del chamán— en imagen visual y artística plenamente comprensible.
Estatua hallada en la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín, que ilustra el hecho fundamental del lenguaje artístico del Macizo Colombiano: en su gran mayoría las estatuas tienen forma fálica. Vistas de frente, repiten el mismo esquema: cabeza parabólica sobre un cuerpo cilíndrico macizo, con los brazos pegados al cuerpo, y un corte que simultáneamente distingue el glande y la cabeza del personaje.
La forma fálica se acentúa con un extraordinario detalle que ostentan muchas estatuas: su eje vertical no es recto sino elíptico, como en el falo, lo cual se aprecia mejor al mirar de perfil esta estatua de la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín. Aspecto intrigante en esta estatua en particular es que, con todo y su clara forma fálica, posiblemente representa un personaje femenino.
La forma fálica se acentúa con un extraordinario detalle que ostentan muchas estatuas: su eje vertical no es recto sino elíptico, como en el falo, lo cual se aprecia mejor al mirar de perfil esta estatua de la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín. Aspecto intrigante en esta estatua en particular es que, con todo y su clara forma fálica, posiblemente representa un personaje femenino.
Esta fotografía de las estatuas del Montículo Oriental de la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín permite apreciar uno de los aspectos formales más notables de la estatuaria. Como puede verse en la escultura central, antes de componer la imagen que se proponía representar, el escultor buscó dar a la piedra forma fálica haciendo elíptico su eje vertical y dando simultáneamente forma cóncava al plano frontal de la estatua al hacer coincidir el extremo del tocado con la punta de los pies. Creaba así un plano de referencia y un eje central con los cuales debía relacionar cada punto, cada línea y cada forma de la futura escultura. El efecto óptico es aún más notable si se tiene en cuenta que la figura está sentada. Algo similar, aunque menos acentuado, se observa en los guerreros que flanquean la estatua.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
El tipo de figura que sintetiza la estatuaria del Macizo Colombiano es el de los llamados “guardianes de tumbas”, pequeñas estatuas columnarias casi siempre de menos de un metro de altura y en su mayoría procedentes de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Su forma esencial es la del falo, con una cabeza parabólica separada del cuerpo cilíndrico por un grueso corte elíptico que hace las veces de cuello. Representan seres de cara redonda, invariablemente con los ojos cerrados, ancha nariz y fauces animales. En casi todas la única labor que muestra el tronco, desprovisto de piernas, son los brazos. Uno de ellos cuelga asido por el otro, que forma ángulo recto o ligeramente agudo. Algunos arqueólogos han sugerido que este detalle podría indicar dirección geográfica.
La técnica básica de la estatuaria del Macizo Colombiano es la incisión, consistente en trazos finos o gruesos hechos sobre la piedra con instrumentos puntiagudos o filosos, o con cinceles anchos y probablemente de punta triangular o convexa. La incisión se halla en el origen de la técnica escultórica, tanto en términos evolutivos como de diseño. Toda escultura comienza con una incisión, y puede decirse que la estatuaria de San Agustín se inició con incisiones parietales. Su tipo más usual, de línea fina, se encuentra en gran abundancia en las placas que forman los muros y los techos de las sepulturas y las construcciones en forma de dolmen, y en algunas losas y bloques aislados. La incisión fina no es escritura, pero con ella están literalmente grabados en piedra algunos de los elementos fundamentales del lenguaje de la estatuaria.
La técnica básica de la estatuaria del Macizo Colombiano es la incisión, consistente en trazos finos o gruesos hechos sobre la piedra con instrumentos puntiagudos o filosos, o con cinceles anchos y probablemente de punta triangular o convexa. La incisión se halla en el origen de la técnica escultórica, tanto en términos evolutivos como de diseño. Toda escultura comienza con una incisión, y puede decirse que la estatuaria de San Agustín se inició con incisiones parietales. Su tipo más usual, de línea fina, se encuentra en gran abundancia en las placas que forman los muros y los techos de las sepulturas y las construcciones en forma de dolmen, y en algunas losas y bloques aislados. La incisión fina no es escritura, pero con ella están literalmente grabados en piedra algunos de los elementos fundamentales del lenguaje de la estatuaria.
La técnica básica de la estatuaria del Macizo Colombiano es la incisión, consistente en trazos finos o gruesos hechos sobre la piedra con instrumentos puntiagudos o filosos, o con cinceles anchos y probablemente de punta triangular o convexa. La incisión se halla en el origen de la técnica escultórica, tanto en términos evolutivos como de diseño. Toda escultura comienza con una incisión, y puede decirse que la estatuaria de San Agustín se inició con incisiones parietales. Su tipo más usual, de línea fina, se encuentra en gran abundancia en las placas que forman los muros y los techos de las sepulturas y las construcciones en forma de dolmen, y en algunas losas y bloques aislados. La incisión fina no es escritura, pero con ella están literalmente grabados en piedra algunos de los elementos fundamentales del lenguaje de la estatuaria.
El trabajo de incisión fina suele mostrar trazos aparentemente caprichosos, figuras geométricas, y cuerpos al parecer humanos muchas veces incompletos o en síntesis geométrica. Se les ha llamado graffiti, por analogía con los que se encuentran en muros y columnas del mundo antiguo europeo, y se ha sugerido que puede tratarse de borradores o bocetos de estatuas. Ambas descripciones parecen inadecuadas, pues al analizar estos trazos en su conjunto se encuentra que tienen sentido por sí mismos y contienen claves esenciales para entender los contenidos más profundos de la estatuaria.
El trabajo de incisión fina suele mostrar trazos aparentemente caprichosos, figuras geométricas, y cuerpos al parecer humanos muchas veces incompletos o en síntesis geométrica. Se les ha llamado graffiti, por analogía con los que se encuentran en muros y columnas del mundo antiguo europeo, y se ha sugerido que puede tratarse de borradores o bocetos de estatuas. Ambas descripciones parecen inadecuadas, pues al analizar estos trazos en su conjunto se encuentra que tienen sentido por sí mismos y contienen claves esenciales para entender los contenidos más profundos de la estatuaria.
El trabajo de incisión fina suele mostrar trazos aparentemente caprichosos, figuras geométricas, y cuerpos al parecer humanos muchas veces incompletos o en síntesis geométrica. Se les ha llamado graffiti, por analogía con los que se encuentran en muros y columnas del mundo antiguo europeo, y se ha sugerido que puede tratarse de borradores o bocetos de estatuas. Ambas descripciones parecen inadecuadas, pues al analizar estos trazos en su conjunto se encuentra que tienen sentido por sí mismos y contienen claves esenciales para entender los contenidos más profundos de la estatuaria.
Un signo frecuente inciso en las piedras es el que el español José Pérez de Barradas describió como “una gran cruz de brazos de anchura desigual”. Como muestra claramente una piedra hallada en la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín, y confirma el estudio del motivo en otras piedras, se trata de la representación esquemática del contorno de la figura humana en la posición ritual en que aparece en la mayoría de las estatuas. En la piedra que examinó Pérez, procedente de la Mesita A, se encuentran otros signos importantes del lenguaje de la estatuaria.
Un signo frecuente inciso en las piedras es el que el español José Pérez de Barradas describió como “una gran cruz de brazos de anchura desigual”. Un estudio del motivo de otras piedras confirma que se trata de la representación esquemática del contorno de la figura humana en la posición ritual en que aparece en la mayoría de las estatuas. En la piedra que examinó Pérez, procedente de la Mesita A, se encuentran otros signos importantes del lenguaje de la estatuaria.
Como indica el esquema trazado sobre una figura del Montículo Sur de la Mesita B, la mayoría de las estatuas combinan y sintetizan tres formas: la de la piedra, la forma fálica, y la de una cruz de anchos y cortos brazos.
Estatua femenina de 2,2 m de altura, tallada en placa y hallada por Preuss en El Tablón. Su rica ornamentación, compuesta por pectoral de placas rectangulares, collar de numerosas vueltas, orejeras triples, brazaletes y nariguera en forma de media luna, está en su mayor parte trabajada en incisión, y su forma exterior reúne las tres referencias visuales fundamentales de toda la estatuaria: piedra-falo-cruz.
Las obras más características en incisión gruesa del Macizo Colombiano son las que se encuentran labradas sobre grandes rocas en algunos sitios, de los cuales el más notable es El Estrecho, en el río Magdalena, y que representan espirales, figuras de simios y elementos geométricos y han sido catalogadas por los arqueólogos como “tardías”. Sin embargo, en el alto de La Chaquira se halla una obra trabajada en esta técnica que más bien parece remontarse a los orígenes de la estatuaria. Muestra a un hombre de cara redonda con una especie de corona o tocado de plumas o rayos que se reflejan en su collar. Con prominente y erecto falo, tiene los brazos extendidos y las manos abiertas, las piernas separadas y los pies orientados hacia fuera, y es la imagen mejor proporcionada y una de las más realistas de toda la estatuaria.
Esta figura, tallada en otra cara de la misma roca, está trabajada con la técnica del relieve biplano, frecuente entre las sociedades prehispánicas americanas. Es un tipo de bajorrelieve en el cual se evita deliberadamente la ilusión de tridimensionalidad para acentuar el carácter ultramundano de la imagen.
Relieve biplano sobre una estela hallada por Konrad Preuss en El Tablón, cerca de San Agustín. La forma de representación responde a ciertos principios de frontalidad por los cuales las partes del cuerpo se presentan por su plano más significativo. La cabeza y el tronco del personaje se muestran de frente, las piernas de perfil y los pies en su plano horizontal, o vistos desde arriba.
Figura en relieve biplano hallada en Uyumbe, notable porque el escultor solamente resaltó ciertos rasgos en el plano superficial de la piedra: una especie de tocado que enmarca la cara y que se proyecta en el centro para formar la nariz, un par de peculiares ojos en forma de bumerán, las fauces animales y los brazos. El resto lo crea el contemplador en su cerebro, sin que exista en la escultura.
Imagen de un ave rapaz con una serpiente atrapada con sus garras y su pico, en el cerro de La Pelota. Evidentemente es copia de la escultura con el mismo motivo que se encuentra en la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín y que se muestra en la siguiente ilustración. Esta es más pequeña y menos exitosa en su diseño, pero presenta interesantes detalles en la decoración de la serpiente.
Aunque parece una escultura de bulto redondo, el ave de presa con serpiente del Montículo Noroeste de la Mesita B es en realidad un relieve tridimensional —como su copia del cerro de La Pelota—, sin labrado en su cara posterior. Esta imagen ha dado lugar a especulaciones que la relacionan con la serpiente emplumada del antiguo México. Sin embargo, su sentido puede ser muy distinto (ver páginas 124-128).
Estatua monumental del Montículo Noroeste de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín, tallada en una gran placa triangular de cerca de dos metros de altura y 2,67 de anchura. Descrita tradicionalmente como cabeza, en realidad es un rostro en relieve tridimensional. Las protuberancias en las mejillas probablemente sugieren que el ser representado está mascando coca.
Imagen masculina con corona de plumas en el estanque principal de la fuente de Lavapatas, con la particularidad —única en el Macizo Colombiano— de que muestra los brazos levantados.
Figura infantil sostenida en su regazo por un adulto; combina las técnicas del relieve tridimensional (rostro) y el relieve biplano.
Tapa de sarcófago en el Montículo II de la Meseta A del Alto de los Ídolos, tallada en una técnica que combina el relieve tridimensional y el relieve biplano. La figura, representación masculina, no presenta las características fauces animales y sus ojos cerrados aluden sin duda a la muerte del personaje. La postura de las manos, un tanto rígida, responde al principio de frontalidad, frecuente en la estatuaria.
Estatua conocida popularmente como “el oso de La Chaquira”, descrita extensamente y con todo detalle por Pérez de Barradas como “una rana”, aunque quizá se trata de un felino o de un mono. En todo caso, un hecho interesante de esta escultura de bulto redondo, tallada aprovechando al máximo las formas de la piedra, es que tal vez es el único cuadrúpedo de la estatuaria representado sobre sus cuatro patas.
Otro ejemplo de escultura de bulto redondo es este grupo procedente de Uyumbe y que representa un coito entre un mono y una mujer. Bastante deteriorada, es similar a una estatua hallada en La Parada y muestra las patas del animal vistas en su plano horizontal. Los demás rasgos guardan semejanza con los naturales.
Escultura de bulto redondo del Alto de las Piedras que muestra a un hombre de fauces animales, brazos en ángulo recto y el falo asido por un cordón que rodea su cintura. Tiene la particularidad de presentar grandes ojos redondos, sin párpados, por lo cual, y por comprensible analogía, se les ha descrito como “ojos de pescado”. Sin embargo, es probable que representen más bien los ojos de un mono araña.
Curiosa estatua bifronte de la Mesita C del Parque Arqueológico de San Agustín. Muestra dos figuras simiescas unidas por la espalda que constituyen la expresión más acabada de escultura de bulto redondo en la estatuaria. Sus dos frentes principales no son absolutamente idénticos y podría pensarse que uno de ellos, o quedó inconcluso, o representa una faceta contraria de cierto mensaje, pues faltan las fauces animales.
Descrita por algunos como la escultura más extraordinaria del Macizo Colombiano, esta es sin duda una de las más significativas y complejas. En términos técnicos es una estatua de bulto redondo (está concebida para ser vista por todos sus lados), pero mientras que por sus caras frontal y posterior es una escultura tridimensional, sus caras laterales son relieves bidimensionales.
Descrita por algunos como la escultura más extraordinaria del Macizo Colombiano, esta es sin duda una de las más significativas y complejas. En términos técnicos es una estatua de bulto redondo (está concebida para ser vista por todos sus lados), pero mientras que por sus caras frontal y posterior es una escultura tridimensional, sus caras laterales son relieves bidimensionales.
Vista frontal y lateral de la estatua de la página opuesta, situada en el Alto de las Piedras en Isnos. Como la escultura del mismo tema del Alto de Lavapatas, presenta su plano frontal en el borde de la placa en que fue esculpida, mientras en sus planos laterales se desarrollan las formas de un ser que combina varios animales y en el que Konrad Preuss vio la imagen del “doble yo”.
Estatua tallada en una placa de más de dos metros de altura y situada en el Alto de Lavapatas. Muy similar a la que se encuentra en el Alto de las Piedras, entre las dos hay sin embargo importantes diferencias, como el falo del carguero, sustituido en la de Las Piedras por un taparrabo escalonado, y los rasgos del rostro de la figura que lleva sobre sus hombros.
Estas esculturas, descritas como cargueros con el “espíritu multiforme” a cuestas, son una demostración más de que en la estatuaria del Macizo Colombiano la técnica es parte del contenido simbólico. La combinación de la escultura tridimensional con el relieve biplano remite a la continuidad entre el mundo natural y el mundo ultraterreno, en un proceso incesante de transformación.
Estas esculturas, descritas como cargueros con el “espíritu multiforme” a cuestas, son una demostración más de que en la estatuaria del Macizo Colombiano la técnica es parte del contenido simbólico. La combinación de la escultura tridimensional con el relieve biplano remite a la continuidad entre el mundo natural y el mundo ultraterreno, en un proceso incesante de transformación.
El color fue, según toda evidencia, parte integral e importante del mundo funerario y artístico del Macizo Colombiano prehispánico. Esta estatua, hallada en la década de 1980 en el alto de El Purutal, es la que mejor conserva la pintura y muestra los colores más usuales de la estatuaria: rojo, blanco, amarillo y negro, que se hallan simultáneamente en la serpiente coral y en el “rey de los gallinazos”.
Detalles de la estatua del Montículo V de la Meseta A del Alto de los Ídolos, donde se observan rastros de la pintura que originalmente la cubrió en su totalidad. El tronco y las extremidades estaban pintados de amarillo y de rojo el rostro, el taparrabo con su detallado lazo, y las ligaduras de las piernas. De color castaño estaban pintados su tocado y las cintas que caen por la espalda del personaje.
Estatua de un personaje con un palillo y un niño en las manos, descubierta en el alto de El Purutal. La detallada pintura del rostro muestra los ojos rodeados de amarillo, con los párpados pintados de negro. Un campo rojo resalta el filo de la nariz, se extiende por los arcos superciliares rodeando el amarillo, y encierra la boca desde las comisuras hasta el mentón. El negro se reserva para los pómulos, los párpados y las pupilas, y el blanco para los dientes y el globo ocular.
Las tumbas del Macizo Colombiano también estaban decoradas con los cuatro colores básicos que se encuentran en las estatuas, predominando en aquellas cinco formas geométricas básicas: círculos, triángulos, rombos, cuadrados y cruces. Tumba del alto de las Piedras adornada con colores y un mono inciso.
Las tumbas del Macizo Colombiano también estaban decoradas con los cuatro colores básicos que se encuentran en las estatuas, predominando en aquellas cinco formas geométricas básicas: círculos, triángulos, rombos, cuadrados y cruces. La pintura de esta tumba de la Meseta A del Alto de los Ídolos recuerda la piel de la anaconda.
Los escultores del Macizo Colombiano desarrollaron un estilo original, fácilmente identificable y muy distinto a los de todas las demás sociedades de América prehispánica. El característico aspecto bestial que se aprecia en esta estatua del Montículo Oriental de la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín es solo uno de los rasgos que distinguen el arte de aquellos grupos tan remotos en el tiempo.
El primer elemento del estilo del Macizo Colombiano es la peculiar relación entre la masa y el espacio. Todas las estatuas están labradas en un solo bloque de piedra, sin que ningún elemento sobresalga de un cuerpo central o lo penetre. Dentro de esos límites, hubo soluciones tan originales como la posición de los brazos de esta estatua de El Rosario.
El primer elemento del estilo del Macizo Colombiano es la peculiar relación entre la masa y el espacio. Todas las estatuas están labradas en un solo bloque de piedra, sin que ningún elemento sobresalga de un cuerpo central o lo penetre, como en esta pequeña estatua procedente de la Mesita D.
La posición de una figura es, desde luego, definitiva al considerar las proporciones entre sus partes y la relación que establece el ojo entre sus volúmenes. Al contrario de lo que suele pensarse, la gran mayoría de las estatuas de figura humana del Macizo Colombiano no están de pie sino sentadas, y es esto lo que hace que, vistas de frente, como usualmente se las mira, las extremidades inferiores aparezcan excesivamente cortas y el vientre casi desaparezca. Como se ve en este ejemplo de Las Moyas, el plano frontal de las estatuas solo presenta las piernas desde la rodilla hasta el pie, y no aparecen los muslos. Es el mismo efecto que se obtiene al mirar de frente a una persona sentada, cuando no interviene el efecto de profundidad de la percepción tridimensional.
La estatuaria del Macizo Colombiano ofrece gran variedad de posiciones sedentes adoptadas indistintamente por hombres y mujeres. En el caso de esta estatua hallada en Naranjos, el personaje está en cuclillas, con las asentaderas cerca de los calcañares. Para mayor estabilidad y comodidad, apoya las manos entrelazadas sobre las rodillas, preservándose a toda costa la forma fálica.
El estatismo de la estatuaria, consistente no solo en la falta de movimiento sino en el predominio del eje vertical, se ve atenuado por los objetos que portan los personajes, como la varita que lleva en la derecha esta figura de chamán procedente del Alto de los Ídolos, orientada de forma oblicua sobre el pecho. Las enormes orejeras tubulares acentúan el extraño aspecto del personaje.
Uno de los dos guerreros que flanquean la estatua principal del Montículo Noroeste de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín. Al realismo del rostro se suma en esta figura el relativo movimiento de los miembros superiores. El garrote mitiga el predominio del eje vertical, y la posición de los brazos, especialmente el izquierdo, introduce una variación en la forma de cruz predominante en las estatuas.
Figura tallada en relieve bidimensional, hallada en El Cabuyal y que ejemplifica el principio de frontalidad pictórica en la estatuaria. En las estatuas talladas según este principio no interesaba tanto al escultor el realismo de la representación como el valor significativo de cada una de las partes del cuerpo (cabeza y tronco de frente, piernas de perfil y pies en su plano horizontal).
Una de las tres estatuas halladas en Quebradillas ilustra tanto el principio de frontalidad como el principio de simetría de la estatuaria, vinculado a la predominancia del eje vertical de las figuras. Dicho eje se trazaba al comienzo del labrado como una línea vertical que dividía la piedra en mitades. Los rasgos se tallaban siguiendo una correspondencia precisa, equilibrada y estática.
Estatua hallada Quebradillas. Sostiene con sus manos una gruesa vara que, antes que un instrumento agrícola, es probablemente el soporte de las máscaras que cubren el rostro de los personajes. No solo lleva una máscara distinta, sino que altera la simetría bilateral por la forma de tomar el soporte de aquella.
Como ejemplifica esta estatua, procedente del Montículo Occidental de la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín, las proporciones de la estatuaria no están determinadas por los cánones clásicos sino por las formas fundamentales del falo y la cruz. Estas imponen que la cabeza y la parte inferior del cuerpo tengan similar anchura.
Esta figura, originalmente en la Mesita C del Parque Arqueológico de San Agustín, sintetiza las características estilísticas del arte del Macizo Colombiano y exhibe con extraordinaria sencillez y claridad sus rasgos iconográficos centrales, en su mayor parte incomprendidos. Todo esto la convierte en una de las imágenes más representativas, y explica por qué es una de las más difundidas de la estatuaria.
Texto de: Efrain Sánchez
Materiales del arte?
El Macizo Colombiano es pródigo en materiales para el artista. Espesos bosques con multiplicidad de maderas preciosas para la escultura o la arquitectura, tierras y minerales de múltiples colores para la pintura, variedad de arcillas para la cerámica, e incluso oro en algunos ríos para la orfebrería. Pero fue la piedra el material elegido como medio principal para la expresión artística en tiempos prehispánicos. Es un hecho notable que hubiera sido la escultura el arte que floreciera en San Agustín sobre todos los demás durante un espacio de más de mil años, y que el uso de la piedra en arquitectura hubiera sido tan poco significativo. Varios autores han sugerido el uso de madera para la escultura, y han visto en ciertas figuras que clasifican como “arcaicas” —aquellas pequeñas estatuas en forma de poste o columna que se conocen como “guardianes de tumbas”— el paso de la talla en madera a la talla en piedra. Bien puede ser que, en efecto, en épocas muy antiguas, o en verdad en cualquier tiempo, los escultores hubieran utilizado madera, aunque no queda de ello vestigio alguno. Pero precisamente los efectos del tiempo y los elementos debieron haber sido uno de los primeros hechos físicos de que se percataron los artistas. La madera es frágil y, si se deja a la intemperie, se pudre en muy poco tiempo. Por eso se le prefiere para un ambiente interior y protegido —como un palacio o un templo, que no existieron en San Agustín—. Al parecer desde las épocas más remotas las estatuas estuvieron destinadas a dos tipos de ambientes: el subterráneo de las tumbas y el espacio abierto de los sitios ceremoniales. Para tales ambientes nada hay mejor que la piedra.
Los artistas de San Agustín debieron también percibir desde muy pronto las características mecánicas que convirtieron a la piedra en el principal material para la escultura desde la más remota antigüedad. La piedra es dura, pero resulta suave y adaptable al trabajo escultórico, pues no se fractura al recibir golpes fuertes, y es posible trabajarla con mucha precisión mediante percusión o fricción. Además, es muy resistente a la deformación bajo grandes presiones, aun tratándose de placas relativamente delgadas, y por ello se le prefirió desde muy pronto como material de construcción. La piedra, sin embargo, también tiene desventajas y presenta retos difíciles de superar para el artista. La zona de San Agustín no es área pedregosa o rocosa, y las piedras de gran tamaño, como las utilizadas en la estatuaria, están en su mayoría sepultadas en el subsuelo o son cantos rodados que transportan las aguas en lo profundo de los cañones de los ríos y su gran peso hace difícil su traslado. Además, no obstante sus ventajas, la piedra no es precisamente el material más fácil de trabajar para un escultor, y muchas de las que se utilizaron en San Agustín se encuentran entre las más duras. En su gran mayoría son rocas ígneas o volcánicas y, según los análisis efectuados en Alemania por el profesor M. Belowski con las muestras llevadas por Alphons Stübel luego de su viaje de 1869 y las que aportó luego Preuss, son principalmente dacitas micáceas, andesitas hornbléndicas, basaltos feldespáticos y andesitas augíticas. Sobre la primera clase de roca dice Belowsky que “es compacta pero no difícil de trabajar”, pero sobre la última, la andesita augítica, comenta que es “un material duro y que se desmorona fácilmente” y que por lo tanto “debió ser muy difícil labrarlo con los utensilios primitivos de que disponían aquellos pobladores del Huila”. Las rocas sedimentarias y metamórficas, aunque más escasas, no son inexistentes, pero parece claro que las de origen volcánico fueron las elegidas, quizá no solo por su mayor abundancia. Parece evidente que en la escogencia de la piedra como medio de expresión debió intervenir mucho más que el pragmatismo. La piedra era el material que se necesitaba para los fines expresivos en San Agustín.
Útiles del arte
El hecho de que los artistas del Macizo Colombiano no hubieran utilizado instrumentos metálicos para sus esculturas jamás ha dejado de asombrar, y el folclore ha creado pintorescas leyendas para explicarlo. Se dice por ejemplo que los escultores descubrieron cómo ablandar la piedra, y que por ello muchos rasgos parecen hechos como sobre arcilla húmeda. Esto, desde luego, recuerda que la escultura es un arte tanto táctil como visual (principalmente táctil, según Herbert Read), pero no desvirtúa el hecho real de que los artistas debieron limitarse al uso de instrumentos de piedra. Los arqueólogos distinguen una amplia variedad de tipos, entre ellos golpeadores, yunques, perforadores, raspadores, machacadores, cinceles y pulidores. En su mayor parte son de rocas volcánicas (toba, andesita, obsidiana, basalto, dacita y diorita), pero también los hay de rocas sedimentarias (chert, lodolita silícea) y metamórficas (cuarcita, filita, neiss), según los análisis efectuados sobre las industrias líticas de San Agustín.
Forma, técnica y representación: Los fundamentos del lenguaje artístico
Todas las esculturas del Macizo Colombiano fueron labradas en monolitos. Ninguna tiene más de una pieza y este hecho, sorprendente por el tamaño y peso de algunas, es su primer rasgo estilístico. El segundo es la forma de las piedras, y en ella se distinguen tres tipos básicos: columnas, placas y bloques. Las formas geométricas regulares del material imparten a toda la estatuaria un sentido de orden, equilibrio y estabilidad que sin duda constituyó importante valor visual, pero más importante aún, existe una relación directa entre la forma de la piedra y la imagen que representa. Casi todas las estatuas que figuran personajes de alta jerarquía son bloques y en su gran mayoría las esculturas columnarias representan “guardianes de tumbas”, no solo los pequeños ya mencionados, sino los guerreros que flanquean las estatuas mayores. Las esculturas labradas en placas conforman un mundo aparte. Es el mundo de la síntesis geométrica y los seres ultraterrenos.
De la forma de las piedras pasamos a la forma de las estatuas, y esta guarda una maravilla que causa asombro. La gran mayoría de estatuas tiene forma fálica, y esta es más inmediatamente evidente en los pequeños “guardianes de tumbas” a que se ha hecho referencia. ?
Son figuras cilíndricas, usualmente de menos de un metro de altura, que representan seres de ancha nariz, todos con los ojos cerrados. La cabeza redonda, el corte que la separa del tronco y este sin miembros inferiores y sin detalles, salvo por los brazos en discreto relieve, dan la forma exacta del falo. La forma fálica se extiende a varias figuras de la categoría de las placas. Una de ellas, de dos metros de altura y situada en la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín, muestra al personaje, supuestamente femenino, con el brazo izquierdo asido por la mano derecha, como los pequeños “guardianes de tumbas”. Corona su cabeza una especie de gorro de figura parabólica, como corresponde a la representación fálica. Lo más asombroso es que casi todas estas piedras tienen forma arqueada, es decir, su eje vertical es visiblemente curvo, como en el falo. Y hay algo más extraordinario aún. Muchas estatuas de bloque paralelepípedo, entre ellas una de las más grandes y pesadas (en el Montículo Oriental de la Mesita A), presentan esta misma superficie cóncava en su cara frontal. Gerardo Reichel observó atinadamente que “vistas desde el frente, la virtual ausencia de cuello da la impresión de que las estatuas tienen su eje vertical recto, pero la vista lateral muestra que la cabeza está ligeramente echada hacia delante”. Pero no es solo la cabeza la que está echada hacia adelante, sino también los pies, y por consiguiente el eje del cuerpo es en verdad una sucesión de ejes que forman ángulo entre sí, es decir, una elipse. Una observación adicional, de gran significación pues hace perder pertinencia a muchos análisis sobre las proporciones de la estatuaria, es que no solamente falta el cuello. Los hombros casi desaparecen en todas las esculturas, creándose así un contorno que, subiendo en líneas rectas por los dos costados de la figura, termina en la parte superior en forma parabólica, siguiendo la representación fálica. Las proporciones de la estatuaria no son las del cuerpo humano sino las del falo.
Una vez con la piedra debidamente preparada, el artista la trabajó de tres modos básicos: incisión, escultura o pintura, o una combinación de los tres. El trabajo de incisión es más propio del grabado o la decoración que de la escultura, y en el Macizo Colombiano se le encuentra en dos tipos principales. Uno de línea fina y otro de línea gruesa, y ambos son importantes para el análisis de los orígenes de la estatuaria y son característicos de modos de representación muy diferentes. La incisión fina es propia de las losas empleadas para formar las paredes y las tapas de las sepulturas. En muchas de ellas se ve lo que parecen ser trazos caprichosos, algunas figuras geométricas y caras o cuerpos humanos a veces incompletos o que parecen caricaturescos. Suele dárseles por ello el nombre de graffiti, término que parece inadecuado pues no se trata, como en los graffiti tan usuales en monumentos de piedra de Egipto y la antigua Roma, de signos o marcas casuales y burdas, sino de inscripciones hechas con propósitos deliberados. Tampoco es probable que se trate, como se ha sugerido, de ensayos o diseños previos para la escultura, pues como bien observó el primero que los examinó con detenimiento, José Pérez de Barradas, debieron tener asociaciones mágicas o religiosas. Son figuras humanas y animales sintetizadas geométricamente y contienen claves fundamentales para entender ciertos valores visuales y modos de representación.
Pérez de Barradas describe e incluye en su libro la ilustración de una piedra que halló en la Mesita A del Parque Arqueológico de San Agustín. “El centro”, escribe Pérez, “está ocupado por una gran cruz de brazos de anchura desigual. Dentro tiene otra cruz, y en distintas partes de la piedra otros cuatro signos de esta clase”. Viendo que dichas cruces “se repiten mucho”, Pérez concluyó que “pudieran representar los cuatro puntos cardinales”. Sin embargo, el mismo motivo se presenta también inciso en otras piedras en las que se descubre su verdadero sentido. Son representaciones de la silueta de la figura humana, vista de frente. La parte superior de la cruz corresponde a la cabeza y la inferior a las piernas y el vientre, mientras que los brazos son los correspondientes del cuerpo humano. Si se toma la silueta de gran número de estatuas, entre ellas las mayores, y se eliminan ciertos elementos adventicios como orejeras exageradas y diademas, se llega precisamente a la figura del centro de la piedra descrita por Pérez. La síntesis visual y geométrica es entonces clara: el ser humano es una cruz. Tal configuración constituye un nuevo plano de referencia fundamental para todos los puntos y líneas de la estatua, que se suma a los ya señalados de la forma original de la piedra y el motivo fálico.
El trabajo de incisión de línea gruesa es característico de los petroglifos que se han catalogado como “tardíos”, que representan espirales, figuras humanas y simiescas esquematizadas, líneas terminadas en manos y otros motivos. También se presenta en una obra que, o bien es igualmente tardía, o bien está en el origen de la estatuaria de San Agustín. Se trata de una de las tres figuras humanas labradas en las caras de una gran roca en el Alto de la Chaquira. No hay nada igual en todo el Alto Magdalena. Es la única representación humana completa labrada en su totalidad por la técnica de incisión gruesa, y aunque es la más borrosa de las tres trabajadas en la mencionada piedra, sus rasgos son aún visibles. En contraste con el estatismo de las estatuas, esta parece danzar sobre su muro de piedra. Y a diferencia de la gran mayoría, los rasgos faciales reproducen directamente los del mundo físico, sin fauces animales, sin ojos geométricos.
Toda escultura existe ya sea en forma de relieve, o como figura de bulto redondo, o como una combinación de relieve y bulto redondo. Las esculturas de bulto redondo se erigen en un espacio independiente, mientras que los relieves son proyecciones de un plano que los contiene o les sirve de fondo. Los relieves suelen clasificarse en bajorrelieve, altorrelieve y medio relieve, según la cantidad de masa que emerja del plano de fondo. En San Agustín se distinguen dos tipos básicos de relieve: relieve biplano y relieve tridimensional. El primero, común a todas las sociedades prehispánicas de América, es un tipo de bajorrelieve en el cual la figura representada se proyecta en un solo plano sobre aquel que le sirve de fondo, sin protuberancias de volumen. El supuesto parentesco entre este tipo de relieve y la pintura figurativa se basa en la incomprensión de los principios de uno y otra. Mientras que en la pintura se trata de representar objetos tridimensionales en un plano de dos dimensiones y dar la ilusión tridimensional mediante recursos como la perspectiva, en el relieve biplano prehispánico la intención es reducir los objetos tridimensionales a dos dimensiones, sin crear ilusión de tridimensionalidad. En la estatuaria del Macizo Colombiano el relieve biplano tiene claras connotaciones mágicas y ultramundanas, en una nueva demostración de la estrecha relación entre la forma de la piedra, la técnica escultórica y los significados de la estatuaria. Está relacionado con los orígenes, con la síntesis geométrica y con el relato, probablemente de contenido mitológico, y sus ejemplos más notables se encuentran en La Chaquira, contiguos al ya mencionado de incisión gruesa —en verdad están en la misma piedra— y en El Tablón. Son en realidad variaciones sobre el tema de la figura de incisión gruesa ya descrita, y probablemente se labraron con posterioridad a ella. En todas se mantiene el motivo de los pies hacia fuera, y aunque las piernas no están tan separadas como en la figura incisa, son perfectamente discernibles como unidades de diseño autónomas.
El relieve tridimensional tiene importantes diferencias con el relieve biplano o bidimensional y la más obvia es que la figura no se proyecta en un solo plano sino en multiplicidad de ellos. En esta técnica el escultor sí está interesado en la percepción de tridimensionalidad, lo cual genera considerables retos técnicos pues la figura permanece anclada al plano de fondo sobre el cual se proyecta. Una solución a la cual recurrieron los escultores del Macizo Colombiano fue la de eliminar del todo el plano de fondo, haciendo aparecer la escultura como figura de bulto cuando en realidad es solamente un relieve, sin tipo alguno de talla en su cara posterior. Tal es el caso de la enorme cabeza y el ave rapaz con una serpiente aprisionada entre su pico y sus garras del Montículo Noroeste de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín.
La escultura de bulto redondo fue el modo de expresión predominante en el Macizo Colombiano. Más del 70 por ciento de todas las estatuas son de bulto y constituyen la síntesis y el desarrollo de todas las técnicas y estilos utilizados. Se labraron en las tres formas básicas de la piedra escultórica (columnaria, placa y bloque) e integran todas las variaciones de la incisión y el relieve, revelando facetas cruciales de los valores visuales entre las sociedades prehispánicas que habitaron la región.
Toda escultura de bulto es aquella concebida para erigirse como objeto independiente y separado, en contraste con el relieve. No solamente debe ser tridimensional sino, más importante aún, ser “redonda”, es decir, poder verse como objeto escultórico autónomo desde todos los puntos en torno a ella. Esta definición, así como la distinción con el relieve, pueden parecer triviales, pero en la estatuaria del Macizo Colombiano nada es obvio. Muchas esculturas ponen en duda no solamente la diferenciación con el relieve sino los conceptos mismos de escultura de bulto y tridimensionalidad. Se afirma que en el Macizo Colombiano predomina el relieve sobre el bulto redondo, con el argumento de que la mayoría de las esculturas, si no todas, fueron concebidas para mirarse de frente. El dominio de la frontalidad llegaría a tal punto que muchas estatuas que muestran labrado en todas sus caras no se habrían concebido como verdaderas esculturas de bulto sino como relieves de cuatro lados. La “bidimensionalidad” sería el rasgo más característico de la estatuaria. Sin embargo, aun aceptando que la frontalidad es un rasgo patente, la idea de la bidimensionalidad dominante parece malinterpretar, o por lo menos simplificar en exceso ciertos valores visuales de la escultura del Macizo Colombiano.
La tridimensionalidad y el carácter de escultura de bulto son inmediatamente evidentes en algunas estatuas, en torno a las cuales no cabe discusión. Cuéntanse entre ellas las figuras de mono en el acto de poseer a una mujer, de Uyumbe y La Parada, la estatua de un hombre con un raro animal con cabeza de mono en las manos, del Montículo I del Alto de los Ídolos, una figura sedente en el mismo sitio, y “el oso” de La Chaquira. Donde en verdad se ponen en juego los conceptos de escultura de bulto redondo y tridimensionalidad es en las esculturas sobre placa. Un caso extremo es el de la llamada “El Obispo”, del Montículo Noroeste de la Mesita B del Parque Arqueológico de San Agustín, con un espesor de apenas 27 centímetros para una altura de casi cuatro metros. Muestra una figura que sostiene entre sus manos un ser y termina en su parte inferior con un personaje en posición invertida. Esta estatua, para ser estrictos con nuestra tipología, es en verdad un relieve bidimensional, pero solo por una de sus caras. Parece evidente que el escultor no la concibió como obra tridimensional, ni quiso dar siquiera la ilusión de tridimensionalidad. Su ser sagrado y ultramundano quedó explícito en la bidimensionalidad. Pero vista por su cara posterior parece un ser humano más, una mujer si se ha de aceptar la idea de que los faldellines son distintivo femenino. Ciertamente se trata de un personaje de dos caras, o mejor, es la representación de una escena con tres protagonistas en la cara anterior y uno totalmente distinto en la posterior.
Aquí es pertinente examinar dos estatuas muy singulares desde el punto de vista formal y técnico. Son las que se conocen como imágenes del “doble yo” del Alto de Lavapatas y del Alto de las Piedras. Representan a un personaje que lleva a cuestas un extraño ser de formas animales, están labradas en placas de espesor casi igual (27 centímetros en promedio) y tienen la particularidad, única en la región, de que su plano frontal es uno de los cantos angostos de la piedra. Vistas de frente, parecerían estatuas columnarias tridimensionales y de bulto redondo, con ciertos toques realistas. Las caras laterales son muy distintas. Están concebidas de manera bastante estricta como relieves bidimensionales, ultraterrenos y fantásticos. Nuevamente, la técnica y el mensaje se conjugan en indisoluble unión. La tridimensionalidad es un concepto siempre presente y dominante en la estatuaria del Macizo Colombiano, con la excepción del relieve biplano, cuya esencia es la negación de aquella. En general, para sintetizar, el relieve biplano está emparentado con la síntesis geométrica, lo ultraterreno y lo abstracto, mientras que las formas tridimensionales guardan mayor relación con el mundo vital y orgánico.
El mundo del arte y el mundo funerario prehispánicos probablemente ofrecieron al contemplador un aspecto muy distinto al que hoy tienen, no solo porque algunas estatuas se han removido de sus sitios originales, sino porque al parecer eran mundos iluminados por vivos y contrastantes colores. En las losas de las tumbas y en las esculturas se han hallado cuatro colores: negro, rojo, amarillo y blanco, tanto de origen vegetal como mineral. ?El porqué de la dominancia de tales colores y la posible significación de cada uno de ellos es algo que permanece en el misterio. Sin embargo, César Augusto Velandia exploró en el mundo natural posibles paralelos, y encontró dos animales que presentan simultáneamente los cuatro colores, a saber, una serpiente coral (Micrurus wagler) y el “rey de los gallinazos” (Sarcorhamphus papa), un ave rapaz. Los motivos ornamentales de la pintura de las tumbas se restringen a cinco formas geométricas básicas: círculos, rombos, triángulos, cuadrados y cruces. La figura de la cruz es el motivo dominante del sepulcro en que mejor se conservó la pintura funeraria, la tumba principal del Montículo 2 del Alto de las Piedras en San José de Isnos. Con gruesos trazos negros se delinearon sobre fondo amarillo los motivos, pintándose su interior de rojo. El principal de ellos tiene en su centro un cuadrado con un círculo inscrito pintado de blanco, y de cada uno de sus lados se proyectan líneas curvas que arriba y abajo van a formar triángulos, y rombos a derecha e izquierda. El diseño que se forma, entonces, es el de cruces separadas por rombos. El motivo de la cruz se encuentra también en la tumba n.o 1 del Montículo IX del Alto de los Ídolos, abierta en 1970 por Luis Duque Gómez y Julio César Cubillos. En las cuatro piedras de los costados laterales se ven sobre fondo negro y trazadas con líneas rojas, formas de cruces con sus brazos laterales muy anchos y en su centro un círculo completamente pintado de negro. El rombo, inscrito en una cruz, lo halló Pérez de Barradas en una losa del Montículo Occidental de la Mesita A de San Agustín y, esta vez independiente, en el “templo” del Montículo Sur de la Mesita B. Los círculos son aún más frecuentes en la pintura sepulcral y se hallan, aparte de las tumbas mencionadas, en el Alto de los Ídolos, en las piedras que flanquean el sarcófago con tapa de forma humana, y en varias sepulturas del Alto de las Piedras.
Qué significan estas formas geométricas es algo sobre lo cual la investigación etnográfica tiene aún mucho por decir, pero en el propio contexto escultórico y funerario puede haber indicios seguros. La cruz, el rombo, el círculo y el triángulo los hemos encontrado ya en los dibujos incisos descritos con anterioridad. En ellos, la cruz es una síntesis geométrica del contorno de la figura humana, el rombo de la del mono, y el triángulo probablemente sugiera la serpiente y, en algunos casos, el mono. En cuanto al círculo, puede ser posible cualquier interpretación (el sol, la luna, el infinito), pero en la naturaleza se encuentran, precisamente con los mismos colores que se hallan en las piedras, en la decoración de la piel de la anaconda.