- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
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- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
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- Retratos (1993)
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- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
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- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
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- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
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- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
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El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei / 2.5. El partido Copei líder en preferencias electorales para comicios presidenciales de diciembre de 1993. |
2.5. El partido Copei líder en preferencias electorales para comicios presidenciales de diciembre de 1993.
La repercusión en Copei del intento golpista de Hugo Chávez. Agudización de enfrentamiento generacional. Doble candidatura socialcristiana: Oswaldo Álvarez Paz, Rafael Caldera. Precandidatura de Oswaldo Álvarez Paz. Lanzamiento (tácito) de candidatura presidencial de Rafael Caldera.
Introducción
A finales de 1991 Copei apareció aventajando a Acción Democrática en las encuestas, era el partido político con mayor aceptación. Si las elecciones presidenciales se hubiesen celebrado en ese momento, Copei las habría ganado. Es decir, ante esta perspectiva, Venezuela mantendría el sistema de partidos a partir de la rotación de sus dos principales organizaciones políticas, Acción Democrática y Copei. Sin embargo, surgió en el camino una eventualidad inesperada: el intento de golpe de Estado de Hugo Chávez que catapultó la aspiración presidencial de Rafael Caldera fuera del partido Copei. Así pues, por primera vez se presentó en el espectro político venezolano la posibilidad de que dos socialcristianos se presentaran a la presidencia de la República. Por un lado Caldera, quien gozaba de prestigio y era el político más creíble del país; por el otro, Eduardo Fernández, quien controlaba fuertemente la estructura de Copei y quien haría todo lo posible para evitar la doble candidatura. Sin embargo, la posibilidad de una postulación de Caldera ya habría empezado a rodar con apoyo del partido político Movimiento al Socialismo (MAS). Y para complicar más aún las cosas, Oswaldo Álvarez Paz lanzó el movimiento “Renovación sin Ruptura”.
Cuando Copei tenía todas las condiciones a su favor para ganar holgadamente las elecciones presidenciales de 1993, eventualidades inesperadas dieron al traste con sus anhelos.
El partido Copei líder en preferencias electorales para comicios presidenciales de diciembre de 1993.
Pedro Pablo Aguilar, en 1992, con motivo del aniversario de la fundación de Copei, comentó la perspectiva que se le presentaba al partido al ir en primer lugar en las encuestas: “Si hubiese elecciones el próximo domingo, Copei ganaría holgadamente”. (“Copei en su 46 aniversario”, El Diario de Caracas, 12-1-92, p. 6 [Opinión]). Sin embargo, en el momento cuando Copei vislumbraba la oportunidad de volver a Miraflores por el desgaste de Acción Democrática, tras ocho años en el poder, se le presentó un escenario preocupante, tal como continuó expresando Aguilar:
(…) Rafael Caldera aparece en las encuestas en uno de sus mejores momentos en cuanto a prestigio y credibilidad, y Eduardo Fernández tiene un férreo control de la maquinaria partidista y un evidente apoyo de los grandes medios de comunicación social. (Ídem).
Debió ser una situación muy angustiosa para los copeyanos tener la victoria casi en puerta y observar cómo se les podría escapar de las manos por problemas difíciles de resolver. Eduardo Fernández, sin duda alguna, fue uno de los más intranquilos y ante la pregunta: ¿Un posible lanzamiento de Caldera extra partido no se llevaría gente fuera de Copei?, respondió:
— No tengo por qué comentar sobre esa hipótesis, porque me imagino que nadie va a cometer el desatino de dividir la votación de Copei cuando todo indica que tiene una perspectiva de ganar por amplia mayoría, el derecho a gobernar en el próximo período constitucional.
(El Globo, 7-1-92, p. 8 [Política]).
Luis Herrera Campíns, esta vez, demostró mayor claridad que el resto de sus copartidarios: “ ‘Yo creo que es más fácil unificar a las dos Coreas y hacer la integración de la China Continental con la de Taiwan, que alcanzar en tiempo corto la reconciliación de Rafael Caldera y Eduardo Fernández’ ”. (El Globo, 14-1-92, p. 6 [Política]). Y más adelante concluyó: “(…) ‘el distanciamiento entre ambos líderes es insoluble’ ”. (Ídem).
Curiosamente, otro dirigente copeyano dijo totalmente lo contrario. Abdón Vivas Terán se mostró optimista: “(…) nadie puede pensar en un Copei sin Caldera y en un Caldera sin Copei. Esa relación es indisoluble”. (El Nacional, 16-1-92, D/16 [Información]).
Definitivamente reinaba un gran desconcierto y confusión, era difícil admitir el desplome de todo en el momento más esperado. La candidatura de Rafael Caldera se venía tejiendo lentamente, no salía a la luz todavía; sin embargo, ya a finales de diciembre de 1991 se pudo leer en la prensa el apoyo adelantado a Caldera por el partido político Movimiento al Socialismo (MAS):
En cuanto a la candidatura presidencial del 93, con motivo de la Navidad se reunieron con el ex presidente Rafael Caldera y trascendió que en esa reunión ‘social’ cristalizó el apoyo del MAS ante la seguridad del futuro lanzamiento extra partido del fundador de Copei.
(El Nacional 11-1-92, D/4 [Política]).
A principios de 1992, Teodoro Petkoff, uno de los fundadores del MAS y miembro muy influyente, dejó traslucir la simpatía inspirada por una candidatura de Rafael Caldera, aunque muy prudentemente aclaró: “(…) pero repito que se trata de una percepción mía y no una decisión sobre la materia, porque el partido como tal no ha decidido”. (El Nacional, 11-1-92, D/4 [Política]).
El MAS, formado por socialistas, ex comunistas y ex guerrilleros, vería en esta aventura la primera oportunidad de jugar a un posible ganador cuando siempre habían sido perdedores en comicios presidenciales.
A Eduardo Fernández el panorama se le complicó aún más. Ya no era sólo luchar contra la posible figura de Rafael Caldera, sino contra su compañero de generación: Oswaldo Álvarez Paz.
En diciembre de 1991, Álvarez Paz, Gobernador del Zulia, se reunió con dirigentes socialcristianos en la Mesa de Esnujaque, Estado Trujillo.
Allí decidió relanzar el movimiento anteriormente denominado “Renovación sin Ruptura”, se propuso como una figura de la generación del 58 identificada con Rafael Caldera, pero a la vez de savia más joven y con ansias de renovar. Su objetivo sería sustituir a Caldera sin romper con él ni con sus seguidores, ser su relevo, su continuación. Álvarez Paz pensaría ser el único capaz de concentrar en una sola candidatura el voto copeyano sin llegar a la división.
La repercusión en Copei del intento de golpista de Hugo Chávez.
El 4 de febrero de 1992 el teniente coronel Hugo Chávez junto a otros militares intentaron dar un golpe de Estado al Presidente Carlos Andrés Pérez.
Tres semanas antes de la intentona, Rafael Caldera, en su mensaje con motivo del 46 aniversario de Copei, resultó premonitorio ante los acontecimientos por venir. Allí alertó sobre los serios problemas por los cuales atravesaría el país:
Es ineludible reconocer que el país atraviesa por una grave crisis y el partido confronta una seria responsabilidad. La corrupción invade todos los sectores. La pobreza crítica afecta vastos conglomerados populares, los cuales soportan la mayor parte del costo social de errores cometidos en la política económica.
La clase media sufre rigores que amenazan hacerla desaparecer. La inseguridad personal se sigue incrementando y se hace angustiosa la vida, en una tierra destinada por la naturaleza a ofrecer una existencia mejor. Ante el mal funcionamiento de los servicios públicos, la solución es entregarlos a manos privadas, extranjeras principalmente. El costo de la vida sube sin cesar. Los programas de vivienda, salud y educación andan en franco retroceso. (El Nacional, 13-1-92, D/3 [Política]).
Poco después anunció el peligro latente de una asonada:
Crece el escepticismo general. Hay fatiga en el ánimo del pueblo. La dirigencia política ha perdido credibilidad y el Estado su respetabilidad. Voces autorizadas advierten alarmantes peligros en el horizonte de la democracia. (Ídem).
El mismo día del intento de golpe de Estado, el Congreso Nacional convocó a una sesión extraordinaria, allí Rafael Caldera en calidad de senador vitalicio pronunció frases que pasaron a la historia:
Es difícil pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y la democracia cuando piensa que la libertad y la democracia no son capaces de darle de comer e impedir el alza exorbitante de la subsistencia, cuando no ha sido capaz de ponerle un coto definitivo al morbo terrible de la corrupción, que a los ojos de todo el mundo están consumiendo todos los días la institucionalidad venezolana. (El Nacional, 5-2-92, D/1 [Política]).
Al decir “es difícil pedirle al pueblo que se inmole”, pareció compenetrarse con el pueblo y esta frase le daría muchos dividendos políticos a futuro. Días después, en declaraciones al diario El Mundo de España, subrayó los riesgos corridos por la democracia venezolana en virtud de la desesperanza en el pueblo:
(…) el ambiente propicio para la descabellada aventura fue el estado de ánimo de la población, que la hace proclive a aceptar cualquier cosa que cambie una situación que se considera intolerante. Y esta situación persiste. (En El Nacional, 20-3-92, D/1 [Política]).
Por su parte, Pedro Pablo Aguilar asomó una verdad muy inquietante. El complot era conocido, así como sus líderes, sin embargo el país político estaba tan inmerso en sus problemas cotidianos que ignoraron la advertencia:
(…) el general Peñaloza (…) nos lo dijo a nosotros, al Consejo Consultivo, un grupo que constituyó Carlos Andrés Pérez donde designó a Ramón J. Velásquez, Maza Zavala, Ruth de Krivoy para que lo asesoráramos, aconsejáramos. Abrimos un proceso de audiencia con todos los sectores, entre ellos, por supuesto, el militar. El general Peñaloza fue convocado por Ramón y nos echó el mismo cuento. La conspiración estaba descubierta desde el año 1982 y estaba perfectamente identificado Chávez como jefe, también se encontraba Arias Cárdenas, sin embargo, estaba tan enfermo el sistema, que no se hizo nada. Nosotros, como Consejo Consultivo elaboramos un documento con una serie de recomendaciones tanto al Presidente como al Congreso, pero ni el Congreso ni el Presidente nos hicieron caso. (Entrevista. Caracas, 05-02-2007).
De modo que el intento de golpe del 4 de febrero no fue tan inesperado, la clase política conocía de la amenaza. A Rafael Caldera tampoco lo tomó desprevenido tal como lo dejó ver en su mensaje con motivo del aniversario de Copei. Estaba preparado para interpretar el momento histórico.
Por su lado, Eduardo Fernández acusó a Rafael Caldera de no condenar el golpe, lo tachó de oportunista e incluso de haber justificado, sutil o ambiguamente, la intentona militar:
La actitud responsable de cualquier dirigente democrático ante la intentona golpista es condenarla de manera inequívoca, sin ambigüedades ni sutilezas. Los momentos no se prestan para excesivas contorsiones intelectuales ni cuestionamientos de intención no muy clara. Hay que rechazar el golpismo de modo incondicional.
(El Nacional, 7-2-92, A/1 [Opinión]).
De igual forma, reprochó al ex presidente por aprovechar las circunstancias para ganar espacio político en el ámbito nacional:
Es por lo tanto inconcebible y vergonzoso que uno u otro importante dirigente democrático del país, haya intentado aprovechar la ocasión para sacar de alguna manera beneficio político de una crisis que estuvo a punto de romper el hilo constitucional. (Ídem).
Y no sólo eso, también lo acusó de justificar veladamente los acontecimientos del 4 de febrero: “(…) o dar alguna medida de legitimidad a las motivaciones de los cabecillas del golpe, bajo el pretexto de que la democracia tiene muchas fallas o de que el ‘paquete’ de gobierno genera penurias”.
Finalmente, lo acusó de irresponsable al decir: “Es imperdonable que se juegue con la estabilidad del sistema democrático, o que siquiera se sugiera que los golpistas pueden haber tenido motivos legítimos para haberse propuesto lo que se propusieron”. (Ídem).
El ataque de Eduardo Fernández fue duro. Debió notar de inmediato las repercusiones de las palabras de Caldera pronunciadas en el Congreso y empezó a inquietarse, con razón.
Rafael Caldera refiriéndose a los ataques de Eduardo Fernández por su discurso en el hemiciclo del Senado el 4 de febrero, comentó: “Son unos ataques miserables, que llegan a extremos increíbles”. (El Diario de Caracas, 13-2-92, p. 56 [Opinión]). Esta vez Caldera no ocultó el destinatario de sus ataques: “No sé por qué el sector, llamémoslo así, eduardista, se siente ofendido por un discurso en el cual no toqué, no mencioné, ni ataqué al señor Fernández”. (Ídem).
Y advirtió sobre la preocupación creciente del oficialismo copeyano: “Simplemente se ve que hay una desesperación en torno a los números de la candidatura presidencial y les parece que esto les puede alterar sus ilusiones al respecto, puede frustrar sus ilusiones.” (Ídem).
Luego explicó las razones de su repentino éxito:
Yo le hablé al país y el resto le habló al hemiciclo. Ellos hablaron al círculo político, sin darse cuenta de que el país entero está deseando otro mensaje. Yo cumplo con mi deber y lamento que se llegue al grado de bajeza que se ha llegado en una serie de ataques que, repito, no tengo que responder porque la mejor respuesta es la aprobación de la opinión pública que de una manera abrumadora ha estado favorable y entusiasta con mi mensaje. (Ídem).
Eduardo Fernández siguió condenando las declaraciones de Rafael Caldera al lamentar “(…) que haya gente oportunista desesperada por una ambición presidencial. (…) o por un cálculo electoral, y dando argumentos o justificando para que Venezuela se abra al abismo de un tirano o de la anarquía”. (El Diario de Caracas, 15-3-92, p. 23 [Política]).
Consideró su obligación respaldar el sistema democrático por encima de cualquier otra consideración, de allí:
(…) que el deber del partido es servir a un alto interés nacional; trabajar por la paz de Venezuela y por cambiar el actual Gobierno por medio de los votos y no de las botas ni las balas ni tanques. (Ídem).
El periodista Vladimir Villegas Poljak realizó un excelente análisis sobre la alocución de Rafael Caldera en el Congreso Nacional y sus repercusiones:
Su discurso en el Congreso, cargado de dramatismo, de análisis descarnado de las causas de la asonada y, sobre todo, de sentido de la oportunidad, puso a Caldera en la cresta de la ola y provocó inmediatamente una reacción en la opinión pública de rechazo a Pérez y a todo lo que se le vinculara. Y allí comenzó un calvario de dificultades para Eduardo Fernández, cuya situación se hizo más comprometida aun cuando su partido Copei asumió la pesada carga de ir al Gobierno, con el argumento de servir de sostén a la democracia. Caldera, como era de esperarse, se opuso a la participación copeyana en el Gabinete y de inmediato arreció sus críticas contra la dirección nacional del partido. Se empeñó en marcar cada vez más distancia frente a las políticas económicas neoliberales de la administración de CAP y en hacer aparecer a Fernández como partidario de éstas. La estrategia le dio resultado y así comenzó a revelarse en las mediciones de opinión. (“Copei entre la gloria y el ridículo”, El Universal, 3-1-93, 1-12).
¿Calculó bien “políticamente” Eduardo Fernández las consecuencias que tendría dirigirse a la televisora nacional en la madrugada del 4 de febrero? Siendo un político consumado y con grandes probabilidades de ganar las elecciones presidenciales de 1993, no es disparatado pensar que juzgase lo más “políticamente” conveniente apuntalar el régimen de Carlos Andrés Pérez. Sin duda alguna para fortalecer la democracia, pero también, quizás, pensó que su comportamiento sería reconocido por el electorado.. ¿Se habría atrevido a actuar de manera distinta? ¿Pensó por algún momento apoyar “con reservas” al presidente Pérez? Resulta lógico que haya pensado la conveniencia de asegurar la continuidad del régimen democrático porque cualquier resquebrajamiento en este régimen lo afectaría negativamente. Ha debido ser una decisión muy difícil para Fernández teniendo en cuenta el desprestigio de Carlos Andrés Pérez y de su mandato.
Rafael Caldera, en cambio, habiéndose desprendido de cierta forma del quehacer partidista y sintiéndose liberado por su propio alejamiento de Copei, entendió el momento histórico y actuó con sagacidad. Cuando Caldera dijo haberle hablado al país y no al hemiciclo, saltó la barrera que nadie se había atrevido a saltar, por la sencilla razón de que ya estaba fraguando su candidatura extra partido. Le ha podido salir mal, pero su astucia, su conocimiento del quehacer político y, sobre todo, su consciencia del gran desencanto popular por el desempeño de las cúpulas dirigentes del país, lo indujo a asomar su “comprensión” a la irrupción de Hugo Chávez. Caldera se hizo eco del sentir del pueblo y el 4 de febrero representó el trampolín que necesitaba para su lanzamiento como candidato independiente. Así lo expresaron las palabras de Edecio La Riva: “Por primera vez, Rafael Caldera fue popular en Venezuela. Caldera ahora percibe que él interpretó al pueblo”. (El Diario de Caracas, 1-7-93, p. 7 [Suplemento especial No. 3: “Caldera, poder moral en la Convergencia”]).
Vista la actuación de Caldera a la luz del 4 de febrero, podría leerse su “pase a la reserva” en 1987 como un paulatino proceso de deslastre de su pasado copeyano con miras a lograr una candidatura a nivel nacional.
¿Qué significó el 4 de febrero de 1992 para Caldera? Significó la plataforma necesaria para acaparar de manera definitiva la atención del pueblo venezolano, ese pueblo al cual tanto le habría costado llegar, y que por vez primera logró se identificara con él. ¿Existían fines distintos en Fernández y Caldera el 4 de febrero de 1992? No pareciera, ambos buscaban lo mismo, ganar la presidencia en 1993. Cada uno jugó a su manera, con mayor o menor atino, con mayor o menor sabiduría, o con mayor o menor suerte. Caldera logró los tres porque acertó, entendió el momento y tuvo suerte. De allí en adelante conjugó el sentido de la oportunidad aunado al conocimiento acumulado tras cinco décadas en la política.
Y el resto se lo regaló Hugo Chávez.
Sobre la actuación del liderazgo político luego del intento de golpe, Luis Herrera Campíns lo acusó de irresponsable, pues le parecía que: “(…) ninguno de los partidos políticos se ha dado cuenta de que el país cambió después del 4-F. Sobre el particular, afirmó que en Copei parece que ‘no hubiera pasado nada’ ”. (El Nacional, 3-4-92, D/1 [Política]).
Y, por su lado, Oswaldo Álvarez Paz emitió una fuerte crítica a los vicios del sistema político reinante en Venezuela:
Cuando te lees todos los análisis que se han hecho sobre el 4 de febrero, llegas a la conclusión de que el detonante de aquello es la corrupción, es el relajo institucional, la ineficacia de las instituciones fundamentales, es el colapso de la administración pública, la falta de capacidad de respuesta del Estado venezolano, ese Estado-gobierno que aquí se confunde mucho, frente a problemas concretos y específicos. (El Universal, 28-2-93, 1-21).
Y ante el futuro de los militares golpistas comentó:
Pero yo te confieso que me encantaría ver a los comandantes del 4 de febrero luchando abiertamente en la calle, políticamente por sus convicciones, por sus ideales, sin las ventajas y sin las desventajas que acarrea la vida militar. (Ídem).
Algún tiempo después y ante el encarcelamiento de los sublevados, reiteró su magnanimidad al pronunciar que le gustaría verlos:
(…) en plena actividad política, cumpliendo actividades sin las ventajas y desventajas y que les pueda ofrecer todas las condiciones necesarias. Debo manifestar que en esa dirección estamos caminando. (El Nacional, 2-5-93, D/2 [Política]).
Y también abogó por una reconciliación a pesar del temor de que “(…) muchos piensan que mis manifestaciones en ese sentido es una posición demagógica, pero debo decirles que llegó el tiempo en Venezuela de borrar los odios y los rencores”. (Ídem).
Agudización de enfrentamiento generacional.
El Partido Copei, por decisión de su Secretario General, Eduardo Fernández, decidió convocar a elecciones abiertas con el fin de escoger el candidato presidencial para los comicios de 1993. Esta modalidad no tenía antecedentes en el sistema electoral venezolano pues el único requisito para participar era estar inscrito en el Consejo Supremo Electoral. Todo venezolano, cualquiera que fuese su orientación política, fue invitado a votar por el candidato copeyano de su preferencia. ¿Por qué esta iniciativa? Eduardo Fernández sabía que la única manera de ganar Copei las elecciones presidenciales de 1993 era llevando un candidato único, es decir, un candidato único socialcristiano. Su convocatoria tenía nombre y apellido: Rafael Caldera.
Fernández no había previsto tras la derrota interna de Caldera en 1987 el resurgimiento posterior del fundador del partido. No por nada las nuevas generaciones tal como quedó plasmado en los resultados del III Congreso Presidencial Socialcristiano habían logrado imponerse finalmente.
La fuerza del relevo generacional era la secuencia lógica dentro del devenir de un partido de líderes jóvenes con arrastre y poder dentro de Copei.
Sin embargo, no fue así como pensaría Rafael Caldera y lo desestimaron en varios sentidos. Primero, al considerar su carrera acabada; segundo, al desconocer su latente ambición de poder; tercero, en la suposición de que llegado el caso de volver a competir, lo hiciese dentro del partido por él fundado; y, finalmente, en no haber previsto lo inimaginable para muchos, es decir, la voluntad de Caldera de lanzarse a la presidencia del país como un socialcristiano más, pero por fuera de Copei. Veremos a lo largo de esta investigación la insistencia de algunos dirigentes del partido en atraer a Caldera a sus filas, aún sabiendo que sería un juego perdido desde un principio.
Si alguien conocía bien a Caldera era Eduardo Fernández y sabía de su negativa a medirse a nivel interno luego del trato sufrido en el Poliedro en 1987.
¿Se plantearía Caldera por un segundo, alguna vez, volver a medirse en Copei? Difícil saberlo, pero no difícil adivinarlo. Él ya no confiaba en sus delfines, no los estimaba. El intento de Eduardo Fernández por atraerlo a su campo de acción fue un intento fallido desde el inicio y él lo sabía. ¿Por qué, entonces, insistir? No tuvo otra opción, sólo le quedaba salir airoso, dejar por sentadas sus buenas intenciones, su voluntad democrática. Para este momento, en vísperas de las elecciones abiertas, al menos quiso dejar en claro que si Caldera no se medía internamente, no sería por falta de oportunidad, y por lo tanto deploró que el fundador del partido no participara en este proceso. Copei le brindó la oportunidad y sobre ese ofrecimiento se ideó la nueva modalidad electoral. Pensó Fernández que de esta manera su imagen ganaría credibilidad y respeto frente al partido y frente al mundo político en general como un dirigente amplio y arriesgado y quien además aspiraba a recuperar la confianza de Caldera, al comentar que:
— No puedo oultar que esta propuesta de elección abierta del candidato la hice pensando fundamentalmente en la participación de nuestro líder fundador. El sistema fue diseñado por las objeciones que personas vinculadas al fundador del partido habían hecho. Qué él no tenía confianza en los listados, en los procedimientos tradicionales. (El Universal, 25-4-93, 1-16).
Doble candidatura socialcristiana: Oswaldo Álvarez Paz, Rafael Caldera.
Rafael Caldera, en el Parque Exposición Agropecuaria Severiano Giménez, Estado Yaracuy, con motivo de la celebración de su 77 cumpleaños, acusó la difícil situación atravesada por el país debido a los abusos cometidos por la dirigencia política. Refiriéndose a las elecciones regionales celebradas el 6 de diciembre de 1992, cuestionó que a través de:
(…) los chanchullos, los abusos que han ocurrido en distintas partes del territorio, se evidencia una maniobra sucia que no es otra cosa que una contribución diabólica de los cogollos partidistas para tratar de arrancarle al pueblo su fe en la democracia. (El Nacional, 24-1-93, D/1 [Política]).
Continuó la descalificación de la dirigencia al decir “(…) que han perdido credibilidad y respaldo en el corazón de los venezolanos, (…)”, por lo tanto, no se mediría internamente en Copei pues “(…) su norte está ahora ‘en la convergencia de voluntades’, (…)”. (Ídem). En el evento se desplegaron pancartas donde se leía: “Caldera, el candidato nacional”.
Dos meses más tarde, en un evento preparado por el “Movimiento de Copeyanos con Caldera” en San Cristóbal, Estado Táchira, y el cual sirvió de plataforma al lanzamiento de su candidatura, arremetió nuevamente contra las instituciones partidistas:
(…) están siendo comandados por los cogollos y sabe también que estos cogollos se han convertido en pequeños cenáculos que para lo único que sirven es para la tramitación y posterior consecución de contratos públicos que van a parar a manos de cada uno de sus miembros (…). (El Nacional, 31-1-93, D/1 [Política]).
Eran acusaciones muy graves utilizadas por Caldera cada vez que las necesitaba. Por consiguiente, dejó muy clara su aspiración a un segundo mandato y la negativa a hacerlo dentro de ningún partido porque sus cúpulas serían poco confiables y corruptas. Su mensaje, entonces, estuvo dirigido a la militancia de base copeyana y a una diversidad de electores:
La base del partido está conmigo. La convergencia que he propuesto ha sido aceptada no solamente por militantes y simpatizantes de Copei, sino también por los miembros de otras organizaciones políticas y por una gran cantidad de independientes (…). (Ídem).
Eduardo Fernández mostró desconcierto ante esta afirmación: “El doctor Caldera dice que los partidos están desacreditados. Pero resulta que a mí me va a respaldar un partido y él está buscando el respaldo de veinte partidos. Entonces son veinte descréditos que estarían con él y un solo descrédito que estaría conmigo”. (Vladimir Villegas, El Universal, 7-2-93, 1-18). Y ante la pregunta de cómo vería el hecho de un lanzamiento de Caldera con apoyo del MAS, lo consideró una contradicción:
Una de las razones que ha invocado Caldera para alejarse de Copei es que el partido se ha alejado de la doctrina. Y yo no puedo creer que el Movimiento al Socialismo, partido que respeto, esté más cerca de la doctrina demócrata cristiana que Copei. (Ídem).
Precandidatura de Oswaldo Álvarez Paz.
El mes de marzo de 1993 debió significar uno de los meses más intranquilos para Eduardo Fernández. Tenía una fuerte probabilidad de ganar las elecciones presidenciales en diciembre de ese año sobre la base de un partido Copei unido, no dividido. A tal efecto ideó las elecciones primarias abiertas, así Rafael Caldera no tendría motivo de desconfianza hacia Copei como organización partidista.
Y, sin embargo, los pasos no marcharon en esa dirección. Pasaron los días y todo parecía indicar que Caldera sí se iba a lanzar en forma individual. Pero ahí no quedaba todo. Oswaldo Álvarez Paz tenía también aspiraciones presidenciales. De manera que Eduardo Fernández a última hora debió compartir su sueño con dos fuertes rivales: Rafael Caldera quien declaró su desinterés por contarse internamente, y Oswaldo Álvarez Paz quien aprovechó las elecciones primarias abiertas para proponer su nombre. De igual forma Humberto Calderón Berti lanzó su candidatura. Álvarez Paz intentó presentarse como una nueva versión de Caldera esperando el apoyo del ex presidente en un acto de desprendimiento extremo. La situación ideal para Álvarez Paz era derrotar a Fernández en las primarias y lograr el apoyo de Caldera posteriormente, suponiendo que éste no se lanzaría por fuera del partido.
Desde el mismo III Congreso Presidencial Socialcristiano en noviembre de 1987, Álvarez Paz se presentó con el lema: “Renovación sin Ruptura”, es decir, la continuidad de Caldera encarnada en una figura más joven. En aquel momento, ya señalado con anterioridad, se identificó con Caldera y apoyó a Caldera y no a su compañero de generación, Eduardo Fernández.Sin embargo, cinco años después se encontró con un panorama aún más difícil que el protagonizado por Eduardo Fernández en elecciones anteriores. En esta oportunidad quien ganara la candidatura interna de Copei tendría que enfrentarse a Caldera, pero ya no dentro del partido.
Inicialmente, Álvarez Paz demostró cierta amplitud y poco interés en querellas de ninguna índole:
(…) mi pleito no es con Caldera. Ni yo estoy buscando diferenciarme de él ni proyectar una imagen o un ideario distinto al de Rafael Caldera, pero sinceramente yo creo que en este momento yo represento esos mismos ideales que él tiene, pero actualizados. (“Soy un Caldera Actualizado”, El Universal, 28-2-93, 1-20).
Ante la pregunta del periodista: “¿Cuál es la suerte que Oswaldo vislumbra para Caldera?, respondió: “A mí me preocupa mucho la situación personal de él; por una parte, porque lo quiero mucho, le tengo mucho afecto, y deseo, esto es absolutamente honesto, lo mejor para él (…)”. (Ídem).
Vimos aquí a Álvarez Paz refiriéndose a Caldera como a un padre, con cariño. Y siguió exponiendo sus inquietudes:
Y me preocupa también políticamente de sus ejecutorias, de los enormes aportes que le ha hecho a la vida nacional, debería cerrar el ciclo de su vida en una posición que vaya más allá de la simple participación en una contienda electoral. (Ídem).
Álvarez Paz ambicionaba para Caldera un final honorable: “Así es que no lo sabría decir con precisión, pero creo que la figura histórica de Rafael Caldera, lejos de permitir que se deteriore o se pierda, tenemos todos la obligación de reivindicarla”. (Ídem).
Finalmente, expresó su temor evidente: “Lo que pasa es que el único camino para reivindicarla no es el de la Presidencia de la República y eso también tiene que formar parte de las cosas que tienen que estar claras”. (Ídem).
Frente a la pregunta, ¿En qué punto del triángulo se encontraría Caldera y Oswaldo, en una crisis copeyana?, respondió:
No sé, no sé. Yo aspiraría, quizás sea una ilusión muy remota prácticamente imposible, pero te digo lo que sería una aspiración seria de mi parte: derrotar a Eduardo Fernández internamente y poder contar con el soporte y el apoyo de Rafael Caldera. (Ídem).
Desde luego, era el escenario perfecto, la victoria segura, el momento más esperado de toda su vida.
El 25 de abril de 1993 se celebraron las elecciones primarias abiertas cuyo objetivo, expresado claramente por Eduardo Fernández, era el de atraer a Rafael Caldera a Copei y medirse internamente junto a Caldera y a los dos precandidatos copeyanos, Oswaldo Álvarez Paz y Humberto Calderón Berti.
Eduardo Fernández confiaba en el triunfo debido a su control de la maquinaria partidista y al indudable apoyo esperado por el partido en pleno.
Sin embargo, la suerte iba a ser otra, inesperada para muchos:
Una avalancha de votos a favor de Oswaldo Álvarez Paz, trituró ayer a la maquinaria partidista de Eduardo Fernández, en un hecho que a decir de propios y extraños, cambiará radicalmente el cuadro político nacional, hacia las elecciones presidenciales de diciembre.
(El Globo, 26-4-93, p. 2 [Política]).
Felipe Montilla, el presidente de la Comisión Electoral Nacional, reveló al final de la tarde los resultados parciales aunque incuestionables: “60,9 % para Álvarez Paz, 33,9 % para Fernández y 5,2 % para Humberto Calderón Berti”. (El Nacional, 26-4-93, D/2 [Política]).
Álvarez Paz casi dobló la votación de Fernández y, definitivamente, las elecciones primarias le favorecieron. Luis Herrera Campíns, ante el triunfo de Oswaldo Álvarez Paz, quizás un candidato más atractivo electoralmente que Eduardo Fernández, debió sentir la misma angustia del resto de la dirigencia copeyana al ver que Rafael Caldera se les escapaba en el mejor de los momentos. A pesar de haberse expresado anteriormente con gran pesimismo sobre una división evidente de Copei, lanzó la red, la esperanza del regreso de Caldera. A lo mejor el mensaje no iba dirigido a Caldera, o al electorado copeyano, sino al país:
Cauteloso, como es su estilo, opinó sobre la posibilidad de una reconciliación con el sector calderista, virtualmente desterrado de Copei. ‘Creo que ahora, más que nunca, se impone, no solamente la prédica, sino el ejercicio del diálogo para tratar de llegar a una unificación de los espíritus. Pienso que algo nuevo se está abriendo en el país y tenemos que actuar con mucho equilibrio, patriotismo y solidaridad’, (…). (El Globo, 26-4-93, p. 2 [Política]).
Lanzamiento (tácito) de la candidatura presidencial de Rafael Caldera.
Con el triunfo de Oswaldo Álvarez Paz se reforzaron en Copei las esperanzas de ganar las elecciones en 1993 al ser su victoria abrumadora. Solo faltaba contar con el apoyo de Rafael Caldera, pues con su apoyo Copei ganaría seguro. Álvarez Paz lo invitó a unirse a la campaña, también Herrera Campíns hizo un llamado amplio a todo el calderismo y a Caldera… pero ya todo llamado era inútil,—siempre fue inútil— el ex presidente tenía muy bien diseñada su estrategia y había calculado cada paso con precisión. Se ausentó del país durante un mes, lo necesario para no estar presente ni en los preámbulos de las primarias abiertas, ni en su desarrollo o desenlace. Viajó al exterior y esperó en Nueva York los resultados. Días después, el 29 de abril, regresó y ofreció una rueda de prensa desde el aeropuerto en hora estelar. No perdió tiempo en atacar y distanciarse de la dirigencia copeyana:
Si yo he sostenido que el país no desea una fórmula partidaria, sino de unión para resolver los problemas, si hubiera ido a ese certamen y hubiera vencido, me hubiera convertido en el candidato de un partido e indudablemente sujeto a los condicionamientos de un cogollo.
(El Nacional, 30-4-93, D/1 [Política]).
Sin embargo, siguió proyectando mensajes confusos hacia el electorado copeyano al reivindicar para sí mismo la condición de demócrata cristiano: “Yo, por lo demás, sigo siendo reconocido en Venezuela como un demócrata-cristiano y se considera que la genuina posición demócrata cristiana es la que yo sostengo”. (Ídem).
Tampoco desperdició la oportunidad para iniciar un ataque permanente contra el “neoliberalismo” del candidato copeyano, incluso lo convirtió en uno de los leit motifs principales de campaña:
Me duele que un partido que nació bajo la sombra de ella [la democracia cristiana], caiga en posiciones que hacen que se le confunda con un neoliberalismo que ha hecho tanto daño en el mundo y que viene de regreso en los países desarrollados. (Ídem).
La finalidad de este ataque fue asociar a Álvarez Paz con las políticas neoliberales del Presidente Carlos Andrés Pérez, cuya aplicación habría significado tantos problemas para Venezuela.
Al final de la intervención, el reportero de un medio de comunicación le preguntó a Rafael Caldera si este discurso significaba el lanzamiento oficial de su candidatura presidencial, y respondió: “Tácitamente sí”. (Ídem).
El periodista Eleazar Díaz Rangel resumió la intervención:
Aprovechó para arrojar sombras de duda sobre el muy exitoso proceso electoral copeyano, cuestionando las cifras de la Comisión Electoral. Igualmente, puso en discusión el amplio apoyo recibido por Oswaldo Álvarez Paz, dejando claro que buena parte de esos votos no fueron propiamente a favor de él, sino en contra de Fernández.
Pero, el proyectil de más capacidad destructiva que disparó Caldera contra el nuevo abanderado verde fue, sin duda, el haberlo presentado como una garantía de continuidad de las políticas del actual gobierno, especialmente en el área económica. (El Globo, 3-5-93, p. 4 [Política]).
Rafael Caldera, tal como lo he señalado en esta investigación, a partir de noviembre de 1987, inició una sutil estrategia y acertadas tácticas para recuperar su espacio político dentro y fuera de Copei. Mientras la cúpula partidista se desgastaba y debilitaba, Caldera se iba fortaleciendo silenciosamente, discretamente. El 4 de febrero de 1992 lo ayudó y lo hizo popular, le proveyó el eslabón que le faltaba para retar a sus adversarios. En todo momento se movió siempre con sagacidad.
Vienen al caso, en este momento, los comentarios del dirigente político de izquierda José Vicente Rangel cuando al referirse a la figura de Rafael Caldera, expresó:
(…) confieso que me deleita el espectáculo de sus desplazamientos. Su fina esgrima frente a tanta torpeza de sus adversarios. Su apolíneo comportamiento frente a la desgarradora escena de los monos de nuestra política saltando de árbol en árbol. Sin duda que Caldera está sobrado. Y todo cuanto hacen sus adversarios lo engorda políticamente. Puntea las encuestas desde el 4 de febrero, y lejos de bajar incrementa su posición cimera. Le han dicho de todo sus enemigos. Le han atacado por todos los flancos. Lo han descalificado groseramente. Le han negado méritos y han tratado de disminuirlo —precisamente aquellos que en el pasado reciente lo endiosaron. Han pretendido sacarlo del juego con la utilización de los más deleznables argumentos, como el de la edad o su anacronismo político, pero el intento ha sido vano. ¿Por qué? Para mí existen dos razones: una, que no se puede destruir a un hombre de la noche a la mañana por simple capricho, porque no se esté de acuerdo con él; otra, porque el venezolano es mucho más maduro de lo que se cree, porque la gente razona por su propia cuenta. (El Diario de Caracas, 2-4-93, p. 25 [Política]).
Impresiona el lenguaje descalificador de José Vicente Rangel hacia las élites políticas, pero no extraña, porque su actitud hacia ellas fue siempre crítica. Sin embargo, las dos últimas observaciones no me parecen acertadas. En primer lugar, no fue “capricho” querer apartar a Caldera de la carrera presidencial, sino una lucha por un muy justificado relevo generacional. No fue un capricho el considerar que el partido Copei le había llegado su momento estelar y debía aprovecharlo al máximo con un candidato joven y promisorio. Probablemente le fue difícil comprender a los integrantes de las generaciones posteriores por qué Caldera no respetaba el relevo. Ya tenía 77 años, ya había sido presidente de Venezuela, ¿no era el momento de que la generación de 1958, su generación consentida, a la cual preparó desde muy jóvenes, alcanzara el poder?
Y, respecto a la segunda observación, no pareciera que el venezolano haya razonado por su propia cuenta. Estuvo confundido y el electorado copeyano en particular, estuvo o fue confundido en extremo. No fue la madurez sino el desconcierto del electorado lo que aumentó en esa época.
Lo cierto es que Caldera, al lanzar su candidatura presidencial rompió el equilibrio entre Acción Democrática y Copei, abrió nuevos espacios políticos y dispersó al electorado.
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Notas al pie
(28) En las encuestas de Mercanálisis 1991-1993 se evidenció que Copei superaba a AD a partir de septiembre de 1991, era considerado entre los entrevistados como el partido político de mejor visión sobre cómo gobernar el país. AD fluctuaba entre el 8 % y el 21 %, mientras que Copei lo hacía entre el 11 % y el 25 %. (En Nelson Villasmil, op.cit., p. 134). Respecto a la visión de los entrevistados sobre el mejor próximo Presidente, escogido de una lista de 16 precandidatos en la que tenían la posibilidad de mencionar a 5 de ellos, Rafael Caldera y Oswaldo Álvarez Paz resultaron los primeros seleccionados (55 % c/u), seguidos por Andrés Velásquez (54 %), Eduardo Fernández (25 %), Claudio Fermín y Carlos Tablante (24 % c/u) (Ibídem, p. 144).
(29) El teniente coronel del Ejército, Hugo Chávez Frías, fundó en 1982 junto a otros oficia- les el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200). El 4 de febrero de 1992 intentaron fallidamente derrocar el gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez.
(30) La Dirección Nacional de Copei autorizó a Humberto Calderón Berti y a José Ignacio Moreno León para ejercer los cargos de Ministro de Relaciones Exteriores y de Presidente del Fondo de Inversiones de Venezuela respectivamente.
(31) Ante la pregunta de Mercanálisis: “¿Cuál de estos dirigentes, Eduardo Fernández o Rafael Caldera, está actuando mejor en la búsqueda de soluciones para la situación ve- nezolana?”, respondieron: “Eduardo Fernández, (24 %), Rafael Caldera (59 %), Ambos igual (6 %), No sabe (7 %), Ninguno (5 %). (Mayo de 1992, N=1.000” (En Nelson Villasmil A., op.cit., p. 122.).
(32) Hugo Chávez estuvo en prisión desde el 4 de febrero de 1992 hasta el 26 de marzo de 1994 cuando el Presidente en ejercicio, Rafael Caldera, decidió sobreseer la causa con el requerimiento de que solicitara su retiro de las Fuerza Armadas.
(33) En estas elecciones Copei obtuvo 11 gobernaciones, 5 de ellas en alianza con el MAS: Anzoátegui, Barinas, Carabobo, Falcón y Miranda. Estas alianzas representaron un cam- bio gradual hacia el fin del bipartidismo AD-Copei.
(34) En estos comicios podían votar no sólo los militantes copeyanos sino todo venezolano o venezolana aptos para hacerlo.
(35) La licenciada Myriam Serrano, Jefe de la Biblioteca de la Fracción Parlamentaria de Copei para el momento de las elecciones primarias abiertas, comentó: “Quienes trabajamos en mesas electorales durante la elección del candidato de Copei, teníamos como orden superior la de quitarle los votos a Oswaldo, cosa que yo no acepté ni permití en la mesa que coordiné”. (Comunicación personal, 5-2-2004).
(36) El triunfalismo (¿ingenuo o manipulado?) de Eduardo Fernández en la campaña interna de Copei quedó muy claro en un anuncio a página completa en el diario El Universal del martes 20 de abril de 1993 (pp. 2-5) en la que una supuesta encuestadora (Issue, C.A.) le atribuía 46 % de intención de voto entre los que afirmaban que votarían en las primarias del 25 de abril, seguido por OAP con 35 %, Humberto Calderón Berti con 5 % y un 14 % de indecisos.
(37) El politólogo Steve Ellner escribió al respecto: “Quienes defendían las primarias abiertas consideraban que eran más democráticas y acordes con el sentir nacional, que condena- ban el poder y la manipulación de las cúpulas centralizadas de los partidos políticos”. Sin embargo, más adelante añadió: “Según sus críticos, (...) el sistema facilitaba la penetración del partido por poderosos intereses económicos, pues el dinero era más impor- tante que la organización para determinar el resultado del proceso. De hecho, muchos atribuyeron el triunfo de Alvarez Paz en las primarias abiertas copeyanas al respaldo de partidarios acaudalados reunidos en el Movimiento 25 de Abril, una estructura paralela, externa a Copei”. (Ellner,1996: pp. 10-11).
El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei |
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El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei / 2.5. El partido Copei líder en preferencias electorales para comicios presidenciales de diciembre de 1993.
2.5. El partido Copei líder en preferencias electorales para comicios presidenciales de diciembre de 1993.
La repercusión en Copei del intento golpista de Hugo Chávez. Agudización de enfrentamiento generacional. Doble candidatura socialcristiana: Oswaldo Álvarez Paz, Rafael Caldera. Precandidatura de Oswaldo Álvarez Paz. Lanzamiento (tácito) de candidatura presidencial de Rafael Caldera.
Introducción
A finales de 1991 Copei apareció aventajando a Acción Democrática en las encuestas, era el partido político con mayor aceptación. Si las elecciones presidenciales se hubiesen celebrado en ese momento, Copei las habría ganado. Es decir, ante esta perspectiva, Venezuela mantendría el sistema de partidos a partir de la rotación de sus dos principales organizaciones políticas, Acción Democrática y Copei. Sin embargo, surgió en el camino una eventualidad inesperada: el intento de golpe de Estado de Hugo Chávez que catapultó la aspiración presidencial de Rafael Caldera fuera del partido Copei. Así pues, por primera vez se presentó en el espectro político venezolano la posibilidad de que dos socialcristianos se presentaran a la presidencia de la República. Por un lado Caldera, quien gozaba de prestigio y era el político más creíble del país; por el otro, Eduardo Fernández, quien controlaba fuertemente la estructura de Copei y quien haría todo lo posible para evitar la doble candidatura. Sin embargo, la posibilidad de una postulación de Caldera ya habría empezado a rodar con apoyo del partido político Movimiento al Socialismo (MAS). Y para complicar más aún las cosas, Oswaldo Álvarez Paz lanzó el movimiento “Renovación sin Ruptura”.
Cuando Copei tenía todas las condiciones a su favor para ganar holgadamente las elecciones presidenciales de 1993, eventualidades inesperadas dieron al traste con sus anhelos.
El partido Copei líder en preferencias electorales para comicios presidenciales de diciembre de 1993.
Pedro Pablo Aguilar, en 1992, con motivo del aniversario de la fundación de Copei, comentó la perspectiva que se le presentaba al partido al ir en primer lugar en las encuestas: “Si hubiese elecciones el próximo domingo, Copei ganaría holgadamente”. (“Copei en su 46 aniversario”, El Diario de Caracas, 12-1-92, p. 6 [Opinión]). Sin embargo, en el momento cuando Copei vislumbraba la oportunidad de volver a Miraflores por el desgaste de Acción Democrática, tras ocho años en el poder, se le presentó un escenario preocupante, tal como continuó expresando Aguilar:
(…) Rafael Caldera aparece en las encuestas en uno de sus mejores momentos en cuanto a prestigio y credibilidad, y Eduardo Fernández tiene un férreo control de la maquinaria partidista y un evidente apoyo de los grandes medios de comunicación social. (Ídem).
Debió ser una situación muy angustiosa para los copeyanos tener la victoria casi en puerta y observar cómo se les podría escapar de las manos por problemas difíciles de resolver. Eduardo Fernández, sin duda alguna, fue uno de los más intranquilos y ante la pregunta: ¿Un posible lanzamiento de Caldera extra partido no se llevaría gente fuera de Copei?, respondió:
— No tengo por qué comentar sobre esa hipótesis, porque me imagino que nadie va a cometer el desatino de dividir la votación de Copei cuando todo indica que tiene una perspectiva de ganar por amplia mayoría, el derecho a gobernar en el próximo período constitucional.
(El Globo, 7-1-92, p. 8 [Política]).
Luis Herrera Campíns, esta vez, demostró mayor claridad que el resto de sus copartidarios: “ ‘Yo creo que es más fácil unificar a las dos Coreas y hacer la integración de la China Continental con la de Taiwan, que alcanzar en tiempo corto la reconciliación de Rafael Caldera y Eduardo Fernández’ ”. (El Globo, 14-1-92, p. 6 [Política]). Y más adelante concluyó: “(…) ‘el distanciamiento entre ambos líderes es insoluble’ ”. (Ídem).
Curiosamente, otro dirigente copeyano dijo totalmente lo contrario. Abdón Vivas Terán se mostró optimista: “(…) nadie puede pensar en un Copei sin Caldera y en un Caldera sin Copei. Esa relación es indisoluble”. (El Nacional, 16-1-92, D/16 [Información]).
Definitivamente reinaba un gran desconcierto y confusión, era difícil admitir el desplome de todo en el momento más esperado. La candidatura de Rafael Caldera se venía tejiendo lentamente, no salía a la luz todavía; sin embargo, ya a finales de diciembre de 1991 se pudo leer en la prensa el apoyo adelantado a Caldera por el partido político Movimiento al Socialismo (MAS):
En cuanto a la candidatura presidencial del 93, con motivo de la Navidad se reunieron con el ex presidente Rafael Caldera y trascendió que en esa reunión ‘social’ cristalizó el apoyo del MAS ante la seguridad del futuro lanzamiento extra partido del fundador de Copei.
(El Nacional 11-1-92, D/4 [Política]).
A principios de 1992, Teodoro Petkoff, uno de los fundadores del MAS y miembro muy influyente, dejó traslucir la simpatía inspirada por una candidatura de Rafael Caldera, aunque muy prudentemente aclaró: “(…) pero repito que se trata de una percepción mía y no una decisión sobre la materia, porque el partido como tal no ha decidido”. (El Nacional, 11-1-92, D/4 [Política]).
El MAS, formado por socialistas, ex comunistas y ex guerrilleros, vería en esta aventura la primera oportunidad de jugar a un posible ganador cuando siempre habían sido perdedores en comicios presidenciales.
A Eduardo Fernández el panorama se le complicó aún más. Ya no era sólo luchar contra la posible figura de Rafael Caldera, sino contra su compañero de generación: Oswaldo Álvarez Paz.
En diciembre de 1991, Álvarez Paz, Gobernador del Zulia, se reunió con dirigentes socialcristianos en la Mesa de Esnujaque, Estado Trujillo.
Allí decidió relanzar el movimiento anteriormente denominado “Renovación sin Ruptura”, se propuso como una figura de la generación del 58 identificada con Rafael Caldera, pero a la vez de savia más joven y con ansias de renovar. Su objetivo sería sustituir a Caldera sin romper con él ni con sus seguidores, ser su relevo, su continuación. Álvarez Paz pensaría ser el único capaz de concentrar en una sola candidatura el voto copeyano sin llegar a la división.
La repercusión en Copei del intento de golpista de Hugo Chávez.
El 4 de febrero de 1992 el teniente coronel Hugo Chávez junto a otros militares intentaron dar un golpe de Estado al Presidente Carlos Andrés Pérez.
Tres semanas antes de la intentona, Rafael Caldera, en su mensaje con motivo del 46 aniversario de Copei, resultó premonitorio ante los acontecimientos por venir. Allí alertó sobre los serios problemas por los cuales atravesaría el país:
Es ineludible reconocer que el país atraviesa por una grave crisis y el partido confronta una seria responsabilidad. La corrupción invade todos los sectores. La pobreza crítica afecta vastos conglomerados populares, los cuales soportan la mayor parte del costo social de errores cometidos en la política económica.
La clase media sufre rigores que amenazan hacerla desaparecer. La inseguridad personal se sigue incrementando y se hace angustiosa la vida, en una tierra destinada por la naturaleza a ofrecer una existencia mejor. Ante el mal funcionamiento de los servicios públicos, la solución es entregarlos a manos privadas, extranjeras principalmente. El costo de la vida sube sin cesar. Los programas de vivienda, salud y educación andan en franco retroceso. (El Nacional, 13-1-92, D/3 [Política]).
Poco después anunció el peligro latente de una asonada:
Crece el escepticismo general. Hay fatiga en el ánimo del pueblo. La dirigencia política ha perdido credibilidad y el Estado su respetabilidad. Voces autorizadas advierten alarmantes peligros en el horizonte de la democracia. (Ídem).
El mismo día del intento de golpe de Estado, el Congreso Nacional convocó a una sesión extraordinaria, allí Rafael Caldera en calidad de senador vitalicio pronunció frases que pasaron a la historia:
Es difícil pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y la democracia cuando piensa que la libertad y la democracia no son capaces de darle de comer e impedir el alza exorbitante de la subsistencia, cuando no ha sido capaz de ponerle un coto definitivo al morbo terrible de la corrupción, que a los ojos de todo el mundo están consumiendo todos los días la institucionalidad venezolana. (El Nacional, 5-2-92, D/1 [Política]).
Al decir “es difícil pedirle al pueblo que se inmole”, pareció compenetrarse con el pueblo y esta frase le daría muchos dividendos políticos a futuro. Días después, en declaraciones al diario El Mundo de España, subrayó los riesgos corridos por la democracia venezolana en virtud de la desesperanza en el pueblo:
(…) el ambiente propicio para la descabellada aventura fue el estado de ánimo de la población, que la hace proclive a aceptar cualquier cosa que cambie una situación que se considera intolerante. Y esta situación persiste. (En El Nacional, 20-3-92, D/1 [Política]).
Por su parte, Pedro Pablo Aguilar asomó una verdad muy inquietante. El complot era conocido, así como sus líderes, sin embargo el país político estaba tan inmerso en sus problemas cotidianos que ignoraron la advertencia:
(…) el general Peñaloza (…) nos lo dijo a nosotros, al Consejo Consultivo, un grupo que constituyó Carlos Andrés Pérez donde designó a Ramón J. Velásquez, Maza Zavala, Ruth de Krivoy para que lo asesoráramos, aconsejáramos. Abrimos un proceso de audiencia con todos los sectores, entre ellos, por supuesto, el militar. El general Peñaloza fue convocado por Ramón y nos echó el mismo cuento. La conspiración estaba descubierta desde el año 1982 y estaba perfectamente identificado Chávez como jefe, también se encontraba Arias Cárdenas, sin embargo, estaba tan enfermo el sistema, que no se hizo nada. Nosotros, como Consejo Consultivo elaboramos un documento con una serie de recomendaciones tanto al Presidente como al Congreso, pero ni el Congreso ni el Presidente nos hicieron caso. (Entrevista. Caracas, 05-02-2007).
De modo que el intento de golpe del 4 de febrero no fue tan inesperado, la clase política conocía de la amenaza. A Rafael Caldera tampoco lo tomó desprevenido tal como lo dejó ver en su mensaje con motivo del aniversario de Copei. Estaba preparado para interpretar el momento histórico.
Por su lado, Eduardo Fernández acusó a Rafael Caldera de no condenar el golpe, lo tachó de oportunista e incluso de haber justificado, sutil o ambiguamente, la intentona militar:
La actitud responsable de cualquier dirigente democrático ante la intentona golpista es condenarla de manera inequívoca, sin ambigüedades ni sutilezas. Los momentos no se prestan para excesivas contorsiones intelectuales ni cuestionamientos de intención no muy clara. Hay que rechazar el golpismo de modo incondicional.
(El Nacional, 7-2-92, A/1 [Opinión]).
De igual forma, reprochó al ex presidente por aprovechar las circunstancias para ganar espacio político en el ámbito nacional:
Es por lo tanto inconcebible y vergonzoso que uno u otro importante dirigente democrático del país, haya intentado aprovechar la ocasión para sacar de alguna manera beneficio político de una crisis que estuvo a punto de romper el hilo constitucional. (Ídem).
Y no sólo eso, también lo acusó de justificar veladamente los acontecimientos del 4 de febrero: “(…) o dar alguna medida de legitimidad a las motivaciones de los cabecillas del golpe, bajo el pretexto de que la democracia tiene muchas fallas o de que el ‘paquete’ de gobierno genera penurias”.
Finalmente, lo acusó de irresponsable al decir: “Es imperdonable que se juegue con la estabilidad del sistema democrático, o que siquiera se sugiera que los golpistas pueden haber tenido motivos legítimos para haberse propuesto lo que se propusieron”. (Ídem).
El ataque de Eduardo Fernández fue duro. Debió notar de inmediato las repercusiones de las palabras de Caldera pronunciadas en el Congreso y empezó a inquietarse, con razón.
Rafael Caldera refiriéndose a los ataques de Eduardo Fernández por su discurso en el hemiciclo del Senado el 4 de febrero, comentó: “Son unos ataques miserables, que llegan a extremos increíbles”. (El Diario de Caracas, 13-2-92, p. 56 [Opinión]). Esta vez Caldera no ocultó el destinatario de sus ataques: “No sé por qué el sector, llamémoslo así, eduardista, se siente ofendido por un discurso en el cual no toqué, no mencioné, ni ataqué al señor Fernández”. (Ídem).
Y advirtió sobre la preocupación creciente del oficialismo copeyano: “Simplemente se ve que hay una desesperación en torno a los números de la candidatura presidencial y les parece que esto les puede alterar sus ilusiones al respecto, puede frustrar sus ilusiones.” (Ídem).
Luego explicó las razones de su repentino éxito:
Yo le hablé al país y el resto le habló al hemiciclo. Ellos hablaron al círculo político, sin darse cuenta de que el país entero está deseando otro mensaje. Yo cumplo con mi deber y lamento que se llegue al grado de bajeza que se ha llegado en una serie de ataques que, repito, no tengo que responder porque la mejor respuesta es la aprobación de la opinión pública que de una manera abrumadora ha estado favorable y entusiasta con mi mensaje. (Ídem).
Eduardo Fernández siguió condenando las declaraciones de Rafael Caldera al lamentar “(…) que haya gente oportunista desesperada por una ambición presidencial. (…) o por un cálculo electoral, y dando argumentos o justificando para que Venezuela se abra al abismo de un tirano o de la anarquía”. (El Diario de Caracas, 15-3-92, p. 23 [Política]).
Consideró su obligación respaldar el sistema democrático por encima de cualquier otra consideración, de allí:
(…) que el deber del partido es servir a un alto interés nacional; trabajar por la paz de Venezuela y por cambiar el actual Gobierno por medio de los votos y no de las botas ni las balas ni tanques. (Ídem).
El periodista Vladimir Villegas Poljak realizó un excelente análisis sobre la alocución de Rafael Caldera en el Congreso Nacional y sus repercusiones:
Su discurso en el Congreso, cargado de dramatismo, de análisis descarnado de las causas de la asonada y, sobre todo, de sentido de la oportunidad, puso a Caldera en la cresta de la ola y provocó inmediatamente una reacción en la opinión pública de rechazo a Pérez y a todo lo que se le vinculara. Y allí comenzó un calvario de dificultades para Eduardo Fernández, cuya situación se hizo más comprometida aun cuando su partido Copei asumió la pesada carga de ir al Gobierno, con el argumento de servir de sostén a la democracia. Caldera, como era de esperarse, se opuso a la participación copeyana en el Gabinete y de inmediato arreció sus críticas contra la dirección nacional del partido. Se empeñó en marcar cada vez más distancia frente a las políticas económicas neoliberales de la administración de CAP y en hacer aparecer a Fernández como partidario de éstas. La estrategia le dio resultado y así comenzó a revelarse en las mediciones de opinión. (“Copei entre la gloria y el ridículo”, El Universal, 3-1-93, 1-12).
¿Calculó bien “políticamente” Eduardo Fernández las consecuencias que tendría dirigirse a la televisora nacional en la madrugada del 4 de febrero? Siendo un político consumado y con grandes probabilidades de ganar las elecciones presidenciales de 1993, no es disparatado pensar que juzgase lo más “políticamente” conveniente apuntalar el régimen de Carlos Andrés Pérez. Sin duda alguna para fortalecer la democracia, pero también, quizás, pensó que su comportamiento sería reconocido por el electorado.. ¿Se habría atrevido a actuar de manera distinta? ¿Pensó por algún momento apoyar “con reservas” al presidente Pérez? Resulta lógico que haya pensado la conveniencia de asegurar la continuidad del régimen democrático porque cualquier resquebrajamiento en este régimen lo afectaría negativamente. Ha debido ser una decisión muy difícil para Fernández teniendo en cuenta el desprestigio de Carlos Andrés Pérez y de su mandato.
Rafael Caldera, en cambio, habiéndose desprendido de cierta forma del quehacer partidista y sintiéndose liberado por su propio alejamiento de Copei, entendió el momento histórico y actuó con sagacidad. Cuando Caldera dijo haberle hablado al país y no al hemiciclo, saltó la barrera que nadie se había atrevido a saltar, por la sencilla razón de que ya estaba fraguando su candidatura extra partido. Le ha podido salir mal, pero su astucia, su conocimiento del quehacer político y, sobre todo, su consciencia del gran desencanto popular por el desempeño de las cúpulas dirigentes del país, lo indujo a asomar su “comprensión” a la irrupción de Hugo Chávez. Caldera se hizo eco del sentir del pueblo y el 4 de febrero representó el trampolín que necesitaba para su lanzamiento como candidato independiente. Así lo expresaron las palabras de Edecio La Riva: “Por primera vez, Rafael Caldera fue popular en Venezuela. Caldera ahora percibe que él interpretó al pueblo”. (El Diario de Caracas, 1-7-93, p. 7 [Suplemento especial No. 3: “Caldera, poder moral en la Convergencia”]).
Vista la actuación de Caldera a la luz del 4 de febrero, podría leerse su “pase a la reserva” en 1987 como un paulatino proceso de deslastre de su pasado copeyano con miras a lograr una candidatura a nivel nacional.
¿Qué significó el 4 de febrero de 1992 para Caldera? Significó la plataforma necesaria para acaparar de manera definitiva la atención del pueblo venezolano, ese pueblo al cual tanto le habría costado llegar, y que por vez primera logró se identificara con él. ¿Existían fines distintos en Fernández y Caldera el 4 de febrero de 1992? No pareciera, ambos buscaban lo mismo, ganar la presidencia en 1993. Cada uno jugó a su manera, con mayor o menor atino, con mayor o menor sabiduría, o con mayor o menor suerte. Caldera logró los tres porque acertó, entendió el momento y tuvo suerte. De allí en adelante conjugó el sentido de la oportunidad aunado al conocimiento acumulado tras cinco décadas en la política.
Y el resto se lo regaló Hugo Chávez.
Sobre la actuación del liderazgo político luego del intento de golpe, Luis Herrera Campíns lo acusó de irresponsable, pues le parecía que: “(…) ninguno de los partidos políticos se ha dado cuenta de que el país cambió después del 4-F. Sobre el particular, afirmó que en Copei parece que ‘no hubiera pasado nada’ ”. (El Nacional, 3-4-92, D/1 [Política]).
Y, por su lado, Oswaldo Álvarez Paz emitió una fuerte crítica a los vicios del sistema político reinante en Venezuela:
Cuando te lees todos los análisis que se han hecho sobre el 4 de febrero, llegas a la conclusión de que el detonante de aquello es la corrupción, es el relajo institucional, la ineficacia de las instituciones fundamentales, es el colapso de la administración pública, la falta de capacidad de respuesta del Estado venezolano, ese Estado-gobierno que aquí se confunde mucho, frente a problemas concretos y específicos. (El Universal, 28-2-93, 1-21).
Y ante el futuro de los militares golpistas comentó:
Pero yo te confieso que me encantaría ver a los comandantes del 4 de febrero luchando abiertamente en la calle, políticamente por sus convicciones, por sus ideales, sin las ventajas y sin las desventajas que acarrea la vida militar. (Ídem).
Algún tiempo después y ante el encarcelamiento de los sublevados, reiteró su magnanimidad al pronunciar que le gustaría verlos:
(…) en plena actividad política, cumpliendo actividades sin las ventajas y desventajas y que les pueda ofrecer todas las condiciones necesarias. Debo manifestar que en esa dirección estamos caminando. (El Nacional, 2-5-93, D/2 [Política]).
Y también abogó por una reconciliación a pesar del temor de que “(…) muchos piensan que mis manifestaciones en ese sentido es una posición demagógica, pero debo decirles que llegó el tiempo en Venezuela de borrar los odios y los rencores”. (Ídem).
Agudización de enfrentamiento generacional.
El Partido Copei, por decisión de su Secretario General, Eduardo Fernández, decidió convocar a elecciones abiertas con el fin de escoger el candidato presidencial para los comicios de 1993. Esta modalidad no tenía antecedentes en el sistema electoral venezolano pues el único requisito para participar era estar inscrito en el Consejo Supremo Electoral. Todo venezolano, cualquiera que fuese su orientación política, fue invitado a votar por el candidato copeyano de su preferencia. ¿Por qué esta iniciativa? Eduardo Fernández sabía que la única manera de ganar Copei las elecciones presidenciales de 1993 era llevando un candidato único, es decir, un candidato único socialcristiano. Su convocatoria tenía nombre y apellido: Rafael Caldera.
Fernández no había previsto tras la derrota interna de Caldera en 1987 el resurgimiento posterior del fundador del partido. No por nada las nuevas generaciones tal como quedó plasmado en los resultados del III Congreso Presidencial Socialcristiano habían logrado imponerse finalmente.
La fuerza del relevo generacional era la secuencia lógica dentro del devenir de un partido de líderes jóvenes con arrastre y poder dentro de Copei.
Sin embargo, no fue así como pensaría Rafael Caldera y lo desestimaron en varios sentidos. Primero, al considerar su carrera acabada; segundo, al desconocer su latente ambición de poder; tercero, en la suposición de que llegado el caso de volver a competir, lo hiciese dentro del partido por él fundado; y, finalmente, en no haber previsto lo inimaginable para muchos, es decir, la voluntad de Caldera de lanzarse a la presidencia del país como un socialcristiano más, pero por fuera de Copei. Veremos a lo largo de esta investigación la insistencia de algunos dirigentes del partido en atraer a Caldera a sus filas, aún sabiendo que sería un juego perdido desde un principio.
Si alguien conocía bien a Caldera era Eduardo Fernández y sabía de su negativa a medirse a nivel interno luego del trato sufrido en el Poliedro en 1987.
¿Se plantearía Caldera por un segundo, alguna vez, volver a medirse en Copei? Difícil saberlo, pero no difícil adivinarlo. Él ya no confiaba en sus delfines, no los estimaba. El intento de Eduardo Fernández por atraerlo a su campo de acción fue un intento fallido desde el inicio y él lo sabía. ¿Por qué, entonces, insistir? No tuvo otra opción, sólo le quedaba salir airoso, dejar por sentadas sus buenas intenciones, su voluntad democrática. Para este momento, en vísperas de las elecciones abiertas, al menos quiso dejar en claro que si Caldera no se medía internamente, no sería por falta de oportunidad, y por lo tanto deploró que el fundador del partido no participara en este proceso. Copei le brindó la oportunidad y sobre ese ofrecimiento se ideó la nueva modalidad electoral. Pensó Fernández que de esta manera su imagen ganaría credibilidad y respeto frente al partido y frente al mundo político en general como un dirigente amplio y arriesgado y quien además aspiraba a recuperar la confianza de Caldera, al comentar que:
— No puedo oultar que esta propuesta de elección abierta del candidato la hice pensando fundamentalmente en la participación de nuestro líder fundador. El sistema fue diseñado por las objeciones que personas vinculadas al fundador del partido habían hecho. Qué él no tenía confianza en los listados, en los procedimientos tradicionales. (El Universal, 25-4-93, 1-16).
Doble candidatura socialcristiana: Oswaldo Álvarez Paz, Rafael Caldera.
Rafael Caldera, en el Parque Exposición Agropecuaria Severiano Giménez, Estado Yaracuy, con motivo de la celebración de su 77 cumpleaños, acusó la difícil situación atravesada por el país debido a los abusos cometidos por la dirigencia política. Refiriéndose a las elecciones regionales celebradas el 6 de diciembre de 1992, cuestionó que a través de:
(…) los chanchullos, los abusos que han ocurrido en distintas partes del territorio, se evidencia una maniobra sucia que no es otra cosa que una contribución diabólica de los cogollos partidistas para tratar de arrancarle al pueblo su fe en la democracia. (El Nacional, 24-1-93, D/1 [Política]).
Continuó la descalificación de la dirigencia al decir “(…) que han perdido credibilidad y respaldo en el corazón de los venezolanos, (…)”, por lo tanto, no se mediría internamente en Copei pues “(…) su norte está ahora ‘en la convergencia de voluntades’, (…)”. (Ídem). En el evento se desplegaron pancartas donde se leía: “Caldera, el candidato nacional”.
Dos meses más tarde, en un evento preparado por el “Movimiento de Copeyanos con Caldera” en San Cristóbal, Estado Táchira, y el cual sirvió de plataforma al lanzamiento de su candidatura, arremetió nuevamente contra las instituciones partidistas:
(…) están siendo comandados por los cogollos y sabe también que estos cogollos se han convertido en pequeños cenáculos que para lo único que sirven es para la tramitación y posterior consecución de contratos públicos que van a parar a manos de cada uno de sus miembros (…). (El Nacional, 31-1-93, D/1 [Política]).
Eran acusaciones muy graves utilizadas por Caldera cada vez que las necesitaba. Por consiguiente, dejó muy clara su aspiración a un segundo mandato y la negativa a hacerlo dentro de ningún partido porque sus cúpulas serían poco confiables y corruptas. Su mensaje, entonces, estuvo dirigido a la militancia de base copeyana y a una diversidad de electores:
La base del partido está conmigo. La convergencia que he propuesto ha sido aceptada no solamente por militantes y simpatizantes de Copei, sino también por los miembros de otras organizaciones políticas y por una gran cantidad de independientes (…). (Ídem).
Eduardo Fernández mostró desconcierto ante esta afirmación: “El doctor Caldera dice que los partidos están desacreditados. Pero resulta que a mí me va a respaldar un partido y él está buscando el respaldo de veinte partidos. Entonces son veinte descréditos que estarían con él y un solo descrédito que estaría conmigo”. (Vladimir Villegas, El Universal, 7-2-93, 1-18). Y ante la pregunta de cómo vería el hecho de un lanzamiento de Caldera con apoyo del MAS, lo consideró una contradicción:
Una de las razones que ha invocado Caldera para alejarse de Copei es que el partido se ha alejado de la doctrina. Y yo no puedo creer que el Movimiento al Socialismo, partido que respeto, esté más cerca de la doctrina demócrata cristiana que Copei. (Ídem).
Precandidatura de Oswaldo Álvarez Paz.
El mes de marzo de 1993 debió significar uno de los meses más intranquilos para Eduardo Fernández. Tenía una fuerte probabilidad de ganar las elecciones presidenciales en diciembre de ese año sobre la base de un partido Copei unido, no dividido. A tal efecto ideó las elecciones primarias abiertas, así Rafael Caldera no tendría motivo de desconfianza hacia Copei como organización partidista.
Y, sin embargo, los pasos no marcharon en esa dirección. Pasaron los días y todo parecía indicar que Caldera sí se iba a lanzar en forma individual. Pero ahí no quedaba todo. Oswaldo Álvarez Paz tenía también aspiraciones presidenciales. De manera que Eduardo Fernández a última hora debió compartir su sueño con dos fuertes rivales: Rafael Caldera quien declaró su desinterés por contarse internamente, y Oswaldo Álvarez Paz quien aprovechó las elecciones primarias abiertas para proponer su nombre. De igual forma Humberto Calderón Berti lanzó su candidatura. Álvarez Paz intentó presentarse como una nueva versión de Caldera esperando el apoyo del ex presidente en un acto de desprendimiento extremo. La situación ideal para Álvarez Paz era derrotar a Fernández en las primarias y lograr el apoyo de Caldera posteriormente, suponiendo que éste no se lanzaría por fuera del partido.
Desde el mismo III Congreso Presidencial Socialcristiano en noviembre de 1987, Álvarez Paz se presentó con el lema: “Renovación sin Ruptura”, es decir, la continuidad de Caldera encarnada en una figura más joven. En aquel momento, ya señalado con anterioridad, se identificó con Caldera y apoyó a Caldera y no a su compañero de generación, Eduardo Fernández.Sin embargo, cinco años después se encontró con un panorama aún más difícil que el protagonizado por Eduardo Fernández en elecciones anteriores. En esta oportunidad quien ganara la candidatura interna de Copei tendría que enfrentarse a Caldera, pero ya no dentro del partido.
Inicialmente, Álvarez Paz demostró cierta amplitud y poco interés en querellas de ninguna índole:
(…) mi pleito no es con Caldera. Ni yo estoy buscando diferenciarme de él ni proyectar una imagen o un ideario distinto al de Rafael Caldera, pero sinceramente yo creo que en este momento yo represento esos mismos ideales que él tiene, pero actualizados. (“Soy un Caldera Actualizado”, El Universal, 28-2-93, 1-20).
Ante la pregunta del periodista: “¿Cuál es la suerte que Oswaldo vislumbra para Caldera?, respondió: “A mí me preocupa mucho la situación personal de él; por una parte, porque lo quiero mucho, le tengo mucho afecto, y deseo, esto es absolutamente honesto, lo mejor para él (…)”. (Ídem).
Vimos aquí a Álvarez Paz refiriéndose a Caldera como a un padre, con cariño. Y siguió exponiendo sus inquietudes:
Y me preocupa también políticamente de sus ejecutorias, de los enormes aportes que le ha hecho a la vida nacional, debería cerrar el ciclo de su vida en una posición que vaya más allá de la simple participación en una contienda electoral. (Ídem).
Álvarez Paz ambicionaba para Caldera un final honorable: “Así es que no lo sabría decir con precisión, pero creo que la figura histórica de Rafael Caldera, lejos de permitir que se deteriore o se pierda, tenemos todos la obligación de reivindicarla”. (Ídem).
Finalmente, expresó su temor evidente: “Lo que pasa es que el único camino para reivindicarla no es el de la Presidencia de la República y eso también tiene que formar parte de las cosas que tienen que estar claras”. (Ídem).
Frente a la pregunta, ¿En qué punto del triángulo se encontraría Caldera y Oswaldo, en una crisis copeyana?, respondió:
No sé, no sé. Yo aspiraría, quizás sea una ilusión muy remota prácticamente imposible, pero te digo lo que sería una aspiración seria de mi parte: derrotar a Eduardo Fernández internamente y poder contar con el soporte y el apoyo de Rafael Caldera. (Ídem).
Desde luego, era el escenario perfecto, la victoria segura, el momento más esperado de toda su vida.
El 25 de abril de 1993 se celebraron las elecciones primarias abiertas cuyo objetivo, expresado claramente por Eduardo Fernández, era el de atraer a Rafael Caldera a Copei y medirse internamente junto a Caldera y a los dos precandidatos copeyanos, Oswaldo Álvarez Paz y Humberto Calderón Berti.
Eduardo Fernández confiaba en el triunfo debido a su control de la maquinaria partidista y al indudable apoyo esperado por el partido en pleno.
Sin embargo, la suerte iba a ser otra, inesperada para muchos:
Una avalancha de votos a favor de Oswaldo Álvarez Paz, trituró ayer a la maquinaria partidista de Eduardo Fernández, en un hecho que a decir de propios y extraños, cambiará radicalmente el cuadro político nacional, hacia las elecciones presidenciales de diciembre.
(El Globo, 26-4-93, p. 2 [Política]).
Felipe Montilla, el presidente de la Comisión Electoral Nacional, reveló al final de la tarde los resultados parciales aunque incuestionables: “60,9 % para Álvarez Paz, 33,9 % para Fernández y 5,2 % para Humberto Calderón Berti”. (El Nacional, 26-4-93, D/2 [Política]).
Álvarez Paz casi dobló la votación de Fernández y, definitivamente, las elecciones primarias le favorecieron. Luis Herrera Campíns, ante el triunfo de Oswaldo Álvarez Paz, quizás un candidato más atractivo electoralmente que Eduardo Fernández, debió sentir la misma angustia del resto de la dirigencia copeyana al ver que Rafael Caldera se les escapaba en el mejor de los momentos. A pesar de haberse expresado anteriormente con gran pesimismo sobre una división evidente de Copei, lanzó la red, la esperanza del regreso de Caldera. A lo mejor el mensaje no iba dirigido a Caldera, o al electorado copeyano, sino al país:
Cauteloso, como es su estilo, opinó sobre la posibilidad de una reconciliación con el sector calderista, virtualmente desterrado de Copei. ‘Creo que ahora, más que nunca, se impone, no solamente la prédica, sino el ejercicio del diálogo para tratar de llegar a una unificación de los espíritus. Pienso que algo nuevo se está abriendo en el país y tenemos que actuar con mucho equilibrio, patriotismo y solidaridad’, (…). (El Globo, 26-4-93, p. 2 [Política]).
Lanzamiento (tácito) de la candidatura presidencial de Rafael Caldera.
Con el triunfo de Oswaldo Álvarez Paz se reforzaron en Copei las esperanzas de ganar las elecciones en 1993 al ser su victoria abrumadora. Solo faltaba contar con el apoyo de Rafael Caldera, pues con su apoyo Copei ganaría seguro. Álvarez Paz lo invitó a unirse a la campaña, también Herrera Campíns hizo un llamado amplio a todo el calderismo y a Caldera… pero ya todo llamado era inútil,—siempre fue inútil— el ex presidente tenía muy bien diseñada su estrategia y había calculado cada paso con precisión. Se ausentó del país durante un mes, lo necesario para no estar presente ni en los preámbulos de las primarias abiertas, ni en su desarrollo o desenlace. Viajó al exterior y esperó en Nueva York los resultados. Días después, el 29 de abril, regresó y ofreció una rueda de prensa desde el aeropuerto en hora estelar. No perdió tiempo en atacar y distanciarse de la dirigencia copeyana:
Si yo he sostenido que el país no desea una fórmula partidaria, sino de unión para resolver los problemas, si hubiera ido a ese certamen y hubiera vencido, me hubiera convertido en el candidato de un partido e indudablemente sujeto a los condicionamientos de un cogollo.
(El Nacional, 30-4-93, D/1 [Política]).
Sin embargo, siguió proyectando mensajes confusos hacia el electorado copeyano al reivindicar para sí mismo la condición de demócrata cristiano: “Yo, por lo demás, sigo siendo reconocido en Venezuela como un demócrata-cristiano y se considera que la genuina posición demócrata cristiana es la que yo sostengo”. (Ídem).
Tampoco desperdició la oportunidad para iniciar un ataque permanente contra el “neoliberalismo” del candidato copeyano, incluso lo convirtió en uno de los leit motifs principales de campaña:
Me duele que un partido que nació bajo la sombra de ella [la democracia cristiana], caiga en posiciones que hacen que se le confunda con un neoliberalismo que ha hecho tanto daño en el mundo y que viene de regreso en los países desarrollados. (Ídem).
La finalidad de este ataque fue asociar a Álvarez Paz con las políticas neoliberales del Presidente Carlos Andrés Pérez, cuya aplicación habría significado tantos problemas para Venezuela.
Al final de la intervención, el reportero de un medio de comunicación le preguntó a Rafael Caldera si este discurso significaba el lanzamiento oficial de su candidatura presidencial, y respondió: “Tácitamente sí”. (Ídem).
El periodista Eleazar Díaz Rangel resumió la intervención:
Aprovechó para arrojar sombras de duda sobre el muy exitoso proceso electoral copeyano, cuestionando las cifras de la Comisión Electoral. Igualmente, puso en discusión el amplio apoyo recibido por Oswaldo Álvarez Paz, dejando claro que buena parte de esos votos no fueron propiamente a favor de él, sino en contra de Fernández.
Pero, el proyectil de más capacidad destructiva que disparó Caldera contra el nuevo abanderado verde fue, sin duda, el haberlo presentado como una garantía de continuidad de las políticas del actual gobierno, especialmente en el área económica. (El Globo, 3-5-93, p. 4 [Política]).
Rafael Caldera, tal como lo he señalado en esta investigación, a partir de noviembre de 1987, inició una sutil estrategia y acertadas tácticas para recuperar su espacio político dentro y fuera de Copei. Mientras la cúpula partidista se desgastaba y debilitaba, Caldera se iba fortaleciendo silenciosamente, discretamente. El 4 de febrero de 1992 lo ayudó y lo hizo popular, le proveyó el eslabón que le faltaba para retar a sus adversarios. En todo momento se movió siempre con sagacidad.
Vienen al caso, en este momento, los comentarios del dirigente político de izquierda José Vicente Rangel cuando al referirse a la figura de Rafael Caldera, expresó:
(…) confieso que me deleita el espectáculo de sus desplazamientos. Su fina esgrima frente a tanta torpeza de sus adversarios. Su apolíneo comportamiento frente a la desgarradora escena de los monos de nuestra política saltando de árbol en árbol. Sin duda que Caldera está sobrado. Y todo cuanto hacen sus adversarios lo engorda políticamente. Puntea las encuestas desde el 4 de febrero, y lejos de bajar incrementa su posición cimera. Le han dicho de todo sus enemigos. Le han atacado por todos los flancos. Lo han descalificado groseramente. Le han negado méritos y han tratado de disminuirlo —precisamente aquellos que en el pasado reciente lo endiosaron. Han pretendido sacarlo del juego con la utilización de los más deleznables argumentos, como el de la edad o su anacronismo político, pero el intento ha sido vano. ¿Por qué? Para mí existen dos razones: una, que no se puede destruir a un hombre de la noche a la mañana por simple capricho, porque no se esté de acuerdo con él; otra, porque el venezolano es mucho más maduro de lo que se cree, porque la gente razona por su propia cuenta. (El Diario de Caracas, 2-4-93, p. 25 [Política]).
Impresiona el lenguaje descalificador de José Vicente Rangel hacia las élites políticas, pero no extraña, porque su actitud hacia ellas fue siempre crítica. Sin embargo, las dos últimas observaciones no me parecen acertadas. En primer lugar, no fue “capricho” querer apartar a Caldera de la carrera presidencial, sino una lucha por un muy justificado relevo generacional. No fue un capricho el considerar que el partido Copei le había llegado su momento estelar y debía aprovecharlo al máximo con un candidato joven y promisorio. Probablemente le fue difícil comprender a los integrantes de las generaciones posteriores por qué Caldera no respetaba el relevo. Ya tenía 77 años, ya había sido presidente de Venezuela, ¿no era el momento de que la generación de 1958, su generación consentida, a la cual preparó desde muy jóvenes, alcanzara el poder?
Y, respecto a la segunda observación, no pareciera que el venezolano haya razonado por su propia cuenta. Estuvo confundido y el electorado copeyano en particular, estuvo o fue confundido en extremo. No fue la madurez sino el desconcierto del electorado lo que aumentó en esa época.
Lo cierto es que Caldera, al lanzar su candidatura presidencial rompió el equilibrio entre Acción Democrática y Copei, abrió nuevos espacios políticos y dispersó al electorado.
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