- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
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- Enrique Grau. Homenaje (2003)
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- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
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- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
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- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
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- Érase una vez Colombia (2005)
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- Manzur. Homenaje (2005)
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- Armando Villegas. Homenaje (2008)
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- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
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- Colombia en flor (2009)
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El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei / 2.4 Debilitamiento progresivo del partido Copei. |
2.4 Debilitamiento progresivo del partido Copei.
Descuido de principios ideológicos. El problema de liderazgo y credibilidad en los partidos políticos venezolanos. Pérdida de credibilidad en Copei. Debilitamiento institucional: el problema de corrupción en Copei y sus consecuencias. Fracturas en su liderazgo.
El "Caracazo", 27 de febrero de 1989
Eduardo Fernández saluda a Carlos Andrés Pérez con motivo del 51? aniversario del partido Acción Democrática 13-1-92. En segundo plano, Hilarión Cardo
Hugo Chávez declara a la prensa momentos después de reconocer el fracaso del intento de golpe de Estado, 4 de febrero de 1992
Introducción
Los principales partidos políticos en Venezuela, Acción Democrática y Copei, empezaron a sufrir importantes desgastes. Atrás quedaron los debates ideológico-doctrinarios y el pragmatismo se asentó al extremo. Por un lado perdieron en gran medida la confianza de sus electores debido al incumplimiento de promesas electorales, al tiempo que descuidaron la conexión con el país. Por otro lado, el exceso de privilegios, el clientelismo, el atropello a la sociedad civil y la corrupción produjeron distanciamiento y rechazo del país hacia ellos.
Los partidos políticos aparecían incompetentes e ineficientes a la hora de ofrecer soluciones a los principales problemas. Y, como si fuera poco, la inseguridad personal era creciente y se desconfiaba de los cuerpos de seguridad. La democracia era cuestionada y se la presumía débil.
A principios de 1990, Rafael Caldera observó la ascendencia de su figura como dirigente político. Una encuesta a nivel nacional distinguió su ventaja sobre otros líderes. Pero, había un inconveniente en su reiniciada carrera hacia la presidencia de la República y éste se llamaba: Eduardo Fernández. De manera que inició la estrategia a seguir: descalificarlo reiteradamente e intentar rescatar al electorado que lo apoyaba.
Caldera ya no esperaba nada de Copei, le habría gustado su respaldo ahora al verse repuntar en las encuestas, pero sabía que Eduardo Fernández no volvería a apoyarlo. A su vez éste consideraba que el tiempo de Caldera había caducado. La relación entre ambos fue tensa y nunca dejó de serlo.
Así y todo, el partido Copei ante la próxima elección presidencial en diciembre de 1993, decidió reformar los estatutos y abrir una puerta para permitir a cualquier aspirante, una vez cumplidos los requisitos esenciales, pretender a la candidatura interna del partido. Esta reforma tenía nombre y apellido. Rafael Caldera.
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Descuido de principios ideológicos.
A finales de la década de los años ochenta era poco lo que restaba de los debates ideológico-doctrinarios de décadas anteriores en los partidos políticos venezolanos y Copei no fue la excepción. Si en el momento de su fundación se construyó un basamento ideológico-doctrinario, poco a poco éste dejó de tener relevancia, lo importante era la consecución del poder. Pedro Pablo Aguilar, uno de los pocos políticos en lamentar esta pérdida, comentó al respecto:
Observo que los partidos políticos en general han perdido su ideología y lo único que les preocupa, les motiva y les inquieta es la cuestión electoral. En la medida en que estas organizaciones pierden el contenido, la motivación ideológica principista y doctrinaria para convertirse en máquinas electorales, forzosamente surgen las tendencias personalistas. (El Universal 12-10-1989, 1-12).
Destacó el daño causado por líderes imbuidos en la consecución del poder:
Se llega de esta manera a la personalización de la política en desmedro de los valores que el partido debería mantener. Toda esta situación ha contribuido al deterioro de la imagen de los partidos ante la opinión pública. (Ídem).
Y ante la pregunta sobre en qué medida se veía afectado Copei en ese sentido, Aguilar respondió: “No hemos escapado a esta dinámica y en Copei se han debilitado mucho los valores ideológicos, a pesar de que hicimos un congreso con ese propósito”. (Ídem). Años después mantenía la misma percepción, pues Copei:
Dejó de ser un partido ideológico al conocer el poder desde la presidencia de Betancourt. El factor poder tuvo mucha importancia. Cuando vimos que podíamos lanzarnos a conseguir el poder, se acabó el debate ideológico. (Entrevista. Caracas, 05-02-2007).
Pedro Pablo Aguilar consideró el desinterés por mantener activa la discusión ideológica y doctrinaria como uno de los factores que condujeron al empobrecimiento de Copei como institución. Luis Herrera Campíns también estuvo de acuerdo en reconocer el alejamiento de Copei de sus principios ideológicos originales y comparó las primeras convenciones nacionales del partido con las últimas:
Las convenciones iniciales del partido se caracterizaban por la gran preocupación de las cuestiones de carácter ideológicas y por discusiones políticas de fondo (…). Eso duró algunos años, pero después ha venido pragmatizándose la política (…) Nuestras convenciones hoy en día prácticamente se han convertido en unos torneos electorales por la lucha del poder interno y de allí que la preocupación por esa sana y fecunda orientación ideológica ha sido reemplazada por el encuadramiento de los compañeros delegados, o por las tendencias, como se dice en el argot copeyano, de entubar, es decir, de ofrecer candidaturas muy rígidas con un respaldo muy sólido. (William García I. En: Revista Viernes, Caracas, 17-1-1991, III época, Año 3, No. 130, pp. 29-31).
Rafael Caldera fue de la misma opinión sobre el abandono de los ideales iniciales y el vuelco hacia el pragmatismo y otros males de la política, si bien no nombró al partido Copei:
Hay una tendencia muy acentuada en la opinión pública en relación a todos los partidos políticos, en el sentido de considerar que los ha invadido en buena parte el excesivo pragmatismo, el clientelismo, y los ha penetrado también la corrupción. Dentro de este fenómeno que está inserto en una crisis moral (…) económica, (…) social de mucha gravedad, se señala que los entendimientos que ocurren en el mundo político pocas veces están inspirados por el verdadero ideal de servir al país (…). (Daisy Argotte. En: Revista Viernes, op.cit, pp.25-27).
Finalmente, el comentario del historiador Guillermo Luque:
Ideología y doctrina, mística de trabajo y vocación de servicio son las ausencias más notorias de los partidos actuales, y de tales ausencias también participa Copei. (“La Reconversión de Copei: de la Justicia Social al neoliberalismo. (En: Revista Viernes, op.cit, pp. 14-23).
El problema de liderazgo y credibilidad en los partidos políticos venezolanos. Pérdida de credibilidad en Copei.
Conscientes del creciente deterioro, a finales de los años 80 y principios de los 90, la COPRE (Comisión para la Reforma del Estado), el gobierno y los partidos políticos se unieron para producir y redactar un pacto donde se comprometían a cumplir una serie de promesas. Lo llamaron el Pacto para las Reformas.
En diciembre de 1990, en el Salón Elíptico del Congreso de la República, frente a las más altas autoridades, los partidos políticos suscribieron el pacto. Se abría la oportunidad para corregir errores, rectificar conductas y aportar soluciones a los graves problemas del país. En pocas palabras, restituir la credibilidad perdida. Sin embargo, Pedro Pablo Aguilar comentó su temor sobre la informalidad con la cual se podría tomar este compromiso:
El descrédito del mundo político tiene mucho que ver con la falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. El cargo más frecuente contra los políticos es el incumplimiento de las promesas. El anuncio del pacto ha tenido una tibia recepción en la opinión pública. Es una demostración más de los problemas de credibilidad que afecta a la llamada clase política. (El Diario de Caracas, 23-12-90, p. 4 [Opinión]).
Más adelante, las declaraciones de Aguilar dieron señales de alerta sobre las conclusiones del evento al referirse a los partidos políticos:
(…) pueden seguir protagonizando la vida política siempre que sean capaces de sintonizar nuevamente con el país. De lo contrario, surgirán otras fuerzas o podríamos derivar hacia un modelo articulado en torno a liderazgos individuales, posiblemente autocráticos o autoritarios. (Ídem).
Señaló particularmente los abusos cometidos por la clase política y la necesidad de eliminarlos, así como renunciar a tantos privilegios causantes del rechazo a los partidos y a la clase dirigente:
En el fondo se trata de que el liderazgo político renuncie a los privilegios indebidos que ha venido creando la deformación del sistema (…).
Cumplir el compromiso es ponerle correctivos al clientelismo, no continuar mediatizando los organismos intermedios, respetar la autonomía e independencia de los gremios, frenar la injerencia en las universidades y centros educacionales, en síntesis, no proseguir en ese intento de avasallamiento de la sociedad civil que es motivo de justificada queja general (…).
Renunciar a los privilegios demanda grandeza, ese es el reto de los partidos, es la esencia del Pacto para las Reformas. Es lo que Venezuela espera para devolver confianza y fe en la institución partidista. (Ídem).
Finalmente, previno sobre el poder creciente de los grupos de presión y su incidencia en el proceso político venezolano:
(…) en la medida en que los partidos pierden vigencia o influencia van cubriendo su espacio los grupos de presión
(…). La característica del grupo de presión es que representa intereses sectoriales y no los del colectivo, y la individualización del liderazgo estimula la autocracia. (Ídem).
Eduardo Fernández también demostró preocupación por los fracasos en los cuales había caído la clase dirigente del país:
El pueblo está bravo y está bravo contra el gobierno y contra la oposición; contra los partidos y contra los empresarios; contra los sindicatos y contra los especuladores. El pueblo está bravo contra la mentira y contra la corrupción, contra el despilfarro gigantesco de nuestros recursos y contra la ineficiencia para resolver los problemas más fundamentales del país. (…) En una palabra, el pueblo está protestando contra una vieja política que nos ha conducido de fracaso en fracaso. (El Nacional, 12-1-90, D-1 [Política]).
Llama la atención la gravedad de los problemas del país y la claridad en percibirlos; sin embargo, poco hicieron para solucionarlos. Fernández señaló, además, la falta de la debida atención a dos de los problemas más graves de la población, el hambre y la inseguridad:
El pueblo está pasando hambre, porque la aplicación del paquete de medidas se ha traducido en una paralización de la actividad productiva del país. (…) El país está en manos del hampa. A diario, un amigo, un familiar o un conocido, es víctima de los atracos o de la violencia de los malandros. La situación es intolerable. (Ídem).
Gustavo Tarre fue más específico en su apreciación: “Creo que aquí las ‘super élites políticas del país’ han fracasado. Eso requiere de una renovación”. Así mismo, criticó los tecnócratas del Gobierno de turno, a quienes confesó tenerles pánico. (El Diario de Caracas, 26-12-1991, p. 23 [Política]).
Pedro Pablo Aguilar, refiriéndose al documento de la última Asamblea de la Conferencia Episcopal, destacó los problemas más graves de la sociedad venezolana
La inseguridad personal que se convierte en inseguridad jurídica por la actual fragilidad del estado de derecho, por la deficiente administración de justicia, ‘por la grosera impunidad de algunos, especialmente de quienes cometen fraudes multimillonarios contra el Estado, y también debido a la constante alteración de las normas que regulan la vida social y económica, y la creciente desconfianza en los cuerpos de seguridad’. (El Globo, 14-1-92, p. 3 [Análisis]).
Y respecto a los políticos, en particular, opinaron los obispos:
(…) se les pide seriedad, honestidad, veracidad. Que no continúe el engaño, la demagogia, el populismo, el fraude, la mentira. Que no continúen sordos al reclamo del pueblo quienes tienen en sus manos las soluciones. (Ídem).
A pesar de todas las críticas y autocríticas destacadas hasta ahora en esta investigación, todas ellas duras y alarmantes, faltaba por oír una más fuerte aún en palabras del dirigente copeyano Ramón Guillermo Aveledo:
Lo que nos sucede es que hemos establecido una democracia pero no necesariamente nos hemos convertido en demócratas. Y así continuamos, en democracia, las formas de dominación del autoritarismo. (Discurso del 5 de julio, Gaceta del Congreso, Tomo XXIII, Vol. I, enero 1993 - enero 1994, Caracas, Imprenta del Congreso de la República de Venezuela).
Insistió, más adelante, en los abusos de las élites nacionales:
No se vive en democracia con las ideas y las prácticas arbitrarias. ¿Cómo vamos a lograr que la democracia progrese? Si seguimos pensando que tenemos sólo derechos y que los deberes son cosa de los demás; que la Ley no nos obliga; que el poder es ilimitado y su abuso es normal; que todo debe hacerlo el gobierno; que puedo exigir pero no debo dar; que debo imponerme sin respetar. (Ídem).
La falta de credibilidad creciente en la clase política venezolana fue reconocida por sus propios protagonistas, fueron conscientes y, sin embargo, no actuaron con eficiencia para enmendar errores o suprimir algún privilegio. Continuaron encerrados en sí mismos sin capacidad de ver su indetenible declive.
Debilitamiento institucional: el problema de corrupción en Copei y sus consecuencias.
Las campañas electorales eran muy costosas y requerían de elevados financiamientos, ante lo cual los partidos políticos acudían a todas las fuentes posibles ya fueran públicas o privadas. Existía una práctica, sabida y aceptada, que consistía en recibir financiamiento de aquellas compañías a las cuales se les otorgaban contratos del Estado. Por lo tanto, era urgente la aprobación de la Ley de Partidos Políticos para regular dichos financiamientos. Tal como señalamos anteriormente, dicha ley no se materializó y los abusos continuaron sin mayor control.
Rafael Caldera inició una campaña más o menos subrepticia sobre la proveniencia de esos fondos alertando sobre posibles casos de corrupción que afectarían a la larga a Copei y a su dirigencia. Caldera tenía ambiciones claras de lanzar una nueva candidatura fuera del partido y quizás su objetivo fuese enfatizar en la pérdida de credibilidad de líderes copeyanos.
José Antonio Pérez Díaz, alto dirigente de Copei, hizo revelaciones preocupantes respecto al financiamiento de los partidos políticos:
— La democracia venezolana estableció que los contratistas de obras públicas y otros beneficiarios del sistema, financian a los partidos políticos y a sus dirigentes.
— Ese es un foco de corruptelas y lo digo con toda sinceridad. Los partidos políticos deben ser financiados por el Estado y esto tiene que estar sujeto a una severa y permanente fiscalización. Los libros de contabilidad deben ser auditados por la Contraloría y otros organismos competentes. (Alfredo Peña, “Foro”, El Nacional, 8-4-1990, D/2 [Política]).
Los aportes del Estado eran enormes, no solo recibían los partidos lo estipulado por ley, sino otras numerosas contribuciones. Pérez Díaz especificó más concretamente la proveniencia de los recursos:
El Estado les ha dado y les sigue dando centenares de millones a los partidos políticos. Pero, son insaciables: reciben de los contratistas, de la partida secreta, de las gobernaciones y de las alcaldías, del Congreso, de las asambleas legislativas, de los concejos municipales, de las empresas públicas y de los ministerios. (Ídem).
Más adelante demostró preocupación y se sintió impotente por la forma en que los partidos políticos recibirían las contribuciones, de allí la pregunta: “¿cómo evitar que éstos sigan recibiendo dineros de las comisiones que reciben, por las compras, las ventas, las obras públicas y todos esos negocios que algunos políticos hacen en complicidad con sus mecenas?”. (Ídem).
Rafael Caldera, meses más tarde, haría una denuncia similar cuando: “señaló que dirigentes copeyanos hacen negocios para su propio beneficio a través de transacciones con el presupuesto ordinario y constructoras”. (El Nacional, 19-2-91, D-4 [Política]).
Cuando el presidente del partido, Hilarión Cardozo, le pidió presentara pruebas, Caldera dijo estar dispuesto a transmitir lo escuchado a través de insistentes rumores sobre presuntos hechos de corrupción que habían trascendido a dirigentes partidistas.
En otras declaraciones a la prensa dijo: “(…) el precio de no apersonarse seriamente de la situación, lo pagará el partido, pues ya es un lugar común que la imagen de la dirigencia política se deteriora progresivamente, con el consecuente daño para la democracia”. (El Nacional, 20-2-91, D-2 [Política]).
Rafael Caldera lanzó esta grave acusación sin ofrecer prueba ni nombre alguno, simplemente basándose en “fuertes rumores”. Lo interesante fue la acusación directa de actos de corrupción a la dirigencia del partido Copei y que ésta aparentemente no se molestara. El comentario de Hilarión Cardozo ante una posible reunión con Caldera fue más bien despreocupado: “(…) para tratar los supuestos rumores que señalan que dirigentes socialcristianos estarían incursos en manejos de contratos del Plan de Inversión, [de] los cuales (…) ya tenía conocimientos y había investigado entre empresas privadas y a nivel gubernamental”. (El Nacional, 26-2-91, D-1 [Política]).
Una vez más, Gustavo Tarre Briceño fue conciso al comentar su preocupación, afirmando la necesidad de que: “(…) todo el problema que vincule el dinero con la política sea regulado por el Estado y actualmente no lo está”. Y más adelante lanzaría la siguiente afirmación: “(…) hay muchos dirigentes que viven y gastan mucho más de lo que legítimamente se conoce que ganan, lo cual considero que es necesario se regule.” (El Nacional, 20-2-91, D-2 [Política]).
Respecto al hecho de estar Caldera utilizando estas denuncias como bandera para un nuevo lanzamiento candidatural, expresó Tarre:
— Yo lo que pienso es que estas denuncias genéricas no le hacen bien a nadie. Si él tiene información debe tramitarla ante los organismos del partido y ante los Tribunales de Justicia, porque sería escurrir y yo no creo esta sea la intención del doctor Caldera. (Ídem).
Días después llegó anónimamente a un diario capitalino una lista con nombres de dirigentes copeyanos involucrados en casos de corrupción. Ante tal acontecimiento Hilarión Cardozo declaró: “—Esa lista sigue siendo una lista anónima y por lo tanto no puede ser considerada por nosotros como un testimonio válido como para abrir una averiguación, (…)”. (El Nacional, 27-2-91, D-2 [Política]).
Este dirigente supuestamente preocupado tanto por las denuncias de Rafael Caldera como por los anónimos, comentó “que tales rumores lo hizo hablar con el mismo gobierno central y empresarios para tratar de determinar si efectivamente hay algo de esto y obtener los datos para establecer la veracidad de los hechos”. Y al preguntársele sobre el resultado de la reunión, respondió: “ ‘Todos negaron tener ningún conocimiento ni participación de esa naturaleza’ ”. (Ídem).
Estas acusaciones fueron muy graves y allí estaban involucrados dirigentes importantes del partido. La secuencia de los hechos fue algo capciosa: Rafael Caldera alertó sobre casos de corrupción en Copei sin dar ninguna prueba, solo escudándose en fuertes e insistentes rumores. Y, pocos días después, se entregó a un diario capitalino una lista con nombres. Nadie se responsabilizaría por la lista, era anónima.
¿Por qué la acusación y por qué en este momento? Faltaban, a grosso modo, dos años para la escogencia del candidato que el partido Copei presentaría a las elecciones presidenciales de 1993. Quizás fue considerado por algunos un buen momento para acentuar la campaña de descrédito.
En la reunión ordinaria del Comité Nacional del partido del 25 de febrero de 1991 se dijo: “(…) pareciera que está en marcha una campaña para desprestigiar al partido por su ascenso en las encuestas”. (El Universal, 26-2-91, 1-15).
Caldera va a demostrar sus dotes de estratega. Su futuro dependería de la habilidad en golpear a Copei y a sus dirigentes. Luego, proponerse él como la salvación, el único en capacidad de unir a la militancia socialcristiana sobre la base de su prestigio, credibilidad y honestidad.
Cada paso dado por Caldera revela un plan cuidadoso. Ya no va a cometer nuevamente el error de confiar en unas emotivas palabras como las pronunciadas en el Poliedro en noviembre de 1987 tras solo tres meses de campaña. Ahora va a planificar su futuro con suficiente antelación, es más, no sería muy descabellado afirmar que lo ideó a partir de su primera derrota ante Eduardo Fernández. Incluso lo expresó con bastante claridad antes de su discurso en el Poliedro al afirmar que, si perdía, probablemente fuese su última medición interna. Captó que de allí en adelante la manera de recuperar su espacio sería convocándolo desde afuera, soltando amarras con Copei sin decirlo abiertamente, atacando y desacreditando su dirigencia, debilitándola.
Mencioné anteriormente que las generaciones posteriores a la de Rafael Caldera habían tomado las riendas de Copei y dominaban la estructura organizativa. Caldera tenía ya 75 años, imponer su candidatura dentro del partido luchando contra las generaciones de 1946 y de 1958 habría sido difícil y cuesta arriba; dominar la estructura organizativa, más difícil aún. Entonces decidió ir fortaleciendo su candidatura para las elecciones presidenciales de 1993 gracias al aprendizaje sobre errores cometidos y atacando a Copei en sus flancos débiles. De allí la iniciativa de asomar los “rumores” sobre presuntos casos de corrupción sin ofrecer pruebas, simplemente dejando correr el rumor a sabiendas de que ese flanco débil era explotable. También para sugerir que así como conocía de ciertas prácticas corruptas, así mismo conocía de varias otras. Tácticas corrosivas para unos y gananciales para otros como lo iría comprobando el curso de la historia.
Fracturas en el liderazgo copeyano.
Después de la derrota de Eduardo Fernández en las elecciones presidenciales de 1988, Rafael Caldera salió de la reserva y se incorporó a la lucha política.
El profesor Herbert Koeneke, experto en procesos electorales, comentó al respecto: “(…) el ex Presidente Rafael Caldera, desplegó una serie de actividades de inspiración o corte proselitista desde principio de 1989 en lo que, para algunos, constituyó una campaña de cinco años de duración”. (Trabajo de Ascenso, Universidad Simón Bolívar, 2001, p. 26).
Inicialmente habría parecido impensable para la gran mayoría del electorado copeyano y del país en general la aspiración de Caldera a una nueva candidatura, sin embargo, pasaron los meses y esa idea empezó a cristalizar. Se temía una división en Copei y algunos dirigentes alertaron sobre ello proponiendo atraer a Caldera al partido.
Mientras tanto Caldera, según las encuestas, aparecía como el político más confiable del país, resultados que entusiasmaron al ex presidente y rápidamente arreció en la descalificación de su principal rival en el partido, Eduardo Fernández. La tirantez entre ambos aspirantes a la presidencia en 1993 fue creciendo conforme se definía la decisión de Rafael Caldera en lograr por segunda vez la primera magistratura de Venezuela. Copei previó la posibilidad del lanzamiento de esta candidatura “externa” y a tal efecto se reformaron los estatutos del partido para que se pudiera elegir al candidato presidencial en elecciones primarias abiertas, pues podrían votar no solo militantes del partido. Gracias a esta reforma cualquier venezolano mayor de 21 años podía aspirar a la candidatura de Copei.
Pedro Pablo Aguilar comentó que era necesario reorientar el rumbo del partido, ya que Copei vivía un drama kafkiano, ni se unía ni se dividía. (Alirio Bolívar, El Universal, 12-10-89, 1-12). Este alto dirigente fue uno de los primeros en alertar sobre la ruptura del liderazgo copeyano en el caso de que Rafael Caldera decidiese montar tienda aparte. Y más cuando las encuestas no solo lo favorecían, sino que gozaba de crédito y afecto. Aguilar habría considerado que lo más inteligente para el partido en ese momento de debilidad y desgaste, era, precisamente, atraer a Caldera para fortalecer la organización ya que no se había hecho un verdadero esfuerzo por incorporarlo. El leit motif copeyano de ser el único partido que no se había dividido en Venezuela empezó a perder vigencia, como lo afirmó Aguilar: “Es posible que en alguna medida lo estemos, pero el país no nos percibe unidos y esa es una de nuestras grandes debilidades”. (Ídem).
Ante la interrogante del periodista sobre quién era el responsable de esta situación en Copei, respondió:
Para mí sería muy fácil enfocar este asunto desde un ángulo personal y señalar responsabilidades en quienes han tenido la conducción del partido en los últimos años y concretamente en Eduardo Fernández, pero creo que eso no sería honesto. Pienso que la responsabilidad recae en todos nosotros, porque todos hemos sido dirigentes del partido. (Ídem).
Igualmente reconoció que fueron: “(…) muchas las equivocaciones para que tengan una explicación lógica, las derrotas ininterrumpidas que hemos sufrido”. (Ídem).
Las derrotas se debieron, entre otras cosas, a la desilusión del electorado ante una dirigencia incompetente para resolver los principales problemas del país. Ese liderazgo se agotaba y descuidaba sus deberes fundamentales tal como velar por el bienestar de la población. Nuevamente, Pedro Pablo Aguilar reconoció una gran falla en el liderazgo nacional al decir:
(…) en el país hemos dado prioridad a las industrias básicas, a la infraestructura y en última instancia al gasto social cuando este último aspecto debería tener prioridad en los próximos años en función de preservar la democracia. (Ídem).
Es notable la lucidez de Pedro Pablo Aguilar en detectar las carencias de Copei y de su dirigencia, al tiempo de alertar sobre una posible ruptura de su liderazgo si Rafael Caldera lanzaba una candidatura extra partido. Le propuso entonces a sus copartidarios atraerlo, no esperar a que abandonara el partido definitivamente pues esto habría significado el fin de Copei. Sus ideas, sin embargo, no tuvieron acogida. Una cosa era pensar en esa hipótesis y otra, volverla realidad. La idea les resultó a los miembros del partido simplemente inconcebible.
A José Antonio Pérez Díaz, uno de los fundadores del partido, le preguntaron: “¿Cree usted que Caldera puede lanzarse solo, como un candidato nacional, sin identificarse plena y totalmente con ningún partido político?”
A lo cual él contestó: “No. Quienes así piensan no lo conocen. Eso no lo haría nunca”. (Alfredo Peña, “Foro”, El Nacional, 6-4-90, D/2 [Política]).
Meses más tarde el mismo dirigente confesó el temor por la dispersión de Copei, de allí la necesidad de volverse a reagrupar:
El país no está con un Copei de 5 ó 6 tendencias, sino que nos quisiera ver sentados en una misma mesa, discutiendo, analizando y tomando un solo rumbo. En esa mesa no sólo tienen derecho sino la responsabilidad de estar Rafael Caldera, Eduardo Fernández, Luis Herrera, Pedro Pablo Aguilar y otros. (El Universal, 16-12-90, 1-12).
Al igual que Pedro Pablo Aguilar, Pérez Díaz asomó la preocupación por el divorcio de los partidos políticos frente a la realidad nacional:
Ahora bien, aquí hay un hecho cierto: hay hambre y tenemos que atenderla como una emergencia (…). En este momento estamos tratando de llegar a un acuerdo para ver si se subsidia por lo menos uno de los productos que proponíamos, que se subsidie por lo menos la harina pan durante seis meses. (Ídem).
Llama la atención lo consciente que estaba la dirigencia copeyana sobre tan graves problemas del país y su poca dedicación a resolverlos.
Pedro Pablo Aguilar retomó el concepto del drama kafkiano, pero esta vez más crudamente: “Pareciera que ahora el drama deriva hacia la realidad de una división, sin disfraz ni encubrimiento”. (El Diario de Caracas, 2-12-90, p. 4 [Opinión]).
Rafael Caldera y Eduardo Fernández en búsqueda de la candidatura presidencial.
La última encuesta de Mercanálisis había señalado a Rafael Caldera como el político de mayor confiabilidad en el país. En un momento histórico cuando los partidos y sus líderes se desprestigiaban día a día, una calificación de esta índole resultaba muy significativa. Caldera, sin perder oportunidad en atacar a Eduardo Fernández, comentó:
Lo grave del partido es que en este momento quienes controlan su dirección nacional tienen como único proyecto político el lanzamiento de una nueva candidatura de Eduardo Fernández. No se ocupan de más nada que eso. Las cuestiones fundamentales del país se descuidan. Copei ha perdido posiciones en toda la vida social, principalmente en los colegios profesionales. Hemos perdido casi todas las organizaciones gremiales, (…). (Alfredo Peña, “Foro”, El Nacional, 18-2-90, D/2 [Política]).
Y continuó la crítica a su principal contendor:
Lo que pasa es que en Copei, de cierto tiempo para acá, el que se compromete con la candidatura de Eduardo Fernández, tiene presidencias de comisiones en el Congreso, programas de televisión y el que no está de acuerdo, va siendo excluido (…). (Ídem).
Ante la pregunta del periodista: “¿Su disgusto, malestar o confrontación con Eduardo Fernández, es irreversible, insuperable?”, contestó: “Es una pregunta muy problemática. (…). El análisis de toda esta cuestión es delicado y profundo. No quiero adelantar nada porque no tengo todavía las conclusiones realmente elaboradas”. (Ídem).
Rafael Caldera demostró en estas declaraciones un interés notorio en desacreditar a su contrincante, pero no se atrevió a confesar su verdadero propósito. Probablemente no querría ahuyentar tempranamente al electorado eduardista, sino dejar que las cosas transcurrieran al ritmo necesario.
A partir de la derrota de Rafael Caldera como aspirante a la candidatura presidencial de Copei en noviembre de 1987, las relaciones con Eduardo Fernández se habían vuelto tirantes. Cuando el 13 de enero de 1990 se les pidió que se abrazaran en el 44º aniversario del partido, Caldera se había negado a hacerlo aduciendo que “no era pantallero”. (El Nacional, 27-12-90, D/2 [Política]).
A finales de 1990 ya se manejaba insistentemente la posibilidad de una nueva candidatura presidencial de Rafael Caldera apoyado por independientes y por el partido Movimiento al Socialismo (MAS). A pesar de haber sido considerado el político más creíble y quien inspiraba más confianza: “Esta eventualidad ha inquietado no sólo a Copei, sino a todo el país político”. (El Nacional, 27-12-90, D/2 [Política].
Para Copei, el hecho de que Rafael Caldera postulara su candidatura fuera del partido fue un golpe demasiado duro. Así lo expresó el dirigente Gustavo Tarre:
— Yo creo que si Caldera postula su candidatura fuera del partido, va a ser un gesto de soberbia tan inmenso que serán muy pocos quienes le seguirán, pues no hay ninguna razón para que el fundador del partido haga eso. Nosotros acabamos de reformar nuestros estatutos con la finalidad de que el candidato presidencial del partido sea escogido por todos los venezolanos. (El Diario de Caracas, 26-12-91, p. 23 [Política]).
Acotó Tarre que el candidato ganador, fuese quien fuese, lograría el apoyo del partido en pleno. Refiriéndose a la actitud esperada de Caldera, dijo: “Si gana, el partido lo apoyará, si pierde tendrá que apoyar el resultado final, porque esa es la democracia. Nosotros somos demócrata cristianos, y no es ni lo uno ni lo otro postularse fuera de la organización”. (Ídem).
Eduardo Fernández encontró una salida, o creyó encontrarla al reformar los estatutos de Copei cuyo objetivo era lograr una candidatura única. Ya no sería preciso ser militante copeyano para votar por un candidato determinado, sino simplemente ser venezolano y mayor de edad. Eduardo Fernández publicó en la prensa nacional una carta donde explicaba y justificaba los cambios realizados en los estatutos del partido:
A TODOS LOS COPEYANOS Y SIMPATIZANTES
Queridos compañeros y amigos:
En Venezuela es urgente un cambio político profundo y verdadero, que garantice el derecho de la gente a la esperanza y al optimismo. Pero no más palabras. Queremos hechos concretos que demuestren la voluntad del cambio.
Por eso yo propongo que el próximo Candidato Presidencial de Copei sea escogido en una Consulta nacional abierta, donde participen todos los venezolanos que deseen hacerlo, cualquiera que sea su inclinación política o sus simpatías personales.
Es evidente que el que gane en esa consulta será el próximo Presidente de la República. Y por lo mismo, no quiero que esa elección sea fruto de maquinarias o de procesos reservados a los puros militantes del partido, sino que sea un ejemplar proceso de participación popular.
Y propongo que esa consulta sea supervisada por el Consejo Supremo Electoral.
Yo invito a Rafael Caldera y a todos los que quieran postularse para la candidatura presidencial de Copei. Los invito a que participemos abiertamente, limpiamente, con gallardía, en el entendido de que quien resulte electo tendrá el apoyo de todos, para que se convierta en el próximo Presidente de la República.
Se ha dicho que yo tendría una amplia mayoría en lo que representa la estructura organizativa del partido.
Pues bien, estoy renunciando de antemano a esa ventaja, perfectamente legítima y limpia. Agradezco infinitamente la confianza y el apoyo que siempre me ha dado mi partido, y ese hecho me honra y me compromete, pero no quiero ninguna sombra de duda. Es demasiado importante lo que está en juego. Y sé que ustedes entenderán el sentido de mi proposición. El país nos exige generosidad. Dejar atrás el egoísmo.
El amor por Venezuela y por su futuro lo reclaman.
Por eso es que, con toda alegría y con todo entusiasmo, le propongo a Rafael Caldera y a todos los aspirantes a la candidatura social cristiana, esta noble competencia, para que luego salgamos, todos unidos, al servicio del país. Se trata de poner la suerte del Partido en las manos del pueblo. De todo el pueblo. Dejemos que el pueblo decida. La Consulta Nacional abierta a todos, es buena para el partido, buena para el país y buena para el pueblo.
Somos el futuro. Debemos estar unidos. Juntos seremos más fuertes para enfrentar los problemas de la gente y para luchar por un mañana mejor para todos. (fdo. Eduardo Fernández, El Nacional, 20-7-91, D/12 [Economía]).
Luis Herrera Campíns ante la iniciativa de Eduardo Fernández planteada en la XIX Convención Nacional Ordinaria de Copei se mostró cauteloso y reconoció el destacado espacio que aún conservaba Rafael Caldera en el partido:
Se propone una elección abierta porque Copei tiene un problema coyuntural que no puede resolver y entonces le pedimos a todo el país que nos ayude. Hay una tremenda obsesión con el compañero Rafael Caldera. Debemos ir con firmeza pero con discreción porque hasta ahora Caldera sigue siendo líder y fundador de Copei.
(El Universal, 9-8-91, 1-12).
El ex Presidente Herrera aparentemente vería con claridad la ventaja significativa que ostentaba Caldera sobre los demás dirigentes copeyanos aspirantes a la candidatura presidencial. Si la encuestadora Mercanálisis, como se señaló con anterioridad, le otorgaba a Caldera una diferencia de ocho puntos respecto a Eduardo Fernández en febrero de 1991, no era muy descabellado pensar que el fundador del partido quisiese lanzarse por su cuenta, no necesitaba a Copei, podía prescindir de él. No obstante, desprenderse voluntariamente de todos los votos copeyanos tampoco le habría parecido muy acertado o conveniente, por lo tanto, su táctica debería ser lanzar un mensaje al electorado socialcristiano en términos amplios e imprecisos.
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Notas al pie
(23) Para una revisión profunda del tema de la ideología en Copei, véase Combellas, Carnevali y Luque, op.cit.
(24) “Tecnócratas” se llamó a figuras provenientes de la empresa privada y de círculos aca- démicos, en especial del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), de orientación ideológica neoliberal. El Presidente Carlos Andrés Pérez en su segundo mandato, formó gran parte de su tren ministerial con estas figuras, cuya orientación no era compartida por el partido vencedor, Acción Democrática. Este hecho lesionó las relaciones Partido-Gobierno. A estos tecnócratas, tanto Acción Democrática como Copei, le criticaron la dureza de sus propuestas económicas y su falta de sensibilidad social.
(25) Sobre dirigentes que gastaban más de los que legítimamente se les conocía, fue un lastre que arrastraba Copei desde años antes, tal como lo relató en entrevista Roy Chaderton, joven dirigente copeyano en la década de los sesenta: “Cuando yo era dirigente juvenil en el distrito Sucre junto con un grupo de inocentes, ingenuos y voluntariosos jóvenes copeyanos nos dirigimos a una autoridad local para expresarle nuestra preocupación por el nivel de vida de un director y de un concejal del Concejo Municipal de Petare. Ese distrito era entonces el único foco importante de co- rrupción en el país antes de que hiciera metástasis. Y nos respondió de una manera muy paternalista, que estábamos dando testimonio del verdadero compromiso cristiano con la sociedad y con los principios, que éramos un ejemplo y que el futuro estaba en nuestras manos, que Copei tenía motivos para sentirse orgullosos de nosotros, pero... que era mejor no meterse con eso porque podía hacer daño al partido. Fue mi primer choque con la realpolitik, con un pragmatismo amoral que fue el que permeó a todo el partido en los años sucesivos y llevó a Copei a ser el responsable y socio en la tarea de la descomposi- ción ética, política, social y económica de Venezuela. Esa conversación nunca la olvidaré porque dejó heridas y cicatrices en todas las ilusiones que yo me podía hacer de la demo- cracia cristiana. Copei cayó en el sistema de clientelismo, promesas de otorgar favores desde el poder a cambio de apoyos. Se fue aliando con una serie de instituciones, grupos y personalidades que necesitaban aprovecharse del poder político para sus tareas de en- riquecimiento. Entonces la llamada realpolitik contaminó a Copei y por eso empezaron a ofrecer posiciones en el gobierno, parlamentos, alcaldías a personajes interesados en ubicarse. Así fue perdiendo Copei la ética que inspiraba su acción de compromiso social y político”. (Entrevista, Caracas, 21-12-2007).
(26) En esta encuesta se le presentó al entrevistado los nombres de líderes de AD, Copei y el MAS y se le preguntó: “¿Cuál de los que escogió le comunica más confianza en total?” La respuesta fue: Rafael Caldera (22 %), Carlos Tablante (13 %), Luis Piñerúa (10 %), Eduardo Fernández (8 %), Claudio Fermín (7 %), Teodoro Petkoff (5 %), Oswaldo Álvarez Paz (4 %), David Morales Bello (3 %), Orlando Fernández (2 %), (otros (13%), Ninguno/No dijo (11 %) (Enero de 1990, N=1.000) (En Nelson Villasmil A., La Opinión Pública del Venezolano Actual, Caracas, 2001, UCAB, p. 112.).
(27) La encuestadora Mercanálisis realizó un sondeo en febrero de 1991 formulando la si- guiente pregunta: “SI UD. debiera escoger ahora entre Rafael Caldera y Eduardo Fernández para la Presidencia de la República, ¿a cuál de ellos seleccionaría?” La res- puesta fue: Rafael Caldera (40 %), Eduardo Fernández (32 %), Ninguno/No sabe (27 %, N=1000)) (En Nelson Villasmil A., op.cit., p.117).
El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei |
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El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei / 2.4 Debilitamiento progresivo del partido Copei.
2.4 Debilitamiento progresivo del partido Copei.
Descuido de principios ideológicos. El problema de liderazgo y credibilidad en los partidos políticos venezolanos. Pérdida de credibilidad en Copei. Debilitamiento institucional: el problema de corrupción en Copei y sus consecuencias. Fracturas en su liderazgo.
El "Caracazo", 27 de febrero de 1989
Eduardo Fernández saluda a Carlos Andrés Pérez con motivo del 51? aniversario del partido Acción Democrática 13-1-92. En segundo plano, Hilarión Cardo
Hugo Chávez declara a la prensa momentos después de reconocer el fracaso del intento de golpe de Estado, 4 de febrero de 1992
Introducción
Los principales partidos políticos en Venezuela, Acción Democrática y Copei, empezaron a sufrir importantes desgastes. Atrás quedaron los debates ideológico-doctrinarios y el pragmatismo se asentó al extremo. Por un lado perdieron en gran medida la confianza de sus electores debido al incumplimiento de promesas electorales, al tiempo que descuidaron la conexión con el país. Por otro lado, el exceso de privilegios, el clientelismo, el atropello a la sociedad civil y la corrupción produjeron distanciamiento y rechazo del país hacia ellos.
Los partidos políticos aparecían incompetentes e ineficientes a la hora de ofrecer soluciones a los principales problemas. Y, como si fuera poco, la inseguridad personal era creciente y se desconfiaba de los cuerpos de seguridad. La democracia era cuestionada y se la presumía débil.
A principios de 1990, Rafael Caldera observó la ascendencia de su figura como dirigente político. Una encuesta a nivel nacional distinguió su ventaja sobre otros líderes. Pero, había un inconveniente en su reiniciada carrera hacia la presidencia de la República y éste se llamaba: Eduardo Fernández. De manera que inició la estrategia a seguir: descalificarlo reiteradamente e intentar rescatar al electorado que lo apoyaba.
Caldera ya no esperaba nada de Copei, le habría gustado su respaldo ahora al verse repuntar en las encuestas, pero sabía que Eduardo Fernández no volvería a apoyarlo. A su vez éste consideraba que el tiempo de Caldera había caducado. La relación entre ambos fue tensa y nunca dejó de serlo.
Así y todo, el partido Copei ante la próxima elección presidencial en diciembre de 1993, decidió reformar los estatutos y abrir una puerta para permitir a cualquier aspirante, una vez cumplidos los requisitos esenciales, pretender a la candidatura interna del partido. Esta reforma tenía nombre y apellido. Rafael Caldera.
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Descuido de principios ideológicos.
A finales de la década de los años ochenta era poco lo que restaba de los debates ideológico-doctrinarios de décadas anteriores en los partidos políticos venezolanos y Copei no fue la excepción. Si en el momento de su fundación se construyó un basamento ideológico-doctrinario, poco a poco éste dejó de tener relevancia, lo importante era la consecución del poder. Pedro Pablo Aguilar, uno de los pocos políticos en lamentar esta pérdida, comentó al respecto:
Observo que los partidos políticos en general han perdido su ideología y lo único que les preocupa, les motiva y les inquieta es la cuestión electoral. En la medida en que estas organizaciones pierden el contenido, la motivación ideológica principista y doctrinaria para convertirse en máquinas electorales, forzosamente surgen las tendencias personalistas. (El Universal 12-10-1989, 1-12).
Destacó el daño causado por líderes imbuidos en la consecución del poder:
Se llega de esta manera a la personalización de la política en desmedro de los valores que el partido debería mantener. Toda esta situación ha contribuido al deterioro de la imagen de los partidos ante la opinión pública. (Ídem).
Y ante la pregunta sobre en qué medida se veía afectado Copei en ese sentido, Aguilar respondió: “No hemos escapado a esta dinámica y en Copei se han debilitado mucho los valores ideológicos, a pesar de que hicimos un congreso con ese propósito”. (Ídem). Años después mantenía la misma percepción, pues Copei:
Dejó de ser un partido ideológico al conocer el poder desde la presidencia de Betancourt. El factor poder tuvo mucha importancia. Cuando vimos que podíamos lanzarnos a conseguir el poder, se acabó el debate ideológico. (Entrevista. Caracas, 05-02-2007).
Pedro Pablo Aguilar consideró el desinterés por mantener activa la discusión ideológica y doctrinaria como uno de los factores que condujeron al empobrecimiento de Copei como institución. Luis Herrera Campíns también estuvo de acuerdo en reconocer el alejamiento de Copei de sus principios ideológicos originales y comparó las primeras convenciones nacionales del partido con las últimas:
Las convenciones iniciales del partido se caracterizaban por la gran preocupación de las cuestiones de carácter ideológicas y por discusiones políticas de fondo (…). Eso duró algunos años, pero después ha venido pragmatizándose la política (…) Nuestras convenciones hoy en día prácticamente se han convertido en unos torneos electorales por la lucha del poder interno y de allí que la preocupación por esa sana y fecunda orientación ideológica ha sido reemplazada por el encuadramiento de los compañeros delegados, o por las tendencias, como se dice en el argot copeyano, de entubar, es decir, de ofrecer candidaturas muy rígidas con un respaldo muy sólido. (William García I. En: Revista Viernes, Caracas, 17-1-1991, III época, Año 3, No. 130, pp. 29-31).
Rafael Caldera fue de la misma opinión sobre el abandono de los ideales iniciales y el vuelco hacia el pragmatismo y otros males de la política, si bien no nombró al partido Copei:
Hay una tendencia muy acentuada en la opinión pública en relación a todos los partidos políticos, en el sentido de considerar que los ha invadido en buena parte el excesivo pragmatismo, el clientelismo, y los ha penetrado también la corrupción. Dentro de este fenómeno que está inserto en una crisis moral (…) económica, (…) social de mucha gravedad, se señala que los entendimientos que ocurren en el mundo político pocas veces están inspirados por el verdadero ideal de servir al país (…). (Daisy Argotte. En: Revista Viernes, op.cit, pp.25-27).
Finalmente, el comentario del historiador Guillermo Luque:
Ideología y doctrina, mística de trabajo y vocación de servicio son las ausencias más notorias de los partidos actuales, y de tales ausencias también participa Copei. (“La Reconversión de Copei: de la Justicia Social al neoliberalismo. (En: Revista Viernes, op.cit, pp. 14-23).
El problema de liderazgo y credibilidad en los partidos políticos venezolanos. Pérdida de credibilidad en Copei.
Conscientes del creciente deterioro, a finales de los años 80 y principios de los 90, la COPRE (Comisión para la Reforma del Estado), el gobierno y los partidos políticos se unieron para producir y redactar un pacto donde se comprometían a cumplir una serie de promesas. Lo llamaron el Pacto para las Reformas.
En diciembre de 1990, en el Salón Elíptico del Congreso de la República, frente a las más altas autoridades, los partidos políticos suscribieron el pacto. Se abría la oportunidad para corregir errores, rectificar conductas y aportar soluciones a los graves problemas del país. En pocas palabras, restituir la credibilidad perdida. Sin embargo, Pedro Pablo Aguilar comentó su temor sobre la informalidad con la cual se podría tomar este compromiso:
El descrédito del mundo político tiene mucho que ver con la falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. El cargo más frecuente contra los políticos es el incumplimiento de las promesas. El anuncio del pacto ha tenido una tibia recepción en la opinión pública. Es una demostración más de los problemas de credibilidad que afecta a la llamada clase política. (El Diario de Caracas, 23-12-90, p. 4 [Opinión]).
Más adelante, las declaraciones de Aguilar dieron señales de alerta sobre las conclusiones del evento al referirse a los partidos políticos:
(…) pueden seguir protagonizando la vida política siempre que sean capaces de sintonizar nuevamente con el país. De lo contrario, surgirán otras fuerzas o podríamos derivar hacia un modelo articulado en torno a liderazgos individuales, posiblemente autocráticos o autoritarios. (Ídem).
Señaló particularmente los abusos cometidos por la clase política y la necesidad de eliminarlos, así como renunciar a tantos privilegios causantes del rechazo a los partidos y a la clase dirigente:
En el fondo se trata de que el liderazgo político renuncie a los privilegios indebidos que ha venido creando la deformación del sistema (…).
Cumplir el compromiso es ponerle correctivos al clientelismo, no continuar mediatizando los organismos intermedios, respetar la autonomía e independencia de los gremios, frenar la injerencia en las universidades y centros educacionales, en síntesis, no proseguir en ese intento de avasallamiento de la sociedad civil que es motivo de justificada queja general (…).
Renunciar a los privilegios demanda grandeza, ese es el reto de los partidos, es la esencia del Pacto para las Reformas. Es lo que Venezuela espera para devolver confianza y fe en la institución partidista. (Ídem).
Finalmente, previno sobre el poder creciente de los grupos de presión y su incidencia en el proceso político venezolano:
(…) en la medida en que los partidos pierden vigencia o influencia van cubriendo su espacio los grupos de presión
(…). La característica del grupo de presión es que representa intereses sectoriales y no los del colectivo, y la individualización del liderazgo estimula la autocracia. (Ídem).
Eduardo Fernández también demostró preocupación por los fracasos en los cuales había caído la clase dirigente del país:
El pueblo está bravo y está bravo contra el gobierno y contra la oposición; contra los partidos y contra los empresarios; contra los sindicatos y contra los especuladores. El pueblo está bravo contra la mentira y contra la corrupción, contra el despilfarro gigantesco de nuestros recursos y contra la ineficiencia para resolver los problemas más fundamentales del país. (…) En una palabra, el pueblo está protestando contra una vieja política que nos ha conducido de fracaso en fracaso. (El Nacional, 12-1-90, D-1 [Política]).
Llama la atención la gravedad de los problemas del país y la claridad en percibirlos; sin embargo, poco hicieron para solucionarlos. Fernández señaló, además, la falta de la debida atención a dos de los problemas más graves de la población, el hambre y la inseguridad:
El pueblo está pasando hambre, porque la aplicación del paquete de medidas se ha traducido en una paralización de la actividad productiva del país. (…) El país está en manos del hampa. A diario, un amigo, un familiar o un conocido, es víctima de los atracos o de la violencia de los malandros. La situación es intolerable. (Ídem).
Gustavo Tarre fue más específico en su apreciación: “Creo que aquí las ‘super élites políticas del país’ han fracasado. Eso requiere de una renovación”. Así mismo, criticó los tecnócratas del Gobierno de turno, a quienes confesó tenerles pánico. (El Diario de Caracas, 26-12-1991, p. 23 [Política]).
Pedro Pablo Aguilar, refiriéndose al documento de la última Asamblea de la Conferencia Episcopal, destacó los problemas más graves de la sociedad venezolana
La inseguridad personal que se convierte en inseguridad jurídica por la actual fragilidad del estado de derecho, por la deficiente administración de justicia, ‘por la grosera impunidad de algunos, especialmente de quienes cometen fraudes multimillonarios contra el Estado, y también debido a la constante alteración de las normas que regulan la vida social y económica, y la creciente desconfianza en los cuerpos de seguridad’. (El Globo, 14-1-92, p. 3 [Análisis]).
Y respecto a los políticos, en particular, opinaron los obispos:
(…) se les pide seriedad, honestidad, veracidad. Que no continúe el engaño, la demagogia, el populismo, el fraude, la mentira. Que no continúen sordos al reclamo del pueblo quienes tienen en sus manos las soluciones. (Ídem).
A pesar de todas las críticas y autocríticas destacadas hasta ahora en esta investigación, todas ellas duras y alarmantes, faltaba por oír una más fuerte aún en palabras del dirigente copeyano Ramón Guillermo Aveledo:
Lo que nos sucede es que hemos establecido una democracia pero no necesariamente nos hemos convertido en demócratas. Y así continuamos, en democracia, las formas de dominación del autoritarismo. (Discurso del 5 de julio, Gaceta del Congreso, Tomo XXIII, Vol. I, enero 1993 - enero 1994, Caracas, Imprenta del Congreso de la República de Venezuela).
Insistió, más adelante, en los abusos de las élites nacionales:
No se vive en democracia con las ideas y las prácticas arbitrarias. ¿Cómo vamos a lograr que la democracia progrese? Si seguimos pensando que tenemos sólo derechos y que los deberes son cosa de los demás; que la Ley no nos obliga; que el poder es ilimitado y su abuso es normal; que todo debe hacerlo el gobierno; que puedo exigir pero no debo dar; que debo imponerme sin respetar. (Ídem).
La falta de credibilidad creciente en la clase política venezolana fue reconocida por sus propios protagonistas, fueron conscientes y, sin embargo, no actuaron con eficiencia para enmendar errores o suprimir algún privilegio. Continuaron encerrados en sí mismos sin capacidad de ver su indetenible declive.
Debilitamiento institucional: el problema de corrupción en Copei y sus consecuencias.
Las campañas electorales eran muy costosas y requerían de elevados financiamientos, ante lo cual los partidos políticos acudían a todas las fuentes posibles ya fueran públicas o privadas. Existía una práctica, sabida y aceptada, que consistía en recibir financiamiento de aquellas compañías a las cuales se les otorgaban contratos del Estado. Por lo tanto, era urgente la aprobación de la Ley de Partidos Políticos para regular dichos financiamientos. Tal como señalamos anteriormente, dicha ley no se materializó y los abusos continuaron sin mayor control.
Rafael Caldera inició una campaña más o menos subrepticia sobre la proveniencia de esos fondos alertando sobre posibles casos de corrupción que afectarían a la larga a Copei y a su dirigencia. Caldera tenía ambiciones claras de lanzar una nueva candidatura fuera del partido y quizás su objetivo fuese enfatizar en la pérdida de credibilidad de líderes copeyanos.
José Antonio Pérez Díaz, alto dirigente de Copei, hizo revelaciones preocupantes respecto al financiamiento de los partidos políticos:
— La democracia venezolana estableció que los contratistas de obras públicas y otros beneficiarios del sistema, financian a los partidos políticos y a sus dirigentes.
— Ese es un foco de corruptelas y lo digo con toda sinceridad. Los partidos políticos deben ser financiados por el Estado y esto tiene que estar sujeto a una severa y permanente fiscalización. Los libros de contabilidad deben ser auditados por la Contraloría y otros organismos competentes. (Alfredo Peña, “Foro”, El Nacional, 8-4-1990, D/2 [Política]).
Los aportes del Estado eran enormes, no solo recibían los partidos lo estipulado por ley, sino otras numerosas contribuciones. Pérez Díaz especificó más concretamente la proveniencia de los recursos:
El Estado les ha dado y les sigue dando centenares de millones a los partidos políticos. Pero, son insaciables: reciben de los contratistas, de la partida secreta, de las gobernaciones y de las alcaldías, del Congreso, de las asambleas legislativas, de los concejos municipales, de las empresas públicas y de los ministerios. (Ídem).
Más adelante demostró preocupación y se sintió impotente por la forma en que los partidos políticos recibirían las contribuciones, de allí la pregunta: “¿cómo evitar que éstos sigan recibiendo dineros de las comisiones que reciben, por las compras, las ventas, las obras públicas y todos esos negocios que algunos políticos hacen en complicidad con sus mecenas?”. (Ídem).
Rafael Caldera, meses más tarde, haría una denuncia similar cuando: “señaló que dirigentes copeyanos hacen negocios para su propio beneficio a través de transacciones con el presupuesto ordinario y constructoras”. (El Nacional, 19-2-91, D-4 [Política]).
Cuando el presidente del partido, Hilarión Cardozo, le pidió presentara pruebas, Caldera dijo estar dispuesto a transmitir lo escuchado a través de insistentes rumores sobre presuntos hechos de corrupción que habían trascendido a dirigentes partidistas.
En otras declaraciones a la prensa dijo: “(…) el precio de no apersonarse seriamente de la situación, lo pagará el partido, pues ya es un lugar común que la imagen de la dirigencia política se deteriora progresivamente, con el consecuente daño para la democracia”. (El Nacional, 20-2-91, D-2 [Política]).
Rafael Caldera lanzó esta grave acusación sin ofrecer prueba ni nombre alguno, simplemente basándose en “fuertes rumores”. Lo interesante fue la acusación directa de actos de corrupción a la dirigencia del partido Copei y que ésta aparentemente no se molestara. El comentario de Hilarión Cardozo ante una posible reunión con Caldera fue más bien despreocupado: “(…) para tratar los supuestos rumores que señalan que dirigentes socialcristianos estarían incursos en manejos de contratos del Plan de Inversión, [de] los cuales (…) ya tenía conocimientos y había investigado entre empresas privadas y a nivel gubernamental”. (El Nacional, 26-2-91, D-1 [Política]).
Una vez más, Gustavo Tarre Briceño fue conciso al comentar su preocupación, afirmando la necesidad de que: “(…) todo el problema que vincule el dinero con la política sea regulado por el Estado y actualmente no lo está”. Y más adelante lanzaría la siguiente afirmación: “(…) hay muchos dirigentes que viven y gastan mucho más de lo que legítimamente se conoce que ganan, lo cual considero que es necesario se regule.” (El Nacional, 20-2-91, D-2 [Política]).
Respecto al hecho de estar Caldera utilizando estas denuncias como bandera para un nuevo lanzamiento candidatural, expresó Tarre:
— Yo lo que pienso es que estas denuncias genéricas no le hacen bien a nadie. Si él tiene información debe tramitarla ante los organismos del partido y ante los Tribunales de Justicia, porque sería escurrir y yo no creo esta sea la intención del doctor Caldera. (Ídem).
Días después llegó anónimamente a un diario capitalino una lista con nombres de dirigentes copeyanos involucrados en casos de corrupción. Ante tal acontecimiento Hilarión Cardozo declaró: “—Esa lista sigue siendo una lista anónima y por lo tanto no puede ser considerada por nosotros como un testimonio válido como para abrir una averiguación, (…)”. (El Nacional, 27-2-91, D-2 [Política]).
Este dirigente supuestamente preocupado tanto por las denuncias de Rafael Caldera como por los anónimos, comentó “que tales rumores lo hizo hablar con el mismo gobierno central y empresarios para tratar de determinar si efectivamente hay algo de esto y obtener los datos para establecer la veracidad de los hechos”. Y al preguntársele sobre el resultado de la reunión, respondió: “ ‘Todos negaron tener ningún conocimiento ni participación de esa naturaleza’ ”. (Ídem).
Estas acusaciones fueron muy graves y allí estaban involucrados dirigentes importantes del partido. La secuencia de los hechos fue algo capciosa: Rafael Caldera alertó sobre casos de corrupción en Copei sin dar ninguna prueba, solo escudándose en fuertes e insistentes rumores. Y, pocos días después, se entregó a un diario capitalino una lista con nombres. Nadie se responsabilizaría por la lista, era anónima.
¿Por qué la acusación y por qué en este momento? Faltaban, a grosso modo, dos años para la escogencia del candidato que el partido Copei presentaría a las elecciones presidenciales de 1993. Quizás fue considerado por algunos un buen momento para acentuar la campaña de descrédito.
En la reunión ordinaria del Comité Nacional del partido del 25 de febrero de 1991 se dijo: “(…) pareciera que está en marcha una campaña para desprestigiar al partido por su ascenso en las encuestas”. (El Universal, 26-2-91, 1-15).
Caldera va a demostrar sus dotes de estratega. Su futuro dependería de la habilidad en golpear a Copei y a sus dirigentes. Luego, proponerse él como la salvación, el único en capacidad de unir a la militancia socialcristiana sobre la base de su prestigio, credibilidad y honestidad.
Cada paso dado por Caldera revela un plan cuidadoso. Ya no va a cometer nuevamente el error de confiar en unas emotivas palabras como las pronunciadas en el Poliedro en noviembre de 1987 tras solo tres meses de campaña. Ahora va a planificar su futuro con suficiente antelación, es más, no sería muy descabellado afirmar que lo ideó a partir de su primera derrota ante Eduardo Fernández. Incluso lo expresó con bastante claridad antes de su discurso en el Poliedro al afirmar que, si perdía, probablemente fuese su última medición interna. Captó que de allí en adelante la manera de recuperar su espacio sería convocándolo desde afuera, soltando amarras con Copei sin decirlo abiertamente, atacando y desacreditando su dirigencia, debilitándola.
Mencioné anteriormente que las generaciones posteriores a la de Rafael Caldera habían tomado las riendas de Copei y dominaban la estructura organizativa. Caldera tenía ya 75 años, imponer su candidatura dentro del partido luchando contra las generaciones de 1946 y de 1958 habría sido difícil y cuesta arriba; dominar la estructura organizativa, más difícil aún. Entonces decidió ir fortaleciendo su candidatura para las elecciones presidenciales de 1993 gracias al aprendizaje sobre errores cometidos y atacando a Copei en sus flancos débiles. De allí la iniciativa de asomar los “rumores” sobre presuntos casos de corrupción sin ofrecer pruebas, simplemente dejando correr el rumor a sabiendas de que ese flanco débil era explotable. También para sugerir que así como conocía de ciertas prácticas corruptas, así mismo conocía de varias otras. Tácticas corrosivas para unos y gananciales para otros como lo iría comprobando el curso de la historia.
Fracturas en el liderazgo copeyano.
Después de la derrota de Eduardo Fernández en las elecciones presidenciales de 1988, Rafael Caldera salió de la reserva y se incorporó a la lucha política.
El profesor Herbert Koeneke, experto en procesos electorales, comentó al respecto: “(…) el ex Presidente Rafael Caldera, desplegó una serie de actividades de inspiración o corte proselitista desde principio de 1989 en lo que, para algunos, constituyó una campaña de cinco años de duración”. (Trabajo de Ascenso, Universidad Simón Bolívar, 2001, p. 26).
Inicialmente habría parecido impensable para la gran mayoría del electorado copeyano y del país en general la aspiración de Caldera a una nueva candidatura, sin embargo, pasaron los meses y esa idea empezó a cristalizar. Se temía una división en Copei y algunos dirigentes alertaron sobre ello proponiendo atraer a Caldera al partido.
Mientras tanto Caldera, según las encuestas, aparecía como el político más confiable del país, resultados que entusiasmaron al ex presidente y rápidamente arreció en la descalificación de su principal rival en el partido, Eduardo Fernández. La tirantez entre ambos aspirantes a la presidencia en 1993 fue creciendo conforme se definía la decisión de Rafael Caldera en lograr por segunda vez la primera magistratura de Venezuela. Copei previó la posibilidad del lanzamiento de esta candidatura “externa” y a tal efecto se reformaron los estatutos del partido para que se pudiera elegir al candidato presidencial en elecciones primarias abiertas, pues podrían votar no solo militantes del partido. Gracias a esta reforma cualquier venezolano mayor de 21 años podía aspirar a la candidatura de Copei.
Pedro Pablo Aguilar comentó que era necesario reorientar el rumbo del partido, ya que Copei vivía un drama kafkiano, ni se unía ni se dividía. (Alirio Bolívar, El Universal, 12-10-89, 1-12). Este alto dirigente fue uno de los primeros en alertar sobre la ruptura del liderazgo copeyano en el caso de que Rafael Caldera decidiese montar tienda aparte. Y más cuando las encuestas no solo lo favorecían, sino que gozaba de crédito y afecto. Aguilar habría considerado que lo más inteligente para el partido en ese momento de debilidad y desgaste, era, precisamente, atraer a Caldera para fortalecer la organización ya que no se había hecho un verdadero esfuerzo por incorporarlo. El leit motif copeyano de ser el único partido que no se había dividido en Venezuela empezó a perder vigencia, como lo afirmó Aguilar: “Es posible que en alguna medida lo estemos, pero el país no nos percibe unidos y esa es una de nuestras grandes debilidades”. (Ídem).
Ante la interrogante del periodista sobre quién era el responsable de esta situación en Copei, respondió:
Para mí sería muy fácil enfocar este asunto desde un ángulo personal y señalar responsabilidades en quienes han tenido la conducción del partido en los últimos años y concretamente en Eduardo Fernández, pero creo que eso no sería honesto. Pienso que la responsabilidad recae en todos nosotros, porque todos hemos sido dirigentes del partido. (Ídem).
Igualmente reconoció que fueron: “(…) muchas las equivocaciones para que tengan una explicación lógica, las derrotas ininterrumpidas que hemos sufrido”. (Ídem).
Las derrotas se debieron, entre otras cosas, a la desilusión del electorado ante una dirigencia incompetente para resolver los principales problemas del país. Ese liderazgo se agotaba y descuidaba sus deberes fundamentales tal como velar por el bienestar de la población. Nuevamente, Pedro Pablo Aguilar reconoció una gran falla en el liderazgo nacional al decir:
(…) en el país hemos dado prioridad a las industrias básicas, a la infraestructura y en última instancia al gasto social cuando este último aspecto debería tener prioridad en los próximos años en función de preservar la democracia. (Ídem).
Es notable la lucidez de Pedro Pablo Aguilar en detectar las carencias de Copei y de su dirigencia, al tiempo de alertar sobre una posible ruptura de su liderazgo si Rafael Caldera lanzaba una candidatura extra partido. Le propuso entonces a sus copartidarios atraerlo, no esperar a que abandonara el partido definitivamente pues esto habría significado el fin de Copei. Sus ideas, sin embargo, no tuvieron acogida. Una cosa era pensar en esa hipótesis y otra, volverla realidad. La idea les resultó a los miembros del partido simplemente inconcebible.
A José Antonio Pérez Díaz, uno de los fundadores del partido, le preguntaron: “¿Cree usted que Caldera puede lanzarse solo, como un candidato nacional, sin identificarse plena y totalmente con ningún partido político?”
A lo cual él contestó: “No. Quienes así piensan no lo conocen. Eso no lo haría nunca”. (Alfredo Peña, “Foro”, El Nacional, 6-4-90, D/2 [Política]).
Meses más tarde el mismo dirigente confesó el temor por la dispersión de Copei, de allí la necesidad de volverse a reagrupar:
El país no está con un Copei de 5 ó 6 tendencias, sino que nos quisiera ver sentados en una misma mesa, discutiendo, analizando y tomando un solo rumbo. En esa mesa no sólo tienen derecho sino la responsabilidad de estar Rafael Caldera, Eduardo Fernández, Luis Herrera, Pedro Pablo Aguilar y otros. (El Universal, 16-12-90, 1-12).
Al igual que Pedro Pablo Aguilar, Pérez Díaz asomó la preocupación por el divorcio de los partidos políticos frente a la realidad nacional:
Ahora bien, aquí hay un hecho cierto: hay hambre y tenemos que atenderla como una emergencia (…). En este momento estamos tratando de llegar a un acuerdo para ver si se subsidia por lo menos uno de los productos que proponíamos, que se subsidie por lo menos la harina pan durante seis meses. (Ídem).
Llama la atención lo consciente que estaba la dirigencia copeyana sobre tan graves problemas del país y su poca dedicación a resolverlos.
Pedro Pablo Aguilar retomó el concepto del drama kafkiano, pero esta vez más crudamente: “Pareciera que ahora el drama deriva hacia la realidad de una división, sin disfraz ni encubrimiento”. (El Diario de Caracas, 2-12-90, p. 4 [Opinión]).
Rafael Caldera y Eduardo Fernández en búsqueda de la candidatura presidencial.
La última encuesta de Mercanálisis había señalado a Rafael Caldera como el político de mayor confiabilidad en el país. En un momento histórico cuando los partidos y sus líderes se desprestigiaban día a día, una calificación de esta índole resultaba muy significativa. Caldera, sin perder oportunidad en atacar a Eduardo Fernández, comentó:
Lo grave del partido es que en este momento quienes controlan su dirección nacional tienen como único proyecto político el lanzamiento de una nueva candidatura de Eduardo Fernández. No se ocupan de más nada que eso. Las cuestiones fundamentales del país se descuidan. Copei ha perdido posiciones en toda la vida social, principalmente en los colegios profesionales. Hemos perdido casi todas las organizaciones gremiales, (…). (Alfredo Peña, “Foro”, El Nacional, 18-2-90, D/2 [Política]).
Y continuó la crítica a su principal contendor:
Lo que pasa es que en Copei, de cierto tiempo para acá, el que se compromete con la candidatura de Eduardo Fernández, tiene presidencias de comisiones en el Congreso, programas de televisión y el que no está de acuerdo, va siendo excluido (…). (Ídem).
Ante la pregunta del periodista: “¿Su disgusto, malestar o confrontación con Eduardo Fernández, es irreversible, insuperable?”, contestó: “Es una pregunta muy problemática. (…). El análisis de toda esta cuestión es delicado y profundo. No quiero adelantar nada porque no tengo todavía las conclusiones realmente elaboradas”. (Ídem).
Rafael Caldera demostró en estas declaraciones un interés notorio en desacreditar a su contrincante, pero no se atrevió a confesar su verdadero propósito. Probablemente no querría ahuyentar tempranamente al electorado eduardista, sino dejar que las cosas transcurrieran al ritmo necesario.
A partir de la derrota de Rafael Caldera como aspirante a la candidatura presidencial de Copei en noviembre de 1987, las relaciones con Eduardo Fernández se habían vuelto tirantes. Cuando el 13 de enero de 1990 se les pidió que se abrazaran en el 44º aniversario del partido, Caldera se había negado a hacerlo aduciendo que “no era pantallero”. (El Nacional, 27-12-90, D/2 [Política]).
A finales de 1990 ya se manejaba insistentemente la posibilidad de una nueva candidatura presidencial de Rafael Caldera apoyado por independientes y por el partido Movimiento al Socialismo (MAS). A pesar de haber sido considerado el político más creíble y quien inspiraba más confianza: “Esta eventualidad ha inquietado no sólo a Copei, sino a todo el país político”. (El Nacional, 27-12-90, D/2 [Política].
Para Copei, el hecho de que Rafael Caldera postulara su candidatura fuera del partido fue un golpe demasiado duro. Así lo expresó el dirigente Gustavo Tarre:
— Yo creo que si Caldera postula su candidatura fuera del partido, va a ser un gesto de soberbia tan inmenso que serán muy pocos quienes le seguirán, pues no hay ninguna razón para que el fundador del partido haga eso. Nosotros acabamos de reformar nuestros estatutos con la finalidad de que el candidato presidencial del partido sea escogido por todos los venezolanos. (El Diario de Caracas, 26-12-91, p. 23 [Política]).
Acotó Tarre que el candidato ganador, fuese quien fuese, lograría el apoyo del partido en pleno. Refiriéndose a la actitud esperada de Caldera, dijo: “Si gana, el partido lo apoyará, si pierde tendrá que apoyar el resultado final, porque esa es la democracia. Nosotros somos demócrata cristianos, y no es ni lo uno ni lo otro postularse fuera de la organización”. (Ídem).
Eduardo Fernández encontró una salida, o creyó encontrarla al reformar los estatutos de Copei cuyo objetivo era lograr una candidatura única. Ya no sería preciso ser militante copeyano para votar por un candidato determinado, sino simplemente ser venezolano y mayor de edad. Eduardo Fernández publicó en la prensa nacional una carta donde explicaba y justificaba los cambios realizados en los estatutos del partido:
A TODOS LOS COPEYANOS Y SIMPATIZANTES
Queridos compañeros y amigos:
En Venezuela es urgente un cambio político profundo y verdadero, que garantice el derecho de la gente a la esperanza y al optimismo. Pero no más palabras. Queremos hechos concretos que demuestren la voluntad del cambio.
Por eso yo propongo que el próximo Candidato Presidencial de Copei sea escogido en una Consulta nacional abierta, donde participen todos los venezolanos que deseen hacerlo, cualquiera que sea su inclinación política o sus simpatías personales.
Es evidente que el que gane en esa consulta será el próximo Presidente de la República. Y por lo mismo, no quiero que esa elección sea fruto de maquinarias o de procesos reservados a los puros militantes del partido, sino que sea un ejemplar proceso de participación popular.
Y propongo que esa consulta sea supervisada por el Consejo Supremo Electoral.
Yo invito a Rafael Caldera y a todos los que quieran postularse para la candidatura presidencial de Copei. Los invito a que participemos abiertamente, limpiamente, con gallardía, en el entendido de que quien resulte electo tendrá el apoyo de todos, para que se convierta en el próximo Presidente de la República.
Se ha dicho que yo tendría una amplia mayoría en lo que representa la estructura organizativa del partido.
Pues bien, estoy renunciando de antemano a esa ventaja, perfectamente legítima y limpia. Agradezco infinitamente la confianza y el apoyo que siempre me ha dado mi partido, y ese hecho me honra y me compromete, pero no quiero ninguna sombra de duda. Es demasiado importante lo que está en juego. Y sé que ustedes entenderán el sentido de mi proposición. El país nos exige generosidad. Dejar atrás el egoísmo.
El amor por Venezuela y por su futuro lo reclaman.
Por eso es que, con toda alegría y con todo entusiasmo, le propongo a Rafael Caldera y a todos los aspirantes a la candidatura social cristiana, esta noble competencia, para que luego salgamos, todos unidos, al servicio del país. Se trata de poner la suerte del Partido en las manos del pueblo. De todo el pueblo. Dejemos que el pueblo decida. La Consulta Nacional abierta a todos, es buena para el partido, buena para el país y buena para el pueblo.
Somos el futuro. Debemos estar unidos. Juntos seremos más fuertes para enfrentar los problemas de la gente y para luchar por un mañana mejor para todos. (fdo. Eduardo Fernández, El Nacional, 20-7-91, D/12 [Economía]).
Luis Herrera Campíns ante la iniciativa de Eduardo Fernández planteada en la XIX Convención Nacional Ordinaria de Copei se mostró cauteloso y reconoció el destacado espacio que aún conservaba Rafael Caldera en el partido:
Se propone una elección abierta porque Copei tiene un problema coyuntural que no puede resolver y entonces le pedimos a todo el país que nos ayude. Hay una tremenda obsesión con el compañero Rafael Caldera. Debemos ir con firmeza pero con discreción porque hasta ahora Caldera sigue siendo líder y fundador de Copei.
(El Universal, 9-8-91, 1-12).
El ex Presidente Herrera aparentemente vería con claridad la ventaja significativa que ostentaba Caldera sobre los demás dirigentes copeyanos aspirantes a la candidatura presidencial. Si la encuestadora Mercanálisis, como se señaló con anterioridad, le otorgaba a Caldera una diferencia de ocho puntos respecto a Eduardo Fernández en febrero de 1991, no era muy descabellado pensar que el fundador del partido quisiese lanzarse por su cuenta, no necesitaba a Copei, podía prescindir de él. No obstante, desprenderse voluntariamente de todos los votos copeyanos tampoco le habría parecido muy acertado o conveniente, por lo tanto, su táctica debería ser lanzar un mensaje al electorado socialcristiano en términos amplios e imprecisos.
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