- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
2.6. Oswaldo Álvarez Paz frente al “abandono del padre”, a la debilidad institucional de Copei y al desprestigio de los partidos.
Candidatura “extra partido” de Rafael Caldera. El doble juego. Proclamación de Rafael Caldera. Exclusión de Rafael Caldera del Partido Copei. Fin de la hegemonía AD-Copei. Triunfo electoral de Rafael Caldera y repercusiones en Copei.
Los tres precandidatos a las elecciones primarias del partido Copei: Eduardo Fernández, Oswaldo Álvarez Paz y Humberto Calderón Berti, 25-4-93. En seg
Oswaldo Álvarez Paz, candidato presidencial del partido Copei (1993)
Oswaldo Álvarez Paz reacciona ante la candidatura presidencial de Rafael Caldera. Lo acompañan Leonardo Ferrer y Ramón José Medina (9-6-93)
Toma de posesión de Rafael Caldera, 2-2-94. Le impone la banda presidencial el presidente saliente, Ramón J. Velásquez
Introducción
Oswaldo Álvarez Paz hubo de enfrentar el reto más difícil para un candidato copeyano. Nada más y nada menos que encarar al ex presidente Rafael Caldera en el ruedo electoral. Nunca perdió la esperanza de lograr el apoyo del “padre”; sin embargo, ese apoyo, no solo no llegó nunca, sino que el “padre” lo retó desde una candidatura fuera de Copei.
Este enfrentamiento habría de convertirse en un fardo tan pesado para
Álvarez Paz que llegó a llamar “traidor” y “ladrón” a Caldera. Paralelamente a esta desventaja inicial, se sumaría el desprestigio de los partidos políticos y de los poderes públicos en general, aunado a la resistencia a cambios profundos por parte de las cúpulas partidistas.
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Oswaldo Álvarez Paz frente al “abandono del padre”, a la debilidad organizacional de Copei y al desprestigio de los partidos.
Oswaldo Álvarez Paz en gira por el estado Barinas y tras las primeras declaraciones de Caldera a su regreso de Nueva York cuando dijo negar su apoyo a quien pudiera representar las nefastas políticas del gobierno de Carlos Andrés Pérez, comentó: “Me cuesta entender la actitud de Rafael Caldera y sería falso si digo que no me preocupa esta posición (…)”. (El Nacional, 2-5-93, D/2 [Política]). Y, más desconcertado aún, expresó: “(…) la historia está llena de casos de alumnos que abandonan a sus maestros, pero no de maestros que abandonan a sus alumnos”. (Ídem).
Si ya Caldera había actuado de esa forma con Eduardo Fernández, ¿por qué no iba a hacerlo con él? Poco a poco el lenguaje y la actitud de Álvarez Paz fueron cambiando. Al inicio se mostró afectuoso y respetuoso, más adelante perturbado y, finalmente, enfurecido, como lo demostró en las afirmaciones siguientes:
La actitud del candidato del MAS en contra del 25 de abril, de la soberana decisión de Copei y de los independientes de Venezuela, plantea un cuadro de deslealtad institucional y política como no recuerdo en la historia contemporánea de Venezuela. Ha sido solapada y maliciosa. Trata de presentar las cosas como si el partido tuviera dos candidatos. Uno oficial y cogollérico que sería yo, y otro de la ‘calle’, del ‘pueblo’ que sería él. Eso no es ni más ni menos que una farsa. En cualquier parte del mundo se llamaría traición. (El Universal, 13-6-93, 1-18).
Y, como si hubiera sido poco llamarlo “traidor”, añadió:
En fin, lo que quiero decir es que quien roba es un ladrón. Quien mata es un asesino (…). (Ídem).
Esta declaración contrasta con la que había hecho dos meses antes:
Sea cual sea la decisión, resuelva Caldera apoyarme o no apoyarme, lanzar su propia candidatura o haga lo que haga en esta coyuntura electoral, yo procuraré siempre en las cosas fundamentales tener cerca a Rafael Caldera, ahora como candidato y después como Presidente. Creo que su experiencia, su entereza, todavía es útil para el país (…). (El Globo, 27-4-93, p. 7 [Política]).
Álvarez Paz fue el único alto dirigente de Copei en atreverse a calificar abiertamente a Caldera de traidor. De una u otra manera, todos los demás se cuidaron de evitarlo por prudencia o con la esperanza de absorber sus votos por alguna circunstancia imprevista. Incluso pareciera que a veces pecaran de ingenuidad, pero no era ingenuidad, sino el deseo de mantener una puerta abierta. El único que la cerró fue Álvarez Paz, cuando faltaban seis meses para las elecciones y el juego era o todo o nada. Llegado este momento, para el candidato copeyano la suerte estaba echada y ya no hubo contemplaciones hacia Caldera porque éste tampoco las tuvo hacia él, ni hacia el partido, ni hacia nadie que no lo apoyase.
Álvarez Paz, dirigente copeyano desde muy joven, formó parte activa del sistema político-partidista democrático al ocupar posiciones muy importantes, entre ellas la Presidencia de la Cámara de Diputados durante el gobierno de Rafael Caldera y otros altos cargos a lo largo de su extensa carrera parlamentaria. Sin embargo, pasados los años y proclamado candidato oficial del partido Copei, se hizo muy crítico de las instituciones del Estado, de sus actores principales y de la mala percepción que se tenía de ellos: “ ‘(…) lo que se rechaza y cuestiona es la ineficiencia del sistema, la ineficacia de quienes van teniendo la responsabilidad de accionar los instrumentos del sistema para que funcione’ ”. (El Diario de Caracas, 17-6-93, p. 2 [Suplemento Especial No. 1, “Oswaldo del Zulia a Miraflores”]). Y, más adelante:
Si el Gobierno no gobierna o gobierna mal, si el Congreso no legisla o legisla mal o a destiempo y no controla, y si la administración de justicia está corrompida (…) [paréntesis en el original] es porque el cuadro de deterioro en el cual nos movemos es sumamente grave. (Ídem).
Un año antes, en el programa de entrevistas de Marcel Granier en Radio Caracas Televisión, refiriéndose al aislamiento de la clase política anclada en sus privilegios, Álvarez Paz comentó:
Estoy absolutamente convencido de que la República necesita de cambios radicales muy profundos en las estructuras de sus instituciones. Cambios que por la vía normal, por la vía ordinaria, parecieran muy difíciles de lograr en un país que tiene un establecimiento político muy impermeable a los cambios y que ha reposado durante mucho tiempo sobre la base de privilegios que los han despegado del resto del país; (….). (Ibídem, p. 3).
Un buen ejemplo para ilustrar “la impermeabilidad a los cambios” fue el preámbulo de las elecciones legislativas, esto es, la confección de las planchas de los candidatos copeyanos al Congreso Nacional. La alta dirigencia insistía en reservarse los mejores circuitos electorales en vez de ser elegidos los candidatos por la base del partido, tal como contemplaban los estatutos. Solo en casos de excepción podían el Comité Nacional o el Regional escoger a dedo los postulantes. Sin embargo, se continuó manipulando las planchas en función de intereses personales o políticos excluyentes. La cúpula se preocupó más en garantizarse el mayor número de curules que en trabajar por su candidato. A cinco meses de las elecciones presidenciales aún no se le había dado inicio formalmente a la campaña presidencial.
El Comité Nacional, bajo el liderazgo de Eduardo Fernández, no consultó a las bases para la elección de los candidatos de cada estado, sino que actuó por vía de excepción:
(…) acordó, 26 votos contra dos, dejar los estatutos partidistas tal y como están, en lo que se refiere a la facultad que tiene ese organismo de designar, y no someter a una consulta de base, a los candidatos a cargos de elección popular, cuando así lo consideren las dos terceras partes del Comité. (El Nacional, 4-5-93, D/1 [Política]).
Votaron en contra sólo dos miembros del Comité Nacional: Paciano Padrón y Douglas Dáger. Donald Ramírez, Coordinador Nacional de Organismos Regionales, consignó ante el Comité Nacional una comunicación muy crítica a la cúpula partidista:
(…) se manifiesta inerte, ciega y sorda respecto a lo acontecido en el país, actuando mediante una manipulación de la legalidad estatutaria que contradice los propósitos reivindicativos proclamados con la actuación retórica (…). (El Nacional, 29-6-93, D/2 [Política]).
Y continuó: “(…) la sana lógica política en la designación de los aspirantes se sustituyó por la satisfacción de intereses personales o de grupo o por meras retaliaciones”. Señaló, igualmente: “(…) en esta oportunidad se han presentado las ‘postulaciones más excluyentes y cerradas’ de toda la historia de Copei”. Y como conclusión:
He dejado para el final lo que considero uno de los aspectos más lamentables de este proceso: el de continuar calificando a los compañeros de acuerdo a la vinculación que hubiesen tenido en la campaña presidencial interna (…). (Ídem).
En una reunión del Comité Nacional, el diputado Leonardo Ferrer, fuerte seguidor de Álvarez Paz, se retiró molesto porque “(…) los miembros del Comité Nacional de Copei están más preocupados por mantener sus posiciones y sus curules, que por defender la candidatura de Oswaldo Álvarez Paz (…)”. (El Nacional, 22-6-93, D/1 [Política]).
Luego de dar a conocer la conformación inicial de las planchas de Copei para cuerpos deliberantes se pudo comprobar la insistencia del eduardismo en continuar imponiendo su voluntad y así conservar las riendas del partido:
Se critica que luego de los esfuerzos que se hicieron contra reloj para derrotar a Eduardo Fernández en la contienda interna, ahora la corriente de Oswaldo Álvarez Paz haya sido relegada, de modo que el eduardismo, a través de la práctica de la aplanadora, sigue manteniendo el control del aparato (…). (El Nacional, 23-6-93, D/1 [Política]).
Más preocupante aún fue el comentario del ex presidente Luis Herrera Campíns sobre la indiferencia de los dirigentes copeyanos por la situación del país al estar inmersos en la elaboración de las planchas al Congreso:
Me preocupa y así lo he manifestado a la dirigencia de mi partido, que a un mes de la defenestración del hoy suspendido Presidente Carlos Andrés Pérez, Copei no haya dedicado ni un minuto a la consideración de la nueva etapa política que está viviendo el país. (El Nacional, 23-6-93, D/1 [Política]).
Álvarez Paz de igual forma demostró su nerviosismo por la demora en arrancar la campaña electoral “(…) y además Copei no ha entrado en campaña y estoy loco porque terminemos con este brollo de las planchas para ver a mis compañeros dedicados con seriedad al trabajo electoral”. (El Nacional, 29-6-93, D/2 [Política]).
Las elecciones eran el 5 de diciembre, faltaba poco más de cinco meses y el candidato presidencial se quejaba del atraso en iniciarse la campaña. Mientras tanto, Caldera desde el mismo día en que anunció su candidatura, no dejó de trabajar un instante. Les sacó ventaja y no se vio en la necesidad de malgastar energías en rencillas y competencias internas como tampoco caer en la eventualidad donde era mucho más importante conservar o lograr un curul que llevar al candidato a la presidencia de Venezuela.
Un significativo inconveniente sufrido por Oswaldo Álvarez Paz fue su escasa identificación con el oficialismo copeyano, pues no formaba parte de la élite decisoria. A su vez, las máximas autoridades, encabezadas por Eduardo Fernández, le tenían desconfianza. Álvarez Paz criticaba el desinterés del país político por los problemas que sacudían a la nación y atacaba los personalismos o “grupalismos” ajenos al acontecer nacional.
Una vez lograda la candidatura presidencial, Álvarez Paz asistió al “Encuentro Nacional de la Sociedad Civil”, auspiciado por la Iglesia Católica. Allí declaró: “‘No era posible continuar cruzados de brazos mientras el abismo que separa al país político del país real se ensancha cada vez más’ (…)”. (El Diario de Caracas, 3-6-93, p. 22 [Economía]). Y continuó denunciando los abusos de las élites políticas:
Cerrado sobre sí mismo —el país político— atendiendo a intereses ya ni siquiera partidistas sino grupales y a personalismos insólitos, ciego y sordo ante lo que sucede en la calle, luce incompetente para dirigir la reconstrucción moral y material que el país necesita con urgencia. (Ídem).
Una iniciativa que probablemente preocupó a la directiva partidista copeyana y no copeyana fue la intención de Álvarez Paz de convocar a una Asamblea Constituyente en caso de ganar la presidencia del país.
Para la cúpula copeyana, Álvarez Paz era alguien incómodo, llegaba proponiendo vías nuevas al país, a los partidos. Sin embargo, estas vías obstaculizaban el “bienestar” establecido y obviamente han debido generar rechazo desde un principio. Es interesante especular qué sería para ese momento más importante en la dirigencia copeyana: si resguardarse en su espacio donde tenía todos los privilegios, o aventurarse a ganar la presidencia del país con Álvarez Paz y su “cambio radical”. Dado el anquilosamiento partidista en virtud de tantos años usufructuando directa o indirectamente del poder, el simple temor de perder un mínimo espacio bastaba para recelar de tanta innovación. Desafortunadamente, Álvarez Paz le restó importancia a la fuerza estructural del partido y consideró su triunfo del 25 de abril suficiente para que se le abrieran todas las puertas, o muchas más de las efectivamente alcanzadas.
Álvarez Paz, en esos momentos, abandonado definitivamente por Caldera, ni siquiera estaba seguro de contar con el apoyo de Eduardo Fernández. La soledad del candidato copeyano era evidente:
(…) malquerido por la Dirección Nacional y poco conocido por las instancias neurálgicas de la estructura ‘eduardista’, emergió ante el país como porta estandarte generacional de la renovación y de las reformas radicales. Cautivó al país, pero Copei, (…) eso es otra cosa. (El Diario de Caracas, 17-6-93, p. 8 [Suplemento Especial No. 1,
“Oswaldo del Zulia a Miraflores”]).
Sin fuerza suficiente para imponerse dentro del partido, cayó prisionero de su dirigencia:
(…) tenía pocas lealtades partidistas que, según la sapientia partidista, son esenciales a la hora de contar los votos y defender las actas electorales. De esa debilidad partió la Dirección Nacional: el candidato sería rehén del ‘aparato’; ‘él necesita la maquinaria para llegar a Miraflores’. (Ídem).
A los inconvenientes ya mencionados, hubo de sumar el de un comando de campaña prepotente, tal como lo demuestran las siguientes declaraciones:
Cierto, la maquinaria es útil, pero no indispensable. ‘Si en apenas semanas logramos montar un aparato paralelo para 8 mil mesas en las elecciones del 25 de abril, podremos hacerlo también para las elecciones nacionales’, (…). (Ídem).
No fue un buen cálculo. No es lo mismo montar mesas con fieles colaboradores en una elección primaria que organizar una campaña electoral sin el apoyo de la maquinaria copeyana en pleno. Álvarez Paz finalmente lo comprendió y buscó un jefe de campaña capaz de hacerle puente con la organización. En una reunión de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) en Costa Rica donde coincidió con Pedro Pablo Aguilar, se lo ofreció y éste aceptó. Así se garantizaría los canales de comunicación con el partido. No obstante, Pedro Pablo Aguilar no era Eduardo Fernández, es decir, si bien Aguilar era el gran conciliador, no tenía el suficiente poder dentro del partido como para imponer un apoyo irrestricto a la candidatura de Álvarez Paz.
Candidatura “extra partido” de Rafael Caldera.
La coincidencia de objetivos, y no diferencias de otra índole, había enfrentado a Rafael Caldera con la élite de la generación del 58. En realidad, los igualaba a todos la ambición de poder. Cuando Caldera los escogió como sus eventuales sucesores, no supo medir el deseo de éstos en sucederlo, lo natural en la carrera política. Tampoco nunca imaginaron Eduardo Fernández u Oswaldo Álvarez Paz enfrentarse en unas elecciones presidenciales con un miembro de su propio partido.
Rafael Caldera, a principios de abril de 1992, en una reunión con el grupo RENACE, el cual mostró interés por su candidatura, así como con los partidos Movimiento al Socialismo (MAS), Organización Renovadora Auténtica (ORA), Unión Republicana Democrática (URD) y Nueva Generación Democrática (NGD), expresó buscar una candidatura pluripartidista, pero sin medirse en Copei. Afirmó con cierta “modestia” haber intentado resistirse a la solicitud y clamor de tantos seguidores fieles y, en el fondo, su anhelo no era sino fortalecer el sistema democrático. De allí su interés en una candidatura extra partido para atraer la militancia copeyana y todo venezolano deseoso de apoyarlo. (El Diario de Caracas, 5-4-93, p. 24 [Política]). La salvación del sistema democrático y del pueblo venezolano serán una vez más las motivaciones que aducirá Rafael Caldera para seguir en la brega política a los 76 años.
A finales de junio de 1992, Caldera presidió una asamblea política en Maracaibo con sectores de la base copeyana. Allí, una vez más, como lo venía haciendo estos últimos días, se refirió a Copei como “nuestro partido”:
Este es el momento en que nuestro partido tiene que asumir la defensa de los que pasan hambre, tiene que enfrentarse a las imposiciones arbitrarias y tirantes del Fondo Monetario Internacional defendiendo los intereses de su pueblo; las aspiraciones, la satisfacción de las necesidades de una población que está pagando los abusos, los robos, la corrupción, los excesos cometidos por quienes fueron los encargados de gobernarlo; está padeciendo los rigores de una política económica equivocada que está cada vez haciendo más ricos a los que ya eran ricos y a costa de que sean pobres quienes ya eran demasiado pobres.
(El Nacional, 28-6-92, D/2 [Política]).
Rafael Caldera, en proceso de construcción y consolidación de su candidatura presidencial, utilizó a Copei según le convino. Criticó a su dirigencia con dureza, pero como no podía prescindir de su electorado poco a poco fue deslindado cuidadosamente el “cogollo” de la base partidista. En mensajes hábilmente calculados por su ambigüedad, la atrajo como si fuese el verdadero candidato de Copei.
Juan José Caldera, su hijo, coordinó el movimiento nacional “Copeyanos con Caldera”. En una de sus primeras declaraciones y antes de celebrarse las elecciones primarias abiertas en abril de 1993, lanzó un mensaje bastante confuso. Según él [supondría que el candidato iba a ser Eduardo Fernández], su padre cuadruplicaba al Secretario General en aceptación popular y no tenía sentido medirse internamente con él; más bien, Eduardo Fernández debía declinar su candidatura a favor de su padre, permitiéndole al partido que marchara unido en la búsqueda de soluciones para solventar la crisis que vivía el país. Al mismo tiempo declaró que Fernández representaba al cogollo enquistado, de espaldas a los intereses nacionales. (El Nacional, 1-8-92, D/3 [Política]). Sin embargo, a pesar del tono pretencioso, estos ya eran lemas repetitivos y poco originales. La novedad de su mensaje estuvo en el afán por liberarse de cualquier tono divisionista al dejar claro el verdadero propósito: respetar el voto popular copeyano. Al respecto, Juan José Caldera descartó las sospechas de que su padre: “(…) tenga propósitos divisionistas en las filas copeyanas, cuando por el contrario, se buscan los mecanismos para permitir la expresión de las bases militantes”. (Ídem).
Quedaba clara, entonces, la intención de rescatar en Copei al electorado tradicionalmente calderista y se lo intentó confundir al trasmitir la idea de que Caldera era el candidato de Copei. La estrategia sí sería divisionista pues Caldera sabía perfectamente que ni la dirección de Copei ni buena parte del partido lo iba a apoyar.
En el evento “Copeyanos con Caldera”, dijo Rafael Caldera:
(…) el ‘calderismo’ no es un movimiento electoral sino un movimiento de defensa de la patria y de afirmación de la autenticidad, en el cual participan venezolanos de todas las condiciones y corrientes de pensamiento (…). (El Nacional, 30-8-92, D/1 [Política]).
De allí que lanzara un mensaje sorprendente: “Sería monstruoso, sería inconcebible, que mis compañeros copeyanos no estuvieran también dispuestos a converger en esta gran labor”. (Ídem).
¿A cuáles compañeros copeyanos se estaba refiriendo?, ¿a todos?, ¿incluida su dirigencia? No tuvo a bien especificarlo. Caldera explotó a fondo la ambigüedad del mensaje. La idea era lanzar el anzuelo y esperar a que lo mordiese el máximo de copeyanos.
Reveladora fue la afirmación que hizo en la Sala Plenaria de Parque Central donde, una vez más, Caldera negaría reconocer su ambición de poder a secas, o la de cualquier otro grupo, esperanzado en su eventual triunfo electoral:
Si llego a ser candidato presidencial, no será porque Caldera lo quiera, sino porque lo quiere el pueblo venezolano. Quiero sentir que cuando vaya a adoptar esa decisión trascendental, nadie pueda pensar que es por la ambición de un maniático, o por la simple persuasión de grupos de gente que han llegado a deformar la situación para calentarme el oído y para hacerme forjar ilusiones. (“Si soy candidato es porque lo quiere el pueblo”, El Diario de Caracas, 30-8-92, p. 23 [Política]).
Y continuó con el mensaje dirigido a los copeyanos, a los demócratas cristianos, en última instancia, a los “calderistas”, allí donde se encontrasen:
“Copeyanos con Caldera” no es un movimiento electoral sino de recuperación, en defensa de la patria y de condición de voluntades. (…) [por eso destaco] el descontento y confusión que viven los venezolanos, mientras el Presidente de la República al tiempo que reconoce el fracaso de su política económica, se ofrece a los venezolanos mayores impuestos, restricciones, altos precios, y ‘le advierte que no abriguen esperanza de que para enfrentar el alto costo de la vida pueden aspirar a un aumento de salarios, ni a una mejora en las condiciones sociales’. (Ídem).
Rafael Caldera jugó con este mensaje confuso en río revuelto. No se medía dentro de Copei, pero lo llamaba “su partido” y estimaba “monstruoso” que “sus compañeros copeyanos” no lo apoyasen; se consideraba un demócrata cristiano, pero no se quería identificar con el partido demócrata cristiano de Venezuela, Copei.
Caldera expresó también preocupación por el rumbo que habían tomado los partidos políticos y alertó a los socialcristianos sobre su papel a jugar:
(…) los socialcristianos tienen una gran responsabilidad porque Venezuela siente dolor cuando ve que sus partidos políticos, aquellos en los que puso su confianza, no son como deben ser: baluartes de la democracia, pilar de la verdad, defensa de la honestidad(…), sino que son organizaciones clientelares de un pragmatismo desconsolador cuyos voceros dicen una cosa hoy y otra mañana de acuerdo con las circunstancias, perdiendo la fe de aquellos que deberían ser guiados con sus palabras hacia un destino más justo y hacia una Venezuela mejor.
(El Nacional, 28-6-92, D/2 [Política]).
Terminó atacando tanto a la generación del 58 como a la del 46, se quería distanciar de ellas, incluso dejó entrever cierto sacrificio al hacerlo pues, de lo contario, se vería el país en grave peligro:
Denunció que las generaciones intermedias no dieron la talla y se decidieron a disfrutar del poder y preocupándose más por sus propios intereses y sus conveniencias y por ello hemos tenido que salir a rescatar el país los que ya estaríamos tal vez escribiendo nuestras memorias. (Ídem).
La intranquilidad de Caldera por el desempeño de la dirigencia copeyana y política en general era evidente y no se le puede negar que quisiera, en lo posible, mejorar las condiciones de vida del venezolano.
El doble juego.
Rafael Caldera, en la asamblea política en Maracaibo dirigida a sectores de la base copeyana concluyó su alocución diciendo: “(…) con el apoyo de copeyanos y venezolanos, así como de amigos y compañeros y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, vamos a echarle pichón”. (El Nacional, 28-6-92, D/2 [Política]).
Los conocedores del “argot” copeyano, saben que esta es la consigna más emblemática de Caldera y con ella ha cerrado todas sus campañas electorales. Fue una frase con suerte, caló al punto de convertirse en una consigna amuleto. Al pronunciarla al cierre de esta asamblea de copeyanos “rasos”, selló el lanzamiento de su candidatura. Todavía faltaría un año para formalizarla, pero desde este momento en Maracaibo el propósito de Caldera fue atraer a sus filas al máximo de seguidores copeyanos, sin importarle la procedencia.
En este momento de la historia, Caldera gozaba no solo de su prestigio tradicional, sino también del usufructuado a raíz de su intervención el 4 de febrero de 1992 y la sorpresiva “comprensión” del intento golpista de Hugo Chávez. Fue sorpresiva para el país, pero era algo latente. ¿Por qué él supo hacerlo y no así el resto de la dirigencia nacional? Porque, esta vez, su edad y su conocimiento del mundo político fueron cruciales. Demostró ser arrojado y sagaz, entendió el momento y lo supo aprovechar, algo que los demás no osaron hacer. También tuvo suerte, como ya comenté con anterioridad. Pero, lo más importante, es que ya no se sentía comprometido hacia nadie, ni hacia el gobierno de Carlos Andrés Pérez, ni hacia los partidos políticos y menos hacia Copei. Cuando Caldera le habló al país desde el hemiciclo, le estaba hablando al país sin barrera alguna. Esa ventaja fue definitiva y decisoria. Acaparó la atención de todos los descontentos, el país estaba cansado, el pueblo estaba cansado y Caldera tuvo la visión de acaparar ese espacio. No era el momento de Venezuela para aplaudir a un golpista, pero sí la oportunidad para alguien como Rafael Caldera tomar prestado el descontento y hacerlo suyo.
De manera que cuando en la asamblea de Maracaibo fueron convocados copeyanos rasos o no tan rasos y Caldera lanzó el grito de guerra: “Vamos a echarle pichón”, la alta dirigencia copeyana debió sentir un verdadero sobresalto. Las encuestas venían favoreciendo al candidato que Copei lanzase a las elecciones de 1993 dado el desgaste de Acción Democrática y del gobierno de Carlos Andrés Pérez. Entre otras cosas, porque el bipartidismo AD-Copei se mantenía y Copei era la única opción en el futuro inmediato. Pero, en el espectro político venezolano luego del intento de golpe de Estado, las reglas de juego habían empezado a cambiar. El declive de los partidos se fue haciendo cada vez más palpable, la dirigencia nacional más desprestigiada y su credibilidad debilitada. ¿Habría tenido la misma oportunidad Caldera de acaparar la atención nacional de no haber irrumpido Hugo Chávez en el escenario? Probablemente no tal como sucedió; sin embargo, el deterioro de las instituciones y del liderazgo partidista luego del 27 de febrero de 1989 y del 4 de febrero de 1992, abrió espacio a quien mejor interpretara el momento y se atreviera a correr el riesgo y la responsabilidad de hacerlo ¿Y quién fue el único dispuesto a arriesgar el todo por el todo? Rafael Caldera.
Acción Democrática y Copei eran los primeros cuestionados y Caldera lo sabía, de allí su ataque a las cúpulas desde un inicio. Él conocía que su espacio político dentro de las rigideces estructurales partidistas no tenía cabida y su diseño fue acertado. Apeló a todos los “desplazados”, los sin rumbo, sin voz, sin presente ni futuro. Para junio de 1992, Caldera ya contaba con el apoyo del MAS, del MIN, de ORA, del MEP y de algunos otros pequeños grupos. Sin embargo, ¿cuál era el coto que Caldera buscaba por encima de los demás? Buscaba “su” partido al cual no le era fácil el acceso en los últimos años por el fuerte domino de los cuadros dirigentes. No obstante, Caldera sabía que podía contar con sectores del partido. Su juego fue acapararlo rápido, lo más rápido posible, antes de que Copei seleccionara su candidato a las elecciones presidenciales de 1993.
Insisto en una pregunta que hice anteriormente: ¿por qué tardó tanto el oficialismo copeyano en convocar a la elección de su representante a los comicios de 1993, teniendo en cuenta la ambición ya constatada de Rafael Caldera de lanzarse por su cuenta, con o sin Copei? Puedo sugerir varias razones: 1) No vislumbraron o no reconocieron la importancia que estaba cobrando la figura de Caldera dentro y fuera del partido; 2) la lucha interna por la candidatura les hizo perder tiempo precioso; 3) desvalorizaron el descontento —por decir lo menos— del electorado a nivel nacional, por la mala conducción del país, tanto del gobierno como de la oposición. Todos fueron errores acumulados en beneficio de Caldera. Mientas tanto, éste aprovechó las pugnas internas para acaparar espacio y atacó a las cúpulas gubernamentales y partidistas.
Los días previos al 4 de febrero de 1992, la alta dirigencia de Copei capitalizaba el desgaste del gobierno de Carlos Andrés Pérez, aparecía como la alternativa más probable y así era percibido el partido a nivel nacional. Pero, ¿era tan frágil el partido Copei para que un intento de golpe cambiara su futuro? Así fue, pero no porque fuera frágil Copei solamente, sino también Acción Democrática y todos aquellos actores políticos que se identificaran con el poder detentado durante los últimos treinta y cinco años. Tantos años de incumplimiento de promesas electorales y desvío de responsabilidades habían desgastado a los partidos políticos tradicionales.
El segundo gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez (1989-1993) le había brindado a Rafael Caldera el escenario ideal para actuar el rechazo indignado, tal como lo relató el periodista Eleazar Díaz Rangel:
Como esos años fueron de dificultades económicas, con grandes efectos sociales, con el incremento de los precios y la depauperación de buena parte de la población, denuncias de la corrupción impune, de incremento de la inseguridad en todas las ciudades, e incertidumbres respecto al futuro de la gente, la palabra de Caldera empezó a ser percibida como algo esperanzador, como sucede en momentos de crisis cuando siempre se mira hacia el más experto. (El Globo, 12-6-93, p. 18 [Análisis]).
Proclamación de Rafael Caldera.
A principios de junio de 1993, Rafael Caldera, en la I Asamblea Nacional del Calderismo celebrada en el balneario Los Caracas, Estado Vargas, aceptó abiertamente el reto de una nueva “aventura”. Ofreció respaldarla con responsabilidad, aportando experiencia y conocimiento. La nueva “convergencia” de partidos surgía para enfrentar los males de la sociedad:
A pesar de ser un acto de proclamación, Rafael Caldera no habló de su candidatura, ni de la Presidencia. A lo sumo dijo que ‘aceptaba la responsabilidad’ y que se lanzaba en una ‘maravillosa aventura’. (El Diario de Caracas, 6-6-93, p. 22 [Política]).
El mensaje continuó siendo ambiguo:
(…) la convergencia que se estaba realizando no era un movimiento contra nadie, sino contra la corrupción, contra la inseguridad personal, contra la pobreza, contra el engaño. Es una convergencia para servir a los grandes ideales que dieron razón de ser a la democracia venezolana (…). (Ídem).
Pareció ambiguo porque dijo que su movimiento no iba contra nadie; sin embargo, llevaba meses descalificando a los partidos políticos y a sus cúpulas y, en particular a Copei. Rafael Caldera arrastró a su candidatura a un gran número de dirigentes copeyanos quienes, en su momento, enfrentarían las consecuencias:
Abdón Vivas Terán, Julio César Moreno, José Miguel Uzcátegui, Juan José Caldera, Edecio La Riva Araujo, el resto de los 1500 dirigentes copeyanos que proclamaron la candidatura del ex Presidente y, por supuesto, el propio Rafael Caldera, se pusieron en los límites de la ley copeyana y ahora corren el riesgo de la expulsión. Según los estatutos del partido verde quienes apoyen una candidatura extra Copei quedan automáticamente fuera de la organización. (Ídem).
El mensaje fue hasta último momento muy impreciso. Faltaban poco más de cinco meses para las elecciones presidenciales y Caldera aún insistía en confundir al electorado: “El argumento es el de la propiedad privada del partido porque los calderistas dicen que ellos son el verdadero Copei y que ahora se sienten más copeyanos que nunca, mientras los del Copei oficial dicen lo propio”. (Ídem).
Rafael Caldera, en el balneario del litoral varguense, hizo todo lo usual de un candidato presidencial y como tal se comportó, salvo en un pequeño detalle: se le olvidó decir: “soy candidato presidencial y me estoy lanzando fuera de Copei”.
¿Por qué no dijo Caldera abiertamente: “Quiero ser el próximo Presidente de Venezuela y por ello lanzo hoy mi candidatura?”. Porque ésa sería su estrategia. Si hubiese lanzado abiertamente la candidatura, habría significado la ruptura definitiva con Copei generada por él por y por nadie más que él. Y no podía darle regalo tal a la dirigencia copeyana. Mientras que si dejaba un halo de imprecisión en sus palabras y actuaciones, obligaba a la dirección del partido a pronunciarse, y a diferenciarse. Tal y como ocurrió. Caldera actuó como un maestro de la estrategia política.
Tres días después de la proclamación de Rafael Caldera como candidato “convergente”, Oswaldo Álvarez Paz declaró ante los medios:
Considero que ya es hora de hablar claro, dejar a un lado los disimulos. (…) ‘cuando se actúa de manera contraria a los principios, a las normas establecidas y aceptadas por todos y a los reglamentos que dirigen una organización, y calculadamente se trabaja para hacerle daño, incurre en traición’. (El Diario de Caracas, 9-6-93, p. 24 [Política]).
Mencioné anteriormente que Álvarez Paz le había ofrecido su apoyo a Caldera si se lanzaba como candidato copeyano. El rechazo de éste y su candidatura fuera del partido, como es lógico, enfureció a Alvarez Paz y sin ambages le dejó traslucir en sus declaraciones de ese momento:
(…) no confió en su propia gente, no confió en su propio Partido, en la sociedad civil, al pensar que nadie atendería el llamado a participar en este proceso. Ahora desconoce los resultados. (…).
(…) esa actitud afecta a Copei como a él. En consecuencia asume la responsabilidad de hacer respetar la voluntad de casi dos millones y medio de venezolanos. Quienes pusieron en mis manos la bandera de la renovación ética y material de este país. Ese trabajo vamos a empezarlo poniendo orden en nuestra propia casa. Que se sepa que en Copei se acabó la guachafita anárquica. La falta de autoridad, la confusión y la traición. (…). (Ídem).
Estas últimas palabras de Álvarez Paz reflejan mucha rabia. Y continuó diciendo: “Lo ético por parte de Rafael Caldera y sus seguidores es que si él considera que debe ser candidato presidencial, por encima, al margen o contra el partido, es renunciar a Copei e irse”. (Ídem).
Algo que Caldera no tendría pensado hacer pues si renunciaba expresamente al partido fundado por él y del cual fue Secretario General durante dos décadas, se podría interpretar como un abandono a su gran proyecto de vida. Caldera no se podía dar ese lujo, no podía prescindir de parte del electorado copeyano y una vez más, con sagacidad e inteligencia, traspasó el peso de esa decisión a conciencia de otros.
Exclusión de Rafael Caldera del Partido Copei.
El Comité Nacional de Copei decidió aprobar la exclusión de Rafael Caldera del partido de forma unánime con la única excepción de Luis Herrera Campíns. De esta manera, se borraba su nombre de las listas de militantes del partido al haber organizado una estructura aparte sin aceptar medirse internamente. Esta actitud perjudicaba al candidato Álvarez Paz y al partido. Inicialmente, Gustavo Tarre y Haydée Castillo de López propusieron la expulsión de Caldera, a secas, sin miramientos. Pero, finalmente, prevaleció la propuesta del presidente del partido, Hilarión Cardozo, quien aconsejó cambiar el término de expulsión por el de “exclusión”. (El Nacional, 8-6-93, D/1 [Política]).
Al preguntársele a Hilarión Cardozo por qué había rechazado, al igual que José Antonio Pérez Díaz, la fórmula de “expulsión”, respondió de manera algo confusa:
— ¿Acaso es necesario declarar la expulsión de quien organiza un movimiento fuera del partido para ir contra el candidato? ¿Es que puede alguien ser y no ser; puede alguien ser miembro de Copei y organizar un movimiento contra Copei? Además, las normas de la simple lógica y el manejo ético de una situación política nos lleva a declarar que hay dos movimientos: uno fuera de Copei que postula a Caldera y otro, dentro de Copei que postula a Álvarez Paz. (Ídem).
A Cardozo no pareció preocuparle mayormente esta medida, ni sus graves consecuencias ya que: “(…) descartó de plano que esta decisión desencadene un proceso de división en Copei, precisando que solo se trata de un trámite administrativo”. (Ídem). Habrá a quien le parezca que la exclusión de los registros del partido Copei de su fundador Rafael Caldera es más que un “simple trámite administrativo”, y entre esas personas me cuento yo. Me resulta igualmente inverosímil que Cardozo no viera, o no aceptara ver, problema de división alguno.
A partir de la exclusión de Caldera de las filas de Copei se procedió a declarar en emergencia los tribunales disciplinarios a nivel nacional. Esto significaba que todo militante identificado con el candidato “extra partido” quedaría automáticamente excluido de los registros copeyanos.
Hilarión Cardozo, finalmente, justificó la exclusión de Caldera porque era inaceptable su mensaje:
(…) desde el momento en que ‘Caldera y el equipo que lo acompaña sostiene que su líder es candidato de la base y Oswaldo Álvarez Paz del cogollo, eso nos obliga, por seriedad, a decirle al país que indubitablemente Copei tiene un solo candidato’. (El Nacional, 10-6-93, D/6 [Política]).
Y tal como enunciamos anteriormente, Caldera logró su propósito. Él no fue quien abandonó a su partido, fue Copei quien tomó la decisión de excluirlo de sus listas. Así lo afirmó: “Me siento en la necesidad de decir que es una decisión adoptada por el cogollo que controla la vida de Copei (…)”. (El Globo, 9-6-93, p. 3 [Política]).
Rafael Caldera esperó la decisión de ser apartado de Copei para declarar seguidamente ante los medios televisivos:
El caudaloso movimiento de militantes y simpatizantes de la democracia cristiana en Venezuela, saben que mi posición es cónsona con los principios, fundamentos y lineamientos adoptados por el partido Copei desde su fundación, los cuales han sido tergiversados por los males que han invadido en Venezuela a muchas organizaciones políticas, incluyendo desgraciadamente a Copei, es decir, los males del pragmatismo, el clientelismo y el acomodatismo a la circunstancia, que le han hecho perder la credibilidad y la confianza del país. (Ídem).
Luego pronunció una frase muy impactante y emotiva, con la voz entrecortada: “(…) ‘pueden borrar mi nombre de los libros de militancia, pero no del corazón de los copeyanos’ ”. Y continuó: “(…) ‘no podrán destruir una lucha de muchos años, como tampoco podrán, con medidas disciplinarias, conminar a los socialcristianos, a que voten contra sus sentimientos y convicciones’ ”. (Ídem).
Me llamó particularmente la atención el comentario que hizo sobre una posible división de Copei a partir de la doble candidatura socialcristiana:
(…) con la situación actual se plantea una disyuntiva clara entre la dirección del partido y su opción candidatural. Sin embargo, garantizó que se esforzará para evitar que, superada la coyuntura electoral, se produzca una ruptura definitiva. (Ídem).
¿La ruptura no la consideró todavía definitiva? Una vez más una comunicación confusa al no reconocer su ruptura con Copei a cuya dirigencia, por lo demás, no había hecho sino insultar y atacar en cada ocasión. Caldera pretendió hacerle creer a los militantes seguidores de su candidatura que la situación era coyuntural, que la división no existía y dejó la puerta abierta sin especificar la esencia del esfuerzo post electoral.
Fin de la hegemonía AD-Copei.
El triunfo de Rafael Caldera fue un golpe muy duro para Copei. A pesar de tantos desencuentros, el partido esperó siempre su apoyo a la candidatura de Álvarez Paz.
Sin embargo, quienes lo conocían bien, debían saber que un dirigente de su talla, de su trayectoria, y también de su orgullo, jamás volvería a Copei. Al reconocer Rafael Caldera la fortaleza de la maquinaria partidista, no le quedó otra opción salvo construir una nueva plataforma. A este respecto Teodoro Petkoff comentó:
Estoy hablando de la percepción que tengo de Caldera hoy, después del 4-F y el 27-N. Antes del 4-F y del 27-N nosotros habíamos comenzado a mostrar interés en Caldera cuando era todavía uno de los tres candidatos, y no el que aparecía mejor en las encuestas. Pero habíamos comenzado a mostrar interés en él porque para ese entonces también la coyuntura nos parecía que exigía un hombre como Caldera, en base a estos aspectos que siguen vigentes hoy (…). (El Diario de Caracas, 4-2-93, p. 20 [Política]).
Otro alto dirigente del MAS asomó la esperanza perseguida por la izquierda venezolana durante décadas: desplazar al bipartidismo AD-Copei. Y así vio el apoyo a Rafael Caldera:
Como la posibilidad de derrotar al bipartidismo, que estaría incapacitado para realizar los cambios que el país demanda, calificó Freddy Muñoz el lanzamiento de Rafael Caldera como candidato presidencial del MAS. (El Nuevo País, 15-6-93, p. 6 [Política]).
Luego del MAS se adhirieron otros pequeños partidos cuyo razonamiento probablemente fue el mismo de Petkoff y de Muñoz. No tenían nada que perder y se les abría, inesperadamente, la oportunidad de apoyar a un candidato con trayectoria, experiencia y posibilidades de vencer. Al inicio quizás nadie tuviese claro un eventual triunfo de Caldera, pero el desprestigio de los partidos políticos los animó a colocar su apuesta en la aventura.
Caldera, una vez lanzada su candidatura, apoyado por el MAS y otros pequeños partidos, pero no por Copei, obviamente generó la división del partido “demócrata cristiano” venezolano. De haber aceptado Caldera hacer borrón y cuenta nueva con la dirigencia copeyana que lo había atacado en 1987, de haber asumido nuevamente el riesgo de ser derrotado en unas elecciones internas, aunque ese riesgo fuese casi inexistente, y si, una vez elegido candidato del partido para los comicios de 1993, le hubiera puesto a esa campaña el empeño, el esfuerzo y el trabajo descomunal que le puso a su campaña extra partidista, “su” partido habría podido vivir el gran momento de la democracia cristiana en Venezuela. Copei habría podido finalmente dejar de ser el partido “segundón” siempre detrás de Acción Democrática.
Triunfo de Rafael Caldera y repercusiones en Copei.
El 5 de diciembre de 1993, Rafael Caldera ganó las elecciones presidenciales con el 30,46 % de la votación nacional; Oswaldo Álvarez Paz logró el tercer lugar con el 22,73 %. La abstención fue del 39,84 %. (http://www.cne.gov.ve/web/documentos/estadisticas/e006.pdf, [21-4-2011]).
Oswaldo Álvarez Paz, en conferencia de prensa convocada tras su derrota, demostró preocupación, entre otras cosas, por el “piso débil” con el cual iniciaba Rafael Caldera su gobierno y por la gran abstención electoral como reflejo de la falta de credibilidad en el sistema político venezolano. Instó a Copei a hacer mayor y mejor oposición aunque no ofreció ningún apoyo al nuevo presidente de la República. Aceptó el triunfo de Rafael Caldera sobre la base de una mejor interpretación tanto de la corriente anti partidos como de la corriente anti corrupción. Días más tarde, Álvarez Paz reconoció que enfrentarse a un contendor como Rafael Caldera había sido un peso demasiado fuerte. Reconoció de igual forma el fracaso de Copei como partido opositor, pues de haber realizado una labor eficiente y competente durante los últimos diez años, estaría gobernando, y concluyó: “La tragedia de la última década fue que la oposición fue tan mala como los gobiernos”. (El Nacional, 10-12-93, D/2 [Política]). Y como tal dejó ver su preocupación: “(…) por el hecho de que más del 50 % de los venezolanos aptos para votar no lo hicieron, incluyendo la abstención electoral, los votos nulos y los que no se inscribieron en el Registro Electoral”. (Ídem).
E igualmente, “Llamó la atención sobre el hecho de que ésta es una situación delicada que obliga al gobierno y a la oposición a hacer un enorme esfuerzo por darle legitimidad creciente a la etapa que se inicia”. (Ídem).
Ese piso frágil con el que inició Rafael Caldera su segunda presidencia fue una señal muy significativa del hundimiento del sistema de partidos en Venezuela y de la fragilidad del sistema político en general, situación que pondría en evidencia cinco años más tarde en forma dramática.
Álvarez Paz no demostró interés en colaborar con el gobierno de Caldera: “Sería hipócrita si digo que estoy dispuesto a trabajar ahí”. (Ídem). Pero al Presidente Caldera no le hizo falta, ya que no fueron llamados a colaborar ni los militantes de Copei y menos su dirigencia, salvo aquellos que renunciaron al partido.
La frustración de Álvarez Paz ha debido ser apabullante, semejante a la sufrida por Eduardo Fernández al pasar Caldera “a la reserva”. El “abandono del padre” frenó la carrera política de sus dos delfines predilectos. ¿Qué habría ocurrido si en las elecciones de 1993 se hubiese presentado un solo candidato socialcristiano? No sería desacertado deducir, en virtud de los resultados finalmente conocidos, que el porcentaje de sufragios favorables a Copei habría superado el 50 % del total escrutado y, por ende, su triunfo
Eduardo Fernández, a su vez, reaccionó con altura y formalismo. Propuso a Copei y al resto de las fuerzas políticas:
(…) ofrecer un amplio voto de confianza o que se aperture ‘una carta de crédito amplio’ a la administración del Presidente electo, Rafael Caldera, para que cumpla con su promesa electoral ‘porque en Copei apostamos al éxito de este gobierno y no a su fracaso’. (El Nacional, 10-1-94, D/1 [Política]).
Luego matizó un poco el apuntalamiento al aclarar éste debía hacerse “(…) desde el Congreso, desde la calle, y Copei no debe autorizar a ningún militante a formar parte del gobierno pero sí comprometerse en la línea de respaldo a las políticas fundamentales de la nueva gestión”. (Ídem).
No obstante, Álvarez Paz discrepó de “(…) la proposición de Eduardo Fernández, de respaldar las posiciones del gobierno de Rafael Caldera. Enfatizó que Copei “no puede ayudar al otro a que se cocine en su propia salsa” y no puede “ser cómplice de los errores del nuevo gobierno”. (El Nacional, 10-12-93, D/2 [Política]).
Las tres afirmaciones de Álvarez Paz son muy reveladoras. La primera, el reconocimiento a Rafael Caldera por haber captado mucho mejor los sentimientos anti partido y anti corrupción, dos de sus principales lemas de campaña. (El Nacional, 12-1-94, D/1 [Política]). La segunda, la sensación de no haber recibido de su partido el respaldo esperado durante el proceso electoral, pues si Copei hubiera cumplido a cabalidad sus roles en ese tiempo, habría sido Gobierno. Y, finalmente, el agradecimiento a Eduardo Fernández por brindarle su apoyo. (El Nacional, 10-12-93, D/2 [Política]).
Resulta interesante el comentario sobre el apoyo brindado por Eduardo Fernández, por dos razones. Primero, porque destacó que en efecto el ex secretario general lo había acompañado después de perder la precandidatura y que lo había auxiliado en aquellos estados donde Álvarez Paz era más débil. Y segundo, por el hecho de que cuando Fernández ganó la nominación en el Poliedro en 1987, Álvarez Paz se había plegado a la causa de Rafael Caldera, y no había apoyado al candidato copeyano ganador. La estrategia de Álvarez Paz había sido la de esperar la siguiente oportunidad, de allí sus reservas y el poco interés en esos momentos de favorecer el triunfo de Fernández. Éste demostró ser un poco más disciplinado que sus copartidarios y que el mismo Álvarez Paz. Y menos rencoroso que Caldera.
Copei fue un partido rico en algo que muchos carecen: dirigentes capacitados. En Copei los hubo en exceso, unos con dominio de la estructura partidista, otros más atractivos electoralmente, otros más populistas. Pero esta riqueza, que ha podido ser la garantía de la permanencia del partido en la lid política de Venezuela, fue asimismo una de las causas más dramáticas de su desaparición porque ninguno de esos dirigentes, que habían trabajado desde muy jóvenes labrando su carrera dentro del partido, supo darle prioridad al interés del partido por encima de su ambición de poder personal. A ninguno le gustó ceder terreno en función de otro, aun cuando ese “otro” fuese el candidato triunfador. En vez de apoyarlo como hubiese sido su deber de copartidarios, optaron por seguir una agenda política propia, atacando al vencedor, o inhibiéndose a la hora de apoyarlo. Al perder la noción de grupo, sucumbieron también como individuos.
El leit motiv “Copei es el único partido que no se divide” terminó siendo un gran engaño. El incidente del “hombre del maletín” en 1973 dio origen a las sucesivas divisiones y subdivisiones del partido, abiertas o encubiertas. Copei no logró ser un partido más sólido, entre otras razones, por las rencillas internas, por abandonos y deslealtades que lo llevaron a fracasos electorales innecesarios.
En declaraciones ofrecidas a un diario capitalino al mes de las elecciones de 1993, Álvarez Paz denunció: “(…) Copei es hoy un partido ‘traumatizado y confundido por la primera gran división de su historia’ ”. Y a continuación lanzó un ataque muy fuerte a la dirección del partido: “(…) ha sido la estructura, el estilo y los mecanismos operacionales de una dirección que luce agotada, fuera de sitio y sin el aliento que el país reclamaba para las tareas del futuro inmediato”. (El Nacional, 12-1-94, D/1 [Política]).
Y como corolario, un llamado de buenos propósitos:
Copei necesita cambiar profundamente. Actualizarse. Relanzarse con criterio refundacional. Renovar y restructurar sus cuadros y modernizar sus métodos y procedimientos operativos. Hay que darle paso a las nuevas generaciones sin cálculo ni mezquindad. Todo debe revisarse. El primer objetivo del cambio debemos ser nosotros mismos: el Comité Nacional de Copei. (Ídem).
Un comentario a todas luces clarividente, pero también a todas luces tardío. ¿Renovar con quiénes? ¿Refundar a partir de cuáles nuevos principios y programas? Copei se estaba agotando a todo nivel y los años venideros lo demostrarían a cabalidad.
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Notas al pie
(38) Luego de la exclusión de Rafael Caldera de Copei, diversas encuestas revelaron que él so- brepasaba en intención de voto al candidato oficial del partido, entre ellas las del IVAD: OAP 22,6 %-RC 26,3 % (julio 1993); OAP 22,3 %-RC 31,2 % (agosto 1993); OAP 22,0 %, RC 30,3 % (septiembre, 1993); OAP 23,3 %, RC 32,6 % (octubre, 1993); OAP 17,7 %, RC 30,8 % (noviembre, 1993) (en Félix Seijas, op.cit., p. 240).
(39) Aunque no es descartable que un porcentaje de los votos de Caldera hubiesen ido a Andrés Velásquez, (candidato del partido de inspiración marxista, la Causa R) y no a Álvarez Paz de no haberse presentado él a la elección, ya que Velásquez encarnaba una candidatura antagónica al bipartidismo de AD y Copei.
(40) Para el debate sobre la unidad en Copei, ver Carnevali (1992).
El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei |
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El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei / 2.6. Oswaldo Álvarez Paz frente al “abandono del padre”, a la debilidad institucional de Copei y al desprestigio de los partidos.
2.6. Oswaldo Álvarez Paz frente al “abandono del padre”, a la debilidad institucional de Copei y al desprestigio de los partidos.
Candidatura “extra partido” de Rafael Caldera. El doble juego. Proclamación de Rafael Caldera. Exclusión de Rafael Caldera del Partido Copei. Fin de la hegemonía AD-Copei. Triunfo electoral de Rafael Caldera y repercusiones en Copei.
Los tres precandidatos a las elecciones primarias del partido Copei: Eduardo Fernández, Oswaldo Álvarez Paz y Humberto Calderón Berti, 25-4-93. En seg
Oswaldo Álvarez Paz, candidato presidencial del partido Copei (1993)
Oswaldo Álvarez Paz reacciona ante la candidatura presidencial de Rafael Caldera. Lo acompañan Leonardo Ferrer y Ramón José Medina (9-6-93)
Toma de posesión de Rafael Caldera, 2-2-94. Le impone la banda presidencial el presidente saliente, Ramón J. Velásquez
Introducción
Oswaldo Álvarez Paz hubo de enfrentar el reto más difícil para un candidato copeyano. Nada más y nada menos que encarar al ex presidente Rafael Caldera en el ruedo electoral. Nunca perdió la esperanza de lograr el apoyo del “padre”; sin embargo, ese apoyo, no solo no llegó nunca, sino que el “padre” lo retó desde una candidatura fuera de Copei.
Este enfrentamiento habría de convertirse en un fardo tan pesado para
Álvarez Paz que llegó a llamar “traidor” y “ladrón” a Caldera. Paralelamente a esta desventaja inicial, se sumaría el desprestigio de los partidos políticos y de los poderes públicos en general, aunado a la resistencia a cambios profundos por parte de las cúpulas partidistas.
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Oswaldo Álvarez Paz frente al “abandono del padre”, a la debilidad organizacional de Copei y al desprestigio de los partidos.
Oswaldo Álvarez Paz en gira por el estado Barinas y tras las primeras declaraciones de Caldera a su regreso de Nueva York cuando dijo negar su apoyo a quien pudiera representar las nefastas políticas del gobierno de Carlos Andrés Pérez, comentó: “Me cuesta entender la actitud de Rafael Caldera y sería falso si digo que no me preocupa esta posición (…)”. (El Nacional, 2-5-93, D/2 [Política]). Y, más desconcertado aún, expresó: “(…) la historia está llena de casos de alumnos que abandonan a sus maestros, pero no de maestros que abandonan a sus alumnos”. (Ídem).
Si ya Caldera había actuado de esa forma con Eduardo Fernández, ¿por qué no iba a hacerlo con él? Poco a poco el lenguaje y la actitud de Álvarez Paz fueron cambiando. Al inicio se mostró afectuoso y respetuoso, más adelante perturbado y, finalmente, enfurecido, como lo demostró en las afirmaciones siguientes:
La actitud del candidato del MAS en contra del 25 de abril, de la soberana decisión de Copei y de los independientes de Venezuela, plantea un cuadro de deslealtad institucional y política como no recuerdo en la historia contemporánea de Venezuela. Ha sido solapada y maliciosa. Trata de presentar las cosas como si el partido tuviera dos candidatos. Uno oficial y cogollérico que sería yo, y otro de la ‘calle’, del ‘pueblo’ que sería él. Eso no es ni más ni menos que una farsa. En cualquier parte del mundo se llamaría traición. (El Universal, 13-6-93, 1-18).
Y, como si hubiera sido poco llamarlo “traidor”, añadió:
En fin, lo que quiero decir es que quien roba es un ladrón. Quien mata es un asesino (…). (Ídem).
Esta declaración contrasta con la que había hecho dos meses antes:
Sea cual sea la decisión, resuelva Caldera apoyarme o no apoyarme, lanzar su propia candidatura o haga lo que haga en esta coyuntura electoral, yo procuraré siempre en las cosas fundamentales tener cerca a Rafael Caldera, ahora como candidato y después como Presidente. Creo que su experiencia, su entereza, todavía es útil para el país (…). (El Globo, 27-4-93, p. 7 [Política]).
Álvarez Paz fue el único alto dirigente de Copei en atreverse a calificar abiertamente a Caldera de traidor. De una u otra manera, todos los demás se cuidaron de evitarlo por prudencia o con la esperanza de absorber sus votos por alguna circunstancia imprevista. Incluso pareciera que a veces pecaran de ingenuidad, pero no era ingenuidad, sino el deseo de mantener una puerta abierta. El único que la cerró fue Álvarez Paz, cuando faltaban seis meses para las elecciones y el juego era o todo o nada. Llegado este momento, para el candidato copeyano la suerte estaba echada y ya no hubo contemplaciones hacia Caldera porque éste tampoco las tuvo hacia él, ni hacia el partido, ni hacia nadie que no lo apoyase.
Álvarez Paz, dirigente copeyano desde muy joven, formó parte activa del sistema político-partidista democrático al ocupar posiciones muy importantes, entre ellas la Presidencia de la Cámara de Diputados durante el gobierno de Rafael Caldera y otros altos cargos a lo largo de su extensa carrera parlamentaria. Sin embargo, pasados los años y proclamado candidato oficial del partido Copei, se hizo muy crítico de las instituciones del Estado, de sus actores principales y de la mala percepción que se tenía de ellos: “ ‘(…) lo que se rechaza y cuestiona es la ineficiencia del sistema, la ineficacia de quienes van teniendo la responsabilidad de accionar los instrumentos del sistema para que funcione’ ”. (El Diario de Caracas, 17-6-93, p. 2 [Suplemento Especial No. 1, “Oswaldo del Zulia a Miraflores”]). Y, más adelante:
Si el Gobierno no gobierna o gobierna mal, si el Congreso no legisla o legisla mal o a destiempo y no controla, y si la administración de justicia está corrompida (…) [paréntesis en el original] es porque el cuadro de deterioro en el cual nos movemos es sumamente grave. (Ídem).
Un año antes, en el programa de entrevistas de Marcel Granier en Radio Caracas Televisión, refiriéndose al aislamiento de la clase política anclada en sus privilegios, Álvarez Paz comentó:
Estoy absolutamente convencido de que la República necesita de cambios radicales muy profundos en las estructuras de sus instituciones. Cambios que por la vía normal, por la vía ordinaria, parecieran muy difíciles de lograr en un país que tiene un establecimiento político muy impermeable a los cambios y que ha reposado durante mucho tiempo sobre la base de privilegios que los han despegado del resto del país; (….). (Ibídem, p. 3).
Un buen ejemplo para ilustrar “la impermeabilidad a los cambios” fue el preámbulo de las elecciones legislativas, esto es, la confección de las planchas de los candidatos copeyanos al Congreso Nacional. La alta dirigencia insistía en reservarse los mejores circuitos electorales en vez de ser elegidos los candidatos por la base del partido, tal como contemplaban los estatutos. Solo en casos de excepción podían el Comité Nacional o el Regional escoger a dedo los postulantes. Sin embargo, se continuó manipulando las planchas en función de intereses personales o políticos excluyentes. La cúpula se preocupó más en garantizarse el mayor número de curules que en trabajar por su candidato. A cinco meses de las elecciones presidenciales aún no se le había dado inicio formalmente a la campaña presidencial.
El Comité Nacional, bajo el liderazgo de Eduardo Fernández, no consultó a las bases para la elección de los candidatos de cada estado, sino que actuó por vía de excepción:
(…) acordó, 26 votos contra dos, dejar los estatutos partidistas tal y como están, en lo que se refiere a la facultad que tiene ese organismo de designar, y no someter a una consulta de base, a los candidatos a cargos de elección popular, cuando así lo consideren las dos terceras partes del Comité. (El Nacional, 4-5-93, D/1 [Política]).
Votaron en contra sólo dos miembros del Comité Nacional: Paciano Padrón y Douglas Dáger. Donald Ramírez, Coordinador Nacional de Organismos Regionales, consignó ante el Comité Nacional una comunicación muy crítica a la cúpula partidista:
(…) se manifiesta inerte, ciega y sorda respecto a lo acontecido en el país, actuando mediante una manipulación de la legalidad estatutaria que contradice los propósitos reivindicativos proclamados con la actuación retórica (…). (El Nacional, 29-6-93, D/2 [Política]).
Y continuó: “(…) la sana lógica política en la designación de los aspirantes se sustituyó por la satisfacción de intereses personales o de grupo o por meras retaliaciones”. Señaló, igualmente: “(…) en esta oportunidad se han presentado las ‘postulaciones más excluyentes y cerradas’ de toda la historia de Copei”. Y como conclusión:
He dejado para el final lo que considero uno de los aspectos más lamentables de este proceso: el de continuar calificando a los compañeros de acuerdo a la vinculación que hubiesen tenido en la campaña presidencial interna (…). (Ídem).
En una reunión del Comité Nacional, el diputado Leonardo Ferrer, fuerte seguidor de Álvarez Paz, se retiró molesto porque “(…) los miembros del Comité Nacional de Copei están más preocupados por mantener sus posiciones y sus curules, que por defender la candidatura de Oswaldo Álvarez Paz (…)”. (El Nacional, 22-6-93, D/1 [Política]).
Luego de dar a conocer la conformación inicial de las planchas de Copei para cuerpos deliberantes se pudo comprobar la insistencia del eduardismo en continuar imponiendo su voluntad y así conservar las riendas del partido:
Se critica que luego de los esfuerzos que se hicieron contra reloj para derrotar a Eduardo Fernández en la contienda interna, ahora la corriente de Oswaldo Álvarez Paz haya sido relegada, de modo que el eduardismo, a través de la práctica de la aplanadora, sigue manteniendo el control del aparato (…). (El Nacional, 23-6-93, D/1 [Política]).
Más preocupante aún fue el comentario del ex presidente Luis Herrera Campíns sobre la indiferencia de los dirigentes copeyanos por la situación del país al estar inmersos en la elaboración de las planchas al Congreso:
Me preocupa y así lo he manifestado a la dirigencia de mi partido, que a un mes de la defenestración del hoy suspendido Presidente Carlos Andrés Pérez, Copei no haya dedicado ni un minuto a la consideración de la nueva etapa política que está viviendo el país. (El Nacional, 23-6-93, D/1 [Política]).
Álvarez Paz de igual forma demostró su nerviosismo por la demora en arrancar la campaña electoral “(…) y además Copei no ha entrado en campaña y estoy loco porque terminemos con este brollo de las planchas para ver a mis compañeros dedicados con seriedad al trabajo electoral”. (El Nacional, 29-6-93, D/2 [Política]).
Las elecciones eran el 5 de diciembre, faltaba poco más de cinco meses y el candidato presidencial se quejaba del atraso en iniciarse la campaña. Mientras tanto, Caldera desde el mismo día en que anunció su candidatura, no dejó de trabajar un instante. Les sacó ventaja y no se vio en la necesidad de malgastar energías en rencillas y competencias internas como tampoco caer en la eventualidad donde era mucho más importante conservar o lograr un curul que llevar al candidato a la presidencia de Venezuela.
Un significativo inconveniente sufrido por Oswaldo Álvarez Paz fue su escasa identificación con el oficialismo copeyano, pues no formaba parte de la élite decisoria. A su vez, las máximas autoridades, encabezadas por Eduardo Fernández, le tenían desconfianza. Álvarez Paz criticaba el desinterés del país político por los problemas que sacudían a la nación y atacaba los personalismos o “grupalismos” ajenos al acontecer nacional.
Una vez lograda la candidatura presidencial, Álvarez Paz asistió al “Encuentro Nacional de la Sociedad Civil”, auspiciado por la Iglesia Católica. Allí declaró: “‘No era posible continuar cruzados de brazos mientras el abismo que separa al país político del país real se ensancha cada vez más’ (…)”. (El Diario de Caracas, 3-6-93, p. 22 [Economía]). Y continuó denunciando los abusos de las élites políticas:
Cerrado sobre sí mismo —el país político— atendiendo a intereses ya ni siquiera partidistas sino grupales y a personalismos insólitos, ciego y sordo ante lo que sucede en la calle, luce incompetente para dirigir la reconstrucción moral y material que el país necesita con urgencia. (Ídem).
Una iniciativa que probablemente preocupó a la directiva partidista copeyana y no copeyana fue la intención de Álvarez Paz de convocar a una Asamblea Constituyente en caso de ganar la presidencia del país.
Para la cúpula copeyana, Álvarez Paz era alguien incómodo, llegaba proponiendo vías nuevas al país, a los partidos. Sin embargo, estas vías obstaculizaban el “bienestar” establecido y obviamente han debido generar rechazo desde un principio. Es interesante especular qué sería para ese momento más importante en la dirigencia copeyana: si resguardarse en su espacio donde tenía todos los privilegios, o aventurarse a ganar la presidencia del país con Álvarez Paz y su “cambio radical”. Dado el anquilosamiento partidista en virtud de tantos años usufructuando directa o indirectamente del poder, el simple temor de perder un mínimo espacio bastaba para recelar de tanta innovación. Desafortunadamente, Álvarez Paz le restó importancia a la fuerza estructural del partido y consideró su triunfo del 25 de abril suficiente para que se le abrieran todas las puertas, o muchas más de las efectivamente alcanzadas.
Álvarez Paz, en esos momentos, abandonado definitivamente por Caldera, ni siquiera estaba seguro de contar con el apoyo de Eduardo Fernández. La soledad del candidato copeyano era evidente:
(…) malquerido por la Dirección Nacional y poco conocido por las instancias neurálgicas de la estructura ‘eduardista’, emergió ante el país como porta estandarte generacional de la renovación y de las reformas radicales. Cautivó al país, pero Copei, (…) eso es otra cosa. (El Diario de Caracas, 17-6-93, p. 8 [Suplemento Especial No. 1,
“Oswaldo del Zulia a Miraflores”]).
Sin fuerza suficiente para imponerse dentro del partido, cayó prisionero de su dirigencia:
(…) tenía pocas lealtades partidistas que, según la sapientia partidista, son esenciales a la hora de contar los votos y defender las actas electorales. De esa debilidad partió la Dirección Nacional: el candidato sería rehén del ‘aparato’; ‘él necesita la maquinaria para llegar a Miraflores’. (Ídem).
A los inconvenientes ya mencionados, hubo de sumar el de un comando de campaña prepotente, tal como lo demuestran las siguientes declaraciones:
Cierto, la maquinaria es útil, pero no indispensable. ‘Si en apenas semanas logramos montar un aparato paralelo para 8 mil mesas en las elecciones del 25 de abril, podremos hacerlo también para las elecciones nacionales’, (…). (Ídem).
No fue un buen cálculo. No es lo mismo montar mesas con fieles colaboradores en una elección primaria que organizar una campaña electoral sin el apoyo de la maquinaria copeyana en pleno. Álvarez Paz finalmente lo comprendió y buscó un jefe de campaña capaz de hacerle puente con la organización. En una reunión de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) en Costa Rica donde coincidió con Pedro Pablo Aguilar, se lo ofreció y éste aceptó. Así se garantizaría los canales de comunicación con el partido. No obstante, Pedro Pablo Aguilar no era Eduardo Fernández, es decir, si bien Aguilar era el gran conciliador, no tenía el suficiente poder dentro del partido como para imponer un apoyo irrestricto a la candidatura de Álvarez Paz.
Candidatura “extra partido” de Rafael Caldera.
La coincidencia de objetivos, y no diferencias de otra índole, había enfrentado a Rafael Caldera con la élite de la generación del 58. En realidad, los igualaba a todos la ambición de poder. Cuando Caldera los escogió como sus eventuales sucesores, no supo medir el deseo de éstos en sucederlo, lo natural en la carrera política. Tampoco nunca imaginaron Eduardo Fernández u Oswaldo Álvarez Paz enfrentarse en unas elecciones presidenciales con un miembro de su propio partido.
Rafael Caldera, a principios de abril de 1992, en una reunión con el grupo RENACE, el cual mostró interés por su candidatura, así como con los partidos Movimiento al Socialismo (MAS), Organización Renovadora Auténtica (ORA), Unión Republicana Democrática (URD) y Nueva Generación Democrática (NGD), expresó buscar una candidatura pluripartidista, pero sin medirse en Copei. Afirmó con cierta “modestia” haber intentado resistirse a la solicitud y clamor de tantos seguidores fieles y, en el fondo, su anhelo no era sino fortalecer el sistema democrático. De allí su interés en una candidatura extra partido para atraer la militancia copeyana y todo venezolano deseoso de apoyarlo. (El Diario de Caracas, 5-4-93, p. 24 [Política]). La salvación del sistema democrático y del pueblo venezolano serán una vez más las motivaciones que aducirá Rafael Caldera para seguir en la brega política a los 76 años.
A finales de junio de 1992, Caldera presidió una asamblea política en Maracaibo con sectores de la base copeyana. Allí, una vez más, como lo venía haciendo estos últimos días, se refirió a Copei como “nuestro partido”:
Este es el momento en que nuestro partido tiene que asumir la defensa de los que pasan hambre, tiene que enfrentarse a las imposiciones arbitrarias y tirantes del Fondo Monetario Internacional defendiendo los intereses de su pueblo; las aspiraciones, la satisfacción de las necesidades de una población que está pagando los abusos, los robos, la corrupción, los excesos cometidos por quienes fueron los encargados de gobernarlo; está padeciendo los rigores de una política económica equivocada que está cada vez haciendo más ricos a los que ya eran ricos y a costa de que sean pobres quienes ya eran demasiado pobres.
(El Nacional, 28-6-92, D/2 [Política]).
Rafael Caldera, en proceso de construcción y consolidación de su candidatura presidencial, utilizó a Copei según le convino. Criticó a su dirigencia con dureza, pero como no podía prescindir de su electorado poco a poco fue deslindado cuidadosamente el “cogollo” de la base partidista. En mensajes hábilmente calculados por su ambigüedad, la atrajo como si fuese el verdadero candidato de Copei.
Juan José Caldera, su hijo, coordinó el movimiento nacional “Copeyanos con Caldera”. En una de sus primeras declaraciones y antes de celebrarse las elecciones primarias abiertas en abril de 1993, lanzó un mensaje bastante confuso. Según él [supondría que el candidato iba a ser Eduardo Fernández], su padre cuadruplicaba al Secretario General en aceptación popular y no tenía sentido medirse internamente con él; más bien, Eduardo Fernández debía declinar su candidatura a favor de su padre, permitiéndole al partido que marchara unido en la búsqueda de soluciones para solventar la crisis que vivía el país. Al mismo tiempo declaró que Fernández representaba al cogollo enquistado, de espaldas a los intereses nacionales. (El Nacional, 1-8-92, D/3 [Política]). Sin embargo, a pesar del tono pretencioso, estos ya eran lemas repetitivos y poco originales. La novedad de su mensaje estuvo en el afán por liberarse de cualquier tono divisionista al dejar claro el verdadero propósito: respetar el voto popular copeyano. Al respecto, Juan José Caldera descartó las sospechas de que su padre: “(…) tenga propósitos divisionistas en las filas copeyanas, cuando por el contrario, se buscan los mecanismos para permitir la expresión de las bases militantes”. (Ídem).
Quedaba clara, entonces, la intención de rescatar en Copei al electorado tradicionalmente calderista y se lo intentó confundir al trasmitir la idea de que Caldera era el candidato de Copei. La estrategia sí sería divisionista pues Caldera sabía perfectamente que ni la dirección de Copei ni buena parte del partido lo iba a apoyar.
En el evento “Copeyanos con Caldera”, dijo Rafael Caldera:
(…) el ‘calderismo’ no es un movimiento electoral sino un movimiento de defensa de la patria y de afirmación de la autenticidad, en el cual participan venezolanos de todas las condiciones y corrientes de pensamiento (…). (El Nacional, 30-8-92, D/1 [Política]).
De allí que lanzara un mensaje sorprendente: “Sería monstruoso, sería inconcebible, que mis compañeros copeyanos no estuvieran también dispuestos a converger en esta gran labor”. (Ídem).
¿A cuáles compañeros copeyanos se estaba refiriendo?, ¿a todos?, ¿incluida su dirigencia? No tuvo a bien especificarlo. Caldera explotó a fondo la ambigüedad del mensaje. La idea era lanzar el anzuelo y esperar a que lo mordiese el máximo de copeyanos.
Reveladora fue la afirmación que hizo en la Sala Plenaria de Parque Central donde, una vez más, Caldera negaría reconocer su ambición de poder a secas, o la de cualquier otro grupo, esperanzado en su eventual triunfo electoral:
Si llego a ser candidato presidencial, no será porque Caldera lo quiera, sino porque lo quiere el pueblo venezolano. Quiero sentir que cuando vaya a adoptar esa decisión trascendental, nadie pueda pensar que es por la ambición de un maniático, o por la simple persuasión de grupos de gente que han llegado a deformar la situación para calentarme el oído y para hacerme forjar ilusiones. (“Si soy candidato es porque lo quiere el pueblo”, El Diario de Caracas, 30-8-92, p. 23 [Política]).
Y continuó con el mensaje dirigido a los copeyanos, a los demócratas cristianos, en última instancia, a los “calderistas”, allí donde se encontrasen:
“Copeyanos con Caldera” no es un movimiento electoral sino de recuperación, en defensa de la patria y de condición de voluntades. (…) [por eso destaco] el descontento y confusión que viven los venezolanos, mientras el Presidente de la República al tiempo que reconoce el fracaso de su política económica, se ofrece a los venezolanos mayores impuestos, restricciones, altos precios, y ‘le advierte que no abriguen esperanza de que para enfrentar el alto costo de la vida pueden aspirar a un aumento de salarios, ni a una mejora en las condiciones sociales’. (Ídem).
Rafael Caldera jugó con este mensaje confuso en río revuelto. No se medía dentro de Copei, pero lo llamaba “su partido” y estimaba “monstruoso” que “sus compañeros copeyanos” no lo apoyasen; se consideraba un demócrata cristiano, pero no se quería identificar con el partido demócrata cristiano de Venezuela, Copei.
Caldera expresó también preocupación por el rumbo que habían tomado los partidos políticos y alertó a los socialcristianos sobre su papel a jugar:
(…) los socialcristianos tienen una gran responsabilidad porque Venezuela siente dolor cuando ve que sus partidos políticos, aquellos en los que puso su confianza, no son como deben ser: baluartes de la democracia, pilar de la verdad, defensa de la honestidad(…), sino que son organizaciones clientelares de un pragmatismo desconsolador cuyos voceros dicen una cosa hoy y otra mañana de acuerdo con las circunstancias, perdiendo la fe de aquellos que deberían ser guiados con sus palabras hacia un destino más justo y hacia una Venezuela mejor.
(El Nacional, 28-6-92, D/2 [Política]).
Terminó atacando tanto a la generación del 58 como a la del 46, se quería distanciar de ellas, incluso dejó entrever cierto sacrificio al hacerlo pues, de lo contario, se vería el país en grave peligro:
Denunció que las generaciones intermedias no dieron la talla y se decidieron a disfrutar del poder y preocupándose más por sus propios intereses y sus conveniencias y por ello hemos tenido que salir a rescatar el país los que ya estaríamos tal vez escribiendo nuestras memorias. (Ídem).
La intranquilidad de Caldera por el desempeño de la dirigencia copeyana y política en general era evidente y no se le puede negar que quisiera, en lo posible, mejorar las condiciones de vida del venezolano.
El doble juego.
Rafael Caldera, en la asamblea política en Maracaibo dirigida a sectores de la base copeyana concluyó su alocución diciendo: “(…) con el apoyo de copeyanos y venezolanos, así como de amigos y compañeros y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, vamos a echarle pichón”. (El Nacional, 28-6-92, D/2 [Política]).
Los conocedores del “argot” copeyano, saben que esta es la consigna más emblemática de Caldera y con ella ha cerrado todas sus campañas electorales. Fue una frase con suerte, caló al punto de convertirse en una consigna amuleto. Al pronunciarla al cierre de esta asamblea de copeyanos “rasos”, selló el lanzamiento de su candidatura. Todavía faltaría un año para formalizarla, pero desde este momento en Maracaibo el propósito de Caldera fue atraer a sus filas al máximo de seguidores copeyanos, sin importarle la procedencia.
En este momento de la historia, Caldera gozaba no solo de su prestigio tradicional, sino también del usufructuado a raíz de su intervención el 4 de febrero de 1992 y la sorpresiva “comprensión” del intento golpista de Hugo Chávez. Fue sorpresiva para el país, pero era algo latente. ¿Por qué él supo hacerlo y no así el resto de la dirigencia nacional? Porque, esta vez, su edad y su conocimiento del mundo político fueron cruciales. Demostró ser arrojado y sagaz, entendió el momento y lo supo aprovechar, algo que los demás no osaron hacer. También tuvo suerte, como ya comenté con anterioridad. Pero, lo más importante, es que ya no se sentía comprometido hacia nadie, ni hacia el gobierno de Carlos Andrés Pérez, ni hacia los partidos políticos y menos hacia Copei. Cuando Caldera le habló al país desde el hemiciclo, le estaba hablando al país sin barrera alguna. Esa ventaja fue definitiva y decisoria. Acaparó la atención de todos los descontentos, el país estaba cansado, el pueblo estaba cansado y Caldera tuvo la visión de acaparar ese espacio. No era el momento de Venezuela para aplaudir a un golpista, pero sí la oportunidad para alguien como Rafael Caldera tomar prestado el descontento y hacerlo suyo.
De manera que cuando en la asamblea de Maracaibo fueron convocados copeyanos rasos o no tan rasos y Caldera lanzó el grito de guerra: “Vamos a echarle pichón”, la alta dirigencia copeyana debió sentir un verdadero sobresalto. Las encuestas venían favoreciendo al candidato que Copei lanzase a las elecciones de 1993 dado el desgaste de Acción Democrática y del gobierno de Carlos Andrés Pérez. Entre otras cosas, porque el bipartidismo AD-Copei se mantenía y Copei era la única opción en el futuro inmediato. Pero, en el espectro político venezolano luego del intento de golpe de Estado, las reglas de juego habían empezado a cambiar. El declive de los partidos se fue haciendo cada vez más palpable, la dirigencia nacional más desprestigiada y su credibilidad debilitada. ¿Habría tenido la misma oportunidad Caldera de acaparar la atención nacional de no haber irrumpido Hugo Chávez en el escenario? Probablemente no tal como sucedió; sin embargo, el deterioro de las instituciones y del liderazgo partidista luego del 27 de febrero de 1989 y del 4 de febrero de 1992, abrió espacio a quien mejor interpretara el momento y se atreviera a correr el riesgo y la responsabilidad de hacerlo ¿Y quién fue el único dispuesto a arriesgar el todo por el todo? Rafael Caldera.
Acción Democrática y Copei eran los primeros cuestionados y Caldera lo sabía, de allí su ataque a las cúpulas desde un inicio. Él conocía que su espacio político dentro de las rigideces estructurales partidistas no tenía cabida y su diseño fue acertado. Apeló a todos los “desplazados”, los sin rumbo, sin voz, sin presente ni futuro. Para junio de 1992, Caldera ya contaba con el apoyo del MAS, del MIN, de ORA, del MEP y de algunos otros pequeños grupos. Sin embargo, ¿cuál era el coto que Caldera buscaba por encima de los demás? Buscaba “su” partido al cual no le era fácil el acceso en los últimos años por el fuerte domino de los cuadros dirigentes. No obstante, Caldera sabía que podía contar con sectores del partido. Su juego fue acapararlo rápido, lo más rápido posible, antes de que Copei seleccionara su candidato a las elecciones presidenciales de 1993.
Insisto en una pregunta que hice anteriormente: ¿por qué tardó tanto el oficialismo copeyano en convocar a la elección de su representante a los comicios de 1993, teniendo en cuenta la ambición ya constatada de Rafael Caldera de lanzarse por su cuenta, con o sin Copei? Puedo sugerir varias razones: 1) No vislumbraron o no reconocieron la importancia que estaba cobrando la figura de Caldera dentro y fuera del partido; 2) la lucha interna por la candidatura les hizo perder tiempo precioso; 3) desvalorizaron el descontento —por decir lo menos— del electorado a nivel nacional, por la mala conducción del país, tanto del gobierno como de la oposición. Todos fueron errores acumulados en beneficio de Caldera. Mientas tanto, éste aprovechó las pugnas internas para acaparar espacio y atacó a las cúpulas gubernamentales y partidistas.
Los días previos al 4 de febrero de 1992, la alta dirigencia de Copei capitalizaba el desgaste del gobierno de Carlos Andrés Pérez, aparecía como la alternativa más probable y así era percibido el partido a nivel nacional. Pero, ¿era tan frágil el partido Copei para que un intento de golpe cambiara su futuro? Así fue, pero no porque fuera frágil Copei solamente, sino también Acción Democrática y todos aquellos actores políticos que se identificaran con el poder detentado durante los últimos treinta y cinco años. Tantos años de incumplimiento de promesas electorales y desvío de responsabilidades habían desgastado a los partidos políticos tradicionales.
El segundo gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez (1989-1993) le había brindado a Rafael Caldera el escenario ideal para actuar el rechazo indignado, tal como lo relató el periodista Eleazar Díaz Rangel:
Como esos años fueron de dificultades económicas, con grandes efectos sociales, con el incremento de los precios y la depauperación de buena parte de la población, denuncias de la corrupción impune, de incremento de la inseguridad en todas las ciudades, e incertidumbres respecto al futuro de la gente, la palabra de Caldera empezó a ser percibida como algo esperanzador, como sucede en momentos de crisis cuando siempre se mira hacia el más experto. (El Globo, 12-6-93, p. 18 [Análisis]).
Proclamación de Rafael Caldera.
A principios de junio de 1993, Rafael Caldera, en la I Asamblea Nacional del Calderismo celebrada en el balneario Los Caracas, Estado Vargas, aceptó abiertamente el reto de una nueva “aventura”. Ofreció respaldarla con responsabilidad, aportando experiencia y conocimiento. La nueva “convergencia” de partidos surgía para enfrentar los males de la sociedad:
A pesar de ser un acto de proclamación, Rafael Caldera no habló de su candidatura, ni de la Presidencia. A lo sumo dijo que ‘aceptaba la responsabilidad’ y que se lanzaba en una ‘maravillosa aventura’. (El Diario de Caracas, 6-6-93, p. 22 [Política]).
El mensaje continuó siendo ambiguo:
(…) la convergencia que se estaba realizando no era un movimiento contra nadie, sino contra la corrupción, contra la inseguridad personal, contra la pobreza, contra el engaño. Es una convergencia para servir a los grandes ideales que dieron razón de ser a la democracia venezolana (…). (Ídem).
Pareció ambiguo porque dijo que su movimiento no iba contra nadie; sin embargo, llevaba meses descalificando a los partidos políticos y a sus cúpulas y, en particular a Copei. Rafael Caldera arrastró a su candidatura a un gran número de dirigentes copeyanos quienes, en su momento, enfrentarían las consecuencias:
Abdón Vivas Terán, Julio César Moreno, José Miguel Uzcátegui, Juan José Caldera, Edecio La Riva Araujo, el resto de los 1500 dirigentes copeyanos que proclamaron la candidatura del ex Presidente y, por supuesto, el propio Rafael Caldera, se pusieron en los límites de la ley copeyana y ahora corren el riesgo de la expulsión. Según los estatutos del partido verde quienes apoyen una candidatura extra Copei quedan automáticamente fuera de la organización. (Ídem).
El mensaje fue hasta último momento muy impreciso. Faltaban poco más de cinco meses para las elecciones presidenciales y Caldera aún insistía en confundir al electorado: “El argumento es el de la propiedad privada del partido porque los calderistas dicen que ellos son el verdadero Copei y que ahora se sienten más copeyanos que nunca, mientras los del Copei oficial dicen lo propio”. (Ídem).
Rafael Caldera, en el balneario del litoral varguense, hizo todo lo usual de un candidato presidencial y como tal se comportó, salvo en un pequeño detalle: se le olvidó decir: “soy candidato presidencial y me estoy lanzando fuera de Copei”.
¿Por qué no dijo Caldera abiertamente: “Quiero ser el próximo Presidente de Venezuela y por ello lanzo hoy mi candidatura?”. Porque ésa sería su estrategia. Si hubiese lanzado abiertamente la candidatura, habría significado la ruptura definitiva con Copei generada por él por y por nadie más que él. Y no podía darle regalo tal a la dirigencia copeyana. Mientras que si dejaba un halo de imprecisión en sus palabras y actuaciones, obligaba a la dirección del partido a pronunciarse, y a diferenciarse. Tal y como ocurrió. Caldera actuó como un maestro de la estrategia política.
Tres días después de la proclamación de Rafael Caldera como candidato “convergente”, Oswaldo Álvarez Paz declaró ante los medios:
Considero que ya es hora de hablar claro, dejar a un lado los disimulos. (…) ‘cuando se actúa de manera contraria a los principios, a las normas establecidas y aceptadas por todos y a los reglamentos que dirigen una organización, y calculadamente se trabaja para hacerle daño, incurre en traición’. (El Diario de Caracas, 9-6-93, p. 24 [Política]).
Mencioné anteriormente que Álvarez Paz le había ofrecido su apoyo a Caldera si se lanzaba como candidato copeyano. El rechazo de éste y su candidatura fuera del partido, como es lógico, enfureció a Alvarez Paz y sin ambages le dejó traslucir en sus declaraciones de ese momento:
(…) no confió en su propia gente, no confió en su propio Partido, en la sociedad civil, al pensar que nadie atendería el llamado a participar en este proceso. Ahora desconoce los resultados. (…).
(…) esa actitud afecta a Copei como a él. En consecuencia asume la responsabilidad de hacer respetar la voluntad de casi dos millones y medio de venezolanos. Quienes pusieron en mis manos la bandera de la renovación ética y material de este país. Ese trabajo vamos a empezarlo poniendo orden en nuestra propia casa. Que se sepa que en Copei se acabó la guachafita anárquica. La falta de autoridad, la confusión y la traición. (…). (Ídem).
Estas últimas palabras de Álvarez Paz reflejan mucha rabia. Y continuó diciendo: “Lo ético por parte de Rafael Caldera y sus seguidores es que si él considera que debe ser candidato presidencial, por encima, al margen o contra el partido, es renunciar a Copei e irse”. (Ídem).
Algo que Caldera no tendría pensado hacer pues si renunciaba expresamente al partido fundado por él y del cual fue Secretario General durante dos décadas, se podría interpretar como un abandono a su gran proyecto de vida. Caldera no se podía dar ese lujo, no podía prescindir de parte del electorado copeyano y una vez más, con sagacidad e inteligencia, traspasó el peso de esa decisión a conciencia de otros.
Exclusión de Rafael Caldera del Partido Copei.
El Comité Nacional de Copei decidió aprobar la exclusión de Rafael Caldera del partido de forma unánime con la única excepción de Luis Herrera Campíns. De esta manera, se borraba su nombre de las listas de militantes del partido al haber organizado una estructura aparte sin aceptar medirse internamente. Esta actitud perjudicaba al candidato Álvarez Paz y al partido. Inicialmente, Gustavo Tarre y Haydée Castillo de López propusieron la expulsión de Caldera, a secas, sin miramientos. Pero, finalmente, prevaleció la propuesta del presidente del partido, Hilarión Cardozo, quien aconsejó cambiar el término de expulsión por el de “exclusión”. (El Nacional, 8-6-93, D/1 [Política]).
Al preguntársele a Hilarión Cardozo por qué había rechazado, al igual que José Antonio Pérez Díaz, la fórmula de “expulsión”, respondió de manera algo confusa:
— ¿Acaso es necesario declarar la expulsión de quien organiza un movimiento fuera del partido para ir contra el candidato? ¿Es que puede alguien ser y no ser; puede alguien ser miembro de Copei y organizar un movimiento contra Copei? Además, las normas de la simple lógica y el manejo ético de una situación política nos lleva a declarar que hay dos movimientos: uno fuera de Copei que postula a Caldera y otro, dentro de Copei que postula a Álvarez Paz. (Ídem).
A Cardozo no pareció preocuparle mayormente esta medida, ni sus graves consecuencias ya que: “(…) descartó de plano que esta decisión desencadene un proceso de división en Copei, precisando que solo se trata de un trámite administrativo”. (Ídem). Habrá a quien le parezca que la exclusión de los registros del partido Copei de su fundador Rafael Caldera es más que un “simple trámite administrativo”, y entre esas personas me cuento yo. Me resulta igualmente inverosímil que Cardozo no viera, o no aceptara ver, problema de división alguno.
A partir de la exclusión de Caldera de las filas de Copei se procedió a declarar en emergencia los tribunales disciplinarios a nivel nacional. Esto significaba que todo militante identificado con el candidato “extra partido” quedaría automáticamente excluido de los registros copeyanos.
Hilarión Cardozo, finalmente, justificó la exclusión de Caldera porque era inaceptable su mensaje:
(…) desde el momento en que ‘Caldera y el equipo que lo acompaña sostiene que su líder es candidato de la base y Oswaldo Álvarez Paz del cogollo, eso nos obliga, por seriedad, a decirle al país que indubitablemente Copei tiene un solo candidato’. (El Nacional, 10-6-93, D/6 [Política]).
Y tal como enunciamos anteriormente, Caldera logró su propósito. Él no fue quien abandonó a su partido, fue Copei quien tomó la decisión de excluirlo de sus listas. Así lo afirmó: “Me siento en la necesidad de decir que es una decisión adoptada por el cogollo que controla la vida de Copei (…)”. (El Globo, 9-6-93, p. 3 [Política]).
Rafael Caldera esperó la decisión de ser apartado de Copei para declarar seguidamente ante los medios televisivos:
El caudaloso movimiento de militantes y simpatizantes de la democracia cristiana en Venezuela, saben que mi posición es cónsona con los principios, fundamentos y lineamientos adoptados por el partido Copei desde su fundación, los cuales han sido tergiversados por los males que han invadido en Venezuela a muchas organizaciones políticas, incluyendo desgraciadamente a Copei, es decir, los males del pragmatismo, el clientelismo y el acomodatismo a la circunstancia, que le han hecho perder la credibilidad y la confianza del país. (Ídem).
Luego pronunció una frase muy impactante y emotiva, con la voz entrecortada: “(…) ‘pueden borrar mi nombre de los libros de militancia, pero no del corazón de los copeyanos’ ”. Y continuó: “(…) ‘no podrán destruir una lucha de muchos años, como tampoco podrán, con medidas disciplinarias, conminar a los socialcristianos, a que voten contra sus sentimientos y convicciones’ ”. (Ídem).
Me llamó particularmente la atención el comentario que hizo sobre una posible división de Copei a partir de la doble candidatura socialcristiana:
(…) con la situación actual se plantea una disyuntiva clara entre la dirección del partido y su opción candidatural. Sin embargo, garantizó que se esforzará para evitar que, superada la coyuntura electoral, se produzca una ruptura definitiva. (Ídem).
¿La ruptura no la consideró todavía definitiva? Una vez más una comunicación confusa al no reconocer su ruptura con Copei a cuya dirigencia, por lo demás, no había hecho sino insultar y atacar en cada ocasión. Caldera pretendió hacerle creer a los militantes seguidores de su candidatura que la situación era coyuntural, que la división no existía y dejó la puerta abierta sin especificar la esencia del esfuerzo post electoral.
Fin de la hegemonía AD-Copei.
El triunfo de Rafael Caldera fue un golpe muy duro para Copei. A pesar de tantos desencuentros, el partido esperó siempre su apoyo a la candidatura de Álvarez Paz.
Sin embargo, quienes lo conocían bien, debían saber que un dirigente de su talla, de su trayectoria, y también de su orgullo, jamás volvería a Copei. Al reconocer Rafael Caldera la fortaleza de la maquinaria partidista, no le quedó otra opción salvo construir una nueva plataforma. A este respecto Teodoro Petkoff comentó:
Estoy hablando de la percepción que tengo de Caldera hoy, después del 4-F y el 27-N. Antes del 4-F y del 27-N nosotros habíamos comenzado a mostrar interés en Caldera cuando era todavía uno de los tres candidatos, y no el que aparecía mejor en las encuestas. Pero habíamos comenzado a mostrar interés en él porque para ese entonces también la coyuntura nos parecía que exigía un hombre como Caldera, en base a estos aspectos que siguen vigentes hoy (…). (El Diario de Caracas, 4-2-93, p. 20 [Política]).
Otro alto dirigente del MAS asomó la esperanza perseguida por la izquierda venezolana durante décadas: desplazar al bipartidismo AD-Copei. Y así vio el apoyo a Rafael Caldera:
Como la posibilidad de derrotar al bipartidismo, que estaría incapacitado para realizar los cambios que el país demanda, calificó Freddy Muñoz el lanzamiento de Rafael Caldera como candidato presidencial del MAS. (El Nuevo País, 15-6-93, p. 6 [Política]).
Luego del MAS se adhirieron otros pequeños partidos cuyo razonamiento probablemente fue el mismo de Petkoff y de Muñoz. No tenían nada que perder y se les abría, inesperadamente, la oportunidad de apoyar a un candidato con trayectoria, experiencia y posibilidades de vencer. Al inicio quizás nadie tuviese claro un eventual triunfo de Caldera, pero el desprestigio de los partidos políticos los animó a colocar su apuesta en la aventura.
Caldera, una vez lanzada su candidatura, apoyado por el MAS y otros pequeños partidos, pero no por Copei, obviamente generó la división del partido “demócrata cristiano” venezolano. De haber aceptado Caldera hacer borrón y cuenta nueva con la dirigencia copeyana que lo había atacado en 1987, de haber asumido nuevamente el riesgo de ser derrotado en unas elecciones internas, aunque ese riesgo fuese casi inexistente, y si, una vez elegido candidato del partido para los comicios de 1993, le hubiera puesto a esa campaña el empeño, el esfuerzo y el trabajo descomunal que le puso a su campaña extra partidista, “su” partido habría podido vivir el gran momento de la democracia cristiana en Venezuela. Copei habría podido finalmente dejar de ser el partido “segundón” siempre detrás de Acción Democrática.
Triunfo de Rafael Caldera y repercusiones en Copei.
El 5 de diciembre de 1993, Rafael Caldera ganó las elecciones presidenciales con el 30,46 % de la votación nacional; Oswaldo Álvarez Paz logró el tercer lugar con el 22,73 %. La abstención fue del 39,84 %. (http://www.cne.gov.ve/web/documentos/estadisticas/e006.pdf, [21-4-2011]).
Oswaldo Álvarez Paz, en conferencia de prensa convocada tras su derrota, demostró preocupación, entre otras cosas, por el “piso débil” con el cual iniciaba Rafael Caldera su gobierno y por la gran abstención electoral como reflejo de la falta de credibilidad en el sistema político venezolano. Instó a Copei a hacer mayor y mejor oposición aunque no ofreció ningún apoyo al nuevo presidente de la República. Aceptó el triunfo de Rafael Caldera sobre la base de una mejor interpretación tanto de la corriente anti partidos como de la corriente anti corrupción. Días más tarde, Álvarez Paz reconoció que enfrentarse a un contendor como Rafael Caldera había sido un peso demasiado fuerte. Reconoció de igual forma el fracaso de Copei como partido opositor, pues de haber realizado una labor eficiente y competente durante los últimos diez años, estaría gobernando, y concluyó: “La tragedia de la última década fue que la oposición fue tan mala como los gobiernos”. (El Nacional, 10-12-93, D/2 [Política]). Y como tal dejó ver su preocupación: “(…) por el hecho de que más del 50 % de los venezolanos aptos para votar no lo hicieron, incluyendo la abstención electoral, los votos nulos y los que no se inscribieron en el Registro Electoral”. (Ídem).
E igualmente, “Llamó la atención sobre el hecho de que ésta es una situación delicada que obliga al gobierno y a la oposición a hacer un enorme esfuerzo por darle legitimidad creciente a la etapa que se inicia”. (Ídem).
Ese piso frágil con el que inició Rafael Caldera su segunda presidencia fue una señal muy significativa del hundimiento del sistema de partidos en Venezuela y de la fragilidad del sistema político en general, situación que pondría en evidencia cinco años más tarde en forma dramática.
Álvarez Paz no demostró interés en colaborar con el gobierno de Caldera: “Sería hipócrita si digo que estoy dispuesto a trabajar ahí”. (Ídem). Pero al Presidente Caldera no le hizo falta, ya que no fueron llamados a colaborar ni los militantes de Copei y menos su dirigencia, salvo aquellos que renunciaron al partido.
La frustración de Álvarez Paz ha debido ser apabullante, semejante a la sufrida por Eduardo Fernández al pasar Caldera “a la reserva”. El “abandono del padre” frenó la carrera política de sus dos delfines predilectos. ¿Qué habría ocurrido si en las elecciones de 1993 se hubiese presentado un solo candidato socialcristiano? No sería desacertado deducir, en virtud de los resultados finalmente conocidos, que el porcentaje de sufragios favorables a Copei habría superado el 50 % del total escrutado y, por ende, su triunfo
Eduardo Fernández, a su vez, reaccionó con altura y formalismo. Propuso a Copei y al resto de las fuerzas políticas:
(…) ofrecer un amplio voto de confianza o que se aperture ‘una carta de crédito amplio’ a la administración del Presidente electo, Rafael Caldera, para que cumpla con su promesa electoral ‘porque en Copei apostamos al éxito de este gobierno y no a su fracaso’. (El Nacional, 10-1-94, D/1 [Política]).
Luego matizó un poco el apuntalamiento al aclarar éste debía hacerse “(…) desde el Congreso, desde la calle, y Copei no debe autorizar a ningún militante a formar parte del gobierno pero sí comprometerse en la línea de respaldo a las políticas fundamentales de la nueva gestión”. (Ídem).
No obstante, Álvarez Paz discrepó de “(…) la proposición de Eduardo Fernández, de respaldar las posiciones del gobierno de Rafael Caldera. Enfatizó que Copei “no puede ayudar al otro a que se cocine en su propia salsa” y no puede “ser cómplice de los errores del nuevo gobierno”. (El Nacional, 10-12-93, D/2 [Política]).
Las tres afirmaciones de Álvarez Paz son muy reveladoras. La primera, el reconocimiento a Rafael Caldera por haber captado mucho mejor los sentimientos anti partido y anti corrupción, dos de sus principales lemas de campaña. (El Nacional, 12-1-94, D/1 [Política]). La segunda, la sensación de no haber recibido de su partido el respaldo esperado durante el proceso electoral, pues si Copei hubiera cumplido a cabalidad sus roles en ese tiempo, habría sido Gobierno. Y, finalmente, el agradecimiento a Eduardo Fernández por brindarle su apoyo. (El Nacional, 10-12-93, D/2 [Política]).
Resulta interesante el comentario sobre el apoyo brindado por Eduardo Fernández, por dos razones. Primero, porque destacó que en efecto el ex secretario general lo había acompañado después de perder la precandidatura y que lo había auxiliado en aquellos estados donde Álvarez Paz era más débil. Y segundo, por el hecho de que cuando Fernández ganó la nominación en el Poliedro en 1987, Álvarez Paz se había plegado a la causa de Rafael Caldera, y no había apoyado al candidato copeyano ganador. La estrategia de Álvarez Paz había sido la de esperar la siguiente oportunidad, de allí sus reservas y el poco interés en esos momentos de favorecer el triunfo de Fernández. Éste demostró ser un poco más disciplinado que sus copartidarios y que el mismo Álvarez Paz. Y menos rencoroso que Caldera.
Copei fue un partido rico en algo que muchos carecen: dirigentes capacitados. En Copei los hubo en exceso, unos con dominio de la estructura partidista, otros más atractivos electoralmente, otros más populistas. Pero esta riqueza, que ha podido ser la garantía de la permanencia del partido en la lid política de Venezuela, fue asimismo una de las causas más dramáticas de su desaparición porque ninguno de esos dirigentes, que habían trabajado desde muy jóvenes labrando su carrera dentro del partido, supo darle prioridad al interés del partido por encima de su ambición de poder personal. A ninguno le gustó ceder terreno en función de otro, aun cuando ese “otro” fuese el candidato triunfador. En vez de apoyarlo como hubiese sido su deber de copartidarios, optaron por seguir una agenda política propia, atacando al vencedor, o inhibiéndose a la hora de apoyarlo. Al perder la noción de grupo, sucumbieron también como individuos.
El leit motiv “Copei es el único partido que no se divide” terminó siendo un gran engaño. El incidente del “hombre del maletín” en 1973 dio origen a las sucesivas divisiones y subdivisiones del partido, abiertas o encubiertas. Copei no logró ser un partido más sólido, entre otras razones, por las rencillas internas, por abandonos y deslealtades que lo llevaron a fracasos electorales innecesarios.
En declaraciones ofrecidas a un diario capitalino al mes de las elecciones de 1993, Álvarez Paz denunció: “(…) Copei es hoy un partido ‘traumatizado y confundido por la primera gran división de su historia’ ”. Y a continuación lanzó un ataque muy fuerte a la dirección del partido: “(…) ha sido la estructura, el estilo y los mecanismos operacionales de una dirección que luce agotada, fuera de sitio y sin el aliento que el país reclamaba para las tareas del futuro inmediato”. (El Nacional, 12-1-94, D/1 [Política]).
Y como corolario, un llamado de buenos propósitos:
Copei necesita cambiar profundamente. Actualizarse. Relanzarse con criterio refundacional. Renovar y restructurar sus cuadros y modernizar sus métodos y procedimientos operativos. Hay que darle paso a las nuevas generaciones sin cálculo ni mezquindad. Todo debe revisarse. El primer objetivo del cambio debemos ser nosotros mismos: el Comité Nacional de Copei. (Ídem).
Un comentario a todas luces clarividente, pero también a todas luces tardío. ¿Renovar con quiénes? ¿Refundar a partir de cuáles nuevos principios y programas? Copei se estaba agotando a todo nivel y los años venideros lo demostrarían a cabalidad.
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