- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Desarrollo de las operaciones
Ametralladora antiaérea de 20 mm emplazada a bordo del cañonero Cartagena.
Güepí, posición fortificada peruana sobre la desembocadura M río de¡ mismo nombre en el Putumayo y llave de la navegación en el curso superior de este eje estratégico fluvial, constituyó objetivo decisivo de las operaciones en la Amazonia. Para Colombia significaba la libertad de navegación hacia y desde Puerto Asís, y por ende de sus comunicaciones con la zona M interior. Para el Perú, era vital dentro de su esquema defensivo de la zona comprendida entre el río Napo y el mismo Putumayo
Primer Curso de Voluntarios del Batallón Tarqui para el Conflicto Amazónico. Esta unidad, fundada en 1911 a raíz del ataque peruano a La Pedrera, se reactivó en 1932, adscrita a la Escuela del Militar 1 r de Cadetes, para graduar subtenientes de reserva del Ejército. Su nombre evoca la victoria del Mariscal Sucre sobre las fuerzas invasoras peruanas en 1829.
Boca oriental del río Atacuarí en el Amazonas, final de la tangencia del Trapecio sobre este río, y sigue aguas arriba hasta la bifurcación de¡ Atacuarí en los dos brazuelos que se vierten al Amazonas.
A término de su misión de guerra, el general Vásquez Cobo visitó guarniciones militares del Putumayo dentro de la zona de operaciones; allí se entrevistó con militares y personas de la región.
Fascímil de la comunicación enviada por vía telegráfica brasileña desde la comandancia de la Quinta División del Oriente Peruano con sede en Iquitos al general Alfredo Vásquez Cobo, comandante de la Expedición colombiana.
Fascímil de la comunicación enviada por vía telegráfica brasileña desde la comandancia de la Quinta División del Oriente Peruano con sede en Iquitos al general Alfredo Vásquez Cobo, comandante de la Expedición colombiana.
Facsímil de la respuesta del general Alfreddo Vásquez Cobo, comandante de la Expedición colombiana, al general Víctor Ramos, comandante de la Quinta División del Oriente Peruano.
Facsímil de la respuesta del general Alfreddo Vásquez Cobo, comandante de la Expedición colombiana, al general Víctor Ramos, comandante de la Quinta División del Oriente Peruano.
Atracado al muelle del Puerto Colombia en el Caribe el vapor Boyacá se apresta a levar anclas con destino a la Amazonia. Lo acompañaron hasta Belén del Pára, el Pichincha, el Nariño como buque hospital y el Barranquilla, que hubo de permanecer en reparaciones en uno de los puntos de escala, por haberse averiado su casco, diseñado para navegación fluvial, con el oleaje del Atlántico.
Vapor Nariño. Fue adquirido en Manaos en 1928 para la labor de colonización del Putumayo y Amazonas.
La guarnición de Tarapáca.
El puerto de Caucaya sobre el Putumayo, base de los cañoneros Cartagena y Santa Marta, siempre considero como propios los dos buques de guerra. El alborozo con que se recibían sus arribos, se acerció una vez estallado el conflicto, en particular cuando regresaron después de la victoria de Guepi.
El embarque y transporte de tropas por el Putumayo desde y hacia Caucaya, hubo de utilizar embarcaciones obtenibles en la zona de operaciones, dada la limitada capacidad de los cañoneros Cartagena y Santa Marta para este proposito.
Rescate de los ocupantes del Junker F-13, No.202 accidentado frente a Caucaya, el 22 de mayo de 1933.
En medio de las dificultades de todo orden, del entorno salvaje de la selva, del clima torrído inclemente, de la alta morbilidad por causa de las enfermedades tropicales, la elevada moral de las tropas, surgida de un patriotismo poderoso, se sostuvo imperita a lo largo del conflicto.
Texto de: General, Álvaro Valencia Tovar.
Texto de: General, Álvaro Valencia Tovar.
Introducción
——
Antes de iniciar el relato de las operaciones en desarrollo del conflicto bélico, planteado con la ocupación de los puestos fluviales de Leticia en el río Amazonas y Tarapacá en el Putumayo, conviene trazar el marco estratégico general, dentro del cual va a desarrollarse el curso operativo de la respuesta colombiana a tales actos hostiles.
La dimensión estratégica plantea una actitud disímil por parte de las dos naciones en conflicto. El Perú, consumados los dos actos que sirven de ignición al problema, se ve forzado a asumir una actitud de espera. En lo político, de la posible reacción colombiana. En lo militar, porque nuevas ocupaciones de territorio colombiano dejarían sin base la explicación oficial de que los dos hechos anteriores obedecieron a “incontenibles aspiraciones del pueblo peruano” y revestirían un equívoco carácter de agresión armada.
Colombia asumió desde el primer momento la iniciativa, al alistar y adquirir los medios indispensables para situar en el Teatro de Guerra el poder necesario para recuperar los espacios ocupados. Denominó su acción como policiva o punitiva contra elementos que calificó de “subversivos”, dado que el gobierno del Perú no dio a las acciones hostiles carácter de hechos militares.
Ante la presencia de la Expedición colombiana en el Amazonas y la aproximación terrestre hacia el alto Putumayo, el Perú reforzó considerablemente sus guarniciones, tanto en los sitios ocupados en territorio colombiano, como a lo largo de la margen sur del río Putumayo. Un transporte militar, el vapor Marañón, fue enviado por mar con cuantioso material de guerra desde El Callao.
La doble conducta política y militar permite las siguientes deducciones sobre las causas de la agresión:
- Un acto espontáneo de la población loretana, para la cual el Trapecio amazónico era territorio peruano arrebatado por el Tratado Lozano?Salomón, recibió luego apoyo político y militar de su gobierno.
- La decisión de obrar tras la cobertura de civiles partió de la propia presidencia del Perú, en espera de recuperar territorios “perdidos” en un tratado por la vía de los hechos cumplidos, y con el oculto propósito de fortalecer el régimen dictatorial vigente por medio de un conflicto internacional.
El hecho evidente es que, producida la ocupación?Ta-rapacá lo fue con efectivos militares?y después de un período de indefinición, el Perú entró a sostener los derechos de sus ciudadanos a recuperar el Trapecio amazónico con el respaldo de las Fuerzas Armadas nacionales, lo que hace más que improbable la primera hipótesis.
Adoptada la opción militar, desconcierta la falta de preparación del Perú en el Teatro de Guerra, lo que hace pensar que su gobierno, al precipitar el conflicto, sólo tuvo en cuenta el poder presente en el escenario y subestimó, por una parte la capacidad y energía de la reacción gubernamental colombiana y, por otra, su capacidad militar para acudir con fuerzas capaces de imponer la voluntad en el Teatro de Guerra.
Concepto estratégico
——-
La actitud de espera defensiva del Perú queda plasmada en su concepto estratégico concebido en los siguientes términos:
Retener A Todo Trance El “Trapecio Amazónico” Fortaleciendo Y Vigorizando Sus Posiciones, Inclusive Naturalmente A Leticia Y Tarapacá, A Fin De Rechazar Cualquier Ataque Del Enemigo, Tratando De Desorganizar Sus Fuerzas, Destruyéndolas En Su Máximo Posible, Para “A Posteriori” Pasar A La Ofensiva Cuando Las Circunstancias Lo Determinasen.1.
Colombia, por su parte, concibió una estrategia ofensiva de amplio aliento basada en una maniobra “por líneas exteriores”, que se concretaría en doble aproximación hacia el Teatro de Guerra:
- Por el Este, girando en torno al extremo oriental de Suramérica, penetrar por las bocas del Amazonas y por este río, aguas arriba, con dos posibles objetivos iniciales: Leticia sobre el gran río, o Tarapacá en el Putumayo, ocupadas ambas por el adversario en la apertura del conflicto.
- Por el Oeste, hacia el alto Putumayo, abriendo rutas de penetración desde el interior del país.
Adoptada la primera alternativa, el río Putumayo se convertía en eje natural del esfuerzo estratégico colombiano en una primera fase, después de la cual se trasladaría a la región Amazonas ? Napo con Leticia como objetivo político ? estratégico.
De no conseguirse una solución diplomática al conflicto, una tercera fase conduciría, necesariamente, a la ofensiva sobre Iquitos como centro vital peruano de las operaciones.2.
Controversia sobre la dirección de la ofensiva
——
El plan de campaña del general Efraín Rojas Ace-vedo, comandante del componente del Destacamento Amazonas que zarpó desde Barranquilla, contemplaba a Tarapacá como primer objetivo. Alcanzado este punto fuerte, con el cual se podría sellar la navegación por el Putumayo hasta sus bocas en el Amazonas, se entraría a operar en coordinación con el Destacamento Putumayo para conducir operaciones de dominio del río.
El general Alfredo Vásquez Cobo, nombrado comandante en jefe por el gobierno de Colombia, asumiría la dirección superior de las operaciones a partir del encuentro de las dos flotillas en Belén del Pará. Aunque el proyecto del general Rojas era aplicar el Plan de Guerra colombiano, al general Vásquez Cobo se le había dado plena autonomía operativa en el Teatro de Operaciones, que él utilizó de inmediato al señalar a Leticia como objetivo inicial.
La diferencia de opinión era manifiesta. El comandante en jefe había formado su idea de maniobra desde antes de alcanzar el Teatro de Guerra, como lo afirma al confrontar el Memorando que le envió el Ministro de Guerra con fecha 23 de noviembre de 1932 ?el que recibió en Belén del Pará un mes más tarde? con su propio concepto operativo. El citado Memorandum había sido complementado con una carta del Ministro, Carlos Uribe Gaviria, fechado el 30 de noviembre.
“La carta del Ministro de Guerra del 30 de noviembre de 1932 que acompañaba al anterior documento (el Memorandum) esbozaba la idea de ocupar primero a Tarapacá y después a Leticia, lo que no correspondía a la idea que traía yo desde París. Al transmitirme esas observaciones, el Memorandum indicaba que yo quedaría con libertad de acción como comandante de la Expedición, para apreciar sobre el terreno las circunstancias que pudieran favorecer la acción sobre Leticia o sobre Tarapacá....” 3.
El 13 de enero de 1933, cuando la flotilla se hallaba surta en el puerto de Manaos, arribó un avión civil en el que viajaban el coronel Luis F. Acevedo y el mayor Herbert Boy, con documentos para el Comando en Jefe de la Expedición. Tanto verbalmente, como en el “Memorandum No. 4, Plan de Operaciones” se expresó el concepto de atacar primero a Tarapacá, lo que molestó al general Vásquez Cobo, para quien su idea debería realizarse a todo trance.
“No teníamos ningún objeto distinto de la recuperación de Leticia, ocupada por un grupo de insurrectos peruanos, apoyados después por el gobierno del general Luis Sánchez Cerro. Mi plan era Leticia y para realizarlo estaba dispuesto a consumar todos los sacrificios que fueran necesarios”.4.
El Memorandum No. 4, aunque con el agregado de Plan de Operaciones, es más una breve apreciación de la situación seguida del esbozo de un concepto estratégico general para la dirección de las operaciones.
La parte analítica sopesa las dos alternativas, para asignar a la de Tarapacá las mayores ventajas, concretables así:
- Leticia está mejor defendida con fortificaciones preparadas y posiblemente minada de sus aguas. Al frente, Ramón Castilla complementa el sistema defensivo global, con la capacidad de establecer fuegos cruzados con grave riesgo por la vulnerabilidad de los buques colombianos.
- La proximidad a la frontera con el Brasil limita las posibilidades del ataque, que no podría involucrar aspectos violatorios de la soberanía de ese país.
- La base aérea colombiana más cercana se hallaría en La Pedrera, a distancia que haría imposible el apoyo aéreo necesario para el éxito.
- La principal fuerza fluvial peruana, integrada por las cañoneras América, Iquitos y Napo, se encuentra en el Amazonas, lo que implicaría un riesgo adicional con fuego cruzado desde tres direcciones.
Pese a lo anterior, el general Vásquez Cobo persistió en su idea para lo cual, apoyado en la autonomía que se le había otorgado, decidió proseguir hacia Leticia, negando cualquier superioridad militar peruana en el área. No estaba equivocado el comandante en jefe en este último punto, dada la presencia de los Destacamentos Putumayo y Amazonas, así como la de la aviación militar, que en breve tiempo había alterado el balance de poder en favor de Colombia. Su equivocación residía, no en el concepto global, sino en la posibilidad de poseerla en el objetivo. En este aspecto, Leticia presentaba marcadas ventajas para el Perú, mientras que en Tarapacá podría obtenerse neta superioridad.
Destacamento Amazonas
——
Aproximación Estratégica
Cumplida la concentración del Destacamento Amazonas en Belén del Pará, prosigue la aproximación estratégica hasta alcanzar la confluencia del Putumayo en la localidad brasileña de San Antonio.
Habiendo partido de Manaos el 17 de enero, con tres días de espera en ese puerto en cumplimiento de instrucciones del gobierno colombiano que obedecían a los desarrollos de la situación diplomática, la flotilla, en la que faltaba aún el cañonero Barranquilla, demorado por causa de las reparaciones que hubo de sufrir en Curazao, alcanzó la Misión Franciscana de Tonantines sobre la ribera izquierda del Amazonas el 27 de enero.
Hasta ese lugar, el general Vásquez Cobo estaba convencido de que podría navegar hacia Leticia, idea que reforzó con el último telegrama recibido el día 17 en Manaos: “Favor informarme la hora en que zarpen para Leticia conforme instrucciones mis cables de hoy, amigo, presidente”.
En el trayecto de Teffé, sobre las bocas del Caquetá, a Tonantines, los mensajes del Comando Expedicionario revelan la urgencia de disponer del cañonero Barranquilla a la mayor brevedad. Era lógico. Se trataba de la unidad fluvial más poderosa de la flotilla, tanto por su modernidad y blindajes como por el poder y alcance de su artillería. Surgen también dos hechos que afectan directamente la situación.
El primero es el desplazamiento del buque transporte peruano Marañón por el canal de Panamá, cargado con abundante material de guerra destinado al Teatro amazónico, y las dificultades que experimentó al tener que regresar a Colón, sobre la boca del Canal de Panamá, atribuidas a exceso de carga frente a las agitadas aguas del Caribe en época de fuertes vientos y luego a proble
Atracado al muelle de Puerto Colombia en el Caribe el vapor Boyacá se apresta a levar anclas con destino a la Amazonia. Lo acompañaron hasta Belén del Para, el Pichincha, el Nariño como buque hospital y el Barranquilla, que hubo de permanecer en reparaciones en uno de los puntos de escala, por haberse averiado su casco, diseñado para navegación fluvial, con el oleaje del Atlántico. mas causados por su tripulación. De todas maneras representaba un factor de importancia para el desarrollo ulterior de las operaciones.
El segundo, la presencia de la cañonera América detectada en Teffé y luego de la Napo. Navegaron ambas con luces apagadas frente a las bocas del Putumayo, dejando a la Expedición en la incertidumbre de su curso subsiguiente, que podría ser el de este río o el del Amazonas hacia Leticia. Sobre el particular informa el general Vásquez Cobo el día 26, que las dos cañoneras, detectadas frente a Fonteboa en aguas brasileñas, a causa del “... ruido de un disparo del cañón Krupp de ejercicio del Mosquera, hízoles escaparse hacía arriba ...” Pero ese “hacia arriba” dejaba abierta la incógnita sobre su destino.
En la noche del 27 de enero, la Expedición alcanzó a Tonantines con el Boyacá, el Pichincha y el Córdova. Las comunicaciones recibidas por radio durante el trayecto desde Teffé indicaban que el Barranquilla, previo viaje a La Pedrera por razones logísticas, alcanzaría a Tonantines en breve término. Allí la flotilla debería esperar la llegada del mayor Boy con nuevas instrucciones. Así mismo, un mensaje le indicó al general Vásquez Cobo que la alternativa de ataque a Leticia quedaba descartada. Dicho radiograma, distinguido con el número 37 y fechado el 20 de enero, dice así:
“Conforme a las conversaciones de Manaos, siga lentamente hasta Tonantines y espere allí al mayor y compañeros que procurarán reunirse allí con usted. Después de conferenciar con Acevedo y Boy confirmamos nuestro punto de vista expresado en mis comunicaciones no atraer Leticia a usted (SIC). Favor acusarme recibo de este radio. Presidente”.
En Tonantines, dispuso el general Vásquez Cobo se aprovechara la permanencia obligada en el puerto para reforzar las defensas sobre cubierta de sus buques con sacos de arena y con la leña almacenada como combustible. En aquel puerto, procedentes de Benjamín Constant, donde se habían refugiado luego de su expulsión de Leticia por los peruanos, el 1º de septiembre, arribaron el intendente del Amazonas, Alfredo Villamil Fajardo, y sus empleados, quienes ofrecieron sus servicios en calidad de soldados, siendo aceptados por el comandante de la Expedición que ordenó proveerlos de uniformes y fusiles. A este patriótico gesto, se añadió el obsequio que hicieron de una lancha provista de motor que, según Vásquez Cobo, “prestó muy buenos servicios”.
Primeras bajas en la Expedición
Dos sensibles pérdidas humanas sufrió la flotilla en Tonantines. La primera el 29 de enero, del soldado Cupertino Gutiérrez del Batallón Juanambú. En momentos en que regresaba en canoa desde la orilla del río hacia el Boyacá, se volcó la embarcación, pereciendo ahogado el joven vallecaucano sin que los esfuerzos de sus compañeros hubiesen podido evitarlo. El 2 de febrero falleció a bordo del Boyacá el soldado antioqueño, también del juanambú, Juan de Dios Montoya, a causa de una afección intestinal.
La bandera colombiana se enlutó así por primera vez en la Expedición Amazónica. El infortunado caso del soldado Gutiérrez dio lugar a un acto de valor que el propio comandante de la Expedición reconoció, luego de registrar la pérdida en la Orden del Día del 30 de enero, por medio de una resolución. El 5 de febrero arribó a Tonantines el coronel Luis F. Acevedo con las instrucciones anunciadas por la presidencia de la república en mensajes anteriores. Vásquez Cobo persistía en el ataque a Leticia. Apoyado en los informes recibidos del intendente Villamil Fajardo sobre las características del área, ese mismo día comunicó a Bogotá:
“ ... Niego superioridad militar Perú en estas regiones. Sus buques han abandonado Putumayo y se encuentran por lado de Leticia. Días pasados cañonera América, lo mejor que tiene aquí el Perú, huyó a toda máquina al sentir nuestra llegada, y posiciones Leticia no son inexpugnables para nuestros barcos y artillería. Hay manera de atacarlos y constante aumento aguas Amazonas inundara Ramón Castilla, lo que facilitará ataque...”
Analizando el caso, la aseveración sobre presencia de las cañoneras peruanas en Leticia y consiguiente abandono del Putumayo, más que justificar el ataque a Leticia, reforzaba la selección de Tarapacá, objetivo sobre el cual podría recibirse apoyo eventual de las cañoneras Cartagena y Santa Marta del Destacamento Putumayo. El coronel Roberto D. Rico había enviado una nota al general Vásquez Cobo desde el 4 de enero, poniéndose a su disposición para los fines propios de las operaciones e informándole que la banda colombiana del Putumayo se hallaba totalmente en su poder, en tanto las guarniciones de Güepí y Puerto Arturo habían sido reforzadas con 100 y 500 hombres respectivamente.
La llegada del coronel Acevedo, sin embargo, con las comunicaciones que traía, produjo ese mismo día la adopción de la alternativa Tarapacá en primera instancia, para luego obrar sobre Leticia. Así lo comunicó el general Vásquez Cobo el mismo día 5 a la presidencia en Bogotá, en los siguientes términos:
“Número 39. He leído detenidamente en asocio general Rojas y coronel Acevedo, las dos comunicaciones de 20 y 28 de enero... Después de estudiarlas hemos convenido poner en ejecución Plan sugiere Vuestra Excelencia sobre Campaña Tarapacá y Putumayo como base para posterior ataque a Leticia, que concuerda con ideas había esbozado general Rojas y mis opiniones desde París. Por tanto miércoles 8 de febrero seguiremos viaje. Vazcobo, Efraín Rojas, Luis Acevedo”.
Quedaba, pues, solucionado el diferendo entre los dos generales, en la forma más apropiada para un resultado exitoso de las operaciones, sustentado en el acuerdo intelectual indispensable entre los dos jefes de mayor jerarquía en la Expedición. Sus posiciones antagónicas en este particular, llegaron a dificultar las relaciones de mando entre los dos, de tal suerte que alcanzar un arreglo facilitaba la conducción superior de la campaña.
Aproximación al contacto
Puede considerarse como comienzo de esta fase, el momento en que la Expedición alcanza las bocas del Putumayo en el Amazonas e inicia su navegación hacia el objetivo, Tarapacá, el día 8 de febrero de 1933. Hasta este momento, el despacioso avance de la flotilla colombiana desde Manaos traduce la necesaria articulación que el gobierno de Colombia hallaba conveniente establecer, entre el ritmo del avance militar y el curso de las conversaciones diplomáticas, en particular de los buenos oficios del Canciller brasileño Afranio Mello Franco, que no pudieron concretarse con la desocupación pacífica de Leticia y Tarapacá. Era esta la única salida posible para Colombia, circunscrita a la no revisión del Tratado Lozano?Salomón, instrumento contractual de indiscutible vigencia a la luz del derecho internacional.
Ahora, solamente restaba proseguir en cumplimiento de la misión militar de restablecer la soberanía colombiana en las parcelas de su territorio ocupadas por elementos peruanos, aún considerados por Colombia como insurrectos y no como fuerzas militares del Perú. A partir de San Antonio, poblado brasileño sobre la ribera norte de la confluencia, el Destacamento Amazonas se dividió en dos: Boyacá y Mosquera, buques mayores pero más vulnerables y de menor capacidad de maniobra en el curso fluvial del Putumayo, menos amplio que el del anchuroso Amazonas, prosiguen hacia Leticia, mientras los tres menores y de mayor capacidad de combate, Barranquilla que se había incorporado desde el 8 de febrero a la Expedición, Córdova y Pichincha, proseguían por el Putumayo, seguidos por el Nariño como buque hospital.
Buscaba el Comando del Destacamento desconcertar al mando peruano, dividir su atención y, eventualmente, sus fuerzas. La marcha hacia Leticia de las dos unidades mayores, cuyo verdadero poder de combate era desconocido para el Perú, podría indicar la dirección del ataque principal hacia ese objetivo, cuando en verdad se trataba de una finta encaminada a ocultar el propósito de ocupar a Tarapacá.
En Tonantines, luego de obtener la aceptación del gobierno brasileño, se habían unido a la flotilla seis hi Vapor Nariño. Fue adquirido en Manaos en 1928 para la labor de colonización de¡ Putumayo y Amazonas. droaviones con el fin de prestar apoyo aéreo inmediato. No fue una gestión fácil dada la neutralidad del Brasil, observada con firmeza, pero la Cancillería colombiana esgrimió hábilmente el argumento de que, al igual que los buques de guerra, los aviones obraban dentro del concepto de libre navegación acordado entre los dos gobiernos de tiempo atrás.
Para acompañar el segmento de la flotilla encargado de la misión principal, el general Vásquez Cobo se trasladó a bordo del Córdova. Marcharon en esta agrupación la Segunda Compañía de Fusileros al mando del capitán
Gabriel Montenegro y la Sección de Ametralladoras del Batallón juanambú, acompañadas de un Pelotón de Sanidad. Para reforzar lo que se presumió sería un sangriento combate en Tarapacá, insinuó el general Vásquez Cobo la convergencia de los cañoneros Cartagena y Santa Marta desde el alto Putumayo, transportando a la vez alguna artillería que pudiera participar en el ataque y servir para reforzar las defensas del fuerte una vez conquistado.
La sugerencia sobre participación del Destacamento Putumayo en el combate que se avecinaba no tuvo acogida. Para entonces, dicho Destacamento adelantaba operaciones en su zona de responsabilidad, que culminarían en el ataque sobre Güepí, fortín peruano clave en el dominio fluvial sobre el alto Putumayo, actividad ésta en la que ambas cañoneras cumplirían papel decisivo.
El 11 de febrero, el gobierno de Colombia reafirmó la amplia autorización confiada al general en jefe para obrar sobre Tarapacá a discreción, según lo demuestra el siguiente mensaje:
“Bogotá, 11 de febrero de 1933. Vazcobo, Córdoba. Número 13. Queda a la disposición de usted fijar su marcha y acción. Su 7 (sugerencia para apoyo fluvial y artillería) fue contestado esta mañana Minguerra y jefe flotilla aérea. Presidente”.
El itinerario entre San Antonio sobre las bocas del Putumayo y Tarapacá, se dividió en etapas materializadas por puntos sobre las riberas del río donde los buques pudiesen abastecerse de leña, carne y otros elementos. Así fueron alcanzados sucesivamente San Pedro el 10 de febrero y San Guillermo el 12, donde se reabasteció la flotilla de víveres y permaneció en espera de la flotilla aérea que debería incorporársele para el ataque a Tarapacá. Mientras tanto, el componente amazónico había alcanzado a San Pablo de Olivenza, a una jornada de Leticia.
A mil metros de la línea divisoria entre Brasil y Colombia, en vecindades de la pequeña localidad brasileña de Ipiranga, el general Vásquez Cobo envió en una lancha de gasolina el ultimátum a la guarnición de Tarapacá, cuyo texto había consultado previamente con la presidencia de la república, obteniendo plena aprobación. Fue encargado de esta misión el subteniente Jorge Hernández (la “vieja” Hernández dentro de la acentuada costumbre militar de señalar con apodos a todo el mundo). Delicada porque los peruanos habían condenado a morir fusilado en Iquitos al reservista nariñense José María Hernández, aprehendido por los invasores a Leticia en el río Cotuhé, y existía la impresión de que lo mismo harían con cualquier colombiano que cayese en su poder.
El emisario colombiano regresó sin novedad después de cumplido su encargo, pero sin respuesta escrita. Verbalmente, el comandante peruano, teniente Gonzalo Díaz, le manifestó que rechazaría por la fuerza cualquier intento de ocupación militar de Tarapacá.
+Ataque peruano sobre la flotilla
A falta de respuesta escrita, una escuadrilla aérea del Perú atacó en la mañana del 14 de febrero. Se abrían así las hostilidades por la fuerza armada del país agresor. El Córdova, aún en aguas brasileñas, fue el blanco principal del ataque. Respondió con sus armas antiaéreas, logrando hacer impreciso el bombardeo. El estruendo del combate atrajo la escuadrilla colombiana fondeada en el sitio denominado “El Refugio”, a unos tres kilómetros de la línea divisoria, que decoló sin demora al mando del mayor Herbert Boy, poniendo en fuga a los aviadores peruanos, que no aguardaron la confrontación directa con la aviación colombiana. Fue tal la presteza en abandonar el lugar del combate, que las últimas bombas fueron lanzadas sobre la selva a considerable distancia de los buques colombianos.
El breve pero intenso combate aeronaval fijaba la acción militar directa como único camino abierto para la Expedición colombiana.
Ataque y toma de Tarapacá
El día 14 en la tarde, la aviación colombiana realizó un ataque aéreo contra el fortín peruano, partiendo de La Pedrera y El Refugio. Simultáneamente, la flotilla penetró en aguas colombianas cruzando la línea histórica Tabatinga ? Apaporis que demarca los territorios de Colombia y el Brasil.
Tuvo lugar esa tarde una emotiva ceremonia a bordo de los buques colombianos. El capellán general de la flotilla, presbítero Pedro Pablo Galindo, conocido por su vibrante elocuencia sagrada y militar, pronunció desde la cubierta del Córdova encendida arenga a las tropas, audible desde las tres embarcaciones situadas a muy corta distancia entre sí, y bendijo las bayonetas que los soldados acababan de afilar para el combate que se avecinaba.
Testigos presenciales de esa hora memorable, señalan la incontenible emoción de las tropas y lo encendido del verbo que fluyó del padre Galindo en su mejor hora de inspiración.
Llegó así la noche que cubrió de oscuridad y de silencio la selva y el río, donde con las luces apagadas pasaron la noche los buques colombianos y los hombres que dormían o velaban desde puentes y cubiertas. Al amanecer del día 15 tendría lugar el ataque, principio o fin para todos ellos de una nueva etapa histórica.
El general Efraín Rojas quiso, en acto de valor personal, comandar el desembarco y asalto contra la posición fortificada.
La guarnición peruana había abandonado el fortín, que bien hubiese podido presentar fuerte resistencia, habida cuenta de su posición dominante sobre las aguas, de la disponibilidad de dos cañones Krupp de 75 milímetros y de numerosas ametralladoras, que a distancia inmediata habrían podido causar estragos en la flotilla colombiana.
A las 9 de la mañana se izó sobre Tarapacá el pabellón colombiano. Aunque sin combate ?que sólo evitó la veloz retirada de la guarnición enemiga? se restituía a la heredad patria el primero de los fragmentos que se intentó arrebatarle. Las comunicaciones iniciales del Comando Expedicionario, explicables por la emoción de la hora, dejaron la impresión de que la toma de Tarapacá había sido producto de un intenso combate. Así lo apreció la opinión pública colombiana, que vibró de patriotismo al enterarse de la fausta noticia. Decían así los mensajes:
“Tarapacá, 15 de febrero de 1933. Presidente. Bogotá”. “A las 9 de la mañana flotó nuestro pabellón sobre el cerro de Tarapacá. Libróse combate artillería apoyado por aviones y tropa desembarque. Felicito vuestra excelencia. No hubo novedad. Servidor. Vazcobo”.
Misma fecha y destinatario.
“Acabo de recorrer cerro Tarapacá, que estaba convertido en un Gibraltar. Trincheras con corredores subterráneos y todo lo que enseña el arte militar, pero ante el empuje de nuestros barcos, nuestra escuadrilla aérea y el arrojo de las tropas que desembarcaron, huyeron dejando cañones Krupp de 75 milímetros de montaña con municiones, muchos elementos de guerra, municiones de ametralladora etc. Jefe, oficiales y tropa estuvieron a la altura de su fama, leones de Colombia. No hubo novedad. Servidor. Vazcobo”.
La inmediata respuesta del presidente Olaya Herrera guardó consonancia con el acto de perfiles guerreros que traslucían los mensajes del Comando amazónico:
“Bogotá, 15 de febrero de 1933. Vazcobo, Córdova. No. 22. A nombre de la nación entera, extiendo a usted mis congratulaciones por triunfo obtenido, que le ruego hacer extensivas al general Rojas y demás jefes y oficiales y miembros de nuestra flota aérea. Presidente Olaya”.
Es de presumir que este mensaje presidencial fue la respuesta al primero de los dos recibidos del general Vásquez Cobo, por cuanto en la misma fecha se cursó otro que sería respuesta al segundo del comandante en jefe,con el siguiente texto: “No. 23. Reiterámosle congratulación por feliz resultado del ataque a Tarapacá. Sírvase también extender las felicitaciones que le dirigimos en nombre de la nación al general Rojas y a todos los jefes, oficiales y soldados y al comandante de la Escuadrilla Aérea, mayor Boy, así como a sus compañeros, en la bella acción que acaban de coronar las armas de la república. Presidente república, Ministro de Guerra”.
El general Vásquez Cobo transcribió sin demora, con oficio remisorio, los textos de las comunicaciones presidenciales al general Rojas Acevedo y al mayor Herbert Boy y las publicó en la Orden del Día del Destacamento.
Consecuencias de la acción
Aunque la guarnición de Tarapacá abandonó el puerto fortificado y artillado sin ofrecer resistencia, retirándose por la trocha selvática hacia Leticia, y a bordo de la lancha armada Estefita por el río Cotuhé, la toma de esta posición de influencia estratégica notable tuvo importantes repercusiones políticas y militares, tanto en la prosecución simultánea de las operaciones en el Teatro de Guerra, como de las gestiones diplomáticas, empeño fundamental del gobierno colombiano.
Tarapacá constituye la llave de acceso y salida de la navegación entre el Amazonas y el Putumayo, tanto para Colombia como para el Perú, por cuanto apenas un kilómetro aguas abajo comienza el territorio del Brasil. Al no existir dentro del Trapecio amazónico ninguna otra posición fuerte, quien domine a Tarapacá domina el río. Su captura, pues, significó para Colombia el control del curso inferior del Putumayo, con lo cual las guarniciones militares y los asentamientos humanos del Perú en la banda sur de la vía fluvial, quedaron sujetos para sus comunicaciones y abastecimientos a trochas selváticas y algunos tributarios menores del Putumayo.
Puerto Arturo, la más importante base fluvial y terrestre del Perú en el curso medio del Putumayo, objetivo estratégico decisivo para el dominio del río, sufriría en mayor medida las restricciones logísticas derivadas de la pérdida de Tarapacá. Con ello se desestabilizaba la estructura toda del sistema defensivo peruano. Ante el temor de ver embotelladas sus unidades fluviales de guerra, el mando regional de Iquitos había ordenado su desplazamiento al Amazonas. Como efecto natural, el dominio de las aguas pasó a Colombia y el contacto entre bases y asentamientos peruanos se tornó en extremo precario a lo largo de la vía acuática.
Con Tarapacá, la proyección del poder aéreo y fluvial colombiano al escenario amazónico se hizo más evidente. Se pudo instalar allí una base de apoyo a las operaciones subsiguientes, abastecida desde Manaos como principal fuente de suministros mayores y desde poblaciones brasileñas inmediatas en víveres, combustibles y artículos de primera necesidad.
En el aspecto sicológico robusteció la voluntad nacional de llevar adelante el conflicto hasta su culminación, por la vía armada si no quedase otro recurso, y en el Ejército colombiano la alta moral demostrada por oficialidad y tropas en las fases anteriores de la confrontación.
En el campo político interno de la nación, su pueblo se estrechó aún más sólidamente en torno al gobierno, cuyo prestigio ascendió a la cumbre, en tanto en el Perú se operaba el fenómeno contrario. Grave error cometió el régimen presidido por el general Sánchez Cerro al falsear la verdad, propagando la noticia de que Tarapacá había resistido con tanto heroísmo la acometida de fuerzas en abrumadora superioridad, que obligó a la flotilla colombiana a replegarse en virtual derrota a aguas brasileñas. La verdad no tardaría en aflorar, con su inmediata repercusión de pérdida de fe en el gobierno y en la conducción armada del conflicto.
Ante el mundo, demostró Colombia su capacidad de recuperar por la vía armada territorios abusivamente ocupados, haciendo aún más plausibles ante la comunidad internacional sus esfuerzos por hallar un arreglo diplomático, que evitase las consecuencias de una guerra entre dos naciones hermanadas por la historia y por la posibilidad de hallar destinos comunes.
Esta suma de efectos, perceptibles en ambos países, se acentuó en el Teatro de Operaciones. Las fuerzas allí presentes acrecentaron su mística, su entusiasmo y la certidumbre de la victoria final, en los dos Destacamentos que ahora podrían estrechar su contacto y la dirección unificada de las operaciones. En duro contraste, el lado peruano sufrió el impacto de ese primer revés, con sus efectos mediatos e inmediatos.
Repercusiones en el frente interno del Perú
El ocultamiento de la verdad sobre la caída de Tarapacá en manos colombianas, obedeció en un primer momento a la conversión de su cobardía en autoglorificación por el comandante de la escuadrilla aérea que bombardeó a la flotilla colombiana. En efecto, dicho comandante, ante el rechazo del fuego antiaéreo y la pronta aparición de la escuadrilla aérea adversaria, no sólo descargó sus bombas sobre la selva sino dio la versión de que su heroísmo había originado el repliegue de los buques colombianos hacia aguas brasileñas. El prefecto de Loreto, Oswaldo Hoyos Osores, recogió la versión tergiversada y publicó un comunicado aún más “heroico” que el informe del aviador. Bastan unos apartes para juzgar la enormidad de la mentira:
“... la pequeña guarnición que tenemos (ya la habían perdido para el 15 de febrero) firme como una roca, en Tarapacá. Después de 47 minutos de ineficaz empeño, esa escuadra (la colombiana) que carga, para vergüenza de América, aventureros procedentes de distintas naciones europeas, se ha visto obligada, maltrecha y sin moral, a buscar refugio en las aguas hospitalarias del Brasil... Poco resultaría cuanto pudiésemos decir de la gallarda entereza de nuestros pilotos Montoya, Canga, Lecca y Secada, que en forma eficacísima determinaron la vergonzosa fuga de las naves atacantes... “5
Actitud semejante asumió el gobierno peruano al comunicar lo ocurrido como victoria espectacular de sus armas. Aunque en un comienzo esta versión desfigurada de lo acaecido dio lugar a expresiones jubilosas de la opinión pública, la verdad fue abriéndose camino. No hubo rectificación oficial, pero al conocerse la realidad el efecto fue contraproducente. Tarapacá había caído sin gloria, y su abandono sin lucha originó juicios militares contra los responsables, que finalmente fue imposible ocultar a la opinión pública del Perú.
Operaciones subsiguientes
Capturada Tarapacá, el concepto estratégico colombiano señalaba a Puerto Arturo, importante base terrestre y aérea, como objetivo inmediato. A preparar su captura se dirigieron desde el primer momento los esfuerzos del comando del Destacamento Amazonas, para lo cual debía cumplirse una etapa inicial de exploración y reconocimiento, dado que dicha base constituía el punto articular del sistema defensivo peruano. Se procedió de inmediato a explorar el río Cotuhé que desemboca en el Putumayo por su banda sur, por donde se replegó parte de la guarnición a bordo de la Estefita, mientras el resto lo hizo por la trocha selvática sensiblemente paralela al curso fluvial. Una escaramuza tuvo lugar en el sitio denominado Buenos Aires, que permitió evidenciar el abandono que la evacuada guarnición realizaba del área de influencia de Tarapacá para trasladarse a Leticia, dejando en su retirada material y equipo.
El cañonero Barranquilla fue enviado aguas arriba del Putumayo con su afluente el Yaguas como objetivo, en previsión de que por su curso hubiese podido escapar alguna fracción desde Tarapacá. Cumplida su misión y sin haber establecido presencia de fuerzas enemigas sobre la ribera sur del Putumayo, como tampoco en el área del Yaguas que confluye sobre el límite noroeste
del Trapecio, el buque fue atacado por cuatro aviones peruanos procedentes de Puerto Arturo.
El Barranquilla respondió al ataque con sus armas antiaéreas, hasta la pronta llegada de dos aviones de caza colombianos que los pusieron en fuga, sin que el cañonero hubiese experimentado daño ni pérdida humana. Ante indagación de la presidencia de la república sobre posibilidades de adelantar el plan de ataque a Leticia, en mensaje del día 16, el comando del Destacamento manifestó al día siguiente la conveniencia de esperar la llegada de los buques Bogotá y Mariscal Sucre para concertar el ataque a Leticia a comienzos de marzo, lo que daría tiempo a que las aguas del Amazonas en ascenso inundaran la posición lacustre de Ramón Castilla, disminuyendo con ello los riesgos del fuego cruzado sobre los buques. Además, decía el general Vásquez Cobo, “la toma de Tarapacá habrá producido ya sus efectos en el ánimo del enemigo” .4.
La idea operativa del general Vásquez Cobo para obrar sobre Leticia, consistía en una aproximación por el Cotuhé de una columna hasta donde este río es navegable. Allí se instalaría una base de operaciones para proseguir el avance hacia Leticia. En forma sincronizada, se haría presente la flotilla sobrepasando a Tabatinga, en territorio brasileño, para bombardear la posición y así facilitar el asalto terrestre por la espalda.
Entre las cabeceras del Cotuhé y el nacimiento del Amacayacú, tributario del Amazonas, existe un istmo angosto formado por el divortium aquarum, donde la base prevista podría haberse establecido. El Amacayacú permite la aproximación fluvial desde la parte media de su curso hasta el Amazonas, donde desemboca hacia la parte céntrica del Trapecio. Por su banda oriental habían construido los peruanos una trocha que luego se desprendía para encontrar a Leticia. La operación así concebida presentaba condiciones de factibilidad, mayores que el asalto directo previsto por el comandante en jefe antes de la toma de Tarapacá. Como él mismo lo señala, se realizaría por territorio colombiano, aplicando así la línea oficial de someter las fuerzas “irregulares” peruanas ocupantes de Leticia, a la vez que se preservaría la neutralidad del Brasil. El apoyo aéreo que permitiría la concentración de aeronaves en Tarapacá, constituía factor preponderante en las operaciones previstas, para lo cual se requería mantener los aparatos disponibles concentrados en la base conquistada y disponer así de protección para los buques fondeados o en movimiento.
En los días subsiguientes, escuadrillas peruanas de tres a cinco aparatos intentaron atacar a Tarapacá y al Córdova allí fondeado, pero la artillería antiaérea y la rápida acción de los hidroaviones al despegar para lanzarse al contraataque impidieron que cumpliesen su objetivo. Se hacía evidente la reticencia de los aviadores peruanos en trabar combate con las alas de Colombia.
RELEVO EN EL MANDO DEL DESTACAMENTO
Llamado por el presidente de la república a una conferencia sobre la situación del conflicto, previa visita a las guarniciones del alto Putumayo, partió el general Alfredo Vásquez Cobo de Tarapacá y de su puesto de mando a bordo del Córdova.
Dejaba el Teatro de Operaciones del bajo Putumayo sin ver realizado su sueño y máxima expectativa de recuperar a Leticia, pero su trayectoria desde París, Amazonas arriba y decurso por el Putumayo, con la toma de Tarapacá como culminación de distinguidos servicios a Colombia en esos momentos estelares de su historia, trazan un luminoso periplo para un hombre que, retirado del ejercicio activo de las armas desde la última guerra civil, rendía a los 65 años de una meritoria existencia, un aporte de patriotismo, voluntad y entrega que las páginas del conflicto inconcluso recogen con admiración y respeto.
A partir de esa fecha, y hasta la finalización militar del conflicto, asumió el mando del Destacamento el general Efraín Rojas Acevedo.
Destacamento Putumayo
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Zona de Operaciones
El río Putumayo, navegable en todo su curso durante el invierno y con restricciones en épocas de sequía a partir de la confluencia del río San Miguel, donde se dan cita las fronteras de Colombia, Ecuador y Perú, constituye, en un área cubierta de selva anegadiza, el eje articular de cualquier operación bélica.
Del lado colombiano, este eje sólo encuentra comunicación terrestre con el sur del país en dos direcciones: al Occidente por la vía Puerto Asís ? Pasto y al Norte partiendo de Caucaya (hoy puerto Leguízamo) por la trocha a través del estrechamiento selvático entre las cuencas de los ríos Putumayo y Caquetá. Con la localidad de La Tagua como terminal sobre este último río, la ruta prosigue aguas arriba hasta tomar por el Orteguaza en su desembocadura y alcanzar la base aérea de Tres Esquinas, construida durante el conflicto.
En territorio peruano existían numerosas trochas de comunicación con el curso del río Napo. La más importante en la zona del alto Putumayo, enlaza los dos cursos fluviales entre Pantoja, principal localidad y base militar peruana en la región descrita, y Güepí en el Putumayo, sobre la desembocadura del río del mismo nombre. La vía, sensiblemente recta’ contaba con una trocha alterna por el Occidente que encontraba la ribera sur del Güepí para proseguir paralelamente a su curso y alcanzar la posición.
La presencia humana y militar del Perú en esta zona venía de mucho tiempo atrás. Suscitado el conflicto, el gobierno de Colombia emprendió febrilmente la construcción de carreteras hacia el Putumayo en tres frentes:
Popayán-Pasto, cuyo 60% final era camino de herradura para 1932.
- Pasto?Puerto Asís
- Neiva?Florencia
En auténtica proeza, cumplida en parte por los Ingenieros y Zapadores militares, se pudo tener acceso desde el interior del territorio al Teatro de Guerra por su extremo occidental desde Pasto y por el Norte partiendo de Neiva. Sin embargo, desde el 3 de septiembre se enviaron las primeras tropas del batallón Boyacá, a pie desde Pasto, por la áspera trocha con pretensiones de camino de herradura desde la capital de Nariño.
Fuerzas en presencia
Para el 12 de enero de 1933 y cumplida una primera etapa de refuerzo en las guarniciones existentes en el Putumayo antes del ataque a Leticia, disponía el Perú de cuatro destacamentos de fuerzas variables, dependientes de la Quinta División con sede en Iquitos, capital del departamento de Loreto, con un total de 2.190 hombres.
Colombia, inferior en efectivos durante todo el conflicto, superó bien pronto a su adversario en poder fluvial y aéreo, lo que le permitió asumir la iniciativa. El Perú, obligado a atender los frentes de Putumayo y Amazonas sin conocer cuál sería la dirección del avance colombiano, terminó situando en el área general de Leticia, apreciado como objetivo de la flotilla que ascendía el Amazonas, sus tres cañoneras blindadas, con lo cual perdió en el Putumayo la esencia de su capacidad ofensiva. En esta forma, a partir de la toma de Tarapacá por el Destacamento Amazonas, Colombia quedó en condiciones de elegir su próximo objetivo. Al Perú no le quedó otro recurso que esperar el golpe, buscando ser fuerte en todos los sitios vulnerables. Era la concentración del esfuerzo que Colombia podía realizar a voluntad, frente a la dispersión peruana en posiciones fijas, débiles cada una frente a un ataque en el que Colombia podría reunir superioridad táctica local. Dos objetivos principales y unos cuantos secundarios se ofrecían a la ofensiva colombiana:
- Güepí en el curso alto del Putumayo, con progresión posterior hacia el Sur por las trochas de comunicación hacia Pantoja, clave del sistema defensivo enemigo en el alto Putumayo, anclado en el río Napo.
- Puerto Arturo en el bajo Putumayo, comunicado también con el Napo y con posibilidades de proyección hacia Leticia, si bien limitadas por carencia de medios navales de apoyo en caso de alcanzar este río en la base de Santa Elena.
Dentro de una lógica operativa, Güepí debería preceder a cualquier maniobra sobre Puerto Arturo por dos razones principales: comparativamente era más débil y por tanto podría ser tomada por el Destacamento Putumayo sin intervención del Amazonas. En segundo término, su captura permitiría dominio total del alto Putumayo, anticipándose a cualquier intención ofensiva enemiga y asegurando el eje de comunicaciones hacia Puerto Asís, a la vez que se liberaba a Caucaya de amenazas desde el Oeste.
Así, mientras el Destacamento Amazonas proseguía operaciones de reconocimiento en dirección a Puerto Arturo, fijando la atención del enemigo por este flanco, el Comando del Destacamento Putumayo se dedicaba a planear el ataque a Güepí.
El objetivo
Güepí constituye una posición naturalmente fuerte en la ribera sur del Putumayo. Un promontorio que alcanza 40 metros sobre el nivel medio del río le asegura terreno dominante, afianzado por el Oeste en el afluente que allí desemboca. Por el Este se halla la mayor elevación del cerro y por ende su mayor defensibilidad.
La guarnición se había dedicado a construir sólidos atrincheramientos en la posición misma, así como en sus accesos selváticos, tanto en la confluencia del Güepí en el Putumayo, como en el costado oriental, donde había adelantado reductos atrincherados con ocupación permanente.
Cuatro islas frente a la posición ofrecían cierto riesgo. Las tres primeras, hacia el curso medio de la corriente, pertenecían al Perú, pero no se mantenían ocupadas en razón de su naturaleza baja e inundable y de la carencia de medios fluviales para abastecer eventuales guarniciones de muy precaria capacidad defensiva.
Colombiana la más grande denominada Chavaco, se halla próxima a la ribera norte, de la cual está separada por un cauce profundo. Allí se instaló un puesto atrincherado colombiano desde la llegada de sus primeras tropas a Caucaya. Las ametralladoras peruanas, se sabría después, emplazadas con acierto en puntos atrincherados, batían con fuegos cruzados las avenidas de aproximación acuáticas entre las islas y las que pudieren utilizarse tangentes a la ribera.
Hacia la retaguardia de la posición, la trocha de abastecimientos y comunicaciones hacia Pantoja se hallaba enmascarada por la posición misma y ofrecía líneas naturales de resistencia en profundidad, constituidas por cursos de agua de caudales variables, para el caso de un repliegue forzado que obligase a abandonar la posición defensiva, intercomunicada en su interior por trincheras y zanjas de arrastre que configuraban un fortín de excelente preparación.
Terreno para montar la ofensiva
Tornando a Caucaya como base natural de partida, la topografía del área, aunque menos favorable que para el defensor anclado en el cerro de Güepí, ofrecía algunas ventajas de las cuales el mando del Destacamento supo sacar provecho.
La ribera colombiana del Putumayo, baja y anegadiza, permitía sin embargo desplazamiento terrestre por una trocha paralela al río, desde Caucaya hasta frente a Güepí, en la posición denominada Palmar, enmascarada por la isla de Chavaco, semiselvática, en forma que ofrecía buena protección. Al sur del thalweg del río las islas 1 y 2 peruanas, podrían utilizarse como objetivo intermedio con el fin de trasladar allí las armas de apoyo y acortar los fuegos destinados a batir la posición enemiga, por lo cual fueron ocupadas desde el 11 de febrero.
Con avenidas de aproximación fluvial, la disposición de las islas hacía en extremo arriesgado un ataque frontal y subsecuente desembarco, por cuanto constreñían el desplazamiento de los buques colombianos. Quedaba, sin embargo, el recurso de avanzar por ambos flancos a distancia considerable de las islas y cambiar de rumbo para dirigirse hacia los costados de la posición desde direcciones laterales. En la banda peruana del río, las trochas abiertas para situar los puestos avanzados de combate, permitían movimientos flanqueantes de infantería, si bien chocarían con los atrincheramientos sucesivos donde se habían instalado tales puestos, en particular el fuerte Bolognesi, construido en terreno dominante al Este de Güepí.
Medios disponibles para el ataque
Disponía el Destacamento como elemento básico de una maniobra sobre Güepí, de los cañoneros blindados Cartagena y SantaMarta?, complementados por tres planchones remoleados, algunas lanchas a motor y canoas demasiado vulnerables para un avance al descubierto, pero útiles como transporte complementario protegido por el escalón de asalto.
La fuerza terrestre estaba constituida teóricamente por un Batallón de Infantería incompleto (600 hombres aproximadamente) que no podría emplearse simultáneamente por falta de medios de navegación.
Como fuegos de apoyo se contaba con la artillería de los cañoneros, una sección de cañones de 75 mm. (2 piezas) y ametralladoras pesadas, además del apoyo aéreo consistente en dos escuadrillas de tres aviones cada una (bombardeo y caza).
Otro grupo, de la misma composición, podría relevarlo en el área del objetivo para asegurar acción continuada en razón del límite de autonomía de vuelo de los aparatos.
Plan de ataque colombiano
Utilizando la combinación de recursos y características del área de combate, el comando del
Destacamento sacó el mejor partido de unos y otras. El concepto general de la operación consistió en un doble envolvimiento por tropas desembarcadas a cubierto de la oscuridad al este y oeste de la posición. Una vez las agrupaciones desembarcadas llegasen a ocupar posiciones de asalto, se produciría el desembarco anfibio por los dos costados del fuerte desde los cañoneros Santa Marta y Cartagena, y frontal por tropas transportadas en los planchones a remolque.
La maniobra fluvial sería precedida por un ataque aéreo sostenido, fuego de artillería desde Chavaco y de ametralladoras pesadas desde las islas 1 y 2 al frente de Güepí.
De las dos alas envolventes terrestres, la del Este avanzaría en profundidad con miras a interceptar la trocha Güepí-Pantoja, con el doble propósito de impedir la llegada de refuerzos desde el Sur y cortar la retirada desde la posición.
Situación particular del enemigo en Güepi
Ocupaba la posición una Compañía de Fusileros al mando del capitán Víctor Tenorio, reforzada con una Compañía de Ametralladoras pesadas. Los preparativos del ataque colombiano habían sido detectados desde el 11 de febrero, dada la ocupación de las islas peruanas 1 y 2, lo que alertó al Comando General en Iquitos. Con inexplicable demora, se produjo el 8 de marzo el documento No. 609, que encargaba al Batallón de Montaña 23 de reorganizar todo el sistema defensivo de Pantoja?Güepí.
El teniente coronel Carlos Lluncor recibió así la misión de relevar al teniente coronel Dianderas y asumir de inmediato el mando del sector, instalando su puesto de mando en Güepí, con la misión de defender la posición, “impedir al enemigo el desembarque aguas arriba o aguas abajo de la posición organizada de Güepí” y, “caso de presión enemiga que hiciere imposible la resistencia”, “REPLEGARSE Tomando como eje el Varadero (trocha) de Pantoja”
Obraba con inusitada parsimonia el Comando General de Iquitos. El 22 de marzo entregaba al comandante del Batallón de Infantería de Montaña No. 27, teniente coronel Rubén del Castillo, la Instrucción particular No.9 para instalar su núcleo principal en Pantoja. El traslado del Batallón se haría “progresivamente a medida de que (sic) sus Compañías sean debidamente organizadas y dotadas de personal y material que necesitan”.6
No se advierte la celeridad que sería de esperar en un comando alertado sobre preparativos de ataque probable a una posición importante como Güepí. Con todo, dispuso el comandante de Iquitos que ese mismo día, 22 de marzo, debe partir hacía Pantoja el coronel del Castillo en la lancha Libertad, con la compañía Baldárraga y Sección de Cañones ametralladoras afectadas al Batallón de Montaña 27”. En la misma instrucción secreta, se dispone que “el Batallón 27 debe estar en condiciones de trasladarse a Güepí con sus tropas a orden de la comandancia en jefe, en refuerzo del Batallón 23, cuyas tropas en Pantoja deberían partir hacia Güepí a la llegada del contingente que comanda del Castillo”.
El 25 de julio, cuando ya el Destacamento Putumayo de Colombia se aprestaba para atacar a Güepí al día siguiente, el Comando de Iquitos parece perder la calma de que venía haciendo gala. Su Instrucción Particular y Secreta No. 15 dispone, ampliando la No. 9 del 22, que “tan pronto las tropas del Batallón 27 lleguen a Pantoja, se una con el Batallón 23 y continúen su marcha a Güepí, si fuera posible el mismo día de su llegada a Pantoja, debiendo ejecutarlo a marchas forzadas en lo posible a fin de llegar a Güepí .......
Era demasiado tarde. El refuerzo así dispuesto por la Comandancia de Iquitos, se hallaría apenas a medio camino de su objetivo, cuando sobre éste se desencadenaba el formidable ataque colombiano. El destino guarda esas paradojas extrañas. El desarrollo del combate hubiese podido ser bien distinto, más costoso y de resultados inciertos, de haber llegado las unidades de refuerzo en momento oportuno.
Desarrollo del ataque
Los cañoneros colombianos cumplieron, hacia las 2 de la mañana, la misión de desembarcar arriba y abajo de la posición de Güepí las tropas encargadas del avance por tierra, sin que la arriesgada maniobra hubiese sido detectada por los puestos avanzados peruanos. Con las dificultades que es dable imaginar, las dos compañías reducidas del capitán Luis Uribe Linares por el Este y Alfonso Collazos por el Oeste, comenzaron la aproximación hacia Güepí.
Hacia las 7 de la mañana, la Compañía Uribe captura dos soldados peruanos. Son los centinelas que cubren la ruta de aproximación hacia el fuerte Bolognesí, destacado de la posición principal como puesto avanzado de combate. Este fortín es el que los colombianos conocen por el nombre de Cachaya. La Compañía prosigue su avance hacia dicho atrincheramiento.
A las 8.40 aparecen en el horizonte las escuadrillas colombianas de caza y bombardeo. Minutos después inician su ataque contra Güepí, secundado por los fuegos de artillería desde Chavaco y de ametralladoras pesadas en sus emplazamientos en las islas 1 y 2, en forma simultánea con los fuegos de las dos cañoneras.
El Santa Marta, tomado como puesto de mando del teniente coronel José Dolores Solano, comandante de la flotilla, en acto de arrojo y decisión desembarca bajo fuego enemigo las secciones comandadas por los tenientes Mario García y Francisco Benavides, que no lo
habían hecho por falta de espacio a bordo del cañonero. Con este refuerzo, la Compañía Uribe Linares prosigue el ataque contra el atrincheramiento Bolognesi hasta apoderarse de él hacia las 9.50, cuando el teniente peruano Sillau lo abandona ante su caída inminente.
Mientras esto ocurre por el Este, el cañonero Cartagena, a bordo del cual se halla el general Roberto D. Rico, comandante del Destacamento, avanza hacia la desembocadura del Güepí en el Putumayo, batiendo con sus fuegos el fortín que protege la posición en ese lugar. Simultáneamente, la Compañía Collazos alcanza el Güepí, logra pasarlo en diversos puntos con apoyo de embarcaciones menores que han ganado la orilla peruana a cubierto del fuego del Cartagena, y amenaza la profundidad de la posición, así como las comunicaciones con su retaguardia.
Las acciones heroicas se suceden de parte y parte. La resistencia de. la guarnición peruana es empecinada. En los nidos de ametralladoras se desarrollan combates sangrientos. Son los puntos vitales de la defensa, y desde donde mayor daño se causa a los atacantes. Los peruanos luchan allí con valor, hasta perder sus mejores hombres o ver sus armas despedazadas por el fuego del asalto. El cabo peruano Alberto Reyes cae inmolado después de disparar su pieza hasta el último aliento.
Del lado colombiano se rivaliza en coraje y valor con los defensores. El planchón que transporta parte de la Compañía del capitán Ernesto Velosa Peña en apoyo de Uribe Linares, es barrido por la metralla del fuerte
Bolognesi, pero prosigue su avance hasta encallar en la ribera enemiga y desembarcar sus hombres, de los cuales tres quedan tendidos para siempre sobre la cubierta de acero, y otros cuatro, heridos, no pueden seguir a sus camaradas en el asalto heroico.
Hacia las 12 del día el combate alcanzó su clímax. El Cartagena, haciendo fuego con todas sus armas, se lanzó sobre la ribera peruana, abajo de la confluencia del Güepí con el Putumayo. De su cubierta saltó una oleada de atacantes que escalaron la pendiente hacia el nido principal de resistencia.
Aguas abajo, el Santa Marta lo siguió en empresa similar.
“Los peruanos semírrodeados por tierra y viendo precipitarse sobre ellos dos barcos vomitando fuego por todas partes, abandonan el fuerte central de Güepí, dejando heridos, armas, municiones y víveres, con el solo pensamiento de huir de los colombianos por las trochas que conducen al Napo. Momentos antes, cuando todavía el fuego enemigo era sostenido, el sargento Néstor Ospina Melo saltó del Cartagena y en valerosa acción individual por entre una nutrida cortina de balas, escaló el barranco central de Güepí, y aureolado por el ¡hurra! de las tripulaciones de los cañoneros, clavó el tricolor colombiano en lo más alto de las fortificaciones peruanas”. 8.
A esta misma hora, después de un repliegue en profundidad, las últimas tropas peruanas abandonan precipitadamente a Güepí. Tan sólo el teniente Teodoro Garrido Lecca y su última pieza de ametralladoras quedan en la posición y son capturados junto con 24 hombres de la diezmada guarnición, además de 14 heridos que de inmediato fueron atendidos por el personal de sanidad colombiano. 27 muertos peruanos se agregan a las bajas anteriores, en tanto por Colombia se contaron 16 muertos y 13 heridos. Tan pronto cesó la resistencia y se concentraron los prisioneros capturados, las tropas colombianas se dedicaron a reorganizar la posición, en forma de hacer frente a un eventual contraataque peruano. Este se produjo hacia las 3.30 de la tarde, por el capitán Víctor Tenorio y cerca de 80 hombres que logró reunir de los que abandonaron a Güepí, pero fueron rechazados y la posición fortificada quedó en manos del Ejército de Colombia hasta la finalización del conflicto. Del parte rendido por el capitán Tenorio al comandante del Batallón 23, el propio día del combate a las 18:00 horas, se extracta el siguiente aparte por considerarlo de singular interés:
“Sobre la trocha a tres kilómetros al S.E. de Güepí logré reunir cerca de 80 hombres de las diferentes secciones y dos piezas de ametralladoras; con estas tropas y dos oficiales del ala izquierda lancé un contraataque, el mismo que fracasó a 500 mts. al S.E. de Güepí, porque los colombianos ya habían emplazado sus ametralladoras y cañones en Güepí y alrededores; las cañoneras desembarcaban tropas que a las voces de Viva Colombia’, ‘Abajo el Perú’, ‘ahora a Güepí, mañana a Pantoja’ izaban la bandera colombiana y se organizaban en todos sentidos.
“Fracasado el contraataque ordené el combate en retirada, y he logrado así avanzar ocho kilómetros en dirección al campamento Zúñiga, dejando a Güepí en poder del enemigo.
Aquí he recibido su orden y le envío este dato con el mismo que me trajo su orden. Las pérdidas en material y personal no puedo precisarle, hay muertos, heridos y prisioneros, nosotros conducimos dos heridos. El enemigo ha sufrido bajas en oficiales y tropa. Mi comandante, (Fdo.) capitán José Víctor Tenorio”.’
Operaciones subsiguientes
Después del fallido contraataque, la abatida guarnición peruana prosiguió retirándose hacia Pantoja, llegando al llamado Tambo Zúñiga al anochecer, donde el capitán Tenorio recibió una orden escrita del teniente coronel Lluncor, en la que disponía que defendiese a Güepí a toda costa, en espera de los refuerzos que dicho comandante conducía, incluyendo ametralladoras y artillería. El 27 a las 10:30 llegaba Lluncor a Tambo Zúñiga, donde halló a su subalterno.
Con los hombres que conducía y 50 de Tenorio, Lluncor avanzó hacia Güepí con ánimo de recuperar la posición, tan sólo para tropezar con ataques de fracciones colombianas “que amenazaban cortar por retaguardia, intensificándose los fuegos de ametralladoras enemigas... el enemigo había tenido tiempo de organizar, delante de la guarnición, en la trocha principal y otras pequeñas alturas una línea de defensa bien provista de hombres y material. En esta situación fue imposible reconquistar a Güepí... El agotamiento físico y el quebrantamiento de la moral de las tropas de Güepí me obligaron a retroceder hasta Angusillas. Aquí’ he logrado reponer a los soldados... “10
La aviación peruana, inerte todo el día 26 durante el ataque colombiano a Güepí, recobró el aliento y el día 28 de marzo condujo un ataque sobre la población perdida, donde se hallaba fondeado el Santa Marta, que registró a pocos metros de su costado, el estallido de una bomba de 50 kilos. Prosiguiendo hacia el Oeste una vez el fuego antiaéreo hizo imposible descargar el total de sus bombas, divisó la lancha Sinchi Roca, que transportaba los 46 prisioneros tomados en Güepí y durante las acciones subsiguientes, así como 33 heridos de ambos bandos, y se lanzó sobre ella, forzándola a encallar en la orilla baja, a donde saltaron prisioneros y captores buscando refugio entre los árboles. Tan sólo pereció el timonel de la embarcación.
Con tropas de los Batallones 23 y 27, presentes en el área, el mando peruano organizó un Destacamento al mando del teniente coronel Carlos Lluncor del 23, y como segundo el teniente coronel Rubén del Castillo, del 27, oficialidad y tropa de ambas unidades y de los evacuados de Güepí, a la espera de una coyuntura favorable para recuperar la posición.
La trocha de Güepí a Pantoja se convirtió en el eje de confrontaciones, en las que se puso en evidencia la agresividad de las tropas colombianas y la consistencia de los puestos avanzados que se organizaron en las diferentes avenidas de aproximación hacia Güepí. La principal de estas acciones tuvo lugar el 10 de abril, cuando el Destacamento peruano avanzó en fuerza hacia Güepí, chocando con las avanzadas colombianas, que le produjeron la muerte a un sargento y dos soldados.
Dichas avanzadas se replegaron combatiendo, hasta incorporarse a la defensa perimétrica establecida en Güepí, con su principal puesto avanzado de combate en la antigua posición peruana de Campo Zúñiga, que el Destacamento Lluncor no pudo reducir ni obligar a replegarse.
Últimos combates
——
Sorpresa de Puerto Calderón
Obedeciendo las directrices del comandante en jefe del Teatro de Operaciones, general Efraín Rojas Acevedo, el Destacamento Putumayo adelantó al sitio de Calderón, sobre la ribera norte del Putumayo, un elemento del Batallón de Infantería Juanambú, compuesto por 250 hombres al mando del mayor Diógenes Gil. Se trataba de un contingente compuesto en su mayor parte por soldados santandereanos que, a diferencia de las primeras tropas, llegaban al Teatro de Operaciones por el Occidente, equipados de acuerdo con el clima de la Amazonia con elementos tales como hamacas, toldillos y equipos livianos de lona impermeable. La guarnición se elevó hacia el 10 de abril a 450 efectivos, con nuevos aportes traídos a bordo del Santa Marta y de la Huayna?Capac. Quizá por el reciente arribo de estas tropas al Teatro de Operaciones, el sentido de seguridad no se expresó en acciones encaminadas a fortificar el puesto y prepararlo para cualquier eventualidad. La vida diaria transcurría como en cualquier cuartel del interior, con formaciones en el patio de armas que se construyó en medio de los alojamientos de tropas.
El domingo 16 de abril, en momento en que la unidad formaba sin armas, desentendida por completo de cualquier riesgo, fue sorprendida por intenso fuego de ametralladoras y fusilería desde la orilla opuesta del Putumayo. La sorpresa había sido total, a cargo de un Destacamento comandado por el teniente coronel peruano Oscar Sevilla, que había partido de Puerto Arturo por el río Algodón el 12, a bordo de la lancha San Miguel.
Esta sorpresa, que habría podido constituir un desastre de proporciones por las circunstancias en que tornó a la guarnición colombiana formada y sin armas, no alcanzó a cumplir su cometido por un error en la fijación de las alzas del armamento a cargo del teniente coronel Sevilla (alza 600), lo que determinó que las primeras ráfagas cayeran cortas. Cuando se alargó el tiro, ya las tropas se habían dispersado en busca de sus armas y de abrigos desde los cuales pudieran utilizarlas para responder al ataque. Digna de mención fue la conducta del capellán militar, padre Castillo, que a los gritos de “Viva Colombia” contribuyó a reagrupar las tropas y a responder al fuego enemigo, que se vio precisado a abandonar el lugar.
Combate del Río Algodón
Mientras el Destacamento Putumayo adelantaba los preparativos para la toma de Güepí, el Amazonas lo hacía hacia Puerto Arturo. Con este fin estableció una base en las bocas del brazo Igaraparaná, apta para recibir unidades fluviales e hidroaviones y acantonar en tambos levantados con materiales del lugar a 500 hombres.
Sobre el río Cotuhé en el Trapecio, las fuerzas peruanas de ocupación de Leticia, estimadas para comienzos de mayo de 1933 en un Batallón reforzado con artillería, ingenieros y servicios, había construido una base fortificada en forma de cerrar la avenida de aproximación hacia Leticia. El comando del Destacamento Amazonas, con Puerto Arturo como próximo objetivo, no hizo esfuerzo especial por abrir esta ruta, que hubiese desviado parte de la atención operativa y recursos de su objetivo principal.
En desarrollo de su idea operativa, el general Efraín Rojas Acevedo emitió el 25 de abril su Orden de Operaciones No. 1, en la que es fácil advertir las restricciones impuestas por el gobierno nacional, concomitantes con la marcha de la acción diplomática. Esto explica que con Puerto Arturo como objetivo previsto, la misión no lo indicara así, contentándose con decir “Acción simultánea de los Destacamentos Amazonas y Putumayo hacia Puerto Arturo, de manera de ejercer presión sobre esta fuerte posición del enemigo y obtener algunos éxitos parciales en favor de la situación político?internacional y militar del país”.
En desarrollo de esa “Intención del Comando Superior”, dispuso el del Destacamento, que lo era a la vez del Teatro de Operaciones desde la toma de Güepí, adelantar una exploración del Destacamento Putumayo hacia el río Campuya, y otra por el Amazonas hacia el río Algodón, con dos escalones así:
- Cañoneros Barranquilla, Córdova y Pichincha, dos lanchas de transporte con sendas Compañías de Fusileros para desembarco y ocupación.
- Cañoneros Mariscal Sucre, Bogotá y buque hospital Nariño con el resto de tropas de desembarco y ocupación.
Entendiendo el valor del río Algodón como una de las rutas de aproximación a Puerto Arturo, única base de importancia que restaba al Perú en el Putumayo, el sitio de paso forzoso de embarcaciones en Puca?Urco fue ocupado por tropas peruanas en fuerza de Compañía reforzada con ametralladoras, cañones livianos de acompañamiento y una Sección de Minadores, que sembró de explosivos la corriente fluvial sobre la banda peruana.
A las 2 de la mañana del día 6 de mayo, el Barranquilla, que avanzaba como descubierta, superó el área minada sin que se activaran los cuerpos explosivos, que estallaron al paso del resto de la flotilla, acompañados de fuego masivo desde la ribera.
Repuestos de la sorpresa inicial, los buques colombianos abrieron el fuego sobre la posición peruana, teniendo como referencia única la dirección de los disparos por cuanto en la oscuridad no fue posible detectar la localización precisa de las posiciones. Ignorando la magnitud de las fuerzas enemigas, el comandante del grupo, mayor Gabriel Collazos, dispuso el repliegue de sus unidades a flote, sin que se hubiesen experimentado bajas en ninguna de las dos fuerzas en contacto, luego de media hora de combate de fuego. Al retornar la flotilla colombiana al área del encuentro al día siguiente, halló que la fuerza peruana la había evacuado, con lo cual se definió la operación como típica emboscada, sin mayores consecuencias para ninguno de los dos bandos. Luego de rechazar un ataque aéreo con apoyo oportuno de aviación propia, la flotilla desembarcó las tropas, que ocuparon las bocas del Algodón, arteria fluvial de comunicación con Puerto Arturo.
Captura de una compañía peruana
Una de las posiciones colombianas adelantadas de Güepí por la vía a Pantoja como seguridad externa, recibió el nombre de La Rebeca. La cesación de hostilidades comunicada el 24 de mayo de 1933 por la Sociedad de las Naciones, como resultado de la victoria diplomática colombiana, prescribía suspender todo desplazamiento de tropas de las posiciones que ocupaban en la fecha, lo que fue aceptado por ambas partes. El día 26, una Compañía peruana al mando del capitán Baldárrogo se adelantó desde la posición peruana La Firmeza hacia La Rebeca, que supuso abandonada. Este movimiento constituía clara violación de las condiciones del cese de fuegos o suspensión de hostilidades.
La posición colombiana se encontraba ocupada parcialmente. Una sección que la guarnecía, comandada por el subteniente Guillermo Aldana, se hallaba practicando un reconocimiento cuando se recibió en el comando colombiano de Güepí el comunicado sobre cesación de hostilidades y, por lo tanto, ignoraba su contenido.
Al observar la marcha de la columna peruana fraccionada en cuatro secciones hacia La Rebeca, la dejó pasar sin perder la observación sobre su itinerario. En esta actividad dió captura a un estafeta que se dirigía hacia el puerto de La Firmeza, dando cuenta de que la posición colombiana no estaba abandonada. Valiéndose del prisionero como informante y guía, pudo capturar sucesivamente las cuatro secciones al mando del capitán Baldárrogo sin disparar un tiro.
El procedimiento seguido fue el de rodear cada sección y, fingiendo comandar una unidad mayor de tropas colombianas, intimar rendición grupo por grupo, hasta totalizar los cuatro oficiales y 77 hombres de tropa, a los que, previamente desarmados, condujo a Güepí. Allí, el propio coronel Roberto D. Rico, comandante del Destacamento Putumayo, informó a los dos comandantes de compañía sobre el cese de hostilidades, lo que ya conocía el oficial peruano pero no el colombiano. La compañía que fuera enemiga hasta el 24 regresó a su base con las armas que le fueron devueltas, previo descanso, alimentación y víveres para el retorno, provistos por el comando de Güepí.
Fin del conflicto y entrega de Güepí
E1 23 de mayo de 1933, se firmó en Ginebra el acuerdo diplomático que ponía fin al conflicto armado entre Colombia y el Perú. Dentro de sus cláusulas figura la entrega del puesto fortificado de Güepí, que se cumplió con las formalidades del caso 30 días después.
El día 6 había caído asesinado el presidente del Perú, general Luis María Sánchez Cerro, baleado por el joven peruano Mendoza Leyva, muerto en el acto por la escolta del jefe del Estado, lo que impidió establecer los móviles del crimen y sus posibles autores intelectuales. El presidente acababa de pasar revista a 20.000 soldados de reciente incorporación, que partirían en breve, según se dijo, hacia el Teatro de Guerra en el Noreste. Pese a que su sucesor, el mariscal Oscar Benavides, a su partida de Londres donde desempeñaba el cargo de Ministro Plenipotenciario del Perú, había hecho declaraciones inamistosas y de acento belicista contra Colombia, y era recordado por su ataque a La Pedrera en 1911, la desaparición del causante de la agresión despojaba al conflicto del sello que éste quiso darle.
Infortunada la acción de las armas, perdida virtualmente la batalla diplomática, el gobierno del Perú llegó a la conclusión de que proseguir la guerra carecía de sentido, y en esa forma se llegó a la paz, que jamás ha debido quebrantarse entre dos países amigos, hermanados en la historia de su pasado independentista.
El 23 de junio, luego de firmar la correspondiente acta, el teniente coronel Angel María Diago, comandante de la guarnición colombiana, ordenó los honores reglamentarios al pabellón de su patria, y entregó el puesto conquistado con valor y con sangre, al mayor Hipólito Paredes, representantes ambos de los Destacamentos que se habían enfrentado duramente en la posición fortificada y en sus accesos selváticos del Sur.
Inexplicable que la entrega de Güepí no se hubiese cumplido en forma simultánea con la de Leticia a Colombia. Allí se había cumplido el acto de agresión que dio origen al conflicto armado. Acá se había tomado, en desarrollo de esa misma incidencia bélica, un punto fuerte del adversario que obstaculizaba la libre navegación colombiana en un río de mutuo dominio. No existía razón válida para que Colombia esperase la devolución por intermedio de la Sociedad de Naciones, mientras en Güepí esta acción se cumplía sin dilaciones y en forma directa. Conveniente la cesación del conflicto para los dos países hermanos, que jamás han debido verse envueltos en una incidencia armada, lo justo era la igualdad de condiciones para volver las cosas a su punto de partida: la total vigencia del Tratado LozanoSalom?ón y el intercambio de espacios territoriales ocupados por las dos fuerzas enfrentadas. El tricolor colombiano descendió de su mástil victorioso en silente homenaje a la paz y a la armonía de las dos naciones. El último Destacamento en desguarnecer la posición donde se había batido con heroísmo para añadir una gloria más al historial militar de la nación, embarcó a bordo del cañonero Santa Marta. Los blindajes del buque registraban aún las cicatrices de la refriega. Los hombres formados sobre su cubierta de acero, vieron desdibujarse en la distancia aquel fragmento de sus vidas bañado por la luz melancólica del atardecer sobre la selva.
Notas
1. Jaramillo Ruiz, Augusto, teniente coronel Ejército del Perú, Conflicto PeruanoColombiano?, ¡Puca Urco! Imprenta Gráfica Industrial, Lima, 1912, pág. 19.
2. Jaramillo Ruiz Augusto, op. cit. Al referirse al Concepto Estratégico Colombiano, señala este autor peruano: “Sin ambages, debemos apreciar tanto el cuidadoso estudio como la inteligente conclusión, de verdadero valor profesional, en la elaboración de este Plan de Operaciones, que está cartas vistas en lo expuesto anteriormente, no siendo necesario otro comentario”.
3. Vásquez Cobo, Alfredo, general, Pro Patria, la Expedición Militar al Amazonas en el Conflicto de Leticia, Departamento Editorial Banco de la República, Bogotá 1985,pág.197.
4. Vásquez Cobo, Alfredo, op. cit, pág. 197.
5. Araújo Arana, Humberto, capitán (R) Ejército peruano, Conflicto fronterizo PerúColombia, 1932?1933, Tomo tercero, Litografía Huascarán, Lima, 1965, pág. 102.
6. Araújo Arana, Humberto, op. cit. Tomo III, pág. 120 y siguientes.
7. Gómez jurado Guerrero, Luis, Conflicto Colombo ? Peruano 1932?1933, COMBATE DE GUEPÍ, Biblioteca Popular Nariñense, Tipografía Javier, Casa Mariana, Pasto, 1981, págs. 78?79.
8. Cajiao Candia Luis Carlos, capitán de fragata médico, El Putumayo y el Conflicto Colombo?Peruano, 1932?1934, Bogotá, Italgraf Ltda., 1970, pág. 77.
9. Araújo Arana, Cp. (r) op. cit., pág. 128.
10. Araújo Arana, op., cit. pág.
132?133.
1.ORDEN (OPERACIONES)
Puerto Boy, 25 de abril de 1933
La quinta División peruana, al mando del general Fernando Sarmiento, sostiene la frontera peruana en el límite con Colombia.
Después del combate de Güepí (26.111. 33) las fuerzas enemigas que defendían tal posición se retiraron a La Zoila (25 km. de Güepí), cubriendo el destacamento peruano que se apoya en Pantoja.
Las tropas enemigas que se retiraron de Tarapacá (14. Il. 33) continúan fortificadas en Buenos Aires, cubriendo el destacamento peruano que se apoya en el Amacayacú.
Todas las tropas enemigas que ocupaban a Yubineto, Inonias y La Florida se replegaron hacia Puerto Arturo. Informaciones oficiales aseguran la marcha de refuerzos enemigos por el río Napo hacia Pantoja.
El 16. IV. 33 tropas de infantería enemiga sorprendieron nuestro puesto de Calderón, desde la ribera peruana. El ataque fue repelido.
El 20.1V.33 la aviación enemiga bombardeó la lancha Emita, 100 kilómetros abajo de Caucaya.
El enemigo, según observación aérea, está practicando, a lo largo del río Campuya, extensos trabajos de desmontes y construcciones.
ORDEN DE OPERACIONES PARA APROXIMACIÓN SOBRE PUERTO ARTURO*
2. NUESTRAS TROPAS
a) Destacamento Amazonas: los barcos Barranquilla, Sucre, Pichincha y Nariño (hospital) están concentrándose con dos compañías de fusileros en las bocas del río Igara?paraná.
b) Destacamento Putumayo: cañoneros Cartagena y Santa Marta, más dos lanchas transporte, listos en Caucaya.
Puestos de El Encanto y Pubenza: una compañía de fusileros, una sección de ametralladoras y una sección de artillería.
Puerto Ariza: dos pelotones de fusileros, una sección de ametralladoras y una sección de artillería.
Calderón: dos compañías de tusileros.
Iberia: una compañía de fusileros.
Caucaya: El comando del Destacamento.
Güepí. tres compañías de fusileros y una de ametralladoras.
Puerto Ospina: una compañía de fusileros.
Además: los refuerzos anunciados por el Ministerio de Guerra.
3. INTENCIÓN ACTUAL DEL COMANDO SUPERIOR
Acción simultánea de los Destacamentos Amazonas y Putumayo hacia Puerto Arturo, de manera de ejercer presión sobre esta fuerte posición del enemigo y obtener algunos éxitos parciales
en favor de la situación políticointernacional y militar del país. El Comando del Destacamento Putumayo dividirá su acción en dos partes:
a) Aproximación al enemigo en el sector Campuya?Calderón, ocupando a San Antonio y a Iberia.
b) Llegados y concentrados en Calderón y en San Antonio los refuerzos que vienen por las vías Florencia?Caucaya y Puerto Asís?Caucaya, esperará nuevas órdenes del comando superior.
4. EXPLORACIÓN
Tropas del Destacamento Putumayo: principalmente hacia el río Campuya por Iberia.
La aviación ejecutará lo siguiente:
a) Explorará y tomará fotografías en el sector Campuya?Algodon y mantendrá constante observación en tales puntos.
b) Trasladará una parte de los aviones a las bocas del río Igaraparaná, donde se encuentra una base arreglada con dicho objeto. c) Vigilará los barcos del Destacamento Amazonas durante su
permanencia en dicho lugar, y luego los protegerá en su próxima acción sobre el río Algodón.
5.
Por ahora, permaneceré a bordo del cañonero Mariscal Sucre, con el cual se establecerá el enlace.
Fdo. EFRAÍN ROJAS General
Comunicada hoy por escrito al comandante del Destacamento Putumayo y al jefe de la Aviación.
Fdo. LUIS ACEVEDO
Coronel
*Nótese que los Destacamentos Putumayo y Amazonas han sido unificados bajo el mando del general Efraín Rojas Acevedo, que reemplaza al general Alfredo Vásquez Cobo desde la partida de éste del Teatro de Operaciones.
#AmorPorColombia
Desarrollo de las operaciones
Ametralladora antiaérea de 20 mm emplazada a bordo del cañonero Cartagena.
Güepí, posición fortificada peruana sobre la desembocadura M río de¡ mismo nombre en el Putumayo y llave de la navegación en el curso superior de este eje estratégico fluvial, constituyó objetivo decisivo de las operaciones en la Amazonia. Para Colombia significaba la libertad de navegación hacia y desde Puerto Asís, y por ende de sus comunicaciones con la zona M interior. Para el Perú, era vital dentro de su esquema defensivo de la zona comprendida entre el río Napo y el mismo Putumayo
Primer Curso de Voluntarios del Batallón Tarqui para el Conflicto Amazónico. Esta unidad, fundada en 1911 a raíz del ataque peruano a La Pedrera, se reactivó en 1932, adscrita a la Escuela del Militar 1 r de Cadetes, para graduar subtenientes de reserva del Ejército. Su nombre evoca la victoria del Mariscal Sucre sobre las fuerzas invasoras peruanas en 1829.
Boca oriental del río Atacuarí en el Amazonas, final de la tangencia del Trapecio sobre este río, y sigue aguas arriba hasta la bifurcación de¡ Atacuarí en los dos brazuelos que se vierten al Amazonas.
A término de su misión de guerra, el general Vásquez Cobo visitó guarniciones militares del Putumayo dentro de la zona de operaciones; allí se entrevistó con militares y personas de la región.
Fascímil de la comunicación enviada por vía telegráfica brasileña desde la comandancia de la Quinta División del Oriente Peruano con sede en Iquitos al general Alfredo Vásquez Cobo, comandante de la Expedición colombiana.
Fascímil de la comunicación enviada por vía telegráfica brasileña desde la comandancia de la Quinta División del Oriente Peruano con sede en Iquitos al general Alfredo Vásquez Cobo, comandante de la Expedición colombiana.
Facsímil de la respuesta del general Alfreddo Vásquez Cobo, comandante de la Expedición colombiana, al general Víctor Ramos, comandante de la Quinta División del Oriente Peruano.
Facsímil de la respuesta del general Alfreddo Vásquez Cobo, comandante de la Expedición colombiana, al general Víctor Ramos, comandante de la Quinta División del Oriente Peruano.
Atracado al muelle del Puerto Colombia en el Caribe el vapor Boyacá se apresta a levar anclas con destino a la Amazonia. Lo acompañaron hasta Belén del Pára, el Pichincha, el Nariño como buque hospital y el Barranquilla, que hubo de permanecer en reparaciones en uno de los puntos de escala, por haberse averiado su casco, diseñado para navegación fluvial, con el oleaje del Atlántico.
Vapor Nariño. Fue adquirido en Manaos en 1928 para la labor de colonización del Putumayo y Amazonas.
La guarnición de Tarapáca.
El puerto de Caucaya sobre el Putumayo, base de los cañoneros Cartagena y Santa Marta, siempre considero como propios los dos buques de guerra. El alborozo con que se recibían sus arribos, se acerció una vez estallado el conflicto, en particular cuando regresaron después de la victoria de Guepi.
El embarque y transporte de tropas por el Putumayo desde y hacia Caucaya, hubo de utilizar embarcaciones obtenibles en la zona de operaciones, dada la limitada capacidad de los cañoneros Cartagena y Santa Marta para este proposito.
Rescate de los ocupantes del Junker F-13, No.202 accidentado frente a Caucaya, el 22 de mayo de 1933.
En medio de las dificultades de todo orden, del entorno salvaje de la selva, del clima torrído inclemente, de la alta morbilidad por causa de las enfermedades tropicales, la elevada moral de las tropas, surgida de un patriotismo poderoso, se sostuvo imperita a lo largo del conflicto.
Texto de: General, Álvaro Valencia Tovar.
Texto de: General, Álvaro Valencia Tovar.
Introducción
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Antes de iniciar el relato de las operaciones en desarrollo del conflicto bélico, planteado con la ocupación de los puestos fluviales de Leticia en el río Amazonas y Tarapacá en el Putumayo, conviene trazar el marco estratégico general, dentro del cual va a desarrollarse el curso operativo de la respuesta colombiana a tales actos hostiles.
La dimensión estratégica plantea una actitud disímil por parte de las dos naciones en conflicto. El Perú, consumados los dos actos que sirven de ignición al problema, se ve forzado a asumir una actitud de espera. En lo político, de la posible reacción colombiana. En lo militar, porque nuevas ocupaciones de territorio colombiano dejarían sin base la explicación oficial de que los dos hechos anteriores obedecieron a “incontenibles aspiraciones del pueblo peruano” y revestirían un equívoco carácter de agresión armada.
Colombia asumió desde el primer momento la iniciativa, al alistar y adquirir los medios indispensables para situar en el Teatro de Guerra el poder necesario para recuperar los espacios ocupados. Denominó su acción como policiva o punitiva contra elementos que calificó de “subversivos”, dado que el gobierno del Perú no dio a las acciones hostiles carácter de hechos militares.
Ante la presencia de la Expedición colombiana en el Amazonas y la aproximación terrestre hacia el alto Putumayo, el Perú reforzó considerablemente sus guarniciones, tanto en los sitios ocupados en territorio colombiano, como a lo largo de la margen sur del río Putumayo. Un transporte militar, el vapor Marañón, fue enviado por mar con cuantioso material de guerra desde El Callao.
La doble conducta política y militar permite las siguientes deducciones sobre las causas de la agresión:
- Un acto espontáneo de la población loretana, para la cual el Trapecio amazónico era territorio peruano arrebatado por el Tratado Lozano?Salomón, recibió luego apoyo político y militar de su gobierno.
- La decisión de obrar tras la cobertura de civiles partió de la propia presidencia del Perú, en espera de recuperar territorios “perdidos” en un tratado por la vía de los hechos cumplidos, y con el oculto propósito de fortalecer el régimen dictatorial vigente por medio de un conflicto internacional.
El hecho evidente es que, producida la ocupación?Ta-rapacá lo fue con efectivos militares?y después de un período de indefinición, el Perú entró a sostener los derechos de sus ciudadanos a recuperar el Trapecio amazónico con el respaldo de las Fuerzas Armadas nacionales, lo que hace más que improbable la primera hipótesis.
Adoptada la opción militar, desconcierta la falta de preparación del Perú en el Teatro de Guerra, lo que hace pensar que su gobierno, al precipitar el conflicto, sólo tuvo en cuenta el poder presente en el escenario y subestimó, por una parte la capacidad y energía de la reacción gubernamental colombiana y, por otra, su capacidad militar para acudir con fuerzas capaces de imponer la voluntad en el Teatro de Guerra.
Concepto estratégico
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La actitud de espera defensiva del Perú queda plasmada en su concepto estratégico concebido en los siguientes términos:
Retener A Todo Trance El “Trapecio Amazónico” Fortaleciendo Y Vigorizando Sus Posiciones, Inclusive Naturalmente A Leticia Y Tarapacá, A Fin De Rechazar Cualquier Ataque Del Enemigo, Tratando De Desorganizar Sus Fuerzas, Destruyéndolas En Su Máximo Posible, Para “A Posteriori” Pasar A La Ofensiva Cuando Las Circunstancias Lo Determinasen.1.
Colombia, por su parte, concibió una estrategia ofensiva de amplio aliento basada en una maniobra “por líneas exteriores”, que se concretaría en doble aproximación hacia el Teatro de Guerra:
- Por el Este, girando en torno al extremo oriental de Suramérica, penetrar por las bocas del Amazonas y por este río, aguas arriba, con dos posibles objetivos iniciales: Leticia sobre el gran río, o Tarapacá en el Putumayo, ocupadas ambas por el adversario en la apertura del conflicto.
- Por el Oeste, hacia el alto Putumayo, abriendo rutas de penetración desde el interior del país.
Adoptada la primera alternativa, el río Putumayo se convertía en eje natural del esfuerzo estratégico colombiano en una primera fase, después de la cual se trasladaría a la región Amazonas ? Napo con Leticia como objetivo político ? estratégico.
De no conseguirse una solución diplomática al conflicto, una tercera fase conduciría, necesariamente, a la ofensiva sobre Iquitos como centro vital peruano de las operaciones.2.
Controversia sobre la dirección de la ofensiva
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El plan de campaña del general Efraín Rojas Ace-vedo, comandante del componente del Destacamento Amazonas que zarpó desde Barranquilla, contemplaba a Tarapacá como primer objetivo. Alcanzado este punto fuerte, con el cual se podría sellar la navegación por el Putumayo hasta sus bocas en el Amazonas, se entraría a operar en coordinación con el Destacamento Putumayo para conducir operaciones de dominio del río.
El general Alfredo Vásquez Cobo, nombrado comandante en jefe por el gobierno de Colombia, asumiría la dirección superior de las operaciones a partir del encuentro de las dos flotillas en Belén del Pará. Aunque el proyecto del general Rojas era aplicar el Plan de Guerra colombiano, al general Vásquez Cobo se le había dado plena autonomía operativa en el Teatro de Operaciones, que él utilizó de inmediato al señalar a Leticia como objetivo inicial.
La diferencia de opinión era manifiesta. El comandante en jefe había formado su idea de maniobra desde antes de alcanzar el Teatro de Guerra, como lo afirma al confrontar el Memorando que le envió el Ministro de Guerra con fecha 23 de noviembre de 1932 ?el que recibió en Belén del Pará un mes más tarde? con su propio concepto operativo. El citado Memorandum había sido complementado con una carta del Ministro, Carlos Uribe Gaviria, fechado el 30 de noviembre.
“La carta del Ministro de Guerra del 30 de noviembre de 1932 que acompañaba al anterior documento (el Memorandum) esbozaba la idea de ocupar primero a Tarapacá y después a Leticia, lo que no correspondía a la idea que traía yo desde París. Al transmitirme esas observaciones, el Memorandum indicaba que yo quedaría con libertad de acción como comandante de la Expedición, para apreciar sobre el terreno las circunstancias que pudieran favorecer la acción sobre Leticia o sobre Tarapacá....” 3.
El 13 de enero de 1933, cuando la flotilla se hallaba surta en el puerto de Manaos, arribó un avión civil en el que viajaban el coronel Luis F. Acevedo y el mayor Herbert Boy, con documentos para el Comando en Jefe de la Expedición. Tanto verbalmente, como en el “Memorandum No. 4, Plan de Operaciones” se expresó el concepto de atacar primero a Tarapacá, lo que molestó al general Vásquez Cobo, para quien su idea debería realizarse a todo trance.
“No teníamos ningún objeto distinto de la recuperación de Leticia, ocupada por un grupo de insurrectos peruanos, apoyados después por el gobierno del general Luis Sánchez Cerro. Mi plan era Leticia y para realizarlo estaba dispuesto a consumar todos los sacrificios que fueran necesarios”.4.
El Memorandum No. 4, aunque con el agregado de Plan de Operaciones, es más una breve apreciación de la situación seguida del esbozo de un concepto estratégico general para la dirección de las operaciones.
La parte analítica sopesa las dos alternativas, para asignar a la de Tarapacá las mayores ventajas, concretables así:
- Leticia está mejor defendida con fortificaciones preparadas y posiblemente minada de sus aguas. Al frente, Ramón Castilla complementa el sistema defensivo global, con la capacidad de establecer fuegos cruzados con grave riesgo por la vulnerabilidad de los buques colombianos.
- La proximidad a la frontera con el Brasil limita las posibilidades del ataque, que no podría involucrar aspectos violatorios de la soberanía de ese país.
- La base aérea colombiana más cercana se hallaría en La Pedrera, a distancia que haría imposible el apoyo aéreo necesario para el éxito.
- La principal fuerza fluvial peruana, integrada por las cañoneras América, Iquitos y Napo, se encuentra en el Amazonas, lo que implicaría un riesgo adicional con fuego cruzado desde tres direcciones.
Pese a lo anterior, el general Vásquez Cobo persistió en su idea para lo cual, apoyado en la autonomía que se le había otorgado, decidió proseguir hacia Leticia, negando cualquier superioridad militar peruana en el área. No estaba equivocado el comandante en jefe en este último punto, dada la presencia de los Destacamentos Putumayo y Amazonas, así como la de la aviación militar, que en breve tiempo había alterado el balance de poder en favor de Colombia. Su equivocación residía, no en el concepto global, sino en la posibilidad de poseerla en el objetivo. En este aspecto, Leticia presentaba marcadas ventajas para el Perú, mientras que en Tarapacá podría obtenerse neta superioridad.
Destacamento Amazonas
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Aproximación Estratégica
Cumplida la concentración del Destacamento Amazonas en Belén del Pará, prosigue la aproximación estratégica hasta alcanzar la confluencia del Putumayo en la localidad brasileña de San Antonio.
Habiendo partido de Manaos el 17 de enero, con tres días de espera en ese puerto en cumplimiento de instrucciones del gobierno colombiano que obedecían a los desarrollos de la situación diplomática, la flotilla, en la que faltaba aún el cañonero Barranquilla, demorado por causa de las reparaciones que hubo de sufrir en Curazao, alcanzó la Misión Franciscana de Tonantines sobre la ribera izquierda del Amazonas el 27 de enero.
Hasta ese lugar, el general Vásquez Cobo estaba convencido de que podría navegar hacia Leticia, idea que reforzó con el último telegrama recibido el día 17 en Manaos: “Favor informarme la hora en que zarpen para Leticia conforme instrucciones mis cables de hoy, amigo, presidente”.
En el trayecto de Teffé, sobre las bocas del Caquetá, a Tonantines, los mensajes del Comando Expedicionario revelan la urgencia de disponer del cañonero Barranquilla a la mayor brevedad. Era lógico. Se trataba de la unidad fluvial más poderosa de la flotilla, tanto por su modernidad y blindajes como por el poder y alcance de su artillería. Surgen también dos hechos que afectan directamente la situación.
El primero es el desplazamiento del buque transporte peruano Marañón por el canal de Panamá, cargado con abundante material de guerra destinado al Teatro amazónico, y las dificultades que experimentó al tener que regresar a Colón, sobre la boca del Canal de Panamá, atribuidas a exceso de carga frente a las agitadas aguas del Caribe en época de fuertes vientos y luego a proble
Atracado al muelle de Puerto Colombia en el Caribe el vapor Boyacá se apresta a levar anclas con destino a la Amazonia. Lo acompañaron hasta Belén del Para, el Pichincha, el Nariño como buque hospital y el Barranquilla, que hubo de permanecer en reparaciones en uno de los puntos de escala, por haberse averiado su casco, diseñado para navegación fluvial, con el oleaje del Atlántico. mas causados por su tripulación. De todas maneras representaba un factor de importancia para el desarrollo ulterior de las operaciones.
El segundo, la presencia de la cañonera América detectada en Teffé y luego de la Napo. Navegaron ambas con luces apagadas frente a las bocas del Putumayo, dejando a la Expedición en la incertidumbre de su curso subsiguiente, que podría ser el de este río o el del Amazonas hacia Leticia. Sobre el particular informa el general Vásquez Cobo el día 26, que las dos cañoneras, detectadas frente a Fonteboa en aguas brasileñas, a causa del “... ruido de un disparo del cañón Krupp de ejercicio del Mosquera, hízoles escaparse hacía arriba ...” Pero ese “hacia arriba” dejaba abierta la incógnita sobre su destino.
En la noche del 27 de enero, la Expedición alcanzó a Tonantines con el Boyacá, el Pichincha y el Córdova. Las comunicaciones recibidas por radio durante el trayecto desde Teffé indicaban que el Barranquilla, previo viaje a La Pedrera por razones logísticas, alcanzaría a Tonantines en breve término. Allí la flotilla debería esperar la llegada del mayor Boy con nuevas instrucciones. Así mismo, un mensaje le indicó al general Vásquez Cobo que la alternativa de ataque a Leticia quedaba descartada. Dicho radiograma, distinguido con el número 37 y fechado el 20 de enero, dice así:
“Conforme a las conversaciones de Manaos, siga lentamente hasta Tonantines y espere allí al mayor y compañeros que procurarán reunirse allí con usted. Después de conferenciar con Acevedo y Boy confirmamos nuestro punto de vista expresado en mis comunicaciones no atraer Leticia a usted (SIC). Favor acusarme recibo de este radio. Presidente”.
En Tonantines, dispuso el general Vásquez Cobo se aprovechara la permanencia obligada en el puerto para reforzar las defensas sobre cubierta de sus buques con sacos de arena y con la leña almacenada como combustible. En aquel puerto, procedentes de Benjamín Constant, donde se habían refugiado luego de su expulsión de Leticia por los peruanos, el 1º de septiembre, arribaron el intendente del Amazonas, Alfredo Villamil Fajardo, y sus empleados, quienes ofrecieron sus servicios en calidad de soldados, siendo aceptados por el comandante de la Expedición que ordenó proveerlos de uniformes y fusiles. A este patriótico gesto, se añadió el obsequio que hicieron de una lancha provista de motor que, según Vásquez Cobo, “prestó muy buenos servicios”.
Primeras bajas en la Expedición
Dos sensibles pérdidas humanas sufrió la flotilla en Tonantines. La primera el 29 de enero, del soldado Cupertino Gutiérrez del Batallón Juanambú. En momentos en que regresaba en canoa desde la orilla del río hacia el Boyacá, se volcó la embarcación, pereciendo ahogado el joven vallecaucano sin que los esfuerzos de sus compañeros hubiesen podido evitarlo. El 2 de febrero falleció a bordo del Boyacá el soldado antioqueño, también del juanambú, Juan de Dios Montoya, a causa de una afección intestinal.
La bandera colombiana se enlutó así por primera vez en la Expedición Amazónica. El infortunado caso del soldado Gutiérrez dio lugar a un acto de valor que el propio comandante de la Expedición reconoció, luego de registrar la pérdida en la Orden del Día del 30 de enero, por medio de una resolución. El 5 de febrero arribó a Tonantines el coronel Luis F. Acevedo con las instrucciones anunciadas por la presidencia de la república en mensajes anteriores. Vásquez Cobo persistía en el ataque a Leticia. Apoyado en los informes recibidos del intendente Villamil Fajardo sobre las características del área, ese mismo día comunicó a Bogotá:
“ ... Niego superioridad militar Perú en estas regiones. Sus buques han abandonado Putumayo y se encuentran por lado de Leticia. Días pasados cañonera América, lo mejor que tiene aquí el Perú, huyó a toda máquina al sentir nuestra llegada, y posiciones Leticia no son inexpugnables para nuestros barcos y artillería. Hay manera de atacarlos y constante aumento aguas Amazonas inundara Ramón Castilla, lo que facilitará ataque...”
Analizando el caso, la aseveración sobre presencia de las cañoneras peruanas en Leticia y consiguiente abandono del Putumayo, más que justificar el ataque a Leticia, reforzaba la selección de Tarapacá, objetivo sobre el cual podría recibirse apoyo eventual de las cañoneras Cartagena y Santa Marta del Destacamento Putumayo. El coronel Roberto D. Rico había enviado una nota al general Vásquez Cobo desde el 4 de enero, poniéndose a su disposición para los fines propios de las operaciones e informándole que la banda colombiana del Putumayo se hallaba totalmente en su poder, en tanto las guarniciones de Güepí y Puerto Arturo habían sido reforzadas con 100 y 500 hombres respectivamente.
La llegada del coronel Acevedo, sin embargo, con las comunicaciones que traía, produjo ese mismo día la adopción de la alternativa Tarapacá en primera instancia, para luego obrar sobre Leticia. Así lo comunicó el general Vásquez Cobo el mismo día 5 a la presidencia en Bogotá, en los siguientes términos:
“Número 39. He leído detenidamente en asocio general Rojas y coronel Acevedo, las dos comunicaciones de 20 y 28 de enero... Después de estudiarlas hemos convenido poner en ejecución Plan sugiere Vuestra Excelencia sobre Campaña Tarapacá y Putumayo como base para posterior ataque a Leticia, que concuerda con ideas había esbozado general Rojas y mis opiniones desde París. Por tanto miércoles 8 de febrero seguiremos viaje. Vazcobo, Efraín Rojas, Luis Acevedo”.
Quedaba, pues, solucionado el diferendo entre los dos generales, en la forma más apropiada para un resultado exitoso de las operaciones, sustentado en el acuerdo intelectual indispensable entre los dos jefes de mayor jerarquía en la Expedición. Sus posiciones antagónicas en este particular, llegaron a dificultar las relaciones de mando entre los dos, de tal suerte que alcanzar un arreglo facilitaba la conducción superior de la campaña.
Aproximación al contacto
Puede considerarse como comienzo de esta fase, el momento en que la Expedición alcanza las bocas del Putumayo en el Amazonas e inicia su navegación hacia el objetivo, Tarapacá, el día 8 de febrero de 1933. Hasta este momento, el despacioso avance de la flotilla colombiana desde Manaos traduce la necesaria articulación que el gobierno de Colombia hallaba conveniente establecer, entre el ritmo del avance militar y el curso de las conversaciones diplomáticas, en particular de los buenos oficios del Canciller brasileño Afranio Mello Franco, que no pudieron concretarse con la desocupación pacífica de Leticia y Tarapacá. Era esta la única salida posible para Colombia, circunscrita a la no revisión del Tratado Lozano?Salomón, instrumento contractual de indiscutible vigencia a la luz del derecho internacional.
Ahora, solamente restaba proseguir en cumplimiento de la misión militar de restablecer la soberanía colombiana en las parcelas de su territorio ocupadas por elementos peruanos, aún considerados por Colombia como insurrectos y no como fuerzas militares del Perú. A partir de San Antonio, poblado brasileño sobre la ribera norte de la confluencia, el Destacamento Amazonas se dividió en dos: Boyacá y Mosquera, buques mayores pero más vulnerables y de menor capacidad de maniobra en el curso fluvial del Putumayo, menos amplio que el del anchuroso Amazonas, prosiguen hacia Leticia, mientras los tres menores y de mayor capacidad de combate, Barranquilla que se había incorporado desde el 8 de febrero a la Expedición, Córdova y Pichincha, proseguían por el Putumayo, seguidos por el Nariño como buque hospital.
Buscaba el Comando del Destacamento desconcertar al mando peruano, dividir su atención y, eventualmente, sus fuerzas. La marcha hacia Leticia de las dos unidades mayores, cuyo verdadero poder de combate era desconocido para el Perú, podría indicar la dirección del ataque principal hacia ese objetivo, cuando en verdad se trataba de una finta encaminada a ocultar el propósito de ocupar a Tarapacá.
En Tonantines, luego de obtener la aceptación del gobierno brasileño, se habían unido a la flotilla seis hi Vapor Nariño. Fue adquirido en Manaos en 1928 para la labor de colonización de¡ Putumayo y Amazonas. droaviones con el fin de prestar apoyo aéreo inmediato. No fue una gestión fácil dada la neutralidad del Brasil, observada con firmeza, pero la Cancillería colombiana esgrimió hábilmente el argumento de que, al igual que los buques de guerra, los aviones obraban dentro del concepto de libre navegación acordado entre los dos gobiernos de tiempo atrás.
Para acompañar el segmento de la flotilla encargado de la misión principal, el general Vásquez Cobo se trasladó a bordo del Córdova. Marcharon en esta agrupación la Segunda Compañía de Fusileros al mando del capitán
Gabriel Montenegro y la Sección de Ametralladoras del Batallón juanambú, acompañadas de un Pelotón de Sanidad. Para reforzar lo que se presumió sería un sangriento combate en Tarapacá, insinuó el general Vásquez Cobo la convergencia de los cañoneros Cartagena y Santa Marta desde el alto Putumayo, transportando a la vez alguna artillería que pudiera participar en el ataque y servir para reforzar las defensas del fuerte una vez conquistado.
La sugerencia sobre participación del Destacamento Putumayo en el combate que se avecinaba no tuvo acogida. Para entonces, dicho Destacamento adelantaba operaciones en su zona de responsabilidad, que culminarían en el ataque sobre Güepí, fortín peruano clave en el dominio fluvial sobre el alto Putumayo, actividad ésta en la que ambas cañoneras cumplirían papel decisivo.
El 11 de febrero, el gobierno de Colombia reafirmó la amplia autorización confiada al general en jefe para obrar sobre Tarapacá a discreción, según lo demuestra el siguiente mensaje:
“Bogotá, 11 de febrero de 1933. Vazcobo, Córdoba. Número 13. Queda a la disposición de usted fijar su marcha y acción. Su 7 (sugerencia para apoyo fluvial y artillería) fue contestado esta mañana Minguerra y jefe flotilla aérea. Presidente”.
El itinerario entre San Antonio sobre las bocas del Putumayo y Tarapacá, se dividió en etapas materializadas por puntos sobre las riberas del río donde los buques pudiesen abastecerse de leña, carne y otros elementos. Así fueron alcanzados sucesivamente San Pedro el 10 de febrero y San Guillermo el 12, donde se reabasteció la flotilla de víveres y permaneció en espera de la flotilla aérea que debería incorporársele para el ataque a Tarapacá. Mientras tanto, el componente amazónico había alcanzado a San Pablo de Olivenza, a una jornada de Leticia.
A mil metros de la línea divisoria entre Brasil y Colombia, en vecindades de la pequeña localidad brasileña de Ipiranga, el general Vásquez Cobo envió en una lancha de gasolina el ultimátum a la guarnición de Tarapacá, cuyo texto había consultado previamente con la presidencia de la república, obteniendo plena aprobación. Fue encargado de esta misión el subteniente Jorge Hernández (la “vieja” Hernández dentro de la acentuada costumbre militar de señalar con apodos a todo el mundo). Delicada porque los peruanos habían condenado a morir fusilado en Iquitos al reservista nariñense José María Hernández, aprehendido por los invasores a Leticia en el río Cotuhé, y existía la impresión de que lo mismo harían con cualquier colombiano que cayese en su poder.
El emisario colombiano regresó sin novedad después de cumplido su encargo, pero sin respuesta escrita. Verbalmente, el comandante peruano, teniente Gonzalo Díaz, le manifestó que rechazaría por la fuerza cualquier intento de ocupación militar de Tarapacá.
+Ataque peruano sobre la flotilla
A falta de respuesta escrita, una escuadrilla aérea del Perú atacó en la mañana del 14 de febrero. Se abrían así las hostilidades por la fuerza armada del país agresor. El Córdova, aún en aguas brasileñas, fue el blanco principal del ataque. Respondió con sus armas antiaéreas, logrando hacer impreciso el bombardeo. El estruendo del combate atrajo la escuadrilla colombiana fondeada en el sitio denominado “El Refugio”, a unos tres kilómetros de la línea divisoria, que decoló sin demora al mando del mayor Herbert Boy, poniendo en fuga a los aviadores peruanos, que no aguardaron la confrontación directa con la aviación colombiana. Fue tal la presteza en abandonar el lugar del combate, que las últimas bombas fueron lanzadas sobre la selva a considerable distancia de los buques colombianos.
El breve pero intenso combate aeronaval fijaba la acción militar directa como único camino abierto para la Expedición colombiana.
Ataque y toma de Tarapacá
El día 14 en la tarde, la aviación colombiana realizó un ataque aéreo contra el fortín peruano, partiendo de La Pedrera y El Refugio. Simultáneamente, la flotilla penetró en aguas colombianas cruzando la línea histórica Tabatinga ? Apaporis que demarca los territorios de Colombia y el Brasil.
Tuvo lugar esa tarde una emotiva ceremonia a bordo de los buques colombianos. El capellán general de la flotilla, presbítero Pedro Pablo Galindo, conocido por su vibrante elocuencia sagrada y militar, pronunció desde la cubierta del Córdova encendida arenga a las tropas, audible desde las tres embarcaciones situadas a muy corta distancia entre sí, y bendijo las bayonetas que los soldados acababan de afilar para el combate que se avecinaba.
Testigos presenciales de esa hora memorable, señalan la incontenible emoción de las tropas y lo encendido del verbo que fluyó del padre Galindo en su mejor hora de inspiración.
Llegó así la noche que cubrió de oscuridad y de silencio la selva y el río, donde con las luces apagadas pasaron la noche los buques colombianos y los hombres que dormían o velaban desde puentes y cubiertas. Al amanecer del día 15 tendría lugar el ataque, principio o fin para todos ellos de una nueva etapa histórica.
El general Efraín Rojas quiso, en acto de valor personal, comandar el desembarco y asalto contra la posición fortificada.
La guarnición peruana había abandonado el fortín, que bien hubiese podido presentar fuerte resistencia, habida cuenta de su posición dominante sobre las aguas, de la disponibilidad de dos cañones Krupp de 75 milímetros y de numerosas ametralladoras, que a distancia inmediata habrían podido causar estragos en la flotilla colombiana.
A las 9 de la mañana se izó sobre Tarapacá el pabellón colombiano. Aunque sin combate ?que sólo evitó la veloz retirada de la guarnición enemiga? se restituía a la heredad patria el primero de los fragmentos que se intentó arrebatarle. Las comunicaciones iniciales del Comando Expedicionario, explicables por la emoción de la hora, dejaron la impresión de que la toma de Tarapacá había sido producto de un intenso combate. Así lo apreció la opinión pública colombiana, que vibró de patriotismo al enterarse de la fausta noticia. Decían así los mensajes:
“Tarapacá, 15 de febrero de 1933. Presidente. Bogotá”. “A las 9 de la mañana flotó nuestro pabellón sobre el cerro de Tarapacá. Libróse combate artillería apoyado por aviones y tropa desembarque. Felicito vuestra excelencia. No hubo novedad. Servidor. Vazcobo”.
Misma fecha y destinatario.
“Acabo de recorrer cerro Tarapacá, que estaba convertido en un Gibraltar. Trincheras con corredores subterráneos y todo lo que enseña el arte militar, pero ante el empuje de nuestros barcos, nuestra escuadrilla aérea y el arrojo de las tropas que desembarcaron, huyeron dejando cañones Krupp de 75 milímetros de montaña con municiones, muchos elementos de guerra, municiones de ametralladora etc. Jefe, oficiales y tropa estuvieron a la altura de su fama, leones de Colombia. No hubo novedad. Servidor. Vazcobo”.
La inmediata respuesta del presidente Olaya Herrera guardó consonancia con el acto de perfiles guerreros que traslucían los mensajes del Comando amazónico:
“Bogotá, 15 de febrero de 1933. Vazcobo, Córdova. No. 22. A nombre de la nación entera, extiendo a usted mis congratulaciones por triunfo obtenido, que le ruego hacer extensivas al general Rojas y demás jefes y oficiales y miembros de nuestra flota aérea. Presidente Olaya”.
Es de presumir que este mensaje presidencial fue la respuesta al primero de los dos recibidos del general Vásquez Cobo, por cuanto en la misma fecha se cursó otro que sería respuesta al segundo del comandante en jefe,con el siguiente texto: “No. 23. Reiterámosle congratulación por feliz resultado del ataque a Tarapacá. Sírvase también extender las felicitaciones que le dirigimos en nombre de la nación al general Rojas y a todos los jefes, oficiales y soldados y al comandante de la Escuadrilla Aérea, mayor Boy, así como a sus compañeros, en la bella acción que acaban de coronar las armas de la república. Presidente república, Ministro de Guerra”.
El general Vásquez Cobo transcribió sin demora, con oficio remisorio, los textos de las comunicaciones presidenciales al general Rojas Acevedo y al mayor Herbert Boy y las publicó en la Orden del Día del Destacamento.
Consecuencias de la acción
Aunque la guarnición de Tarapacá abandonó el puerto fortificado y artillado sin ofrecer resistencia, retirándose por la trocha selvática hacia Leticia, y a bordo de la lancha armada Estefita por el río Cotuhé, la toma de esta posición de influencia estratégica notable tuvo importantes repercusiones políticas y militares, tanto en la prosecución simultánea de las operaciones en el Teatro de Guerra, como de las gestiones diplomáticas, empeño fundamental del gobierno colombiano.
Tarapacá constituye la llave de acceso y salida de la navegación entre el Amazonas y el Putumayo, tanto para Colombia como para el Perú, por cuanto apenas un kilómetro aguas abajo comienza el territorio del Brasil. Al no existir dentro del Trapecio amazónico ninguna otra posición fuerte, quien domine a Tarapacá domina el río. Su captura, pues, significó para Colombia el control del curso inferior del Putumayo, con lo cual las guarniciones militares y los asentamientos humanos del Perú en la banda sur de la vía fluvial, quedaron sujetos para sus comunicaciones y abastecimientos a trochas selváticas y algunos tributarios menores del Putumayo.
Puerto Arturo, la más importante base fluvial y terrestre del Perú en el curso medio del Putumayo, objetivo estratégico decisivo para el dominio del río, sufriría en mayor medida las restricciones logísticas derivadas de la pérdida de Tarapacá. Con ello se desestabilizaba la estructura toda del sistema defensivo peruano. Ante el temor de ver embotelladas sus unidades fluviales de guerra, el mando regional de Iquitos había ordenado su desplazamiento al Amazonas. Como efecto natural, el dominio de las aguas pasó a Colombia y el contacto entre bases y asentamientos peruanos se tornó en extremo precario a lo largo de la vía acuática.
Con Tarapacá, la proyección del poder aéreo y fluvial colombiano al escenario amazónico se hizo más evidente. Se pudo instalar allí una base de apoyo a las operaciones subsiguientes, abastecida desde Manaos como principal fuente de suministros mayores y desde poblaciones brasileñas inmediatas en víveres, combustibles y artículos de primera necesidad.
En el aspecto sicológico robusteció la voluntad nacional de llevar adelante el conflicto hasta su culminación, por la vía armada si no quedase otro recurso, y en el Ejército colombiano la alta moral demostrada por oficialidad y tropas en las fases anteriores de la confrontación.
En el campo político interno de la nación, su pueblo se estrechó aún más sólidamente en torno al gobierno, cuyo prestigio ascendió a la cumbre, en tanto en el Perú se operaba el fenómeno contrario. Grave error cometió el régimen presidido por el general Sánchez Cerro al falsear la verdad, propagando la noticia de que Tarapacá había resistido con tanto heroísmo la acometida de fuerzas en abrumadora superioridad, que obligó a la flotilla colombiana a replegarse en virtual derrota a aguas brasileñas. La verdad no tardaría en aflorar, con su inmediata repercusión de pérdida de fe en el gobierno y en la conducción armada del conflicto.
Ante el mundo, demostró Colombia su capacidad de recuperar por la vía armada territorios abusivamente ocupados, haciendo aún más plausibles ante la comunidad internacional sus esfuerzos por hallar un arreglo diplomático, que evitase las consecuencias de una guerra entre dos naciones hermanadas por la historia y por la posibilidad de hallar destinos comunes.
Esta suma de efectos, perceptibles en ambos países, se acentuó en el Teatro de Operaciones. Las fuerzas allí presentes acrecentaron su mística, su entusiasmo y la certidumbre de la victoria final, en los dos Destacamentos que ahora podrían estrechar su contacto y la dirección unificada de las operaciones. En duro contraste, el lado peruano sufrió el impacto de ese primer revés, con sus efectos mediatos e inmediatos.
Repercusiones en el frente interno del Perú
El ocultamiento de la verdad sobre la caída de Tarapacá en manos colombianas, obedeció en un primer momento a la conversión de su cobardía en autoglorificación por el comandante de la escuadrilla aérea que bombardeó a la flotilla colombiana. En efecto, dicho comandante, ante el rechazo del fuego antiaéreo y la pronta aparición de la escuadrilla aérea adversaria, no sólo descargó sus bombas sobre la selva sino dio la versión de que su heroísmo había originado el repliegue de los buques colombianos hacia aguas brasileñas. El prefecto de Loreto, Oswaldo Hoyos Osores, recogió la versión tergiversada y publicó un comunicado aún más “heroico” que el informe del aviador. Bastan unos apartes para juzgar la enormidad de la mentira:
“... la pequeña guarnición que tenemos (ya la habían perdido para el 15 de febrero) firme como una roca, en Tarapacá. Después de 47 minutos de ineficaz empeño, esa escuadra (la colombiana) que carga, para vergüenza de América, aventureros procedentes de distintas naciones europeas, se ha visto obligada, maltrecha y sin moral, a buscar refugio en las aguas hospitalarias del Brasil... Poco resultaría cuanto pudiésemos decir de la gallarda entereza de nuestros pilotos Montoya, Canga, Lecca y Secada, que en forma eficacísima determinaron la vergonzosa fuga de las naves atacantes... “5
Actitud semejante asumió el gobierno peruano al comunicar lo ocurrido como victoria espectacular de sus armas. Aunque en un comienzo esta versión desfigurada de lo acaecido dio lugar a expresiones jubilosas de la opinión pública, la verdad fue abriéndose camino. No hubo rectificación oficial, pero al conocerse la realidad el efecto fue contraproducente. Tarapacá había caído sin gloria, y su abandono sin lucha originó juicios militares contra los responsables, que finalmente fue imposible ocultar a la opinión pública del Perú.
Operaciones subsiguientes
Capturada Tarapacá, el concepto estratégico colombiano señalaba a Puerto Arturo, importante base terrestre y aérea, como objetivo inmediato. A preparar su captura se dirigieron desde el primer momento los esfuerzos del comando del Destacamento Amazonas, para lo cual debía cumplirse una etapa inicial de exploración y reconocimiento, dado que dicha base constituía el punto articular del sistema defensivo peruano. Se procedió de inmediato a explorar el río Cotuhé que desemboca en el Putumayo por su banda sur, por donde se replegó parte de la guarnición a bordo de la Estefita, mientras el resto lo hizo por la trocha selvática sensiblemente paralela al curso fluvial. Una escaramuza tuvo lugar en el sitio denominado Buenos Aires, que permitió evidenciar el abandono que la evacuada guarnición realizaba del área de influencia de Tarapacá para trasladarse a Leticia, dejando en su retirada material y equipo.
El cañonero Barranquilla fue enviado aguas arriba del Putumayo con su afluente el Yaguas como objetivo, en previsión de que por su curso hubiese podido escapar alguna fracción desde Tarapacá. Cumplida su misión y sin haber establecido presencia de fuerzas enemigas sobre la ribera sur del Putumayo, como tampoco en el área del Yaguas que confluye sobre el límite noroeste
del Trapecio, el buque fue atacado por cuatro aviones peruanos procedentes de Puerto Arturo.
El Barranquilla respondió al ataque con sus armas antiaéreas, hasta la pronta llegada de dos aviones de caza colombianos que los pusieron en fuga, sin que el cañonero hubiese experimentado daño ni pérdida humana. Ante indagación de la presidencia de la república sobre posibilidades de adelantar el plan de ataque a Leticia, en mensaje del día 16, el comando del Destacamento manifestó al día siguiente la conveniencia de esperar la llegada de los buques Bogotá y Mariscal Sucre para concertar el ataque a Leticia a comienzos de marzo, lo que daría tiempo a que las aguas del Amazonas en ascenso inundaran la posición lacustre de Ramón Castilla, disminuyendo con ello los riesgos del fuego cruzado sobre los buques. Además, decía el general Vásquez Cobo, “la toma de Tarapacá habrá producido ya sus efectos en el ánimo del enemigo” .4.
La idea operativa del general Vásquez Cobo para obrar sobre Leticia, consistía en una aproximación por el Cotuhé de una columna hasta donde este río es navegable. Allí se instalaría una base de operaciones para proseguir el avance hacia Leticia. En forma sincronizada, se haría presente la flotilla sobrepasando a Tabatinga, en territorio brasileño, para bombardear la posición y así facilitar el asalto terrestre por la espalda.
Entre las cabeceras del Cotuhé y el nacimiento del Amacayacú, tributario del Amazonas, existe un istmo angosto formado por el divortium aquarum, donde la base prevista podría haberse establecido. El Amacayacú permite la aproximación fluvial desde la parte media de su curso hasta el Amazonas, donde desemboca hacia la parte céntrica del Trapecio. Por su banda oriental habían construido los peruanos una trocha que luego se desprendía para encontrar a Leticia. La operación así concebida presentaba condiciones de factibilidad, mayores que el asalto directo previsto por el comandante en jefe antes de la toma de Tarapacá. Como él mismo lo señala, se realizaría por territorio colombiano, aplicando así la línea oficial de someter las fuerzas “irregulares” peruanas ocupantes de Leticia, a la vez que se preservaría la neutralidad del Brasil. El apoyo aéreo que permitiría la concentración de aeronaves en Tarapacá, constituía factor preponderante en las operaciones previstas, para lo cual se requería mantener los aparatos disponibles concentrados en la base conquistada y disponer así de protección para los buques fondeados o en movimiento.
En los días subsiguientes, escuadrillas peruanas de tres a cinco aparatos intentaron atacar a Tarapacá y al Córdova allí fondeado, pero la artillería antiaérea y la rápida acción de los hidroaviones al despegar para lanzarse al contraataque impidieron que cumpliesen su objetivo. Se hacía evidente la reticencia de los aviadores peruanos en trabar combate con las alas de Colombia.
RELEVO EN EL MANDO DEL DESTACAMENTO
Llamado por el presidente de la república a una conferencia sobre la situación del conflicto, previa visita a las guarniciones del alto Putumayo, partió el general Alfredo Vásquez Cobo de Tarapacá y de su puesto de mando a bordo del Córdova.
Dejaba el Teatro de Operaciones del bajo Putumayo sin ver realizado su sueño y máxima expectativa de recuperar a Leticia, pero su trayectoria desde París, Amazonas arriba y decurso por el Putumayo, con la toma de Tarapacá como culminación de distinguidos servicios a Colombia en esos momentos estelares de su historia, trazan un luminoso periplo para un hombre que, retirado del ejercicio activo de las armas desde la última guerra civil, rendía a los 65 años de una meritoria existencia, un aporte de patriotismo, voluntad y entrega que las páginas del conflicto inconcluso recogen con admiración y respeto.
A partir de esa fecha, y hasta la finalización militar del conflicto, asumió el mando del Destacamento el general Efraín Rojas Acevedo.
Destacamento Putumayo
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Zona de Operaciones
El río Putumayo, navegable en todo su curso durante el invierno y con restricciones en épocas de sequía a partir de la confluencia del río San Miguel, donde se dan cita las fronteras de Colombia, Ecuador y Perú, constituye, en un área cubierta de selva anegadiza, el eje articular de cualquier operación bélica.
Del lado colombiano, este eje sólo encuentra comunicación terrestre con el sur del país en dos direcciones: al Occidente por la vía Puerto Asís ? Pasto y al Norte partiendo de Caucaya (hoy puerto Leguízamo) por la trocha a través del estrechamiento selvático entre las cuencas de los ríos Putumayo y Caquetá. Con la localidad de La Tagua como terminal sobre este último río, la ruta prosigue aguas arriba hasta tomar por el Orteguaza en su desembocadura y alcanzar la base aérea de Tres Esquinas, construida durante el conflicto.
En territorio peruano existían numerosas trochas de comunicación con el curso del río Napo. La más importante en la zona del alto Putumayo, enlaza los dos cursos fluviales entre Pantoja, principal localidad y base militar peruana en la región descrita, y Güepí en el Putumayo, sobre la desembocadura del río del mismo nombre. La vía, sensiblemente recta’ contaba con una trocha alterna por el Occidente que encontraba la ribera sur del Güepí para proseguir paralelamente a su curso y alcanzar la posición.
La presencia humana y militar del Perú en esta zona venía de mucho tiempo atrás. Suscitado el conflicto, el gobierno de Colombia emprendió febrilmente la construcción de carreteras hacia el Putumayo en tres frentes:
Popayán-Pasto, cuyo 60% final era camino de herradura para 1932.
- Pasto?Puerto Asís
- Neiva?Florencia
En auténtica proeza, cumplida en parte por los Ingenieros y Zapadores militares, se pudo tener acceso desde el interior del territorio al Teatro de Guerra por su extremo occidental desde Pasto y por el Norte partiendo de Neiva. Sin embargo, desde el 3 de septiembre se enviaron las primeras tropas del batallón Boyacá, a pie desde Pasto, por la áspera trocha con pretensiones de camino de herradura desde la capital de Nariño.
Fuerzas en presencia
Para el 12 de enero de 1933 y cumplida una primera etapa de refuerzo en las guarniciones existentes en el Putumayo antes del ataque a Leticia, disponía el Perú de cuatro destacamentos de fuerzas variables, dependientes de la Quinta División con sede en Iquitos, capital del departamento de Loreto, con un total de 2.190 hombres.
Colombia, inferior en efectivos durante todo el conflicto, superó bien pronto a su adversario en poder fluvial y aéreo, lo que le permitió asumir la iniciativa. El Perú, obligado a atender los frentes de Putumayo y Amazonas sin conocer cuál sería la dirección del avance colombiano, terminó situando en el área general de Leticia, apreciado como objetivo de la flotilla que ascendía el Amazonas, sus tres cañoneras blindadas, con lo cual perdió en el Putumayo la esencia de su capacidad ofensiva. En esta forma, a partir de la toma de Tarapacá por el Destacamento Amazonas, Colombia quedó en condiciones de elegir su próximo objetivo. Al Perú no le quedó otro recurso que esperar el golpe, buscando ser fuerte en todos los sitios vulnerables. Era la concentración del esfuerzo que Colombia podía realizar a voluntad, frente a la dispersión peruana en posiciones fijas, débiles cada una frente a un ataque en el que Colombia podría reunir superioridad táctica local. Dos objetivos principales y unos cuantos secundarios se ofrecían a la ofensiva colombiana:
- Güepí en el curso alto del Putumayo, con progresión posterior hacia el Sur por las trochas de comunicación hacia Pantoja, clave del sistema defensivo enemigo en el alto Putumayo, anclado en el río Napo.
- Puerto Arturo en el bajo Putumayo, comunicado también con el Napo y con posibilidades de proyección hacia Leticia, si bien limitadas por carencia de medios navales de apoyo en caso de alcanzar este río en la base de Santa Elena.
Dentro de una lógica operativa, Güepí debería preceder a cualquier maniobra sobre Puerto Arturo por dos razones principales: comparativamente era más débil y por tanto podría ser tomada por el Destacamento Putumayo sin intervención del Amazonas. En segundo término, su captura permitiría dominio total del alto Putumayo, anticipándose a cualquier intención ofensiva enemiga y asegurando el eje de comunicaciones hacia Puerto Asís, a la vez que se liberaba a Caucaya de amenazas desde el Oeste.
Así, mientras el Destacamento Amazonas proseguía operaciones de reconocimiento en dirección a Puerto Arturo, fijando la atención del enemigo por este flanco, el Comando del Destacamento Putumayo se dedicaba a planear el ataque a Güepí.
El objetivo
Güepí constituye una posición naturalmente fuerte en la ribera sur del Putumayo. Un promontorio que alcanza 40 metros sobre el nivel medio del río le asegura terreno dominante, afianzado por el Oeste en el afluente que allí desemboca. Por el Este se halla la mayor elevación del cerro y por ende su mayor defensibilidad.
La guarnición se había dedicado a construir sólidos atrincheramientos en la posición misma, así como en sus accesos selváticos, tanto en la confluencia del Güepí en el Putumayo, como en el costado oriental, donde había adelantado reductos atrincherados con ocupación permanente.
Cuatro islas frente a la posición ofrecían cierto riesgo. Las tres primeras, hacia el curso medio de la corriente, pertenecían al Perú, pero no se mantenían ocupadas en razón de su naturaleza baja e inundable y de la carencia de medios fluviales para abastecer eventuales guarniciones de muy precaria capacidad defensiva.
Colombiana la más grande denominada Chavaco, se halla próxima a la ribera norte, de la cual está separada por un cauce profundo. Allí se instaló un puesto atrincherado colombiano desde la llegada de sus primeras tropas a Caucaya. Las ametralladoras peruanas, se sabría después, emplazadas con acierto en puntos atrincherados, batían con fuegos cruzados las avenidas de aproximación acuáticas entre las islas y las que pudieren utilizarse tangentes a la ribera.
Hacia la retaguardia de la posición, la trocha de abastecimientos y comunicaciones hacia Pantoja se hallaba enmascarada por la posición misma y ofrecía líneas naturales de resistencia en profundidad, constituidas por cursos de agua de caudales variables, para el caso de un repliegue forzado que obligase a abandonar la posición defensiva, intercomunicada en su interior por trincheras y zanjas de arrastre que configuraban un fortín de excelente preparación.
Terreno para montar la ofensiva
Tornando a Caucaya como base natural de partida, la topografía del área, aunque menos favorable que para el defensor anclado en el cerro de Güepí, ofrecía algunas ventajas de las cuales el mando del Destacamento supo sacar provecho.
La ribera colombiana del Putumayo, baja y anegadiza, permitía sin embargo desplazamiento terrestre por una trocha paralela al río, desde Caucaya hasta frente a Güepí, en la posición denominada Palmar, enmascarada por la isla de Chavaco, semiselvática, en forma que ofrecía buena protección. Al sur del thalweg del río las islas 1 y 2 peruanas, podrían utilizarse como objetivo intermedio con el fin de trasladar allí las armas de apoyo y acortar los fuegos destinados a batir la posición enemiga, por lo cual fueron ocupadas desde el 11 de febrero.
Con avenidas de aproximación fluvial, la disposición de las islas hacía en extremo arriesgado un ataque frontal y subsecuente desembarco, por cuanto constreñían el desplazamiento de los buques colombianos. Quedaba, sin embargo, el recurso de avanzar por ambos flancos a distancia considerable de las islas y cambiar de rumbo para dirigirse hacia los costados de la posición desde direcciones laterales. En la banda peruana del río, las trochas abiertas para situar los puestos avanzados de combate, permitían movimientos flanqueantes de infantería, si bien chocarían con los atrincheramientos sucesivos donde se habían instalado tales puestos, en particular el fuerte Bolognesi, construido en terreno dominante al Este de Güepí.
Medios disponibles para el ataque
Disponía el Destacamento como elemento básico de una maniobra sobre Güepí, de los cañoneros blindados Cartagena y SantaMarta?, complementados por tres planchones remoleados, algunas lanchas a motor y canoas demasiado vulnerables para un avance al descubierto, pero útiles como transporte complementario protegido por el escalón de asalto.
La fuerza terrestre estaba constituida teóricamente por un Batallón de Infantería incompleto (600 hombres aproximadamente) que no podría emplearse simultáneamente por falta de medios de navegación.
Como fuegos de apoyo se contaba con la artillería de los cañoneros, una sección de cañones de 75 mm. (2 piezas) y ametralladoras pesadas, además del apoyo aéreo consistente en dos escuadrillas de tres aviones cada una (bombardeo y caza).
Otro grupo, de la misma composición, podría relevarlo en el área del objetivo para asegurar acción continuada en razón del límite de autonomía de vuelo de los aparatos.
Plan de ataque colombiano
Utilizando la combinación de recursos y características del área de combate, el comando del
Destacamento sacó el mejor partido de unos y otras. El concepto general de la operación consistió en un doble envolvimiento por tropas desembarcadas a cubierto de la oscuridad al este y oeste de la posición. Una vez las agrupaciones desembarcadas llegasen a ocupar posiciones de asalto, se produciría el desembarco anfibio por los dos costados del fuerte desde los cañoneros Santa Marta y Cartagena, y frontal por tropas transportadas en los planchones a remolque.
La maniobra fluvial sería precedida por un ataque aéreo sostenido, fuego de artillería desde Chavaco y de ametralladoras pesadas desde las islas 1 y 2 al frente de Güepí.
De las dos alas envolventes terrestres, la del Este avanzaría en profundidad con miras a interceptar la trocha Güepí-Pantoja, con el doble propósito de impedir la llegada de refuerzos desde el Sur y cortar la retirada desde la posición.
Situación particular del enemigo en Güepi
Ocupaba la posición una Compañía de Fusileros al mando del capitán Víctor Tenorio, reforzada con una Compañía de Ametralladoras pesadas. Los preparativos del ataque colombiano habían sido detectados desde el 11 de febrero, dada la ocupación de las islas peruanas 1 y 2, lo que alertó al Comando General en Iquitos. Con inexplicable demora, se produjo el 8 de marzo el documento No. 609, que encargaba al Batallón de Montaña 23 de reorganizar todo el sistema defensivo de Pantoja?Güepí.
El teniente coronel Carlos Lluncor recibió así la misión de relevar al teniente coronel Dianderas y asumir de inmediato el mando del sector, instalando su puesto de mando en Güepí, con la misión de defender la posición, “impedir al enemigo el desembarque aguas arriba o aguas abajo de la posición organizada de Güepí” y, “caso de presión enemiga que hiciere imposible la resistencia”, “REPLEGARSE Tomando como eje el Varadero (trocha) de Pantoja”
Obraba con inusitada parsimonia el Comando General de Iquitos. El 22 de marzo entregaba al comandante del Batallón de Infantería de Montaña No. 27, teniente coronel Rubén del Castillo, la Instrucción particular No.9 para instalar su núcleo principal en Pantoja. El traslado del Batallón se haría “progresivamente a medida de que (sic) sus Compañías sean debidamente organizadas y dotadas de personal y material que necesitan”.6
No se advierte la celeridad que sería de esperar en un comando alertado sobre preparativos de ataque probable a una posición importante como Güepí. Con todo, dispuso el comandante de Iquitos que ese mismo día, 22 de marzo, debe partir hacía Pantoja el coronel del Castillo en la lancha Libertad, con la compañía Baldárraga y Sección de Cañones ametralladoras afectadas al Batallón de Montaña 27”. En la misma instrucción secreta, se dispone que “el Batallón 27 debe estar en condiciones de trasladarse a Güepí con sus tropas a orden de la comandancia en jefe, en refuerzo del Batallón 23, cuyas tropas en Pantoja deberían partir hacia Güepí a la llegada del contingente que comanda del Castillo”.
El 25 de julio, cuando ya el Destacamento Putumayo de Colombia se aprestaba para atacar a Güepí al día siguiente, el Comando de Iquitos parece perder la calma de que venía haciendo gala. Su Instrucción Particular y Secreta No. 15 dispone, ampliando la No. 9 del 22, que “tan pronto las tropas del Batallón 27 lleguen a Pantoja, se una con el Batallón 23 y continúen su marcha a Güepí, si fuera posible el mismo día de su llegada a Pantoja, debiendo ejecutarlo a marchas forzadas en lo posible a fin de llegar a Güepí .......
Era demasiado tarde. El refuerzo así dispuesto por la Comandancia de Iquitos, se hallaría apenas a medio camino de su objetivo, cuando sobre éste se desencadenaba el formidable ataque colombiano. El destino guarda esas paradojas extrañas. El desarrollo del combate hubiese podido ser bien distinto, más costoso y de resultados inciertos, de haber llegado las unidades de refuerzo en momento oportuno.
Desarrollo del ataque
Los cañoneros colombianos cumplieron, hacia las 2 de la mañana, la misión de desembarcar arriba y abajo de la posición de Güepí las tropas encargadas del avance por tierra, sin que la arriesgada maniobra hubiese sido detectada por los puestos avanzados peruanos. Con las dificultades que es dable imaginar, las dos compañías reducidas del capitán Luis Uribe Linares por el Este y Alfonso Collazos por el Oeste, comenzaron la aproximación hacia Güepí.
Hacia las 7 de la mañana, la Compañía Uribe captura dos soldados peruanos. Son los centinelas que cubren la ruta de aproximación hacia el fuerte Bolognesí, destacado de la posición principal como puesto avanzado de combate. Este fortín es el que los colombianos conocen por el nombre de Cachaya. La Compañía prosigue su avance hacia dicho atrincheramiento.
A las 8.40 aparecen en el horizonte las escuadrillas colombianas de caza y bombardeo. Minutos después inician su ataque contra Güepí, secundado por los fuegos de artillería desde Chavaco y de ametralladoras pesadas en sus emplazamientos en las islas 1 y 2, en forma simultánea con los fuegos de las dos cañoneras.
El Santa Marta, tomado como puesto de mando del teniente coronel José Dolores Solano, comandante de la flotilla, en acto de arrojo y decisión desembarca bajo fuego enemigo las secciones comandadas por los tenientes Mario García y Francisco Benavides, que no lo
habían hecho por falta de espacio a bordo del cañonero. Con este refuerzo, la Compañía Uribe Linares prosigue el ataque contra el atrincheramiento Bolognesi hasta apoderarse de él hacia las 9.50, cuando el teniente peruano Sillau lo abandona ante su caída inminente.
Mientras esto ocurre por el Este, el cañonero Cartagena, a bordo del cual se halla el general Roberto D. Rico, comandante del Destacamento, avanza hacia la desembocadura del Güepí en el Putumayo, batiendo con sus fuegos el fortín que protege la posición en ese lugar. Simultáneamente, la Compañía Collazos alcanza el Güepí, logra pasarlo en diversos puntos con apoyo de embarcaciones menores que han ganado la orilla peruana a cubierto del fuego del Cartagena, y amenaza la profundidad de la posición, así como las comunicaciones con su retaguardia.
Las acciones heroicas se suceden de parte y parte. La resistencia de. la guarnición peruana es empecinada. En los nidos de ametralladoras se desarrollan combates sangrientos. Son los puntos vitales de la defensa, y desde donde mayor daño se causa a los atacantes. Los peruanos luchan allí con valor, hasta perder sus mejores hombres o ver sus armas despedazadas por el fuego del asalto. El cabo peruano Alberto Reyes cae inmolado después de disparar su pieza hasta el último aliento.
Del lado colombiano se rivaliza en coraje y valor con los defensores. El planchón que transporta parte de la Compañía del capitán Ernesto Velosa Peña en apoyo de Uribe Linares, es barrido por la metralla del fuerte
Bolognesi, pero prosigue su avance hasta encallar en la ribera enemiga y desembarcar sus hombres, de los cuales tres quedan tendidos para siempre sobre la cubierta de acero, y otros cuatro, heridos, no pueden seguir a sus camaradas en el asalto heroico.
Hacia las 12 del día el combate alcanzó su clímax. El Cartagena, haciendo fuego con todas sus armas, se lanzó sobre la ribera peruana, abajo de la confluencia del Güepí con el Putumayo. De su cubierta saltó una oleada de atacantes que escalaron la pendiente hacia el nido principal de resistencia.
Aguas abajo, el Santa Marta lo siguió en empresa similar.
“Los peruanos semírrodeados por tierra y viendo precipitarse sobre ellos dos barcos vomitando fuego por todas partes, abandonan el fuerte central de Güepí, dejando heridos, armas, municiones y víveres, con el solo pensamiento de huir de los colombianos por las trochas que conducen al Napo. Momentos antes, cuando todavía el fuego enemigo era sostenido, el sargento Néstor Ospina Melo saltó del Cartagena y en valerosa acción individual por entre una nutrida cortina de balas, escaló el barranco central de Güepí, y aureolado por el ¡hurra! de las tripulaciones de los cañoneros, clavó el tricolor colombiano en lo más alto de las fortificaciones peruanas”. 8.
A esta misma hora, después de un repliegue en profundidad, las últimas tropas peruanas abandonan precipitadamente a Güepí. Tan sólo el teniente Teodoro Garrido Lecca y su última pieza de ametralladoras quedan en la posición y son capturados junto con 24 hombres de la diezmada guarnición, además de 14 heridos que de inmediato fueron atendidos por el personal de sanidad colombiano. 27 muertos peruanos se agregan a las bajas anteriores, en tanto por Colombia se contaron 16 muertos y 13 heridos. Tan pronto cesó la resistencia y se concentraron los prisioneros capturados, las tropas colombianas se dedicaron a reorganizar la posición, en forma de hacer frente a un eventual contraataque peruano. Este se produjo hacia las 3.30 de la tarde, por el capitán Víctor Tenorio y cerca de 80 hombres que logró reunir de los que abandonaron a Güepí, pero fueron rechazados y la posición fortificada quedó en manos del Ejército de Colombia hasta la finalización del conflicto. Del parte rendido por el capitán Tenorio al comandante del Batallón 23, el propio día del combate a las 18:00 horas, se extracta el siguiente aparte por considerarlo de singular interés:
“Sobre la trocha a tres kilómetros al S.E. de Güepí logré reunir cerca de 80 hombres de las diferentes secciones y dos piezas de ametralladoras; con estas tropas y dos oficiales del ala izquierda lancé un contraataque, el mismo que fracasó a 500 mts. al S.E. de Güepí, porque los colombianos ya habían emplazado sus ametralladoras y cañones en Güepí y alrededores; las cañoneras desembarcaban tropas que a las voces de Viva Colombia’, ‘Abajo el Perú’, ‘ahora a Güepí, mañana a Pantoja’ izaban la bandera colombiana y se organizaban en todos sentidos.
“Fracasado el contraataque ordené el combate en retirada, y he logrado así avanzar ocho kilómetros en dirección al campamento Zúñiga, dejando a Güepí en poder del enemigo.
Aquí he recibido su orden y le envío este dato con el mismo que me trajo su orden. Las pérdidas en material y personal no puedo precisarle, hay muertos, heridos y prisioneros, nosotros conducimos dos heridos. El enemigo ha sufrido bajas en oficiales y tropa. Mi comandante, (Fdo.) capitán José Víctor Tenorio”.’
Operaciones subsiguientes
Después del fallido contraataque, la abatida guarnición peruana prosiguió retirándose hacia Pantoja, llegando al llamado Tambo Zúñiga al anochecer, donde el capitán Tenorio recibió una orden escrita del teniente coronel Lluncor, en la que disponía que defendiese a Güepí a toda costa, en espera de los refuerzos que dicho comandante conducía, incluyendo ametralladoras y artillería. El 27 a las 10:30 llegaba Lluncor a Tambo Zúñiga, donde halló a su subalterno.
Con los hombres que conducía y 50 de Tenorio, Lluncor avanzó hacia Güepí con ánimo de recuperar la posición, tan sólo para tropezar con ataques de fracciones colombianas “que amenazaban cortar por retaguardia, intensificándose los fuegos de ametralladoras enemigas... el enemigo había tenido tiempo de organizar, delante de la guarnición, en la trocha principal y otras pequeñas alturas una línea de defensa bien provista de hombres y material. En esta situación fue imposible reconquistar a Güepí... El agotamiento físico y el quebrantamiento de la moral de las tropas de Güepí me obligaron a retroceder hasta Angusillas. Aquí’ he logrado reponer a los soldados... “10
La aviación peruana, inerte todo el día 26 durante el ataque colombiano a Güepí, recobró el aliento y el día 28 de marzo condujo un ataque sobre la población perdida, donde se hallaba fondeado el Santa Marta, que registró a pocos metros de su costado, el estallido de una bomba de 50 kilos. Prosiguiendo hacia el Oeste una vez el fuego antiaéreo hizo imposible descargar el total de sus bombas, divisó la lancha Sinchi Roca, que transportaba los 46 prisioneros tomados en Güepí y durante las acciones subsiguientes, así como 33 heridos de ambos bandos, y se lanzó sobre ella, forzándola a encallar en la orilla baja, a donde saltaron prisioneros y captores buscando refugio entre los árboles. Tan sólo pereció el timonel de la embarcación.
Con tropas de los Batallones 23 y 27, presentes en el área, el mando peruano organizó un Destacamento al mando del teniente coronel Carlos Lluncor del 23, y como segundo el teniente coronel Rubén del Castillo, del 27, oficialidad y tropa de ambas unidades y de los evacuados de Güepí, a la espera de una coyuntura favorable para recuperar la posición.
La trocha de Güepí a Pantoja se convirtió en el eje de confrontaciones, en las que se puso en evidencia la agresividad de las tropas colombianas y la consistencia de los puestos avanzados que se organizaron en las diferentes avenidas de aproximación hacia Güepí. La principal de estas acciones tuvo lugar el 10 de abril, cuando el Destacamento peruano avanzó en fuerza hacia Güepí, chocando con las avanzadas colombianas, que le produjeron la muerte a un sargento y dos soldados.
Dichas avanzadas se replegaron combatiendo, hasta incorporarse a la defensa perimétrica establecida en Güepí, con su principal puesto avanzado de combate en la antigua posición peruana de Campo Zúñiga, que el Destacamento Lluncor no pudo reducir ni obligar a replegarse.
Últimos combates
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Sorpresa de Puerto Calderón
Obedeciendo las directrices del comandante en jefe del Teatro de Operaciones, general Efraín Rojas Acevedo, el Destacamento Putumayo adelantó al sitio de Calderón, sobre la ribera norte del Putumayo, un elemento del Batallón de Infantería Juanambú, compuesto por 250 hombres al mando del mayor Diógenes Gil. Se trataba de un contingente compuesto en su mayor parte por soldados santandereanos que, a diferencia de las primeras tropas, llegaban al Teatro de Operaciones por el Occidente, equipados de acuerdo con el clima de la Amazonia con elementos tales como hamacas, toldillos y equipos livianos de lona impermeable. La guarnición se elevó hacia el 10 de abril a 450 efectivos, con nuevos aportes traídos a bordo del Santa Marta y de la Huayna?Capac. Quizá por el reciente arribo de estas tropas al Teatro de Operaciones, el sentido de seguridad no se expresó en acciones encaminadas a fortificar el puesto y prepararlo para cualquier eventualidad. La vida diaria transcurría como en cualquier cuartel del interior, con formaciones en el patio de armas que se construyó en medio de los alojamientos de tropas.
El domingo 16 de abril, en momento en que la unidad formaba sin armas, desentendida por completo de cualquier riesgo, fue sorprendida por intenso fuego de ametralladoras y fusilería desde la orilla opuesta del Putumayo. La sorpresa había sido total, a cargo de un Destacamento comandado por el teniente coronel peruano Oscar Sevilla, que había partido de Puerto Arturo por el río Algodón el 12, a bordo de la lancha San Miguel.
Esta sorpresa, que habría podido constituir un desastre de proporciones por las circunstancias en que tornó a la guarnición colombiana formada y sin armas, no alcanzó a cumplir su cometido por un error en la fijación de las alzas del armamento a cargo del teniente coronel Sevilla (alza 600), lo que determinó que las primeras ráfagas cayeran cortas. Cuando se alargó el tiro, ya las tropas se habían dispersado en busca de sus armas y de abrigos desde los cuales pudieran utilizarlas para responder al ataque. Digna de mención fue la conducta del capellán militar, padre Castillo, que a los gritos de “Viva Colombia” contribuyó a reagrupar las tropas y a responder al fuego enemigo, que se vio precisado a abandonar el lugar.
Combate del Río Algodón
Mientras el Destacamento Putumayo adelantaba los preparativos para la toma de Güepí, el Amazonas lo hacía hacia Puerto Arturo. Con este fin estableció una base en las bocas del brazo Igaraparaná, apta para recibir unidades fluviales e hidroaviones y acantonar en tambos levantados con materiales del lugar a 500 hombres.
Sobre el río Cotuhé en el Trapecio, las fuerzas peruanas de ocupación de Leticia, estimadas para comienzos de mayo de 1933 en un Batallón reforzado con artillería, ingenieros y servicios, había construido una base fortificada en forma de cerrar la avenida de aproximación hacia Leticia. El comando del Destacamento Amazonas, con Puerto Arturo como próximo objetivo, no hizo esfuerzo especial por abrir esta ruta, que hubiese desviado parte de la atención operativa y recursos de su objetivo principal.
En desarrollo de su idea operativa, el general Efraín Rojas Acevedo emitió el 25 de abril su Orden de Operaciones No. 1, en la que es fácil advertir las restricciones impuestas por el gobierno nacional, concomitantes con la marcha de la acción diplomática. Esto explica que con Puerto Arturo como objetivo previsto, la misión no lo indicara así, contentándose con decir “Acción simultánea de los Destacamentos Amazonas y Putumayo hacia Puerto Arturo, de manera de ejercer presión sobre esta fuerte posición del enemigo y obtener algunos éxitos parciales en favor de la situación político?internacional y militar del país”.
En desarrollo de esa “Intención del Comando Superior”, dispuso el del Destacamento, que lo era a la vez del Teatro de Operaciones desde la toma de Güepí, adelantar una exploración del Destacamento Putumayo hacia el río Campuya, y otra por el Amazonas hacia el río Algodón, con dos escalones así:
- Cañoneros Barranquilla, Córdova y Pichincha, dos lanchas de transporte con sendas Compañías de Fusileros para desembarco y ocupación.
- Cañoneros Mariscal Sucre, Bogotá y buque hospital Nariño con el resto de tropas de desembarco y ocupación.
Entendiendo el valor del río Algodón como una de las rutas de aproximación a Puerto Arturo, única base de importancia que restaba al Perú en el Putumayo, el sitio de paso forzoso de embarcaciones en Puca?Urco fue ocupado por tropas peruanas en fuerza de Compañía reforzada con ametralladoras, cañones livianos de acompañamiento y una Sección de Minadores, que sembró de explosivos la corriente fluvial sobre la banda peruana.
A las 2 de la mañana del día 6 de mayo, el Barranquilla, que avanzaba como descubierta, superó el área minada sin que se activaran los cuerpos explosivos, que estallaron al paso del resto de la flotilla, acompañados de fuego masivo desde la ribera.
Repuestos de la sorpresa inicial, los buques colombianos abrieron el fuego sobre la posición peruana, teniendo como referencia única la dirección de los disparos por cuanto en la oscuridad no fue posible detectar la localización precisa de las posiciones. Ignorando la magnitud de las fuerzas enemigas, el comandante del grupo, mayor Gabriel Collazos, dispuso el repliegue de sus unidades a flote, sin que se hubiesen experimentado bajas en ninguna de las dos fuerzas en contacto, luego de media hora de combate de fuego. Al retornar la flotilla colombiana al área del encuentro al día siguiente, halló que la fuerza peruana la había evacuado, con lo cual se definió la operación como típica emboscada, sin mayores consecuencias para ninguno de los dos bandos. Luego de rechazar un ataque aéreo con apoyo oportuno de aviación propia, la flotilla desembarcó las tropas, que ocuparon las bocas del Algodón, arteria fluvial de comunicación con Puerto Arturo.
Captura de una compañía peruana
Una de las posiciones colombianas adelantadas de Güepí por la vía a Pantoja como seguridad externa, recibió el nombre de La Rebeca. La cesación de hostilidades comunicada el 24 de mayo de 1933 por la Sociedad de las Naciones, como resultado de la victoria diplomática colombiana, prescribía suspender todo desplazamiento de tropas de las posiciones que ocupaban en la fecha, lo que fue aceptado por ambas partes. El día 26, una Compañía peruana al mando del capitán Baldárrogo se adelantó desde la posición peruana La Firmeza hacia La Rebeca, que supuso abandonada. Este movimiento constituía clara violación de las condiciones del cese de fuegos o suspensión de hostilidades.
La posición colombiana se encontraba ocupada parcialmente. Una sección que la guarnecía, comandada por el subteniente Guillermo Aldana, se hallaba practicando un reconocimiento cuando se recibió en el comando colombiano de Güepí el comunicado sobre cesación de hostilidades y, por lo tanto, ignoraba su contenido.
Al observar la marcha de la columna peruana fraccionada en cuatro secciones hacia La Rebeca, la dejó pasar sin perder la observación sobre su itinerario. En esta actividad dió captura a un estafeta que se dirigía hacia el puerto de La Firmeza, dando cuenta de que la posición colombiana no estaba abandonada. Valiéndose del prisionero como informante y guía, pudo capturar sucesivamente las cuatro secciones al mando del capitán Baldárrogo sin disparar un tiro.
El procedimiento seguido fue el de rodear cada sección y, fingiendo comandar una unidad mayor de tropas colombianas, intimar rendición grupo por grupo, hasta totalizar los cuatro oficiales y 77 hombres de tropa, a los que, previamente desarmados, condujo a Güepí. Allí, el propio coronel Roberto D. Rico, comandante del Destacamento Putumayo, informó a los dos comandantes de compañía sobre el cese de hostilidades, lo que ya conocía el oficial peruano pero no el colombiano. La compañía que fuera enemiga hasta el 24 regresó a su base con las armas que le fueron devueltas, previo descanso, alimentación y víveres para el retorno, provistos por el comando de Güepí.
Fin del conflicto y entrega de Güepí
E1 23 de mayo de 1933, se firmó en Ginebra el acuerdo diplomático que ponía fin al conflicto armado entre Colombia y el Perú. Dentro de sus cláusulas figura la entrega del puesto fortificado de Güepí, que se cumplió con las formalidades del caso 30 días después.
El día 6 había caído asesinado el presidente del Perú, general Luis María Sánchez Cerro, baleado por el joven peruano Mendoza Leyva, muerto en el acto por la escolta del jefe del Estado, lo que impidió establecer los móviles del crimen y sus posibles autores intelectuales. El presidente acababa de pasar revista a 20.000 soldados de reciente incorporación, que partirían en breve, según se dijo, hacia el Teatro de Guerra en el Noreste. Pese a que su sucesor, el mariscal Oscar Benavides, a su partida de Londres donde desempeñaba el cargo de Ministro Plenipotenciario del Perú, había hecho declaraciones inamistosas y de acento belicista contra Colombia, y era recordado por su ataque a La Pedrera en 1911, la desaparición del causante de la agresión despojaba al conflicto del sello que éste quiso darle.
Infortunada la acción de las armas, perdida virtualmente la batalla diplomática, el gobierno del Perú llegó a la conclusión de que proseguir la guerra carecía de sentido, y en esa forma se llegó a la paz, que jamás ha debido quebrantarse entre dos países amigos, hermanados en la historia de su pasado independentista.
El 23 de junio, luego de firmar la correspondiente acta, el teniente coronel Angel María Diago, comandante de la guarnición colombiana, ordenó los honores reglamentarios al pabellón de su patria, y entregó el puesto conquistado con valor y con sangre, al mayor Hipólito Paredes, representantes ambos de los Destacamentos que se habían enfrentado duramente en la posición fortificada y en sus accesos selváticos del Sur.
Inexplicable que la entrega de Güepí no se hubiese cumplido en forma simultánea con la de Leticia a Colombia. Allí se había cumplido el acto de agresión que dio origen al conflicto armado. Acá se había tomado, en desarrollo de esa misma incidencia bélica, un punto fuerte del adversario que obstaculizaba la libre navegación colombiana en un río de mutuo dominio. No existía razón válida para que Colombia esperase la devolución por intermedio de la Sociedad de Naciones, mientras en Güepí esta acción se cumplía sin dilaciones y en forma directa. Conveniente la cesación del conflicto para los dos países hermanos, que jamás han debido verse envueltos en una incidencia armada, lo justo era la igualdad de condiciones para volver las cosas a su punto de partida: la total vigencia del Tratado LozanoSalom?ón y el intercambio de espacios territoriales ocupados por las dos fuerzas enfrentadas. El tricolor colombiano descendió de su mástil victorioso en silente homenaje a la paz y a la armonía de las dos naciones. El último Destacamento en desguarnecer la posición donde se había batido con heroísmo para añadir una gloria más al historial militar de la nación, embarcó a bordo del cañonero Santa Marta. Los blindajes del buque registraban aún las cicatrices de la refriega. Los hombres formados sobre su cubierta de acero, vieron desdibujarse en la distancia aquel fragmento de sus vidas bañado por la luz melancólica del atardecer sobre la selva.
Notas
1. Jaramillo Ruiz, Augusto, teniente coronel Ejército del Perú, Conflicto PeruanoColombiano?, ¡Puca Urco! Imprenta Gráfica Industrial, Lima, 1912, pág. 19.
2. Jaramillo Ruiz Augusto, op. cit. Al referirse al Concepto Estratégico Colombiano, señala este autor peruano: “Sin ambages, debemos apreciar tanto el cuidadoso estudio como la inteligente conclusión, de verdadero valor profesional, en la elaboración de este Plan de Operaciones, que está cartas vistas en lo expuesto anteriormente, no siendo necesario otro comentario”.
3. Vásquez Cobo, Alfredo, general, Pro Patria, la Expedición Militar al Amazonas en el Conflicto de Leticia, Departamento Editorial Banco de la República, Bogotá 1985,pág.197.
4. Vásquez Cobo, Alfredo, op. cit, pág. 197.
5. Araújo Arana, Humberto, capitán (R) Ejército peruano, Conflicto fronterizo PerúColombia, 1932?1933, Tomo tercero, Litografía Huascarán, Lima, 1965, pág. 102.
6. Araújo Arana, Humberto, op. cit. Tomo III, pág. 120 y siguientes.
7. Gómez jurado Guerrero, Luis, Conflicto Colombo ? Peruano 1932?1933, COMBATE DE GUEPÍ, Biblioteca Popular Nariñense, Tipografía Javier, Casa Mariana, Pasto, 1981, págs. 78?79.
8. Cajiao Candia Luis Carlos, capitán de fragata médico, El Putumayo y el Conflicto Colombo?Peruano, 1932?1934, Bogotá, Italgraf Ltda., 1970, pág. 77.
9. Araújo Arana, Cp. (r) op. cit., pág. 128.
10. Araújo Arana, op., cit. pág.
132?133.
1.ORDEN (OPERACIONES)
Puerto Boy, 25 de abril de 1933
La quinta División peruana, al mando del general Fernando Sarmiento, sostiene la frontera peruana en el límite con Colombia.
Después del combate de Güepí (26.111. 33) las fuerzas enemigas que defendían tal posición se retiraron a La Zoila (25 km. de Güepí), cubriendo el destacamento peruano que se apoya en Pantoja.
Las tropas enemigas que se retiraron de Tarapacá (14. Il. 33) continúan fortificadas en Buenos Aires, cubriendo el destacamento peruano que se apoya en el Amacayacú.
Todas las tropas enemigas que ocupaban a Yubineto, Inonias y La Florida se replegaron hacia Puerto Arturo. Informaciones oficiales aseguran la marcha de refuerzos enemigos por el río Napo hacia Pantoja.
El 16. IV. 33 tropas de infantería enemiga sorprendieron nuestro puesto de Calderón, desde la ribera peruana. El ataque fue repelido.
El 20.1V.33 la aviación enemiga bombardeó la lancha Emita, 100 kilómetros abajo de Caucaya.
El enemigo, según observación aérea, está practicando, a lo largo del río Campuya, extensos trabajos de desmontes y construcciones.
ORDEN DE OPERACIONES PARA APROXIMACIÓN SOBRE PUERTO ARTURO*
2. NUESTRAS TROPAS
a) Destacamento Amazonas: los barcos Barranquilla, Sucre, Pichincha y Nariño (hospital) están concentrándose con dos compañías de fusileros en las bocas del río Igara?paraná.
b) Destacamento Putumayo: cañoneros Cartagena y Santa Marta, más dos lanchas transporte, listos en Caucaya.
Puestos de El Encanto y Pubenza: una compañía de fusileros, una sección de ametralladoras y una sección de artillería.
Puerto Ariza: dos pelotones de fusileros, una sección de ametralladoras y una sección de artillería.
Calderón: dos compañías de tusileros.
Iberia: una compañía de fusileros.
Caucaya: El comando del Destacamento.
Güepí. tres compañías de fusileros y una de ametralladoras.
Puerto Ospina: una compañía de fusileros.
Además: los refuerzos anunciados por el Ministerio de Guerra.
3. INTENCIÓN ACTUAL DEL COMANDO SUPERIOR
Acción simultánea de los Destacamentos Amazonas y Putumayo hacia Puerto Arturo, de manera de ejercer presión sobre esta fuerte posición del enemigo y obtener algunos éxitos parciales
en favor de la situación políticointernacional y militar del país. El Comando del Destacamento Putumayo dividirá su acción en dos partes:
a) Aproximación al enemigo en el sector Campuya?Calderón, ocupando a San Antonio y a Iberia.
b) Llegados y concentrados en Calderón y en San Antonio los refuerzos que vienen por las vías Florencia?Caucaya y Puerto Asís?Caucaya, esperará nuevas órdenes del comando superior.
4. EXPLORACIÓN
Tropas del Destacamento Putumayo: principalmente hacia el río Campuya por Iberia.
La aviación ejecutará lo siguiente:
a) Explorará y tomará fotografías en el sector Campuya?Algodon y mantendrá constante observación en tales puntos.
b) Trasladará una parte de los aviones a las bocas del río Igaraparaná, donde se encuentra una base arreglada con dicho objeto. c) Vigilará los barcos del Destacamento Amazonas durante su
permanencia en dicho lugar, y luego los protegerá en su próxima acción sobre el río Algodón.
5.
Por ahora, permaneceré a bordo del cañonero Mariscal Sucre, con el cual se establecerá el enlace.
Fdo. EFRAÍN ROJAS General
Comunicada hoy por escrito al comandante del Destacamento Putumayo y al jefe de la Aviación.
Fdo. LUIS ACEVEDO
Coronel
*Nótese que los Destacamentos Putumayo y Amazonas han sido unificados bajo el mando del general Efraín Rojas Acevedo, que reemplaza al general Alfredo Vásquez Cobo desde la partida de éste del Teatro de Operaciones.