- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Cultura
De la artista colombiana, Feliza Burztyn, escultura que reproduce la forma de la flor.
Del artista colombiano, Eduardo Ramírez Villamizar, escultura que reproduce la forma de la flor.
El domingo es el día elegido de los campesinos para vender sus flores, cultivadas o silvestres, como este ramillete de lirios de páramo, en las plazas de los pueblos.
La flora de la Sabana, rica y exuberante, la que se cultiva y la que crece de manera silvestre, sirve de apoyo a la arquitectura de estas casas, una arquitectura que recoge numerosos modelos y tiene en las flores uno de sus elementos más valiosos. En medio de la Sabana, de la quietud apenas interrumpida por aves e insectos, los clásicos novios que llegaron al país hace muchos años, siguen respirando. Pilar Gómez.
Durante cuatro días, miles y miles de personas se divierten en los Carnavales de Barranquilla, en la Costa Atlántica. Es una de las festividades más concurridas y tradicionales, y sus raíces se remontan a ritos paganos mezclados con costumbres y bailes africanos. Las flores compiten con la belleza de las mujeres, elegidas reinas de todos los corazones. Los disfraces son preparados durante varias semanas y cada uno tiene su historia, su significado, correspondiendo al momento especial de la persona que lo ostenta. Dentro de esta celebración, en la llamada "Batalla de Flores", desfilan centenares de carrozas. El Tiempo.
Carnaval de Barranquilla, en la Costa Atlántica. Jorge Mario Múnera.
Las flores han representado una interesante y vivaz constante obra de numerosos pintores colombianos como Gonzalo Ariza, paisajista por oficio y jardinero por devoción, quien ha captado el aire colonial del Barrio La Candelaria, el el corazón de Bogotá, enmarcado por flores. Oscar Monsalve.
Sofisticadas, elegantes, exclusivas, distantes, integradas a arreglos o solitarias cumpliendo con su oficio de darle color y belleza a la vida, así aparecen estas flores naturales o artificiales, sirviendo de pretexto para que el buen gusto también sea un elemento vital de todos los días. José Fernando Machado.
Flores en la cabeza para adornar el dulce rostro de una niña son de las numerosas formas como los colombianos utilizan las flores para embellecer su vida. Desde las épocas prehispánicas los indigenas ya se colocaban flores en la cabeza. A veces para protegerse del calcinante sol, otras como parte de la vestimenta y apariencia, y en muchas ocasiones, como muestra de alegría y elegancia. Hoy todavía, en numerosas ciudades colombianas, las mujeres acostumbran a colocarse flores en el pelo como muestra de informalidad y contento. José Fernando Machado.
Flores que caen en una guirnalda como una lluvia cálida alrededor de una joven hermosa, son de las numerosas formas como los colombianos utilizan las flores para embellecer su vida. Desde las épocas prehispánicas los indigenas ya se colocaban flores en la cabeza. A veces para protegerse del calcinante sol, otras como parte de la vestimenta y apariencia, y en muchas ocasiones, como muestra de alegría y elegancia. Hoy todavía, en numerosas ciudades colombianas, las mujeres acostumbran a colocarse flores en el pelo como muestra de informalidad y contento. José Fernando Machado.
El ramo de novia que orgullosamente se exhibe, encierra toda una simbología de pureza y amor, y forma parte de una de las tradiciones mas antiguas, elegantes y hermosas. Como otros arreglos florarles utilizados por los colombianos en distintas ocasiones de su vida cotidiana, el ramo de la novia traduce elocuentemente un sentimiento, en este caso de alegría y esperanza. José Fernando Machado.
No hay un elemento que adorne más que una flor. Colocada en el ojal de una chaqueta, sobre el ala de un sombrero, convirtiéndose en un motivo oloroso para enriquecer la atmósfera de un ambiente cerrado e íntimo o, simplemente como una presencia agradable, llena de vida, aunque sus pétalos estén secos pero no mustios. José Fernando Machado.
Para muchos colombianos, una de las diversiones de fin de semana, está en el cuidado de sus jardines, a los cuales se dedican tiempo y dinero, y una de las costumbres arraigadas entre ellos, es la de intercambiar especies, hacer cruces, y experimentar con el fin de lograr flores más perfectas y hermosas. José Fernando Machado.
Para muchos colombianos, una de las diversiones de fin de semana, está en el cuidado de sus jardines, a los cuales se dedican tiempo y dinero, y una de las costumbres arraigadas entre ellos, es la de intercambiar especies, hacer cruces, y experimentar con el fin de lograr flores más perfectas y hermosas. José Fernando Machado.
Para muchos colombianos, una de las diversiones de fin de semana, está en el cuidado de sus jardines, a los cuales se dedican tiempo y dinero, y una de las costumbres arraigadas entre ellos, es la de intercambiar especies, hacer cruces, y experimentar con el fin de lograr flores más perfectas y hermosas. Pilar Gómez.
Para muchos colombianos, una de las diversiones de fin de semana, está en el cuidado de sus jardines, a los cuales se dedican tiempo y dinero, y una de las costumbres arraigadas entre ellos, es la de intercambiar especies, hacer cruces, y experimentar con el fin de lograr flores más perfectas y hermosas. Pilar Gómez.
Orquídea.
Las orquídeas son ferozmente hermosas y en cualquier lugar que se encuentren, logran llamar la atención. Colombia es uno de los países más ricos en variedades y su exportación ha ido aumentando y tecnificándose más con los años. José Fernando Machado.
Para los campesinos no hay mayor gratificación que, al final de cada jornada, puedan encontrarse con ese espectáculo de flores aferradas a las paredes o colgando del techo, compartiendo el sol, la lluvia, el calor y el frío de todos los días. En familia, las riegan, les cortan las hojas y los tallos que ya no sirven, les conversan, sienten que vivir rodados de flores, de todos los colores y todos los olores, es una de las normas del Paraíso. José Fernando Machado.
Para los campesinos no hay mayor gratificación que, al final de cada jornada, puedan encontrarse con ese espectáculo de flores aferradas a las paredes o colgando del techo, compartiendo el sol, la lluvia, el calor y el frío de todos los días. En familia, las riegan, les cortan las hojas y los tallos que ya no sirven, les conversan, sienten que vivir rodados de flores, de todos los colores y todos los olores, es una de las normas del Paraíso. León Duque.
Como en una exposición permanente, aparecen las macetas de flores con su lluvia de pétalos que baja de los segundos pisos de las casas de la zona cafetera, como una verdadera provocación para los sentidos. Jorge Eduardo Arango.
Como en una exposición permanente, aparecen las macetas de flores con su lluvia de pétalos que baja de los segundos pisos de las casas de la zona cafetera, como una verdadera provocación para los sentidos. Jorge Eduardo Arango.
Cuando los españoles llegaron a América, descubrieron que los indígenas utilizaban las flores no sólo como elementos decorativos, de su cuerpo, en sus celebraciones guerreras o religiosas o como base de sus pócimas medicinales, sino también con propósitos mágicos a la entrada de sus casas. Esa tradición de adornar la vivienda, de preservarla del exterior y sus fuerzas, ha continuando durante varios siglos. Por eso los campesinos de las diferentes regiones y climas usan las flores, para sentirse más acompañados. Jorge Eduardo Arango.
Macetas al exterior de las casas. Jorge Eduardo Arango.
Macetas al exterior de las casas. Jorge Eduardo Arango.
La Sabana de Bogotá, una de las zonas más fértiles de Latinoamérica, donde tienen sus instalaciones la mayor parte de los cultivos de flores para exportación, se distingue porque durante muchos años ha sido poblado por grandes casonas, construidas con materiales autóctonos. Pilar Gómez.
José Fernando Machado.
No espectáculo más hermoso que el de las casas campesinas, con sus paredes, puertas, ventanas y patios repletos de flores, flores colocadas en toda clase de recipientes, flores que cuelgan o están haciendo equilibrio contra las paredes, flores que le imprimen color y vida a esas casas donde hombres, mujeres y niños se acuestan y levantan muy temprano. El Tiempo.
Los besitos, también llamados, chinas o lilas,o bellelenas, según el lugar donde crezcan, las primaveras y las zulias que muestran un colorido contraste, se combinan sin importar su origen, y acompañan silenciosas la vida de los habitantes del campo. José Fernando Machado.
Los besitos, también llamados, chinas o lilas,o bellelenas, según el lugar donde crezcan, las primaveras y las zulias que muestran un colorido contraste, se combinan sin importar su origen, y acompañan silenciosas la vida de los habitantes del campo. José Fernando Machado.
El rostro, la expresión y la actitud de esta campesina colombiana refleja la región a la que pertenece (Nariño), y la relación que tiene con las flores: lirios silvestres para vender en el mercado. José Fernando Machado.
El rostro, la expresión y la actitud de esta campesina colombiana refleja la región a la que pertenece (Boyacá), y la relación que tiene con las flores: orquídeas nativas odontogloso para arreglar la iglesia. Oscar Monsalve.
El rostro, la expresión y la actitud de este campesino colombiano refleja la región a la que pertenece (Costa Atlántica), y la relación que tiene con las flores: colares, rojo escarlata, para sorprender a la mujer amada. León Duque.
Las flores que se quedan en Colombia, sirven para alegrar las calles y plazas de grandes ciudades y pequeños pueblos. José Fernando Machado.
Los colombianos son amantes de las flores y cotidianamente tienen acceso, en ventas estratégicamente colocadas, a las numerosas variedades que se ofrecen. José Fernando Machado.
Desde el pueblo más pequeño hasta la ciudad más grande cuenta con las flores para expresar su alegría y sus ganas de vivir. Carnavales, fiestas, corralejas, festividades, encuentros, disfraces, carrozas, arcos triunfales, canciones, todos estos elementos hacen referencia a las flores. Hombres y mujeres se disfrazan, es decir, se transforman en lo que siempre han querido ser y se expresan a través de las fiestas populares como estas realizadas en los municipios productores de flores de exportación en la Sabana de Bogotá.
La hermosa mujer que combina su alegría con la descomunal abeja, fabricada con flores, es un motivo que se repite en distintas regiones de Colombia, porque siempre hay una fiesta en la que las mujeres y las flores compiten en belleza. El simple proceso de la polinización por el cual el insecto, con sus patas y alas y antenas untadas de polen provoca la fecundación de otras flores, sirve aquí de inspiración al artista que se tomó varios días fabricando esta composición alegórica para una “carroza” memorable.
Carnaval de Barranquilla, en la Costa Atlántica.
La celebración de los ritos fúnebres, la semana santa y los reinados de belleza en Colombia, tienen un elemento en común: las flores. Las procesiones con las imágenes sagradas, las verbenas, las festividades regionales, la celebración de las cosechas y la fiesta de los santos protectores, participan de tradiciones populares muy antiguas. Diego Samper.
Las crónicas enseñan a conquistadores e indigenas unidos por los lazos de las flores y muestran actualmente unas herencias vivas marcadas por la utilización de flores, naturales y artificiales, que son usadas con sentimiento, humor e imaginación.
Cada región de Colombia celebra la Semana Santa a su manera, siguiendo costumbres y ritos que han pasado de generación en generación. Estas imágenes de María y Jesús, llevadas por fieles durante la procesión del jueves santo en Popayán, muestran el significado que las flores tienen para todos. En otras ciudades como Mompox y Bogotá, así como en el resto de Colombia, las imágenes sagradas son cargadas en largas y fervorosas procesiones que reflejan la fe del pueblo. Aunque la liturgia se ha simplificado, las flores siguen teniendo un papel protagónico. El Tiempo.
Cada 7 de agosto, las calles de Medellín se paralizan para contemplar el espectáculo de los silleteros quienes, siguiendo una vieja tradición, bajan de la montaña con su preciosa carga de flores, vestidos a la manera campesina y convertidos en símbolos de todo un pueblo a través de un hermoso desfile de fama internacional. León Duque.
Cada 7 de agosto, las calles de Medellín se paralizan para contemplar el espectáculo de los silleteros quienes, siguiendo una vieja tradición, bajan de la montaña con su preciosa carga de flores, vestidos a la manera campesina y convertidos en símbolos de todo un pueblo a través de un hermoso desfile de fama internacional. León Duque.
Cada 7 de agosto, las calles de Medellín se paralizan para contemplar el espectáculo de los silleteros quienes, siguiendo una vieja tradición, bajan de la montaña con su preciosa carga de flores, vestidos a la manera campesina y convertidos en símbolos de todo un pueblo a través de un hermoso desfile de fama internacional.
En Colombia, lo mismo que el en resto de América Latina, se guarda un enorme respeto hacia la muerte y se conservan rituales que incluyen, como en estos tres casos, el uso de las flores para hacer más soportable la ausencia de los seres queridos. Puede ser en la impotencia de un panteón donde familias van reuniéndose poco a poco, o en los arreglos florales que buscan quitarle un poco de rigidez a la muerte o en los ya popularizados jardines de la paz donde los recuerdos se mezclan con las flores y la hierba en las más sorprendentes figuras alusivas a los difuntos que allí reposan. Pilar Gómez.
En Colombia, lo mismo que el en resto de América Latina, se guarda un enorme respeto hacia la muerte y se conservan rituales que incluyen, como en estos tres casos, el uso de las flores para hacer más soportable la ausencia de los seres queridos. Puede ser en la impotencia de un panteón donde familias van reuniéndose poco a poco, o en los arreglos florales que buscan quitarle un poco de rigidez a la muerte o en los ya popularizados jardines de la paz donde los recuerdos se mezclan con las flores y la hierba en las más sorprendentes figuras alusivas a los difuntos que allí reposan. Pilar Gómez.
Las flores han representado una interesante y vivaz constante obra de numerosos pintores colombianos como Margarita Lozano con sus múltiples cuadros de floreros. Eduardo Otero.
Las flores en un bodegón del pintor antioqueño Francisco A. Cano son representativas de la diversidad estilística como se ha pintado la flor en Colombia. Cada artista ha sentido las flores de una manera personal. Oscar Monsalve.
Las flores acechadas por iguanas, tigres salvajes y otros animales en una primitiva visión de la selva colombiana por Noé León, son representativas de la diversidad estilística como se ha pintado la flor en Colombia. Cada artista ha sentido las flores de una manera personal. Oscar Monsalve.
Oscar Monsalve.
Humor, imaginación e ingenuidad de estos aretes confeccionados en oro representando un colibrí en el momento de libar el néctar de una flor que fueron obra de los artífices prehispánicos de la cultura Sinú, en la Costa Atlántica colombiana. Oscar Monsalve.
Del artista colombiano, Bernardo Salcedo, escultura que reproduce la forma de la flor. Oscar Monsalve.
De la artista colombiana, María Clara Gómez, escultura que reproduce la forma de la flor. José Fernando Machado.
Ambiente que muestra muy bien la utilización de los arreglos florarles como la prolongación de un estado anímico, una formación cultural, una educación estética, y también, la acumulación durante muchos años de la influencia de escuelas y tendencias provenientes de todo el mundo. José Fernando Machado.
Flores naturales y secas que combinan con elementos como el cuero,los metales y las maderas dentro de los más diversos ambientes y estilos arquitectónicos, simbolizando en cada uno de ellos las emociones de cada momento. José Fernando Machado.
Flores naturales y secas que combinan con elementos como el cuero,los metales y las maderas dentro de los más diversos ambientes y estilos arquitectónicos, simbolizando en cada uno de ellos las emociones de cada momento. José Fernando Machado.
Todos los años, los Clubes de Jardinería realizan exposiciones, durante las cuales son premiados los mejores arreglos. Son premios que estimulan la afición a tantas personas que hacen girar su vida cotidiana alrededor de estas actividades. José Fernando Machado.
La historia de los arreglos florales se remonta al antiguo Egipto y a lo largo de los años, cada pueblo, cada civilización ha encontrado en esteos objetos decorativos la mejor manera de embellecer la vida diaria, de expresar los sentimientos adecuados para cada ocasión. Lo religioso y lo romántico, lo alegre y lo elegante logran una hermosa combinación a través del lenguaje de las flores. José Fernando Machado.
Todos los años, los Clubes de Jardinería realizan exposiciones, durante las cuales son premiados los mejores arreglos. Son premios que estimulan la afición a tantas personas que hacen girar su vida cotidiana alrededor de estas actividades. José Fernando Machado.
Sofisticadas, elegantes, exclusivas, distantes, integradas a arreglos o solitarias cumpliendo con su oficio de darle color y belleza a la vida, así aparecen estas flores naturales o artificiales, sirviendo de pretexto para que el buen gusto también sea un elemento vital de todos los días. José Fernando Machado.
Sofisticadas, elegantes, exclusivas, distantes, integradas a arreglos o solitarias cumpliendo con su oficio de darle color y belleza a la vida, así aparecen estas flores naturales o artificiales, sirviendo de pretexto para que el buen gusto también sea un elemento vital de todos los días. José Fernando Machado.
La naturaleza agotó su capacidad de imaginación en las formas que le dio a la flor, a la cual ni le sobre ni le falta un solo detalle. Por eso es el elemento de la vida cotidiana que mejor se integra a las demás cosas. José Fernando Machado.
Cada vez que unas manos toman una flor y la transforman en un adorno, están inventando posibilidades para la intimidad y formas que están esperando otras manos que las desbaraten y vuelvan a armar. De detalles cómo éstos, de gestos congelados por la emoción y la memoria, de instantes grabados en la superficie de las flores, está conformada la vida cotidiana. José Fernando Machado.
Cada vez que unas manos toman una flor y la transforman en un adorno, están inventando posibilidades para la intimidad y formas que están esperando otras manos que las desbaraten y vuelvan a armar. De detalles cómo éstos, de gestos congelados por la emoción y la memoria, de instantes grabados en la superficie de las flores, está conformada la vida cotidiana. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. Benjamín Villegas.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. Diego Samper.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
La matricaria utilizada como tónico digestivo que se encuentra silvestre en casi todas las regiones colombianas. José Fernando Machado.
La popular mejorana, de la familia labiatae, estupenda medicina apta para remediar los males estomacales. También se bebe en forma de infusión domestica. José Fernando Machado.
De esta lantana camera, de la familia de las verbenáceas han salido numero híbridos ornamentales y medicinales, llamados venturosas. José Fernando Machado.
Llamada bastón del Emperador, de la familia de las zingiberáceas. Tiene propiedades medicinales caseras y se adapta a distintos climas y condiciones.
Las flores que dominan aún los más simples actos de los colombianos, han influido en la gastronomía durante todos estos años. Aquí se ponen a prueba el ingenio y la imaginación de estos auténticos artesanos del sabor y el color. José Fernando Machado.
Las flores que dominan aún los más simples actos de los colombianos, han influido en la gastronomía durante todos estos años. Aquí se ponen a prueba el ingenio y la imaginación de estos auténticos artesanos del sabor y el color. José Fernando Machado.
Las flores que dominan aún los más simples actos de los colombianos, han influido en la gastronomía durante todos estos años. Aquí se ponen a prueba el ingenio y la imaginación de estos auténticos artesanos del sabor y el color. José Fernando Machado.
En el folclor musical colombiano existe una canción llamada “Una flor para mascar” y en este caso, una flor apetecible como esta presta a toda clase de interpretaciones. Las alcachofas son flores que antes de la inflorescencia son utilizadas, en distintas regiones colombianas, para preparar platos típicos. José Fernando Machado.
En el folclor musical colombiano existe una canción llamada “Una flor para mascar” y en este caso, una flor apetecible como esta presta a toda clase de interpretaciones. Las alcachofas son flores que antes de la inflorescencia son utilizadas, en distintas regiones colombianas, para preparar platos típicos.
Los colombianos aman las flores y aquí se evidencia en las fiestas populares, en los desfiles folclóricos como el de los silleteros en Medellín, tanto como en las actividades cotidianas de los vendedores en ciudades y pueblos. Pilar Gómez.
Los colombianos aman las flores y aquí se evidencia en las fiestas populares, en los desfiles folclóricos como el de los silleteros en Medellín, tanto como en las actividades cotidianas de los vendedores en ciudades y pueblos.
Los colombianos aman las flores y aquí se evidencia en las fiestas populares, en los desfiles folclóricos como el de los silleteros en Medellín, tanto como en las actividades cotidianas de los vendedores en ciudades y pueblos. León Duque.
Jorge Gamboa.
Jorge Gamboa.
Cartucho - Zantedesquia José Fernando Machado.
Delfinio - Delphinium José Fernando Machado.
Crisantemo araña - Spider Chrisanthemum Jorge Gamboa.
Cymbidium - Cymbidium Jorge Gamboa.
Cymbidium - Cymbidium Jorge Gamboa.
Boca de dragón - Anthirrhinum Jorge Gamboa.
Anturio - Anthurium Jorge Gamboa.
Rosa - Rosa Jorge Gamboa.
Rosa - Rosa Jorge Gamboa.
Texto de: Alberto Duque López
Tradicionalmente el ser humano siempre ha ejercido una cultura de las flores. Aun sus actos más cotidianos y simples giran alrededor de las flores, de su utilización, y por generaciones se ha ido macerando ese significado que las flores encierran con palabras o apelando al silencio que enmarca las emociones y los vacíos, dando forma a veces áspera, a veces más suave, a esa cultura de las flores que nadie puede eludir.
La Historia está llena de páginas imaginarias y reales que tienen alguna referencia a las flores. Como si éstas sirvieran siempre de testigos a los grandes momentos del ser humano, buenos y malos. Desde la leyenda de Narciso y Jacinto quienes, según la Mitología Clásica, eran mitad dioses y mitad humanos, y al morir fueron convertidos en flores. Sus nombres son símbolos del renacimiento de la primavera misma.
Las piezas dramáticas y cómicas de Shakespeare están llenas de alusiones a las flores, y uno de los momentos más emocionantes, dentro de la locura de Ofelia, es escucharla apelar a las flores como símbolos de su pasión. En la iconografía cristiana de los primeros tiempos, una rosa es el símbolo del amor de Cristo, y los antiguos creían que una rosa roja nació cuando Venus, hermosa en su desnudez, se hirió un dedo con una espina. Cleopatra llenaba su lecho de rosas todas las noches y, actualmente, desde hace muchos años, el día de los enamorados o San Valentín, celebrado en todo el mundo, gira alrededor de las flores, especialmente las rosas.
Hay flores en los empaques de regalos, en los sombreros de las mujeres y, por supuesto, en el escenario donde se representan obras de teatro. Hay flores en "La dama de las camelias de Dumas", y la cantante Billie Holliday siempre estuvo simbolizada por una gardenia. En "¿Quién le teme a Virginia Woolf?" el escritor Edward Albee hace expresar a uno de sus personajes "Flores, flores para los muertos", en castellano, como una velada amenaza. Y uno de los símbolos más expresivos durante los años sesenta y setenta, estuvo en las flores llevadas por los jóvenes que querían la paz y no la guerra, hippies y no hippies, enfrentados a las bayonetas de policías fornidos en las calles de las grandes ciudades norteamericanas.
Por esa necesidad, esa dependencia social y síquica de sus colores, formas y aromas, por todos esos significados que se encierran en flores que son inmortalizadas por la piedra y la madera, o eternizadas en escudos y banderas, casi todos los países del mundo han escogido una flor como símbolo inequívoco de su nacionalidad.
Argentina escogió el ceibo de flor roja, y Austria, la flor de nieve, la famosa "Edelweiss", que crece en los picos más altos de los Alpes, mientras Alemania tiene la alvarina, y Australia, la flor de aromo, una especie de acacia. Bolivia tiene como flor la amarilla Khantuta, Brasil el Ipé de flores en forma de campanas de oro. Bélgica, la azalea y la amapola. Bulgaria la rosa aromática que simboliza todas las flo res, mientras Estados Unidos tiene la rosa silvestre; Inglaterra, la rosa blanca, e Irán, la rosa colorada.
Panamá tiene la flor del Espíritu Santo o Paloma; Guatemala la orquídea blanca, y Venezuela, la orquídea conocida por su nombre científico Cattleya mossaie. Las flores rojas, blancas, rosadas y matizadas del Copihue simbolizan el espíritu de los chilenos; el tilo, el espíritu de los checos, mientras los yugoslavos ostentan la Tilia europea. Dinamarca escogió el Haya y Etiopía eligió el cartucho, de un blanco perfecto. Egipto, el loto, mientras España, el clavel; Escocia, el cardo morado y Finlandia, el lirio de los valles. Francia tiene varios símbolos entre las flores, el azulejo, la margarita silvestre, y la flor de lis.
El país de Gales tiene como símbolo el narciso; Hungría, el tulipán, mientras Irlanda del Norte tiene como flor el trébol y, los italianos, la margarita. El crisantemo es la flor nacional del JapN?. Los mexicanos escogieron la dalia, romántico y científico homenaje al héroe de la revolución; Nicaragua, el heliotropo blanco o jazmín de Virginia, los holandeses, el tulipán y los portugueses, la alhucema también llamada espliego y Lavándula. Perú tiene la Cantua buxifolia o Cantú del Perú mientras el Paraguay escogió el Lapacho, llamado también Azucena de Manacá.
El símbolo colombiano es una de las flores más hermosas del mundo y una de las más notables, la orquídea Cattleya trianae, también llamada flor de mayo.
Las orquídeas generalmente crecen sobre árboles o rocas y no en la tierra, y desarrollan sus raíces a la vista, las cuales no sólo sirven de soporte a la planta sino absorben el agua lluvia. Mientras las orquídeas encuentren condiciones ambientales adecuadas, conservan puntos terminales cuyas células se multiplican y producen el desarrollo indefinido de la planta. Además representan una etapa de la evolución vegetal muy avanzada como lo demuestran las transformaciones sufridas en sus estambres y estigmas. Por eso, jamás deben ser cubiertas ni pueden ser consideradas "parásitas" o que viven a expensas de los demás porque no absorben savia de los árboles sobre los cuales habitan.
Deben ser cultivadas en recipientes de madera, alambre o barro cocido que tengan amplio drenaje para el agua y algunas sustancias inertes como pedazos de troncos, árboles o helechos con un tronco fibroso adecuado para su cultivo. El agua y el aire son los elementos claves para la flor que fue escogida como símbolo de Colombia y que ha estado presente en grandes exposiciones mundiales donde ha recibido importantes premios y distinciones.
Antioquia es el centro de origen de la Cattleya dowiana var Aurea, orquídea que ha aportado al mundo de los híbridos en la orquideología su perfume y sus colores rojos del labelo con venas amarillo oro. Hubo una época en que todos los híbridos famosos de Catleyas de colores que importábamos de otros países tenían sangre parcial de esta famosa. Entre las orquídeas colombianas tenemos también los pelícanos o cisnes en los Llanos Orientales, Santander, Caldas, Risaralda, todavía en sus hábitats naturales, y muchas sin clasificar ni llegar a los anales de la taxonomía de los híbridos.
Dentro del entorno cotidiano, el hombre siempre ha utilizado las orquídeas y las demás flores para la decoración doméstica, flores vivas o secas y reproducciones que multiplican sus colores y sensaciones. Las culturas, desde las más primitivas hasta las más sofisticadas, siempre han expresado un amor generalizado por la utilización de las flores como parte principal y activa de esa atmósfera en la que se vive, se trabaja, se ama, se sueña y también se muere.
Existe un objeto que sintetiza elocuentemente esa utilización de las flores para mejorar, para embellecer más la vida, para hacerla más grata en cualquier circunstancia, aun la más dolorosa: "Arreglo Floral". Línea, formas, colores y textura, dicen los expertos, son los elementos básicos que son escogidos y luego unidos de manera armoniosa con otros ingredientes como el contraste, el ritmo, la escala, la proporción y el dominio de un elemento sobre el otro. Los historiadores, al analizar las costumbres del hombre, han tenido siempre que dedicarle un capítulo especial a esta manifestación cultural y social, pues es una auténtica necesidad de todo ser humano cultivar, domesticar, ver crecer, mejorar las flores, mantenerlas a su lado como prolongación de la vida.
Los colombianos siempre han utilizado las flores para embellecer su vida cotidiana. Esto se observa en grandes ciudades y pueblos pequeños, en el esmero como los jardines de las casas son arreglados, con cercas para defender la intimidad de esos lugares agradables. En las zonas rurales, aun en las casas más pequeñas y humildes, es costumbre colgar materas, recipientes de hojalata, cajones y, en los corredores que rodean las casas, colocar hileras de cajas llenas de flores y tierra fértil. Esa explosión de aromas y colores de las viviendas es multiplicada más allá de las puertas en salas, comedores, estudios y otras zonas, además de los dormitorios, aparecen floreros y recipientes de todos los tamaños, repletos de flores que fueron recogidas por la mañana, antes que el sol comenzara a calentar.
Esa imaginación de campesinos y artesanos utilizando métodos ingeniosos y simples, apoyados en recursos modestos, reflejan bien el gusto, el buen gusto del colombiano hacia la cultura de las flores. Un buen gusto que ya en otro nivel social, cultural y económico, ha sido fomentado a lo largo de todos estos años por esas instituciones, que son leyendas auténticas en todos los países del mundo, los Clubes de Jardinería, compuestos por hombres y mujeres para quienes el cultivo de las flores, el arreglo de sus jardines, la defensa de los parques públicos y zonas verdes y el fomento del gusto por las flores es una de las necesidades prioritarias.
La influencia de los Clubes de Jardinería es notable, y los colombianos que son fanáticos de las flores han llegado a desarrollar a lo largo de los años tres modelos básicos de jardines, de acuerdo con su relación con las edificaciones un jardín encerrado por la arquitectura, similar al clásico patio español, con una fuente cantarina en el centro o una estatua; un jardín exterior o antejardín que se convierte en una pausa entre el mundo de afuera y la vivienda, y un tercer modelo, el envolvente, que rodea la vivienda total o parcialmente, el más común entre los colombianos.
Paralelamente, es notoria la labor de las Sociedades de Mejoras Públicas, de las diferentes ciudades y poblaciones del país, organismos cívicos compuestos por ciudadanos generosos que dedican su tiempo en forma desinteresada a defender el espacio público y a promover acciones en bien del medio ambiente urbano, siempre conscientes de la importancia que dentro de la vida urbana tiene la presencia de una flor.
Para entender hasta dónde las flores se mantienen como uno de los factores de la vida cotidiana, un observador desprevenido bien podría encontrar una escena como esta en cualquiera de los pueblos colombianos. Son las diez de la mañana. Hace sol; el calor trepa por las paredes y en la plaza del pueblo, cobijados por la torre de la iglesia pintada de blanco, centenares de campesinos han colocado sus mesas alrededor de las bancas y árboles del parque. En una de las mesas venden flores de todos los tamaños, colores y olores, sumergidas en baldes con agua para mantenerlas frescas durante más horas. Varias mesas más allá, están otras flores, las de papel. Confeccionadas artesanalmente, de colores casi inverosímiles, con sus tallos de un papel verde. Las pañoletas que llevan algunas campesinas son amplias y tienen estampadas unas flores gigantescas y abiertas mientras los buses que entran y salen de la plaza ostentan flores pintadas en su carrocería, flores que entremezclan junto al espejo del conductor, con imágenes del Corazón de Jesús, retratos de la madre, la novia y a veces fotos de sus artistas favoritas del cine y la televisión, mezcladas con flores plásticas importadas.
En las fachadas de algunas casas que dan a la plaza y en el resto de la población, han tallado flores en piedra maciza, pesadas, ostentosas, y han colocado flores fundidas en las rejas de hierro que separan el jardín de los andenes exteriores.
En ese mismo pueblo, cuando los niños cumplen años, los padres adornan las casas con guirnaldas de flores y montan una piñata, que consiste en una vasija de barro cubierta de adornos y flores de papel con el interior repleto de dulces y monedas y juguetes pequeños de toda clase. Uno de los invitados tendrá que romper, armado de un palo de escoba, y con los ojos cubiertos, esa vasija para que el tesoro escondido caiga en el patio o en la sala de la casa. En otra ocasión, cuando uno de esos mismos niños quiere ganarse una buena nota con la maestra, le lleva una flor arrancada del patio a escondidas, y cuando el hermano mayor intenta hacerse perdonar de la amiga, entonces le deja en la ventana un manojo de flores todavía húmedas con el rocío de la mañana.
En estas escenas es fácil comprobar cómo las flores forman parte importante de esa vida cotidiana captada en un domingo de pueblo pequeño, se repite en las ciudades más grandes y avanzadas. Los flores son las mismas porque los sentimientos son iguales, traducidos a través de los mismos pétalos, el mismo aroma, los mismos colores. En la vida y la muerte, en la alegría y la pena, en la soledad y la compañía, en el amor y la tristeza siempre están las flores, elementos que complementan la existencia misma.
Si un viajero quiere conocer mejor a los colombianos, a través de la utilización de las flores en la artesanía popular y el uso de una imaginación incontenible, se encontrará con un pescador de Santa Marta que ha decorado su pequeña embarcación con unas descomunales flores amarillas; un chofer de taxi en Montería que ha pintado unos girasoles en las cuatro puertas de su vehículo; una niña que hace su Primera Comunión en Medellín con un ramo de flores blancas que pesan más que ella; un chef de un elegante hotel en Barranquilla que ha confeccionado una gigantesca flor de hielo para decorar la mesa principal durante un sofisticado matrimonio; un lustrabotas en Manizales que tiene su caja de embolar llena de betunes y trapos, cubierta con flores de metal y cuero, lacadas y brillantes; una hermosa mujer que camina por las calles de Pereira, con una orquídea de plata que tiene en su interior una esmeralda discreta pero rutilante; unos muchachos que juegan sobre las murallas de Cartagena con unas cometas de transparente papel que tienen pintadas una cabeza de dragón que está masticando flores azules; una casa en las afueras de la isla de San Andrés especializada en vender adornos y objetos para fiestas, especialmente flores de pastillaje, que serán colocadas sobre apetitosas tortas de vainilla y chocolate; un camión que va repartiendo flores por una de las avenidas de Bogotá y, sin que el conductor lo sepa, su ayudante va dejando, mezclado con el humo, un camino de rosas en medio de las carcajadas de los peatones; varios pueblos de Antioquia, en medio de montañas y cabras, dedicados durante varias generaciones a la confección de platos y cerámicas adornados con flores; una reunión política en uno de los barrios populares de Cali, donde los candidatos son recibidos por sus simpatizantes con guirnaldas y coronas de flores que les colocan en la cabeza como símbolos de patriotismo; un cementerio cuyas tumbas enclavadas en la tierra están cubiertas con figuras elaboradas, casi tejidas, con flores de todos los colores.
Las flores como expresiones de la imaginación y la destreza artesanales de los colombianos, en todos los tamaños y todos los materiales, las flores de papel, las flores de cartón, las flores de hierro, las flores de cemento, las flores de plástico, las flores de hielo, las flores de cobre, las flores de tela, las flores de chocolate, las flores de hojalata, las flores de hilo sobre las mochilas y las mantas guajiras, las flores en los vitrales de casas e iglesias, las flores utilizadas por los indígenas antes de la llegada de los conquistadores españoles para imprimir, con rodillos de cerámica, las telas que después lucirían en sus fiestas; las flores para comer o regalar o guardar. Las flores en la cultura cotidiana de los colombianos. Las flores que siempre quieren decir algo, lo que sea, pero siempre lo expresan muy bien.
Los colombianos, lo mismo que millones de hombres y mujeres en el mundo entero, apelan al lenguaje de las flores para traducir sus sentimientos más ocultos y profundos, con la convicción de que esa pequeña rosa o ese jazmín encierran toda una actitud, todo un gesto.
Por eso ese significado universal de las flores se mantiene en Colombia adormide ra blanca (consuelo), alfalfa (vida), alhelí morado (modestia y hermosura), anémona (abandono), azahar de la India (orgullo), azahar de toronja (amor filial), azalea blanca (romance), azalea rosada (amor a la naturaleza), azucena silvestre (simplicidad), café (inteligencia), camelia blanca (hermosura perfecta), caléndula (melancolía), capacho amarillo (benevolencia), ciprés (dolor, muer te), clavel amarillo (desdén), clavel blanco (amor ardiente, ingenuidad, talento), clavel rojo (Yo amo), dalia amarilla (unión recíproca), dalia encarnada (Tus ojos abrasan), dalia matizada (mirada engañosa), durazno (declaración de amor), mientras la flor de algodón significa Pasaron mis mejores días.
La flor de mayo (belleza virginal), la flor de poma de rosa (Eres bella y despreciable), la flor del fresal (cariño), el girasol (opinión voluble), el heliotropo (devoción, Te amo), la hortensia (Eres de gran frialdad), el iris amarillo (fuego de amor), el iris azul (confianza), el iris blanco también llamado en algunas partes trinitaria (esperanza, fidelidad), y el jacinto (afecto).
La flor de lavanda y la lila amarilla (des confianza), la lila blanca (inocencia), la lila común (primer amor) y la lila silvestre (humildad); a su vez la flor de limonero (deseo), lirio amarillo (falsedad), lirio azul (belleza caprichosa), lirio blanco (pureza), lirio encarnado (Quien espera desespera), flor de loto, elocuencia y también enfado amoroso. La magnolia significa amor a la naturaleza mientras la flor de manzanilla, constancia y también peligro. La margarita pequeña y amarilla, Lo pensaré, y la margarita pequeña y blanca, Eres inocente. La flor de muérdago Venzo todas las dificultades, el narciso Eres vanidosa, el nardo Tenemos una cita, y la flor del nomeolvides, Mi amor es sincero. La orquídea simboliza belleza, y el pensamiento, los recuerdos. En cambio, el pensamiento silvestre, Te amo platNicamente. La petunia blanca, persuasión. Curiosamente la flor del rábano significa Tengo inclina ciones perversas. En cuanto a las rosas la amarilla (celos, infidelidad), la blanca (sigilo), la blanca deshojada (voto de castidad), la blanca marchita (Antes morir que perder la inocencia), la rosa en capullo blanco (niñez) y en capullo rojo (Eres pureza hermosura), la rosa de té (gentileza), la rosa pompón (Tienes encantos juveniles) y la rosa simple (Eres muy sencilla), mientras que la rosa sin espinas simboliza No puedo resistir a tus encantos.
Si alguien envía flores de siempreviva quiere decir Te declaro la guerra. El trébol blanco significa Piensa en mí. El tulipán es sinNimo de fama. La violeta significa lealtad, y la flor de zarzamora, obstáculos vencidos.
Es un lenguaje universal que permite a millones de hombres y mujeres en el mundo utilizar una flor o muchas flores para expresar sus sentimientos. Es el mismo lenguaje con que en otra actividad nos topamos a las cinco de la tarde en Barranquilla, en la Costa Atlántica de Colombia. El calor, el polvo, el cansancio, los efectos del ron consumido durante las horas anteriores, horas interminables, han reducido las energías de miles y miles de hombres, mujeres y niños, que disfrazados o simplemente vestidos con lo primero que encontraron a mano, han salido a tomarse las calles en busca del carnaval y apenas comienzan a encontrarlo.
Esta fiesta es una mezcla de distintas razas, culturas, y sus raíces se hallan en las festividades religiosas de la antig¸edad. El Carnaval de Barranquilla está compuesto por cuatro días sábado, domingo, lunes y martes. Al día siguiente será Miércoles de Ceniza arrepentimiento, falso arrepenti miento por toda la música, todo el sexo, todo el licor, toda la comida, todo el baile, toda la soledad acumulados y derrochados de un solo golpe. Cuarenta días después comienza la Semana Santa.
El primer día gira alrededor de un desfile interminable que se remonta a principios de siglo. Tiene un nombre hermoso. Antes las muchachas montadas en carretas primitivas o en los descapotables de los amigos, no se arrojaban harina ni agua ni confetis, como es la costumbre actual las muchachas se arrojaban flores, de todos los colores, olores, sabores y tamaños. Por eso el primer día del Carnaval de Barranquilla comienza con la Batalla de Flores, el desfile de carrozas y vehículos adornados con las flores arrancadas de los jardines de Puerto Colombia, Sabanilla, Salgar, Soledad y todos los rincones del Atlántico, del lado de allá y de acá del río y el mar y las ciénagas y los manglares y las sombras que ocultan, a las seis y media de la tarde, la imponente mole de cemento y hierro del Puente Pumarejo.
La Batalla de Flores es un espectáculo muy hermoso, lleno de nostalgia y alegría, que se convierte en serpiente de confeti que se muerde la cola alrededor del pelele que simula al rey de la parranda que acaba de morirse, Joselito Carnaval, sepultado por las viudas que no son viudas ni mujeres, sino hombres vestidos con las polleras y las blusas y las pelucas de sus verdaderas mujeres. Con raíces indígenas, negras y españolas, el Carnaval de Barranquilla tiene en las flores uno de los símbolos inequívocos de la belleza de sus mujeres y la alegría desenfrenada y auténtica de sus hombres, quienes hasta 1918, cuando escogieron su primera reina, se la habían pasado eligiendo reyes y presidentes.
Las flores. El símbolo inequívoco de la alegría, la espontaneidad, la belleza, la camaradería y las ilusiones. Un símbolo que se viene repitiendo en las grandes manifestaciones populares desde cuando la historia comenzó a mover sus ruedas, un símbolo que es evidente en todas y cada una de las fiestas populares, religiosas y tradicionales en Colombia, como la Semana Santa, aunque, con los profundos cambios sufridos en la liturgia de la Iglesia en los últimos años, la ornamentación floral ha ido perdiendo algo de la riqueza y la tradición que la caracterizaban.
Las flores son elementos decorativos y religiosos especialmente en la elaboración de los llamados Monumentos del Jueves Santo, con los cuales la Iglesia traduce la relación que existe entre el Cuerpo de Cristo y quienes siguen el credo católico. Las flores se toman los templos ese jueves y junto con los cirios, crespones, adornos de toda especie y otros elementos, resumen los sentimientos de la población ante los acontecimientos que están conmemorando. Para algunos historiadores la celebración de los actos litúrgicos y callejeros más vistosos y más atractivos de la Semana Santa, tienen lugar en otras zonas y ciudades como Popayán, Tunja, Santa Fe de Antioquia, Mompox, Pamplona y Piedecuesta, todas ellas importantes polos de desarrollo social, comercial y cultural durante la Colonia Española, y donde la influencia religiosa de los europeos siempre fue notable. Las flores aparecen por primera vez durante la Semana Santa en las procesiones del Domingo de Ramos, cuando chicos y grandes estrenan zapatos y vestidos, cuando todos tienen la sensación grata de que el sol está saliendo por primera vez y ya no se irá más, hasta la próxima feria del pueblo o la vereda, cuando todo comenzará de nuevo.
Cada zona de Colombia celebra la Semana Santa a su manera. En Mompox, por ejemplo, comienza el miércoles con el homenaje a los muertos. A mediodía se inicia la romería hacia el cementerio. Hombres y mujeres cargados con flores y cirios se dedican a limpiar y arreglar las tumbas de sus seres queridos. Luego rezan para ayudarlos en la nueva vida que están soportando y por la noche organizan la serenata a los muertos a la luz de miles y miles de velas encendidas. Los músicos del pueblo tocan, ahogados por el aroma de las flores, melodías de origen europeo que ya no serán escuchadas en ninguna otra ocasión del año. Todas las flores de la región cercana se agotan para la concurrida procesión del jueves, que recorre las principales calles que han sido limpiadas hasta el cansancio, cuando aparecen los nazarenos, con sus tradicionales túnicas moradas, sus heridas simuladas, sus cruces y su actitud dolorosa. Los nazarenos pagan así con su manda, una promesa formulada antes para solicitar la ayuda del cielo.
El número de procesiones, los pasos, las imágenes, las ceremonias, los trajes utilizados por los participantes, el arreglo de los altares, la música utilizada, los encuentros entre las imágenes que van por distintas calles, toda esa tradición tiene como uno de sus elementos claves las flores, con sus colores, sus formas y sus aromas. Sin embargo, dentro de esta cultura floral que ejercen los colombianos, hay un espec táculo que refleja mejor que ninguno otro las tradiciones, las costumbres, el amor de este país por las flores.
El desfile de silleteros que se realiza en Medellín desde 1957, es quizás el homenaje más cálido y espontáneo que una región de Colombia puede ofrecer a su gente. Son los campesinos que bajan de las montañas cargados de flores y frutas y verduras apiladas en sus silletas de madera, colocadas a la espalda y ubicadas en la mayoría de las ocasiones a la salida de los templos para ofrecer sus productos después de la misa. Al venderlos regresan a sus casas con los productos de la ciudad en un intercambio rudimentario.
Hasta 1957 los silleteros formaban parte del fin de semana, una costumbre que estallaba con los colores y los aromas de las flores dispuestas de manera simple y sabia. Fue entonces cuando con el ánimo de rendirles un homenaje a esos campesinos, se organizó el primer desfile de silleteros, uno de los eventos folclóricos más hermosos en el mundo, que paraliza a Medellín cada siete de agosto. La primera vez fueron veinte. Actualmente son más de quinientos los hombres, mujeres y niños que desfilan por las calles de Medellín, procedentes del municipio de Santa Elena, en la pura montaña. Cada silleta es un arreglo que simbo liza un tema, un personaje, una situación, algo que refleja el momento que atraviesan los colombianos o los antioqueños. Y en la confección son utilizadas las flores que crecen cercanas las clavellinas, las estrellas de Belén, los éxtasis, las ilusiones, las pascuitas, los novios, los pensamientos, los narcisos, los pompones, los pinochos, los crisantemos, las rosas...
Sólo en Antioquia podían surgir estos personajes. En ninguna otra región de Colombia el culto a las flores es tan profundo como allí y en los departamentos cafeteros de la zona del viejo Caldas. Para el viajero que atraviesa esa geografía llena de montañas, valles, precipicios que dejan sin aliento, paredes de piedra que se alzan desafiando el vuelo de los halcones migratorios, cascadas de un agua tibia que se enfría cuando llega la noche; para ese viajero asombrado, nada más tonificante que el espectáculo de esas casitas agarradas del aire y con toda la fachada pintada de blanco y rojo, con flores por todas partes.
En la Feria de Cali, en el Valle del Cau ca, en diciembre, durante una semana las muchachas ostentan en los cabellos y en la ropa, todas las variedades de flores que nacen en su tierra fértil en cuyo escenario, como símbolo de ese ritual de las flores, surgió el romance de dos personajes literarios creados por el escritor Jorge Isaacs, Efraín y María. Por eso, durante la cabalgata que se celebra el primer día de la feria, las muchachas que van a caballo arrojan flores a los espectadores y participantes.
Tan pronto acaba la Feria de Cali co mienza la de Manizales, una ciudad peque a que tiene las calles empinadas y uno de los Festivales de Teatro más importantes del mundo, que se celebra en septiembre. La Feria de Manizales, con raíces profundamente españolas, tiene también la in fluencia de las flores, especialmente en el desfile de las llamadas Carretas del Rocío a bordo de las cuales avanzan las hermosas muchachas con el pelo suelto y lleno de flores, con esas carretas adornadas y aplastadas bajo el peso de innumerables flores que después se apoderarán de la plaza de toros, cuando otra flor, la flor de sangre del toro estalle y surja a las cinco de la tarde ante el asombro de centenares de aficionados.
En el Carnaval de Blancos y Negros de la ciudad de Pasto, en la frontera con el Ecuador, al sur de Colombia, también las flores tienen un significado porque se conserva la tradición centenaria de repartir e intercambiar flores con los desconocidos que van por la calle.
El colombiano ama las flores y esto se observa aun en los actos más simples de su vida y de su muerte. Durante los fines de semana es un espectáculo curioso e interesante la forma como esa relación con las flores se manifiesta en el arreglo, decoración y conservación de las tumbas. Como los difuntos mantuvieron ese vínculo con las flores, sus deudos desean prolongarlo y arreglan las tumbas con figuras confeccionadas con flores de todos los colores que traduzcan las aficiones del personaje desaparecido (un libro enorme y abierto, una bicicleta, un automóvil o cualquier otro elemento que confirme a los deudos que su pariente o amigo está ahí, unido a ellos a través de esa simbología).
Así, con sus colores, tamaños y aromas las flores colombianas están instaladas en los actos religiosos y festivos de los colombianos, las tradicionales ferias de pueblo a lo ancho y largo de esta estremecida geografía colombiana. Esas ferias de fin de semana, donde se colocan arcos a la entrada y salida del pueblo, donde existe una sola calle y en ella funcionan la barbería, la alcaldía, la iglesia, la cárcel, la inspección de policía, la oficina del Banco Agrario, la tienda donde venden aguardiente y los periódicos y, más allá, el cine donde pasan películas mexicanas y también el billar, y en medio de ese mundo cotidiano que se despierta los fines de semana, las flores, con su carga de olores que se multiplica después en la piel de las muchachas.
La flor siempre ha sido la primera inspiración que recibe el ser humano cuando sigue el impulso natural de pintar algo, sea sobre el suelo o una pared o una hoja en blanco o sencillamente sobre la palma de la mano. El primer dibujo del hombre es un círculo y de esa redondez surge espontáneamente la flor; por eso en los colegios es un espectáculo lleno de vida contemplar a los niños dibujando sus primeros monos, dibujando sus primeras flores y sus primeros soles, amarillos la mayoría de ellos. En el terreno del arte, la mayoría de los grandes maestros colombianos ha utilizado las flores como motivos para esculturas, pinturas, grabados y otras expresiones plásticas.
La lista sería interminable pero va de las flores de los pintores coloniales a los espléndidos dibujos de españoles y criollos que trabajaban con Mutis en la Expedición Botánica; de los clásicos del siglo XIX y los dibujantes de la Comisión Corográfica, hasta los artistas de este siglo, con todas sus tendencias y expresiones y quienes han tomado la flor como motivo, utilizando el metal como Feliza Burztyn, los collages como Álvaro Barrios, los paisajes naturales como Gonzalo y María de la Paz Ariza, las flores destripadas de Gustavo Zalamea o las flores en diferentes contextos como Fernando Botero, Enrique Grau, Antonio Roda, Sofía Urrutia, David Manzur, los diferentes primitivistas, y todos aquellos otros quienes tienen elementos comunes con las flores incluidos los paisajistas de comienzos de siglo. La lista sería interminable. Una multiplicación interminable.
Como la multiplicación de las flores en la palabra escrita, la multiplicación a través del trabajo imaginativo y cotidiano de los escritores, la multiplicación que produce frases como esta una rosa es una rosa es una rosa. La perfección no necesita explicación alguna, encierra su propio significado los escritores colombianos se han aferrado no sólo a las rosas sino a numerosas flores para reflejar las ansiedades, las tensiones, las frustraciones, los temores, los fantasmas, las alegrías, las risas, las lágrimas, los vacíos, los alcances, la ceguera, la incomprensión y sobre todo, la soledad de sus personajes.
Han sido permanentes las relaciones de la literatura colombiana con las flores, en todos los niveles. Desde el terreno personal y cotidiano, con el espectáculo de un Gabriel García Márquez haciendo cambiar las rosas amarillas de su escritorio todas las mañanas para seguir escribiendo, hasta el erotismo de poetas como Miguel Méndez Camacho, Jorge Gaitán Durán y Eduardo Cote Lamus, apelando a las formas y sensaciones de las flores para poder materializar sus ansiedades. Eduardo Carranza, Jorge Rojas, Arturo Camacho Ramírez, Rogelio Echavarría, Meira Delmar, Amira de la Rosa, Jorge Robledo Ortiz, Aurelio Arturo encabezan el inventario fragante de los escritores colombianos que en su obra poética aluden en numerosas ocasiones a las flores. Las flores siempre han sido una presencia tanto para los poetas como para los novelistas, ensayistas, cuentistas y autores de teatro quienes, al igual que escritores de otros países, toman esos símbolos de colores, formas, olores y sensaciones gratas como una reiteración de la vida.
Una escritora clásica colombiana como la monja Sor Francisca Josefa del Castillo escribe:
"El habla delicada
del amante que estimo,
miel y leche destila
entre rosas y lirios"
Escribe Candelario Obeso:
"Morena del alma mía,
preciosa flor de granada;
no refrenes mis suspiros,
vuélveme tu afecto a dar".
Y el desesperado Porfirio Barba Jacob expresa:
"No tardaré. No llores.
Yo para ti he cogido
del áspero romero azules flores ... ".
Y en otro poema romántico y alegre dice:
"Como un hilo de plata,
los arroyuelos murmuradores, murmuradores
pasan sobre la grama de las llanuras
besando flores, besando flores".
Al otro lado de la poesía, utilizando el humor negro, la ironía, el veneno, elementos que provocaron las airadas reacciones de numerosos personajes en la costa y el resto del país, el poeta cartagenero Luis Carlos López expresa sus emociones utilizando la figura de las flores:
"Oh, si pudiera, noble camarada,
darte de mi jardín rosas hermosas
y olorosas... Pero ay si ya mis rosas
me las comí hace tiempo en ensalada".
Amoroso, delicado, nostálgico, Fernando Charry Lara escribe:
"Es el rumor, las sílabas
que nacen y llevan una canción
al corazón que sueña,
una canción, las sílabas
creciendo en medio de la niebla
o tal flor desnuda bajo la lluvia".
Jorge Gaitán Durán, uno de los poetas colombianos más sensibles y más sensuales, dice en algunos versos en su Canto V:
"Cómo anhelé tu alma pensativa de rosas
y tu apacible frente soñadora del alba
y tus labios que hice con flautas melodiosas".
Eduardo Carranza sigue asombrando a nuevas generaciones de lectores con su famoso Soneto a la Rosa:
"En el aire quedó la rosa escrita
La escribió, a tenue pulso, la mañana.
Y, puesta su mejilla en la ventana
de la luz, a lo azul cumple la cita.
Casi perfecta y sin razón medita
ensimismada en su hermosura vana
no la toca el olvido, no la afana
con su pena de amor la margarita.
A la luna no más tiende
los brazos de aroma
y anda con secretos
pasos de aroma, nada más,
hacia su estrella.
Existe, inaccesible a quien la cante,
de todas sus espinas ignorante,
mientras el ruiseñor
muere por ella".
De la misma generación y escuela literaria, Arturo Camacho Ramírez dice:
"Nada es mayor que tú: sólo la rosa
tiene tu edad suspensa, ilimitada,
Eres la primavera deseada
sin ser la primavera ni la rosa".
Guillermo Valencia afirma:
"Mi ser florece en esa hora
de misterioso florecer;
llevo un crepúsculo en el alma,
de ensoñadora placidez".
Y Rafael Pombo cantó:
"Ya viene la galana primavera
con su séquito de aves y de flores,
anunciando a la lívida pradera,
blando engramado y música de amores".
El folclor de los campos, esos versos Anónimos que se entonan en las noches al son de tiples y requintos, no está tampoco ausente de utilizar el lenguaje que le ofrecen las flores.
Aquí algunas coplas:
"Del limón cogí la flor,
del naranjo los azahares,
de tu corazón y el mío
lo que cojo son pesares".
"La matica de granada
es coposa y enredada,
y de puro vergonzosa
echa la flor colorada".
"Si me ven por estos lados
dirán que es buscando amores
en mi pueblo también tengo
jardín para coger flores".
Para los críticos literarios, que no pierden la ocasión de hallarles otros significados a expresiones, gestos, diálogos y objetos utilizados por los escritores, el colombiano que ha utilizado las flores con una determinación más precisa y dentro de una simbología erótica más profunda, es el novelista Jorge Isaacs, autor de "María", considerada la obra latinoamericana romántica por excelencia. Según el crítico Donald McGrady?, aparte del significado explícito conferido en María a las flores como representación de la constancia del amor entre los dos muchachos, el autor se valió de un simbolismo floral convencional de acuerdo con el cual intentó evocar ciertos conceptos tradicionalmente asociados con varias flores.
Cuando María se halla en su ataúd, el aire está lleno del aroma de las rosas (el amor) y las flores de los naranjos (la virginidad), y éste es uno de los numerosos instantes en los cuales las flores traducen con su presencia la exaltación sensual de los dos jóvenes.
Los críticos siempre han destacado cómo el personaje disfruta al ver, al olfatear y al acariciar las fragantes y bellas flores a medida que se deleita con el perfume de María, la suavidad de su frente, el brillo y la tersura de su cabello, sus brazos "deliciosamente torneados", sus hombros de "nácar sonrosado", su garganta de "tez de azucena", sus manos blancas y perfumadas "como rosas de Castilla", sus labios "suaves como el terciopelo de los lirios" y sus mejillas "más frescas que las rosas". Los mismos críticos afirman que es evidente el aprecio sensual que de las flores hace Efraín y cómo mantiene un "rito fetichista amoroso", traduciendo su pasión por María a través del deleite que siente con las flores que rodean a la amada Efraín bañándose en las aguas perfumadas con las flores arrojadas anteriormente por María; María hundiéndose en la corriente donde el amado ha colocado centenares de lirios.
En la narrativa de Gabriel García Márquez las flores también cumplen un papel protagónico, en esa tierra feroz donde los frutos, los animales, las mujeres, los hombres y el clima responden a una urgencia sexual que el autor sabe canalizar muy bien a través de esos personajes soñadores, capaces de promover mil guerras inútiles sólo para comprobar que están solos.
En uno de los momentos delirantes de su novela "Cien Años de Soledad" escribió: "Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro".
En medio de las flores amarillas, el espectáculo curioso de los animales masticando algunas flores, buscándolas afanosamente bajo el sol y la lluvia, no es producto del azar. Obedece a un mecanismo secreto que relaciona la cura de algunos de sus males con esas flores que son arrancadas, destrozadas, masticadas y deglutidas con una sensación de alivio que es notable pocos minutos después. Lo mismo que los animales, el hombre, a lo largo de la búsqueda permanente de una cura o al menos un alivio momentáneo para sus males, ha encontrado en la utilización de las flores un remedio eficaz, barato y accesible.
Los grabados con esas imágenes de los indígenas macerando en recipientes de barro las flores para incorporarlas luego en cataplasmas, infusiones y bebedizos pertenecen a una tradición conservada todavía en numerosas regiones de Colombia, donde los campesinos, con esa sabiduría que no se aprende en ninguna parte, saben para qué sirve esa flor amarilla y cómo ese dolor se alivia con los pétalos machacados de aquella flor de color violeta.
El inventario de las flores utilizadas por la medicina popular, los laboratorios, los médicos y las personas curiosas es interminable, y algunos científicos colombianos como Hernando García Barriga dedicaron largos años a buscar los rastros que unen esa flor que cualquiera puede arrancar al azar y ese mal que una mañana, sorpresivamente, coloca todas las cosas al revés. Alguien decía que en cada flor se encuentra el remedio para un mal determinado. Hay que saber buscarlo e identificarlo y es un oficio eterno porque, como en la historia de las Mil y Una Noches, hasta con el aroma que despide una rosa al ser cortada, una mujer puede olvidar sus penas.
La utilidad medicinal de las flores colombianas ha venido recogiéndose de generación en generación. Esa tradición oral que enseña cómo determinada flor, cortada en determinada época del año y en ciertas condiciones, servirá para reducir los síntomas de un mal específico, es uno de los misterios más interesantes de la cultura popular colombiana, cultura que coincide en muchos aspectos y elementos con la de otras zonas latinoamericanas y del mundo entero. Cada campesino, acostumbrado a los olores, los sonidos, los sabores, las sensaciones cotidianas de esa tierra que produce pocas sorpresas a su sabiduría, identifica en seguida el ritmo adecuado para un mal determinado o la prevención de enfermedades los niños recién nacidos deben ser bañados con infusiones de flores de yerbabuena; para prevenir el "mal de ojo" contra los bebés, nada mejor que leche cocinada con flores de ruda; para la tos ferina, infusiones de hojas y flores de toronjil; cuando los niños pequeños sufren de pulmonía, los campesinos les dan infusiones azucaradas y preparadas con cinco flores de lechoso; para la gripa aconsejan una cocción de azucenas blancas; para el dolor de cabeza, fricciones con las flores de naranjo. Para reducir los estragos de la fiebre en pequeños y adultos, basta con infusiones de violetas, en agua o en leche, así como flores de saúco en infusión y agua con flores de naranjo; para una tos persistente, cocciones de flores de mango, tamarindo verde, mandarina verde, geranios, violetas, flores de pomarroso; para la ceguera, irritación, ojos cansados y otros males parecidos, los campesinos recomiendan los baños con flores de albahaca y jazmines, que hayan sido expuestas al frío de la noche, "serenadas" como se dice popularmente.
Los remedios son inacabables, como son inacabables las flores y la utilización que los colombianos, especialmente los que habitan en las zonas rurales, hacen de esas flores que en la mayoría de las ocasiones crecen solitariamente, de la mano de Dios, como señalan con naturalidad esos mismos campesinos. Las profundas relaciones que siempre han existido entre la medicina y la utilización de las propiedades curativas de las flores, constituyen uno de los capítulos más apasionantes de la ciencia, que en este caso se alimenta con los logros alcanzados a través de la herbostería, o sea, la compenetración de la farmacia al uso y elaboración de las plantas medicinales.
La utilidad de las flores también es ostensible en la gastronomía. Esta afición a comerse las flores viene de los pueblos indígenas quienes en muchos casos usaban algunas flores como verduras. Las tribus Amazónicas consumían las flores de una palma llamada Chonta, y los habitantes de la región de Urabá se preparaban con otros alimentos las flores de una palmera llamada Pacaya. También comían, al llegar los españoles, las flores de la piñuela. En CentroAm?érica es común el uso de las flores de Itabo, y en algunas zonas del Caribe, las flores de matarratón, un árbol gigante que crece con ganas en las calles y avenidas de Barranquilla; en la Costa Atlántica de Colombia se comen fritas en aceite. En Ocaña, en la frontera con Venezuela, se continúa comiendo, especialmente durante la Semana Santa, la flor del árbol llamado barbatusco para preparar una tortilla típica de esa región. Las flores en ensaladas eran consumidas por los indígenas del sur de Colombia especialmente la Capuchina, y las flores más grandes de las azucenas, eran hervidas y mezcladas con otros ve getales.
Actualmente las flores son utilizadas en Colombia para la preparación de algunos platos regionales, especialmente con las alcachofas, y entre las curiosidades se destaca la ratafia o mistela de flores preparada a partir de los pétalos de claveles rosados, frescos y olorosos, mezclados con aguardiente de uva o de alcohol, almíbar y una astilla de canela. Una de las más recientes costumbres, producto de industrias caseras, consiste en comer pétalos de rosa azucarados, guardados en frascos hermosamente decorados.
Las manifestaciones populares constituyen la identidad de un país, y en el caso de las flores, éstas se hallan profundamente ligadas a innumerables actividades y realizaciones que reflejan esa cultura cotidiana de los colombianos, cultura que ha ido cimentándose de siglo en siglo la simbología escondida detrás del rojo violento de una rosa; la belleza salvaje de las orquídeas; los arreglos florales que son una decantación de muchos años de influencias y escuelas; las mujeres vendiendo sus flores domésticas en las plazas de los pueblos; las reinas hermosas cubiertas de flores en las fiestas populares; los altares de las iglesias y pequeñas capillas campesinas durante la Semana Santa; las flores silvestres que crecen a todo lo largo y todo lo ancho de los Andes; los festivales populares promovidos por los floricultores en los principales municipios productores de flores de la Sabana de Bogotá en donde los trabajadores ponen en juego su imaginación y destreza, creando, construyendo y decorando con flores carrozas inmensas en un concurso que ya se vuelve tradicional en la zona; los poemas, los cuentos y las novelas con flores llovidas o mordidas; los remedios caseros o los fabricados en laboratorios a partir de numerosas flores; las casitas cubiertas de flores en las montañas y las costas.
Todos estos elementos típicos, vivos, llenos de olores y colores, conforman el paisaje colombiano de la flor; paisaje que hace 25 años fue identificado por un grupo de empresarios para el cual las flores, por su ascendencia en el pueblo colombiano y por las características climatológicas de su territorio, debían convertirse en uno de los recursos más importantes de la economía del país.
#AmorPorColombia
Cultura
De la artista colombiana, Feliza Burztyn, escultura que reproduce la forma de la flor.
Del artista colombiano, Eduardo Ramírez Villamizar, escultura que reproduce la forma de la flor.
El domingo es el día elegido de los campesinos para vender sus flores, cultivadas o silvestres, como este ramillete de lirios de páramo, en las plazas de los pueblos.
La flora de la Sabana, rica y exuberante, la que se cultiva y la que crece de manera silvestre, sirve de apoyo a la arquitectura de estas casas, una arquitectura que recoge numerosos modelos y tiene en las flores uno de sus elementos más valiosos. En medio de la Sabana, de la quietud apenas interrumpida por aves e insectos, los clásicos novios que llegaron al país hace muchos años, siguen respirando. Pilar Gómez.
Durante cuatro días, miles y miles de personas se divierten en los Carnavales de Barranquilla, en la Costa Atlántica. Es una de las festividades más concurridas y tradicionales, y sus raíces se remontan a ritos paganos mezclados con costumbres y bailes africanos. Las flores compiten con la belleza de las mujeres, elegidas reinas de todos los corazones. Los disfraces son preparados durante varias semanas y cada uno tiene su historia, su significado, correspondiendo al momento especial de la persona que lo ostenta. Dentro de esta celebración, en la llamada "Batalla de Flores", desfilan centenares de carrozas. El Tiempo.
Carnaval de Barranquilla, en la Costa Atlántica. Jorge Mario Múnera.
Las flores han representado una interesante y vivaz constante obra de numerosos pintores colombianos como Gonzalo Ariza, paisajista por oficio y jardinero por devoción, quien ha captado el aire colonial del Barrio La Candelaria, el el corazón de Bogotá, enmarcado por flores. Oscar Monsalve.
Sofisticadas, elegantes, exclusivas, distantes, integradas a arreglos o solitarias cumpliendo con su oficio de darle color y belleza a la vida, así aparecen estas flores naturales o artificiales, sirviendo de pretexto para que el buen gusto también sea un elemento vital de todos los días. José Fernando Machado.
Flores en la cabeza para adornar el dulce rostro de una niña son de las numerosas formas como los colombianos utilizan las flores para embellecer su vida. Desde las épocas prehispánicas los indigenas ya se colocaban flores en la cabeza. A veces para protegerse del calcinante sol, otras como parte de la vestimenta y apariencia, y en muchas ocasiones, como muestra de alegría y elegancia. Hoy todavía, en numerosas ciudades colombianas, las mujeres acostumbran a colocarse flores en el pelo como muestra de informalidad y contento. José Fernando Machado.
Flores que caen en una guirnalda como una lluvia cálida alrededor de una joven hermosa, son de las numerosas formas como los colombianos utilizan las flores para embellecer su vida. Desde las épocas prehispánicas los indigenas ya se colocaban flores en la cabeza. A veces para protegerse del calcinante sol, otras como parte de la vestimenta y apariencia, y en muchas ocasiones, como muestra de alegría y elegancia. Hoy todavía, en numerosas ciudades colombianas, las mujeres acostumbran a colocarse flores en el pelo como muestra de informalidad y contento. José Fernando Machado.
El ramo de novia que orgullosamente se exhibe, encierra toda una simbología de pureza y amor, y forma parte de una de las tradiciones mas antiguas, elegantes y hermosas. Como otros arreglos florarles utilizados por los colombianos en distintas ocasiones de su vida cotidiana, el ramo de la novia traduce elocuentemente un sentimiento, en este caso de alegría y esperanza. José Fernando Machado.
No hay un elemento que adorne más que una flor. Colocada en el ojal de una chaqueta, sobre el ala de un sombrero, convirtiéndose en un motivo oloroso para enriquecer la atmósfera de un ambiente cerrado e íntimo o, simplemente como una presencia agradable, llena de vida, aunque sus pétalos estén secos pero no mustios. José Fernando Machado.
Para muchos colombianos, una de las diversiones de fin de semana, está en el cuidado de sus jardines, a los cuales se dedican tiempo y dinero, y una de las costumbres arraigadas entre ellos, es la de intercambiar especies, hacer cruces, y experimentar con el fin de lograr flores más perfectas y hermosas. José Fernando Machado.
Para muchos colombianos, una de las diversiones de fin de semana, está en el cuidado de sus jardines, a los cuales se dedican tiempo y dinero, y una de las costumbres arraigadas entre ellos, es la de intercambiar especies, hacer cruces, y experimentar con el fin de lograr flores más perfectas y hermosas. José Fernando Machado.
Para muchos colombianos, una de las diversiones de fin de semana, está en el cuidado de sus jardines, a los cuales se dedican tiempo y dinero, y una de las costumbres arraigadas entre ellos, es la de intercambiar especies, hacer cruces, y experimentar con el fin de lograr flores más perfectas y hermosas. Pilar Gómez.
Para muchos colombianos, una de las diversiones de fin de semana, está en el cuidado de sus jardines, a los cuales se dedican tiempo y dinero, y una de las costumbres arraigadas entre ellos, es la de intercambiar especies, hacer cruces, y experimentar con el fin de lograr flores más perfectas y hermosas. Pilar Gómez.
Orquídea.
Las orquídeas son ferozmente hermosas y en cualquier lugar que se encuentren, logran llamar la atención. Colombia es uno de los países más ricos en variedades y su exportación ha ido aumentando y tecnificándose más con los años. José Fernando Machado.
Para los campesinos no hay mayor gratificación que, al final de cada jornada, puedan encontrarse con ese espectáculo de flores aferradas a las paredes o colgando del techo, compartiendo el sol, la lluvia, el calor y el frío de todos los días. En familia, las riegan, les cortan las hojas y los tallos que ya no sirven, les conversan, sienten que vivir rodados de flores, de todos los colores y todos los olores, es una de las normas del Paraíso. José Fernando Machado.
Para los campesinos no hay mayor gratificación que, al final de cada jornada, puedan encontrarse con ese espectáculo de flores aferradas a las paredes o colgando del techo, compartiendo el sol, la lluvia, el calor y el frío de todos los días. En familia, las riegan, les cortan las hojas y los tallos que ya no sirven, les conversan, sienten que vivir rodados de flores, de todos los colores y todos los olores, es una de las normas del Paraíso. León Duque.
Como en una exposición permanente, aparecen las macetas de flores con su lluvia de pétalos que baja de los segundos pisos de las casas de la zona cafetera, como una verdadera provocación para los sentidos. Jorge Eduardo Arango.
Como en una exposición permanente, aparecen las macetas de flores con su lluvia de pétalos que baja de los segundos pisos de las casas de la zona cafetera, como una verdadera provocación para los sentidos. Jorge Eduardo Arango.
Cuando los españoles llegaron a América, descubrieron que los indígenas utilizaban las flores no sólo como elementos decorativos, de su cuerpo, en sus celebraciones guerreras o religiosas o como base de sus pócimas medicinales, sino también con propósitos mágicos a la entrada de sus casas. Esa tradición de adornar la vivienda, de preservarla del exterior y sus fuerzas, ha continuando durante varios siglos. Por eso los campesinos de las diferentes regiones y climas usan las flores, para sentirse más acompañados. Jorge Eduardo Arango.
Macetas al exterior de las casas. Jorge Eduardo Arango.
Macetas al exterior de las casas. Jorge Eduardo Arango.
La Sabana de Bogotá, una de las zonas más fértiles de Latinoamérica, donde tienen sus instalaciones la mayor parte de los cultivos de flores para exportación, se distingue porque durante muchos años ha sido poblado por grandes casonas, construidas con materiales autóctonos. Pilar Gómez.
José Fernando Machado.
No espectáculo más hermoso que el de las casas campesinas, con sus paredes, puertas, ventanas y patios repletos de flores, flores colocadas en toda clase de recipientes, flores que cuelgan o están haciendo equilibrio contra las paredes, flores que le imprimen color y vida a esas casas donde hombres, mujeres y niños se acuestan y levantan muy temprano. El Tiempo.
Los besitos, también llamados, chinas o lilas,o bellelenas, según el lugar donde crezcan, las primaveras y las zulias que muestran un colorido contraste, se combinan sin importar su origen, y acompañan silenciosas la vida de los habitantes del campo. José Fernando Machado.
Los besitos, también llamados, chinas o lilas,o bellelenas, según el lugar donde crezcan, las primaveras y las zulias que muestran un colorido contraste, se combinan sin importar su origen, y acompañan silenciosas la vida de los habitantes del campo. José Fernando Machado.
El rostro, la expresión y la actitud de esta campesina colombiana refleja la región a la que pertenece (Nariño), y la relación que tiene con las flores: lirios silvestres para vender en el mercado. José Fernando Machado.
El rostro, la expresión y la actitud de esta campesina colombiana refleja la región a la que pertenece (Boyacá), y la relación que tiene con las flores: orquídeas nativas odontogloso para arreglar la iglesia. Oscar Monsalve.
El rostro, la expresión y la actitud de este campesino colombiano refleja la región a la que pertenece (Costa Atlántica), y la relación que tiene con las flores: colares, rojo escarlata, para sorprender a la mujer amada. León Duque.
Las flores que se quedan en Colombia, sirven para alegrar las calles y plazas de grandes ciudades y pequeños pueblos. José Fernando Machado.
Los colombianos son amantes de las flores y cotidianamente tienen acceso, en ventas estratégicamente colocadas, a las numerosas variedades que se ofrecen. José Fernando Machado.
Desde el pueblo más pequeño hasta la ciudad más grande cuenta con las flores para expresar su alegría y sus ganas de vivir. Carnavales, fiestas, corralejas, festividades, encuentros, disfraces, carrozas, arcos triunfales, canciones, todos estos elementos hacen referencia a las flores. Hombres y mujeres se disfrazan, es decir, se transforman en lo que siempre han querido ser y se expresan a través de las fiestas populares como estas realizadas en los municipios productores de flores de exportación en la Sabana de Bogotá.
La hermosa mujer que combina su alegría con la descomunal abeja, fabricada con flores, es un motivo que se repite en distintas regiones de Colombia, porque siempre hay una fiesta en la que las mujeres y las flores compiten en belleza. El simple proceso de la polinización por el cual el insecto, con sus patas y alas y antenas untadas de polen provoca la fecundación de otras flores, sirve aquí de inspiración al artista que se tomó varios días fabricando esta composición alegórica para una “carroza” memorable.
Carnaval de Barranquilla, en la Costa Atlántica.
La celebración de los ritos fúnebres, la semana santa y los reinados de belleza en Colombia, tienen un elemento en común: las flores. Las procesiones con las imágenes sagradas, las verbenas, las festividades regionales, la celebración de las cosechas y la fiesta de los santos protectores, participan de tradiciones populares muy antiguas. Diego Samper.
Las crónicas enseñan a conquistadores e indigenas unidos por los lazos de las flores y muestran actualmente unas herencias vivas marcadas por la utilización de flores, naturales y artificiales, que son usadas con sentimiento, humor e imaginación.
Cada región de Colombia celebra la Semana Santa a su manera, siguiendo costumbres y ritos que han pasado de generación en generación. Estas imágenes de María y Jesús, llevadas por fieles durante la procesión del jueves santo en Popayán, muestran el significado que las flores tienen para todos. En otras ciudades como Mompox y Bogotá, así como en el resto de Colombia, las imágenes sagradas son cargadas en largas y fervorosas procesiones que reflejan la fe del pueblo. Aunque la liturgia se ha simplificado, las flores siguen teniendo un papel protagónico. El Tiempo.
Cada 7 de agosto, las calles de Medellín se paralizan para contemplar el espectáculo de los silleteros quienes, siguiendo una vieja tradición, bajan de la montaña con su preciosa carga de flores, vestidos a la manera campesina y convertidos en símbolos de todo un pueblo a través de un hermoso desfile de fama internacional. León Duque.
Cada 7 de agosto, las calles de Medellín se paralizan para contemplar el espectáculo de los silleteros quienes, siguiendo una vieja tradición, bajan de la montaña con su preciosa carga de flores, vestidos a la manera campesina y convertidos en símbolos de todo un pueblo a través de un hermoso desfile de fama internacional. León Duque.
Cada 7 de agosto, las calles de Medellín se paralizan para contemplar el espectáculo de los silleteros quienes, siguiendo una vieja tradición, bajan de la montaña con su preciosa carga de flores, vestidos a la manera campesina y convertidos en símbolos de todo un pueblo a través de un hermoso desfile de fama internacional.
En Colombia, lo mismo que el en resto de América Latina, se guarda un enorme respeto hacia la muerte y se conservan rituales que incluyen, como en estos tres casos, el uso de las flores para hacer más soportable la ausencia de los seres queridos. Puede ser en la impotencia de un panteón donde familias van reuniéndose poco a poco, o en los arreglos florales que buscan quitarle un poco de rigidez a la muerte o en los ya popularizados jardines de la paz donde los recuerdos se mezclan con las flores y la hierba en las más sorprendentes figuras alusivas a los difuntos que allí reposan. Pilar Gómez.
En Colombia, lo mismo que el en resto de América Latina, se guarda un enorme respeto hacia la muerte y se conservan rituales que incluyen, como en estos tres casos, el uso de las flores para hacer más soportable la ausencia de los seres queridos. Puede ser en la impotencia de un panteón donde familias van reuniéndose poco a poco, o en los arreglos florales que buscan quitarle un poco de rigidez a la muerte o en los ya popularizados jardines de la paz donde los recuerdos se mezclan con las flores y la hierba en las más sorprendentes figuras alusivas a los difuntos que allí reposan. Pilar Gómez.
Las flores han representado una interesante y vivaz constante obra de numerosos pintores colombianos como Margarita Lozano con sus múltiples cuadros de floreros. Eduardo Otero.
Las flores en un bodegón del pintor antioqueño Francisco A. Cano son representativas de la diversidad estilística como se ha pintado la flor en Colombia. Cada artista ha sentido las flores de una manera personal. Oscar Monsalve.
Las flores acechadas por iguanas, tigres salvajes y otros animales en una primitiva visión de la selva colombiana por Noé León, son representativas de la diversidad estilística como se ha pintado la flor en Colombia. Cada artista ha sentido las flores de una manera personal. Oscar Monsalve.
Oscar Monsalve.
Humor, imaginación e ingenuidad de estos aretes confeccionados en oro representando un colibrí en el momento de libar el néctar de una flor que fueron obra de los artífices prehispánicos de la cultura Sinú, en la Costa Atlántica colombiana. Oscar Monsalve.
Del artista colombiano, Bernardo Salcedo, escultura que reproduce la forma de la flor. Oscar Monsalve.
De la artista colombiana, María Clara Gómez, escultura que reproduce la forma de la flor. José Fernando Machado.
Ambiente que muestra muy bien la utilización de los arreglos florarles como la prolongación de un estado anímico, una formación cultural, una educación estética, y también, la acumulación durante muchos años de la influencia de escuelas y tendencias provenientes de todo el mundo. José Fernando Machado.
Flores naturales y secas que combinan con elementos como el cuero,los metales y las maderas dentro de los más diversos ambientes y estilos arquitectónicos, simbolizando en cada uno de ellos las emociones de cada momento. José Fernando Machado.
Flores naturales y secas que combinan con elementos como el cuero,los metales y las maderas dentro de los más diversos ambientes y estilos arquitectónicos, simbolizando en cada uno de ellos las emociones de cada momento. José Fernando Machado.
Todos los años, los Clubes de Jardinería realizan exposiciones, durante las cuales son premiados los mejores arreglos. Son premios que estimulan la afición a tantas personas que hacen girar su vida cotidiana alrededor de estas actividades. José Fernando Machado.
La historia de los arreglos florales se remonta al antiguo Egipto y a lo largo de los años, cada pueblo, cada civilización ha encontrado en esteos objetos decorativos la mejor manera de embellecer la vida diaria, de expresar los sentimientos adecuados para cada ocasión. Lo religioso y lo romántico, lo alegre y lo elegante logran una hermosa combinación a través del lenguaje de las flores. José Fernando Machado.
Todos los años, los Clubes de Jardinería realizan exposiciones, durante las cuales son premiados los mejores arreglos. Son premios que estimulan la afición a tantas personas que hacen girar su vida cotidiana alrededor de estas actividades. José Fernando Machado.
Sofisticadas, elegantes, exclusivas, distantes, integradas a arreglos o solitarias cumpliendo con su oficio de darle color y belleza a la vida, así aparecen estas flores naturales o artificiales, sirviendo de pretexto para que el buen gusto también sea un elemento vital de todos los días. José Fernando Machado.
Sofisticadas, elegantes, exclusivas, distantes, integradas a arreglos o solitarias cumpliendo con su oficio de darle color y belleza a la vida, así aparecen estas flores naturales o artificiales, sirviendo de pretexto para que el buen gusto también sea un elemento vital de todos los días. José Fernando Machado.
La naturaleza agotó su capacidad de imaginación en las formas que le dio a la flor, a la cual ni le sobre ni le falta un solo detalle. Por eso es el elemento de la vida cotidiana que mejor se integra a las demás cosas. José Fernando Machado.
Cada vez que unas manos toman una flor y la transforman en un adorno, están inventando posibilidades para la intimidad y formas que están esperando otras manos que las desbaraten y vuelvan a armar. De detalles cómo éstos, de gestos congelados por la emoción y la memoria, de instantes grabados en la superficie de las flores, está conformada la vida cotidiana. José Fernando Machado.
Cada vez que unas manos toman una flor y la transforman en un adorno, están inventando posibilidades para la intimidad y formas que están esperando otras manos que las desbaraten y vuelvan a armar. De detalles cómo éstos, de gestos congelados por la emoción y la memoria, de instantes grabados en la superficie de las flores, está conformada la vida cotidiana. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. José Fernando Machado.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. Benjamín Villegas.
El colombiano utiliza el motivo de las flores en casi todos los elementos que fabrica que le rodean, en todos los tamaños y haciendo uso de los más diversos colores. Es como si la cultura de las flores, a la cual son tan adictos los colombianos, quisiera expresarse de todas las formas posibles. Diego Samper.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
Las flores están presentes, siempre. Se compran, se hacen, se regalan, se prestan, se alquilan, se mejoran, se embellecen, se cuelgan, se ofrecen, se reciben, se envían, se empacan, se transforman mientras son testigos de la existencia de todo un pueblo. José Fernando Machado.
La matricaria utilizada como tónico digestivo que se encuentra silvestre en casi todas las regiones colombianas. José Fernando Machado.
La popular mejorana, de la familia labiatae, estupenda medicina apta para remediar los males estomacales. También se bebe en forma de infusión domestica. José Fernando Machado.
De esta lantana camera, de la familia de las verbenáceas han salido numero híbridos ornamentales y medicinales, llamados venturosas. José Fernando Machado.
Llamada bastón del Emperador, de la familia de las zingiberáceas. Tiene propiedades medicinales caseras y se adapta a distintos climas y condiciones.
Las flores que dominan aún los más simples actos de los colombianos, han influido en la gastronomía durante todos estos años. Aquí se ponen a prueba el ingenio y la imaginación de estos auténticos artesanos del sabor y el color. José Fernando Machado.
Las flores que dominan aún los más simples actos de los colombianos, han influido en la gastronomía durante todos estos años. Aquí se ponen a prueba el ingenio y la imaginación de estos auténticos artesanos del sabor y el color. José Fernando Machado.
Las flores que dominan aún los más simples actos de los colombianos, han influido en la gastronomía durante todos estos años. Aquí se ponen a prueba el ingenio y la imaginación de estos auténticos artesanos del sabor y el color. José Fernando Machado.
En el folclor musical colombiano existe una canción llamada “Una flor para mascar” y en este caso, una flor apetecible como esta presta a toda clase de interpretaciones. Las alcachofas son flores que antes de la inflorescencia son utilizadas, en distintas regiones colombianas, para preparar platos típicos. José Fernando Machado.
En el folclor musical colombiano existe una canción llamada “Una flor para mascar” y en este caso, una flor apetecible como esta presta a toda clase de interpretaciones. Las alcachofas son flores que antes de la inflorescencia son utilizadas, en distintas regiones colombianas, para preparar platos típicos.
Los colombianos aman las flores y aquí se evidencia en las fiestas populares, en los desfiles folclóricos como el de los silleteros en Medellín, tanto como en las actividades cotidianas de los vendedores en ciudades y pueblos. Pilar Gómez.
Los colombianos aman las flores y aquí se evidencia en las fiestas populares, en los desfiles folclóricos como el de los silleteros en Medellín, tanto como en las actividades cotidianas de los vendedores en ciudades y pueblos.
Los colombianos aman las flores y aquí se evidencia en las fiestas populares, en los desfiles folclóricos como el de los silleteros en Medellín, tanto como en las actividades cotidianas de los vendedores en ciudades y pueblos. León Duque.
Jorge Gamboa.
Jorge Gamboa.
Cartucho - Zantedesquia José Fernando Machado.
Delfinio - Delphinium José Fernando Machado.
Crisantemo araña - Spider Chrisanthemum Jorge Gamboa.
Cymbidium - Cymbidium Jorge Gamboa.
Cymbidium - Cymbidium Jorge Gamboa.
Boca de dragón - Anthirrhinum Jorge Gamboa.
Anturio - Anthurium Jorge Gamboa.
Rosa - Rosa Jorge Gamboa.
Rosa - Rosa Jorge Gamboa.
Texto de: Alberto Duque López
Tradicionalmente el ser humano siempre ha ejercido una cultura de las flores. Aun sus actos más cotidianos y simples giran alrededor de las flores, de su utilización, y por generaciones se ha ido macerando ese significado que las flores encierran con palabras o apelando al silencio que enmarca las emociones y los vacíos, dando forma a veces áspera, a veces más suave, a esa cultura de las flores que nadie puede eludir.
La Historia está llena de páginas imaginarias y reales que tienen alguna referencia a las flores. Como si éstas sirvieran siempre de testigos a los grandes momentos del ser humano, buenos y malos. Desde la leyenda de Narciso y Jacinto quienes, según la Mitología Clásica, eran mitad dioses y mitad humanos, y al morir fueron convertidos en flores. Sus nombres son símbolos del renacimiento de la primavera misma.
Las piezas dramáticas y cómicas de Shakespeare están llenas de alusiones a las flores, y uno de los momentos más emocionantes, dentro de la locura de Ofelia, es escucharla apelar a las flores como símbolos de su pasión. En la iconografía cristiana de los primeros tiempos, una rosa es el símbolo del amor de Cristo, y los antiguos creían que una rosa roja nació cuando Venus, hermosa en su desnudez, se hirió un dedo con una espina. Cleopatra llenaba su lecho de rosas todas las noches y, actualmente, desde hace muchos años, el día de los enamorados o San Valentín, celebrado en todo el mundo, gira alrededor de las flores, especialmente las rosas.
Hay flores en los empaques de regalos, en los sombreros de las mujeres y, por supuesto, en el escenario donde se representan obras de teatro. Hay flores en "La dama de las camelias de Dumas", y la cantante Billie Holliday siempre estuvo simbolizada por una gardenia. En "¿Quién le teme a Virginia Woolf?" el escritor Edward Albee hace expresar a uno de sus personajes "Flores, flores para los muertos", en castellano, como una velada amenaza. Y uno de los símbolos más expresivos durante los años sesenta y setenta, estuvo en las flores llevadas por los jóvenes que querían la paz y no la guerra, hippies y no hippies, enfrentados a las bayonetas de policías fornidos en las calles de las grandes ciudades norteamericanas.
Por esa necesidad, esa dependencia social y síquica de sus colores, formas y aromas, por todos esos significados que se encierran en flores que son inmortalizadas por la piedra y la madera, o eternizadas en escudos y banderas, casi todos los países del mundo han escogido una flor como símbolo inequívoco de su nacionalidad.
Argentina escogió el ceibo de flor roja, y Austria, la flor de nieve, la famosa "Edelweiss", que crece en los picos más altos de los Alpes, mientras Alemania tiene la alvarina, y Australia, la flor de aromo, una especie de acacia. Bolivia tiene como flor la amarilla Khantuta, Brasil el Ipé de flores en forma de campanas de oro. Bélgica, la azalea y la amapola. Bulgaria la rosa aromática que simboliza todas las flo res, mientras Estados Unidos tiene la rosa silvestre; Inglaterra, la rosa blanca, e Irán, la rosa colorada.
Panamá tiene la flor del Espíritu Santo o Paloma; Guatemala la orquídea blanca, y Venezuela, la orquídea conocida por su nombre científico Cattleya mossaie. Las flores rojas, blancas, rosadas y matizadas del Copihue simbolizan el espíritu de los chilenos; el tilo, el espíritu de los checos, mientras los yugoslavos ostentan la Tilia europea. Dinamarca escogió el Haya y Etiopía eligió el cartucho, de un blanco perfecto. Egipto, el loto, mientras España, el clavel; Escocia, el cardo morado y Finlandia, el lirio de los valles. Francia tiene varios símbolos entre las flores, el azulejo, la margarita silvestre, y la flor de lis.
El país de Gales tiene como símbolo el narciso; Hungría, el tulipán, mientras Irlanda del Norte tiene como flor el trébol y, los italianos, la margarita. El crisantemo es la flor nacional del JapN?. Los mexicanos escogieron la dalia, romántico y científico homenaje al héroe de la revolución; Nicaragua, el heliotropo blanco o jazmín de Virginia, los holandeses, el tulipán y los portugueses, la alhucema también llamada espliego y Lavándula. Perú tiene la Cantua buxifolia o Cantú del Perú mientras el Paraguay escogió el Lapacho, llamado también Azucena de Manacá.
El símbolo colombiano es una de las flores más hermosas del mundo y una de las más notables, la orquídea Cattleya trianae, también llamada flor de mayo.
Las orquídeas generalmente crecen sobre árboles o rocas y no en la tierra, y desarrollan sus raíces a la vista, las cuales no sólo sirven de soporte a la planta sino absorben el agua lluvia. Mientras las orquídeas encuentren condiciones ambientales adecuadas, conservan puntos terminales cuyas células se multiplican y producen el desarrollo indefinido de la planta. Además representan una etapa de la evolución vegetal muy avanzada como lo demuestran las transformaciones sufridas en sus estambres y estigmas. Por eso, jamás deben ser cubiertas ni pueden ser consideradas "parásitas" o que viven a expensas de los demás porque no absorben savia de los árboles sobre los cuales habitan.
Deben ser cultivadas en recipientes de madera, alambre o barro cocido que tengan amplio drenaje para el agua y algunas sustancias inertes como pedazos de troncos, árboles o helechos con un tronco fibroso adecuado para su cultivo. El agua y el aire son los elementos claves para la flor que fue escogida como símbolo de Colombia y que ha estado presente en grandes exposiciones mundiales donde ha recibido importantes premios y distinciones.
Antioquia es el centro de origen de la Cattleya dowiana var Aurea, orquídea que ha aportado al mundo de los híbridos en la orquideología su perfume y sus colores rojos del labelo con venas amarillo oro. Hubo una época en que todos los híbridos famosos de Catleyas de colores que importábamos de otros países tenían sangre parcial de esta famosa. Entre las orquídeas colombianas tenemos también los pelícanos o cisnes en los Llanos Orientales, Santander, Caldas, Risaralda, todavía en sus hábitats naturales, y muchas sin clasificar ni llegar a los anales de la taxonomía de los híbridos.
Dentro del entorno cotidiano, el hombre siempre ha utilizado las orquídeas y las demás flores para la decoración doméstica, flores vivas o secas y reproducciones que multiplican sus colores y sensaciones. Las culturas, desde las más primitivas hasta las más sofisticadas, siempre han expresado un amor generalizado por la utilización de las flores como parte principal y activa de esa atmósfera en la que se vive, se trabaja, se ama, se sueña y también se muere.
Existe un objeto que sintetiza elocuentemente esa utilización de las flores para mejorar, para embellecer más la vida, para hacerla más grata en cualquier circunstancia, aun la más dolorosa: "Arreglo Floral". Línea, formas, colores y textura, dicen los expertos, son los elementos básicos que son escogidos y luego unidos de manera armoniosa con otros ingredientes como el contraste, el ritmo, la escala, la proporción y el dominio de un elemento sobre el otro. Los historiadores, al analizar las costumbres del hombre, han tenido siempre que dedicarle un capítulo especial a esta manifestación cultural y social, pues es una auténtica necesidad de todo ser humano cultivar, domesticar, ver crecer, mejorar las flores, mantenerlas a su lado como prolongación de la vida.
Los colombianos siempre han utilizado las flores para embellecer su vida cotidiana. Esto se observa en grandes ciudades y pueblos pequeños, en el esmero como los jardines de las casas son arreglados, con cercas para defender la intimidad de esos lugares agradables. En las zonas rurales, aun en las casas más pequeñas y humildes, es costumbre colgar materas, recipientes de hojalata, cajones y, en los corredores que rodean las casas, colocar hileras de cajas llenas de flores y tierra fértil. Esa explosión de aromas y colores de las viviendas es multiplicada más allá de las puertas en salas, comedores, estudios y otras zonas, además de los dormitorios, aparecen floreros y recipientes de todos los tamaños, repletos de flores que fueron recogidas por la mañana, antes que el sol comenzara a calentar.
Esa imaginación de campesinos y artesanos utilizando métodos ingeniosos y simples, apoyados en recursos modestos, reflejan bien el gusto, el buen gusto del colombiano hacia la cultura de las flores. Un buen gusto que ya en otro nivel social, cultural y económico, ha sido fomentado a lo largo de todos estos años por esas instituciones, que son leyendas auténticas en todos los países del mundo, los Clubes de Jardinería, compuestos por hombres y mujeres para quienes el cultivo de las flores, el arreglo de sus jardines, la defensa de los parques públicos y zonas verdes y el fomento del gusto por las flores es una de las necesidades prioritarias.
La influencia de los Clubes de Jardinería es notable, y los colombianos que son fanáticos de las flores han llegado a desarrollar a lo largo de los años tres modelos básicos de jardines, de acuerdo con su relación con las edificaciones un jardín encerrado por la arquitectura, similar al clásico patio español, con una fuente cantarina en el centro o una estatua; un jardín exterior o antejardín que se convierte en una pausa entre el mundo de afuera y la vivienda, y un tercer modelo, el envolvente, que rodea la vivienda total o parcialmente, el más común entre los colombianos.
Paralelamente, es notoria la labor de las Sociedades de Mejoras Públicas, de las diferentes ciudades y poblaciones del país, organismos cívicos compuestos por ciudadanos generosos que dedican su tiempo en forma desinteresada a defender el espacio público y a promover acciones en bien del medio ambiente urbano, siempre conscientes de la importancia que dentro de la vida urbana tiene la presencia de una flor.
Para entender hasta dónde las flores se mantienen como uno de los factores de la vida cotidiana, un observador desprevenido bien podría encontrar una escena como esta en cualquiera de los pueblos colombianos. Son las diez de la mañana. Hace sol; el calor trepa por las paredes y en la plaza del pueblo, cobijados por la torre de la iglesia pintada de blanco, centenares de campesinos han colocado sus mesas alrededor de las bancas y árboles del parque. En una de las mesas venden flores de todos los tamaños, colores y olores, sumergidas en baldes con agua para mantenerlas frescas durante más horas. Varias mesas más allá, están otras flores, las de papel. Confeccionadas artesanalmente, de colores casi inverosímiles, con sus tallos de un papel verde. Las pañoletas que llevan algunas campesinas son amplias y tienen estampadas unas flores gigantescas y abiertas mientras los buses que entran y salen de la plaza ostentan flores pintadas en su carrocería, flores que entremezclan junto al espejo del conductor, con imágenes del Corazón de Jesús, retratos de la madre, la novia y a veces fotos de sus artistas favoritas del cine y la televisión, mezcladas con flores plásticas importadas.
En las fachadas de algunas casas que dan a la plaza y en el resto de la población, han tallado flores en piedra maciza, pesadas, ostentosas, y han colocado flores fundidas en las rejas de hierro que separan el jardín de los andenes exteriores.
En ese mismo pueblo, cuando los niños cumplen años, los padres adornan las casas con guirnaldas de flores y montan una piñata, que consiste en una vasija de barro cubierta de adornos y flores de papel con el interior repleto de dulces y monedas y juguetes pequeños de toda clase. Uno de los invitados tendrá que romper, armado de un palo de escoba, y con los ojos cubiertos, esa vasija para que el tesoro escondido caiga en el patio o en la sala de la casa. En otra ocasión, cuando uno de esos mismos niños quiere ganarse una buena nota con la maestra, le lleva una flor arrancada del patio a escondidas, y cuando el hermano mayor intenta hacerse perdonar de la amiga, entonces le deja en la ventana un manojo de flores todavía húmedas con el rocío de la mañana.
En estas escenas es fácil comprobar cómo las flores forman parte importante de esa vida cotidiana captada en un domingo de pueblo pequeño, se repite en las ciudades más grandes y avanzadas. Los flores son las mismas porque los sentimientos son iguales, traducidos a través de los mismos pétalos, el mismo aroma, los mismos colores. En la vida y la muerte, en la alegría y la pena, en la soledad y la compañía, en el amor y la tristeza siempre están las flores, elementos que complementan la existencia misma.
Si un viajero quiere conocer mejor a los colombianos, a través de la utilización de las flores en la artesanía popular y el uso de una imaginación incontenible, se encontrará con un pescador de Santa Marta que ha decorado su pequeña embarcación con unas descomunales flores amarillas; un chofer de taxi en Montería que ha pintado unos girasoles en las cuatro puertas de su vehículo; una niña que hace su Primera Comunión en Medellín con un ramo de flores blancas que pesan más que ella; un chef de un elegante hotel en Barranquilla que ha confeccionado una gigantesca flor de hielo para decorar la mesa principal durante un sofisticado matrimonio; un lustrabotas en Manizales que tiene su caja de embolar llena de betunes y trapos, cubierta con flores de metal y cuero, lacadas y brillantes; una hermosa mujer que camina por las calles de Pereira, con una orquídea de plata que tiene en su interior una esmeralda discreta pero rutilante; unos muchachos que juegan sobre las murallas de Cartagena con unas cometas de transparente papel que tienen pintadas una cabeza de dragón que está masticando flores azules; una casa en las afueras de la isla de San Andrés especializada en vender adornos y objetos para fiestas, especialmente flores de pastillaje, que serán colocadas sobre apetitosas tortas de vainilla y chocolate; un camión que va repartiendo flores por una de las avenidas de Bogotá y, sin que el conductor lo sepa, su ayudante va dejando, mezclado con el humo, un camino de rosas en medio de las carcajadas de los peatones; varios pueblos de Antioquia, en medio de montañas y cabras, dedicados durante varias generaciones a la confección de platos y cerámicas adornados con flores; una reunión política en uno de los barrios populares de Cali, donde los candidatos son recibidos por sus simpatizantes con guirnaldas y coronas de flores que les colocan en la cabeza como símbolos de patriotismo; un cementerio cuyas tumbas enclavadas en la tierra están cubiertas con figuras elaboradas, casi tejidas, con flores de todos los colores.
Las flores como expresiones de la imaginación y la destreza artesanales de los colombianos, en todos los tamaños y todos los materiales, las flores de papel, las flores de cartón, las flores de hierro, las flores de cemento, las flores de plástico, las flores de hielo, las flores de cobre, las flores de tela, las flores de chocolate, las flores de hojalata, las flores de hilo sobre las mochilas y las mantas guajiras, las flores en los vitrales de casas e iglesias, las flores utilizadas por los indígenas antes de la llegada de los conquistadores españoles para imprimir, con rodillos de cerámica, las telas que después lucirían en sus fiestas; las flores para comer o regalar o guardar. Las flores en la cultura cotidiana de los colombianos. Las flores que siempre quieren decir algo, lo que sea, pero siempre lo expresan muy bien.
Los colombianos, lo mismo que millones de hombres y mujeres en el mundo entero, apelan al lenguaje de las flores para traducir sus sentimientos más ocultos y profundos, con la convicción de que esa pequeña rosa o ese jazmín encierran toda una actitud, todo un gesto.
Por eso ese significado universal de las flores se mantiene en Colombia adormide ra blanca (consuelo), alfalfa (vida), alhelí morado (modestia y hermosura), anémona (abandono), azahar de la India (orgullo), azahar de toronja (amor filial), azalea blanca (romance), azalea rosada (amor a la naturaleza), azucena silvestre (simplicidad), café (inteligencia), camelia blanca (hermosura perfecta), caléndula (melancolía), capacho amarillo (benevolencia), ciprés (dolor, muer te), clavel amarillo (desdén), clavel blanco (amor ardiente, ingenuidad, talento), clavel rojo (Yo amo), dalia amarilla (unión recíproca), dalia encarnada (Tus ojos abrasan), dalia matizada (mirada engañosa), durazno (declaración de amor), mientras la flor de algodón significa Pasaron mis mejores días.
La flor de mayo (belleza virginal), la flor de poma de rosa (Eres bella y despreciable), la flor del fresal (cariño), el girasol (opinión voluble), el heliotropo (devoción, Te amo), la hortensia (Eres de gran frialdad), el iris amarillo (fuego de amor), el iris azul (confianza), el iris blanco también llamado en algunas partes trinitaria (esperanza, fidelidad), y el jacinto (afecto).
La flor de lavanda y la lila amarilla (des confianza), la lila blanca (inocencia), la lila común (primer amor) y la lila silvestre (humildad); a su vez la flor de limonero (deseo), lirio amarillo (falsedad), lirio azul (belleza caprichosa), lirio blanco (pureza), lirio encarnado (Quien espera desespera), flor de loto, elocuencia y también enfado amoroso. La magnolia significa amor a la naturaleza mientras la flor de manzanilla, constancia y también peligro. La margarita pequeña y amarilla, Lo pensaré, y la margarita pequeña y blanca, Eres inocente. La flor de muérdago Venzo todas las dificultades, el narciso Eres vanidosa, el nardo Tenemos una cita, y la flor del nomeolvides, Mi amor es sincero. La orquídea simboliza belleza, y el pensamiento, los recuerdos. En cambio, el pensamiento silvestre, Te amo platNicamente. La petunia blanca, persuasión. Curiosamente la flor del rábano significa Tengo inclina ciones perversas. En cuanto a las rosas la amarilla (celos, infidelidad), la blanca (sigilo), la blanca deshojada (voto de castidad), la blanca marchita (Antes morir que perder la inocencia), la rosa en capullo blanco (niñez) y en capullo rojo (Eres pureza hermosura), la rosa de té (gentileza), la rosa pompón (Tienes encantos juveniles) y la rosa simple (Eres muy sencilla), mientras que la rosa sin espinas simboliza No puedo resistir a tus encantos.
Si alguien envía flores de siempreviva quiere decir Te declaro la guerra. El trébol blanco significa Piensa en mí. El tulipán es sinNimo de fama. La violeta significa lealtad, y la flor de zarzamora, obstáculos vencidos.
Es un lenguaje universal que permite a millones de hombres y mujeres en el mundo utilizar una flor o muchas flores para expresar sus sentimientos. Es el mismo lenguaje con que en otra actividad nos topamos a las cinco de la tarde en Barranquilla, en la Costa Atlántica de Colombia. El calor, el polvo, el cansancio, los efectos del ron consumido durante las horas anteriores, horas interminables, han reducido las energías de miles y miles de hombres, mujeres y niños, que disfrazados o simplemente vestidos con lo primero que encontraron a mano, han salido a tomarse las calles en busca del carnaval y apenas comienzan a encontrarlo.
Esta fiesta es una mezcla de distintas razas, culturas, y sus raíces se hallan en las festividades religiosas de la antig¸edad. El Carnaval de Barranquilla está compuesto por cuatro días sábado, domingo, lunes y martes. Al día siguiente será Miércoles de Ceniza arrepentimiento, falso arrepenti miento por toda la música, todo el sexo, todo el licor, toda la comida, todo el baile, toda la soledad acumulados y derrochados de un solo golpe. Cuarenta días después comienza la Semana Santa.
El primer día gira alrededor de un desfile interminable que se remonta a principios de siglo. Tiene un nombre hermoso. Antes las muchachas montadas en carretas primitivas o en los descapotables de los amigos, no se arrojaban harina ni agua ni confetis, como es la costumbre actual las muchachas se arrojaban flores, de todos los colores, olores, sabores y tamaños. Por eso el primer día del Carnaval de Barranquilla comienza con la Batalla de Flores, el desfile de carrozas y vehículos adornados con las flores arrancadas de los jardines de Puerto Colombia, Sabanilla, Salgar, Soledad y todos los rincones del Atlántico, del lado de allá y de acá del río y el mar y las ciénagas y los manglares y las sombras que ocultan, a las seis y media de la tarde, la imponente mole de cemento y hierro del Puente Pumarejo.
La Batalla de Flores es un espectáculo muy hermoso, lleno de nostalgia y alegría, que se convierte en serpiente de confeti que se muerde la cola alrededor del pelele que simula al rey de la parranda que acaba de morirse, Joselito Carnaval, sepultado por las viudas que no son viudas ni mujeres, sino hombres vestidos con las polleras y las blusas y las pelucas de sus verdaderas mujeres. Con raíces indígenas, negras y españolas, el Carnaval de Barranquilla tiene en las flores uno de los símbolos inequívocos de la belleza de sus mujeres y la alegría desenfrenada y auténtica de sus hombres, quienes hasta 1918, cuando escogieron su primera reina, se la habían pasado eligiendo reyes y presidentes.
Las flores. El símbolo inequívoco de la alegría, la espontaneidad, la belleza, la camaradería y las ilusiones. Un símbolo que se viene repitiendo en las grandes manifestaciones populares desde cuando la historia comenzó a mover sus ruedas, un símbolo que es evidente en todas y cada una de las fiestas populares, religiosas y tradicionales en Colombia, como la Semana Santa, aunque, con los profundos cambios sufridos en la liturgia de la Iglesia en los últimos años, la ornamentación floral ha ido perdiendo algo de la riqueza y la tradición que la caracterizaban.
Las flores son elementos decorativos y religiosos especialmente en la elaboración de los llamados Monumentos del Jueves Santo, con los cuales la Iglesia traduce la relación que existe entre el Cuerpo de Cristo y quienes siguen el credo católico. Las flores se toman los templos ese jueves y junto con los cirios, crespones, adornos de toda especie y otros elementos, resumen los sentimientos de la población ante los acontecimientos que están conmemorando. Para algunos historiadores la celebración de los actos litúrgicos y callejeros más vistosos y más atractivos de la Semana Santa, tienen lugar en otras zonas y ciudades como Popayán, Tunja, Santa Fe de Antioquia, Mompox, Pamplona y Piedecuesta, todas ellas importantes polos de desarrollo social, comercial y cultural durante la Colonia Española, y donde la influencia religiosa de los europeos siempre fue notable. Las flores aparecen por primera vez durante la Semana Santa en las procesiones del Domingo de Ramos, cuando chicos y grandes estrenan zapatos y vestidos, cuando todos tienen la sensación grata de que el sol está saliendo por primera vez y ya no se irá más, hasta la próxima feria del pueblo o la vereda, cuando todo comenzará de nuevo.
Cada zona de Colombia celebra la Semana Santa a su manera. En Mompox, por ejemplo, comienza el miércoles con el homenaje a los muertos. A mediodía se inicia la romería hacia el cementerio. Hombres y mujeres cargados con flores y cirios se dedican a limpiar y arreglar las tumbas de sus seres queridos. Luego rezan para ayudarlos en la nueva vida que están soportando y por la noche organizan la serenata a los muertos a la luz de miles y miles de velas encendidas. Los músicos del pueblo tocan, ahogados por el aroma de las flores, melodías de origen europeo que ya no serán escuchadas en ninguna otra ocasión del año. Todas las flores de la región cercana se agotan para la concurrida procesión del jueves, que recorre las principales calles que han sido limpiadas hasta el cansancio, cuando aparecen los nazarenos, con sus tradicionales túnicas moradas, sus heridas simuladas, sus cruces y su actitud dolorosa. Los nazarenos pagan así con su manda, una promesa formulada antes para solicitar la ayuda del cielo.
El número de procesiones, los pasos, las imágenes, las ceremonias, los trajes utilizados por los participantes, el arreglo de los altares, la música utilizada, los encuentros entre las imágenes que van por distintas calles, toda esa tradición tiene como uno de sus elementos claves las flores, con sus colores, sus formas y sus aromas. Sin embargo, dentro de esta cultura floral que ejercen los colombianos, hay un espec táculo que refleja mejor que ninguno otro las tradiciones, las costumbres, el amor de este país por las flores.
El desfile de silleteros que se realiza en Medellín desde 1957, es quizás el homenaje más cálido y espontáneo que una región de Colombia puede ofrecer a su gente. Son los campesinos que bajan de las montañas cargados de flores y frutas y verduras apiladas en sus silletas de madera, colocadas a la espalda y ubicadas en la mayoría de las ocasiones a la salida de los templos para ofrecer sus productos después de la misa. Al venderlos regresan a sus casas con los productos de la ciudad en un intercambio rudimentario.
Hasta 1957 los silleteros formaban parte del fin de semana, una costumbre que estallaba con los colores y los aromas de las flores dispuestas de manera simple y sabia. Fue entonces cuando con el ánimo de rendirles un homenaje a esos campesinos, se organizó el primer desfile de silleteros, uno de los eventos folclóricos más hermosos en el mundo, que paraliza a Medellín cada siete de agosto. La primera vez fueron veinte. Actualmente son más de quinientos los hombres, mujeres y niños que desfilan por las calles de Medellín, procedentes del municipio de Santa Elena, en la pura montaña. Cada silleta es un arreglo que simbo liza un tema, un personaje, una situación, algo que refleja el momento que atraviesan los colombianos o los antioqueños. Y en la confección son utilizadas las flores que crecen cercanas las clavellinas, las estrellas de Belén, los éxtasis, las ilusiones, las pascuitas, los novios, los pensamientos, los narcisos, los pompones, los pinochos, los crisantemos, las rosas...
Sólo en Antioquia podían surgir estos personajes. En ninguna otra región de Colombia el culto a las flores es tan profundo como allí y en los departamentos cafeteros de la zona del viejo Caldas. Para el viajero que atraviesa esa geografía llena de montañas, valles, precipicios que dejan sin aliento, paredes de piedra que se alzan desafiando el vuelo de los halcones migratorios, cascadas de un agua tibia que se enfría cuando llega la noche; para ese viajero asombrado, nada más tonificante que el espectáculo de esas casitas agarradas del aire y con toda la fachada pintada de blanco y rojo, con flores por todas partes.
En la Feria de Cali, en el Valle del Cau ca, en diciembre, durante una semana las muchachas ostentan en los cabellos y en la ropa, todas las variedades de flores que nacen en su tierra fértil en cuyo escenario, como símbolo de ese ritual de las flores, surgió el romance de dos personajes literarios creados por el escritor Jorge Isaacs, Efraín y María. Por eso, durante la cabalgata que se celebra el primer día de la feria, las muchachas que van a caballo arrojan flores a los espectadores y participantes.
Tan pronto acaba la Feria de Cali co mienza la de Manizales, una ciudad peque a que tiene las calles empinadas y uno de los Festivales de Teatro más importantes del mundo, que se celebra en septiembre. La Feria de Manizales, con raíces profundamente españolas, tiene también la in fluencia de las flores, especialmente en el desfile de las llamadas Carretas del Rocío a bordo de las cuales avanzan las hermosas muchachas con el pelo suelto y lleno de flores, con esas carretas adornadas y aplastadas bajo el peso de innumerables flores que después se apoderarán de la plaza de toros, cuando otra flor, la flor de sangre del toro estalle y surja a las cinco de la tarde ante el asombro de centenares de aficionados.
En el Carnaval de Blancos y Negros de la ciudad de Pasto, en la frontera con el Ecuador, al sur de Colombia, también las flores tienen un significado porque se conserva la tradición centenaria de repartir e intercambiar flores con los desconocidos que van por la calle.
El colombiano ama las flores y esto se observa aun en los actos más simples de su vida y de su muerte. Durante los fines de semana es un espectáculo curioso e interesante la forma como esa relación con las flores se manifiesta en el arreglo, decoración y conservación de las tumbas. Como los difuntos mantuvieron ese vínculo con las flores, sus deudos desean prolongarlo y arreglan las tumbas con figuras confeccionadas con flores de todos los colores que traduzcan las aficiones del personaje desaparecido (un libro enorme y abierto, una bicicleta, un automóvil o cualquier otro elemento que confirme a los deudos que su pariente o amigo está ahí, unido a ellos a través de esa simbología).
Así, con sus colores, tamaños y aromas las flores colombianas están instaladas en los actos religiosos y festivos de los colombianos, las tradicionales ferias de pueblo a lo ancho y largo de esta estremecida geografía colombiana. Esas ferias de fin de semana, donde se colocan arcos a la entrada y salida del pueblo, donde existe una sola calle y en ella funcionan la barbería, la alcaldía, la iglesia, la cárcel, la inspección de policía, la oficina del Banco Agrario, la tienda donde venden aguardiente y los periódicos y, más allá, el cine donde pasan películas mexicanas y también el billar, y en medio de ese mundo cotidiano que se despierta los fines de semana, las flores, con su carga de olores que se multiplica después en la piel de las muchachas.
La flor siempre ha sido la primera inspiración que recibe el ser humano cuando sigue el impulso natural de pintar algo, sea sobre el suelo o una pared o una hoja en blanco o sencillamente sobre la palma de la mano. El primer dibujo del hombre es un círculo y de esa redondez surge espontáneamente la flor; por eso en los colegios es un espectáculo lleno de vida contemplar a los niños dibujando sus primeros monos, dibujando sus primeras flores y sus primeros soles, amarillos la mayoría de ellos. En el terreno del arte, la mayoría de los grandes maestros colombianos ha utilizado las flores como motivos para esculturas, pinturas, grabados y otras expresiones plásticas.
La lista sería interminable pero va de las flores de los pintores coloniales a los espléndidos dibujos de españoles y criollos que trabajaban con Mutis en la Expedición Botánica; de los clásicos del siglo XIX y los dibujantes de la Comisión Corográfica, hasta los artistas de este siglo, con todas sus tendencias y expresiones y quienes han tomado la flor como motivo, utilizando el metal como Feliza Burztyn, los collages como Álvaro Barrios, los paisajes naturales como Gonzalo y María de la Paz Ariza, las flores destripadas de Gustavo Zalamea o las flores en diferentes contextos como Fernando Botero, Enrique Grau, Antonio Roda, Sofía Urrutia, David Manzur, los diferentes primitivistas, y todos aquellos otros quienes tienen elementos comunes con las flores incluidos los paisajistas de comienzos de siglo. La lista sería interminable. Una multiplicación interminable.
Como la multiplicación de las flores en la palabra escrita, la multiplicación a través del trabajo imaginativo y cotidiano de los escritores, la multiplicación que produce frases como esta una rosa es una rosa es una rosa. La perfección no necesita explicación alguna, encierra su propio significado los escritores colombianos se han aferrado no sólo a las rosas sino a numerosas flores para reflejar las ansiedades, las tensiones, las frustraciones, los temores, los fantasmas, las alegrías, las risas, las lágrimas, los vacíos, los alcances, la ceguera, la incomprensión y sobre todo, la soledad de sus personajes.
Han sido permanentes las relaciones de la literatura colombiana con las flores, en todos los niveles. Desde el terreno personal y cotidiano, con el espectáculo de un Gabriel García Márquez haciendo cambiar las rosas amarillas de su escritorio todas las mañanas para seguir escribiendo, hasta el erotismo de poetas como Miguel Méndez Camacho, Jorge Gaitán Durán y Eduardo Cote Lamus, apelando a las formas y sensaciones de las flores para poder materializar sus ansiedades. Eduardo Carranza, Jorge Rojas, Arturo Camacho Ramírez, Rogelio Echavarría, Meira Delmar, Amira de la Rosa, Jorge Robledo Ortiz, Aurelio Arturo encabezan el inventario fragante de los escritores colombianos que en su obra poética aluden en numerosas ocasiones a las flores. Las flores siempre han sido una presencia tanto para los poetas como para los novelistas, ensayistas, cuentistas y autores de teatro quienes, al igual que escritores de otros países, toman esos símbolos de colores, formas, olores y sensaciones gratas como una reiteración de la vida.
Una escritora clásica colombiana como la monja Sor Francisca Josefa del Castillo escribe:
"El habla delicada
del amante que estimo,
miel y leche destila
entre rosas y lirios"
Escribe Candelario Obeso:
"Morena del alma mía,
preciosa flor de granada;
no refrenes mis suspiros,
vuélveme tu afecto a dar".
Y el desesperado Porfirio Barba Jacob expresa:
"No tardaré. No llores.
Yo para ti he cogido
del áspero romero azules flores ... ".
Y en otro poema romántico y alegre dice:
"Como un hilo de plata,
los arroyuelos murmuradores, murmuradores
pasan sobre la grama de las llanuras
besando flores, besando flores".
Al otro lado de la poesía, utilizando el humor negro, la ironía, el veneno, elementos que provocaron las airadas reacciones de numerosos personajes en la costa y el resto del país, el poeta cartagenero Luis Carlos López expresa sus emociones utilizando la figura de las flores:
"Oh, si pudiera, noble camarada,
darte de mi jardín rosas hermosas
y olorosas... Pero ay si ya mis rosas
me las comí hace tiempo en ensalada".
Amoroso, delicado, nostálgico, Fernando Charry Lara escribe:
"Es el rumor, las sílabas
que nacen y llevan una canción
al corazón que sueña,
una canción, las sílabas
creciendo en medio de la niebla
o tal flor desnuda bajo la lluvia".
Jorge Gaitán Durán, uno de los poetas colombianos más sensibles y más sensuales, dice en algunos versos en su Canto V:
"Cómo anhelé tu alma pensativa de rosas
y tu apacible frente soñadora del alba
y tus labios que hice con flautas melodiosas".
Eduardo Carranza sigue asombrando a nuevas generaciones de lectores con su famoso Soneto a la Rosa:
"En el aire quedó la rosa escrita
La escribió, a tenue pulso, la mañana.
Y, puesta su mejilla en la ventana
de la luz, a lo azul cumple la cita.
Casi perfecta y sin razón medita
ensimismada en su hermosura vana
no la toca el olvido, no la afana
con su pena de amor la margarita.
A la luna no más tiende
los brazos de aroma
y anda con secretos
pasos de aroma, nada más,
hacia su estrella.
Existe, inaccesible a quien la cante,
de todas sus espinas ignorante,
mientras el ruiseñor
muere por ella".
De la misma generación y escuela literaria, Arturo Camacho Ramírez dice:
"Nada es mayor que tú: sólo la rosa
tiene tu edad suspensa, ilimitada,
Eres la primavera deseada
sin ser la primavera ni la rosa".
Guillermo Valencia afirma:
"Mi ser florece en esa hora
de misterioso florecer;
llevo un crepúsculo en el alma,
de ensoñadora placidez".
Y Rafael Pombo cantó:
"Ya viene la galana primavera
con su séquito de aves y de flores,
anunciando a la lívida pradera,
blando engramado y música de amores".
El folclor de los campos, esos versos Anónimos que se entonan en las noches al son de tiples y requintos, no está tampoco ausente de utilizar el lenguaje que le ofrecen las flores.
Aquí algunas coplas:
"Del limón cogí la flor,
del naranjo los azahares,
de tu corazón y el mío
lo que cojo son pesares".
"La matica de granada
es coposa y enredada,
y de puro vergonzosa
echa la flor colorada".
"Si me ven por estos lados
dirán que es buscando amores
en mi pueblo también tengo
jardín para coger flores".
Para los críticos literarios, que no pierden la ocasión de hallarles otros significados a expresiones, gestos, diálogos y objetos utilizados por los escritores, el colombiano que ha utilizado las flores con una determinación más precisa y dentro de una simbología erótica más profunda, es el novelista Jorge Isaacs, autor de "María", considerada la obra latinoamericana romántica por excelencia. Según el crítico Donald McGrady?, aparte del significado explícito conferido en María a las flores como representación de la constancia del amor entre los dos muchachos, el autor se valió de un simbolismo floral convencional de acuerdo con el cual intentó evocar ciertos conceptos tradicionalmente asociados con varias flores.
Cuando María se halla en su ataúd, el aire está lleno del aroma de las rosas (el amor) y las flores de los naranjos (la virginidad), y éste es uno de los numerosos instantes en los cuales las flores traducen con su presencia la exaltación sensual de los dos jóvenes.
Los críticos siempre han destacado cómo el personaje disfruta al ver, al olfatear y al acariciar las fragantes y bellas flores a medida que se deleita con el perfume de María, la suavidad de su frente, el brillo y la tersura de su cabello, sus brazos "deliciosamente torneados", sus hombros de "nácar sonrosado", su garganta de "tez de azucena", sus manos blancas y perfumadas "como rosas de Castilla", sus labios "suaves como el terciopelo de los lirios" y sus mejillas "más frescas que las rosas". Los mismos críticos afirman que es evidente el aprecio sensual que de las flores hace Efraín y cómo mantiene un "rito fetichista amoroso", traduciendo su pasión por María a través del deleite que siente con las flores que rodean a la amada Efraín bañándose en las aguas perfumadas con las flores arrojadas anteriormente por María; María hundiéndose en la corriente donde el amado ha colocado centenares de lirios.
En la narrativa de Gabriel García Márquez las flores también cumplen un papel protagónico, en esa tierra feroz donde los frutos, los animales, las mujeres, los hombres y el clima responden a una urgencia sexual que el autor sabe canalizar muy bien a través de esos personajes soñadores, capaces de promover mil guerras inútiles sólo para comprobar que están solos.
En uno de los momentos delirantes de su novela "Cien Años de Soledad" escribió: "Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro".
En medio de las flores amarillas, el espectáculo curioso de los animales masticando algunas flores, buscándolas afanosamente bajo el sol y la lluvia, no es producto del azar. Obedece a un mecanismo secreto que relaciona la cura de algunos de sus males con esas flores que son arrancadas, destrozadas, masticadas y deglutidas con una sensación de alivio que es notable pocos minutos después. Lo mismo que los animales, el hombre, a lo largo de la búsqueda permanente de una cura o al menos un alivio momentáneo para sus males, ha encontrado en la utilización de las flores un remedio eficaz, barato y accesible.
Los grabados con esas imágenes de los indígenas macerando en recipientes de barro las flores para incorporarlas luego en cataplasmas, infusiones y bebedizos pertenecen a una tradición conservada todavía en numerosas regiones de Colombia, donde los campesinos, con esa sabiduría que no se aprende en ninguna parte, saben para qué sirve esa flor amarilla y cómo ese dolor se alivia con los pétalos machacados de aquella flor de color violeta.
El inventario de las flores utilizadas por la medicina popular, los laboratorios, los médicos y las personas curiosas es interminable, y algunos científicos colombianos como Hernando García Barriga dedicaron largos años a buscar los rastros que unen esa flor que cualquiera puede arrancar al azar y ese mal que una mañana, sorpresivamente, coloca todas las cosas al revés. Alguien decía que en cada flor se encuentra el remedio para un mal determinado. Hay que saber buscarlo e identificarlo y es un oficio eterno porque, como en la historia de las Mil y Una Noches, hasta con el aroma que despide una rosa al ser cortada, una mujer puede olvidar sus penas.
La utilidad medicinal de las flores colombianas ha venido recogiéndose de generación en generación. Esa tradición oral que enseña cómo determinada flor, cortada en determinada época del año y en ciertas condiciones, servirá para reducir los síntomas de un mal específico, es uno de los misterios más interesantes de la cultura popular colombiana, cultura que coincide en muchos aspectos y elementos con la de otras zonas latinoamericanas y del mundo entero. Cada campesino, acostumbrado a los olores, los sonidos, los sabores, las sensaciones cotidianas de esa tierra que produce pocas sorpresas a su sabiduría, identifica en seguida el ritmo adecuado para un mal determinado o la prevención de enfermedades los niños recién nacidos deben ser bañados con infusiones de flores de yerbabuena; para prevenir el "mal de ojo" contra los bebés, nada mejor que leche cocinada con flores de ruda; para la tos ferina, infusiones de hojas y flores de toronjil; cuando los niños pequeños sufren de pulmonía, los campesinos les dan infusiones azucaradas y preparadas con cinco flores de lechoso; para la gripa aconsejan una cocción de azucenas blancas; para el dolor de cabeza, fricciones con las flores de naranjo. Para reducir los estragos de la fiebre en pequeños y adultos, basta con infusiones de violetas, en agua o en leche, así como flores de saúco en infusión y agua con flores de naranjo; para una tos persistente, cocciones de flores de mango, tamarindo verde, mandarina verde, geranios, violetas, flores de pomarroso; para la ceguera, irritación, ojos cansados y otros males parecidos, los campesinos recomiendan los baños con flores de albahaca y jazmines, que hayan sido expuestas al frío de la noche, "serenadas" como se dice popularmente.
Los remedios son inacabables, como son inacabables las flores y la utilización que los colombianos, especialmente los que habitan en las zonas rurales, hacen de esas flores que en la mayoría de las ocasiones crecen solitariamente, de la mano de Dios, como señalan con naturalidad esos mismos campesinos. Las profundas relaciones que siempre han existido entre la medicina y la utilización de las propiedades curativas de las flores, constituyen uno de los capítulos más apasionantes de la ciencia, que en este caso se alimenta con los logros alcanzados a través de la herbostería, o sea, la compenetración de la farmacia al uso y elaboración de las plantas medicinales.
La utilidad de las flores también es ostensible en la gastronomía. Esta afición a comerse las flores viene de los pueblos indígenas quienes en muchos casos usaban algunas flores como verduras. Las tribus Amazónicas consumían las flores de una palma llamada Chonta, y los habitantes de la región de Urabá se preparaban con otros alimentos las flores de una palmera llamada Pacaya. También comían, al llegar los españoles, las flores de la piñuela. En CentroAm?érica es común el uso de las flores de Itabo, y en algunas zonas del Caribe, las flores de matarratón, un árbol gigante que crece con ganas en las calles y avenidas de Barranquilla; en la Costa Atlántica de Colombia se comen fritas en aceite. En Ocaña, en la frontera con Venezuela, se continúa comiendo, especialmente durante la Semana Santa, la flor del árbol llamado barbatusco para preparar una tortilla típica de esa región. Las flores en ensaladas eran consumidas por los indígenas del sur de Colombia especialmente la Capuchina, y las flores más grandes de las azucenas, eran hervidas y mezcladas con otros ve getales.
Actualmente las flores son utilizadas en Colombia para la preparación de algunos platos regionales, especialmente con las alcachofas, y entre las curiosidades se destaca la ratafia o mistela de flores preparada a partir de los pétalos de claveles rosados, frescos y olorosos, mezclados con aguardiente de uva o de alcohol, almíbar y una astilla de canela. Una de las más recientes costumbres, producto de industrias caseras, consiste en comer pétalos de rosa azucarados, guardados en frascos hermosamente decorados.
Las manifestaciones populares constituyen la identidad de un país, y en el caso de las flores, éstas se hallan profundamente ligadas a innumerables actividades y realizaciones que reflejan esa cultura cotidiana de los colombianos, cultura que ha ido cimentándose de siglo en siglo la simbología escondida detrás del rojo violento de una rosa; la belleza salvaje de las orquídeas; los arreglos florales que son una decantación de muchos años de influencias y escuelas; las mujeres vendiendo sus flores domésticas en las plazas de los pueblos; las reinas hermosas cubiertas de flores en las fiestas populares; los altares de las iglesias y pequeñas capillas campesinas durante la Semana Santa; las flores silvestres que crecen a todo lo largo y todo lo ancho de los Andes; los festivales populares promovidos por los floricultores en los principales municipios productores de flores de la Sabana de Bogotá en donde los trabajadores ponen en juego su imaginación y destreza, creando, construyendo y decorando con flores carrozas inmensas en un concurso que ya se vuelve tradicional en la zona; los poemas, los cuentos y las novelas con flores llovidas o mordidas; los remedios caseros o los fabricados en laboratorios a partir de numerosas flores; las casitas cubiertas de flores en las montañas y las costas.
Todos estos elementos típicos, vivos, llenos de olores y colores, conforman el paisaje colombiano de la flor; paisaje que hace 25 años fue identificado por un grupo de empresarios para el cual las flores, por su ascendencia en el pueblo colombiano y por las características climatológicas de su territorio, debían convertirse en uno de los recursos más importantes de la economía del país.