Tierra templada

Texto de: Liliana Villegas

La definición geográfica de “Tierra templada”, válida para el globo terrestre, según el Diccionario de la Real Academia Española, es: “Cada uno de los dos casquetes esféricos formados en la superficie de la Tierra por los círculos polares”. Pero si estamos en Colombia, tierra templada es aquella en que empieza a aparecer a todo lo largo de las cordilleras, a una altura entre 1 300 y 2 200 metros sobre el nivel del mar (ya sea que uno suba o baje de la cordillera, lo que es muy frecuente en cualquier viaje por cualquier carretera del país), el plátano y el café, y los frutales, y en la que ya no se siente el frío de la alta montaña o el calor del fondo de los valles de los grandes ríos.

La tierra templada, ni caliente ni fría, es de clima delicioso y acariciador, con una vegetación exuberante, hermosa y muy variada, en la que se puede sentir, seamos creyentes o ateos, que Dios es pródigo con el hombre. Es muy probable que el paraíso terrenal, tal como lo concebimos en nuestra imaginación y nos lo cuenta la Biblia, ese bello jardín primigenio, sea el mejor exponente de lo que es la tierra templada, tierra de abundancia, de “leche y miel”, en donde pululan los frutos de la tierra y en donde, si se quiere, se puede andar desnudo pues el cuerpo no necesita protegerse ni del calor ni del frío.

Un buen viajero podría definir la tierra templada colombiana por su olor. Un olor dulzón, de flores que resuman un néctar que embriaga a los pájaros, a las abejas y a la gente. Todo, en la tierra templada, invita al deleite de los sentidos y al goce de vivir.

Colombia abunda en tierras templadas, porque Colombia es un país montañoso. La cordillera de los Andes, esa mole inmensa que en Chile está coronada por una fila continua de altas cumbre nevadas, y en el Perú y Bolivia es esa masa inconmensurable yerma y a veces selvática, y en el Ecuador parece atizada de volcanes, se abre en Colombia en tres ramales, y al dividirse parece perder algo de su áspera desmesura y, por comparación, se suaviza para crear valles y vallecitos y hondonadas en donde crece y se da el mejor café suave del mundo, el café colombiano.

Colombia está dividida en departamentos, que equivalen a pequeños estados o provincias. Cada uno de ellos posee su propia idiosincrasia y su propia cultura, y hasta puede decirse que su propio paisaje y su propia forma de vivir los distingue de los otros.

En los próximos capítulos entraremos en cada departamento cafetero colombiano, conoceremos su accidentada geografía con sus hermosos paisajes y el trabajo inmenso que significa producir café; también conoceremos su singular, acogedora y elegante arquitectura con su cálida y laboriosa gente.

Bienvenidos a la tierra templada colombiana.