Museo del Siglo XIX

Salón de la moda, con papel de colgadura y molduras de principios del siglo pasado. Los maniquíes exhiben vestuario tanto masculino como femenino de los años 1830 a 1930.   Cristóbal von Rothkirch.

Patio central con fuente contemporánea. A la derecha, “la botica de los pobres”, de finales del siglo xix, proveniente de Ocaña.   Cristóbal von Rothkirch.

Sala de miniaturas, entre las que se encuentran algunas pintadas por Ramón Torres Méndez, José María Espinosa y José Gabriel Tatis. En el centro, muñequero coleccionado desde finales del siglo xix por una familia bogotana.    Cristóbal von Rothkirch.

Texto de: Enrique Santos Molano

Cada siglo tiene sus objetos característicos, sus estilos, sus modas, sus detalles, que son como un compendio del pasado y una proyección del futuro, pero que no se dan de conjunto en ninguna época diferente. Así lo podemos observar en el Museo del Siglo XIX que nos va mostrando, como en un filme documental, la evolución experimentada por el siglo xix en sus distintas fases, desde que comienza el 1.o de enero de 1801 hasta que termina el 31 de diciembre de 1900.

Todavía éramos parte del Imperio colonial español cuando las campanas de las iglesias bogotanas anunciaron el amanecer de un nuevo siglo, pero ya habíamos dado desde las dos últimas décadas del siglo anterior los primeros pasos hacia la independencia, que se produciría al terminar la primera década. Mientras el vapor contribuía con su fuerza energética al desarrollo acelerado de las potencias y Napoleón conquistaba media Europa, nosotros conspirábamos para derribar el imperio y proclamarnos nación libre. El siglo xix es el siglo de las revoluciones, la independencia, los nacionalismos, y en torno a estos movimientos giran las modas, las costumbres y la vida cotidiana, tal como las conserva hoy el Museo bogotano del Siglo xix.

La vieja casona donde tiene su sede muestra los cambios del siglo. El primer piso construido durante la Colonia, y el segundo en la República, a principios de los años ochenta, por iniciativa de su propietario el acaudalado comerciante santandereano José María Valenzuela, señalan dos épocas y dos estilos que conviven en plena armonía. A mediados del siglo xix y hasta las primeras décadas del xx la edificación, situada en la carrera 8.a n.º 7-93, fue utilizada, primero, como cuartel y aulas de la Escuela Militar, y después para oficinas y dependencias del Ministerio de Guerra.

En 1977, ya casi en ruinas, fue adquirida por el Fondo Cultural Cafetero que asumió su restauración con el patrocinio del Banco Cafetero y de Almadelco, para dedicarla a un Museo del Siglo XIX, inaugurado el 14 de agosto de 1980, y que en el curso de veinticinco años ha reunido una colección que consta de 2 000 piezas exhibidas en exposición permanente y divididas en doce ambientes que recrean costumbres y peculiaridades de la vida cotidiana de Colombia en el siglo xix. Estos ambientes son:

1) La Botica de los Pobres, establecida en 1896 por Alejandro Prince Navarro en Ocaña, Norte de Santander, y recuperada en 1991 e instalada con los muebles y ambientación originales.
2) Salón de la Moda, exhibe trajes originales usados en la Nueva Granada desde 1830 hasta 1930.
3) Sala de la Tarjeta Postal, que reúne varias de las impresas en Europa con motivos nacionales entre 1880 y 1900.
4) Sala de los Abanicos, integrada por objetos ornamentales, piezas de vestuario y elementos de uso personal.
5) Salón Rojo y Verde.
6) Vidriería francesa y Art Nouveau.
7) Sala de Retratos.
8) Sala de Paisaje.
9) Sala de Miniatura.
10) Salón de Dibujantes.
11) Sala de Caricatura.
12) Galería para exposiciones temporales.

Además de estas exposiciones, el Museo del Siglo XIX ofrece visitas guiadas, auditorio, biblioteca, tienda, café, restaurante, y servicios de restauración y avalúo de obras y edita libros de arte y ensayos de investigación histórica.

Refleja el Museo del Siglo XIX, en sus colecciones de refinados trajes femeninos y masculinos, traídos de Europa, lo mismo que las vajillas, los muebles y otros enseres domésticos, el gusto cosmopolita de una sociedad aristocrática que no se resignaba a aislarse, ni a sentir como suyas las costumbres populares, ni las artesanías locales.