- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Aves de ColombiaGrabados iluminados del Siglo XVIII / Buffón: su época, su obra y el desarrollo de la ornitología en Colombia |
Buffón: su época, su obra y el desarrollo de la ornitología en Colombia
TUCAN PECHIBLANCO. Ramphastos tucanus. Pilar Gómez.
OROPENDOLA O MOCHILERO COMÚN. GULUNGO. Psarocolius decumanus. Pilar Gómez.
GOLONDRINA ALIBLANCA. Tachycineta albiventer. Pilar Gómez.
GOLONDRINA RIBEREÑA. Riparia riparia. Pilar Gómez.
TANGARA CABECICASTAÑA. Tangara gyrola. Pilar Gómez.
SALTARIN BLANCO Y NEGRO. Manacus manacus. Pilar Gómez.
TANGARA TURCOSA. Tangara mexicana. CARDENAL LLANERO. Paroaria gularis. Pilar Gómez.
SEMILLERITO O ESPIGUERO LINEADO. Sporophila lineola. SEMILLERITO O ESPIGUERO MENUDO. Sporophila menuda. Pilar Gómez.
MARTIN PESCADOR VIENTRIRRUFO. Chloroceryle inda. Pilar Gómez.
TOCHE DEL LLANO O MAICERO. Gymnomystax mexicanus. Pilar Gómez.
ARRENDAJO; MOCHILERO. Cacicus cela. Pilar Gómez.
CACIQUE O ARRENDAJO LOMIRROJO. Cacicus haemorrhous. Pilar Gómez.
Texto de: Benjamín Villegas
Para un ornitólogo de nuestro tiempo, examinar las planchas de la gran obra de Buffon es como rejuvenecer, es transportarse a una época en la que la ornitología era una ciencia joven, en donde todo estaba por descubrir. Era una época, a mediados del siglo XVIII, en la que los antiguos sistemas de clasificación estaban reventando con la cantidad de aves nuevas que llegaban a Europa de ultramar, era tal el número que no cabían en las categorías establecidas. Se necesitaban nuevos sistemas, nuevos enfoques, para organizar esta acumulación caótica de información. Al mismo tiempo, existía la necesidad urgente de encontrar una forma adecuada de clasificar las nuevas aves, crecía la curiosidad de los naturalistas en cuanto a sus costumbres y a su manera de ser. El mayor interés era entender el lugar que ocupaban en la creación estas aves exóticas o, para algunos más atrevidos, cómo había sido su evolución desde su creación original.
Georges-Louis Leclerc, Conde de Buffon, era un hombre muy apropiado para esos tiempos exuberantes y caóticos. Nació en 1707 en una familia acaudalada de la nobleza francesa, y desde joven manifestó una gran pasión por la historia natural y una capacidad excepcional para escribir sobre ella. En 1739 fue nombrado curador del Gabinete del Rey, y de la colección real de objetos y especímenes de animales, plantas y otras curiosidades. Dentro de esta colección, la de aves era más bien modesta ya que no alcanzaba los 100 especímenes, muchos en mal estado, y era superada por varias colecciones particulares. En 1765 se adquirió la más grande de estas últimas, la de Ferchauld du Réaumur. Este noble, rival de Buffon, había gastado la mayor parte de su inmensa fortuna en acumular una enorme colección de objetos de historia natural, posiblemente la colección más grande del mundo en ese momento. Réaumur pagaba a los viajeros más intrépidos para que le trajeran especímenes, y suministraba a sus colaboradores instrucciones precisas, elaboradas por el ornitólogo Belon, sobre cómo prepararlos. Además, empleó a un hombre muy capaz como curador, M. J. Brisson, quien le dio una gran organización a la colección. Posiblemente la adquisición de esta gran colección fue lo que estimuló a Buffon para emprender su Historia Natural de las Aves. Entre 1749 y 1765, ya había publicado su enciclopedia general de Historia Natural, y a partir de entonces dedicó gran parte de su esfuerzo a la obra sobre las aves.
La Historia Natural de las Aves se publicó en 10 volúmenes entre 1771 y 1783. Su propósito era ambicioso: describir todas las aves que se conocían en aquella época (unas 2.000 especies) junto con lo que se conocía sobre sus costumbres y sus hábitos. La obra fue suntuosamente ilustrada con 973 planchas a color, ejecutadas por el artista Martinet, bajo la supervisión del anatomista y zoólogo Daubenton. Buffon escribió una extensa introducción y varias secciones sobre la historia natural de las aves, pero dejó gran parte del texto, incluyendo las descripciones de las aves, a sus editores Montbeillard (vols. 16) y Bexon (vols. 710). Esto resultó beneficioso para la obra, porque ambos eran más cuidadosos, más apegados a la literatura, y menos dados a especulaciones que su brillante pero caprichoso jefe. Aunque fue un inventario de las aves, la Historia Natural no intentó dar una clasificación de ellas, todo lo contrario, ya que Buffon era un adversario apasionado del sistema de clasificación y nomenclatura biológica de Linneo, a quien ridiculizaba cada vez que se le presentaba la oportunidad. Buffon consideraba que los “nomenclateurs” estaban distorsionando las ciencias naturales y ponían la clasificación en una situación falsa, al basarse en unas pocas características superficiales como la forma del pico y de las patas. De hecho, la clasificación de las aves de Linneo era bastante deficiente. Buffon pensaba que una verdadera clasificación era imposible sin conocer las costumbres de las especies, y los esfuerzos de los linneanos, encerrados en su museo, estaban distrayendo la atención de los científicos de su verdadera tarea: salir a estudiar la naturaleza en el campo. La concepción de las especies como algo fijo e inmutable, uno de los fundamentos del sistema de Linneo, tampoco impresionó a Buffon, quien desarrolló lo que constituye una teoría de evolución, según la cual unos “tipos generales” se iban modificando y diferenciando bajo las influencias del medio como el clima, el alimento, además de la degeneración, el entrecruzamiento y el paso de los años, para producir muchas formas relacionadas, todas descendientes del mismo ancestro. Bajo esta concepción, la delimitación de “especies” era algo arbitraria, y exageró al considerar que varias aves de pico fuerte y ganchudo, y patas débiles (actualmente clasificadas en varias familias y dos o tres órdenes distintos), eran todas variedades del Alcaudón europeo. Sobra decir que estas ideas eran anatema para Linneo y sus seguidores. El mismo Linneo, describiendo sus esfuerzos para penetrar y poner en orden “la selva oscura de la naturaleza”, se refirió a Buffon y a su grupo como “esos micos que brincaron a mis hombros y me mostraron sus dientes, con risas horripilantes”.
En su aversión por el sistema de Linneo, Buffon escribió que en la naturaleza sólo existen individuos; los géneros, familias y órdenes existen sólo en nuestra imaginación, y evitó explícitamente cualquier intento de ordenar o clasificar las aves de su Historia Natural. Más bien, comenzó con las especies mejor conocidas o más interesantes para el público, y terminó con aquellas de las que menos se podía hablar. Como tampoco soportaba el uso de nombres en latín para las especies, dio sólo nombres en francés, muchas veces inventados más para divertir a sus lectores que para instruirlos. Sin embargo, Buffon no pudo detener el triunfo del sistema de clasificación y nomenclatura de Linneo, y tuvo que sufrir la frustración de ver muchas de las especies que él describió por primera vez en su obra, debidamente bautizadas por los seguidores de Linneo en Holanda, Alemania, Inglaterra e Italia, con nombres en latín basados en sus propias descripciones.
Si la obra de Buffon no fue del todo bien recibida por los científicos de museo de su época, fue la fuente de inspiración para varias generaciones de naturalistas, tanto en Europa como en ultramar. La Historia Natural de las Aves fue rápidamente traducida a varios idiomas, y ampliamente difundida por todo el mundo occidental. Su estilo vivaz y ameno, y su riqueza de ideas interesantes y provocativas lograron interesar tanto a profesionales como a aficionados al estudio de la naturaleza. Es muy probable que Fray Diego García, asociado a la Expedición Botánica de Mutis y posiblemente el primer estudiante de la avifauna colombiana, se inspirara en la obra de Buffon para la elaboración de sus minuciosas descripciones de las aves y sus costumbres.
Para los propósitos de este libro, "ave colombiana” debe entenderse como una especie de ave cuya distribución geográfica incluye a Colombia, y no como un ave que haya sido colectada en el territorio colombiano actual.
España y Portugal habían cerrado herméticamente el flujo de información sobre sus colonias hacia el resto de Europa, para mantener su monopolio sobre todo lo relacionado con dichos territorios. Este monopolio no fue reconocido por los demás países europeos, quienes trataron de apropiarse de algunas de sus tierras en América, principalmente de las islas de las Antillas. Durante el siglo XVII, Francia logró apoderarse de las islas de Martinica, Guadalupe, Trinidad, la mitad de Santo Domingo (actualmente Haití) y la isla y puerto de Cayena, en el continente. Igualmente, en la misma época, Holanda ocupó por espacio de 25 años el puerto de Olinda y el territorio circundante en el sureste de Brasil; a su vez los ingleses conquistaron a Jamaica y algunas otras islas. Los conocimientos de la comunidad científica europea sobre la naturaleza del trópico americano vinieron principalmente a través de esos “agujeros”. Holanda mandó una expedición científica al Brasil, y las descripciones de las aves hechas por Marcgraf y Piso fueron importante fuente de datos para Buffon. A las nuevas posesiones francesas llegaron varios naturalistas, incluyendo a du Tertre (Guadalupe), Deshayes (Santo Domingo), y Barrère y luego Sonnini (Cayena). En la década 1720 Barrère trabajó en Cayena, y como resultado escribió un volumen sobre sus hallazgos ornitológicos. Deshayes y Sonnini intercambiaban correspondencia con Buffon, y le mandaron especímenes y datos sobre la historia natural de muchas aves. También, otros viajeros franceses le enviaron alguna información desde Canadá y Louisiana (que en aquel entonces incluía gran parte del centro de Norteamérica). Además, Buffon tenía acceso a la obra de Catesby sobre las aves de las colonias inglesas del oriente del continente americano.
La otra fuente que consultó Buffon sobre las aves neotropicales fue la obra de Francisco Hernández, quien pasó siete años en México en el siglo XVI, y escribió 17 volúmenes sobre la historia natural de ese país. España nunca quiso publicar la obra, pero algunos fragmentos fueron copiados y sustraídos y, más tarde, publicados en Italia, México y Bélgica. La obra completa fue destruida en un incendio en El Escorial, incluyendo casi todas las planchas. Lo poco que se logró sacar representó durante 200 años el único conocimiento sobre la fauna mexicana. Estas descripciones fueron copiadas una y otra vez inclusive por Buffon. De las aves de Colombia propiamente dichas, Buffon no tuvo ninguna información.
Muy pocos años después de la publicación de la Historia Natural de las Aves, las aves de Colombia fueron estudiadas por primera vez, por el humilde y trabajador fraile franciscano Diego García, colaborador de la Expedición Botánica, quien recibió pocos estímulos para su trabajo, el cual permaneció inédito por más de dos siglos en los archivos de España. Afortunadamente, el año pasado fue publicada una gran parte de su obra por Luis Mantilla O.F.M. y por el Dr. Santiago DíazPiedrahíta, de la Universidad Nacional, lo que permite al fin evaluar el gran valor científico del fraile cartagenero y a la vez lamentar la falta de una publicación más oportuna de su obra.
En lo que se refiere a las aves “colombianas” de Buffon, la mayoría son especies de amplia distribución en el norte y este de Suramérica, que se encuentran principalmente al este de los Andes en el actual oriente colombiano. También están representadas varias especies que anidan en Norteamérica y, luego, emigran al trópico americano para pasar los meses de invierno norteño. Hay muy pocas especies de Centroamérica y la costa del Pacífico; y es notoria la ausencia completa de aves andinas en la Historia Natural de las Aves.
La identificación de las aves colombianas en la obra de Buffon presenta ciertas dificultades. Como Buffon era un opositor tenaz del sistema de clasificación y nomenclatura de Linneo, sus nombres no tienen nada que ver con los nombres científicos en latín, actualmente en uso. Una gran proporción de los nombres de Buffon hace referencia al supuesto lugar de origen de las aves. Esta información, aunque muy útil para ayudar a encontrar las especies colombianas, no es del todo confiable. Hay más de un ave americana citada para Africa, y unas cuantas aves africanas o asiáticas citadas para “Cayenne” o Brasil. La técnica de fijar una ficha con datos a la pata de cada espécimen no llegó a ser corriente hasta mediados del siglo XIX, y no era raro que en los tiempos de Buffon, los especímenes de diferentes lugares se refundieran en los “gabinetes” de las principales colecciones. Por lo que fue necesario examinar cada plancha para detectar confusiones de este tipo.
Otro problema resultó de los dibujos mismos. La mayoría, obviamente, se basan en especímenes disecados. Sin embargo, en el siglo XVIII no había una forma estándar para preparar las pieles y muchas de éstas fueron preparadas nuevamente en Europa por personas que nunca habían visto las aves vivas. Así, algunas aves aparecen en la obra en posiciones totalmente atípicas o anormales, por ejemplo un ?repatroncos parado en una rama como si fuese una mirla.
En muchas láminas los colores de las llamadas “partes suaves” –el pico, el ojo, las patas, y cualquier área de piel desnuda– están completamente erradas. Tales colores se pierden al disecar la piel, y es evidente que los colectores en general no anotaron estos detalles teniendo el ave viva o recién muerta. Por lo tanto, el artista debió adivinar los colores o simplemente inventarlos según su “sentido artístico”. Todos estos aspectos hicieron que la identificación de las aves colombianas en la obra de Buffon fuera algo así como armar un rompecabezas que requirió mucho estudio, algo de suerte, y cierta dosis de imaginación. Fue un ejercicio interesante y un viaje fascinante a la ornitología del siglo XVIII, cuando Europa apenas estaba comenzando a darse cuenta de las enormes riquezas ornitológicas del trópico americano.
En principio, se puede dividir el desarrollo de la ornitología en Colombia en dos fases: una autóctona llevada a cabo por colombianos, que culmina en publicaciones en revistas colombianas; y una “foránea”, en la cual las aves colombianas fueron llevadas al exterior, donde se hicieron las descripciones y publicaciones correspondientes.
Para la ornitología en general ha sido más importante la fase foránea, si se tiene en cuenta que las tres grandes síntesis sobre la avifauna colombiana han sido realizadas por extranjeros. La ornitología autóctona ha tenido un desarrollo más bien irregular debido a cierta falta de continuidad, de apoyo, de estímulo. A pesar de esto, en los últimos 60 años, en particular, los ornitólogos colombianos han hecho aportes mucho más numerosos y significativos que los de la gran mayoría de los países latinoamericanos.
Cronológicamente, la ornitología autóctona comenzó con el trabajo de Fray Diego García, durante la Expedición Botánica. Su contribución más importante la constituyó su estudio de las aves: remitió varios envíos de especímenes al Gabinete Real, junto con descripciones minuciosas de su apariencia, y una recopilación de información sobre sus costumbres obtenida, en buena parte, personalmente. Este infatigable fraile franciscano tuvo que luchar tanto contra las plagas que atacaron sus colecciones, como contra los celos y la incomprensión de sus contemporáneos que incluía al propio Mutis, quien nunca exaltó sus méritos ante el Virrey, y rara vez lo defendió. Es de suponer que Fray Diego conoció la obra de Buffon y los grabados de Martinet que reposaban en la biblioteca personal del sabio gaditano.
Desafortunadamente, la obra de Fray Diego duró dos siglos inédita y olvidada en los archivos españoles, y nunca tuvo impacto sobre el desarrollo de la ornitología en Colombia. Aún así, la obra conserva un valor histórico en cuanto a la documentación de los cambios y a la distribución de las aves. Por ejemplo, el cóndor, considerado en este siglo como un ave de la alta montaña, en tiempos de Fray Diego era común en el valle del Magdalena.
En realidad la suerte de la obra de Fray Diego, irónicamente compartida en buena parte por la del propio Mutis, fue el resultado de la perpetua contradicción de España en materia científica. Por un lado, existía el ansia de conocer los recursos naturales de sus colonias en el Nuevo Mundo y, por el otro, el miedo xenofóbico de que estos conocimientos llegaran a otros países. Varios importantes trabajos científicos de las colonias fueron archivados sin publicar; así España se aisló del avance casi explosivo de las ciencias naturales de los siglos XVII y XVIII. No es de extrañar que aquella generación de jóvenes científicos colombianos como Caldas y Lozano, se rebelara en contra de la sofocante inercia intelectual de España, y se sumara a la causa de la independencia. Esto les costó la vida, y la joven república fue privada de la sabiduría de quienes pudieron haber hecho muchos avances en las ciencias naturales, incluida la ornitología. Así, el desarrollo de la ornitología en Colombia estuvo en manos de científicos extranjeros durante todo el primer siglo de la independencia.
Unas pocas aves colectadas en el actual territorio colombiano llegaron a Europa durante la época colonial, y allí fueron descritas taxonómicamente en el sistema de Linneo, ¡desde luego, no por Buffon!. Sin embargo, fue después de la independencia cuando las aves colombianas comenzaron a llegar en gran cantidad a la comunidad científica, y luego a los mercados comerciales de Europa. Recién lograda la independencia de España, el joven gobierno colombiano invitó al país a varios científicos y naturalistas franceses para colaborar en el establecimiento de instituciones educativas y científicas, principalmente en Bogotá. En buena parte, esta decisión pudo haber tenido su origen en la necesidad de llenar el vacío dejado por el fusilamiento de los científicos criollos.
Entre los franceses que llegaron en 1822, fue el ornitólogonaturalista Justin Gondot quien dedicó más de 20 años a exploraciones y colecciones de aves en varias partes del país. Envió sus especímenes inicialmente a París y luego a Inglaterra; y entrenó y empleó a colectores nativos para conseguir y preparar los especímenes, y esto dio lugar a una exportación cada vez más masiva de pieles de aves hacia Europa. Si bien esta explotación comenzó con fines científicos, rápidamente tomó un auge estrictamente comercial, ya que la moda europea giraba en torno a la decoración de los sombreros femeninos con pieles disecadas de aves exóticas, especialmente de los colibríes. Bogotá era el centro de exportación de estas pieles que, hasta finales del siglo, fueron enviadas en cantidades cada vez mayores. Se estima que en 1885, punto máximo del comercio, más de cien mil ejemplares llegaban a Europa cada año, especialmente a París. Muchas especies fueron descritas científicamente por primera vez con base en estas “pieles de Bogotá”. El inglés Sclater, en 1857, estimó en no menos de 700 las especies que se podrían encontrar en el material que había llegado a casi todos los museos de Europa y Norteamérica. Sin embargo, como todas estas pieles carecían de datos de cualquier tipo, los nombres dados sembraron mucha confusión en cuanto a la distribución y ecología de las aves que, según las evidencias actuales, pudieron haber sido obtenidos desde la región de Ibagué hacia el oeste, hasta los llanos en el este, incluyendo las cordilleras Central y Oriental. Además, el volumen de aves que llegaba a los museos, desde “Bogotá”, hizo que los colectores y naturalistas vinieran a Colombia procedentes de varios países, incluyendo a los Estados Unidos, y dirigieran sus esfuerzos a las regiones más alejadas del país en busca de nuevas especies de aves. A partir de la expedición del francés Delattre a Buenaventura, Cali y Pasto, en 1846, fueron varios los colectores y las expediciones extranjeras que visitaron a Colombia. Los más importantes desde el punto de vista científico fueron los hermanos Wood, naturalistas de la expedición norteamericana de 1859 al bajo Atrato en busca de una ruta para un canal interoceánico; el también norteamericano Wyatt, quien visitó el sur de Santander en 1870, el inglés Salmon, quien reunió una gran colección en Antioquia entre 1872 y 1878, mientras estuvo empleado por el gobierno colombiano; y el norteamericano Palmer, quien trabajó en el alto río San Juan en el Chocó en 1907 1909.
A principios del siglo XX, la Sierra Nevada de Santa Marta y las regiones adyacentes captaron la atención de varios colectores, especialmente del inglés Smith y los norteamericanos Brown y Carriker. Los resultados de estas exploraciones y colecciones fueron publicados en las revistas científicas de Europa y los Estados Unidos. De todas éstas publicaciones, la obra más detallada y mejor elaborada fue el informe sobre la avifauna de Santa Marta de Todd y Carriker (1922), basado en varios años de trabajo de campo, de este último.
Sin embargo, la culminación de un siglo de exploraciones ornitológicas en Colombia, llevadas a cabo por extranjeros fue la obra de Chapman (1917). Este ornitólogo norteamericano se puso la meta de entender los patrones de distribución de las aves colombianas con respecto a la elevación y a la vegetación, y de paso desenredar la confusión que en estos aspectos habían dejado las “pieles de Bogotá”. Organizó ocho expediciones entre 1910 y 1916, bajo los auspicios del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York, realizó colecciones sistemáticas en las tres cordilleras y los dos valles interandinos (paradójicamente en estas expediciones también se hicieron las primeras colecciones científicas cerca de Bogotá). Con base en los casi 16.000 especímenes de estas expediciones y otras colecciones, Chapman escribió la primera gran síntesis de conocimientos sobre la avifauna colombiana basada en la información de la geografía y el clima, recopilada en las expediciones. Unas 1.285 especies y subespecies fueron colectadas por las expediciones, y la adición de información de otros autores aumentó el número total de especies y subespecies a cerca de 1.700.
Hacia finales del siglo XIX, llegó a Colombia, desde Francia, un religioso que iba a tener un efecto profundo sobre el desarrollo de las ciencias naturales en Colombia, incluida la ornitología. El Hermano Apolinar María no solamente revivió la ornitología ‘autóctona’ prácticamente olvidada desde los tiempos de Fray Diego, sino que también fundó, en 1912, la Sociedad de Ciencias Naturales de Colombia. Esta sociedad se convirtió luego en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Aunque su primer amor siempre fue para los insectos, el Hermano Apolinar también tenía grandes dotes de ornitólogo, e hizo una colección de aves en el Museo de la Salle que, cuando llegó Chapman a Colombia, contaba con más de 3.000 ejemplares. El Hermano Apolinar prestó una valiosa colaboración a éste último, al igual que el colector bogotano Miguel González. A partir de los años veinte otro miembro de su orden, el Hermano Nicéforo María, se encargó de la colección ornitológica del Museo. Desafortunadamente, todas las colecciones del Museo fueron destruidas en los disturbios de 1948, muriendo poco después el Hermano Apolinar, abatido por la tristeza de ver perdida su obra de más de medio siglo. Sin embargo, el Hermano Nicéforo se encargó de reconstruir el Museo, y con gran energía y dedicación logró acumular una valiosa colección de más de 9.000 ejemplares de aves, e hizo aportes muy significativos a la ornitología criolla.
El próximo paso importante en el desarrollo de la ornitología en Colombia fue la fundación en Bogotá, en 1938, del Instituto de Ciencias Naturales. Si bien el núcleo del nuevo Instituto fue el Herbario Nacional, en él se reunió desde el comienzo un grupo extraordinario de ornitólogos.
El gran promotor de las ciencias zoológicas en el nuevo Instituto fue Armando Dugand, oriundo de Barranquilla y educado en París, un hombre de enorme cultura y visión. Aunque botánico por formación, Dugand conoció muy a fondo la ornitología e hizo varios aportes importantes al conocimiento de las aves colombianas, especialmente a las de su tierra natal. El primer Jefe de Ornitología del Instituto fue F. Carlos Lehmann, educado en los Estados Unidos y un formidable experto tanto en la observación de las aves en el campo, como en el trabajo de museo. Al cabo de unos pocos años Lehmann dejó el Instituto para ayudar al establecimiento de un museo en Cali, con el apoyo del Instituto Smithsoniano de Washington y, luego, pasó a dirigir el Museo de Historia Natural en la Universidad del Cauca en Popayán, su ciudad natal. Reunió una colección importante de aves que ahora reposa en la Universidad del Valle, y publicó varios trabajos, especialmente sobre las aves rapaces de Colombia. Su lugar en el Instituto fue ocupado por su asistente y colega José Ignacio Borrero, otro insigne ornitólogo que ha realizado grandes aportes en Bogotá y en Cali, a donde se trasladó para integrarse al recién fundado Departamento de Biología de la Universidad del Valle.
El siguiente Jefe de Ornitología del Instituto fue el Padre Antonio Olivares, fraile franciscano que desde muy temprano mostró una vocación hacia las ciencias naturales, estableciendo museos en las casas de su comunidad y escribiendo ensayos sobre las aves. En Bogotá estudió brevemente con Lehmann, y luego fue enviado a los Estados Unidos, donde obtuvo una maestría basada en sus colecciones ornitológicas en Colombia, y estableció contactos con el Instituto Smithsoniano. De regreso a Colombia se asoció con el Instituto en 1958, y fue llamado a ser Jefe de Ornitología cargo que ocupó hasta su muerte, en 1975. Durante este período desarrolló una labor muy fructífera, incrementando en forma notable las colecciones del Instituto y publicando una larga serie de obras sobre la avifauna colombiana, entre las cuales se destacan Aves de Cundinamarca, Los Ciconiformes Colombianos, y Aves de la Orinoquia. También, a lo largo de su período en el Instituto, Olivares, y antes de él, Borrero, ayudaron en la formación de varios estudiantes que luego han hecho contribuciones a la ornitología colombiana como José Vicente Rodríguez, Jorge Morales, Hernando Romero (quien le siguió como Jefe de Ornitología), y ese gran naturalista sui generis Jorge Hernández Camacho, quien además de la ornitología ha hecho aportes a la mastozoología, la ictiología, la paleontología, y la biogeografía de Colombia.
Paralelo a estos desarrollos en la ornitología autóctona, algunos extranjeros realizaron estudios y colecciones importantes en el país. El colector profesional norteamericano M. A. Carriker permaneció muchos años en Colombia y envió grandes colecciones, principalmente del occidente del país, a museos de los Estados Unidos especialmente el Instituto Smithsoniano. Aunque Carriker escribió algunos artículos sobre aves, su área principal de interés fue la de los ectoparásitos de éstas, especialmente los piojos de las plumas (Mallophaga), con los cuales realizó varios trabajos importantes en la taxonomía y relaciones parásito –hospedero. Otro colector muy importante fue el sueco K. von Sneidern, quien, bajo los auspicios de la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia, hizo exploraciones y grandes colecciones en varias regiones del país. Estas colecciones, más algunas de las de Carriker y la información suministrada por los ornitólogos colombianos, formaron la base para la segunda gran síntesis sobre la avifauna colombiana, publicada en la revista Caldasia, en varias entregas, entre 1948 y 1952 por el ornitólogo suizo, radicado en Filadelfia, R. Meyer de Schauensee, quien culminó su trabajo sobre la avifauna colombiana en 1964, con la publicación de una versión, en inglés, resumida y actualizada de su obra en forma de una guía de campo. En ella, 1.550 especies y 2.641 subespecies fueron registradas en el país, más del doble de toda la avifauna de Norteamérica.
Durante este mismo período el ornitólogo A. H. Miller realizó colecciones de la avifauna del alto río Magdalena y un estudio pionero sobre la ecología, ciclos anuales de reproducción y muda de la avifauna de un bosque nuboso cerca de Cali. Von Sneidern realizó colecciones importantes en La Macarena en 1952 y en los años 70 en varias partes del sur del país, para el Museo de Historia Natural de Chicago. Entre 1958 y 1967 el alemán J. Haffer, geólogo de profesión, aprovechó su trabajo de campo en la exploración petrolera en el Chocó y en Amazonas, para realizar importantes colecciones de aves entre 1958 y 1967. Esta experiencia fue fundamental para su desarrollo de la teoría de ‘refugios’ de bosque húmedo durante los períodos glaciales secos del Pleistoceno, un aporte fundamental para la interpretación de los patrones de distribución de las aves y otros organismos neotropicales. Otro geólogo que aprovechó sus exploraciones en esta área para hacer observaciones sobre aves fue W.L. Brown, quien a partir de 1960 realizó muchas visitas a Colombia, especialmente a la parte sur, en donde contó con la estrecha colaboración de Lehmann.
A partir de los años 70, muchos de los desarrollos significativos en la ornitología colombiana han tenido su origen en el sur del país. Humberto Alvarez, un alumno de Borrero que obtuvo su doctorado en los Estados Unidos, ha publicado varios trabajos importantes incluyendo una excelente introducción a la avifauna colombiana. Alvarez fundó, junto con Borrero y un grupo destacado de estudiantes de la Universidad del Valle, la primera (y por muchos años la única) sociedad ornitológica en Colombia, la Sociedad Vallecaucana de Ornitología.
En 1971 un voluntario del Cuerpo de Paz del gobierno norteamericano, S. L. Hilty , comenzó a trabajar en el Valle del Cauca; realizó allí su trabajo de doctorado, y regresó muchas veces al país como líder de grupos de ornitólogos aficionados. Hilty unió esfuerzos con Brown y, con el estímulo de Lehmann (quien desafortunadamente murió al comienzo del proyecto), realizó en 1986 la tercera gran síntesis de la avifauna colombiana en forma de una magnífica guía de campo. Esta obra incluye una revisión cuidadosa de los especímenes de aves colombianas en los grandes museos norteamericanos, y contiene gran información sobre la ecología y el comportamiento de las aves. Las ilustraciones de Hilty y Brown son las mejores de cualquier guía de aves suramericana y la obra sin duda servirá como estímulo para el trabajo de campo de la nueva generación de ornitólogos colombianos, especialmente cuando la traducción al castellano, que está siendo realizada por Alvarez, esté disponible. Otro evento trascendental para la ornitología colombiana, fue la realización del III Congreso de Ornitología en Cali, en diciembre del 1987.
Durante los últimos años, la tradición lasallista de investigaciones y colecciones había sido mantenida en alto por el Hermano Marzo A. Serna, del Colegio de San José, en Medellín. Con gran dedicación, energía y humildad, Serna logró acumular una colección muy importante de aves de Antioquia, y publicó sendas obras sobre las aves de esta región y de La Guajira, entre otras. Los ornitólogos de Colombia que han venido realizando encuentros anualmente desde 1987, eligieron al Hermano Marzo Antonio como el primer presidente de la Asociación Colombiana en su acta de fundación en 1991. Su muerte trágica en una salida de campo a finales de 1991 dejó un gran vacío en la ornitología colombiana. Para terminar este breve resumen, hay que destacar que la ornitología en Colombia está actualmente en una etapa dinámica, una etapa de ‘despegue’. Existen cuatro sociedades ornitológicas activas en el país, en Bogotá, Cali, Manizales y Medellín. Hay programas de ornitología en varias universidades incluyendo la de Valle (Cali), Cauca (Popayán), y Nacional (Bogotá); varios ornitólogos jóvenes, egresados de estas y otras universidades como la Javeriana y los Andes (Bogotá) y la de Antioquia (Medellín), están realizando investigaciones y saliendo al exterior para continuar su entrenamiento. Hay un interés cada vez mayor en los trabajos de campo y en la conservación de las aves. Puesto que Colombia posee la avifauna más rica del mundo, con más de 1.720 especies ya registradas, la conservación de esta avifauna tiene que ser el reto más importante que enfrentarán las nuevas generaciones de ornitólogos colombianos.
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Aves de Colombia Grabados iluminados del Siglo XVIII / Buffón: su época, su obra y el desarrollo de la ornitología en Colombia
Buffón: su época, su obra y el desarrollo de la ornitología en Colombia
TUCAN PECHIBLANCO. Ramphastos tucanus. Pilar Gómez.
OROPENDOLA O MOCHILERO COMÚN. GULUNGO. Psarocolius decumanus. Pilar Gómez.
GOLONDRINA ALIBLANCA. Tachycineta albiventer. Pilar Gómez.
GOLONDRINA RIBEREÑA. Riparia riparia. Pilar Gómez.
TANGARA CABECICASTAÑA. Tangara gyrola. Pilar Gómez.
SALTARIN BLANCO Y NEGRO. Manacus manacus. Pilar Gómez.
TANGARA TURCOSA. Tangara mexicana. CARDENAL LLANERO. Paroaria gularis. Pilar Gómez.
SEMILLERITO O ESPIGUERO LINEADO. Sporophila lineola. SEMILLERITO O ESPIGUERO MENUDO. Sporophila menuda. Pilar Gómez.
MARTIN PESCADOR VIENTRIRRUFO. Chloroceryle inda. Pilar Gómez.
TOCHE DEL LLANO O MAICERO. Gymnomystax mexicanus. Pilar Gómez.
ARRENDAJO; MOCHILERO. Cacicus cela. Pilar Gómez.
CACIQUE O ARRENDAJO LOMIRROJO. Cacicus haemorrhous. Pilar Gómez.
Texto de: Benjamín Villegas
Para un ornitólogo de nuestro tiempo, examinar las planchas de la gran obra de Buffon es como rejuvenecer, es transportarse a una época en la que la ornitología era una ciencia joven, en donde todo estaba por descubrir. Era una época, a mediados del siglo XVIII, en la que los antiguos sistemas de clasificación estaban reventando con la cantidad de aves nuevas que llegaban a Europa de ultramar, era tal el número que no cabían en las categorías establecidas. Se necesitaban nuevos sistemas, nuevos enfoques, para organizar esta acumulación caótica de información. Al mismo tiempo, existía la necesidad urgente de encontrar una forma adecuada de clasificar las nuevas aves, crecía la curiosidad de los naturalistas en cuanto a sus costumbres y a su manera de ser. El mayor interés era entender el lugar que ocupaban en la creación estas aves exóticas o, para algunos más atrevidos, cómo había sido su evolución desde su creación original.
Georges-Louis Leclerc, Conde de Buffon, era un hombre muy apropiado para esos tiempos exuberantes y caóticos. Nació en 1707 en una familia acaudalada de la nobleza francesa, y desde joven manifestó una gran pasión por la historia natural y una capacidad excepcional para escribir sobre ella. En 1739 fue nombrado curador del Gabinete del Rey, y de la colección real de objetos y especímenes de animales, plantas y otras curiosidades. Dentro de esta colección, la de aves era más bien modesta ya que no alcanzaba los 100 especímenes, muchos en mal estado, y era superada por varias colecciones particulares. En 1765 se adquirió la más grande de estas últimas, la de Ferchauld du Réaumur. Este noble, rival de Buffon, había gastado la mayor parte de su inmensa fortuna en acumular una enorme colección de objetos de historia natural, posiblemente la colección más grande del mundo en ese momento. Réaumur pagaba a los viajeros más intrépidos para que le trajeran especímenes, y suministraba a sus colaboradores instrucciones precisas, elaboradas por el ornitólogo Belon, sobre cómo prepararlos. Además, empleó a un hombre muy capaz como curador, M. J. Brisson, quien le dio una gran organización a la colección. Posiblemente la adquisición de esta gran colección fue lo que estimuló a Buffon para emprender su Historia Natural de las Aves. Entre 1749 y 1765, ya había publicado su enciclopedia general de Historia Natural, y a partir de entonces dedicó gran parte de su esfuerzo a la obra sobre las aves.
La Historia Natural de las Aves se publicó en 10 volúmenes entre 1771 y 1783. Su propósito era ambicioso: describir todas las aves que se conocían en aquella época (unas 2.000 especies) junto con lo que se conocía sobre sus costumbres y sus hábitos. La obra fue suntuosamente ilustrada con 973 planchas a color, ejecutadas por el artista Martinet, bajo la supervisión del anatomista y zoólogo Daubenton. Buffon escribió una extensa introducción y varias secciones sobre la historia natural de las aves, pero dejó gran parte del texto, incluyendo las descripciones de las aves, a sus editores Montbeillard (vols. 16) y Bexon (vols. 710). Esto resultó beneficioso para la obra, porque ambos eran más cuidadosos, más apegados a la literatura, y menos dados a especulaciones que su brillante pero caprichoso jefe. Aunque fue un inventario de las aves, la Historia Natural no intentó dar una clasificación de ellas, todo lo contrario, ya que Buffon era un adversario apasionado del sistema de clasificación y nomenclatura biológica de Linneo, a quien ridiculizaba cada vez que se le presentaba la oportunidad. Buffon consideraba que los “nomenclateurs” estaban distorsionando las ciencias naturales y ponían la clasificación en una situación falsa, al basarse en unas pocas características superficiales como la forma del pico y de las patas. De hecho, la clasificación de las aves de Linneo era bastante deficiente. Buffon pensaba que una verdadera clasificación era imposible sin conocer las costumbres de las especies, y los esfuerzos de los linneanos, encerrados en su museo, estaban distrayendo la atención de los científicos de su verdadera tarea: salir a estudiar la naturaleza en el campo. La concepción de las especies como algo fijo e inmutable, uno de los fundamentos del sistema de Linneo, tampoco impresionó a Buffon, quien desarrolló lo que constituye una teoría de evolución, según la cual unos “tipos generales” se iban modificando y diferenciando bajo las influencias del medio como el clima, el alimento, además de la degeneración, el entrecruzamiento y el paso de los años, para producir muchas formas relacionadas, todas descendientes del mismo ancestro. Bajo esta concepción, la delimitación de “especies” era algo arbitraria, y exageró al considerar que varias aves de pico fuerte y ganchudo, y patas débiles (actualmente clasificadas en varias familias y dos o tres órdenes distintos), eran todas variedades del Alcaudón europeo. Sobra decir que estas ideas eran anatema para Linneo y sus seguidores. El mismo Linneo, describiendo sus esfuerzos para penetrar y poner en orden “la selva oscura de la naturaleza”, se refirió a Buffon y a su grupo como “esos micos que brincaron a mis hombros y me mostraron sus dientes, con risas horripilantes”.
En su aversión por el sistema de Linneo, Buffon escribió que en la naturaleza sólo existen individuos; los géneros, familias y órdenes existen sólo en nuestra imaginación, y evitó explícitamente cualquier intento de ordenar o clasificar las aves de su Historia Natural. Más bien, comenzó con las especies mejor conocidas o más interesantes para el público, y terminó con aquellas de las que menos se podía hablar. Como tampoco soportaba el uso de nombres en latín para las especies, dio sólo nombres en francés, muchas veces inventados más para divertir a sus lectores que para instruirlos. Sin embargo, Buffon no pudo detener el triunfo del sistema de clasificación y nomenclatura de Linneo, y tuvo que sufrir la frustración de ver muchas de las especies que él describió por primera vez en su obra, debidamente bautizadas por los seguidores de Linneo en Holanda, Alemania, Inglaterra e Italia, con nombres en latín basados en sus propias descripciones.
Si la obra de Buffon no fue del todo bien recibida por los científicos de museo de su época, fue la fuente de inspiración para varias generaciones de naturalistas, tanto en Europa como en ultramar. La Historia Natural de las Aves fue rápidamente traducida a varios idiomas, y ampliamente difundida por todo el mundo occidental. Su estilo vivaz y ameno, y su riqueza de ideas interesantes y provocativas lograron interesar tanto a profesionales como a aficionados al estudio de la naturaleza. Es muy probable que Fray Diego García, asociado a la Expedición Botánica de Mutis y posiblemente el primer estudiante de la avifauna colombiana, se inspirara en la obra de Buffon para la elaboración de sus minuciosas descripciones de las aves y sus costumbres.
Para los propósitos de este libro, "ave colombiana” debe entenderse como una especie de ave cuya distribución geográfica incluye a Colombia, y no como un ave que haya sido colectada en el territorio colombiano actual.
España y Portugal habían cerrado herméticamente el flujo de información sobre sus colonias hacia el resto de Europa, para mantener su monopolio sobre todo lo relacionado con dichos territorios. Este monopolio no fue reconocido por los demás países europeos, quienes trataron de apropiarse de algunas de sus tierras en América, principalmente de las islas de las Antillas. Durante el siglo XVII, Francia logró apoderarse de las islas de Martinica, Guadalupe, Trinidad, la mitad de Santo Domingo (actualmente Haití) y la isla y puerto de Cayena, en el continente. Igualmente, en la misma época, Holanda ocupó por espacio de 25 años el puerto de Olinda y el territorio circundante en el sureste de Brasil; a su vez los ingleses conquistaron a Jamaica y algunas otras islas. Los conocimientos de la comunidad científica europea sobre la naturaleza del trópico americano vinieron principalmente a través de esos “agujeros”. Holanda mandó una expedición científica al Brasil, y las descripciones de las aves hechas por Marcgraf y Piso fueron importante fuente de datos para Buffon. A las nuevas posesiones francesas llegaron varios naturalistas, incluyendo a du Tertre (Guadalupe), Deshayes (Santo Domingo), y Barrère y luego Sonnini (Cayena). En la década 1720 Barrère trabajó en Cayena, y como resultado escribió un volumen sobre sus hallazgos ornitológicos. Deshayes y Sonnini intercambiaban correspondencia con Buffon, y le mandaron especímenes y datos sobre la historia natural de muchas aves. También, otros viajeros franceses le enviaron alguna información desde Canadá y Louisiana (que en aquel entonces incluía gran parte del centro de Norteamérica). Además, Buffon tenía acceso a la obra de Catesby sobre las aves de las colonias inglesas del oriente del continente americano.
La otra fuente que consultó Buffon sobre las aves neotropicales fue la obra de Francisco Hernández, quien pasó siete años en México en el siglo XVI, y escribió 17 volúmenes sobre la historia natural de ese país. España nunca quiso publicar la obra, pero algunos fragmentos fueron copiados y sustraídos y, más tarde, publicados en Italia, México y Bélgica. La obra completa fue destruida en un incendio en El Escorial, incluyendo casi todas las planchas. Lo poco que se logró sacar representó durante 200 años el único conocimiento sobre la fauna mexicana. Estas descripciones fueron copiadas una y otra vez inclusive por Buffon. De las aves de Colombia propiamente dichas, Buffon no tuvo ninguna información.
Muy pocos años después de la publicación de la Historia Natural de las Aves, las aves de Colombia fueron estudiadas por primera vez, por el humilde y trabajador fraile franciscano Diego García, colaborador de la Expedición Botánica, quien recibió pocos estímulos para su trabajo, el cual permaneció inédito por más de dos siglos en los archivos de España. Afortunadamente, el año pasado fue publicada una gran parte de su obra por Luis Mantilla O.F.M. y por el Dr. Santiago DíazPiedrahíta, de la Universidad Nacional, lo que permite al fin evaluar el gran valor científico del fraile cartagenero y a la vez lamentar la falta de una publicación más oportuna de su obra.
En lo que se refiere a las aves “colombianas” de Buffon, la mayoría son especies de amplia distribución en el norte y este de Suramérica, que se encuentran principalmente al este de los Andes en el actual oriente colombiano. También están representadas varias especies que anidan en Norteamérica y, luego, emigran al trópico americano para pasar los meses de invierno norteño. Hay muy pocas especies de Centroamérica y la costa del Pacífico; y es notoria la ausencia completa de aves andinas en la Historia Natural de las Aves.
La identificación de las aves colombianas en la obra de Buffon presenta ciertas dificultades. Como Buffon era un opositor tenaz del sistema de clasificación y nomenclatura de Linneo, sus nombres no tienen nada que ver con los nombres científicos en latín, actualmente en uso. Una gran proporción de los nombres de Buffon hace referencia al supuesto lugar de origen de las aves. Esta información, aunque muy útil para ayudar a encontrar las especies colombianas, no es del todo confiable. Hay más de un ave americana citada para Africa, y unas cuantas aves africanas o asiáticas citadas para “Cayenne” o Brasil. La técnica de fijar una ficha con datos a la pata de cada espécimen no llegó a ser corriente hasta mediados del siglo XIX, y no era raro que en los tiempos de Buffon, los especímenes de diferentes lugares se refundieran en los “gabinetes” de las principales colecciones. Por lo que fue necesario examinar cada plancha para detectar confusiones de este tipo.
Otro problema resultó de los dibujos mismos. La mayoría, obviamente, se basan en especímenes disecados. Sin embargo, en el siglo XVIII no había una forma estándar para preparar las pieles y muchas de éstas fueron preparadas nuevamente en Europa por personas que nunca habían visto las aves vivas. Así, algunas aves aparecen en la obra en posiciones totalmente atípicas o anormales, por ejemplo un ?repatroncos parado en una rama como si fuese una mirla.
En muchas láminas los colores de las llamadas “partes suaves” –el pico, el ojo, las patas, y cualquier área de piel desnuda– están completamente erradas. Tales colores se pierden al disecar la piel, y es evidente que los colectores en general no anotaron estos detalles teniendo el ave viva o recién muerta. Por lo tanto, el artista debió adivinar los colores o simplemente inventarlos según su “sentido artístico”. Todos estos aspectos hicieron que la identificación de las aves colombianas en la obra de Buffon fuera algo así como armar un rompecabezas que requirió mucho estudio, algo de suerte, y cierta dosis de imaginación. Fue un ejercicio interesante y un viaje fascinante a la ornitología del siglo XVIII, cuando Europa apenas estaba comenzando a darse cuenta de las enormes riquezas ornitológicas del trópico americano.
En principio, se puede dividir el desarrollo de la ornitología en Colombia en dos fases: una autóctona llevada a cabo por colombianos, que culmina en publicaciones en revistas colombianas; y una “foránea”, en la cual las aves colombianas fueron llevadas al exterior, donde se hicieron las descripciones y publicaciones correspondientes.
Para la ornitología en general ha sido más importante la fase foránea, si se tiene en cuenta que las tres grandes síntesis sobre la avifauna colombiana han sido realizadas por extranjeros. La ornitología autóctona ha tenido un desarrollo más bien irregular debido a cierta falta de continuidad, de apoyo, de estímulo. A pesar de esto, en los últimos 60 años, en particular, los ornitólogos colombianos han hecho aportes mucho más numerosos y significativos que los de la gran mayoría de los países latinoamericanos.
Cronológicamente, la ornitología autóctona comenzó con el trabajo de Fray Diego García, durante la Expedición Botánica. Su contribución más importante la constituyó su estudio de las aves: remitió varios envíos de especímenes al Gabinete Real, junto con descripciones minuciosas de su apariencia, y una recopilación de información sobre sus costumbres obtenida, en buena parte, personalmente. Este infatigable fraile franciscano tuvo que luchar tanto contra las plagas que atacaron sus colecciones, como contra los celos y la incomprensión de sus contemporáneos que incluía al propio Mutis, quien nunca exaltó sus méritos ante el Virrey, y rara vez lo defendió. Es de suponer que Fray Diego conoció la obra de Buffon y los grabados de Martinet que reposaban en la biblioteca personal del sabio gaditano.
Desafortunadamente, la obra de Fray Diego duró dos siglos inédita y olvidada en los archivos españoles, y nunca tuvo impacto sobre el desarrollo de la ornitología en Colombia. Aún así, la obra conserva un valor histórico en cuanto a la documentación de los cambios y a la distribución de las aves. Por ejemplo, el cóndor, considerado en este siglo como un ave de la alta montaña, en tiempos de Fray Diego era común en el valle del Magdalena.
En realidad la suerte de la obra de Fray Diego, irónicamente compartida en buena parte por la del propio Mutis, fue el resultado de la perpetua contradicción de España en materia científica. Por un lado, existía el ansia de conocer los recursos naturales de sus colonias en el Nuevo Mundo y, por el otro, el miedo xenofóbico de que estos conocimientos llegaran a otros países. Varios importantes trabajos científicos de las colonias fueron archivados sin publicar; así España se aisló del avance casi explosivo de las ciencias naturales de los siglos XVII y XVIII. No es de extrañar que aquella generación de jóvenes científicos colombianos como Caldas y Lozano, se rebelara en contra de la sofocante inercia intelectual de España, y se sumara a la causa de la independencia. Esto les costó la vida, y la joven república fue privada de la sabiduría de quienes pudieron haber hecho muchos avances en las ciencias naturales, incluida la ornitología. Así, el desarrollo de la ornitología en Colombia estuvo en manos de científicos extranjeros durante todo el primer siglo de la independencia.
Unas pocas aves colectadas en el actual territorio colombiano llegaron a Europa durante la época colonial, y allí fueron descritas taxonómicamente en el sistema de Linneo, ¡desde luego, no por Buffon!. Sin embargo, fue después de la independencia cuando las aves colombianas comenzaron a llegar en gran cantidad a la comunidad científica, y luego a los mercados comerciales de Europa. Recién lograda la independencia de España, el joven gobierno colombiano invitó al país a varios científicos y naturalistas franceses para colaborar en el establecimiento de instituciones educativas y científicas, principalmente en Bogotá. En buena parte, esta decisión pudo haber tenido su origen en la necesidad de llenar el vacío dejado por el fusilamiento de los científicos criollos.
Entre los franceses que llegaron en 1822, fue el ornitólogonaturalista Justin Gondot quien dedicó más de 20 años a exploraciones y colecciones de aves en varias partes del país. Envió sus especímenes inicialmente a París y luego a Inglaterra; y entrenó y empleó a colectores nativos para conseguir y preparar los especímenes, y esto dio lugar a una exportación cada vez más masiva de pieles de aves hacia Europa. Si bien esta explotación comenzó con fines científicos, rápidamente tomó un auge estrictamente comercial, ya que la moda europea giraba en torno a la decoración de los sombreros femeninos con pieles disecadas de aves exóticas, especialmente de los colibríes. Bogotá era el centro de exportación de estas pieles que, hasta finales del siglo, fueron enviadas en cantidades cada vez mayores. Se estima que en 1885, punto máximo del comercio, más de cien mil ejemplares llegaban a Europa cada año, especialmente a París. Muchas especies fueron descritas científicamente por primera vez con base en estas “pieles de Bogotá”. El inglés Sclater, en 1857, estimó en no menos de 700 las especies que se podrían encontrar en el material que había llegado a casi todos los museos de Europa y Norteamérica. Sin embargo, como todas estas pieles carecían de datos de cualquier tipo, los nombres dados sembraron mucha confusión en cuanto a la distribución y ecología de las aves que, según las evidencias actuales, pudieron haber sido obtenidos desde la región de Ibagué hacia el oeste, hasta los llanos en el este, incluyendo las cordilleras Central y Oriental. Además, el volumen de aves que llegaba a los museos, desde “Bogotá”, hizo que los colectores y naturalistas vinieran a Colombia procedentes de varios países, incluyendo a los Estados Unidos, y dirigieran sus esfuerzos a las regiones más alejadas del país en busca de nuevas especies de aves. A partir de la expedición del francés Delattre a Buenaventura, Cali y Pasto, en 1846, fueron varios los colectores y las expediciones extranjeras que visitaron a Colombia. Los más importantes desde el punto de vista científico fueron los hermanos Wood, naturalistas de la expedición norteamericana de 1859 al bajo Atrato en busca de una ruta para un canal interoceánico; el también norteamericano Wyatt, quien visitó el sur de Santander en 1870, el inglés Salmon, quien reunió una gran colección en Antioquia entre 1872 y 1878, mientras estuvo empleado por el gobierno colombiano; y el norteamericano Palmer, quien trabajó en el alto río San Juan en el Chocó en 1907 1909.
A principios del siglo XX, la Sierra Nevada de Santa Marta y las regiones adyacentes captaron la atención de varios colectores, especialmente del inglés Smith y los norteamericanos Brown y Carriker. Los resultados de estas exploraciones y colecciones fueron publicados en las revistas científicas de Europa y los Estados Unidos. De todas éstas publicaciones, la obra más detallada y mejor elaborada fue el informe sobre la avifauna de Santa Marta de Todd y Carriker (1922), basado en varios años de trabajo de campo, de este último.
Sin embargo, la culminación de un siglo de exploraciones ornitológicas en Colombia, llevadas a cabo por extranjeros fue la obra de Chapman (1917). Este ornitólogo norteamericano se puso la meta de entender los patrones de distribución de las aves colombianas con respecto a la elevación y a la vegetación, y de paso desenredar la confusión que en estos aspectos habían dejado las “pieles de Bogotá”. Organizó ocho expediciones entre 1910 y 1916, bajo los auspicios del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York, realizó colecciones sistemáticas en las tres cordilleras y los dos valles interandinos (paradójicamente en estas expediciones también se hicieron las primeras colecciones científicas cerca de Bogotá). Con base en los casi 16.000 especímenes de estas expediciones y otras colecciones, Chapman escribió la primera gran síntesis de conocimientos sobre la avifauna colombiana basada en la información de la geografía y el clima, recopilada en las expediciones. Unas 1.285 especies y subespecies fueron colectadas por las expediciones, y la adición de información de otros autores aumentó el número total de especies y subespecies a cerca de 1.700.
Hacia finales del siglo XIX, llegó a Colombia, desde Francia, un religioso que iba a tener un efecto profundo sobre el desarrollo de las ciencias naturales en Colombia, incluida la ornitología. El Hermano Apolinar María no solamente revivió la ornitología ‘autóctona’ prácticamente olvidada desde los tiempos de Fray Diego, sino que también fundó, en 1912, la Sociedad de Ciencias Naturales de Colombia. Esta sociedad se convirtió luego en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Aunque su primer amor siempre fue para los insectos, el Hermano Apolinar también tenía grandes dotes de ornitólogo, e hizo una colección de aves en el Museo de la Salle que, cuando llegó Chapman a Colombia, contaba con más de 3.000 ejemplares. El Hermano Apolinar prestó una valiosa colaboración a éste último, al igual que el colector bogotano Miguel González. A partir de los años veinte otro miembro de su orden, el Hermano Nicéforo María, se encargó de la colección ornitológica del Museo. Desafortunadamente, todas las colecciones del Museo fueron destruidas en los disturbios de 1948, muriendo poco después el Hermano Apolinar, abatido por la tristeza de ver perdida su obra de más de medio siglo. Sin embargo, el Hermano Nicéforo se encargó de reconstruir el Museo, y con gran energía y dedicación logró acumular una valiosa colección de más de 9.000 ejemplares de aves, e hizo aportes muy significativos a la ornitología criolla.
El próximo paso importante en el desarrollo de la ornitología en Colombia fue la fundación en Bogotá, en 1938, del Instituto de Ciencias Naturales. Si bien el núcleo del nuevo Instituto fue el Herbario Nacional, en él se reunió desde el comienzo un grupo extraordinario de ornitólogos.
El gran promotor de las ciencias zoológicas en el nuevo Instituto fue Armando Dugand, oriundo de Barranquilla y educado en París, un hombre de enorme cultura y visión. Aunque botánico por formación, Dugand conoció muy a fondo la ornitología e hizo varios aportes importantes al conocimiento de las aves colombianas, especialmente a las de su tierra natal. El primer Jefe de Ornitología del Instituto fue F. Carlos Lehmann, educado en los Estados Unidos y un formidable experto tanto en la observación de las aves en el campo, como en el trabajo de museo. Al cabo de unos pocos años Lehmann dejó el Instituto para ayudar al establecimiento de un museo en Cali, con el apoyo del Instituto Smithsoniano de Washington y, luego, pasó a dirigir el Museo de Historia Natural en la Universidad del Cauca en Popayán, su ciudad natal. Reunió una colección importante de aves que ahora reposa en la Universidad del Valle, y publicó varios trabajos, especialmente sobre las aves rapaces de Colombia. Su lugar en el Instituto fue ocupado por su asistente y colega José Ignacio Borrero, otro insigne ornitólogo que ha realizado grandes aportes en Bogotá y en Cali, a donde se trasladó para integrarse al recién fundado Departamento de Biología de la Universidad del Valle.
El siguiente Jefe de Ornitología del Instituto fue el Padre Antonio Olivares, fraile franciscano que desde muy temprano mostró una vocación hacia las ciencias naturales, estableciendo museos en las casas de su comunidad y escribiendo ensayos sobre las aves. En Bogotá estudió brevemente con Lehmann, y luego fue enviado a los Estados Unidos, donde obtuvo una maestría basada en sus colecciones ornitológicas en Colombia, y estableció contactos con el Instituto Smithsoniano. De regreso a Colombia se asoció con el Instituto en 1958, y fue llamado a ser Jefe de Ornitología cargo que ocupó hasta su muerte, en 1975. Durante este período desarrolló una labor muy fructífera, incrementando en forma notable las colecciones del Instituto y publicando una larga serie de obras sobre la avifauna colombiana, entre las cuales se destacan Aves de Cundinamarca, Los Ciconiformes Colombianos, y Aves de la Orinoquia. También, a lo largo de su período en el Instituto, Olivares, y antes de él, Borrero, ayudaron en la formación de varios estudiantes que luego han hecho contribuciones a la ornitología colombiana como José Vicente Rodríguez, Jorge Morales, Hernando Romero (quien le siguió como Jefe de Ornitología), y ese gran naturalista sui generis Jorge Hernández Camacho, quien además de la ornitología ha hecho aportes a la mastozoología, la ictiología, la paleontología, y la biogeografía de Colombia.
Paralelo a estos desarrollos en la ornitología autóctona, algunos extranjeros realizaron estudios y colecciones importantes en el país. El colector profesional norteamericano M. A. Carriker permaneció muchos años en Colombia y envió grandes colecciones, principalmente del occidente del país, a museos de los Estados Unidos especialmente el Instituto Smithsoniano. Aunque Carriker escribió algunos artículos sobre aves, su área principal de interés fue la de los ectoparásitos de éstas, especialmente los piojos de las plumas (Mallophaga), con los cuales realizó varios trabajos importantes en la taxonomía y relaciones parásito –hospedero. Otro colector muy importante fue el sueco K. von Sneidern, quien, bajo los auspicios de la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia, hizo exploraciones y grandes colecciones en varias regiones del país. Estas colecciones, más algunas de las de Carriker y la información suministrada por los ornitólogos colombianos, formaron la base para la segunda gran síntesis sobre la avifauna colombiana, publicada en la revista Caldasia, en varias entregas, entre 1948 y 1952 por el ornitólogo suizo, radicado en Filadelfia, R. Meyer de Schauensee, quien culminó su trabajo sobre la avifauna colombiana en 1964, con la publicación de una versión, en inglés, resumida y actualizada de su obra en forma de una guía de campo. En ella, 1.550 especies y 2.641 subespecies fueron registradas en el país, más del doble de toda la avifauna de Norteamérica.
Durante este mismo período el ornitólogo A. H. Miller realizó colecciones de la avifauna del alto río Magdalena y un estudio pionero sobre la ecología, ciclos anuales de reproducción y muda de la avifauna de un bosque nuboso cerca de Cali. Von Sneidern realizó colecciones importantes en La Macarena en 1952 y en los años 70 en varias partes del sur del país, para el Museo de Historia Natural de Chicago. Entre 1958 y 1967 el alemán J. Haffer, geólogo de profesión, aprovechó su trabajo de campo en la exploración petrolera en el Chocó y en Amazonas, para realizar importantes colecciones de aves entre 1958 y 1967. Esta experiencia fue fundamental para su desarrollo de la teoría de ‘refugios’ de bosque húmedo durante los períodos glaciales secos del Pleistoceno, un aporte fundamental para la interpretación de los patrones de distribución de las aves y otros organismos neotropicales. Otro geólogo que aprovechó sus exploraciones en esta área para hacer observaciones sobre aves fue W.L. Brown, quien a partir de 1960 realizó muchas visitas a Colombia, especialmente a la parte sur, en donde contó con la estrecha colaboración de Lehmann.
A partir de los años 70, muchos de los desarrollos significativos en la ornitología colombiana han tenido su origen en el sur del país. Humberto Alvarez, un alumno de Borrero que obtuvo su doctorado en los Estados Unidos, ha publicado varios trabajos importantes incluyendo una excelente introducción a la avifauna colombiana. Alvarez fundó, junto con Borrero y un grupo destacado de estudiantes de la Universidad del Valle, la primera (y por muchos años la única) sociedad ornitológica en Colombia, la Sociedad Vallecaucana de Ornitología.
En 1971 un voluntario del Cuerpo de Paz del gobierno norteamericano, S. L. Hilty , comenzó a trabajar en el Valle del Cauca; realizó allí su trabajo de doctorado, y regresó muchas veces al país como líder de grupos de ornitólogos aficionados. Hilty unió esfuerzos con Brown y, con el estímulo de Lehmann (quien desafortunadamente murió al comienzo del proyecto), realizó en 1986 la tercera gran síntesis de la avifauna colombiana en forma de una magnífica guía de campo. Esta obra incluye una revisión cuidadosa de los especímenes de aves colombianas en los grandes museos norteamericanos, y contiene gran información sobre la ecología y el comportamiento de las aves. Las ilustraciones de Hilty y Brown son las mejores de cualquier guía de aves suramericana y la obra sin duda servirá como estímulo para el trabajo de campo de la nueva generación de ornitólogos colombianos, especialmente cuando la traducción al castellano, que está siendo realizada por Alvarez, esté disponible. Otro evento trascendental para la ornitología colombiana, fue la realización del III Congreso de Ornitología en Cali, en diciembre del 1987.
Durante los últimos años, la tradición lasallista de investigaciones y colecciones había sido mantenida en alto por el Hermano Marzo A. Serna, del Colegio de San José, en Medellín. Con gran dedicación, energía y humildad, Serna logró acumular una colección muy importante de aves de Antioquia, y publicó sendas obras sobre las aves de esta región y de La Guajira, entre otras. Los ornitólogos de Colombia que han venido realizando encuentros anualmente desde 1987, eligieron al Hermano Marzo Antonio como el primer presidente de la Asociación Colombiana en su acta de fundación en 1991. Su muerte trágica en una salida de campo a finales de 1991 dejó un gran vacío en la ornitología colombiana. Para terminar este breve resumen, hay que destacar que la ornitología en Colombia está actualmente en una etapa dinámica, una etapa de ‘despegue’. Existen cuatro sociedades ornitológicas activas en el país, en Bogotá, Cali, Manizales y Medellín. Hay programas de ornitología en varias universidades incluyendo la de Valle (Cali), Cauca (Popayán), y Nacional (Bogotá); varios ornitólogos jóvenes, egresados de estas y otras universidades como la Javeriana y los Andes (Bogotá) y la de Antioquia (Medellín), están realizando investigaciones y saliendo al exterior para continuar su entrenamiento. Hay un interés cada vez mayor en los trabajos de campo y en la conservación de las aves. Puesto que Colombia posee la avifauna más rica del mundo, con más de 1.720 especies ya registradas, la conservación de esta avifauna tiene que ser el reto más importante que enfrentarán las nuevas generaciones de ornitólogos colombianos.