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- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
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- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
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- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
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La interrelación del arrecife
El arrecife coralino es sin lugar a dudas el ecosistema más complejo y diverso del mundo, con una población impresionante de “cazadores sésiles”, en donde todos sus ocupantes interactúan y se “reparten” el medio, con el fin de evitar exclusiones peligrosas. Este delicado equilibrio se logró después de miles de años de evolución y guerras sin cuartel. Aldo Brando.
El calamar Sepioteuthis sepioidea, página anterior, es excepcional pues, como pocos de su género, habita el arrecife. Sus parientes más cercanos se encuentran en las aguas profundas y pelágicas del mar abierto. Con ojos agudamente evolucionados, enfoca sus presas para darles cacería. Tiene un sifón por donde absorbe y expulsa el agua, permitiéndole una gran velocidad en su desplazamiento. Aldo Brando.
Las morenas como Lycodontia moringa, realizan un papel de control en los intersticios de los arrecifes, donde otros cazadores no pueden llegar. Con su cuerpo resbaloso y aplanado se deslizan por entre las hendiduras del coral y cazan los animales que se refugian allí, con sus fuertes mandíbulas y afilados dientes. Aldo Brando.
La morena tigre, Lycodontia moringa, para protegerse de la luz solar se refugia entre los seudoósculos de las esponjas multitubulares del género Aplysina. Allí duerme durante el día. Su piel, salpicada de manchas blancas, imita a la perfección la textura de su refugio natural. Aldo Brando.
La captación de nutrientes suspendidos en el agua, ha llevado a los octocorales a evoluciones prodigiosas. Algunos, como el octocoral rojo, Iciligorgia schrammi, página siguiente, han convertido su cuerpo flexible en una verdadera red, filtrando maravillosamente, a través de sus pólipos, el zooplancton suspendido en el agua. Aldo Brando.
El erizo lápiz Eucidaris tribuloides, se carateriza por poseer espinas romas, finamente ornamentadas. De día se refugia en grutas y cuevas, utilizando sus espinas para aferrarse a las paredes. Aquellas espinas de la región ventral, mucho más cortas, les sirven para la locomoción. Aldo Brando.
Los Equinodermos presentan excelentes adaptaciones a la vida arrecifal. La estrella serpiente, Ophiothrix suensoii, asociada a los octocorales, asciende a lo largo de su superficie, para retirar el material mucoide, con sedimentos atrapados, que no han sido utilizados por el octocoral. De esta manera mantiene limpios los pólipos de su hospedero. Aldo Brando.
Las interacciones en el arrecife son espectaculares; especialmente las relaciones simbióticas como la que se da entre anémonas y camarones. Es frecuente ver al camarón Periclimenes pedersoni sobre la anémona Rhodactis sanetitohomae como lo muestra la fotografía tomada en la Bahía de Santa Marta a 6 metros de profundidad. Harry Erhardt.
El camarón pistola, Alpheus armatus, encontrado a 12 metros de profundidad cerca a Punta Betín en Santa Marta, busca refugio debajo de anémonas, en donde habita con su pareja. A diferencia de otros camarones, sale de su refugio; pero a la menor señal de peligro regresa o trata de esconderse entre la arena, emitiendo amenazantes sonidos con sus pinzas. Harry Erhardt.
El arrecife presenta asociaciones verdaderamente particulares, como la de esta esponja que crece sobre el octocoral Telesto, cerca de Isla Aguja, Santa Marta, a unos 37 metros de profundidad Estos organismos conviven sin afectarse pues su alimento es diferente. La esponja aprovecha la estructura esquelética central del octocoral para filtrar mejor el agua. Harry Erhardt.
Los Zoantidios parecen pequeñas anémonas y viven en forma solitaria o colonial. Palythoa grandis es el que alcanza mayor tamaño, con un disco que llega a tener unos 3 centímetros de diámetro. Esta especie, encontrada en la Bahía de Santa Marta, parece más bien un hongo con los bordes levantados, lo cual le permite retener el detritus orgánico del que se alimenta. Harry Erhardt.
Los habitantes más recientes del arrecife son los peces. Coevolucionaron y se adaptaron a él maravillosamente, colonizando todas sus zonas tanto las superficiales como las profundas. Las diferentes especies desarrollaron estrategias propias de alimentación y camuflage. Aldo Brando.
La coevolución en los arrecifes presenta espectaculares adaptaciones. Algunos peces imitan perfectamente la superficie y textura de la roca coralina, como el lenguado, Bothus lunatus, que se posa sobre ella y, exactamente mimetizado, espera pacientemente el paso de sus víctimas. El rascacio, perteneciente a la familia Scorpaenidae, se camufla con gran habilidad, e imita el sustrato sobre el que se posa, con lo cual se hace prácticamente “invisible” para sus presas, que captura cuando éstas se acercan. Se defiende de sus enemigos, al inyectar, con su aleta dorsal, un potente veneno que los paraliza. Aldo Brando.
Algunos peces diurnos, con coloraciones muy atractivas, como las Isabelitas, se han especializado en raspar algas y pequeños invertebrados de la roca coralina. Abren constantemente espacios, permitiendo así la fijación de plánulas de corales, octocorales y larvas de esponjas, que de otra forma no llegarían a desarrollarse. Aldo Brando.
El pez angel reina, Holacanthus cifiaris, arriba, revestido con extraños y espectaculares colores, y las Isabelitas negras, Pomacanthus arcuatus, abajo, habitan las aguas poco profundas del arrecife. Se alimentan de algas e invertebrados y utilizan las cuevas que forman los corales para resguardarse y descansar durante la noche. Aldo Brando.
Las bandas amarillas y negras de los ejemplares juveniles de la Isabelita negra, Pomacanthus arcuatus los diferencia de los adultos. Su patrón de coloración impide que en aquellas zonas poco profundas y con altos contrastes de luz y sombra, sean fácilmente descubiertos por sus depredadores. Aldo Brando.
Otro ejemplar de la familia de los peces ángel, la Isabelita blanca, Pomacanthus paru, se alimenta generalmente de algas verde?azuladas, ricas en nitrógeno. Estos peces contribuyen a fertilizar el territorio de los arrecifes al liberar los deshechos metabólicos nitrogenados. Aldo Brando.
Los peces especializados en romper fragmentos coralinos con sus fuertes placas dentarias, como el pez cofre, Lactophreis bicaudales, y el torito, Acanthostracion polygonius, son muy comunes en los fondos arenosos del arrecife. Cambian su coloración mientras transitan de un arenal a otro pastoreando las madreporitas vivas del coral. Aldo Brando.
Los peces especializados en romper fragmentos coralinos con sus fuertes placas dentarias, como el pez cofre, Lactophreis bicaudales, y el torito, Acanthostracion polygonius, son muy comunes en los fondos arenosos del arrecife. Cambian su coloración mientras transitan de un arenal a otro pastoreando las madreporitas vivas del coral. Aldo Brando.
El pez puercoespín, Diodon hystrix, tiene la capacidad de inflar su cuerpo y levantar sus espinas para protegerse, adquiriendo una forma redondeada. Posee poderosas placas dentarias para romper y triturar las conchas de los moluscos y los corales que constituyen su dieta alimenticia. Aldo Brando.
El pez puercoespín, Diodon hystrix, tiene la capacidad de inflar su cuerpo y levantar sus espinas para protegerse, adquiriendo una forma redondeada. Posee poderosas placas dentarias para romper y triturar las conchas de los moluscos y los corales que constituyen su dieta alimenticia. Aldo Brando.
El talud arrecifal con sus múltiples laberintos, grutas y cavernas sirve de refugio y dormitorio a una gran variedad de seres. Estos espacios están ocupados las 24 horas del día, ya que si los peces diurnos encuentran allí su alimento, los de actividad nocturna tienen en ellos su resguardo. Aldo Brando.
Para adaptarse al medio los habitantes de la laguna arrecifal han modificando su estructura. La raya, Dasyatis cf. americana bate sus poderosas aletas, removiendo el fondo arenoso, para descubrir moluscos y crustáceos, y el chucho, Aetobatus marimari, en aguas poco profundas, se mimetiza con su piel oscura salpicada de manchas blancas. Aldo Brando.
Para adaptarse al medio los habitantes de la laguna arrecifal han modificando su estructura. La raya, Dasyatis cf. americana bate sus poderosas aletas, removiendo el fondo arenoso, para descubrir moluscos y crustáceos, y el chucho, Aetobatus marimari, en aguas poco profundas, se mimetiza con su piel oscura salpicada de manchas blancas. Aldo Brando.
En las cercanías de los cantiles y en aguas abiertas, habitan peces gregarios de gran tamaño, como los jureles. En la noche se acercan al arrecife para alimentarse y protegerse, dejando allí sus residuos orgánicos, que constituyen una importante fuente de energía para el desarrollo de los corales. Aldo Brando.
La proliferación de peces en los bancos. no es conveniente. La barracuda, Sphyraena barracuda, excelente y veloz cazadora, juega aquí un papel controlador. Hábil depredadora, caza en aguas abiertas del arrecife, manteniendo un perfecto equilibrio entre las diferentes especies de peces veloces, que nadan en sus cercanías. Aldo Brando.
Muchos peces del arrecife se especializan en alimentarse de algas que crecen en la roca coralina. El pez cirujano, arriba, vive en cardúmenes, pastoreando las algas que proliferan en los bancos de coral. Por su parte el pez castañuela, solitario y territorial, siembra y cuida su propio jardín de algas. Aldo Brando.
Muchos peces del arrecife se especializan en alimentarse de algas que crecen en la roca coralina. El pez cirujano, arriba, vive en cardúmenes, pastoreando las algas que proliferan en los bancos de coral. Por su parte el pez castañuela, solitario y territorial, siembra y cuida su propio jardín de algas. Aldo Brando.
El pez mariposa ha desarrollado un ocelo en la parte posterior de su cuerpo para que los depredadores ataquen su cola, y no su cabeza. Este pez se alimenta de algas y pólipos coralinos que arranca con su trompa tubular en forma de “pinceta”. Esta trompa especializada también le sirve para sacar pequeños invertebrados refugiados entre las oquedades. Aldo Brando.
El pez mariposa ha desarrollado un ocelo en la parte posterior de su cuerpo para que los depredadores ataquen su cola, y no su cabeza. Este pez se alimenta de algas y pólipos coralinos que arranca con su trompa tubular en forma de “pinceta”. Esta trompa especializada también le sirve para sacar pequeños invertebrados refugiados entre las oquedades. Aldo Brando.
Las castañuelas son verdaderos peces jardineros. Matan el coral para sembrar sus jardines de algas, entre los cuales van depositando sus huevos. Seleccionan y cuidan las algas de las que se alimentan arrancando y eliminando otras variedades. Son peces territoriales muy agresivos y llegan a emitir sonidos de advertencia para ahuyentar a los intrusos. Aldo Brando.
No todos los animales son sésiles en el arrecife. La saltona, Ocyurus chrysurus, y el octocoral, que se confunde fácilmente con una planta, son cazadores de zooplancton, pero utilizan estrategias diferentes para realizar su tarea. Mientras la saltona viaja en busca de alimento, el octocoral espera a que éste llegue, mezclado con el agua marina. Aldo Brando.
Dentro de las diferentes adaptaciones de los peces del arrecife, encontramos algunos que se han especializado en desparasitar a sus congéneres, y así mantienen saludable la población del entorno. Los sargento mayor, Abudeffluf saxatilis, realizan esta labor. Aquí los vemos alimentarse de los parásitos de una saltona, Ocyrus chrysurus. Aldo Brando.
Para beneficiarse de las variadas posibilidades alimenticias, las especializaciones son múltiples. Por ejemplo, la boca del pez repelador, Stegastes planifrons, evolucionó para adaptarse a una función determinada. También los dientes se modificaron para raspar algas e invertebrados que viven en la roca coralina. Aldo Brando.
El caballito de mar, Hippocampus reidi, es otro ejemplo magnífico de adaptación al medio. Aferrado con su cola prensil a los octocorales, succiona con su trompa tubular especializada, el zooplancton de mayor tamaño, que viaja suspendido en las corrientes marinas y que no puede ser capturado por los octocorales. En los caballitos de mar, la incubación de los huevos corre por cuenta de los machos. Las hembras los depositan en bolsas especializadas para que aquéllos los incuben y críen. De esta manera las hembras quedan en libertad para aparearse con otros machos, incrementando así el potencial de reproducción de la especie. Aldo Brando.
No todos los depredadores habitan los corales. En la laguna arrecifal encontramos la anguila, Ophichtus ophis, y la morena trompuda, Myrichthys acuminatus, que desarollan una pigmentación en la piel con la cual imitan el fondo arenoso, donde rastrean con sus palpos olfatorios, los animales de los que se alimentan. Aldo Brando.
No todos los depredadores habitan los corales. En la laguna arrecifal encontramos la anguila, Ophichtus ophis, y la morena trompuda, Myrichthys acuminatus, que desarollan una pigmentación en la piel con la cual imitan el fondo arenoso, donde rastrean con sus palpos olfatorios, los animales de los que se alimentan. Aldo Brando.
En el desarrollo de los arrecifes todo responde a la evolución, adaptación y especialización de las diversas especies. Solo así pueden convivir en sociedad de una manera armónica. Los arrecifes más sanos serán aquellos que presentan mayor diversidad de especies y alcanzan un más alto grado de especialización en el ecosistema. Aldo Brando.
En busca del equilibrio, los diversos organismos explotan diferentes niveles de superficie. Si los corales utilizan el estrato horizontal para captar la mayor cantidad de luz posible, los octocorales, con su esqueleto flexible, se especializan en ocupar el espacio vertical. Aldo Brando.
Resultan admirables las diversas estrategias desarrolladas por los octocorales para capturar alimento suspendido. No solo filtran plancton viajero arponeándolo con sus pólipos, sino que algunos octocorales como Pseudopterogorgia, han desarrollado una película de moco que los cubre, para atrapar los nutrientes que se pegan a ella. Aldo Brando.
Los octocorales forman empalizadas que constituyen verdaderas trampas en el fondo del mar, para hacer más efectiva la captura de alimento. Ellos, al igual que las esponjas, necesitan desarrollar la mayor área posible de filtración, ya que el plancton del cual se alimentan y que viaja mezclado con el agua marina, es muy pequeño. Aldo Brando.
El espacio vertical ha sido explotado por una gran diversidad de especies. Las esponjas multitubulares emergentes del género Aplysina, desarrollan una forma tubular, que las hace muy resistentes: reparten sus fuerzas a lo largo de toda su estructura. Pueden filtrar mayor cantidad de alimento en suspensión por crecer verticalmente. Aldo Brando.
Con los octocorales coevolucionaron simultáneamente peces y moluscos. El pez mariposa Chaetodon striatus, encuentra un refugio seguro entre sus cuevas y ramales. Allí, este pez adornado con bandas blancas y negras, imita el juego de luz y sombra visible en los octocorales que crecen a poca profundidad. Aldo Brando.
El caballito de mar, Hippocampus reidi, es otro hermoso habitante del arrecife. Aunque poco común, se le puede encontrar alimentándose entre los octocorales, o bien, en las praderas marinas de Thalassia, a cuyas hojas se aferra con su cola prensil. Aldo Brando.
Para protegerse dentro del medio, algunos peces imitan magistralmente a los octocorales. Así escapan a la acción de sus posibles depredadores. El pez trompeta, Aulostomus maculatus, posee un cuerpo alargado, que sitúa en posición vertical con respecto al sustrato, como un intento, tantas veces exitoso, de pasar inadvertido. Aldo Brando.
Peces como las saltonas, Ocyurus chrysurus, son alimento preferido de tiburones y barracudas. Cuando se ven amenazados, o cuando buscan refugio para dormir durante la noche, se dirigen a las colonias de octocorales, imitando su eje esquelético con una línea medial de color anaranjado. Aldo Brando.
El arrecife presenta diversos tipos de convivencia. Las anémonas, como Lebrunia danae, son fáciles de encontrar en la Bahía de Santa Marta alrededor de los 8 metros de profundidad y esconden su cuerpo bajo los corales; dejan fuera tan solo los tentáculos con los que capturan sus presas que son, por lo general, pequeños peces. Aldo Brando.
Otras anémonas arrecifales como Condylactis gigantea, abundantes en las Islas del Rosario y San Bernardo, protegen su cuerpo escondiéndolo entre las cavernas perforadas por los erizos, Diadema antillarum. Conviven con ellos y les ofrecen protección con la acción de sus tentáculos urticantes. Incluso, peces como las morenas cohabitan con ellos. Aldo Brando.
De noche las estrellas también ascienden sobre los corales de fuego. Entonces extienden sus brazos articulados, que llegan a medir hasta 12 centímetros de largo y baten continuamente para atrapar partículas alimenticias. Esta especie se reconoce por una banda oscura que recorre sus brazos. Aldo Brando.
Texto de: Henry von Prahl
Cuando la aglomeración de colonias coralinas permitió el desarrollo de estructuras arrecifales tridimensionales en aguas tropicales pobres en nutrientes, se fue creando por decirlo así, la escenografía viviente sobre la cual se destacaría todo un espectáculo de infinita variedad. La construcción de este medio se vio favorecida por la simbiosis entre corales y microalgas. Numerosos organismos acompañaron a los corales en esta aventura, desarrollándose un complicado proceso coevolutivo que forma un verdadero engranaje de la vida.
El arrecife como tal no es una estructura estática. Vive en permanente cambio aunque estos procesos ocurren normalmente en miles de años, lo que da tiempo para que otros organismos se ajusten y adapten, mediante activos procesos selectivos. La habilidad constructora de los corales y sus descomunales obras superan ampliamente a muchas otras efectuadas por especies marinas y terrestres.
El concepto de la modificación de los patrones de corrientes por parte del arrecife es fundamental y explica, en parte, la magnitud de estas obras, realmente colosales si se piensa por ejemplo que todo el cerro del Pie de la Popa o las lomas de Mamonal, cerca a Cartagena, no son más que antiguos arrecifes levantados por movimientos tectNicos o por fuerzas generadas por los volcanes submarinos de lodo. Aún más, islas completas como la de San Andrés existen gracias a la actividad constructora de los corales, ya que el cono volcánico original, sobre el cual se apoya el arrecife, se encuentra actualmente a más de 1.000 m de profundidad; se fue hundiendo gradualmente, dándole tiempo al coral para crecer verticalmente entre 1 y 5 m cada 1.000 años y mantenerse así cerca a la luz. Esta obra demandó un larguísimo período de tiempo, cerca de 50 millones de años, con algunas interrupciones de miles de años , por fluctuaciones en el nivel del mar y bajas sensibles en la temperatura del agua causadas por las glaciaciones.
Incluso el material para la construcción de las imponentes murallas de Cartagena y el castillo de San Felipe obras hechas por el hombre se extrajo de canteras cercanas que no son más que viejos cementerios arrecifales. Todas estas obras fueron construidas con roca calcárea fabricada por minúsculos pólipos coralinos. Hoy en día se pueden reconocer perfectamente los cálices de las especies que los formaron y hacer reconstrucciones sobre cómo eran nuestros antiguos arrecifes. Esta roca calcárea conserva en su estructura las huellas del pasado.
Muchas de nuestras islas, como las de San Bernardo y el Archipiélago del Rosario, están protegidas por barreras coralinas, es también el caso de la Isla de Providencia que sin su protección desaparecería del planeta. El arrecife modifica los patrones de las corrientes y cumple una función protectora, pero sus efectos van más allá.
Los organismos arrecifales fabrican estas barreras de roca para crear alteraciones en los patrones de las corrientes marinas que al chocar con el arrecife, forman vórtices o remolinos, levantando hidráulicamente nutrientes sedimentados sobre la plataforma continental o insular. Así se acelera la productividad de fitoplancton, especialmente durante las tormentas tropicales o temporadas de fuertes corrientes superficiales y oleaje, causados por los vientos Alisios del Caribe, que soplan fuertemente en los meses de diciembre a marzo, períodos en los cuales se registran incrementos generales en la productividad marina. Una vez retenidos los nutrientes por las algas, éstos son reciclados una y otra vez en el arrecife, e incluso una buena parte de los mismos entra a la laguna arrecifal a través de canales y conductos que atraviesan la barrera.
El arrecife no solo es una barrera modificadora de corrientes, también es el sustrato de anclaje de innumerables organismos sésiles especializados en alimentarse de plancton. Vale la pena aclarar que el concepto de producción de alimentos en el medio marino es sensiblemente diferente al del medio terrestre. La base de la red alimenticia en los ecosistemas terrestres son las plantas verdes, en especial las Gramíneas. Los animales terrestres se dirigen por sus propios medios a esta fuente de alimentación, mientras que los productores, o sea las plantas, son sésiles. Los desechos metabólicos los excrementos caen al suelo, donde son utilizados por otros organismos. Parte del material, especialmente los nutrientes inorgánicos, son arrastrados por el agua a las raíces de las plantas, para ser reutilizados en la síntesis de nueva biomasa. Este modelo es familiar para nosotros las plantas son consumidas por los herbívoros; éstos sirven de alimento a los carnívoros que a su vez pueden ser consumidos por otros carnívoros. Al morir, en el proceso de descomposición, otros organismos, como bacterias y hongos, deshacen los nutrientes y los transforman, haciendo que éstos entren nuevamente al sistema. Como reza la ley física Nada se crea, nada se destruye, todo se transforma. En el agua, y especialmente en el mar, la base de la red alimenticia varía notablemente apoyándose en pequeños organismos microscópicos en suspensión, capaces de llevar a cabo procesos fotosintéticos. Estos organismos autótrofos, que conforman el fitoplancton infinidad de pequeñas algas un o multicelulares, algunas de ellas provistas con esqueletos de carbonato de calcio como las diatomeas disponen de largas cerdas y proyecciones para mantenerse suspendidas en el agua incluso algunas tienen burbujas de aire o aceite, con el fin de no hundirse y mantenerse así cerca a la iluminada superficie; dado que derivan toda su energía del sol, hundirse a profundidades donde no penetra la luz significa morir.
La pradera marina, compuesta por agua y microorganismos fito y zooplanctónicos, está suspendida y se mueve permanentemente, tanto vertical como horizontalmente, empujada por las corrientes superficiales. Aquélla capta los nutrientes suspendidos en el agua y con la energía solar permite la conformación de una impresionante biomasa flotante que durante el día, en zonas estimuladas por la luz, generalmente en la superficie del agua, forma el fitoplancton que es consumido, en la noche, por un astronómico enjambre de larvas, huevos y pequeños animales, los cuales conforman el zooplancton, que a su vez será atrapado por los carnívoros arrecifales corales, rosas de mar, octocorales, plumeros de mar, moluscos y otros invertebrados que esperan las presas desde sus puestos fijos. A diferencia de los animales terrestres cazadores, que persiguen sus víctimas, estos organismos son predominantemente sésiles y acechan desde sus perchas calcáreas el paso de los organismos planctónicos suspendidos. Es la pradera planctónica con sus consumidores primarios el zooplancton la que se mueve hacia los cazadores y éstos sólo extienden las manos para capturarlos.
En resumen, el arrecife es una gigantesca estructura filtrante en espera del agua que transita, para retirar de ella los nutrientes. Para tal fin los organismos filtradores se localizan en zonas expuestas a las corrientes y tienden a ocupar el espacio vertical. En cambio los corales colonizan estratos horizontales pues, además de capturar organismos zooplanctónicos del medio, necesitan una buena cantidad de energía solar directa, la que transforman en nutrientes por medio de sus algas asociadas. Aquellas partes no expuestas a la radiación solar mueren y son colonizadas por anémonas y esponjas incrustantes. Los corales hemisféricos llamados masivos o de cerebro han perfeccionado de manera muy especial esta estrategia de captación. Su forma curvada les permite recibir cantidades apreciables de luz durante todo el día, de acuerdo con los diferentes ángulos de inclinación del sol, mientras atraviesa el cielo tropical. Tenemos entonces que el espacio vertical es vital para los cazadores sésiles del arrecife, como octocorales y esponjas, ya que así captan mejor las corrientes. Los corales en cambio, explotan más el sustrato horizontal para acrecentar su área de captación de energía lumínica. Los espacios expuestos a las corrientes y los bien iluminados, son ideales, de allí la gran demanda que hace que se realicen luchas titánicas entre las diversas especies a la espera de poder apropiarse de un sitio adecua do. Entonces, para asegurar el control del espacio, algunos corales disponen de tentáculos asesinos con los cuales matan corales vecinos y eliminan a otros competidores peligrosos. Bajo las mismas presiones e idénticas necesidades, otros organismos desarrollaron toxinas, produciendo como resultado una verdadera guerra química, para mantener y conservar su espacio vital.
En el transcurso de millones de años, los organismos, buscaron y encontraron diversas estrategias de alimentación; aprendieron a convivir en una paz relativa. En este proceso se efectuaron maravillosos ajustes y excelentes adaptaciones. Quienes no las lograron, desaparecieron. Así por ejemplo, las esponjas al filtrar pequeñísimas partículas de materia orgánica, compuesta por bacterias y protozoarios, conviven en armonía con octocorales, ya que, éstos se alimentan de larvas grandes de crustáceos -zooplancton-, evitando luchas por la distribución alimenticia que el medio ofrece.
Han sido tan espectaculares las compenetraciones de los diversos habitantes del arrecife, que incluso se turnan las horas de actividad vital, descansando algunos en el día y otros en las horas de la noche. Así, la pradera marina nutre a estos seres inmóviles las 24 horas del día.
La mayoría de los invertebrados sésiles no luchan por conseguir un espacio próximo a la luz o a las corrientes para desarrollarse y crecer, al contrario se refugian en grietas o debajo de las rocas coralinas. Otros invertebrados, habitantes de los bancos de coral, para evitar la ardua competencia por el alimento flotante, han desarrollado estrategias para ir en busca de alimento decantado, aspirando el fondo marino. Los pepinos de mar son típicos ejemplos. Algunas especies, incluso se anclan a las paredes coralinas y recorriendo el fondo, retiran restos orgánicos allí depositados. Son, si lo pudiéramos decir así, verdaderos barrenderos del arrecife. Estos limpian el fondo de restos orgánicos dejados por otros animales, mientras que los sésiles se encargan de mantener limpia y por lo tanto clara el agua superficial del arrecife y la laguna. Aunque la mayor parte de los animales que integran el arrecife son invertebrados fijos sobre estructuras sólidas, hay algunos que evolucionaron para ir en busca de alimento. Son organismos herbívoros, que ramonean y raspan algas, y cazadores, que se comportan de una manera similar a los terrestres. Una variedad de caracoles buscan activamente su presa y han desarrollado para tal efecto ojos y otros receptores muy sensibles, como quimorreceptores equivalentes al sistema olfatorio; también herramientas especializadas en detectar y capturar la presa. El caracol cono, por ejemplo, modificó sus dientes convirtiéndolos en verdaderos dardos tóxicos, que asociados con su trompa, funcionan a manera de cerbatana. Los caracoles del género Murex, son capaces de perforar la concha de su víctima e introduciendo su lengua con dientes, rasparle la carne.
La comunicación de las especies
El medio arrecifal es realmente diverso y presenta multitud de adaptaciones. Allí sucede algo verdaderamente interesante las diversas especies han logrado un sorprendente entendimiento entre ellas al punto de sincronizar algunas de sus actividades vitales, por ejemplo cuando se presentan condiciones ambientales favorables buena temperatura y oferta suficiente de nutrientes el desove masivo. Gran parte de este equilibrio se logra al usar complejos lenguajes químicos, como el que emplean los espermatozoides para reconocer óvulos de su misma especie y fecundarlos. Sin este reconocimiento, millones de huevos se perderían y la fecundación externa sería en extremo azarosa. Estos elaboradísimos sistemas de comunicación, especialmente el lenguaje químico, son fundamentales para coordinar los procesos reproductivos a distancia, utilizados por los animales sésiles que allí habitan.
Los animales que se desplazan, en cambio, tuvieron que desarrollar receptores específicos tanto para reconocer a sus semejantes como para defenderse en este medio. Además de lenguajes químicos desarrollaron mecanismos visuales lo que implicó la aparición de ojos. Un claro ejemplo de estas adaptaciones nos lo dan los camarones limpiadores que se comunican con sus clientes a través de elaboradas señales y gran despliegue de colores. Otros, como los calamares, utilizan magníficas estrategias de defensa en una clara adaptación al arrecife. Por medio de un maravilloso lenguaje corporal, transforman en segundos la coloración de su cuerpo al dilatar o concentrar pequeñas bolsas musculares provistas de pigmentos. Esta estrategia les sirve para escapar de las acechanzas de sus enemigos. Cuando una morena los ataca cambian su coloración expulsando simultáneamente una nube de tinta negra. La morena engañada persigue la mancha de tinta, dando tiempo al animal de cambiar la coloración oscura, utilizada en el momento del escape, por tonalidades claras que lo mimetizan con el fondo marino. Al parecer, la tinta afecta momentáneamente las estructuras olfativas de la morena. Estos mecanismos de defensa también son utilizados por los pulpos.
Muchas veces la poca oferta de alimentos hace que algunos animales no puedan vivir en grandes concentraciones o en parejas y tengan que distribuirse el área de una manera acordada. Pero durante el período de reproducción es importante reunirse en grupos para poder desarrollar las actividades de cortejo y fecundación. Es durante la época de celo cuando las hembras liberan, por ejemplo en los crustáceos, sustancias químicas llamadas ferromonas que se diluyen en el agua y que al ser arrastradas por las corrientes a grandes distancias, avisan a los machos de la región que hay una hembra lista para la reproducción. Esto los induce a abandonar temporalmente su territorio para cortejar a la hembra y copular, sin que se ponga en peligro la distribución alimenticia de la zona. Los lenguajes químicos viajan dentro del arrecife de un lado para otro durante las épocas de celo.
Además de los lenguajes químicos indispensables en la reproducción de las especies, los animales de este ecosistema también desarrollan lenguajes de protección para lo cual han desarrollado una cantidad de estrategias relacionadas con colores de advertencia. Por ejemplo los organismos más tóxicos del arrecife poseen, generalmente, colores muy llamativos, pues quieren ser reconocidos como peligrosos y así evitar la predación. Curiosamente otros animales inofensivos han desarrollado colores semejantes, disfrazándose de peligrosos sin serio en realidad. Esto es una señal más de las complejas adaptaciones que se han logrado en este medio, durante los millones de anos de evolución. Un claro ejemplo del uso de estrategias químicas y lenguajes de defensa nos lo dan las babosas de mar. Estos moluscos han perdido la concha y se podría creer que son extremadamente vulnerables, lo que no es cierto. La concha para ellos es un estorbo. En su proceso evolutivo, aprendieron a alimentarse de nidarios. Después de ingerirlos los inducen a que no descarguen sus cnidiocitos, bloqueándolos químicamente. Después la babosa digiere los pólipos libera los cnidiocitos,para luego concentrarlos sobre su superficie corporal. Cuando un predador se le acerca, la babosa hace que estos cnidiocitos se descarguen y lo ataquen. Muchas babosas son capaces de concentrar toxinas de las algas de las cuales se alimentan y de esta manera se convierten en estructuras venenosas ambulantes. Estamos de acuerdo en que ellas han inventado algo mucho más efectivo. que las conchas. Esta estrategia defensiva, usando recursos tóxicos de otros seres vivientes para el propio beneficio, es otra excelente muestra de coevolución.
Los peces y el entorno arrecifal
A este interesantísimo mundo llegaron animales nuevos. Con su despliegue de formas y color, los recientes habitantes del arrecife son quienes captan inmediatamente la atención de ( hombre, que lo visita. En cambio, los organismos sin columna vertebral -los invertebrados-, aquéllos que en buena medida fabrican el arrecife y que corresponden a más o menos el 97% de sus habitantes, pasan casi inadvertidos ante sus ojos, y en muchos casos ni siquiera se los considera animales confundiéndolos frecuentemente con plantas. Predomina en esto el concepto terrestre de que solo lo que se mueve es animal, que no es en modo alguno válido en este ecosistema. Sin embargo, estos vertebrados que injustamente identifican el arrecife, captan toda nuestra atención. Por lo tanto creemos interesante y necesario hablar de ellos.
Los peces son relativamente nuevos en el arrecife aparecieron hace tan solo 350 millones de años mientras que algunos invertebrados como las esponjas y los corales aparecieron hace unos 500. Aunque constituyen sólo el 3% de toda la fauna existente en este andamio de la vida, se han adaptado perfectamente el medio, evolucionando con el arrecife hay casos de mimetismo y camuflaje realmente espectaculares. Algunos peces de fondo, como el lenguado, Bothus lunatus, se han adaptado de tal manera que imitan magistralmente el fondo coralino o arenoso sobre el que se posan, pasando casi desapercibidos. Los peces escorpiones parecen formar parte de la roca coralina sobre la cual reposan en espera de su víctima, a la que suelen engañar con su disfraz.
Otras especies también se camuflan. El pez trompeta, Aulostomus maculatus, se coloca verticalmente de cabeza hacia los octocorales, confundiéndose entre éstos, y muchos ejemplares juveniles, como Por ejemplo los del pez mariposa, desarrollan bandas claras y oscuras, imitando el juego de luz y sombra presente en las aguas superficiales, simulando el entorno para pasar inadvertidos Este mecanismo de defensa también lo utilizan ejemplares juveniles de algunos peces ángel. Al llegar el pez al estado adulto esta primera coloración cambia para permitirle ser reconocido por su pareja y poder aparearse.
Algunos peces coralinos se especializaron en alimentarse de algas filamentosas y de pequeños invertebrados, que retiran del sustrato con dientes cortantes o con trompas. En esta. operación son verdaderos maestros los peces ángel como Holocanthus ciliaris, que generalmente viven en pareja. Los peces cirujano se mueven en grandes cardúmenes recorriendo el arrecife, y al igual que los herbívoros terrestres ramonean las algas del sustrato. Las castañuelas son, en cambio, peces territoriales que cultivan y cuidan su propio jardín de algas, de las cuales se alimentan, aceptando a su pareja únicamente durante el cortejo. Estos peces depositan sus huevos entre los jardines de algas y los cuidan, llegando a producir ruidos si se sienten amenazados y de ahí proviene su nombre.
Los amables habitantes de los arrecifes de coral, además de cumplir un importantísimo papel dentro del ecosistema al controlar la población de algas que sin ellos proliferaría, y abrir nuevos espacios para que se fijen larvas de esponjas y plánulas de corales y octocorales, abonan con sus excrementos el entorno arrecifal, permitiendo la recirculación de nutrientes. Esto sucede de la manera siguiente las algas, muy ricas en nitrógeno orgánico, elemento esencial para la vida, al ser consumidas, digeridas y evacuadas por los peces herbívoros, hacen que los nutrientes vuelvan al medio, para ser reutilizados por una infinidad de organismos, permitiendo el incremento de fitoplancton, base de la red alimenticia del arrecife.
Pero en este hábitat no solo existen peces herbívoros. También los hay que se alimentan de pólipos coralinos y otros pequeños invertebrados. Para lograrlo han desarrollado trompas terminadas en punta que facilitan la labor. Un típico representante de tal adaptación es el pez mariposa, Chaetodos ocellatus, que con su trompa en forma de pinceta arranca delicadamente ciertos pólipos coralinos de los que se alimenta. Otros peces también se alimentan de corales como el pez cofre y el pez puercoespín, pero lo hacen con menos delicadeza que los peces mariposa rompen y destrozan con sus fuertes mandíbulas y placas dentarias las colonias coralinas, comportándose como verdaderos podadores naturales del arrecife. Sus excrementos producen alrededor de dos toneladas métricas de arena coralina al año, lo que equivale a un tercio del crecimiento arrecifal. De esta forma influyen sensiblemente en la distribución espacial de las colonias coralinas. Los peces que ramonean en el arrecife son muy ágiles pues necesitan moverse para ir en busca de alimentos. En cambio los peces podadores son animales lentos que viven, podríamos decir, sobre su recurso alimenticio, y esto los hace vulnerables. Para evitar la predación, han desarrollado mecanismos de defensa bien ingeniosos el pez cofre tiene un cuerpo cubierto con placas óseas que le impide moverse con rapidez pero que a su vez lo defiende de sus posibles depredadores, y el pez puercoespín evita ser una víctima fácil al desarrollar potentes toxinas que lo hacen poco apetecible. También se infla de aire o se llena de agua levantando las púas de su cuerpo, para impedir convertirse en suculento bocado.
El arrecife, al suministrar lugares seguros, es un lugar ideal para incubar y desarrollar las crías de los peces, no sólo entre sus múltiples laberintos y cuevas sino entre los brazos de las anémonas o las espinas de los erizos. Ofrece tanta protección que incluso llegan allí a dormir durante la noche cardúmenes de otros ecosistemas praderas marinas o sistemas pelágicos . Estos cardúmenes se comportan de una manera similar a los herbívoros africanos y podemos compararlos con las manadas de us y cebras se protegen los unos a los otros viviendo en grupos, que al ser atacados en el caso de los peces por barracudas y tiburones, en el caso de los herbívoros, por leonas, licaones o hienas , el más débil es el que cae presa de las fuertes mandíbulas. Así, los ejemplares que se reproducen son los más sanos y mejor adaptados, garantizando la sana continuidad de la especie.
No solo hay adaptaciones importantes para ocupar el arrecife. La laguna arrecifal también estimula diversas estrategias para que una variedad de animales la pueda poblar. Dentro de los vertebrados que allí encontramos se destacan animales como la raya, Dasyatis cef. americana, y el chucho, Aetobatus marimari. Estos peces cartilaginosos, coevolucionaron allí, desarrollando una estructura corporal aplanada, con amplias aletas pectorales en forma de alas, que al batirlas remueven el fondo arenoso, extrayendo moluscos y otros animales que viven allí enterrados y de los cuales se alimentan.
Tanto los peces pobladores del arrecife como los de la laguna si se multiplican en exceso ponen en peligro tanto al entorno como a su misma especie. Entonces requieren de un control. Así se comprende la presencia de peces devoradores, que son verdaderos controladores de otras especies, que no deben proliferar de una manera libérrima. Aún más, los peces controladores a su vez son víctimas necesarias de otros peces que parecen determinar su número para que el equilibrio sea mantenido. Ahí están, por ejemplo, las barracudas y las morenas que entran a jugar su importantísimo papel. Las primeras, verdaderos lobos de mar, cazan en las zonas abiertas del arrecife, mientras que las segundas, con sus resbalosos cuerpos, lo hacen sinuosamente, entre las colonias coralinas, cazando las presas que encuentra escondidas entre las hendiduras y laberintos. Como se puede comprender, la existencia de los unos depende de la de los otros, todo en la permanente tendencia de un delicado equilibrio.
Al enfermarse y parasitarse la población del arrecife necesita quién solucione esta problemática. Aparecen entonces los peces que limpian a sus congéneres, conservando saludable la población arrecifal. Instalados en sus estaciones de limpieza y con sus llamativos colores, invitan a los peces a que se acerquen. Les extraen los parásitos llegando a introducirse entre la boca y las branquias. A una clara señal del cliente, se retiran para evitar ser devorados por él.
Las relaciones de este ecosistema maravilloso universo creado y fabricado por sus mismos habitantes son realmente complejas, algunas incluso muy elaboradas. Tardaron miles de años en ensayos de adaptación hasta lograr el resultado deseado, llevando a la extinción a las especies que no lo lograron. Es por esto que debemos preocuparnos por conocer este mundo tan diferente al que habitamos los hombres, para darle el reconocimiento y el valor que se merece, respetándolo y explotándolo cuidadosa y racionalmente.
#AmorPorColombia
La interrelación del arrecife
El arrecife coralino es sin lugar a dudas el ecosistema más complejo y diverso del mundo, con una población impresionante de “cazadores sésiles”, en donde todos sus ocupantes interactúan y se “reparten” el medio, con el fin de evitar exclusiones peligrosas. Este delicado equilibrio se logró después de miles de años de evolución y guerras sin cuartel. Aldo Brando.
El calamar Sepioteuthis sepioidea, página anterior, es excepcional pues, como pocos de su género, habita el arrecife. Sus parientes más cercanos se encuentran en las aguas profundas y pelágicas del mar abierto. Con ojos agudamente evolucionados, enfoca sus presas para darles cacería. Tiene un sifón por donde absorbe y expulsa el agua, permitiéndole una gran velocidad en su desplazamiento. Aldo Brando.
Las morenas como Lycodontia moringa, realizan un papel de control en los intersticios de los arrecifes, donde otros cazadores no pueden llegar. Con su cuerpo resbaloso y aplanado se deslizan por entre las hendiduras del coral y cazan los animales que se refugian allí, con sus fuertes mandíbulas y afilados dientes. Aldo Brando.
La morena tigre, Lycodontia moringa, para protegerse de la luz solar se refugia entre los seudoósculos de las esponjas multitubulares del género Aplysina. Allí duerme durante el día. Su piel, salpicada de manchas blancas, imita a la perfección la textura de su refugio natural. Aldo Brando.
La captación de nutrientes suspendidos en el agua, ha llevado a los octocorales a evoluciones prodigiosas. Algunos, como el octocoral rojo, Iciligorgia schrammi, página siguiente, han convertido su cuerpo flexible en una verdadera red, filtrando maravillosamente, a través de sus pólipos, el zooplancton suspendido en el agua. Aldo Brando.
El erizo lápiz Eucidaris tribuloides, se carateriza por poseer espinas romas, finamente ornamentadas. De día se refugia en grutas y cuevas, utilizando sus espinas para aferrarse a las paredes. Aquellas espinas de la región ventral, mucho más cortas, les sirven para la locomoción. Aldo Brando.
Los Equinodermos presentan excelentes adaptaciones a la vida arrecifal. La estrella serpiente, Ophiothrix suensoii, asociada a los octocorales, asciende a lo largo de su superficie, para retirar el material mucoide, con sedimentos atrapados, que no han sido utilizados por el octocoral. De esta manera mantiene limpios los pólipos de su hospedero. Aldo Brando.
Las interacciones en el arrecife son espectaculares; especialmente las relaciones simbióticas como la que se da entre anémonas y camarones. Es frecuente ver al camarón Periclimenes pedersoni sobre la anémona Rhodactis sanetitohomae como lo muestra la fotografía tomada en la Bahía de Santa Marta a 6 metros de profundidad. Harry Erhardt.
El camarón pistola, Alpheus armatus, encontrado a 12 metros de profundidad cerca a Punta Betín en Santa Marta, busca refugio debajo de anémonas, en donde habita con su pareja. A diferencia de otros camarones, sale de su refugio; pero a la menor señal de peligro regresa o trata de esconderse entre la arena, emitiendo amenazantes sonidos con sus pinzas. Harry Erhardt.
El arrecife presenta asociaciones verdaderamente particulares, como la de esta esponja que crece sobre el octocoral Telesto, cerca de Isla Aguja, Santa Marta, a unos 37 metros de profundidad Estos organismos conviven sin afectarse pues su alimento es diferente. La esponja aprovecha la estructura esquelética central del octocoral para filtrar mejor el agua. Harry Erhardt.
Los Zoantidios parecen pequeñas anémonas y viven en forma solitaria o colonial. Palythoa grandis es el que alcanza mayor tamaño, con un disco que llega a tener unos 3 centímetros de diámetro. Esta especie, encontrada en la Bahía de Santa Marta, parece más bien un hongo con los bordes levantados, lo cual le permite retener el detritus orgánico del que se alimenta. Harry Erhardt.
Los habitantes más recientes del arrecife son los peces. Coevolucionaron y se adaptaron a él maravillosamente, colonizando todas sus zonas tanto las superficiales como las profundas. Las diferentes especies desarrollaron estrategias propias de alimentación y camuflage. Aldo Brando.
La coevolución en los arrecifes presenta espectaculares adaptaciones. Algunos peces imitan perfectamente la superficie y textura de la roca coralina, como el lenguado, Bothus lunatus, que se posa sobre ella y, exactamente mimetizado, espera pacientemente el paso de sus víctimas. El rascacio, perteneciente a la familia Scorpaenidae, se camufla con gran habilidad, e imita el sustrato sobre el que se posa, con lo cual se hace prácticamente “invisible” para sus presas, que captura cuando éstas se acercan. Se defiende de sus enemigos, al inyectar, con su aleta dorsal, un potente veneno que los paraliza. Aldo Brando.
Algunos peces diurnos, con coloraciones muy atractivas, como las Isabelitas, se han especializado en raspar algas y pequeños invertebrados de la roca coralina. Abren constantemente espacios, permitiendo así la fijación de plánulas de corales, octocorales y larvas de esponjas, que de otra forma no llegarían a desarrollarse. Aldo Brando.
El pez angel reina, Holacanthus cifiaris, arriba, revestido con extraños y espectaculares colores, y las Isabelitas negras, Pomacanthus arcuatus, abajo, habitan las aguas poco profundas del arrecife. Se alimentan de algas e invertebrados y utilizan las cuevas que forman los corales para resguardarse y descansar durante la noche. Aldo Brando.
Las bandas amarillas y negras de los ejemplares juveniles de la Isabelita negra, Pomacanthus arcuatus los diferencia de los adultos. Su patrón de coloración impide que en aquellas zonas poco profundas y con altos contrastes de luz y sombra, sean fácilmente descubiertos por sus depredadores. Aldo Brando.
Otro ejemplar de la familia de los peces ángel, la Isabelita blanca, Pomacanthus paru, se alimenta generalmente de algas verde?azuladas, ricas en nitrógeno. Estos peces contribuyen a fertilizar el territorio de los arrecifes al liberar los deshechos metabólicos nitrogenados. Aldo Brando.
Los peces especializados en romper fragmentos coralinos con sus fuertes placas dentarias, como el pez cofre, Lactophreis bicaudales, y el torito, Acanthostracion polygonius, son muy comunes en los fondos arenosos del arrecife. Cambian su coloración mientras transitan de un arenal a otro pastoreando las madreporitas vivas del coral. Aldo Brando.
Los peces especializados en romper fragmentos coralinos con sus fuertes placas dentarias, como el pez cofre, Lactophreis bicaudales, y el torito, Acanthostracion polygonius, son muy comunes en los fondos arenosos del arrecife. Cambian su coloración mientras transitan de un arenal a otro pastoreando las madreporitas vivas del coral. Aldo Brando.
El pez puercoespín, Diodon hystrix, tiene la capacidad de inflar su cuerpo y levantar sus espinas para protegerse, adquiriendo una forma redondeada. Posee poderosas placas dentarias para romper y triturar las conchas de los moluscos y los corales que constituyen su dieta alimenticia. Aldo Brando.
El pez puercoespín, Diodon hystrix, tiene la capacidad de inflar su cuerpo y levantar sus espinas para protegerse, adquiriendo una forma redondeada. Posee poderosas placas dentarias para romper y triturar las conchas de los moluscos y los corales que constituyen su dieta alimenticia. Aldo Brando.
El talud arrecifal con sus múltiples laberintos, grutas y cavernas sirve de refugio y dormitorio a una gran variedad de seres. Estos espacios están ocupados las 24 horas del día, ya que si los peces diurnos encuentran allí su alimento, los de actividad nocturna tienen en ellos su resguardo. Aldo Brando.
Para adaptarse al medio los habitantes de la laguna arrecifal han modificando su estructura. La raya, Dasyatis cf. americana bate sus poderosas aletas, removiendo el fondo arenoso, para descubrir moluscos y crustáceos, y el chucho, Aetobatus marimari, en aguas poco profundas, se mimetiza con su piel oscura salpicada de manchas blancas. Aldo Brando.
Para adaptarse al medio los habitantes de la laguna arrecifal han modificando su estructura. La raya, Dasyatis cf. americana bate sus poderosas aletas, removiendo el fondo arenoso, para descubrir moluscos y crustáceos, y el chucho, Aetobatus marimari, en aguas poco profundas, se mimetiza con su piel oscura salpicada de manchas blancas. Aldo Brando.
En las cercanías de los cantiles y en aguas abiertas, habitan peces gregarios de gran tamaño, como los jureles. En la noche se acercan al arrecife para alimentarse y protegerse, dejando allí sus residuos orgánicos, que constituyen una importante fuente de energía para el desarrollo de los corales. Aldo Brando.
La proliferación de peces en los bancos. no es conveniente. La barracuda, Sphyraena barracuda, excelente y veloz cazadora, juega aquí un papel controlador. Hábil depredadora, caza en aguas abiertas del arrecife, manteniendo un perfecto equilibrio entre las diferentes especies de peces veloces, que nadan en sus cercanías. Aldo Brando.
Muchos peces del arrecife se especializan en alimentarse de algas que crecen en la roca coralina. El pez cirujano, arriba, vive en cardúmenes, pastoreando las algas que proliferan en los bancos de coral. Por su parte el pez castañuela, solitario y territorial, siembra y cuida su propio jardín de algas. Aldo Brando.
Muchos peces del arrecife se especializan en alimentarse de algas que crecen en la roca coralina. El pez cirujano, arriba, vive en cardúmenes, pastoreando las algas que proliferan en los bancos de coral. Por su parte el pez castañuela, solitario y territorial, siembra y cuida su propio jardín de algas. Aldo Brando.
El pez mariposa ha desarrollado un ocelo en la parte posterior de su cuerpo para que los depredadores ataquen su cola, y no su cabeza. Este pez se alimenta de algas y pólipos coralinos que arranca con su trompa tubular en forma de “pinceta”. Esta trompa especializada también le sirve para sacar pequeños invertebrados refugiados entre las oquedades. Aldo Brando.
El pez mariposa ha desarrollado un ocelo en la parte posterior de su cuerpo para que los depredadores ataquen su cola, y no su cabeza. Este pez se alimenta de algas y pólipos coralinos que arranca con su trompa tubular en forma de “pinceta”. Esta trompa especializada también le sirve para sacar pequeños invertebrados refugiados entre las oquedades. Aldo Brando.
Las castañuelas son verdaderos peces jardineros. Matan el coral para sembrar sus jardines de algas, entre los cuales van depositando sus huevos. Seleccionan y cuidan las algas de las que se alimentan arrancando y eliminando otras variedades. Son peces territoriales muy agresivos y llegan a emitir sonidos de advertencia para ahuyentar a los intrusos. Aldo Brando.
No todos los animales son sésiles en el arrecife. La saltona, Ocyurus chrysurus, y el octocoral, que se confunde fácilmente con una planta, son cazadores de zooplancton, pero utilizan estrategias diferentes para realizar su tarea. Mientras la saltona viaja en busca de alimento, el octocoral espera a que éste llegue, mezclado con el agua marina. Aldo Brando.
Dentro de las diferentes adaptaciones de los peces del arrecife, encontramos algunos que se han especializado en desparasitar a sus congéneres, y así mantienen saludable la población del entorno. Los sargento mayor, Abudeffluf saxatilis, realizan esta labor. Aquí los vemos alimentarse de los parásitos de una saltona, Ocyrus chrysurus. Aldo Brando.
Para beneficiarse de las variadas posibilidades alimenticias, las especializaciones son múltiples. Por ejemplo, la boca del pez repelador, Stegastes planifrons, evolucionó para adaptarse a una función determinada. También los dientes se modificaron para raspar algas e invertebrados que viven en la roca coralina. Aldo Brando.
El caballito de mar, Hippocampus reidi, es otro ejemplo magnífico de adaptación al medio. Aferrado con su cola prensil a los octocorales, succiona con su trompa tubular especializada, el zooplancton de mayor tamaño, que viaja suspendido en las corrientes marinas y que no puede ser capturado por los octocorales. En los caballitos de mar, la incubación de los huevos corre por cuenta de los machos. Las hembras los depositan en bolsas especializadas para que aquéllos los incuben y críen. De esta manera las hembras quedan en libertad para aparearse con otros machos, incrementando así el potencial de reproducción de la especie. Aldo Brando.
No todos los depredadores habitan los corales. En la laguna arrecifal encontramos la anguila, Ophichtus ophis, y la morena trompuda, Myrichthys acuminatus, que desarollan una pigmentación en la piel con la cual imitan el fondo arenoso, donde rastrean con sus palpos olfatorios, los animales de los que se alimentan. Aldo Brando.
No todos los depredadores habitan los corales. En la laguna arrecifal encontramos la anguila, Ophichtus ophis, y la morena trompuda, Myrichthys acuminatus, que desarollan una pigmentación en la piel con la cual imitan el fondo arenoso, donde rastrean con sus palpos olfatorios, los animales de los que se alimentan. Aldo Brando.
En el desarrollo de los arrecifes todo responde a la evolución, adaptación y especialización de las diversas especies. Solo así pueden convivir en sociedad de una manera armónica. Los arrecifes más sanos serán aquellos que presentan mayor diversidad de especies y alcanzan un más alto grado de especialización en el ecosistema. Aldo Brando.
En busca del equilibrio, los diversos organismos explotan diferentes niveles de superficie. Si los corales utilizan el estrato horizontal para captar la mayor cantidad de luz posible, los octocorales, con su esqueleto flexible, se especializan en ocupar el espacio vertical. Aldo Brando.
Resultan admirables las diversas estrategias desarrolladas por los octocorales para capturar alimento suspendido. No solo filtran plancton viajero arponeándolo con sus pólipos, sino que algunos octocorales como Pseudopterogorgia, han desarrollado una película de moco que los cubre, para atrapar los nutrientes que se pegan a ella. Aldo Brando.
Los octocorales forman empalizadas que constituyen verdaderas trampas en el fondo del mar, para hacer más efectiva la captura de alimento. Ellos, al igual que las esponjas, necesitan desarrollar la mayor área posible de filtración, ya que el plancton del cual se alimentan y que viaja mezclado con el agua marina, es muy pequeño. Aldo Brando.
El espacio vertical ha sido explotado por una gran diversidad de especies. Las esponjas multitubulares emergentes del género Aplysina, desarrollan una forma tubular, que las hace muy resistentes: reparten sus fuerzas a lo largo de toda su estructura. Pueden filtrar mayor cantidad de alimento en suspensión por crecer verticalmente. Aldo Brando.
Con los octocorales coevolucionaron simultáneamente peces y moluscos. El pez mariposa Chaetodon striatus, encuentra un refugio seguro entre sus cuevas y ramales. Allí, este pez adornado con bandas blancas y negras, imita el juego de luz y sombra visible en los octocorales que crecen a poca profundidad. Aldo Brando.
El caballito de mar, Hippocampus reidi, es otro hermoso habitante del arrecife. Aunque poco común, se le puede encontrar alimentándose entre los octocorales, o bien, en las praderas marinas de Thalassia, a cuyas hojas se aferra con su cola prensil. Aldo Brando.
Para protegerse dentro del medio, algunos peces imitan magistralmente a los octocorales. Así escapan a la acción de sus posibles depredadores. El pez trompeta, Aulostomus maculatus, posee un cuerpo alargado, que sitúa en posición vertical con respecto al sustrato, como un intento, tantas veces exitoso, de pasar inadvertido. Aldo Brando.
Peces como las saltonas, Ocyurus chrysurus, son alimento preferido de tiburones y barracudas. Cuando se ven amenazados, o cuando buscan refugio para dormir durante la noche, se dirigen a las colonias de octocorales, imitando su eje esquelético con una línea medial de color anaranjado. Aldo Brando.
El arrecife presenta diversos tipos de convivencia. Las anémonas, como Lebrunia danae, son fáciles de encontrar en la Bahía de Santa Marta alrededor de los 8 metros de profundidad y esconden su cuerpo bajo los corales; dejan fuera tan solo los tentáculos con los que capturan sus presas que son, por lo general, pequeños peces. Aldo Brando.
Otras anémonas arrecifales como Condylactis gigantea, abundantes en las Islas del Rosario y San Bernardo, protegen su cuerpo escondiéndolo entre las cavernas perforadas por los erizos, Diadema antillarum. Conviven con ellos y les ofrecen protección con la acción de sus tentáculos urticantes. Incluso, peces como las morenas cohabitan con ellos. Aldo Brando.
De noche las estrellas también ascienden sobre los corales de fuego. Entonces extienden sus brazos articulados, que llegan a medir hasta 12 centímetros de largo y baten continuamente para atrapar partículas alimenticias. Esta especie se reconoce por una banda oscura que recorre sus brazos. Aldo Brando.
Texto de: Henry von Prahl
Cuando la aglomeración de colonias coralinas permitió el desarrollo de estructuras arrecifales tridimensionales en aguas tropicales pobres en nutrientes, se fue creando por decirlo así, la escenografía viviente sobre la cual se destacaría todo un espectáculo de infinita variedad. La construcción de este medio se vio favorecida por la simbiosis entre corales y microalgas. Numerosos organismos acompañaron a los corales en esta aventura, desarrollándose un complicado proceso coevolutivo que forma un verdadero engranaje de la vida.
El arrecife como tal no es una estructura estática. Vive en permanente cambio aunque estos procesos ocurren normalmente en miles de años, lo que da tiempo para que otros organismos se ajusten y adapten, mediante activos procesos selectivos. La habilidad constructora de los corales y sus descomunales obras superan ampliamente a muchas otras efectuadas por especies marinas y terrestres.
El concepto de la modificación de los patrones de corrientes por parte del arrecife es fundamental y explica, en parte, la magnitud de estas obras, realmente colosales si se piensa por ejemplo que todo el cerro del Pie de la Popa o las lomas de Mamonal, cerca a Cartagena, no son más que antiguos arrecifes levantados por movimientos tectNicos o por fuerzas generadas por los volcanes submarinos de lodo. Aún más, islas completas como la de San Andrés existen gracias a la actividad constructora de los corales, ya que el cono volcánico original, sobre el cual se apoya el arrecife, se encuentra actualmente a más de 1.000 m de profundidad; se fue hundiendo gradualmente, dándole tiempo al coral para crecer verticalmente entre 1 y 5 m cada 1.000 años y mantenerse así cerca a la luz. Esta obra demandó un larguísimo período de tiempo, cerca de 50 millones de años, con algunas interrupciones de miles de años , por fluctuaciones en el nivel del mar y bajas sensibles en la temperatura del agua causadas por las glaciaciones.
Incluso el material para la construcción de las imponentes murallas de Cartagena y el castillo de San Felipe obras hechas por el hombre se extrajo de canteras cercanas que no son más que viejos cementerios arrecifales. Todas estas obras fueron construidas con roca calcárea fabricada por minúsculos pólipos coralinos. Hoy en día se pueden reconocer perfectamente los cálices de las especies que los formaron y hacer reconstrucciones sobre cómo eran nuestros antiguos arrecifes. Esta roca calcárea conserva en su estructura las huellas del pasado.
Muchas de nuestras islas, como las de San Bernardo y el Archipiélago del Rosario, están protegidas por barreras coralinas, es también el caso de la Isla de Providencia que sin su protección desaparecería del planeta. El arrecife modifica los patrones de las corrientes y cumple una función protectora, pero sus efectos van más allá.
Los organismos arrecifales fabrican estas barreras de roca para crear alteraciones en los patrones de las corrientes marinas que al chocar con el arrecife, forman vórtices o remolinos, levantando hidráulicamente nutrientes sedimentados sobre la plataforma continental o insular. Así se acelera la productividad de fitoplancton, especialmente durante las tormentas tropicales o temporadas de fuertes corrientes superficiales y oleaje, causados por los vientos Alisios del Caribe, que soplan fuertemente en los meses de diciembre a marzo, períodos en los cuales se registran incrementos generales en la productividad marina. Una vez retenidos los nutrientes por las algas, éstos son reciclados una y otra vez en el arrecife, e incluso una buena parte de los mismos entra a la laguna arrecifal a través de canales y conductos que atraviesan la barrera.
El arrecife no solo es una barrera modificadora de corrientes, también es el sustrato de anclaje de innumerables organismos sésiles especializados en alimentarse de plancton. Vale la pena aclarar que el concepto de producción de alimentos en el medio marino es sensiblemente diferente al del medio terrestre. La base de la red alimenticia en los ecosistemas terrestres son las plantas verdes, en especial las Gramíneas. Los animales terrestres se dirigen por sus propios medios a esta fuente de alimentación, mientras que los productores, o sea las plantas, son sésiles. Los desechos metabólicos los excrementos caen al suelo, donde son utilizados por otros organismos. Parte del material, especialmente los nutrientes inorgánicos, son arrastrados por el agua a las raíces de las plantas, para ser reutilizados en la síntesis de nueva biomasa. Este modelo es familiar para nosotros las plantas son consumidas por los herbívoros; éstos sirven de alimento a los carnívoros que a su vez pueden ser consumidos por otros carnívoros. Al morir, en el proceso de descomposición, otros organismos, como bacterias y hongos, deshacen los nutrientes y los transforman, haciendo que éstos entren nuevamente al sistema. Como reza la ley física Nada se crea, nada se destruye, todo se transforma. En el agua, y especialmente en el mar, la base de la red alimenticia varía notablemente apoyándose en pequeños organismos microscópicos en suspensión, capaces de llevar a cabo procesos fotosintéticos. Estos organismos autótrofos, que conforman el fitoplancton infinidad de pequeñas algas un o multicelulares, algunas de ellas provistas con esqueletos de carbonato de calcio como las diatomeas disponen de largas cerdas y proyecciones para mantenerse suspendidas en el agua incluso algunas tienen burbujas de aire o aceite, con el fin de no hundirse y mantenerse así cerca a la iluminada superficie; dado que derivan toda su energía del sol, hundirse a profundidades donde no penetra la luz significa morir.
La pradera marina, compuesta por agua y microorganismos fito y zooplanctónicos, está suspendida y se mueve permanentemente, tanto vertical como horizontalmente, empujada por las corrientes superficiales. Aquélla capta los nutrientes suspendidos en el agua y con la energía solar permite la conformación de una impresionante biomasa flotante que durante el día, en zonas estimuladas por la luz, generalmente en la superficie del agua, forma el fitoplancton que es consumido, en la noche, por un astronómico enjambre de larvas, huevos y pequeños animales, los cuales conforman el zooplancton, que a su vez será atrapado por los carnívoros arrecifales corales, rosas de mar, octocorales, plumeros de mar, moluscos y otros invertebrados que esperan las presas desde sus puestos fijos. A diferencia de los animales terrestres cazadores, que persiguen sus víctimas, estos organismos son predominantemente sésiles y acechan desde sus perchas calcáreas el paso de los organismos planctónicos suspendidos. Es la pradera planctónica con sus consumidores primarios el zooplancton la que se mueve hacia los cazadores y éstos sólo extienden las manos para capturarlos.
En resumen, el arrecife es una gigantesca estructura filtrante en espera del agua que transita, para retirar de ella los nutrientes. Para tal fin los organismos filtradores se localizan en zonas expuestas a las corrientes y tienden a ocupar el espacio vertical. En cambio los corales colonizan estratos horizontales pues, además de capturar organismos zooplanctónicos del medio, necesitan una buena cantidad de energía solar directa, la que transforman en nutrientes por medio de sus algas asociadas. Aquellas partes no expuestas a la radiación solar mueren y son colonizadas por anémonas y esponjas incrustantes. Los corales hemisféricos llamados masivos o de cerebro han perfeccionado de manera muy especial esta estrategia de captación. Su forma curvada les permite recibir cantidades apreciables de luz durante todo el día, de acuerdo con los diferentes ángulos de inclinación del sol, mientras atraviesa el cielo tropical. Tenemos entonces que el espacio vertical es vital para los cazadores sésiles del arrecife, como octocorales y esponjas, ya que así captan mejor las corrientes. Los corales en cambio, explotan más el sustrato horizontal para acrecentar su área de captación de energía lumínica. Los espacios expuestos a las corrientes y los bien iluminados, son ideales, de allí la gran demanda que hace que se realicen luchas titánicas entre las diversas especies a la espera de poder apropiarse de un sitio adecua do. Entonces, para asegurar el control del espacio, algunos corales disponen de tentáculos asesinos con los cuales matan corales vecinos y eliminan a otros competidores peligrosos. Bajo las mismas presiones e idénticas necesidades, otros organismos desarrollaron toxinas, produciendo como resultado una verdadera guerra química, para mantener y conservar su espacio vital.
En el transcurso de millones de años, los organismos, buscaron y encontraron diversas estrategias de alimentación; aprendieron a convivir en una paz relativa. En este proceso se efectuaron maravillosos ajustes y excelentes adaptaciones. Quienes no las lograron, desaparecieron. Así por ejemplo, las esponjas al filtrar pequeñísimas partículas de materia orgánica, compuesta por bacterias y protozoarios, conviven en armonía con octocorales, ya que, éstos se alimentan de larvas grandes de crustáceos -zooplancton-, evitando luchas por la distribución alimenticia que el medio ofrece.
Han sido tan espectaculares las compenetraciones de los diversos habitantes del arrecife, que incluso se turnan las horas de actividad vital, descansando algunos en el día y otros en las horas de la noche. Así, la pradera marina nutre a estos seres inmóviles las 24 horas del día.
La mayoría de los invertebrados sésiles no luchan por conseguir un espacio próximo a la luz o a las corrientes para desarrollarse y crecer, al contrario se refugian en grietas o debajo de las rocas coralinas. Otros invertebrados, habitantes de los bancos de coral, para evitar la ardua competencia por el alimento flotante, han desarrollado estrategias para ir en busca de alimento decantado, aspirando el fondo marino. Los pepinos de mar son típicos ejemplos. Algunas especies, incluso se anclan a las paredes coralinas y recorriendo el fondo, retiran restos orgánicos allí depositados. Son, si lo pudiéramos decir así, verdaderos barrenderos del arrecife. Estos limpian el fondo de restos orgánicos dejados por otros animales, mientras que los sésiles se encargan de mantener limpia y por lo tanto clara el agua superficial del arrecife y la laguna. Aunque la mayor parte de los animales que integran el arrecife son invertebrados fijos sobre estructuras sólidas, hay algunos que evolucionaron para ir en busca de alimento. Son organismos herbívoros, que ramonean y raspan algas, y cazadores, que se comportan de una manera similar a los terrestres. Una variedad de caracoles buscan activamente su presa y han desarrollado para tal efecto ojos y otros receptores muy sensibles, como quimorreceptores equivalentes al sistema olfatorio; también herramientas especializadas en detectar y capturar la presa. El caracol cono, por ejemplo, modificó sus dientes convirtiéndolos en verdaderos dardos tóxicos, que asociados con su trompa, funcionan a manera de cerbatana. Los caracoles del género Murex, son capaces de perforar la concha de su víctima e introduciendo su lengua con dientes, rasparle la carne.
La comunicación de las especies
El medio arrecifal es realmente diverso y presenta multitud de adaptaciones. Allí sucede algo verdaderamente interesante las diversas especies han logrado un sorprendente entendimiento entre ellas al punto de sincronizar algunas de sus actividades vitales, por ejemplo cuando se presentan condiciones ambientales favorables buena temperatura y oferta suficiente de nutrientes el desove masivo. Gran parte de este equilibrio se logra al usar complejos lenguajes químicos, como el que emplean los espermatozoides para reconocer óvulos de su misma especie y fecundarlos. Sin este reconocimiento, millones de huevos se perderían y la fecundación externa sería en extremo azarosa. Estos elaboradísimos sistemas de comunicación, especialmente el lenguaje químico, son fundamentales para coordinar los procesos reproductivos a distancia, utilizados por los animales sésiles que allí habitan.
Los animales que se desplazan, en cambio, tuvieron que desarrollar receptores específicos tanto para reconocer a sus semejantes como para defenderse en este medio. Además de lenguajes químicos desarrollaron mecanismos visuales lo que implicó la aparición de ojos. Un claro ejemplo de estas adaptaciones nos lo dan los camarones limpiadores que se comunican con sus clientes a través de elaboradas señales y gran despliegue de colores. Otros, como los calamares, utilizan magníficas estrategias de defensa en una clara adaptación al arrecife. Por medio de un maravilloso lenguaje corporal, transforman en segundos la coloración de su cuerpo al dilatar o concentrar pequeñas bolsas musculares provistas de pigmentos. Esta estrategia les sirve para escapar de las acechanzas de sus enemigos. Cuando una morena los ataca cambian su coloración expulsando simultáneamente una nube de tinta negra. La morena engañada persigue la mancha de tinta, dando tiempo al animal de cambiar la coloración oscura, utilizada en el momento del escape, por tonalidades claras que lo mimetizan con el fondo marino. Al parecer, la tinta afecta momentáneamente las estructuras olfativas de la morena. Estos mecanismos de defensa también son utilizados por los pulpos.
Muchas veces la poca oferta de alimentos hace que algunos animales no puedan vivir en grandes concentraciones o en parejas y tengan que distribuirse el área de una manera acordada. Pero durante el período de reproducción es importante reunirse en grupos para poder desarrollar las actividades de cortejo y fecundación. Es durante la época de celo cuando las hembras liberan, por ejemplo en los crustáceos, sustancias químicas llamadas ferromonas que se diluyen en el agua y que al ser arrastradas por las corrientes a grandes distancias, avisan a los machos de la región que hay una hembra lista para la reproducción. Esto los induce a abandonar temporalmente su territorio para cortejar a la hembra y copular, sin que se ponga en peligro la distribución alimenticia de la zona. Los lenguajes químicos viajan dentro del arrecife de un lado para otro durante las épocas de celo.
Además de los lenguajes químicos indispensables en la reproducción de las especies, los animales de este ecosistema también desarrollan lenguajes de protección para lo cual han desarrollado una cantidad de estrategias relacionadas con colores de advertencia. Por ejemplo los organismos más tóxicos del arrecife poseen, generalmente, colores muy llamativos, pues quieren ser reconocidos como peligrosos y así evitar la predación. Curiosamente otros animales inofensivos han desarrollado colores semejantes, disfrazándose de peligrosos sin serio en realidad. Esto es una señal más de las complejas adaptaciones que se han logrado en este medio, durante los millones de anos de evolución. Un claro ejemplo del uso de estrategias químicas y lenguajes de defensa nos lo dan las babosas de mar. Estos moluscos han perdido la concha y se podría creer que son extremadamente vulnerables, lo que no es cierto. La concha para ellos es un estorbo. En su proceso evolutivo, aprendieron a alimentarse de nidarios. Después de ingerirlos los inducen a que no descarguen sus cnidiocitos, bloqueándolos químicamente. Después la babosa digiere los pólipos libera los cnidiocitos,para luego concentrarlos sobre su superficie corporal. Cuando un predador se le acerca, la babosa hace que estos cnidiocitos se descarguen y lo ataquen. Muchas babosas son capaces de concentrar toxinas de las algas de las cuales se alimentan y de esta manera se convierten en estructuras venenosas ambulantes. Estamos de acuerdo en que ellas han inventado algo mucho más efectivo. que las conchas. Esta estrategia defensiva, usando recursos tóxicos de otros seres vivientes para el propio beneficio, es otra excelente muestra de coevolución.
Los peces y el entorno arrecifal
A este interesantísimo mundo llegaron animales nuevos. Con su despliegue de formas y color, los recientes habitantes del arrecife son quienes captan inmediatamente la atención de ( hombre, que lo visita. En cambio, los organismos sin columna vertebral -los invertebrados-, aquéllos que en buena medida fabrican el arrecife y que corresponden a más o menos el 97% de sus habitantes, pasan casi inadvertidos ante sus ojos, y en muchos casos ni siquiera se los considera animales confundiéndolos frecuentemente con plantas. Predomina en esto el concepto terrestre de que solo lo que se mueve es animal, que no es en modo alguno válido en este ecosistema. Sin embargo, estos vertebrados que injustamente identifican el arrecife, captan toda nuestra atención. Por lo tanto creemos interesante y necesario hablar de ellos.
Los peces son relativamente nuevos en el arrecife aparecieron hace tan solo 350 millones de años mientras que algunos invertebrados como las esponjas y los corales aparecieron hace unos 500. Aunque constituyen sólo el 3% de toda la fauna existente en este andamio de la vida, se han adaptado perfectamente el medio, evolucionando con el arrecife hay casos de mimetismo y camuflaje realmente espectaculares. Algunos peces de fondo, como el lenguado, Bothus lunatus, se han adaptado de tal manera que imitan magistralmente el fondo coralino o arenoso sobre el que se posan, pasando casi desapercibidos. Los peces escorpiones parecen formar parte de la roca coralina sobre la cual reposan en espera de su víctima, a la que suelen engañar con su disfraz.
Otras especies también se camuflan. El pez trompeta, Aulostomus maculatus, se coloca verticalmente de cabeza hacia los octocorales, confundiéndose entre éstos, y muchos ejemplares juveniles, como Por ejemplo los del pez mariposa, desarrollan bandas claras y oscuras, imitando el juego de luz y sombra presente en las aguas superficiales, simulando el entorno para pasar inadvertidos Este mecanismo de defensa también lo utilizan ejemplares juveniles de algunos peces ángel. Al llegar el pez al estado adulto esta primera coloración cambia para permitirle ser reconocido por su pareja y poder aparearse.
Algunos peces coralinos se especializaron en alimentarse de algas filamentosas y de pequeños invertebrados, que retiran del sustrato con dientes cortantes o con trompas. En esta. operación son verdaderos maestros los peces ángel como Holocanthus ciliaris, que generalmente viven en pareja. Los peces cirujano se mueven en grandes cardúmenes recorriendo el arrecife, y al igual que los herbívoros terrestres ramonean las algas del sustrato. Las castañuelas son, en cambio, peces territoriales que cultivan y cuidan su propio jardín de algas, de las cuales se alimentan, aceptando a su pareja únicamente durante el cortejo. Estos peces depositan sus huevos entre los jardines de algas y los cuidan, llegando a producir ruidos si se sienten amenazados y de ahí proviene su nombre.
Los amables habitantes de los arrecifes de coral, además de cumplir un importantísimo papel dentro del ecosistema al controlar la población de algas que sin ellos proliferaría, y abrir nuevos espacios para que se fijen larvas de esponjas y plánulas de corales y octocorales, abonan con sus excrementos el entorno arrecifal, permitiendo la recirculación de nutrientes. Esto sucede de la manera siguiente las algas, muy ricas en nitrógeno orgánico, elemento esencial para la vida, al ser consumidas, digeridas y evacuadas por los peces herbívoros, hacen que los nutrientes vuelvan al medio, para ser reutilizados por una infinidad de organismos, permitiendo el incremento de fitoplancton, base de la red alimenticia del arrecife.
Pero en este hábitat no solo existen peces herbívoros. También los hay que se alimentan de pólipos coralinos y otros pequeños invertebrados. Para lograrlo han desarrollado trompas terminadas en punta que facilitan la labor. Un típico representante de tal adaptación es el pez mariposa, Chaetodos ocellatus, que con su trompa en forma de pinceta arranca delicadamente ciertos pólipos coralinos de los que se alimenta. Otros peces también se alimentan de corales como el pez cofre y el pez puercoespín, pero lo hacen con menos delicadeza que los peces mariposa rompen y destrozan con sus fuertes mandíbulas y placas dentarias las colonias coralinas, comportándose como verdaderos podadores naturales del arrecife. Sus excrementos producen alrededor de dos toneladas métricas de arena coralina al año, lo que equivale a un tercio del crecimiento arrecifal. De esta forma influyen sensiblemente en la distribución espacial de las colonias coralinas. Los peces que ramonean en el arrecife son muy ágiles pues necesitan moverse para ir en busca de alimentos. En cambio los peces podadores son animales lentos que viven, podríamos decir, sobre su recurso alimenticio, y esto los hace vulnerables. Para evitar la predación, han desarrollado mecanismos de defensa bien ingeniosos el pez cofre tiene un cuerpo cubierto con placas óseas que le impide moverse con rapidez pero que a su vez lo defiende de sus posibles depredadores, y el pez puercoespín evita ser una víctima fácil al desarrollar potentes toxinas que lo hacen poco apetecible. También se infla de aire o se llena de agua levantando las púas de su cuerpo, para impedir convertirse en suculento bocado.
El arrecife, al suministrar lugares seguros, es un lugar ideal para incubar y desarrollar las crías de los peces, no sólo entre sus múltiples laberintos y cuevas sino entre los brazos de las anémonas o las espinas de los erizos. Ofrece tanta protección que incluso llegan allí a dormir durante la noche cardúmenes de otros ecosistemas praderas marinas o sistemas pelágicos . Estos cardúmenes se comportan de una manera similar a los herbívoros africanos y podemos compararlos con las manadas de us y cebras se protegen los unos a los otros viviendo en grupos, que al ser atacados en el caso de los peces por barracudas y tiburones, en el caso de los herbívoros, por leonas, licaones o hienas , el más débil es el que cae presa de las fuertes mandíbulas. Así, los ejemplares que se reproducen son los más sanos y mejor adaptados, garantizando la sana continuidad de la especie.
No solo hay adaptaciones importantes para ocupar el arrecife. La laguna arrecifal también estimula diversas estrategias para que una variedad de animales la pueda poblar. Dentro de los vertebrados que allí encontramos se destacan animales como la raya, Dasyatis cef. americana, y el chucho, Aetobatus marimari. Estos peces cartilaginosos, coevolucionaron allí, desarrollando una estructura corporal aplanada, con amplias aletas pectorales en forma de alas, que al batirlas remueven el fondo arenoso, extrayendo moluscos y otros animales que viven allí enterrados y de los cuales se alimentan.
Tanto los peces pobladores del arrecife como los de la laguna si se multiplican en exceso ponen en peligro tanto al entorno como a su misma especie. Entonces requieren de un control. Así se comprende la presencia de peces devoradores, que son verdaderos controladores de otras especies, que no deben proliferar de una manera libérrima. Aún más, los peces controladores a su vez son víctimas necesarias de otros peces que parecen determinar su número para que el equilibrio sea mantenido. Ahí están, por ejemplo, las barracudas y las morenas que entran a jugar su importantísimo papel. Las primeras, verdaderos lobos de mar, cazan en las zonas abiertas del arrecife, mientras que las segundas, con sus resbalosos cuerpos, lo hacen sinuosamente, entre las colonias coralinas, cazando las presas que encuentra escondidas entre las hendiduras y laberintos. Como se puede comprender, la existencia de los unos depende de la de los otros, todo en la permanente tendencia de un delicado equilibrio.
Al enfermarse y parasitarse la población del arrecife necesita quién solucione esta problemática. Aparecen entonces los peces que limpian a sus congéneres, conservando saludable la población arrecifal. Instalados en sus estaciones de limpieza y con sus llamativos colores, invitan a los peces a que se acerquen. Les extraen los parásitos llegando a introducirse entre la boca y las branquias. A una clara señal del cliente, se retiran para evitar ser devorados por él.
Las relaciones de este ecosistema maravilloso universo creado y fabricado por sus mismos habitantes son realmente complejas, algunas incluso muy elaboradas. Tardaron miles de años en ensayos de adaptación hasta lograr el resultado deseado, llevando a la extinción a las especies que no lo lograron. Es por esto que debemos preocuparnos por conocer este mundo tan diferente al que habitamos los hombres, para darle el reconocimiento y el valor que se merece, respetándolo y explotándolo cuidadosa y racionalmente.