Estudio

Texto de: Alberto Saldarriaga Roa

Anteriormente se le llamaba biblioteca y se confinaba en un cuarto cerrado, lleno de libros y con un escritorio en el que el dueño de casa trabajaba. Hoy se le llama estudio, se conserva la presencia protagónica de los libros y aparecen los nuevos aparatos: equipos de sonido, televisores de plasma, computadores e impresoras. La mesa de trabajo reemplaza los viejos escritorios, los que, sin embargo, pueden aparecer como piezas antiguas de valor especial.

Estudiar, en la vivienda, quiere decir hoy muchas cosas: leer, escribir, ver videos y consultar Internet, entre otras. El estudio, en el apartamento, debe favorecer todas esas actividades. El estudio, como espacio formal, es diferente de los sitios de estudio de los hijos, usualmente ubicados en sus habitaciones. El contenido de la biblioteca, sin embargo, debe estar disponible para todos los miembros de la familia y para hacer préstamos internos. Los libros “de mesa” se ubican en la sala de estar, los de consulta inmediata van a los estudios de los hijos. Los muy especiales permanecen, no se mueven. El estudio es su lugar sagrado.

Es, o debe ser, un espacio tranquilo, silencioso, apto para la lectura y el trabajo personal. No siempre está separado del resto del apartamento, puede ser un rincón discreto del área social a la cual se integra en reuniones especiales. De acuerdo con la actividad de sus habitantes, se ocupa en las noches o en los fines de semana. Con las nuevas tecnologías de información y comunicación, el estudio adquiere hoy un papel importante como “oficina” desde donde se toman y transmiten decisiones y se efectúan reuniones virtuales de trabajo.

Las bibliotecas, o mejor aun los muebles de biblioteca, tienen una apariencia especial. Los soportes de madera son apenas líneas que separan las coloridas franjas de los lomos de los libros, los códigos de barras del conocimiento que ellos contienen.