Terraza

Texto de: Alberto Saldarriaga Roa

El nombre, de origen italiano, trae a la memoria las soleadas casas mediterráneas cuyos techos se emplean como lugar de reunión para almuerzos y cenas veraniegos. La modernidad, con su preferencia por los techos planos, dio paso a la terraza como parte integral de una vivienda y, en especial, de los apartamentos localizados en los pisos más altos o separados suficientemente de sus vecinos como para disfrutar de ese espacio exterior, deseado y deseable.

La terraza es una extensión del área social y la complementa en los días en que el clima lo permite. Por su ubicación elevada, se piensa como un lugar para mirar “a lo lejos”. Por su posición intermedia entre los espacios sociales y la vista lejana, adquiere un papel muy importante como vista cercana, en cierta forma como su paisaje inmediato. De ahí la atención que se presta a su diseño y amoblamiento en el que se combinan materiales de distintas texturas: madera, piedra, ladrillo, con plantas y arbustos que aportan verdor y colorido. Los muebles son especiales, deben ser agradables y resistentes a la intemperie. Pérgolas y pequeñas carpas protegen de los rayos del sol o los matizan.

La terraza aporta a los habitantes del apartamento un espacio de tranquilidad y reposo, en contacto más directo con el cielo o el paisaje y también un lugar para la vida social al aire libre, diurna y nocturna. Se dispone de un lugar para cocinar y de calefactores que mitigan el frío de las noches.

Las terrazas se han considerado casi siempre un privilegio del que no disfrutan todos los apartamentos de un edificio. Los balcones compensan esa desventaja en los pisos intermedios, son réplicas a pequeña escala de las amplias terrazas. Al igual que estas, son lugares intermedios entre el exterior y el interior. Son espacios del mundo privado que se asoman al exterior, lo observan “desde arriba” y lo disfrutan, sin perder su privacidad.