- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Premios: Categoría Investigación
Texto de: Silvia Arango
Este trabajo continúa investigaciones que el arquitecto González había realizado sobre el patrimonio arquitectónico de Quibdó, donde descubrió a “dos grandes desconocidos”: Llach y Galicia.
El catalán Luis Llach representa la figura del arquitecto aventurero que, a comienzos de siglo, viajó y trabajó en varios países de la cuenca del Caribe. Sus contribuciones son especialmente importantes en Colombia (Quibdó) y Costa Rica, donde es considerado el principal representante de la arquitectura académica. Vicente Galicia, sacerdote y también español, trabajó en Venezuela y Colombia, dejando obras de tipo religioso en varias ciudades como Barranquilla, donde vivió los últimos años de su vida y donde González lo entrevistó poco antes de morir.
“Llach y Galicia: dos caminos, un punto de encuentro” es un excelente ejemplo de investigación como aporte de nuevo conocimiento, con base en fuentes primarias. La ávida lectura de toda la bibliografía pertinente se complementó con el inventario y la catalogación de los planos originales, la revisión de revistas, periódicos y material de época, la consulta de archivos de toda índole y las entrevistas a familiares y conocidos de los arquitectos. Animado por su pasión por el tema y una curiosidad detectivesca, González superó obstáculos financieros para rastrear las obras construidas por la geografía de Colombia, Venezuela y Costa Rica y cotejarlas con el resto de la información.
El ordenamiento y la catalogación de este material inédito hubiera sido por sus propios méritos un aporte significativo, pero esta investigación monográfica va más allá.
El enfoque historiográfico propone una íntima imbricación entre la dimensión biográfica y la interpretación arquitectónica. Bajo esta perspectiva, la arquitectura resulta algo más que un repertorio frío de formas, estilos y proporciones para convertirse en el resultado palpitante de una trayectoria vital. El entrecruce de circunstancias históricas, condiciones personales y productos arquitectónicos se expresa en una lógica narrativa de gran verosimilitud. Las vidas de los dos personajes se presentan como dos caminos arquitectónicos divergentes con un punto de contacto en Quibdó.
Sería muy importante que el trabajo se publicara en forma de libro, haciendo los ajustes necesarios en el texto y el material gráfico, para lograr una edición a la altura de la calidad de la investigación.
Extracto de la investigación
Luis Llach
“Llach en el Chocó. Las únicas hipótesis posibles de manejar en torno a las razones del arribo de Luis Llach al Chocó tienen que estar ligadas a las relaciones comerciales entre Quibdó y Cartagena. ¿O acaso serán las amorosas? ¿De pronto un viaje de la familia Castro Arboleda a Cartagena y el ocasional encuentro de Eloísa Castro y Luis Llach en una de las calles de la ciudad? Una sugestiva historia de amor que lo conduciría a remontar el río Atrato para instalarse en medio de la selva, en una pequeña aldea, sin importar dejar las comodidades en aras de su amada.
“La folletinesca hipótesis necesariamente tiene que rendirse a la evidencia ineludible de que su labor en Cartagena como ingeniero, arquitecto y artesano, tenía más posibilidades en un territorio donde los principales comerciantes cartageneros habían hecho fortuna, y del cual se hablaba en el puerto maravillas después de pasar los sucesos de la guerra civil y de la separación de Panamá, ya que se le vislumbraba un enorme futuro. Llach, primero relacionado con los de Zubiría, que tuvieron nexos con el Chocó, y después con otros comerciantes, especialmente sirios, pudo haber calibrado las posiblidades a partir de sus conocimientos y sobre todo por la carencia que tenía la región de personas cualificadas como él.
“Conjugados amor y negocios, hicieron que Llach se estableciera en Quibdó posiblemente entre 1904 y principios de 1905. El ser esposo de Eloísa Castro le permitió entrar en el pequeño círculo que dominaba la vida social, económica y política de la Intendencia, donde era personaje destacado su suegro Rodolfo Castro Baldrich. El entronque familiar lo condujo si no a asumir como suyo el proyecto de la elite, sí a participar de él de forma denodada, pues el espíritu progresista en boga lo dejó traslucir desde sus escritos, (como el publicado en el periódico El Chocó sobre el camino de Quibdó a Medellín), hasta en sus ejecutorias arquitectónicas, urbanas e ingenieriles.
“Participó de los principales proyectos; primero lo hizo como contratista particular, para lo cual se anunciaba como ingeniero civil en la prensa, después como contratista oficial hasta llegar a ocupar el cargo de Ingeniero Director de Obras Públicas, desde enero de 1908, nombramiento que la prensa consideró acertado y una manera de reconocerle ‘sus notables cualidades de compentencia y consagración’. También hizo parte de la labor educacional de las elites, primero en el Colegio Público en 1905, en donde fue profesor de Caligrafía y Dibujo, y después en la Escuela Nocturna de Artesanos, donde participó de las conferencias libres de los sábados con una sobre la fabricación del vidrio.
“Sus labores de ingeniería lo llevaron a recorrer y reconocer al Chocó. Se aproximó a sus realidades y a sus carencias, las dimensionó, estudió y dejó plasmadas en informes que compendian muchos conocimientos sobre la geografía, la fauna, la flora, la geología y la toponimia de aquellos años. No gratuitamente el intendente Enrique Palacios se hizo acompañar por él, entre otros, en la correría que realizó por el bajo Atrato y la costa caribeña, visitando las poblaciones ribereñas y el pueblo de Acandí, en el mes de octubre de 1907, en cumplimiento del Decreto Nacional que creó la Intendencia. A bordo del vapor ‘Diego Martínez’, el Intendente, el médico oficial Jorge Camacho, el escribiente Reinaldo Valencia y demás miembros de la comitiva se distrajeron escuchando los cálculos y disertaciones del ingeniero Llach.
“El conocimiento de primera mano del territorio del Chocó lo demostró con su participación en el informe que rindió el intendente Palacios en diciembre de 1907 al Ministro de Gobierno. Este informe de 60 páginas, realizado por el Intendente con la colaboración de Manuel G. Salazar, encargado de Instrucción Pública; Eduardo Ferrer, Secretario General; Juan Jacobo Restrepo y Llach, fue el primer intento de conocimiento de lo que era esta región, una aproximación a lo que era la Intendencia desde la historia, geografía, población, poniendo así una primera piedra en el edificio común. Participación que repitió en el informe que presentó Eduardo Ferrer como gobernador de la recién creada y fugaz Gobernación de Quibdó, en el que Llach elaboró el informe de la sección de Obras Públicas.
“Otro aporte significativo al reconocimiento de la realidad territorial, en la capacidad de abstracción y dominio de él, fue la elaboración del mapa de la Intendencia que realizó entre los años 1907 y sobre el cual se basaron posteriores mapas, como el presentado por Antonio Llano al Ministro de Obras Públicas en 1910, para solicitar títulos de minas.
“El insumo básico de ese conocimiento, como se dijo anteriormente, fue la labor adelantada dentro del programa vial de la Intendencia, en el desarrollo del cual compartió con el ingeniero Roberto J. White, el general Juan Jacobo Restrepo y Rodolfo Castro Baldrich, la dirección, exploración, estudios y trazados de los caminos. Desde la creación de la Junta de Obras Públicas de la Intendencia estuvo vinculado como miembro en representación del Concejo de Quibdó al lado de Enrique Ferrer y Heliodoro Rodríguez. Allí se posesionó el 30 de enero de 1907, y tuvo injerencia en la organización de los trabajos del camino de Quibdó a Bolívar.
“En el informe rendido a la Junta Principal como miembro de ella el 12 de mayo de 1907, sobre el camino de Antioquia en el trayecto de Quibdó al caserío de la Troje, dejó traslucir los conocimientos que sobre el trazado de vías tenía a partir del estudio de los trabajos de ingenieros europeos como Mellado, Laoulaye y Borges. Hace comparaciones de costos de caminos en Francia, Alemania y Bélgica, e incluso hace anotaciones urbanísticas; pero nuevamente estos conocimientos teóricos los atempera con las realidades locales al momento de aconsejar los materiales para el diseño de los puentes: ‘Mi parecer es que estos sean construidos del modo más económico posible a la par que sólidos y sencillos; disponemos para el efecto de una madera incorruptible en la región, que es conocida con el nombre de ‘trúntago negro’. La práctica enseña que esta clase de madera, al estar protegida por la tierra, es inacabable; pues bien ¿por qué los puentes no podemos construirlos de este material cubierto de tierra?’. Una clara demostración de respeto y valoración de materiales y de la tradición local, dándole otra dimensión tecnológica.
“Su sensibilidad a ese medio local se pone de manifiesto también en el informe que elaboró el 20 de febrero de 1908 sobre la exploración para realizar el estudio y trazado de la vía que de Quibdó debía conducir a la población de Istmina. El informe incluyó el plano del levantamiento topográfico de la trocha, y adicionalmente la antigua vía fluvial por el río Quito, para hacer la comparación de los trayectos y las distancias que se acortaban por trazado propuesto. Aparte de lo estrictamente del trazado y los demontes, para los que aconseja explosivos en el derribe de los árboles de mayor tamaño, hace una descripción de las zonas agrológicas y mineras, de la fauna y especialmente de la flora: ‘que es exuberante en toda la región; la naturaleza ha hecho derroche de variedad y riqueza’, decía admirativamente. Hace una clasificación entre maderas para construcciones e incorruptibles para fundaciones, designándolas con los nombres locales, haciendo en unos casos precisiones como la madera de oquendo ‘de cuyo corazón se labran bastones cuya belleza compite con la del carey’.
“El informe presentado ante el Ministerio de Obras fue avalado por los ingenieros de allí y considerado ‘importante no solamente por el cuidado con que ha estudiado la trocha actual sino por los numerosos datos geográficos que le han permitido establecer el anteproyecto de un trazo mucho más corto que el que existe ahora’, por lo que fue aprobado para ser utilizado como base del estudio definitivo.
“Este trazado era una obra de trascendental importancia para la Intendencia porque por primera vez se pondrían en comunicación las dos capitales de las provincias en que siempre ha estado dividido el Chocó: Atrato y San Juan; en esta última, San Pablo, que desde 1908 se llamó Istmina, ante las nuevas condiciones económicas se impuso como capital. Llach, como Ingeniero Director de Obras Públicas, dió inicio a las obras en marzo de 1908, siguiendo el trazado por él propuesto, y estuvo al frente de ellas hasta su retiro.
“Su labor en la capital fue igual de importante a la realizada en toda la Intendencia. Desde un principio fue el contratista de las principales obras en el proceso de adecuación del área urbana, como en el caso de los puentes del norte y del centro que fueron calculados y construidos por él, para consolidar la calle del Puerto como el paseo anhelado por la sociedad.
“Su actitud manifiesta de no desligar ingeniería de una propuesta estética, en este caso de orden urbanístico, lo expresó en la manera como le insinuó al Intendente la forma de aprovechar las obras del camino para Antioquia para hacer una entrada digna a la ciudad. En su informe sobre el camino escribe: ‘dice un autor muy conocido que las afueras de una ciudad son como el prólogo de ella, y por su aspecto puede juzgarse del grado y cultura de sus habitantes, y a fe mía que dice la verdad; al embellecimiento exterior debieron su celebridad legítima las afueras de Atenas, Palmira, Roma y otras tantas ciudades cuyas bellezas refiere la historia’. A él se debe entonces que las obras del camellón a la salida de Quibdó se convirtieran en una Alameda, sirvieran como paseo a los baños de la Yesca y la loma conocida como Colorada, ‘empinada y de difícil acceso, levantada allá como muestra de los trabajos que esperaban al caminante que se resolviera a emprender el viaje a Antioquia’, fuera un digno carretero que dio acceso al nuevo cementerio de San José y mejoraría el aspecto urbanístico de la ciudad bajo su dirección.
“La contribución al mejoramiento urbano también contó con su participación desde la Junta de Ornato e Higiene de la cual fue nombrado presidente (a la par que Enrique Ferrer) y representante ante la Junta Principal de Obras Públicas, encargándose él y el doctor Fausto Domínguez y Carlos A. Orrego de elaborar el reglamento respectivo. Es esta junta la encargada de impulsar la mayor obra urbana, como fue la de convertir la antigua plaza de San Francisco en Parque de los Libertadores, diseño que elaboró Luis Llach en marzo de 1908; esta obra es sin lugar a dudas la obra representativa del decenio.
“Observar la fotografía del nuevo parque es mirar la intensidad del cambio de la sociedad y de su espacio urbano, un hecho a la vez patético y, por qué no, conmovedor. Al frente de la misma, un grupo de hombres: mayores y niños; blancos, mulatos y negros, con sus vestidos de paño y lino y de sombrero, la mayoría calzados, posan apoyados en la verja metálica, mirando a la cámara. En el centro del parque rodeado de árboles, otro grupo ocupa o está alrededor de un templete. Es la imagen del nuevo Quibdó, los nuevos grupos sociales, la transformación del hombre negro urbano, las modas en auge y una nueva espacialidad urbana. Con el paso del siglo se había abierto un abismo con el pasado inmediato.
“Llach en esta obra pequeña y tal vez simple, supo recoger las aspiraciones de esta sociedad en ‘transición, pero transición feliz’, como se autodenominaba, en un parque con estilo que olvidó la plaza yerma de origen colonial. El lenguaje formal incorporado era el pedido por la sociedad minoritaria pero el espacio de todos. Un templete elegante en el centro del parque rodeado de árboles que daban sombrío a las bancas dispuestas en el perímetro y demarcado por la también elegante y ondulante verja (regalada por el ‘Excelentísimo señor Presidente de la República’), que de tanto en tanto tenía una columnita rematada en borla, símbolo de la importancia adquirida por la música en el medio chocoano, donde todas las capas sociales acogieron la música promovida por la Intendencia. Sin lugar a dudas era lo que aspiraban los quibdoseños de ese momento, dónde ir a escuchar las retretas de la Banda Intendencial, mostrar la moda e intercambiar opiniones sobre el futuro que les depararían los precios de los metales en las bolsas de Nueva York y París.
“Como arquitecto, Llach contribuyó en las principales obras, como fueron el Mercado de Carnes, posiblemente su primera obra en Quibdó, construida en 1906 durante la administración del último Prefecto de la provincia, el general Juan Jacobo Restrepo. De una arquitectura inédita en la ciudad por su estilo, materiales y tecnología, seguramente la experiencia del mercado de Cartagena de Luis Felipe Jaspe fue el inspirador. Con él inauguró tempranamente para Quibdó la arquitectura republicana.
“En la obra del Templo Parroquial, donde fue contratista desde enero de 1906 hasta julio de 1908, una obra más acorde con las realidades tecnológicas del medio pues era en madera, intentó superarla en la propuesta formal e introdujo un lenguaje historicista en la cúpula y en las torres con aires gotizantes, pero que le causó algunos reclamos, como los de periodista Luis Tejada, quien en tono irónico decía de la obra:
“‘Como el calabozo, sin acabar de hacer, está quedando el hermoso templo en construcción. Qué hermosas esas torres: parecen dos hermosas damas que sacan la cabeza al sol de la mañana: hermosa cabellera rubia, ojos de corza herida, seno tangente, cubierto por una camisola de rizos alegres y de cintillas modestamente vistosas ... pero, señor, con las piernas de Don Quijote tras de un pollerín de tablas disparatadas. ¡Don Luis! Don Luis: derrame más duro el arte para que caiga hasta el suelo’.
“Otra de sus obras en este período fue la Casa de Gobierno, de la que el Intendente a su llegada en 1907 dijo que ‘está casi al terminarse su magnífica Casa de Gobierno’, también en madera, pero de la que hay pocas referencias. También fue contratado en febrero o marzo de 1908 para elaborar los planos de la iglesia de Istmina ‘cuya construcción se principiará dentro de poco en el lugar donde el finado Pbro. Dr. Terán había principiado los trabajos’. Istmina era en 1911 una población de trescientas casas, en la confluencia del río San Juan y la quebrada San Pablo, ‘formando los dos ríos un ángulo recto; por los lados se hallan diseminadas las viviendas en dos calles por cada parte, y en el centro, en una colina, bastante elevada y dominándolo todo, el templo parroquial en construcción’, estaba habitada, además de los nativos, por antioqueños, bogotanos, ‘turcos’, italianos, norteamericanos e ingleses.
“Como escultor, Llach dejó una obra notable: el altar mayor para el Templo Parroquial, obsequiado por el ciudadano sirio Félix Meluk. Fue ejecutado ‘por el notable artista español Sr. D. Luis Llach... Está construido el Altar conforme al estilo gótico florido, en artística combinación con el románico. La decoración es admirable... el conjunto armonioso de la obra la hace aparecer no sólo perfecta, sino de una inesperada belleza. Hay en ella un gusto estético exquisito, no resaltan los colores chillones y vulgares, desgraciadamente tan comunes en trabajos de Iglesia, y hasta se vislumbran, en las efigies de los Santos y Ángeles, castos y suaves rasgos de arte moderno’.
“El 20 de mayo de 1908 Llach solicitó una licencia al gobierno intendencial, que le fue concedida, siendo reemplazado por su suegro Rodolfo Castro B.; reintegrado después, aunque por poco tiempo, dejó definitivamente el puesto que ocupaba en la Intendencia. En la segunda mitad del año 1908 siguió su ruta americana en la república de Panamá.
Vicente Galicia
“Vicente Frumencio Galicia A., un vasco nacido en Tolosa (provincia de Guipúzkoa): ‘calle de Antonio Eloseguí, número sesenta y seis, piso segundo, domicilio de sus padres’ en 1901, llegó a Colombia después de embarcarse en Francia en el puerto de Saint Nazaire el 6 de septiembre de 1926. Luego de más de un mes de navegación llegó a Cartagena y siguió hacia el Chocó a donde fue destinado por la comunidad a la que pertenecía, los Hijos del Inmaculado Corazón de María, desde que en agosto de 1921, optó por profesar como hermano seglar.
“Era otro más de los claretianos que procedentes de España tenían como lugar de destino Quibdó, la capital de la Intendencia Nacional del Chocó, a la que llegó en el momento en que Luis Llach salía para Nueva York. Si el encuentro de Llach y Galicia se dió fue por escasos días y algo muy incidental, sin trascendencia en la vida de ambos, pero quedaba señalado que este era su punto de encuentro en los caminos de la vida de ambos.
“El joven Galicia, con 25 años a su llegada a Quibdó, ya tenía experiencia como constructor, la que había puesto al servicio de la comunidad claretiana desde temprano en su vida. A los 13 años, en Valmaseda, completó los estudios primarios y se trasladó a Bilbao, donde estudió dibujo y delineación. Pero es la relación con su padre Benjamín y su hermano Julián, constructores y carpinteros, lo que define gran parte de su vocación como constructor; ambos participaron de la construcción del Postulantado e Iglesia de Valmaseda, un largo proyecto acariciado por la comunidad claretiana desde 1884, en el cual participó de joven Vicente Frumencio como ayudante, antes de su ingreso en 1921 al Noviciado de Salvatierra a hacer su profesión con los claretianos. Era un antiguo palacio que se fue remodelando y al que se le agregó un nuevo santuario al Corazón de María, sueño dorado de la comunidad, con diseño de los arquitectos bilbaínos Alfredo Acebal y José Murga, construido a partir de agosto de 1925. Tanto las obras de remodelación en las que participó Galicia directamente y por algún tiempo, como en las nuevas obras que conocerían por correspondencia, van a ser un punto de referencia en su arquitectura.
“En Salvatierra, los conocimientos de albañilería y carpintería aprendidos de su padre y de su hermano los puso al servicio de la comunidad a la que ingresó, en la que junto a los otros coadjutores, hermanos Pascual Landa, Cesáreo Troyas y Félix Mariezcurrena, participó de las obras de mejoramiento del noviciado. Eran obras menores, como mejoras de huertas y gallineros, construcción de duchas y lavaderos mecánicos, otras de mayor importancia como un camino para colocar en comunicación el noviciado con la villa, un claustro con jardín y un trinquete de pelota con doble frontón cubierto en el noviciado. Estos arreglos correspondían a un principio que seguían en la comunidad ‘buenos y bien formados individuos, en un edificio bueno y bien adecentado’, que para Galicia inicialmente era seguir aplicando y perfeccionando sus básicos conocimientos, en este caso al lado ‘del gran Hermano Rubio del H. Landa’, pero que después sería parte de su norma de vida y profesional en su vida misionera.
“Galicia en el Chocó. 1926–1934. Las inquietudes constructivas y la habilidad como carpintero traídas por el hermano Galicia desde su tierra natal llegaron a buen tiempo para una comunidad que requería del concurso de hombres que le posibilitaran empujar y ampliar el programa edilicio.
“Galicia entró a ayudar en las obras de Quibdó; primero en el edificio principal de la Prefectura Apostólica, que venía siendo reconstruido desde el año 1913 cuando se incendió, y luego en la iglesia parroquial de Quibdó. Ambas edificaciones eran en madera y sometidas constantemente a remodelaciones ante los daños por la cuestión climática o por los incendios que eran tan comunes.
“Pronto fue destinado a Bosa, para donde salió el 18 de octubre de 1927, haciendo el recorrido que se hacía en aquellos años, es decir, vía Cartagena bajando el Atrato en el vapor ‘Bogotá’ hasta el Golfo de Urabá, seguir por mar hasta Cartagena y después en un vapor remontar nuevamente el río Magdalena con el propósito de hacer la profesión perpetua. Allí además perfeccionó sus conocimientos constructivos, en especial la carpintería y la ebanistería bajo la dirección del Hermano Alfredo Valderrama, un colombiano, natural del Carmen de Atrato, que había realizado su preparación en España.
“Su labor como constructor la inició en firme en la ciudad de Girardot, a donde fue con el propósito de terminar la iglesia de San Miguel, de la comunidad claretiana en este puerto, que había tenido múltiples dificultades para ello, especialmente para levantar la torre. En junio de 1928 inició la construcción en cemento armado de la torre, con diseños de Sthoüte y la participación del maestro Cayetano Hernández Hidalgo y 12 obreros, la cual culminaron en 1929. La torre, una alta torre de 38 metros de carácter gótico, que domina el panorama de las llanuras del Tolima, se convirtió en símbolo, con el puente sobre río Magdalena, de la llamada edad de oro del puerto.
“La obra de Girardot le permitió a Galicia no sólo desarrollar una importante obra sino que cimentó desde allí fama de excelente constructor dentro de la comunidad, una imagen avalada por su aporte a la obra, en soluciones constructivas y arquitectónicas no contempladas en el diseño, y fue el punto de partida al trabajo desarrollado en su comunidad y afuera de ella.
“De Bosa regresó al Chocó, en donde estuvo involucrado directamente en el incendio de 1930, cuando se destruyó la sede principal en Quibdó, pues él era el encargado de la proyección cinematográfica en el salón Claret, conflagración que no pudo evitar a pesar de sus esfuerzos que le produjeron quemaduras. De Quibdó fue trasladado el 13 de octubre hacía la sede de Istmina en donde estuvo por un lapso de diez meses, cuando regresó nuevamente a Quibdó el 10 de agosto de 1931 a ‘seguir las obras de carpintería de la casa que se intenta construir’.
“Su permanencia en la región del San Juan no fue muy destacada en obras, pero sí en enfermedades, pues varias veces enfermó y estuvo hospitalizado en el hospital de Andagoya, cuando le detectaron un paludismo muy adelantado y una infección de los riñones.
“Lo primero fue iniciar el proyecto de la nueva sede de la Prefectura Apostólica en Quibdó. Después del incendio transcurrieron diez meses para contar con el proyecto de Luis Llach, pero sólo hasta el año 1931 se iniciaron las obras, cuando en agosto regresó del San Juan para ponerse al frente de las mismas.
“Las labores de Galicia se diversificaron, pues aparte de la Prefectura también trabajaba en la remodelación de la iglesia, principalmente en los cambios de pisos de madera por mosaicos. Para esto último se había montado una fábrica de baldosas o mosaicos, la cual dirigió, por la cual le mereció una mención honorífica en una ‘Gran Exposición Territorial’, organizada en Bogotá en noviembre de 1933 por el Comité Cultural ‘Intensaria’.
“Como anécdota y como muestra de la personalidad polifacética de Galicia, cabe señalar que en algunos meses de recaída y entre sus trabajos, arregló el órgano de la iglesia parroquial; sus conocimientos de música le permitieron ser un intérprete del saxofón, un excelente músico que cogía una partitura a la primera, y llegar a ser director de la banda de San Francisco.
“Galicia en Quibdó. 1934–1942. Concentrado en su labor fundamental, esto es, la construcción de la sede de la Prefectura Apostólica, Galicia volcó todas sus energías en ella, pero en 1933 se paralizaron las obras entre mayo y septiembre por la enfermedad de Galicia, quien se resintió ‘efectos sin duda de los trabajos, calores y aguaceros soportados en la dirección de las obras‘; este período lo pasó en Medellín y a su regreso se reiniciaron las obras.
“En 1935 se consideraba al hermano Galicia como el ‘único técnico en esa ciudad’ y como tal se le pidió el peritazgo sobre el Edificio Nacional que en ese momento se terminaba con la dirección de Campo Elías Oñate y presentaba múltiples inconvenientes. Presentado el informe el 11 de diciembre de 1934 al subdirector general de Edificios Nacionales del Ministerio de Obras, este aconsejó luego, marzo de 1935, encargarlo de las obras de adecuación del edificio pues su informe era mucho más conciso y detallado, y demostraba experiencia. Es el informe del 34 el que le abrió las puertas de las obras intendenciales, a la vez que indicaba cómo el camino recorrido le había formado ya como un experto constructor, además en él muestra una comprensión de las particularidades del medio en lo tecnológico y en lo ambiental.
“Mirando su informe queda la sensación, aparte de todo lo expresado en cuanto a conocimientos técnicos, de la capacidad de hacer pequeñas concesiones a la arquitectura, los detalles que le daban calidez y un sello personal a su propuesta, evidenciando su manera particular de concebir la arquitectura más allá del hecho constructivo: ‘Por lo que respecta a las ventanas exteriores, se pudieran arreglar por completo, poniéndoles unos verteaguas de bastante vuelo y en los cabezales de las mismas un alero artístico sobre ménsulas artísticas, que al mismo tiempo que adornarán el edificio impedirán la introducción del agua que actualmente entra en bastante cantidad’”.
Luis Fernando González Escobar, Llach & Galicia: dos caminos, un punto de encuentro, Beca de investigación, Área patrimonio inmueble, Instituto Colombiano de Cultura, 1995. Medellín 1996. (Extracto tomado de la primera parte, capítulos 2, 3 y 4. Se omiten las notas)
#AmorPorColombia
Premios: Categoría Investigación
Texto de: Silvia Arango
Este trabajo continúa investigaciones que el arquitecto González había realizado sobre el patrimonio arquitectónico de Quibdó, donde descubrió a “dos grandes desconocidos”: Llach y Galicia.
El catalán Luis Llach representa la figura del arquitecto aventurero que, a comienzos de siglo, viajó y trabajó en varios países de la cuenca del Caribe. Sus contribuciones son especialmente importantes en Colombia (Quibdó) y Costa Rica, donde es considerado el principal representante de la arquitectura académica. Vicente Galicia, sacerdote y también español, trabajó en Venezuela y Colombia, dejando obras de tipo religioso en varias ciudades como Barranquilla, donde vivió los últimos años de su vida y donde González lo entrevistó poco antes de morir.
“Llach y Galicia: dos caminos, un punto de encuentro” es un excelente ejemplo de investigación como aporte de nuevo conocimiento, con base en fuentes primarias. La ávida lectura de toda la bibliografía pertinente se complementó con el inventario y la catalogación de los planos originales, la revisión de revistas, periódicos y material de época, la consulta de archivos de toda índole y las entrevistas a familiares y conocidos de los arquitectos. Animado por su pasión por el tema y una curiosidad detectivesca, González superó obstáculos financieros para rastrear las obras construidas por la geografía de Colombia, Venezuela y Costa Rica y cotejarlas con el resto de la información.
El ordenamiento y la catalogación de este material inédito hubiera sido por sus propios méritos un aporte significativo, pero esta investigación monográfica va más allá.
El enfoque historiográfico propone una íntima imbricación entre la dimensión biográfica y la interpretación arquitectónica. Bajo esta perspectiva, la arquitectura resulta algo más que un repertorio frío de formas, estilos y proporciones para convertirse en el resultado palpitante de una trayectoria vital. El entrecruce de circunstancias históricas, condiciones personales y productos arquitectónicos se expresa en una lógica narrativa de gran verosimilitud. Las vidas de los dos personajes se presentan como dos caminos arquitectónicos divergentes con un punto de contacto en Quibdó.
Sería muy importante que el trabajo se publicara en forma de libro, haciendo los ajustes necesarios en el texto y el material gráfico, para lograr una edición a la altura de la calidad de la investigación.
Extracto de la investigación
Luis Llach
“Llach en el Chocó. Las únicas hipótesis posibles de manejar en torno a las razones del arribo de Luis Llach al Chocó tienen que estar ligadas a las relaciones comerciales entre Quibdó y Cartagena. ¿O acaso serán las amorosas? ¿De pronto un viaje de la familia Castro Arboleda a Cartagena y el ocasional encuentro de Eloísa Castro y Luis Llach en una de las calles de la ciudad? Una sugestiva historia de amor que lo conduciría a remontar el río Atrato para instalarse en medio de la selva, en una pequeña aldea, sin importar dejar las comodidades en aras de su amada.
“La folletinesca hipótesis necesariamente tiene que rendirse a la evidencia ineludible de que su labor en Cartagena como ingeniero, arquitecto y artesano, tenía más posibilidades en un territorio donde los principales comerciantes cartageneros habían hecho fortuna, y del cual se hablaba en el puerto maravillas después de pasar los sucesos de la guerra civil y de la separación de Panamá, ya que se le vislumbraba un enorme futuro. Llach, primero relacionado con los de Zubiría, que tuvieron nexos con el Chocó, y después con otros comerciantes, especialmente sirios, pudo haber calibrado las posiblidades a partir de sus conocimientos y sobre todo por la carencia que tenía la región de personas cualificadas como él.
“Conjugados amor y negocios, hicieron que Llach se estableciera en Quibdó posiblemente entre 1904 y principios de 1905. El ser esposo de Eloísa Castro le permitió entrar en el pequeño círculo que dominaba la vida social, económica y política de la Intendencia, donde era personaje destacado su suegro Rodolfo Castro Baldrich. El entronque familiar lo condujo si no a asumir como suyo el proyecto de la elite, sí a participar de él de forma denodada, pues el espíritu progresista en boga lo dejó traslucir desde sus escritos, (como el publicado en el periódico El Chocó sobre el camino de Quibdó a Medellín), hasta en sus ejecutorias arquitectónicas, urbanas e ingenieriles.
“Participó de los principales proyectos; primero lo hizo como contratista particular, para lo cual se anunciaba como ingeniero civil en la prensa, después como contratista oficial hasta llegar a ocupar el cargo de Ingeniero Director de Obras Públicas, desde enero de 1908, nombramiento que la prensa consideró acertado y una manera de reconocerle ‘sus notables cualidades de compentencia y consagración’. También hizo parte de la labor educacional de las elites, primero en el Colegio Público en 1905, en donde fue profesor de Caligrafía y Dibujo, y después en la Escuela Nocturna de Artesanos, donde participó de las conferencias libres de los sábados con una sobre la fabricación del vidrio.
“Sus labores de ingeniería lo llevaron a recorrer y reconocer al Chocó. Se aproximó a sus realidades y a sus carencias, las dimensionó, estudió y dejó plasmadas en informes que compendian muchos conocimientos sobre la geografía, la fauna, la flora, la geología y la toponimia de aquellos años. No gratuitamente el intendente Enrique Palacios se hizo acompañar por él, entre otros, en la correría que realizó por el bajo Atrato y la costa caribeña, visitando las poblaciones ribereñas y el pueblo de Acandí, en el mes de octubre de 1907, en cumplimiento del Decreto Nacional que creó la Intendencia. A bordo del vapor ‘Diego Martínez’, el Intendente, el médico oficial Jorge Camacho, el escribiente Reinaldo Valencia y demás miembros de la comitiva se distrajeron escuchando los cálculos y disertaciones del ingeniero Llach.
“El conocimiento de primera mano del territorio del Chocó lo demostró con su participación en el informe que rindió el intendente Palacios en diciembre de 1907 al Ministro de Gobierno. Este informe de 60 páginas, realizado por el Intendente con la colaboración de Manuel G. Salazar, encargado de Instrucción Pública; Eduardo Ferrer, Secretario General; Juan Jacobo Restrepo y Llach, fue el primer intento de conocimiento de lo que era esta región, una aproximación a lo que era la Intendencia desde la historia, geografía, población, poniendo así una primera piedra en el edificio común. Participación que repitió en el informe que presentó Eduardo Ferrer como gobernador de la recién creada y fugaz Gobernación de Quibdó, en el que Llach elaboró el informe de la sección de Obras Públicas.
“Otro aporte significativo al reconocimiento de la realidad territorial, en la capacidad de abstracción y dominio de él, fue la elaboración del mapa de la Intendencia que realizó entre los años 1907 y sobre el cual se basaron posteriores mapas, como el presentado por Antonio Llano al Ministro de Obras Públicas en 1910, para solicitar títulos de minas.
“El insumo básico de ese conocimiento, como se dijo anteriormente, fue la labor adelantada dentro del programa vial de la Intendencia, en el desarrollo del cual compartió con el ingeniero Roberto J. White, el general Juan Jacobo Restrepo y Rodolfo Castro Baldrich, la dirección, exploración, estudios y trazados de los caminos. Desde la creación de la Junta de Obras Públicas de la Intendencia estuvo vinculado como miembro en representación del Concejo de Quibdó al lado de Enrique Ferrer y Heliodoro Rodríguez. Allí se posesionó el 30 de enero de 1907, y tuvo injerencia en la organización de los trabajos del camino de Quibdó a Bolívar.
“En el informe rendido a la Junta Principal como miembro de ella el 12 de mayo de 1907, sobre el camino de Antioquia en el trayecto de Quibdó al caserío de la Troje, dejó traslucir los conocimientos que sobre el trazado de vías tenía a partir del estudio de los trabajos de ingenieros europeos como Mellado, Laoulaye y Borges. Hace comparaciones de costos de caminos en Francia, Alemania y Bélgica, e incluso hace anotaciones urbanísticas; pero nuevamente estos conocimientos teóricos los atempera con las realidades locales al momento de aconsejar los materiales para el diseño de los puentes: ‘Mi parecer es que estos sean construidos del modo más económico posible a la par que sólidos y sencillos; disponemos para el efecto de una madera incorruptible en la región, que es conocida con el nombre de ‘trúntago negro’. La práctica enseña que esta clase de madera, al estar protegida por la tierra, es inacabable; pues bien ¿por qué los puentes no podemos construirlos de este material cubierto de tierra?’. Una clara demostración de respeto y valoración de materiales y de la tradición local, dándole otra dimensión tecnológica.
“Su sensibilidad a ese medio local se pone de manifiesto también en el informe que elaboró el 20 de febrero de 1908 sobre la exploración para realizar el estudio y trazado de la vía que de Quibdó debía conducir a la población de Istmina. El informe incluyó el plano del levantamiento topográfico de la trocha, y adicionalmente la antigua vía fluvial por el río Quito, para hacer la comparación de los trayectos y las distancias que se acortaban por trazado propuesto. Aparte de lo estrictamente del trazado y los demontes, para los que aconseja explosivos en el derribe de los árboles de mayor tamaño, hace una descripción de las zonas agrológicas y mineras, de la fauna y especialmente de la flora: ‘que es exuberante en toda la región; la naturaleza ha hecho derroche de variedad y riqueza’, decía admirativamente. Hace una clasificación entre maderas para construcciones e incorruptibles para fundaciones, designándolas con los nombres locales, haciendo en unos casos precisiones como la madera de oquendo ‘de cuyo corazón se labran bastones cuya belleza compite con la del carey’.
“El informe presentado ante el Ministerio de Obras fue avalado por los ingenieros de allí y considerado ‘importante no solamente por el cuidado con que ha estudiado la trocha actual sino por los numerosos datos geográficos que le han permitido establecer el anteproyecto de un trazo mucho más corto que el que existe ahora’, por lo que fue aprobado para ser utilizado como base del estudio definitivo.
“Este trazado era una obra de trascendental importancia para la Intendencia porque por primera vez se pondrían en comunicación las dos capitales de las provincias en que siempre ha estado dividido el Chocó: Atrato y San Juan; en esta última, San Pablo, que desde 1908 se llamó Istmina, ante las nuevas condiciones económicas se impuso como capital. Llach, como Ingeniero Director de Obras Públicas, dió inicio a las obras en marzo de 1908, siguiendo el trazado por él propuesto, y estuvo al frente de ellas hasta su retiro.
“Su labor en la capital fue igual de importante a la realizada en toda la Intendencia. Desde un principio fue el contratista de las principales obras en el proceso de adecuación del área urbana, como en el caso de los puentes del norte y del centro que fueron calculados y construidos por él, para consolidar la calle del Puerto como el paseo anhelado por la sociedad.
“Su actitud manifiesta de no desligar ingeniería de una propuesta estética, en este caso de orden urbanístico, lo expresó en la manera como le insinuó al Intendente la forma de aprovechar las obras del camino para Antioquia para hacer una entrada digna a la ciudad. En su informe sobre el camino escribe: ‘dice un autor muy conocido que las afueras de una ciudad son como el prólogo de ella, y por su aspecto puede juzgarse del grado y cultura de sus habitantes, y a fe mía que dice la verdad; al embellecimiento exterior debieron su celebridad legítima las afueras de Atenas, Palmira, Roma y otras tantas ciudades cuyas bellezas refiere la historia’. A él se debe entonces que las obras del camellón a la salida de Quibdó se convirtieran en una Alameda, sirvieran como paseo a los baños de la Yesca y la loma conocida como Colorada, ‘empinada y de difícil acceso, levantada allá como muestra de los trabajos que esperaban al caminante que se resolviera a emprender el viaje a Antioquia’, fuera un digno carretero que dio acceso al nuevo cementerio de San José y mejoraría el aspecto urbanístico de la ciudad bajo su dirección.
“La contribución al mejoramiento urbano también contó con su participación desde la Junta de Ornato e Higiene de la cual fue nombrado presidente (a la par que Enrique Ferrer) y representante ante la Junta Principal de Obras Públicas, encargándose él y el doctor Fausto Domínguez y Carlos A. Orrego de elaborar el reglamento respectivo. Es esta junta la encargada de impulsar la mayor obra urbana, como fue la de convertir la antigua plaza de San Francisco en Parque de los Libertadores, diseño que elaboró Luis Llach en marzo de 1908; esta obra es sin lugar a dudas la obra representativa del decenio.
“Observar la fotografía del nuevo parque es mirar la intensidad del cambio de la sociedad y de su espacio urbano, un hecho a la vez patético y, por qué no, conmovedor. Al frente de la misma, un grupo de hombres: mayores y niños; blancos, mulatos y negros, con sus vestidos de paño y lino y de sombrero, la mayoría calzados, posan apoyados en la verja metálica, mirando a la cámara. En el centro del parque rodeado de árboles, otro grupo ocupa o está alrededor de un templete. Es la imagen del nuevo Quibdó, los nuevos grupos sociales, la transformación del hombre negro urbano, las modas en auge y una nueva espacialidad urbana. Con el paso del siglo se había abierto un abismo con el pasado inmediato.
“Llach en esta obra pequeña y tal vez simple, supo recoger las aspiraciones de esta sociedad en ‘transición, pero transición feliz’, como se autodenominaba, en un parque con estilo que olvidó la plaza yerma de origen colonial. El lenguaje formal incorporado era el pedido por la sociedad minoritaria pero el espacio de todos. Un templete elegante en el centro del parque rodeado de árboles que daban sombrío a las bancas dispuestas en el perímetro y demarcado por la también elegante y ondulante verja (regalada por el ‘Excelentísimo señor Presidente de la República’), que de tanto en tanto tenía una columnita rematada en borla, símbolo de la importancia adquirida por la música en el medio chocoano, donde todas las capas sociales acogieron la música promovida por la Intendencia. Sin lugar a dudas era lo que aspiraban los quibdoseños de ese momento, dónde ir a escuchar las retretas de la Banda Intendencial, mostrar la moda e intercambiar opiniones sobre el futuro que les depararían los precios de los metales en las bolsas de Nueva York y París.
“Como arquitecto, Llach contribuyó en las principales obras, como fueron el Mercado de Carnes, posiblemente su primera obra en Quibdó, construida en 1906 durante la administración del último Prefecto de la provincia, el general Juan Jacobo Restrepo. De una arquitectura inédita en la ciudad por su estilo, materiales y tecnología, seguramente la experiencia del mercado de Cartagena de Luis Felipe Jaspe fue el inspirador. Con él inauguró tempranamente para Quibdó la arquitectura republicana.
“En la obra del Templo Parroquial, donde fue contratista desde enero de 1906 hasta julio de 1908, una obra más acorde con las realidades tecnológicas del medio pues era en madera, intentó superarla en la propuesta formal e introdujo un lenguaje historicista en la cúpula y en las torres con aires gotizantes, pero que le causó algunos reclamos, como los de periodista Luis Tejada, quien en tono irónico decía de la obra:
“‘Como el calabozo, sin acabar de hacer, está quedando el hermoso templo en construcción. Qué hermosas esas torres: parecen dos hermosas damas que sacan la cabeza al sol de la mañana: hermosa cabellera rubia, ojos de corza herida, seno tangente, cubierto por una camisola de rizos alegres y de cintillas modestamente vistosas ... pero, señor, con las piernas de Don Quijote tras de un pollerín de tablas disparatadas. ¡Don Luis! Don Luis: derrame más duro el arte para que caiga hasta el suelo’.
“Otra de sus obras en este período fue la Casa de Gobierno, de la que el Intendente a su llegada en 1907 dijo que ‘está casi al terminarse su magnífica Casa de Gobierno’, también en madera, pero de la que hay pocas referencias. También fue contratado en febrero o marzo de 1908 para elaborar los planos de la iglesia de Istmina ‘cuya construcción se principiará dentro de poco en el lugar donde el finado Pbro. Dr. Terán había principiado los trabajos’. Istmina era en 1911 una población de trescientas casas, en la confluencia del río San Juan y la quebrada San Pablo, ‘formando los dos ríos un ángulo recto; por los lados se hallan diseminadas las viviendas en dos calles por cada parte, y en el centro, en una colina, bastante elevada y dominándolo todo, el templo parroquial en construcción’, estaba habitada, además de los nativos, por antioqueños, bogotanos, ‘turcos’, italianos, norteamericanos e ingleses.
“Como escultor, Llach dejó una obra notable: el altar mayor para el Templo Parroquial, obsequiado por el ciudadano sirio Félix Meluk. Fue ejecutado ‘por el notable artista español Sr. D. Luis Llach... Está construido el Altar conforme al estilo gótico florido, en artística combinación con el románico. La decoración es admirable... el conjunto armonioso de la obra la hace aparecer no sólo perfecta, sino de una inesperada belleza. Hay en ella un gusto estético exquisito, no resaltan los colores chillones y vulgares, desgraciadamente tan comunes en trabajos de Iglesia, y hasta se vislumbran, en las efigies de los Santos y Ángeles, castos y suaves rasgos de arte moderno’.
“El 20 de mayo de 1908 Llach solicitó una licencia al gobierno intendencial, que le fue concedida, siendo reemplazado por su suegro Rodolfo Castro B.; reintegrado después, aunque por poco tiempo, dejó definitivamente el puesto que ocupaba en la Intendencia. En la segunda mitad del año 1908 siguió su ruta americana en la república de Panamá.
Vicente Galicia
“Vicente Frumencio Galicia A., un vasco nacido en Tolosa (provincia de Guipúzkoa): ‘calle de Antonio Eloseguí, número sesenta y seis, piso segundo, domicilio de sus padres’ en 1901, llegó a Colombia después de embarcarse en Francia en el puerto de Saint Nazaire el 6 de septiembre de 1926. Luego de más de un mes de navegación llegó a Cartagena y siguió hacia el Chocó a donde fue destinado por la comunidad a la que pertenecía, los Hijos del Inmaculado Corazón de María, desde que en agosto de 1921, optó por profesar como hermano seglar.
“Era otro más de los claretianos que procedentes de España tenían como lugar de destino Quibdó, la capital de la Intendencia Nacional del Chocó, a la que llegó en el momento en que Luis Llach salía para Nueva York. Si el encuentro de Llach y Galicia se dió fue por escasos días y algo muy incidental, sin trascendencia en la vida de ambos, pero quedaba señalado que este era su punto de encuentro en los caminos de la vida de ambos.
“El joven Galicia, con 25 años a su llegada a Quibdó, ya tenía experiencia como constructor, la que había puesto al servicio de la comunidad claretiana desde temprano en su vida. A los 13 años, en Valmaseda, completó los estudios primarios y se trasladó a Bilbao, donde estudió dibujo y delineación. Pero es la relación con su padre Benjamín y su hermano Julián, constructores y carpinteros, lo que define gran parte de su vocación como constructor; ambos participaron de la construcción del Postulantado e Iglesia de Valmaseda, un largo proyecto acariciado por la comunidad claretiana desde 1884, en el cual participó de joven Vicente Frumencio como ayudante, antes de su ingreso en 1921 al Noviciado de Salvatierra a hacer su profesión con los claretianos. Era un antiguo palacio que se fue remodelando y al que se le agregó un nuevo santuario al Corazón de María, sueño dorado de la comunidad, con diseño de los arquitectos bilbaínos Alfredo Acebal y José Murga, construido a partir de agosto de 1925. Tanto las obras de remodelación en las que participó Galicia directamente y por algún tiempo, como en las nuevas obras que conocerían por correspondencia, van a ser un punto de referencia en su arquitectura.
“En Salvatierra, los conocimientos de albañilería y carpintería aprendidos de su padre y de su hermano los puso al servicio de la comunidad a la que ingresó, en la que junto a los otros coadjutores, hermanos Pascual Landa, Cesáreo Troyas y Félix Mariezcurrena, participó de las obras de mejoramiento del noviciado. Eran obras menores, como mejoras de huertas y gallineros, construcción de duchas y lavaderos mecánicos, otras de mayor importancia como un camino para colocar en comunicación el noviciado con la villa, un claustro con jardín y un trinquete de pelota con doble frontón cubierto en el noviciado. Estos arreglos correspondían a un principio que seguían en la comunidad ‘buenos y bien formados individuos, en un edificio bueno y bien adecentado’, que para Galicia inicialmente era seguir aplicando y perfeccionando sus básicos conocimientos, en este caso al lado ‘del gran Hermano Rubio del H. Landa’, pero que después sería parte de su norma de vida y profesional en su vida misionera.
“Galicia en el Chocó. 1926–1934. Las inquietudes constructivas y la habilidad como carpintero traídas por el hermano Galicia desde su tierra natal llegaron a buen tiempo para una comunidad que requería del concurso de hombres que le posibilitaran empujar y ampliar el programa edilicio.
“Galicia entró a ayudar en las obras de Quibdó; primero en el edificio principal de la Prefectura Apostólica, que venía siendo reconstruido desde el año 1913 cuando se incendió, y luego en la iglesia parroquial de Quibdó. Ambas edificaciones eran en madera y sometidas constantemente a remodelaciones ante los daños por la cuestión climática o por los incendios que eran tan comunes.
“Pronto fue destinado a Bosa, para donde salió el 18 de octubre de 1927, haciendo el recorrido que se hacía en aquellos años, es decir, vía Cartagena bajando el Atrato en el vapor ‘Bogotá’ hasta el Golfo de Urabá, seguir por mar hasta Cartagena y después en un vapor remontar nuevamente el río Magdalena con el propósito de hacer la profesión perpetua. Allí además perfeccionó sus conocimientos constructivos, en especial la carpintería y la ebanistería bajo la dirección del Hermano Alfredo Valderrama, un colombiano, natural del Carmen de Atrato, que había realizado su preparación en España.
“Su labor como constructor la inició en firme en la ciudad de Girardot, a donde fue con el propósito de terminar la iglesia de San Miguel, de la comunidad claretiana en este puerto, que había tenido múltiples dificultades para ello, especialmente para levantar la torre. En junio de 1928 inició la construcción en cemento armado de la torre, con diseños de Sthoüte y la participación del maestro Cayetano Hernández Hidalgo y 12 obreros, la cual culminaron en 1929. La torre, una alta torre de 38 metros de carácter gótico, que domina el panorama de las llanuras del Tolima, se convirtió en símbolo, con el puente sobre río Magdalena, de la llamada edad de oro del puerto.
“La obra de Girardot le permitió a Galicia no sólo desarrollar una importante obra sino que cimentó desde allí fama de excelente constructor dentro de la comunidad, una imagen avalada por su aporte a la obra, en soluciones constructivas y arquitectónicas no contempladas en el diseño, y fue el punto de partida al trabajo desarrollado en su comunidad y afuera de ella.
“De Bosa regresó al Chocó, en donde estuvo involucrado directamente en el incendio de 1930, cuando se destruyó la sede principal en Quibdó, pues él era el encargado de la proyección cinematográfica en el salón Claret, conflagración que no pudo evitar a pesar de sus esfuerzos que le produjeron quemaduras. De Quibdó fue trasladado el 13 de octubre hacía la sede de Istmina en donde estuvo por un lapso de diez meses, cuando regresó nuevamente a Quibdó el 10 de agosto de 1931 a ‘seguir las obras de carpintería de la casa que se intenta construir’.
“Su permanencia en la región del San Juan no fue muy destacada en obras, pero sí en enfermedades, pues varias veces enfermó y estuvo hospitalizado en el hospital de Andagoya, cuando le detectaron un paludismo muy adelantado y una infección de los riñones.
“Lo primero fue iniciar el proyecto de la nueva sede de la Prefectura Apostólica en Quibdó. Después del incendio transcurrieron diez meses para contar con el proyecto de Luis Llach, pero sólo hasta el año 1931 se iniciaron las obras, cuando en agosto regresó del San Juan para ponerse al frente de las mismas.
“Las labores de Galicia se diversificaron, pues aparte de la Prefectura también trabajaba en la remodelación de la iglesia, principalmente en los cambios de pisos de madera por mosaicos. Para esto último se había montado una fábrica de baldosas o mosaicos, la cual dirigió, por la cual le mereció una mención honorífica en una ‘Gran Exposición Territorial’, organizada en Bogotá en noviembre de 1933 por el Comité Cultural ‘Intensaria’.
“Como anécdota y como muestra de la personalidad polifacética de Galicia, cabe señalar que en algunos meses de recaída y entre sus trabajos, arregló el órgano de la iglesia parroquial; sus conocimientos de música le permitieron ser un intérprete del saxofón, un excelente músico que cogía una partitura a la primera, y llegar a ser director de la banda de San Francisco.
“Galicia en Quibdó. 1934–1942. Concentrado en su labor fundamental, esto es, la construcción de la sede de la Prefectura Apostólica, Galicia volcó todas sus energías en ella, pero en 1933 se paralizaron las obras entre mayo y septiembre por la enfermedad de Galicia, quien se resintió ‘efectos sin duda de los trabajos, calores y aguaceros soportados en la dirección de las obras‘; este período lo pasó en Medellín y a su regreso se reiniciaron las obras.
“En 1935 se consideraba al hermano Galicia como el ‘único técnico en esa ciudad’ y como tal se le pidió el peritazgo sobre el Edificio Nacional que en ese momento se terminaba con la dirección de Campo Elías Oñate y presentaba múltiples inconvenientes. Presentado el informe el 11 de diciembre de 1934 al subdirector general de Edificios Nacionales del Ministerio de Obras, este aconsejó luego, marzo de 1935, encargarlo de las obras de adecuación del edificio pues su informe era mucho más conciso y detallado, y demostraba experiencia. Es el informe del 34 el que le abrió las puertas de las obras intendenciales, a la vez que indicaba cómo el camino recorrido le había formado ya como un experto constructor, además en él muestra una comprensión de las particularidades del medio en lo tecnológico y en lo ambiental.
“Mirando su informe queda la sensación, aparte de todo lo expresado en cuanto a conocimientos técnicos, de la capacidad de hacer pequeñas concesiones a la arquitectura, los detalles que le daban calidez y un sello personal a su propuesta, evidenciando su manera particular de concebir la arquitectura más allá del hecho constructivo: ‘Por lo que respecta a las ventanas exteriores, se pudieran arreglar por completo, poniéndoles unos verteaguas de bastante vuelo y en los cabezales de las mismas un alero artístico sobre ménsulas artísticas, que al mismo tiempo que adornarán el edificio impedirán la introducción del agua que actualmente entra en bastante cantidad’”.
Luis Fernando González Escobar, Llach & Galicia: dos caminos, un punto de encuentro, Beca de investigación, Área patrimonio inmueble, Instituto Colombiano de Cultura, 1995. Medellín 1996. (Extracto tomado de la primera parte, capítulos 2, 3 y 4. Se omiten las notas)