- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Estelas: la obra de Hugo Zapata en Suramericana
Hugo Zapata H. / Estelas / 1987 / Ensamblaje en mármol y vidrio / 300 x 600 x 250 cm / Adquirida en 1987, se encuentra ubicada en los jardines que rodean la sede de Suramericana.
Afiche para la muestra Once artistas antioqueños, organizada para el Banco de la República por la Galería de La Oficina, en Medellín, 1975. Zapata participó en esta emblemática exposición de la generación de artistas paisas influidos por las bienales de Medellín.
Texto de: Carlos Arturo Fernández Uribe
En 1987, Suramericana de Seguros entregó a la ciudad de Medellín la obra Estelas, de Hugo Zapata, un ensamblaje de mármol y vidrio de tres metros de base y dos metros y medio de altura, instalado en los jardines de la sede central de la Compañía. En coincidencia con ello, la Sala de Arte realizó una exposición que se refería a los trabajos del artista en los diez años anteriores.
Hugo Zapata es uno de los representantes más destacados dentro de la generación de artistas que comienzan a trabajar en Antioquia a partir del impacto de las primeras Bienales de Arte de Coltejer, celebradas en 1968, 1970 y 1972. En ese momento, en medio de la crisis que lleva a la desaparición de la Bienal, en todo el país se puede percibir, además, una crítica generalizada contra el Salón Nacional que, a pesar de presentarse como la máxima institución del arte, a lo largo de los setenta dejaba casi completamente por fuera la participación de la provincia. A partir de entonces se consolida un proceso de descentralización en el arte colombiano, en el cual resultará definitiva la educación que dejaron las Bienales.
El momento más emblemático del proceso que se desencadena lo constituye la muestra Once artistas antioqueños organizada en 1975 por el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Allí aparecían obras de Félix Ángel, Rodrigo Callejas, John Castles, Óscar Jaramillo, Álvaro Marín, Humberto Pérez, Dora Ramírez, Javier Restrepo, Juan Camilo Uribe, Marta Elena Vélez y Hugo Zapata. Se trataba, en realidad, de un conjunto bastante heterogéneo, unificado ante todo por la procedencia regional. Más adelante, la misma muestra se presentó como Once antioqueños en el Banco de la República de Medellín, organizada por la Galería de la Oficina que Alberto Sierra había fundado en 1974; entonces se comienza a enfatizar la dimensión urbana de estos artistas: es algo que surge casi naturalmente frente a la decadencia de la visión folclórica, que rechazan de manera radical. El trabajo de estos artistas revela que a lo largo de los años setenta se acentúa el interés por las referencias internacionales que el arte colombiano había descubierto en las Bienales, muy diferente del moribundo postcubismo que garantizaba una supuesta modernidad a los artistas de generaciones anteriores. En este momento hay una marcada fascinación por el arte pop, que se manifiesta en imágenes que surgen del paisaje urbano o que revelan la mirada del habitante de una ciudad que crece vertiginosamente. Más adelante surge el atractivo por las distintas formas conceptuales, desarrolladas, sobre todo, basándose en referencias urbanas que refuerzan los valores significativos de las imágenes. Y finalmente, en consonancia con el origen mismo del arte conceptual, es necesario reconocer la presencia de elementos minimalistas ya desde comienzos de la década de los setenta.
Pero Hugo Zapata se encuentra vinculado, además, con el principal proyecto de formación artística que se desarrolla entonces en Colombia.
Durante el receso de las Bienales –que tendrán un nuevo aire en 1981–, y con unas características que buscan responder al nuevo contexto artístico y cultural creado por ellas, en 1976 aparece la carrera de artes de la Universidad Nacional, que se aleja de las concepciones artísticas que habían predominado hasta entonces en los medios académicos. Y Hugo Zapata es nombrado como primer director. La carrera de artes de la Universidad Nacional parte de las preocupaciones de un grupo de arquitectos y artistas, lo que se traduce en un indiscutible afán constructivo que se verá reflejado en el desarrollo artístico de las décadas siguientes, pero, además, en un nuevo sentido de la profesión del artista y en una más amplia dimensión humanística. Bien puede decirse que es entonces cuando la formación artística adquiere un carácter verdaderamente universitario y creativo gracias a la aplicación de nuevas metodologías, estructuradas alrededor de un “taller central” que permite a los estudiantes desarrollar sus propias propuestas estéticas.
Por otra parte, la crisis del Salón en los setenta conducirá en la década siguiente a una nueva preocupación por la organización del arte de las regiones y, así por ejemplo, Medellín organiza el XXXI Salón Nacional en 1987, en el Aeropuerto Olaya Herrera.
La exposición Hugo Zapata 1977 – 1987, en la Sala de Arte de Suramericana, en noviembre de 1987, recorría prácticamente todo el proceso creativo del artista hasta ese momento. En el catálogo de la muestra se manifestaba con claridad que la preocupación fundamental de la Compañía al desarrollar este tipo de actividad artística y cultural que son las exposiciones, consiste en aclarar de una forma didáctica la evolución del trabajo de nuestros artistas.
Casi toda la primera parte del trabajo de Hugo Zapata correspondiente a los años setenta se presenta por medio de serigrafías, al comienzo dedicadas a desplegar formas orgánicas, y, más adelante, dominadas por una especie de elementos anudados de mucha fuerza gestual. De manera general, puede afirmarse que, como es bastante frecuente entre los jóvenes artistas de esa década, Hugo Zapata investiga uno de aquellos sectores de límites difusos que pueden encontrarse entre la figuración y la abstracción.
En la década de los ochenta, el trabajo de Hugo Zapata da un salto hacia lo tridimensional, primero bajo la forma de pequeñas cajas de metal que contienen elementos minerales, y luego con el manejo directo de mármoles, piedras volcánicas o carboníferas donde descubre una suerte de pequeñas geografías. En el fondo, lo que existe es otra manera de enfrentar y desarrollar el viejo problema del paisaje. Y en este punto, el movimiento entre la construcción de pequeño formato y la gran intervención sobre la naturaleza se da por analogía y continuidad de percepción. En este orden de ideas, Hugo Zapata presenta en 1984 el proyecto Pórticos, dentro del concurso de obras de arte para el Aeropuerto José María Córdova, de Rionegro, proyecto del cual, por desgracia, solo se realizó la parte correspondiente a las vías de ingreso inmediato al aeropuerto; y de 1986 es Cota 1535, un proyecto no realizado para el Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara de Medellín. (Más tarde, en 1989, el suyo será uno de los proyectos premiados en el Concurso Nacional de Arte Riogrande II; en ese caso, no se construyó ninguna de las obras ganadoras).
Sin embargo, la obra fundamental en la exposición de 1987 y la que quiere destacarse en esta oportunidad, es Estelas, el trabajo en mármol y vidrio que se incorpora a los jardines del Centro Suramericana como una obra totalmente abierta que pertenece a la ciudad.
Frente a la magnífica arquitectura racionalista de la sede de la Compañía, y también en buena medida como una respuesta de la nueva generación artística al Monumento a la vida, de Rodrigo Arenas Betancourt, Estelas, de Hugo Zapata, es la manifestación contundente de la necesidad de una profunda integración entre cultura y naturaleza que se plantea con toda intensidad en el mundo contemporáneo.
Pero, además, también aquí Hugo Zapata comienza a formular una alternativa frente a la escultura geométrica que a lo largo de toda la década anterior se impuso en Medellín, de forma casi exclusiva. A dicha escultura, de raíz constructiva y minimalista, que recibió un impulso muy fuerte gracias a un impuesto municipal que obligaba a realizar obras de arte en las nuevas construcciones, se le debe, con toda justicia, un reconocimiento muy especial porque logró abrir un espacio verdaderamente inédito en Colombia para el desarrollo de la escultura contemporánea y, además, porque fue una de las fuerzas fundamentales en la ruptura con las poéticas folclóricas, nacionalistas y sociales de mitad del siglo.
Y, posiblemente por eso, esta obra de Hugo Zapata resulta tan significativa: cuando rompe con el esquematismo geométrico pero no renuncia ni a lo formal, ni a lo contemporáneo, ni a lo tecnológico, pero sí reivindica lo natural, Estelas hace evidente que la escultura actual se mueve en el terreno de la diversidad, sin posibilidad de exclusiones.
En otras palabras, aquí ya no existe un problema puramente artístico –en efecto, el trabajo básico sobre la piedra es obra de la acción milenaria de la naturaleza–, ni tampoco una realidad que pueda mirarse solo desde una tradicional perspectiva estética. Estelas se inscribe en una dimensión antropológica más profunda porque no se limita a la percepción ni a la reflexión, sino que se refiere a la misma condición humana entendida como dialéctica vital entre naturaleza y razón, azar y necesidad, materia y forma, espontaneidad y control, mundo físico y sentido psicológico.
Y, como la vida, esta obra no se puede circunscribir en los conceptos de volumen, de vacío o de espacio sino que revela la creación de un ambiente. Al respecto escribió Luis Fernando Valencia en el catálogo de la muestra:
“[…] La pieza no está constituida como una realidad racional o geométrica, con lo que se ha denominado tradicionalmente el espacio, su nuevo destino es la creación del concepto de ambiente, mucho más acorde para satisfacer las necesarias relaciones que deben existir entre el espectador y la obra, entre realidades psicológicas y realidades físicas. Entonces las piezas condicionan el entorno en el cual están inmersas, lo protegen del ‘proyecto urbanístico’, lo salvan del pensamiento ‘estructurado’, y van propiciando los elementos que construyen la memoria del ciudadano, se van incrustando en ese mundo de recuerdos y haciendo parte de hechos asociados a los sueños, presagios, fantasías, nostalgias e incertidumbres propias del hombre citadino común”.7
En síntesis, en medio del Centro Suramericana, Estelas, de Hugo Zapata, representa el reconocimiento de aquellas nuevas formas de pensamiento que, liberadas del lastre excesivo del racionalismo, llegan para enriquecer la cultura urbana actual.
Notas:
- 7 Luis Fernando Valencia, “La obra Estelas”, en Hugo Zapata 1977 –1987, catálogo, Medellín, Sala de Arte de Suramericana, noviembre de 1987, pp. 14-15.
#AmorPorColombia
Estelas: la obra de Hugo Zapata en Suramericana
Hugo Zapata H. / Estelas / 1987 / Ensamblaje en mármol y vidrio / 300 x 600 x 250 cm / Adquirida en 1987, se encuentra ubicada en los jardines que rodean la sede de Suramericana.
Afiche para la muestra Once artistas antioqueños, organizada para el Banco de la República por la Galería de La Oficina, en Medellín, 1975. Zapata participó en esta emblemática exposición de la generación de artistas paisas influidos por las bienales de Medellín.
Texto de: Carlos Arturo Fernández Uribe
En 1987, Suramericana de Seguros entregó a la ciudad de Medellín la obra Estelas, de Hugo Zapata, un ensamblaje de mármol y vidrio de tres metros de base y dos metros y medio de altura, instalado en los jardines de la sede central de la Compañía. En coincidencia con ello, la Sala de Arte realizó una exposición que se refería a los trabajos del artista en los diez años anteriores.
Hugo Zapata es uno de los representantes más destacados dentro de la generación de artistas que comienzan a trabajar en Antioquia a partir del impacto de las primeras Bienales de Arte de Coltejer, celebradas en 1968, 1970 y 1972. En ese momento, en medio de la crisis que lleva a la desaparición de la Bienal, en todo el país se puede percibir, además, una crítica generalizada contra el Salón Nacional que, a pesar de presentarse como la máxima institución del arte, a lo largo de los setenta dejaba casi completamente por fuera la participación de la provincia. A partir de entonces se consolida un proceso de descentralización en el arte colombiano, en el cual resultará definitiva la educación que dejaron las Bienales.
El momento más emblemático del proceso que se desencadena lo constituye la muestra Once artistas antioqueños organizada en 1975 por el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Allí aparecían obras de Félix Ángel, Rodrigo Callejas, John Castles, Óscar Jaramillo, Álvaro Marín, Humberto Pérez, Dora Ramírez, Javier Restrepo, Juan Camilo Uribe, Marta Elena Vélez y Hugo Zapata. Se trataba, en realidad, de un conjunto bastante heterogéneo, unificado ante todo por la procedencia regional. Más adelante, la misma muestra se presentó como Once antioqueños en el Banco de la República de Medellín, organizada por la Galería de la Oficina que Alberto Sierra había fundado en 1974; entonces se comienza a enfatizar la dimensión urbana de estos artistas: es algo que surge casi naturalmente frente a la decadencia de la visión folclórica, que rechazan de manera radical. El trabajo de estos artistas revela que a lo largo de los años setenta se acentúa el interés por las referencias internacionales que el arte colombiano había descubierto en las Bienales, muy diferente del moribundo postcubismo que garantizaba una supuesta modernidad a los artistas de generaciones anteriores. En este momento hay una marcada fascinación por el arte pop, que se manifiesta en imágenes que surgen del paisaje urbano o que revelan la mirada del habitante de una ciudad que crece vertiginosamente. Más adelante surge el atractivo por las distintas formas conceptuales, desarrolladas, sobre todo, basándose en referencias urbanas que refuerzan los valores significativos de las imágenes. Y finalmente, en consonancia con el origen mismo del arte conceptual, es necesario reconocer la presencia de elementos minimalistas ya desde comienzos de la década de los setenta.
Pero Hugo Zapata se encuentra vinculado, además, con el principal proyecto de formación artística que se desarrolla entonces en Colombia.
Durante el receso de las Bienales –que tendrán un nuevo aire en 1981–, y con unas características que buscan responder al nuevo contexto artístico y cultural creado por ellas, en 1976 aparece la carrera de artes de la Universidad Nacional, que se aleja de las concepciones artísticas que habían predominado hasta entonces en los medios académicos. Y Hugo Zapata es nombrado como primer director. La carrera de artes de la Universidad Nacional parte de las preocupaciones de un grupo de arquitectos y artistas, lo que se traduce en un indiscutible afán constructivo que se verá reflejado en el desarrollo artístico de las décadas siguientes, pero, además, en un nuevo sentido de la profesión del artista y en una más amplia dimensión humanística. Bien puede decirse que es entonces cuando la formación artística adquiere un carácter verdaderamente universitario y creativo gracias a la aplicación de nuevas metodologías, estructuradas alrededor de un “taller central” que permite a los estudiantes desarrollar sus propias propuestas estéticas.
Por otra parte, la crisis del Salón en los setenta conducirá en la década siguiente a una nueva preocupación por la organización del arte de las regiones y, así por ejemplo, Medellín organiza el XXXI Salón Nacional en 1987, en el Aeropuerto Olaya Herrera.
La exposición Hugo Zapata 1977 – 1987, en la Sala de Arte de Suramericana, en noviembre de 1987, recorría prácticamente todo el proceso creativo del artista hasta ese momento. En el catálogo de la muestra se manifestaba con claridad que la preocupación fundamental de la Compañía al desarrollar este tipo de actividad artística y cultural que son las exposiciones, consiste en aclarar de una forma didáctica la evolución del trabajo de nuestros artistas.
Casi toda la primera parte del trabajo de Hugo Zapata correspondiente a los años setenta se presenta por medio de serigrafías, al comienzo dedicadas a desplegar formas orgánicas, y, más adelante, dominadas por una especie de elementos anudados de mucha fuerza gestual. De manera general, puede afirmarse que, como es bastante frecuente entre los jóvenes artistas de esa década, Hugo Zapata investiga uno de aquellos sectores de límites difusos que pueden encontrarse entre la figuración y la abstracción.
En la década de los ochenta, el trabajo de Hugo Zapata da un salto hacia lo tridimensional, primero bajo la forma de pequeñas cajas de metal que contienen elementos minerales, y luego con el manejo directo de mármoles, piedras volcánicas o carboníferas donde descubre una suerte de pequeñas geografías. En el fondo, lo que existe es otra manera de enfrentar y desarrollar el viejo problema del paisaje. Y en este punto, el movimiento entre la construcción de pequeño formato y la gran intervención sobre la naturaleza se da por analogía y continuidad de percepción. En este orden de ideas, Hugo Zapata presenta en 1984 el proyecto Pórticos, dentro del concurso de obras de arte para el Aeropuerto José María Córdova, de Rionegro, proyecto del cual, por desgracia, solo se realizó la parte correspondiente a las vías de ingreso inmediato al aeropuerto; y de 1986 es Cota 1535, un proyecto no realizado para el Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara de Medellín. (Más tarde, en 1989, el suyo será uno de los proyectos premiados en el Concurso Nacional de Arte Riogrande II; en ese caso, no se construyó ninguna de las obras ganadoras).
Sin embargo, la obra fundamental en la exposición de 1987 y la que quiere destacarse en esta oportunidad, es Estelas, el trabajo en mármol y vidrio que se incorpora a los jardines del Centro Suramericana como una obra totalmente abierta que pertenece a la ciudad.
Frente a la magnífica arquitectura racionalista de la sede de la Compañía, y también en buena medida como una respuesta de la nueva generación artística al Monumento a la vida, de Rodrigo Arenas Betancourt, Estelas, de Hugo Zapata, es la manifestación contundente de la necesidad de una profunda integración entre cultura y naturaleza que se plantea con toda intensidad en el mundo contemporáneo.
Pero, además, también aquí Hugo Zapata comienza a formular una alternativa frente a la escultura geométrica que a lo largo de toda la década anterior se impuso en Medellín, de forma casi exclusiva. A dicha escultura, de raíz constructiva y minimalista, que recibió un impulso muy fuerte gracias a un impuesto municipal que obligaba a realizar obras de arte en las nuevas construcciones, se le debe, con toda justicia, un reconocimiento muy especial porque logró abrir un espacio verdaderamente inédito en Colombia para el desarrollo de la escultura contemporánea y, además, porque fue una de las fuerzas fundamentales en la ruptura con las poéticas folclóricas, nacionalistas y sociales de mitad del siglo.
Y, posiblemente por eso, esta obra de Hugo Zapata resulta tan significativa: cuando rompe con el esquematismo geométrico pero no renuncia ni a lo formal, ni a lo contemporáneo, ni a lo tecnológico, pero sí reivindica lo natural, Estelas hace evidente que la escultura actual se mueve en el terreno de la diversidad, sin posibilidad de exclusiones.
En otras palabras, aquí ya no existe un problema puramente artístico –en efecto, el trabajo básico sobre la piedra es obra de la acción milenaria de la naturaleza–, ni tampoco una realidad que pueda mirarse solo desde una tradicional perspectiva estética. Estelas se inscribe en una dimensión antropológica más profunda porque no se limita a la percepción ni a la reflexión, sino que se refiere a la misma condición humana entendida como dialéctica vital entre naturaleza y razón, azar y necesidad, materia y forma, espontaneidad y control, mundo físico y sentido psicológico.
Y, como la vida, esta obra no se puede circunscribir en los conceptos de volumen, de vacío o de espacio sino que revela la creación de un ambiente. Al respecto escribió Luis Fernando Valencia en el catálogo de la muestra:
“[…] La pieza no está constituida como una realidad racional o geométrica, con lo que se ha denominado tradicionalmente el espacio, su nuevo destino es la creación del concepto de ambiente, mucho más acorde para satisfacer las necesarias relaciones que deben existir entre el espectador y la obra, entre realidades psicológicas y realidades físicas. Entonces las piezas condicionan el entorno en el cual están inmersas, lo protegen del ‘proyecto urbanístico’, lo salvan del pensamiento ‘estructurado’, y van propiciando los elementos que construyen la memoria del ciudadano, se van incrustando en ese mundo de recuerdos y haciendo parte de hechos asociados a los sueños, presagios, fantasías, nostalgias e incertidumbres propias del hombre citadino común”.7
En síntesis, en medio del Centro Suramericana, Estelas, de Hugo Zapata, representa el reconocimiento de aquellas nuevas formas de pensamiento que, liberadas del lastre excesivo del racionalismo, llegan para enriquecer la cultura urbana actual.
Notas:
- 7 Luis Fernando Valencia, “La obra Estelas”, en Hugo Zapata 1977 –1987, catálogo, Medellín, Sala de Arte de Suramericana, noviembre de 1987, pp. 14-15.