- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Criterios de Conservación
Atardecer en el río Caquetá
Hhiguerón, Ficus sp., talalo a orillas del río Cahuinarí.
Transporte fluvial de troncos de cativo. Río Atrato, Chocó.
Río Ariari, Meta.
Parque Nacional Chiribiquete, Caquetá.
Parque Nacional Katios. Chocó.
Río Amazonas.
Raudales de Yapacana, Casiquiare.
Parque Nacional Sierra Nevada de Santa Marta.
Evaporación sobre la selva amazónica.
Barcos pesqueros. Río Amazonas.
Atardecer en el río Amazonas.
Texto de: Carlos Castaño Uribe
“El mundo no es, desgraciadamente, como quisiéramos que fuera. Los problemas son numerosos y enormes. En realidad, no se les puede resolver sin cooperación y perspicacia. Es de la mayor importancia que la gente tenga la oportunidad de participar en las decisiones acerca de la manera de tratar la naturaleza”.
–Freric Hauge .
La “conservación” es algo más que mantener en buen estado una cosa o un lugar; es, en el fondo, una apertura a la consideración ideológica y ética del “deber-ser”, y de la obligatoriedad de “permitir la existencia de otras formas de vida”.
No cabe duda de que la conversión degradante del bosque continuará, pero es necesario insistir, ante las personas y los organismos que toman las decisiones, que sólo será por medio del análisis de los valores y beneficios a largo plazo, con la dimensión ambiental incluida, como un proyecto de desarrollo para estas zonas podrá ser evaluado.
Puesto que la Naturaleza tiene muy pocos interlocutores, y que es mínima la importancia que ha dado el hombre a la oferta del bosque húmedo, parecería que no existieran medios para una adecuada dirección y manejo de este importante bioma.
La realidad es que se ha invertido mucho esfuerzo intentando convertir los bosques lluviosos tropicales en sistemas de producción, y muy poco en averiguar, siquiera, qué especies desaparecen en el proceso de conversión, y mucho menos aún, el indagar qué beneficios pudieran obtenerse de los cientos de plantas y animales que se destruyen anualmente.
La diversidad del bosque tropical es asombrosa. En un área de apenas 10 hectáreas se han descubierto 1.500 especies de plantas de flor, 750 especies de árboles, 450 de pájaros, 150 especies de mariposas, 100 de reptiles diferentes, 60 especies de anfibios y más de 8.000 insectos distintos.
Colombia, como es bien sabido, figura entre los países con mayor diversidad biológica -algo más del 15% de la biota mundial- lo que cataloga a esta pequeña nación, en términos de su extensión en el concierto global (0.7%), como un lugar de megadiversidad y, por ende, un país privilegiado en este sentido.
En cuanto al número de especies por kilómetro cuadrado, Colombia posee 506 veces más de ellas que el total esperado o conocido para el Brasil, que, de hecho, ha sido considerado como uno de los más grandes poseedores de especies del orbe (1), ya que su bosque húmedo es el más extenso de toda la franja tropical.
Por consiguiente, la conservación debe insertarse dentro de un esquema válido y aceptable, orientado a la utilización sostenible de los recursos naturales renovables, conservando la diversidad y el potencial de productividad para una explotación persistente, que favorezca a las generaciones actuales y futuras.
El desarrollo sostenido debe entenderse como el proceso de transformaciones naturales, económicas, sociales, culturales e institucionales, que tienen por objeto asegurar el mejoramiento de las condiciones de vida del ser humano y de su producción, sin deteriorar el ambiente natural, ni comprometer las bases de un desarrollo similar para las futuras generaciones (2).
Conservación y desarrollo: dos caras de la misma moneda, que deben responder por el mantenimiento, a perpetuidad, de los ecosistemas del bosque lluvioso, ya que son muchos los valores que justifican su protección.
El conocimiento de estos valores debe ser difundido entre la población nacional y mundial, a fin de crear una verdadera conciencia sobre los criterios que se deben tener en cuenta en relación con el tema de la preservación de los recursos genéticos, ya que cuando se discute este asunto, es imposible eludir la consideración sobre el futuro y la intangibilidad de tales recursos, incluso si se argumenta, únicamente, en términos de valores económicos convencionales.
Además de estos puntos de vista, bien vale la pena considerar las perspectivas ético-culturales, estéticas, histórico-culturales, recreativas y, por supuesto, las ecológicas, que constituyen el gran marco de referencia conceptual del problema. No obstante la única garantía que tendremos sobre el futuro de las Selvas Húmedas Tropicales lo constituirá el conocimiento de este macrosistema.
La Selva: Gran Despensa para Nuestros Hijos
Preservar los bancos genéticos del bosque lluvioso, debe convertirse en el gran imperativo de las generaciones actuales. A pesar de la enorme ignorancia que se tiene sobre el tema, técnicos de todo el mundo opinan que la rentabilidad económica está en la conservación, el estudio y el uso adecuado de tales recursos.
Como ya lo hemos anotado, la mayoría de las especies que viven en la selva húmeda, no han sido aún descritas o catalogadas por la ciencia. Esta consideración reviste vital importancia, si tenemos en cuenta que en la actualidad 500 mil seiscientos millones de personas en el mundo, dependen, para su subsistencia, de un número muy limitado de plantas.
De hecho, el 85% del alimento mundial está constituído por 8 cultivos principales (trigo, maíz, papa, arroz, plátano y fríjol, entre otros), lo que limita, considerablemente, las perspectivas hacia el futuro. Nuevos cultivos, incorporados al régimen alimenticio, podrían ser de importancia fundamental para el sustento humano. Según el PNUMA, la habichuela alada no se conocía fuera del sureste asiático hasta 1970; hoy se cultiva en más de 50 países. ¿Cuántos alimentos potenciales podrán ser descubiertos todavía en los bosques tropicales? ¿Cuántas de estas plantas están ya adaptadas al cultivo espontáneo, por parte de las tribus allí establecidas? Esta última reflexión es importante ya que dentro del contexto del bosque húmedo, o de cualquier otro bioma del Neotrópico, los métodos de la agricultura moderna demuestran ser altamente destructivos desde el punto de vista ecológico, ya que afectan, considerablemente, la diversificación, la variabilidad y la estabilidad de los ecosistemas.
Siendo consecuentes con la realidad, los cultivos humanos se caracterizan por su poca resistencia y falta de autosuficiencia; algunos están poco adaptados al ambiente que les rodea; la gran mayoría de ellos ni siquiera pueden reproducirse sin ayuda humana, y otros no sobreviven si no se les protege constantemente de las contingencias naturales. En síntesis, el hombre ha patrocinado uno de los “ecosistemas” más débiles que jamás haya aparecido sobre la Tierra(3). En otras palabras, los cultivos antrópicos se inclinan a la simplificación y a la fragilidad, mientras que los ecosistemas naturales sin intervención tienden a la complejidad y a la estabilidad.
En concordancia con lo anterior, una de las estrategias para el aprovechamiento de la selva húmeda tiene que ser, necesariamente, la búsqueda y aplicación de procedimientos silviculturales, que están a disposición del hombre aborigen desde hace milenios. Hay que buscar el punto intermedio entre el gran rendimiento de una sola especie, como ocurre con el cultivo de las plantas domésticas, y la gran adaptabilidad y resistencia de las plantas silvestres. Valdría la pena rescatar el papel que cumplió el bosque lluvioso, como centro importante de domesticación de plantas y de desarrollo de nuevos cultígenos.
Si bien es cierto que la evolución cultural se puede medir en términos de la cantidad de energía per cápita consumida al año (4), esta medida debe considerar también el medio y el rendimiento del ecosistema particular, y aunque reconocemos que la capacidad del hombre para el adecuado manejo de la energía es complicada, no es menos cierto que el bosque húmedo o lluvioso, la polihorticultura y la silvicultura, permiten la autosuficiencia económica en el marco de un desarrollo sostenible.
Esta afirmación es igualmente válida para la fauna silvestre, en contraste con las especies exógenas, que han venido reemplazando el paisaje y la sustentabilidad ecológica de nuestros bosques tropicales, con el único argumento de un supuesto beneficio económico. Para la gente de la várzea, en el área del Amazonas, por ejemplo, la cría de la tortuga charapa (Podocnemis expansa), representa una posibilidad más atractiva que la cría de ganado. Un lago de una hectárea, lleno de tortugas de agua dulce, puede producir 440 veces más carne por año que su equivalente en ganado de pastoreo (22.000 kg por hectárea/año, para las tortugas, frente a 50 kg por hectárea/año, para el ganado). Las tortugas del género Podocnemis, se encuentran entre las tortugas más prolíficas, ya que ponen unos 150 huevos por año y son apreciadas entre las más sabrosas del Amazonas, lo que ha incentivado su caza ilegal, colocándola en grave peligro de extinción. Por tal razón, la zoocría de esta tortuga podrá ser una forma de conservarla, y, al mismo tiempo, obtener un rendimiento muy alto, en términos de proteína animal.
Como el anterior, existen infinidad de otros ejemplos: babillas y caimanes para la peletería; primates para la investigación médica; chigüiros, ñeques y pecarís para la producción de proteina animal; peces ornamentales y peces para el consumo; avifauna para la domesticación, etc. No obstante, el equilibrio entre el aprovechamiento económico, la conservación del recurso genético y la ética científica, debe buscarse no sólo a la luz de los verdaderos beneficios del ecosistema sino, particularmente, en relación con sus habitantes indígenas, quienes deben ser protagonistas y partícipes del proceso. La vida salvaje y el mundo natural, característico de este bosque, biológicamente el más diverso, constituye un recurso estético, económico y estratégico, que ha sido fuente de alimentación y seguridad cultural por varios cientos de años para sus moradores, y no es posible subestimarlo en ninguna forma.
Observando el curso de la historia más reciente, nuestra relación con el bosque lluvioso y con otros sistemas naturales afines, ha traído consigo grandes fracasos. Lamentablemente, existe una larga lista de especies que han sido cazadas en exceso, hasta el límite mismo de su extinción; el yacaré amazónico es un buen ejemplo de ello, más de 600.000 pieles fueron decomisadas en 1983 en Colombia. La caza ilegal del capibara o chigüiro (Hidrochaeris hidrochaeris), estuvo a punto de poner a esta abundante especie al borde de la desaparición en Colombia y Venezuela. Este roedor, el de mayor tamaño del mundo, que llega a pesar aproximadamente 40 a 50 kg, ha venido cediendo terreno, de unas décadas para acá, ante el paulatino ingreso y expansión del ganado vacuno, especialmente en las sabanas y praderas del Orinoco. Desde hace algunos años se inició su zoocría experimental, con un alto rendimiento -una hembra produce 36 crías en toda su vida, comparadas con las 8 o 10 crías de una vaca- obteniendo más carne por unidad de superficie de la que puede producir el ganado vacuno. Además, mediante la salvaguardia del hábitat del chigüiro, con sus numerosas e indispensables zonas lagunares, los colonos pueden ayudar a la supervivencia de caimanes, tortugas y aves silvestres que están, igualmente, en clara disminución.
Parte fundamental de la estrategia para la conservación y el aprovechamiento racional de los diversos recursos, se encuentra en la composición misma del bosque, que, como reserva genética de primer orden, permite la disponibilidad de variedades para cultígenos, zoocría, medicamentos y productos químicos e industriales, muchos de los cuales están totalmente subutilizados. Los recursos genéticos del Neotrópico representan un vasto legado para el conocimiento y la economía de la región y del mundo. Hemos hecho poco uso de ellos por ignorancia; empero, lo poco que hemos hecho, ha estado, en la mayoría de los casos, mal enfocado y poco más que limitado al vandalismo de nuestro propio patrimonio natural. Estamos perdiendo una valiosísima información genética, representada por productos y materiales cuyo valor aún no podemos imaginar. Otros personajes, sin embargo, con mayor conocimiento científico, han aprovechado nuestra ignorancia haciendo un pingüe negocio. Valdría la pena preguntarse, ¿cuánto estamos pagando por los productos farmacéuticos que importamos de los países desarrollados, que han salido de nuestros bosques tropicales, y ya procesados, los consumimos a un alto costo económico, sin ningún miramiento por la propiedad territorial y derechos de procedencia que deberíamos tener sobre ellos? Igual consideración puede formularse en relación con los productos derivados de una desarrollada ingeniería aeronáutica, civil, genética, química o biotecnológica, que han tenido, y seguirán teniendo su origen en insectos, resinas, gomas, aceites y plantas del bosque lluvioso tropical, considerado hoy en día, por especialistas de todo el mundo, como el más importante legado y caudal estratégico que poseemos para el presente y para el futuro.
Estrategias para la Conservación
El mejor modo de preservar los fondos genéticos amenazados consiste en proteger los hábitats naturales mediante la designación de los mismos como Parques Nacionales o Reservas Naturales. Una segunda opción implica la protección de los acervos genéticos fuera de su hábitat, ya sea en jardines botánicos y zoológicos y bancos de genes. Todas estas modalidades, hoy reconocidas como la mejor forma de llevar a cabo la conservación “in situ” y “ex situ”, han venido siendo empleadas en casi la totalidad de los países del globo.
Sin embargo, la única aproximación viable a largo plazo, en opinión de muchos expertos, ha sido la salvaguardia de los fondos genéticos en estado silvestre, “in situ”, por medio del Sistema de Parques Nacionales que poseen estos países. El objetivo general del programa de Parques a escala mundial, es conservar, a perpetuidad, los valores naturales, ecológicos, escénicos, hídricos e histórico-culturales, así como la protección a largo plazo de la diversidad biológica, los ecosistemas únicos, o los ecosistemas representativos de un tipo particular de hábitat.
En la actualidad, Colombia cuenta con 42 áreas adscritas al Sistema de Parques, cuya superficie alcanza en su totalidad a 9.014.293 hectáreas protegidas, de acuerdo con las categorías de “Parques Nacionales Naturales”, “Reservas Nacionales Naturales” y “Santuarios de Fauna y Flora”, áreas ubicadas en los sitios más típicos e importantes del territorio nacional. Dentro de este contexto, 18 de estas Unidades de Conservación protegen (en forma total o parcial), el bioma de bosque húmedo tropical, en una extensión que supera los 4.000.000 de hectáreas, es decir, casi el 45% de la superficie total del Sistema (Parques Nacionales de la Sierra Nevada de Santa Marta, Tayrona, Katíos, Utria, Paramillo, Gorgona, Guácharos, Munchique, Paya, Catatumbo-barí, Picachos, Tinigua, Macarena, Cahuinarí, Chiribiquete y Amacayacu y las Reservas Nacionales de Puinawai y Nukak). En este sentido, basta decir que dentro de estas unidades de reserva quedan incluidos todos y cada uno de los “ecosistemas tipo” del bioma de bosque lluvioso, tal como la várzea, la zona interfluvial, las catingas, los igapós, los enclaves de sabana o las campiñas, los tepuyes y los manglares costeros.
En estas áreas se ha venido preparando un extenso inventario de las especies de fauna y flora, y se han hecho esfuerzos para diseñar programas extensivos de investigación, educación y divulgación, identificando los procedimientos de vigilancia de acuerdo con los casos específicos de presión y caracterización antrópica, sobre la base de los planes de ordenamiento y gestión que han permitido cumplir, más cabalmente, con los objetivos del área y con las necesidades locales de conservación.
A través de este sistema, Colombia, al igual que otros países, ha logrado asegurar áreas sobresalientes de interés mundial tal como los Refugios Pleistocénicos (positivos y negativos), donde se han efectuado, aparentemente, los cambios de especiación y diversificación genética más importantes: los “Centros Vavilor” donde se encuentran los parientes silvestres de las plantas cultivadas que muestran un máximo valor de adaptación; y, finalmente, una muestra muy representativa de centros o enclaves de endemismo, con especies únicas de gran restricción, en una gran variedad de áreas, y aún otros sistemas de conservación, ya de carácter nacional, regional o local, donde se hace visible el acierto de proteger unidades territoriales de especial significación.
Con el aporte hecho por Colombia, son 87 las áreas protegidas y declaradas en el Neotrópico, dentro del bioma de bosque húmedo, y 412 a nivel mundial, lo que implica una extensión de 53.519.600 hectáreas. Empero, de las casi 200 Provincias Biogeográficas del planeta, una de cada 8 no está siquiera representada por categoría alguna de conservación, y un número similar de estas provincias, está representado tan sólo por una o dos áreas protegidas. Según los datos disponibles, entre las provincias biogeográficas peor protegidas se encuentra, precisamente, el bosque húmedo tropical.
En consecuencia, esto significa que aún tenemos un arduo camino por delante, y que no disponemos de mucho tiempo para corregir las deficiencias de un maltratado territorio, que se debate diariamente entre la vida y la muerte.
Un Mancomunado Esfuerzo Legal a Favor de la Vida
En la actualidad existe un comercio ilegal de productos de la fauna y la flora silvestres, así como de seres vivos, que, en forma continua y exponencial, se ven amenazados en aras del más lamentable deseo de lucro.
Como es apenas obvio, en el libre mercado de oferta y demanda, cada nueva norma legal y cada sanción que se expide en un país, o conjunto de naciones, hace que los precios en este mercado clandestino, se dupliquen o tripliquen automáticamente, haciendo cada día más difícil el control contra la expoliación genética.
Esto ha hecho que en los últimos años, se hayan intensificado los esfuerzos, a través de tratados o convenios internacionales, con el objeto de dar amplitud mundial o regional, a la lucha contra el tráfico de orquídeas, guacamayas, primates, plantas exóticas y medicinales, tortugas, pieles, conchas y caparazones de animales, que puede alcanzar, en el mercado internacional, miles de millones de dólares por año.
El logro más reciente en este sentido, ha sido el establecimiento de la CITES -Convention on Internacional Trade in Endangered Species (Convención Internacional sobre el Comercio de Especies en Peligro)-, acuerdo que ha sido adoptado por 80 países, entre los cuales está Colombia. La convención da primordial atención al extenso e ilícito comercio de especies amenazadas, a través de una serie de listas que señalan aquéllas en mayor peligro de ser exterminadas. En la actualidad se está pensando reforzar los logros de CITES, insufientes de todas maneras ante la complejidad de los ilícitos, con un tratado que proteja los hábitats más amenazados como medida complementaria.
Lo cierto es que la CITES ha dado ya contundentes golpes a este tráfico ilegal, especialmente en los aeropuertos internacionales de Europa y EE.UU., como el propinado en 1988 a un cargamento de 2.000 guacamayas colombianas que llegaron, a bordo de una aerolínea comercial francesa, al aeropuerto Charles de Gaulle, aves que llegaron seminarcotizadas y con los picos amordazados, para tratar de evitar la intervención de las autoridades. No obstante, y gracias a la CITES, las aves, aunque maltrechas y casi agonizantes, fueron devueltas al país, sin que los traficantes pudieran concluir su jugoso negocio, estimado en 5.000 dólares por cada una de ellas.
En el mundo se encuentran también en funcionamiento otra serie de acuerdos, que pretenden situar en un nivel legal la conservación de la vida silvestre.
Organismos como la “Convención sobre las Especies Migratorias de Animales Salvajes”, que entró en vigor en noviembre de 1983, y que hasta el momento sólo ha sido firmada por 15 países; la “Convención sobre las Tierras Húmedas de Importancia Internacional Especialmente como Hábitats de Aves Acuáticas”, firmado por 34 países, y en el cual se han incluído 279 zonas de tierras bajas; y finalmente, la “Convención sobre la Protección de la Herencia Cultural y Natural Mundial”, firmado por un mayor número de países, entre los cuales está Colombia.
Existen otros acuerdos de carácter regional, dentro de los cuales el país ha venido trabajando arduamente, como son el “Plan de Acción para el Gran Caribe”, la “Convención para el Pacífico Sur” (CPPS) y el “Tratado de Cooperación Amazónica”. Este último de efecto múltiple, ya que además de ofrecer mecanismos para la interacción sobre asuntos relacionados con la gestión ambiental y la conservación, como la “Comisión Especial de Medio Ambiente” (con programas como Planificación y Manejo Areas Protegidas; “Ecología, Biodiversidad y Dinámica de Poblaciones”; “Aprovechamiento y Defensa de Recursos Forestales”; “Fauna Silvestre”; “Investigación Ambiental”; “Recursos Hidrobiológicos”, etc), se propone dar un impulso al desarrollo racional y a las comunidades que habitan la región.
Es necesario hacer énfasis en la existencia de otra serie de instrumentos que han permitido un notable avance en la mayoría de los países, en relación con la problemática ambiental y con el adecuado manejo de recursos naturales renovables.
Entidades internacionales como la “Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza” (U.I.C.N.), planteó en 1980, conjuntamente con otros organismos, un gran proyecto de alcance mundial llamado “Estrategia Mundial para la Conservación”, que postulaba como objetivos fundamentales, mantener los procesos ecológicos esenciales y los sistemas vitales, preservar la diversidad genética y, finalmente, asegurar el aprovechamiento sostenido de especies y ecosistemas.
Aunque estos postulados han calado profundamente en las políticas generales de los países, no todos han podido establecer un programa particular de “Estrategias Nacionales de Conservación”, como lo sugería la U.I.C.N.
Una nueva iniciativa ha surgido este año impulsada por el “Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente” (PNUMA), la “Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza” (U.I.C.N.) y El “Instituto Mundial para los Recursos” (W.R.I.) en cooperación con otros organismos y entidades de alcance mundial. Este programa llamado “un presente para el futuro”, se propone formular una estrategia para la acción local, nacional e internacional a fin de salvar, estudiar y aprovechar sostenidamente, la diversidad biológica mundial. Sin duda, después de una amplia consulta y concertación internacional se pondrá en ejecución para el beneficio de la biodiversidad, tema que de por sí guarda una estrecha relación con el bosque húmedo tropical y sobre cuyo destino futuro tendrá un papel definitivo.
#AmorPorColombia
Criterios de Conservación
Atardecer en el río Caquetá
Hhiguerón, Ficus sp., talalo a orillas del río Cahuinarí.
Transporte fluvial de troncos de cativo. Río Atrato, Chocó.
Río Ariari, Meta.
Parque Nacional Chiribiquete, Caquetá.
Parque Nacional Katios. Chocó.
Río Amazonas.
Raudales de Yapacana, Casiquiare.
Parque Nacional Sierra Nevada de Santa Marta.
Evaporación sobre la selva amazónica.
Barcos pesqueros. Río Amazonas.
Atardecer en el río Amazonas.
Texto de: Carlos Castaño Uribe
“El mundo no es, desgraciadamente, como quisiéramos que fuera. Los problemas son numerosos y enormes. En realidad, no se les puede resolver sin cooperación y perspicacia. Es de la mayor importancia que la gente tenga la oportunidad de participar en las decisiones acerca de la manera de tratar la naturaleza”.
–Freric Hauge .
La “conservación” es algo más que mantener en buen estado una cosa o un lugar; es, en el fondo, una apertura a la consideración ideológica y ética del “deber-ser”, y de la obligatoriedad de “permitir la existencia de otras formas de vida”.
No cabe duda de que la conversión degradante del bosque continuará, pero es necesario insistir, ante las personas y los organismos que toman las decisiones, que sólo será por medio del análisis de los valores y beneficios a largo plazo, con la dimensión ambiental incluida, como un proyecto de desarrollo para estas zonas podrá ser evaluado.
Puesto que la Naturaleza tiene muy pocos interlocutores, y que es mínima la importancia que ha dado el hombre a la oferta del bosque húmedo, parecería que no existieran medios para una adecuada dirección y manejo de este importante bioma.
La realidad es que se ha invertido mucho esfuerzo intentando convertir los bosques lluviosos tropicales en sistemas de producción, y muy poco en averiguar, siquiera, qué especies desaparecen en el proceso de conversión, y mucho menos aún, el indagar qué beneficios pudieran obtenerse de los cientos de plantas y animales que se destruyen anualmente.
La diversidad del bosque tropical es asombrosa. En un área de apenas 10 hectáreas se han descubierto 1.500 especies de plantas de flor, 750 especies de árboles, 450 de pájaros, 150 especies de mariposas, 100 de reptiles diferentes, 60 especies de anfibios y más de 8.000 insectos distintos.
Colombia, como es bien sabido, figura entre los países con mayor diversidad biológica -algo más del 15% de la biota mundial- lo que cataloga a esta pequeña nación, en términos de su extensión en el concierto global (0.7%), como un lugar de megadiversidad y, por ende, un país privilegiado en este sentido.
En cuanto al número de especies por kilómetro cuadrado, Colombia posee 506 veces más de ellas que el total esperado o conocido para el Brasil, que, de hecho, ha sido considerado como uno de los más grandes poseedores de especies del orbe (1), ya que su bosque húmedo es el más extenso de toda la franja tropical.
Por consiguiente, la conservación debe insertarse dentro de un esquema válido y aceptable, orientado a la utilización sostenible de los recursos naturales renovables, conservando la diversidad y el potencial de productividad para una explotación persistente, que favorezca a las generaciones actuales y futuras.
El desarrollo sostenido debe entenderse como el proceso de transformaciones naturales, económicas, sociales, culturales e institucionales, que tienen por objeto asegurar el mejoramiento de las condiciones de vida del ser humano y de su producción, sin deteriorar el ambiente natural, ni comprometer las bases de un desarrollo similar para las futuras generaciones (2).
Conservación y desarrollo: dos caras de la misma moneda, que deben responder por el mantenimiento, a perpetuidad, de los ecosistemas del bosque lluvioso, ya que son muchos los valores que justifican su protección.
El conocimiento de estos valores debe ser difundido entre la población nacional y mundial, a fin de crear una verdadera conciencia sobre los criterios que se deben tener en cuenta en relación con el tema de la preservación de los recursos genéticos, ya que cuando se discute este asunto, es imposible eludir la consideración sobre el futuro y la intangibilidad de tales recursos, incluso si se argumenta, únicamente, en términos de valores económicos convencionales.
Además de estos puntos de vista, bien vale la pena considerar las perspectivas ético-culturales, estéticas, histórico-culturales, recreativas y, por supuesto, las ecológicas, que constituyen el gran marco de referencia conceptual del problema. No obstante la única garantía que tendremos sobre el futuro de las Selvas Húmedas Tropicales lo constituirá el conocimiento de este macrosistema.
La Selva: Gran Despensa para Nuestros Hijos
Preservar los bancos genéticos del bosque lluvioso, debe convertirse en el gran imperativo de las generaciones actuales. A pesar de la enorme ignorancia que se tiene sobre el tema, técnicos de todo el mundo opinan que la rentabilidad económica está en la conservación, el estudio y el uso adecuado de tales recursos.
Como ya lo hemos anotado, la mayoría de las especies que viven en la selva húmeda, no han sido aún descritas o catalogadas por la ciencia. Esta consideración reviste vital importancia, si tenemos en cuenta que en la actualidad 500 mil seiscientos millones de personas en el mundo, dependen, para su subsistencia, de un número muy limitado de plantas.
De hecho, el 85% del alimento mundial está constituído por 8 cultivos principales (trigo, maíz, papa, arroz, plátano y fríjol, entre otros), lo que limita, considerablemente, las perspectivas hacia el futuro. Nuevos cultivos, incorporados al régimen alimenticio, podrían ser de importancia fundamental para el sustento humano. Según el PNUMA, la habichuela alada no se conocía fuera del sureste asiático hasta 1970; hoy se cultiva en más de 50 países. ¿Cuántos alimentos potenciales podrán ser descubiertos todavía en los bosques tropicales? ¿Cuántas de estas plantas están ya adaptadas al cultivo espontáneo, por parte de las tribus allí establecidas? Esta última reflexión es importante ya que dentro del contexto del bosque húmedo, o de cualquier otro bioma del Neotrópico, los métodos de la agricultura moderna demuestran ser altamente destructivos desde el punto de vista ecológico, ya que afectan, considerablemente, la diversificación, la variabilidad y la estabilidad de los ecosistemas.
Siendo consecuentes con la realidad, los cultivos humanos se caracterizan por su poca resistencia y falta de autosuficiencia; algunos están poco adaptados al ambiente que les rodea; la gran mayoría de ellos ni siquiera pueden reproducirse sin ayuda humana, y otros no sobreviven si no se les protege constantemente de las contingencias naturales. En síntesis, el hombre ha patrocinado uno de los “ecosistemas” más débiles que jamás haya aparecido sobre la Tierra(3). En otras palabras, los cultivos antrópicos se inclinan a la simplificación y a la fragilidad, mientras que los ecosistemas naturales sin intervención tienden a la complejidad y a la estabilidad.
En concordancia con lo anterior, una de las estrategias para el aprovechamiento de la selva húmeda tiene que ser, necesariamente, la búsqueda y aplicación de procedimientos silviculturales, que están a disposición del hombre aborigen desde hace milenios. Hay que buscar el punto intermedio entre el gran rendimiento de una sola especie, como ocurre con el cultivo de las plantas domésticas, y la gran adaptabilidad y resistencia de las plantas silvestres. Valdría la pena rescatar el papel que cumplió el bosque lluvioso, como centro importante de domesticación de plantas y de desarrollo de nuevos cultígenos.
Si bien es cierto que la evolución cultural se puede medir en términos de la cantidad de energía per cápita consumida al año (4), esta medida debe considerar también el medio y el rendimiento del ecosistema particular, y aunque reconocemos que la capacidad del hombre para el adecuado manejo de la energía es complicada, no es menos cierto que el bosque húmedo o lluvioso, la polihorticultura y la silvicultura, permiten la autosuficiencia económica en el marco de un desarrollo sostenible.
Esta afirmación es igualmente válida para la fauna silvestre, en contraste con las especies exógenas, que han venido reemplazando el paisaje y la sustentabilidad ecológica de nuestros bosques tropicales, con el único argumento de un supuesto beneficio económico. Para la gente de la várzea, en el área del Amazonas, por ejemplo, la cría de la tortuga charapa (Podocnemis expansa), representa una posibilidad más atractiva que la cría de ganado. Un lago de una hectárea, lleno de tortugas de agua dulce, puede producir 440 veces más carne por año que su equivalente en ganado de pastoreo (22.000 kg por hectárea/año, para las tortugas, frente a 50 kg por hectárea/año, para el ganado). Las tortugas del género Podocnemis, se encuentran entre las tortugas más prolíficas, ya que ponen unos 150 huevos por año y son apreciadas entre las más sabrosas del Amazonas, lo que ha incentivado su caza ilegal, colocándola en grave peligro de extinción. Por tal razón, la zoocría de esta tortuga podrá ser una forma de conservarla, y, al mismo tiempo, obtener un rendimiento muy alto, en términos de proteína animal.
Como el anterior, existen infinidad de otros ejemplos: babillas y caimanes para la peletería; primates para la investigación médica; chigüiros, ñeques y pecarís para la producción de proteina animal; peces ornamentales y peces para el consumo; avifauna para la domesticación, etc. No obstante, el equilibrio entre el aprovechamiento económico, la conservación del recurso genético y la ética científica, debe buscarse no sólo a la luz de los verdaderos beneficios del ecosistema sino, particularmente, en relación con sus habitantes indígenas, quienes deben ser protagonistas y partícipes del proceso. La vida salvaje y el mundo natural, característico de este bosque, biológicamente el más diverso, constituye un recurso estético, económico y estratégico, que ha sido fuente de alimentación y seguridad cultural por varios cientos de años para sus moradores, y no es posible subestimarlo en ninguna forma.
Observando el curso de la historia más reciente, nuestra relación con el bosque lluvioso y con otros sistemas naturales afines, ha traído consigo grandes fracasos. Lamentablemente, existe una larga lista de especies que han sido cazadas en exceso, hasta el límite mismo de su extinción; el yacaré amazónico es un buen ejemplo de ello, más de 600.000 pieles fueron decomisadas en 1983 en Colombia. La caza ilegal del capibara o chigüiro (Hidrochaeris hidrochaeris), estuvo a punto de poner a esta abundante especie al borde de la desaparición en Colombia y Venezuela. Este roedor, el de mayor tamaño del mundo, que llega a pesar aproximadamente 40 a 50 kg, ha venido cediendo terreno, de unas décadas para acá, ante el paulatino ingreso y expansión del ganado vacuno, especialmente en las sabanas y praderas del Orinoco. Desde hace algunos años se inició su zoocría experimental, con un alto rendimiento -una hembra produce 36 crías en toda su vida, comparadas con las 8 o 10 crías de una vaca- obteniendo más carne por unidad de superficie de la que puede producir el ganado vacuno. Además, mediante la salvaguardia del hábitat del chigüiro, con sus numerosas e indispensables zonas lagunares, los colonos pueden ayudar a la supervivencia de caimanes, tortugas y aves silvestres que están, igualmente, en clara disminución.
Parte fundamental de la estrategia para la conservación y el aprovechamiento racional de los diversos recursos, se encuentra en la composición misma del bosque, que, como reserva genética de primer orden, permite la disponibilidad de variedades para cultígenos, zoocría, medicamentos y productos químicos e industriales, muchos de los cuales están totalmente subutilizados. Los recursos genéticos del Neotrópico representan un vasto legado para el conocimiento y la economía de la región y del mundo. Hemos hecho poco uso de ellos por ignorancia; empero, lo poco que hemos hecho, ha estado, en la mayoría de los casos, mal enfocado y poco más que limitado al vandalismo de nuestro propio patrimonio natural. Estamos perdiendo una valiosísima información genética, representada por productos y materiales cuyo valor aún no podemos imaginar. Otros personajes, sin embargo, con mayor conocimiento científico, han aprovechado nuestra ignorancia haciendo un pingüe negocio. Valdría la pena preguntarse, ¿cuánto estamos pagando por los productos farmacéuticos que importamos de los países desarrollados, que han salido de nuestros bosques tropicales, y ya procesados, los consumimos a un alto costo económico, sin ningún miramiento por la propiedad territorial y derechos de procedencia que deberíamos tener sobre ellos? Igual consideración puede formularse en relación con los productos derivados de una desarrollada ingeniería aeronáutica, civil, genética, química o biotecnológica, que han tenido, y seguirán teniendo su origen en insectos, resinas, gomas, aceites y plantas del bosque lluvioso tropical, considerado hoy en día, por especialistas de todo el mundo, como el más importante legado y caudal estratégico que poseemos para el presente y para el futuro.
Estrategias para la Conservación
El mejor modo de preservar los fondos genéticos amenazados consiste en proteger los hábitats naturales mediante la designación de los mismos como Parques Nacionales o Reservas Naturales. Una segunda opción implica la protección de los acervos genéticos fuera de su hábitat, ya sea en jardines botánicos y zoológicos y bancos de genes. Todas estas modalidades, hoy reconocidas como la mejor forma de llevar a cabo la conservación “in situ” y “ex situ”, han venido siendo empleadas en casi la totalidad de los países del globo.
Sin embargo, la única aproximación viable a largo plazo, en opinión de muchos expertos, ha sido la salvaguardia de los fondos genéticos en estado silvestre, “in situ”, por medio del Sistema de Parques Nacionales que poseen estos países. El objetivo general del programa de Parques a escala mundial, es conservar, a perpetuidad, los valores naturales, ecológicos, escénicos, hídricos e histórico-culturales, así como la protección a largo plazo de la diversidad biológica, los ecosistemas únicos, o los ecosistemas representativos de un tipo particular de hábitat.
En la actualidad, Colombia cuenta con 42 áreas adscritas al Sistema de Parques, cuya superficie alcanza en su totalidad a 9.014.293 hectáreas protegidas, de acuerdo con las categorías de “Parques Nacionales Naturales”, “Reservas Nacionales Naturales” y “Santuarios de Fauna y Flora”, áreas ubicadas en los sitios más típicos e importantes del territorio nacional. Dentro de este contexto, 18 de estas Unidades de Conservación protegen (en forma total o parcial), el bioma de bosque húmedo tropical, en una extensión que supera los 4.000.000 de hectáreas, es decir, casi el 45% de la superficie total del Sistema (Parques Nacionales de la Sierra Nevada de Santa Marta, Tayrona, Katíos, Utria, Paramillo, Gorgona, Guácharos, Munchique, Paya, Catatumbo-barí, Picachos, Tinigua, Macarena, Cahuinarí, Chiribiquete y Amacayacu y las Reservas Nacionales de Puinawai y Nukak). En este sentido, basta decir que dentro de estas unidades de reserva quedan incluidos todos y cada uno de los “ecosistemas tipo” del bioma de bosque lluvioso, tal como la várzea, la zona interfluvial, las catingas, los igapós, los enclaves de sabana o las campiñas, los tepuyes y los manglares costeros.
En estas áreas se ha venido preparando un extenso inventario de las especies de fauna y flora, y se han hecho esfuerzos para diseñar programas extensivos de investigación, educación y divulgación, identificando los procedimientos de vigilancia de acuerdo con los casos específicos de presión y caracterización antrópica, sobre la base de los planes de ordenamiento y gestión que han permitido cumplir, más cabalmente, con los objetivos del área y con las necesidades locales de conservación.
A través de este sistema, Colombia, al igual que otros países, ha logrado asegurar áreas sobresalientes de interés mundial tal como los Refugios Pleistocénicos (positivos y negativos), donde se han efectuado, aparentemente, los cambios de especiación y diversificación genética más importantes: los “Centros Vavilor” donde se encuentran los parientes silvestres de las plantas cultivadas que muestran un máximo valor de adaptación; y, finalmente, una muestra muy representativa de centros o enclaves de endemismo, con especies únicas de gran restricción, en una gran variedad de áreas, y aún otros sistemas de conservación, ya de carácter nacional, regional o local, donde se hace visible el acierto de proteger unidades territoriales de especial significación.
Con el aporte hecho por Colombia, son 87 las áreas protegidas y declaradas en el Neotrópico, dentro del bioma de bosque húmedo, y 412 a nivel mundial, lo que implica una extensión de 53.519.600 hectáreas. Empero, de las casi 200 Provincias Biogeográficas del planeta, una de cada 8 no está siquiera representada por categoría alguna de conservación, y un número similar de estas provincias, está representado tan sólo por una o dos áreas protegidas. Según los datos disponibles, entre las provincias biogeográficas peor protegidas se encuentra, precisamente, el bosque húmedo tropical.
En consecuencia, esto significa que aún tenemos un arduo camino por delante, y que no disponemos de mucho tiempo para corregir las deficiencias de un maltratado territorio, que se debate diariamente entre la vida y la muerte.
Un Mancomunado Esfuerzo Legal a Favor de la Vida
En la actualidad existe un comercio ilegal de productos de la fauna y la flora silvestres, así como de seres vivos, que, en forma continua y exponencial, se ven amenazados en aras del más lamentable deseo de lucro.
Como es apenas obvio, en el libre mercado de oferta y demanda, cada nueva norma legal y cada sanción que se expide en un país, o conjunto de naciones, hace que los precios en este mercado clandestino, se dupliquen o tripliquen automáticamente, haciendo cada día más difícil el control contra la expoliación genética.
Esto ha hecho que en los últimos años, se hayan intensificado los esfuerzos, a través de tratados o convenios internacionales, con el objeto de dar amplitud mundial o regional, a la lucha contra el tráfico de orquídeas, guacamayas, primates, plantas exóticas y medicinales, tortugas, pieles, conchas y caparazones de animales, que puede alcanzar, en el mercado internacional, miles de millones de dólares por año.
El logro más reciente en este sentido, ha sido el establecimiento de la CITES -Convention on Internacional Trade in Endangered Species (Convención Internacional sobre el Comercio de Especies en Peligro)-, acuerdo que ha sido adoptado por 80 países, entre los cuales está Colombia. La convención da primordial atención al extenso e ilícito comercio de especies amenazadas, a través de una serie de listas que señalan aquéllas en mayor peligro de ser exterminadas. En la actualidad se está pensando reforzar los logros de CITES, insufientes de todas maneras ante la complejidad de los ilícitos, con un tratado que proteja los hábitats más amenazados como medida complementaria.
Lo cierto es que la CITES ha dado ya contundentes golpes a este tráfico ilegal, especialmente en los aeropuertos internacionales de Europa y EE.UU., como el propinado en 1988 a un cargamento de 2.000 guacamayas colombianas que llegaron, a bordo de una aerolínea comercial francesa, al aeropuerto Charles de Gaulle, aves que llegaron seminarcotizadas y con los picos amordazados, para tratar de evitar la intervención de las autoridades. No obstante, y gracias a la CITES, las aves, aunque maltrechas y casi agonizantes, fueron devueltas al país, sin que los traficantes pudieran concluir su jugoso negocio, estimado en 5.000 dólares por cada una de ellas.
En el mundo se encuentran también en funcionamiento otra serie de acuerdos, que pretenden situar en un nivel legal la conservación de la vida silvestre.
Organismos como la “Convención sobre las Especies Migratorias de Animales Salvajes”, que entró en vigor en noviembre de 1983, y que hasta el momento sólo ha sido firmada por 15 países; la “Convención sobre las Tierras Húmedas de Importancia Internacional Especialmente como Hábitats de Aves Acuáticas”, firmado por 34 países, y en el cual se han incluído 279 zonas de tierras bajas; y finalmente, la “Convención sobre la Protección de la Herencia Cultural y Natural Mundial”, firmado por un mayor número de países, entre los cuales está Colombia.
Existen otros acuerdos de carácter regional, dentro de los cuales el país ha venido trabajando arduamente, como son el “Plan de Acción para el Gran Caribe”, la “Convención para el Pacífico Sur” (CPPS) y el “Tratado de Cooperación Amazónica”. Este último de efecto múltiple, ya que además de ofrecer mecanismos para la interacción sobre asuntos relacionados con la gestión ambiental y la conservación, como la “Comisión Especial de Medio Ambiente” (con programas como Planificación y Manejo Areas Protegidas; “Ecología, Biodiversidad y Dinámica de Poblaciones”; “Aprovechamiento y Defensa de Recursos Forestales”; “Fauna Silvestre”; “Investigación Ambiental”; “Recursos Hidrobiológicos”, etc), se propone dar un impulso al desarrollo racional y a las comunidades que habitan la región.
Es necesario hacer énfasis en la existencia de otra serie de instrumentos que han permitido un notable avance en la mayoría de los países, en relación con la problemática ambiental y con el adecuado manejo de recursos naturales renovables.
Entidades internacionales como la “Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza” (U.I.C.N.), planteó en 1980, conjuntamente con otros organismos, un gran proyecto de alcance mundial llamado “Estrategia Mundial para la Conservación”, que postulaba como objetivos fundamentales, mantener los procesos ecológicos esenciales y los sistemas vitales, preservar la diversidad genética y, finalmente, asegurar el aprovechamiento sostenido de especies y ecosistemas.
Aunque estos postulados han calado profundamente en las políticas generales de los países, no todos han podido establecer un programa particular de “Estrategias Nacionales de Conservación”, como lo sugería la U.I.C.N.
Una nueva iniciativa ha surgido este año impulsada por el “Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente” (PNUMA), la “Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza” (U.I.C.N.) y El “Instituto Mundial para los Recursos” (W.R.I.) en cooperación con otros organismos y entidades de alcance mundial. Este programa llamado “un presente para el futuro”, se propone formular una estrategia para la acción local, nacional e internacional a fin de salvar, estudiar y aprovechar sostenidamente, la diversidad biológica mundial. Sin duda, después de una amplia consulta y concertación internacional se pondrá en ejecución para el beneficio de la biodiversidad, tema que de por sí guarda una estrecha relación con el bosque húmedo tropical y sobre cuyo destino futuro tendrá un papel definitivo.