Mi generación

IO (Zéus se transforma en nube). Acuarela. 1969 

Oceanide de Pluto. Acuarela. 1962 

Zéus desciende en la pradera florecida. Acuarela. 1973 

Huyendo de la radioactividad. Acuarela. 1964 

Recuerdos de Florencia 

Semele 

Consagración de la orquídea  

Leda. Óleo 

Texto de Pedro Nel Gómez

Mi generación representa en el País, una voz del pasado, pero lanzada desde la cima de nuestro mundo clásico, desde aquel momento coyuntural de cambio de siglo, o sea desde la frontera entre dos mundos distintos, el de las grandes tradiciones nacionales como herencia viva de nuestra sociedad, para que no se diga que éste era apenas un corral de vacas y de vaqueros, y éste de hoy, que es también el del futuro, al cual estamos convocados, pero con perentorios mandatos de identidad. Nos tocó un momento en que el País empezó a ser sentido como proceso en la historia. Me preocupa verlo ahora; cómo se está despersonalizando, desdibujando, cediendo en la defensa de su autonomía cultural, sumándose a la masa indistinta de las culturas devoradas por la máquina de la publicidad y del consumismo, de la enajenación económica, política y espiritual sin fronteras. Es doloroso ver como hasta las artes han venido perdiendo todo espíritu nacional. En estas energías saludables que nosotros recibimos como herencia del pasado hay un dique que no se ha querido valorar suficientemente, para la contención de los males que nos amenazan. Pero hay que ser conscientes del mundo en que vivimos, de la "aldea global" de que nos hablaba McLuhan?.

En esta gran línea divisoria de aguas que fue nuestro punto de inserción en el mundo hacia 1930, nosotros divisamos también, al fin de la provincia, del mito, de la jungla nativa, de los "oros íntimos" de que nos hablara Barba Jacob, digo que divisamos también la civilización, el universo, la fatal vocación internacional de la sociedad en que nacimos. En los frescos plasmé esa preocupación por la humanidad y por su suerte, el interés a que estamos abocados por todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Allí están desde el mito griego y la geometría euclidiana, Tales de Mileto y Zenón de Elea, hasta Paracelso, Galileo, Copérnico, Newton, Einstein, la sombra del cosmos y el desencadenamiento del átomo. Solamente del descenso de Zeus a la tierra hay no menos de cincuenta obras, entre óleos y acuarelas (Dánaes, los, Sémeles): el espacio interestelar no es, como se creía, una oquedad vacía, sino que está compuesto de los elementos de la vida. El mundo griego se enlaza así con nuestra sed vital, hoy, cuando todo, menos la pintura, está manchado de sangre. Lo que digo, en síntesis, es que esa energía, que no creamos sino que heredamos del pasado, debería injertarse en, el espíritu moderno de nuestra Nación, para vivificarlo y mantenerlo bien provisto de su savia bienhechora. En ella hay una acumulación de y afirmación sin las cuales sólo nos quedaría la suerte triste que al borrego toca en su rebaño.