- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
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- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
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- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
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- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
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- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
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- Armando Villegas. Homenaje (2008)
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- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Introducción
El uniforme de Parques Nacionales Naturales de Colombia es reconocido en todos los rincones del país gracias a la presencia de sus funcionarios que cumplen con las labores de conservación. Carlos E. Porras.
El uniforme de Parques Nacionales Naturales de Colombia es reconocido en todos los rincones del país gracias a la presencia de sus funcionarios que cumplen con las labores de conservación. Unidad Administrativa Especial del Sistema de Parques Nacionales.
Texto de: Julia Miranda Londoño
Directora General de Parques Nacionales Naturales de Colombia
Los Parques Nacionales guardan gran parte del enorme tesoro de la diversidad biológica y cultural de nuestro país. Desde mediados del siglo pasado, Colombia se comprometió decididamente con la causa de la conservación de sus recursos naturales. Cada colombiano es dueño de este extraordinario legado, invaluable patrimonio de las generaciones por venir.
La idea nació en 1941, cuando el país se adhirió a la Convención Panamericana para la Protección de Fauna, Flora y Bellezas Escénicas. Desde entonces, en cuidadoso seguimiento de las estrategias inspiradas por ésta, Colombia ha acometido el enorme esfuerzo de crear y preservar parques nacionales, reservas naturales y reservas de regiones vírgenes a lo largo y ancho de su territorio continental, insular y marítimo. Hoy existen 55 parques nacionales que abarcan 12’554.272 hectáreas, equivalentes al 11,2 por ciento del territorio continental nacional, clasificados en treinta y nueve parques nacionales naturales, dos reservas naturales, un área natural única, doce santuarios de fauna y flora y un vía-parque.
La historia de nuestros parques ha sido una historia labrada a base de imaginación, de sueños, de esfuerzos y de fe. Una historia hecha con recursos siempre escasos, a pulso y con perseverancia infinita por colombianos que son visionarios, además de ser amantes de la naturaleza y la conservación.
Su primer capítulo se escribió, tímidamente, en 1943, cuando el Ministerio de Economía Nacional declaró el área del embalse del Muña como zona vedada para caza y pesca. Luego, en 1948, se declaró como reserva biológica la Serranía de la Macarena. Años más tarde, la Ley 2ª de 1959 se constituyó en el primer estatuto de conservación ambiental en el cual se definió el concepto de reserva natural y, con encomiable muestra de audacia, se instituyeron como tales vastas áreas del territorio nacional, dando así una especial preferencia al cuidado de los ecosistemas de páramo del país.
La Cueva de los Guácharos se erigió como el primer Parque Nacional Natural en 1960. En 2010 se cumplen los 50 años de su creación y el país celebra de manera especial esta fecha significativa en la que se comenzó a conformar el que es hoy el Sistema de Parques Nacionales Naturales de Colombia. El siguiente paso consistió en la conquista de la identidad. En 1964 se creó la Corporación del Río de la Magdalena y con ella, la primera oficina de áreas protegidas del país. Ese mismo año se crearon los parques Sierra Nevada de Santa Marta, Isla de Salamanca y Tayrona. Pocos años más tarde, en 1968, de la mano de la reforma agraria y a su amparo, se reservaron como Parques Nacionales las zonas de Puracé y los Farallones de Cali.
Luego, en 1968, se creó el Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente (INDERENA). Los parques nacionales creados hasta entonces —cinco en total— pasaron a ser competencia de la División de Parques Nacionales de esa autoridad ambiental.
En 1974, año que ciertamente constituye uno de los más importantes hitos de esta historia, se adoptó el Código Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente, una de las normas principales con las que cuenta hoy el Sistema Nacional Ambiental.
Reconocido por juristas del mundo como una de las regulaciones pioneras en la materia, en él se desarrolla el concepto de ‘Sistema de Parques Nacionales’, se describen sus objetivos, se señalan las distintas categorías de manejo de las áreas protegidas, se indican las actividades permitidas en cada una de ellas y se establecen tanto su modo de administración como las prohibiciones necesarias para la cabal garantía de sus fines.
Con todo, aún faltaban hechos fundamentales. El más importante de ellos fue sin duda la Constitución de 1991, que algunos han llamado la Constitución ecológica. Como ninguna de sus antecesoras y como muy pocas en el mundo, ella tomó decidido partido por la protección del ambiente y los recursos naturales de Colombia. Incluso, elevó el primero de estos conceptos a la categoría de derecho colectivo, con todas sus implicaciones y consecuencias, en especial la de que cada uno de los habitantes del territorio considere la preservación del medio ambiente como cosa propia y la de poner a su servicio eficaces acciones judiciales orientadas a su efectividad y protección. En ella se señaló también el deber del Estado de proteger la diversidad e integridad del ambiente, de conservar las áreas de especial importancia ecológica y de fomentar la educación para lograr estos fines.
Específicamente en materia de parques, la Carta Política —de modo por demás elocuente— los definió como inalienables, imprescriptibles e inembargables, para garantizar su existencia a perpetuidad.
En desarrollo de las pautas trazadas por la Constitución, la Ley 99 de 1993 creó el Ministerio del Medio Ambiente, reordenó el sector público encargado de la gestión y conservación del medio ambiente y los recursos naturales renovables y organizó el Sistema Nacional Ambiental–SINA.
Simultáneamente con el decisivo espaldarazo constitucional, Colombia adhirió al Convenio de Diversidad Biológica suscrito en Río de Janeiro en 1992. Este tratado, hoy casi universalmente aprobado, define el marco internacional aplicable a las áreas protegidas, a través de la estrategia de conservación in situ.
Las áreas protegidas son componente fundamental de las estrategias nacionales y mundiales de conservación de la diversidad biológica, ya que proporcionan bienes y servicios ecológicos al tiempo que preservan el patrimonio natural y cultural, contribuyen al alivio de la pobreza y ofrecen oportunidades para la investigación, incluyendo medidas para hacer frente a las variaciones climáticas. Además, son escenarios ideales para la educación, la recreación y el turismo. La importancia de estos bienes y servicios ambientales fue reconocida en el V Congreso Mundial de Parques, celebrado en Durban en el año 2003.
La creación del Sistema de Parques Nacionales Naturales ha sido la principal acción del Estado colombiano en materia de conservación de la biodiversidad. Sin embargo, si bien la tarea de identificación y declaración de nuevos parques nacionales no está terminada aún, el sistema actual es hoy una maravillosa muestra de muchos de los ecosistemas más representativos e importantes de Colombia.
Estas áreas protegidas contribuyen de modo significativo al logro de los objetivos del Convenio de Diversidad Biológica, cuyos postulados y resultados fueron sometidos a una importante revisión y análisis conceptual diez años más tarde en Johannesburgo. Allí se concluyó que los mayores desafíos del planeta en la actualidad son los de reducir el ritmo actual de pérdida de la diversidad biológica, disminuir la pobreza y lograr el desarrollo sostenible.
El 2010 fue declarado el año internacional de la Biodiversidad por la Asamblea General de Naciones Unidas, con el fin de atraer la atención mundial y mover a la reflexión sobre la necesidad de frenar su pérdida acelerada y destacar su importancia para la vida humana y los avances que se han logrado en el propósito de su conservación.
No cabe duda de que la biodiversidad es fundamental para el desarrollo productivo de la sociedad. Los beneficios que se obtienen de la oferta ambiental de los ecosistemas son inconmensurables, dada la multiplicidad de los servicios que conlleva, entre los cuales se pueden mencionar el suministro de recursos genéticos, alimentos, agua, madera, fibras y combustibles; la regulación climática y de fenómenos naturales y enfermedades; el control a la contaminación, y el desarrollo cultural en los aspectos estético, espiritual, educativo y recreacional. Además, esa oferta es indispensable para la preservación de la diversidad étnica y cultural de las comunidades que dependen de estos recursos naturales para su supervivencia y la de sus tradiciones ancestrales.
En Colombia, el aporte de los parques nacionales al desarrollo productivo nacional se refleja en que actualmente las áreas del Sistema de Parques abastecen a 25 millones de personas de agua potable y al 71 por ciento de las centrales hidroeléctricas para generación de energía. Seis parques —Sierra Nevada de Santa Marta, Paramillo, Estoraques, Las Hermosas, Los Nevados y La Paya— abastecen de agua a doce distritos de riego de mediana y gran escala en los departamentos de Bolívar, Córdoba, Magdalena, Santander, Tolima, Valle del Cauca y Putumayo, surtiendo a más de 200.000 hectáreas de cultivos. Todavía están por dimensionar los enormes beneficios de todo orden en materia de prevención de desastres naturales y fenómenos tales como tormentas tropicales, inundaciones o maremotos, que ha obtenido el país gracias a la presencia de ‘ecosistemas amortiguadores’. Es claro que, ante las catástrofes naturales que han ocurrido en el mundo en los últimos tiempos, la conservación de los espacios que cumplen esas funciones de amortiguación resulta fundamental.
La preservación de los parques y la continua garantía del cumplimiento de sus propósitos dependen todos los días de la abnegada tarea del jefe y el equipo de funcionarios y contratistas de cada uno de ellos, cuyo trabajo es coordinado y apoyado por los directores territoriales y sus grupos de trabajo en el nivel regional, y por todo el equipo de la dirección general. Todos realizan su labor con una mística que se refleja en el orgullo con que portan el uniforme de Parques Nacionales, reconocido en todos los rincones de Colombia donde establecen una relación de trabajo con las personas, instituciones y grupos diversos que ayudan a la conservación de los parques. Con todos ellos se pone en práctica la política de ‘Participación Social en la Conservación’ que ya se había propuesto en 1996 y que fue desarrollada mediante la estrategia de ‘Parques con la Gente’ durante los años siguientes.
En los planes de manejo de los parques se ha puesto en práctica este ‘trabajo con la gente’, con las comunidades de indígenas, negritudes, campesinos y colonos, con organizaciones no gubernamentales, alcaldías, juntas de acción comunal y comités de cafeteros, convencidos todos de que la preservación de los recursos naturales que se encuentran en estas vastas extensiones del territorio nacional no podría lograrse sin la ayuda y el compromiso de estas miles de personas que viven en los parques y en sus zonas amortiguadoras. Con ellos trabajamos para prevenir y controlar las múltiples y diversas amenazas que se ciernen sobre los parques, tales como la ampliación indebida de la frontera agrícola y actividades ilegales de ganadería, minería, pesca, tala de bosques y contaminación debida a actividades industriales insostenibles que afectan ecosistemas lacustres, fluviales y marinos.
Adicionalmente, en aquellos parques que se superponen con resguardos indígenas, se trabaja por mandato de la ley en la construcción de acuerdos entre la autoridad ambiental y la autoridad indígena para definir ‘regímenes especiales de manejo’ —pioneros en el mundo— para la zona protegida en cuestión. Como bien lo ha señalado la Corte Constitucional, dicho régimen es un mecanismo de articulación entre las autoridades indígenas y Parques Nacionales Naturales que busca afianzar la conciencia de ‘interculturalidad’, el reconocimiento de nuestra diversidad y la defensa del patrimonio inmaterial de nuestra nación.
Para hacer posible todo este trabajo, ha sido invaluable el aporte de la cooperación internacional. Nunca lo agradeceremos suficientemente ya que sin él, muy poco podría hacerse de las muchas cosas en que estamos empeñados. Este importante apoyo proviene del Reino de los Países Bajos, de Estados Unidos de América, de la Unión Europea y España, así como del Fondo Mundial para el Medio Ambiente, de instituciones y organismos multilaterales y de varias importantes organizaciones no gubernamentales. Gracias a ellos, a algunos sectores productivos y al creciente respaldo presupuestal del Gobierno Nacional, hemos logrado avanzar notablemente en la formulación y puesta en marcha de los planes de manejo de los parques y en la promoción de alternativas productivas sostenibles para los habitantes de sus zonas de influencia, lo que ha redundado en importantes beneficios económicos para muchas de ellas. Este generoso apoyo ha permitido avanzar significativamente en el fortalecimiento institucional, en la consolidación de la función de coordinación del Sistema Nacional de Areas Protegidas–SINAP y en un destacado liderazgo a nivel internacional ampliamente reconocido.
En una época como la actual, en la que el ecoturismo gana cada día más adeptos en el mundo, la extraordinaria belleza de nuestros parques nacionales ha venido conquistando también más y más colombianos y extranjeros. Tanto, que este hermoso libro —exquisitamente editado por Villegas Editores, hoy por segunda vez— es por sí solo una comprometedora invitación a visitarlos, aprovechando las cómodas y atractivas instalaciones que ya se han construido en muchos de ellos, para disfrutar de actividades gratificantes a todo nivel.
Pero en este punto huelgan más descripciones, más historias y más comentarios. Porque lo que realmente está llamado a lograr a plenitud el objetivo propuesto —y tengo la certidumbre de que lo hace más que suficientemente—, son las espectaculares imágenes que siguen a continuación. Ellas son en realidad la esencia de este libro.
Cualquiera de ellas y por supuesto todas en su extrordinario conjunto, constituyen prueba inequívoca de cuánta razón tenía nuestro poeta pastuso Aurelio Arturo cuando dijo que en Colombia el verde es de todos los colores.
#AmorPorColombia
Introducción
El uniforme de Parques Nacionales Naturales de Colombia es reconocido en todos los rincones del país gracias a la presencia de sus funcionarios que cumplen con las labores de conservación. Carlos E. Porras.
El uniforme de Parques Nacionales Naturales de Colombia es reconocido en todos los rincones del país gracias a la presencia de sus funcionarios que cumplen con las labores de conservación. Unidad Administrativa Especial del Sistema de Parques Nacionales.
Texto de: Julia Miranda Londoño
Directora General de Parques Nacionales Naturales de Colombia
Los Parques Nacionales guardan gran parte del enorme tesoro de la diversidad biológica y cultural de nuestro país. Desde mediados del siglo pasado, Colombia se comprometió decididamente con la causa de la conservación de sus recursos naturales. Cada colombiano es dueño de este extraordinario legado, invaluable patrimonio de las generaciones por venir.
La idea nació en 1941, cuando el país se adhirió a la Convención Panamericana para la Protección de Fauna, Flora y Bellezas Escénicas. Desde entonces, en cuidadoso seguimiento de las estrategias inspiradas por ésta, Colombia ha acometido el enorme esfuerzo de crear y preservar parques nacionales, reservas naturales y reservas de regiones vírgenes a lo largo y ancho de su territorio continental, insular y marítimo. Hoy existen 55 parques nacionales que abarcan 12’554.272 hectáreas, equivalentes al 11,2 por ciento del territorio continental nacional, clasificados en treinta y nueve parques nacionales naturales, dos reservas naturales, un área natural única, doce santuarios de fauna y flora y un vía-parque.
La historia de nuestros parques ha sido una historia labrada a base de imaginación, de sueños, de esfuerzos y de fe. Una historia hecha con recursos siempre escasos, a pulso y con perseverancia infinita por colombianos que son visionarios, además de ser amantes de la naturaleza y la conservación.
Su primer capítulo se escribió, tímidamente, en 1943, cuando el Ministerio de Economía Nacional declaró el área del embalse del Muña como zona vedada para caza y pesca. Luego, en 1948, se declaró como reserva biológica la Serranía de la Macarena. Años más tarde, la Ley 2ª de 1959 se constituyó en el primer estatuto de conservación ambiental en el cual se definió el concepto de reserva natural y, con encomiable muestra de audacia, se instituyeron como tales vastas áreas del territorio nacional, dando así una especial preferencia al cuidado de los ecosistemas de páramo del país.
La Cueva de los Guácharos se erigió como el primer Parque Nacional Natural en 1960. En 2010 se cumplen los 50 años de su creación y el país celebra de manera especial esta fecha significativa en la que se comenzó a conformar el que es hoy el Sistema de Parques Nacionales Naturales de Colombia. El siguiente paso consistió en la conquista de la identidad. En 1964 se creó la Corporación del Río de la Magdalena y con ella, la primera oficina de áreas protegidas del país. Ese mismo año se crearon los parques Sierra Nevada de Santa Marta, Isla de Salamanca y Tayrona. Pocos años más tarde, en 1968, de la mano de la reforma agraria y a su amparo, se reservaron como Parques Nacionales las zonas de Puracé y los Farallones de Cali.
Luego, en 1968, se creó el Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente (INDERENA). Los parques nacionales creados hasta entonces —cinco en total— pasaron a ser competencia de la División de Parques Nacionales de esa autoridad ambiental.
En 1974, año que ciertamente constituye uno de los más importantes hitos de esta historia, se adoptó el Código Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente, una de las normas principales con las que cuenta hoy el Sistema Nacional Ambiental.
Reconocido por juristas del mundo como una de las regulaciones pioneras en la materia, en él se desarrolla el concepto de ‘Sistema de Parques Nacionales’, se describen sus objetivos, se señalan las distintas categorías de manejo de las áreas protegidas, se indican las actividades permitidas en cada una de ellas y se establecen tanto su modo de administración como las prohibiciones necesarias para la cabal garantía de sus fines.
Con todo, aún faltaban hechos fundamentales. El más importante de ellos fue sin duda la Constitución de 1991, que algunos han llamado la Constitución ecológica. Como ninguna de sus antecesoras y como muy pocas en el mundo, ella tomó decidido partido por la protección del ambiente y los recursos naturales de Colombia. Incluso, elevó el primero de estos conceptos a la categoría de derecho colectivo, con todas sus implicaciones y consecuencias, en especial la de que cada uno de los habitantes del territorio considere la preservación del medio ambiente como cosa propia y la de poner a su servicio eficaces acciones judiciales orientadas a su efectividad y protección. En ella se señaló también el deber del Estado de proteger la diversidad e integridad del ambiente, de conservar las áreas de especial importancia ecológica y de fomentar la educación para lograr estos fines.
Específicamente en materia de parques, la Carta Política —de modo por demás elocuente— los definió como inalienables, imprescriptibles e inembargables, para garantizar su existencia a perpetuidad.
En desarrollo de las pautas trazadas por la Constitución, la Ley 99 de 1993 creó el Ministerio del Medio Ambiente, reordenó el sector público encargado de la gestión y conservación del medio ambiente y los recursos naturales renovables y organizó el Sistema Nacional Ambiental–SINA.
Simultáneamente con el decisivo espaldarazo constitucional, Colombia adhirió al Convenio de Diversidad Biológica suscrito en Río de Janeiro en 1992. Este tratado, hoy casi universalmente aprobado, define el marco internacional aplicable a las áreas protegidas, a través de la estrategia de conservación in situ.
Las áreas protegidas son componente fundamental de las estrategias nacionales y mundiales de conservación de la diversidad biológica, ya que proporcionan bienes y servicios ecológicos al tiempo que preservan el patrimonio natural y cultural, contribuyen al alivio de la pobreza y ofrecen oportunidades para la investigación, incluyendo medidas para hacer frente a las variaciones climáticas. Además, son escenarios ideales para la educación, la recreación y el turismo. La importancia de estos bienes y servicios ambientales fue reconocida en el V Congreso Mundial de Parques, celebrado en Durban en el año 2003.
La creación del Sistema de Parques Nacionales Naturales ha sido la principal acción del Estado colombiano en materia de conservación de la biodiversidad. Sin embargo, si bien la tarea de identificación y declaración de nuevos parques nacionales no está terminada aún, el sistema actual es hoy una maravillosa muestra de muchos de los ecosistemas más representativos e importantes de Colombia.
Estas áreas protegidas contribuyen de modo significativo al logro de los objetivos del Convenio de Diversidad Biológica, cuyos postulados y resultados fueron sometidos a una importante revisión y análisis conceptual diez años más tarde en Johannesburgo. Allí se concluyó que los mayores desafíos del planeta en la actualidad son los de reducir el ritmo actual de pérdida de la diversidad biológica, disminuir la pobreza y lograr el desarrollo sostenible.
El 2010 fue declarado el año internacional de la Biodiversidad por la Asamblea General de Naciones Unidas, con el fin de atraer la atención mundial y mover a la reflexión sobre la necesidad de frenar su pérdida acelerada y destacar su importancia para la vida humana y los avances que se han logrado en el propósito de su conservación.
No cabe duda de que la biodiversidad es fundamental para el desarrollo productivo de la sociedad. Los beneficios que se obtienen de la oferta ambiental de los ecosistemas son inconmensurables, dada la multiplicidad de los servicios que conlleva, entre los cuales se pueden mencionar el suministro de recursos genéticos, alimentos, agua, madera, fibras y combustibles; la regulación climática y de fenómenos naturales y enfermedades; el control a la contaminación, y el desarrollo cultural en los aspectos estético, espiritual, educativo y recreacional. Además, esa oferta es indispensable para la preservación de la diversidad étnica y cultural de las comunidades que dependen de estos recursos naturales para su supervivencia y la de sus tradiciones ancestrales.
En Colombia, el aporte de los parques nacionales al desarrollo productivo nacional se refleja en que actualmente las áreas del Sistema de Parques abastecen a 25 millones de personas de agua potable y al 71 por ciento de las centrales hidroeléctricas para generación de energía. Seis parques —Sierra Nevada de Santa Marta, Paramillo, Estoraques, Las Hermosas, Los Nevados y La Paya— abastecen de agua a doce distritos de riego de mediana y gran escala en los departamentos de Bolívar, Córdoba, Magdalena, Santander, Tolima, Valle del Cauca y Putumayo, surtiendo a más de 200.000 hectáreas de cultivos. Todavía están por dimensionar los enormes beneficios de todo orden en materia de prevención de desastres naturales y fenómenos tales como tormentas tropicales, inundaciones o maremotos, que ha obtenido el país gracias a la presencia de ‘ecosistemas amortiguadores’. Es claro que, ante las catástrofes naturales que han ocurrido en el mundo en los últimos tiempos, la conservación de los espacios que cumplen esas funciones de amortiguación resulta fundamental.
La preservación de los parques y la continua garantía del cumplimiento de sus propósitos dependen todos los días de la abnegada tarea del jefe y el equipo de funcionarios y contratistas de cada uno de ellos, cuyo trabajo es coordinado y apoyado por los directores territoriales y sus grupos de trabajo en el nivel regional, y por todo el equipo de la dirección general. Todos realizan su labor con una mística que se refleja en el orgullo con que portan el uniforme de Parques Nacionales, reconocido en todos los rincones de Colombia donde establecen una relación de trabajo con las personas, instituciones y grupos diversos que ayudan a la conservación de los parques. Con todos ellos se pone en práctica la política de ‘Participación Social en la Conservación’ que ya se había propuesto en 1996 y que fue desarrollada mediante la estrategia de ‘Parques con la Gente’ durante los años siguientes.
En los planes de manejo de los parques se ha puesto en práctica este ‘trabajo con la gente’, con las comunidades de indígenas, negritudes, campesinos y colonos, con organizaciones no gubernamentales, alcaldías, juntas de acción comunal y comités de cafeteros, convencidos todos de que la preservación de los recursos naturales que se encuentran en estas vastas extensiones del territorio nacional no podría lograrse sin la ayuda y el compromiso de estas miles de personas que viven en los parques y en sus zonas amortiguadoras. Con ellos trabajamos para prevenir y controlar las múltiples y diversas amenazas que se ciernen sobre los parques, tales como la ampliación indebida de la frontera agrícola y actividades ilegales de ganadería, minería, pesca, tala de bosques y contaminación debida a actividades industriales insostenibles que afectan ecosistemas lacustres, fluviales y marinos.
Adicionalmente, en aquellos parques que se superponen con resguardos indígenas, se trabaja por mandato de la ley en la construcción de acuerdos entre la autoridad ambiental y la autoridad indígena para definir ‘regímenes especiales de manejo’ —pioneros en el mundo— para la zona protegida en cuestión. Como bien lo ha señalado la Corte Constitucional, dicho régimen es un mecanismo de articulación entre las autoridades indígenas y Parques Nacionales Naturales que busca afianzar la conciencia de ‘interculturalidad’, el reconocimiento de nuestra diversidad y la defensa del patrimonio inmaterial de nuestra nación.
Para hacer posible todo este trabajo, ha sido invaluable el aporte de la cooperación internacional. Nunca lo agradeceremos suficientemente ya que sin él, muy poco podría hacerse de las muchas cosas en que estamos empeñados. Este importante apoyo proviene del Reino de los Países Bajos, de Estados Unidos de América, de la Unión Europea y España, así como del Fondo Mundial para el Medio Ambiente, de instituciones y organismos multilaterales y de varias importantes organizaciones no gubernamentales. Gracias a ellos, a algunos sectores productivos y al creciente respaldo presupuestal del Gobierno Nacional, hemos logrado avanzar notablemente en la formulación y puesta en marcha de los planes de manejo de los parques y en la promoción de alternativas productivas sostenibles para los habitantes de sus zonas de influencia, lo que ha redundado en importantes beneficios económicos para muchas de ellas. Este generoso apoyo ha permitido avanzar significativamente en el fortalecimiento institucional, en la consolidación de la función de coordinación del Sistema Nacional de Areas Protegidas–SINAP y en un destacado liderazgo a nivel internacional ampliamente reconocido.
En una época como la actual, en la que el ecoturismo gana cada día más adeptos en el mundo, la extraordinaria belleza de nuestros parques nacionales ha venido conquistando también más y más colombianos y extranjeros. Tanto, que este hermoso libro —exquisitamente editado por Villegas Editores, hoy por segunda vez— es por sí solo una comprometedora invitación a visitarlos, aprovechando las cómodas y atractivas instalaciones que ya se han construido en muchos de ellos, para disfrutar de actividades gratificantes a todo nivel.
Pero en este punto huelgan más descripciones, más historias y más comentarios. Porque lo que realmente está llamado a lograr a plenitud el objetivo propuesto —y tengo la certidumbre de que lo hace más que suficientemente—, son las espectaculares imágenes que siguen a continuación. Ellas son en realidad la esencia de este libro.
Cualquiera de ellas y por supuesto todas en su extrordinario conjunto, constituyen prueba inequívoca de cuánta razón tenía nuestro poeta pastuso Aurelio Arturo cuando dijo que en Colombia el verde es de todos los colores.