Palmeras de los Llanos

Texto de: Alexander von Humboldt

No llegamos sino al tercer día de marcha a las misiones caribes del Cari. Vimos en estos lugares el suelo menos resquebrajado que en los llanos de Calabozo. Algunos aguaceros habían reanimado la vegetación. Pequeñas gramíneas y sobre todo esas sensitivas herbáceas, tan útiles para engordar el ganado medio salvaje, formaban un césped tupido. A grandes distancias los unos de los otros se elevaban algunos troncos de palmeras-abanico (Corypha tectorum), de Rophala (chaparro) y de Malpighia de hojas coriáceas y lustrosas. Los lugares húmedos se reconocían de lejos por los grupos de Mauritia, que son las palmeras de sagul de estos lugares. Esta palmera forma cerca de las costas toda la riqueza de los indios guaraúnos; y, lo que es más notable, la encontramos 160 leguas más al Sur, en medio de las selvas del alto Orinoco, en las sabanas que rodean el pico granítico del Duida. Estaba cargada en esa estación, de enormes racimos de frutas rojas que parecían conos de pinos. Nuestros monos estaban muy golosos de estas frutas cuya carne amarilla tiene el gusto de una manzana muy avanzada en madurez. Puestos entre nuestros cargamentos, sobre el lomo de las mulas, estos animales se agitaban vivamente por alcanzar los racimos que estaban suspendidos sobre sus cabezas. La llanura ondulaba a causa del espejismo y, cuando después de una hora de camino, llegamos a estos troncos de palmeras que parecían mástiles en el horizonte, quedamos sorprendidos al ver cuantas cosas están unidas a la existencia de un solo vegetal. Los vientos, perdiendo velocidad al contacto con el follaje y las ramas, acumulan arena alrededor del tronco. El olor de los frutos, el brillo de la verdura atraían de lejos a los pájaros viajeros que gustan balancearse sobre las flechas de las palmeras. Un dulce rumor se oía alrededor. Postrado por el calor, acostumbrado al triste silencio de la estepa, cree uno gozar de alguna frescura al menor ruido del follaje. Si examinamos el suelo del lado opuesto al viento, lo encontramos húmedo mucho tiempo, después de la estación de las lluvias. Insectos y gusanos, en otros lugares tan raros en los Llanos, se juntaban allí y se multiplicaban. Así un árbol aislado, a veces seco, achaparrado, que no llamaría la atención del viajero en medio de las selvas del Orinoco, expande en cambio, alrededor de él, la vida en el desierto. […]