Despedida de Barcelona

Texto de: Alexander von Humboldt

[…]Llegamos muy tarde a la Laguna Chica para visitar otra ensenada que está situada más al Este y es célebre con el nombre de Laguna Grande o del Obispo. Nos contentamos con admirarla desde lo alto de las montañas que la dominan. Aparte de los puertos de El Ferrol y de Acapulco, quizás no hay más de una configuración tan extraordinaria como ésta. Es un golfo interior de dos millas y media de largo de Este a Oeste y de una milla de ancho […] Por todas partes se encuentran de 15 a 25 brazas de fondo. Es probable que el gobierno de Cumaná sacará algún día partido de este golfo interior y del de Mochimas situado a ocho leguas marinas al este de la pésima rada de Nueva Barcelona. La familia del señor Navarrete nos esperaba con impaciencia en la playa; y, aunque nuestra canoa llevaba una gran vela, no llegamos sino por la noche a Manicuares. No prolongamos nuestra permanencia en Cumaná sino dos semanas. Habiendo perdido toda esperanza de ver llegar un buque-correo de La Coruña, aprovechamos un buque americano que cargaba carnes saladas en Nueva Barcelona para llevarlas a la isla de Cuba. Habíamos pasado 16 meses en estas costas y en el interior de Venezuela. Aunque nos restaban más de 50.000 francos en letras de cambio sobre las principales casas de La Habana, nos hubiéramos sentido bastante molestos por la falta de fondos si el gobernador de Cumaná no nos hubiera hecho todos los avances de dinero que necesitábamos. La delicadeza de los procedimientos del señor Emparan con extranjeros que le eran enteramente desconocidos merece los más grandes elogios y mi vivo reconocimiento. Insisto en estos incidentes de interés personal, para persuadir a los viajeros a no contar demasiado con las comunicaciones entre las diversas colonias de una misma metrópoli. En el estado del comercio de Cumaná y de Caracas, en 1799, hubiera sido más fácil hacer uso de un giro o letra sobre Cádiz y Londres que sobre Cartagena de Indias, La Habana o Veracruz. Nos separamos de nuestros amigos de Cumaná, el 16 de noviembre, para realizar por la tercera vez el trayecto desde la desembocadura del golfo de Cariaco hasta Nueva Barcelona. La noche era fresca y deliciosa. Y no fue sin emoción como vimos por la última vez el disco de la luna iluminar la copa de los cocoteros que rodean las riberas del Manzanares. Por largo tiempo nuestros ojos quedaron fijos sobre esta costa blanquecina donde no habíamos tenido que quejarnos de los hombres sino una sola vez. La brisa era tan fuerte, que en menos de seis horas fondeamos cerca del Morro de Nueva Barcelona. El buque que debía conducirnos a La Habana, estaba listo para izar las velas. […]