Residencia Kladitis Manhattan, Nueva York

Con un par de columnas en laca negra, coronadas con capiteles cuadrados en vidrio acrílico, Montoya logró crear un efecto dramático en este vestíbulo. Los accesorios de iluminación empotrados en ellos emiten un suave resplandor. El arco trapezoidal refuerza la separación entre el vestíbulo y la sala y aumenta la percepción de procesión que el visitante tiene al entrar. La consola, diseñada por encargo, exhibe un tocado Chiwara del África y una máscara en papel de Robert Courtright. 

Planos angulares en las esquinas y plafones que esconden la iluminación se añadieron para darle dinamismo a una habitación que, de otra manera, tendría la forma de un cajón. Montoya diseñó el tapete, así como el sofá, las sillas y las mesas. La escultura sobre el pedestal es de Gary Kahn y el cuadro de la izquierda es de Renee Schumacher. 

Texto de: Margaret Cottom Winslow

Cuando este productor de Broadway contrató a Juan Montoya para remodelar su apartamento en un edificio de estilo art deco situado en el Upper West Side de Manhattan, tenía como objetivo convertirlo en un “apartamento de soltero” pero un poco más sofisticado: un espacio que, a más de dramático y elegante, se adaptara, sin embargo, a su condición de soltero. Montoya interpretó estas indicaciones como el deseo de un diseño de aspecto ordenado y sencillo, pero sin llegar a ser minimalista, que debía encarnar la teatralidad digna de un productor de Broadway. Igual que en un escenario, cada detalle del apartamento era importante: la iluminación, los accesorios e incluso el acabado de las esquinas.

Para empezar, Montoya transformó un vulgar vestíbulo de acceso en un espacio dramático de entrada con paredes trapezoidales inspiradas en la arquitectura maya; una especie de íntima galería de arte que invita a los huéspedes a detenerse y admirar el arte antes de seguir hacia la zona social. Para aumentar el interés visual en una sala exenta de detalles arquitectónicos, Montoya inclinó dos paredes, de nuevo bajo la influencia maya, para dar soporte a una repisa en vidrio negro y cromo que sirve ya sea para exhibir arte o para disponer un buffet, según lo exija la ocasión. Para darle aún más vida al cuarto, diseñó un sofá asimétrico, respaldado por cortinajes negros que se despliegan sobre la ventana, recogidos por anillos similares a los que se usan en el teatro y parcialmente llevados hacia atrás para recalcar la angulosidad del cuarto.

La suite principal evoca distintas disposiciones de ánimo. El dormitorio resulta un oscuro santuario para dormir, con una cama de plataforma encerrada en sombríos drapeados sujetos por anillos similares a los de la sala. El cuarto de estar, por otra parte, bañado en la luz que llega a través de una amplia ventana con vista a la ciudad, emplea una paleta de color neutro. Para alojar a los frecuentes huéspedes, el diseñador reorganizó una zona de pequeños espacios desperdiciados en una amplia habitación para huéspedes. Separó la entrada a esta área de la de la suite principal usando de nuevo drapeados recogidos, para recordar la conexión del dueño con el mundo del teatro. Con el fin de satisfacer los deseos del cliente, la lujosa alcoba para huéspedes busca hacerlos sentir “como en su casa”, al tiempo que disfrutan de la estudiada comodidad de un hotel de lujo. Para sacar el mayor provecho del espacio, Montoya también usó espacios de depósito construidos especialmente para disimular otras necesidades, un poco más pragmáticas, de la vida.

El resultado final ejemplariza la transformación de un espacio de cinco cuartos sin gracia alguna, en un ambiente tan dinámico como único que logra una unidad dramática a través del uso cuidadoso de texturas, materiales y formas geométricas.