Residencia Arria Caracas, Venezuela

En esta sala se exhibe la colección de arte contemporáneo venezolano del cliente. La protuberante columna estructural se acanaló en espiral para darle una apariencia escultural más atractiva.  

El comedor, visto desde el patio de afuera, que Montoya recubrió con piedra. Consolas y faroles fueron hechos por encargo. 

Texto de: Margaret Cottom Winslow

Montoya no era un extraño en Venezuela cuando fue llamado para diseñar esta residencia caraqueña para un diplomático y su familia. Luego de su anterior trabajo en este país sudamericano había establecido sólidas relaciones profesionales con artesanos locales, que aceptaron con entusiasmo la oportunidad de volver a trabajar con un mundialmente afamado diseñador. “La gente estaba realmente interesada y dispuesta a explorar ideas nuevas”, dice Montoya. “Tuvimos además la oportunidad de traer lo que estaba disponible allí, lo cual nos dio, literalmente, lo mejor de ambos mundos”.

La residencia de 464 metros cuadrados, un apartamento dúplex conectado por un puente con una torre de apartamentos, no era mucho más que un conjunto de elementos estructurales desnudos cuando Montoya fue contratado. El diseñador optó por el uso combinado de piedra natural y artificial para las paredes exteriores, lo cual acentuó la particularidad del apartamento al crear una unión con los jardines que lo rodean y aislarlo visualmente del monótono aspecto externo de la torre adyacente.

El crudo y moderno esqueleto fue inmediatamente seductor y desafiante. La entrada de altura doble iluminada por un tragaluz ofrecía interesantes posibilidades arquitectónicas, pero las áreas sociales en el nivel inferior tenían cielos rasos bajos y pocas ventanas. Montoya diseñó un anguloso conjunto macizo de escaleras que conecta los dos niveles e instaló iluminación periférica dirigida hacia arriba, para hacer contrapeso a la luz que venía de arriba. Seleccionó colores fuertes trabajados en estuco para avivar los espacios del primer piso y compensar la inadecuada luz natural. Una incómoda pero necesaria columna de soporte se acanaló en espiral para darle una apariencia más atractiva y escultural.

La utilización inusualmente energética del color de Montoya coexiste con sus acostumbradas y audaces combinaciones de muebles. El mobiliario europeo tradicional se combina con el español colonial y con piezas diseñadas por encargo. Muchas de las piezas antiguas de mobiliario y muchos objetos fueron conseguidos por Montoya en Colombia, como por ejemplo las puertas de capilla del siglo XVII que conducen al comedor. Los clientes estaban abiertos a los consejos del diseñador para la adquisición del arte que decoraría el apartamento, que incluye una impresionante colección de cerámica precolombina, así como cuadros de renombrados artistas venezolanos como Manolo Valdés.

“Una verdadera asociación con el cliente para trabajar en conjunto hacia un objetivo común es la atmósfera ideal de trabajo”, dice Montoya. Una sólida relación, establecida de tiempo atrás, entre el diseñador y los clientes permitió que este proyecto resultara beneficiado por una comunicación excepcional.