Vuelo en colores

Olintepeque, Quetzaltenango.   Cristóbal von Rothkirch.

Volcán Chicabal, Quetzaltenango.   Cristóbal von Rothkirch.

Volcán Santa María, Quetzaltenango.    Cristóbal von Rothkirch.

Todos Santos, Cuchumatán, Huehuetenango.   Cristóbal von Rothkirch.

Malacatancito, Huehuetenango.   Cristóbal von Rothkirch.

Paquix, Huehuetenango.   Cristóbal von Rothkirch.

Almolonga, Quetzaltenango.   Cristóbal von Rothkirch.

San Antonio Palopó, Sololá.   Cristóbal von Rothkirch.

San Andrés Xecul, Totonicapán.   Cristóbal von Rothkirch.

Rio Cahabón, Alta Verapaz.   Cristóbal von Rothkirch.

Los Cipreses, Totonicapán.   Cristóbal von Rothkirch.

Santa María de Jesús, Quetzaltenango.   Cristóbal von Rothkirch.

Los Encuentros, Sololá.   Cristóbal von Rothkirch.

Nebaj, Quiché.   Cristóbal von Rothkirch.

Paula Nicho, Comalapa, Chimaltenango.   Cristóbal von Rothkirch.

San Pedro, Jocopilas, Quiché.   Cristóbal von Rothkirch.

Volcán Chicabal, Quetzaltenango.   Cristóbal von Rothkirch.

Panajachel, Sololá.    Cristóbal von Rothkirch.

Panajachel, Sololá.    Cristóbal von Rothkirch.

Panajachel, Sololá.    Cristóbal von Rothkirch.

Panajachel, Sololá.    Cristóbal von Rothkirch.

El Quetzal, San Marcos.   Cristóbal von Rothkirch.

Texto de: Harris Whitbeck

Un día Paula Nicho despertó de un sueño intenso que la dejó perturbada. Soñó que estaba con su pequeña hija en el patio de su casa de San Juan Comalapa, cuando de repente le salieron alas. Alas enormes de un plumaje multicolor. Tomó a su hija de la mano y comenzaron a volar. Sobrevolaron el patio de la casa, que poco a poco se iba haciendo más pequeño, hasta perderse entre los techos rojos del pueblo. Divisaron desde arriba la imponente fachada barroca de su iglesia colonial, que presidía el día de mercado que se extendía a sus pies. Paula y su hija volaban y la rueda de Chicago del parque iba desapareciendo. A la niña le salieron sus propias alas; juntas volaban por un cielo azul: dos seres independientes que al volar reafirmaban, porque así lo querían, que eran las dueñas de su propio destino.

Al despertar, Paula plasmó en un lienzo toda su visión. Pintó las dos figuras volando en un cielo azul enmarcado con un diseño de tejidos tradicionales, sobre la fértil tierra marrón oscuro de su pueblo. Y así pintó más cuadros, todos expresando el poder y la fuerza interior que ella sentía.

Paula ha pintado desde que era niña. Su pueblo es célebre cuna de algunos de los pintores primitivistas más conocidos de Guatemala.

Cada vez que pinta, lo hace sabiendo que en su mundo, en el mundo indígena cachiquel del altiplano de Guatemala, hay varias dimensiones. Los muertos se hablan con los vivos y los vivos con los muertos, y lo hacen por medio de un cuadro, por medio de un barrilete de colores, por medio de sueños, de visiones. La naturaleza se expresa también, a veces violentamente, como lo hizo en 1976, cuando un terremoto desgarró los cerros y destruyó muchas de las casas del pueblo. Se expresa también en la exuberancia de los dorados campos de trigo y maíz que, últimamente, luchan por sobresalir entre los cultivos nuevos de vegetales y frutas que son exportados en camionadas a Estados Unidos y Europa.

La naturaleza le habla a Paula y Paula traduce lo que la naturaleza le dice sobre el lienzo. Es la naturaleza, madre de Paula, quien le dice a ella que es capaz de volar si lo desea.

Una tarde, pocos días antes de la Navidad, Paula invitó a un grupo de amigos a su casa para festejar con pastel y ponche de frutas. Había un par de jóvenes del pueblo que aspiran a ser grandes pintores. Estaba la representante de una importante galería de arte de la capital, y estaban Salvador, su esposo, y sus dos pequeñas hijas. Sus hijas observaban cómo llegaban las visitas a saludar a su madre con deferencia; cómo ella, con una simple mirada o leve gesto de las manos, hacía que su esposo sirviera las bebidas, o le bajara el volumen al radio, o abriera la puerta para recibir a más visitantes.

Su fuerza es discreta, su dignidad serena y confiada. Paula la pintora es también Paula la jefa de familia, Paula la maestra, Paula la líder comunitaria. Ella organiza a otras mujeres pintoras de San Juan, que han viajado muy lejos: a Alemania, a San Francisco, a California, para mostrar sus cuadros y venderlos a importantes coleccionistas.

El mundo de Paula es inmenso, va mucho más allá de los campos de San Juan Comalapa, porque Paula tiene alas, y con esas alas vuela a sitios remotos. A veces, con sus cuadros, nos lleva con ella.