Italia y Francia — Siglos XVIII y XIX

Giambattista Tiépolo (inventó), Daniel Charles Marie Mordant (grabó) / Chalcographie du Louvre (imprimió) / La última cena / Siglo xviii / Grabado en metal / 68,5 x 84,3 cm 

Jean Baptiste Simeon Chardin (inventó), Eugene Decisy (grabó) / Chalcographie du Louvre (imprimió) / La bendición / Siglo xviii / Grabado en metal / 89,7 x 63 cm 

Jacques Louis David (inventó), Danguin (grabó) / Société Française de Gravure Imp. Chardin-Wittmann París (imprimió) / El Papa Pío Vii y el / Cardenal Caprara / Siglos xviii - xix / Grabado en metal / 42 x 30 cm 

Jean-Dominique Ingres (inventó), Achille Martinet (esculpió) / Chalcographie du Louvre (imprimió) / La apoteosis de Homero / Siglo xix / Grabado en metal / 49,3 x 57,7 cm 

Eugenio Delacroix (inventó), Alphonse Lamotte (grabó) / Chalcographie du Louvre (imprimió) / Toma de Constantinopla por los cruzados / Siglo xix / Grabado en metal / 58,3 x 66,5 cm 

Camille Corot (inventó), Gustave Marie Greux (grabó) / Chalcographie du Louvre (imprimió) / Recuerdo de Castelgandolfo Siglo xix / Grabado en metal / 62,7 x 90 cm 

Jean François Millet (inventó) / Chalcographie du Louvre (imprimió) / El viñador / Siglo xix / Grabado en metal / 54 x 61 cm 

Texto de: Germán Rubiano Caballero

Aunque instalada entre dos siglos con trabajos artísticos extraordinarios, el xvii y el xix, la centuria del xviii no dejó de tener arquitectos y artistas muy importantes. Para comenzar, el español Goya (1746-1828), tal vez el artista más sobresaliente de su tiempo que vio la decadencia del Rococó y el surgimiento de dos escuelas que van a tener en la primera parte del siglo xix sus mejores momentos: el Neoclasicismo y el Romanticismo, en el que puede incluirse, aunque el artista de Fuendetodos lo trasciende con sus pinturas y grabados surrealistas. Luego hay que recordar a varios ingleses: Hogarth (1697-1764), Reynolds (1723-1792) y Gainsborough (1727-1788), siendo el mejor el primero, por la originalidad de sus temas, por las lecciones morales que deseaba transmitir y por su talento de caricaturista y pintor. Pero por supuesto que Italia y Francia tienen una nómina formidable en el siglo xviii. Del primer país hay que citar al veneciano Tiepolo (1696-1770), quien trabajó en Italia, Alemania y España, y que fuera uno de los mejores pintores decoradores concluyendo una tradición admirable que ya tenía varios siglos. Pero los más sobresalientes artistas italianos de esta centuria fueron los pintores de vistas o vedutistas: Canaletto (1697-1768), Guardi (1712-1793), Piranesi (1720-1778), arquitecto y grabador, y Bellotto (1721-1780). El primero, con gran éxito en Europa y especialmente en Inglaterra, dejó una obra enorme de vistas claras y hermosamente compuestas de Venecia y Londres. Luego de Watteau (1648-1721) y sus fiestas galantes, el pintor francés más importante de mediados del siglo xviii fue Chardin (1699-1779), el artista de escenas familiares, domésticas trabajadoras y naturalezas muertas de objetos sencillos. “El pincel de Chardin —dijo Diderot— tiene la sustancia real de los objetos”. Sin duda alguna, París es la sede del arte decimonónico y de todos los movimientos que se sucedieron desde finales del siglos xviii hasta el Post-impresionismo de maestros que murieron comenzando el xx. J. L. David (1748-1825) es el primero y más importante pintor del Neoclasicismo. Uno de los primeros cuadros de su larga carrera es el Juramento de los Horacios, de 1785. Como escribiera Julio Payró: “Desde ese momento, el arte de David se identifica con su ideal republicano. El artista se adhiere a la causa del pueblo con esa pasión reprimida y empecinada de ‘incorruptible’ que se refleja en su rostro juvenil… Ese discípulo de Boucher que desprecia la pintura erótica; ese académico que odia a la academia es un auténtico revolucionario, un ‘puro’… Lo probará en sus actos como en sus obras durante los tumultos de 1789, durante las sesiones de los Estados Generales… Se apaciguará a la caída de Robespierre, se plegará al Directorio, al Consulado y al Imperio, y morirá luego en el destierro, después de haber vivido los años más memorables de la historia europea”. Gérard, Girodet, Gros e Ingres, entre otros, fueron discípulos de David, siendo el más sobresaliente el último, que hiciera excelentes retratos y desnudos femeninos como: La gran bañista o La bañista de Valpinçon (1808), La gran odalisca (1814), Odalisca con una esclava (1842) y El baño turco (1859-63). La producción de Corot está relacionada con el espíritu clásico, pero el artista se consagró al paisaje y de sus primeros trabajos hay ejemplos de una observación de la naturaleza, precisa, sistemática y al mismo tiempo poética. En los mismos años de la vida de Ingres en París desarrolló su obra el romántico Delacroix, quien creía y lo decía “que la única realidad verdadera era la de sus sueños”. Como precisara Payró: “En la escuela francesa de pintura, dominada por la mesura y el orden, introdujo Delacroix la fogosidad de Rubens, las pedrerías ardientes de Rembrandt, los rutilantes oros de Venecia, la vivacidad de los paisajes ingleses imitados de Constable y sobre todo la luz espléndida de Argelia…”. Millet, finalmente, con sus amigos Daumier y los paisajistas de Barbizon, adhirieron al Realismo y acompañaron a Courbet en trabajar una pintura basada en la filosofía positivista de Comte y las ideas sociales de Proudhon.