- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
La pintura: espacio y color
Serie “Oda barroca” / Sin título / ca.1982-1983 / Óleo sobre lienzo / 115 x 175 cm
Serie “Oda barroca” / Sin título / ca.1980 / Óleo sobre lienzo / 115 x 175 cm
Serie “Oda barroca I” / Sin título / ca.1980 / Óleo sobre lienzo / 83 x 130 cm
Serie “Orbis” / Sin título / ca.1988 / Óleo sobre lienzo / 92 cm diámetro
Paisaje / 1973 / Óleo sobre lienzo / 50 x 40 cm
Paisaje / 1945 / Óleo sobre lienzo / 39,5 x 55 cm
Mariposa 1 / Sin fecha / Pastel sobre papel / 50 x 70 cm
Mariposa 2 / Sin fecha / Pastel sobre papel / 50 x 70 cm
Serie “Peces” / 1962-1963 / Acuarela sobre papel / 60 x 40 cm
Serie “Mitología” / Sin fecha / Pastel sobre papel / 65 x 50 cm
Serie “Minimal” / Sin título / 1962 - 1963 / Acuarela sobre papel / 39,5 x 57 cm
Serie “Minimal” / Sin título / 1962 - 1963 / Acuarela sobre papel / 39,5 x 57 cm
Serie “Peces” / 1962-1963 / Acuarela sobre papel / 25 x 38 cm
Paisaje / ca. 1957 / Acuarela sobre papel / 28 x 38 cm
Paisaje / ca. 1957 / Acuarela sobre papel / 28 x 38 cm
Serie “Minimal” / Sin título / 1962 / Acuarela y tinta sobre papel / 22,6 x 37,5 cm
Texto de: Lylia Gallo
Para Gerardo Aragón pintar es una actividad vivencial, que se lleva a cabo en un momento histórico y en una dimensión geográfica, y que lo impulsa a emprender indagaciones y estudios de color en aspectos más sensuales, emotivos y sensitivos de la creación. Este interés por el color en los años ochenta, coincide con su labor docente.
Su actividad pictórica se inicia muy temprano. Aún se conserva un cuadernillo de dibujos a lápiz, crayón y pinturas de agua, realizados por él a los siete años, los cuales son interesantes no sólo por la habilidad en su ejecución, sino porque allí quedó consignada su manera de ver el mundo. Aparecen ya la línea expresiva que lo caracterizará y el impulso vital que impregnará toda su obra: paisajes de casas con iglesia, montañas y árboles, que simulan pueblos; puentes donde resalta detalladamente el trabajo de mampostería; ríos apacibles, barcos sobre ondas azules, pájaros volando, árboles con flores y frutos, sol radiante; personajes de cuentos, castillos, fortalezas, atmósferas, caminos empinados; bosques con árboles fantásticos de colores inverosímiles, vistos por un niño que a través de los cuentos infantiles alimenta su fantasía. Toda una mezcla de imaginación y tempranas experiencias visuales. En su primer óleo, a los once años, sorprende el tratamiento de luces, sombras y atmósfera. En sus primeros paisajes, aún muy joven, llaman la atención su interés por la naturaleza, el tratamiento de las nubes y otros elementos que aparecerán luego mucho más desarrollados. Aunque en su obra no prescindió totalmente de la naturaleza, nunca tuvo como intención reproducirla.
La acuarela es el procedimiento inicial de su creación artística. En 1961 realizó una serie de ellas, entre las que se encuentra Victoria, obra de trazos dinámicos y espontáneos, curvas rítmicas y colores sabiamente seleccionados, en la que resaltan el negro, el rojo y el azul sobre fondo blanco. De esta época son también los dibujos maravillosamente expresionistas de la serie Peces. Representados en su mundo marino, con gran dinamismo, colores vivos y líneas expresivas, estas obras se acercan al expresionismo abstracto mediante el trazo gestual y la mancha que invade el espacio. Todas éstas son obras anteriores a su viaje de estudios a Arizona. Hubo momentos en que también trabajó la abstracción, centrándose en el color, la línea, la luz y la sombra. Esta tendencia se va desarrollando hasta terminar en sus últimos óleos. Sin embargo, siempre es posible identificar en su trabajo la naturaleza, no en su apariencia exacta, pero sí en su esencia y sentido.
Aragón sintió siempre un gusto especial por el trabajo al pastel y su aplicación a la manera de Degas. En las primeras obras con este material dibuja paisajes de línea fuerte y expresionista, con rocas y árboles, tratando de encontrar su estructura interna, así como mujeres sentadas con la mano en el rostro o de espaldas, casi goyescas, incorporadas al medio. En los pasteles de 1971 culmina la distorsión de la figura femenina, integrada esta vez a una naturaleza recia y fantástica, a una naturaleza verdaderamente americana con pájaros, peces, frutas, hongos, árboles, nubes y agua de vivos colores, anclados en rotundas figuras femeninas y en torsos de gran erotismo que se transmutan en árboles, rocas, fuentes. Se destaca el trabajo de los fondos, con predominio del azul en muy variadas tonalidades, mientras la impresión general del cuadro es la de figuras atadas, prisioneras de la tierra, cuyos pies y miembros superiores se han convertido en ramas de árbol. Son evidentes el dominio de la composición y la línea perfecta del dibujo del cuerpo femenino.
La trayectoria de Gerardo Aragón está marcada por la búsqueda de un lenguaje formal propio, para expresar los diversos interrogantes que él mismo se plantea y las soluciones que su trabajo propone. A comienzos de los años ochenta, precisamente en su pintura al óleo, deja de lado los elementos compositivos de verticalidad y horizontalidad para pasar a una pintura abierta, donde cobra mayor importancia lo espacial, lo etéreo. Superando la visión lineal como borde de los cuerpos y como límite, va apareciendo lo pictórico propiamente dicho, dado mediante la observación visual del movimiento de los rayos de luz, la sombra, sus juegos y sus relaciones. Al final, lo que cuenta es la composición total en la que se presenta la interrelación y confluencia de formas, luz y color.
En su exposición “Oda barroca” llega a soluciones propias acordes con el problema de la expresión personal. Se propone romper con el concepto tradicional de paisaje y los efectos visuales identificables que pueden atraer al espectador por su familiaridad con ellos. “Oda barroca” alude claramente al concepto barroco de formas compositivas abiertas, plenas de espacio y movimiento, que corresponden a la evolución de lo lineal y controlado del Renacimiento a lo pictórico del estilo barroco, de los siglos xvii y xviii en la Europa de la Contrarreforma, marcado por la profusión, el dinamismo, el patetismo y la seducción. En el mundo clásico, la naturaleza es sometida imperiosamente a las normas de la razón; la forma separa, aísla mediante la definición de un contorno, mediante la línea continua, mediante la composición, el principio de unidad, la forma cerrada, la perspectiva convergente. En el barroco, en cambio, las tendencias se encaminan de vuelta a la realidad, a la complejidad cambiante e ilimitable, por la sensibilidad y la intuición afectiva, de tipo musical, por medio de percepciones emotivas y conmovedoras. Procedimientos sugestivos, el color y su elocuencia se dislocan para dar paso libre a la vida. El espacio expansivo, acentuado por la óptica de la forma abierta, en que la línea es un trazado móvil más que un límite y las variaciones de luz y atmósfera se transmutan en luz inmaterial, busca ante todo producir un efecto sobre el espectador. “La pintura fluida de Gerardo Aragón, entregado en esta etapa a una abstracción de color por el color mismo, recuerda inmediatamente el trabajo de los pintores venecianos de los siglos xvii y xviii”. Es el momento en que su pintura se puede definir como investigación e invención, sensibilidad profunda y sincera, mancha coloreada y luminosa, consiguiendo la ilusión que proviene de las manchas de color sugestivo y la vibración etérea de un vacío centelleante a través de la luz. El artista investigó, probó y usó las más diversas técnicas para evocar la atmósfera natural. “Desde la imprimación básica en blanco más algo de pigmento neutro en el soporte, que da mayor realce a la luz y a la sombra, creando con el contraste logrado una luminosidad que sale del fondo hacia delante”, como explica él mismo. La imprimatura del soporte y los materiales elaborados por el mismo artista ofrecen un sentido muy íntimo y personal de expresión a su intención creativa. La intención fundamental de su búsqueda es la tridimensionalidad ilusoria, consiguiendo así una solución pictórica. Y ese espacio tridimensional ilusorio, con base en fuerzas intrínsecas, formas y planos, empieza a exigir que lo liberen de los conceptos tradicionales de horizontalidad y verticalidad, búsqueda que conduce al logro de nuevas formas.
La obra escogida para figurar en el Calendario Propal de 1986 (páginas 138-139), en formato rectangular, es “… una exploración emocionada de una naturaleza constantemente efímera, que demanda los talentos y el gusto de un colorista consumado, de un dominador del espacio abierto y de un soberbio dibujante”. Su concepto de paisaje ha cambiado: “No sólo mirar al cielo es evocador, sino una confrontación con un espacio infinito lleno de preguntas, algunas con respuestas inmediatas, concretas y muchas con connotaciones abstractas”.
Entre 1991 y 1992 escribe el texto titulado La experiencia artística en el proceso creativo y en la contemplación del espectador, para su promoción a profesor titular en la Universidad Nacional, que acompaña una exposición inédita en que plantea la utilización de formas que se funden unas con otras, pero no en el cuadro, sino en la mente del espectador. Estas obras marcan realmente una ruptura y la iniciación de nuevos rumbos en su pintura, mientras que el escrito, que permite captar la culminación de sus indagaciones y búsquedas acerca del espacio visual, marca evidentemente el rompimiento con los conceptos y prácticas artísticas de su producción anterior, que él ahora califica de tradicional. De tal manera que el artista sugiere, insinúa lo que se da en la realidad y por eso la obra va más allá de sí misma. Dicho poder de insinuación, en el sentido de sugerir múltiples lecturas e interpretaciones y de encaminar hacia el pensamiento y la acción, alude más al aspecto ético de la obra de arte, básicamente en relación con el espectador.
Temáticamente llega al paisaje mental imaginario, que él mismo define: “Son más apuntes de carácter científico, que cuadros ovalados de bóvedas celestes cargadas de nubes”. En ese momento plantea la firme intención de que su pintura no se relacione con el mundo real. Se trata de plasmar un mundo ideal mediante un nuevo lenguaje visual. La fuerza normativa de los cuadros iniciales, basada en comprobaciones, ya no es válida. Su propósito es ahora romper con esas relaciones que tradicionalmente generaban integración figurativa en representación de planos, superficies y formas reales, y abrir observaciones para que el observador-espectador cree y recree en su mente un paisaje propio, involucrándolo en la captación estética y la respuesta emocional, racional y ética. Insiste en la importancia de la práctica artística para solucionar en forma adecuada cuestiones de todo tipo, ya que la elaboración permanente da pie al surgimiento de posibilidades inéditas, enriqueciendo así la creación. Logra adecuar los elementos formales a los planteamientos de su intención creativa para conseguir pinturas que conmueven e inquietan de manera profunda. Para Aragón, la pintura involucra finalmente sentimiento y acción, unificando todos los sentidos en un solo propósito. En su proceso creativo, el espacio natural es objeto de una elaboración simbólica mediante la cual se activan todas las facultades –fantasía, imaginación, razón, intuición–, conjugando la objetividad con la subjetividad del artista y del espectador.
En este proceso, como él lo capta, el artista se encuentra ante un espacio reflejo o espacio espiritual sobre el que va a actuar. En esta espera, tiene una visión atenta y una escucha tensa y prolongada, en la libertad y ligereza de la conciencia que ya no discrimina, esto es, la intuición, enriquecida por un sentimiento espiritual, según alusión a las Escrituras. Y dijo Dios “Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por razón del pacto entre mí y la tierra”. Según palabras del artista, la forma despojada de su función reproductiva, descriptiva, explicativa y anecdótica, se torna independiente hacia la esquematización, la autonomización integral, convertida en sólo campos cromáticos que funcionan entre sí. La composición se sigue desarrollando en este momento de su pintura, aunque nada está contenido entre límites precisos y las interrelaciones dan origen a zonas neutras, intensidades cambiantes, que van más allá de la superficie real del cuadro e intentan llamar la atención del observador sobre las cualidades emocionales inesperadas que se pueden manifestar durante la contemplación profunda, activa y prospectiva.
La concentración del sentido de la vista hace que la atención, activada fuertemente por la imaginación, se exalte en un paroxismo, con la transformación del espectador en visionario.
En esta etapa de su trayectoria, en el amplio espectro de posibilidades expresivas que le proporciona el color, éste pasa a ser lo fundamental para Aragón. Con los colores básicos, aplicados en simples manchas no delimitadas por ningún tipo de línea, mediante mezclas, oxidaciones, texturas y pinceladas, llega a infinidad de posibilidades expresivas que producen efectos emocionales directos. Retomando el planteamiento de Kandinsky: “Por lo tanto, el color es en general un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El color es la tecla, el ojo es el martillo templador. El alma es un piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que, mediante una tecla determinada, hace vibrar el alma humana”, busca y en efecto consigue la armonía, fruto del orden premeditado en cada huella, cada pincelada, cada detalle: armonía de complementarios neutros y opuestos.
Ciertamente Aragón modula de manera extraordinaria, como en una sinfonía musical, todos los elementos formales, a través del color, para producir profundidad, equilibrio, luces y sombras en un juego que cuestiona conceptos como espacio, movimiento, simultaneidad. Obviamente, detrás de todo este proceso está el criterio del artista, que nos lleva a un mundo estéticamente placentero. Contrastes y tonos conducen al movimiento que guía el ojo del observador, se sintoniza con su sensibilidad y halla su propio lenguaje para establecer un diálogo. Elementos cromáticos y formas, conjugados en contrapunto, producen equilibrio de fuerzas, aun entre zonas coloreadas e incoloras. En este proceso creativo, la luz característica del medio ambiente tropical sabanero proporciona al pintor condiciones atmosféricas que van organizando una visión peculiar. La intención de Aragón, como maestro de jóvenes artistas, es vislumbrar nuevas orientaciones de pensamiento y abrir posibilidades de búsquedas sin restricciones.
Es así como, a partir de 1986, los formatos evolucionan de acuerdo con las necesidades mismas de la obra y el rumbo que va tomando la investigación cromática. Basándose en el rectángulo y sus divisiones armónicas y geométricas, a partir de sus diagonales y sus cruces, llega a una forma circular que, al encontrar nuevamente sus divisiones armónicas, dinámicas y geométricas, proporciona una asociación con el cono de visión. De aquí que de la asociación de un círculo en perspectiva, surge el óvalo, lleno de posibilidades compositivas. Los formatos circulares refuerzan el campo pictórico. Utilizados compositivamente, le permiten reunir movimientos céntricos y excéntricos, según planteamientos diferentes. Aragón cita un texto antiguo, según el cual Dios se puede comparar con un círculo que tiene su centro en cualquier parte y su circunferencia en ninguna. Al poner esos círculos en profundidad, consigue una profundidad óptica superior, que proporciona dimensionalidades infinitas a sus cuadros y se propone llegar al concepto de multidimensionalidad asociado al espacio del universo, con la ambigüedad que supone la aleatoriedad. En estas pinturas es evidente que el artista prioriza los valores de relación sobre los objetuales por considerarlos esenciales, comunes y universales.
Los formatos ovoidales proporcionan así una profundidad óptica superior, agregando dimensionalidades sin límites. El concepto de metadimensionalidad no es fácilmente admisible, expresa el artista, pues estamos acostumbrados a un orden de tres dimensiones y un espacio donde los objetos permanecen exteriores los unos a los otros. Por consiguiente, hay que describir valores sensibles del universo, buscando desentrañar en el espacio su pluridimensionalidad, su elasticidad, su mutación constante, su estado aleatorio y, tal vez lo más fascinante, su ambigüedad espacial. Cuando Aragón se refiere a ellos anota que “pretenden cansar el ojo del espectador y al lograrlo se adquiere el movimiento dentro del cuadro, puesto que estos contrastes empiezan a vibrar y lo que inicialmente era un fondo se convierte en un primer plano. Al convertirse en primer plano, van hacia la parte posterior del cuadro, cediendo; por esta razón, el color crea estas tensiones que a la larga son las que producen el efecto de movimiento de esas masas de color, que muchas personas comparan con nubes”.
Refiriéndose a estas pinturas, Francisco Gil Tovar anota: “Quiere mostrar su insistencia en el hecho de que ‘pintar por pintar’, sugiera lo que sugiera, lo pintado en sí mismo, es un hecho de importancia artística”.
#AmorPorColombia
La pintura: espacio y color
Serie “Oda barroca” / Sin título / ca.1982-1983 / Óleo sobre lienzo / 115 x 175 cm
Serie “Oda barroca” / Sin título / ca.1980 / Óleo sobre lienzo / 115 x 175 cm
Serie “Oda barroca I” / Sin título / ca.1980 / Óleo sobre lienzo / 83 x 130 cm
Serie “Orbis” / Sin título / ca.1988 / Óleo sobre lienzo / 92 cm diámetro
Paisaje / 1973 / Óleo sobre lienzo / 50 x 40 cm
Paisaje / 1945 / Óleo sobre lienzo / 39,5 x 55 cm
Mariposa 1 / Sin fecha / Pastel sobre papel / 50 x 70 cm
Mariposa 2 / Sin fecha / Pastel sobre papel / 50 x 70 cm
Serie “Peces” / 1962-1963 / Acuarela sobre papel / 60 x 40 cm
Serie “Mitología” / Sin fecha / Pastel sobre papel / 65 x 50 cm
Serie “Minimal” / Sin título / 1962 - 1963 / Acuarela sobre papel / 39,5 x 57 cm
Serie “Minimal” / Sin título / 1962 - 1963 / Acuarela sobre papel / 39,5 x 57 cm
Serie “Peces” / 1962-1963 / Acuarela sobre papel / 25 x 38 cm
Paisaje / ca. 1957 / Acuarela sobre papel / 28 x 38 cm
Paisaje / ca. 1957 / Acuarela sobre papel / 28 x 38 cm
Serie “Minimal” / Sin título / 1962 / Acuarela y tinta sobre papel / 22,6 x 37,5 cm
Texto de: Lylia Gallo
Para Gerardo Aragón pintar es una actividad vivencial, que se lleva a cabo en un momento histórico y en una dimensión geográfica, y que lo impulsa a emprender indagaciones y estudios de color en aspectos más sensuales, emotivos y sensitivos de la creación. Este interés por el color en los años ochenta, coincide con su labor docente.
Su actividad pictórica se inicia muy temprano. Aún se conserva un cuadernillo de dibujos a lápiz, crayón y pinturas de agua, realizados por él a los siete años, los cuales son interesantes no sólo por la habilidad en su ejecución, sino porque allí quedó consignada su manera de ver el mundo. Aparecen ya la línea expresiva que lo caracterizará y el impulso vital que impregnará toda su obra: paisajes de casas con iglesia, montañas y árboles, que simulan pueblos; puentes donde resalta detalladamente el trabajo de mampostería; ríos apacibles, barcos sobre ondas azules, pájaros volando, árboles con flores y frutos, sol radiante; personajes de cuentos, castillos, fortalezas, atmósferas, caminos empinados; bosques con árboles fantásticos de colores inverosímiles, vistos por un niño que a través de los cuentos infantiles alimenta su fantasía. Toda una mezcla de imaginación y tempranas experiencias visuales. En su primer óleo, a los once años, sorprende el tratamiento de luces, sombras y atmósfera. En sus primeros paisajes, aún muy joven, llaman la atención su interés por la naturaleza, el tratamiento de las nubes y otros elementos que aparecerán luego mucho más desarrollados. Aunque en su obra no prescindió totalmente de la naturaleza, nunca tuvo como intención reproducirla.
La acuarela es el procedimiento inicial de su creación artística. En 1961 realizó una serie de ellas, entre las que se encuentra Victoria, obra de trazos dinámicos y espontáneos, curvas rítmicas y colores sabiamente seleccionados, en la que resaltan el negro, el rojo y el azul sobre fondo blanco. De esta época son también los dibujos maravillosamente expresionistas de la serie Peces. Representados en su mundo marino, con gran dinamismo, colores vivos y líneas expresivas, estas obras se acercan al expresionismo abstracto mediante el trazo gestual y la mancha que invade el espacio. Todas éstas son obras anteriores a su viaje de estudios a Arizona. Hubo momentos en que también trabajó la abstracción, centrándose en el color, la línea, la luz y la sombra. Esta tendencia se va desarrollando hasta terminar en sus últimos óleos. Sin embargo, siempre es posible identificar en su trabajo la naturaleza, no en su apariencia exacta, pero sí en su esencia y sentido.
Aragón sintió siempre un gusto especial por el trabajo al pastel y su aplicación a la manera de Degas. En las primeras obras con este material dibuja paisajes de línea fuerte y expresionista, con rocas y árboles, tratando de encontrar su estructura interna, así como mujeres sentadas con la mano en el rostro o de espaldas, casi goyescas, incorporadas al medio. En los pasteles de 1971 culmina la distorsión de la figura femenina, integrada esta vez a una naturaleza recia y fantástica, a una naturaleza verdaderamente americana con pájaros, peces, frutas, hongos, árboles, nubes y agua de vivos colores, anclados en rotundas figuras femeninas y en torsos de gran erotismo que se transmutan en árboles, rocas, fuentes. Se destaca el trabajo de los fondos, con predominio del azul en muy variadas tonalidades, mientras la impresión general del cuadro es la de figuras atadas, prisioneras de la tierra, cuyos pies y miembros superiores se han convertido en ramas de árbol. Son evidentes el dominio de la composición y la línea perfecta del dibujo del cuerpo femenino.
La trayectoria de Gerardo Aragón está marcada por la búsqueda de un lenguaje formal propio, para expresar los diversos interrogantes que él mismo se plantea y las soluciones que su trabajo propone. A comienzos de los años ochenta, precisamente en su pintura al óleo, deja de lado los elementos compositivos de verticalidad y horizontalidad para pasar a una pintura abierta, donde cobra mayor importancia lo espacial, lo etéreo. Superando la visión lineal como borde de los cuerpos y como límite, va apareciendo lo pictórico propiamente dicho, dado mediante la observación visual del movimiento de los rayos de luz, la sombra, sus juegos y sus relaciones. Al final, lo que cuenta es la composición total en la que se presenta la interrelación y confluencia de formas, luz y color.
En su exposición “Oda barroca” llega a soluciones propias acordes con el problema de la expresión personal. Se propone romper con el concepto tradicional de paisaje y los efectos visuales identificables que pueden atraer al espectador por su familiaridad con ellos. “Oda barroca” alude claramente al concepto barroco de formas compositivas abiertas, plenas de espacio y movimiento, que corresponden a la evolución de lo lineal y controlado del Renacimiento a lo pictórico del estilo barroco, de los siglos xvii y xviii en la Europa de la Contrarreforma, marcado por la profusión, el dinamismo, el patetismo y la seducción. En el mundo clásico, la naturaleza es sometida imperiosamente a las normas de la razón; la forma separa, aísla mediante la definición de un contorno, mediante la línea continua, mediante la composición, el principio de unidad, la forma cerrada, la perspectiva convergente. En el barroco, en cambio, las tendencias se encaminan de vuelta a la realidad, a la complejidad cambiante e ilimitable, por la sensibilidad y la intuición afectiva, de tipo musical, por medio de percepciones emotivas y conmovedoras. Procedimientos sugestivos, el color y su elocuencia se dislocan para dar paso libre a la vida. El espacio expansivo, acentuado por la óptica de la forma abierta, en que la línea es un trazado móvil más que un límite y las variaciones de luz y atmósfera se transmutan en luz inmaterial, busca ante todo producir un efecto sobre el espectador. “La pintura fluida de Gerardo Aragón, entregado en esta etapa a una abstracción de color por el color mismo, recuerda inmediatamente el trabajo de los pintores venecianos de los siglos xvii y xviii”. Es el momento en que su pintura se puede definir como investigación e invención, sensibilidad profunda y sincera, mancha coloreada y luminosa, consiguiendo la ilusión que proviene de las manchas de color sugestivo y la vibración etérea de un vacío centelleante a través de la luz. El artista investigó, probó y usó las más diversas técnicas para evocar la atmósfera natural. “Desde la imprimación básica en blanco más algo de pigmento neutro en el soporte, que da mayor realce a la luz y a la sombra, creando con el contraste logrado una luminosidad que sale del fondo hacia delante”, como explica él mismo. La imprimatura del soporte y los materiales elaborados por el mismo artista ofrecen un sentido muy íntimo y personal de expresión a su intención creativa. La intención fundamental de su búsqueda es la tridimensionalidad ilusoria, consiguiendo así una solución pictórica. Y ese espacio tridimensional ilusorio, con base en fuerzas intrínsecas, formas y planos, empieza a exigir que lo liberen de los conceptos tradicionales de horizontalidad y verticalidad, búsqueda que conduce al logro de nuevas formas.
La obra escogida para figurar en el Calendario Propal de 1986 (páginas 138-139), en formato rectangular, es “… una exploración emocionada de una naturaleza constantemente efímera, que demanda los talentos y el gusto de un colorista consumado, de un dominador del espacio abierto y de un soberbio dibujante”. Su concepto de paisaje ha cambiado: “No sólo mirar al cielo es evocador, sino una confrontación con un espacio infinito lleno de preguntas, algunas con respuestas inmediatas, concretas y muchas con connotaciones abstractas”.
Entre 1991 y 1992 escribe el texto titulado La experiencia artística en el proceso creativo y en la contemplación del espectador, para su promoción a profesor titular en la Universidad Nacional, que acompaña una exposición inédita en que plantea la utilización de formas que se funden unas con otras, pero no en el cuadro, sino en la mente del espectador. Estas obras marcan realmente una ruptura y la iniciación de nuevos rumbos en su pintura, mientras que el escrito, que permite captar la culminación de sus indagaciones y búsquedas acerca del espacio visual, marca evidentemente el rompimiento con los conceptos y prácticas artísticas de su producción anterior, que él ahora califica de tradicional. De tal manera que el artista sugiere, insinúa lo que se da en la realidad y por eso la obra va más allá de sí misma. Dicho poder de insinuación, en el sentido de sugerir múltiples lecturas e interpretaciones y de encaminar hacia el pensamiento y la acción, alude más al aspecto ético de la obra de arte, básicamente en relación con el espectador.
Temáticamente llega al paisaje mental imaginario, que él mismo define: “Son más apuntes de carácter científico, que cuadros ovalados de bóvedas celestes cargadas de nubes”. En ese momento plantea la firme intención de que su pintura no se relacione con el mundo real. Se trata de plasmar un mundo ideal mediante un nuevo lenguaje visual. La fuerza normativa de los cuadros iniciales, basada en comprobaciones, ya no es válida. Su propósito es ahora romper con esas relaciones que tradicionalmente generaban integración figurativa en representación de planos, superficies y formas reales, y abrir observaciones para que el observador-espectador cree y recree en su mente un paisaje propio, involucrándolo en la captación estética y la respuesta emocional, racional y ética. Insiste en la importancia de la práctica artística para solucionar en forma adecuada cuestiones de todo tipo, ya que la elaboración permanente da pie al surgimiento de posibilidades inéditas, enriqueciendo así la creación. Logra adecuar los elementos formales a los planteamientos de su intención creativa para conseguir pinturas que conmueven e inquietan de manera profunda. Para Aragón, la pintura involucra finalmente sentimiento y acción, unificando todos los sentidos en un solo propósito. En su proceso creativo, el espacio natural es objeto de una elaboración simbólica mediante la cual se activan todas las facultades –fantasía, imaginación, razón, intuición–, conjugando la objetividad con la subjetividad del artista y del espectador.
En este proceso, como él lo capta, el artista se encuentra ante un espacio reflejo o espacio espiritual sobre el que va a actuar. En esta espera, tiene una visión atenta y una escucha tensa y prolongada, en la libertad y ligereza de la conciencia que ya no discrimina, esto es, la intuición, enriquecida por un sentimiento espiritual, según alusión a las Escrituras. Y dijo Dios “Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por razón del pacto entre mí y la tierra”. Según palabras del artista, la forma despojada de su función reproductiva, descriptiva, explicativa y anecdótica, se torna independiente hacia la esquematización, la autonomización integral, convertida en sólo campos cromáticos que funcionan entre sí. La composición se sigue desarrollando en este momento de su pintura, aunque nada está contenido entre límites precisos y las interrelaciones dan origen a zonas neutras, intensidades cambiantes, que van más allá de la superficie real del cuadro e intentan llamar la atención del observador sobre las cualidades emocionales inesperadas que se pueden manifestar durante la contemplación profunda, activa y prospectiva.
La concentración del sentido de la vista hace que la atención, activada fuertemente por la imaginación, se exalte en un paroxismo, con la transformación del espectador en visionario.
En esta etapa de su trayectoria, en el amplio espectro de posibilidades expresivas que le proporciona el color, éste pasa a ser lo fundamental para Aragón. Con los colores básicos, aplicados en simples manchas no delimitadas por ningún tipo de línea, mediante mezclas, oxidaciones, texturas y pinceladas, llega a infinidad de posibilidades expresivas que producen efectos emocionales directos. Retomando el planteamiento de Kandinsky: “Por lo tanto, el color es en general un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El color es la tecla, el ojo es el martillo templador. El alma es un piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que, mediante una tecla determinada, hace vibrar el alma humana”, busca y en efecto consigue la armonía, fruto del orden premeditado en cada huella, cada pincelada, cada detalle: armonía de complementarios neutros y opuestos.
Ciertamente Aragón modula de manera extraordinaria, como en una sinfonía musical, todos los elementos formales, a través del color, para producir profundidad, equilibrio, luces y sombras en un juego que cuestiona conceptos como espacio, movimiento, simultaneidad. Obviamente, detrás de todo este proceso está el criterio del artista, que nos lleva a un mundo estéticamente placentero. Contrastes y tonos conducen al movimiento que guía el ojo del observador, se sintoniza con su sensibilidad y halla su propio lenguaje para establecer un diálogo. Elementos cromáticos y formas, conjugados en contrapunto, producen equilibrio de fuerzas, aun entre zonas coloreadas e incoloras. En este proceso creativo, la luz característica del medio ambiente tropical sabanero proporciona al pintor condiciones atmosféricas que van organizando una visión peculiar. La intención de Aragón, como maestro de jóvenes artistas, es vislumbrar nuevas orientaciones de pensamiento y abrir posibilidades de búsquedas sin restricciones.
Es así como, a partir de 1986, los formatos evolucionan de acuerdo con las necesidades mismas de la obra y el rumbo que va tomando la investigación cromática. Basándose en el rectángulo y sus divisiones armónicas y geométricas, a partir de sus diagonales y sus cruces, llega a una forma circular que, al encontrar nuevamente sus divisiones armónicas, dinámicas y geométricas, proporciona una asociación con el cono de visión. De aquí que de la asociación de un círculo en perspectiva, surge el óvalo, lleno de posibilidades compositivas. Los formatos circulares refuerzan el campo pictórico. Utilizados compositivamente, le permiten reunir movimientos céntricos y excéntricos, según planteamientos diferentes. Aragón cita un texto antiguo, según el cual Dios se puede comparar con un círculo que tiene su centro en cualquier parte y su circunferencia en ninguna. Al poner esos círculos en profundidad, consigue una profundidad óptica superior, que proporciona dimensionalidades infinitas a sus cuadros y se propone llegar al concepto de multidimensionalidad asociado al espacio del universo, con la ambigüedad que supone la aleatoriedad. En estas pinturas es evidente que el artista prioriza los valores de relación sobre los objetuales por considerarlos esenciales, comunes y universales.
Los formatos ovoidales proporcionan así una profundidad óptica superior, agregando dimensionalidades sin límites. El concepto de metadimensionalidad no es fácilmente admisible, expresa el artista, pues estamos acostumbrados a un orden de tres dimensiones y un espacio donde los objetos permanecen exteriores los unos a los otros. Por consiguiente, hay que describir valores sensibles del universo, buscando desentrañar en el espacio su pluridimensionalidad, su elasticidad, su mutación constante, su estado aleatorio y, tal vez lo más fascinante, su ambigüedad espacial. Cuando Aragón se refiere a ellos anota que “pretenden cansar el ojo del espectador y al lograrlo se adquiere el movimiento dentro del cuadro, puesto que estos contrastes empiezan a vibrar y lo que inicialmente era un fondo se convierte en un primer plano. Al convertirse en primer plano, van hacia la parte posterior del cuadro, cediendo; por esta razón, el color crea estas tensiones que a la larga son las que producen el efecto de movimiento de esas masas de color, que muchas personas comparan con nubes”.
Refiriéndose a estas pinturas, Francisco Gil Tovar anota: “Quiere mostrar su insistencia en el hecho de que ‘pintar por pintar’, sugiera lo que sugiera, lo pintado en sí mismo, es un hecho de importancia artística”.