- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
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- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
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- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
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- Jacanamijoy (2003)
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- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
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- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
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- Érase una vez Colombia (2005)
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- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
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- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Semana Santa en Mompox y Coteje
En Mompox, santos y devotos de la fiesta disfrutan la Semana Santa en procesiones abigarradas de calor, fragancia de palma de vino y camaradería. Jeremy Horner.
Domingo de Ramos. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
Vistiendo santos y soldados en la iglesia de San Francisco. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
Pa’ Jesús y soldados romanos en traje de procesión. Iglesia de Santa Bárbara. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
Domingo de Ramos. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
Durante la colonia, la Villa de Santa Cruz de Mompox fue el primer puerto fluvial comercial de la colonia en la Nueva Granada. En 1537 Alonso de Heredia, quien llegó de Cartagena por el Magdalena, subyugó a Mompox, Mahamón y Zuzúa, los tres caciques del lugar, y en 1564 empezó a celebrarse la Semana Santa, predicada por San Luis Beltrán que allí vivió. Jeremy Horner.
Durante la colonia, la Villa de Santa Cruz de Mompox fue el primer puerto fluvial comercial de la colonia en la Nueva Granada. En 1537 Alonso de Heredia, quien llegó de Cartagena por el Magdalena, subyugó a Mompox, Mahamón y Zuzúa, los tres caciques del lugar, y en 1564 empezó a celebrarse la Semana Santa, predicada por San Luis Beltrán que allí vivió. Jeremy Horner.
Durante la colonia, la Villa de Santa Cruz de Mompox fue el primer puerto fluvial comercial de la colonia en la Nueva Granada. En 1537 Alonso de Heredia, quien llegó de Cartagena por el Magdalena, subyugó a Mompox, Mahamón y Zuzúa, los tres caciques del lugar, y en 1564 empezó a celebrarse la Semana Santa, predicada por San Luis Beltrán que allí vivió. Jeremy Horner.
Más que conmemoración, la Semana Santa en Mompox, Bolívar, es una celebración popular de puertas abiertas con serenata musical a los muertos y luces para los antepasados en el cementerio. La banda toca marchas fúnebres. Los músicos guardan con celo viejas partituras coloniales de marchas italianas, francesas y mompoxinas que se interpretan en la Semana Santa. El oficio de músico de bandas es tradición que pasa de padres a hijos. Jeremy Horner.
Más que conmemoración, la Semana Santa en Mompox, Bolívar, es una celebración popular de puertas abiertas con serenata musical a los muertos y luces para los antepasados en el cementerio. La banda toca marchas fúnebres. Los músicos guardan con celo viejas partituras coloniales de marchas italianas, francesas y mompoxinas que se interpretan en la Semana Santa. El oficio de músico de bandas es tradición que pasa de padres a hijos. Jeremy Horner.
La ciudad de Mompox, Bolívar, antaño sede de una aristocracia señorial, actualmente celebra una Semana Santa con amplia participación ciudadana, escasa autoridad del clero católico y en medio de ríos de antorchas. Durante la colonia las comunidades de jesuitas, dominicos, agustinos y franciscanos construyeron conventos, y también hubo rivalidades entre ellos, manifiestas en el forcejeo por una imagen de Jesús. El conflicto se volvió el tema de la procesión El Paso Robado, que aún persiste. Jeremy Horner.
La tradición del capirote y la túnica de penitente entre los cargueros de santos no ha desaparecido aún, pero su uso no es mandatorio en las procesiones de Semana Santa. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
La tradición del capirote y la túnica de penitente entre los cargueros de santos no ha desaparecido aún, pero su uso no es mandatorio en las procesiones de Semana Santa. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
La tradición del capirote y la túnica de penitente entre los cargueros de santos no ha desaparecido aún, pero su uso no es mandatorio en las procesiones de Semana Santa. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
La tradición del capirote y la túnica de penitente entre los cargueros de santos no ha desaparecido aún, pero su uso no es mandatorio en las procesiones de Semana Santa. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
Resurrección debajo de la luna momposina. Semana Santa. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
Jesús de Nazaret y soldado romano en la selva aurífera del litoral pacífico. Semana Santa a lo vivo. Coteje, Cauca. Jeremy Horner.
Hacia el calvario y crucifixión de Jesús y los ladrones en Coteje. Jeremy Horner.
Teatro de arrepentimiento del “pecado”. Viernes santo. Coteje. Jeremy Horner.
Pilatos, diablitos negros, recuerdos de antepasados míticos africanos, entre mineros del oro en Coteje el viernes santo. Jeremy Horner.
Semana Santa. Mompox, Bolívar Jeremy Horner.
Texto de: Nina S. de Friedemann
Del mismo modo que la Semana Santa en Popayán afirma su identidad de ciudad señorial habitada por una aristocracia colonial, Mompox, otra ciudad colonial que albergó los marquesados de Santa Coa y Torre Hoyos con trabajadores esclavos y servidores indios, la confirma celebrándola en marcos populares, anti-señoriales, como diría el sociólogo Orlando Fals Borda, y por fuera de la guía estricta clerical y gubernamental.
En 1564, Mompox, sobre el río Magdalena, inició la conmemoración en escenarios litúrgicos comparables a los de Popayán. Y en el siglo XVIII contaba con diez cofradías y una archicofradía que se dedicaban a los cultos religiosos, a la fabricación de imágenes de santos y a preparar los pasos de procesión. Es posible que sus puertas abiertas a indios, negros y toda clase de gente, hayan contribuido a la forma de la actual Semana Santa.
En Mompox, de acuerdo con el testimonio de María Teresa Arcila, de 1987, la junta organizadora de la celebración son doce mompoxinos del pueblo elegidos democráticamente. La participación del clero es escasa. Al protagonista central –Jesús de Nazareno– lo llaman familiarmente Pa’Jesús, de un modo comparable a como los chocoanos lo hacen con su San Pacho –San Francisco de Asís–. El jueves santo, los nazarenos, equivalentes de los cargueros payaneses, también llevan sobre sus hombros pasos de santos y vírgenes, y el paso grande de Pa’Jesús. Antiguamente salían encapuchados con capirotes y desde hace muchos años provienen de todos los niveles sociales.
El miércoles santo en el cementerio, al pie de la estatua del gran poeta mompoxino Candelario Obeso, una serenata de música, con la cual se rinde tributo a los muertos, señala el carácter libre, alegre e innovativo del ritual. Las procesiones son espectáculos teatrales preparados con entusiasmo en un ámbito popular de fiesta.
El recorrido de cada procesión puede demorarse más de siete horas en un trayecto de diez cuadras. Los nazarenos se cansan, reposan, se relevan, reponen fuerzas, toman gaseosas y conversan con los amigos. En otras palabras, disfrutan del ambiente festivo general.El sahumerio mompoxino se quema para ahuyentar a los malos espíritus. La fragancia que emana de la palma de vino y que engalana el interior de las viviendas es la que identifica a la Semana Santa. El tiempo es para contar historias de susto, de fantasmas y de espantos, del diablo y sus pactos, de los milagros de Pa’Jesús.
En Mompox, al contrario de Popayán, la celebración es un compendio de “la naturaleza antisolemne, alegre, franca, directa y ruidosa característica del costeño y de su cultura”, conforme dice Orlando Fals Borda. El señala como una de las causas de esa naturaleza “las celebraciones públicas de fandangos, bundes, farsas, mojigangas, maromas, bolas, boliches y toros que los señores costeños organizaban desde los tiempos coloniales... y que duraban varios días con cualquier pretexto...”.
Pero si en Mompox la autoridad clerical es escasa durante la Semana Santa, hay zonas rurales del litoral Pacífico habitadas por negros mineros del oro donde esa presencia es del todo inexistente. No obstante, también se celebra ahí la Semana Santa. Tal es el caso de Coteje, un poblado sobre el río Timbiquí en las tierras bajas del departamento del Cauca. La fiesta evoca memorias del cristianismo, tanto como creencias y ritmos de sus tradiciones vernáculas negro-africanas e induce la visita de los familiares ausentes. Al igual que en Mompox, la festividad es popular y mundana.
El escenario es el pueblo. La iglesia se convierte en uno de los recintos de un teatro litúrgico con expresiones tanto de experiencias cotidianas como de huellas de la memoria colectiva. El episodio del apresamiento de Jesús de Nazaret lo realizan un grupo de jóvenes, algunos reclutas del ejército, otros aún adolescentes, todos armados de escopetas y machetes de madera y uniformados con camisetas color amarillo oro, pantalones y botas de caucho. Caminan en formación miliciana de a dos columnas, una al lado de la otra, guiados por el percutir de tambores cununos. Unos entonan y otros contestan:
Ayayay qué pasó
una’raña me picó
Te dolió?
No me dolió
Cuando salga del cuartel
a mi casa voy a dir
a mi novia un abrazo
y a mi suegra un balazo!
El jueves santo la milicia grita por los callejones del pueblo:
Viva que lo cogimos
a Jesús de Nazareno
por pícaro y traicionero!
Para el viernes santo la iglesia se convierte en gran teatro de actores y espectadores. Cuando un par de disparos de escopeta retumban en la nave, el telón que oculta a los tres crucificados se abre y por detrás de las cruces salen los pilatos. En 1988 eran cinco hombres vestidos con harapos, costales, sombreros viejos, una especie de faldellín de fibras vegetales, una pipa que vomitaba fuego y un hacha con la que cada uno amenazaba a la concurrencia. Los pilatos corrieron por todo el poblado haciendo violentas morisquetas en medio del temor divertido de niños y grandes y de la batalla que los chicos les oponían haciendo sonar sus pitos de guadua en el oído de cada uno. La festividad de color y de gesto, de risotada y de mímica, de símbolo y de mística, duró hasta cuando la luz del día se fue.
Pero, ¿quiénes son en verdad estos pilatos tan descabellados y divertidos y tan distantes de la personalidad del Pilatos del drama cristiano? Ellos materializan otra versión de los famosos diablitos negros, blandiendo el hacha, símbolo omnipotente de la deidad Yoruba Shangó, que no son demonios católicos, sino personajes reminiscentes de los antepasados míticos africanos. Lo extraordinario es encontrarlos en plena selva aurífera, desde luego, ignorándose aún la fecha de su llegada o el momento en el cual la memoria colectiva les dio un soplo de vida y los enfundó en el disfraz lingüístico de “Pilatos”.
#AmorPorColombia
Semana Santa en Mompox y Coteje
En Mompox, santos y devotos de la fiesta disfrutan la Semana Santa en procesiones abigarradas de calor, fragancia de palma de vino y camaradería. Jeremy Horner.
Domingo de Ramos. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
Vistiendo santos y soldados en la iglesia de San Francisco. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
Pa’ Jesús y soldados romanos en traje de procesión. Iglesia de Santa Bárbara. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
Domingo de Ramos. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
Durante la colonia, la Villa de Santa Cruz de Mompox fue el primer puerto fluvial comercial de la colonia en la Nueva Granada. En 1537 Alonso de Heredia, quien llegó de Cartagena por el Magdalena, subyugó a Mompox, Mahamón y Zuzúa, los tres caciques del lugar, y en 1564 empezó a celebrarse la Semana Santa, predicada por San Luis Beltrán que allí vivió. Jeremy Horner.
Durante la colonia, la Villa de Santa Cruz de Mompox fue el primer puerto fluvial comercial de la colonia en la Nueva Granada. En 1537 Alonso de Heredia, quien llegó de Cartagena por el Magdalena, subyugó a Mompox, Mahamón y Zuzúa, los tres caciques del lugar, y en 1564 empezó a celebrarse la Semana Santa, predicada por San Luis Beltrán que allí vivió. Jeremy Horner.
Durante la colonia, la Villa de Santa Cruz de Mompox fue el primer puerto fluvial comercial de la colonia en la Nueva Granada. En 1537 Alonso de Heredia, quien llegó de Cartagena por el Magdalena, subyugó a Mompox, Mahamón y Zuzúa, los tres caciques del lugar, y en 1564 empezó a celebrarse la Semana Santa, predicada por San Luis Beltrán que allí vivió. Jeremy Horner.
Más que conmemoración, la Semana Santa en Mompox, Bolívar, es una celebración popular de puertas abiertas con serenata musical a los muertos y luces para los antepasados en el cementerio. La banda toca marchas fúnebres. Los músicos guardan con celo viejas partituras coloniales de marchas italianas, francesas y mompoxinas que se interpretan en la Semana Santa. El oficio de músico de bandas es tradición que pasa de padres a hijos. Jeremy Horner.
Más que conmemoración, la Semana Santa en Mompox, Bolívar, es una celebración popular de puertas abiertas con serenata musical a los muertos y luces para los antepasados en el cementerio. La banda toca marchas fúnebres. Los músicos guardan con celo viejas partituras coloniales de marchas italianas, francesas y mompoxinas que se interpretan en la Semana Santa. El oficio de músico de bandas es tradición que pasa de padres a hijos. Jeremy Horner.
La ciudad de Mompox, Bolívar, antaño sede de una aristocracia señorial, actualmente celebra una Semana Santa con amplia participación ciudadana, escasa autoridad del clero católico y en medio de ríos de antorchas. Durante la colonia las comunidades de jesuitas, dominicos, agustinos y franciscanos construyeron conventos, y también hubo rivalidades entre ellos, manifiestas en el forcejeo por una imagen de Jesús. El conflicto se volvió el tema de la procesión El Paso Robado, que aún persiste. Jeremy Horner.
La tradición del capirote y la túnica de penitente entre los cargueros de santos no ha desaparecido aún, pero su uso no es mandatorio en las procesiones de Semana Santa. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
La tradición del capirote y la túnica de penitente entre los cargueros de santos no ha desaparecido aún, pero su uso no es mandatorio en las procesiones de Semana Santa. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
La tradición del capirote y la túnica de penitente entre los cargueros de santos no ha desaparecido aún, pero su uso no es mandatorio en las procesiones de Semana Santa. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
La tradición del capirote y la túnica de penitente entre los cargueros de santos no ha desaparecido aún, pero su uso no es mandatorio en las procesiones de Semana Santa. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
Resurrección debajo de la luna momposina. Semana Santa. Mompox, Bolívar. Jeremy Horner.
Jesús de Nazaret y soldado romano en la selva aurífera del litoral pacífico. Semana Santa a lo vivo. Coteje, Cauca. Jeremy Horner.
Hacia el calvario y crucifixión de Jesús y los ladrones en Coteje. Jeremy Horner.
Teatro de arrepentimiento del “pecado”. Viernes santo. Coteje. Jeremy Horner.
Pilatos, diablitos negros, recuerdos de antepasados míticos africanos, entre mineros del oro en Coteje el viernes santo. Jeremy Horner.
Semana Santa. Mompox, Bolívar Jeremy Horner.
Texto de: Nina S. de Friedemann
Del mismo modo que la Semana Santa en Popayán afirma su identidad de ciudad señorial habitada por una aristocracia colonial, Mompox, otra ciudad colonial que albergó los marquesados de Santa Coa y Torre Hoyos con trabajadores esclavos y servidores indios, la confirma celebrándola en marcos populares, anti-señoriales, como diría el sociólogo Orlando Fals Borda, y por fuera de la guía estricta clerical y gubernamental.
En 1564, Mompox, sobre el río Magdalena, inició la conmemoración en escenarios litúrgicos comparables a los de Popayán. Y en el siglo XVIII contaba con diez cofradías y una archicofradía que se dedicaban a los cultos religiosos, a la fabricación de imágenes de santos y a preparar los pasos de procesión. Es posible que sus puertas abiertas a indios, negros y toda clase de gente, hayan contribuido a la forma de la actual Semana Santa.
En Mompox, de acuerdo con el testimonio de María Teresa Arcila, de 1987, la junta organizadora de la celebración son doce mompoxinos del pueblo elegidos democráticamente. La participación del clero es escasa. Al protagonista central –Jesús de Nazareno– lo llaman familiarmente Pa’Jesús, de un modo comparable a como los chocoanos lo hacen con su San Pacho –San Francisco de Asís–. El jueves santo, los nazarenos, equivalentes de los cargueros payaneses, también llevan sobre sus hombros pasos de santos y vírgenes, y el paso grande de Pa’Jesús. Antiguamente salían encapuchados con capirotes y desde hace muchos años provienen de todos los niveles sociales.
El miércoles santo en el cementerio, al pie de la estatua del gran poeta mompoxino Candelario Obeso, una serenata de música, con la cual se rinde tributo a los muertos, señala el carácter libre, alegre e innovativo del ritual. Las procesiones son espectáculos teatrales preparados con entusiasmo en un ámbito popular de fiesta.
El recorrido de cada procesión puede demorarse más de siete horas en un trayecto de diez cuadras. Los nazarenos se cansan, reposan, se relevan, reponen fuerzas, toman gaseosas y conversan con los amigos. En otras palabras, disfrutan del ambiente festivo general.El sahumerio mompoxino se quema para ahuyentar a los malos espíritus. La fragancia que emana de la palma de vino y que engalana el interior de las viviendas es la que identifica a la Semana Santa. El tiempo es para contar historias de susto, de fantasmas y de espantos, del diablo y sus pactos, de los milagros de Pa’Jesús.
En Mompox, al contrario de Popayán, la celebración es un compendio de “la naturaleza antisolemne, alegre, franca, directa y ruidosa característica del costeño y de su cultura”, conforme dice Orlando Fals Borda. El señala como una de las causas de esa naturaleza “las celebraciones públicas de fandangos, bundes, farsas, mojigangas, maromas, bolas, boliches y toros que los señores costeños organizaban desde los tiempos coloniales... y que duraban varios días con cualquier pretexto...”.
Pero si en Mompox la autoridad clerical es escasa durante la Semana Santa, hay zonas rurales del litoral Pacífico habitadas por negros mineros del oro donde esa presencia es del todo inexistente. No obstante, también se celebra ahí la Semana Santa. Tal es el caso de Coteje, un poblado sobre el río Timbiquí en las tierras bajas del departamento del Cauca. La fiesta evoca memorias del cristianismo, tanto como creencias y ritmos de sus tradiciones vernáculas negro-africanas e induce la visita de los familiares ausentes. Al igual que en Mompox, la festividad es popular y mundana.
El escenario es el pueblo. La iglesia se convierte en uno de los recintos de un teatro litúrgico con expresiones tanto de experiencias cotidianas como de huellas de la memoria colectiva. El episodio del apresamiento de Jesús de Nazaret lo realizan un grupo de jóvenes, algunos reclutas del ejército, otros aún adolescentes, todos armados de escopetas y machetes de madera y uniformados con camisetas color amarillo oro, pantalones y botas de caucho. Caminan en formación miliciana de a dos columnas, una al lado de la otra, guiados por el percutir de tambores cununos. Unos entonan y otros contestan:
Ayayay qué pasó
una’raña me picó
Te dolió?
No me dolió
Cuando salga del cuartel
a mi casa voy a dir
a mi novia un abrazo
y a mi suegra un balazo!
El jueves santo la milicia grita por los callejones del pueblo:
Viva que lo cogimos
a Jesús de Nazareno
por pícaro y traicionero!
Para el viernes santo la iglesia se convierte en gran teatro de actores y espectadores. Cuando un par de disparos de escopeta retumban en la nave, el telón que oculta a los tres crucificados se abre y por detrás de las cruces salen los pilatos. En 1988 eran cinco hombres vestidos con harapos, costales, sombreros viejos, una especie de faldellín de fibras vegetales, una pipa que vomitaba fuego y un hacha con la que cada uno amenazaba a la concurrencia. Los pilatos corrieron por todo el poblado haciendo violentas morisquetas en medio del temor divertido de niños y grandes y de la batalla que los chicos les oponían haciendo sonar sus pitos de guadua en el oído de cada uno. La festividad de color y de gesto, de risotada y de mímica, de símbolo y de mística, duró hasta cuando la luz del día se fue.
Pero, ¿quiénes son en verdad estos pilatos tan descabellados y divertidos y tan distantes de la personalidad del Pilatos del drama cristiano? Ellos materializan otra versión de los famosos diablitos negros, blandiendo el hacha, símbolo omnipotente de la deidad Yoruba Shangó, que no son demonios católicos, sino personajes reminiscentes de los antepasados míticos africanos. Lo extraordinario es encontrarlos en plena selva aurífera, desde luego, ignorándose aún la fecha de su llegada o el momento en el cual la memoria colectiva les dio un soplo de vida y los enfundó en el disfraz lingüístico de “Pilatos”.