Epílogo

El mandato de Iván Duque, sin duda, será recordado como un momento bisagra en la historia de Colombia. En medio de convulsiones mundiales sin precedentes que significaron un remezón del sistema-mundo, su gobierno logró llevar las riendas del país en sus momentos más difíciles. Hoy, la gestión de uno de los presidentes más jóvenes de las últimas décadas le asegura a Colombia unas bases económicas e institucionales sólidas que hablan por sí solas. A pesar del duro embate de la pandemia, la inflación de los precios de los alimentos (ocasionada por la invasión rusa a Ucrania), los prospectos de una nueva recesión en el mundo atlántico y las amenazas autoritarias de escala planetaria, el gobierno de Iván Duque supo sacar a flote al país y aprovechar sus momentos más críticos para convertirlos en oportunidades. Este es su gran legado.

Así, en el marco de la pandemia, su gobierno se enfocó en aumentar la resiliencia del pueblo colombiano mediante esfuerzos presupuestales históricos. La ampliación de subsidios directos existentes y la creación de nuevos, como Ingreso Solidario, terminaron sentando las bases de los programas sociales que, hoy en día, no solo subsisten, sino que se erigen en las principales herramientas del Estado para garantizarles equidad y prosperidad a los colombianos.

El sistema de salud, que en los albores de la crisis sanitaria se probaba totalmente insuficiente para afrontar el desafío, sufrió un remezón que lo llevó a ampliar su capacidad asistencial, diagnóstica y logística, hecho clave para que hoy más del 80 % de la población esté vacunada.

Los avances en la inoculación de la población, aunados a una política de reactivación económica audaz y célere que supo equilibrar la protección de la vida con el potenciamiento de las actividades productivas, han convertido a Colombia en un ejemplo regional de resiliencia. Ya al final de su mandato, el presidente, que antes de la pandemia llevaba la batuta de un crecimiento del PIB de casi 5 %, puede enorgullecerse de que Colombia, gracias a su gestión, es la nación del hemisferio que más ha crecido en el segundo trimestre de 2022, lo que confirma una senda de progreso y cierre de brechas sociales moldeada, mas nunca truncada, por las contingencias planetarias.

En un mundo en pleno cambio, donde el conocimiento y la innovación son oro, el presidente Duque y su gobierno se esmeraron en hacer de la educación, las industrias culturales y la transición energética y tecnológica la punta de lanza del paso de Colombia hacia el futuro. De este modo, gracias a la asignación presupuestal más cuantiosa de la historia del país, el presidente fortaleció el sistema educativo hasta alcanzar hitos como la gratuidad de la educación superior para los estratos 1, 2 y 3 o la duplicación de la cobertura de la jornada única en colegios oficiales, al tiempo que sentó las bases de Colombia como el futuro centro de innovación tecnológica de Latinoamérica.

Hoy, después de una transición de poder pacífica que, sin embargo, le depara un futuro incierto a Colombia, el país goza de una democracia fuerte y estable que debe seguir siendo protegida ante el embate del autoritarismo que amenaza tanto a la región como al mundo. Las acciones concretas de Duque, que demostraron que es posible que el gobierno técnico triunfe sobre el desvarío ideológico, pueden servir para que los colombianos, en el futuro, al recordar su gestión, sean inmunes a las tres P de Moisés Naím, que tanto daño le han hecho a la democracia: populismo, polarización y posverdad.