- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Anexos
Entrevistas:
- Eduardo Fernández
- Gustavo Tarre
- Pedro Pablo Aguilar
- Paciano Padrón
Entrevista a Eduardo Fernández
Caracas, 2 de julio de 2003
Dinorah Carnevali: En noviembre de 1987 usted gana por primera vez la candidatura presidencial de Copei y Rafael Caldera pronuncia la famosa frase “paso a la reserva”, ¿qué le significó esa actitud?
Eduardo Fernández: Fue la primera y única. Debo decir que fue muy doloroso en lo personal y muy preocupante desde el punto de vista institucional.
Caldera sabía que el candidato de Acción Democrática era Carlos Andrés Pérez y su pase a la reserva significó que él prefería que ganara Carlos Andrés Pérez a que ganara Eduardo Fernández. Entre otras cosas, mucha gente piensa que, calculando si Eduardo perdía frente a Carlos Andrés Pérez, él podía recuperar el partido después. Pero lo insólito es que una figura por la cual todos habíamos tenido tanta admiración y tanto respeto, subordinase los intereses nacionales a sus propios cálculos políticos. Entendíamos que él era un ejemplo de hombre público que se había dedicado a servir al país, en donde los intereses del país estaban por encima de los cálculos políticos personales. Con esta conducta vimos que él de alguna manera subordinaba su principal creación que era Copei; de alguna manera apostaba a la derrota de Copei, no le importaba que el país cayera en manos de Carlos Andrés Pérez en lugar de caer en manos de quien había sido su discípulo, de quien él sabía de su calidad ética (perdone la inelegancia de decirlo) muy superior a la del otro candidato.
Además, Caldera dijo una vez: “Yo no soy eterno, felizmente el partido tiene una democracia interna y la democracia interna me dirá cuál es el momento de darle el paso a las nuevas generaciones”.
La democracia interna, en una manera abrumadoramente contundente, en un congreso diseñado por él mismo, me eligió. El congreso estaba integrado de tal manera que reflejaba las recomendaciones estatutarias que él mismo había hecho de cómo debía ser el congreso presidencial.
En ese congreso presidencial hubo alrededor de 10.000 delegados, un poco más. El 70 % se pronunció por Eduardo Fernández, el 10 % por Pedro Pablo Aguilar y el 20 % por Rafael Caldera. Ahora, ¿qué es lo que el partido había querido decir?: “Caldera es un líder muy respetado, muy querido, pero no puede ser que el partido tenga siempre el mismo candidato, vamos a darle oportunidad a una nueva generación”, sobre todo que para que ese momento Caldera era septuagenario.
Desde el momento en que Caldera pierde las elecciones frente a Jaime Lusinchi, que las perdió además muy feo, con una distancia muy grande, sentí que Caldera, esa misma noche y los días subsiguientes, había llegado a la conclusión de que su momento ya había pasado, que su papel era contribuir a promover una nueva generación en Copei que asumiera el liderazgo porque Copei no era un proyecto para llevar adelante las candidaturas presidenciales de Rafael Caldera, sino un proyecto para llevar adelante un sueño de país, una visión, unos valores, unos principios.
Yo recibí muchas señales, pero hay algunas que son muy públicas. Por ejemplo, en el Directorio Nacional que celebró Copei en enero de 1984, donde Rafael Caldera dio un discurso muy importante en el cual explicó las razones por las cuales, desde su punto de vista, se habían perdido las elecciones contra Jaime Lusinchi en 1983. En ese discurso hace un señalamiento muy claro a favor de Eduardo Fernández como líder y vocero del partido para los próximos tiempos. Claro, él podrá decir: “yo no dije que era candidato presidencial”, pero todo indicaba que la cosa iba en esa dirección.Además, ocurrió que el partido entero entendió que era el momento de la nueva generación y que el líder más indicado de la nueva generación para ser candidato, en ese momento, era Eduardo Fernández. No había trauma porque se trataba de escoger como candidato a un hombre tan cercano a Rafael Caldera, tan vinculado a Rafael Caldera, de quien Rafael Caldera había hablado tan bien…Sin embargo, una vez dijo: “Carlos Andrés no es Rómulo Betancourt y Eduardo Fernández no es Rafael Caldera”. Yo que siempre lo traté con mucho respeto, dije: “Desgraciadamente Carlos Andrés Pérez no era Rómulo Betancourt y afortunadamente Eduardo Fernández no es Rafael Caldera”.
Esto lo digo a pesar del respeto intelectual y de toda una serie de consideraciones que tengo por la figura histórica de Rafael Caldera. Pero creo que en este momento, no se, a lo mejor la edad, explica que no actuó con la generosidad que sus discípulos esperábamos que él tuviera, con el patriotismo que sus antecedentes lo obligaban a tener. Porque eso de preferir que ganara Carlos Andrés Pérez… Al final terminó diciendo que votaba por Copei, pero “lo he hecho con repugnancia”. Eso está escrito y declarado.
Cuando se me pretende cuestionar sobre el origen de mis finanzas en el partido, él dejó en el aire una serie de sospechas y de cosas que no eran justas, porque él sabía perfectamente cuál era la calidad moral de su discípulo. Eduardo Fernández era incapaz de recibir dinero cuyo origen no fuera perfectamente claro, de las mismas cuentas de las cuales se habían nutrido todas las candidaturas de Rafael Caldera.
El ataque que me hicieron cuando dijeron que mi campaña era narcofinanciada, él dio respuestas muy ambiguas que, por supuesto, favorecieron inmensamente a Carlos Andrés Pérez y a nuestros adversarios. Yo saqué esos 3 millones de votos en las elecciones contra Jaime Lusinchi, el gobierno, contra Rafael Caldera, contra Carlos Andrés Pérez, era una cosa muy cuesta arriba. Sin embargo, obtuvimos la más alta votación que Copei haya sacado en toda su historia. Rafael Caldera en ninguna de sus candidaturas nunca llegó a esta votación, ni en cifras absolutas ni en cifras relativas.
Hay una cosa que en lo personal me afectó. La primera vez que yo grité a favor de una candidatura presidencial de Rafael Caldera tenía cinco años, en 1947, frente a Rómulo Gallegos. Mi casa, que no era copeyana, yo gritaba por los corredores ¡Rafael Caldera!… Siempre dije que apoyé a Caldera en el 47 desde mis cinco años. Después en el 52, Caldera vuelve a ser candidato encabezando las listas a la Constituyente del 52, lo apoyé desde mis doce años. En el 58 vuelve a ser candidato, lo apoyé teniendo diecisiete años. Vuelve a ser candidato en el 63, lo apoyé; en el 68, lo apoyé; en el 83, lo apoyé, y cuando por fin me toca ser candidato, Caldera se va a la reserva. Me parece que esa fue una actitud sumamente negativa y muy traumática porque el partido siempre tuvo una gran veneración por Caldera.
La gente no entendía que el líder del partido que nos había enseñado que los intereses del país y del partido estaban por encima de los intereses personales y de las circunstancias personales, se fuera a la reserva.
D.C.: ¿Qué buscaba Rafael Caldera con el “pase a la reserva”, debilitar el partido negándole su apoyo?E.F.: No, algo más grave. Una opción a favor del contrincante de mi candidatura y del partido que era, en definitiva, a quien le convenía muchísimo la actitud. Carlos Andrés debió haber estado muy feliz cuando Caldera anunció su pase a la reserva. Ese fue el principio del fin.
Yo creo que las circunstancias —claro que es muy difícil emitir un juicio objetivo porque yo estuve demasiado involucrado en el proceso— creo que si mi generación hubiera alcanzado el poder en el 88, el refrescamiento generacional y los cambios que nosotros estábamos proponiendo en el sistema político, en el modelo económico, hubieran permitido que Venezuela renovara su sistema político sin traumas.
Desgraciadamente vino todo lo que ha venido, no solo la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez que me pareció muy negativa, sino la segunda presidencia de Rafael Caldera que me pareció muy negativa, prepararon el camino para que llegara esa aventura traumática, dolorosa, el país está pagando un precio inmensamente elevado por esto. Chávez no vino de Marte, vino de este proceso que se produjo en el país.
El mal ejemplo que significó el hecho de que el promotor de una institución de pronto actuara de tal manera, que quedaba en evidencia que la institución no era importante, que lo importante era el proyecto político del fundador, se suponía que la institución existía para servir al proyecto político del fundador.
Sin embargo, a pesar de esa deserción de Caldera, el partido sacó la más alta votación de su historia, la diferencia con Pérez fue de diez puntos. Si Caldera hubiera ayudado, a lo mejor el 5 % hubiera inclinado a favor de la candidatura de Copei, porque 5 % menos que sacara Carlos André Pérez y 5 % más que sacara la candidatura de Copei, hubiera ganado el partido del Dr. Caldera. Evidentemente que la personalidad de Caldera le habría agregado a la campaña electoral por lo menos 5 % para ganar. De alguna manera Caldera ha llevado sobre su conciencia el hecho de que Carlos Andrés Pérez haya ganado por segunda vez y que su partido, Copei, haya perdido una elección que perfectamente pudo haber ganado.
¿Por qué razones? Razones de orgullo personal, razones de que no me pidieron la bendición para ser candidato. Era muy triste, muy melancólico que un candidato de mi generación tuviera que decir: “Dr. Caldera, ¿usted me da permiso para ser candidato?” Mi candidatura se fue proyectando, poco a poco fui percibido por la opinión interna y externa como el candidato lógico de las elecciones para representar a Copei en la elecciones de 1988.
Estos son los hechos. Sin embargo, a pesar de que fue su fundador, su líder más emblemático, desertó. El partido se mantuvo coherente y logró sacar la mayor votación en toda su historia lo cual significó una altísima representación parlamentaria, así como que al año siguiente, 1989, ganáramos una cantidad de gobernaciones de estado y de alcaldías. De modo que Copei logró sobrevivir el trauma que representó la deserción de su líder más emblemático con mucha fortaleza y con mucha integridad.
D.C.: El 4 de febrero de 1992, Rafael Caldera y Eduardo Fernández hacen pronunciamientos ante la televisión nacional y ante el Congreso Nacional con reacciones inesperadas por parte del electorado. ¿Cuál es su opinión sobre cada una de estas posiciones?
E.F.: Yo que he tenido siempre mucha consideración y respeto por el Dr. Caldera, considero que él me defraudó, me decepcionó profundamente porque lo vi haciendo un ejercicio de politiquería y oportunismo, un hombre a quien siempre había considerado un estadista y un hombre, repito, que ponía los intereses del país por encima de los intereses personales. Me decepcionó inmensamente porque lo que dije la madrugada del 4 de febrero del 92, jugándome la vida, fue lo que yo aprendí en Copei, que había que defender la democracia y no era con golpes de Estado como se resolvían los problemas.
Cuando yo oí a Rafael Caldera diciendo que a un pueblo que tiene hambre no se le puede pedir que se inmole en la defensa de la democracia, me dije: “me cambiaron al líder, este no es mi líder”, porque en Copei nos enseñaron que si nos ponían a escoger entre la libertad y la justicia, escogíamos la libertad para seguir luchando por la justicia. Además, ese discurso de Caldera en el Congreso Nacional se produce cuando el golpe aun no había terminado de ser sofocado, sin duda eso le daba un gran respaldo moral, un gran aval, aunque él no lo quisiera, porque formalmente Caldera condenó el golpe en ese discurso. El puede decir que condenó el golpe, pero evidentemente le dio un fundamento ético, moral a los golpistas ante la opinión pública, cosa que lo benefició para volver a ser presidente.
Yo me pregunto: ¿Se justificaba eso? Valía la pena ese empeño de volver a ser presidente, para además hacer una segunda presidencia que fue deplorable?
La primera presidencia, no vacilo en calificarlo, fue el mejor gobierno que tuvo la democracia en sus cuarenta años, pero la segunda administración del Presidente Caldera creo que fue simplemente lamentable.
Ahora, ¿para eso, para volver a ser presidente hizo ese discurso en el Congreso? Alguna vez dijo: “Yo dije lo que el pueblo quería oír”.
Siempre admiré a Caldera porque siempre dijo lo que el pueblo debía oír, no lo que el pueblo quería oír. Caldera no fue un líder que salió a la lucha, así lo percibí, para complacer los oídos de la galería, sino para ejercer la función de un líder. ¿Qué es lo que hace un líder? ¿Decir lo que el pueblo quiere oír? Eso fue lo que hizo Pilatos en Jerusalén aquél día funesto. Le preguntó al pueblo: “¿Ustedes quieren a Barrabás o a Cristo?” Como el pueblo quería a Barrabás, se fue con Barrabás. Se lavó las manos, “es el único romano que se lavó las manos”, decía Andrés Eloy Blanco:
En Asia había Pilatos y Cristo Salvador, el único romano que se lavó las manos y el único poeta que se murió de amor
En cambio, yo me siento inmensamente orgulloso de mi actuación, lo tengo en un cassette lo que dije esa madrugada, no le retiro una coma, cumplí con mi deber y los hechos posteriores me han dado la razón.
Si todo el país hubiera reaccionado, incluido Caldera, condenando de una manera categórica aquello, Chávez, no estaría en el poder.
Ahora, cuando el país percibió que había gente que estaba dispuesta a politiquear y a encontrarle atenuantes a la traición que representaba la acción militar del 4 de febrero de 1992 se resquebrajó la coherencia democrática del país.
D.C.: La nueva candidatura presidencial de Rafael Caldera en 1993 sella la división de Copei, ¿cómo interpreta que Caldera abandone la obra de toda una vida, la construcción del Partido Social Cristiano Copei, ante la eventualidad de volver a la presidencia del país?
E.F.: Mi respuesta a esta pregunta es la misma. La conducta de Rafael Caldera cuando se va de Copei en el año 93, demuestra que por lo menos a esa altura de su vida, su proyecto personal estaba por encima de la institución político-partidista que había creado con tanto esmero.
D.C.: ¿Fue siempre así Caldera?E.F.: Yo quiero pensar que no. Prefiero pensar que los años y algunas malas asesorías lo hicieron dejar de actuar como el Caldera que conocí, respeté y admiré.
Después que han pasado ciertas cosas y que estamos a cierta distancia, prefiero pensar en los muchos años en los que tenía gran admiración por él, quien siempre ponía los intereses del país y del partido por encima de sus intereses personales, quiero conservar ese recuerdo de Caldera y no estos errores, equivocaciones, ni actuaciones tan pequeñas porque, además, en 1992, durante una convención nacional que hizo Copei, cuando yo sospechaba que Caldera tenía pensado abandonar el partido, propuse una reforma estatutaria.
El decía que no podía competir por la candidatura presidencial dentro de Copei porque el Secretario General, que era yo, tenía un control tan férreo sobre el partido que él no iba a tener garantía de que podía competir en igualdad de condiciones conmigo. Entonces, propuse una reforma estatutaria para hacer una elección del candidato de manera abierta, que fueran todos los venezolanos los que eligieran al candidato, así nadie podía sospechar que como yo tenía el control sobre el partido…
Caldera, sin embargo —por supuesto pensé que me conocía y sabía de mi integridad moral, pero por lo visto tenía dudas— dijo: “No, ni así compito porque Eduardo Fernández me va a ganar”.
Ahí es cuando aparece Oswaldo Álvarez Paz y dijo: “Pues yo sí compito”, y fíjate, Oswaldo Álvarez ganó la nominación, la habría ganado Rafael Caldera. Eduardo Fernández jugó limpio, como siempre ha jugado, yo no había inventado una fórmula para hacer trampa, si yo ganaba, ganaba, y si ganaba otro, llámese Rafael Caldera u Oswaldo Álvarez Paz, yo honraba mi compromiso de reconocer la victoria del que ganara. Ganó Oswaldo y di uno de mis mejores discursos, creo yo, donde le pedía al partido: “Hemos elegido a un nuevo líder, ayudemos al nuevo líder, acompañemos al nuevo líder a llevar adelante su lucha, vamos todos a respaldar a Oswaldo”.
Yo no me fui a la reserva cuando ganó Oswaldo Álvarez Paz porque había ganado un candidato distinto a mí, sino que dije: “Si el partido eligió a Oswaldo, todos tenemos el deber de acompañar a Oswaldo”.
Si Caldera hubiera sido el candidato, Oswaldo Álvarez Paz había declarado (desayuno, almuerzo y cena) durante todo el año 92 y hasta enero del 93 que si Caldera se lanzaba, él apoyaba a Caldera contra Eduardo Fernández.
Si Caldera se hubiera lanzado, él habría tenido sus propios votos y además el respaldo de gente que, como Oswaldo Álvarez Paz, hasta abril de 1993, eran fervorosamente partidarios del Dr. Caldera hiciera lo que hiciera. Entonces, la suma de los votos de Caldera, de Oswaldo y de toda esa gente, hubieran favorecido a Caldera y Caldera hubiera sido el candidato de todo el partido unido y hubiera tenido, eventualmente, tres millones de votos, la votación que yo saqué en el 88. Por que esa votación se dividió en dos pedazos: un millón setecientos sacó Caldera y un millón trescientos o algo menos sacó Oswaldo. La suma de los dos daba tres millones y Copei en ese momento habría quedado como el partido hegemónico de la vida nacional. Porque si con tres millones de votos no habíamos podido ganar en el 88, curiosamente en el 93 Claudio Fermín, que fue quien quedó de segundo en esas elecciones, sacó un poco más de un millón trescientos, un millón cuatrocientos, un millón quinientos.
Entonces hubiéramos tenido una democracia cristiana fuerte, Caldera hubiera llegado a la presidencia con mayoría en el Congreso, mayoría en el Senado, en la Cámara de Diputados, se hubieran podido hacer los cambios que había que hacer con el respaldo de un gran partido. En lugar de tener el respaldo de un chiripero, hubiera podido hacer un gobierno más coherente, mucho más serio.
D.C.: ¿Qué llevó a Eduardo Fernández a ocupar un lugar tan relevante en la política nacional? ¿Cuáles fueron sus propuestas?
E.F.: Yo diría que con base a dos hechos. Uno, trabajo, la verdad es que yo me dediqué, como secretario general del partido, a trabajar por el fortalecimiento del partido como institución. El partido sintió que ese trabajo, que esa dedicación que yo tuve por su fortalecimiento institucional merecía la recompensa de la candidatura presidencial. Pero, hay un segundo argumento. Yo presenté una visión modernizadora del país, un programa para cambiar las cosas que en Venezuela había que cambiar. En un discurso que yo hice en el Congreso que se llama “El pueblo está bravo”, en ese discurso yo digo que el pueblo tiene muchas y muy buenas razones para estar bravo porque tenemos que cambiar políticamente.
Fue cuando propuse la elección de los gobernadores, el inicio del proceso de descentralización, la creación de la figura de los alcaldes, la elección de los alcaldes. Después propuse cambios económicos porque el modelo rentista petrolero daba señales inequívocas de que había colapsado. Caldera no se dio cuenta de eso sino en la mitad de su segundo período constitucional cuando Teodoro Petkoff por fin se lo pudo explicar. Caldera pretendía mantener el viejo modelo populista, rentista y estatista petrolero y me acusó a mí, y después a Oswaldo, de neoliberales. A Oswaldo con alguna razón porque él tenía cierta adoración por el mercado que yo nunca tuve, yo creo que el mercado es un instrumento pero no es como para decir “creo en Dios y en el mercado”. Me acusaba de neoliberal porque yo simplemente proponía reconocer que el modelo rentista había colapsado, se había agotado y que necesitábamos sustituirlo por un modelo de economía moderna, competitiva, abierta a las nuevas realidades, entonces él me acusó de neoliberal.
Propuse también cambios culturales y cambios éticos. Decía: “la democracia tiene un déficit ético porque no hemos tenido capacidad —y, desgraciadamente no la tuvieron ni los gobiernos adecos ni los gobiernos copeyanos— para enfrentar el drama de la corrupción”.
Y cambios sociales, porque no es posible convivir con el escándalo de que más de la mitad de la población —decía yo entonces— ahora es setenta por ciento, viva en situación de pobreza. Entonces yo proponía unos cambios.
Esa propuesta se recogió en una plataforma llamada “La Democracia Nueva”, la propuesta de la democracia nueva que acompañó mi candidatura. Esa propuesta la fui yo desarrollando en un diálogo con el partido y con el país, la gente percibió de que “este hombre tiene una visión de lo que hay que hacer”.
Yo creo que el Dr. Caldera de alguna manera seguía representando la reedición de las ideas que en los años 60 podían tener vigencia pero que ya no la tenían y el país socialcristiano, el país copeyano dijo: “Sentimos que el candidato debe ser Eduardo Fernández”. No que fuera una candidatura contra Caldera, sino una candidatura armoniosa con Caldera, porque se trataba de escoger a un hombre tan cercano y tan identificado con el Dr. Caldera como era Eduardo Fernández.
D.C.: Copei, luego de perder tres elecciones presidenciales consecutivas, resolvió buscar una candidatura extra partido. Luis Herrera Campíns en la presidencia del partido y Donald Ramírez en la secretaria general deciden apoyar a Irene Sáez y el consecuente aislamiento de Eduardo Fernández. ¿Estuvo usted de acuerdo con esa candidatura?
E.F.: Yo hice todo lo que pude para que el partido no cometiera ese documental disparate, con todos los respetos debidos a Irene Sáez. Yo le dije alguna vez a Irene Sáez que ese era un matrimonio que no le convenía a ninguno de los dos, que ella iba perder el encanto de su independencia y nosotros íbamos a aparecer como un partido oportunista y aventurero que, por desesperación de volver a Miraflores, estamos cometiendo este disparate. Les pronostiqué en actos públicos y privados de que esto se iba desinflar porque, además, la candidatura de Irene parecía como la pretensión del compañero presidente Luis Herrera Campíns de volver a ser presidente, esta vez por interpuesta persona. La opinión pública en Venezuela no estaba muy entusiasmada con una segunda presidencia del presidente Herrera. La candidatura de Irene era vista de esa manera, entonces se desinfló.
Eso era absolutamente previsible, yo todavía no logro entender que gente inteligente pudiera imaginar que se le podía meter esa caña tan monumental al país, de decirles: “Vamos con esa muchacha que es tan popular y detrás nos metemos de contrabando los copeyanos para regresar a Miraflores”. Creo que eso era simplemente un disparate, además de ser un testimonio de oportunismo que no se corresponde con la tradición de Copei.
Todavía no entiendo como gente que para mí fueron símbolo y referencia morales, terminaron haciendo un ejercicio de oportunismo, de pragmatismo y de aventurerismo político, porque una pregunta que nunca se logrará despejar es: “¿qué habría pasado si Irene hubiera ganado las elecciones?”
Al cabo de poco tiempo, Irene terminó siendo candidata del chavismo para gobernadora del Estado Nueva Esparta y la experiencia parece que no fue nada afortunada.
Me pregunto: “¿dónde estarían ahora Herrera Campíns y compañía si Irene hubiera salido elegida presidente de la república con el apoyo de Copei y hubiera hecho algo parecido, pero en muchísima mayor proporción, a lo que fue su experiencia como gobernadora del Estado Nueva Esparta?” Esto lo digo con mucha consideración, con mucha estima y con mucho afecto por la persona de Irene Sáez. Lo que no logro entender es que ella haya aceptado ser candidata de la presidencia de la república, pero mucho menos entiendo que un partido integrado por gente con experiencia y con madurez haya caído en esto.
Hay personalidades de mi partido que yo no logro entender cómo explicarían intelectual, política y moralmente una conducta tan aventurera, tan oportunista y tan pragmática, en un partido que se preciaba de su tradición de respeto a valores y principios morales.
Yo hice todo lo que pude para enfrentar esta candidatura al punto de que presenté mi nombre sabiendo que no tenía ningún chance de ganar, y lo hice entre otras cosas, para que quedara para la historia que hubo alguien que estuvo dispuesto a ser candidato, porque se decía: “con ningún candidato copeyano ganamos”.
Yo estoy seguro de que si Copei hubiera postulado un hombre serio, una candidatura seria como la de Calderón Berti o la mía, con esa candidatura hubiéramos podido hablar con factores importantes del poder, incluso con el gobierno del Dr. Caldera, con el partido Acción Democrática y, a lo mejor, hubiéramos conformado un gran frente nacional para enfrentar a Chávez y, seguramente, en lugar de Salas Römer, hubiera sido un candidato de Copei.
En cambio, lo que terminamos fue melancólicamente apoyando a Salas Römer. Me acuerdo que una vez salió declarando el Presidente Luis Herrera en la prensa: “No se quién va a ser el candidato de Copei pero si sé quien no va a ser nunca candidato de Copei, el Dr. Salas Römer nunca será candidato de Copei.
Terminamos, faltando una semana para las elecciones, dando aquella voltereta tan absolutamente deplorable para respaldar la candidatura de Salas Römer, aportándole lo que le quedaba a Copei que eran doscientos mil votos, doscientos cincuenta mil votos. Ese fue un hecho lamentable. Un partido que en 1988 tiene tres millones de votos y el 42 %, pierde más de la mitad de su votación en el 93 por la división de Caldera y por la manera de conducir la campaña electoral. Y después pierde todo lo que le quedaba en la maroma de la candidatura de Irene, de modo que eso fue lo que traté de decir de todas las maneras posibles, pero desgraciadamente la mayoría, no fue que la mayoría se inclinó por la candidatura de Irene, sino que la mayoría fue inducida por procedimientos muchos de ellos poco ortodoxos en esa dirección, y me parece muy lamentable.
D.C.: ¿En diciembre de 1994 se elige a Donald Ramírez secretario general de Copei, ¿fue un buen secretario general?
E.F.: Me cuesta mucho emitir opinión sobre esa gestión, pero me remito simplemente a las cifras. El recibió un partido al que le quedaba un millón trescientos mil votos que fue lo que sacó Oswaldo, y entregó un partido con doscientos mil votos. De modo que cualquier evaluación que se haga de esa gestión, creo que es suficientemente clara. El partido quedó absolutamente en el suelo. Ahora está el Dr. Pérez Vivas y yo trato de ayudarlo, tratando de reconstruir este partido, pero la tarea es difícil porque, repito, sacamos una votación inferior en cifras absolutas a la que sacó Copei en el año 1958.
Todo el trabajo de cuarenta años se perdió. Se perdió en el 93 con la división que encabezó Caldera y en el 98 con la demolición de lo que quedó de la candidatura de Irene Sáez.
D.C.: ¿Cómo fue la relación de Copei y Rafael Caldera durante su segunda presidencia? ¿El estar Copei en la oposición ayudó a confundir al electorado tradicionalmente copeyano?
E.F.: Creo que ni Caldera hizo ningún esfuerzo por granjearse el apoyo de Copei, ni Copei entendió que pasadas las elecciones, y llámese como se llame el presidente de la república, había que tener un diálogo con el Presidente de la República.
D.C.: ¿Si los hubieran llamado, habrían ido?
E.F.: Claro, lo menos que hubiésemos hecho era discutir el rumbo del gobierno. Tengo la impresión de que me hicieron sondeos para que fuera al gobierno y yo planteé cuál debía ser el rumbo del gobierno porque yo no puedo formar parte de un gobierno con cuya orientación no estoy de acuerdo. Sin embargo, yo tuve una discusión muy seria con alguien de la dirección nacional del partido porque en la elección de la directiva del Congreso el primer año se hicieron cosas muy fuertes para tratar de evitar que Caldera, que el gobierno, la segunda administración de Caldera, tuviera la tranquilidad de contar con un presidente del Senado que fuera amigo.
En la tradición democrática venezolana el gobierno tenía la presidencia del Senado. En la constitución de 1961, la presidencia del Congreso era una especie de vicepresidencia de la república y era razonable que el vicepresidente estuviera identificado con el presidente de la república a pesar del principio de la separación de poder y de todo lo demás. Yo me esmeré para que Copei resolviera apoyar la candidatura del senador Eduardo Gómez Tamayo para presidente del Senado, cosa que finalmente prevaleció, pero costó mucho trabajo. Repito, ni Copei tenía muchas ganas de apoyar al gobierno del Dr. Caldera porque estaba muy dolido con su actitud en el 88 y en el 93, ni Caldera ni su gobierno hicieron ningún esfuerzo para granjearse el apoyo del partido.
Tuvimos alguna comunicación más o menos civilizada. Recuerdo que el Presidente Caldera —y tengo que agradecérselo— me pidió que aceptara ser presidente de una comisión que organizó la conmemoración del décimo aniversario de la desaparición de Arístides Calvani. Me tocó ser orador de orden en el Congreso en ese acto. El Dr. Caldera me hizo el honor de estar presente, de asistir. En otra oportunidad me invitó a almorzar en Miraflores siendo presidente de la república.
Por cierto que en ese almuerzo, en alguna medida, conversé sobre algunos de estos temas. Por ejemplo, de lo que podría haber sido su candidatura si no se hubiera ido de Copei y hubiera sacado tres millones de votos. Recuerdo que me dijo: “Hay gente que piensa que si yo hubiera sido candidato de Copei, no hubiera ganado”. Lo que me hace pensar que la idea de ganar las elecciones estaba por encima de la fortaleza y la salud de las instituciones. Le respondí: “¿Y quién las hubiera ganado? Si usted hubiera sido candidato hubiera tenido los votos de Oswaldo”.
Oswaldo prefirió apoyar a Caldera en el año 88. Cuando fui candidato en el 88, lo lógico es que se hubiera cuadrado conmigo, sin embargo se cuadró con Caldera. Después, cuando venían las elecciones del 93,cuando supuestamente volvíamos a competir Caldera y yo, ya él había anunciado su apoyo a Caldera. Después descubrió que Caldera era un inconveniente, utilizó un lenguaje muy duro para referirse a él, cosa que yo nunca he hecho. Hasta abril del 93 Oswaldo pensaba que Caldera era una maravilla, tanto que estaba dispuesto a apoyarlo para ser candidato presidencial, hasta que le tocó enfrentar la situación.
También le agradezco al Dr. Caldera que en su segunda administración me invitó a mí y a mi esposa para que fuéramos en su comitiva a Guatemala a rendirle homenaje a la memoria de Arístides Calvani. Se lo agradezco porque, entre otras cosas, mi esposa era sobrina de Arístides Calvani. Pero, además, se lo agradezco porque el momento de pronunciar los discursos yo fuera el orador por Venezuela.
D.C.: ¿Cuál es la actitud y la posición de Copei ante el triunfo de Hugo Chávez en 1998?
E.F.: En ese momento yo no estaba en la dirección del partido. El partido venía de sufrir una derrota muy traumática, la más grave en toda su historia. Creo que el presidente Herrera y Donald Ramírez presentaron su renuncia. Hubo un período interino encabezado primero por Rosana Ordóñez y Edgar Mora, se convocó una constituyente interna. Como a mí no me gustan las constituyentes, ni dentro ni fuera del partido, no participé en ella. Creo que esa fue una idea de Gustavo Tarre, desde luego con la intención de ver cómo se reconstruía el partido.
Después vino otra directiva con carácter interino de funcionarios provisionales, con José Curiel como presidente y el cura Calderón, Sergio Omar Calderón, ex gobernador del estado Táchira, como secretario general. Hasta que en noviembre del 2002 se convocó a un proceso electoral interno democrático y entonces acepté ofrecerme como candidato a la presidencia haciendo fórmula con César Pérez Vivas para secretario general. Esa fórmula tuvo un triunfo muy contundente en todo el país, ganamos en todos los estados del país con una mayoría muy holgada.
A partir de ese momento estamos tratando de hacer una oposición muy civilizada, democrática, seria al gobierno de Chávez. Creo que a Chávez lo ha favorecido muchos errores cometidos en el campo de la oposición por radicalismos infantiles y por una cierta tendencia que ha habido en algunos sectores de favorecer soluciones golpistas. Copei, felizmente, bajo la dirección de Pérez Vivas y Fernández, hemos enfrentado muy seriamente y firmemente esta tendencia, esta inclinación a estos errores de parte de la oposición.
D.C.: ¿Fue una gran mayoría de Copei la que apoyó el golpe del 11 de abril del 2002?
E.F.: Acuérdate que el Tribunal Supremo de Justicia sentenció que ese golpe no fue golpe, valga la ironía.
D.C.: ¿Fue una parte de Copei o solo individualidades los que apoyaron el golpe?
E.F.: Copei como partido no apoyó el golpe del 11 de abril. Puede ser que haya habido algunas individualidades que se hubieran entusiasmado con aquellos acontecimientos. Yo estuve en Miraflores por invitación del presidente interino Pedro Carmona y manifesté mi desacuerdo con lo que se estaba haciendo. Y, en señal clarísima de mi desacuerdo, me retiré antes de empezar el acto cuando me enteré del contenido del decreto. Dije: “Esto no me parece que va por buen camino”, y me fui.
De modo que no estuve presente en el acto en el cual se suscribió, se aplaudió y se aclamó un decreto que me parecía francamente antidemocrático y no estuve de acuerdo, no participé. El Dr. Pérez Vivas también estuvo en Miraflores y también se retiró. Le sugerí que hablara con el Dr. Carmona para que convenciera a los que lo rodean porque sentía que no me estaban oyendo, creo que no estoy haciendo nada aquí, por lo que me voy.
Quiero dejar constancia de que tengo un gran respeto y una gran admiración por Pedro Carmona, creo que desgraciadamente no estuvo bien asesorado.
D.C.: ¿Cuáles son los planteamientos de Copei hoy en día y cuáles sus perspectivas?
E.F.: Los planteamientos nuestros son los siguientes:
Venezuela necesita una propuesta seria como alternativa frente a lo que representa el chavismo. En primer lugar, la tesis de Copei en este momento es que debemos promover una solución a la crisis que sea democrática, pacífica y electoral. En esto coincidimos con buena parte de la oposición. No apostamos a ninguna solución de fuerza, sino a una solución democrática, pacífica y electoral.
En segundo lugar, no basta con decir: “!Vete Chávez!”, sino que hay que presentar un proyecto de país. Estamos presentando documentos elaborados aquí en el IFEDEC, una propuesta de país que gira alrededor de tres grandes temas, piedras angulares de nuestra visión de país:
Primero, reconstrucción institucional de Venezuela porque creemos que la democracia no tendrá futuro en Venezuela si no es afincada en la salud de sus instituciones, en la fortaleza de sus instituciones, en vez de en el prestigio de sus caudillos, sean civiles o militares. Un rediseño de la arquitectura institucional del país.
Segundo gran tema: la reactivación de la economía a partir del petróleo que es donde tenemos nuestras más grandes ventajas competitivas y nuestras grandes ventajas comparativas. Sostenemos que hay que hacer una inmensa inversión para poder producir siete millones de barriles. Se necesitan inversiones muy grandes que ascienden a quince mil millones de dólares, que el país no tiene. Si Venezuela y su empresa petrolera PDVSA, si pierden las amarras que tiene PDVSA y se le permite concurrir a los mercados de capital por la vía de acciones que además sean acciones preferentemente vendidas a los trabajadores venezolanos, podemos hacer prodigios hacia el futuro.
La reactivación de la economía debe ser un esquema de diversificación, entre otras cosas, para que haya generación de empleo, porque es dramático que tengamos un desempleo superior al 20 % y que tengamos tres millones de venezolanos que están desempleados o subempleados en la economía informal.
Y el tercer gran tema que estamos proponiendo, es el tema de resolver la cuestión de la pobreza porque no es viable una democracia en un país donde más del 70 % de la población ya está viviendo en pobreza. Ahora, la pobreza no se resuelve con populismo ni regalando cosas, sino a través básicamente de inversiones que generen empleo y riqueza porque nadie puede distribuir lo que no se produce.
Y respecto a tu pregunta sobre las perspectivas de Copei, tenemos que reconocer que los partidos están muy débiles. Copei después de ser una fuerza con 42 % ahora tiene un 3, 4, 5 %.
Hoy me corrigió César y me dijo que conoció una encuesta en donde tenemos 6 %, pero después de haber tenido 42 %.
El problema de las encuestas no le debe a uno permitir sentirse deprimido porque hay una implantación nacional y hay un espacio para la democracia cristiana y para los valores que representa la tradición humanista democrática de Copei que simplemente es tratar de ver si se reconstruye y que ahora estamos divididos. Pero, curiosamente, todas las figuras que aparecen en las encuestas son la expresión copeyana: Enrique Mendoza es copeyano, Henrique Salas Römer fue copeyano hasta anteayer no más, Henrique Salas Feo fue copeyano también, Julio Borges copeyano también, todos esos partidos que representan los valores del centro democrático.
Los votos de Acción Democrática se fueron mayoritariamente con Chávez, pero yo creo que Acción Democrática, que hago votos también por la recuperación de un partido social demócrata fuerte en Venezuela, Acción Democrática se va a recuperar con la declinación de Chávez, porque en la medida en que Chávez decline, esos votantes regresarán a Acción
Democrática.
Entrevista a Gustavo Tarre Briceño
Washington, 2 de mayo de 2002
Dinorah Carnevali: ¿Cómo fue la relación entre Rafael Caldera y Eduardo Fernández?
Gustavo Tarre: La relación Caldera-Fernández fue una relación muy extraña, muy incómoda, con un contenido paterno filial aparente. Uno pensaba que Caldera veía a Eduardo como un hijo, de ahí que se hablara de los “delfines”, al referirse tanto a Fernández como a Álvarez Paz, pero ahí pasó lo de Saturno que se devoró a los muchachos. En la relación creo que hubo engaño mutuo, no necesariamente intencional.
Caldera creyó que Eduardo siempre iba ser una especie de perrito faldero y lo dejó que corriera solo, pero en la idea de que lo tenía amarrado y cuando dijera: “perrito aquí”, el perrito bajaba la cabeza y él abría el espacio. Eduardo nunca le dijo a Caldera: “Mire, yo voy en serio, ¿acaso usted es el dueño del negocio que autoriza al niño empleado? Pues no, si yo me lanzo es porque voy yo…” Eso nunca lo dijo Eduardo.
Caldera usaba la expresión: “Es que Eduardo me echa humo en los ojos cuando se reúne conmigo”. Porque Eduardo tiene una forma de ser muy extraña y es que a él no le gusta disgustar. Tú te reúnes con Eduardo a conversar cualquier tema y le dices: “Quisiera que me escribiera la tesis y sales pensando que Eduardo te ofreció escribir la tesis. Eduardo sale muy convencido de que fue muy cortés, muy amable, que se portó como una dama, y no ofreció nada. Puedo contarte miles de casos que viví así y me imagino que en la relación con Caldera ocurrió lo mismo. Eduardo nunca le decía a Caldera NO con ánimo de engaño, traición o juego sucio, sino que su forma de ser era la de no disgustar, de que la relación fuera armónica. Y Caldera, por su lado, pensaba que Eduardo era su muchacho de mandado a quien el día que quisiera echar de lado lo haría, cuando él quisiera recuperar el primer puesto en el partido.
D.C: Los días previos al III Congreso Presidencial Socialcristiano todo indicaba que Eduardo Fernández ganaría con amplia mayoría la candidatura presidencial del partido, ¿no conocía esta tendencia Rafael Caldera?
G.T.: Lo que hubo en esa campaña pre Poliedro fueron páginas enteras con las listas de los delegados que estaban con Eduardo, en una proporción de 80 o 90 % para ver si se lograba que Caldera se retirara, pero Caldera siempre tuvo “el síndrome de la cortinita”.
Durante las diferentes campañas presidenciales, cuando se comenzaron a ver encuestas y Caldera llevaba la elección perdida o era obvio que iba a perder, Caldera decía que el venezolano cuando estaba solo con su conciencia detrás de la cortinita y tuviera que escoger entre él y el Dr. Lusinchi, o entre él y Leoni, entre él y Rómulo, en ese momento votaría por Caldera porque la conciencia lo iba a obligar, eso es lo que llamamos “el síndrome de la cortinita”.
Lo mismo pensaba él en el Poliedro, él habló allí pensando que iba a convencer a los delegados, incluso con una maquinaria aplastante, más o menos ocho a dos para ganar eso, él pensaba que iba a convencer… y no convenció a nadie. El grupito que lo rodeaba lo estimulaba y le decía que había hablado con “fulano”, que estaba con Eduardo y que él lo obliga. Caldera comienza a tener gran desconfianza, a creer que le están haciendo trampa, esa desconfianza en la trampa no es nueva en Caldera.
Cuando pierde elecciones en su vida, suele pensar que no fue que perdió sino que le hicieron trampa. Yo presencié muchos casos en los cuales, frente a casos individuales, él asumía que lo habían engañado. Para Caldera, admitir que perdió de buena lid, eso no se da. Y eso fue lo que pasó en el Poliedro. Eduardo Fernández y María Isabel de Fernández se fueron a la casa de Caldera al salir del Poliedro, les tiraron la puerta y los dejaron afuera. Ese tipo de cosas, de espíritu deportivo, que lo importante es competir, que gane el mejor, Caldera no cree en eso.
La relación de Caldera con la humanidad es aquella donde él está en un pedestal y los demás abajo, no acepta ni la contradicción, juzga a las personas en función de cómo lo ven a él. Dinorah Carnevali es buena persona porque está con Caldera, así haya matado a un señor o haya robado un banco. El día que deje de estar con él, así sea la madre Teresa de Calcuta, entonces ella es una muérgana.
Hay cosas anecdóticas, por ejemplo “¿Fulano de tal es buen embajador?”, “Sí, sí, como no, él me atendió muy bien cuando estuve por allá con Alicia”. La referencia a él es una cosa absolutamente permanente, siempre fue así, era un hombre vanidoso, demasiado convencido de su propio valor, pero, ¿realmente le decía algo al país?
Al final de su vida política no le decía nada al país, pero seguía en la misma vanidad, vanidad vacía. Eso fue terrible porque en su comienzo la gente que fundó Copei, lo endiosaba. Él tipo estaba realmente ofreciendo algo, tenía algo que dar. Al final, con la candidatura del 93, cuando fue electo presidente, fue más dramático. El llega a la presidencia de la república sin tener absolutamente nada que ofrecer al país, sin tener ningún programa, lo único que le aportaba al país era su mera presencia y pensaba que con eso las cosas iban a cambiar, pensaba que por el hecho de estar allí, la gente iba a dejar de robar, las cosas se iban a hacer bien, pero no tenía programa, no tenía nada.
D.C.: ¿Cómo interpreta “el pase a la reserva” de Rafael Caldera tras su derrota en el Poliedro?
G.T.: Es la ruptura con la institución. La institución partidista tenía unos mecanismos de escogencia de candidatos y cuando Caldera anuncia pasar a la reserva, está rompiendo con las normas de la institución, porque las normas exigían que él apoyara al que había ganado, es lo que se había hecho en otras oportunidades.
Cuando Montes de Oca se retira de la candidatura presidencial contra Lusinchi, el herrerismo pasó a apoyar a Caldera. Caldera no tuvo mucha generosidad en esa elección del Poliedro.
Lo lógico en una institución, por sus reglas de juego, es que el derrotado nunca pase a la reserva, sino que se incorpore a la campaña del vencedor. Él no lo hizo, no lo quiso hacer, fue totalmente pasivo en la campaña electoral, llegando incluso a aquella famosa invitación —que nunca supimos bien— a “votar en blanco o blanco” el día de las elecciones.
El día de la votación él hizo un llamado a votar “blanco”, aclarando luego que había llamado a votar “en blanco” para aquellos que no estuvieran de acuerdo con ninguno de los dos candidatos, de las opciones. Pero la gente pensó que estaba haciendo un llamado para que votaran por Carlos Andrés Pérez.
Esa famosa frase de “pase a la reserva” es la no aceptación de las reglas, esa es la interpretación que yo le doy.
D.C.: ¿Cuál fue el verdadero peso de la intervención de Rafael Caldera en el Congreso Nacional con motivo de la intentona militar del 4 de febrero de 1992?
G.T.: Ahí hay otro mito… que Caldera empieza a subir después de ese discurso y Eduardo se viene abajo después de ese discurso. Caldera viene subiendo desde antes, había una tendencia en las encuestas. Sería muy interesante que pudieras ir a Consultores 21, ellos tienen sus archivos de encuestas desde hace mucho tiempo, para que veas que Caldera había empezado a subir y Eduardo había empezado a bajar, posiblemente esto aceleró esa tendencia y logró identificar a Caldera con eso que tiempo después se llamó la “antipolítica”. Las curvas se estaban empezando a acercar. No digo que de no haber 4 de febrero Caldera hubiera sido de todas maneras presidente, no está tan claro que Caldera o Eduardo hubieran surgido allí. Caldera lo que sí logró allí fue abrirse a sectores a los cuales nunca había llegado.
Caldera saca un porcentaje muy bajo en esas elecciones, las gana con 30 y pico %, con 70 % de los venezolanos en contra. Eduardo había perdido las elecciones anteriores con 40 %. Lo que sucede en esas elecciones es que se pierde la polarización y se reparten los votos de Andrés Velásquez, Claudio Fermín, Oswaldo Álvarez Paz y Caldera, siendo esto lo que le permite ganar junto con la fuerte caída de Acción Democrática. De todas maneras sorprendió el resultado de que Claudio fuera el segundo.
D.C.: La nueva candidatura presidencial de Rafael Caldera en 1993 sella la división en Copei. La desvinculación definitiva de Caldera respecto a Copei, ¿significó un alivio o un trauma? ¿Cómo actuó Copei frente al gobierno de Rafael Caldera?
G.T.: Sin duda alguna fue un trauma. El deseo de todos los venezolanos y de todos los copeyanos era que Caldera se incorporara al partido y fuese lo que le correspondía en razón de la edad. El viejo estadista que ayudara al partido con la sabiduría de sus consejos, una especie de padre del partido, no el eterno candidato y, en consecuencia, darle paso a los demás. Era lo lógico, era lo que todo el mundo quería, pero no había duda de que esa no era su forma de concebir el partido. Una vez que él gana las elecciones, podía unificar a Copei, yo pensaba que “la política se acabó ahí, Caldera va a llamar al partido al gobierno y el partido va a ir”. Por supuesto que quienes no íbamos a ir éramos los jefes anticalderistas, pero pensé que el partido como tal se iba a ir todito,“vamos a quedar como zoquetes, es decir, con unos cargos parlamentarios, con una fuerza parlamentaria importante, pero con una presión de abajo que hubiera sido total. Se pasó demasiado tiempo diciendo Copei es Caldera, Caldera es Copei para que eso se pudiera romper de repente.
Una de las cosas que contesta tu pregunta: “¿cómo actuó Copei frente al segundo gobierno de Caldera?”, y que se hace en muchos lugares, es una especie de esquizofrenia que se dio en la colectividad de que el presidente era Caldera, que era copeyano, y el liderazgo copeyano estaba en la oposición. La gente no entendía eso, cada vez que Gustavo Tarre decía un discurso en el Congreso contra el gobierno de Caldera, estaba hundiendo a Copei, porque se preguntaban: “si Caldera es copeyano, ¿por qué este tipo está hablando mal de Copei?” La opinión colectiva, en este sentido, nos pasó la factura de una manera muy grande.
Caldera no tuvo la grandeza, y creo que Juan José [Caldera] muy posible sea el culpable porque él quería su partido, Convergencia. Si Caldera llama a Copei, posiblemente algunos tipos muy anticalderistas, yo por lo menos, hubiéramos pasado a la reserva de verdad, pero la institución partidista hubiese estado con el gobierno, pero eso no era lo que quería Juan José. Juan José no gana nunca una convención en Copei, ni aun con su papá. Muchísima gente que estaba con Convergencia eran eduardistas despechados, gente que Oswaldo había maltratado, pero con convicción calderista no había. Pocos casos extremos, por ejemplo, el gobernador Eduardo Lapi, él votó e hizo campaña por Oswaldo. Cuando se fue a escoger gobernador de Yaracuy siendo Caldera presidente, los copeyanos de Yaracuy escogieron un candidato que no era él. Caldera buscó a Lapi y lo apoyó. Lapi entra a Convergencia después que Caldera es presidente. José Miguel Uzcátegui había sido eduardista toda la vida, era anticalderista. Si observas el liderazgo en Convergencia son muy pocos los calderistas, quizás entre los muy viejos, los jóvenes eran producto de pleitos internos. Caldera era el pasado.
Los pleitos eran entre Oswaldo, Eduardo, Abdón, pero en ningún caso Caldera era una referencia. Caldera recoge el descontento y Juan José arma su juguete en torno a Convergencia. Nunca llamó a Copei para nada.D.C.: Donald Ramírez gana la secretaría general de Copei en diciembre de 1994 y Herrera Campíns su presidencia. ¿Perdió Eduardo Fernández mucho espacio en el partido en ese momento? ¿Cómo fue la secretaría de Donald Ramírez?
G.T.: Sí, Eduardo perdió mucho espacio en el partido y en el Comité Nacional. El Comité Nacional de Donald era muy sui generis, creo que era el más democrático que había tenido Copei, pues no había jefe. Ahí se tomaban decisiones después de discutir, porque no había un cogollo. El Comité Nacional con Caldera, con Eduardo, con Luis Herrera, podía haber pequeños matices, pero había jefatura. Con Donald no, él no tenía posición frente a nada. El Comité discutía y resolvía. Había discusiones muy interesantes, sí había en el partido una discusión colectiva. El mayor interés de Donald era la pequeña burocracia del partido, pero frente a los grandes problemas nacionales, él no tenía posición. Esa actitud generaba la discusión del partido en donde todo el mundo opinaba, había gente muy capacitada: Humberto Calderón Berti, Pepe Rodríguez Iturbe, Ramón Guillermo Aveledo, Guillermo Yépes Boscán, es decir, gente que en la discusión iban perfilando cuál era la posición de Copei.
D.C.: ¿Cómo surge la idea en Copei de nominar a Irene Sáez su candidata para las elecciones presidenciales de 1998?
G.T.: Luis Herrera tenía una relación personal muy vieja con Irene Sáez, se dice incluso que él fue novio de la mamá de ella, parece que era una mujer muy bella también, él quería muchísimo a Irene. Empezó a meterle a Irene por los ojos a Donald, él compró la idea y comienza a promover la candidatura de Irene como candidata de Copei.
Enrique Mendoza aparece con una relación sentimental extraña con Irene. Ella lo llegó a decir públicamente, incluso en “Hola”, de su noviazgo con el Gobernador de Estado Miranda. Algunas malas lenguas dicen que Enrique estimuló a Irene a la presidencia de la república para que no se lanzara a la gobernación de Miranda. Lo lógico era que después de ser alcaldesa de Chacao hubiera aspirado a la gobernación de Miranda, sacando a Enrique.
El hecho es que Irene empieza a cobrar fuerza en Copei con un apoyo muy calificado. Quienes nos opusimos a ello fuimos realmente muy pocos. Pepe Rodríguez estaba con Irene.
D.C.: ¿Cuál fue la verdadera razón para elegir a Irene Sáez candidata de Copei?
G.T.: La respuesta es brutal oportunismo, oportunismo colectivo, aunque se suele ver el oportunismo como un defecto individual. Copei se portó con Irene haciendo gala de su oportunismo colectivo: “Este es nuestro chance, nuestro Wolfgang Larrazábal”. Así como el turco Dáger tuvo a Wolfgang Larrazábal en el 59, Copei se consigue a Irene para ver si al lado de las faldas de Irene logra sobrevivir.
Aquí había una especie de contradicción porque a quien menos le interesaba el apoyo de Copei era a Irene. Si ella hubiese sido inteligente, no acepta el apoyo de Copei, hubiera pateado a Copei que era lo que le convenía. Le fue muy mal. En Copei había una desesperación por sobrevivir a costillas de Irene, eso es oportunismo. Nadie podía decir que Irene tenía el talento para ser presidente de la república, ni las credenciales, ni la cultura, ni absolutamente nada.
En torno a ella también había gente que estaba en la misma posición oportunista, irenistas sinceros no había nadie. Había los oportunistas copeyanos y los no copeyanos viendo como sacarle el mayor provecho a la pobre muchacha.
D.C.: ¿Apoyó Copei el golpe de Estado del 11 de abril del 2002?
G.T.: Toda la Venezuela antichavista apoyó el golpe del 11 de abril. En la discusión de si hubo o no golpe, creo que el 11 de abril no hubo golpe, el golpe fue el 12. El 11 se produjo una renuncia de Chávez, posiblemente inducida por una amenaza militar, Chávez trató de resistir, me consta que llamó a una serie de oficiales para que trajeran tropas a Caracas y ellos se negaron. Al no tener el apoyo militar porque es combatir a quienes se habían declarado en desobediencia, no le quedó más camino que pedir irse para Cuba y cometieron la estupidez de no dejarlo ir.
Toda la Venezuela no chavista apoyó la salida de Chávez en ese momento, inclusive los copeyanos. El 12 cuando hubo los decretos de Carmona, la disolución de los poderes públicos, la farsa antidemocrática a nivel de la Asamblea Nacional, la Fracción de Copei estuvo en contra de eso. José Curiel salió de sopón a firmar en nombre de los partidos políticos, fue una “rolitronco” de estupidez, lo agarraron por soquete, igual que al cardenal Velasco y toda la gente que había allí, salió y firmó. Pepe Rodríguez aceptó un ministerio, cosa que no significaba para nada ningún compromiso de Copei, ni ningún ente copeyano lo autorizó. En ese momento como tal, Copei estaba bastante disminuido. No hubo pronunciamiento oficial de Copei en contra o a favor de Carmona o del carmonazo. Por la salida de Chávez estaba el 100 % de Copei.
D.C.: ¿Cuáles son las perspectivas de Copei?
G.T.: Eso es más triste. Copei nunca logró ser una afirmación. Copei fue toda la vida la expresión de una Venezuela no adeca que asumía formas doctrinarias, políticas, oportunistas, lo que sea, pero el que no era adeco, terminaba siendo copeyano. Eso tenía connotaciones sociológicas, había una Venezuela no adeca que giraba en torno a Copei. Cuando la referencia adeca desaparece, la reacción no adeca también tiende a desaparecer. El mundo bipolar AD-Copei termina no solo por la falla de Copei, sino por la ausencia de AD. Ya los polos son otros, eso coloca a Copei en una situación muy incómoda.
Desde el punto de vista ideológico, la idea de un centro moderado, humanista, cristiano, creo que es el planteamiento que más atrae a la población venezolana. Henrique Salas Römer es de orientación socialcristiana; Julio Borges es lo más parecido a un copeyano que te puedas encontrar. Sumados son la mayoría del país. Ahora, es prácticamente imposible que esa gente se una entre sí. Primero Justicia quiere ser una opción propia para lo cual la desvinculación con el pasado es un requisito, ellos no pueden aparecer vinculados a un partido de la cuarta república, es decir, es un peso muerto que no les da nada. Ellos pueden recibir el voto copeyano gratis sin exponerse a pagar los costos. La vanidad de Salas Römer hace absolutamente imposible que él acepte una reunificación de eso que llaman la reunificación de la familia socialcristiana a menos que lo declaren emperador. Enrique Mendoza juega con su guabineo, es decir, es copeyano cuando le conviene y no cuando no le conviene. Pero Copei institución, eso que preside Eduardo Fernández y que tiene como secretario general a Pérez Vivas, no entra. Difícilmente puede ser el eje de una gran fuerza.
No veo perspectiva buena para Copei, la veo muy mala. Creo que Eduardo tampoco ayuda. La presidencia no me importaría que fuera Eduardo si se limitara a ser una figura paternal y un poco retirada, pero él pretende un protagonismo que no le hace bien ni a él ni a Copei. Le hace demasiada sombra a Pérez Vivas y al equipo de muchachos que están en la Dirección Nacional, que tiene gente muy buena. Pienso que podrían concretar una fracción parlamentaria de ocho o diez diputados para la próxima asamblea o bien ser una opción de largo plazo. Si eso se vincula a una eventual candidatura presidencial de Eduardo como una mampara suya para cualquier tipo de aspiración, eso no trae ni gente ni posibilidad. Le ha faltado hacer valer la carta que tiene, en este momento él es un político con una gran experiencia que debía estar dando ideas de cómo combatir y salir de Chávez.
Entrevista a Pedro Pablo Aguilar
Caracas, 5 de febrero de 2007
Dinorah Carnevali: ¿Qué pasó con Copei?Pedro Pablo Aguilar: “Dejó de ser un partido ideológico, al conocer el poder desde la presidencia de Betancourt. El factor poder tuvo mucha importancia. Cuando vimos que podíamos lanzarnos a conseguir el poder, se acabó el debate ideológico. El poder coloca a los políticos en el plano de la realidad donde hay que combinar lo que constituye un sueño, un proyecto, y la realidad, lo que se puede hacer.
D.C.: Además de dejar de ser Copei un partido ideológico, ¿qué otros factores influyeron en su hundimiento?
P.P.A.: Copei era el partido de Caldera. Nosotros para salir de Caldera, teníamos que hacerlo presidente, “una vez presidente, el partido tendrá autonomía” —pensamos— “y dejará de ser personalista, el partido de Rafael Caldera”.
La navidad, después de la derrota de Lorenzo Fernández, Caldera convocó a algunos de los dirigentes copeyanos a Tinajero. En algún momento de la conversación, hacia el final, dice uno de los presentes: “Y ahora a prepararnos para la travesía del desierto”. “Y va a ser larga”, dijo Caldera, “diez años”. Entonces yo le pregunté: “¿Diez años por qué?” Caldera se me queda mirando extrañado con la pregunta. “Dentro de cinco años hay elecciones, doctor, y dentro de cinco años podemos ganar”. Hubo un silencio sepulcral. Allí empezaron mis dudas sobre si el partido era el proyecto de Rafael Caldera o era la empresa de un gran partido político. Esas dudas se me despejaron completamente cuando, en efecto, diez años después, Caldera quería ser nuevamente candidato. Así y todo yo seguí con la idea de que Copei era un gran partido político y había que luchar por él.
Esta conciencia de realismo político fue desdibujando la cuestión ideológica y es la primera respuesta que encuentro a tu pregunta: Copei desvirtuó el contenido ideológico. Nosotros creíamos que teníamos la posibilidad de mantener, acrecer un gran partido nacional, pero el partido estaba enfermo, muy enfermo ya, se había hecho muy pragmático. En esta agonía entre ideología y poder, terminó por asumir el pragmatismo, el cual no es condenable en política, pero tiene sus límites. Creo que se empezaron a perder los límites y fue muy terrible para el partido esa situación que se presentó con el empeño de Caldera en ser candidato el año 88 frente al candidato natural del partido que era Eduardo, eso acabó con Copei, ese día fue el R.I.P de Copei.
Otra enfermedad que traía Copei desde su fundación fue el mensaje populista. Un mensaje que respondía al modelo de populismo democristiano de Latinoamérica. Eduardo Frei padre, con todos sus méritos, también era populista, quizás más que Caldera y los líderes demócrata cristianos de América Latina eran populistas. Nosotros como partido político éramos populistas. El populismo tiene una terrible sanción y es que cuando llegas al poder no puedes cumplir todas las promesas que has creado ni cumplir las promesas, eso te lo cobran.
Y la corrupción…sí, hubo casos notorios de corrupción. Un ejemplo: Adelita Calvani fue Presidente del Concejo Municipal en el primer gobierno de Caldera, promovió mucho las asociaciones de vecinos. Cuando Luis Herrera Campíns también se le quiso dar impulso a eso, pero con la terrible y dramática experiencia de que los directivos de las asociaciones de vecinos terminaron por cogerse los reales. A la cosa ideológica, el pragmatismo y el populismo se le añade un cuarto elemento: la corrupción. El partido se fue enfermando.
D.C.: ¿Estaba enterada la clase política de la posibilidad de una intentona golpista?
P.P.A.: Eso mismo que dijo el general Peñaloza en la entrevista que le hizo anoche [4 de febrero de 2007] Edgardo de Castro, nos lo dijo a nosotros, al Consejo Consultivo, un grupo que constituyó Carlos Andrés Pérez donde designó a Ramón J. Velásquez, Maza Zavala, Ruth de Krivoy para que lo asesoráramos, aconsejáramos. Abrimos un proceso de audiencia con todos los sectores entre ellos, por supuesto, el militar. El general Peñaloza fue convocado por Ramón y nos echó el mismo cuento. La conspiración estaba descubierta desde el año 1982 y estaba perfectamente identificado Chávez como jefe, también se encontraba Arias Cárdenas, sin embargo, estaba tan enfermo el sistema, que no se hizo nada. Nosotros, como Consejo Consultivo elaboramos un documento con una serie de recomendaciones tanto al Presidente como al Congreso, pero ni el Congreso ni el Presidente nos hicieron caso.
Yo le dije a Carlos Andrés Pérez, a raíz del 4 de febrero, como le dijo mucha gente, que venía otro golpe. “No”, me respondió, “lo tengo todo controlado”. Lo dije en el Congreso: “Señores, se oye ruido de sables”, era una cosa que se palpaba, que se sentía, venía un golpe. Y CAP estaba tan inconsciente de la situación que uno de los jefes del golpe fue un contraalmirante cuya hermana era secretaria y trabajaba en Miraflores. Esto me lo confirmaba Beatriz Gerbasi, quien trabajaba en un organismo de Defensa que funcionaba en Miraflores y ella me decía que el director era el General Rodríguez Ochoa y su asistente era Hugo Chávez. Beatriz me contaba que ella habló con todo el mundo, con su primo Humberto Celli, Secretario General de Acción Democrática, que esta gente estaba conspirando. Pero el sistema estaba tan descompuesto, se había deteriorado tan severamente que bastó con un empujón… ahora, el clima lo creó la feroz campaña de la anti política, era algo de moda, la anti política, era espantosa.
Los medios de comunicación, Marcel Granier era terrible desde El Diario de Caracas, era tremendo contra los partidos. Y todo lo que se escribió en la década de los ochenta y principios de los 90 contra los partidos políticos y contra los políticos. Lo más demoledor fue una telenovela llamada “Por estas calles”, al punto que Ibsen Martínez se negó a seguir escribiendo el libreto por el daño que estaba produciendo, él estaba también en esa línea, aunque se dio cuenta de que lo que estaba metiendo era veneno.
D.C.: ¿Cómo calificaría la actitud de Rafael Caldera hacia Copei, hacia sus “delfines” y las repercusiones que tuvo?
P.P.A.: Cuando Caldera insiste y logra ser presidente por segunda vez en 1993, los votos de Copei se dividieron. Los votos que Copei había logrado en la elección de gobernadores y alcaldes que había sido unos meses antes, se dividieron exactamente por la mitad, se fueron cincuenta por ciento con Caldera y cincuenta por ciento con Oswaldo.
Desde luego que había una tensión seria en la dirigencia del partido, Luis Herrera como ex presidente, también Eduardo, Oswaldo, ambos con un motivo legítimo para estar disgustados. Si Caldera hubiera apoyado a Eduardo, posiblemente habría ganado la elección presidencial. Si Caldera hubiera apoyado a Oswaldo habría ganado, lo único que le faltaba era eso, el apoyo de Caldera. Copei habría ganado Congreso, gobernaciones, alcaldías, de todo. Se habría podido estabilizar nuevamente el sistema. Si Caldera apoya a Oswaldo Álvarez, y no se lanza él, sería otro hoy el destino de Venezuela. Ese conflicto era duro, era de orden personal de Caldera con Luis Herrera, con Eduardo, con Oswaldo, con mucha gente.
Es incomprensible que Caldera no apoyara a Eduardo, Eduardo era su hijo político; que no apoyara a Oswaldo, eran su hechura, pasaron toda su vida no solamente rindiendo homenaje sino echándole incienso. Las acusaciones que hizo contra Oswaldo fueron terribles, lo que le faltó es decir que Oswaldo era un narcotraficante o financiado por ellos. Caldera era tremendo.
D.C.: ¿Se pensó en algún momento que Caldera apoyaría a Oswaldo Álvarez Paz?
P.P.A.: Cuando escogimos a Oswaldo como candidato presidencial, eso se hizo en una elección de base, fue un domingo. Caldera estuvo de viaje por China y estaba de regreso en Nueva York. Yo lo llamé el lunes en la noche o el martes en la mañana, y le dije: “Lo estoy llamando porque me siento obligado a darle una información veraz sobre lo que ocurrió en las primarias. Votó quizás un millón de personas, y el triunfo fue muy limpio, Eduardo lo reconoció en la misma noche del domingo”. Fue evidente que el pueblo copeyano quería como candidato a Oswaldo. Le insistí: “Usted debería sopesarlo pues entiendo que regresa esta semana a Caracas y toda la prensa lo está esperando”.
D.C.: ¿Ustedes no sabían que Rafael Caldera se pensaba lanzar?
P.P.A: Caldera como siempre que había elección presidencial se lanzaba, pero yo me dije: si Caldera recibe esta información… El remate es el siguiente: Caldera me dice: “¿Ese es el recado que me manda Oswaldo?”, y le contesté: “Mire, Dr. Caldera, yo no soy mensajero de nadie, ni de Oswaldo, ni siquiera suyo”. Me ofendió porque yo le estaba informando de buena fe que Oswaldo había ganado en una elección limpia y muy emotiva.Llegó el viernes siguiente y allí lo estaba esperando el MAS para ofrecerle la candidatura y allí empezó el chiripero.
D.C.: ¿Cómo fue la relación de Copei con Rafael Caldera durante su segunda administración? ¿Si Caldera los hubiera llamado al gobierno, habrían ido?
P.P.A.: Caldera hizo un gesto, fue a la recepción del aniversario del partido, fue un gesto. Luego, cuando yo era Presidente del Congreso, en el último año de Caldera, me dijo: “Pero ustedes ¿por qué no me apoyaron?, si me hubieran apoyado Copei habría gobernado”. Yo no creo que el partido como tal habría ido, difícilmente, porque en ese momento estaba muy en debate las políticas económicas que se debían aplicar. Era indispensable privatizar algunas empresas públicas, no podíamos seguir cargando con las empresas de Guayana u otras empresas que eran una de las causas de la ruina del país. Caldera no lo aceptaba, lo vino a hacer cuando entró Teodoro al gobierno, en Planificación. Incluso el día que él anunció que habría una nueva política económica, la Agenda Venezuela, él no dijo exactamente esto, pero dijo algo así como “malditas las ganas que yo tengo de hacer esto”. Obedecía a la mentalidad que se había desarrollado de joven en lo que era en ese momento el fondo de las tesis económicas de la democracia cristiana que eran muy intervencionistas. Él, naturalmente, se había impresionado bastante con los alemanes y lo habían influenciado mucho, pero él era muy duro, las críticas que le hizo al régimen de Carlos Andrés Pérez, el discurso del 4 de febrero y todo su discurso de la campaña electoral del 93 fue contra el neoliberalismo, que está entregando el país; por el rescate del petróleo y el de las riquezas venezolanas.
Su discurso impedía que él aplicara medidas que se tenían que aplicar. Las empresas de Guayana, te repito, fue uno de los factores determinantes en la ruina del país. Y nos preguntábamos: “¿por qué no lo hicimos, por qué no privatizamos a tiempo, las empresas de Guayana, la Cantv, la Electricidad?” Las cifras que pueden presentar los economistas sobre lo que se tragaron esas empresas, fue descomunal. Incluso ya en la década de los ochenta, Copei contaba con especialistas que se habían formado en las mejores universidades del mundo. Realmente no hubo la voluntad de enfrentar problemas de le economía tan evidente como la caída del producto interno bruto, nos estábamos empobreciendo, el país era cada día más pobre. Sí, hablábamos, pero realmente no se hizo nada, ese fue el fracaso de las élites políticas democráticas.”
D.C.: ¿Así y todo, habría ido Copei al gobierno con Rafael Caldera?
P.P.A.: Autoridades del partido en ese momento, como Hilarión o Donald, quizás habrían ido al gobierno. Hilarión por calderista y Donald por pragmático, ellos habrían aceptado, pero el partido no habría ido de buena gana. Incluso que el partido no le habría significado el apoyo que necesitaba, necesitaba apoyo en el Congreso y buena parte de los parlamentarios estábamos a la libre, no obedecíamos órdenes de nadie.
D.C.: ¿Su opinión sobre el candidato Henrique Salas Römer?
P.P.A.: En noviembre de 1998, ya muy próximo a las elecciones, Henrique estaba muy entusiasmado con la campaña. Le preguntamos: “¿Dónde vas a clausurarla?”, y dijo: “En Caracas, pero voy a empatar las dos cosas, voy a venir con una caballería desde Valencia hasta Caracas”. “¿Pero, Henrique, tú has pensado lo que eso puede significar a Caracas, que te presentes una semana antes de las elecciones al frente de mil o dos mil jinetes?”
Yo creo que ese día Caracas decidió votar en contra. La afrenta que significaba para el caraqueño, como Boves, como Castro, en fin, todos pusimos nuestro granito de arena.
D.C.: ¿Estuvo usted de acuerdo con la candidatura de Irene Sáez?
P.P.A.: Luis Herrera era muy simpatizante de la candidatura de Irene Sáez, él la defendió bastante y en ese momento el secretario general del partido era Donald Ramírez. Eso fue un disparate inmenso, si se le llegase a presentar un problema como el de Lusinchi con las fragatas…
D.C.: Finalmente y resumiendo, cuáles fueron para usted las causas fundamentales del hundimiento de Copei?
P.P.A: El enfrentamiento de Eduardo y Caldera, y luego la candidatura de Irene acabaron con Copei. El pragmatismo que llegó a los extremos de apoyar la candidatura de Irene Sáez. Llegamos a tener una gran maquinaria política, pero cuando se perdió la motivación ideológica, incluso la motivación por la defensa de los valores democráticos, Copei era casi un cadáver, al igual que Acción Democrática. Eso es lo que explica que el año 1998, Chávez se lleve buena parte del electorado de Copei y de Acción Democrática.
Entrevista a Paciano Padrón
Caracas, 19 de septiembre de 2003
Dinorah Carnevali: ¿Considera que la corrupción fue una de las causas del hundimiento de Copei?
Paciano Padrón: Tengo la impresión de que más que causa fue consecuencia. Se produce porque ha habido previamente deterioro desde la llegada al poder, incluso con Caldera I. Recuerdo que en ese entonces, bien jóvenes nosotros, nuestra preocupación central era por qué no se combatía la corrupción.
El primer gobierno de Caldera le permite al partido, en primer lugar, crecer, hacerse realmente un partido nacional y entrar al oriente y a las zonas centrales del país donde no había logrado penetrar pero, junto con ello, viene todo el malestar del partido en el poder, del partido que toca la ineficiencia y la corrupción, logra palpar esas dos cosas que son tan nefastas. Con el triunfo de Luis Herrera Campíns las vivencias van a ser mucho más graves. Entonces el apetito de poder y de dinero va a golpear muchísimo más a la organización y, a mi juicio, de manera casi que mortal, al punto de que no podrá levantar cabeza, por eso nunca más se dio la alternabilidad [de Acción Democrática y Copei].
Hay deterioro fundamentalmente de los valores porque con el partido en el gobierno entra una inmensa cantidad de militantes que no lo hacen por razones ideológicas, son meramente pragmáticas, esta gente no viene formada en los valores, en los principios, en la doctrina socialcristiana como lo éramos nosotros los que veníamos de la Juventud Revolucionaria Copeyana (JRC). Eso desapareció definitivamente, desapareció de forma absoluta. De modo que todo eso va a abonar para que ocurra lo que nos va a ocurrir.
D.C.: En diciembre de 1994 se convocó la XX Convención Nacional Ordinaria de Copei para elegir nuevas autoridades. Usted se lanzó para la Secretaría General junto a Donald Ramírez, José Curiel y Agustín Berríos. Perdió y protestó los resultados. ¿Qué pasó?
P.P.: Yo gané esas elecciones, pero las gané de calle. Desgraciadamente no recuerdo las cifras, pero en todo caso, estuvo cercano al 60%.
Copei elegía sus autoridades en dos tiempos, en una elección de base donde participan todos los militantes, ellos eligen allí sus autoridades parroquiales y municipales, las más directas y eligen delegados a la Convención Regional y a la Convención Nacional. Quince días después de la elección de base, se celebran las Convenciones Regionales y un mes más tarde de esas elecciones de base, se celebra la Convención Nacional.
Esos delegados son electos en cada estado con una plancha [lista] que lleva a un número de candidatos, o sea, que es su número nacional. A mí me tocó el 9. Yo inscribí planchas con el número 9 en toda la geografía nacional. Esos delegados que sacaron el número 9 sacaron el 60 % (te estoy dando una cifra redonda, no recuerdo exactamente, en todo caso gira en torno a esa cifra).
Nunca la Comisión Electoral me dio los resultados. Felipe Montilla, quien presidía la Comisión Electoral y que descubro después que va a ser el candidato de Donald Ramírez para la presidencia del partido, me dijo: “¿y tú que quieres, que la Comisión Electoral te proclame electo Secretario General?” Le dije: “No, no podría, tú me vas a proclamar cuando la Convención vote por mí, ahora lo que quiero es que proclames quiénes son los delegados electos por la base”.
Nunca dio resultados. Recuerdo que el lunes dieron la primera rueda de prensa, reclamé resultados y los prometió para el miércoles, tampoco los dio. No podía dar resultados porque tenía que decir, no que Paciano había ganado la secretaría general, sino que la plancha 9 obtuvo el 60 % de los votos y, en consecuencia, tiene el 60 % de los delegados a la Convención Nacional. Van a voltear la tortilla y la voltean por dos días por la vía de truquear y quitar algunos votos aquí y allá para aumentar los votos de las otras planchas. La mayor parte de los delegados los tumban por la vía de las presiones. Yo no diría que dinero, es probable que le hayan dado dinero a algunos pocos, pero ese es el menor de los casos, la mayoría de los casos fue la presión que se ejerce por arriba.
D.C.: Cuál fue la posición de Eduardo Fernández, secretario general saliente luego de quince años en el cargo?
P.P.: Yo le pregunté: ¿por qué te empeñas en quitarme la secretaría general, deja que la Convención se produzca. Él estaba en un trabajo sistemático. Le dije: “si somos compadres, si somos amigos, si estamos montados en una línea de conducción, yo lo que he hecho es trabajar por ti, ¿por qué impides?”. Él me negaba que estuviera trabajando en contra, pero le fui dando casos concretos. No sólo fue él, en esta tarea estaba también Felipe [Montilla ] y Luis Herrera Campíns.
D.C.: ¿Quiénes lo apoyaban dentro del Comité Nacional?
P.P.: Muy pocos, mi triunfo fue un triunfo de base, fue una verdadera revolución dentro de la organización, porque yo estaba absolutamente solo en cuanto a los grupos de dirección. Eso es parte de esa manera de concebir el poder, de golpear, de fastidiar. Ese arrebatar un triunfo de la base donde efectivamente era un calor de la gente, un entusiasmo. No había dirigente significativo de la cúpula de la dirección que me respaldara.
D.C.: Luis Herrera Campíns no lo apoyó a usted para la secretaría general, sin embargo usted lo propuso a él para la presidencia del partido, ¿por qué lo hizo?
P.P.: Fue una “dulce venganza” el presentar el nombre de Luis Herrera Campíns. Para ese momento sabía que Donald ganaría la Secretaría General porque venían doblándole el brazo a la gente, se veía a la gente corriéndote [sacando el cuerpo],les daba pena porque se voltearon, se doblaron. Propuse el nombre de Luis Herrera para presidente del partido porque era una “doble” venganza. La primera contra Felipe Montilla, quien era efectivamente el candidato de Donald Ramírez a la presidencia y terminó siendo primer vicepresidente. Y la segunda, por el peso personal de Luis Herrera pues cuando estuvieran él y Donald, ¿a dónde irían a correr los periodistas? A Luis Herrera evidentemente. Donald tendría que calarse la figura de Luis Herrera quien iba a limitar sus posibilidades reales de liderazgo dentro de la organización.
D.C.: ¿Cómo fue la gestión de Donald Ramírez como Secretario General?
P.P.: Fue una gestión muy gris, muy pobre. También le tocó un partido frustrado. Cuando haces esa burla, cuando le quitas el triunfo a quienes efectivamente venían de abajo con las ideas de renovar la organización, generas una inmensa frustración, la gente no podía entender cómo se obtuvo ese resultado. Nunca se publicaron los resultados electorales, jamás, porque era decir: sacó [Paciano.Padrón] el 60 % de los delegados. Ese fue uno de los tantos golpes duros, no por la mala gestión de Donald, sino por el estado anímico causado al arrebatar un triunfo de abajo, un triunfo popular.
D.C.: Pasemos a otro punto. ¿Qué significó el “pase a la reserva” de Rafael Caldera’?
P.P.: Fue un golpe mortal. Hubo dos fallas. Por un lado, un mal trato de la situación por parte de Eduardo quien no supo entender al líder de la organización, no supo manejar la situación para que Caldera bajara la cabeza. No tuvo la humildad para manejar el asunto. Por otro lado, la soberbia inmensa del Dr. Caldera, el no saber recibir la derrota que ciertamente estaba recibiendo.
D.C.: ¿No esperaba Caldera la derrota?
P.P.: El siempre tuvo fe en el discurso que pronunciaría en el Poliedro, él pensaba que su discurso iba a cambiar el curso de los acontecimientos. Nunca se imaginó que no le iban a parar, a hacer caso. Efectivamente, el triunfo de Eduardo en el Poliedro fue claro, contundente, respondía al deseo de la gente, la gente quería otra cosa.
Hubo una falla fundamental de Caldera de no entender eso y una falta de Eduardo por no saber manejar con más humildad a Caldera. Él [Eduardo} sentiría: “bueno, aquí tengo los números, ¿por qué tengo que humillarme?, con los números lo voy a raspar y ya está”.
Caldera, a mi juicio, tuvo una venganza que le hizo un daño terrible [a Eduardo], fue, precisamente, haberse ido a la reserva. Y la oración que pronunció el día de las elecciones: “Es importante votar, vote por quien usted quiera, vote blanco”, aunque él después aclaró que había dicho “vote en blanco”… quedó como un lapsus mental.
Los dos fallaron, Caldera y Eduardo. A Eduardo no se le podía pedir que declinara su candidatura porque el pueblo copeyano estaba allí. No fue ficticio, no fue montado, no fue truqueado, el Congreso Socialcristiano se mostró con amplísima mayoría a favor de Eduardo.
Y el discurso de Caldera no me gustó, siento que estaba desencajado, no lo sentí convincente. Él llevaba una esperanza inmensa, pero no logró su objetivo de que al hablar allí doblegaría la voluntad. Allí nadie se movió, además que la gente iba preparada, nadie se cambió dentro del Poliedro.
D.C.: Sin embargo, algunos años después, el 4 de febrero de 1992, Caldera sí logró ser más convincente…
P.P.: Caldera interpretó a la gente del partido y a la gente de la calle. Por cierto, sin ninguna vanidad, mi discurso fue exactamente en los términos del Dr. Caldera, lo único que pronunciado antes que Caldera y en un auditorio distinto, fue a las 9 a.m. en el Comité Nacional ese día 4 de febrero…
Eduardo nos convocó para analizar la situación, él echó el cuento de cómo fueron los acontecimientos en la madrugada y de cómo se movilizó. La convocatoria era para fijar posición sobre los hechos acontecidos y sobre lo que íbamos a decidir en el Congreso Nacional ese día. No sabíamos que Caldera iba a hablar, además porque no era el vocero del partido.
Se suspendieron las garantías y el Congreso convocó a sesión para esa mañana. Dije que debíamos ir a aprobar la suspensión de las garantías pero que nuestro voto tenía que ser razonado y condicionado. Teníamos que decirle al Presidente de la República que tenía que cambiar, que había medidas que debía tomar de urgencia tales como: congelar el precio de la gasolina —para ese momento estaba afectando brutalmente al país—, congelar los precios de los productos de primera necesidad por un tiempo y, fundamentalmente, las medicinas. Y que prometiera una lucha frontal contra la corrupción la cual generaba no solamente injusticia sino pobreza. Mencioné una lista de cuatro o cinco cosas que la lógica daba porque era absolutamente indispensable dar un viraje.
Señalé cómo si rechazábamos el golpe, no podíamos dejar de ver cuáles eran las causas que habían llevado a Chávez y los muchachos que lo acompañaron a haber intentado ese golpe, no hacerlo sería reconocerse completamente ciego.
En el Comité Nacional, después de mí intervinieron once compañeros, fui el primero que hablé después de Eduardo Fernández. Todos respaldaron mi proposición de llevar al Congreso Nacional una posición crítica y respaldar con condiciones. El orador número 13 fue Pedro Pablo Aguilar quien comenzó su intervención diciendo: “Debemos ir al Congreso a respaldar incondicionalmente la suspensión de garantías”, y explicó, por si había alguna duda, “incondicional significa sin condición alguna. Debemos decir desde el Congreso Nacional: “Señor Presidente de la República, aquí venimos los copeyanos a respaldarle, a respaldar la democracia, no es hora de hacer reclamos, de generar confusiones porque el momento es muy difícil, lo que se juega es democracia o antidemocracia, dictadura o golpe. En consecuencia, vamos con la democracia y no hagamos críticas de ninguna naturaleza, ya habrá tiempo para las críticas.
Finalizadas las intervenciones, Eduardo Fernández tocó la campana y dijo: “La posición del partido es la que acaba de señalar Pedro Pablo. Se suspende la sesión, váyanse porque ya es la hora de llegar al Congreso. No fue votado, los compañeros no lograron expresar sus puntos de vista.
D.C.: Volviendo a la figura de Rafael Caldera, ¿qué le pareció su intervención en el Congreso Nacional el 4 de febrero de 1992?
P.P.: Ese 4 de febrero surge un Caldera gigante. Su discurso fue en defensa de la democracia, de comprensión del malestar que había y de cómo aquella revuelta, aquel alzamiento tuvo respaldo popular inmenso.
Recuerdo a un Caldera crítico, diciendo que había que entender lo que estaba ocurriendo y comprender el proceso que se vivía. Yo no esperaba que él dijera eso, fue un estupendo discurso, un ver las cosas Tal Cual estaban ocurriendo. El golpe no se podría ver sólo como una sublevación, una intentona golpista simple, había un sentimiento en la gente y, de hecho, más del 80 % de los venezolanos lamentaron que el golpe no hubiera tenido resultados. Cuando se habla del 80 % estamos hablando de la mayoría de los venezolanos: adecos y copeyanos incluidos en ese momento. Hubo un gran sentimiento, más que al golpe o a Chávez, al rompimiento, al ponerle punto final a las cosas muy nefastas que para entonces existían, nada que ver con lo de hoy. Ahora todos los males se han agravado y ni uno sólo se ha resuelto. Han surgido nuevos males: odios de clase, la confrontación a niveles inhumanos.
D.C.: Eduardo Fernández perdió la nominación presidencial en las elecciones primarias abiertas en abril de 1993 y la ganó Oswaldo Alvarez Paz. ¿Trabajó usted en la campaña?
P.P.: Esa elección fue un domingo y la primera reunión del equipo de campaña se hizo exactamente a las cuatro semanas, se reunió en Los Chorros, en ODCA [Organización Demócrata Cristiana de América]. Oswaldo nos presentó a Pedro Pablo Aguilar como su jefe de comando de campaña.
Intervine diciendo que estaba muy preocupado, la elección [interna] se había producido siete meses antes de las presidenciales, que nos quedaban seis meses solamente; que si la idea era perder un mes porque nos sobraba el tiempo, felicitémonos, hemos perdido un mes, no hemos dado un solo golpe. Le digo a Oswaldo: “Veo que el Dr. Caldera ha comenzado a subir en los sondeos de opinión y siento que comenzaste a bajar”. Me respondió: “¿Y quién coño te dijo que me gustaba encabezar las encuestas? Yo sé ganar de atrás pa lante, así gané la gobernación poco antes de las elecciones y así gané esta carrera cuando Eduardo estaba consolidado desde hacía no sé cuantos años. Me lancé y mira cómo gané. No me importa ir atrás, yo prefiero ir en el pelotón”. Le contesté: “Si esta es tu opinión y es la opinión del equipo, yo la acato, vamos al montón, sólo déjame decirte algo: si yo llevara 100 cuerpos de ventaja, trataría de sacar 200 porque el embalaje final no solo depende de mí, sino de los factores que van junto conmigo y de que no haya otro que venga disparado o con más fuerza y me pueda ganar. Si se me parte una pata, llego dando brinquitos”.
En ese comando de campaña arranqué con mal pie. Terminé retirándome cuando ya faltaba un mes para las elecciones. Les dije: “No vengo más porque no tiene sentido, lo que vengo es a mortificarlos, exponerlos a pelear conmigo y yo a pelear con ustedes. Me voy a mi campaña como diputado en El Hatillo, [municipio] Baruta, para ganar las elecciones allí. No obstante, si en algún momento me requieren, les ruego que me llamen y estaré sentado acá.
D.C.: ¿A Caldera le convino más la candidatura de Oswaldo Alvarez Paz que la de Eduardo Fernández?
P.P.: Caldera estimuló la candidatura de Oswaldo porque era la manera de frenar a Eduardo, para luego tirarse con todas las fuerzas contra Oswaldo Alvarez Paz.
D.C.: ¿Apoyó la dirigencia del partido a Oswaldo Alvarez Paz durante la campaña?
P.P.: Eduardo jugó un poco al retiro, jugó un rol menos protagónico, dispuesto a participar tanto como el candidato o el comando de campaña lo exigiese. Tuvo una participación muy limitada, de alguna manera comprensible.
En el Comité Nacional, plenamente eduardista, apenas cinco estábamos con Oswaldo. Nuestra participación en la campaña fue muy limitada, muy poco activa, muy de bajo perfil.
#AmorPorColombia
Anexos
Entrevistas:
- Eduardo Fernández
- Gustavo Tarre
- Pedro Pablo Aguilar
- Paciano Padrón
Entrevista a Eduardo Fernández
Caracas, 2 de julio de 2003
Dinorah Carnevali: En noviembre de 1987 usted gana por primera vez la candidatura presidencial de Copei y Rafael Caldera pronuncia la famosa frase “paso a la reserva”, ¿qué le significó esa actitud?
Eduardo Fernández: Fue la primera y única. Debo decir que fue muy doloroso en lo personal y muy preocupante desde el punto de vista institucional.
Caldera sabía que el candidato de Acción Democrática era Carlos Andrés Pérez y su pase a la reserva significó que él prefería que ganara Carlos Andrés Pérez a que ganara Eduardo Fernández. Entre otras cosas, mucha gente piensa que, calculando si Eduardo perdía frente a Carlos Andrés Pérez, él podía recuperar el partido después. Pero lo insólito es que una figura por la cual todos habíamos tenido tanta admiración y tanto respeto, subordinase los intereses nacionales a sus propios cálculos políticos. Entendíamos que él era un ejemplo de hombre público que se había dedicado a servir al país, en donde los intereses del país estaban por encima de los cálculos políticos personales. Con esta conducta vimos que él de alguna manera subordinaba su principal creación que era Copei; de alguna manera apostaba a la derrota de Copei, no le importaba que el país cayera en manos de Carlos Andrés Pérez en lugar de caer en manos de quien había sido su discípulo, de quien él sabía de su calidad ética (perdone la inelegancia de decirlo) muy superior a la del otro candidato.
Además, Caldera dijo una vez: “Yo no soy eterno, felizmente el partido tiene una democracia interna y la democracia interna me dirá cuál es el momento de darle el paso a las nuevas generaciones”.
La democracia interna, en una manera abrumadoramente contundente, en un congreso diseñado por él mismo, me eligió. El congreso estaba integrado de tal manera que reflejaba las recomendaciones estatutarias que él mismo había hecho de cómo debía ser el congreso presidencial.
En ese congreso presidencial hubo alrededor de 10.000 delegados, un poco más. El 70 % se pronunció por Eduardo Fernández, el 10 % por Pedro Pablo Aguilar y el 20 % por Rafael Caldera. Ahora, ¿qué es lo que el partido había querido decir?: “Caldera es un líder muy respetado, muy querido, pero no puede ser que el partido tenga siempre el mismo candidato, vamos a darle oportunidad a una nueva generación”, sobre todo que para que ese momento Caldera era septuagenario.
Desde el momento en que Caldera pierde las elecciones frente a Jaime Lusinchi, que las perdió además muy feo, con una distancia muy grande, sentí que Caldera, esa misma noche y los días subsiguientes, había llegado a la conclusión de que su momento ya había pasado, que su papel era contribuir a promover una nueva generación en Copei que asumiera el liderazgo porque Copei no era un proyecto para llevar adelante las candidaturas presidenciales de Rafael Caldera, sino un proyecto para llevar adelante un sueño de país, una visión, unos valores, unos principios.
Yo recibí muchas señales, pero hay algunas que son muy públicas. Por ejemplo, en el Directorio Nacional que celebró Copei en enero de 1984, donde Rafael Caldera dio un discurso muy importante en el cual explicó las razones por las cuales, desde su punto de vista, se habían perdido las elecciones contra Jaime Lusinchi en 1983. En ese discurso hace un señalamiento muy claro a favor de Eduardo Fernández como líder y vocero del partido para los próximos tiempos. Claro, él podrá decir: “yo no dije que era candidato presidencial”, pero todo indicaba que la cosa iba en esa dirección.Además, ocurrió que el partido entero entendió que era el momento de la nueva generación y que el líder más indicado de la nueva generación para ser candidato, en ese momento, era Eduardo Fernández. No había trauma porque se trataba de escoger como candidato a un hombre tan cercano a Rafael Caldera, tan vinculado a Rafael Caldera, de quien Rafael Caldera había hablado tan bien…Sin embargo, una vez dijo: “Carlos Andrés no es Rómulo Betancourt y Eduardo Fernández no es Rafael Caldera”. Yo que siempre lo traté con mucho respeto, dije: “Desgraciadamente Carlos Andrés Pérez no era Rómulo Betancourt y afortunadamente Eduardo Fernández no es Rafael Caldera”.
Esto lo digo a pesar del respeto intelectual y de toda una serie de consideraciones que tengo por la figura histórica de Rafael Caldera. Pero creo que en este momento, no se, a lo mejor la edad, explica que no actuó con la generosidad que sus discípulos esperábamos que él tuviera, con el patriotismo que sus antecedentes lo obligaban a tener. Porque eso de preferir que ganara Carlos Andrés Pérez… Al final terminó diciendo que votaba por Copei, pero “lo he hecho con repugnancia”. Eso está escrito y declarado.
Cuando se me pretende cuestionar sobre el origen de mis finanzas en el partido, él dejó en el aire una serie de sospechas y de cosas que no eran justas, porque él sabía perfectamente cuál era la calidad moral de su discípulo. Eduardo Fernández era incapaz de recibir dinero cuyo origen no fuera perfectamente claro, de las mismas cuentas de las cuales se habían nutrido todas las candidaturas de Rafael Caldera.
El ataque que me hicieron cuando dijeron que mi campaña era narcofinanciada, él dio respuestas muy ambiguas que, por supuesto, favorecieron inmensamente a Carlos Andrés Pérez y a nuestros adversarios. Yo saqué esos 3 millones de votos en las elecciones contra Jaime Lusinchi, el gobierno, contra Rafael Caldera, contra Carlos Andrés Pérez, era una cosa muy cuesta arriba. Sin embargo, obtuvimos la más alta votación que Copei haya sacado en toda su historia. Rafael Caldera en ninguna de sus candidaturas nunca llegó a esta votación, ni en cifras absolutas ni en cifras relativas.
Hay una cosa que en lo personal me afectó. La primera vez que yo grité a favor de una candidatura presidencial de Rafael Caldera tenía cinco años, en 1947, frente a Rómulo Gallegos. Mi casa, que no era copeyana, yo gritaba por los corredores ¡Rafael Caldera!… Siempre dije que apoyé a Caldera en el 47 desde mis cinco años. Después en el 52, Caldera vuelve a ser candidato encabezando las listas a la Constituyente del 52, lo apoyé desde mis doce años. En el 58 vuelve a ser candidato, lo apoyé teniendo diecisiete años. Vuelve a ser candidato en el 63, lo apoyé; en el 68, lo apoyé; en el 83, lo apoyé, y cuando por fin me toca ser candidato, Caldera se va a la reserva. Me parece que esa fue una actitud sumamente negativa y muy traumática porque el partido siempre tuvo una gran veneración por Caldera.
La gente no entendía que el líder del partido que nos había enseñado que los intereses del país y del partido estaban por encima de los intereses personales y de las circunstancias personales, se fuera a la reserva.
D.C.: ¿Qué buscaba Rafael Caldera con el “pase a la reserva”, debilitar el partido negándole su apoyo?E.F.: No, algo más grave. Una opción a favor del contrincante de mi candidatura y del partido que era, en definitiva, a quien le convenía muchísimo la actitud. Carlos Andrés debió haber estado muy feliz cuando Caldera anunció su pase a la reserva. Ese fue el principio del fin.
Yo creo que las circunstancias —claro que es muy difícil emitir un juicio objetivo porque yo estuve demasiado involucrado en el proceso— creo que si mi generación hubiera alcanzado el poder en el 88, el refrescamiento generacional y los cambios que nosotros estábamos proponiendo en el sistema político, en el modelo económico, hubieran permitido que Venezuela renovara su sistema político sin traumas.
Desgraciadamente vino todo lo que ha venido, no solo la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez que me pareció muy negativa, sino la segunda presidencia de Rafael Caldera que me pareció muy negativa, prepararon el camino para que llegara esa aventura traumática, dolorosa, el país está pagando un precio inmensamente elevado por esto. Chávez no vino de Marte, vino de este proceso que se produjo en el país.
El mal ejemplo que significó el hecho de que el promotor de una institución de pronto actuara de tal manera, que quedaba en evidencia que la institución no era importante, que lo importante era el proyecto político del fundador, se suponía que la institución existía para servir al proyecto político del fundador.
Sin embargo, a pesar de esa deserción de Caldera, el partido sacó la más alta votación de su historia, la diferencia con Pérez fue de diez puntos. Si Caldera hubiera ayudado, a lo mejor el 5 % hubiera inclinado a favor de la candidatura de Copei, porque 5 % menos que sacara Carlos André Pérez y 5 % más que sacara la candidatura de Copei, hubiera ganado el partido del Dr. Caldera. Evidentemente que la personalidad de Caldera le habría agregado a la campaña electoral por lo menos 5 % para ganar. De alguna manera Caldera ha llevado sobre su conciencia el hecho de que Carlos Andrés Pérez haya ganado por segunda vez y que su partido, Copei, haya perdido una elección que perfectamente pudo haber ganado.
¿Por qué razones? Razones de orgullo personal, razones de que no me pidieron la bendición para ser candidato. Era muy triste, muy melancólico que un candidato de mi generación tuviera que decir: “Dr. Caldera, ¿usted me da permiso para ser candidato?” Mi candidatura se fue proyectando, poco a poco fui percibido por la opinión interna y externa como el candidato lógico de las elecciones para representar a Copei en la elecciones de 1988.
Estos son los hechos. Sin embargo, a pesar de que fue su fundador, su líder más emblemático, desertó. El partido se mantuvo coherente y logró sacar la mayor votación en toda su historia lo cual significó una altísima representación parlamentaria, así como que al año siguiente, 1989, ganáramos una cantidad de gobernaciones de estado y de alcaldías. De modo que Copei logró sobrevivir el trauma que representó la deserción de su líder más emblemático con mucha fortaleza y con mucha integridad.
D.C.: El 4 de febrero de 1992, Rafael Caldera y Eduardo Fernández hacen pronunciamientos ante la televisión nacional y ante el Congreso Nacional con reacciones inesperadas por parte del electorado. ¿Cuál es su opinión sobre cada una de estas posiciones?
E.F.: Yo que he tenido siempre mucha consideración y respeto por el Dr. Caldera, considero que él me defraudó, me decepcionó profundamente porque lo vi haciendo un ejercicio de politiquería y oportunismo, un hombre a quien siempre había considerado un estadista y un hombre, repito, que ponía los intereses del país por encima de los intereses personales. Me decepcionó inmensamente porque lo que dije la madrugada del 4 de febrero del 92, jugándome la vida, fue lo que yo aprendí en Copei, que había que defender la democracia y no era con golpes de Estado como se resolvían los problemas.
Cuando yo oí a Rafael Caldera diciendo que a un pueblo que tiene hambre no se le puede pedir que se inmole en la defensa de la democracia, me dije: “me cambiaron al líder, este no es mi líder”, porque en Copei nos enseñaron que si nos ponían a escoger entre la libertad y la justicia, escogíamos la libertad para seguir luchando por la justicia. Además, ese discurso de Caldera en el Congreso Nacional se produce cuando el golpe aun no había terminado de ser sofocado, sin duda eso le daba un gran respaldo moral, un gran aval, aunque él no lo quisiera, porque formalmente Caldera condenó el golpe en ese discurso. El puede decir que condenó el golpe, pero evidentemente le dio un fundamento ético, moral a los golpistas ante la opinión pública, cosa que lo benefició para volver a ser presidente.
Yo me pregunto: ¿Se justificaba eso? Valía la pena ese empeño de volver a ser presidente, para además hacer una segunda presidencia que fue deplorable?
La primera presidencia, no vacilo en calificarlo, fue el mejor gobierno que tuvo la democracia en sus cuarenta años, pero la segunda administración del Presidente Caldera creo que fue simplemente lamentable.
Ahora, ¿para eso, para volver a ser presidente hizo ese discurso en el Congreso? Alguna vez dijo: “Yo dije lo que el pueblo quería oír”.
Siempre admiré a Caldera porque siempre dijo lo que el pueblo debía oír, no lo que el pueblo quería oír. Caldera no fue un líder que salió a la lucha, así lo percibí, para complacer los oídos de la galería, sino para ejercer la función de un líder. ¿Qué es lo que hace un líder? ¿Decir lo que el pueblo quiere oír? Eso fue lo que hizo Pilatos en Jerusalén aquél día funesto. Le preguntó al pueblo: “¿Ustedes quieren a Barrabás o a Cristo?” Como el pueblo quería a Barrabás, se fue con Barrabás. Se lavó las manos, “es el único romano que se lavó las manos”, decía Andrés Eloy Blanco:
En Asia había Pilatos y Cristo Salvador, el único romano que se lavó las manos y el único poeta que se murió de amor
En cambio, yo me siento inmensamente orgulloso de mi actuación, lo tengo en un cassette lo que dije esa madrugada, no le retiro una coma, cumplí con mi deber y los hechos posteriores me han dado la razón.
Si todo el país hubiera reaccionado, incluido Caldera, condenando de una manera categórica aquello, Chávez, no estaría en el poder.
Ahora, cuando el país percibió que había gente que estaba dispuesta a politiquear y a encontrarle atenuantes a la traición que representaba la acción militar del 4 de febrero de 1992 se resquebrajó la coherencia democrática del país.
D.C.: La nueva candidatura presidencial de Rafael Caldera en 1993 sella la división de Copei, ¿cómo interpreta que Caldera abandone la obra de toda una vida, la construcción del Partido Social Cristiano Copei, ante la eventualidad de volver a la presidencia del país?
E.F.: Mi respuesta a esta pregunta es la misma. La conducta de Rafael Caldera cuando se va de Copei en el año 93, demuestra que por lo menos a esa altura de su vida, su proyecto personal estaba por encima de la institución político-partidista que había creado con tanto esmero.
D.C.: ¿Fue siempre así Caldera?E.F.: Yo quiero pensar que no. Prefiero pensar que los años y algunas malas asesorías lo hicieron dejar de actuar como el Caldera que conocí, respeté y admiré.
Después que han pasado ciertas cosas y que estamos a cierta distancia, prefiero pensar en los muchos años en los que tenía gran admiración por él, quien siempre ponía los intereses del país y del partido por encima de sus intereses personales, quiero conservar ese recuerdo de Caldera y no estos errores, equivocaciones, ni actuaciones tan pequeñas porque, además, en 1992, durante una convención nacional que hizo Copei, cuando yo sospechaba que Caldera tenía pensado abandonar el partido, propuse una reforma estatutaria.
El decía que no podía competir por la candidatura presidencial dentro de Copei porque el Secretario General, que era yo, tenía un control tan férreo sobre el partido que él no iba a tener garantía de que podía competir en igualdad de condiciones conmigo. Entonces, propuse una reforma estatutaria para hacer una elección del candidato de manera abierta, que fueran todos los venezolanos los que eligieran al candidato, así nadie podía sospechar que como yo tenía el control sobre el partido…
Caldera, sin embargo —por supuesto pensé que me conocía y sabía de mi integridad moral, pero por lo visto tenía dudas— dijo: “No, ni así compito porque Eduardo Fernández me va a ganar”.
Ahí es cuando aparece Oswaldo Álvarez Paz y dijo: “Pues yo sí compito”, y fíjate, Oswaldo Álvarez ganó la nominación, la habría ganado Rafael Caldera. Eduardo Fernández jugó limpio, como siempre ha jugado, yo no había inventado una fórmula para hacer trampa, si yo ganaba, ganaba, y si ganaba otro, llámese Rafael Caldera u Oswaldo Álvarez Paz, yo honraba mi compromiso de reconocer la victoria del que ganara. Ganó Oswaldo y di uno de mis mejores discursos, creo yo, donde le pedía al partido: “Hemos elegido a un nuevo líder, ayudemos al nuevo líder, acompañemos al nuevo líder a llevar adelante su lucha, vamos todos a respaldar a Oswaldo”.
Yo no me fui a la reserva cuando ganó Oswaldo Álvarez Paz porque había ganado un candidato distinto a mí, sino que dije: “Si el partido eligió a Oswaldo, todos tenemos el deber de acompañar a Oswaldo”.
Si Caldera hubiera sido el candidato, Oswaldo Álvarez Paz había declarado (desayuno, almuerzo y cena) durante todo el año 92 y hasta enero del 93 que si Caldera se lanzaba, él apoyaba a Caldera contra Eduardo Fernández.
Si Caldera se hubiera lanzado, él habría tenido sus propios votos y además el respaldo de gente que, como Oswaldo Álvarez Paz, hasta abril de 1993, eran fervorosamente partidarios del Dr. Caldera hiciera lo que hiciera. Entonces, la suma de los votos de Caldera, de Oswaldo y de toda esa gente, hubieran favorecido a Caldera y Caldera hubiera sido el candidato de todo el partido unido y hubiera tenido, eventualmente, tres millones de votos, la votación que yo saqué en el 88. Por que esa votación se dividió en dos pedazos: un millón setecientos sacó Caldera y un millón trescientos o algo menos sacó Oswaldo. La suma de los dos daba tres millones y Copei en ese momento habría quedado como el partido hegemónico de la vida nacional. Porque si con tres millones de votos no habíamos podido ganar en el 88, curiosamente en el 93 Claudio Fermín, que fue quien quedó de segundo en esas elecciones, sacó un poco más de un millón trescientos, un millón cuatrocientos, un millón quinientos.
Entonces hubiéramos tenido una democracia cristiana fuerte, Caldera hubiera llegado a la presidencia con mayoría en el Congreso, mayoría en el Senado, en la Cámara de Diputados, se hubieran podido hacer los cambios que había que hacer con el respaldo de un gran partido. En lugar de tener el respaldo de un chiripero, hubiera podido hacer un gobierno más coherente, mucho más serio.
D.C.: ¿Qué llevó a Eduardo Fernández a ocupar un lugar tan relevante en la política nacional? ¿Cuáles fueron sus propuestas?
E.F.: Yo diría que con base a dos hechos. Uno, trabajo, la verdad es que yo me dediqué, como secretario general del partido, a trabajar por el fortalecimiento del partido como institución. El partido sintió que ese trabajo, que esa dedicación que yo tuve por su fortalecimiento institucional merecía la recompensa de la candidatura presidencial. Pero, hay un segundo argumento. Yo presenté una visión modernizadora del país, un programa para cambiar las cosas que en Venezuela había que cambiar. En un discurso que yo hice en el Congreso que se llama “El pueblo está bravo”, en ese discurso yo digo que el pueblo tiene muchas y muy buenas razones para estar bravo porque tenemos que cambiar políticamente.
Fue cuando propuse la elección de los gobernadores, el inicio del proceso de descentralización, la creación de la figura de los alcaldes, la elección de los alcaldes. Después propuse cambios económicos porque el modelo rentista petrolero daba señales inequívocas de que había colapsado. Caldera no se dio cuenta de eso sino en la mitad de su segundo período constitucional cuando Teodoro Petkoff por fin se lo pudo explicar. Caldera pretendía mantener el viejo modelo populista, rentista y estatista petrolero y me acusó a mí, y después a Oswaldo, de neoliberales. A Oswaldo con alguna razón porque él tenía cierta adoración por el mercado que yo nunca tuve, yo creo que el mercado es un instrumento pero no es como para decir “creo en Dios y en el mercado”. Me acusaba de neoliberal porque yo simplemente proponía reconocer que el modelo rentista había colapsado, se había agotado y que necesitábamos sustituirlo por un modelo de economía moderna, competitiva, abierta a las nuevas realidades, entonces él me acusó de neoliberal.
Propuse también cambios culturales y cambios éticos. Decía: “la democracia tiene un déficit ético porque no hemos tenido capacidad —y, desgraciadamente no la tuvieron ni los gobiernos adecos ni los gobiernos copeyanos— para enfrentar el drama de la corrupción”.
Y cambios sociales, porque no es posible convivir con el escándalo de que más de la mitad de la población —decía yo entonces— ahora es setenta por ciento, viva en situación de pobreza. Entonces yo proponía unos cambios.
Esa propuesta se recogió en una plataforma llamada “La Democracia Nueva”, la propuesta de la democracia nueva que acompañó mi candidatura. Esa propuesta la fui yo desarrollando en un diálogo con el partido y con el país, la gente percibió de que “este hombre tiene una visión de lo que hay que hacer”.
Yo creo que el Dr. Caldera de alguna manera seguía representando la reedición de las ideas que en los años 60 podían tener vigencia pero que ya no la tenían y el país socialcristiano, el país copeyano dijo: “Sentimos que el candidato debe ser Eduardo Fernández”. No que fuera una candidatura contra Caldera, sino una candidatura armoniosa con Caldera, porque se trataba de escoger a un hombre tan cercano y tan identificado con el Dr. Caldera como era Eduardo Fernández.
D.C.: Copei, luego de perder tres elecciones presidenciales consecutivas, resolvió buscar una candidatura extra partido. Luis Herrera Campíns en la presidencia del partido y Donald Ramírez en la secretaria general deciden apoyar a Irene Sáez y el consecuente aislamiento de Eduardo Fernández. ¿Estuvo usted de acuerdo con esa candidatura?
E.F.: Yo hice todo lo que pude para que el partido no cometiera ese documental disparate, con todos los respetos debidos a Irene Sáez. Yo le dije alguna vez a Irene Sáez que ese era un matrimonio que no le convenía a ninguno de los dos, que ella iba perder el encanto de su independencia y nosotros íbamos a aparecer como un partido oportunista y aventurero que, por desesperación de volver a Miraflores, estamos cometiendo este disparate. Les pronostiqué en actos públicos y privados de que esto se iba desinflar porque, además, la candidatura de Irene parecía como la pretensión del compañero presidente Luis Herrera Campíns de volver a ser presidente, esta vez por interpuesta persona. La opinión pública en Venezuela no estaba muy entusiasmada con una segunda presidencia del presidente Herrera. La candidatura de Irene era vista de esa manera, entonces se desinfló.
Eso era absolutamente previsible, yo todavía no logro entender que gente inteligente pudiera imaginar que se le podía meter esa caña tan monumental al país, de decirles: “Vamos con esa muchacha que es tan popular y detrás nos metemos de contrabando los copeyanos para regresar a Miraflores”. Creo que eso era simplemente un disparate, además de ser un testimonio de oportunismo que no se corresponde con la tradición de Copei.
Todavía no entiendo como gente que para mí fueron símbolo y referencia morales, terminaron haciendo un ejercicio de oportunismo, de pragmatismo y de aventurerismo político, porque una pregunta que nunca se logrará despejar es: “¿qué habría pasado si Irene hubiera ganado las elecciones?”
Al cabo de poco tiempo, Irene terminó siendo candidata del chavismo para gobernadora del Estado Nueva Esparta y la experiencia parece que no fue nada afortunada.
Me pregunto: “¿dónde estarían ahora Herrera Campíns y compañía si Irene hubiera salido elegida presidente de la república con el apoyo de Copei y hubiera hecho algo parecido, pero en muchísima mayor proporción, a lo que fue su experiencia como gobernadora del Estado Nueva Esparta?” Esto lo digo con mucha consideración, con mucha estima y con mucho afecto por la persona de Irene Sáez. Lo que no logro entender es que ella haya aceptado ser candidata de la presidencia de la república, pero mucho menos entiendo que un partido integrado por gente con experiencia y con madurez haya caído en esto.
Hay personalidades de mi partido que yo no logro entender cómo explicarían intelectual, política y moralmente una conducta tan aventurera, tan oportunista y tan pragmática, en un partido que se preciaba de su tradición de respeto a valores y principios morales.
Yo hice todo lo que pude para enfrentar esta candidatura al punto de que presenté mi nombre sabiendo que no tenía ningún chance de ganar, y lo hice entre otras cosas, para que quedara para la historia que hubo alguien que estuvo dispuesto a ser candidato, porque se decía: “con ningún candidato copeyano ganamos”.
Yo estoy seguro de que si Copei hubiera postulado un hombre serio, una candidatura seria como la de Calderón Berti o la mía, con esa candidatura hubiéramos podido hablar con factores importantes del poder, incluso con el gobierno del Dr. Caldera, con el partido Acción Democrática y, a lo mejor, hubiéramos conformado un gran frente nacional para enfrentar a Chávez y, seguramente, en lugar de Salas Römer, hubiera sido un candidato de Copei.
En cambio, lo que terminamos fue melancólicamente apoyando a Salas Römer. Me acuerdo que una vez salió declarando el Presidente Luis Herrera en la prensa: “No se quién va a ser el candidato de Copei pero si sé quien no va a ser nunca candidato de Copei, el Dr. Salas Römer nunca será candidato de Copei.
Terminamos, faltando una semana para las elecciones, dando aquella voltereta tan absolutamente deplorable para respaldar la candidatura de Salas Römer, aportándole lo que le quedaba a Copei que eran doscientos mil votos, doscientos cincuenta mil votos. Ese fue un hecho lamentable. Un partido que en 1988 tiene tres millones de votos y el 42 %, pierde más de la mitad de su votación en el 93 por la división de Caldera y por la manera de conducir la campaña electoral. Y después pierde todo lo que le quedaba en la maroma de la candidatura de Irene, de modo que eso fue lo que traté de decir de todas las maneras posibles, pero desgraciadamente la mayoría, no fue que la mayoría se inclinó por la candidatura de Irene, sino que la mayoría fue inducida por procedimientos muchos de ellos poco ortodoxos en esa dirección, y me parece muy lamentable.
D.C.: ¿En diciembre de 1994 se elige a Donald Ramírez secretario general de Copei, ¿fue un buen secretario general?
E.F.: Me cuesta mucho emitir opinión sobre esa gestión, pero me remito simplemente a las cifras. El recibió un partido al que le quedaba un millón trescientos mil votos que fue lo que sacó Oswaldo, y entregó un partido con doscientos mil votos. De modo que cualquier evaluación que se haga de esa gestión, creo que es suficientemente clara. El partido quedó absolutamente en el suelo. Ahora está el Dr. Pérez Vivas y yo trato de ayudarlo, tratando de reconstruir este partido, pero la tarea es difícil porque, repito, sacamos una votación inferior en cifras absolutas a la que sacó Copei en el año 1958.
Todo el trabajo de cuarenta años se perdió. Se perdió en el 93 con la división que encabezó Caldera y en el 98 con la demolición de lo que quedó de la candidatura de Irene Sáez.
D.C.: ¿Cómo fue la relación de Copei y Rafael Caldera durante su segunda presidencia? ¿El estar Copei en la oposición ayudó a confundir al electorado tradicionalmente copeyano?
E.F.: Creo que ni Caldera hizo ningún esfuerzo por granjearse el apoyo de Copei, ni Copei entendió que pasadas las elecciones, y llámese como se llame el presidente de la república, había que tener un diálogo con el Presidente de la República.
D.C.: ¿Si los hubieran llamado, habrían ido?
E.F.: Claro, lo menos que hubiésemos hecho era discutir el rumbo del gobierno. Tengo la impresión de que me hicieron sondeos para que fuera al gobierno y yo planteé cuál debía ser el rumbo del gobierno porque yo no puedo formar parte de un gobierno con cuya orientación no estoy de acuerdo. Sin embargo, yo tuve una discusión muy seria con alguien de la dirección nacional del partido porque en la elección de la directiva del Congreso el primer año se hicieron cosas muy fuertes para tratar de evitar que Caldera, que el gobierno, la segunda administración de Caldera, tuviera la tranquilidad de contar con un presidente del Senado que fuera amigo.
En la tradición democrática venezolana el gobierno tenía la presidencia del Senado. En la constitución de 1961, la presidencia del Congreso era una especie de vicepresidencia de la república y era razonable que el vicepresidente estuviera identificado con el presidente de la república a pesar del principio de la separación de poder y de todo lo demás. Yo me esmeré para que Copei resolviera apoyar la candidatura del senador Eduardo Gómez Tamayo para presidente del Senado, cosa que finalmente prevaleció, pero costó mucho trabajo. Repito, ni Copei tenía muchas ganas de apoyar al gobierno del Dr. Caldera porque estaba muy dolido con su actitud en el 88 y en el 93, ni Caldera ni su gobierno hicieron ningún esfuerzo para granjearse el apoyo del partido.
Tuvimos alguna comunicación más o menos civilizada. Recuerdo que el Presidente Caldera —y tengo que agradecérselo— me pidió que aceptara ser presidente de una comisión que organizó la conmemoración del décimo aniversario de la desaparición de Arístides Calvani. Me tocó ser orador de orden en el Congreso en ese acto. El Dr. Caldera me hizo el honor de estar presente, de asistir. En otra oportunidad me invitó a almorzar en Miraflores siendo presidente de la república.
Por cierto que en ese almuerzo, en alguna medida, conversé sobre algunos de estos temas. Por ejemplo, de lo que podría haber sido su candidatura si no se hubiera ido de Copei y hubiera sacado tres millones de votos. Recuerdo que me dijo: “Hay gente que piensa que si yo hubiera sido candidato de Copei, no hubiera ganado”. Lo que me hace pensar que la idea de ganar las elecciones estaba por encima de la fortaleza y la salud de las instituciones. Le respondí: “¿Y quién las hubiera ganado? Si usted hubiera sido candidato hubiera tenido los votos de Oswaldo”.
Oswaldo prefirió apoyar a Caldera en el año 88. Cuando fui candidato en el 88, lo lógico es que se hubiera cuadrado conmigo, sin embargo se cuadró con Caldera. Después, cuando venían las elecciones del 93,cuando supuestamente volvíamos a competir Caldera y yo, ya él había anunciado su apoyo a Caldera. Después descubrió que Caldera era un inconveniente, utilizó un lenguaje muy duro para referirse a él, cosa que yo nunca he hecho. Hasta abril del 93 Oswaldo pensaba que Caldera era una maravilla, tanto que estaba dispuesto a apoyarlo para ser candidato presidencial, hasta que le tocó enfrentar la situación.
También le agradezco al Dr. Caldera que en su segunda administración me invitó a mí y a mi esposa para que fuéramos en su comitiva a Guatemala a rendirle homenaje a la memoria de Arístides Calvani. Se lo agradezco porque, entre otras cosas, mi esposa era sobrina de Arístides Calvani. Pero, además, se lo agradezco porque el momento de pronunciar los discursos yo fuera el orador por Venezuela.
D.C.: ¿Cuál es la actitud y la posición de Copei ante el triunfo de Hugo Chávez en 1998?
E.F.: En ese momento yo no estaba en la dirección del partido. El partido venía de sufrir una derrota muy traumática, la más grave en toda su historia. Creo que el presidente Herrera y Donald Ramírez presentaron su renuncia. Hubo un período interino encabezado primero por Rosana Ordóñez y Edgar Mora, se convocó una constituyente interna. Como a mí no me gustan las constituyentes, ni dentro ni fuera del partido, no participé en ella. Creo que esa fue una idea de Gustavo Tarre, desde luego con la intención de ver cómo se reconstruía el partido.
Después vino otra directiva con carácter interino de funcionarios provisionales, con José Curiel como presidente y el cura Calderón, Sergio Omar Calderón, ex gobernador del estado Táchira, como secretario general. Hasta que en noviembre del 2002 se convocó a un proceso electoral interno democrático y entonces acepté ofrecerme como candidato a la presidencia haciendo fórmula con César Pérez Vivas para secretario general. Esa fórmula tuvo un triunfo muy contundente en todo el país, ganamos en todos los estados del país con una mayoría muy holgada.
A partir de ese momento estamos tratando de hacer una oposición muy civilizada, democrática, seria al gobierno de Chávez. Creo que a Chávez lo ha favorecido muchos errores cometidos en el campo de la oposición por radicalismos infantiles y por una cierta tendencia que ha habido en algunos sectores de favorecer soluciones golpistas. Copei, felizmente, bajo la dirección de Pérez Vivas y Fernández, hemos enfrentado muy seriamente y firmemente esta tendencia, esta inclinación a estos errores de parte de la oposición.
D.C.: ¿Fue una gran mayoría de Copei la que apoyó el golpe del 11 de abril del 2002?
E.F.: Acuérdate que el Tribunal Supremo de Justicia sentenció que ese golpe no fue golpe, valga la ironía.
D.C.: ¿Fue una parte de Copei o solo individualidades los que apoyaron el golpe?
E.F.: Copei como partido no apoyó el golpe del 11 de abril. Puede ser que haya habido algunas individualidades que se hubieran entusiasmado con aquellos acontecimientos. Yo estuve en Miraflores por invitación del presidente interino Pedro Carmona y manifesté mi desacuerdo con lo que se estaba haciendo. Y, en señal clarísima de mi desacuerdo, me retiré antes de empezar el acto cuando me enteré del contenido del decreto. Dije: “Esto no me parece que va por buen camino”, y me fui.
De modo que no estuve presente en el acto en el cual se suscribió, se aplaudió y se aclamó un decreto que me parecía francamente antidemocrático y no estuve de acuerdo, no participé. El Dr. Pérez Vivas también estuvo en Miraflores y también se retiró. Le sugerí que hablara con el Dr. Carmona para que convenciera a los que lo rodean porque sentía que no me estaban oyendo, creo que no estoy haciendo nada aquí, por lo que me voy.
Quiero dejar constancia de que tengo un gran respeto y una gran admiración por Pedro Carmona, creo que desgraciadamente no estuvo bien asesorado.
D.C.: ¿Cuáles son los planteamientos de Copei hoy en día y cuáles sus perspectivas?
E.F.: Los planteamientos nuestros son los siguientes:
Venezuela necesita una propuesta seria como alternativa frente a lo que representa el chavismo. En primer lugar, la tesis de Copei en este momento es que debemos promover una solución a la crisis que sea democrática, pacífica y electoral. En esto coincidimos con buena parte de la oposición. No apostamos a ninguna solución de fuerza, sino a una solución democrática, pacífica y electoral.
En segundo lugar, no basta con decir: “!Vete Chávez!”, sino que hay que presentar un proyecto de país. Estamos presentando documentos elaborados aquí en el IFEDEC, una propuesta de país que gira alrededor de tres grandes temas, piedras angulares de nuestra visión de país:
Primero, reconstrucción institucional de Venezuela porque creemos que la democracia no tendrá futuro en Venezuela si no es afincada en la salud de sus instituciones, en la fortaleza de sus instituciones, en vez de en el prestigio de sus caudillos, sean civiles o militares. Un rediseño de la arquitectura institucional del país.
Segundo gran tema: la reactivación de la economía a partir del petróleo que es donde tenemos nuestras más grandes ventajas competitivas y nuestras grandes ventajas comparativas. Sostenemos que hay que hacer una inmensa inversión para poder producir siete millones de barriles. Se necesitan inversiones muy grandes que ascienden a quince mil millones de dólares, que el país no tiene. Si Venezuela y su empresa petrolera PDVSA, si pierden las amarras que tiene PDVSA y se le permite concurrir a los mercados de capital por la vía de acciones que además sean acciones preferentemente vendidas a los trabajadores venezolanos, podemos hacer prodigios hacia el futuro.
La reactivación de la economía debe ser un esquema de diversificación, entre otras cosas, para que haya generación de empleo, porque es dramático que tengamos un desempleo superior al 20 % y que tengamos tres millones de venezolanos que están desempleados o subempleados en la economía informal.
Y el tercer gran tema que estamos proponiendo, es el tema de resolver la cuestión de la pobreza porque no es viable una democracia en un país donde más del 70 % de la población ya está viviendo en pobreza. Ahora, la pobreza no se resuelve con populismo ni regalando cosas, sino a través básicamente de inversiones que generen empleo y riqueza porque nadie puede distribuir lo que no se produce.
Y respecto a tu pregunta sobre las perspectivas de Copei, tenemos que reconocer que los partidos están muy débiles. Copei después de ser una fuerza con 42 % ahora tiene un 3, 4, 5 %.
Hoy me corrigió César y me dijo que conoció una encuesta en donde tenemos 6 %, pero después de haber tenido 42 %.
El problema de las encuestas no le debe a uno permitir sentirse deprimido porque hay una implantación nacional y hay un espacio para la democracia cristiana y para los valores que representa la tradición humanista democrática de Copei que simplemente es tratar de ver si se reconstruye y que ahora estamos divididos. Pero, curiosamente, todas las figuras que aparecen en las encuestas son la expresión copeyana: Enrique Mendoza es copeyano, Henrique Salas Römer fue copeyano hasta anteayer no más, Henrique Salas Feo fue copeyano también, Julio Borges copeyano también, todos esos partidos que representan los valores del centro democrático.
Los votos de Acción Democrática se fueron mayoritariamente con Chávez, pero yo creo que Acción Democrática, que hago votos también por la recuperación de un partido social demócrata fuerte en Venezuela, Acción Democrática se va a recuperar con la declinación de Chávez, porque en la medida en que Chávez decline, esos votantes regresarán a Acción
Democrática.
Entrevista a Gustavo Tarre Briceño
Washington, 2 de mayo de 2002
Dinorah Carnevali: ¿Cómo fue la relación entre Rafael Caldera y Eduardo Fernández?
Gustavo Tarre: La relación Caldera-Fernández fue una relación muy extraña, muy incómoda, con un contenido paterno filial aparente. Uno pensaba que Caldera veía a Eduardo como un hijo, de ahí que se hablara de los “delfines”, al referirse tanto a Fernández como a Álvarez Paz, pero ahí pasó lo de Saturno que se devoró a los muchachos. En la relación creo que hubo engaño mutuo, no necesariamente intencional.
Caldera creyó que Eduardo siempre iba ser una especie de perrito faldero y lo dejó que corriera solo, pero en la idea de que lo tenía amarrado y cuando dijera: “perrito aquí”, el perrito bajaba la cabeza y él abría el espacio. Eduardo nunca le dijo a Caldera: “Mire, yo voy en serio, ¿acaso usted es el dueño del negocio que autoriza al niño empleado? Pues no, si yo me lanzo es porque voy yo…” Eso nunca lo dijo Eduardo.
Caldera usaba la expresión: “Es que Eduardo me echa humo en los ojos cuando se reúne conmigo”. Porque Eduardo tiene una forma de ser muy extraña y es que a él no le gusta disgustar. Tú te reúnes con Eduardo a conversar cualquier tema y le dices: “Quisiera que me escribiera la tesis y sales pensando que Eduardo te ofreció escribir la tesis. Eduardo sale muy convencido de que fue muy cortés, muy amable, que se portó como una dama, y no ofreció nada. Puedo contarte miles de casos que viví así y me imagino que en la relación con Caldera ocurrió lo mismo. Eduardo nunca le decía a Caldera NO con ánimo de engaño, traición o juego sucio, sino que su forma de ser era la de no disgustar, de que la relación fuera armónica. Y Caldera, por su lado, pensaba que Eduardo era su muchacho de mandado a quien el día que quisiera echar de lado lo haría, cuando él quisiera recuperar el primer puesto en el partido.
D.C: Los días previos al III Congreso Presidencial Socialcristiano todo indicaba que Eduardo Fernández ganaría con amplia mayoría la candidatura presidencial del partido, ¿no conocía esta tendencia Rafael Caldera?
G.T.: Lo que hubo en esa campaña pre Poliedro fueron páginas enteras con las listas de los delegados que estaban con Eduardo, en una proporción de 80 o 90 % para ver si se lograba que Caldera se retirara, pero Caldera siempre tuvo “el síndrome de la cortinita”.
Durante las diferentes campañas presidenciales, cuando se comenzaron a ver encuestas y Caldera llevaba la elección perdida o era obvio que iba a perder, Caldera decía que el venezolano cuando estaba solo con su conciencia detrás de la cortinita y tuviera que escoger entre él y el Dr. Lusinchi, o entre él y Leoni, entre él y Rómulo, en ese momento votaría por Caldera porque la conciencia lo iba a obligar, eso es lo que llamamos “el síndrome de la cortinita”.
Lo mismo pensaba él en el Poliedro, él habló allí pensando que iba a convencer a los delegados, incluso con una maquinaria aplastante, más o menos ocho a dos para ganar eso, él pensaba que iba a convencer… y no convenció a nadie. El grupito que lo rodeaba lo estimulaba y le decía que había hablado con “fulano”, que estaba con Eduardo y que él lo obliga. Caldera comienza a tener gran desconfianza, a creer que le están haciendo trampa, esa desconfianza en la trampa no es nueva en Caldera.
Cuando pierde elecciones en su vida, suele pensar que no fue que perdió sino que le hicieron trampa. Yo presencié muchos casos en los cuales, frente a casos individuales, él asumía que lo habían engañado. Para Caldera, admitir que perdió de buena lid, eso no se da. Y eso fue lo que pasó en el Poliedro. Eduardo Fernández y María Isabel de Fernández se fueron a la casa de Caldera al salir del Poliedro, les tiraron la puerta y los dejaron afuera. Ese tipo de cosas, de espíritu deportivo, que lo importante es competir, que gane el mejor, Caldera no cree en eso.
La relación de Caldera con la humanidad es aquella donde él está en un pedestal y los demás abajo, no acepta ni la contradicción, juzga a las personas en función de cómo lo ven a él. Dinorah Carnevali es buena persona porque está con Caldera, así haya matado a un señor o haya robado un banco. El día que deje de estar con él, así sea la madre Teresa de Calcuta, entonces ella es una muérgana.
Hay cosas anecdóticas, por ejemplo “¿Fulano de tal es buen embajador?”, “Sí, sí, como no, él me atendió muy bien cuando estuve por allá con Alicia”. La referencia a él es una cosa absolutamente permanente, siempre fue así, era un hombre vanidoso, demasiado convencido de su propio valor, pero, ¿realmente le decía algo al país?
Al final de su vida política no le decía nada al país, pero seguía en la misma vanidad, vanidad vacía. Eso fue terrible porque en su comienzo la gente que fundó Copei, lo endiosaba. Él tipo estaba realmente ofreciendo algo, tenía algo que dar. Al final, con la candidatura del 93, cuando fue electo presidente, fue más dramático. El llega a la presidencia de la república sin tener absolutamente nada que ofrecer al país, sin tener ningún programa, lo único que le aportaba al país era su mera presencia y pensaba que con eso las cosas iban a cambiar, pensaba que por el hecho de estar allí, la gente iba a dejar de robar, las cosas se iban a hacer bien, pero no tenía programa, no tenía nada.
D.C.: ¿Cómo interpreta “el pase a la reserva” de Rafael Caldera tras su derrota en el Poliedro?
G.T.: Es la ruptura con la institución. La institución partidista tenía unos mecanismos de escogencia de candidatos y cuando Caldera anuncia pasar a la reserva, está rompiendo con las normas de la institución, porque las normas exigían que él apoyara al que había ganado, es lo que se había hecho en otras oportunidades.
Cuando Montes de Oca se retira de la candidatura presidencial contra Lusinchi, el herrerismo pasó a apoyar a Caldera. Caldera no tuvo mucha generosidad en esa elección del Poliedro.
Lo lógico en una institución, por sus reglas de juego, es que el derrotado nunca pase a la reserva, sino que se incorpore a la campaña del vencedor. Él no lo hizo, no lo quiso hacer, fue totalmente pasivo en la campaña electoral, llegando incluso a aquella famosa invitación —que nunca supimos bien— a “votar en blanco o blanco” el día de las elecciones.
El día de la votación él hizo un llamado a votar “blanco”, aclarando luego que había llamado a votar “en blanco” para aquellos que no estuvieran de acuerdo con ninguno de los dos candidatos, de las opciones. Pero la gente pensó que estaba haciendo un llamado para que votaran por Carlos Andrés Pérez.
Esa famosa frase de “pase a la reserva” es la no aceptación de las reglas, esa es la interpretación que yo le doy.
D.C.: ¿Cuál fue el verdadero peso de la intervención de Rafael Caldera en el Congreso Nacional con motivo de la intentona militar del 4 de febrero de 1992?
G.T.: Ahí hay otro mito… que Caldera empieza a subir después de ese discurso y Eduardo se viene abajo después de ese discurso. Caldera viene subiendo desde antes, había una tendencia en las encuestas. Sería muy interesante que pudieras ir a Consultores 21, ellos tienen sus archivos de encuestas desde hace mucho tiempo, para que veas que Caldera había empezado a subir y Eduardo había empezado a bajar, posiblemente esto aceleró esa tendencia y logró identificar a Caldera con eso que tiempo después se llamó la “antipolítica”. Las curvas se estaban empezando a acercar. No digo que de no haber 4 de febrero Caldera hubiera sido de todas maneras presidente, no está tan claro que Caldera o Eduardo hubieran surgido allí. Caldera lo que sí logró allí fue abrirse a sectores a los cuales nunca había llegado.
Caldera saca un porcentaje muy bajo en esas elecciones, las gana con 30 y pico %, con 70 % de los venezolanos en contra. Eduardo había perdido las elecciones anteriores con 40 %. Lo que sucede en esas elecciones es que se pierde la polarización y se reparten los votos de Andrés Velásquez, Claudio Fermín, Oswaldo Álvarez Paz y Caldera, siendo esto lo que le permite ganar junto con la fuerte caída de Acción Democrática. De todas maneras sorprendió el resultado de que Claudio fuera el segundo.
D.C.: La nueva candidatura presidencial de Rafael Caldera en 1993 sella la división en Copei. La desvinculación definitiva de Caldera respecto a Copei, ¿significó un alivio o un trauma? ¿Cómo actuó Copei frente al gobierno de Rafael Caldera?
G.T.: Sin duda alguna fue un trauma. El deseo de todos los venezolanos y de todos los copeyanos era que Caldera se incorporara al partido y fuese lo que le correspondía en razón de la edad. El viejo estadista que ayudara al partido con la sabiduría de sus consejos, una especie de padre del partido, no el eterno candidato y, en consecuencia, darle paso a los demás. Era lo lógico, era lo que todo el mundo quería, pero no había duda de que esa no era su forma de concebir el partido. Una vez que él gana las elecciones, podía unificar a Copei, yo pensaba que “la política se acabó ahí, Caldera va a llamar al partido al gobierno y el partido va a ir”. Por supuesto que quienes no íbamos a ir éramos los jefes anticalderistas, pero pensé que el partido como tal se iba a ir todito,“vamos a quedar como zoquetes, es decir, con unos cargos parlamentarios, con una fuerza parlamentaria importante, pero con una presión de abajo que hubiera sido total. Se pasó demasiado tiempo diciendo Copei es Caldera, Caldera es Copei para que eso se pudiera romper de repente.
Una de las cosas que contesta tu pregunta: “¿cómo actuó Copei frente al segundo gobierno de Caldera?”, y que se hace en muchos lugares, es una especie de esquizofrenia que se dio en la colectividad de que el presidente era Caldera, que era copeyano, y el liderazgo copeyano estaba en la oposición. La gente no entendía eso, cada vez que Gustavo Tarre decía un discurso en el Congreso contra el gobierno de Caldera, estaba hundiendo a Copei, porque se preguntaban: “si Caldera es copeyano, ¿por qué este tipo está hablando mal de Copei?” La opinión colectiva, en este sentido, nos pasó la factura de una manera muy grande.
Caldera no tuvo la grandeza, y creo que Juan José [Caldera] muy posible sea el culpable porque él quería su partido, Convergencia. Si Caldera llama a Copei, posiblemente algunos tipos muy anticalderistas, yo por lo menos, hubiéramos pasado a la reserva de verdad, pero la institución partidista hubiese estado con el gobierno, pero eso no era lo que quería Juan José. Juan José no gana nunca una convención en Copei, ni aun con su papá. Muchísima gente que estaba con Convergencia eran eduardistas despechados, gente que Oswaldo había maltratado, pero con convicción calderista no había. Pocos casos extremos, por ejemplo, el gobernador Eduardo Lapi, él votó e hizo campaña por Oswaldo. Cuando se fue a escoger gobernador de Yaracuy siendo Caldera presidente, los copeyanos de Yaracuy escogieron un candidato que no era él. Caldera buscó a Lapi y lo apoyó. Lapi entra a Convergencia después que Caldera es presidente. José Miguel Uzcátegui había sido eduardista toda la vida, era anticalderista. Si observas el liderazgo en Convergencia son muy pocos los calderistas, quizás entre los muy viejos, los jóvenes eran producto de pleitos internos. Caldera era el pasado.
Los pleitos eran entre Oswaldo, Eduardo, Abdón, pero en ningún caso Caldera era una referencia. Caldera recoge el descontento y Juan José arma su juguete en torno a Convergencia. Nunca llamó a Copei para nada.D.C.: Donald Ramírez gana la secretaría general de Copei en diciembre de 1994 y Herrera Campíns su presidencia. ¿Perdió Eduardo Fernández mucho espacio en el partido en ese momento? ¿Cómo fue la secretaría de Donald Ramírez?
G.T.: Sí, Eduardo perdió mucho espacio en el partido y en el Comité Nacional. El Comité Nacional de Donald era muy sui generis, creo que era el más democrático que había tenido Copei, pues no había jefe. Ahí se tomaban decisiones después de discutir, porque no había un cogollo. El Comité Nacional con Caldera, con Eduardo, con Luis Herrera, podía haber pequeños matices, pero había jefatura. Con Donald no, él no tenía posición frente a nada. El Comité discutía y resolvía. Había discusiones muy interesantes, sí había en el partido una discusión colectiva. El mayor interés de Donald era la pequeña burocracia del partido, pero frente a los grandes problemas nacionales, él no tenía posición. Esa actitud generaba la discusión del partido en donde todo el mundo opinaba, había gente muy capacitada: Humberto Calderón Berti, Pepe Rodríguez Iturbe, Ramón Guillermo Aveledo, Guillermo Yépes Boscán, es decir, gente que en la discusión iban perfilando cuál era la posición de Copei.
D.C.: ¿Cómo surge la idea en Copei de nominar a Irene Sáez su candidata para las elecciones presidenciales de 1998?
G.T.: Luis Herrera tenía una relación personal muy vieja con Irene Sáez, se dice incluso que él fue novio de la mamá de ella, parece que era una mujer muy bella también, él quería muchísimo a Irene. Empezó a meterle a Irene por los ojos a Donald, él compró la idea y comienza a promover la candidatura de Irene como candidata de Copei.
Enrique Mendoza aparece con una relación sentimental extraña con Irene. Ella lo llegó a decir públicamente, incluso en “Hola”, de su noviazgo con el Gobernador de Estado Miranda. Algunas malas lenguas dicen que Enrique estimuló a Irene a la presidencia de la república para que no se lanzara a la gobernación de Miranda. Lo lógico era que después de ser alcaldesa de Chacao hubiera aspirado a la gobernación de Miranda, sacando a Enrique.
El hecho es que Irene empieza a cobrar fuerza en Copei con un apoyo muy calificado. Quienes nos opusimos a ello fuimos realmente muy pocos. Pepe Rodríguez estaba con Irene.
D.C.: ¿Cuál fue la verdadera razón para elegir a Irene Sáez candidata de Copei?
G.T.: La respuesta es brutal oportunismo, oportunismo colectivo, aunque se suele ver el oportunismo como un defecto individual. Copei se portó con Irene haciendo gala de su oportunismo colectivo: “Este es nuestro chance, nuestro Wolfgang Larrazábal”. Así como el turco Dáger tuvo a Wolfgang Larrazábal en el 59, Copei se consigue a Irene para ver si al lado de las faldas de Irene logra sobrevivir.
Aquí había una especie de contradicción porque a quien menos le interesaba el apoyo de Copei era a Irene. Si ella hubiese sido inteligente, no acepta el apoyo de Copei, hubiera pateado a Copei que era lo que le convenía. Le fue muy mal. En Copei había una desesperación por sobrevivir a costillas de Irene, eso es oportunismo. Nadie podía decir que Irene tenía el talento para ser presidente de la república, ni las credenciales, ni la cultura, ni absolutamente nada.
En torno a ella también había gente que estaba en la misma posición oportunista, irenistas sinceros no había nadie. Había los oportunistas copeyanos y los no copeyanos viendo como sacarle el mayor provecho a la pobre muchacha.
D.C.: ¿Apoyó Copei el golpe de Estado del 11 de abril del 2002?
G.T.: Toda la Venezuela antichavista apoyó el golpe del 11 de abril. En la discusión de si hubo o no golpe, creo que el 11 de abril no hubo golpe, el golpe fue el 12. El 11 se produjo una renuncia de Chávez, posiblemente inducida por una amenaza militar, Chávez trató de resistir, me consta que llamó a una serie de oficiales para que trajeran tropas a Caracas y ellos se negaron. Al no tener el apoyo militar porque es combatir a quienes se habían declarado en desobediencia, no le quedó más camino que pedir irse para Cuba y cometieron la estupidez de no dejarlo ir.
Toda la Venezuela no chavista apoyó la salida de Chávez en ese momento, inclusive los copeyanos. El 12 cuando hubo los decretos de Carmona, la disolución de los poderes públicos, la farsa antidemocrática a nivel de la Asamblea Nacional, la Fracción de Copei estuvo en contra de eso. José Curiel salió de sopón a firmar en nombre de los partidos políticos, fue una “rolitronco” de estupidez, lo agarraron por soquete, igual que al cardenal Velasco y toda la gente que había allí, salió y firmó. Pepe Rodríguez aceptó un ministerio, cosa que no significaba para nada ningún compromiso de Copei, ni ningún ente copeyano lo autorizó. En ese momento como tal, Copei estaba bastante disminuido. No hubo pronunciamiento oficial de Copei en contra o a favor de Carmona o del carmonazo. Por la salida de Chávez estaba el 100 % de Copei.
D.C.: ¿Cuáles son las perspectivas de Copei?
G.T.: Eso es más triste. Copei nunca logró ser una afirmación. Copei fue toda la vida la expresión de una Venezuela no adeca que asumía formas doctrinarias, políticas, oportunistas, lo que sea, pero el que no era adeco, terminaba siendo copeyano. Eso tenía connotaciones sociológicas, había una Venezuela no adeca que giraba en torno a Copei. Cuando la referencia adeca desaparece, la reacción no adeca también tiende a desaparecer. El mundo bipolar AD-Copei termina no solo por la falla de Copei, sino por la ausencia de AD. Ya los polos son otros, eso coloca a Copei en una situación muy incómoda.
Desde el punto de vista ideológico, la idea de un centro moderado, humanista, cristiano, creo que es el planteamiento que más atrae a la población venezolana. Henrique Salas Römer es de orientación socialcristiana; Julio Borges es lo más parecido a un copeyano que te puedas encontrar. Sumados son la mayoría del país. Ahora, es prácticamente imposible que esa gente se una entre sí. Primero Justicia quiere ser una opción propia para lo cual la desvinculación con el pasado es un requisito, ellos no pueden aparecer vinculados a un partido de la cuarta república, es decir, es un peso muerto que no les da nada. Ellos pueden recibir el voto copeyano gratis sin exponerse a pagar los costos. La vanidad de Salas Römer hace absolutamente imposible que él acepte una reunificación de eso que llaman la reunificación de la familia socialcristiana a menos que lo declaren emperador. Enrique Mendoza juega con su guabineo, es decir, es copeyano cuando le conviene y no cuando no le conviene. Pero Copei institución, eso que preside Eduardo Fernández y que tiene como secretario general a Pérez Vivas, no entra. Difícilmente puede ser el eje de una gran fuerza.
No veo perspectiva buena para Copei, la veo muy mala. Creo que Eduardo tampoco ayuda. La presidencia no me importaría que fuera Eduardo si se limitara a ser una figura paternal y un poco retirada, pero él pretende un protagonismo que no le hace bien ni a él ni a Copei. Le hace demasiada sombra a Pérez Vivas y al equipo de muchachos que están en la Dirección Nacional, que tiene gente muy buena. Pienso que podrían concretar una fracción parlamentaria de ocho o diez diputados para la próxima asamblea o bien ser una opción de largo plazo. Si eso se vincula a una eventual candidatura presidencial de Eduardo como una mampara suya para cualquier tipo de aspiración, eso no trae ni gente ni posibilidad. Le ha faltado hacer valer la carta que tiene, en este momento él es un político con una gran experiencia que debía estar dando ideas de cómo combatir y salir de Chávez.
Entrevista a Pedro Pablo Aguilar
Caracas, 5 de febrero de 2007
Dinorah Carnevali: ¿Qué pasó con Copei?Pedro Pablo Aguilar: “Dejó de ser un partido ideológico, al conocer el poder desde la presidencia de Betancourt. El factor poder tuvo mucha importancia. Cuando vimos que podíamos lanzarnos a conseguir el poder, se acabó el debate ideológico. El poder coloca a los políticos en el plano de la realidad donde hay que combinar lo que constituye un sueño, un proyecto, y la realidad, lo que se puede hacer.
D.C.: Además de dejar de ser Copei un partido ideológico, ¿qué otros factores influyeron en su hundimiento?
P.P.A.: Copei era el partido de Caldera. Nosotros para salir de Caldera, teníamos que hacerlo presidente, “una vez presidente, el partido tendrá autonomía” —pensamos— “y dejará de ser personalista, el partido de Rafael Caldera”.
La navidad, después de la derrota de Lorenzo Fernández, Caldera convocó a algunos de los dirigentes copeyanos a Tinajero. En algún momento de la conversación, hacia el final, dice uno de los presentes: “Y ahora a prepararnos para la travesía del desierto”. “Y va a ser larga”, dijo Caldera, “diez años”. Entonces yo le pregunté: “¿Diez años por qué?” Caldera se me queda mirando extrañado con la pregunta. “Dentro de cinco años hay elecciones, doctor, y dentro de cinco años podemos ganar”. Hubo un silencio sepulcral. Allí empezaron mis dudas sobre si el partido era el proyecto de Rafael Caldera o era la empresa de un gran partido político. Esas dudas se me despejaron completamente cuando, en efecto, diez años después, Caldera quería ser nuevamente candidato. Así y todo yo seguí con la idea de que Copei era un gran partido político y había que luchar por él.
Esta conciencia de realismo político fue desdibujando la cuestión ideológica y es la primera respuesta que encuentro a tu pregunta: Copei desvirtuó el contenido ideológico. Nosotros creíamos que teníamos la posibilidad de mantener, acrecer un gran partido nacional, pero el partido estaba enfermo, muy enfermo ya, se había hecho muy pragmático. En esta agonía entre ideología y poder, terminó por asumir el pragmatismo, el cual no es condenable en política, pero tiene sus límites. Creo que se empezaron a perder los límites y fue muy terrible para el partido esa situación que se presentó con el empeño de Caldera en ser candidato el año 88 frente al candidato natural del partido que era Eduardo, eso acabó con Copei, ese día fue el R.I.P de Copei.
Otra enfermedad que traía Copei desde su fundación fue el mensaje populista. Un mensaje que respondía al modelo de populismo democristiano de Latinoamérica. Eduardo Frei padre, con todos sus méritos, también era populista, quizás más que Caldera y los líderes demócrata cristianos de América Latina eran populistas. Nosotros como partido político éramos populistas. El populismo tiene una terrible sanción y es que cuando llegas al poder no puedes cumplir todas las promesas que has creado ni cumplir las promesas, eso te lo cobran.
Y la corrupción…sí, hubo casos notorios de corrupción. Un ejemplo: Adelita Calvani fue Presidente del Concejo Municipal en el primer gobierno de Caldera, promovió mucho las asociaciones de vecinos. Cuando Luis Herrera Campíns también se le quiso dar impulso a eso, pero con la terrible y dramática experiencia de que los directivos de las asociaciones de vecinos terminaron por cogerse los reales. A la cosa ideológica, el pragmatismo y el populismo se le añade un cuarto elemento: la corrupción. El partido se fue enfermando.
D.C.: ¿Estaba enterada la clase política de la posibilidad de una intentona golpista?
P.P.A.: Eso mismo que dijo el general Peñaloza en la entrevista que le hizo anoche [4 de febrero de 2007] Edgardo de Castro, nos lo dijo a nosotros, al Consejo Consultivo, un grupo que constituyó Carlos Andrés Pérez donde designó a Ramón J. Velásquez, Maza Zavala, Ruth de Krivoy para que lo asesoráramos, aconsejáramos. Abrimos un proceso de audiencia con todos los sectores entre ellos, por supuesto, el militar. El general Peñaloza fue convocado por Ramón y nos echó el mismo cuento. La conspiración estaba descubierta desde el año 1982 y estaba perfectamente identificado Chávez como jefe, también se encontraba Arias Cárdenas, sin embargo, estaba tan enfermo el sistema, que no se hizo nada. Nosotros, como Consejo Consultivo elaboramos un documento con una serie de recomendaciones tanto al Presidente como al Congreso, pero ni el Congreso ni el Presidente nos hicieron caso.
Yo le dije a Carlos Andrés Pérez, a raíz del 4 de febrero, como le dijo mucha gente, que venía otro golpe. “No”, me respondió, “lo tengo todo controlado”. Lo dije en el Congreso: “Señores, se oye ruido de sables”, era una cosa que se palpaba, que se sentía, venía un golpe. Y CAP estaba tan inconsciente de la situación que uno de los jefes del golpe fue un contraalmirante cuya hermana era secretaria y trabajaba en Miraflores. Esto me lo confirmaba Beatriz Gerbasi, quien trabajaba en un organismo de Defensa que funcionaba en Miraflores y ella me decía que el director era el General Rodríguez Ochoa y su asistente era Hugo Chávez. Beatriz me contaba que ella habló con todo el mundo, con su primo Humberto Celli, Secretario General de Acción Democrática, que esta gente estaba conspirando. Pero el sistema estaba tan descompuesto, se había deteriorado tan severamente que bastó con un empujón… ahora, el clima lo creó la feroz campaña de la anti política, era algo de moda, la anti política, era espantosa.
Los medios de comunicación, Marcel Granier era terrible desde El Diario de Caracas, era tremendo contra los partidos. Y todo lo que se escribió en la década de los ochenta y principios de los 90 contra los partidos políticos y contra los políticos. Lo más demoledor fue una telenovela llamada “Por estas calles”, al punto que Ibsen Martínez se negó a seguir escribiendo el libreto por el daño que estaba produciendo, él estaba también en esa línea, aunque se dio cuenta de que lo que estaba metiendo era veneno.
D.C.: ¿Cómo calificaría la actitud de Rafael Caldera hacia Copei, hacia sus “delfines” y las repercusiones que tuvo?
P.P.A.: Cuando Caldera insiste y logra ser presidente por segunda vez en 1993, los votos de Copei se dividieron. Los votos que Copei había logrado en la elección de gobernadores y alcaldes que había sido unos meses antes, se dividieron exactamente por la mitad, se fueron cincuenta por ciento con Caldera y cincuenta por ciento con Oswaldo.
Desde luego que había una tensión seria en la dirigencia del partido, Luis Herrera como ex presidente, también Eduardo, Oswaldo, ambos con un motivo legítimo para estar disgustados. Si Caldera hubiera apoyado a Eduardo, posiblemente habría ganado la elección presidencial. Si Caldera hubiera apoyado a Oswaldo habría ganado, lo único que le faltaba era eso, el apoyo de Caldera. Copei habría ganado Congreso, gobernaciones, alcaldías, de todo. Se habría podido estabilizar nuevamente el sistema. Si Caldera apoya a Oswaldo Álvarez, y no se lanza él, sería otro hoy el destino de Venezuela. Ese conflicto era duro, era de orden personal de Caldera con Luis Herrera, con Eduardo, con Oswaldo, con mucha gente.
Es incomprensible que Caldera no apoyara a Eduardo, Eduardo era su hijo político; que no apoyara a Oswaldo, eran su hechura, pasaron toda su vida no solamente rindiendo homenaje sino echándole incienso. Las acusaciones que hizo contra Oswaldo fueron terribles, lo que le faltó es decir que Oswaldo era un narcotraficante o financiado por ellos. Caldera era tremendo.
D.C.: ¿Se pensó en algún momento que Caldera apoyaría a Oswaldo Álvarez Paz?
P.P.A.: Cuando escogimos a Oswaldo como candidato presidencial, eso se hizo en una elección de base, fue un domingo. Caldera estuvo de viaje por China y estaba de regreso en Nueva York. Yo lo llamé el lunes en la noche o el martes en la mañana, y le dije: “Lo estoy llamando porque me siento obligado a darle una información veraz sobre lo que ocurrió en las primarias. Votó quizás un millón de personas, y el triunfo fue muy limpio, Eduardo lo reconoció en la misma noche del domingo”. Fue evidente que el pueblo copeyano quería como candidato a Oswaldo. Le insistí: “Usted debería sopesarlo pues entiendo que regresa esta semana a Caracas y toda la prensa lo está esperando”.
D.C.: ¿Ustedes no sabían que Rafael Caldera se pensaba lanzar?
P.P.A: Caldera como siempre que había elección presidencial se lanzaba, pero yo me dije: si Caldera recibe esta información… El remate es el siguiente: Caldera me dice: “¿Ese es el recado que me manda Oswaldo?”, y le contesté: “Mire, Dr. Caldera, yo no soy mensajero de nadie, ni de Oswaldo, ni siquiera suyo”. Me ofendió porque yo le estaba informando de buena fe que Oswaldo había ganado en una elección limpia y muy emotiva.Llegó el viernes siguiente y allí lo estaba esperando el MAS para ofrecerle la candidatura y allí empezó el chiripero.
D.C.: ¿Cómo fue la relación de Copei con Rafael Caldera durante su segunda administración? ¿Si Caldera los hubiera llamado al gobierno, habrían ido?
P.P.A.: Caldera hizo un gesto, fue a la recepción del aniversario del partido, fue un gesto. Luego, cuando yo era Presidente del Congreso, en el último año de Caldera, me dijo: “Pero ustedes ¿por qué no me apoyaron?, si me hubieran apoyado Copei habría gobernado”. Yo no creo que el partido como tal habría ido, difícilmente, porque en ese momento estaba muy en debate las políticas económicas que se debían aplicar. Era indispensable privatizar algunas empresas públicas, no podíamos seguir cargando con las empresas de Guayana u otras empresas que eran una de las causas de la ruina del país. Caldera no lo aceptaba, lo vino a hacer cuando entró Teodoro al gobierno, en Planificación. Incluso el día que él anunció que habría una nueva política económica, la Agenda Venezuela, él no dijo exactamente esto, pero dijo algo así como “malditas las ganas que yo tengo de hacer esto”. Obedecía a la mentalidad que se había desarrollado de joven en lo que era en ese momento el fondo de las tesis económicas de la democracia cristiana que eran muy intervencionistas. Él, naturalmente, se había impresionado bastante con los alemanes y lo habían influenciado mucho, pero él era muy duro, las críticas que le hizo al régimen de Carlos Andrés Pérez, el discurso del 4 de febrero y todo su discurso de la campaña electoral del 93 fue contra el neoliberalismo, que está entregando el país; por el rescate del petróleo y el de las riquezas venezolanas.
Su discurso impedía que él aplicara medidas que se tenían que aplicar. Las empresas de Guayana, te repito, fue uno de los factores determinantes en la ruina del país. Y nos preguntábamos: “¿por qué no lo hicimos, por qué no privatizamos a tiempo, las empresas de Guayana, la Cantv, la Electricidad?” Las cifras que pueden presentar los economistas sobre lo que se tragaron esas empresas, fue descomunal. Incluso ya en la década de los ochenta, Copei contaba con especialistas que se habían formado en las mejores universidades del mundo. Realmente no hubo la voluntad de enfrentar problemas de le economía tan evidente como la caída del producto interno bruto, nos estábamos empobreciendo, el país era cada día más pobre. Sí, hablábamos, pero realmente no se hizo nada, ese fue el fracaso de las élites políticas democráticas.”
D.C.: ¿Así y todo, habría ido Copei al gobierno con Rafael Caldera?
P.P.A.: Autoridades del partido en ese momento, como Hilarión o Donald, quizás habrían ido al gobierno. Hilarión por calderista y Donald por pragmático, ellos habrían aceptado, pero el partido no habría ido de buena gana. Incluso que el partido no le habría significado el apoyo que necesitaba, necesitaba apoyo en el Congreso y buena parte de los parlamentarios estábamos a la libre, no obedecíamos órdenes de nadie.
D.C.: ¿Su opinión sobre el candidato Henrique Salas Römer?
P.P.A.: En noviembre de 1998, ya muy próximo a las elecciones, Henrique estaba muy entusiasmado con la campaña. Le preguntamos: “¿Dónde vas a clausurarla?”, y dijo: “En Caracas, pero voy a empatar las dos cosas, voy a venir con una caballería desde Valencia hasta Caracas”. “¿Pero, Henrique, tú has pensado lo que eso puede significar a Caracas, que te presentes una semana antes de las elecciones al frente de mil o dos mil jinetes?”
Yo creo que ese día Caracas decidió votar en contra. La afrenta que significaba para el caraqueño, como Boves, como Castro, en fin, todos pusimos nuestro granito de arena.
D.C.: ¿Estuvo usted de acuerdo con la candidatura de Irene Sáez?
P.P.A.: Luis Herrera era muy simpatizante de la candidatura de Irene Sáez, él la defendió bastante y en ese momento el secretario general del partido era Donald Ramírez. Eso fue un disparate inmenso, si se le llegase a presentar un problema como el de Lusinchi con las fragatas…
D.C.: Finalmente y resumiendo, cuáles fueron para usted las causas fundamentales del hundimiento de Copei?
P.P.A: El enfrentamiento de Eduardo y Caldera, y luego la candidatura de Irene acabaron con Copei. El pragmatismo que llegó a los extremos de apoyar la candidatura de Irene Sáez. Llegamos a tener una gran maquinaria política, pero cuando se perdió la motivación ideológica, incluso la motivación por la defensa de los valores democráticos, Copei era casi un cadáver, al igual que Acción Democrática. Eso es lo que explica que el año 1998, Chávez se lleve buena parte del electorado de Copei y de Acción Democrática.
Entrevista a Paciano Padrón
Caracas, 19 de septiembre de 2003
Dinorah Carnevali: ¿Considera que la corrupción fue una de las causas del hundimiento de Copei?
Paciano Padrón: Tengo la impresión de que más que causa fue consecuencia. Se produce porque ha habido previamente deterioro desde la llegada al poder, incluso con Caldera I. Recuerdo que en ese entonces, bien jóvenes nosotros, nuestra preocupación central era por qué no se combatía la corrupción.
El primer gobierno de Caldera le permite al partido, en primer lugar, crecer, hacerse realmente un partido nacional y entrar al oriente y a las zonas centrales del país donde no había logrado penetrar pero, junto con ello, viene todo el malestar del partido en el poder, del partido que toca la ineficiencia y la corrupción, logra palpar esas dos cosas que son tan nefastas. Con el triunfo de Luis Herrera Campíns las vivencias van a ser mucho más graves. Entonces el apetito de poder y de dinero va a golpear muchísimo más a la organización y, a mi juicio, de manera casi que mortal, al punto de que no podrá levantar cabeza, por eso nunca más se dio la alternabilidad [de Acción Democrática y Copei].
Hay deterioro fundamentalmente de los valores porque con el partido en el gobierno entra una inmensa cantidad de militantes que no lo hacen por razones ideológicas, son meramente pragmáticas, esta gente no viene formada en los valores, en los principios, en la doctrina socialcristiana como lo éramos nosotros los que veníamos de la Juventud Revolucionaria Copeyana (JRC). Eso desapareció definitivamente, desapareció de forma absoluta. De modo que todo eso va a abonar para que ocurra lo que nos va a ocurrir.
D.C.: En diciembre de 1994 se convocó la XX Convención Nacional Ordinaria de Copei para elegir nuevas autoridades. Usted se lanzó para la Secretaría General junto a Donald Ramírez, José Curiel y Agustín Berríos. Perdió y protestó los resultados. ¿Qué pasó?
P.P.: Yo gané esas elecciones, pero las gané de calle. Desgraciadamente no recuerdo las cifras, pero en todo caso, estuvo cercano al 60%.
Copei elegía sus autoridades en dos tiempos, en una elección de base donde participan todos los militantes, ellos eligen allí sus autoridades parroquiales y municipales, las más directas y eligen delegados a la Convención Regional y a la Convención Nacional. Quince días después de la elección de base, se celebran las Convenciones Regionales y un mes más tarde de esas elecciones de base, se celebra la Convención Nacional.
Esos delegados son electos en cada estado con una plancha [lista] que lleva a un número de candidatos, o sea, que es su número nacional. A mí me tocó el 9. Yo inscribí planchas con el número 9 en toda la geografía nacional. Esos delegados que sacaron el número 9 sacaron el 60 % (te estoy dando una cifra redonda, no recuerdo exactamente, en todo caso gira en torno a esa cifra).
Nunca la Comisión Electoral me dio los resultados. Felipe Montilla, quien presidía la Comisión Electoral y que descubro después que va a ser el candidato de Donald Ramírez para la presidencia del partido, me dijo: “¿y tú que quieres, que la Comisión Electoral te proclame electo Secretario General?” Le dije: “No, no podría, tú me vas a proclamar cuando la Convención vote por mí, ahora lo que quiero es que proclames quiénes son los delegados electos por la base”.
Nunca dio resultados. Recuerdo que el lunes dieron la primera rueda de prensa, reclamé resultados y los prometió para el miércoles, tampoco los dio. No podía dar resultados porque tenía que decir, no que Paciano había ganado la secretaría general, sino que la plancha 9 obtuvo el 60 % de los votos y, en consecuencia, tiene el 60 % de los delegados a la Convención Nacional. Van a voltear la tortilla y la voltean por dos días por la vía de truquear y quitar algunos votos aquí y allá para aumentar los votos de las otras planchas. La mayor parte de los delegados los tumban por la vía de las presiones. Yo no diría que dinero, es probable que le hayan dado dinero a algunos pocos, pero ese es el menor de los casos, la mayoría de los casos fue la presión que se ejerce por arriba.
D.C.: Cuál fue la posición de Eduardo Fernández, secretario general saliente luego de quince años en el cargo?
P.P.: Yo le pregunté: ¿por qué te empeñas en quitarme la secretaría general, deja que la Convención se produzca. Él estaba en un trabajo sistemático. Le dije: “si somos compadres, si somos amigos, si estamos montados en una línea de conducción, yo lo que he hecho es trabajar por ti, ¿por qué impides?”. Él me negaba que estuviera trabajando en contra, pero le fui dando casos concretos. No sólo fue él, en esta tarea estaba también Felipe [Montilla ] y Luis Herrera Campíns.
D.C.: ¿Quiénes lo apoyaban dentro del Comité Nacional?
P.P.: Muy pocos, mi triunfo fue un triunfo de base, fue una verdadera revolución dentro de la organización, porque yo estaba absolutamente solo en cuanto a los grupos de dirección. Eso es parte de esa manera de concebir el poder, de golpear, de fastidiar. Ese arrebatar un triunfo de la base donde efectivamente era un calor de la gente, un entusiasmo. No había dirigente significativo de la cúpula de la dirección que me respaldara.
D.C.: Luis Herrera Campíns no lo apoyó a usted para la secretaría general, sin embargo usted lo propuso a él para la presidencia del partido, ¿por qué lo hizo?
P.P.: Fue una “dulce venganza” el presentar el nombre de Luis Herrera Campíns. Para ese momento sabía que Donald ganaría la Secretaría General porque venían doblándole el brazo a la gente, se veía a la gente corriéndote [sacando el cuerpo],les daba pena porque se voltearon, se doblaron. Propuse el nombre de Luis Herrera para presidente del partido porque era una “doble” venganza. La primera contra Felipe Montilla, quien era efectivamente el candidato de Donald Ramírez a la presidencia y terminó siendo primer vicepresidente. Y la segunda, por el peso personal de Luis Herrera pues cuando estuvieran él y Donald, ¿a dónde irían a correr los periodistas? A Luis Herrera evidentemente. Donald tendría que calarse la figura de Luis Herrera quien iba a limitar sus posibilidades reales de liderazgo dentro de la organización.
D.C.: ¿Cómo fue la gestión de Donald Ramírez como Secretario General?
P.P.: Fue una gestión muy gris, muy pobre. También le tocó un partido frustrado. Cuando haces esa burla, cuando le quitas el triunfo a quienes efectivamente venían de abajo con las ideas de renovar la organización, generas una inmensa frustración, la gente no podía entender cómo se obtuvo ese resultado. Nunca se publicaron los resultados electorales, jamás, porque era decir: sacó [Paciano.Padrón] el 60 % de los delegados. Ese fue uno de los tantos golpes duros, no por la mala gestión de Donald, sino por el estado anímico causado al arrebatar un triunfo de abajo, un triunfo popular.
D.C.: Pasemos a otro punto. ¿Qué significó el “pase a la reserva” de Rafael Caldera’?
P.P.: Fue un golpe mortal. Hubo dos fallas. Por un lado, un mal trato de la situación por parte de Eduardo quien no supo entender al líder de la organización, no supo manejar la situación para que Caldera bajara la cabeza. No tuvo la humildad para manejar el asunto. Por otro lado, la soberbia inmensa del Dr. Caldera, el no saber recibir la derrota que ciertamente estaba recibiendo.
D.C.: ¿No esperaba Caldera la derrota?
P.P.: El siempre tuvo fe en el discurso que pronunciaría en el Poliedro, él pensaba que su discurso iba a cambiar el curso de los acontecimientos. Nunca se imaginó que no le iban a parar, a hacer caso. Efectivamente, el triunfo de Eduardo en el Poliedro fue claro, contundente, respondía al deseo de la gente, la gente quería otra cosa.
Hubo una falla fundamental de Caldera de no entender eso y una falta de Eduardo por no saber manejar con más humildad a Caldera. Él [Eduardo} sentiría: “bueno, aquí tengo los números, ¿por qué tengo que humillarme?, con los números lo voy a raspar y ya está”.
Caldera, a mi juicio, tuvo una venganza que le hizo un daño terrible [a Eduardo], fue, precisamente, haberse ido a la reserva. Y la oración que pronunció el día de las elecciones: “Es importante votar, vote por quien usted quiera, vote blanco”, aunque él después aclaró que había dicho “vote en blanco”… quedó como un lapsus mental.
Los dos fallaron, Caldera y Eduardo. A Eduardo no se le podía pedir que declinara su candidatura porque el pueblo copeyano estaba allí. No fue ficticio, no fue montado, no fue truqueado, el Congreso Socialcristiano se mostró con amplísima mayoría a favor de Eduardo.
Y el discurso de Caldera no me gustó, siento que estaba desencajado, no lo sentí convincente. Él llevaba una esperanza inmensa, pero no logró su objetivo de que al hablar allí doblegaría la voluntad. Allí nadie se movió, además que la gente iba preparada, nadie se cambió dentro del Poliedro.
D.C.: Sin embargo, algunos años después, el 4 de febrero de 1992, Caldera sí logró ser más convincente…
P.P.: Caldera interpretó a la gente del partido y a la gente de la calle. Por cierto, sin ninguna vanidad, mi discurso fue exactamente en los términos del Dr. Caldera, lo único que pronunciado antes que Caldera y en un auditorio distinto, fue a las 9 a.m. en el Comité Nacional ese día 4 de febrero…
Eduardo nos convocó para analizar la situación, él echó el cuento de cómo fueron los acontecimientos en la madrugada y de cómo se movilizó. La convocatoria era para fijar posición sobre los hechos acontecidos y sobre lo que íbamos a decidir en el Congreso Nacional ese día. No sabíamos que Caldera iba a hablar, además porque no era el vocero del partido.
Se suspendieron las garantías y el Congreso convocó a sesión para esa mañana. Dije que debíamos ir a aprobar la suspensión de las garantías pero que nuestro voto tenía que ser razonado y condicionado. Teníamos que decirle al Presidente de la República que tenía que cambiar, que había medidas que debía tomar de urgencia tales como: congelar el precio de la gasolina —para ese momento estaba afectando brutalmente al país—, congelar los precios de los productos de primera necesidad por un tiempo y, fundamentalmente, las medicinas. Y que prometiera una lucha frontal contra la corrupción la cual generaba no solamente injusticia sino pobreza. Mencioné una lista de cuatro o cinco cosas que la lógica daba porque era absolutamente indispensable dar un viraje.
Señalé cómo si rechazábamos el golpe, no podíamos dejar de ver cuáles eran las causas que habían llevado a Chávez y los muchachos que lo acompañaron a haber intentado ese golpe, no hacerlo sería reconocerse completamente ciego.
En el Comité Nacional, después de mí intervinieron once compañeros, fui el primero que hablé después de Eduardo Fernández. Todos respaldaron mi proposición de llevar al Congreso Nacional una posición crítica y respaldar con condiciones. El orador número 13 fue Pedro Pablo Aguilar quien comenzó su intervención diciendo: “Debemos ir al Congreso a respaldar incondicionalmente la suspensión de garantías”, y explicó, por si había alguna duda, “incondicional significa sin condición alguna. Debemos decir desde el Congreso Nacional: “Señor Presidente de la República, aquí venimos los copeyanos a respaldarle, a respaldar la democracia, no es hora de hacer reclamos, de generar confusiones porque el momento es muy difícil, lo que se juega es democracia o antidemocracia, dictadura o golpe. En consecuencia, vamos con la democracia y no hagamos críticas de ninguna naturaleza, ya habrá tiempo para las críticas.
Finalizadas las intervenciones, Eduardo Fernández tocó la campana y dijo: “La posición del partido es la que acaba de señalar Pedro Pablo. Se suspende la sesión, váyanse porque ya es la hora de llegar al Congreso. No fue votado, los compañeros no lograron expresar sus puntos de vista.
D.C.: Volviendo a la figura de Rafael Caldera, ¿qué le pareció su intervención en el Congreso Nacional el 4 de febrero de 1992?
P.P.: Ese 4 de febrero surge un Caldera gigante. Su discurso fue en defensa de la democracia, de comprensión del malestar que había y de cómo aquella revuelta, aquel alzamiento tuvo respaldo popular inmenso.
Recuerdo a un Caldera crítico, diciendo que había que entender lo que estaba ocurriendo y comprender el proceso que se vivía. Yo no esperaba que él dijera eso, fue un estupendo discurso, un ver las cosas Tal Cual estaban ocurriendo. El golpe no se podría ver sólo como una sublevación, una intentona golpista simple, había un sentimiento en la gente y, de hecho, más del 80 % de los venezolanos lamentaron que el golpe no hubiera tenido resultados. Cuando se habla del 80 % estamos hablando de la mayoría de los venezolanos: adecos y copeyanos incluidos en ese momento. Hubo un gran sentimiento, más que al golpe o a Chávez, al rompimiento, al ponerle punto final a las cosas muy nefastas que para entonces existían, nada que ver con lo de hoy. Ahora todos los males se han agravado y ni uno sólo se ha resuelto. Han surgido nuevos males: odios de clase, la confrontación a niveles inhumanos.
D.C.: Eduardo Fernández perdió la nominación presidencial en las elecciones primarias abiertas en abril de 1993 y la ganó Oswaldo Alvarez Paz. ¿Trabajó usted en la campaña?
P.P.: Esa elección fue un domingo y la primera reunión del equipo de campaña se hizo exactamente a las cuatro semanas, se reunió en Los Chorros, en ODCA [Organización Demócrata Cristiana de América]. Oswaldo nos presentó a Pedro Pablo Aguilar como su jefe de comando de campaña.
Intervine diciendo que estaba muy preocupado, la elección [interna] se había producido siete meses antes de las presidenciales, que nos quedaban seis meses solamente; que si la idea era perder un mes porque nos sobraba el tiempo, felicitémonos, hemos perdido un mes, no hemos dado un solo golpe. Le digo a Oswaldo: “Veo que el Dr. Caldera ha comenzado a subir en los sondeos de opinión y siento que comenzaste a bajar”. Me respondió: “¿Y quién coño te dijo que me gustaba encabezar las encuestas? Yo sé ganar de atrás pa lante, así gané la gobernación poco antes de las elecciones y así gané esta carrera cuando Eduardo estaba consolidado desde hacía no sé cuantos años. Me lancé y mira cómo gané. No me importa ir atrás, yo prefiero ir en el pelotón”. Le contesté: “Si esta es tu opinión y es la opinión del equipo, yo la acato, vamos al montón, sólo déjame decirte algo: si yo llevara 100 cuerpos de ventaja, trataría de sacar 200 porque el embalaje final no solo depende de mí, sino de los factores que van junto conmigo y de que no haya otro que venga disparado o con más fuerza y me pueda ganar. Si se me parte una pata, llego dando brinquitos”.
En ese comando de campaña arranqué con mal pie. Terminé retirándome cuando ya faltaba un mes para las elecciones. Les dije: “No vengo más porque no tiene sentido, lo que vengo es a mortificarlos, exponerlos a pelear conmigo y yo a pelear con ustedes. Me voy a mi campaña como diputado en El Hatillo, [municipio] Baruta, para ganar las elecciones allí. No obstante, si en algún momento me requieren, les ruego que me llamen y estaré sentado acá.
D.C.: ¿A Caldera le convino más la candidatura de Oswaldo Alvarez Paz que la de Eduardo Fernández?
P.P.: Caldera estimuló la candidatura de Oswaldo porque era la manera de frenar a Eduardo, para luego tirarse con todas las fuerzas contra Oswaldo Alvarez Paz.
D.C.: ¿Apoyó la dirigencia del partido a Oswaldo Alvarez Paz durante la campaña?
P.P.: Eduardo jugó un poco al retiro, jugó un rol menos protagónico, dispuesto a participar tanto como el candidato o el comando de campaña lo exigiese. Tuvo una participación muy limitada, de alguna manera comprensible.
En el Comité Nacional, plenamente eduardista, apenas cinco estábamos con Oswaldo. Nuestra participación en la campaña fue muy limitada, muy poco activa, muy de bajo perfil.