Pamplona - Ocaña

Museo Arquidiocesano de Arte Religioso, Pamplona.   Miguel Salazar.

Casa Museo Eduardo Ramírez Villamizar, Pamplona.   Miguel Salazar.

Casa de Antón García de Bonilla, sede de la Casa de la Cultura Marco A. Carvajalino y de la Academia de Historia, Ocaña.   Miguel Salazar.

Texto de: Enrique Santos Molano

Don Pedro de Ursúa y don Ortún Velasco fundaron el 1º de noviembre de 1549 una ciudad con el nombre de Nueva Pamplona del Valle del Espíritu Santo, a 2300 metros sobre el nivel del mar, con una agradable temperatura promedio de 15 ºC, y poblada hoy por 60 000 habitantes que, en épocas de estudios universitarios y escolares, se duplican. Pamplona es en esencia una ciudad estudiantil; pero en los días de su fundación fue el punto de partida de las expediciones que fundaron las poblaciones de Mérida, San Cristóbal y la Grita, en Venezuela, y las de Ocaña, Salazar de las Palmas, Chinácota, San Faustino, Bucaramanga y San José de Cúcuta. Como quien dice, Pamplona es también madre de ciudades.

Durante su primer siglo de vida, Pamplona fue el eje de una importantísima ruta comercial entre la vecina Capitanía General de Venezuela y el Nuevo Reino de Granada, del que aquella dependía. Rodeada por ricas tierras de inusual fertilidad, con apreciables yacimientos auríferos, Pamplona, gracias a su abundancia de recursos de todo género, se constituyó en un centro político y administrativo de la corona española, por lo que su urbanismo colonial es uno de los más representativos de ese período. Después de la revolución de los Comuneros, Pamplona fue un nido de conspiradores a favor de la independencia, que proclamó, antes que ninguna otra ciudad granadina, el 4 de julio de 1810, por obra de una de las mujeres más insignes e interesantes de nuestra historia, doña Águeda Gallardo de Villamizar.

Pamplona está bañada y su acueducto abastecido por las aguas del río Pamplonita, y entre los abundantes sitios de interés de la ciudad son de visita obligada el centro histórico; la catedral Metropolitana, construida en 1584 como iglesia del Convento de Santa Clara; el santuario del Humilladero; la Casa de las Cajas Reales; el palacio arzobispal; la casa de doña Águeda Gallardo de Villamizar; el Museo de Arte Religioso; el Museo de Arte Moderno y la iglesia de Nuestra Señora del Carmen. La celebración de la Semana Santa en Pamplona goza de un prestigio equivalente a las de Popayán y Tunja.

A 210 km de Cúcuta está Ocaña, cuya celebridad histórica procede de la Convención Nacional Constituyente que intentó efectuarse en el recinto de la iglesia de San Francisco, el 9 de abril de 1828, y que naufragó en un mar tempestuoso de intrigas políticas.

Con aproximadamente 130 000 habitantes, es la segunda ciudad de Norte de Santander, en población y en actividad económica. Situada a 1202 metros sobre el nivel del mar, y una temperatura promedio de 22 ºC, fue fundada en diciembre de 1570 por Francisco Fernández Contreras, con el nombre de Santa Ana de Hacarí, en el sitio llamado Llano de los Alcaldes, y reubicada en 1576 en su asentamiento actual, con el nombre de Ocaña. Se le dio el estatus de municipio en 1857, y su economía gira hoy alrededor de la agricultura, la ganadería, el comercio, la minería, y la pequeña y mediana industria.

Conserva su patrimonio arquitectónico colonial, con sitios de interés artístico y turístico como el Rincón Colonial de Santa Rita, el templo de San Francisco, el santuario de Nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma (monumentos nacionales), el templo de Santa Ana, el Museo Antón García de Bonilla, el santuario del Agua de la Virgen, el centro histórico, el Complejo Histórico de la Gran Convención, los cerros de Torcoroma y Cristo Rey, el río Limón y Piedra Gorda.

Ocaña celebra varias fiestas anuales. La principal de ellas es la de Semana Santa, con originales procesiones por las calles de la ciudad. También son muy concurridas la fiesta de la Virgen de Torcoroma, patrona de la ciudad, el carnaval de toros y el desfile de genitores.