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- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
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- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
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- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
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- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
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- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
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- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
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CHIRIBIQUETELa maloka cósmica de los hombres jaguar / Capítulo III - La memoria de las rocas y el chamanismo en el centro del mundo |
Capítulo III - La memoria de las rocas y el chamanismo en el centro del mundo
La ciencia está hecha de errores, pero de errores útiles de cometer, pues poco a poco, conducen a la verdad.
-Julio Verne
Antes del hombre, antes del cazador y el guerrero, antes de que humano alguno anduviera por los territorios amazónicos y trajera los metales, fue la roca emergida de la selva el material más imperecedero y fuerte. La importancia de la roca como material es manifiesta en las extensas selvas tropicales, ideal para plasmar en ella el pensamiento indígena a través de la pintura, porque permitió que el Sol expresase su fertilidad en las paredes de los cerros y la dejase grabada en las inmensas piedras que bordean los raudales sagrados. El tepuy, como roca emergente dentro de las planicies amazónicas, se constituye en un referente sagrado y casa de los espíritus en todo el norte de Suramérica1.
La roca como esencia del poder solar
Mucho antes que el oro, la roca fue el material elegido para fundir en ella el pensamiento y servir de ofrendatorio. En los mitos, la roca fue escogida por el Padre Sol para dar origen al mundo. Antes que aparecieran los orfebres chamanes del Neotrópico, aquellos que diseñaron multiplicidad de piezas para dignificar al Sol y representar mitos, fueron los chamanes pintores quienes se encargaron de “escribir la palabra”. La roca pintada se volvió lo sagrado. Desde la aparición de la cultura humana en otros continentes, la roca fue la fuente principal que refrendó el poder del cazador y el papel espiritual que fueron adquiriendo los intercambios que el hombre hacía con la naturaleza. En casi todas las culturas milenarias, la roca es la memoria, una “abuela venerable”. Hoy, la roca ancestral forma parte de rituales en los que es invocada con profundo respeto y, al igual que las cuevas, oquedades y remansos rocosos de los ríos, su presencia se considera como sitio sagrado. En estos lugares, hasta los más incrédulos sienten recogimiento. Su asociación con la matriz de la “Madre” –es decir, la fertilidad– es una constante en muchas de nuestras culturas indígenas actuales. Cuando los paleoindígenas llegaron a esta maraña de cerros y fuentes de aguas color tanino, tan contrastantes con el tapiz verde de una selva interminable que habían recorrido por siglos hasta llegar a las cabeceras del río Apaporis, debieron sorprenderse con la monumentalidad pétrea de este lugar. Los primeros habitantes reconocieron en este sitio un espacio sagrado por la nitidez de las rocas que emergen sobre la margen izquierda del serpenteante río, salpicado de obstáculos, remansos, cataratas y salados2, y donde la fauna se congregaba copiosamente de forma poco convencional.
Chiribiquete como hito especial del pensamiento y el conocimiento ancestral
Seguramente desde el comienzo de su peregrinaje exploratorio, llamó profundamente su atención la posición de la serranía sobre un eje norte-sur que habían empezado a conocer después de un largo recorrido por el río Amazonas y su afluente, el imponente río Caquetá (o Japurá). La serranía empieza a mostrar sus misteriosos secretos cuando se trata de penetrar desde la desembocadura del Apaporis, aguas arriba hasta su cabecera, formada por la confluencia de los ríos Ajaju y Macayá. El recorrido desde la desembocadura del gran Amazonas en canoas y piraguas hasta el cañón de Araracuara y, más adelante, las cataratas de Jirijirimo, debieron asombrar a estos colonos, quienes ante los intrincados relieves de la serranía tal vez evocadores de terruños pasados y sitios de origen, emulaban la poderosa visión del cosmos de sus propios antepasados. Cuando uno entra en esta parte de la Amazonia –por este río insondable que desconcierta a cualquier viajero por primera vez– y accede, como ellos, a Chiribiquete seguramente por la ruta fluvial del Apaporis, todo el entorno se convierte en una metáfora mágica de rocas, cielo, río y vida animal. El espacio se vuelve una apología a las metonimias, entre los abundantes animales de las riberas y la presencia casi asegurada de los jaguares que habitan en estas estribaciones fluviales. La ciencia considera que este es uno de los sitios con mayor densidad de felinos, de fauna cuadrúpeda, de peces enormes y variados, y de aves canoras de múltiples colores que surcan permanentemente el camino por donde anduvieron aquellos intrépidos caminantes.
Lo más intrigante de todo es tratar de entender la inspiración que esta topografía causó en los cazadores guerreros de hace milenios y lo que el medio ambiente significó para ellos. Seguramente, fueron convirtiendo este espacio geográfico en escenario de mitos de origen, que luego esculpieron en las rocas en forma de dibujos y códigos de pensamiento. Fue el inicio de una cultura chamánica primigenia que hizo de la serranía un lugar sagrado: era la casa del Sol y las constelaciones, vigilada por el jaguar omnipresente. Aquí nacieron los “dueños” y los seres espirituales. Aquí nació la geografía sagrada. En las paredes de Chiribiquete empezaron a narrarse los hechos culturales que representaban el mundo espiritual de sus artífices. Los mitos que estos primeros conquistadores trajeron desde tierras lejanas se juntaron con su visión de las nuevas tierras que fueron encontrando en su camino, y fue aquello lo que inmortalizaron en las piedras. Las investigaciones adelantadas en este sitio durante tantos años, pretenden descubrir el sentido simbólico que encierran las pinturas rupestres. Seguramente estamos ante la génesis de un lenguaje mítico, sagrado y, en cierto modo, secreto.
Venidos de tierras lejanas, ven en las rocas de Chiribiquete un medio para comunicarse con los seres espirituales que habitan en este paisaje húmedo. Desde el primer momento lo sienten como la gran casa de señores3 y deidades y buscan cómo mantener un lenguaje sagrado milenario en las entrañas de estos paredones, cañones insondables, cuevas y laberintos. Es entonces cuando se empieza a perfilar la comunicación espiritual a través de símbolos y códigos que hoy nos dan pistas clave para entender la estructura de sus composiciones, relatos y epopeyas. Los símbolos y los personajes alertan sobre la existencia de una realidad que va más allá del dato científico. Cuando uno estudia la geografía sagrada de varias de las culturas vivas en la zona próxima a Chiribiquete, encuentra mitos, epopeyas, historias y leyendas extraordinarias de lo que significan estos cerros sagrados. En términos generales, lo que se deduce del análisis es que existe un sentimiento especial frente a la roca misma. En el pensamiento chamánico profundo de muchos pueblos amazónicos, el Sol es un elemento principal. En el pensamiento chamánico, el Sol es sitio de origen. Para los grupos arawak, los cerros de Chiribiquete, como otros cerros amazónicos, forman parte del Camino de Kúwai (Hill, 1988; Vidal y Zucchi, 2000; Vidal, 2000, y Cardale, 2000). Este camino ancestral recorre sitios sagrados de gran poder que son hitos geográficos de referencia que se asocian a momentos claves y lugares de origen de los primeros ancestros. Los uitoto, por ejemplo, mantienen a través de sociedades secretas masculinas, referencias a las serranías del Apaporis y Guaviare (Chiribiquete y Tunahí) como sitios sagrados especiales, liderados por chamanes-guerreros poderosos (Cardale, 2000:70). Para los upichia-matapí-yukuna (familias lingüísticas tukano oriental-arawak), que habitan en la parte sur del departamento de Amazonas en el alto río Mirití-Paraná-Apaporis, el territorio ancestral está conformado por sitios sagrados que definen reglas sociales, culturales y ecológicas de contenido ritual importante. Para estos grupos, su mito de origen afirma que el cosmos, circundado por un río cósmico en el que navegan el Sol y la Luna en canoas, consiste de diferentes planos superpuestos que están unidos por corrientes de aire, de agua, de humo y de luz. Los planos se identifican con el pensamiento, la energía masculina y el frío; la tierra, regida por Ñamatu, la Madre-Tierra-Luna, con la energía femenina. La energía masculina con el calor del Padre Sol. El territorio ancestral es territorio de pensamiento, y toda la cuenca alta donde está Chiribiquete, es territorio de pensamiento chamánico (Van der Hammen, 1996).
Para los desano, y parcialmente para los barasana, karapana y tukano occidentales, los cerros de Chiribiquete y el río Apaporis son la casa de los animales y el sitio donde los resguarda el Tigre y el “Dueño”. Según estas tribus, el payé (chamán) tiene la capacidad de transformarse en jaguar y visitar la Casa de los Cerros donde viven los animales, para negociar la cacería con el Dueño de los Animales. Incluso aprovecha la oportunidad para copular con las hembras y reproducir animales de monte. La palabra desana ye´e significa jaguar, y está asociada con los conceptos de ye´eri = cohabitar y yeéru = pene. El jaguar es, entonces, un ser fálico y entre sus instrumentos fundamentales dispone de la lanza sonajera –su verdadero bastón de mando y voz– que tiene la misma connotación. Según Reichel-Dolmatoff (1968), los desano y otros grupos tukano encuentran en la selva formaciones rocosas que sobresalen, generalmente, aplanadas en su parte alta, y son propensas a contener gran cantidad de cavernas y grietas. Para ellos, dichos lugares son las moradas de Waí- maxsë (ëxtëngë wi¨i=“cerro-casa” o Waí-maxsë wi¨ï=casa de Waï-maxsë), que es la morada de los animales y desde donde el Dueño domina la selva pero también, por la cantidad de ríos y raudales –que son los sitios donde los torrentes de agua pasan por entre gigantescas rocas o forman profundos remolinos–, se constituyen en sitios de fecundidad y fertilidad y, por ende, viviendas de Waí-maxsë como protector de los peces (Reichel-Dolmatoff, 1968: 104).
Para los indígenas tukano y otros grupos de la región, cerros-raudales son lugares semejantes al útero de los animales-espíritus. Los imaginan de forma humana, viven y se reproducen, y el Dueño de los Animales los deja periódicamente en libertad para que sean presa de cazadores. Su liberación requiere de prácticas chamánicas especiales, mediante las cuales se negocian transacciones con este Dueño, en las cuales se usan plantas sagradas, se practican dietas especiales de carácter ritual (alimentos rojos y amarillos), se determinan épocas especiales a lo largo del calendario cósmico y se hacen ensalmos. Estas prácticas –en las que participan sus aprendices– incluyen trabajos espirituales especiales también para el dueño de los peces o de las plantas (Op. Cit., 56). Consumiendo rapés y tabaco, el chamán conoce el universo, vuela en pensamiento por el macrocosmos convertido en jaguar, domina el trueno y se apropia del cuarzo donde cae el rayo. De acuerdo con los relatos indígenas, el payé tiene generalmente en su poder un cristal del cuarzo que simboliza el «pene sol», un símbolo que se asocia especialmente con el Cerro de Chiribiquete. En su vuelo bajo el efecto de alucinógenos, el payé penetra en la Vía Láctea y se comunica con Vixo Mahse, el Dueño de los Animales, el poderoso hijo solar, o jaguar. (Reichel-Dolmatoff, 1969, 1978, 1981 a y b; Pineda, 1996, 2002, 2003 y 2005).
Para los siona y otros grupos, por ejemplo, la selva, los ríos y los cerros amazónicos de Colombia están relacionados con los mitos donde surge la gran maloka de los jaguares o la Casa de los Tigres. Para el aprendizaje chamánico se usan mitos y narraciones de la cosmología chamánica para preparar a los aprendices “desde lejos”, a través del uso de yajé y yopo como alucinógeno. Poco a poco, el aprendiz va conociendo estas casas sagradas y los reinos que hay del otro lado de la realidad, y aprende a hablar y a negociar con sus habitantes de la mano de su maestro chamán. Los aprendices de chamán al centro y sur de la Amazonia colombiana, visitan la Casa de los Jaguares, localizada en un reino oculto de un universo de múltiples niveles. Narrativa y cantos recrean, a través del conocimiento de chamanes mayores, los viajes al lado oculto de la selva (Langdon, 2013).
Uldarico Matapí, uno de los principales sabedores de la cultura yucuna, fue parte del esfuerzo editorial que se emprendió con el Instituto SINCHI de la Amazonia colombiana y preparó recientemente una disertación con el apoyo de Tropenbos Colombia, sobre la Serranía de Chiribiquete en la que documenta este lugar como de altísima importancia chamánica, entre otras cosas, porque es allí donde confluyen el pensamiento ancestral de muchos grupos indígenas amazónicos. Según este sabedor, la Serranía de Chiribiquete, es uno de los lugares más antiguos en la historia upichia y es un lugar de protección espiritual, que ellos reconocen como “Mejeimi meje” (Ecos del silencio). De acuerdo con su cultura, “…esta concepción solo la conocen los chamanes de linaje mayor, porque son los que la manejan directamente y los que analizan las condiciones de las espiritualidades, meditan y piensan. Las figuras no son pinturas como muchos creen: son espíritus que se manifiestan de esa manera y con su presencia allí hacen cumplir las funciones ecológicas. Por medio de la escritura de los creadores, estos lugares permanecen con el espíritu vivo de la naturaleza y se consideran todo el tiempo como patrimonio vivo de nuestra cultura. Las pictografías son escrituras antiguas que han mantenido la existencia del secreto del mundo, de allí surgieron relatos ancestrales en la cultura upichia, y son reconocidas y valoradas como patrimonio vivo del conocimiento”. (Matapí-Yucuna, 2017: 62-63)
Para los yukuna, en cabeza de una de sus autoridades, muchas de las representaciones pictóricas de Chiribiquete son la prueba de “…la presencia del mandato de los creadores o mandamientos ancestrales, coordinada por los espíritus o guardianes de los lugares que son los que hacen cumplir el esquema de funcionamiento de la existencia… Algunas pictografías, de acuerdo con el lugar donde están, mantienen el ciclo de vida de los animales más antiguos, de los del medio y de los actuales, que es lo que organiza sus planes de vida naturales. La pictografía antigua es origen del pensamiento de los creadores (caripulaquena), de la forma de pensar y meditar para descubrir algo y, sobre eso, dar origen a las cosas materiales de la tierra; la pictografía antigua también forma parte del plan de ordenamiento de la creación del mundo, muestra el camino de la existencia y las diferentes formas en que se iba a dar presencia a cada especie de animal. Desde la visión chamánica upichia, las figuras de múltiples jaguares no son los jaguares salvajes, que es como muchas personas las entienden actualmente. La palabra jaguar, yahuichinaicana, era para los creadores caripulaquena el poder de la espiritualidad y, más adelante, el espíritu del conocimiento que permite accionar sus efectos en el momento de la sesión chamánica.”, (Matapí-Yucuna, 2017: 65).
Lejos del Apaporis y el Vaupés, más al norte, en territorio de los indios piaroa (uwottüja), ye’kwana, pemón, macushi, kurripako, yabarana, yanomamö, chaima y Kari’ña, en Venezuela, Brasil y las Guyanas, los tepuyes son sitios sagrados y forman parte de su geografía sagrada (Boadas 1983; Brewer, 1988). Según ellos, allí es donde viven deidades y seres míticos. Muchos tepuyes de formas erguidas y cilíndricas están asociados con el poder fálico y sirven, en algunos casos, para ceremonias de iniciación, aunque son sitios que no deben ser visitados. Algo similar existe con muchas otras formaciones que están relacionadas con el sitio donde tuvo su origen la humanidad o como morada de dioses (por ejemplo, Pacaraima, Kukenan-tepui, Tepumereme, Guanari, Canaima, Roraima, Cerro La Neblina). Para los tulipáng, en sus leyendas, bailes y canciones, las montañas desempeñan un gran papel y el monte Roraima significa “Casa de los Espíritus” según los pemones, (Koch-Grünberg, Theodor, 1979: 163, Boodas, 1983; Weiddmann, 1986; ORPIA, 2018). La gran mayoría de los sitios son cerros que están relacionados con la casa del diablo, el tigre o el Sol. En estos cerros vive Ira (jaguar-tigre), Motokariwe (espíritu del Sol) y está la casa de Raharariwe (serpiente cósmica), (ORPIA, 2018).
En el contexto tepuyano del norte de Suramérica son muy pocos los sitios donde se han encontrado representaciones pictóricas, además de Chiribiquete. Hasta el momento conocemos algunos reportes y trabajos realizados en la región del Roraima brasileño-venezolano4 y en una roca aislada en las faldas del tepuy Chimantá5 (sitio “la Casa de las Pinturas”, comunicación personal, Charles Brewer-Carias), que, por cierto, como se verá más adelante, forman parte de la misma Tradición Cultural de Chiribiquete.
La geografía sagrada y el chamanismo
Por el momento, retomando el concepto chamánico que, seguramente, es el eje fundamental de toda esta discusión, la geografía chamánica es un concepto amplio que según Reichel-Dolmatoff (1981) y Cayón (2013), delimita un espacio que, en términos chamánicos, constituye la única base para el manejo intelectual de la división geográfica, sus detalles topográficos y su realidad ecológica. Geografía chamánica es, entonces, un sistema de adaptaciones en el que se utilizan conceptos y metáforas que hacen referencia a las fronteras entre diferentes grupos sociales y a algunos aspectos de la ecología local, por ejemplo, el comportamiento de los peces o los mecanismos de dispersión de polen de ciertas palmeras con respecto a los sitios sagrados. Estos últimos se vinculan en el espacio y encuentran su lugar en el cosmos, a la vez que el espacio los relaciona con seres humanos y no humanos que pueblan el universo. En este sentido, los lugares sagrados y las personas deben entenderse como componentes del cosmos, así como los lugares donde están depositados los conocimientos locales y regionales, bien sean históricos o metafísicos. Los lugares sagrados no son tan solo santuarios de protección ecológica. Los tukanos, por ejemplo, entienden su mundo y la construcción de su espacio en tiempos míticos como un agregado de elementos que definen también las normas de uso de los recursos de la selva. Estos espacios imponen a las personas restricciones de uso y los chamanes son los únicos que pueden ver los sitios sagrados físicamente, o mentalmente. De igual modo, a estos sitios los ven como malokas cósmicas y son los chamanes quienes pueden viajar hasta allá en pensamiento y “entrar” en ellos para comunicarse con los seres dueños que los dominan. Entrar sin el conocimiento necesario, o no comportarse adecuadamente, conlleva enfermedades y, con el tiempo, a la pérdida de la habilidad de “ver” o traer la muerte (Cayón, 2013: 250).
Chiribiquete como geoglifo y Axis Mundi
Tres aspectos fundamentales concentran la importancia de Chiribiquete para la arqueología continental: su ubicación geográfica, su antigüedad y su patrimonio pictórico. La Serranía de Chiribiquete es uno de los accidentes geomorfológicos más antiguos del continente y la formación precámbrica más occidental del Escudo de las Guayanas. Por lo tanto, es una pieza antiquísima y clave de la formación geológica del Escudo de Roraima, con edades que superan mil novecientos millones de años en sus sustratos más antiguos. Por eso, es también una curiosidad geológica, porque está rodeada al sur por el Escudo Amazónico, y por el occidente por la cordillera de los Andes. Millones de años de exposición continua a diferentes agentes erosivos desgastaron profundamente las rocas hasta alcanzar su aspecto actual, donde gigantescos promontorios aislados, que forman micro serranías y cerros separados por grandes llanuras surcadas de ríos caudalosos, constituyen la característica más visible de la región.
El tipo de formación geológica que caracteriza a Chiribiquete se conoce comúnmente con el nombre de tepuy en los países septentrionales de Suramérica. Tepuy es una palabra usada por varias etnias de familia lingüística caribe (especialmente, pemóm), aunque los yanomamö también la emplean para referirse a los cerros o montañas “morada de los dioses”.
La serranía se ubica geográficamente a lo largo de unos 250 kilómetros de extensión, desde 1° 36’46.02” N / 72° 58’40.00” O, hasta 0° 46’15.81” N / 72° 26’40.40” O, con un ancho máximo de 50 kilómetros, siendo 40 kilómetros el promedio más generalizado en su parte media. Sus elevaciones mayores, de aproximadamente 800 metros, se localizan en la parte norte, especialmente en los alrededores del río Ajaju, que atraviesa la formación en este sector septentrional hasta unirse con el río Tunía. Allí, el curso fluvial toma el nombre de río Apaporis hasta desembocar en el río Caquetá. Desde el punto de vista político administrativo, la Serranía de Chiribiquete pertenece a los departamentos de Caquetá y Guaviare, en jurisdicción de los municipios de San Vicente del Caguán y Puerto Solano (Caquetá) y San José del Guaviare (Guaviare).
Dos factores llaman poderosamente la atención para efectos de considerar su afortunada localización: uno es su orientación, pues el eje que describe la formación geológica es en sentido norte-sur, casi perfecto con respecto a la inclinación de la Tierra; el otro es que el ecuador corta la serranía aproximadamente por la mitad, quedando una parte en el hemisferio norte y otra en el hemisferio sur. Este aspecto es crucial para nuestra interpretación cultural del área y convierte a Chiribiquete en un hito iconográfico y en geoglifo, como lo demuestra la evidencia pictórica. Muy cerca de la intersección entre la línea equinoccial y el eje longitudinal de la serranía, hay 4 grandes simas o cavidades naturales de casi 150 metros de diámetro por unos 100 o 150 metros de profundidad. Si nos atenemos a muchos de los mitos de origen de las etnias amazónicas de Colombia, por ejemplo de los desanos y el resto de grupos tukano, vecinos de Chiribiquete y el río Apaporis, es probable que estos agujeros hayan sido interpretados como la marca que el Sol dejó del sitio y momento de origen, tal como hemos comentado. Los cuatro son referentes fundamentales de la sacralidad del universo y se constituyen en cuatro marcas de poder seminal de carácter solar que definen mundos duales. Estos mundos pares están divididos por la línea ecuatorial y son ampliamente representados en los dibujos de Chiribiquete y otros sitios relacionados con la Tradición Cultural Chiribiquete en Colombia y otros países suramericanos por culturas diferentes y distantes (Castaño-Uribe, 2015b). Parecería que una figura parecida a una cruz con “garras” en cada uno de sus extremos equidistantes, que salen de un círculo central o cuatro círculos dispuestos equidistantemente dentro de un círculo y una cruz interior en una figura circular, reiteran el tema de la cuatripartición, concepto clave en la iconografía de Chiribiquete.
Muchos mitos de los grupos amazónicos colombianos hacen referencia al momento de origen en un lugar donde el “Padre” logro, desde la “Canoa Cósmica” –que es la Vía Láctea–, escoger el sitio de “origen” porque observó que este era el único punto donde su bastón, clavado en la roca, no proyectaba sombra. Allí en esta sima6 inicial, abrió unos orificios sobre la tierra, donde vertió su poder seminal y logró su primera creación, la Luna, y luego toda la descendencia de animales, plantas y hombres” (Reichel-Dolmatoff, 1968: 109) y comunicación personal 1992). De este primer momento, no solo se crea la Luna, sino también el mito original del incesto7.
Existen varias asociaciones cosmogónicas importantes en los pasajes sobre este tema. La Luna como primera hija; el incesto entre ambos astros que genera su distanciamiento perpetuo como reflexión principal de ejemplo para un acto que debe ser indicado a los humanos primigenios; la primera creación de estos dos astros, que es el jaguar; y la referencia de la constelación de Orión, como la constelación del jaguar, que recorre como el Sol y la Luna sobre el eje ecuatorial (de este a oeste), montados sobre la Canoa Cósmica, todo lo cual constituye un cuerpo de ideas reiteradas en las pinturas rupestres de Chiribiquete.
Chiribiquete como geoglifo de la cuatripartición y la jaguaridad
Son varios los íconos que representan esta idea cosmogónica y cosmológica en la Serranía de Chiribiquete y que se observan posiblemente aludiendo a esta misma idea en muchos otros lugares del continente. Las investigaciones que he adelantado demostrarían que existen suficientes elementos geográficos, astronómicos y mitológicos que explican el carácter cosmogónico de la cuatripartición como un elemento vital del momento de origen y creación, y que se relaciona con el poder seminal del Sol, la dualidad y equilibrio de este acontecimiento (Castaño-Uribe, 2015a y 2015b). Un suceso fundamental que se narra en los mitos de origen se refiere al acto incestuoso entre el Sol y la Luna, acto del cual nace el tabú del incesto en la cosmovisión ancestral amazónica, igualmente reconocido en muchas mitologías del Neotrópico y de los Andes.
En el arte ritual de Chiribiquete, el resultado de esta unión es el jaguar. En consideración a lo anterior, la figura emblemática y casi sagrada del jaguar y, por ende, lo que ahora llamaré “jaguaridad”, adquiere un sentido especial en las expresiones simbólicas de la TCC8. Este ser que resulta del poder seminal del Sol y su relación con la Luna, es un ser superdotado que cuenta con las características propias de sus progenitores y queda designado por el Sol como su representante en la Tierra para guardar el equilibrio del poder solar (masculino) y lunar (femenino) con todas sus implicaciones para la armonía del universo, incluso el tema de la dualidad luz/oscuridad y día/noche. Destaca entonces en la iconografía de la TCC, el poder solar-lunar del jaguar y el punto de equilibrio entre estas dos fuerzas. El jaguar no es solo heredero y representante de sus progenitores, sino intermediario entre ellos y las demás criaturas y elementos de la tierra y el universo. Tal vez fue por esto que tantos grupos étnicos amazónicos y del Neotrópico hicieron tanto por emular su comportamiento (Castaño-Uribe, 2013).
Consideremos ahora la importancia de los solsticios y equinoccios en la Serranía de Chiribiquete. Dada la posición geográfica de la serranía, nos referiremos de nuevo a los cuatro puntos clave de este sistema y reiteraremos el concepto de cuatripartición respecto a un plano cartesiano definido por el eje norte/sur (sierra) y eje ecuatorial (línea ecuatorial), aspectos que no debieron pasar inadvertidos a los artífices de la TCC. En efecto, el movimiento de la Tierra con respecto al Sol determina que los dos polos terrestres se encuentren a igual distancia del Sol dos veces al año (el 20 de marzo y el 22 de septiembre), cuando la luz solar cae por igual en ambos hemisferios. En los equinoccios, el Sol está situado en el plano del ecuador terrestre, donde alcanza el cenit. Entonces, el paralelo de declinación del Sol y el ecuador celeste coinciden. Así pues, la trayectoria solar durante el solsticio de verano ocurre en el segmento norte de la serranía, que se localiza en el trópico de Cáncer; y en el trópico de Capricornio, al sur, en el solsticio de invierno. Entre tanto, los equinoccios coinciden ambos con la línea ecuatorial (coincidiendo, en este caso, con la línea equinoccial), fenómeno que solo es posible sobre el eje ecuatorial o centro de la Tierra.
Este aspecto se complementa con otro fenómeno muy importante y destacado de la cosmología amazónica, en particular entre algunos grupos indígenas de la región del Apaporis y Pira-Paraná, que reconocen en la constelación de Orión (o “El cazador” en la cosmología greco-romana occidental) la constelación del Jaguar. En la zona ecuatorial amazónica, esta constelación es visible permanentemente durante todo el año. Proyectada desde el cenit, sus cuatro estrellas principales (Betelgeuse, Rigel, Bellatrix y Mintaka) se identifican con las cuatro patas o los cuatro colmillos del jaguar, con su cola desplegada en actitud de salto, cobijando durante toda la noche la serranía sagrada, desplegando el “salto” cosmológico en sentido este-oeste (amanecer-atardecer nocturno).
Lo importante es advertir que esta particularidad astronómica y cosmológica armoniza sorprendentemente con el fenómeno de idealización de los solsticios y equinoccios en Chiribiquete, puesto que el recorrido nocturno de la constelación con sus cuatro patas se proyecta desde el cenit hasta unos puntos terrestres definidos por el Padre Sol en Tierra (Castaño-Uribe, 2015b). En la TCC, la representación del “reloj de arena” podría ser esta constelación felina y su poder nocturno, y también el ícono de la cruz o la “X” que hace alusión a este fenómeno cuadripartito lunar y solar, tal como lo expresan indígenas de filiación carib y tukano. La cruz y la “X” son usadas en estas culturas para simbolizar la constelación y el poder del jaguar, y se representan en diferentes muebles y artefactos con un valor fundamental de empoderamiento felino, por ejemplo en la cumbre de las malokas que son la síntesis del cosmos y de los niveles de la arquitectura del universo; o en las decoraciones de bancos para sentarse, tambores manguaré y tantos otros aspectos que se relacionan con la identidad felina (Reichel-Dolmatoff, 1978, 1989 y 1997). El uso de estos elementos iconográficos se observa en la arquitectura, la cestería, la orfebrería, la talla en madera y en los patrones de baile o en rituales que tienen que ver con el empoderamiento felino, destacándose que el concepto chamánico del salto es permanente desde la pintura rupestre de la TCC en estos íconos y arquetipos. Estas representaciones artísticas se relacionan necesariamente con la etnoarquitectura conceptual del complejo equinoccial solar (cuatripartición) y con el despliegue astronómico de la constelación nocturna de Orión, todo lo cual se relaciona con el territorio serrano-ecuatorial proyectado hacia el concepto central de “mitad del mundo-sitio de origen”, (Castaño-Uribe, 2013, 2015b). En tal sentido, sorprende cómo este ícono cruz-X-círculo aparece de una forma tan reiterada en el arte rupestre de la TCC, y, también, en otros contextos arqueológicos y etnográficos de la Amazonia colombiana y la región Neotropical, casi siempre asociado al concepto de jaguaridad solar y lunar.
En muchas culturas nativas de la selva y de otros lugares, el ciclo anual del tiempo se mide por la proyección de los rayos solares que penetran gradualmente en la maloka o en un bohío desde el techo (considerado el cenit). El sol que entra va marcando un recorrido occidente-oriente con su halo de luz, y esto es usado como guía mnemotécnica para observar y nombrar el tiempo diurno, es en esencia una especie de reloj. Como calendario del ciclo anual, es un medio sencillo para calcular el paso del Sol entre solsticios. Para estas sociedades, el año-verano comienza en el equinoccio de septiembre, cuando el Sol pasa por el cenit. El recorrido del Sol se observa en el centro de la maloka. Hacia el solsticio de junio, el Sol pasa por el lado sur adentro de la maloka, y en diciembre, por el lado norte. Como referencia solar del paso de las estaciones, este sistema permite cierto manejo del tiempo y del ambiente que sirve para adaptar las actividades humanas. Muchas sociedades del Vaupés, Apaporis y Caquetá consideran vital el papel que tiene el tiempo. Hay rituales y actividades económicas propios para cada estación. Aunque estos indígenas reconocen más de diez estaciones con nombres propios, que recuerdan el producto que se cultiva o se recolecta (frutos, insectos y reptiles, etc), distinguen de manera general la época de verano (hacia el solsticio de diciembre) y la época de invierno (hacia el solsticio de junio); a las épocas equinocciales de transición se les adscribe una importante función ritual entre estas dos grandes épocas (Von Hildebrand, 1983, 1984).
La cuatripartición, o las cuatro oquedades cosmogónicas, y otras representaciones emblemáticas heráldicas, aparecen en otros lugares y tiempos del arte prehispánico en piedra, cerámica, tejidos, cestería, madera y orfebrería. Esto parece indicar el carácter especial y protagónico de la TCC en muchas regiones del continente a lo largo de muchos siglos. Por ejemplo, la alusión al círculo/cruz con cuatro círculos o espirales en cada una de las cuatriparticiones, así como la “X” o la cruz con cuatro apéndices circulares y sus innumerables variantes asociadas al concepto de los 4 hitos solares como lugares de origen en el centro del mundo y la línea ecuatorial, el ícono del “reloj de arena” y la “X” alusiva a la constelación de Orión (constelación del Jaguar) son muy reiterativos. La representación gráfica de cuatro soles, o cuatro grandes círculos o mundos que representan los lugares de inseminación solar en la Tierra, y la escena iconográfica de los cuatro jaguares hincados por lazos a los dueños junto a un gran sol, son elementos temáticos repetidos en la Tradición Cultural Chiribiquete que formaban parte del imaginario indígena. Estos cuatro hitos de roca junto a la línea ecuatorial seguramente tienen un significado profundo relativo al carácter sagrado del poder seminal del Sol.
Mitología del Axis Mundi
En el noroeste amazónico, particularmente en la Amazonia colombiana, vive un número importante de pueblos indígenas desde tiempos pasados y en el acervo de sus mitos de origen hacen alusión permanente a la triada Sol/jaguar/plantas sagradas, y visibilizan notablemente el papel de la Vía Láctea, aspecto determinante en Chiribiquete. De todos los pueblos y mitos de la geografía cósmica local y regional de este espacio, sobresalen los mitos y ensalmos de los tukano orientales. Los desano, por ejemplo, próximos a la serranía y a la cuenca del Vaupés, son afines a muchos conceptos, escenas y elementos que forman parte de la mitología estelar que se deduce del contenido y de las representaciones pictóricas de la TCC. De acuerdo con Reichel–Dolmatoff (1968), el mito de origen de los desano describe aspectos fundamentales para entender el concepto de Axis Mundi y la figura emblemática de la proclama “Sol/Vía Láctea/jaguar/plantas sagradas”. Los mitos son hábilmente perpetuados por los payeses9 o chamanes como elemento fundamental de la cultura. En ellos se describe cómo el Padre Sol se sube en la Canoa Cósmica –Vía Láctea–, y empieza a buscar el sitio ideal para la creación. Luego de mucho buscar sobre la faz de la tierra, encuentra un sitio sobre la línea ecuatorial y seguro de que este sitio es el lugar, luego de hacer las pruebas con su báculo (también se mencionan en los mitos lanza o bastón de mando), establece que el sitio finalmente servirá para eyacular su poder seminal. Hace un gran hueco en la roca con su bastón y eyacula su poder solar que fertiliza la tierra.
La cuatripartición y el origen de los seres
De acuerdo con los mitos de los tukano, que varían de un grupo a otro y según la versión de cada payé, el momento de origen de la humanidad ocurrió en uno de los cuatro agujeros que abrió el bastón del poder solar. Hay versiones que hablan de una de estas oquedades como sitio de origen de los hombres, pero hay otros que hablan de un raudal muy próximo a Chiribiquete (Jirijirimo, en particular). Como sea, es aquí donde se fortalece el concepto de la cuatripartición y las dualidades que se derivan de ello (los cuatro postes del mundo y de las malokas, los cuatro fogones, las cuatro plantas sagradas, etc.). En Chiribiquete y, en general en la TCC, son reiterativas las alusiones a cuatro soles y cuatro jaguares que están enlazados a un “centro”, aspecto que por demás es muy frecuente en la evidencia arqueológica y en las piezas etnográficas de muchas culturas y pueblos indígenas de Colombia y del Neotrópico.
Los mitos mencionan el origen de los hombres, las plantas sagradas y los animales como parte de la creación solar, y se deduce que cada uno de estos grupos salió de una oquedad. Quizá sea este aspecto el que le confiera mayor preponderancia al carácter especial de la Serranía de Chiribiquete, donde precisamente hemos encontrado hasta el momento cuatro simas. Como ya lo había reseñado Reichel-Dolmatoff, (1968), el mito de origen en esta región amazónica fue posible gracias al poder energético solar y a la matriz rocosa de cerros y raudales en el centro del mundo. Esto puede verse muy relacionado con el encuentro de estas oquedades, interpretado posiblemente como demostración fehaciente de los mitos, en un lugar suprasagrado como Chiribiquete que, precisamente en la mitad de mundo, está rodeado además por los raudales más exuberantes y sacros para los indígenas de esta vasta región.
Origen del jaguar
“En este entonces aún no se conocía la noche y así viajaron con luz, siempre a la luz amarilla del Sol. Cuando los primeros hombres se habían embarcado, el Sol le dio a cada uno alguna cosa, algún objeto, para que lo llevara con mucho cuidado. A uno de ellos le había dado una pequeña bolsa negra, bien amarrada, y ahora con el viaje tan largo, el hombre se puso a mirar la bolsa. No sabía qué había adentro. Se puso a abrirla y de pronto salió de la bolsa una multitud de hormigas negras, tantas que taparon la luz y todo se oscureció. Eso fue la primera noche” (Reichel-Dolmatoff 1968: 19). Los desano manifiestan en su cosmogonía: “Entonces, el Sol creó al jaguar para que lo representara en este mundo. Le dio el color de su poder y le dio la voz del trueno que es la voz del Sol” (Reichel-Dolmatoff, 1968: 20).
De la relación incestuosa que mantiene el Sol con su hija, la Luna, nace su heredero, el jaguar. El jaguar es un ser solar y lunar, por eso sobre su piel quedaron manchadas las pintas amarillo-negras de su padre, siempre en la parte superior del animal. Abajo, las pintas blancas y negras, propias de su madre. Su nacimiento es un acto de incesto que el propio Sol enmienda como ejemplo para toda la gente. El Padre Sol eludirá de por vida a su hija, la Luna, y cada uno guardará distancia para evitar un encuentro. Los eclipses solares ocasionales auguran, por lo tanto, un mal futuro, muchas veces.
Para los desana, el Padre Sol creó al jaguar para que lo representara en este mundo. Le dio el color de su poder y le dio la voz del trueno que es la voz del Sol; lo encargó de proteger la Creación y cobijarla y cuidarla, ante todo las malokas míticas (Villa-Posse, 1993). El jaguar y Dueño de los Animales, para ellos, vive en un gran cerro sagrado. Al jaguar le fue el encomendado mantener, en la Tierra, el orden, el equilibrio y la dualidad de su propia naturaleza: luz/oscuridad; día/noche; colores amarillos, blanco/negro y rojos. Además, es responsable de mantener el orden y equilibrio con sus propios antagonismos entre el bien/el mal; sexo-parentesco/incesto; vida/muerte y demás. Según Reichel-Dolmatoff (1997), el Dueño de los Animales se imagina como un poderoso cazador que camina por la Vía Láctea de este a oeste. En su espalda carga su presa, un animal simbolizado por cierta constelación que acaba de levantarse sobre el horizonte. A lo largo del año, vai-mahsë estará entonces llevando sus animales de caza, peces y frutas por su trocha celestial, en función del movimiento propio de las diferentes constelaciones que encarnan a diferentes animales, en el ciclo anual.
De acuerdo con Reichel-Dolmatoff (1997), el modelo de manejo del cosmos, con sus normas y deberes, fue ideado por el Padre Sol, asignando a todas las criaturas de la tierra cierta cantidad de energía vital que debía fluir. Así pues, las plantas, animales y seres humanos deben consumir una energía que siempre emana del Sol y que siempre debe regresar a él. Para regular este flujo, el Padre Sol instituyó al Dueño de los Animales (en la figura del jaguar, su hijo), para que fuera el mediador entre el hombre y su medio ambiente. El chamanismo apoya y soporta, hasta nuestros días, estos principios básicos que son apoyados por un conjunto de mitos y rituales. Muchos de estos elementos forman parte los salmos sagrados, que estos sabedores conocen e interpretan. Las asociaciones culturales y metáforas que esto implica, llevan al chamanismo amazónico a asociar, según Reichel-Dolmatoff (1978), todo lo esencial en la liturgia sagrada, tal como las transformaciones del chamán en jaguar o en trueno, que son una misma cosa, y que se manifiestan recurrentemente, con gran poder, para el cumplimiento del orden. Así, por ejemplo, el trueno y el espíritu-jaguar forman, para los chamanes, un solo concepto que relaciona el trueno con el relámpago, la lluvia y el arcoíris, así como con otros elementos fértiles y sagrados que el Padre Sol les ha dado, para que hagan cumplir las normas y la fertilidad del mundo. El Dueño de los Animales controla y negocia con los chamanes, sus protegidos, las relaciones entre animales, plantas y hombres y regula, según las leyes, si debe llevar enfermedades a hombres, mujeres y niños, como retaliación por la persecución descontrolada de animales de caza, de pesca y otros recursos (Reichel-Dolmatoff, 1997).
La gente y el resto de los animales
De acuerdo con los mitos y el análisis de Reichel-Dolmatoff, los desano creen que todos los animales de caza habitan adentro de ciertos cerros rocosos, como los de Chiribiquete, en la profundidad de la selva, y que son lugares como un útero, donde los animales-espíritus, imaginados en forma humana, viven, se reproducen y son liberados periódicamente por el Dueño de los Animales, para que sean presa de los cazadores. Los peces, se cree, viven de la misma manera en el fondo de pozos profundos y oscuros en ríos o lagos. En la mente del chamán, el cristal de roca le ayuda en viajar a estos lugares y reunirse con el Dueño de los Animales, pero puede también observar a los animales, reconocer de qué clase son, contarlos y, de este modo, hacer un inventario de recursos alimenticios para logar los acuerdos necesarios, en este flujo de energías y de normas (Reichel-Dolmatoff, 1997).
En el caso de los humanos, los desano indican que el Padre Sol había creado la Tierra, con sus animales y plantas, pero aún no había gente. Luego decidió poblarla y para eso hizo un hombre de cada tribu, y dio forma a Pamurí-maxse, un creador de gente, a quien el Sol envió a poblar la Tierra. Pamurí-maxse estaba en Axpikon-diá (constelación cercana a las Pléyades) y allí se embarcó en la gran Canoa Cósmica (Vía Láctea). Según los relatos míticos descritos por Reichel-Dolmatoff (1968 y 1997), esta canoa estaba viva pues en realidad era una gran culebra que nadaba por el fondo de las aguas. La piel de esta canoa-culebra estaba pintada de amarillo y de rayas y rombos negros. En su interior, que era rojo, venía la gente. Fue un viaje muy largo. La canoa-culebra bajo en un raudal porque Pamurí-maxse iba a establecer a la humanidad en las cabeceras.
Otras versiones de este momento están referidas por Reichel-Dolmatoff, por los tukano, que enfatizan la facultad engendradora de esa matriz cósmica para el momento de origen. Según ellos, el esperma del Padre Sol, que fecundó la matriz, era de un carácter sobrenatural y por ello hubo de sufrir una transformación para poder producir seres humanos ordinarios. La matriz de ahpikon-dia se llama taero-vii “manifestación-casa”, en el sentido de que es un lugar donde la esencia sobrenatural se manifestó en forma visible y humana. Una vez ocurrido esto, la humildad, recién creada, salió temprano por la vara sonajera, hasta que llegó al nivel de la Tierra y apareció en forma de hombres desarrollados, (Reichel-Dolmatoff, 1997: 263).
Plantas sagradas
Los mitos hacen alusión clara a las plantas sagradas y existen infinidad de versiones sobre su origen y los acontecimientos que están relacionados con su importancia para la cosmovisión amerindia de la Amazonia colombiana. Estas plantas son determinantes para que los chamanes puedan entrar al mundo espiritual y a la casa o maloka cósmica. En Chiribiquete existen dibujos que hacen una clara alusión a múltiples tipos de plantas sagradas, algunas de ellas psicotrópicas, y al “vuelo-trance” que son parte de muchas escenas iconográficas10. En estas, se observan figuras antropomorfas con indumentaria y utensilios de uso chamánico. Para muchos etnógrafos y etnólogos que han trabajado en esta región (Reichel-Dolmatoff, 1968, 1976, 1978, 1998; Pineda Camacho, 1994, 1996, 2002, 2003; Århem, Cañón, Angulo & García, 2005; Langdon, 1979, 1986; Shultes, 1992), el chamán se ve a sí mismo como un jaguar o un pájaro cuando se encuentra en trance extático11 bajo el efecto de plantas alucinógenas. Es entonces cuando visitan diferentes mundos donde viven seres sobrenaturales, como el Dueño de los Animales. En los mitos también se habla de la importancia del yajé. De acuerdo con Reichel-Dolmatoff (1997), “… las infusiones de Banisteriopsis tienen parte importante en muchos de sus rituales colectivos, durante los cuales los participantes afirman tener visiones de seres-espíritus y escenas mitológicas. La Banisteriopsis se emplea también para propósitos adivinatorios y en la práctica curativa. En uno y otro caso, los trances y las experiencias alucinatorias inducidos por drogas son parte esencial de muchas –si no de todas– las creencias indígenas, y tienen notable trascendencia en mitos y rituales, así como en innumerables circunstancias prácticas de la vida cotidiana” (Reichel-Dolmatoff, 1997: 242). La representación gráfica de la liana sagrada en Chiribiquete da pie para pensar que era parte especial de los rituales y referente de la TCC, incluso por fuera de los confines amazónicos.
Regresando de nuevo a la analogía de los mitos desano, podemos tratar de relacionarlos con el origen de algunas de las cuatro plantas sagradas que aparecen representadas en la iconografía de Chiribiquete: yajé (D1), yopo (D3), coca y tabaco. Sobre el yajé (Banisteriopsis caapi) “…El Padre Sol iba en su canoa cósmica, solo, en el comienzo de los tiempos. A veces se detenía y tomaba su vara sonajera y la apuntaba acá y allá, tratando de dar con el punto exacto donde podría estar situado el poder del yajé. La humanidad necesitaba un medio de comunicación; por esta razón buscaba el Padre Sol, el yajé. Metía su bastón en el suelo, a la orilla del río, siempre que se detenía en un rápido. Pero el bastón no se tenía derecho; quedaba inclinado. Por eso probaba otra vez. Pero otra vez quedaba inclinado. Y siguió probando y probando, hasta que por fin quedo derecho, quedo vertical; allí era el punto. Esto sucedía en las cataratas de Ipanore y en la roca de Nyi, allí donde el Padre Sol, en forma de guacamaya (oropéndola, en otras versiones), buscaba el jaguar del yajé” (Reichel-Dolmatoff, 1978: 157).
Durante la experiencia alucinatoria, el tomador de yajé, guiado por el chamán, regresa al útero materno –representado en la olla o el hueco del yajé– y se reencuentra con los ancestros, en una experiencia vital (Pineda, 2006). Resulta sorprendente que la actual imaginería artística que usan los indígenas para decorar su cuerpo, malokas, cerámica o los instrumentos litúrgicos del ritual, sea de signos y grafías emparentados con las representaciones rupestres de la TCC.
La alusión mitológica al yopo (Anadentera peregrina) y a la virola (D2) (vihó-Virola s.p.), indica que: “…la hija del Sol, quien obtuvo primeramente vihó12 ‘rascando el pene de su padre’. Efectivamente, se dice que el vihó procede del esperma del sol y que debe su existencia al incesto del Padre Sol con su hija. El recipiente donde se guarda el rapé en las ocasiones rituales se llama abé yeeru (D) o muhipu nuri (T), o sea pene del Sol” (Reichel-Dolmatoff, 1978: 114). Muchos estudios etnográficos señalan que, gracias a las plantas psicotrópicas, el payé se transforma en jaguar.
De acuerdo con Pineda (2006), el payé, a través del consumo del yopo (vihó), conoce el universo y vuela por el macrocosmos –desplazamiento que realiza en pensamiento, generalmente, gracias a los enteógenos– permitiéndole un amplio dominio del conocimiento ancestral, cuya energía está resguardada, entre otros objetos, en los trozos de cristal de roca cuidadosamente guardados, y que, según ellos, son enviados por la voz y la centella del trueno (rayo) para darles este poder, seminal, felino y cósmico. Un aspecto clave de la mitología desano con referencia a Chiribiquete es que “…en su viaje por la Vía Láctea, el payé se comunica con Waí-Maxse, el Dueño de los Animales. Visita la Casa de los Cerros donde ellos viven para negociar la cacería con su dueño, e incluso aprovecha la oportunidad para copular con las hembras de los animales y así reproducir las criaturas del “monte” (Reichel-Dolmatoff, 1968: 112).
Chiribiquete como sitio
y piedra del poder solar
Axis Mundi solar, cuatripartición cósmica, jaguar solar, plantas sagradas y chamanismo son conceptos clave de la estructura mítica y cosmológica de muchos pueblos amazónicos vecinos a la Serranía de Chiribiquete. Adicionalmente, hay dos conceptos envolventes de gran interés en este capítulo que ayudan a entender mejor el papel de esta serranía y sus representaciones pictóricas, y que nos permiten trascender la memoria de las rocas y del chamanismo en el centro del mundo. Por un lado, la figura emblemática de este tepuy, reconocida hoy por muchos chamanes como el “banquito o taburete del Sol”; por otro, las “pintas” sagradas hechas por el Padre Sol=hijo del Sol y Dueño de los Animales, que en el chamanismo representan la expresión sagrada del “origen”. En el caso de Chiribiquete, las elevaciones rocosas en forma de domos son falos solares y los agujeros, cuevas y simas, son el útero ancestral de donde nació la fertilidad femenina.
De otro lado, la contextualización de Chiribiquete como geoglifo13, Axis Mundi y centro de origen, no quedaría completa si no se indicara, en este momento, que esta debe ser abordada con otro elemento clave de la cosmovisión de estos cazadores-guerreros. Como se verá en el próximo capítulo, existe una idea del papel cósmico que cumple un ícono especial de los conjuntos pictóricos y que hemos documentado como un elemento estructurante del pensamiento y de la visión derivada de la codificación pictórica de Chiribiquete. Se trata de un ícono que llamaremos “dígito y tridígitos” desde la perspectiva morfológica o “canoa cósmica (Vía Láctea)” desde el punto de vista simbólico. La descripción y análisis de este ícono como arquetipo y arqueotipo chamánico, debido a su extensión, se revisará en ese capítulo.
El significado de Chiribiquete como vocablo de toponimia sagrada
Estudios anteriores abordaron el tema del significado de la palabra Chiribiquete (Robayo, 1986; Franco, 2002), aunque hasta ahora este no se ha establecido con precisión. Lo cierto es que para estos autores y Meira (2009), el término Chiribiquete se relaciona con la lengua carijona14 de la familia macrolingüística carib (karib), emparentada lingüística y culturalmente con la rama proto-taranoa (Arango y Sánchez, 2001; Robayo, 1987; Franco, 2002; Landaburu (2005), y, por ende, con los grupos trio (tiriyó, tarona y yawi) de Surinam y akuriyo de las Guayanas (Meira, 2009). Esta etnia está seriamente amenazada, pues no sobreviven más de 30 familias dispersas en varios territorios de la región amazónica (departamentos de Caquetá, Guaviare y Amazonas) y no hay más de 20 personas que hablen actualmente la lengua (Landaburu, 2005). Esta etnia se asentó en los alrededores de la Serranía de Chiribiquete durante los últimos 1.000 años, y tal vez debido a su belicosidad contra los pueblos vecinos, se aisló más en este territorio durante siglos, hasta que los caucheros los persiguieron casi hasta el exterminio.
Según varias fuentes (Franco, 2002; Domínguez, 1975; Robayo, 1986), los carijona eran un numeroso grupo humano (entre 10.000 y 18.000 personas) a finales del siglo antepasado, con comunidades y asentamientos a lo largo de los principales afluentes de los ríos Yarí, Ajaju y Apaporis. No obstante, hoy están restringidos en tres o cuatro caseríos donde prácticamente han perdido su cultura autóctona y algunos viven al lado de otras etnias que los acogieron, como los tukano. Para Domínguez (1975), el topónimo Chiribiquete es el nombre con el que se conoce un segmento de la serranía entre los ríos Macayá y Ajaju. Según ese autor, este segmento colindaría con las mesas de Iguaje, en la parte media, y Araracuara en la parte sur. Hoy el Parque Nacional, lleva el nombre de Chiribiquete para toda su serranía.
A finales de la década de 1980, cuando iniciábamos todas las operaciones logísticas para llegar a Chiribiquete, usando como base de operaciones la población de Miraflores en el Guaviare, logramos realizar una serie de contactos con algunos indígenas carijona apostados en Puerto Nare, en la parte alta del río Vaupés, en sectores comprendidos entre los ríos Vaupés y Apaporis. La población carijona ya era muy reducida en ese entonces, pues no más de 60 personas tenían alguna relación con otros pobladores de Caño Giriza y Puerto La Palma, en el mismo municipio. Una mujer carijona, de nombre Ofelia, me llevó a conocer al abuelo de la localidad, de nombre Inocencio Álvarez, que en ese momento rondaba los 60 años de edad. Estaba casado con mujer tukano. Con él pudimos intercambiar mucha información dada su experiencia y conocimiento de la región, pues sus ancestros venían aparentemente en el río Ajaju, según nos relató. Dos aspectos llaman la atención: primero, el lugar de residencia de sus abuelos en las riberas del Ajaju, entrando por el Apaporis, y su relación con una máscara de jaguar que usaba su padre para las fiestas de juyupari que no nos imaginábamos existiera, o que hubiera sido asimilado por los carijona. Segundo, el posible significado de la palabra “Chiribiquete”, que como lo veremos, está muy relacionado con la casa o maloka solar.
Según Inocencio, el baile del yuruparí representaba y reafirmaba las leyes y normas del Padre Sol, y en la zona entre Yarí y Ajaju se hacía el baile para propiciar ese momento que recordaba las leyes de incesto y exogamia con los iniciados. Su relato establecía una cierta similitud con los mitos de las andanzas del padre estelar y de su descendencia con la Luna –su hija– que se bañaban en las aguas de la constelación de las Pléyades. En dicha celebración se usaban unas flautas y trompetas, los yuruparí, que producían el rugido del jaguar y el sonido de la anaconda ancestral, todo lo cual nos pareció de gran significación.
Según él, “Chiribiquete” es Chiribiteri (o Shiribiquete-ri)15 que, de acuerdo a su saber, destacaba al cerro como “la Casa Solar y las estrellas”. Indagando por la conexión lingüística, pudimos conjeturar, con cierta dificultad y algunas consultas con otros miembros de estas etnias, una traducción como: Casa solar del enjambre de estrellas o casa del enjambre solar. Esta idea tendría mucho sentido, pues no solo se enmarca en el contexto pictórico de Chiribiquete con sus arqueotipos solares, sino también con el concepto de la Vía Láctea y el mito de origen de varios grupos amazónicos cercanos a Chiribiquete.
NOTAS
- 1. Una característica propia de estos tepuyes es que son formaciones macizas de rocas que salen abruptamente del suelo y que por encima tienen casi siempre una mesa plana. Se encuentran gran cantidad de pequeñas formaciones como columnas, intrincadas y caprichosas que se conocen como domos y que se forman por procesos erosivos generados por el viento y el agua, que han actuado durante millones de años. A diferencia de Venezuela, Brasil y las Guyanas, casi todos los tepuyes que hay en Colombia son cerros aislados, más o menos cilíndricos o espigados, y algunos son altos, superando a veces 2.000 metros de altura. Chiribiquete es el más largo de todos ellos, pero también el de menor altura, y cuenta con dos condiciones particulares que difícilmente se repiten en otros lugares: está muy próximo a la cordillera de los Andes y se encuentra en una zona de transición ecológica entre las regiones del Amazonas y el Orinoco, haciendo de puente y corredor biológico en esta parte del continente.
- 2. Sitios con encharcamientos salobres derivados de la condición mineralógica del suelo. En general, los salados son referidos en la literatura científica con una variedad de términos, a saber: mineral licks, salt licks, colpas, barreros, canamã, debido a que varias especies de fauna acuden a estos lugares, aparentemente con el fin de satisfacer sus necesidades minerales. Las posibles razones por la cuales las dantas consumen agua y material edáfico todavía están en discusión; sin embargo, básicamente existen dos hipótesis al respecto: (1) Potenciales deficiencias minerales o desequilibrios en la dieta de algunas especies como las dantas y guacamayas que las atraigan, o (2) la acción neutralizante de la arcilla sobre la toxicidad de ciertos componentes secundarios en su dieta. Montenegro (1998 en Lozano, 2006) concluye que los sedimentos del salado contienen mayores concentraciones de Na, Mg, Ca y K que los suelos no asociados a salados y sugiere que en la región tropical, el sodio, el calcio y el magnesio parecen ser los minerales que los animales buscan principalmente (Lozano Barrero, 2006; Lips y Duivenvoorden, 1991).
- 3. En la concepción amazónica de muchos de los pueblos indígenas en la periferia de Chiribiquete se usa el término “dueño” como categoría principal de señor de ciertos elementos o fuerzas (Dueño de los Animales, por ejemplo).
- 4. Otro tepuy donde se han encontrado algunas representaciones pictóricas y grabados arqueológicos es en el complejo brasileño-venezolano de Roraima, porción brasileña, donde el arqueólogo Pedro Augusto Mentz Ribeiro localizó varios sitios entre 1986 y 1989, especialmente los relacionados con yacimientos dentro de la reserva indígena Raposa Serra do Sol (Carneiro Do G1, Pacaraima). Otros investigadores, por ejemplo Ari Silva, describieron en algunos diarios locales y regionales los diseños encontrados en sitios arqueológicos de las reservas indígenas de São Marcos y Raposa Serra do Sol, en Roraima.
- 5. El expedicionario y científico Charles Brewer-Carias, uno de los más grandes expertos venezolanos en los tepuyes de su país y quien ha coordinado no menos de 80 expediciones entre 1965 y el 2017, nos dice que no existen hallazgos arqueológicos o registros pictóricos en estos sitios. La única excepción fue el hallazgo de un abrigo rocoso en la base del tepuy Angasigma, del complejo tepuyano de Chimantá, donde él y su equipo encontraron en 2004 un conjunto de pictografías al que bautizaron como “La casa de las pinturas” (comunicación personal, 2016). La documentación de ese lugar la hizo el arqueólogo José Miguel Pérez-Gómez, pero no se ha publicado aún. Se trata de un mural que tiene un número importante de representaciones de color rojo terracota, donde la mayoría de los motivos son geométricos y abstractos, muy relacionados con la Fase Papamene de la TCC. Los dibujos de íconos antropomorfos filiformes son minoría (solo tres figuras), todas muy esquematizadas. No obstante, la composición de mural, su estratigrafía pictórica, coloración y diseños emblemáticos (líneas rectas, tridígitos, punteados, equis, círculos y cuadrados, con superposiciones y tamaños consecuentes con la estratigrafía mural) son congruentes con los esquemas ya indicados de esta fase tardía de la TCC. Una foto de este registro pictográfico aparece en uno de sus últimos libros, Entrañas del mundo perdido, de 2011.
- 6. Sima es el nombre técnico de un desprendimiento del terreno –generalmente de forma circular– que produce una fosa geomorfológica de varios metros que se profundiza desde la superficie –producto de diferentes procesos erosivos–, permitiendo, como en Chiribiquete, observar un tipo de formación especial y, en este caso, de gran interés cultural, mítico y cosmogónico.
- 7. Reichel-Dolmatoff, enfatizó en sus obras relacionadas con muchos de los pueblos tukano que: “En el noroeste amazónico los indios señalan varios puntos donde tuvo su origen la humanidad… Todos tienen una cosa en común; se trata de grandes peñas o rocas situadas en grandes caídas de agua cubiertas por petroglifos antiguos…Los puntos se hallan situados casi exactamente en la línea ecuatorial, y en este hecho reside la clave de la búsqueda del Padre Sol. Es en el ecuador donde los rayos del sol caen verticalmente sobre la tierra, o sea donde la vara sonajera fálica se sostiene derecha… en el centro del día”. (Op. Cit, 1978:143).
- 8. La figura del Jaguar-Solar, como se ve en la mayoría de las representaciones de la TCC, está asociada a temas solares y lunares (media luna que podría a su vez representar la Vía Láctea), pero también al círculo, un concepto envolvente de totalidad con el que se designa también el Sol (metonimia de la piel del jaguar, especialmente cuando son concéntricos; Llamazares y Martínez, 2004). En este último sentido, resulta sorprendente la manera en que la iconografía de la TCC está asociada a una representación reiterativa que trasciende su ámbito geográfico, encontrándose en otros espacios y momentos en la América precolombina como un arquetipo (Castaño-Uribe, 2013 y 2015b).
- 9. Hombre payé –vocablo en lingua geral– es un hombre chamán que actúa solitariamente, pero que desempeña un papel mediador con la naturaleza a favor de su comunidad, según Reichel-Dolmatoff (en Pineda 2003). El poder del mismo se deriva del Sol, el primer payé, que trasmitió a sus sucesores la sustancia viho, una sustancia de carácter psicotrópico. Este hombre tiene varios poderes, controla diversas energías luminosas y, en este sentido, es un representante del Sol: «Es una figura Solar, un representante del Creador» (Reichel-Dolmatoff, 1986 [1968]: 157), en Pineda 2003.
- 10. Un enteógeno? es una sustancia vegetal o un preparado de sustancias vegetales con propiedades psicotrópicas, que cuando se ingiere provoca un estado modificado de conciencia. Se utiliza en contextos espirituales, religiosos, ritualísticos y chamánicos, además de usos recreativos, lúdicos o médicos.
- 11. El estado alterado de conciencia que conduce a diferentes áreas de la realidad alternativa, donde son posibles cosas tales como viajes espirituales, la sanación, la metamorfosis, experimentar la muerte y el renacimiento, la adivinación, la “arqueología espiritual”, la inspiración artística, etc.
- 12. De acuerdo con Pineda Camacho, el poder del yopo/viho mismo se deriva del Sol, el primer payé, que trasmitió a sus sucesores la sustancia viho, una sustancia de carácter psicotrópico. Este hombre tiene varios poderes, controla diversas energías luminosas y, en este sentido, es un representante del Sol: “Es una figura Solar, un representante del Creador” (Reichel, 1986 [1968]: 157). Entre otras propiedades, el payé tiene la capacidad de transformarse en jaguar –el nombre desana ye´e significa “jaguar” y está asociado con los conceptos de ye´eri = cohabitar, y yeéru = pene–. El jaguar es, entonces, un ser fálico y entre sus instrumentos fundamentales dispone de la lanza sonajera –su verdadero bastón de mando y voz– que tiene también esta connotación. El payé, a través del consumo del yopo (viho), conoce el universo, vuela por el macrocosmos –metáfora que, según Guzmán, significa su desplazamiento en el pensamiento–, domina el trueno y se apropia del cuarzo que aparece donde el rayo ha caído. Asimismo, como el mencionado profesor observó, el payé tiene un cristal del cuarzo cuyo sentido es “pene sol”.
- 13. Los geoglifos son entendidos generalmente como figuras construidas o labradas a gran escala en la superficie terrestre (en laderas de cerros y montañas o en planicies, usando la técnica de adición de piedras o labrando la roca o el suelo). En el Neotrópico existen muchos. Uno en particular, La Rueda del Indio en el cerro Olivita, hacienda Cariaprima (en Venezuela) llama nuestra atención por la similitud con elementos iconográficos de Chiribiquete. Más allá de estas apreciaciones, es evidente que la geomorfología particular de Chiribiquete y su ubicación como Axis Mundi, hacen de esta serranía un distintivo particular, que puede estar asociado a varias representaciones de cruz, y cruz con cuatro círculos o cuatro garras en sus extremos que son, a nuestro juicio, una demostración del ícono propia de Chiribiquete, que además se encuentra representado en otros contextos arqueológicos de Colombia y del Neotrópico. La idea de que Chiribiquete es un banco sagrado del Sol, un tabaco del Sol o el valle rocoso de los falos y los úteros son algunas de las expresiones que hemos escuchado en los últimos años, por parte de algunos chamanes, además de la gran maloka cósmica.
- 14. El gentilicio es también conocido, en la literatura etnohistórica y etnográfica, como carijona, koto, tsahá, huaque/guaque, hianacoto, umaua/ omaua / umahua, Ajaju, mesaya y murciélagos.
- 15. Tratamos, muy tentativamente con esta explicación, de cruzar posibles vocablos y raíces karib, basándonos en lo explicado por él y nos atrevimos a sugerir una estructura del término, que insistimos no es sino una versión muy en borrador: Chiri=Shiri= Siri=(estrella) y Chiri-co/que=(enjambre de estrellas o constelación); bii=bei (sol); te (casa); te-rí=to-rí (agujeros). Chiribiquete-rí=Casa (maloka) del Padre Sol y Enjambre de Estrellas.
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CHIRIBIQUETE La maloka cósmica de los hombres jaguar / Capítulo III - La memoria de las rocas y el chamanismo en el centro del mundo
Capítulo III - La memoria de las rocas y el chamanismo en el centro del mundo
La ciencia está hecha de errores, pero de errores útiles de cometer, pues poco a poco, conducen a la verdad.
-Julio Verne
Antes del hombre, antes del cazador y el guerrero, antes de que humano alguno anduviera por los territorios amazónicos y trajera los metales, fue la roca emergida de la selva el material más imperecedero y fuerte. La importancia de la roca como material es manifiesta en las extensas selvas tropicales, ideal para plasmar en ella el pensamiento indígena a través de la pintura, porque permitió que el Sol expresase su fertilidad en las paredes de los cerros y la dejase grabada en las inmensas piedras que bordean los raudales sagrados. El tepuy, como roca emergente dentro de las planicies amazónicas, se constituye en un referente sagrado y casa de los espíritus en todo el norte de Suramérica1.
La roca como esencia del poder solar
Mucho antes que el oro, la roca fue el material elegido para fundir en ella el pensamiento y servir de ofrendatorio. En los mitos, la roca fue escogida por el Padre Sol para dar origen al mundo. Antes que aparecieran los orfebres chamanes del Neotrópico, aquellos que diseñaron multiplicidad de piezas para dignificar al Sol y representar mitos, fueron los chamanes pintores quienes se encargaron de “escribir la palabra”. La roca pintada se volvió lo sagrado. Desde la aparición de la cultura humana en otros continentes, la roca fue la fuente principal que refrendó el poder del cazador y el papel espiritual que fueron adquiriendo los intercambios que el hombre hacía con la naturaleza. En casi todas las culturas milenarias, la roca es la memoria, una “abuela venerable”. Hoy, la roca ancestral forma parte de rituales en los que es invocada con profundo respeto y, al igual que las cuevas, oquedades y remansos rocosos de los ríos, su presencia se considera como sitio sagrado. En estos lugares, hasta los más incrédulos sienten recogimiento. Su asociación con la matriz de la “Madre” –es decir, la fertilidad– es una constante en muchas de nuestras culturas indígenas actuales. Cuando los paleoindígenas llegaron a esta maraña de cerros y fuentes de aguas color tanino, tan contrastantes con el tapiz verde de una selva interminable que habían recorrido por siglos hasta llegar a las cabeceras del río Apaporis, debieron sorprenderse con la monumentalidad pétrea de este lugar. Los primeros habitantes reconocieron en este sitio un espacio sagrado por la nitidez de las rocas que emergen sobre la margen izquierda del serpenteante río, salpicado de obstáculos, remansos, cataratas y salados2, y donde la fauna se congregaba copiosamente de forma poco convencional.
Chiribiquete como hito especial del pensamiento y el conocimiento ancestral
Seguramente desde el comienzo de su peregrinaje exploratorio, llamó profundamente su atención la posición de la serranía sobre un eje norte-sur que habían empezado a conocer después de un largo recorrido por el río Amazonas y su afluente, el imponente río Caquetá (o Japurá). La serranía empieza a mostrar sus misteriosos secretos cuando se trata de penetrar desde la desembocadura del Apaporis, aguas arriba hasta su cabecera, formada por la confluencia de los ríos Ajaju y Macayá. El recorrido desde la desembocadura del gran Amazonas en canoas y piraguas hasta el cañón de Araracuara y, más adelante, las cataratas de Jirijirimo, debieron asombrar a estos colonos, quienes ante los intrincados relieves de la serranía tal vez evocadores de terruños pasados y sitios de origen, emulaban la poderosa visión del cosmos de sus propios antepasados. Cuando uno entra en esta parte de la Amazonia –por este río insondable que desconcierta a cualquier viajero por primera vez– y accede, como ellos, a Chiribiquete seguramente por la ruta fluvial del Apaporis, todo el entorno se convierte en una metáfora mágica de rocas, cielo, río y vida animal. El espacio se vuelve una apología a las metonimias, entre los abundantes animales de las riberas y la presencia casi asegurada de los jaguares que habitan en estas estribaciones fluviales. La ciencia considera que este es uno de los sitios con mayor densidad de felinos, de fauna cuadrúpeda, de peces enormes y variados, y de aves canoras de múltiples colores que surcan permanentemente el camino por donde anduvieron aquellos intrépidos caminantes.
Lo más intrigante de todo es tratar de entender la inspiración que esta topografía causó en los cazadores guerreros de hace milenios y lo que el medio ambiente significó para ellos. Seguramente, fueron convirtiendo este espacio geográfico en escenario de mitos de origen, que luego esculpieron en las rocas en forma de dibujos y códigos de pensamiento. Fue el inicio de una cultura chamánica primigenia que hizo de la serranía un lugar sagrado: era la casa del Sol y las constelaciones, vigilada por el jaguar omnipresente. Aquí nacieron los “dueños” y los seres espirituales. Aquí nació la geografía sagrada. En las paredes de Chiribiquete empezaron a narrarse los hechos culturales que representaban el mundo espiritual de sus artífices. Los mitos que estos primeros conquistadores trajeron desde tierras lejanas se juntaron con su visión de las nuevas tierras que fueron encontrando en su camino, y fue aquello lo que inmortalizaron en las piedras. Las investigaciones adelantadas en este sitio durante tantos años, pretenden descubrir el sentido simbólico que encierran las pinturas rupestres. Seguramente estamos ante la génesis de un lenguaje mítico, sagrado y, en cierto modo, secreto.
Venidos de tierras lejanas, ven en las rocas de Chiribiquete un medio para comunicarse con los seres espirituales que habitan en este paisaje húmedo. Desde el primer momento lo sienten como la gran casa de señores3 y deidades y buscan cómo mantener un lenguaje sagrado milenario en las entrañas de estos paredones, cañones insondables, cuevas y laberintos. Es entonces cuando se empieza a perfilar la comunicación espiritual a través de símbolos y códigos que hoy nos dan pistas clave para entender la estructura de sus composiciones, relatos y epopeyas. Los símbolos y los personajes alertan sobre la existencia de una realidad que va más allá del dato científico. Cuando uno estudia la geografía sagrada de varias de las culturas vivas en la zona próxima a Chiribiquete, encuentra mitos, epopeyas, historias y leyendas extraordinarias de lo que significan estos cerros sagrados. En términos generales, lo que se deduce del análisis es que existe un sentimiento especial frente a la roca misma. En el pensamiento chamánico profundo de muchos pueblos amazónicos, el Sol es un elemento principal. En el pensamiento chamánico, el Sol es sitio de origen. Para los grupos arawak, los cerros de Chiribiquete, como otros cerros amazónicos, forman parte del Camino de Kúwai (Hill, 1988; Vidal y Zucchi, 2000; Vidal, 2000, y Cardale, 2000). Este camino ancestral recorre sitios sagrados de gran poder que son hitos geográficos de referencia que se asocian a momentos claves y lugares de origen de los primeros ancestros. Los uitoto, por ejemplo, mantienen a través de sociedades secretas masculinas, referencias a las serranías del Apaporis y Guaviare (Chiribiquete y Tunahí) como sitios sagrados especiales, liderados por chamanes-guerreros poderosos (Cardale, 2000:70). Para los upichia-matapí-yukuna (familias lingüísticas tukano oriental-arawak), que habitan en la parte sur del departamento de Amazonas en el alto río Mirití-Paraná-Apaporis, el territorio ancestral está conformado por sitios sagrados que definen reglas sociales, culturales y ecológicas de contenido ritual importante. Para estos grupos, su mito de origen afirma que el cosmos, circundado por un río cósmico en el que navegan el Sol y la Luna en canoas, consiste de diferentes planos superpuestos que están unidos por corrientes de aire, de agua, de humo y de luz. Los planos se identifican con el pensamiento, la energía masculina y el frío; la tierra, regida por Ñamatu, la Madre-Tierra-Luna, con la energía femenina. La energía masculina con el calor del Padre Sol. El territorio ancestral es territorio de pensamiento, y toda la cuenca alta donde está Chiribiquete, es territorio de pensamiento chamánico (Van der Hammen, 1996).
Para los desano, y parcialmente para los barasana, karapana y tukano occidentales, los cerros de Chiribiquete y el río Apaporis son la casa de los animales y el sitio donde los resguarda el Tigre y el “Dueño”. Según estas tribus, el payé (chamán) tiene la capacidad de transformarse en jaguar y visitar la Casa de los Cerros donde viven los animales, para negociar la cacería con el Dueño de los Animales. Incluso aprovecha la oportunidad para copular con las hembras y reproducir animales de monte. La palabra desana ye´e significa jaguar, y está asociada con los conceptos de ye´eri = cohabitar y yeéru = pene. El jaguar es, entonces, un ser fálico y entre sus instrumentos fundamentales dispone de la lanza sonajera –su verdadero bastón de mando y voz– que tiene la misma connotación. Según Reichel-Dolmatoff (1968), los desano y otros grupos tukano encuentran en la selva formaciones rocosas que sobresalen, generalmente, aplanadas en su parte alta, y son propensas a contener gran cantidad de cavernas y grietas. Para ellos, dichos lugares son las moradas de Waí- maxsë (ëxtëngë wi¨i=“cerro-casa” o Waí-maxsë wi¨ï=casa de Waï-maxsë), que es la morada de los animales y desde donde el Dueño domina la selva pero también, por la cantidad de ríos y raudales –que son los sitios donde los torrentes de agua pasan por entre gigantescas rocas o forman profundos remolinos–, se constituyen en sitios de fecundidad y fertilidad y, por ende, viviendas de Waí-maxsë como protector de los peces (Reichel-Dolmatoff, 1968: 104).
Para los indígenas tukano y otros grupos de la región, cerros-raudales son lugares semejantes al útero de los animales-espíritus. Los imaginan de forma humana, viven y se reproducen, y el Dueño de los Animales los deja periódicamente en libertad para que sean presa de cazadores. Su liberación requiere de prácticas chamánicas especiales, mediante las cuales se negocian transacciones con este Dueño, en las cuales se usan plantas sagradas, se practican dietas especiales de carácter ritual (alimentos rojos y amarillos), se determinan épocas especiales a lo largo del calendario cósmico y se hacen ensalmos. Estas prácticas –en las que participan sus aprendices– incluyen trabajos espirituales especiales también para el dueño de los peces o de las plantas (Op. Cit., 56). Consumiendo rapés y tabaco, el chamán conoce el universo, vuela en pensamiento por el macrocosmos convertido en jaguar, domina el trueno y se apropia del cuarzo donde cae el rayo. De acuerdo con los relatos indígenas, el payé tiene generalmente en su poder un cristal del cuarzo que simboliza el «pene sol», un símbolo que se asocia especialmente con el Cerro de Chiribiquete. En su vuelo bajo el efecto de alucinógenos, el payé penetra en la Vía Láctea y se comunica con Vixo Mahse, el Dueño de los Animales, el poderoso hijo solar, o jaguar. (Reichel-Dolmatoff, 1969, 1978, 1981 a y b; Pineda, 1996, 2002, 2003 y 2005).
Para los siona y otros grupos, por ejemplo, la selva, los ríos y los cerros amazónicos de Colombia están relacionados con los mitos donde surge la gran maloka de los jaguares o la Casa de los Tigres. Para el aprendizaje chamánico se usan mitos y narraciones de la cosmología chamánica para preparar a los aprendices “desde lejos”, a través del uso de yajé y yopo como alucinógeno. Poco a poco, el aprendiz va conociendo estas casas sagradas y los reinos que hay del otro lado de la realidad, y aprende a hablar y a negociar con sus habitantes de la mano de su maestro chamán. Los aprendices de chamán al centro y sur de la Amazonia colombiana, visitan la Casa de los Jaguares, localizada en un reino oculto de un universo de múltiples niveles. Narrativa y cantos recrean, a través del conocimiento de chamanes mayores, los viajes al lado oculto de la selva (Langdon, 2013).
Uldarico Matapí, uno de los principales sabedores de la cultura yucuna, fue parte del esfuerzo editorial que se emprendió con el Instituto SINCHI de la Amazonia colombiana y preparó recientemente una disertación con el apoyo de Tropenbos Colombia, sobre la Serranía de Chiribiquete en la que documenta este lugar como de altísima importancia chamánica, entre otras cosas, porque es allí donde confluyen el pensamiento ancestral de muchos grupos indígenas amazónicos. Según este sabedor, la Serranía de Chiribiquete, es uno de los lugares más antiguos en la historia upichia y es un lugar de protección espiritual, que ellos reconocen como “Mejeimi meje” (Ecos del silencio). De acuerdo con su cultura, “…esta concepción solo la conocen los chamanes de linaje mayor, porque son los que la manejan directamente y los que analizan las condiciones de las espiritualidades, meditan y piensan. Las figuras no son pinturas como muchos creen: son espíritus que se manifiestan de esa manera y con su presencia allí hacen cumplir las funciones ecológicas. Por medio de la escritura de los creadores, estos lugares permanecen con el espíritu vivo de la naturaleza y se consideran todo el tiempo como patrimonio vivo de nuestra cultura. Las pictografías son escrituras antiguas que han mantenido la existencia del secreto del mundo, de allí surgieron relatos ancestrales en la cultura upichia, y son reconocidas y valoradas como patrimonio vivo del conocimiento”. (Matapí-Yucuna, 2017: 62-63)
Para los yukuna, en cabeza de una de sus autoridades, muchas de las representaciones pictóricas de Chiribiquete son la prueba de “…la presencia del mandato de los creadores o mandamientos ancestrales, coordinada por los espíritus o guardianes de los lugares que son los que hacen cumplir el esquema de funcionamiento de la existencia… Algunas pictografías, de acuerdo con el lugar donde están, mantienen el ciclo de vida de los animales más antiguos, de los del medio y de los actuales, que es lo que organiza sus planes de vida naturales. La pictografía antigua es origen del pensamiento de los creadores (caripulaquena), de la forma de pensar y meditar para descubrir algo y, sobre eso, dar origen a las cosas materiales de la tierra; la pictografía antigua también forma parte del plan de ordenamiento de la creación del mundo, muestra el camino de la existencia y las diferentes formas en que se iba a dar presencia a cada especie de animal. Desde la visión chamánica upichia, las figuras de múltiples jaguares no son los jaguares salvajes, que es como muchas personas las entienden actualmente. La palabra jaguar, yahuichinaicana, era para los creadores caripulaquena el poder de la espiritualidad y, más adelante, el espíritu del conocimiento que permite accionar sus efectos en el momento de la sesión chamánica.”, (Matapí-Yucuna, 2017: 65).
Lejos del Apaporis y el Vaupés, más al norte, en territorio de los indios piaroa (uwottüja), ye’kwana, pemón, macushi, kurripako, yabarana, yanomamö, chaima y Kari’ña, en Venezuela, Brasil y las Guyanas, los tepuyes son sitios sagrados y forman parte de su geografía sagrada (Boadas 1983; Brewer, 1988). Según ellos, allí es donde viven deidades y seres míticos. Muchos tepuyes de formas erguidas y cilíndricas están asociados con el poder fálico y sirven, en algunos casos, para ceremonias de iniciación, aunque son sitios que no deben ser visitados. Algo similar existe con muchas otras formaciones que están relacionadas con el sitio donde tuvo su origen la humanidad o como morada de dioses (por ejemplo, Pacaraima, Kukenan-tepui, Tepumereme, Guanari, Canaima, Roraima, Cerro La Neblina). Para los tulipáng, en sus leyendas, bailes y canciones, las montañas desempeñan un gran papel y el monte Roraima significa “Casa de los Espíritus” según los pemones, (Koch-Grünberg, Theodor, 1979: 163, Boodas, 1983; Weiddmann, 1986; ORPIA, 2018). La gran mayoría de los sitios son cerros que están relacionados con la casa del diablo, el tigre o el Sol. En estos cerros vive Ira (jaguar-tigre), Motokariwe (espíritu del Sol) y está la casa de Raharariwe (serpiente cósmica), (ORPIA, 2018).
En el contexto tepuyano del norte de Suramérica son muy pocos los sitios donde se han encontrado representaciones pictóricas, además de Chiribiquete. Hasta el momento conocemos algunos reportes y trabajos realizados en la región del Roraima brasileño-venezolano4 y en una roca aislada en las faldas del tepuy Chimantá5 (sitio “la Casa de las Pinturas”, comunicación personal, Charles Brewer-Carias), que, por cierto, como se verá más adelante, forman parte de la misma Tradición Cultural de Chiribiquete.
La geografía sagrada y el chamanismo
Por el momento, retomando el concepto chamánico que, seguramente, es el eje fundamental de toda esta discusión, la geografía chamánica es un concepto amplio que según Reichel-Dolmatoff (1981) y Cayón (2013), delimita un espacio que, en términos chamánicos, constituye la única base para el manejo intelectual de la división geográfica, sus detalles topográficos y su realidad ecológica. Geografía chamánica es, entonces, un sistema de adaptaciones en el que se utilizan conceptos y metáforas que hacen referencia a las fronteras entre diferentes grupos sociales y a algunos aspectos de la ecología local, por ejemplo, el comportamiento de los peces o los mecanismos de dispersión de polen de ciertas palmeras con respecto a los sitios sagrados. Estos últimos se vinculan en el espacio y encuentran su lugar en el cosmos, a la vez que el espacio los relaciona con seres humanos y no humanos que pueblan el universo. En este sentido, los lugares sagrados y las personas deben entenderse como componentes del cosmos, así como los lugares donde están depositados los conocimientos locales y regionales, bien sean históricos o metafísicos. Los lugares sagrados no son tan solo santuarios de protección ecológica. Los tukanos, por ejemplo, entienden su mundo y la construcción de su espacio en tiempos míticos como un agregado de elementos que definen también las normas de uso de los recursos de la selva. Estos espacios imponen a las personas restricciones de uso y los chamanes son los únicos que pueden ver los sitios sagrados físicamente, o mentalmente. De igual modo, a estos sitios los ven como malokas cósmicas y son los chamanes quienes pueden viajar hasta allá en pensamiento y “entrar” en ellos para comunicarse con los seres dueños que los dominan. Entrar sin el conocimiento necesario, o no comportarse adecuadamente, conlleva enfermedades y, con el tiempo, a la pérdida de la habilidad de “ver” o traer la muerte (Cayón, 2013: 250).
Chiribiquete como geoglifo y Axis Mundi
Tres aspectos fundamentales concentran la importancia de Chiribiquete para la arqueología continental: su ubicación geográfica, su antigüedad y su patrimonio pictórico. La Serranía de Chiribiquete es uno de los accidentes geomorfológicos más antiguos del continente y la formación precámbrica más occidental del Escudo de las Guayanas. Por lo tanto, es una pieza antiquísima y clave de la formación geológica del Escudo de Roraima, con edades que superan mil novecientos millones de años en sus sustratos más antiguos. Por eso, es también una curiosidad geológica, porque está rodeada al sur por el Escudo Amazónico, y por el occidente por la cordillera de los Andes. Millones de años de exposición continua a diferentes agentes erosivos desgastaron profundamente las rocas hasta alcanzar su aspecto actual, donde gigantescos promontorios aislados, que forman micro serranías y cerros separados por grandes llanuras surcadas de ríos caudalosos, constituyen la característica más visible de la región.
El tipo de formación geológica que caracteriza a Chiribiquete se conoce comúnmente con el nombre de tepuy en los países septentrionales de Suramérica. Tepuy es una palabra usada por varias etnias de familia lingüística caribe (especialmente, pemóm), aunque los yanomamö también la emplean para referirse a los cerros o montañas “morada de los dioses”.
La serranía se ubica geográficamente a lo largo de unos 250 kilómetros de extensión, desde 1° 36’46.02” N / 72° 58’40.00” O, hasta 0° 46’15.81” N / 72° 26’40.40” O, con un ancho máximo de 50 kilómetros, siendo 40 kilómetros el promedio más generalizado en su parte media. Sus elevaciones mayores, de aproximadamente 800 metros, se localizan en la parte norte, especialmente en los alrededores del río Ajaju, que atraviesa la formación en este sector septentrional hasta unirse con el río Tunía. Allí, el curso fluvial toma el nombre de río Apaporis hasta desembocar en el río Caquetá. Desde el punto de vista político administrativo, la Serranía de Chiribiquete pertenece a los departamentos de Caquetá y Guaviare, en jurisdicción de los municipios de San Vicente del Caguán y Puerto Solano (Caquetá) y San José del Guaviare (Guaviare).
Dos factores llaman poderosamente la atención para efectos de considerar su afortunada localización: uno es su orientación, pues el eje que describe la formación geológica es en sentido norte-sur, casi perfecto con respecto a la inclinación de la Tierra; el otro es que el ecuador corta la serranía aproximadamente por la mitad, quedando una parte en el hemisferio norte y otra en el hemisferio sur. Este aspecto es crucial para nuestra interpretación cultural del área y convierte a Chiribiquete en un hito iconográfico y en geoglifo, como lo demuestra la evidencia pictórica. Muy cerca de la intersección entre la línea equinoccial y el eje longitudinal de la serranía, hay 4 grandes simas o cavidades naturales de casi 150 metros de diámetro por unos 100 o 150 metros de profundidad. Si nos atenemos a muchos de los mitos de origen de las etnias amazónicas de Colombia, por ejemplo de los desanos y el resto de grupos tukano, vecinos de Chiribiquete y el río Apaporis, es probable que estos agujeros hayan sido interpretados como la marca que el Sol dejó del sitio y momento de origen, tal como hemos comentado. Los cuatro son referentes fundamentales de la sacralidad del universo y se constituyen en cuatro marcas de poder seminal de carácter solar que definen mundos duales. Estos mundos pares están divididos por la línea ecuatorial y son ampliamente representados en los dibujos de Chiribiquete y otros sitios relacionados con la Tradición Cultural Chiribiquete en Colombia y otros países suramericanos por culturas diferentes y distantes (Castaño-Uribe, 2015b). Parecería que una figura parecida a una cruz con “garras” en cada uno de sus extremos equidistantes, que salen de un círculo central o cuatro círculos dispuestos equidistantemente dentro de un círculo y una cruz interior en una figura circular, reiteran el tema de la cuatripartición, concepto clave en la iconografía de Chiribiquete.
Muchos mitos de los grupos amazónicos colombianos hacen referencia al momento de origen en un lugar donde el “Padre” logro, desde la “Canoa Cósmica” –que es la Vía Láctea–, escoger el sitio de “origen” porque observó que este era el único punto donde su bastón, clavado en la roca, no proyectaba sombra. Allí en esta sima6 inicial, abrió unos orificios sobre la tierra, donde vertió su poder seminal y logró su primera creación, la Luna, y luego toda la descendencia de animales, plantas y hombres” (Reichel-Dolmatoff, 1968: 109) y comunicación personal 1992). De este primer momento, no solo se crea la Luna, sino también el mito original del incesto7.
Existen varias asociaciones cosmogónicas importantes en los pasajes sobre este tema. La Luna como primera hija; el incesto entre ambos astros que genera su distanciamiento perpetuo como reflexión principal de ejemplo para un acto que debe ser indicado a los humanos primigenios; la primera creación de estos dos astros, que es el jaguar; y la referencia de la constelación de Orión, como la constelación del jaguar, que recorre como el Sol y la Luna sobre el eje ecuatorial (de este a oeste), montados sobre la Canoa Cósmica, todo lo cual constituye un cuerpo de ideas reiteradas en las pinturas rupestres de Chiribiquete.
Chiribiquete como geoglifo de la cuatripartición y la jaguaridad
Son varios los íconos que representan esta idea cosmogónica y cosmológica en la Serranía de Chiribiquete y que se observan posiblemente aludiendo a esta misma idea en muchos otros lugares del continente. Las investigaciones que he adelantado demostrarían que existen suficientes elementos geográficos, astronómicos y mitológicos que explican el carácter cosmogónico de la cuatripartición como un elemento vital del momento de origen y creación, y que se relaciona con el poder seminal del Sol, la dualidad y equilibrio de este acontecimiento (Castaño-Uribe, 2015a y 2015b). Un suceso fundamental que se narra en los mitos de origen se refiere al acto incestuoso entre el Sol y la Luna, acto del cual nace el tabú del incesto en la cosmovisión ancestral amazónica, igualmente reconocido en muchas mitologías del Neotrópico y de los Andes.
En el arte ritual de Chiribiquete, el resultado de esta unión es el jaguar. En consideración a lo anterior, la figura emblemática y casi sagrada del jaguar y, por ende, lo que ahora llamaré “jaguaridad”, adquiere un sentido especial en las expresiones simbólicas de la TCC8. Este ser que resulta del poder seminal del Sol y su relación con la Luna, es un ser superdotado que cuenta con las características propias de sus progenitores y queda designado por el Sol como su representante en la Tierra para guardar el equilibrio del poder solar (masculino) y lunar (femenino) con todas sus implicaciones para la armonía del universo, incluso el tema de la dualidad luz/oscuridad y día/noche. Destaca entonces en la iconografía de la TCC, el poder solar-lunar del jaguar y el punto de equilibrio entre estas dos fuerzas. El jaguar no es solo heredero y representante de sus progenitores, sino intermediario entre ellos y las demás criaturas y elementos de la tierra y el universo. Tal vez fue por esto que tantos grupos étnicos amazónicos y del Neotrópico hicieron tanto por emular su comportamiento (Castaño-Uribe, 2013).
Consideremos ahora la importancia de los solsticios y equinoccios en la Serranía de Chiribiquete. Dada la posición geográfica de la serranía, nos referiremos de nuevo a los cuatro puntos clave de este sistema y reiteraremos el concepto de cuatripartición respecto a un plano cartesiano definido por el eje norte/sur (sierra) y eje ecuatorial (línea ecuatorial), aspectos que no debieron pasar inadvertidos a los artífices de la TCC. En efecto, el movimiento de la Tierra con respecto al Sol determina que los dos polos terrestres se encuentren a igual distancia del Sol dos veces al año (el 20 de marzo y el 22 de septiembre), cuando la luz solar cae por igual en ambos hemisferios. En los equinoccios, el Sol está situado en el plano del ecuador terrestre, donde alcanza el cenit. Entonces, el paralelo de declinación del Sol y el ecuador celeste coinciden. Así pues, la trayectoria solar durante el solsticio de verano ocurre en el segmento norte de la serranía, que se localiza en el trópico de Cáncer; y en el trópico de Capricornio, al sur, en el solsticio de invierno. Entre tanto, los equinoccios coinciden ambos con la línea ecuatorial (coincidiendo, en este caso, con la línea equinoccial), fenómeno que solo es posible sobre el eje ecuatorial o centro de la Tierra.
Este aspecto se complementa con otro fenómeno muy importante y destacado de la cosmología amazónica, en particular entre algunos grupos indígenas de la región del Apaporis y Pira-Paraná, que reconocen en la constelación de Orión (o “El cazador” en la cosmología greco-romana occidental) la constelación del Jaguar. En la zona ecuatorial amazónica, esta constelación es visible permanentemente durante todo el año. Proyectada desde el cenit, sus cuatro estrellas principales (Betelgeuse, Rigel, Bellatrix y Mintaka) se identifican con las cuatro patas o los cuatro colmillos del jaguar, con su cola desplegada en actitud de salto, cobijando durante toda la noche la serranía sagrada, desplegando el “salto” cosmológico en sentido este-oeste (amanecer-atardecer nocturno).
Lo importante es advertir que esta particularidad astronómica y cosmológica armoniza sorprendentemente con el fenómeno de idealización de los solsticios y equinoccios en Chiribiquete, puesto que el recorrido nocturno de la constelación con sus cuatro patas se proyecta desde el cenit hasta unos puntos terrestres definidos por el Padre Sol en Tierra (Castaño-Uribe, 2015b). En la TCC, la representación del “reloj de arena” podría ser esta constelación felina y su poder nocturno, y también el ícono de la cruz o la “X” que hace alusión a este fenómeno cuadripartito lunar y solar, tal como lo expresan indígenas de filiación carib y tukano. La cruz y la “X” son usadas en estas culturas para simbolizar la constelación y el poder del jaguar, y se representan en diferentes muebles y artefactos con un valor fundamental de empoderamiento felino, por ejemplo en la cumbre de las malokas que son la síntesis del cosmos y de los niveles de la arquitectura del universo; o en las decoraciones de bancos para sentarse, tambores manguaré y tantos otros aspectos que se relacionan con la identidad felina (Reichel-Dolmatoff, 1978, 1989 y 1997). El uso de estos elementos iconográficos se observa en la arquitectura, la cestería, la orfebrería, la talla en madera y en los patrones de baile o en rituales que tienen que ver con el empoderamiento felino, destacándose que el concepto chamánico del salto es permanente desde la pintura rupestre de la TCC en estos íconos y arquetipos. Estas representaciones artísticas se relacionan necesariamente con la etnoarquitectura conceptual del complejo equinoccial solar (cuatripartición) y con el despliegue astronómico de la constelación nocturna de Orión, todo lo cual se relaciona con el territorio serrano-ecuatorial proyectado hacia el concepto central de “mitad del mundo-sitio de origen”, (Castaño-Uribe, 2013, 2015b). En tal sentido, sorprende cómo este ícono cruz-X-círculo aparece de una forma tan reiterada en el arte rupestre de la TCC, y, también, en otros contextos arqueológicos y etnográficos de la Amazonia colombiana y la región Neotropical, casi siempre asociado al concepto de jaguaridad solar y lunar.
En muchas culturas nativas de la selva y de otros lugares, el ciclo anual del tiempo se mide por la proyección de los rayos solares que penetran gradualmente en la maloka o en un bohío desde el techo (considerado el cenit). El sol que entra va marcando un recorrido occidente-oriente con su halo de luz, y esto es usado como guía mnemotécnica para observar y nombrar el tiempo diurno, es en esencia una especie de reloj. Como calendario del ciclo anual, es un medio sencillo para calcular el paso del Sol entre solsticios. Para estas sociedades, el año-verano comienza en el equinoccio de septiembre, cuando el Sol pasa por el cenit. El recorrido del Sol se observa en el centro de la maloka. Hacia el solsticio de junio, el Sol pasa por el lado sur adentro de la maloka, y en diciembre, por el lado norte. Como referencia solar del paso de las estaciones, este sistema permite cierto manejo del tiempo y del ambiente que sirve para adaptar las actividades humanas. Muchas sociedades del Vaupés, Apaporis y Caquetá consideran vital el papel que tiene el tiempo. Hay rituales y actividades económicas propios para cada estación. Aunque estos indígenas reconocen más de diez estaciones con nombres propios, que recuerdan el producto que se cultiva o se recolecta (frutos, insectos y reptiles, etc), distinguen de manera general la época de verano (hacia el solsticio de diciembre) y la época de invierno (hacia el solsticio de junio); a las épocas equinocciales de transición se les adscribe una importante función ritual entre estas dos grandes épocas (Von Hildebrand, 1983, 1984).
La cuatripartición, o las cuatro oquedades cosmogónicas, y otras representaciones emblemáticas heráldicas, aparecen en otros lugares y tiempos del arte prehispánico en piedra, cerámica, tejidos, cestería, madera y orfebrería. Esto parece indicar el carácter especial y protagónico de la TCC en muchas regiones del continente a lo largo de muchos siglos. Por ejemplo, la alusión al círculo/cruz con cuatro círculos o espirales en cada una de las cuatriparticiones, así como la “X” o la cruz con cuatro apéndices circulares y sus innumerables variantes asociadas al concepto de los 4 hitos solares como lugares de origen en el centro del mundo y la línea ecuatorial, el ícono del “reloj de arena” y la “X” alusiva a la constelación de Orión (constelación del Jaguar) son muy reiterativos. La representación gráfica de cuatro soles, o cuatro grandes círculos o mundos que representan los lugares de inseminación solar en la Tierra, y la escena iconográfica de los cuatro jaguares hincados por lazos a los dueños junto a un gran sol, son elementos temáticos repetidos en la Tradición Cultural Chiribiquete que formaban parte del imaginario indígena. Estos cuatro hitos de roca junto a la línea ecuatorial seguramente tienen un significado profundo relativo al carácter sagrado del poder seminal del Sol.
Mitología del Axis Mundi
En el noroeste amazónico, particularmente en la Amazonia colombiana, vive un número importante de pueblos indígenas desde tiempos pasados y en el acervo de sus mitos de origen hacen alusión permanente a la triada Sol/jaguar/plantas sagradas, y visibilizan notablemente el papel de la Vía Láctea, aspecto determinante en Chiribiquete. De todos los pueblos y mitos de la geografía cósmica local y regional de este espacio, sobresalen los mitos y ensalmos de los tukano orientales. Los desano, por ejemplo, próximos a la serranía y a la cuenca del Vaupés, son afines a muchos conceptos, escenas y elementos que forman parte de la mitología estelar que se deduce del contenido y de las representaciones pictóricas de la TCC. De acuerdo con Reichel–Dolmatoff (1968), el mito de origen de los desano describe aspectos fundamentales para entender el concepto de Axis Mundi y la figura emblemática de la proclama “Sol/Vía Láctea/jaguar/plantas sagradas”. Los mitos son hábilmente perpetuados por los payeses9 o chamanes como elemento fundamental de la cultura. En ellos se describe cómo el Padre Sol se sube en la Canoa Cósmica –Vía Láctea–, y empieza a buscar el sitio ideal para la creación. Luego de mucho buscar sobre la faz de la tierra, encuentra un sitio sobre la línea ecuatorial y seguro de que este sitio es el lugar, luego de hacer las pruebas con su báculo (también se mencionan en los mitos lanza o bastón de mando), establece que el sitio finalmente servirá para eyacular su poder seminal. Hace un gran hueco en la roca con su bastón y eyacula su poder solar que fertiliza la tierra.
La cuatripartición y el origen de los seres
De acuerdo con los mitos de los tukano, que varían de un grupo a otro y según la versión de cada payé, el momento de origen de la humanidad ocurrió en uno de los cuatro agujeros que abrió el bastón del poder solar. Hay versiones que hablan de una de estas oquedades como sitio de origen de los hombres, pero hay otros que hablan de un raudal muy próximo a Chiribiquete (Jirijirimo, en particular). Como sea, es aquí donde se fortalece el concepto de la cuatripartición y las dualidades que se derivan de ello (los cuatro postes del mundo y de las malokas, los cuatro fogones, las cuatro plantas sagradas, etc.). En Chiribiquete y, en general en la TCC, son reiterativas las alusiones a cuatro soles y cuatro jaguares que están enlazados a un “centro”, aspecto que por demás es muy frecuente en la evidencia arqueológica y en las piezas etnográficas de muchas culturas y pueblos indígenas de Colombia y del Neotrópico.
Los mitos mencionan el origen de los hombres, las plantas sagradas y los animales como parte de la creación solar, y se deduce que cada uno de estos grupos salió de una oquedad. Quizá sea este aspecto el que le confiera mayor preponderancia al carácter especial de la Serranía de Chiribiquete, donde precisamente hemos encontrado hasta el momento cuatro simas. Como ya lo había reseñado Reichel-Dolmatoff, (1968), el mito de origen en esta región amazónica fue posible gracias al poder energético solar y a la matriz rocosa de cerros y raudales en el centro del mundo. Esto puede verse muy relacionado con el encuentro de estas oquedades, interpretado posiblemente como demostración fehaciente de los mitos, en un lugar suprasagrado como Chiribiquete que, precisamente en la mitad de mundo, está rodeado además por los raudales más exuberantes y sacros para los indígenas de esta vasta región.
Origen del jaguar
“En este entonces aún no se conocía la noche y así viajaron con luz, siempre a la luz amarilla del Sol. Cuando los primeros hombres se habían embarcado, el Sol le dio a cada uno alguna cosa, algún objeto, para que lo llevara con mucho cuidado. A uno de ellos le había dado una pequeña bolsa negra, bien amarrada, y ahora con el viaje tan largo, el hombre se puso a mirar la bolsa. No sabía qué había adentro. Se puso a abrirla y de pronto salió de la bolsa una multitud de hormigas negras, tantas que taparon la luz y todo se oscureció. Eso fue la primera noche” (Reichel-Dolmatoff 1968: 19). Los desano manifiestan en su cosmogonía: “Entonces, el Sol creó al jaguar para que lo representara en este mundo. Le dio el color de su poder y le dio la voz del trueno que es la voz del Sol” (Reichel-Dolmatoff, 1968: 20).
De la relación incestuosa que mantiene el Sol con su hija, la Luna, nace su heredero, el jaguar. El jaguar es un ser solar y lunar, por eso sobre su piel quedaron manchadas las pintas amarillo-negras de su padre, siempre en la parte superior del animal. Abajo, las pintas blancas y negras, propias de su madre. Su nacimiento es un acto de incesto que el propio Sol enmienda como ejemplo para toda la gente. El Padre Sol eludirá de por vida a su hija, la Luna, y cada uno guardará distancia para evitar un encuentro. Los eclipses solares ocasionales auguran, por lo tanto, un mal futuro, muchas veces.
Para los desana, el Padre Sol creó al jaguar para que lo representara en este mundo. Le dio el color de su poder y le dio la voz del trueno que es la voz del Sol; lo encargó de proteger la Creación y cobijarla y cuidarla, ante todo las malokas míticas (Villa-Posse, 1993). El jaguar y Dueño de los Animales, para ellos, vive en un gran cerro sagrado. Al jaguar le fue el encomendado mantener, en la Tierra, el orden, el equilibrio y la dualidad de su propia naturaleza: luz/oscuridad; día/noche; colores amarillos, blanco/negro y rojos. Además, es responsable de mantener el orden y equilibrio con sus propios antagonismos entre el bien/el mal; sexo-parentesco/incesto; vida/muerte y demás. Según Reichel-Dolmatoff (1997), el Dueño de los Animales se imagina como un poderoso cazador que camina por la Vía Láctea de este a oeste. En su espalda carga su presa, un animal simbolizado por cierta constelación que acaba de levantarse sobre el horizonte. A lo largo del año, vai-mahsë estará entonces llevando sus animales de caza, peces y frutas por su trocha celestial, en función del movimiento propio de las diferentes constelaciones que encarnan a diferentes animales, en el ciclo anual.
De acuerdo con Reichel-Dolmatoff (1997), el modelo de manejo del cosmos, con sus normas y deberes, fue ideado por el Padre Sol, asignando a todas las criaturas de la tierra cierta cantidad de energía vital que debía fluir. Así pues, las plantas, animales y seres humanos deben consumir una energía que siempre emana del Sol y que siempre debe regresar a él. Para regular este flujo, el Padre Sol instituyó al Dueño de los Animales (en la figura del jaguar, su hijo), para que fuera el mediador entre el hombre y su medio ambiente. El chamanismo apoya y soporta, hasta nuestros días, estos principios básicos que son apoyados por un conjunto de mitos y rituales. Muchos de estos elementos forman parte los salmos sagrados, que estos sabedores conocen e interpretan. Las asociaciones culturales y metáforas que esto implica, llevan al chamanismo amazónico a asociar, según Reichel-Dolmatoff (1978), todo lo esencial en la liturgia sagrada, tal como las transformaciones del chamán en jaguar o en trueno, que son una misma cosa, y que se manifiestan recurrentemente, con gran poder, para el cumplimiento del orden. Así, por ejemplo, el trueno y el espíritu-jaguar forman, para los chamanes, un solo concepto que relaciona el trueno con el relámpago, la lluvia y el arcoíris, así como con otros elementos fértiles y sagrados que el Padre Sol les ha dado, para que hagan cumplir las normas y la fertilidad del mundo. El Dueño de los Animales controla y negocia con los chamanes, sus protegidos, las relaciones entre animales, plantas y hombres y regula, según las leyes, si debe llevar enfermedades a hombres, mujeres y niños, como retaliación por la persecución descontrolada de animales de caza, de pesca y otros recursos (Reichel-Dolmatoff, 1997).
La gente y el resto de los animales
De acuerdo con los mitos y el análisis de Reichel-Dolmatoff, los desano creen que todos los animales de caza habitan adentro de ciertos cerros rocosos, como los de Chiribiquete, en la profundidad de la selva, y que son lugares como un útero, donde los animales-espíritus, imaginados en forma humana, viven, se reproducen y son liberados periódicamente por el Dueño de los Animales, para que sean presa de los cazadores. Los peces, se cree, viven de la misma manera en el fondo de pozos profundos y oscuros en ríos o lagos. En la mente del chamán, el cristal de roca le ayuda en viajar a estos lugares y reunirse con el Dueño de los Animales, pero puede también observar a los animales, reconocer de qué clase son, contarlos y, de este modo, hacer un inventario de recursos alimenticios para logar los acuerdos necesarios, en este flujo de energías y de normas (Reichel-Dolmatoff, 1997).
En el caso de los humanos, los desano indican que el Padre Sol había creado la Tierra, con sus animales y plantas, pero aún no había gente. Luego decidió poblarla y para eso hizo un hombre de cada tribu, y dio forma a Pamurí-maxse, un creador de gente, a quien el Sol envió a poblar la Tierra. Pamurí-maxse estaba en Axpikon-diá (constelación cercana a las Pléyades) y allí se embarcó en la gran Canoa Cósmica (Vía Láctea). Según los relatos míticos descritos por Reichel-Dolmatoff (1968 y 1997), esta canoa estaba viva pues en realidad era una gran culebra que nadaba por el fondo de las aguas. La piel de esta canoa-culebra estaba pintada de amarillo y de rayas y rombos negros. En su interior, que era rojo, venía la gente. Fue un viaje muy largo. La canoa-culebra bajo en un raudal porque Pamurí-maxse iba a establecer a la humanidad en las cabeceras.
Otras versiones de este momento están referidas por Reichel-Dolmatoff, por los tukano, que enfatizan la facultad engendradora de esa matriz cósmica para el momento de origen. Según ellos, el esperma del Padre Sol, que fecundó la matriz, era de un carácter sobrenatural y por ello hubo de sufrir una transformación para poder producir seres humanos ordinarios. La matriz de ahpikon-dia se llama taero-vii “manifestación-casa”, en el sentido de que es un lugar donde la esencia sobrenatural se manifestó en forma visible y humana. Una vez ocurrido esto, la humildad, recién creada, salió temprano por la vara sonajera, hasta que llegó al nivel de la Tierra y apareció en forma de hombres desarrollados, (Reichel-Dolmatoff, 1997: 263).
Plantas sagradas
Los mitos hacen alusión clara a las plantas sagradas y existen infinidad de versiones sobre su origen y los acontecimientos que están relacionados con su importancia para la cosmovisión amerindia de la Amazonia colombiana. Estas plantas son determinantes para que los chamanes puedan entrar al mundo espiritual y a la casa o maloka cósmica. En Chiribiquete existen dibujos que hacen una clara alusión a múltiples tipos de plantas sagradas, algunas de ellas psicotrópicas, y al “vuelo-trance” que son parte de muchas escenas iconográficas10. En estas, se observan figuras antropomorfas con indumentaria y utensilios de uso chamánico. Para muchos etnógrafos y etnólogos que han trabajado en esta región (Reichel-Dolmatoff, 1968, 1976, 1978, 1998; Pineda Camacho, 1994, 1996, 2002, 2003; Århem, Cañón, Angulo & García, 2005; Langdon, 1979, 1986; Shultes, 1992), el chamán se ve a sí mismo como un jaguar o un pájaro cuando se encuentra en trance extático11 bajo el efecto de plantas alucinógenas. Es entonces cuando visitan diferentes mundos donde viven seres sobrenaturales, como el Dueño de los Animales. En los mitos también se habla de la importancia del yajé. De acuerdo con Reichel-Dolmatoff (1997), “… las infusiones de Banisteriopsis tienen parte importante en muchos de sus rituales colectivos, durante los cuales los participantes afirman tener visiones de seres-espíritus y escenas mitológicas. La Banisteriopsis se emplea también para propósitos adivinatorios y en la práctica curativa. En uno y otro caso, los trances y las experiencias alucinatorias inducidos por drogas son parte esencial de muchas –si no de todas– las creencias indígenas, y tienen notable trascendencia en mitos y rituales, así como en innumerables circunstancias prácticas de la vida cotidiana” (Reichel-Dolmatoff, 1997: 242). La representación gráfica de la liana sagrada en Chiribiquete da pie para pensar que era parte especial de los rituales y referente de la TCC, incluso por fuera de los confines amazónicos.
Regresando de nuevo a la analogía de los mitos desano, podemos tratar de relacionarlos con el origen de algunas de las cuatro plantas sagradas que aparecen representadas en la iconografía de Chiribiquete: yajé (D1), yopo (D3), coca y tabaco. Sobre el yajé (Banisteriopsis caapi) “…El Padre Sol iba en su canoa cósmica, solo, en el comienzo de los tiempos. A veces se detenía y tomaba su vara sonajera y la apuntaba acá y allá, tratando de dar con el punto exacto donde podría estar situado el poder del yajé. La humanidad necesitaba un medio de comunicación; por esta razón buscaba el Padre Sol, el yajé. Metía su bastón en el suelo, a la orilla del río, siempre que se detenía en un rápido. Pero el bastón no se tenía derecho; quedaba inclinado. Por eso probaba otra vez. Pero otra vez quedaba inclinado. Y siguió probando y probando, hasta que por fin quedo derecho, quedo vertical; allí era el punto. Esto sucedía en las cataratas de Ipanore y en la roca de Nyi, allí donde el Padre Sol, en forma de guacamaya (oropéndola, en otras versiones), buscaba el jaguar del yajé” (Reichel-Dolmatoff, 1978: 157).
Durante la experiencia alucinatoria, el tomador de yajé, guiado por el chamán, regresa al útero materno –representado en la olla o el hueco del yajé– y se reencuentra con los ancestros, en una experiencia vital (Pineda, 2006). Resulta sorprendente que la actual imaginería artística que usan los indígenas para decorar su cuerpo, malokas, cerámica o los instrumentos litúrgicos del ritual, sea de signos y grafías emparentados con las representaciones rupestres de la TCC.
La alusión mitológica al yopo (Anadentera peregrina) y a la virola (D2) (vihó-Virola s.p.), indica que: “…la hija del Sol, quien obtuvo primeramente vihó12 ‘rascando el pene de su padre’. Efectivamente, se dice que el vihó procede del esperma del sol y que debe su existencia al incesto del Padre Sol con su hija. El recipiente donde se guarda el rapé en las ocasiones rituales se llama abé yeeru (D) o muhipu nuri (T), o sea pene del Sol” (Reichel-Dolmatoff, 1978: 114). Muchos estudios etnográficos señalan que, gracias a las plantas psicotrópicas, el payé se transforma en jaguar.
De acuerdo con Pineda (2006), el payé, a través del consumo del yopo (vihó), conoce el universo y vuela por el macrocosmos –desplazamiento que realiza en pensamiento, generalmente, gracias a los enteógenos– permitiéndole un amplio dominio del conocimiento ancestral, cuya energía está resguardada, entre otros objetos, en los trozos de cristal de roca cuidadosamente guardados, y que, según ellos, son enviados por la voz y la centella del trueno (rayo) para darles este poder, seminal, felino y cósmico. Un aspecto clave de la mitología desano con referencia a Chiribiquete es que “…en su viaje por la Vía Láctea, el payé se comunica con Waí-Maxse, el Dueño de los Animales. Visita la Casa de los Cerros donde ellos viven para negociar la cacería con su dueño, e incluso aprovecha la oportunidad para copular con las hembras de los animales y así reproducir las criaturas del “monte” (Reichel-Dolmatoff, 1968: 112).
Chiribiquete como sitio
y piedra del poder solar
Axis Mundi solar, cuatripartición cósmica, jaguar solar, plantas sagradas y chamanismo son conceptos clave de la estructura mítica y cosmológica de muchos pueblos amazónicos vecinos a la Serranía de Chiribiquete. Adicionalmente, hay dos conceptos envolventes de gran interés en este capítulo que ayudan a entender mejor el papel de esta serranía y sus representaciones pictóricas, y que nos permiten trascender la memoria de las rocas y del chamanismo en el centro del mundo. Por un lado, la figura emblemática de este tepuy, reconocida hoy por muchos chamanes como el “banquito o taburete del Sol”; por otro, las “pintas” sagradas hechas por el Padre Sol=hijo del Sol y Dueño de los Animales, que en el chamanismo representan la expresión sagrada del “origen”. En el caso de Chiribiquete, las elevaciones rocosas en forma de domos son falos solares y los agujeros, cuevas y simas, son el útero ancestral de donde nació la fertilidad femenina.
De otro lado, la contextualización de Chiribiquete como geoglifo13, Axis Mundi y centro de origen, no quedaría completa si no se indicara, en este momento, que esta debe ser abordada con otro elemento clave de la cosmovisión de estos cazadores-guerreros. Como se verá en el próximo capítulo, existe una idea del papel cósmico que cumple un ícono especial de los conjuntos pictóricos y que hemos documentado como un elemento estructurante del pensamiento y de la visión derivada de la codificación pictórica de Chiribiquete. Se trata de un ícono que llamaremos “dígito y tridígitos” desde la perspectiva morfológica o “canoa cósmica (Vía Láctea)” desde el punto de vista simbólico. La descripción y análisis de este ícono como arquetipo y arqueotipo chamánico, debido a su extensión, se revisará en ese capítulo.
El significado de Chiribiquete como vocablo de toponimia sagrada
Estudios anteriores abordaron el tema del significado de la palabra Chiribiquete (Robayo, 1986; Franco, 2002), aunque hasta ahora este no se ha establecido con precisión. Lo cierto es que para estos autores y Meira (2009), el término Chiribiquete se relaciona con la lengua carijona14 de la familia macrolingüística carib (karib), emparentada lingüística y culturalmente con la rama proto-taranoa (Arango y Sánchez, 2001; Robayo, 1987; Franco, 2002; Landaburu (2005), y, por ende, con los grupos trio (tiriyó, tarona y yawi) de Surinam y akuriyo de las Guayanas (Meira, 2009). Esta etnia está seriamente amenazada, pues no sobreviven más de 30 familias dispersas en varios territorios de la región amazónica (departamentos de Caquetá, Guaviare y Amazonas) y no hay más de 20 personas que hablen actualmente la lengua (Landaburu, 2005). Esta etnia se asentó en los alrededores de la Serranía de Chiribiquete durante los últimos 1.000 años, y tal vez debido a su belicosidad contra los pueblos vecinos, se aisló más en este territorio durante siglos, hasta que los caucheros los persiguieron casi hasta el exterminio.
Según varias fuentes (Franco, 2002; Domínguez, 1975; Robayo, 1986), los carijona eran un numeroso grupo humano (entre 10.000 y 18.000 personas) a finales del siglo antepasado, con comunidades y asentamientos a lo largo de los principales afluentes de los ríos Yarí, Ajaju y Apaporis. No obstante, hoy están restringidos en tres o cuatro caseríos donde prácticamente han perdido su cultura autóctona y algunos viven al lado de otras etnias que los acogieron, como los tukano. Para Domínguez (1975), el topónimo Chiribiquete es el nombre con el que se conoce un segmento de la serranía entre los ríos Macayá y Ajaju. Según ese autor, este segmento colindaría con las mesas de Iguaje, en la parte media, y Araracuara en la parte sur. Hoy el Parque Nacional, lleva el nombre de Chiribiquete para toda su serranía.
A finales de la década de 1980, cuando iniciábamos todas las operaciones logísticas para llegar a Chiribiquete, usando como base de operaciones la población de Miraflores en el Guaviare, logramos realizar una serie de contactos con algunos indígenas carijona apostados en Puerto Nare, en la parte alta del río Vaupés, en sectores comprendidos entre los ríos Vaupés y Apaporis. La población carijona ya era muy reducida en ese entonces, pues no más de 60 personas tenían alguna relación con otros pobladores de Caño Giriza y Puerto La Palma, en el mismo municipio. Una mujer carijona, de nombre Ofelia, me llevó a conocer al abuelo de la localidad, de nombre Inocencio Álvarez, que en ese momento rondaba los 60 años de edad. Estaba casado con mujer tukano. Con él pudimos intercambiar mucha información dada su experiencia y conocimiento de la región, pues sus ancestros venían aparentemente en el río Ajaju, según nos relató. Dos aspectos llaman la atención: primero, el lugar de residencia de sus abuelos en las riberas del Ajaju, entrando por el Apaporis, y su relación con una máscara de jaguar que usaba su padre para las fiestas de juyupari que no nos imaginábamos existiera, o que hubiera sido asimilado por los carijona. Segundo, el posible significado de la palabra “Chiribiquete”, que como lo veremos, está muy relacionado con la casa o maloka solar.
Según Inocencio, el baile del yuruparí representaba y reafirmaba las leyes y normas del Padre Sol, y en la zona entre Yarí y Ajaju se hacía el baile para propiciar ese momento que recordaba las leyes de incesto y exogamia con los iniciados. Su relato establecía una cierta similitud con los mitos de las andanzas del padre estelar y de su descendencia con la Luna –su hija– que se bañaban en las aguas de la constelación de las Pléyades. En dicha celebración se usaban unas flautas y trompetas, los yuruparí, que producían el rugido del jaguar y el sonido de la anaconda ancestral, todo lo cual nos pareció de gran significación.
Según él, “Chiribiquete” es Chiribiteri (o Shiribiquete-ri)15 que, de acuerdo a su saber, destacaba al cerro como “la Casa Solar y las estrellas”. Indagando por la conexión lingüística, pudimos conjeturar, con cierta dificultad y algunas consultas con otros miembros de estas etnias, una traducción como: Casa solar del enjambre de estrellas o casa del enjambre solar. Esta idea tendría mucho sentido, pues no solo se enmarca en el contexto pictórico de Chiribiquete con sus arqueotipos solares, sino también con el concepto de la Vía Láctea y el mito de origen de varios grupos amazónicos cercanos a Chiribiquete.
NOTAS
- 1. Una característica propia de estos tepuyes es que son formaciones macizas de rocas que salen abruptamente del suelo y que por encima tienen casi siempre una mesa plana. Se encuentran gran cantidad de pequeñas formaciones como columnas, intrincadas y caprichosas que se conocen como domos y que se forman por procesos erosivos generados por el viento y el agua, que han actuado durante millones de años. A diferencia de Venezuela, Brasil y las Guyanas, casi todos los tepuyes que hay en Colombia son cerros aislados, más o menos cilíndricos o espigados, y algunos son altos, superando a veces 2.000 metros de altura. Chiribiquete es el más largo de todos ellos, pero también el de menor altura, y cuenta con dos condiciones particulares que difícilmente se repiten en otros lugares: está muy próximo a la cordillera de los Andes y se encuentra en una zona de transición ecológica entre las regiones del Amazonas y el Orinoco, haciendo de puente y corredor biológico en esta parte del continente.
- 2. Sitios con encharcamientos salobres derivados de la condición mineralógica del suelo. En general, los salados son referidos en la literatura científica con una variedad de términos, a saber: mineral licks, salt licks, colpas, barreros, canamã, debido a que varias especies de fauna acuden a estos lugares, aparentemente con el fin de satisfacer sus necesidades minerales. Las posibles razones por la cuales las dantas consumen agua y material edáfico todavía están en discusión; sin embargo, básicamente existen dos hipótesis al respecto: (1) Potenciales deficiencias minerales o desequilibrios en la dieta de algunas especies como las dantas y guacamayas que las atraigan, o (2) la acción neutralizante de la arcilla sobre la toxicidad de ciertos componentes secundarios en su dieta. Montenegro (1998 en Lozano, 2006) concluye que los sedimentos del salado contienen mayores concentraciones de Na, Mg, Ca y K que los suelos no asociados a salados y sugiere que en la región tropical, el sodio, el calcio y el magnesio parecen ser los minerales que los animales buscan principalmente (Lozano Barrero, 2006; Lips y Duivenvoorden, 1991).
- 3. En la concepción amazónica de muchos de los pueblos indígenas en la periferia de Chiribiquete se usa el término “dueño” como categoría principal de señor de ciertos elementos o fuerzas (Dueño de los Animales, por ejemplo).
- 4. Otro tepuy donde se han encontrado algunas representaciones pictóricas y grabados arqueológicos es en el complejo brasileño-venezolano de Roraima, porción brasileña, donde el arqueólogo Pedro Augusto Mentz Ribeiro localizó varios sitios entre 1986 y 1989, especialmente los relacionados con yacimientos dentro de la reserva indígena Raposa Serra do Sol (Carneiro Do G1, Pacaraima). Otros investigadores, por ejemplo Ari Silva, describieron en algunos diarios locales y regionales los diseños encontrados en sitios arqueológicos de las reservas indígenas de São Marcos y Raposa Serra do Sol, en Roraima.
- 5. El expedicionario y científico Charles Brewer-Carias, uno de los más grandes expertos venezolanos en los tepuyes de su país y quien ha coordinado no menos de 80 expediciones entre 1965 y el 2017, nos dice que no existen hallazgos arqueológicos o registros pictóricos en estos sitios. La única excepción fue el hallazgo de un abrigo rocoso en la base del tepuy Angasigma, del complejo tepuyano de Chimantá, donde él y su equipo encontraron en 2004 un conjunto de pictografías al que bautizaron como “La casa de las pinturas” (comunicación personal, 2016). La documentación de ese lugar la hizo el arqueólogo José Miguel Pérez-Gómez, pero no se ha publicado aún. Se trata de un mural que tiene un número importante de representaciones de color rojo terracota, donde la mayoría de los motivos son geométricos y abstractos, muy relacionados con la Fase Papamene de la TCC. Los dibujos de íconos antropomorfos filiformes son minoría (solo tres figuras), todas muy esquematizadas. No obstante, la composición de mural, su estratigrafía pictórica, coloración y diseños emblemáticos (líneas rectas, tridígitos, punteados, equis, círculos y cuadrados, con superposiciones y tamaños consecuentes con la estratigrafía mural) son congruentes con los esquemas ya indicados de esta fase tardía de la TCC. Una foto de este registro pictográfico aparece en uno de sus últimos libros, Entrañas del mundo perdido, de 2011.
- 6. Sima es el nombre técnico de un desprendimiento del terreno –generalmente de forma circular– que produce una fosa geomorfológica de varios metros que se profundiza desde la superficie –producto de diferentes procesos erosivos–, permitiendo, como en Chiribiquete, observar un tipo de formación especial y, en este caso, de gran interés cultural, mítico y cosmogónico.
- 7. Reichel-Dolmatoff, enfatizó en sus obras relacionadas con muchos de los pueblos tukano que: “En el noroeste amazónico los indios señalan varios puntos donde tuvo su origen la humanidad… Todos tienen una cosa en común; se trata de grandes peñas o rocas situadas en grandes caídas de agua cubiertas por petroglifos antiguos…Los puntos se hallan situados casi exactamente en la línea ecuatorial, y en este hecho reside la clave de la búsqueda del Padre Sol. Es en el ecuador donde los rayos del sol caen verticalmente sobre la tierra, o sea donde la vara sonajera fálica se sostiene derecha… en el centro del día”. (Op. Cit, 1978:143).
- 8. La figura del Jaguar-Solar, como se ve en la mayoría de las representaciones de la TCC, está asociada a temas solares y lunares (media luna que podría a su vez representar la Vía Láctea), pero también al círculo, un concepto envolvente de totalidad con el que se designa también el Sol (metonimia de la piel del jaguar, especialmente cuando son concéntricos; Llamazares y Martínez, 2004). En este último sentido, resulta sorprendente la manera en que la iconografía de la TCC está asociada a una representación reiterativa que trasciende su ámbito geográfico, encontrándose en otros espacios y momentos en la América precolombina como un arquetipo (Castaño-Uribe, 2013 y 2015b).
- 9. Hombre payé –vocablo en lingua geral– es un hombre chamán que actúa solitariamente, pero que desempeña un papel mediador con la naturaleza a favor de su comunidad, según Reichel-Dolmatoff (en Pineda 2003). El poder del mismo se deriva del Sol, el primer payé, que trasmitió a sus sucesores la sustancia viho, una sustancia de carácter psicotrópico. Este hombre tiene varios poderes, controla diversas energías luminosas y, en este sentido, es un representante del Sol: «Es una figura Solar, un representante del Creador» (Reichel-Dolmatoff, 1986 [1968]: 157), en Pineda 2003.
- 10. Un enteógeno? es una sustancia vegetal o un preparado de sustancias vegetales con propiedades psicotrópicas, que cuando se ingiere provoca un estado modificado de conciencia. Se utiliza en contextos espirituales, religiosos, ritualísticos y chamánicos, además de usos recreativos, lúdicos o médicos.
- 11. El estado alterado de conciencia que conduce a diferentes áreas de la realidad alternativa, donde son posibles cosas tales como viajes espirituales, la sanación, la metamorfosis, experimentar la muerte y el renacimiento, la adivinación, la “arqueología espiritual”, la inspiración artística, etc.
- 12. De acuerdo con Pineda Camacho, el poder del yopo/viho mismo se deriva del Sol, el primer payé, que trasmitió a sus sucesores la sustancia viho, una sustancia de carácter psicotrópico. Este hombre tiene varios poderes, controla diversas energías luminosas y, en este sentido, es un representante del Sol: “Es una figura Solar, un representante del Creador” (Reichel, 1986 [1968]: 157). Entre otras propiedades, el payé tiene la capacidad de transformarse en jaguar –el nombre desana ye´e significa “jaguar” y está asociado con los conceptos de ye´eri = cohabitar, y yeéru = pene–. El jaguar es, entonces, un ser fálico y entre sus instrumentos fundamentales dispone de la lanza sonajera –su verdadero bastón de mando y voz– que tiene también esta connotación. El payé, a través del consumo del yopo (viho), conoce el universo, vuela por el macrocosmos –metáfora que, según Guzmán, significa su desplazamiento en el pensamiento–, domina el trueno y se apropia del cuarzo que aparece donde el rayo ha caído. Asimismo, como el mencionado profesor observó, el payé tiene un cristal del cuarzo cuyo sentido es “pene sol”.
- 13. Los geoglifos son entendidos generalmente como figuras construidas o labradas a gran escala en la superficie terrestre (en laderas de cerros y montañas o en planicies, usando la técnica de adición de piedras o labrando la roca o el suelo). En el Neotrópico existen muchos. Uno en particular, La Rueda del Indio en el cerro Olivita, hacienda Cariaprima (en Venezuela) llama nuestra atención por la similitud con elementos iconográficos de Chiribiquete. Más allá de estas apreciaciones, es evidente que la geomorfología particular de Chiribiquete y su ubicación como Axis Mundi, hacen de esta serranía un distintivo particular, que puede estar asociado a varias representaciones de cruz, y cruz con cuatro círculos o cuatro garras en sus extremos que son, a nuestro juicio, una demostración del ícono propia de Chiribiquete, que además se encuentra representado en otros contextos arqueológicos de Colombia y del Neotrópico. La idea de que Chiribiquete es un banco sagrado del Sol, un tabaco del Sol o el valle rocoso de los falos y los úteros son algunas de las expresiones que hemos escuchado en los últimos años, por parte de algunos chamanes, además de la gran maloka cósmica.
- 14. El gentilicio es también conocido, en la literatura etnohistórica y etnográfica, como carijona, koto, tsahá, huaque/guaque, hianacoto, umaua/ omaua / umahua, Ajaju, mesaya y murciélagos.
- 15. Tratamos, muy tentativamente con esta explicación, de cruzar posibles vocablos y raíces karib, basándonos en lo explicado por él y nos atrevimos a sugerir una estructura del término, que insistimos no es sino una versión muy en borrador: Chiri=Shiri= Siri=(estrella) y Chiri-co/que=(enjambre de estrellas o constelación); bii=bei (sol); te (casa); te-rí=to-rí (agujeros). Chiribiquete-rí=Casa (maloka) del Padre Sol y Enjambre de Estrellas.