- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
CHIRIBIQUETELa maloka cósmica de los hombres jaguar / Capítulo I - Escudriñando el contexto y el entorno natural y cultural de Chiribiquete |
Capítulo I - Escudriñando el contexto y el entorno natural y cultural de Chiribiquete
La inteligencia es la habilidad de adaptarse a los cambios.
- Stephen Hawking
El Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete (PN- NCh) fue ampliado a mediados del año 2018, después de un largo proceso de investigación y gestión interinstitucional. Este justificó la necesidad de convertir la versión original del parque, que era de 1’250.000 hectáreas en 1989, en una megaunidad de conservación que atesorara, con altos estándares de protección y cuidado, su integridad para el bien de la humanidad. Esta superficie se localiza en el corazón de la Amazonia colombiana, entre los departamentos de Guaviare y Caquetá, comprendida entre los municipios de San José del Guaviare, Miraflores, Calamar, San Vicente del Caguán, Solano y Cartagena del Chairá (Mapa 1). Cuenta con un área de 4’268.095 hectáreas, es decir, 1’486.676 adicionales a su ampliación en 2013, cuando casi se duplica la superficie del tamaño que tenía a finales de la década de 1980.
Una de las principales singularidades de la formación geológica que define en buena medida el carácter natural de la Serranía de Chiribiquete, y, por ende, de su Parque Nacional Natural, es que hace parte de la gran cuenca amazónica. Solo ello basta para estremecer los sentidos cuando uno ve esta serranía enclavada en medio de un mar infinito de selva a la que llamamos Amazonia, nombre que, por razones históricas, fue dado a esta región desde los tiempos de la conquista española y portuguesa del siglo xvi.
El lado de la gran cuenca verde donde está Chiribiquete, forma parte de un mosaico de ecosistemas especiales que hacen que esta zona funcione como una gran bisagra1 biogeográfica. Solo así se explica la relación que tiene esta serranía de tepuyes con elementos del mundo andino, con las sabanas naturales del Yarí, con las extensas sabanas del Orinoco y con las monumentales moles de roca de la formación geológica del famoso Escudo de Guayana y sus grandes llanuras de hylea, o bosques tropicales amazónicos. Pese a todas las actividades extractivas que durante doscientos años han amenazado y destruido parte de esta maravilla natural, sigue siendo hoy la extensión de selvas, humedales y recursos hídricos más amplia del planeta.
La Amazonia es una vasta región de la parte central y septentrional de América del Sur que comprende la selva tropical de la cuenca del Amazonas. Tiene una extensión aproximada de 7’350.000 km2 repartidos entre ocho países –Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Surinam y Guyana– y un territorio francés de ultramar, la Guyana Francesa. Todos comparten esta ecorregión, considerada el área de mayor biodiversidad del mundo. Este amplio territorio de selva húmeda y múltiples ecosistemas asociados, se encuentra, además, en interacción biogeográfica con la cordillera de los Andes, el Gran Chaco, el Cerrado y la Catinga brasileña, todos ellos biomas naturales con manifestaciones culturales que se relacionan estrechamente en la historia cultural de los hombres jaguar de Chiribiquete, como explicaremos más adelante.
En este contexto geográfico reconocemos la presencia de los hombres jaguar, cazadores y guerreros nómadas que, con seguridad, aprovecharon el gran río Amazonas como eje de movilidad permanente durante varios siglos. Su historia pudo estar determinada por el uso continuo de esta arteria fluvial de más de 6.762 km de longitud, así como de un inmenso número de corrientes de agua que permitieron la movilidad fluvial de aquellos humanos que tenían embarcaciones para visitar, sin distingo de fronteras, una buena parte del continente suramericano.
Para quienes hemos tenido la buena fortuna de recorrer sus selvas y navegar en sus caudalosos tributarios selváticos, es apenas natural que la mejor forma de movilizarse sea aprovechando la oferta casi infinita de ríos. Gracias a ellos –un recurso siempre asegurado– la historia cultural de sus habitantes logró consolidarse con raíces profundas en este continente. Pero tales recursos que, en ese momento, parecían ilimitados para los primeros humanos que llegaron a la región, hoy demuestran su vulnerabilidad y extrema fragilidad frente al modelo de desarrollo socioeconómico y cultural que hemos impulsado durante los últimos 500 años, el mismo que ha roto el sofisticado equilibrio que suministraban el sistema natural y las culturas milenarias, que, con destreza, perpetuaban el mantenimiento de las especies y los ecosistemas.
Desde que ingresaron a los grandes bosques húmedos tropicales amazónicos, los humanos lograron coexistir con el medio gracias al inmenso número de especies vegetales y animales terrestres y acuáticas de la red fluvial, como también de tantos otros sistemas vegetales característicos de las áreas de selva inundable y de tierra firme. Hoy, por ejemplo, a pesar del impacto negativo de siglos de presencia humana moderna, la diversidad de peces –calculada en más de 2.000 especies– y de vida silvestre terrestre –aproximadamente 2.500 tipos de pájaros, 3.500 tipos de árboles que, a veces, miden más de 30 cm de diámetro, 300 especies de reptiles y 360 de mamíferos– sigue siendo muy alta. Todas las especies que existen en estos sistemas interfluviales constituyen un patrimonio silvestre que, bien aprovechado, ha logrado mantener a cientos de pueblos ancestrales que no han caído en la idea errada de acabar con el bosque y sus recursos por quimeras asociadas a economías extractivas o de carácter ilícito. Así las cosas, esta es la única parte del planeta en donde sobrevive el 45% de los bosques tropicales del mundo y alberga a unos 385 grupos étnicos (Rojas y Castaño-Uribe, 1990), que, también, están seriamente amenazados.
Una característica del trópico amazónico colombiano cercano a la línea ecuatorial, es su profusa biodiversidad y sus selvas tropicales. A pesar de que solo ocupa el 6% de la superficie terrestre, aloja a más de la mitad de los organismos que se conocen. Tres países de la cuenca amazónica –Colombia, Ecuador y Perú– reúnen en su flora cerca de 40.000 especies, cuando solo ocupan el 2% de la superficie del planeta. Pero, en la parte de continente situada en el noreste de Sudamérica, entre Venezuela, Colombia, Guyana, Surinam y el norte de Brasil, se encuentran unas mesetas erguidas de rocas areniscas, conocidas con el nombre de tepuyes. Allí la flora, representada por más de 8.000 especies de plantas vasculares, es mayormente endémica, es decir, que solamente crecen en esa región geográfica, y muchas guardan afinidad con su origen en el supercontinente terrestre de la era Paleozoica, conocido como “Gondwana”. La flora del bosque húmedo amazónico está compuesta de árboles, arbustos, lianas, epífitas y plantas herbáceas. Todas ellas se distribuyen en estratos o niveles escalonados en la selva, configurando un escenario siempre cambiante donde interactúan la tierra, el agua y la temperatura cálida, situadas a baja altitud (menos de 500 metros) en lugares planos o ligeramente ondulados. Allí también crecen los árboles que viven en suelos inundados periódicamente por la crecida de ríos y arroyos, y en los bosques de pantano, que se anegan permanentemente en zonas de terrenos hundidos (Ruiz S. L., et al., 2007)
La Serranía de Chiribiquete representa un caso único de levantamiento tectónico del basamento precámbrico y su secuencia sedimentaria y metamórfica del Paleozoico2. Los procesos erosivos, especialmente hídricos, fueron los responsables de la formación de estas mesetas tan particulares: los tepuyes. Se localiza en una de las zonas de la Amazonia donde confluyen una serie de condiciones ambientales especiales que hacen de ella no solo un lugar de gran biodiversidad, sino también altamente endémico, es decir, donde viven especies únicas. En términos generales, el área se caracteriza por selvas húmedas de planicie y colinas, algunas selvas inundables y una serie de bosques y sabanas que crecen en mesas, cerros y afloramientos de roca de origen geológico guayanés. Más recientemente, se han formado sabanas no inundables tipo llanos, como las del Yarí. Una extensión importante de la Serranía de Chiribiquete es actualmente un Parque Nacional Natural (PNN), reconocido como uno de los tres parques naturales más grandes de América.
Los ríos principales del parque son el Macayá, el Apaporis, el Mesay y el Yarí, que pertenecen a la cuenca hidrográfica del río Caquetá. Estos ríos contribuyen a mantener el balance regional de las aguas, además de suministrar una importante capacidad de amortiguación3, especialmente a través de los grandes complejos de lagos, por ejemplo, aquellos conocidos popularmente como madreviejas –cuerpos de agua con gran cantidad de materiales orgánicos en descomposición– de los ríos Yarí y Ajaju. Algunos de estos ríos, que forman una extensa red de ambientes de agua dulce, son de coloración oscura como el té, aunque transparentes, debido a la acción de sustancias astringentes llamadas taninos que sueltan las plantas en el agua.
La Serranía de Chiribiquete es una importante estrella hidrográfica de aguas negras de la Amazonia colombiana, conocidas también como “aguas prietas”4 por su color oscuro. Estas aguas son ácidas, de baja conductividad, y su rasgo más distintivo es la poca cantidad de sedimentos y de concentración de nutrientes que contienen. No obstante, las aguas de este tipo son más transparentes que las llamadas aguas blancas de origen andino, aunque la diversidad de su fauna acuática no es muy elevada y los suelos que irrigan no contienen los nutrientes propios de los sedimentos que se hallan en suelos fértiles. Este hecho natural contribuye a que los suelos orgánicos amazónicos sean más vulnerables a la acción humana y determinó que los pueblos hortícolas y agrícolas de la Amazonia tuvieran que desarrollar técnicas muy sofisticadas de aprovechamiento del suelo, cosa que por lo general los habitantes de los frentes de colonización de las áreas periféricas o de apertura de la frontera agropecuaria nunca tienen en cuenta.
El río Macayá (Tunía, Tunha o Herorú) nace cerca de la localidad de San Vicente del Cagúan, en el departa- mento de Caquetá, con el nombre de río Guayas, y atraviesa las sabanas del Yarí. Luego bordea por el noroeste los primeros afloramientos de la Serranía de Chiribiquete, dirigiéndose entonces hacia el sur donde encuentra las aguas del río Ajaju para formar el río Apaporis a partir del sitio llamado Dos Ríos. El Apaporis, por su parte, también nace cerca de San Vicente del Cagúan, pero fluye más al sur del Macayá y más al norte del Yarí. A diferencia de estos, el Apaporis es considerado uno de los ríos amazónicos más largos de Colombia, antes de desembocar en el río Caquetá (o Japurá como se le llama en el Brasil) a 960 km de su nacimiento.
Una de las características del Macayá o Tunía, es que, en proximidades del parque, buena parte de su lecho es rocoso y solo se puede navegar en canoas pequeñas o medianas. El Apaporis es uno de los ríos con mayor cantidad de raudales o cachiveras y saltos, lo que hace prácticamente imposible su navegación (Domínguez, 1978). Tal característica geológica limitó el acceso a este territorio y ofreció a las comunidades indígenas que se asentaron aguas arriba de su desembocadura, un refugio inigualable a salvo de la “civilización”, protegiendo de paso buena parte de la Serranía de Chiribiquete. Algunas de estas etnias nativas son las macuna, yuhup, letuama, tanimuca, cabiyari, yuana, murui, urumi carijona, uitoto y, más recientemente, nukak.
La cobertura vegetal y ecosistémica más extensa del Parque Nacional Natural Chiribiquete forma parte del bosque ombrofilo o hylea amazónica (Estenssoro, 1990), también reconocida en la literatura científica como lowland rain forest on poor soils (Brown, et al., 1987). Esta vegetación cubre la mayor parte de la región del Amazonas, pero pocos sitios en la Amazonia tienen afloramientos del Escudo Guayanés, es decir, formaciones rocosas precámbricas y paleozoicas, en medio de la extensa cobertura selvática. Debe tenerse en cuenta que la mayoría de los tepuyes del norte de Suramérica están en medio de sabanas naturales.
Los árboles son las plantas dominantes de la vegetación del bosque húmedo que describimos y pertenecen, entre otras familias, a las siguientes: leguminosas, lecitidáceas, sapotáceas, moráceas y euforbiáceas. Los árboles más importantes de las moráceas en estas latitudes, pertenecen al género Hevea (Ruiz S. L., et al., 2007), como el emblemático árbol del caucho –Hevea brasilensis–, causante de la esclavitud que se vivió en esta región durante el primer cuarto del siglo xx. Además, fue el incentivo para una de las últimas guerras fronterizas que vivió Colombia en su historia, que definió límites y sinsabores bélicos entre esta nación y Perú. Incluso, a estas tierras llegaron algunos extranjeros con la idea de establecer unas plantaciones industriales de caucho en la zona y, en Chiribiquete en particular, que pudiera suministrar a Estados Unidos este valioso recurso para su participación en la Segunda Guerra Mundial. A finales del siglo xix y comienzos del xx el oscuro y trágico capítulo de las caucherías en la zona interfluvial Apaporis-Caquetá, Vaupés-Caquetá y Caquetá-Putumayo, casi lleva al exterminio total de la etnia carijona, últimos guardianes de Chiribiquete y actores fundamentales de la región, establecidos en la periferia de la serranía quizá durante más de 800 años.
Al sobrevolar la región, uno puede observar la gran propagación de palmas, bioindicador especial de la pre- sencia de cultura humana por ser una fuente de recursos para los indígenas que habitan en estas extensas selvas. A veces, debido a la densidad de su cobertura y a otros aspectos del medioambiente con los que se relacionan, se colige la posible existencia de grupos humanos en aquellas zonas, bien sea hoy o en tiempos antiguos. Así pues, la presencia de palmas de atalea, mauritia, euterpe e iriarte son ejemplos de amplio uso para la alimentación, no solo de personas sino también de buen número de especies silvestres. Muchas de estas palmas han sido usadas durante siglos. Grupos de cazadores-recolectores y, también, sociedades agrícolas sedentarias las han aprovechado para construcción y alimento, e incluso emplean las brácteas, que son unas especies de hojas que protegen sus inflorescencias, para acopiar la miel que cosechan en el bosque (Ruiz S. L., et al., 2007).
En las expediciones realizadas dentro del parque, hemos tenido la oportunidad de estudiar la gran cantidad de flora y fauna existentes en la selva baja y de observar, a simple vista, las innumerables especies de mamíferos de importancia cultural para los nativos desde su llegada milenaria a esta región, bien por su valor como alimento, bien por razones espirituales y filosóficas. También es importante observar que, en la zona donde hay cerros y tepuyes, la diversidad disminuye progresivamente a medida que se asciende hasta los 900 metros de altitud que alcanza la serranía en su parte norte, al tiempo que aumentan las especies endémicas propias de suelos rocosos.
En tal sentido, y de acuerdo con Cárdenas (et al., 2017), el registro o conteo de la flora superior del Parque Nacional Natural Chiribiquete en 2017 –es decir, cuando contaba con más de 2’700.000 hectáreas– era de 2.138 especies de plantas pertenecientes a 143 familias. Esta área de parque representa menos del 6% del área total de Colombia.
Los estudios realizados para ampliar el parque en 1’486.676 hectáreas, incorporando una amplia región ubi- cada hacia las sabanas del Yarí (distrito biogeográfico Yarí) y la zona del Refugio (distrito biogeográfico Mirití), que incluye los biomas de bosque de galería tropical y de sabanas estacionales tropicales, ampliaron aun más este registro de especies de la flora con la agregación de 16 unidades geomorfológicas nuevas al parque. Así, se documentaron 1.450 nuevos registros de plantas que corresponden a 116 familias representadas por 379 géneros y 708 especies, muchas de las cuales no estaban documentadas en el polígono anterior del año 2013 (SPN, 2018). De este gran conjunto de plantas, hay nueve especies que se consideran amenazadas, 67 que son endémicas de Colombia, y, por lo menos, 16 de ellas que son exclusivas de Chiribiquete (Cárdenas, et al., 2017; Andrade-C., & Henao, 2017).
En la fauna de vertebrados, en particular de los mamíferos que viven en el parque, como en el caso anterior de la flora, solo en la zona norte se documentan no menos de 82 especies distribuidas en ocho órdenes, 18 familias, 10 subfamilias y 63 géneros. Esta diversidad equivale al 15,6% de los mamíferos que hay en Colombia. Los mamíferos medianos y grandes están representados por géneros de carnívoros, entre los cuales sobresalen el jaguar y el puma; primates como el mono araña, el cotudo y el churuco; edentados como armadillos, perezosos y osos hormigueros; perisodáctilos, como el tapir. También hay mamíferos pequeños no voladores como los marsupiales, por ejemplo, la marmosa; diferentes especies de roedores de varias tallas; venados, y gran variedad de mamíferos voladores (murciélagos). Toda esta diversidad de flora y fauna da cuenta de las intrincadas relaciones biogeográficas que caracterizan a Chiribiquete (Mantilla-Meluk, Trujillo F., et al., 2017)
Semejante a los registros anteriores, las investigaciones realizadas en la zona de tepuyes del norte de la serranía en terrenos del parque, revelan aspectos sorprendentes como el caso de la avifauna documentada por Stiles y Naranjo (2017), quienes reportan más de 374 especies de aves. Los peces cuentan aquí con 60 especies distribuidas en 21 familias y seis órdenes taxonómicos, muchos de ellos endémicos de la zona (Mojica, et al., 2017); 58 especies descritas de reptiles y 42 especies de anfibios (Suárez-Mayorga y Lynch, 2018); 120 especies de mariposas de las superfamilias Hesperioidea y Papilionoidea, distribuidas en 70 géneros, 6 familias, 14 subfamilias, de las cuales 9 especies son endémicas y 16 son nuevas para la ciencia. Es evidente la complejidad de este ecosistema que, a pesar de su tamaño limitado y del poco conocimiento que de él se tiene, presenta una diversidad natural tan grande. Esta complejidad, unida a su ubicación geográfica continental, ha determinado que Chiribiquete funcione como un centro de especiación en el norte del subcontinente y como punto de contacto entre varias provincias biogeográficas de la Amazonia, Guyana y los Andes. Así mismo, se constituye como nodo central de un corredor biológico de gradiente5 altitudinal que se extiende desde la cima de la cordillera oriental de los Andes hasta la gran cobertura vegetal en la zona del río Amazonas, en particular de la cuenca del Apaporis.
Esta presencia superlativa de recursos, que se puede observar representada explícitamente en el arte de las pinturas rupestres que dejaron los antiguos habitantes de esta región, también se puede ver de una forma muy particular: desde la perspectiva del paisaje humano prehispánico. La inmensidad del bosque y la dificultad de navegar sus ríos de peligrosos raudales, permitió el aislamiento cultural de sus habitantes y la protección del medio ambiente hasta nuestros días. Desde hace siglos, Chiribiquete ha sido un lugar mítico y sagrado para los pobladores de una vasta parte de la Amazonia y quizá también para otros que vivían incluso más allá de las fronteras modernas de Colombia. Su patrimonio arqueológico y natural es reconocido ahora como algo único y excepcional por parte de la UNESCO, con lo cual se reitera el carácter especial de esta región que los colombianos debemos perpetuar. Hoy, Chiribiquete está seriamente amenazado por fuerzas externas y su conservación es una obligación y un deber de todos.
NOTAS
- 1. El término bisagra se ha usado en la biogeografía colombiana para significar el carácter especial de un sitio que sirve de encuentro y distribución de elementos biológicos, geográficos y ecológicos que son propios de varios entornos.
- 2. El levantamiento precámbrico se estima con una edad de 1.800 millones de años y concluye hace 542,0 (±1,0) millones de años aproximadamente. Las rocas formadas durante este tiempo están muy transformadas por diferentes ciclos orogénicos (deformación tectónica, metamorfismo, etc.). En la Amazonia colombiana este levantamiento se reconoce como el Complejo Migmatítico de Mitú. A comienzos del Paleozoico (hace ±540 millones de años) es probable que la plataforma del cratón haya sufrido un movimiento vertical, que originó una cuenca sedimentaria invadida posteriormente por el mar, dando lugar a un nuevo proceso de sedimentación de tipo continental-litoral que está representado por el sector sur de la Formación Araracuara
- 3. Dentro de los servicios hidrológico ecosistémico, se establece el servicio de regulación o efecto amortiguador que la cobertura vegetal de una cuenca provee ante las lluvias extremas en un territorio. Para mayor detalle se puede ver: Valoración integral de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos: Aspectos conceptuales y metodológicos. Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, Investigación en biodiversidad y servicios ecosistémicos para la toma de decisiones. Bogotá, 2014.
- 4. Las “aguas negras” (también denominadas prietas) son de color té oscuro, poseen pH ácido (< 5,0), baja conductividad (< 25 µS/cm), baja carga de sedimentos, baja concentración de nutrientes y una mayor transparencia, a pesar del color oscuro.
- 5. El gradiente es el grado de inclinación de una cuesta, expresado por lo general con la relación o porcentaje entre la distancia vertical y la distancia horizontal.
CHIRIBIQUETE |
#AmorPorColombia
CHIRIBIQUETE La maloka cósmica de los hombres jaguar / Capítulo I - Escudriñando el contexto y el entorno natural y cultural de Chiribiquete
Capítulo I - Escudriñando el contexto y el entorno natural y cultural de Chiribiquete
La inteligencia es la habilidad de adaptarse a los cambios.
- Stephen Hawking
El Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete (PN- NCh) fue ampliado a mediados del año 2018, después de un largo proceso de investigación y gestión interinstitucional. Este justificó la necesidad de convertir la versión original del parque, que era de 1’250.000 hectáreas en 1989, en una megaunidad de conservación que atesorara, con altos estándares de protección y cuidado, su integridad para el bien de la humanidad. Esta superficie se localiza en el corazón de la Amazonia colombiana, entre los departamentos de Guaviare y Caquetá, comprendida entre los municipios de San José del Guaviare, Miraflores, Calamar, San Vicente del Caguán, Solano y Cartagena del Chairá (Mapa 1). Cuenta con un área de 4’268.095 hectáreas, es decir, 1’486.676 adicionales a su ampliación en 2013, cuando casi se duplica la superficie del tamaño que tenía a finales de la década de 1980.
Una de las principales singularidades de la formación geológica que define en buena medida el carácter natural de la Serranía de Chiribiquete, y, por ende, de su Parque Nacional Natural, es que hace parte de la gran cuenca amazónica. Solo ello basta para estremecer los sentidos cuando uno ve esta serranía enclavada en medio de un mar infinito de selva a la que llamamos Amazonia, nombre que, por razones históricas, fue dado a esta región desde los tiempos de la conquista española y portuguesa del siglo xvi.
El lado de la gran cuenca verde donde está Chiribiquete, forma parte de un mosaico de ecosistemas especiales que hacen que esta zona funcione como una gran bisagra1 biogeográfica. Solo así se explica la relación que tiene esta serranía de tepuyes con elementos del mundo andino, con las sabanas naturales del Yarí, con las extensas sabanas del Orinoco y con las monumentales moles de roca de la formación geológica del famoso Escudo de Guayana y sus grandes llanuras de hylea, o bosques tropicales amazónicos. Pese a todas las actividades extractivas que durante doscientos años han amenazado y destruido parte de esta maravilla natural, sigue siendo hoy la extensión de selvas, humedales y recursos hídricos más amplia del planeta.
La Amazonia es una vasta región de la parte central y septentrional de América del Sur que comprende la selva tropical de la cuenca del Amazonas. Tiene una extensión aproximada de 7’350.000 km2 repartidos entre ocho países –Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Surinam y Guyana– y un territorio francés de ultramar, la Guyana Francesa. Todos comparten esta ecorregión, considerada el área de mayor biodiversidad del mundo. Este amplio territorio de selva húmeda y múltiples ecosistemas asociados, se encuentra, además, en interacción biogeográfica con la cordillera de los Andes, el Gran Chaco, el Cerrado y la Catinga brasileña, todos ellos biomas naturales con manifestaciones culturales que se relacionan estrechamente en la historia cultural de los hombres jaguar de Chiribiquete, como explicaremos más adelante.
En este contexto geográfico reconocemos la presencia de los hombres jaguar, cazadores y guerreros nómadas que, con seguridad, aprovecharon el gran río Amazonas como eje de movilidad permanente durante varios siglos. Su historia pudo estar determinada por el uso continuo de esta arteria fluvial de más de 6.762 km de longitud, así como de un inmenso número de corrientes de agua que permitieron la movilidad fluvial de aquellos humanos que tenían embarcaciones para visitar, sin distingo de fronteras, una buena parte del continente suramericano.
Para quienes hemos tenido la buena fortuna de recorrer sus selvas y navegar en sus caudalosos tributarios selváticos, es apenas natural que la mejor forma de movilizarse sea aprovechando la oferta casi infinita de ríos. Gracias a ellos –un recurso siempre asegurado– la historia cultural de sus habitantes logró consolidarse con raíces profundas en este continente. Pero tales recursos que, en ese momento, parecían ilimitados para los primeros humanos que llegaron a la región, hoy demuestran su vulnerabilidad y extrema fragilidad frente al modelo de desarrollo socioeconómico y cultural que hemos impulsado durante los últimos 500 años, el mismo que ha roto el sofisticado equilibrio que suministraban el sistema natural y las culturas milenarias, que, con destreza, perpetuaban el mantenimiento de las especies y los ecosistemas.
Desde que ingresaron a los grandes bosques húmedos tropicales amazónicos, los humanos lograron coexistir con el medio gracias al inmenso número de especies vegetales y animales terrestres y acuáticas de la red fluvial, como también de tantos otros sistemas vegetales característicos de las áreas de selva inundable y de tierra firme. Hoy, por ejemplo, a pesar del impacto negativo de siglos de presencia humana moderna, la diversidad de peces –calculada en más de 2.000 especies– y de vida silvestre terrestre –aproximadamente 2.500 tipos de pájaros, 3.500 tipos de árboles que, a veces, miden más de 30 cm de diámetro, 300 especies de reptiles y 360 de mamíferos– sigue siendo muy alta. Todas las especies que existen en estos sistemas interfluviales constituyen un patrimonio silvestre que, bien aprovechado, ha logrado mantener a cientos de pueblos ancestrales que no han caído en la idea errada de acabar con el bosque y sus recursos por quimeras asociadas a economías extractivas o de carácter ilícito. Así las cosas, esta es la única parte del planeta en donde sobrevive el 45% de los bosques tropicales del mundo y alberga a unos 385 grupos étnicos (Rojas y Castaño-Uribe, 1990), que, también, están seriamente amenazados.
Una característica del trópico amazónico colombiano cercano a la línea ecuatorial, es su profusa biodiversidad y sus selvas tropicales. A pesar de que solo ocupa el 6% de la superficie terrestre, aloja a más de la mitad de los organismos que se conocen. Tres países de la cuenca amazónica –Colombia, Ecuador y Perú– reúnen en su flora cerca de 40.000 especies, cuando solo ocupan el 2% de la superficie del planeta. Pero, en la parte de continente situada en el noreste de Sudamérica, entre Venezuela, Colombia, Guyana, Surinam y el norte de Brasil, se encuentran unas mesetas erguidas de rocas areniscas, conocidas con el nombre de tepuyes. Allí la flora, representada por más de 8.000 especies de plantas vasculares, es mayormente endémica, es decir, que solamente crecen en esa región geográfica, y muchas guardan afinidad con su origen en el supercontinente terrestre de la era Paleozoica, conocido como “Gondwana”. La flora del bosque húmedo amazónico está compuesta de árboles, arbustos, lianas, epífitas y plantas herbáceas. Todas ellas se distribuyen en estratos o niveles escalonados en la selva, configurando un escenario siempre cambiante donde interactúan la tierra, el agua y la temperatura cálida, situadas a baja altitud (menos de 500 metros) en lugares planos o ligeramente ondulados. Allí también crecen los árboles que viven en suelos inundados periódicamente por la crecida de ríos y arroyos, y en los bosques de pantano, que se anegan permanentemente en zonas de terrenos hundidos (Ruiz S. L., et al., 2007)
La Serranía de Chiribiquete representa un caso único de levantamiento tectónico del basamento precámbrico y su secuencia sedimentaria y metamórfica del Paleozoico2. Los procesos erosivos, especialmente hídricos, fueron los responsables de la formación de estas mesetas tan particulares: los tepuyes. Se localiza en una de las zonas de la Amazonia donde confluyen una serie de condiciones ambientales especiales que hacen de ella no solo un lugar de gran biodiversidad, sino también altamente endémico, es decir, donde viven especies únicas. En términos generales, el área se caracteriza por selvas húmedas de planicie y colinas, algunas selvas inundables y una serie de bosques y sabanas que crecen en mesas, cerros y afloramientos de roca de origen geológico guayanés. Más recientemente, se han formado sabanas no inundables tipo llanos, como las del Yarí. Una extensión importante de la Serranía de Chiribiquete es actualmente un Parque Nacional Natural (PNN), reconocido como uno de los tres parques naturales más grandes de América.
Los ríos principales del parque son el Macayá, el Apaporis, el Mesay y el Yarí, que pertenecen a la cuenca hidrográfica del río Caquetá. Estos ríos contribuyen a mantener el balance regional de las aguas, además de suministrar una importante capacidad de amortiguación3, especialmente a través de los grandes complejos de lagos, por ejemplo, aquellos conocidos popularmente como madreviejas –cuerpos de agua con gran cantidad de materiales orgánicos en descomposición– de los ríos Yarí y Ajaju. Algunos de estos ríos, que forman una extensa red de ambientes de agua dulce, son de coloración oscura como el té, aunque transparentes, debido a la acción de sustancias astringentes llamadas taninos que sueltan las plantas en el agua.
La Serranía de Chiribiquete es una importante estrella hidrográfica de aguas negras de la Amazonia colombiana, conocidas también como “aguas prietas”4 por su color oscuro. Estas aguas son ácidas, de baja conductividad, y su rasgo más distintivo es la poca cantidad de sedimentos y de concentración de nutrientes que contienen. No obstante, las aguas de este tipo son más transparentes que las llamadas aguas blancas de origen andino, aunque la diversidad de su fauna acuática no es muy elevada y los suelos que irrigan no contienen los nutrientes propios de los sedimentos que se hallan en suelos fértiles. Este hecho natural contribuye a que los suelos orgánicos amazónicos sean más vulnerables a la acción humana y determinó que los pueblos hortícolas y agrícolas de la Amazonia tuvieran que desarrollar técnicas muy sofisticadas de aprovechamiento del suelo, cosa que por lo general los habitantes de los frentes de colonización de las áreas periféricas o de apertura de la frontera agropecuaria nunca tienen en cuenta.
El río Macayá (Tunía, Tunha o Herorú) nace cerca de la localidad de San Vicente del Cagúan, en el departa- mento de Caquetá, con el nombre de río Guayas, y atraviesa las sabanas del Yarí. Luego bordea por el noroeste los primeros afloramientos de la Serranía de Chiribiquete, dirigiéndose entonces hacia el sur donde encuentra las aguas del río Ajaju para formar el río Apaporis a partir del sitio llamado Dos Ríos. El Apaporis, por su parte, también nace cerca de San Vicente del Cagúan, pero fluye más al sur del Macayá y más al norte del Yarí. A diferencia de estos, el Apaporis es considerado uno de los ríos amazónicos más largos de Colombia, antes de desembocar en el río Caquetá (o Japurá como se le llama en el Brasil) a 960 km de su nacimiento.
Una de las características del Macayá o Tunía, es que, en proximidades del parque, buena parte de su lecho es rocoso y solo se puede navegar en canoas pequeñas o medianas. El Apaporis es uno de los ríos con mayor cantidad de raudales o cachiveras y saltos, lo que hace prácticamente imposible su navegación (Domínguez, 1978). Tal característica geológica limitó el acceso a este territorio y ofreció a las comunidades indígenas que se asentaron aguas arriba de su desembocadura, un refugio inigualable a salvo de la “civilización”, protegiendo de paso buena parte de la Serranía de Chiribiquete. Algunas de estas etnias nativas son las macuna, yuhup, letuama, tanimuca, cabiyari, yuana, murui, urumi carijona, uitoto y, más recientemente, nukak.
La cobertura vegetal y ecosistémica más extensa del Parque Nacional Natural Chiribiquete forma parte del bosque ombrofilo o hylea amazónica (Estenssoro, 1990), también reconocida en la literatura científica como lowland rain forest on poor soils (Brown, et al., 1987). Esta vegetación cubre la mayor parte de la región del Amazonas, pero pocos sitios en la Amazonia tienen afloramientos del Escudo Guayanés, es decir, formaciones rocosas precámbricas y paleozoicas, en medio de la extensa cobertura selvática. Debe tenerse en cuenta que la mayoría de los tepuyes del norte de Suramérica están en medio de sabanas naturales.
Los árboles son las plantas dominantes de la vegetación del bosque húmedo que describimos y pertenecen, entre otras familias, a las siguientes: leguminosas, lecitidáceas, sapotáceas, moráceas y euforbiáceas. Los árboles más importantes de las moráceas en estas latitudes, pertenecen al género Hevea (Ruiz S. L., et al., 2007), como el emblemático árbol del caucho –Hevea brasilensis–, causante de la esclavitud que se vivió en esta región durante el primer cuarto del siglo xx. Además, fue el incentivo para una de las últimas guerras fronterizas que vivió Colombia en su historia, que definió límites y sinsabores bélicos entre esta nación y Perú. Incluso, a estas tierras llegaron algunos extranjeros con la idea de establecer unas plantaciones industriales de caucho en la zona y, en Chiribiquete en particular, que pudiera suministrar a Estados Unidos este valioso recurso para su participación en la Segunda Guerra Mundial. A finales del siglo xix y comienzos del xx el oscuro y trágico capítulo de las caucherías en la zona interfluvial Apaporis-Caquetá, Vaupés-Caquetá y Caquetá-Putumayo, casi lleva al exterminio total de la etnia carijona, últimos guardianes de Chiribiquete y actores fundamentales de la región, establecidos en la periferia de la serranía quizá durante más de 800 años.
Al sobrevolar la región, uno puede observar la gran propagación de palmas, bioindicador especial de la pre- sencia de cultura humana por ser una fuente de recursos para los indígenas que habitan en estas extensas selvas. A veces, debido a la densidad de su cobertura y a otros aspectos del medioambiente con los que se relacionan, se colige la posible existencia de grupos humanos en aquellas zonas, bien sea hoy o en tiempos antiguos. Así pues, la presencia de palmas de atalea, mauritia, euterpe e iriarte son ejemplos de amplio uso para la alimentación, no solo de personas sino también de buen número de especies silvestres. Muchas de estas palmas han sido usadas durante siglos. Grupos de cazadores-recolectores y, también, sociedades agrícolas sedentarias las han aprovechado para construcción y alimento, e incluso emplean las brácteas, que son unas especies de hojas que protegen sus inflorescencias, para acopiar la miel que cosechan en el bosque (Ruiz S. L., et al., 2007).
En las expediciones realizadas dentro del parque, hemos tenido la oportunidad de estudiar la gran cantidad de flora y fauna existentes en la selva baja y de observar, a simple vista, las innumerables especies de mamíferos de importancia cultural para los nativos desde su llegada milenaria a esta región, bien por su valor como alimento, bien por razones espirituales y filosóficas. También es importante observar que, en la zona donde hay cerros y tepuyes, la diversidad disminuye progresivamente a medida que se asciende hasta los 900 metros de altitud que alcanza la serranía en su parte norte, al tiempo que aumentan las especies endémicas propias de suelos rocosos.
En tal sentido, y de acuerdo con Cárdenas (et al., 2017), el registro o conteo de la flora superior del Parque Nacional Natural Chiribiquete en 2017 –es decir, cuando contaba con más de 2’700.000 hectáreas– era de 2.138 especies de plantas pertenecientes a 143 familias. Esta área de parque representa menos del 6% del área total de Colombia.
Los estudios realizados para ampliar el parque en 1’486.676 hectáreas, incorporando una amplia región ubi- cada hacia las sabanas del Yarí (distrito biogeográfico Yarí) y la zona del Refugio (distrito biogeográfico Mirití), que incluye los biomas de bosque de galería tropical y de sabanas estacionales tropicales, ampliaron aun más este registro de especies de la flora con la agregación de 16 unidades geomorfológicas nuevas al parque. Así, se documentaron 1.450 nuevos registros de plantas que corresponden a 116 familias representadas por 379 géneros y 708 especies, muchas de las cuales no estaban documentadas en el polígono anterior del año 2013 (SPN, 2018). De este gran conjunto de plantas, hay nueve especies que se consideran amenazadas, 67 que son endémicas de Colombia, y, por lo menos, 16 de ellas que son exclusivas de Chiribiquete (Cárdenas, et al., 2017; Andrade-C., & Henao, 2017).
En la fauna de vertebrados, en particular de los mamíferos que viven en el parque, como en el caso anterior de la flora, solo en la zona norte se documentan no menos de 82 especies distribuidas en ocho órdenes, 18 familias, 10 subfamilias y 63 géneros. Esta diversidad equivale al 15,6% de los mamíferos que hay en Colombia. Los mamíferos medianos y grandes están representados por géneros de carnívoros, entre los cuales sobresalen el jaguar y el puma; primates como el mono araña, el cotudo y el churuco; edentados como armadillos, perezosos y osos hormigueros; perisodáctilos, como el tapir. También hay mamíferos pequeños no voladores como los marsupiales, por ejemplo, la marmosa; diferentes especies de roedores de varias tallas; venados, y gran variedad de mamíferos voladores (murciélagos). Toda esta diversidad de flora y fauna da cuenta de las intrincadas relaciones biogeográficas que caracterizan a Chiribiquete (Mantilla-Meluk, Trujillo F., et al., 2017)
Semejante a los registros anteriores, las investigaciones realizadas en la zona de tepuyes del norte de la serranía en terrenos del parque, revelan aspectos sorprendentes como el caso de la avifauna documentada por Stiles y Naranjo (2017), quienes reportan más de 374 especies de aves. Los peces cuentan aquí con 60 especies distribuidas en 21 familias y seis órdenes taxonómicos, muchos de ellos endémicos de la zona (Mojica, et al., 2017); 58 especies descritas de reptiles y 42 especies de anfibios (Suárez-Mayorga y Lynch, 2018); 120 especies de mariposas de las superfamilias Hesperioidea y Papilionoidea, distribuidas en 70 géneros, 6 familias, 14 subfamilias, de las cuales 9 especies son endémicas y 16 son nuevas para la ciencia. Es evidente la complejidad de este ecosistema que, a pesar de su tamaño limitado y del poco conocimiento que de él se tiene, presenta una diversidad natural tan grande. Esta complejidad, unida a su ubicación geográfica continental, ha determinado que Chiribiquete funcione como un centro de especiación en el norte del subcontinente y como punto de contacto entre varias provincias biogeográficas de la Amazonia, Guyana y los Andes. Así mismo, se constituye como nodo central de un corredor biológico de gradiente5 altitudinal que se extiende desde la cima de la cordillera oriental de los Andes hasta la gran cobertura vegetal en la zona del río Amazonas, en particular de la cuenca del Apaporis.
Esta presencia superlativa de recursos, que se puede observar representada explícitamente en el arte de las pinturas rupestres que dejaron los antiguos habitantes de esta región, también se puede ver de una forma muy particular: desde la perspectiva del paisaje humano prehispánico. La inmensidad del bosque y la dificultad de navegar sus ríos de peligrosos raudales, permitió el aislamiento cultural de sus habitantes y la protección del medio ambiente hasta nuestros días. Desde hace siglos, Chiribiquete ha sido un lugar mítico y sagrado para los pobladores de una vasta parte de la Amazonia y quizá también para otros que vivían incluso más allá de las fronteras modernas de Colombia. Su patrimonio arqueológico y natural es reconocido ahora como algo único y excepcional por parte de la UNESCO, con lo cual se reitera el carácter especial de esta región que los colombianos debemos perpetuar. Hoy, Chiribiquete está seriamente amenazado por fuerzas externas y su conservación es una obligación y un deber de todos.
NOTAS
- 1. El término bisagra se ha usado en la biogeografía colombiana para significar el carácter especial de un sitio que sirve de encuentro y distribución de elementos biológicos, geográficos y ecológicos que son propios de varios entornos.
- 2. El levantamiento precámbrico se estima con una edad de 1.800 millones de años y concluye hace 542,0 (±1,0) millones de años aproximadamente. Las rocas formadas durante este tiempo están muy transformadas por diferentes ciclos orogénicos (deformación tectónica, metamorfismo, etc.). En la Amazonia colombiana este levantamiento se reconoce como el Complejo Migmatítico de Mitú. A comienzos del Paleozoico (hace ±540 millones de años) es probable que la plataforma del cratón haya sufrido un movimiento vertical, que originó una cuenca sedimentaria invadida posteriormente por el mar, dando lugar a un nuevo proceso de sedimentación de tipo continental-litoral que está representado por el sector sur de la Formación Araracuara
- 3. Dentro de los servicios hidrológico ecosistémico, se establece el servicio de regulación o efecto amortiguador que la cobertura vegetal de una cuenca provee ante las lluvias extremas en un territorio. Para mayor detalle se puede ver: Valoración integral de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos: Aspectos conceptuales y metodológicos. Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, Investigación en biodiversidad y servicios ecosistémicos para la toma de decisiones. Bogotá, 2014.
- 4. Las “aguas negras” (también denominadas prietas) son de color té oscuro, poseen pH ácido (< 5,0), baja conductividad (< 25 µS/cm), baja carga de sedimentos, baja concentración de nutrientes y una mayor transparencia, a pesar del color oscuro.
- 5. El gradiente es el grado de inclinación de una cuesta, expresado por lo general con la relación o porcentaje entre la distancia vertical y la distancia horizontal.